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PARA UNA TIPOLOGIA Y MORFOLOGÍA DE LA CIUDAD GRIEGA*

Alejandro Bancalari Molina**

I.– PROBLEMATICA

En la actualidad, la pólis, circunscrita como el hábitat natural y consciente y el


lugar de las creaciones espirituales–culturales y materiales de los antiguos helenos, ha sido
objeto de múltiples investigaciones. Precisamente, desde las clásicas obras de Denis Fustel
de Coulanges, La cité antique, y de Gustav Glotz, La cité grecque1, se persigue estudiar y
enfocar a la ciudad griega como el fenómeno más significativo y neurálgico del mundo
griego; fenómeno que tiene su génesis en la época arcaica, su plenitud, en la clásica y su
declinación, en la helenística. La naturaleza de la problemática radica, entonces, en
presentar, concebir y analizar a la pólis en una visión de conjunto, holística2, por su calidad
de elemento totalizador, constituyente y paradigmático de aquella cultura.

La palabra griega πóλις, convencionalmente, ha sido traducida por estudiosos


ingleses como sinónimo de la expresión y noción de «ciudad–estado»3. Contrarios a este
concepto, sostienen que esta convención no representa desde una perspectiva semántica lo
que es y lo que caracteriza en lo medular a una pólis. Aún más, el problema todavía

*
Este estudio, en conmemoración del décimo aniversario de la muerte del destacado historiador Héctor
Herrera Cajas, lo hemos realizado teniendo presente una de las grandes constantes históricas en él. Su
hincapié en la historia integral y en sus procesos interrelacionados, en una historia de conjunto, humana y
civilizadora.
**
Doctor en Historia Antigua, Universidad de Pisa, Italia. Profesor de Historia de Grecia y de Roma del
Departamento de Ciencias Históricas y Sociales de la Universidad de Concepción.
1
Fustel de Coulanges, D., La ciudad antigua, Península, Barcelona, 1984 (1era edic. 1864); Glotz, G. La
ciudad griega, Uthea, México 1957 (1era edic. 1928).
2
La concepción holística de la pólis como totalidad, ha sido enfatizada por Murray, O., La città greca (trad.
ital), Einaudi, Torino 1993; Id, «Polis and politeia in Aristotle», en Hansen M. H. (ed.), The Ancient Greek
City–State, Munksgaard, Copenhagen 1993, pp. 197–210; Ampolo, C., «Il sistema della polis. Elementi
costitutivi e origini della città greca», en Settis, S. (ed.), I Greci. Storia, Cultura, Arte, Società, 2, Una
Storia Greca, I. Formazione, Einaudi, Torino 1996, pp. 297–342.
3
De Martino, F., «Il modello della città-stato», en Schiavone, A. (ed.), Storia di Roma», 4. Caratteri e
Morfologie, Einaudi, Torino 1989, pp. 433–458; Finley, M., El nacimiento de la política, Critica,
Barcelona 1986, esp. p. 24 n. 33, precisa que el término ciudad–estado no es una buena traducción para la
pólis griega, «sólo es convencional» y, a la vez, adecuada al permitir la inclusión de la ciudad de Roma.

1
persiste, pues no se ha visualizado y concretizado un término que exprese de manera más
rigurosa y más amplia para designar a la organización política y socio–económica de los
griegos. El argumento debemos necesariamente enfocarlo y estudiarlo sobre la base de dos
vertientes colaterales: a nivel «conceptual» (qué cosa es una pólis) y a nivel «morfológico»
(con qué forma se presenta la pólis)4.

En strictu sensu, lo medular radica en que la ciudad–estado se constituyó por


antonomasia en el modelo de vida civilizada y socializada de unos ciudadanos al
considerarla en forma natural y consciente, como asimismo en la mejor, útil y realista
«forma de vida»5. En el interior de las póleis se desarrolló la moderación, la sana
convivencia y competencia; la gloria y el honor; el respeto, la tolerancia y la crítica; se
crearon las diferentes formas de gobiernos políticos, el hombre incrementó sus capacidades
reflexivas y racionales; la vida se realizaba pública y abiertamente; en fin, el hombre utilizó
su principal fortaleza y habilidad: la «palabra» como instrumento veraz de comunicación,
de poder y desarrollo comunitario. A los griegos les inspiraba un deseo único y profundo
de comprender al hombre, o mejor dicho, supieron elaborar una «civilización del hombre»6
y quisieron dar cuenta de la vida humana en términos de la razón, instaurando una
«civilización del logos»7. Razón y palabra se unen en la cosmovisión espiritual de la
ciudad helénica, particularmente, en Atenas.

A partir de este principio y axioma e interpretando a la pólis en su calidad


central del «logos», en la que predomina la eutrapelia, la mesura, el equilibrio, la
argumentación, el debate y la activa participación de sus ciudadanos, diversos historiadores,
desde Jean Pierre Vernant8, han colocado en primer lugar, el aspecto «racional» de la pólis,
concebida como una especie de «ciudad de la razón», en un equilibrio más o menos ideal.

4
Marconi, C., «La città visibile e i suoi monumenti», en I Greci, 2, I…op. cit., pp. 755–784.
5
En el fondo, como observaremos más adelante, el télos de la pólis es una «vida bella y feliz», en la que se
observa y desarrolla en toda su magnitud la areté. Cfr. Aristóteles, Política, III, 9, 1281a.
6
Mosse, C., Historia de una democracia: Atenas, Akal, Madrid 1987, esp. pp. 139–142.
7
De Romilly, J., ¿Por qué Grecia?, Debate, Madrid 1997, esp. p. 14; Ferrari, G., «Logos», en I Greci, 2,
II…, op. cit., pp. 1103–1115. El autor explica la etimología y el sentido de la palabra logos, entre los
siglos VI y IV a. de C., su polimorfismo, centralidad y relevancia en la vida comunitaria griega.
8
Vernant, J. P., Los orígenes del pensamiento griego, Paidos, Barcelona 1992 (1ª ed. 1962), esp. pp. 61–79;
también en Ampolo, C., «Il sistema…», op. cit., p. 313.

2
De esta manera, la razón y la política, en su evolución hasta el advenimiento del sistema
democrático, van entrelazados, permitiendo que la ciudad griega y sólo ésta, como sostiene
O. Murray, se constituya en una expresión realizada y completa de una «racionalidad
política»9. El caso paradigmático lo ofrece Atenas: en un arco de tiempo relativamente
breve, entre el 624 hasta el 508 a. de C. (de la reforma y muerte de Dracón a la reforma
Clisténica), se asiste a una «proyección racional» y a una «transformación de la
comunidad»10. De una ciudad como estructura gentilicia, dominada por la clase dirigente
(eupátridas), se pasa a un sistema político donde la igualdad frente a la ley se proclama
como principio de gobierno con la total participación de todos los ciudadanos: demokratia.
En la práctica, quienes realizaron todo el proceso reformador y transformador hacia el
sistema democrático y, en consecuencia, a una «nueva Atenas», fueron Solón y Clístenes11,
para que tal sistema brillara y fuera un modelo de imitación y exportación12 en la era de
Pericles.

II.– LA POLIS: CONCEPTO POLISEMICO.

Tradicionalmente, los estudiosos de la ciudad griega, sean estos historiadores,


geógrafos, urbanistas, sociólogos y otros han explicado que uno de los problemas mayores
al concebir la pólis, es cómo definirla. ¿Qué entendían por ciudad los antiguos griegos?
¿Qué elementos son característicos de éstas? ¿Cuáles pueden ser los puntos comunes de un
conglomerado urbanístico?.

