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LA VIOLENCIA COMO OBJETO DE ESTUDIO EN LAS INVESTIGACIONES RECIENTES SOBRE

LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL


Author(s): Benjamin Ziemann and Andrés Antolín Hofrichter
Source: Historia Social, No. 84 (2016), pp. 141-159
Published by: Fundacion Instituto de Historia Social
Stable URL: https://www.jstor.org/stable/24713381
Accessed: 05-02-2019 17:14 UTC

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LA VIOLENCIA COMO OBJETO DE
ESTUDIO EN LAS INVESTIGACIONES
RECIENTES SOBRE LA PRIMERA
GUERRA MUNDIAL

Benjamin Ziemann

La conmemoración en el año 2014 del centenario del comienzo de la Primera Guer


Mundial ha vuelto a situar a esta época de la historia contemporánea en el centro de
ción. Numerosos eventos y exposiciones, consagrados a la historia de la guerra y a
moria colectiva, han tenido lugar en todos los países de Europa. El centenario mism
bía sido precedido ya por una oleada de publicaciones históricas dedicadas a lo
diversos aspectos de la guerra y sus efectos.1 Dentro de este espectro cabe destac
Cambridge History of the First World War que, publicada en tres volúmenes, abar
más de 70 capítulos todos los aspectos de la guerra y, dado su tratamiento extens
comparativo de todos los temas, sienta nuevas bases para su estudio.2 Aun así, inclu
obra de esta magnitud deja algunos espacios vacíos. Uno de ellos es el ejercicio de
lencia. El segundo tomo de la Cambridge History contiene una rica aportación de R
Gerwarth sobre el "continuum of violence", es decir, sobre la práctica y las consecu
sociales e ideológicas de la violencia paramilitar, tan frecuente en muchos países de
de 1918.3 Así, si la violencia paramilitar de la posguerra supuso uno de los aftershoc
conflicto bélico, ¿qué dinámicas desarrolló la violencia durante la guerra en sí? Cab
perar que un capítulo dedicado a "Combate y táctica" diera algún indicio al respecto
obstante, en él el tema de la violencia y del acto mismo de matar se omite por comp
Esta omisión es sorprendente, dado que el uso de la violencia es intrínseco a todo p
miento bélico; y lo fue especialmente en una Primera Guerra Mundial que superó co
ces, tanto en número de víctimas y como en duración, todas las guerras habidas en E
desde 1815. Aún así, la notoria Cambridge History y otras publicaciones con visió
conjunto no realizan ningún esfuerzo por analizar de manera sistemática el ejercicio
violencia entre los años 1914 y 1918.5 Estamos, pues, ante un gravísimo vacío.

1 Para una buena visión de conjunto ver Alan Kramer, "Recent Historiography of the First World
Journal of Modern European History, 12 (2014), pp. 5-27 y pp. 155-174.
2 Jay Winter (ed.), The Cambridge History of the First World War, 3 vol., Cambridge Univ. Press
bridge, 2014.
3 Robert Gerwarth, "The continuum of violence", en ibid., vol. 2, pp. 638-662.
4 Stéphane Audoin-Rouzeau, "Combat and tactics", en ibid., pp. 151-173. Esto es especialmente llamati
vo, dado que el autor ya había subrayado la importancia de la violencia como objeto de estudio en una publica
ción anterior. Ver Stéphane Audoin-Rouzeau/Annette Becker, 14-18: Understanding the Great War, Hill &
Wang, Nueva York, 2003.
5 Ver a modo de ejemplo el tratamiento sumarísimo que le da Oliver Janz, 14: Der Große Krieg, Campus,
Frankfurt M., Nueva York, 2014. A pesar de ser excelente y ofrecer múltiples perspectivas, tampoco el libro de
David Reynolds, The Long Shadow: The Great War and the Twentieth Century, Simon & Schuster, Londres,
2013, contiene un análisis sistemático de las prácticas y las consecuencias de la violencia.

Historia Social, n.° 84, 2016, pp. 141-159. 141

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Tomando este vacío como punto de partida, a continución discutiré algunas de las
cuestiones y problemas ligados al análisis histórico de la violencia en la Primera Guerra
Mundial.6 Para ello me apoyaré en los resultados de un estudio empírico que he tenido
ocasión de desarrollar sobre todo para el caso alemán.7 Fundamentalmente, trataré de acla
rar algunas cuestiones relevantes a nivel concepcional e historiográfico. Comentaré, ade
más, algunas obras publicadas recientemente en torno a ciertos aspectos del tema aquí tra
tado.
¿Por qué es la práctica de la violencia especialmente importante para una Historia de
la Primera Guerra Mundial? Para comprenderlo, basta con mirar tanto el número de muer
tos y heridos como el de mutilados que, en grado y de forma diversos, acabaron sufriendo
una incapacidad física permanente. Durante la guerra, únicamente en Alemania perecieron
2.037.000 de soldados y alrededor de 4,8 millones resultaron heridos, muchos de ellos va
rias veces.8 Según las mejores estimaciones de las que disponemos, aproximadamente
nueve millones de soldados encontraron la muerte a nivel global, es decir, cerca de un
14% de los 60 millones de soldados movilizados en total.9 Bien es cierto que la presencia
inmaterial de los muertos en la sociedad de posguerra es un fenómeno suficientemente co
nocido y estudiado. ¿Pero de qué manera murieron los soldados? ¿Quién o qué los mató?
Hasta el momento, estas incógnitas no han recibido apenas atención. Tal y como demues
tra un breve resumen del estado de la cuestión, los investigadores han venido priorizando
otros aspectos.
La Primera Guerra Mundial avivó como ninguna otra guerra las emociones colecti
vas, al tiempo que intensificó, tanto con apoyo propagandístico por parte del Estado como
sin él, los estereotipos y los imaginarios nacionales sobre el enemigo. Mientras los trabaja
dores industriales, los campesinos y las mujeres eran movilizados para la intervención mi
litar en todos los frentes, muchos escritores, intelectuales y profesores universitarios dise
ñaban rimbombantes (y, leídos hoy, a menudo irrisorios) argumentarios dirigidos a
justificar la causa nacional. Políticos y empresarios pusieron todo su esfuerzo en asegurar
la organización de los recursos necesarios para la guerra. Incluso en las escuelas se alenta
ba a los alumnos a contribuir a la guerra, bien mediante colectas de materia prima o reci
tando poemas patrióticos.10 Todo esto no supuso otra cosa que el intento de movilizar a la
sociedad en su conjunto para la guerra y borrar la línea divisoria que separaba a la socie
dad civil de la organización militar. Para denominar este fenómeno, los historiadores acos
tumbran a utilizar la expresión "guerra total".11

6 Ver el reciente estado de la cuestión de Christoph Nübel, "Neuvermessungen der Gewaltgeschichte.


Über den 'langen Ersten Weltkrieg' (1900-1930)", Mittelweg, 36, 25 (2015), pp. 225-248, coincidente con este
artículo tanto en sus prioridades temáticas como en sus argumentos.
7 Benjamin Ziemann, Gewalt im Ersten Weltkrieg: Töten-Überleben-Verweigern, Klartext, Essen, 2013.
Una traducción al inglés de este libro está en preparación.
8 Sanitätsbericht über das deutsche Heer im Weltkriege 1914/1918, vol. 3, Mittler, Berlin, 1934, pp. 12 y
31.

9 Rüdiger Overmans, "Kriegsverluste", en Gerhard Hirschfeld/Gerd Krumeich/Irina Renz (eds.), Enzy


klopädie Erster Weltkrieg, Schöningh, Paderborn, 2003, pp. 663-666, las cifras en p. 663.
10 Andrew Donson, Youth in the Fatherless Land: War Pedagogy, Nationalism, and Authority, 1914-1918,
Harvard Univ. Press, Cambridge/Mass, Londres, 2010.
11 Roger Chickering/Stig Förster (eds.), Great War, Total War: Combat and Mobilization on the Western
Front, 1914-1918, Cambridge Univ. Press, Cambridge, 2000. Para una reflexión autocrítica sobre los límites de
este concepto ver Roger Chickering, "Total War. The Use and Abuse of a Concept", en Manfred Boemeke/Ro
ger Chickering/Stig Förster (eds.), Anticipating Total War: The German and American Experiences, 1871
142 1914, Cambridge Univ. Press, Cambridge, 1999, pp. 13-28.

