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GUATEMALA. Código Penal.

Capitulo III. Del Aborto

Art. 133. (Concepto) Aborto es la muerte del producto de la concepción en


cualquier momento de la preñez.

Art. 134. (Aborto procurado) La mujer que causare su aborto o consintiere que
otra persona se lo cause, será sancionada con prisión de uno a tres años. Si lo
hiciere impulsada por motivos que, ligados íntimamente a su estado, le produzcan
indudable alteración síquica, la sanción será de seis meses a dos años de prisión.

Art. 135. (Aborto con o sin consentimiento) Quien, de propósito causare un


aborto, será sancionado:

1o. Con prisión de uno a tres años, si la mujer lo consintiere,

2o. Con prisión de tres a seis años, si obrare sin consentimiento de la mujer.

Si se hubiere empleado violencia, amenaza o engaño, la pena será de cuatro a


ocho años de prisión.

Art. 136. (Aborto calificado) Si a consecuencia del aborto consentido o de las


maniobras abortivas consentidas, resultare la muerte de la mujer, el responsable
será sancionado con prisión de tres a ocho años. Si se tratare de aborto o
maniobras abortivas efectuados sin consentimiento de la mujer y sobreviniere la
muerte de ésta, el responsable será sancionado con prisión de cuatro a doce
años.

Art. 137. (Aborto terapéutico) No es punible el aborto practicado por un médico,


con el consentimiento de la mujer, previo diagnóstico favorable de por lo menos
otro médico, si se realizó sin la intención de procurar directamente la muerte del
producto de la concepción y con el solo fin de evitar un peligro, debidamente
establecido para la vida de la madre, después de agotados todos los medios
científicos y técnicos.

Art. 138. (Aborto; preterintencional) Quien, por actos de violencia ocasionare el


aborto, sin propósito de causarlo, pero constándole el estado de embarazo de la
ofendida, será sancionado con prisión de uno a tres años. Si los actos de violencia
consistieren en lesiones a las que corresponda mayor sanción, se aplicará ésta
aumentada en una tercera parte.

Art. 139. (Tentativa y aborto culposo) La tentativa de la mujer para causar su


propio aborto y el aborto culposo propio, son impunes.
El aborto culposo verificado por otra persona, será sancionado con prisión de uno
a tres años, siempre que tal persona tenga conocimiento previo del embarazo.

Art. 140. (Agravación especifica) El médico que, abusando de su profesión


causare el aborto o cooperare en él, será sancionado con las penas señaladas en
el artículo 135, con multa de quinientos a tres mil quetzales, con inhabilitación para
el ejercicio de su profesión de dos a cinco años.

Iguales sanciones se aplicarán, en su caso, a los practicantes o personas con


título sanitario, sin perjuicio de lo relativo al concurso de delitos.

El aborto está en contra de las leyes de dios.


