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Capítulo I.

EL DERECHO CONCURSAL.

1.- Concepto.

Ignacioncalderon me.com

El Derecho concursal ha sido entendido como el conjunto


de normas procesales y sustantivas, que cumple los siguientes
objetivos:

i) Lograr el restablecimiento del equilibrio económico en


la situación financiera de una persona (natural o jurídica,)
que ha caído en insolvencia. La ley concursal aporta las
soluciones necesarias para reorganizar el patrimonio de una
persona, con el objeto de restablecerlo o en su defecto,
liquidarlo;

ii) Impedir que el deudor insolvente pueda seguir


contratando y contrayendo obligaciones. En ese sentido, el
procedimiento concursal tiene un rol sui generis, dado que
intenta regular los conflictos que aparecen al existir varios
acreedores, con diversas pretensiones, que intentarán
individualmente satisfacer sus propias acreencias contra los
activos de aquel deudor, sin importar los derechos del resto.

La insolvencia constituye el hecho que motiva el inicio


del procedimiento concursal, y se define como el hecho jurídico
debido al cual el deudor no se encuentra en condiciones de
pagar todas sus deudas, de forma que su pasivo supera el activo
que pudiere tener, derivando así en un incumplimiento colectivo
de sus obligaciones.

La nueva Ley de Insolencia y Reemprendimiento establece


en su artículo 1° que, el régimen general de procedimientos
concursales se encuentra destinado a reorganizar y/o liquidar
los pasivos o activos de una Empresa Deudora, y a repactar los
pasivos y/o liquidar los activos de una Persona Deudora,
entendiendo como tal a una persona jurídica y natural que se
encuentre en una situación de insolvencia.

Así, el Derecho concursal se compone de un conjunto de


normas adjetivas y sustantivas, sobre las cuales se
materializan tres supuestos esenciales, que comprenden:
i) Pluralidad de acreedores, debido a que el estado
patrimonial que la provoca afecta a todos los
acreedores;
ii) Cesación de pago o incumplimiento del deudor (como
hecho antijurídico);
iii) Patrimonio insuficiente para satisfacer el pago de
las deudas de forma conjunta.

De esta manera, nuestro ordenamiento jurídico, en el Libro


IV del Código de Comercio -hoy derogado y regido por la Ley
N.º 20.720- reguló un conjunto de procedimientos de carácter
colectivo, estableciendo derechos adjetivos y sustantivos, que
permiten a los acreedores perseguir al deudor insolvente, con
el fin de impedir que, por medio de ejecuciones individuales,
únicamente aquellos demandantes más audaces o astutos logren
obtener los bienes más valiosos del deudor para satisfacer sus
propios créditos, o que frente a una cesión de pagos, pueda el
deudor conceder beneficios a sus acreedores más cercanos
desconociendo las normas sobre prelación de crédito, o bien,
aquellos que posean títulos conforme a lo que establecen las
reglas del juicio ejecutivo, y que pudieran darle una
preferencia igual o mejor sobre los demás.

Las situaciones descritas anteriormente pueden poner en


riesgo el derecho de los demás acreedores para cobrar al deudor
sus respectivos créditos, viendo afectada la posibilidad de
perseguir su ejecución, dado que las normas de insolvencia se
hacen exigibles desde el momento en que la situación del deudor
es compleja y afecta a gran parte de los acreedores.

Es por esta razón que, el Derecho concursal consagra la


protección del principio de prenda general, establecida en el
artículo 2465 del Código Civil, así como en el 1496 del mismo
cuerpo legal. Este contempla el pago anticipado de una
obligación, cuando el deudor tenga la calidad de parte en un
Procedimiento Concursal de Liquidación, o se encuentre en
notoria insolvencia y no tengan la calidad de deudor en un
Procedimiento Concursal de Reorganización.