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La Primera Guerra Mundial como guerra "total"

Estos importantes planteamientos y campos de investigación han cambiado de un


manera fundamental nuestra visión de la Primera Guerra Mundial. Gracias a ellos, ya
acaparan el interés ni los fines bélicos que formularan diplomáticos y militares -tan p
sentes en la polémica de los años 1960 y 1970 que siguió a las tesis de Firtz Fischer en
"Griff nach der Weltmacht" (Asalto al poder mundial)- ni los contornos socioeconómic
de una "sociedad de clases en guerra" a la que la investigación histórica dedicó sus esfu
zos en las décadas de 1970 y 1980.12 Más allá de esto, a partir de los años 1990 se desar
lló una historia de las mentalidades y de las experiencias de la Primera Guerra Mundia
que conectaba con trabajos como los de Paul Fussel y Bernd Hüppauf sobre la literatura
guerra. Estos y otros autores habían planteado ya con anterioridad el interrogante de si
conmoción y el trauma que supuso la Guerra Mundial habían contribuido o no a la con
tución y formación de una subjetividad, y en qué formas simbólicas se habría manifesta
la búsqueda de un sujeto compatible con la guerra.13 Desde una perspectiva de historia d
las mentalidades, hicieron frente a la pregunta de cómo los diversos grupos sociales (y
fueran soldados en el frente o bien familias de la burguesía o del campesinado en territorio
patrio) interpretaron y asimilaron su movilización para la guerra. Los soportes mediátic
que, como los millones de cartas enviadas desde el frente y la fotografía amateur, hacía
posible la asimilación en tanto que le conferían una estructura, comenzaron a cobrar i
portancia.14 Son estos los enfoques y métodos que nos permiten hoy plantear, desde u
perspectiva múltiple, la Primera Guerra Mundial como una profunda crisis de la socied
burguesa, poniendo de manifiesto la transformación y la erosión de los vínculos propi
de una sociedad civil expuesta a la presión que ejercía la guerra sobre la vida cotidian
Recientemente, Roger Chickering ha podido ejemplificar esto mismo a nivel local en s
fascinante estudio sobre Friburgo en Bisgovia.15
No se persigue aquí el propósito de profundizar en este aspecto ni se pretenden aba
car las estudios sobre la Primera Guerra Mundial en su conjunto. Baste con señalar, en

12 Ver para esto la separata del Journal of Contemporary History 48, (2013), titulada "The Fischer Contro
versy after 50 Years"; sobre todo la importante aportación de Stephan Petzold, "The Social Making of a H
torian: Fritz Fischer's Distancing From Bourgeois-Conservative Historiography, 1930-60", Journal of Conte
porary History, 48, 2 (2013), pp. 271-289; Jürgen Kocka, Klassengesellschaft im Krieg: Deutsche Sozialges
chichte 1914-1918, Vandenhoeck & Ruprecht, Gotinga, 1973; Bernard Waites, A Class Society at War:
gland 1914-1918, Berg, Leamington Spa, 1987. Para un estudio pionero que incluyó pronto enfoqu
procedentes de la historia de las mentalidades ver Ute Daniel, Arbeiterfrauen in der Kriegsgesellschaft: Beruf,
Familie und Politik im Ersten Weltkrieg, Vandenhoeck & Ruprecht, Gotinga, 1989.
13 Paul Fussell, The Great War and Modern Memory, Oxford Univ. Press, Oxford, Nueva York, 1975
Bernd Hiippauf, "Experiences of Modern Warfare and the Crisis of Representation", New German Critique, 59
(1993), pp. 41-76. Un intento temprano, si bien muy problemático también, de llevar a la práctica historiográf
ca estos planteamientos en Modris Eksteins, Rites of Spring: The Great War and the Birth of the Modern Age
Houghton Mifflin, Londres, 1989.
14 Fundamental en relación a esto es el estudio de Bernd Ulrich, Die Augenzeugen: Deutsche Feldpost
briefe in Kriegs- und Nachkriegszeit 1914-1933, Klartext, Essen, 1997; Barbara Duden, "Der Kodak und d
Stellungskrieg. Versuch einer Situierung von Weltkriegsfotografien", Bios, 1, 1 (1994), pp. 64-82; Dietm
Molthagen, Das Ende der Bürgerlichkeit? Liverpooler und Hamburger Bürgerfamilien im Ersten Weltkrie
Wallstein, Gotinga, 2007; Birthe Kundrus, Kriegerfrauen: Familienpolitik und Geschlechterverhältnisse i
Ersten und Zweiten Weltkrieg, Christians, Hamburgo, 1995; ver también los estudios casuísticos contenidos en
Gerhard Hirschfeld/Dieter Langewiesche/Hans-Peter Ullmann (eds.), Kriegserfahrungen: Studien zur Soz
und Mentalitätsgeschichte des Ersten Weltkrieges, Klartext, Essen, 1997; para una aproximación al caso c
creto de los soldados se puede consultar también mi estudio Front und Heimat: Ländliche Kriegserfahrung
im südlichen Bayern 1914-1923, Klartext, Essen, 1997.
15 Roger Chickering, The Great War and Urban Life in Germany: Freiburg, 1914-1918, Cambridge Uni
Press, Nueva York, Cambridge, 2007. 143

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neral, la gran variedad de enfoques y temáticas de corte culturalista que se han ido plan
teando desde la década de 1990, hasta llegar a establecer una historia cultural comparada
de Europa entre 1914 y 1918.16 Precisamente en la historiografía alemana sobre la Primera
Guerra Mundial se puede constatar que la práctica de la violencia constituyó durante mu
cho tiempo, y en el mejor los casos, un tema secundario de estudio. La historia militar de
cuño tradicional del período de entreguerras, casi siempre realizada por encargo oficial,
continuó existiendo de manera relativamente ininterrumpida más allá de 1945. En su ma
yor parte se limitaba a abordar cuestiones de estrategia y política militar, describiéndolas
desde una perspectiva a vista de pájaro.17 No obstante, no se debe pasar por alto que esta
misma historia militar había dejado de ceñirse a la perspectiva de los oficiales y del Estado
Mayor ya desde los años 20. El Reichsarchiv, institución dependiente del Ministerio del
Interior del Reich creada en 1919 para reunir los fondos de archivos militares, desarrolló
valiosos procedimientos para el almacenamiento archivístico y el análisis de fuentes testi
moniales provenientes de soldados rasos. Con estos esfuerzos se pretendía un rearme inte

16 Jay Winter/Antoine Prost, The Great War in History: Debates and Controversies, 1914 to the Present,
Cambridge Univ. Press, Cambridge, 2005 ofrece la mejor visión de conjunto; para algunos de los más impor
tantes debates historiográficos recientes ver Heather Jones, "As the Centenary Approaches: The Regeneration
of First World War Historiography", Historical Journal, 56 (2013), pp. 857-878.
17 Markus Pöhlmann, Kriegsgeschichte und Geschichtspolitik: Der Erste Weltkrieg. Die amtliche deutsche
144 Militärgeschichtsschreibung 1914-1956, Schöningh, Paderborn, 2002.

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lectual cuyo fin último era la revisión del orden de posguerra instalado por la Paz de Ver
sailles. Tal y como formulara el capitán George Soldan ya en mayo de 1919 en un memo
rándum preparatorio, este tipo de historia militar contada a través de la perspectiva de los
soldados rasos perseguía "enderezar a un pueblo derrumbado, [...] hacer resurgir, de la for
tuna y del infortunio compartidos, un sentimiento nacional alemán que alumbre de nuevo,
en medio de un oscuro presente, el camino ascendente".18 Fue éste el contexto en el que se
desplegó, ya en la década de 1920, una "historia militar desde abajo" que daba cuenta de
las vivencias de los soldados;19 una Historia Militar que, sin embargo, se limitaba a pre
sentar lo acaecido en el frente recurriendo a géneros populares, como muestra el ejemplo
de la exitosa colección "Schlachten des Weltkrieges" ("Batallas de la Guerra Mundial").
Esta aproximación carecía por completo de profundidad analítica y, por tanto, tampoco
prestó especial atención al tema de la violencia.
El análisis de la violencia en la Primera Guerra Munidal, de sus formas, contextos y
repercusiones, ocupó durante mucho tiempo un lugar periférico, en el mejor de los casos,
dentro de los campos de interés de la historiografía académica. Por una parte, algunos filó
logos de corte culturalista estudiarían la asimilación literaria de la Guerra Mundial. En ello
se toparon inevitablemente con los escritos de Ernst Jünger, que idealizaba la violencia
ejercida desde las trincheras y la interpretaba como el comienzo de una nueva modernidad
determinada por la tecnología.20 Por otra parte, la violencia propia de las batallas con gran
despliegue de material bélico se tematizó también en otro importante campo de estudio, a
saber, la historia de las enfermedades psíquicas y los traumas de los soldados y oficiales.
Para describir estos fenómenos, los psiquiatras y psicoanalistas recurieron a diferentes tér
minos ya establecidos, compitiendo entre ellos por la terapia adecuada para tratar los sín
tomas. Entre estos términos se encontraban el "Shell Shock" británico y la "Kriegsneuro
se" ("neurosis de guerra"), de uso tanto en Alemania como en el Imperio Austrohúngaro.
Los primeros estudios históricos que fijaron su atención sobre este tema se centraron en la
violencia ejercida por los mismos psiquiatras, que, más que administrar terapia, maltrata
ban a sus pacientes a base de electrochoques y curas de hambre.21 No obstante, pronto el
interés recaería también sobre aquellas terribles experiencias de violencia que quedaron
reflejadas en los cuadros psiquiátricos.22
Desde esta perspectiva los soldados eran, por norma general, víctimas de una violen
cia abrumadora, proveniente de armas de larga distancia, como la artillería. Los soldados

