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Desde ya, por lo tanto, es necesario hacer un primer destaque que nos será de gran valor a
lo largo de esta exposición. Desde mi punto de vista, utilizar la expresión cuestión social
es hacer uso de una “definición estratégica” que, en el conjunto de nuestro universo
temático profesional, designa un conjunto de cuestiones reveladoras de las condiciones
sociales, económicas, políticas y culturales en que viven las clases trabajadoras. Como
dice José de Souza Martins2 es una forma de no tratar más la pobreza como quien tiene
hambre y sí, de las condiciones bajo las cuales una parte de la población está incluida en
1
Trabajadora Social, Profesora del Departamento de Trabajo Social de la Universidad Federal de
Pernambuco, Recife/Brasil. Actualmente Coordinadora del Curso de Post-graduación en Trabajo Social en
esta Universidad.
2
Martins, José de Souza. Exclusão Social e a nova desigualdade. São Paulo, Ed Paulus, 1997. PP. 24-32
2
esta sociedad. Esto revela el actual y complejo proceso social de redefinición de las
posiciones y localizaciones de las personas en el mundo del trabajo y en la vida social en
general.
Así, en primer lugar, es necesario tener la mayor claridad de que la referencia que hoy
atraviesa nuestro cotidiano, principalmente en función del nuevo currículo, remonta al
siglo XIX, ocasión en que el movimiento operario revolucionario, a través de su
protagonismo, implementó acciones en el sentido de enfrentar la pauperización en la
perspectiva de la superación del orden burgués.
En estos términos, la sociedad capitalista es nada más, nada menos que el terreno de la
reproducción continua y ampliada de las condiciones generadoras de la “cuestión social”,
en la medida en que esta inexiste sin desigualdad social. Su materialización en cuanto
ambiente político da la intervención de las clases y del Estado es originaria del
capitalismo monopolista, de la constitución de la sociedad urbano-industrial y de la
consolidación de la intervención del Estado en la administración de las desigualdades
sociales.
Esto significa afirmar que no estamos delante de una nueva cuestión social como muchos
quieren, ni tampoco una nueva desigualdad generada por lo que llaman de “exclusión
social” o también de “nuevos pobres”. De hecho, las manifestaciones de la “cuestión
social” son determinadas por el estadio de desarrollo de las fuerzas productivas, por la
composición y dinámica de las clases sociales y por la manera como se han vuelto
complejas las relaciones entre Estado y sociedad. Razón mayor de tener sus expresiones
en permanente proceso de actualización. Aquí los ejemplos son innúmeros y el escenario
donde se expresa ya es conocido por nosotros.
Así, hacemos aquí más una puntuación: lo que viene siendo nombrado de “nueva
cuestión social” no configura la superación de lo viejo y sí “nuevas formas” para viejos
contenidos. Delante de esta alerta y frente a cualquier tentación positivista de conceptuar
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las situaciones históricas como hechos sociales, necesitamos reafirmar que son los
cambios en las estrategias de acumulación y reproducción del orden capitalista, mediadas
por la acción de las clases y del Estado que están imprimiendo configuraciones que hora
reproducen, hora actualizan las manifestaciones de la vieja e inmanente desigualdad
social.
Claro que estas opciones implican escojas ético-políticas y una dirección ideológica
referenciada por un determinado proyecto social que, como tal, para su realización,
requiere no apenas el conocimiento y el análisis de la realidad objetiva, más también el
delineamiento de las estrategias políticas de lucha, balizadas en las posibilidades
contenidas en las condiciones objetivas.