Por las circunstancias propias del ámbito de su


regulación, es que el Derecho concursal comprende un conjunto
de normas jurídico-económicas, cuya finalidad consiste en
permitir a los acreedores perseguir y obtener conjuntamente el
pago de sus créditos adeudados, cuando se cumplan los supuestos
necesarios que establece la ley. En términos generales se
requiere la presencia de un deudor insolvente, acreedores y un
patrimonio destinado a satisfacer las obligaciones exigidas en
dicho procedimiento colectivo.

Este procedimiento es denominado concurso, que deviene


del latín concursus, y corresponde, en su primera acepción, a
la concurrencia de acreedores al pago anticipado o a la
exigencia del cumplimiento de una obligación determinada, según
los requisitos generales de nuestro derecho procesal mercantil.

En consecuencia, el Derecho concursal, es una rama del


derecho privado comercial, caracterizada por su complejidad de
sus disposiciones, y que para los efectos de su estudio,
distinguiremos una perspectiva desde el punto de vista del
derecho sustantivo y otra, desde el punto de vista formal o
adjetiva.

Desde el derecho sustantivo se ha señalado que el Derecho


concursal corresponde a una “situación jurídica en la que se
plantea el concurso o concurrencia, entre la persona y bienes
del deudor, en sus relaciones con los acreedores y con el
Estado mismo” quien exigirá al deudor las respectivas
responsabilidades penales tipificadas en el Título IX del
Código Penal, párrafo VII “De los delitos concursales y de las
defraudaciones”.

Desde el punto de vista formal el concurso comprende un


conjunto de procedimientos que deben seguirse desde el momento
de la interposición o requerimiento del procedimiento
concursal, caracterizándose por tratarse de normas propias del
Derecho procesal.

2.- Evolución histórica del Derecho concursal.

2.1.- Introducción.

La importancia del estudio de la evolución histórica del


Derecho concursal, consiste en que por medio de éste,
alcanzaremos un mayor entendimiento de las instituciones que
rigen hoy la materia.

Su desarrollo se sitúa desde comienzos de los tiempos de


la civilización romana, caracterizado porque las sanciones al
incumplimiento de las obligaciones contractuales eran
aplicables sobre la persona física del deudor, con su muerte o
esclavitud. Desde esta perspectiva, la evolución en esta
materia es constante y permanente en el tiempo, observando que,
con el paso de las épocas esta rama del Derecho adquiere cada
vez mayores consecuencias de orden patrimonial,
institucionalizando la reglamentación del concurso, asumiendo
el Estado un rol más significativo, con el objetivo de proteger
y darle seguridad al acreedor en sus relaciones comerciales.

De esta manera se describirán períodos, esbozando


antecedentes importantes que a nuestro juicio consideramos
relevantes para efectos del estudio.

Comenzaremos por la legislación romana y sus inicios de


esta institución, siguiendo la época medieval, moderna y la
evolución histórica del Derecho concursal en nuestro país.

2.2.- Legislación romana.

Desde la época de la antigua Roma el Derecho concursal


concentra sus bases institucionales. El sistema crediticio se
regulaba a través de medios coercitivos que se aplicaban sobre
la persona física del deudor, a lo que se conoce como Manus
Injectio y la Pignoris Capio, en que se autorizaba al acreedor
a dar muerte a su deudor inclusive.

Este procedimiento contemplaba que el deudor disponía de


60 días antes que fuese dictada su sentencia de muerte, exilio
o esclavitud, para que, a través de una persona llamada vindex,
lograre solucionar su problema de insolvencia.

Posterior a las Manus Injectio, se establece la Pignoris


Capio, cuya finalidad consistió en conceder al acreedor el
derecho para aprehender materialmente bienes del deudor, con
la finalidad de retener o destruir, como medida para obligarlo
al pago de sus obligaciones. Esta facultad no autorizaba al
acreedor para efectos de vender los bienes a fin de satisfacer
del crédito, sino más bien, como medida de presión para lograr
el cumplimiento de las obligaciones.