9
Murray, O. y Price, S. R. F. (ed.), The Greek city: from Homer to Alexander, Oxford University Press,
Oxford 1990; Id, Città della ragione, en «La città greca», op. cit., esp. pp 4–5, precisa una reciente
interpretación de la pólis como ciudad de la razón, en clave aristotélica–weberiana que ubica en el centro
de su evolución la política como expresión de una racionalidad global, traducida en la creación consciente
y deliberada de formas políticas adecuadas al objetivo.
10
Bertelli, L., «Progettare la polis», en Settis, S. (ed.), I Greci. Storia, Cultura, Arte, Società. 2, Una Storia
greca, II. Definizione, pp. 567–618, excelente estudio actual con la vertiente interpretativa de la pólis
como proyección racional. El autor considera que la intencionalidad proyectada y guiada por criterios
racionales de las reformas de Dracón hasta Clistenes, concibieron una verdadera y propia «refundación de
Atenas».
11
Loraux, N., «Clistene e i nuovi caratteri della lotta politica», en I Greci, 2, I… op. cit., pp. 1083–1110.
12
Tucídides, II, 37, 1. El mundo griego y, en especial, Atenas se transforman en un verdadero «laboratorio
histórico» donde crearán y probarán la propia historia. Cfr. Musti, D., Storia greca, Laterza, Roma–Bari
1992, esp. pp. 3–27.

3
Pausanias, en su descripción de Grecia, a mediados del siglo II d. de C., nos
dejó un relevante pasaje de la decadente ciudad de Panopeo, en la región de Fócide: «si se
puede llamar pólis a un lugar así, que ni tiene edificios oficiales, ni un gimnasio, ni un
teatro ni un ágora, ni siquiera agua que fluyera de una fuente, donde se habita en viviendas
comparables a chozas de montaña al borde de un barranco. A pesar de todo esto tienen sus
fronteras que los separan de sus vecinos y envían también sus representantes a la asamblea
focia»13. Si adoptamos tal definición, nos encontramos con que la pólis era un
conglomerado miserable sin una urbanística consistente. Sin embargo, en la parte final del
paso, Pausanias nos admite que Panopeo es una ciudad, pues tiene unas fronteras bien
delimitadas, una política exterior y, por sobre todo, un gobierno propio e independiente. A
partir de esta ambigüedad, se revela a la vez, una antinomia entre una concepción clásica de
la pólis como entidad política–ciudadana y otra que se va afirmando con el tiempo,
colocando su atención en los edificios, o sea lo físico–urbanístico, desprendiéndose
variadas formas y tipos de concepción y definición de las póleis. C. Ampolo plantea,
taxativamente, lo incierto y lo ambiguo de la terminología moderna para referirse a la
pólis14.

En un estudio anterior, sostuvimos15 (hoy lo mantenemos), que de acuerdo a las


fuentes clásicas y a la historiografía contemporánea, es posible diferenciar tres tipos de
acepciones de las ciudades griegas. Primero, la pólis como comunidad de ciudadanos,
entendida en su calidad de agrupación de gentes, o mejor dicho, de ciudadanos libres.
Segundo, la pólis en su dimensión material y física, con sus espacios públicos (ágora), sus
edificios y monumentos; en el fondo, con sus dos componentes urbanísticos: la acrópolis16

13
Pausanias, X, 4,1. Panopio fue una ciudad que tuvo un pasado respetable, recordada en la Iliada. Del
mismo pasaje, otras interpretaciones en Finley, M., La ciudad antigua: de Fustel de Coulanges a Max
Weber y más allá, en Id (ed.) Grecia antigua. Economía y sociedad, Crítica, Barcelona 1984, pp. 35–59,
esp. p. 36; Kolb, F., La ciudad en la antigüedad, Gredos, Madrid 1992, esp. pp. 60–61; Ampolo, C., «Il
sistema…», op. cit., p. 299.
14
Ampolo, C. (ed), La città antica. Guida storica e critica, Laterza, Roma–Bari 1980, pp. XVI–XVII.
15
Bancalari, A., «La polis como centro de gravedad de la historia griega», en Temas de Historia,
Universidad Gabriela Mistral (2003), 1 , pp. 105–115.
16
Es el lugar más antiguo, en la altura (una roca) que sirve de refugio y es sagrado, donde se ubicará el
templo.

4
y el ásty17. Tercero, la pólis como la organización política: el Estado, que corresponde a su
acepción más clásica, amplia y coherente.

Persiste, hoy en día, la dificultad de definir un «modelo morfológico único» de


pólis y emerge un cuadro heterogéneo, determinado por dinámicas diferentes de creación
de variados centros18. Es relevante tener presente cómo la ciudad, desde una perspectiva
amplia, se transforma en un «lugar de reunión» destinado a las actividades colectivas que
son expresiones de la comunidad cívica, reforzando su sentido de pertenencia. Estos
lugares colectivos se centran en el ágora, en los santuarios y en las áreas residenciales. En
suma, la pólis griega, desarrollada en modos y formas disímiles, no puede estar
desvinculada de su contexto histórico y del conjunto de relaciones políticas, económicas,
sociales, culturales, religiosas y geográficas; es un todo que comprende el territorio,
recursos económicos, productividad, formas de gobierno, participación ciudadana y
funciones diversas. Aristóteles la concibe como una comunidad perfecta, suficiente y,
sobre todo, con las ansias de «vivir bien»19.

III.– CARACTERISTICAS MEDULARES Y MORFOLOGICAS DE LAS PÓLEIS.

Entre los elementos distintivos y constantes y las diversas formas que explican
en esencia lo que es una pólis, en una visión holística, podríamos resaltar los siguientes
puntos y parámetros:

1) Origen: tradicionalmente, el surgimiento de las póleis, ha sido explicado a través de un


proceso consciente denominado Synoikismós o Sinecismo, que significa de la dispersión a
la agrupación y unión como forma de asociación humana. Diversas comunidades menores
(aldeas), diseminadas por el territorio, deciden fusionarse por múltiples motivos: militares,
estratégicos, religiosos, económicos y la entidad resultante como punto central o medio

17
Corresponde a la parte baja y profana, donde se focaliza el ágora, los edificios públicos y los político–
gubernativos, además, al sector residencial y de la vida cotidiana.
18
Marconi, C., op. cit., pp. 760–762.
19
Aristóteles, Política, I, 2, 1252b.

5
corresponderá a la pólis20. La formación de la ciudad, gracias a la fusión de variadas
aldeas, fue un fenómeno consabido. Algunas regiones del Peloponeso, en particular la
Elide, Arcadia y Acaya, se formaron a través de este proceso, como resalta Estrabón21.
Ahora bien, lejos de constituir una fórmula definitiva, la pólis representa el resultado de un
complejo proceso «genético», acaecido en la fase de transición de la edad del bronce al
hierro, conocida como la época oscura22. Múltiples centros dispersos eran saqueados23,
otros sobrevivían autónomos o unidos hasta que finalmente, en la edad geométrica, tiene
lugar el nacimiento de la pólis, acompañado de un gradual mejoramiento de las condiciones
económicas y de un incremento demográfico; desarrollo que culmina a lo largo del siglo
VIII al retomar el gran tráfico marítimo y el proceso fundacional–colonial: época del
renacimiento griego24.

