Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
Brian Parkinson
Departamento de Psicología, Universidad de Leicester, University Road, Leicester, LE1 7RH, Reino Unido (en la
actualidad, Department of Experimental Psychology, University of Oxford, South Parks Road, Oxford OX1 3UD,
UK, nota del T). (Traducción de Javier Roberti para la Cátedra Psicología General de M. E. Colombo, UB, UBA)
1
En el presente trabajo, se cuestionan ambas conclusiones al proponer que la
psicología social provee la mejor perspectiva para dar cuenta de varios aspectos de la
emoción y que los factores comunicativos están en el centro de los fenómenos
emocionales.
La hipótesis de que las emociones son sociales no niega que los procesos cognitivos y
fisiológicos contribuyan también al fenómeno emocional. Por supuesto que
contribuyen. El tema implica la prioridad conceptual relativa de cada uno de estos
conjuntos de factores que interactúan. Desde nuestra perspectiva, aunque el
funcionamiento emocional siempre incluye procesamiento cognitivo y respuestas
fisiológicas en algún nivel, y siempre tiene algún tipo de impacto en la experiencia
personal, los principios organizativos del síndrome dependen en última instancia de
los aspectos sociales.
Los demás son una de las causas más comunes de la emoción. Por ejemplo, Shaver
Wu y Schawartz (1992) categorizaron 600 descripciones de ira, miedo, felicidad,
2
amor y tristeza y encontraron que más de tres cuartos de las mismas tomaban en
cuenta la relación del sujeto con otras personas como aspecto central de la emoción.
Con relación a esto, Kemper (1978) sostuvo que “una gran cantidad de emociones
humanas son producto de los resultados reales, anticipados, imaginados o recordados de las
relaciones sociales: “fulano dice que no me ama”; “mi jefe dice que hice un buen
trabajo”; “digo que soy honesto pero me pescaron mintiendo…” (p 32, énfasis en el
original). Dada la importancia obvia de los factores interpersonales en la causación
de la emoción, podría resultar sorprendente que la mayor parte de la investigación
psicológica sobre emoción tendió a apoyarse en la manipulación no social en la que a
un solo sujeto pasivo se le presenta material emocional (ejemplo inter alia, Buck,
1979, Laird, 194; Lazarus y Alfert, 1964; Smith y Lazarus, 1993; Valins, 1966; Zajone,
Murphy y Inglehart, 1989). Sin embargo ha habido trabajo teórico y empírico sobre
los modos en los que otras personas pueden influenciar las reacciones emocionales.
En las siguientes secciones, se revisan estos enfoques.
3
Para dar algunos ejemplos simples, probablemente los objetos más importantes para
un sujeto sean precisamente otras personas. Lo que la gente hace y dice es lo que
generalmente más afecta a un sujeto especialmente si este sujeto se encuentra en una
relación estable con estas personas (tanto una relación amigable como antagonista).
Si una persona es abandonada por otra, es cuestionada por otra, es felicitada por
otra, si se le devuelve un favor, por ejemplo, la emoción, en todos estos casos, es una
respuesta obvia. En todos estos casos, incluso si la evaluación es una necesidad
lógica para considerar al episodio como emocional, las causas que establecen la
diferencia real son sociales.
Evidentemente, una gran parte de lo que produce que alguien sienta una emoción
está relacionado con otras personas de alguna manera. De acuerdo con la evaluación,
la importancia emocional de tales objetos y hechos depende de un proceso privado
cognitivo interpretativo por el que se evalúa la importancia con respecto a los
intereses personales. Sin embargo, es también posible que la evaluación misma sea
en parte mediada por las interacciones sociales. Por ejemplo, la evaluación de la
importancia personal podría desarrollarse a lo largo de conversaciones con los otros
durante las cuales las conclusiones se negocian dinámicamente entre quienes
interactúan en lugar de ser formuladas totalmente en sistemas mentales
individuales. La importancia emocional de lo que está sucediendo podría pasar a ser
4
mutuamente aparente sólo como una función de un proceso de razonamiento
interpersonal, conducido en un diálogo coordinado verbal y no verbal. Las
experiencias en las que las emociones dirigidas hacia los demás como el amor o el
odio parecen simplemente nacer en la persona y podrían surgir efectivamente de ese
modo, en el que ninguna de las partes es consciente de los sentimientos que resultan
de las intenciones individuales. Evidentemente, los procesos cognitivos puramente
internos también juegan un papel necesario en dichos procesos interpersonales pero
la explicación amplia de los episodios emocionales relevantes también requeriría que
se tome en cuenta el proceso social en desarrollo.
