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TEORÍA DEL DELITO

La teoría del delito es un análisis abstracto de aquellas reglas generales aplicables a todos aquellos
hechos que, individualmente considerados, constituyen un delito, de manera que un eje central es
atender a la definición de delito.

En nuestro ordenamiento jurídico (artículo 1° del Código Penal), es delito toda acción u omisión
voluntaria penada por la ley. Sin embargo esta definición aparece del todo insuficiente dado que
no considera, por ejemplo, otros elementos relevantes que se encuentran consagrados en la
norma penal, por ejemplo, causales fe justificación, eximentes de responsabilidad, etc.

De lo anterior se ha deducido la necesidad de seguir una definición que exceda a la norma y que
sea comprensiva de los elementos generales del delito, razón que nos ha motivado a seguir la
influencia de la dogmática alemana para establecer que es delito toda acción u omisión
(conducta), típica, antijurídica y culpable, elementos todos que si bien no cuentan con absoluto
acuerdo doctrinario en cuanto a su significado, permiten abrazar un concepto más adecuado de lo
que ha de entenderse como delito.

PRINCIPALES ESCUELAS QUE SE REFIEREN ALA TEORÍA DEL DEITO SEGÚN LA EVOLUCIÓN DE LA
NOCIÓN SISTEMÁTICA DEL CONCEPTO.

1.- En primer lugar encontramos la escuela clásica o el causalismo naturalista.

De acuerdo a la evolución de las ciencias naturales, la escuela del causalismo naturalista utilizó el
método sistemático racional para analizar al delito. Este análisis supone que la norma penal
asegura la libertad del hombre, de manera tal que si no comete alguna de las conductas descritas
en la norma, no recibirá castigo por ello, así, la ley penal tiene como objetivo limitar el poder del
Estado de cara a los individuos.

En esta escuela, si bien se distingue entre acción, tipicidad, antijuridicidad y culpabilidad, la acción
es la que tiene un papel preponderante en relación a los otros elementos del delito, de manera tal
que los restantes son sólo características de la acción, que no es otra cosa que el movimiento
voluntario del cuerpo que produce un resultado, y ese resultado es una modificación del mundo
material, por lo tanto, los elementos de la voluntad, que explican la razón por la que se realizó, se
entienden separados de la acción.

La tipicidad es una característica de la acción, que está constituida por la descripción de la


conducta que hace la norma y que no depende de elementos subjetivos. En ejemplo del profesor
Garrido Montt, para esta escuela cometería delito de homicidio (entendido como matar a otro),
tanto el médico que interviene al paciente para salvarle la vida, pero muere en medio de la
intervención, como el delincuente que apuñala a otro con miras a quitarle la vida. Esto porque el
propósito de uno y otro es irrelevante en el análisis, por lo que los elementos subjetivos quedan
fuera de la acción y del tipo.

En el caso de la antijuridicidad, una vez establecido que un hecho es típico, la conducta será
antijurídica si es contraria a derecho, o sea, nuevamente, se trata de un juicio objetivo que no
incluye los elementos subjetivos.

De acuerdo con lo anterior, es en la culpabilidad donde los clásicos entienden que los elementos
subjetivos forman parte, dado que para ellos dicha culpabilidad es de naturaleza “psicológica” ,
porque tanto el dolo, entendido aquí como la voluntad “mala”, orientada al delito, como la culpa,
entendida aquí como la comisión de la acción por descuido o imprudencia, son las formas que
pudiere adoptar la culpabilidad, lo que supone – en ambos casos- que estamos ante un sujeto
imputable, es decir, capaz de comprender la ilicitud de su conducta, o sea, que sólo un imputable
podría ser culpable.

En definitiva, para esta escuela, la acción y su nexo con el resultado, no incorporan ningún
elemento subjetivo. Sin embargo, el que una conducta sea típica, es sólo un indicio que puede ser
antijurídica, porque no toda conducta típica es antijurídica, de manera que estableciéndose que
una conducta es típica y antijurídica, entonces procede efectuar un análisis respecto de si es
culpable.

2.- En segundo lugar nos encontramos con la tendencia neoclásica o el causalismo valorativo.

Su origen está en el pensamiento neokantiano (E. Mezger), cuyo aporte es incorporar el concepto
de valor a los elementos del delito. Esta corriente sigue aceptando la estructura del delito que
mostraran los clásicos, pero dejan de tener la noción de que la acción tiene un carácter puramente
material, y se incorporan aquí los elementos subjetivos o volitivos, es decir, el movimiento o
acción, se convierte en conducta humana, pero ahora integrada con una subjetividad que le es
propia.