En realidad, el largo proceso formativo de la génesis de centros urbanos y de la


pólis, se sitúa en un complejo juego de variables. Según Marconi, de las variables resaltan
la preexistencia, los condicionamientos ambientales, económicos y sociales, todo lo cual
coopera a crear paisajes diversos: ciudad organizada por aldeas o centralizadas, rodeadas de
murallas o sin ellas, crecidas caóticamente por uniones sucesivas o planificadas desde el
principio, según una forma regular25. Por otra parte, si nos basamos en la tradición

20
En general, cfr. Knauss, B., La polis. Individuo y Estado en la Grecia antigua, Aguilar, Madrid 1979;
véase, además, Ampolo, C., «Il sistema…», op. cit., p. 329.
21
Estrabón, VIII, 3, 2, señala que «la actual ciudad de Elide no estaba todavía fundada en tiempos de
Homero, sin embargo, la región estaba habitada por aldeas... sólo más tarde, después de las guerras
médicas, la población de muchas comunidades confluyeron en la actual Elide».
22
Marconi, C., op. cit., p. 761. El autor explica que la caída del mundo micénico con una estructura política
–económica basada sobre un rígido sistema centralizado, llevó a la disolución del modelo tradicional de
instalaciones fundadas sobre dos polos: el palacio del señor o gobernador en una roca fortificada
(acrópolis) y el poblado dispuesto en torno a la pendiente del primero; proceso acompañado por una
reducción demográfica y por el abandono de muchos centros del período precedente.
23
Tucídides, I, 5.
24
Snodgrass, A., «La nascita della polis», en Ampolo, C. (ed.), La Città antica… op. cit., pp. 79–105. Este
autor es categórico en afirmar –como se sostiene en forma generalizada– que el origen y desarrollo de la
pólis debemos situarlo a comienzos del siglo VIII en la zona de Jonia y de ahí se exportó a Grecia
continental. Fenómeno de transformación, cambio y progreso central en la historia de la antigua hélade.
También, Ehrenberg, V., «Quando è nata la polis?», en Ampolo, C. (ed.), La città antica… op. cit., pp.
107–129. En general, una síntesis en Welwei, K. W., La polis greca, (tr. it.), Il mulino, Bologna 1988,
esp. pp. 47–68.
25
Marconi, C., op. cit., pp. 760–763, nos explica en el surgimiento de la ciudad una articulación
aproximativa de estructuras análogas opuestas, como son: regular/irregular, espontáneo/planificado,
monocéntrico/policéntrico.

6
literaria, Esqueria, la ciudad de los feacios, constituye el más antiguo ejemplo de pólis26
pues, el acto de fundación por parte de Nausítoo prevee la construcción de las murallas, de
las casas, de los templos para las divinidades, todos elementos recurrentes en el tejido
urbano de las póleis y de la división de tierra. De esta manera, si bien la mítica Esqueria es
la primera ciudad descrita literariamente, no lo es en forma analítica, siendo una imagen de
ciudad percibida por los visitantes27.

2) Tamaño y población: en el plano teórico tanto Platón como Aristóteles sostenían que la
pólis debía poseer como condición necesaria, un tamaño medio–pequeño y, también, un
número limitado de ciudadanos, entre 5.000 y 10.00028. Este requisito se fundamenta en el
rol que ejercía la ciudad para que todos los miembros–ciudadanos de ésta, participaran en
forma activa, en la toma de decisiones políticas de la pólis. El uso de la palabra y la
discusión, la reflexión, la vida civilizada y socializada, era requisito llevarla a cabo en una
comunidad más o menos pequeña. Obviamente, este punto no se logró plenamente, pues
de las más de 1000 póleis29 aproximadas en la época clásica, algunas tuvieron estas cifras e
incluso menores a 5.000 habitantes; pero otras superaron con creces estos números. Así
por ejemplo, Atenas (con 2500 km2), a mediados del siglo V, tuvo una población alrededor
de 275.000 habitantes; Esparta (con 8000 km2) cercana a los 200.000 y Corinto, sobre
90.000; Tebas y Argos en torno a los 50.000; ciudades en la práctica con una alta densidad
y actividad política e industrial–comercial. Para los griegos, insistimos, era una condición

26
Homero, Odisea, VI, 7; VI, 262; VII, 43 señala: «construyó un muro en torno a la ciudad, levantó casas,
construyó templo a los dioses y dividió las tierras».
27
Marconi, C., op. cit., pp. 755–757. Cfr. sobre Esqueria, Cordano, F., «L’ideale città dei Feaci», en
Dialoghi di Archeologia, IX–X (1976–77), pp. 195–200.
28
Las cifras que tradicionalmente se presentan, oscilan entre 5.000 a 10.000 ciudadanos como la ciudad
ideal. Cfr. Aristóteles, Politica, II, 8, 1267b y VII, 4, 1326a–1326b, donde sostiene que la pólis y el
territorio deben ser «abrazados con una sola mirada». Agrega, por otra parte: «hay también una medida
de la magnitud de la pólis, lo mismo que de todos los seres, animales, plantas e instrumentos... La que se
compone de demasiados... será como un pueblo, pero no una ciudad, porque difícilmente podrá tener una
constitución. ¿Quién, en efecto, podrá ser general de un número de hombres excesivamente elevado, o
quién podrá ser heraldo sin tener una voz estentórea?... Es evidente, por tanto, que el límite perfecto de la
población es la cifra más alta posible para la autarquía de la vida y susceptible de ser abarcada en su
totalidad».
29
Cartledge, P., Los Griegos, Crítica, Barcelona 2001, esp. p. 17, considera que en total existieron más de un
millar de póleis, quizás 1500, diseminadas desde el mar Negro hasta España. Por su parte, Ampolo, C.,
«Il sistema…», op. cit., p. 306, indica que en Grecia continental hubo alrededor de 750 ciudades y unas
300 más fundadas fuera.

7
sine qua non el poder conversar, conocerse y «eran susceptibles de ser abarcados [con la
vista] en su totalidad» como sostiene Finley en esta metáfora; en el seno de lo que los
modernos estudiosos de la política llaman sociedad face to face, donde los ciudadanos se
miren «cara a cara»30.

3) Urbano: como ya lo planteamos, la ciudad desde el punto de vista físico, material y


monumental, se divide en dos grandes sectores: la acrópolis y el ásty. Presenta un tejido
urbano que corresponde a los espacios colectivos centrales en el quehacer de la vida al
interior de las póleis. El Agora o plaza de la asamblea, los sectores residenciales,
santuario, gimnasio, estadio, teatro, necrópolis y muchos otros constituyen los elementos
urbanísticos esenciales de cada pólis31. Además, de estos lugares se destaca en Atenas, la
colina del pnix, el buleuterion y la tolo (donde se hacían sacrificios) como lugares propios
de la ciudad32.

El ejemplo típico y la mayor parte de las imágenes que tenemos corresponden a


la Atenas clásica del siglo V a. de C., entendida como un todo (ciudad y territorio). La
belleza de sus monumentos y la fuerza magnética como centro urbano digno de emulación
fueron, paulatinamente, perdiendo fuerzas e impronta. Por ello, en el siglo III a. de C. la
ciudad aparece como un conglomerado de casas no todas en buenas condiciones. «La calle
de Eleusis lleva hacia la ciudad de Atenas; la vía es bonita con sus alrededores cultivados
con presencia del hombre. La ciudad en sí está desprovista de agua, la mayor parte de las
casas son mediocres, pocas son confortables. Si los visitantes llegan de improviso no
creerían que se trata de la famosa ciudad de Atenas»33.

4) Económico: las diversas póleis se iban diferenciando de acuerdo a sus actividades


económicas. De ahí que encontramos ciudades populosas con énfasis en lo comercial,

30
Finley, M. (ed), El legado… op. cit., pp. 22–23.
31
Sin embargo, no olvidemos la ecuación: ciudad+territorio. Geográficamente, la pólis, era la ciudad en sí
(la acrópolis, el ásty y los sectores residenciales), y el territorio (las tierras agrícolas, la llanura y los
caseríos dispersos).
32
Pausanias, I, 5.
33
Heraclides Creticus, FHG, II, 254. Cfr. además, Schnapp, A., «Città e campagna. L’immagine della
«polis» da Omero all età classica», en Settis, C. (ed.), I Greci. Storia, Cultura, Arte, Società, 1, Noi e I
Greci, Einaudi, Torino 1996, pp. 117–163, esp. p. 155.