18 George Soldan, Die deutsche Geschichtsschreibung des Weltkrieges: Eine nationale Aufgabe, s.f.
[1919]: BArch, R 1506, 41, p. 64, citado en Benjamin Ziemann, Contested Commemorations: Republican War
Veterans and Weimar Political Culture, Cambridge Univ. Press, Cambridge, 2013, p. 222.
19 Ver ante todo Bernd Ulrich, "'Militärgeschichte von unten': Anmerkungen zu ihren Ursprüngen, Que
llen und Perspektiven im 20. Jahrhundert", Geschichte und Gesellschaft, 22 (1996), pp. 473-503.
20 Bernd Hüppauf, "Langemarck, Verdun and the Myth of a new man in Germany after the First World
War", War & Society, 6, 2 (1988), pp. 70-103.
21 Karl Heinz Roth, "Die Modernisierung der Folter in den beiden Weltkriegen. Der Konflikt der Psychot
herapeuten und Schulpsychiater um die deutschen 'Kriegsneurotiker' 1914-1945", 1999. Zeitschrift für Sozial
geschichte des 20. und 21. Jahrhunderts, 2, 3 (1987), pp. 8-75; Peter Riedesser/Axel Verderber, "Maschinenge
wehre hinter der Front": Zur Geschichte der deutschen Militärpsychiatrie, Fischer, Frankfurt M., 1996.
22 Pionero fue el estudio de Esther Fischer-Homberger, Die traumatische Neurose, Huber, Berna, 1975;
ver también Bernd Ulrich, "Kampfmotivationen und Mobilisierungsstrategien: Das Beispiel Erster Weltkrieg",
en Heinrich von Stietencron/Jörg Rüpke (eds.), Töten im Krieg, Alber, Freiburg, Munich, 1995, pp. 399-419;
Peter Leese, "Problems Returning Home: The British Psychological Casualties of the Great War", Historical
Journal, 40 (1997), pp. 1055-1067; Paul Lerner, Hysterical Men: War, Psychiatry and the Politics of Trauma in
Germany, 1890-1939, Cornell Univ. Press, Ithaca, 2003; ibid., "Psychiatry and Casualties of War in Germany,
1914-1918", Journal of Contemporary History, 35 (2000), pp. 13-28. Para un reciente estudio realizado sobre la
base de las actas de los pacientes ver Maria Hermes, Krankheit: Krieg. Psychiatrische Deutungen des Ersten
Weltkrieges, Klartext, Essen, 2012. 145

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de la Primera Guerra Mundial apenas aparecían en calidad de perpetradores. Bien es cierto
que hubo excepciones, que venían a confirmar la regla. Así, el historiador Bernd Ulrich ha
puesto especial énfasis en el caso de Paul Plaut (1894-1960), un médico y psicólogo judío.
Su enfoque "psicográfico" le situó en los márgenes de la psicología imperante bajo la Re
pública de Weimer y tuvo que huir del nacionalsocialismo rumbo a Inglaterra en el año
1938.23 En 1920, Plaut presentó una "psicología del guerrero", basándose en cuestionarios
que había difundido entre los soldados del frente durante la guerra, al menos hasta que la
censura militar paró el proyecto. Mediante esta documentación Plaut también examinó si
las posturas morales o religiosas de los soldados influían en la actitud que mostraban hacia
el acto de matar. Su respuesta fue negativa. En palabras de Plaut, los juicios de carácter
moral no podían ser "considerados como inhibidores", dado que "el soldado, en el instante
mismo de ejecutarlo, no experimenta el acto de matar como tal". Bien es cierto que a algu
nos soldados les sobrevenía posteriormente "una especie de resaca moral", pero ésta era
pronto "superada por la costumbre". Durante la Primera Guerra Mundial el acto de matar
estaría marcado, por tanto, por la creciente rutina de una tarea ejecutada a diario.24

Cuestiones planteadas por la historiografía en torno a la violencia bélica

La problematización expresa de la violencia homicida llegó a la historiografía m


entre otras, más bien por vía indirecta.25 Esto sucedió con ocasión del cambio de p
va que se aplicó, desde los años 1990, a los crímenes cometidos por la Wehrmacht a
del año 1941, es decir, durante la guerra de exterminio dirigida contra la Unión So
Sirvan como ejemplo en este sentido los estudios de Omer Bartov sobre la fuerte
ción ideológica que movía a los actores de la Wehrmacht.26 En 1995, mientras el d
público en torno a los soldados de la Wehrmacht alcanzaba uno de sus puntos álgid
chael Geyer, especialista en historia militar residente en EEUU, publicó un artícu
abriría nuevos horizontes. En él exigía una "Historia Militar que hable de la muerte" y,
ende, de las matanzas en masa intrínsecas a la guerra. Utilizando un estilo intenci
mente lacónico, Geyer esbozó un programa para estudiar la historia de las guerras
nas, interpretándolas fundamentalmente como "el sistema, el acto y las consecuen
matar y ser matado". Geyer insistía en que esta "Historia de la violencia homicida
zada" solo se podría acometer e incluso "soportar, en tanto en cuanto se [tuvieran]
sideración las condiciones necesarias para sobrevivir" durante una guerra. Esta afir
se fundaba, en primer lugar, en razones de naturaleza práctica, dado que todo com
toda batalla dejaban tras de sí no solo muertos, sino también heridos y supervivien
sos. Más allá de esto, esta máxima debía regirse también, según Geyer, por las cue
relativas a los relatos y las memorias de la violencia. Al fin y al cabo, solo "los s
vientes [podían] escribir la historia de los muertos".27 La Historia de la guerra com

23 Bernd Ulrich, "Paul Plaut - Psychologe zwischen den Kriegen", en Wolfgang Bialas/Burkhard
(eds.), Die Weimarer Republik zwischen Metropole und Provinz: Intellektuellendiskurse zur politischen
Böhlau, Weimar, Colonia, Viena, 1996, pp. 97-109.
24 Paul Plaut, "Psychographie des Kriegers", en William Stern/Otto Lipmann (eds.), Beiträge zur
logie des Krieges, Barth, Leipzig, 1920, pp. 1-123, citas en p. 68.
25 Un estudio pionero, si bien también escaso en fuentes, proviene de la historiografía británica. Ve
Winter, Death's men: Soldiers of the Great War, Penguin Books, Londres, 1978.
26 Omer Bartov, Hitler's Army: Soldiers, Nazis and War in the Third Reich, Oxford Univ. Press
York, Oxford, 1991; ibid., "Indoctrination and Motivation in the Wehrmacht: The Importance of the Un
fiable", Journal of Strategic Studies, 9 (1986), pp. 16-34.
27 Michael Geyer, "Eine Kriegsgeschichte, die vom Tod spricht", en Thomas Lindenberger/Alf
(eds.). Physische Gewalt: Studien zur Geschichte der Neuzeit, Suhrkamp, Frankfurt M., 1995, pp. 13
146 tas en p. 136.

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da como una Historia de la violencia homicida se define, por tanto, a través del trabajo
realizado a partir de la memoria colectiva sobre los fallecidos durante la guerra, y por el
hecho de que entabla un debate con aquellos otros que pudieron relatar su historia.
Este programa para una Historia bélica como Historia de la violencia homicida plan
tea dos cuestiones inmediatas. La primera gira en torno a la relación entre enfoques cuali
tativos y cuantitativos a la hora de analizar el fenómeno de la violencia. A un lado están
aquellos que se limitan mayormente a la "descripción densa" de las situaciones en las que
se ejerce la violencia. Según esta lectura, la violencia sería una forma de interacción, un
face-to-face encounter. Exagerando los términos se podría decir que la violencia de guerra
queda reducida a una lucha cuerpo a cuerpo, en la que se pega, acuchilla y dispara a corta
distancia.28 Los estudios publicados por el sociólogo Wolfgang Sofsky ofrecen ejemplos
muy plásticos de este enfoque. El autor describe la realidad del combate como un "ataque
a los sentidos". Apoyándose de manera evidente en la conocida descripción que realizara
John Keegan del primer día de la batalla del Somme, consigue transportar al lector al epi
centro de una "ofensiva". Acto seguido pasa a describir las "heridas" causadas por las ba
las y la munición de artillería, con un grado de detalle clínico que llega incluso a resultar
cruel.29 No cabe duda: este tipo de descripciones ayudan a comprender la sangrienta reali
dad de las trincheras y a empatizar con las víctimas. No obstante, este enfoque resulta pro
blemático en tanto que permanece a un nivel meramente expositivo, llegando a convertir
la descripción de las víctimas en una especie de "inspección forense".30 Exceptuando la
mención algo lapidaria a que, en tiempos de guerra, la violencia se convierte en un "fin en
sí mismo" y acaba generando la "voluntad de matar", el lector, en cambio, no recibe infor
mación alguna sobre las fuerzas y los procesos sociales que llevaron a millones de hom
bres a ejercer la violencia bajo esas circunstancias durante años.31 El enfoque centrado en
la "descripción densa" de los actos violentos omite el hecho fundamental de que la violen
cia bélica es una violencia organizada. Ésta no emerge, al menos de forma directa, de la
interacción entre los combatientes -máxime si se tiene en cuenta que éstos apenas llega
ban a tener contacto visual. Es más bien el ejército como organización, su complejo entra
mado, lo que la hace posible. Él suministra y renueva, una y otra vez, los recursos técni
cos, humanos e institucionales necesarios para ejercerla.32
Al otro lado se encuentran aquellos investigadores que conciben la violencia como un
fenómeno cuantitativo, una suma de muertes y homicidios que, puestos en serie, pueden
ser observados en el tiempo y comparados. La monumental historia de la violencia desde