Por último, las ideas sobre la emoción permean la trama misma de las instituciones y
la sociedad (Foucault, 1977). No solo es cierto que ciertas emociones están
estimuladas o prohibidas con respecto a ciertas personas, sino que también la
organización física del mundo cultural coloca límites concretos en lo que es correcto
o no en el ámbito de las emociones. Un simple ejemplo es el modo en que las
personas con autoridad colocan barreras sociales y estructurales frente al contacto no
controlado con sus subordinados. Las emociones sólo pueden comunicarse
directamente a quien está presente y, de ese modo, la posición física de de los
funcionarios controla los intercambios afectivos de un modo bastante tangible.
Con relación a esto, Hatfield, Capiopp y Rapson (1992) sugirieron un modo en el que
la emoción podría comunicarse sin interpretación específica de señales transmitidas.
9
Los investigadores argumentaron que en ciertas situaciones sociales, los
comportamientos expresivos son imitados automáticamente (Meltzoff y Moore,
1977), y las respuestas copiadas podrían directamente contribuir a la autopercepción
de la emoción a través de la retroalimentación facial y corporal (Laird y Bresler,
1992). Si este análisis es correcto, habría una tendencia natural para captar el humor
de la persona con la que se interactúa.
12
hacía pasar por otro participante y mostraba angustia, indiferencia o dominio de la
situación en respuesta al contenido de la película. Los participantes hombres
disfrutaron más de la película y mostraron mayor atracción hacia la mujer cuando
ésta mostraba angustia, mientras que las mujeres se sintieron más atraídas hacia sus
compañeros hombres cuando éstos mostraban dominio de la situación al dar
consejos que obviamente estaban dirigidos a la protagonista femenina de la película
acerca de cómo podía defenderse del asesino. Es decir, las respuestas tradicionales
para cada sexo hacia la parte de la película en la que se mostraba a una mujer en
peligro (miedo para las mujeres y dominio de la situación para los hombres)
alentaban un mayor disfrute del film y más atracción interpersonal. Incluso la
adopción del papel adecuado según el sexo por una de las partes en la interacción
tendía a llevar a la actitud emocional correspondiente en la otra parte; por ejemplo
un mayor dominio de la situación por parte del hombre llevaba a una mayor
angustia en la mujer.
El primer punto a tener en cuenta al hacer esta conexión es que las reacciones
emocionales de las personas a nuestro alrededor son difíciles de ignorar y, a
menudo, parecen demandar algún tipo de respuesta interpersonal. Una razón
posible, en base a la teoría de la evaluación, es que las reacciones emocionales
13
implican que el objeto de la emoción es de importancia personal y si algo es
importante para otra persona entonces existe la probabilidad que también sea
importante para uno. Al menos parece sensato tomar en serio los sentimientos de los
demás sobre el valor emocional de una situación. En realidad, una de las maneras en
las que la importancia personal potencial de un objeto o hecho pueda ser juzgado es
tomando en cuenta las reacciones de otras personas sobre el mismo (ver
referenciamiento social, Campos y Stenberg, 1981). Si alguien en una situación
similar a la que un sujeto está atravesando expresa temor, el sujeto siente que podría
haber algo a qué temer (Schachter, 1959). Del mismo modo, si todos alrededor de un
sujeto parecen estar bien por algo, el sujeto entonces sentirá bienestar. De modo
similar, cuando una persona se encuentra con un grupo de gente que está mirando o
señalando algo, es difícil no mirar en la misma dirección.
Sin embargo, no siempre hay coincidencia en las evaluaciones emocionales con los
demás. A veces, la emoción de otra persona exige una reacción precisamente porque
implica una interpretación de algún tema de importancia para las dos partes que no
se puede dejar pasar sin protestar o responder. Por ejemplo, alguien puede enojarse
por el enojo de otra persona, o por la depresión, el miedo, la vergüenza, la felicidad,
el amor o el odio en otra persona. Más aún, es posible responder al amor con odio o
incluso al odio con amor. En todos estos casos, la expresión por parte de otra
persona de una emoción particular promueve que se evalúe un objeto importante en
el ambiente social compartido que uno siente la obligación de disputar.
14
La expresión de la emoción por parte de una persona con quien uno está en contacto
podría darle importancia al objeto, incluso si antes no la tenía.
