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COMENTARIO CRÍTICO SOBRE LA LECTURA: LA ESPIRITUALIDAD EN PERSPECTIVA

DEL REINO.
El autor comienza su escrito mencionando el ejemplo de un hombre llamado Don Ver, quien
creía que tener una vida apartada del mundo, considerando la risa y el buen ánimo como una
manera no aceptable en su creencia religiosa y teniendo muchos disgustos con personas que
piensan religiosamente diferente a él. Un claro ejemplo de una religiosidad que enferma, y ello
no está lejos de la realidad de nuestras comunidades de fe, cuando creemos que solo nuestra
iglesia tiene “la verdad absoluta”, y que incluso las demás comunidades de fe cristianas están
erradas, como también adoptando la costumbre de alejarse de las personas que no conocen de
Dios por miedo a “contaminarse”, cuando el autor es muy contundente cuando dice que no es
“fugándonos del mundo” que los alcanzaremos, sino que más bien es “entrando en el mundo”
pero viviendo para Dios en medio de él, como la manera precisa de alcanzar al mismo y que sea
transformado por la luz del evangelio.

Harold Segura, autor de este capítulo y del libro “Hacia una espiritualidad evangélica
comprometida” define la espiritualidad como el estilo de vida que se orienta al cumplimiento
del propósito de Dios para la vida humana y la totalidad de la creación, es una espiritualidad que
se concreta en una manera de pensar, sentir y actuar coherente con Jesucristo como modelo de
la nueva humanidad y que depende del poder del Espíritu Santo. De manera que la
espiritualidad es un estilo de vida, centrado en Jesucristo y que como tal comprende todas las
áreas del ser humano en un mismo pensar, sentir y vivir, es decir, es una vida íntegra a la
manera de Dios.

Seguidamente, Harold hace mención del Reino de Dios, y menciona que muchas corrientes
cristianas lo relacionan con lo celestial, con lo apocalíptico, con las calles de oro y el mar de
cristal, no se imaginan que la realidad del Reino de Dios sea aquí en la tierra, solo la imaginan en
la eternidad. La concepción del Reino de Dios o del reinado de Dios en la tierra como una
sociedad alternativa, se concibe más por las corrientes “liberales”, según el pensamiento del
autor, quien define el Reino de Dios haciendo referencia a la infiltración de Dios en lo humano
con el propósito de ejercer su eterno dominio y soberanía sobre toda persona y sobre todo lo
creado, de manera que decir Reino equivale a decir redención plena, salvación completa,
liberación total y esperanza para todos y para todo, porque el Reino de Dios es la nueva
creación de todas las cosas para la vida eterna. De esta manera el autor considera el Reino de
Dios, una perspectiva que comparto en su totalidad, como un modelo de vida que comienza
desde la tierra, no tanto como un modelo celestial y lejano, aunque desde luego el Reino
continúa en la eternidad, sino como una realidad que comienza a vivirse en la tierra desde que
se encarna la vida y obra de Cristo en la vida humana.
Seguidamente el autor comenta que la espiritualidad no significa encerrarse en las cuatro
paredes del templo, que no se trata de una institución, ser espiritual no puede reducirse a ser
un menor funcionario de la estructura institucional de la iglesia. En segundo lugar, el autor
denuncia que muchas personas consideran como pilar de su fe una espiritualidad de lo
extraordinario, que se trata de una espiritualidad que se basa en experiencias místicas sin ética,
una emoción sin misión, una especulación sin proyección, expresando que ello no hace parte
central de la espiritualidad en perspectiva del Reino. El autor manifiesta que es válido tener
experiencias personales con Dios extraordinarias, pero que ello no debe sacarnos de nuestra
realidad, sino que nuestra experiencia de fe ha de llevarnos a ayudar con corazón humano a los
demás, sobre todo a los más necesitados. Harold también menciona otro tipo de espiritualidad
que no es sana ni encaja en la perspectiva del Reino, dicha es na espiritualidad que es tan
personal, de la vida interior, que se desconecta del mundo exterior y de la misión de Dios en el
mundo. Ello se da en muchas comunidades de fe que animan al ser humano a perfeccionarse
moralmente y a preocuparse por él mismo, que por su papel como agente del Reino en esta
tierra. Y en último lugar, el autor menciona otro tipo de espiritualidad que no se debe satisfacer
y que, entre otras cosas, no encaja en la perspectiva del Reino de Dios, y es la espiritualidad
ligth, fascilista, un evangelio sin esfuerzo, con ausencia de cruz, un evangelio que se basa en la
comodidad, en las ofertas y en la prosperidad, algo que desde luego se desenfoca totalmente de
la misión del Reino de Dios.

Por último, el autor propone tres pautas en perspectiva del Reino para una espiritualidad
encaminada a dicha visión: Espiritualidad integral, espiritualidad pluriforme y espiritualidad
radical. En cuanto a espiritualidad integral se refiere, la iglesia del día de hoy está llamada a ser
integral, holística o abarcadora, por cuanto no hay absolutamente ninguna dimensión de la vida
humana ni de la creación que esté exenta de la redención de Dios. En segundo lugar, desde la
perspectiva del Reino la espiritualidad también está llamada a ser pluriforme y diversa. Las
formas son cambiantes de un siglo a otro, como también de una persona a otra, debido a
factores de contexto social, la edad, la vocación, la pertenencia confesional, la madurez
psicológica, entre otros factores. De manera que no existe a la luz del Reino una espiritualidad
uniformada, hegemónica o distintiva. La espiritualidad, en términos actuales, no puede ser
globalizada e impuesta. Y en tercer lugar, la espiritualidad en perspectiva del Reino está llamada
a tener un compromiso radical y completo de la vida, en ella no hay lugar para una religiosidad
ligth, a un evangelio con ausencia de cruz, a un evangelio de bajo precio.

Es de verdad delicioso y fascinante leer del tema y de la manera en la cual Harold lo explica,
como un concepto desde luego Latinoamericano, presentando la perspectiva del Reino como
una realidad que comienza aquí encarnando el mensaje de Jesús, y que ello llevará a una
transformación de la espiritualidad, pasando de una espiritualidad celestial y lejana, a una
espiritualidad más humana, presentado a Dios más humano y cercano a su creación.

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