Este es un argumento válido únicamente para las personas que creen en dios.
Para las que no, es un argumento de pica-pica. Y dicho sea de paso, que nadie
tiene el derecho de imponer las leyes de su propio dios sobre los demás, o de
juzgarle por no seguirlas. También vale la pena mencionar que algunas religiones
no-teístas —como el Budismo— también están en contra del aborto,
primordialmente por la creencia en la reencarnación. Sin embargo, tanto la
hipótesis de dios, como la de la reencarnación no son plausibles ni falsables, y por
tanto no existe evidencia que las corrobore o las refute. Además, el debate del
aborto con base a este punto es infructuoso con personas que dan más valor al
mito que a la evidencia. Parafraseando al afamado filósofo Sam Harris: “si alguien
no le da valor a la evidencia, ¿qué evidencia se le puede proveer que compruebe
que debería de valorarla? Si alguien no da valor a la lógica, ¿qué argumento
lógico se le puede presentar que compruebe que debería de valorarla?”
Es ilegal (va en contra de las leyes de los hombres).
Lo es, pero que algo sea legal o ilegal no necesariamente quiere decir que sea
razonable. En Afganistán, es legal matar a pedradas a la esposa adúltera, o a la
jovencita que no sangra en su lecho de bodas, y no por eso creemos que eso es
razonable, ¿o sí?
Las leyes suelen definirse en base al sistema de valores dominante, que a su vez
está fuertemente influenciado por la(s) religión(es) predominante(s), que en el
caso de Guatemala, son las religiones cristianas. Nuestra constitución —firmada
en 1985— favorece claramente a la iglesia católica, otorgándole privilegios
exclusivos, como la personalidad jurídica y la extensión de títulos de propiedad
para los bienes que posee. Por ello, no debería de extrañarnos que lo establecido
en nuestra constitución en torno a temas como el aborto, esté fuertemente
influenciado por el sistema de creencias propio del catolicismo.
En el Artículo 3°, del Capítulo I, Título II de la Constitución Política de la República
de Guatemala, dice textualmente que “el Estado garantiza y protege la vida
humana desde su concepción, así como la integridad y la seguridad de la persona”
(¡sí, claro! a eso de “la seguridad de la persona”). Según la RAE, la concepción se
da en el momento de la implantación del embrión en la pared uterina, evento que
ocurre al 7° día posterior a la fertilización. Aunque en términos médicos, la palabra
“concepción” tiene el mismo significado que establece la RAE, para algunos otros
es sinónimo de fertilización (es decir, el momento en que un óvulo y un
espermatozoide se unen para formar una célula con carga genética doble). Es por
eso que la píldora del día después no es ilegal. Porque debe tomarse dentro de
las primeras 72 horas después del acto sexual, es decir, durante esa primera
semana del desarrollo embrionario que no es reconocida por la ley. Dicho sea de
paso, que a pesar de no ser ilegal, dicha píldora aún no es de libre acceso en
farmacias de conveniencia debido al tabú en torno a su uso… o al menos no es de
libre acceso bajo el nombre de “píldora del día después”.
Las leyes de un país deberían irse modificando para adecuarse a los cambios que
sufren las sociedades con el paso del tiempo, deberían de respetar la diversidad
de ideologías escépticas y religiosas siguiendo criterios laicos que no favorezcan a
una congregación en particular, y deberían de garantizar la libertad del individuo.
Específicamente, deberían de garantizar la libertad de la mujer de decidir sobre su
propia vida y sobre su propio cuerpo. Algunos afirman que esa libertad termina
(como si ellos fueran quiénes para determinar en dónde comienza y en dónde
termina la libertad de los demás) cuando hay “otra vida” gestándose dentro del
cuerpo de una mujer. Sin embargo esa “vida” no es independiente ni
biológicamente capaz de sobrevivir por sí misma. El embrión no es un autómata
biológico, como sí lo es la madre, de modo que valdría la pena re-considerar si el
criterio de separación en dos unidades discretas es aplicable cuando nos
referimos a una mujer en gestación, de manera similar a como un subconjunto es
parte de un conjunto mayor, pero no es independiente de éste.
El aborto supone la terminación deliberada de la existencia del embrión, aunque
éste no sea autónomo y tampoco se sepa a ciencia cierta desde qué momento
puede considerársele “vivo”.
El criterio de ilegalidad del aborto es subjetivo porque está permeado por una
ideología conservadora que pretende imponer los propios valores sobre mujeres
que en la mayoría de casos ni siquiera se conocen. Este criterio es a todas luces
circular.
No es natural. Ningún otro animal hace tal cosa.
A algunas personas solo les gusta compararse con otros animales cuando les
conviene, pero generalmente se creen diferentes. Se creen superiores. Piensan
que los animales son los otros, y no ellos. Piensan que ellos no son animales, si
no una forma de vida “superior”.
Pero bueno, a estas personas habría que contarles que de hecho, algunos
animales sí pueden abortar. Otros hasta matan y se comen a las crías después de