15
Biglan y col (Biglan, Hops, Sherman, Friedman, Arthur y Osteen, 1985)
suministraron pruebas en relación con la funcionalidad interpersonal de las
muestras emocionales en contextos cotidianos. Los investigadores compararon las
interacciones de parejas para resolver problemas y compararon parejas en la que la
esposa sufría de depresión con otras en la esposa no sufría de depresión. Como se
esperaba, las esposas con depresión hicieron más demandas que aquellas que no
tenían depresión. El nivel de conducta agresiva de los maridos y las esposas estuvo
altamente correlacionado, lo cual es consistente con la idea de que en las discusiones
el enojo de una parte lleva a más enojo de la otra parte. En las parejas que tenían
problemas, la probabilidad de conducta agresiva por parte del hombre disminuía
luego de la conducta depresiva de su esposa, lo que apoya la idea que las demandas
depresivas sirven para reducir la agresión en la interacción. Asimismo, las
comunicaciones depresivas por parte de las mujeres tendían a reducirse después de
los comentarios agresivos de sus maridos, lo que sugiere que la agresión podría estar
motivada por un intento de reducir las demandas.
Chapman (1983) mostró pruebas de una serie de estudios que sugerían que la risa de
los niños en respuesta a material humorístico se ajustaba a las necesidades de
quienes estaban presentes. En general, los niños que veían solos dibujos animados se
reían menos que los que los que estaban mirando en grupos de cuatro o más. Sin
embargo, dichos efectos también dependen del comportamiento de otros niños y de
las relaciones existentes entre ellos. Por ejemplo, los niños mostraban que se
divertían más cundo estaban con un amigo que cuando estaban con un desconocido.
Del mismo modo, la risa era más notoria cuando un cómplice entrenado del
investigador se reía más o miraba al niño por más tiempo durante la presentación de
material humorístico (Chapman y Wright, 1976).
18
Buck, Losow, Murphy y Costanzo (1992) encontraron que la presencia de otros
puede facilitar o inhibir el efecto de una expresión emocional dependiendo del tipo
de estímulo emocional y de la naturaleza de la relación entre las personas expuestas
al estímulo. La presencia de un desconocido generalmente reducía la legibilidad de
las expresiones emocionales en respuesta a una serie de diapositivas mientras que la
presencia de un amigo incrementaba la legibilidad de las expresiones en respuesta a
diapositivas sexuales, pero disminuían la exactitud de juicio de agrado demostrado a
partir de diapositivas desagradables e inusuales. Desafortunadamente, lo que
implican los resultados es cuestionado ya que los investigadores no pudieron
informar sobre los efectos de la presencia de desconocidos y de amigos en emociones
auto informadas, centrándose solamente en la exactitud relativa de los juicios
expresivos. Una posible interpretación es que la naturaleza de la situación emocional
era determinada, al menos en parte, por la interacción entre quienes veían las
diapositivas, los amigos brindaban seguridad y distracción cuando se presentaba
material desagradable pero también alentaba el disfrute del material agradable. Los
desconocidos, por otro lado, eran un estímulo que competía con el de las
diapositivas y esto reducía los niveles generales de reacción. En términos generales,
es importante recordar que las personas no solamente son público pasivo para la
emoción sino que además comunican y esto, a su vez, puede producir respuestas
emocionales.
Fridlung (1991) mostró que no es necesario que los demás estén físicamente
presentes para que sirvan como público implícito para las manifestaciones
expresivas. Simplemente al imaginar a alguien como receptor potencial del mensaje
evaluativo aumenta la intensidad de la reacción facial. En el estudio, los
participantes veían una película en privado, pero bajo tres diferentes condiciones
sociales implícitas. Las reacciones faciales fueron más débiles cuando los
participantes estaban realmente solos, las reacciones fueron fuertes cuando los
participantes llegaban acompañados por un conocido y se les decía que esta persona
estaría haciendo otra tarea cerca, y las reacciones fueron más fuertes aún cuando se
19
les dijo que este conocido que los había acompañado estaban mirando la misma
película simultáneamente en otro cuarto.
Lo que se describe en esta sección sugiere que las expresiones faciales dependen más
de funciones comunicativas que expresivas y además que la función expresiva
depende de las condiciones sociales implícitas. Es decir, las manifestaciones privadas
y aparentemente espontaneas de emoción podrían estar dirigidos a un público que la
persona imagina y así podrían darse en el desarrollo del sujeto en un segundo lugar
con respecto al fenómeno principal del proceso comunicativo.
Averill (1982) afirmó que las emociones constituyen roles sociales transitorios
suministrados por la cultura para lidiar con situaciones en las que las normas para la
acción se encuentran en conflicto. Por ejemplo, en la sociedad occidental, las normas
convencionales sobre asertividad pueden contradecir los principios aceptados de no
agresión: por un lado, se supone que las personas piden justicia al demandar un
resarcimiento por un delito; y por otro lado, se alienta a las personas a que no hagan
daño a los otros. Estas dos prescripciones culturales son dispares en situaciones en
las que una persona insulta a la otra. Se puede pensar que quien no responde al
insulto es débil, o se puede pensar que si alguien responde es agresivo. Para Averill,
la solución para este conflicto cultural está dada por la existencia del papel a corto
plazo que posee la ira. La ira es interpretada por convención como una respuesta
involuntaria y parcialmente incontrolable, lo que habilita a la persona enojada a
desligarse de la responsabilidad de lo que haga en ese momento.