28 Un importante texto de referencia sigue siendo el de Trutz von Trotha, "Zur Soziologie der Gewalt", ibid.
(ed.), Soziologie der Gewalt, Westdeutscher Verlag, Opladen, Wiesbaden, 1997, pp. 9-56; Ver también Jan Claas
Behrends, "Gewalt und Staatlichkeit im 20. Jahrhundert: Einige Tendenzen zeithistorischer Forschung", Neue Po
litische Literatur, 58, 1 (2013), pp. 39-58; una aproximación a este tema desde un enfoque mucho más amplio ha
sido propuesta por Jörg Baberowski, "Gewalt verstehen". Zeithistorische Forschungen, 5,1 (2008), pp. 5-17.
29 Wolfgang Sofsky, Zeiten des Schreckens: Amok, Terror, Krieg, Fischer, Frankfurt M., 2002, pp. 130
146. Ver también John Keegan, Das Antlitz des Krieges. Die Schlachten von Azincourt 1415, Waterloo 1815
und an der Somme 1916, Campus, Frankfurt M., Nueva York, 1991.
30 Así la acertada crítica de Thomas Kühne en "Massen-Toten. Diskurse und Praktiken der kriegerischen
und genozidalen Gewalt im 20. Jahrhundert", ibid.lPtter Gleichmann (eds.), Massenhaftes Töten: Kriege und
Genozide im 20. Jahrhundert, Klartext, Essen, 2004, pp. 11-52, cita en p. 23.
31 Wolfgang Sofsky, Zeiten des Schrecken: Amok, Terror, Krieg, Fischer, Frankfurt M., 2002, p. 132.
32 Para más detalle ver Thomas Kühne/Benjamin Ziemann, "La renovación de la Historia Militar. Coyun
turas, interpretaciones, conceptos", Semata. Ciencias Sociais e Humanidades, 19 (2007), pp. 307-347; ver tam
bién Benjamin Ziemann, "Vergesellschaftung der Gewalt' als Thema der Kriegsgeschichte seit 1914. Perspekti
ven und Desiderate eines Konzeptes", en Bruno Thoß/Hans-Erich Volkmann (eds.), Erster Weltkrieg - Zweiter
Weltkrieg: Ein Vergleich. Krieg, Kriegserlebnis, Kriegserfahrung in Deutschland, Schöningh, Paderborn, 2002,
pp. 735-758. 147

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los comienzos de la socialización humana hasta nuestros días, recientemente publicada por
el psicólogo y profesor de Harvard Steven Pinker, constituye un famoso ejemplo de este
tipo de aproximación. En ella, Pinker se esfuerza en probar que, desde la Edad Moderna,
la violencia experimentó un retroceso evolutivo a largo plazo, fenómeno que el autor iden
tifica como un proceso civilizatorio conforme a los trabajos del sociólogo Norbert Elias.33
Característico en el enfoque de Pinker es su decisión de calcular el promedio de
muertos de forma violenta en el transcurso de la Historia utilizando los datos demográfi
cos globales de mediados del siglo xx como base. A la vista del crecimiento demográfico
exponencial de los últimos siglos, solo este enfoque garantizaría, según el autor, una com
prensión real del alcance histórico de las guerras y experiencias de violencia pasadas. De
acuerdo con este cálculo, la Primera Guerra Mundial ocuparía meramente el puesto núme
ro 13 dentro de una lista compuesta por las veintiún guerras con mayor número de vícti
mas habidas en la historia universal. Pinker asegura que esta "lista de lo más terrible cen
sura la tradicional y engañosa sentencia, según la cual el siglo xx se caracterizó por un
salto cuantitativo de la violencia organizada, comparado con un siglo xix más bien pacífi
co".34 Es cierto que, al menos en términos porcentuales de víctimas mortales, la Guerra de
los Treinta Años causó mayores estragos sobre las sociedades centroeuropeas que la Pri
mera Guerra Mundial.35 No se debe olvidar, no obstante, que las pocas guerras europeas
que se declararon en el siglo xix apenas sobrepasaron los límites de la contienda bélica
misma, mientras que la Primera Guerra Mundial tuvo lugar en un contexto de creciente
debate sobre la escalada de atrocidades cometidas contra civiles. Las inmensas pérdidas
que sufrieron desde 1914 en adelante por ejemplo las élites estudiantiles masculinas pro
vocaron, además, intensos debates en torno a la llamada "generación perdida" en países
como el Reino Unido.36 Steven Pinker cae, pues, en una simplificación al intentar relativi
zar la importancia de la Primera Guerra Mundial como umbral histórico dentro de una his
toria de la violencia, y tanto más si se tiene en cuenta la percepción de los coetáneos, que
le dieron expresamente el significado de hito. Aún así, a pesar de que sus argumentos, mi
rados al detalle, presentan múltiples deficiencias, esto no implica que todo análisis cuanti
tativo de la violencia sea erróneo o carezca de seriedad.37 Más bien es necesario unir enfo
ques cualitativos y cuantitativos. Es tan importante preguntarse por el número de víctimas
y por qué medios hallaron la muerte, como plantear la cuestión de los contextos, de si a los
actores les empujaba una motivación concreta o la simple rutina.38
La segunda cuestión importante concierne a la definición de violencia. Aunque pueda
parecer lo contrario, no es éste un problema puramente terminológico. En un libro publica

33 Steven Pinker, Gewalt: Eine neue Geschichte der Menschheit, Fischer, Frankfurt M„ 2011 (el original
en inglés se titula The Better Angels of our Nature: The Decline of Violence in History and its Causes, Allen
Lane, Londres, 2011).
34 Steven Pinker, Gewalt: Eine neue Geschichte der Menschheit, Fischer, Frankfurt M., 2011, p. 298, cita
en p. 301.
35 Dieter Langewiesche, "Eskalierte die Kriegsgewalt im Laufe der Geschichte?", en Jörg Baberowski
(ed.), Moderne Zeiten? Krieg, Revolution und Gewalt im 20. Jahrhundert, Vandenhoeck & Ruprecht, Gotinga,
2006, pp. 12-36.
36 Jay Winter, "Britain's 'Lost Generation' of the First World War". Population Studies, 31 (1977), pp.
449-466.
37 Para más detalles véase mi crítica en Benjamin Ziemann, "Eine 'neue Geschichte der Menschheit'? Zu
Kritik von Steven Pinkers Deutung der Evolution der Gewalt", Mittelweg 36, 22 (2012), pp. 45-56.
38 Un examen de las crifras más relevantes con referencia a violencia homicida en la Primera Guerra Mun
dial en Benjamin Benjamin Ziemann, Gewalt im Ersten Weltkrieg: Töten-Überleben-Verweigern, Klartext, Essen
2013, pp. 25-33; Michael Geyer, "How the Germans Learned to Wage War: On the Question of Killing in the Fir
and Second World Wars", en Paul Betts/Alan Confino/Dirk Schuman (eds.). Between Mass Death and Individu
148 Loss: The Place of the Dead in Twentieth-Century Germany, Berghahn, Nueva York, Oxford, 2008, pp. 25-50.

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do por primera vez en el año 1986, el sociólogo Heinich Popitz propuso definir la violen
cia como un "acto de poder que conduce intencionadamente a la lesión corporal de
otros".39 Esta fórmula, aun siendo muy escueta, posee implicaciones de gran alcance, ya
que dirige la atención hacia la devastación de los cuerpos y, por tanto, hacia los "límites
últimos" y el "fin definitivo de toda violencia", es decir, el acto mismo de matar.40 Se de
jan así de lado algunos fenómenos que, en su caso, también podrían formar parte de una
historia de la violencia en la Primera Guerra Mundial, como por ejemplo la destrucción de
paisajes naturales y espacios urbanos, reducidos a cenizas a mano de la artillería.41 Algu
nos edificios de particular importancia histórica acabaron convertidos en auténticos iconos
de la violencia, dado que sus ruinas parecían dar especial testimonio de las barbaries de la
guerra. Dos casos significativos son el bombardeo alemán de la catedral de Reims el 19 de
septiembre de 1914 y el derrumbamiento de la biblioteca de la Universidad de Lovaina,
incendiada y destruida por las tropas alemanas en la noche del 25 al 26 de agosto del mis
mo año.42 Estos dos sucesos llamaron en seguida la atención de la opinión pública mun
dial, convirtiéndose en importantes símbolos de una brutalidad e incultura supestamente
enraizadas de manera profunda en la cultura bélica alemana. Cabe señalar sin embargo,
que en ninguno de los dos casos hubo tan siquiera heridos, si bien es cierto que el derrum
bamiento de la biblioteca había ido acompañado de un violento ataque del ejército alemán
contra la población civil, dejando un total de 248 ciudadanos de Lovaina muertos.43 No es
casual que estos dos sucesos cobraran su simbolismo en las primeras semanas de guerra ni
que alcazaran en su momento una repercusión tan amplia. Años después, en 1918, a la vis
ta de millones de soldados muertos, la destrucción de estos edificios acabaría pareciendo,
sin embargo, un mero daño colateral.
En opinión de Popitz conviene no "estirar y dilatar, tal y como se viene haciendo", el
concepto de violencia.44 Hasta qué punto es necesaria esta advertencia queda patente en un
importante estudio publicado recientemente por Heather Jones y que versa sobre el trato
que recibieron los prisioneros de guerra en Alemania, Francia y el Reino Unido. La autora
comienza ofreciendo una definición intencionadamente amplia de la violencia, llegando
ésta a abarcar tanto el acto físico como la simple "amenaza". A medida que avanza el li
bro, el concepto vuelve a dilatarse de manera tácita. Así, para Jones el hecho de que en
septiembre de 1914 una enfurecida muchedumbre recibiera en Torgau a los prisioneros
franceses y británicos con insultos, mencionando expresamente a una mujer que llegó a
escupirles en tres ocasiones, constituye un ejemplo claro de "violent behaviour".45 El mis
mo diagnóstico es aplicado a otro suceso en el que algunos civiles echaron cubos de agua