Delante de estas afirmaciones, otra observación que quiero hacer es sobre la naturaleza de
la relación entre trabajo social y cuestión social. Pienso que la misma no se da de forma
directa e inmediata en los términos que la conceptuamos anteriormente. La relación más
directa es la de determinación de la profesión, frente a la acción del Estado sobre la
cuestión social. Contradictoriamente, su vinculación [TS y CS] se da a través de las
formas de enfrentamiento que, como nos referimos anteriormente, puede ser mediada por
estrategias de administración de la desigualdad – sea por el vector del Estado, sea por la
llamada sociedad civil – y/o por medios que apunten para la superación en el orden
burgués. Y aquí no veo por qué temer el surgimiento de nuevos fantasmas como por
ejemplo el voluntarismo político (la derecha hace esto con distinción) o la dificultad de
ser propositito porque es revolucionario. Esto es otra historia. El peligro es estar pegado a
la realidad, pensando que hablar de cuestión social es apenas hablar de su administración
vía políticas sociales y consolidación del ejercicio de la ciudadanía.
Lo que está puesto en el horizonte es una nueva reforma social y moral por parte de la
burguesía. Ella hizo esto cuando constituyó los derechos sociales y el Estado de Bienestar
social en el inicio del siglo. Ahora se pretende tornar hegemónica y construye otra
reforma social y moral. Provocativamente, voy a desarrollar mi idea.
Todas estas formas de tematizar y sus consecuentes proposiciones barren del universo la
cuestión social como expresión de las contradicciones fundantes [ontológicamente] de las
relaciones sociales en el capitalismo. Así, vale revelar cuan distante están de nuestra
definición.
Así, todas aquellas tendencias anunciadas están subyacentes a las respuestas presentes en
el conjunto de los programas sociales e iniciativas vigentes en la actual coyuntura
brasilera y componen la agenda de lo que llamé de “la nueva reforma social y o moral de
la burguesía mundial: solamente para recordar, me refiero al neo-solidarismo, la re-
filantropización, la política de los mínimos sociales, a los proyectos de empleo y renta, la
emulación de empreendedorismo, al binomio privatización / asistencialismo de la
seguridad social, para hablar de lo que está en nuestro cotidiano.
profesional puesto que la división social del trabajo media la relación del Trabajo Social
con los medios y formas de enfrentamiento y superación de la cuestión social.
Con todo, estamos hablando de proyecto ético-político como un ideario que trasciende el
Código, dada su naturaleza colectiva. No obstante, el Código de Ética demarca “la
dimensión”, o mejor, traduce en el campo ético-normativo, los principios y valores ético-
políticos colectivos que fueron asumidos/incorporados por la profesión.
Como afirma Lucia Barroco (1999), o Código de Ética apunta una conexión entre el
proyecto ético-político profesional y proyectos societarios cuya teleología comporta una
ética de la emancipación de una sociedad que “propicie a los trabajadores un pleno
desarrollo para la invención y vivencia de nuevos valores, lo que, evidentemente, supone
la erradicación de todos los procesos de explotación, opresión y alienación”.
El Código, según José Paulo Netto (1999) es una síntesis del colectivo profesional y de
las ideologías de sus intelectuales, razón por la cual contiene tensiones internas. Aún
citando Barroco (1999), diría que el Código señala los principios (libertad y justicia
social) y el campo de mediaciones posibles a un proyecto profesional: la realización de
los derechos sociales de forma democrática, responsable y competente. Es claro que tales
mediaciones pensionan la teleología inscrita en el proyecto ético-político profesional,
configurándose, entonces, como estrategias que visan la ampliación de los límites de la
ciudadanía burguesa, lo que, bajo el punto de vista de una profesión, depende de un
proceso de conquistas sociales de responsabilidad de las fuerzas sociales de oposición al
proyecto burgués, aliadas a las clases trabajadoras.
Diría aún que, en función de la naturaleza de la acción profesional, el Trabajo Social debe
ser instado a hacer recurrencias y propuestas que tensionen los mecanismos de
reproducción de las desigualdades sociales, materializadas (estas últimas) en las
manifestaciones contemporáneas de la cuestión social y en el “desmonte” a que la
sociedad brasilera viene siendo sometida en materia del cambio de patrón de las políticas
públicas defendiendo en la constitución de 1988, por ejemplo.
Esta reforma expresa las nuevas formas de dominio del capital sobre el trabajo, visando
la construcción de una nueva racionalidad política y ética compatible con la sociabilidad
requerida por el actual proyecto del capital donde se incluye la administración de la
desigualdad social por él producida.