En consecuencia, podemos observar que los indicios del


Derecho concursal parten de la base de repeler el
incumplimiento, a través de sanciones de carácter personal,
las que, con el pasar de los tiempos, logran ir avanzando y
evolucionando los criterios de responsabilidad patrimonial que
rigen hasta el día de hoy.
En sus inicios, el acreedor ejercía el derecho para
perseguir el cobro de su crédito, y dicha acreencia le
facultaba para expulsar al deudor de la ciudad, o bien
reducirlo a esclavo. Es por tal motivo que, en el Derecho
romano antiguo, la vulneración o incumplimiento del contrato
tenía como consecuencia a un equivalente a la infracción de la
ley penal.

De esta forma el deudor era considerado como delincuente,


en que, mediante un procedimiento a petición del acreedor
prestamista, el juez podía detenerlo, y en el caso de no pagar
lo podía adjudicar a favor del acreedor, convirtiéndolo en un
esclavo, o incluso de manera más severa, permitiendo la
posibilidad de matarlo. Esta inflexibilidad del Derecho romano
fue evolucionando con el transcurso del tiempo, ya en el año
300 a. C., se promulga la Lex Poetelia Papiria, donde la
severidad de la ejecución personal fue disminuyendo, de tal
forma que, en una estado de insolvencia del deudor, este
quedaba obligado a reparar al acreedor de los perjuicios
económicos provocados y a enmendarlos con su trabajo, sin tener
que permanecer encarcelado o encadenado. También, se consagra
por primera vez la figura de la cesión de bienes, que consistió
principalmente en otorgar un permiso al deudor para ofrecer a
sus acreedores todos los bienes que poseyese, a efectos de
poder mantener su libertad.

Posteriormente se desarrolla el Derecho de los Pretores,


caracterizado por consagrar un sistema de ejecución forzada,
llamado Missio In Possessionem o Missio in bona, y que
corresponden a ciertos procedimientos similares a lo que hoy
conocemos como embargo. Por medio de éste los acreedores pedían
al Pretor la autorización para tomar posesión común sobre la
totalidad de los bienes del insolvente, que se hacía a través
de un representante elegido por los acreedores, llamado Curator
Bonorum, encargado de administrar los bienes del deudor.

Dentro de sus funciones conservativas, estaba también la


de adjudicar mediante una almoneda, llamada bonorum venditio o
bien venta en globo, por medio de la cual se vendían como un
todo los bienes a un tercero, lo que se denominó la bonorum
emptor, y consistió en un mecanismo por el cual permitía
transmitir el patrimonio del deudor a la comunidad de
acreedores formada, los que en uso de sus facultades, podían
enajenarlo en bloque a otra persona -o a título universal-,
quien subrogándose en los derechos y obligaciones del deudor,
se pagaba de forma proporcional cuando no hubiera bienes
suficientes para satisfacer íntegramente la deuda.
Al pasar de los años la figura cambió y se originó la
bonorum distractio, que corresponde a la venta en lote o bien,
se comienza a realizar la venta al detalle o separada de los
bienes del deudor, con el fin de adjudicar en orden y en partes,
el patrimonio subastado.

Es en esta etapa en que surge de manera más


institucionalizada la idea de quiebra y de un procedimiento
establecido como tal, dado que la bonorum venditio era
aplicable tanto el deudor solvente como también el insolvente.
Por otra parte, en este período surge por primera vez la idea
de los pretores, persona ajena a los acreedores, cuya función
principal cosistía en velar y encaminar las adjudicaciones,
surgiendo la idea del Magister, que constituye el primer
antecedente de lo que llamamos en su oportunidad Síndico, y en
la actualidad Liquidador o Veedor.

Más adelante, los Pretores, promulgaron la Lex Julia¸ con


la que se terminan las penas corporales, vejaciones y deshonras
a los deudores, aplicables por incumplimiento de sus
obligaciones, imponiendo esta vez, las reglas de cesión de
bienes como obligatoria para los acreedores.