39 Heinrich Popitz, Phänomene der Macht, 2" ed., Mohr, Tubinga, 1992, p. 48. La mejor reflexión en torno
a las implicaciones de este enfoque se sigue encontrando en Birgitta Nedelmann, "Gewaltsoziologie am Schei
deweg. Die Auseinandersetzungen in der gegenwärtigen und Wege der zukünftigen Gewaltforschung", en Trutz
von Trotha (ed.), Soziologie der Gewalt, Westdeutscher Verlag, Opladen, Wiesbaden, 1997, pp. 59-85.
40 Heinrich Popitz, Phänomene der Macht, 2* ed., Mohr, Tubinga, 1992, p. 52
41 Esta falta de distinción entre una violencia dirigida contra objetos y otra dirigida contra personas es
también notoria en el por lo demás valioso estado de la cuestión de Dirk Schumann, "Gewalt als Grenzübersch
reituns. Überlegungen zur Sozialgeschichte der Gewalt im 19. und 20. Jahrhundert", Archiv für Sozialgeschich
te, 37 (1997), pp. 366-386.
42 Para el caso de Lo vaina ver Alan Kramer, Dynamic of Destruction: Culture and Mass Killing in the
First World War, Oxford Univ. Press, Oxford, 2007, pp. 6-19.
43 Ibid., p. 10.
44 Heinrich Popitz, Phänomene der Macht, 2a ed., Mohr, Tubinga, 1992, p. 48.
45 Heather Jones, Violence against Prisoners of War in the First World War: Britain, France and Ger
many, 1914-1920, Cambridge Univ. Press, Cambridge, 2011, para la definición de violencia ver pp. 3 y ss., la
cita y el ejemplo de Torgau en p. 52. Esta imprecisión conceptual es fuertemente criticada por Reinhard Nachti
150 gal en su reseña publicada en Historische Zeitschrift, 296 (2013), pp. 244-247.

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fría sobre prisioneros de guerra británicos en la ciudad de Colonia.46 No cabe duda de que
los soldados y oficiales, tanto los británicos como los franceses, debieron sentirse profun
damente humillados por este tipo de comportamientos. Con ello se violaban los códigos
que prescribían dar un trato digno a los prisioneros de guerra -códigos supestamente váli
dos incluso más alia del marco jurídico acordado en la Haya. Aun así, resulta poco útil
considerar cada abucheo y cada improperio pronunciado en público como un acto de vio
lencia "verbal" equivalente a la física.47 Este uso inflacionario del concepto de violencia
resulta problemático, dado que pasa por alto que la "exposición [del cuerpo humano] a ser
herido" (Popitz) constituye uno de los hechos fundamentales de lo social.48 En según qué
contexto cultural y fuera de la clase alta, para muchas personas de la Europa de principios
de siglo insultarse y escupirse era algo cotidiano.
La saliva se puede limpiar de la cara. Una bala en el vientre, en cambio, casi siempre
acarrea la muerte, o al menos deja tras de sí una herida permanente. Únicamente la guerra
era y es capaz de suspender aquella condición esencial de toda sociedad moderna, según la
cual matar o herir a otra persona conlleva el riesgo de sufrir drásticas sanciones. Los
"tiempos de guerra" representan, como insiste en señalar Wolfgang Sofsky, "los únicos in
tervalos de tiempo en los que la supervivencia implica la posibilidad de tener que matar a
diario".49 Al describir el solo hecho de insultar a prisioneros de guerra como un acto de
"violencia verbal", se hace caso omiso, por tanto, de otro aspecto esencial del cautiverio
durante la Primera Guerra Mundial: su función protectora de la vida, válida al menos para
los prisioneros británicos y franceses, y también para los alemanes que se encontraban en
manos de los Aliados. Aun habiendo diferencias entre países, para el conjunto de los cua
tro años que duró la guerra, la probabilidad media de que un soldado muriera en cautiverio
-ya fuera por enfermedad, desnutrición o, en contadísimos casos, directamente a manos
del enemigo- era mucho menor de que lo hiciera estando en activo. A modo de ejemplo:
del total de prisioneros de guerra franceses que se encontraban en poder alemán murieron
un 7,5 porciento, en su gran mayoría a causa de la dramática escasez de alimentos que iría
aquejando al Reich. El ratio de soldados fallecidos en activo rondó, en cambio, el 17 por
ciento.50 La protección que ofrecía el cautiverio queda aun más patente si sumamos a estos
datos estadísticos la valoración de los prisioneros: a pesar de las ofensas y los maltratos
ocasionales que hubieron de sufrir los soldados alemanes apresados por los Aliados, exis
ten, incluso para los dos últimos años de la contienda, numerosas fuentes testimoniales en
las que la cautividad se pinta como privilegio, como una vida a salvo de muerte y heridas.
En estas mismas fuentes, los prisioneros llegan a recomendar a sus parientes y compañe
ros de armas que, a ser posible, se dejen apresar -si bien eran los soldados rasos, dicho sea
de paso, los únicos que mostraban este tipo de actitud.51 Los oficiales, por el contrario, ha

46 Heather Jones, Violence against Prisoners of War in the First World War: Britain, France and Ger
many, 1914-1920, Cambridge Univ. Press, Cambridge, 2011, p. 56.
47 Ibid., S. 39.
48 Heinrich Popitz, Phänomene der Macht, 2a ed., Mohr, Tubinga, 1992, p. 44.
49 Wolfgang Sofsky, Zeiten des Schreckens: Amok, Terror, Krieg, Fischer, Frankfurt M., 2002, p. 131.
50 Estas cifras en Heather Jones, Violence against Prisoners of War in the First World War: Britain, Fran
ce and Germany, 1914-1920, Cambridge Univ. Press, Cambridge, 2011, pp. 23 y ss. A pesar de que estos datos
son inequívocos, Jones pone mucho empeño en relativizarlos, haciendo hincapié en las fluctuaciones a las que
estuvieron sometidos en el tiempo.
51 Bernd Ulrich/Benjamin Ziemann (eds.), Frontalltag im Ersten Weltkrieg: Ein historisches Lesebuch,
Klartext, Essen, 2008, pp. 119-121. El fondo Handschriftenabteilung, Schinnereriana de la Bayerische Staats
bibliothek en Munich contiene numerosas cartas de prisioneros alemanes que dan ejemplo este tipo de percep
ción. 151

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cían gala de un código de honor distinto que les empujaría a reiterados intentos de huida y
que marcaba al oficial cautivo con el así llamado "stigma of surrender".52

Algunas tesis problemáticas

El creciente interés que desde la década de los 90 experimentó la historia d


lencia durante la Primera Guerra Mundial llevó a algunos historiadores británicos
la palestra pública y formular tesis muy llamativas. Sirvan aquí dos breves ejem
una parte, el libro "Face - to-Face-Killing in Twentieth-Century Warfare", pub
1999 por la historiadora londinense Joanna Bourke.53 Este importante y valiente
representa el primer intento de situar el homicidio en un primer plano de la Hist
tar. Bourke analiza en él aquellas figuraciones y fantasías que, en cierto modo, l
rían a los soldados de guía para su actuación en el campo de batalla. También des
papel que desempeñaban los capellanes y psiquiatras del ejército, cuyo trabajo con
ayudar a los soldados a sobreponerse a las dudas de naturaleza moral y los traum
cos que les asaltaban.54 Más allá de esto, sin embargo, Bourke también ofrece al l
afirmaciones tan llamativas como dudosas. Tomando como ejemplo casos concr
ejército británico y estadounidense, tanto de la Primera como de la Segunda Gue
dial, en su tesis principal sostiene que muchos de los soldados desarrollaron sen
de deleite, diversión y aun de placer a la hora de matar. Conforme a la autora, es
ment of killing" representó una importante fuerza motriz para la dinámica de destru
que se manifestó en ambos conflictos.55 Su focalización sobre la muerte como co
cia del combate cara a cara, es decir, de la interacción directa entre los soldados
mente problemática, dado que desde un punto de vista cuantitativo, en la Primer
Mundial este tipo de enfrentamientos apenas tuvieron relevancia.56 Si bien no c
de que algunos soldados fantaseaban con matar en una lucha cuerpo a cuerpo,57 la
de ellos comprobaría con desencanto que la práctica de matar estaba regulada por
ca y especialmente por el tipo de arma de uso principal en la Primera Guerra Mu
artillería. Entre estos últimos se encontraba, no lo olvidemos, un Ernst Jünger c
bre se suele asociar precisamente a la muerte cuerpo a cuerpo.58
Otro historiador que muestra cierta tendencia a la generalización es Niall Fe
En su libro "The Pity of War", publicado igualmente en 1999, desarrolla una ser
gumentos que coinciden con la primera tesis de Joanna Bourke. El autor discute

52 Ver el estudio reciente de Brian K. Feltman, The stigma of surrender: German prisoners, Br
tors, and manhood in the Great War and beyond, University of North Carolina Press, Chapel Hill,
man tiende a extender su tesis, acertada para el caso de los oficiales, también a los soldados rasos, sin d
sin embargo, de base empírica suficiente.
53 Joanna Bourke, An Intimate History of Killing: Face-to-Face-Killing in Twentieth-Century
Granta Books, Londres, 1999.
54 Ibid., pp. 215-305. Para el caso de los capellanes del ejército ver el estudio comparativo de P
Houlihan, "Imperial frameworks of religion. Catholic military chaplains of Germany and Austria-H
ring the First World War", First World War Studies, 3, 2 (2012), pp. 165-182.
55 Joanna Bourke, An Intimate History of Killing: Face-to-Face-Killing in Twentieth-Century
Granta Books, Londres, 1999, pp. 13-43, cita en p. 30.
56 Benjamin Ziemann, Gewalt im Ersten Weltkrieg: Töten-Überleben-Verweigern, Klartext, Ess
p. 29.
57 Este es el razonamiento de Joanna Bourke en An Intimate History of Killing: Face-to-Face-Killing in
Twentieth-Century Warfare, Granta Books, Londres, 1999, pp. 6 y ss.
58 Para un análisis pormenorizado de esto ver Benjamin Ziemann, Gewalt im Ersten Weltkrieg: Töten
152 Überleben-Verweigern, Klartext, Essen, 2013, pp. 63-90.

