El malestar en la cultura En este escrito Freud nos habla desde su perspectiva sobre la cultura y el como esta, ya formada y en constante transformación, afecta al sujeto que, del mismo modo, nace y jamás deja de cambar pues, desde un inicio empezamos siendo algo, pero jamás volvemos a ese mismo estado. Este punto anterior es comparado con tres metáforas distintas, de las cuales tomare una para explicar la idea en general. En la antigüedad, al construir cierto tipo de edificios o construcciones de gran tamaño o importancia, dichas construcciones sufren algo llamado desgaste, ya sea por el uso, los años de permanencia o por la intervención de terceros en su existencia, poco a poco van cambiando su forma original que, si bien no es de una manera exagerada ni drástica, sucede y, a largo plazo, en comparación con la construcción original, el cambio es mas evidente. Entonces, algo creado en el año 1200, en el 1700 será algo completamente diferente y, al ser piezas significativas, suelen ser restauradas a sus formas originales, pero ¿siguen siendo las mismas que en un inicio? Así, con lo anterior, podemos sustituir la construcción por el sujeto y su psique en el inicio de su vida. Al existir desde su concepción en un nirvana yaciente en el vientre de su madre, el sujeto vive solo para desarrollarse hasta su nacimiento que es el cambio radical y traumático de un ambiente a otro que lo moldea poco a poco para volverlo uno mas en la sociedad ya formada desde hace años por las antiguas generaciones. Se le da y se le quita, se le permite y se le prohíbe y son estos si´s y estos no´s y el procesamiento de todo aquello lo que moldeara al sujeto para que poco a poco llegar a ser quien es, pero, regresando a la metáfora de la construcción, ¿sigue siendo el mismo? La respuesta es si y no. En esencia jamás dejamos de ser nosotros mismos, pero nunca seremos nosotros mismos sin cambiar nada en absoluto. Desde lo físico, como la altura y el peso, hasta lo psíquico como la madures, vamos evolucionando, pero es esta evolución que sucede de manera paulatina que jamás perdemos esta sensación de ser quienes somos todo el tiempo. Esto, además de mostrarnos el cambio significativo por el que pasamos todos los seres humanos durante toda nuestra vida, da la introducción del principio de realidad que de alguna u otra manera se comienza a hacer presente en la vida del infante. Desde el hecho de que la madre no es parte de si mismo, sino un ser independiente de sus necesidades, a las necesidades biológicas y el inicio del apego al objeto de su deseo. Es entonces cuando Freud, de a cuerdo a lo que logre entender, explica que a partir de esta imposición de la realidad en la vida de las personas desde que se nace, o incluso antes, junto con esta constante transformación de manera física, como psicológica es cuando nosotros, de manera individual, y a la vez de manera colectiva, damos forma a nuestra propia realidad y, así mismo, a nuestra sociedad. Formamos hábitos, costumbres y tradiciones basados en aquellas creencias o conflictos psíquicos que la misma sociedad nos hizo adoptar en el pasado para así, con nuevas perspectivas cambiantes, la misma sociedad cambie con la llegada de nuevas generaciones y el revolucionario cambio de pensamiento que, si bien esta originado con una percepción psíquica individual de cada uno dependiendo de sus vivencias, también tiene parte de dichos cambios dependientes de su posición histórico-geográfica independiente. Se habla de religión, sentido de realidad y sentido del placer y, también, se ponen a prueba el sentido de las mismas costumbres, tradiciones y hábitos impuestos por la misma sociedad. Como ya se mencionaba somos seres cambiantes y, al estar la sociedad formada de estos seres cambiantes, es lógico llegar a la conclusión de que dicho cambio es necesario y natural para el progreso mismo de lo que somos ahora.