Para los neoclásicos, la tipicidad ya no es indicio de antijuridicidad, sino que se convierte en


esencia y en ella se puede constatar la existencia de elementos que no sólo son descriptivos sino
que son normativos de orden valorativo y subjetivos del tipo. Ej, en el artículo432 del CP, los
conceptos de ajenidad de la cosa, y el contenido del denominado “ánimo de lucro”

La antijuridicidad por su parte no es sólo una cuestión formal que muestra la contradicción del
hecho con la norma, sino que da un paso más, sosteniéndose entonces que habrá antijuridicidad
en la medida en que hay lesión o puesta en riesgo de un bien jurídico.

La culpabilidad a su turno, abandona la vinculación psicológica del sujeto con la acción, y – aunque
el dolo y la culpa continúan integrándola- pasa a ser un juicio valorativo, es decir, se convierte en
el reproche que se hace al sujeto por actuar de la manera en que lo hizo, es decir, por obrar de
forma contraria al derecho, habiendo tenido la posibilidad de actuar de manera diferente,
entonces se sostiene que ahora la culpabilidad pasa a tener el carácter de una noción normativa,
denominada teoría de la culpabilidad normativa que no es otra cosa que un juicio de reproche
respecto del autor por acto que comete. La diferencia es que no se le culpa por haber desplegado
el acto sino que por no haberlo evitado, pudiendo hacerlo. Con ello aparecen los primero atisbos
de “inexigibilidad de otra conducta” Ej, naufrago que se aferra a otro para salvarse.

3.- La tercera es la corriente finalista.

Hans Welzel es su principal exponente, intentando suprimir del derecho penal una orientación
abstracta, bajo el supuesto que el derecho penal recoje realidades preexistentes, es decir, no las
crea, por lo que el legislador se encontraría incapacitado de alterarlas, al menos esencialmente.
Aquí aparece el concepto de “realidades objetivas”, de manera que la ley debe respetar la
identidad de lo que se somete a ella.

En cuanto a la acción en el finalismo, ocurre lo inverso a la teoría clásica, de manera que acá sólo
se considera acción al comportamiento humano voluntario, realizados con miras a alcanzar un
objetivo predeterminado. Welzel lo explica como el ejercicio de la actividad final. Por lo tanto, la
voluntad de alcanzar el objetivo castigado (finalidad) forma parte de la acción. Para los finalistas
resulta inconcebible entonces el ejercicio de los causalistas de suprimir la parte subjetiva de la
acción.

En lo que dice relación con el tipo, esto sería la descripción de la acción más es el resultado, sin
embargo, el tipo no sería de naturaleza puramente objetiva, sino que tendría también un
componente subjetivo. La faz objetiva estaría dada por el actuar externo del hechor más el
resultado y la faz subjetiva por la parte intelectual y volitiva, es decir, por la finalidad, además de
elementos subjetivos como determinados ánimos especiales.

Para los finalistas hay una equivalencia entre dolo y finalidad, ya que la finalidad es la voluntad de
concretar la acción y por tanto lograr el resultado, por lo tanto el dolo formaría parte del tipo y no
de la culpabilidad. Aquí otra vez, el tipo vuelve a ser indicio de antijuridicidad.

La antijuridicidad por su parte continúa manteniendo su carácter de juicio de desvalor de la


conducta, pero no sólo en un ámbito externo, sino que aquí también se amplía a la finalidad, como
elemento subjetivo, por lo que sientan el concepto de “injusto personal”, porque el
comportamiento es contrario a derecho en relación a un autor determinado, de manera que es
antijurídico para aquel que desplegó la acción con una voluntad determinada. La antijuridicidad
comprende entonces tanto el desvalor de resultado como el desvalor de acción.

Ahora bien, en cuanto a la culpabilidad, si bien mantiene su noción de juicio de reproche al autor
por el hecho que comete, le quita los elementos psicológicos que reconocían en ella los clásicos y
neoclásicos, de manera que dolo y culpa ya no están en la culpabilidad sino en el tipo penal como
tipo subjetivo.

Para los finalistas la culpabilidad se compone de tres elementos:

- Imputabilidad
- Conciencia de antijuridicidad.
- Exigibilidad de otra conducta.

Transformándose entonces en un triple juicio de valor

El caso de la punibilidad como elemento del delito.

La punibilidad debe ser entendida como la posibilidad de aplicar una sanción penal, en tanto
consecuencia de que una conducta sea calificada como delito. En Chile, la idea general es que ella
no es un elemento del delito, pero ello no es unánime en la doctrina, puesto que hay un sector
que estima que las denominadas condiciones objetivas de punibilidad integran el tipo. Estas son
aquellas sin las cuales el delito no puede castigarse, lo mismo ocurre con las condiciones de
procesabilidad. Es decir, se trata de hechos típicos, antijurídicos y culpables a los que faltan
elementos.