8
mercantil y manufacturero como Atenas34, Corinto35 y Megara. Otras, con un sello
agrícola como Tebas y la zona de Tesalia con un cultivo intensivo de cereales. La llanura
de la Argólida (Micenas, Tirinto y Argos) de terreno legamoso, posibilitó los cultivos
típicos mediterráneos, la trilogía alimenticia: vid, olivo y cereales; asimismo, la planicie en
Mesenia benefició la agricultura. En otras zonas como la Etolia, hubo un desarrollo de la
ganadería y la Elide se caracterizó por su actividad pastoril. Jenofonte, a comienzos del
siglo V, nos presenta tres tipos de póleis de acuerdo al criterio económico. Unas pequeñas
con escasa población, sin especialización ni división del trabajo; ciudades grandes, con
trabajos especializados y fisonomía propia, y por último, ciudades con una organización
económica basada en la actividad semi industrial–manufacturera y comercial–agrícola36.

En este plano económico, no podemos ni debemos desconocer que el territorio


forma parte de la ciudad. Así, la fórmula era la pólis más la khóra37 (campiña) donde
pretendían una independencia económica o autosuficiencia propia: autárkeia, virtud en la
que insistió con fuerza Aristóteles38 y que en la práctica fue inalcanzable por la inevitable
carencia de recursos naturales. Necesariamente, las póleis grandes tuvieron que comerciar;

34
Es a partir de fines del siglo VI a. de C. cuando comienza a desarrollarse, fuertemente, el comercio
ateniense con la construcción del puerto militar y comercial del Pireo. En grandes pasajes de Tucídides,
como del autor anónimo del libelo oligárquico (o Pseudo Jenofonte), la constitución de los atenienses se
hace eco del gran poder y prestigio naval y comercial; productos y alimentos provenientes de todas las
regiones llegan a la ciudad y cómo se disfrutan los bienes producidos en ella. Cfr. Mosse, C., «El hombre
y la economía», en Vernant, J. P. (ed.), El Hombre griego, Alianza, Madrid 1995, pp. 33–63. esp. pp. 53–
54.
35
Heródoto, II, 167 resalta como en Corinto la actividad industrial, comercial y artesanal tuvo una activa
valoración social.
36
Jenofonte, Ciropedia, VIII, 2, 5. «En las póleis pequeñas la misma persona fabrica una cama, una puerta,
un arado, una mesa, y a menudo la misma persona construye también casas y puede darse por satisfecha si
encuentra suficiente trabajo para poder ganarse la vida… En las póleis grandes es suficiente para
sustentarse, el poder tener un oficio cada uno, ya que muchos necesitan una cosa de cada. A menudo es
suficiente dominar una parte de un oficio: por ejemplo, uno confecciona zapatos para hombres, el otro
para mujeres. También existen póleis donde uno vive sólo de la reparación de zapatos, otro solamente de
cortarlos, otro a su vez los cose y finalmente otro no hace nada de esto, sino unir todas las piezas».
También en Kolb, F., op. cit., p. 76.
37
Finley, M., La ciudad Antigua… op. cit., p. 38, sostiene de manera categórica que en el mundo griego y
romano «cada ciudad normalmente incluía un territorio rural de alguna extensión, a menudo de una
extensión muy considerable, dentro de su área reconocida. La ciudad sin un territorio era un fenómeno
raro, restringido en gran parte a comunidades costeras de una clase peculiar. Lo más importante para
nuestros propósitos, es que la unidad tradicional de ciudad y territorio –política, jurídica y residencial–
siguió inalterada». Así, el elemento básico de la ciudad antigua es la unidad de la ciudad y el campo.
Véase, Lopez, P., «La relación ciudad–campo: revisión», en Veleia, 6 (1989), pp. 111–133, esp. p. 123.
38
Aristóteles, Política, VII, 4, 1326b.

9
en el fondo, no podían quedar indiferentes frente al tema de la alimentación y del hambre
de sus habitantes39. Recordemos, además, que la ciudad griega y antigua en general, más
que ser un centro de producción era, esencialmente, «de consumo»40. Para Aristóteles
como para Platón, la pólis se originó debido a la incapacidad de dos formas de asociación
precedentes: la familia y la aldea, de poder satisfacer las necesidades básicas y legítimas de
sus miembros: autosuficiencia41. Sin embargo, en el pensamiento aristotélico, tanto la
familia como la aldea en un proceso de tránsito y de evolución formaban parte de la ciudad.
Como lo hemos señalado, el mundo helénico era un mundo de ciudades donde la vida
urbana tuvo un lugar esencial y donde, contradictoriamente, los ciudadanos vivían en su
mayoría en los campos, siendo la agricultura la primera actividad de la mayor parte de los
miembros de la comunidad cívica42. Los productos de la tierra eran el sustento de vida;
por ello, la relevancia y el vínculo existente entre los ciudadanos y la tierra. En numerosas
póleis, eran sólo los propietarios y terratenientes quienes podían ser ciudadanos verdaderos
e influyentes. El hombre griego, además, de ser un politikón era, también, un homo
oeconomicus.

5) Social: la pólis era ante todo, una koinonía; una comunidad de gentes, una sociedad;
donde los miembros, los ciudadanos eran considerados «iguales» ante la ley. Si tomamos
como ejemplo, el caso más representativo en la Atenas democrática de Pericles, Tucídides
en boca del estadista nos señala que «en ella todo nuestros conciudadanos gozan de iguales
derechos ante la ley para proteger sus intereses, y por otra parte, en lo que se refiere al
reconocimiento de las ambiciones personales, cualquiera que en alguna forma se
distinguiera, podía ser elegido para desempeñar una función pública en consideración a sus

39
Finley, M., La ciudad Antigua… op. cit., p. 37, sostiene «que la autarquía es una idea disparatada para una
ciudad. Platón y Aristóteles no escribieron disparates: tomaron la ciudad y su territorio, la ciudad y el
campo, juntos como una unidad, no como variables distintas en competición o conflicto, real potencial.
Incluso los agricultores que vivían fuera de la ciudad, estaban integralmente en la polis».
40
Ibid, pp. 56–59; Lopez, P., op. cit., pp. 118–125. También, de ciudad de consumo, se menciona ciudad de
«rentistas» y «parásita».
41
Aristóteles, Política, I, 2, 1252b; Platón, República, II, 11, 369 c. Véase Ampolo, C., «Il sistema…», op.
cit., pp. 326–327.
42
Mosse, C., «El hombre…», op. cit., pp. 33–63.

10
méritos y sin tomar en cuenta a su rango social. La pobreza no es un inconveniente para
que un hombre, por muy humilde que sea su posición, pueda servir a su patria»43.

Esta visión de igualdad en las póleis griegas y, en forma especial, en Atenas se


nos presenta en dos términos o estructuras socio–políticas que representan dos principios y
parámetros de igualdad. La isonomía: la misma o igual participación de todos los
ciudadanos ante la ley y la isegoría: la libertad de «hablar» o expresarse y decir lo que uno
considere relevante. En teoría, la ciudad es igualitaria, en la práctica, como sostiene
Finley, era por experiencia una comunidad de «desiguales»44. Las fuentes se referían a los
«muchos» hoi polloi y a los «pocos» hoi oligoi; es decir, los pobres y ricos, los sectores
populares o democráticos y la aristocracia o élite dirigente. Al retornar al caso ateniense,
sus ciudadanos fueron los que contribuyeron a la grandeza de la ciudad; si bien estos en
realidad constituían un porcentaje pequeño de la población, debemos reflexionar justamente
sobre estos «ciudadanos–libres». Ahora bien, el problema del carácter esclavista de la
sociedad ateniense –de larga data e interpretaciones históricas– debe ser «descartado de una
vez por todas» como manifiesta C. Mossé45. La cultura griega fue una sociedad de
«hombres libres» que hicieron las transformaciones y creaciones revolucionarias para
Occidente.

