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EL CORDERO DEL YOM KIPUR

¿Han oído alguna vez a alguien decir “Jesús murió por mis pecados”? ¿Se han
preguntado qué es lo que significa o a qué lógica responde esta frase? ¿Alguna vez se
han preguntado por el origen de una idea tan extraña? ¿Tiene sentido decir que alguien
tenía que morir por mis pecados? ¿Por qué no puede Dios, simplemente, perdonar?
¿Qué clase de Dios es éste que, como condición del perdón, reclama un sacrificio
humano, una ofrenda de sangre? ¿Puede alguien adorar a semejante divinidad? ¿Cómo
podría alguien pensar que tal concepto de Dios es una “buena noticia”? Si la muerte
cruenta de Jesús en la cruz fue necesaria para el perdón de nuestros pecados, ¿podría
alguien escapar a la culpa de ser causante de la muerte de Jesús? ¿Es posible que este
cliché extraño y sin embargo tan repetido incluya una comprensión completamente
errónea del mensaje cristiano? Tales son las preguntas que debemos afrontar en esta
segunda exploración sobre el significado del cordero en el culto judío.
La idea de que “Jesús murió por mis pecados” se incorporó por primera vez a la
tradición cristiana en la misma epístola en la que se llamaba a Jesús “el nuevo cordero
de Pascua”. El primero que usó esta expresión de que “Jesús murió por nuestros
pecados según las Escrituras” fue Pablo cuando escribió a los corintios en torno al año
54 dC. En ambos casos (la muerte por nuestra causa y la mención de la Pascua), Pablo
habló desde su experiencia judía en la sinagoga. Sin embargo, a partir del año 150,
aproximadamente, en la Iglesia, que ya se componía sobre todo de cristianos de origen
gentil, estas referencias al culto de la sinagoga ya no tenían sentido.
Permítanme, pues, empezar por situar esta expresión en su contexto propio, que es el
judío. En el décimo día del mes de Tishri (que equivaldría a mediados de octubre en
nuestro calendario), los judíos celebraban un día de intensa penitencia en el que un
animal que representaba el deseo de perfección se sacrificaba para obtener el perdón de
los pecados. A nosotros, tal idea nos resultaría completamente extraña, por eso esta
columna será una introducción al significado de esta liturgia del Yom Kipur. La
primera vez que se describe el Yom Kipur en la Biblia es en Levítico 23. Tenía que
llevarse a cabo en una asamblea solemne, reunida para hacer penitencia. A diferencia
de la Cuaresma cristiana, que dura cuarenta días, esta práctica judía ocupaba un solo
día. Así que a esta liturgia, la podríamos llamar “cuaresma instantánea” a pesar de que
duraba desde el atardecer de un día hasta el atardecer del siguiente.
Yom Kipur era el día en que los judíos tenían que hacerse a sí mismos, simbólicamente,
dignos de entrar en la presencia de Dios. Lo hacían mediante un símbolo que
representaba la plenitud para la que creían que habían sido creados. Al principio, los
animales que el Levítico prescribía para el Yom Kipur eran un toro y dos machos
cabríos. Sin embargo, los animales utilizados en esta solemnidad cambiaron a lo largo
de los siglos, primero, debido a la destrucción del Templo por los babilonios en el siglo
VI aC., y, después, cuando los romanos hicieron lo mismo en el 70 dC. Así que, con el
paso del tiempo, el toro desapareció, y los dos machos cabríos pasaron a ser un cordero
y un macho cabrío. La liturgia comenzaba con la elección de los dos animales de entre
los rebaños. El cordero se llamaría “Cordero de Dios”, mientras que el macho cabrío se
conocería como “el chivo expiatorio”.