Por último, bajo la llegada del cristianismo, este tipo


de reglas se fortalecieron aún más, perfeccionándose por el
Emperador Constantino y posteriormente incorporadas al Corpus
Juris Civilis, de Justiniano, por la cual se estableció como
obligatoria para los acreedores la aceptación de la cesión de
bienes, bajo pena de concesión de una quita de cinco años en
su favor.

2.3.- Edad Media.

En la etapa anterior, los procedimientos romanos de


ejecución eran evidentemente de carácter privado y dirigidos
por los propios acreedores. Bajo la Edad Media, el Derecho
concursal comienza a tomar forma, estableciéndose como tal y
con características propias e institucionales. Se inicia por
influencia de la concepción publicista, mediante la ejecución
colectiva de los bienes del deudor insolvente.

Este cambio se debe principalmente al auge comercial que


es posible vislumbrar, tanto en las repúblicas, como ciudades
italianas. Es así, que las normas consuetudinarias de las
Corporaciones de mercaderes dan origen al nacimiento al Derecho
mercantil y concursal respectivamente, sistematizándose el
Derecho comercial como se conoce en la actualidad. De esta
forma la doctrina mercantil nos entrega en el Siglo XVII la
noción publicista del concurso, destacándose por lo demás el
Derecho español, con Las Partidas.

De esta manera, se estableció la declaratoria de quiebra


para los comerciantes, lo mismo que el desasimiento de los
bienes. Se permitió a su vez el concordato o convenio
obligatorio para los acreedores de minoría.

Importante destacar en esta etapa, la intervención del


Estado en este tipo de procesos, creando funcionarios
especializados para ello, y dictando normas para regular y
establecer mecanismos para la graduación de los créditos.

Se establecieron a su vez, medidas de protección de los


acreedores como el secuestro general de todo el patrimonio del
deudor declarado en quiebra. En consecuencia, el carácter
público se vio manifestado por la intervención más elocuente
de los tribunales en la administración de los bienes del
deudor, y en la ejecución de estos mismos.

En el Derecho italiano, el tribunal, desde un punto de


vista procesal, resolvía contra el deudor, a petición de este
último o bien de los acreedores; también privaba al deudor de
la administración de sus bienes. Es así, que, en la práctica,
se reunían los acreedores, quienes nombraban uno o más
curadores; el juez era encargado de presidir la liquidación,
fiscalizaba la contabilidad y exigía a los acreedores la
presentación de los títulos respectivos.

Desde un punto de vista del derecho sustantivo, el


supuesto de la quiebra en sus comienzos consistía en la
insolvencia del deudor, donde los hechos por la cual se podía
pedir la quiebra eran la cesación de pagos y la fuga del deudor.
Más tarde, las referidas normas evolucionaron y fueron
aplicables a aquellos deudores cuya situación patrimonial
afrontaba una crisis económica, sin siquiera establecer la fuga
o que se sospecharé de que esta, fuse inminente.

De esta forma, es posible vislumbrar un antecedente


importante del origen de la quiebra, en aras del interés común
y de la fe pública comprometida, del cual tiene sus normas
destinadas a garantizar y proteger el interés de los acreedores
en particular.
Es posible señalar que en las ciudades italianas de la
Edad Media hubo, respecto al deudor, dos procedimientos para
apremiar su responsabilidad: uno de carácter civil y el otro
penal. El procedimiento de carácter civil tuvo como finalidad
obtener el pago de aquellas obligaciones impagas; y el penal,
tenía como fin único, sancionar al deudor por el engaño o
defraudación cometida. De esta forma, es que nace el concepto
de fallido, que en latín se entiende por falere, y que en
castellano corresponde a engañar, por lo que a este fallido se
le quebraba su banca en la plaza, surgiendo el término de
“bancarrota”.

2.4.- Época Moderna.