6) Político: una de las características primordiales de las diversas póleis, consiste en su


independencia política; vale decir, cada ciudad tenía la forma de gobierno y dirigencial que
estimase conveniente para el conjunto de sus ciudadanos; produciéndose una carencia
absoluta de autoridad central y unitaria. Para los griegos era un ideal vivir en pequeñas
comunidades, «microcosmos», para poder desarrollar y configurar un propio sistema

43
Tucídides, II,37.
44
Finley, M., El legado… op. cit., p. 23–26, afirma que fue un hecho universal, y universalmente aceptado
como «natural» que los miembros de la comunidad fuesen desiguales en recursos, facultades y estilo de
vida.
45
Mosse, C., Historia… op. cit., pp. 140–141. De la misma opinión, Rodríguez, F., Entrevista al dr.
Francisco Rodríguez Adrados, en «Limes» 2 (1989–1990), pp. 123–136. Por su parte, Gschnitzer,
«Abitanti sensa diritto di cittadinanza: non liberi e stranieri», en I Greci, 2, II… op. cit., pp. 403–421,
explica la bipartición de todos los hombres divididos en «libres y no libres», y como estos últimos
(esclavos) tuvieron –incluso– algunos derechos.

11
político distinto al de otra ciudad. Lo importante es resaltar que en cualquier régimen46,
los individuos o ciudadanos ejercitaban sus derechos en forma «personal» y «directa» no en
forma representativa. Una idea esencial de la democracia griega fue su participación en
primera persona de los ciudadanos en el gobierno, ejerciendo por turnos los cargos (por
sorteo un año y sin repetición), accesibles a «todos» sin discriminación de origen o renta47.
Este argumento de la participación directa–personal del démos48, hay que considerarla
como el gran motivo del porqué las pólis tenían dimensiones limitadas para una total
participación comunitaria en los asuntos de la ciudad.

La independencia política de las diversas póleis, debemos vincularla, a su vez,


con lo propio de ellas, representado en la eleuthería kaì autonomía. Cuando se referían a
la unidad política, no lo hacían en el sentido de una unificación territorial, sino más bien, en
la unidad, en la diversidad, de una relación autonomística donde cada pólis conservará su
propia identidad, usos, costumbres e instituciones49.

Los helenos no intentaron ni ambicionaron la unidad política50; las colonias:


apoikia fundadas a lo largo del mediterráneo en la época arcaica (siglos VIII – VI) jamás se
concibieron con una dependencia metropoli–apoikia51. Cuando las póleis griegas se
unieron para enfrentar a los invasores persas en las guerras médicas, lo hicieron con la

46
Platón, República, V, 18, 473b–d distingue al gobernante ideal: el filósofo. «mientras los filósofos no
reinen en las ciudades o en tanto que los que ahora se llaman reyes y soberanos no sean verdadera y
seriamente filósofos, en tanto que la autoridad política y la filosofía no coincidan en el mismo sujeto... no
habrán de cesar, Glaucón, los males de las ciudades, ni tampoco, a mi juicio, los del género humano».
47
Lotze, D., «Il cittadino e la participazione al governo della Polis», en I Greci 2, II… op. cit., pp. 369–401,
esp. pp. 388–391.
48
El término démos es, también, antiguo y designa al cuerpo de ciudadanos como un todo. Era una pequeña
minoría (excluía a los jóvenes menores de 18 años, a las mujeres, esclavos y extranjeros); diverso a la
masa: pléthos. Cfr. Finley, M., El nacimiento… op. cit., esp. p. 12 y 113; Canfora, L., «El ciudadano», en
El Hombre griego… op. cit., p. 157. En particular, para examinar el démos de Atenas, véase Placido, D.,
La sociedad ateniense. La evolución social en Atenas durante la guerra del peloponeso, Critica,
Barcelona 1997.
49
Musti, D., op. cit., pp. 6–9.
50
Cassola, F., «Chi erano i Greci», en I Greci 1… op. cit., pp. 5–23, esp. p. 20, destaca, en forma categórica,
cómo los griegos no buscaron realizar la unidad política, y mejor dicho, la «aborrecieron»; no está de
acuerdo, además, con la añeja interpretación de Droysen donde Atenas, después Esparta y Tebas desearon
esta aspiración y fracasaron.
51
En general, sobre la colonización; Boardman, J., Los griegos en ultramar: comercio y expansión colonial
antes de la era clásica, Alianza, Madrid 1983; Asheri, D., «Colonizzazione e decolonizzazione», en I
Greci, I… op.cit., pp. 73–115.

12
convicción de ser una fusión militar y estratégica para defender la eleuthería, la autonomía
de los estados helenos, y no pensaron en una unidad política e imperial de todos los griegos
contra los bárbaros. De hecho, una de las mayores consecuencias de las guerras médicas,
el triunfo sobre los persas, produjo una gran rivalidad entre Atenas y Esparta por el dominio
y la hegemonía de la hélade. Este antagonismo y, sobre todo, «la envidia de los espartanos
por el crecimiento ático–délico», fue la verdadera causa, según Tucídides, de la desastrosa
guerra del Peloponeso52.

7) Religioso: si bien los griegos tuvieron como comunes a los 12 dioses del Olimpo, cada
ciudad disponía de su actividad religiosa particular, y parte de los deberes ciudadanos,
consistía en la obligatoriedad de respetar y participar en las ceremonias religiosas de las
póleis. Desde esta perspectiva, la ciudad es también una comunidad religiosa53 en la que
intervienen dioses, héroes (normalmente el oikistés o fundador) y los simples mortales. La
religiosidad ciudadana es colectiva, no individual y, por lo tanto, una condición esencial de
pertenencia al grupo se identifica con la participación de sus cultos, ceremonias y fiestas.
En la lengua griega no existe el término que corresponda con el latino religio; la expresión
más cercana y utilizada, equivalente a religión es Theoús nomízein: «creer en los dioses»54,
o sea, reconocerlos como tales a través del culto, el ritual y eran parte integrante y esencial
de la vida cotidiana y de la identidad de las póleis. El creer en los dioses, significa respeto
y piedad en todas sus acciones y en «las cosas propias de ellos». Y aquí, nuevamente, se
utiliza el plural: dioses siendo «fundamental»55. En el fondo, como se aprecia en el
diálogo platónico, lo que más se asemeja a la religión griega es justamente «el cuidado
(therapeía) que los hombres tienen para con los dioses56. En la observancia y en la
práctica de la religión olímpica, «creer en los dioses», significa según Vegetti, «no tanto un

52
Tucídides, I, 23, 6.
53
Martinez–Pinna, J., «La religión y la ciudad», en Blazquez, J. M. (ed.), Historia de las religiones antiguas,
Cátedra, Madrid 1993, esp. pp. 297–315.
54
Alganza, M., «La religión como forma de integración en la Grecia antigua», en Morfakidis, M. y Alganza,
M. (eds.), La religión en el mundo griego de la antigüedad a la Grecia moderna, Athos–Pérgamos,
Granada 1997, esp. pp. 11–22. Según la autora «creer en los dioses era reconocerles su condición de
huéspedes distinguidos de la ciudad de manera práctica; es decir, mantener relaciones amistosas con ellos,
insitándolos al banquete de los hombres en el sacrificio cívico, el convite o la comida familiar hablándoles
y celebrando su presencia con plegarias, danzas y cantos».
55
Cartledge, P., op. cit., p. 23.
56
Platón, Eutifrón, 12 e.

13
acto espiritual de fe o un obsequio teológico, sino un sentimiento inmediato de pertenencia
a la comunidad política y, al fin, era equivalente a ser un buen ciudadano ateniense o
espartano o de otros lugares»57.