nacidas. Las leonas por ejemplo, se pueden auto-inducir fisiológicamente un
aborto cuando se enfrentan a la estresante situación de tener que someterse a un
nuevo macho alfa, que matará a cualquier cría que no sea de él. Esta es una
estrategia ventajosa para las hembras, ya que invierten menos energía fisiológica
en la terminación temprana de la preñez, que en parir a crías que de todas formas
no tendrían posibilidad de sobrevivir. Esta estrategia también es utilizada por
monos babuinos, y seguramente también por otras especies de las aún
desconocemos. Otro ejemplo son las hembras de armadillo, que además también
poseen la capacidad de retrasar la preñez hasta que las condiciones sean más
favorables para la crianza. Así es que sí: los animales también abortan.
Convencionalmente se considera “natural” a todo aquello que no haya sido
intervenido por “la mano del hombre”, y como los abortos realizados en un
quirófano no son fisiológicamente auto-inducidos ni espontáneos, se consideran
“anti-naturales”. Sin embargo, las definiciones de “natural” y “artificial” son
debatibles si consideramos que toda cosa “artificial” ha sido hecha por un animal
creado por la naturaleza. ¿O acaso los humanos no somos animales pues? Es
como decir que la creación de herramientas no es natural para otros animales
capaces de fabricarlas, como los cuervos o los chimpancés, entre otros.
El argumento de la innaturalidad del aborto solo tiene sentido cuando separamos
las acciones de los humanos de su origen natural. Esta distinción discreta de lo
que un humano hace, de lo que es, es una abstracción humana. Los humanos
también somos organismos naturales.
Es asesinato.
Este concepto denota la privación —con alevosía— de la vida de otro ser humano.
De nuevo, dejando de un lado las visiones religiosas y filosóficas antropocentristas
que colocan al ser humano en la cúspide de una jerarquía —artificial— de valor en
la naturaleza, en términos estrictamente pragmáticos, un tacuacín no tiene más
valor que un humano en el orden natural de las cosas. Sé que esta es una idea
difícil de asimilar cuando no se comprende que los humanos solo somos una
interconexión más dentro de la compleja red de relaciones ecológicas existentes
entre los organismos y el medio ambiente, pero bajo esos términos, tan asesino es
alguien que mata a una vaca o a una zanahoria para comérselas, como alguien
que se realiza un aborto. Después de todo, si tomamos el significado de asesinato
como la privación intencional de la vida de otro organismo, somos asesinos
seriales e inconscientes de cuanto animal y vegetal nos comemos.
Además, las personas que alegan que el aborto es asesinato, tal vez deberían de
ser más honestas y estar también en contra de la fertilización in-vitro (que es un
procedimiento en el cual se producen muchos embriones que luego son
desechados), de la utilización de células madre, y de la terapia génica en el
tratamiento de múltiples enfermedades, ¿o no?
Tiene consecuencias para la salud física y psicológica de la mujer.
Esto es cierto solo si es realizado de manera negligente. Aunque el legrado es un
procedimiento quirúrgico muy sencillo del cual una mujer puede entrar a una
clínica y salir caminando unas horas más tarde, es innegable que existen algunos
casos que se han complicado, e incluso han repercutido en infertilidad. Esto no es
consecuencia de la praxis abortiva per se, si no de la negligencia del médico que
la practica; o en el peor de los casos, de la persona no-médica que practica
abortos en cualquier lugar con instrumentos rudimentarios en condiciones no
estériles.
Las “clínicas” clandestinas en las que se practican abortos, tal vez no existirían si
fuesen legales y estuviesen reguladas por ley. Además, existen muchos
procedimientos quirúrgicos que atentan en contra de la salud de una mujer, que no
son ilegales, como los implantes mamarios, liposucciones y rinoplastías, por
ejemplo.
Las consecuencias psicológicas que pueda tener un aborto, dependen
enteramente de si la realización de dicho procedimiento va de acuerdo —o en
contra— de las creencias de la mujer que se lo practica, criterio que es
enteramente subjetivo. Al final, no es lo mismo estar moralmente en contra del
aborto que estar en contra de su legalización.
A las personas religiosas, habría que recordarles eso del libre albedrío. Si otra
persona quiere cometer el “pecado” de abortar, pues entonces que deje que dios
se encargue de castigarla mandándola al infierno. Igual, por algo dios “deja que
las cosas pasen”, y al final “nadie se escapa de su juicio”, ¿o no?
Con respecto a si una mujer debería de practicarse o no un aborto, yo diría que
depende de sus convicciones personales. No le aconsejaría a nadie hacer algo
que vaya en contra de sus principios, o que le vaya a hacer sentir culpable
después. Sin embargo, si eso es lo que quiere, y está muy segura de su decisión,
¿porqué no? Si al final, cada mujer es libre de hacer con su vida y su propio
cuerpo lo que ella desee.

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