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tores que influyeron de manera positiva para mantener la motivación bélica de los solda
dos. Por un lado, postula que hubo "muchos soldados que simplementen disfrutaban del
acto de matar".59 Por el otro, Ferguson recurre a la teoría del "impulso homicida" desa
rrollada por Sigmund Freud durante la Primera Guerra Mundial y sistematizada en su
escrito de 1920 titulado "Más allá del principio del placer". Según Ferguson, esta teoría
sirve para "explicar la disposición de millones de hombres a estar cuatro años y medio
matando y muriendo".60 El problema no reside tanto en el hecho de que, aun pretendien
do dar cuenta de las experiencias de millones de soldados, este tipo de tesis generalizan
tes se 'demuestran' a partir de un número escasísimo de testimonios; ni tampoco lo es el
hecho de que el texto de Ernst Jünger "Tempestades de acero", publicado en 1920, figu
re entre las pocas "referencias" a posibles fuentes.61 Desde que se publicó la versión ori
ginal de los diarios de guerra de Ernst Jünger en 2010 ha quedado patente que "Tempes
tades de acero" representa más que nada una recreación literaria. La perspectiva que ahí
se da precisamente sobre la cuestión de matar es fundamentalmente distinta a la percep
ción que el autor tuvo de ella a lo largo de la guerra. Además, dicho sea de paso, ni en
"Tempestades de acero" ni en los diarios de guerra originales se encuentran indicios su
ficientes como para mantener la tesis de que a Jünger lo empujara a matar dicho impulso
homicida.62
El problema de fondo a la hora de intentar explicar el acto de matar en la Primera
Guerra Mundial a través de un "impulso homicida" radica en que la comprensión histórica
interpretativa se convierte en algo prescindible y hasta imposible: imposible, por un lado,
pues demostrar o rebatir la existencia de un impulso de origen psicodinámico o incluso so
mático está más allá del alcance del conocimiento adquirido a través del método histórico,
es decir, del análisis crítico de fuentes primarias escritas e iconográficas; y prescindible,
por el otro, ya que el "impulso" anula, por definición, otro importante recurso del historia
dor, a saber, la comprensión del pasado mediante la contextualización metodológicamente
contrastada de las fuentes primarias. Los impulsos surten efecto por sí mismos, sin necesi
dad de tener en cuenta los contextos situacionales y cambiantes que constriñen los márge
nes de maniobra de los sujetos históricos. ¿Por qué razón, pues, someter estos contextos a
un análisis pormenorizado que describa la situación en el campo de batalla o los distintos
instrumentos utilizados para matar?
Tal y como ha quedado de manifiesto, este tipo de tesis generalizantes parecen impe
dir más que favorecer la comprensión histórica del fenómeno de la violencia en la Gran
Guerra. Esto es válido también para los intentos de resumir en forma de equívocas metáfo
ras los diversos tipos de violencia que se manifestaron entre 1914 y 1918. Así, resulta
poco útil denominar a la Primera Guerra Mundial como una simple "orgía de violencia".63
La metáfora de la "orgía" sugiere que la mayoría de aquellos que participaron en actos
violentos, o incluso todos ellos, experimentaban o al menos llegaron a experimentar sensa
ciones de placer. Esta afirmación, sin embargo, carece de fundamento empírico y pasa por
alto tanto los momentos de desencanto y perturbación, de amargura y culpa, como los evi

59 Niall Ferguson, Der falsche Krieg: Der Erste Weltkrieg und das 20. Jahrhundert, Pantheon, Stuttgart,
1999, p. 331.
60 Ibid., pp. 328 y ss.
61 Cita en ibid., p. 329.
62 Benjamin Ziemann, Gewalt im Ersten Weltkrieg: Töten-Überleben-Verweigern, Klartext, Essen, 2013,
pp. 63-90.
63 Así Volker R. Berghahn, "Zur Frage individueller und kollektiver Lernfähigkeit. Ernst Jünger: Der
Kampf als Inneres Erlebnis (1922)", en Uffa Jensen/Habbo Knoch/Daniel Morat/Miriam Riirup (eds.), Gewalt
und Gesellschaft: Klassiker modernen Denkens neu gelesen, Wallstein, Gotinga, 2011, pp. 122-132, cita en p. 122. 153

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dentes traumas psíquicos y el "estigma de la violencia" que traía consigo el hecho de ha
ber matado durante la guerra.64

Un laboratorio de la violencia

Puestos a recurrir a metáforas, la Primera Guerra Mundial se podría considera


un laboratorio de la violencia. Los ejércitos de todas las naciones implicadas pro
adaptarse a las condiciones de una guerra industrializada. Por un lado, experimenta
nuevos sistemas de armamento, como por ejemplo el gas tóxico, el tanque o el bom
aéreo, pero también las tácticas de combate evolucionaron. Para poder hacer fren
realidad de la guerra de tricheras, los Estados Mayores ensayaron formas de defen
flexibles además de nuevas técnicas de asalto, tal y como demostró el ejército alem
su innovadora táctica de pelotones de asalto.65
La metáfora del laboratorio nos permite también dar especial relieve al hecho
las dinámicas de la violencia entre 1914 y 1918 no obedecieron a un plan o esque
vio, sino que eran contingentes y de desenlace incierto. El "endgame" bélico ale
decir, las ofensivas de la primavera de 1918, representan un buen ejemplo de esto
mente ayudaron a ganar terreno en cantidades aparentemente espectaculares, c
desde la perspectiva de los generales, contrastaba de manera clara con el estanca
sufrido durante los años de la guerra de trincheras. Pero ya desde el verano, a la
que no continuaban los éxitos, el ejército del frente oriental comenzó a disolverse
sivamente. En la primavera de 1918, sin embargo, sólo los más clarividentes obser
fueron capaces de prever que cientos de miles de soldados entrarían en una "huel
tar" y se pondrían de camino a sus hogares, contribuyendo así de forma sustancial al f
la guerra.66
A esta interpretación de los desarrollos previos y posteriores a 1918 en clave de con
tingencia e incertidumbre se oponen otras interpretaciones que destacan las continuidades
entre la Primera y Segunda Guerra Mundial, con un carácter genocida esta última repre
sentado por el Holocausto. Siguiendo la lógica de esta última interpretación, la metáfora
del laboratorio implicaría que en las tácticas militares de los años 1914 a 1918 se anticipa
ron los elementos de la escalada de violencia que, a partir de 1939, condujo a la devasta
ción deliberada de países enteros y al exterminio de minorías, como la judía. Un ejemplo
de este tipo de supuesto continuista lo encontramos en los trabajos de Omer Bartov, que
estudia los imaginarios de la violencia en la era de las guerras totales. Bartov sostiene que
el Holocausto fue "the almost perfect reenactment of the Great War (and its own imagery
of hell)". En esto, la palabra "reenactment" podría hacer referencia tanto a una repetición
como a la reproducción de una escena previamente representada. Según Bartov, la única
diferencia importante, la única "corrección" considerable llevada a cabo entre la Primera
Guerra Mundial y el Holocausto reside en el hecho de que, en el segundo caso, "todos los
perpetradores se encontraban en un bando, y todas las víctimas en el otro". Todos los de
más elementos que caracterizan el síndrome de la violencia total se habrían dado, en opi

64 Michael Geyer, "Das Stigma der Gewalt und das Problem der nationalen Identität in Deutschland", en
Christian Jansen/Lutz Niethammer/Bernd Weisbrod (eds.), Von der Aufgabe der Freiheit: Politische Verant
wortung und bürgerliche Gesellschaft im 19. und 20. Jahrhundert, Akademie, Berlin, 1995, pp. 673-698.
65 La primera visión de conjunto de estas tácticas la ofreció Bruce I. Gudmundsson en Stormtroop Tactics:
Innovation in the German Army 1914-1918, Praeger, Nueva York, 1989.
66 Benjamin Ziemann, Gewalt im Ersten Weltkrieg: Töten-Überleben-Verweigern, Klartext, Essen, 2013,
154 pp. 134-153.