CONCEPTOS BÁSICOS:

CONDUCTA

En este concepto debemos entender naturalmente comprendida una conducta humana voluntaria
(excluyéndose por tanto los actos reflejos, los inconscientes o aquellos en que se actúa movilizado
por una fuerza irresistible) , sin perjuicio como hemos señalado, de lo que ocurre con la
responsabilidad penal de las personas jurídicas, lo que igualmente lleva inmersa una conducta del
hombre.

Cuando hablamos de conducta, nos referimos tanto a acción como a omisión, es decir, tanto el
“hacer” como el “no hacer”, en aquellos casos en que el sujeto ha tenido la posibilidad de obrar de
manera diversa, forman parte de la conducta. Es decir, la conducta no es privativa de acciones,
sino que comprende también a las omisiones

TIPICIDAD

Si alcanzamos a superar la barrera de que un determinado comportamiento satisface los


requerimientos de punibilidad para ser considerado una conducta, debemos preguntarnos
entonces si el comportamiento integra todos los elementos de un tipo legal, lo que quiere decir
que una conducta será típica, en la medida en que coincida con la descripción normativa del delito
(artículo 19 N° 3 inc. 8° CPR).

Sobre este punto hay que sostener que hay autores que entienden al dolo y la culpa no sólo como
elementos de la culpabilidad sino también como integrantes del tipo (Ej. Jesheck), mientras otros
los estiman sólo integrantes del tipo penal (Welzel).

ANTIJURIDICIDAD

Cuando hablamos de antijuridicidad nos referimos a comportamientos que son contrarios al


ordenamiento jurídico penal, es decir, una conducta típica, para ser constitutiva de delito, habrá
de ser además antijurídica. La mayoría de las veces cuando advertimos la presencia de una
adecuación típica de la conducta humana, podríamos sostener que ella es antijurídica, sin
embargo, no siempre es así. Los Prof. Politoff, Matus y Ramírez nos entregan el siguiente ejemplo:
Si un sujeto destruye las cortinas de un cine, parece ser que estamos frente al delito de daños
(adecuación típica de la conducta). Sin embargo, si esa destrucción estaba motivada por aplacar el
incendio de la sala de cine, no se trataría de una conducta antijurídica.

CUPABILIDAD

Si logramos determinar que una conducta es típica y antijurídica, debemos arribara la conclusión
de que es injusta, sin embargo, ello no es equivalente a sostener que pueda ser objeto de
reproche penal al sujeto que realizó tal conducta. La culpabilidad quiere decir que un hecho
punible puede ser atribuido de manera subjetiva a quien lo realiza, y ello en atención a que el
sujeto se encontraba en condiciones de haber actuado de manera distinta a la que lo hizo.

Antes de revisar la culpabilidad, es decir, al referirnos a tipicidad y antijuridicidad, evaluamos


conceptos más bien de orden objetivo, como afectación de bienes jurídicos por ejemplo, entonces
es sólo en la culpabilidad cuando los elementos subjetivos entran de plano en juego.

En este punto es donde la responsabilidad de un sujeto nos permite efectuar la imputación


subjetiva del hecho al autor y por tanto, la culpabilidad se integra no sólo con la inexistencia de
causales de exculpación, sino también con elementos positivos en los que se apoya la mencionada
imputación subjetiva, que no son otros que el dolo y la culpa.

Dolo: Cuando hablamos de dolo siempre habrá tras él un delito, puesto que enfrentamos un
sujeto que sabía lo que hacía y también lo quería.

Culpa: Cuando hablamos de culpa, nos referimos a cuasidelitos, los que se castigan de manera
excepcional y sólo cuando el ordenamiento jurídico así expresamente lo dispone, ya que
enfrentamos un autor que no había previsto ni querido el resultado por él producido pudiendo y
debiendo haberlo previsto.

No obstante, para efectuar un reproche de culpabilidad necesitamos sostener que el autor es


imputable, es decir, capaz de ser culpable, cuestión que no ocurrirá en el caso de un sujeto insano
mentalmente o menor de edad, en cuyos casos enfrentaremos a un sujeto inimputable.

Pese a lo señalado, para efectuar el reproche penal del que hablamos necesitamos que el autor
tenga conciencia de que el acto que ejecuta es ilícito, es decir, que conozca las normas aplicables
(pese a lo señalado en el artículo 8 del Código Civil), ya que en caso contrario enfrentaremos la
hipótesis del llamado error de prohibición.

Finalmente, para que la conducta sea culpables necesario que sea posible al sujeto exigirle actuar
de modo diverso, por lo que se excluiría si actúa movido por una fuerza irresistible o un miedo
insuperable ( art. 10 N° 9 CP) o encubriendo a parientes ( art. 17 CP inc. Final).

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