Ahora bien, cada pólis poseía un santuario que expresaba y representaba el


sentimiento colectivo de toda la comunidad, donde los ciudadanos participaban en la fiesta
religiosa estructurada sobre una secuencia: «procesión–sacrificio–banquete ritual»58
confirmando así el sólido nexo entre pólis y religión59. Asimismo, fue clave la
participación que se ofrecía a la divinidad poliada, protectora de toda la comunidad60.
Algunos casos relevantes fueron el de la diosa Atenea, depositaria y representante de la
inteligencia y sabiduría que era, además, prómakos: guía y protectora armada de la pólis
ateniense. En efecto, Atenea estuvo ligada al destino de la ciudad; su estatua gigante
ubicada en el Partenón, fue objeto de múltiples procesiones y veneraciones. De ahí que la
Acrópolis de Atenas61, constituye el modelo de santuario urbano situado en el centro de la
ciudad, dedicado a la divinidad de la pólis y objeto de una continua y progresiva
monumentalización62. Otras divinidades políades femeninas, fueron Hera en Samos y
Artemisa en Efesos, en calidad de garantes de la fecundidad y de la prosperidad de la
población63. La ciudad era considerada como una gran familia, de manera que los cultos
que ésta celebraba privadamente, se reproducían a nivel general dentro del ámbito

57
Vegetti, M., «El hombre y los dioses«, en El hombre griego… op. cit., pp. 289–321, esp. p. 293 y 319.
58
Marconi, C., op. cit., pp. 763–764, resalta como una de las primeras prerrogativas de los politai
(ciudadanos) es la participación a los ritos comunes de las póleis.
59
La vinculación polis–religión es esencial en la práctica de rendir culto a sus dioses como uno de los
cimientos determinantes de la identidad griega. Como ya expresamos están las divinidades mayores (los
12 del Olimpo) y los de las ciudades diferenciándose en cada una de ellas. En torno a la religión griega es
necesario recalcar cómo ésta prescindió de todos aquellos elementos esenciales y caracterizadores de las
tres religiones monoteistas (Judaismo, Cristianismo e Islamismo), o sea de revelaciones, profetas, libros
sagrados y verdaderos, dogmas de fe, cartas sacerdotales y, en fin, mucho menos todavía podría haber
existido o hablarse de una iglesia unificada. Hemos definido, en parte, lo que la religión griega no fue.
Para una mayor profundidad, cfr. Vegetti, M., op. cit., pp. 289–321.
60
Un estudio completo sobre las divinidades y las diversas póleis en Graf, F., «Gli dèi Greci e i lori
santuari», en I Greci, 2, I… op. cit., pp. 343–380.
61
Höcker. C. y Schneider, L., «Pericle e la costruzione dell’ Acropoli», en I Greci, 2, II… op. cit., pp. 1239–
1274, excelente estudio que resalta la figura constructiva de Pericles, además de los edificios y la imagen
clásica de la acrópolis en su aspecto estético como el resultado de una voluntad, o sea de un «espíritu del
tiempo».
62
Marconi, C., op. cit., p. 765.
63
Vegetti, M., op. cit., pp. 302–303.

14
ciudadano; así, existía un culto público dirigido a Hestia: divinidad que encarnaba el hogar
comunal con su fuego que debía arder constantemente64. No sólo en el plano religioso,
sino en todos, la pólis debía desarrollar una identidad ideal con sus respectivos ciudadanos,
organizaciones, monumentos, espacios públicos, fiestas y representaciones divinas65. La
ciudad, asimismo, es una comunidad ritual: santuarios, cultos, ritos y fiestas que no
solamente tienen vinculación con la formación de la pólis, sino son elementos que subrayan
la pertenencia a ella y la identidad colectiva66. De esta forma, además de las divinidades
mayores y propias de las respectivas póleis, aparecen otras relevantes tales como Diké,
diosa protectora de la justicia y relacionada con Eiréné, la paz, que expresa la necesidad de
armonía al interior y fuera de la ciudad. También, Týkhé, la fortuna y el azar, culto
ampliamente difundido como respuesta a la experiencia de inseguridad personal y
colectiva67. La pólis griega fue, al mismo tiempo y en armonía, una ciudad de los dioses y
de los hombres.

8) Jurídico: un aspecto imprescindible para la conformación de una pólis, radicaba en el


hecho de que todos sus miembros–comunitarios debían obedecer las leyes. Aristóteles
explicando los elementos esenciales que caracterizan y que deben estar presentes en una
pólis resalta, terminantemente, a la justicia68 La ciudad como resultante de un proceso
evolutivo, finaliza con la constitución de un marco jurídico, donde todos los ciudadanos
deben obedecer y respetar la «misma norma» y «ley»: nómos. Ahora bien, el dominio y la
fuerza de la ley «nomocracia», no puede caer en una pérdida de libertad ni en una tiranía69.

64
Ideas reflejadas en la tradicional obra de Fustel de Coulanges, D., op. cit., esp. pp. 161–170.
65
Hölscher, T., «Immagini dell’ identità greca», en I Greci 2, II… op. cit., pp. 191–248.
66
Ampolo, C., «Il sistema…», op. cit., pp. 319–320.
67
Vegetti, M., op. cit., p. 305.
68
Aristóteles, Política, VII, 8, 1328b. «Hay que considerar cuántos son precisamente los elementos sin los
que la ciudad no puede existir, ya que las que llamamos partes de la ciudad, entre ellos tendrían que
contarse necesariamente. Hay que hacer, entonces, una lista de las actividades propias de una ciudad, ya
que a partir de ellas se aclarará. En primer lugar, por tanto, debe existir alimento; luego, oficios (pues
muchos instrumentos requiere el vivir); en tercer lugar, armas (pues los miembros de una comunidad es
necesario que en el plano interno tengan armas con vistas a la defensa de la autoridad, por causa de los
rebeldes y, de otra parte, frente a los que desde fuera traten de causarles daño); también cierta abundancia
de medios para hacer frente tanto a las necesidades propias como a las de la guerra; en quinto lugar y
principal, el cuidado de lo divino que llaman culto sagrado, y en sexto lugar y más necesario que todos,
una justicia que atienda a lo conveniente y justo entre unos y otros».
69
Gehrke, H. J., «La Stasis», en I Greci, 2, II… op. cit., pp. 453–480, esp. p. 462.

15
De ahí, por ejemplo, la función de legisladores: nomothétai que le compete al colegio de
heliastas en Atenas. A partir de las reformas de Solón (594 a. de C.), se promulgó una ley
en caso de que las ciudades entraran en discordias civiles: stásis, contra todos aquellos
«ciudadanos que por indiferencia se contentaban con el mero azar y que, estando dividida
la ciudad, no tomen las armas ni con unos ni con otros, quedando condenado a la atimía70 y
deje de tener parte en la ciudad»71.

En efecto, el respeto, la obediencia y la exposición pública de las leyes


constituyen un importante acto de afirmación de la autoridad de la pólis y, al mismo
tiempo, es un dato objetivo colocado bajo los ojos del ciudadano72. La ley, entonces, fija y
asienta la ciudad; se establecen las normas, competencias y responsabilidades de los
magistrados, se establece el poder del démos y de los tribunales; en el cosmos de la pólis se
instaura una nueva forma de relación y una nueva «mentalidad». Así lo concibe, entre
otros, Teognis quien vincula el elemento jurídico como base en la conformación de la pólis
con buenos ciudadanos.