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nión del autor, ya en la Primera Guerra Mundial: "Alambre de espino, ametralladoras,
cuerpos calcinados, gas, uniformes, disciplina castrense, barracones".67
Bartov es absolutamente consciente de que una guerra, en la cual los soldados se ma
tan e hieren mutuamente de acuerdo con ciertas reglas es fundamentalmente distinta a un
genocidio, caracterizado precisamente por la indefensión de las víctimas y la privación ab
soluta de sus derechos. Su argumento procura poner de relieve que la aniquilación de pue
blos y grupos étnicos enteros fue imposible y aun inimaginable hasta que no aparecieron
los campos de batalla dominados por las máquinas;68 una afirmación que, por distintas ra
zones, resulta problemática e incorrecta. Es incorrecta, en tanto que el intento de extermi
nio perpetrado contra el pueblo armenio en 1915/1916 demuestra que los genocidios no
necesitan de una tecnología compleja para ser cometidos; y problemática, ya que es difícil
de demostrar que las percepciones o imaginaciones de los campos de batalla de la Primera
Guerra Mundial estimularan la "fantasía homicida" de aquellos planificadores nacionalso
cialistas que impulsaron el Holocausto. Al centrar el interés sobre los aspectos técnicos, ya
sean los alambres de espino o los uniformes, se pierde de vista, además, una cuestión im
portante: la medida en que los actores que protagonizaron la violencia durante la Primera
Guerra Mundial contemplaban a sus adversarios, tanto soldados como civiles, como seres
inferiores, llegando a entender la guerra, por tanto, como una intervención en sus modos
de vida. Solo esta perspectiva permite verificar hasta qué punto la moral de los que perpe
traron la guerra de exterminio a partir de 1939 se alimentó de o se asemejó a las percep
ciones y los resentimientos de los soldados de la Primera Guerra Mundial.69
Uno de los temas que ha cobrado reciente importancia para el análisis de la violencia
en la Primera Guerra Mundial es el de las violaciones del derecho internacional humanita
rio. En este contexto, resulta esencial el estudio "A Scrap of Paper" de Isabel Huí, publi
cado en 2014.™ La autora recoge en el título una expresión del Canciller del Reich, Theo
bald von Bethmann Hollweg. En una conversación mantenida el día cuatro de agosto de
1914 con el embajador británico, el Canciller le aseguraba a éste que, si el Reino Unido
entraba en guerra con el bando aliado a causa de la vulneración alemana de la neutralidad
belga, lo haría, pues, por un simple "pedazo de papel". Hull trata de demostrar en su libro
que Alemania no sólo contravino importantes disposiciones del derecho internacional para
la guerra terrestre acordado en la Haya en 1899 y 1907; las personas con capacidad de de
cisión tanto a nivel político como militar negaban, además, que el uso de la violencia por
parte alemana estuviera sujeto a derecho internacional alguno. Para ello se servían de una
figura desarrollada por juristas militares alemanes con anterioridad a 1914, según la cual
ciertas medidas estarían justificadas por la denominada "exigencia de guerra". Siempre y
cuando el ejército lo considerara necesario, la estrategia militar y el uso de armamento
moderno, tales como el submarino, el gas tóxico o el lanzallamas, no estarían sometidos a
derecho alguno. Según Hull, esta actitud condujo en última instancia a que el uso de la
violencia pasara de ser un medio a constituir un fin en sí mismo. Con esto, la autora reto
ma las tesis de su anterior libro Absolute Destruction, publicado en 2005. En dicho libro,

67 Omer Bartov, Murder in Our Midst: The Holocaust, Industrial Killing, and Representation, Oxford
Univ. Press, Oxford, 1996, pp. 48 y ss.
68 Ibid., p. 50.
69 Esta cuestión es analizada, utilizando las cartas enviadas desde el frente como fuentes, en el importante
trabajo de Klaus Latzel, Deutsche Soldaten - nationalsozialistischer Krieg? Kriegserlebnis-Kriegserfahrung
1939-1945, Schöningh, Paderborn, 1998; para un estudio sobre la cultura de grupo que se estableció dentro del
ejército ver Thomas Kühne, Belonging and Genocide: Hitler's Community, 1918-1945, Yale Univ. Press, New
Haven, Londres, 2010.
70 Isabel Hull, A Scrap of Paper: Breaking and Making International Law during the Great War, Cornell
Univ. Press, Ithaca, Londres, 2014. 155

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Hull argumentaba que la tendencia del ejército alemán a la "absolute destruction" estaba
profundamente asentada en su cultura organizativa desde la Guerra Franco-Prusiana
(1870-1871), promoviendo aquella finalmente un proceder bélico de naturaleza genocida
y, como quedó de manifiesto en Bélgica a partir de agosto de 1914, una conducta contra la
población civil sin contemplaciones.71
Hull desarrolla su tesis, según la cual el Reich alemán habría representado un "persis
tent objector" al derecho internacional, sobre la base de algunos ejemplos.72 De entre to
dos ellos cabe destacar su análisis de la guerra submarina, una guerra sin límites en la que
eran atacados incluso barcos mercantes con bandera neutral y en la que la marina alemana,
a pesar de estar así estipulado en el derecho internacional, se abstuvo de socorrer a pasaje
ros y tripulaciones civiles. Hull contrasta este hecho con sucesos acaecidos en Francia y el
Reino Unido, donde cada toma de decisiones de tipo militar pasaba por la consulta de ex
pertos juristas. De esta comparación resulta la tesis de que "Britain took law enormously
seriously, even when it was breaking it".13 Esta formulación revela un aspecto problemáti
co del argumento presentado por Hull, a saber, la postergación de la legitimidad ante las

71 Isabel Hull, Absolute Destruction: Military Culture and the Practices of War in Imperial Germany,
Cornell Univ. Press, Ithaca, 2005. Ver, además, las reseñas de Thoraas Kühne en "Honour and Violence", His
tory Workshop Journal, 62 (2006), pp. 304-310, y de Roger Chickering en German History, 24 (2006), pp. 138
y ss. Para una crítica a la fundamentación empírica de las tesis de Hull ver Winson Chu/Jesse Kauffman/Micha
el Meng, "A Sonderweg through Eastern Europe? The Varieties of German Rule in Poland during the World
Wars", German History, 31 (2013), pp. 318-344, sobre todo p. 325.
72 Isabel Hull, A Scrap of Paper: Breaking and Making International Law during the Great War, Cornell
Univ. Press, Ithaca, Londres, 2014, cita en p. 88.
156 73 Ibid., p. 194.

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cuestiones legales. Este elemento resulta especialmente problemático en el terreno de la
guerra marítima, ya que la declaración de Londres de 1909, consagrada precisamente a
ella, no había sido ratificada previamente a la guerra. Alemania y algunos países neutrales,
tales como los Países Bajos y Suecia, defendían que la declaración debía tener validez a
modo de derecho consuetudinario. Sea como fuere, la ampliación del área de bloqueo ma
rítimo contra Alemania que practicó el Reino Unido desde el 11 de mazo de 1915, confis
cando también los bienes transportados por navios neutrales, violaba la veterana declara
ción de París de 1856. Por un lado, este problema es relevante dado que plantea la
cuestión de la legitimidad, temática que Hull no somete a un análisis sistemático. Además
de esto, es necesario tener en consideración la dimensión moral, tal y como han señalado
algunos críticos de las tesis de Hull. Se estima que el número de civiles víctimas del blo
queo marítimo británico -aproximadamente unas 300.000 personas muertas por malnutri
ción- multiplicó casi por diez el total de personas fallecidas a causa de las vulneraciones
del derecho internacional por parte del ejército alemán durante todo el período de guerra.74
Es necesario evitar generalizaciones y desarrollar categorías diferenciadas a la hora
de analizar la disposición a la violencia y el ejercicio de esta última durante la Primera
Guerra Mundial. Podemos diferenciar a varios niveles: en primer lugar a nivel social,
como por ejemplo entre los soldados de servicio militar obligatorio, según su procedencia
social, por un lado, y oficiales, por el otro.75 Seguidamente se deben distinguir los distintos
espacios en los que practicó la violencia, teniendo en cuenta, ante todo, las diferencias en
tre el frente oriental y el occidental. A pesar de haber sido advertido ya en múltiples oca
siones, el uso de la violencia en el este -en el "frente olvidado"- sigue siendo un campo
relativamente poco explorado.76
Otro aspecto que requiere una mayor diferenciación en el análisis de la violencia se
desprende de las reflexiones de Michael Geyer anteriormente mencionadas. Así, es nece
sario tener en cuenta tanto las condiciones en las que se mataba como en las que se sobre
vivía, ya que las prácticas homicidas estaban condicionadas, en primer término, por las
perspectivas de supervivencia. Los soldados no partían a la Primera Guerra Mundial como
a una acción suicida, abocados desde el comienzo a una inevitable autodestrucción. Todo
ejército en guerra encierra en sí, más bien, la historia de aquellos soldados que repudian
matar por principio o bien aprovechan las ocasiones dadas para rehuir el servicio de ar
mas, evitando así tener que matar para no ser matado. A estos soldados podríamos deno
minarlos como "involuntarios de guerra" (Michael Geyer), a diferencia de los mayormente
jóvenes voluntarios de guerra que se alistaron en verano y otoño de 1914 por iniciativa
propia.77 La historia de los soldados que intentaron rehuir la maquinaria de la violencia