[© texto: www.ProgressiveChristianity.org] «Introducción al Evangelio de Mateo»19 2, pág 1


[procedencia: www.JohnShelbySpong.com] [© traducción: Asociación Marcel Légaut]
Una vez seleccionados, ambos animales se llevaban al Sumo Sacerdote para una
cuidadosa inspección. Si tenían que representar el anhelo humano de perfección, tenían
que ser físicamente perfectos. No podían tener cicatrices ni contusiones ni huesos rotos.
Certificada su perfección física, la tradición no tardó en empezar a ver en ellos también
una perfección moral. El razonamiento era el siguiente: todos los animales están por
debajo del nivel humano de libertad, así que un animal no puede elegir hacer el mal y,
por tanto, no puede ser moralmente culpable. Así se llegó a establecer la idea de la
perfección simbólica de estos dos animales, requeridos por la liturgia del Yom Kipur.
Entonces, se sacrificaba al cordero y se le extraía la sangre. El Sumo Sacerdote, tras
haberse sometido él mismo a rituales de purificación muy elaborados, tomaba la
sangre del “Cordero de Dios” y entraba al Sancta Sanctorum del Templo, donde se
pensaba que, literalmente, habitaba Dios. Allí estaba el trono de Dios, llamado la “Sede
de la Misericordia”. Nadie podía entrar a aquel lugar excepto el Sumo Sacerdote, e
incluso él, solo lo hacía en este día del año, al que se llamaba “el Día de la Expiación”.
Una vez dentro del Sancta Sanctorum, el Sumo sacerdote derramaba la sangre del
animal sacrificado sobre la “Sede de la Misericordia” de Dios. Cuando la sangre de esta
criatura perfecta cubría el trono de Dios, el pueblo creía que ya podía entrar a su
presencia, pues su pecado había sido cubierto por la sangre de este animal sin pecado.
Así, este acto litúrgico permitía a los judíos estar ante Dios como el pueblo que
compartía la pureza del cordero. Quedaban así purificados, “lavados" en la sangre del
cordero. Quizá esta frase resulte familiar a los cristianos pero con otro sentido.
Nosotros la conservamos pero adjudicando al cordero una función sustitutiva que los
judíos no habrían entendido. Para los judíos, este acto del Yom Kipur significaba
simplemente que, en aquel momento de la ceremonia, Dios los veía no tal como eran
sino como deseaban ser: perfectos porque recubiertos, por así decir, por la sangre del
cordero de Dios, que era perfecto.
El segundo ritual del Yom Kipur era la “liturgia del macho cabrío”. Se conducía a este
otro animal ante la asamblea del pueblo, presidida por el Sumo Sacerdote que,
tomando al macho cabrío por los cuernos, se inclinaba con un movimiento rítmico y
continuo de todo su cuerpo, y empezaba a confesar a Dios los pecados de todo el
pueblo. Conforme a la creencia judía, mientras el Sumo Sacerdote rezaba, todos los
pecados salían del pueblo e iban a parar a la cabeza y a la espalda del animal. Por eso
al macho cabrío se le llamó “portador de los pecados”. A medida que el animal recibía
los pecados, el pueblo quedaba purificado.
Una vez cargados simbólicamente sobre el macho cabrío todos los pecados, el pueblo
empezaba a maldecir al animal y a pedir su muerte. Sentían que al portador de tanto
mal no se le debía permitir vivir. Sin embargo, esta liturgia no incluía la muerte del
macho cabrío. Se le dejaba libre y se le conducía al desierto cargando simbólicamente
con todos los pecados del pueblo. Era “el chivo expiatorio” que recibía el castigo
destinado a otros. Así, el pueblo quedaba purificado simbólicamente, al menos por un
día: entonces podían ser todo lo que añoraban ser: aquello para lo que, según creían,
Dios los había creado. Para el judío Pablo, lo simbolizado por el Yom Kipur le parecía
un símbolo de lo que había significado Jesús. En el amor de Jesús hacia los hombres
habían quedado lavados los pecados de todos los pueblos. Jesús los había llamado a un
nuevo estado de plenitud.

[© texto: www.ProgressiveChristianity.org] «Introducción al Evangelio de Mateo»19 2, pág 2