9) Cultural: a nuestro parecer, el aspecto cultural–educativo corresponde al último de los


puntos medulares que representan y caracterizan, ampliamente, el universo espiritual de las
póleis. Es un rasgo clave y sobresaliente en el que el uso y el manejo de la «palabra» juega
un rol preponderante. En el fondo, intentaremos explicar de qué forma y de qué manera la
preeminencia, la promoción y el uso adecuado de la palabra en el debate, la argumentación
contradictoria, la dialéctica, la persuasión y la discusión, fue el arma política y el vehículo
comunicacional por excelencia de los helenos73. El prestigio y la utilización de la palabra,
sirvieron al desarrollo de las prácticas públicas; por ello, en las póleis se percibía con
buenos ojos las «prácticas abiertas a la luz del día». La cultura griega es una cultura
pública en la cual todo se discute, se reflexiona y se vota en su espacio amplio, abierto y
público: el ágora. La Atenas democrática, se sentía orgullosa y exportaron a las otras

70
Se entiende por atimía a la exclusión directa de la ciudadanía; o sea, es la privación total de los derechos
de ciudadanía, no pudiendo, en consecuencia, formar parte de la comunidad política.
71
Aristóteles, Constitución de Atenas, 8, 5.
72
Lazzarini, M. L., «La scrittura nella città: iscrizioni, archivi e alfabetizzazione», en I Greci, 2, II… op. cit.,
pp. 725–750, particularmente resalta que la primera manifestación de escritura pública son las leyes.
73
Vernant, J. P., Los orígenes… op. cit., p. 25 y pp. 61–64.

16
póleis el poder hablar, explicar, criticar y convencerse los unos a los otros. Por ejemplo,
Eurípides, celebra el sistema democrático por boca de Teseo, señalando: «la libertad
consiste en esto: ¿Quién quiere proponer algo en bien de la república? El que quiere lo
manifiesta; el que no quiere calla. ¿Que mayor igualdad puede haber en una ciudad? »74.

Por otra parte, a lo largo de la historia griega, desde la época arcaica, la


transmisión de la cultura se realizó oralmente (por cierto, luego escrita)75. Los diversos
vates declamaban sus poemas heroicos, hasta que Homero escribió la Iliada y la Odisea,
constituyendo los inicios de la literatura occidental y el punto de partida de toda la
educación griega76. El manejo de la memoria, mnemosine77, también jugó un punto crucial
en la difusión e intercambio de ideas y conocimientos entre los griegos; los autores citaban
de memoria estimulando la comunicación verbal «cara a cara»78 y haciendo totalmente
público el conocimiento y las discusiones. Los sofistas educaban y dialogaban
abiertamente con los jóvenes en el ágora de cada pólis que visitaban. El esplendor de
Atenas, se debió al mérito y la fortuna de acoger a intelectuales y artistas diversos; produjo
una fuerza magnética79 que la convirtió en la capital del espíritu, irradiando su cultura y
llegando a ser la «escuela de la hélade»80. Entonces, el verdadero griego era aquel que
asumía como suya, asimilando e internalizando, la cultura ateniense81.

74
Euripides, Las Suplicantes, 437–441.
75
Rosler, W., «Trasmissione culturale tra oralità e scrittura», en I greci 2, II… op. cit., pp. 707–723, donde el
autor insiste en la transmisión y comunicación face to face que llevaron los griegos, armonizando el grupo
social y permaneciendo el consenso.
76
Clave en esta parte, el clásico estudio de Jaeger, W., Paideia. Los ideales de la cultura griega. F. C.
Económica, México 1987 (1era ed. 1933), esp. pp. 30–66.
77
Bouvier, D., «Mneme. Le peripezie della memoria greca», en I Greci, 2, II… op. cit., pp. 1131–1146.
78
Finley, M., El legado… op. cit., p. 28. Cfr., además, Longo, O., «Circolazione dell’ informazione», en I
Greci, 2, II… op. cit., pp. 654–679.
79
Atenas como epicentro del mundo griego, no sólo concentró la vida artística, intelectual, cultural, sino
también, la riqueza y el poder y por eso ejerció un imán cautivador sobre las demás póleis. Véase Mosse,
C., Historia… op. cit., pp. 47–51, quien se pregunta sobre la superioridad intelectual y artística de Atenas,
de «¿cuántos de los ciudadanos participaron efectivamente en esta paideia o fueron capaces de
apreciarla?».
80
Tucídides, II, 41, 1.
81
En el fondo, «vivir y desarrollarse en aquel tipo de sociedad era por sí sólo una suerte de educación».
Cfr. Finley, M., El legado… op. cit., pp. 28–31. Una óptima visión de conjunto de la hegemonía cultural
de Atenas en Most, G., «Atene come scuola della Grecia», en I Greci, 2, II… op. cit., pp. 1339–1352.

17
Atenas fue una ciudad acogedora, respecto de los extranjeros: metecos.
Muchos de éstos se desarrollaron en actividades culturales. Si bien no los hacía
ciudadanos, se mostraba hospitalaria con ellos: no practicó expulsiones, como Esparta.
Tucídides, en boca de Pericles, en la oración fúnebre, alaba a Atenas por ser una pólis
«donde no se ocultaba nada y se podía ver y escuchar todo»82.

La Grecia clásica fue una época de gran desarrollo cultural, con una circulación
de ideas y conocimientos, la «palabra» y la «memoria» se unen como los principales
instrumentos y métodos para traspasar y difundir el logos. Esta transmisión cultural
generada en el interior de cada pólis en las zonas de influencia helénica, produjo una
conciencia unitaria desde el punto de vista cultural. Los frecuentes viajes, las diversas
aventuras, el movimiento de poetas, retores, artesanos y artistas, así como las fiestas
panhelénicas en honor a Zeus en Olimpia o a Apolo en Delfos, contribuyeron a una gran y
variada circulación de información y transmisión de la cultura por el mundo en torno al
mediterráneo.

En fin, no olvidemos, asimismo, esa característica distintiva del hombre griego


en el interior de sus póleis que nos señaló, magistralmente, J. Burckhardt, en torno al
«espíritu agonístico»83 del hombre helénico. Este espíritu de superación y de competencia:
agón, hay que concebirlo dentro de la esencia misma del ciudadano; en un intento y deseo
por ser «el mejor» y en desarrollar sus capacidades al máximo. El concepto agonal se
expresa también, en un sentido más amplio, humano y ético; la «competencia leal» en todos
los ámbitos de la existencia, no sólo deportivo84, artístico o político, sino a la vez, en lo
belicoso. Por ello, vemos una estrecha relación con el concepto de areté, (virtud,
excelencia), asociado a un ideal, la esperanza de gloria y en ser el mejor. Tirteo nos
señala: «esta es la areté, este es el premio agonal, entre los hombres, el mejor y el más

82
Tucídides, II, 37, 2–3; De Romilly, J., Grecia… op. cit., pp. 107–109.
83
Burckhardt, J., Historia de la cultura griega, Iberia, Barcelona 1964 (1era ed. 1899), destaca en esta
clásica obra cómo la categoría conceptual del «agonismo» juega un papel central en la historia política y
cultural de los helenos. Véase asimismo Musti, D., op. cit., p. 21.
84
Pleket, H.W., «L’agonismo sportivo», en I Greci… op. cit., pp. 507–537, explica en su interesante estudio
que, respecto del mundo occidental, «los griegos inventaron el deporte», como fenómeno que traspasa la
vida de la sociedad y que tiene sobre ella un enorme impacto, concretizado en manifestaciones de masas
de ciudadanos, con un alto espíritu competitivo. La cultura griega fue marcadamente masculina.

18
hermoso de lograr para un hombre joven»85. Se establece así, una correlación directa entre
agón y areté, en el deseo sincero y correcto de superar a los demás, siendo un hombre
virtuoso y exitoso86. Es Píndaro el gran cantor del ideal deportivo, competitivo, tenaz y de
superación; en sus odas triunfales se describen facetas relevantes del espíritu del agón87.
Es una lucha interna por la superación y el mejoramiento; un buen ejemplo está en un
pasaje de Heródoto (coloquio entre Jerjes y Demarato) donde se resalta el valor y el
patriotismo de los griegos88. Estos atributos se asocian a su vez, con el honor y con la idea
de valor que se le reconoce a un individuo: Timé. Rasgos vinculados con su identidad,
origen, posición, superioridad personal y ciertas cualidades y méritos; son los hombres
kaloikagathoi: hermosos y buenos, o mejor dicho, los áristoi, los excelentes (de donde
deriva Aristocracia). La sociedad griega tuvo sin duda, un profundo espíritu de
superación, de competencia, pues para ser reconocido había que prevalecer sobre los rivales
obteniendo honor, fama y gloria. «Cada uno se halla expuesto a la mirada del otro»,
exclama J. P. Vernant, «cada uno existe en función de esta mirada. En realidad, uno es lo
que los demás ven»89.