74 Ibid.., pp. 185 y ss., cifras en p. 169. Para más críticas en torno a este y otros puntos véase mi reseña en
<www.hsozkult.de/publicationreview/id/rezbuecher-22790>; ver también Jost Diilffer, "Einhundert Jahre Erster
Weltkrieg. Eine Bilanz des Jahres 2014", Osteuropa, 64 (2015), pp. 45-58, sobre todo pp. 53-55.
75 Wencke Meteling contradice en su estudio Ehre, Einheit und Ordnung: Preußische und französische
Städte und Regimenter im Krieg, 1870/71 und 1914/19, Nomos, Baden-Baden, 2010, la posibilidad de distin
guir entre una historia militar contada "desde arriba" y otra contada "desde abajo".
76 También Vejas Gabriel Liulevicius analiza en su trabajo pionero War Land on the Eastern Front: Cul
ture, National Identity, and German Occupation in World War I, Cambridge Univ. Press, Cambridge, 2000,
más los planes de ocupación y las fantasías de violencia que las prácticas mismas. Ver, en cambio, Gerhard P.
Groß (ed.), Die vergessene Front: Der Osten 1914/15. Ereignis, Wirkung, Nachwirkung, Schöningh, Paderborn,
2006.
77 Michael Geyer, "Eine Kriegsgeschichte, die vom Tod spricht", en Thomas Lindenberger/Alf Lüdtke
(eds.), Physische Gewalt: Studien zur Geschichte der Neuzeit, Suhrkamp, Frankfurt M., 1995, p. 145; en torno a
los voluntarios de guerra alemanes ver el estudio de Alexander Watson, "For Kaiser and Reich. The Identity
and Fate of the German Volunteers, 1914-1918", War in History, 12 (2005), pp. 44-74. 157

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constituye aún un tema marginal dentro de la historiografía sobre y la percepción pública
de la Primera Guerra Mundial.78
Esto se debe principalmente a dos razones: por un lado, sólo en contadas ocasiones
las negativas de los soldados se manifestaron en forma de espectaculares motines. Durante
la Primera Guerra Mundial, los fenómenos de resistencia colectiva -acaso toda una divi
sión o incluso todo un ejército enfrentados a sus superiores con exigencias de tipo políti
co-militar- fueron muy inusuales. Hasta el armisticio, de todas las grandes potencias de la
Europa central y occidental solo el ejército francés se vio afectado, en la primavera de
1917, por este fenómeno.79 Esto quiere decir que los "involuntarios de guerra" actuaban
por cuenta propia, y no en grupos de claro perfil y mediante "heroicos actos" de contuma
cia. Recurrían más bien a los nichos y puntos de bisagra que dejaba la burocracia militar
de un ejército de masas, con millones de soldados movilizados, para "jugársela" al ejército
y fugarse, a ser posible, inadvertidamente.80 A esto se suma, por el otro, el hecho de que
estos objetores a menudo procedían de grupos sociales marginados dentro de los estados
nacionales europeos: a saber, de un pequeño campesinado iletrado y apenas integrado en
la nación o de otras minorías nacionales. Estos grupos estaban desligados, ya desde un
principio, del "lenguaje del deber nacional", que regulaba las prácticas públicas y las re
presentaciones simbólicas del servicio militar en tiempos de guerra.81 Acabada la contien
da, no ocuparían, por tanto, lugar alguno dentro una memoria colectiva cuyo sujeto fue
siempre el estado nación. El más claro ejemplo de esto lo encontramos en la suerte que co
rrieron las memorias de guerra de Dominik Richert, hijo de una familia alsaciana de cam
pesinos. Entre otras cosas, Richert rememora en ellas el verano de 1918, momento en el
que él, "involuntario de guerra" desde el inicio, se pasó a las filas francesas. El manuscrito
pasó décadas en un archivo militar alemán, completamente inadvertido, hasta que el histo
riador Bern Ulrich lo descubriera y publicara en los años 1980.82 Tan solo el análisis histó
rico de las divesas formas de objeción nos puede proporcionar una imagen precisa de los
márgenes de maniobra que estaban a disposición de los soldados y de la medida en que la
amplitud de estos márgenes condicionaron el aumento o bien la disminución de la violen
cia.
A modo de conclusión, señalaremos algunas cuestiones y problemáticas adicionales
que no han podido ser tratadas aquí, pero que, no obstante, siguen pendientes de estudio.
En primer lugar, cabe preguntarse si la actuación bélica de las potencias imperiales euro
peas en sus colonias estuvo relacionada o interactuó de alguna manera con los escenarios
de guerra europeos. Este interrogante es actualmente objeto de intensos debates, sobre
todo en torno a las consecuencias que tuvo a medio y largo plazo la actuación del ejército
alemán, similar a un genocidio, contra las etnias de los herero y los namaqua en el África

78 Véase por ejemplo el tratamiento que recibe en Niall Ferguson, Der falsche Krieg: Der Erste Weltkrieg
und das 20. Jahrhundert, Pantheon, Stuttgart, 1999, pp. 316 y ss., libro que apenas menciona este aspecto y que
no tuvo en cuenta suficientemente, ya en el momento de su publicación, los resultados de la investigación exis
tente. Esto es válido también para el estudio de Stéphane Audoin-Rouzeau/Annette Becker, 14-18: Understan
ding the Great War, Hill & Wang, Nueva York, 2003. En él, los autores afirman que los motines que tuvieron
lugar en el año 1917 en las filas del ejército francés fueron los "únicos ejemplos concretos" de que el respaldo a
la guerra por parte de los soldados hubiera disminuido significativamente. Ver ibid., p. 106.
79 Para una buena visión de conjunto reciente ver Len Smith, "Mutiny", en Jay Winter (ed.), The Cambrid
ge History of the First World War, vol. 2, Cambridge Univ. Press, Cambridge, 2014, pp. 196-217.
80 Michael Geyer, "Eine Kriegsgeschichte, die vom Tod spricht", en Thomas Lindenberger/Alf Lüdtke
(eds.), Physische Gewalt: Studien zur Geschichte der Neuzeit, Suhrkamp, Frankfurt M., 1995, p. 145.
81 Cita en ibid., p. 147.
82 Dominik Richert, Beste Gelegenheit zum Sterben: Meine Erlebnisse im Kriege 1914-1918, edición a
cargo de Bernd Ulrich y Angelika Tramitz, Knesebeck & Schuler, München, 1989. Para más detalles sobre la
158 historia de este texto y su edición ver las notas de los editores.

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del Sudoeste alemana entre 1904 y 1908. Más allá de esto, es necesario estudiar la movili
zación de soldadesca procedente de las colonias para las batallas en suelo europeo, tal y
como hicieron los ejércitos británico y francés.83 Otra cuestión es la relación entre violen
cia y conceptos de masculinidad en la Primera Guerra Mundial. En los últimos años se han
debatido vivamente algunos aspectos de la historia bélica desde una perspectiva de género.
En esto, se ha prestado especial atención a la construcción de imaginarios de masculini
dad, articulados mediante la correspondencia que mantenían los soldados del frente con
sus esposas o madres.84 Esto permite indagar en los conceptos de masculinidad que adop
taron los soldados mientras prestaban su servicio en el frente. No obstante, estas mismas
fuentes apenas permiten aclarar en qué medida los conceptos de masculinidad influyeron
en la disposición de los soldados a hacer uso de la violencia o incluso en su práctica mis
ma. Este enfoque podría rendir frutos, no obstante, si analizáramos en detalle la cultura de
masculinidad de aquellos que desertaron o se automutilaron con tal de huir de la violencia.
Un importante estudio sobre los desertores de la Wehrmacht entre 1939 y 1945 ha demos
trado que éstos apenas compartían características, ni en concepto de edad, ni de perfil so
cial u orientación política. Llama la atención, empero, que el único rasgo común a estos
desertores, de origen cultural y social tan diverso, era que todos ellos se diferenciaban, por
razones contingentes de sus biografías, del modelo dominante de masculidad hegemónica
que imperaba en el Tercer Reich.85
Las observaciones aquí hechas en torno a las tendencias historiográficas deberían de
jar de manifiesto por qué un estudio pormenorizado de las prácticas de la violencia en la
Primera Guerra Mundial nos puede proporcionar nuevas e importantes perspectivas. En
cualquier caso, sólo así será posible acometer desde una perspectiva instruida y diferencia
da la incógnita del lugar que ocupa la Primera Guerra Mundial en una Historia de la vio
lencia en la Europa del siglo xx.

Traducción de Andrés Antolín Hofrichter

83 Christoph Nübel, "Neuvermessungen der Gewaltgeschichte. Über den 'langen Ersten Weltkrieg' (1900
1930)", Mittelweg, 36, 25 (2015), pp. 225-248, sobre todo pp. 233-239.
84 Para esto ver sobre todo el importante estudio de Michael Roper, The Secret Battle: Emotional Survival
in the Great War, Manchester Univ. Press, Manchester, 2009; también Jessica Meyer, Men of War: Masculinity
and the First World War in Britain, Palgrave Macmillan, Basingstoke, 2009. En general, para una historia de la
Primera Guerra Mundial desde la perspectiva de género véase Christa Hämmerle/Oswald Überegger/Brigitta
Baader Zaar (eds.), Gender and the First World War, Palgrave Macmillan, Basingstoke, 2014.
85 Magnus Koch, Fahnenfluchten: Deserteure der Wehrmacht im Zweiten Weltkrieg. Lebenswege und
Entscheidungen, Schöningh, Paderborn, 2008. 159

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