A primera vista, el análisis de Averill parece poder aplicarse en los casos de emoción
negativa, pero la descripción que el autor hace del amor (que generalmente se
considera como positivo) corrige dicha impresión. Averill (1985) sostiene que el
amor surge como una función del respeto y la negligencia simultáneos por parte de
20
la sociedad hacia el individuo. Parte del significado del amor es una idealización del
ser amado y recíprocamente de uno mismo, proporcionando un medio de preservar
la autoestima (según lo exige la sociedad) dentro de un sistema que típicamente
dedica poco tiempo o dinero para las necesidades individuales. Averill también da
cuenta de la esperanza (Averill, Catlin y Chon, 1990), la pena (Averill y Nunley,
1988) y del miedo (Averill, 1987) como roles culturalmente constituidos.
Por supuesto, no todas las emociones tienen lugar en respuesta a los conflictos de
normas que son exclusivamente originadas en la cultura. Aunque las expectativas de
las personas sobre la conducta adecuada dependen hasta cierto punto de las
presuposiciones sociales e institucionales, también se negocian y renegocian los
derechos y las obligaciones en las relaciones cotidianas y pueden aparecer dilemas
de un modo similar a partir de estas reglas y estos papeles más locales.
Para sintetizar, aunque haya ocasiones en las que los roles emocionales que provee la
cultura son actuados deliberadamente, éstos no agotan la amplia gama de
posibilidades emocionales. Las emociones muchas veces surgen de intereses
interaccionales más locales y son formadas a partir de negociaciones mutuas como
así también de intenciones originadas individualmente. De este modo, la emoción
sirve a propósitos comunicativos amplios más que a funciones culturales reducidas.
22
Constitución social de la emoción
En las secciones previas se intentó mostrar que los fenómenos emocionales están
rodeados de variables sociales. Las personas, presentes o no, influencian la aparición
de la emoción en un sujeto y su expresión interpersonal; la emoción tiene efectos
interpersonales directos e indirectos; y la expresión de la emoción sirve a funciones
específicas interpersonales y culturales. En la presente sección, se toma el mismo
análisis en un nivel superior para exponer que este conjunto de factores sociales
constituye, en muchos casos, la esencia de los procesos emocionales.
Desde nuestro punto de vista, muchas emociones podrían verse como modos de
comunicación de evaluaciones. Las investigaciones realizadas por Fridlund (1991),
Kraut y Johnston (1979) y Bavelas y colaboradores (1986) que se trataron más arriba
sugieren que las expresiones emocionales tienen la intención de ser actos
comunicativos dirigidos a otra persona en lugar de ser simples reflejos directos de
un estado mental. La interpretación corriente de estos hallazgos es que las personas
experimentan de modo privado la emoción y a menudo la expresan
espontáneamente pero que la mayor parte de la variación en la conducta no verbal
de la vida diaria se explica por su funcionalidad interpersonal (ver Jones y Raag,
1989). Desarrollando este punto, puede decirse que las emociones en sí mismas son
síndromes de acción y disponibilidad para la acción que a menudo son dirigidos
intrínsecamente hacia un público determinado. Creemos que no existe una parte
interna y misteriosa en la emoción que permanece aislada de sus modos de
expresión (Wittgenstein, 1953); en lugar de ello, experimentar una emoción implica
la presentación de la valoración de algo a un público particular (incluso si dicho
público está internalizado y es imaginario). Las emociones realizan una demanda
acerca de los significados personales de un tema de interés mutuo potencial en el
contexto de una relación en desarrollo. Las personas experimentan una emoción
23
para notificar a un público que deben prestar atención a un tema de nuestro interés y
comportarse de acuerdo con la posición evaluativa transmitida con respecto a dicho
tema.
Por ejemplo, Smith y Lazarus (1993) afirman que la ira se define por el tema
relacional central de la culpa de otro que es evaluada utilizando los siguientes
enunciados relacionados con uno mismo: “Me engañaron”, “Alguien tiene la culpa
de la mala situación en la que estoy”, etc. En nuestra opinión el contenido de la ira
está mejor expresado por las acusaciones en segunda persona: “Vos me engañaste”,
“vos sos el culpable de la mala situación en la que me encuentro”, dirigidas a
aquellas personas que son el blanco de la ira. En verdad, estas son algunas de las
expresiones que alguien podría decir (con el tono de voz y la postura corporal
correspondientes) cuando esa persona se enoja y se enfrenta con quien está enojado.