[procedencia: www.JohnShelbySpong.com] [© traducción: Asociación Marcel Légaut]
Para los judíos, las acciones litúrgicas del Yom Kipur eran simbólicas. No eran cosas
que ocurriesen realmente. Los primeros cristianos, que eran judíos, incorporaron los
símbolos de Yom Kipur en su interpretación de lo acaecido a Jesús. Si entendemos esta
festividad empezaremos a comprender su presencia, como telón de fondo, en los
evangelios. El cuarto evangelio, por ejemplo, es el único que nos cuenta que las
autoridades romanas buscaron apresurar la muerte de los crucificados quebrándoles
las piernas pero que, cuando llegaron a Jesús, al ver que ya había muerto, no lo
hicieron. El cordero de Dios no podía tener defectos, y los huesos rotos lo hubieran
inhabilitado para esa significación. Otro ejemplo son las escenas del juicio, que
presentan a Jesús como “el que carga con los pecados” del pueblo. Cuando el pueblo lo
maldice y pide su muerte, todos gritan: “¡Crucifícalo!, ¡Crucifícalo!” y así aparece la
acción de la expulsión y rechazo del chivo expiatorio que carga con los pecados.
Pero aún hay un tercer símbolo propio del Yom Kipur en el relato de la muerte de
Jesús. Los cuatro evangelios introducen, en el relato de la pasión, a un personaje de
nombre Barrabás. Los lectores gentiles de aquellos textos judíos no se detuvieron
después en pensar quién sería este Barrabás, o qué significado tendría en la acción, sino
que los interpretaron literalmente, como si hablasen de una persona que había vivido
realmente. El hecho, sin embargo, es que “Bar” es “hijo” en hebreo, y “Abba” es una
forma de decir “Padre” o “Dios”; por lo que “Bar Abba” significa literalmente “hijo de
Dios”. Los evangelistas, por tanto, nos presentan a dos “hijos de Dios”, lo mismo que
hay dos animales en la liturgia de Yom Kipur. Y, por lo mismo, en el relato de la
pasión, a uno de los dos se le sacrifica y al otro se le deja libre, igual como ocurría con
los animales del Yom Kipur.
Los evangelios son libros judíos, escritos por autores judíos para lectores judíos, así que
usan símbolos del culto judío que los primeros lectores u oyentes reconocían y
entendían. Sin embargo, la ignorancia gentil de este contexto judío hizo que los
cristianos de medidos del siglo II interpretasen literalmente estos símbolos. Como
resultado, convirtieron la pasión en una historia muy peculiar, con un sentido
sacrificial y culpabilizador que no había en el origen del relato. La nueva interpretación
del relato convertía a Dios en una divinidad que reclama un castigo por todos los
pecados. A partir de ahí, se pensó que el mal que apareja la existencia humana era tan
grande que ningún humano podría asumir el castigo del que seríamos merecedores.
Así que se presentó el relato cristiano de tal forma que, cuando la ira de Dios había de
caer sobre nosotros, pecadores, Jesús nos sustituyó y ocupó nuestro lugar para que
Dios lo castigase a él en vez de a nosotros. Entonces se empezó a comprender como
hasta ahora la expresión de que “Jesús murió por mis pecados”. Fue, y sigue siendo,
una gran deformación del mensaje. En esta teología, Dios se convierte en el supremo
abusador que mata a su hijo para obtener el pago de la deuda que tenemos con él; Jesús
se convierte en la víctima por antonomasia; y ustedes y yo nos convertimos en seres
marcados por la culpa de ser responsables de la muerte de Jesús. Esto es lo que ha
llegado a ser el Cristianismo para muchos. Por eso no es extraño que atraiga cada vez
menos a un número creciente de personas.
Lo que la historia de Jesús significaba originalmente era que Dios nos acepta tal como
somos y nos ama para que seamos todo lo que somos capaces de llegar a ser. Los
evangelios presentan a Jesús como alguien que fue negado, traicionado, abandonado,

[© texto: www.ProgressiveChristianity.org] «Introducción al Evangelio de Mateo»19 2, pág 3


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perseguido y ejecutado pero que no guardó rencor sino que amó a los que lo negaron,
lo traicionaron y lo abandonaron, así como a quienes lo persiguieron y lo ejecutaron.
Su mensaje fue que no hay nada que podamos hacer o ser que nos aleje y sitúe al otro
lado de los límites del amor de Dios que es ilimitado como el de Jesús. Así es como los
primeros cristianos, que eran judíos, contaron la historia de Jesús. ¡Cuánto nos hemos
alejado del mensaje original! El Cristianismo no tiene que ver con la culpa con con la
gracia; no tiene que ver con el juicio y el castigo sino con el amor y el perdón.

– John Shelby Spong

[ © www. ProgressiveChristianity.com ]

[© texto: www.ProgressiveChristianity.org] «Introducción al Evangelio de Mateo»19 2, pág 4


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