Al término de la Edad Media, se da nacimiento a la Época


Moderna, en la que se comienzan a fortalecer y aparecer las
grandes ciudades, al mismo tiempo que los feudos pierden valor
por la presencia de los burgueses -principalmente artesanos-,
que comienzan a darle vida a las urbes de Europa.

En este período comienza la codificación de los textos


civiles, dando rigen al Derecho estatutario, el que se su vez
constituye la primera codificación del Derecho concursal, y
comienza a extenderse en gran parte de los países de Europa,
como Francia, España, Alemania, Holanda etc..

El primer Estatuto regulador en Francia es el Reglamento


de Lyon, del año 1667, posteriormente le siguió Las Ordenanzas
Francesas de 1673, texto en que por primera vez se incorpora
la quiebra como institución del Derecho concursal. Finalmente,
en el año 1807, con la llegada de Napoleón Bonaparte, comienza
a regir el Código de Comercio Napoleónico, donde se establecen
ciertas materias a regular del Derecho concursal como:

i) El deber del deudor para denunciar su insolvencia


dentro de los 3 días, contados desde su cesación de
pagos;
ii) El deudor que fuese declarado en quiebra quedaba
detenido;
iii) Facultaba a los acreedores para que, de consuno,
pudieran elegir al acreedor;
iv) Se aplica el concordato, como figura de
rehabilitación del quebrado o fallido.
La codificación realizada en el período de Napoleón, hace
la quiebra aplicable solamente al fallido comerciante.

3.- Evolución histórica del Derecho concursal en Chile.

3.1.- Introducción.

El Mensaje del Ejecutivo, que nos introduce al Código de


Comercio de 1867, narra la historia o resumen de la evolución
histórica del Derecho comercial en Chile. Dentro de ella
destaca la creación de este Código, que vino a llenar un vació
sensible, dejado por el Código de Bello, así supone, un gran
avance para el Derecho mercantil en Chile.

Con gran influencia del Código de Napoleón, el Código de


Comercio fue redactado por don José Gabriel Ocampo, y
promulgado el año 1867. De su mensaje se desprende que en la
época que media entre la conquista y la creación del consulado
de la capital, la legislación mercantil era de carácter
dispersa, existiendo únicamente normas de administración y
policía mercantil y sus estatutos se encontraban en numerosos
textos legales como la Recopilación de Indias, Recopilación
Castellana, Partidas y demás cuerpos legales, donde las leyes
mercantiles eran confundidas con las leyes civiles.

En materia concursal, antes de la creación de este Código


regía, para la República de Chile, las Ordenanzas de Bilbao,
de 8 de febrero de 1837, las que continuaron siendo aplicadas
hasta la entrada en vigencia del Código de Comercio. Esta
magnífica obra dio inicio a la historia del período concursal
en nuestro país, y que ha ido evolucionando sustancialmente
hasta el día de hoy.

El mensaje del ejecutivo se permitió aportar una enseñanza


que sobresale en su contenido, indicando que ninguna obra nace
perfecta, si ha sido hecho por el hombre. Lo anterior comprende
dos perspectivas, por un lado, advierte de no considerar la
ley como un acierto y ejemplo de virtud; por otro una inquietud
por mejorarla con miras de adecuar el contenido y alcance de
sus disposiciones, al desenvolvimiento de la vida social.
Durante estos 150 años de historia hemos vivido grandes
reformas a esta materia, que devienen principalmente en las
necesidades y circunstancias que nos enfrentamos día a día.
En cuanto a la evolución del procedimiento concursal, en
Chile se divide en cuatro períodos:

1.- Entrada en vigencia del Código de Comercio del año


1867, y en la cual se incorpora el Libro IV, sobre la regulación
de la quiebra;

2.- Dictación de la Ley N.º 4.558 de 1939, que derogó el


Libro IV del Código de Comercio;

3.- Entrada en Vigencia de la Ley N.º 18.175, de 28 de


octubre de 1982, que rigió el juicio de quiebras hasta el año
2014; y

4.- Promulgación de Ley N.º 20.720, que sustituyó el


Régimen Concursal anterior, estableciéndose la ley de
Reorganización y Liquidación de Empresas y Personas.