85
Tirteo, IR. 9. 13–14. Cfr. Lasso de la Vega, J., Ideales de la formación griega, Rialp, Madrid 1966, esp.
pp. 163–173.
86
La relación entre agón y areté debemos entenderla en la idea de la superación y de la competencia, por
ejemplo, el agricultor desea ser más rico que su vecino, el carpintero, el poeta, y el artesano ser mejores
que sus contrincantes; combatir en el fondo, para ser el mejor, el primero, ser excelentes. En los juegos
panhelénicos, los vencedores son cantados por poetas y conseguían una gloria imperecedera e inmortal.
Cfr. Pindaro, Píticas, VIII, 80–90, destaca, por ejemplo, el triunfo con esfuerzo de Aristoménes de Egina
(vencedor en la lucha). Para una profundización, Lévêque, P., «Anfizionie, comunità, concorsi e santuari
panellenici», en I Greci, 2, I… op. cit., pp. 1111–1139.
87
Pindaro, Olímpica, 6 señala: «hazañas de areté, que no implican peligro ni entre los hombres ni en las
cóncavas naves, son estimadas; muchos empero, se acuerdan, si algo hermoso se consigue con trabajo».
Ibid, 5, «siempre, por los frutos de la areté, trabajo y dispendio luchan en pos de una acción que está
cubierta por el peligro». Ibid 1, «el peligro grande no coge al hombre cobarde».
88
Heródoto, VII, 101–104. Véase, además, Tirteo, fr. 9 Diehl, 27, celebraba en sus poemas cómo el bien
común para la ciudad y para todo el pueblo, era el combatiente que supiera resistir firmemente en la
primera fila de la falange. «Si se cae frente al enemigo, jóvenes y viejos lo lloran por igual y toda la
ciudad se aflige con grave lamento... nunca perecerán su noble gloria, ni su nombre y, aunque yazga bajo
tierra es inmortal».
89
Vernant, J. P. (ed.), El Hombre… op. cit., p. 28.

19
IV.– CONSIDERACIONES FINALES

Las diversas póleis fueron percibidas y llevadas al accionar práctico por los
antiguos griegos como la mejor forma de vida «civilizada» entre los hombres90. En su
interior, el hombre tendía a la mesura, la sana convivencia y a la eutrapelia, la sóphrosyné,
«nada en demasía»91, moderación y el aidós, modestia y respeto; concebían y poseían un
verdadero orden cósmico92. Asimismo, desarrollaron la noción de libertad: eleuthería,
acompañada de la virtud de poder hablar con franqueza: parrhesía y de la libre e igual
forma de expresión y de palabra: isegoría93. Buscaron y perfeccionaron incansablemente
su espíritu agorístico, la fama y gloria imperecedera y un profundo sentido del honor. En el
contexto de la pólis, el hombre perseguía, según Aristóteles, el «bien vivir»94, la felicidad,
el vivir la virtud, el bienestar, la conducta recta; en una palabra, el bien humano:
eudaimonía. También el hombre virtuoso se preocupó por los otros hombres:
philanthropía como sinónimo de humanidad. De ahí la importancia de Menandro al
exclamar la bella frase de Terencio: «Homo sum; nihil humani a me alienum puto»95.

Fue en las póleis donde hace más de 2.500 años, se produjo un punto de
inflexión en el tránsito del mythos al logos, al crear y desarrollar, metafóricamente, como

90
Por excelencia, como expresa Vidal–Naquet, la ciudad antigua, tanto la griega como la romana, era un
“club de hombres” que está directamente relacionado y condicionado con los privilegios políticos de los
miembros de las ciudades. Esto significa que aparte de los niños (menores de edad), las mujeres, los
extranjeros y, obviamente, los esclavos, los únicos responsables y actores de la vida misma y política de
las diversas póleis eran los hombres–adultos (mayores de 18 años), constituyéndose de este modo, la
ciudad griega como una especie de club exclusivo masculino y creando una historia centrada en los
hombres: «androcéntrica». Cfr. Vidal–Naquet, P., Le chasseur noir, formes de penseé y formes de société
dans le monde grec, Maspero, Paris 1981, esp. p. 26; véase además, Cartledge, P., op. cit., p. 18 y 30.
91
Vernant, J. P., Los orígenes… op. cit., p. 97.
92
Herrera, H., «La constitución del ámbito cívico en el mundo grecorromano», en Limes 2 (1989–1990), pp.
14–36.
93
Momigliano, A. y Humphreys, S. C., «La struttura sociale della città antica», en Ampolo, C. (ed), La città
antica… op. cit., pp. 133–171, esp. pp. 139–140.
94
Aristóteles, Politica, III, 9, 1280b. Por otra parte, Pseudo–Aristóteles, Económicos, I, 1,. 1343a, precisa
que una «ciudad es un conjunto de casas, tierras y propiedades autosuficientes para vivir bien». A pesar
de que la autarkeia (bastarse a sí mismo), no se logró dentro de las póleis, estaba presente siempre la
noción de una vida feliz y venturosa. Tò eû zên: «el bien vivir».
95
Menandro, Heautontimorumenos, I, 25. La traducción de la frase de Terencio sería: «soy hombre, y no
considero como ajena la preocupación de ningún hombre». Por su parte, en otro contexto M. de
Unamuno, en su obra Del sentimiento trágico de la vida, cap.I, prefiere decir «Nullum hominem a me
alienum puto; soy hombre, a ningún otro hombre estimo extraño».

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muy bien sostiene Domenico Musti, un «laboratorio histórico»96. En efecto,
experimentaron en una historia –centrada en el hombre– un «inventario de arquetipos», una
serie de exempla, que cuestionaban y validaban. Diríamos que es una historia «revisitada»,
que en el interior de cada pólis, sus ciudadanos manipularon sus propios laboratorios en el
entendido que realizaron una historia de la «gente que ha vivido», es una experiencia de la
vida misma hecha realidad.

La participación de los ciudadanos en los órganos de gobierno, en las luchas


políticas, en las guerras civiles, en la defensa de la ciudad y en los cultos y ritos, está bien
documentada en las fuentes97 y, obviamente, todos los ciudadanos eran responsables del
accionar y de la toma de decisiones en las póleis. Por lo mismo, la interpretación de la
pólis como comunidad de «accionistas de la ciudad»98, no solamente es abordable por
participar en ella, sino además, porque sus ciudadanos están inmersos en todas sus
manifestaciones de la vida cívica, política, religiosa y socioeconómica, con utilidades
prácticas y también con pérdidas. Los ciudadanos–accionistas de la pólis fueron creando,
paulatinamente, su propio cosmos espiritual y urbano, integrador y público, holístico y
sistémico donde la participación de sus miembros beneficiaba a toda la ciudad.

En suma, la ciudad griega –un todo armónico– con sus venturas y desventuras,
se constituyó en el mejor producto y resultado del experimento que realizaron los polites a
lo largo de la historia en la hélade antigua.

96
Musti, D., op. cit., pp. 12–13.
97
Tucídides, VII, 77, 7, Heródoto, VIII, 61, Pseudojenofonte, Constitución de los atenienses, 29; 3, 8;
Aristóteles, Política, II, 10, 1272a.
98
Ampolo, C., «Il sistema…», op. cit., p. 297 y pp. 309–324.

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