Por supuesto, esta persona no necesita estar presente físicamente pero para poder
representar el papel de una de las partes en un diálogo imaginario interno la
persona debe tener la experiencia de haber estado enojado con alguien que sí estaba
presente. De cualquier modo, el propósito de la emoción es en primer lugar hacer
24
que el culpable asuma que violó los derechos de quien está enojado y que ofrezca
algún tipo de reparación en circunstancias en las que sirve apelar a la razón.
Por supuesto que no es nuestra intención decir que las emociones se adoptan para
intencionalmente expresar evaluaciones en todos los casos. En lugar de ello, cuando
la ira expresada por la emoción es intensa y muy importante para la identidad social
25
de la persona (Turner, Hogg, Oakes, Reicher y Wetherell, 1987), la reacción tenderá a
ser experimentada como completamente forzada por la situación (Sarbin, 1986). No
es la intensidad de un sentimiento interno lo que parece sobrepasar a la persona en
circunstancias como esta sino el hecho de que algo tan importante para la persona la
involucre. Incluso en estos casos de pasión no premeditada, el objetivo de la emoción
es comunicar la evolución para un público determinado.
El público internalizado
27
A pesar de estos argumentos en contra de la esencia privada de la emoción, se debe
admitir que ciertas reacciones que contribuyen a la expresión y a la experiencia
emocional son automáticas y generalmente no responden a las variables sociales ya
que tienen lugar de un modo demostrativo incluso si la persona está sola sin ningún
tipo de público potencial. Por ejemplo, los hechos repentinos y sorprendentes a
menudo causan automáticamente que la persona se sobresalte. Sin embargo, el
reflejo de sobresalto, aunque aparezca claramente en el rostro, no es en sí mismo una
emoción (Ekman, Friesen y Simons, 1985) y, así, estos fenómenos no deberían llevar
a pensar que las condiciones tales como la ira, la vergüenza, el amor o el odio a veces
aparecen espontáneamente sin conciencia social.
Desde los enfoques individuales de la emoción a menudo se asume que los patrones
de respuesta relevantes están predeterminados en los sistemas neuronales ya al
nacer (Izard, 1977). Sin embargo, las pruebas evolutivas demuestran que los modos
de ajuste social en lugar de ser emociones instintivas como tales forman lo que se
hereda de las expresiones emocionales tempranas y que brindan mayor apoyo para
un modelo comunicativo. Por ejemplo, los niños prefieren los rostros humanos a
otros tipos de estímulos (Fantz, 1965). De modo similar, parece existir una tendencia
pre programada en los recién nacidos a imitar las expresiones faciales de aquellos
con quienes interactúan (Meltzoff y Moore, 1977). Las expresiones vocales también
parecen producir respuestas constantes a una edad temprana (DeCasper y Fifer,
1980; Simner, 1971). Además, los bebés son capaces de detectar directamente si su
conducta expresiva se encuentra coordinada en todo momento con el adulto
(Murray y Trevarthen, 1985). Finalmente, existirían ciertos patrones de interacción
física entre el niño y el adulto que son lo suficientemente frecuente como para pensar
que podrían estar preparados biológicamente. Por ejemplo, cuando un bebé se aleja
del adulto puede ser que represente una versión temprana de una reacción de miedo
28
primitiva, si el bebé empuja hacia el lado contrario podría ser la base de la ira, y el
contacto interpersonal cercano en un diálogo interactivo podría ser la base para el
amor (de Rivera, 1984). De este modo, una gran parte de las variadas respuestas
emocionales adultas podrían derivar directa o indirectamente de la comunicación
interpersonal en las etapas tempranas de la vida.
29
Conclusión
El tema central del presente trabajo ha sido que la emoción no constituye solamente
un significado privado que indirectamente surge en el mundo social sino que es algo
que emerge directamente a través del medio de interacción. Los factores
interpersonales son típicamente las causas principales de la emoción, y las
emociones llevan a las personas a implicarse en ciertos tipos de encuentro social o a
alejarse de tales contactos interpersonales. La mayoría de las emociones poseen
significado relacional en lugar de personal (de Rivera, 1984) y la expresión de dichos
significados en una interacción emocional tiene funciones interpersonales específicas
dependiendo de la naturaleza de la emoción. En resumen, la emoción es
completamente social. Su base fundamental en muchos casos es una forma de
comunicación.
Bibliografía
30
31
32
33