3.2.- Primer Período: El Código de Comercio.

Se inicia con la entrada en vigor del Código de Comercio


en el año 1867. Este se gesta principalmente por la estabilidad
económica y política que atravesaba el país. Por lo que, ya
superada la etapa de independencia, la estabilidad en la región
permite al país experimentar un significativo crecimiento
económico. Esto provoca la necesidad de organizar su estructura
jurídica, de acuerdo a su realidad, por lo que a medida que
aumentaba el comercio, la dispersión de normas mercantiles,
derivadas del derecho español, dificultaba aún más el
entendimiento de las empresas en estas materias.

Producto de los problemas señalados es que se confía el


estudio de un Código de Comercio a don José Gabriel Ocampo y
Herrera, quien inspirado en el Código de Comercio Francés de
1808 y el Mercantil Español de 1829, presenta una codificación
mercantil, más uniforme y dinámica, acorde a la actividad
económica del país, en sintonía con el Derecho concursal
europeo, reservando solo esta institución para comerciantes.

Dentro de la incorporación de los procedimientos


concursales, se definió la quiebra como el “estado del
comerciante que cesa en el pago de sus obligaciones
mercantiles”, por lo que, en principio, la quiebra se consideró
como un hecho que consistía en el cese o incumplimiento de una
obligación por parte de un deudor comerciante, sirviendo como
antecedente para la declaración judicial de la quiebra. Por
tal motivo, es que, para la declaratoria de quiebra, el
acreedor solo invocaba una causal genérica consistente en la
cesación de pagos.

La sentencia debía nombrar a uno o más síndicos


provisionales para que asumieran la administración de los
bienes del fallido. Destaca dentro de este período, como último
punto, la ausencia del convenio preventivo que tenía como fin,
evitar la quiebra.

3.3.- Segundo período: Ley N.º 4.558.

Con la dictación de esta Ley en el año 1931, que derogó


el Libro IV del Código de Comercio, se contemplaron nuevos
cambios a la legislación concursal, motivados principalmente
por la crisis financiera iniciada el año 1929, en que Chile
fue golpeado con la caída del precio del salitre, mineral que
por muchos años le dio prosperidad al país.

La reforma contemplo nuevos cambios en materia concursal,


apartándose de los principios tradicionales del Derecho de
quiebra francés, pretendiendo un acercamiento al derecho
anglosajón en esta materia. Así, la quiebra se hizo extensiva
a toda clase de deudores, fueran comerciantes o no, pero
considerando de mayor gravedad la cesación de pagos de
obligaciones mercantiles de un deudor comerciante,
contemplando regímenes más estrictos para estos.

Esta nueva ley contempló:

1.- Que para declarar la quiebra de un comerciante,


bastaba con incumplir una obligación mercantil;

2.- Se impuso la obligación al deudor comerciante de


solicitar su propia quiebra cuando se encontrase en estado de
cesación de pagos, bajo la pena de encontrarse en un delito
penal de insolvencia punible;

3.- Se debía instruir un procedimiento criminal de oficio


para establecer el grado de culpabilidad de la quiebra, si esta
era fortuita, culpable o bien fraudulenta.

Otro aspecto a destacar de este período fue el reemplazo


de los síndicos privados -establecidos en el Código de Comercio
1867- por un servicio del Estado, creándose la Sindicatura
Nacional de Quiebras, que, siendo un organismo auxiliar de la
administración de Justicia, fue el encargado de administrar y
liquidar los bienes de la masa.

3.4.- Tercer período: Dictación de la Ley N.º 18.175 y sus


modificaciones consagradas en la Ley N.º 20.004.

Debieron pasar más de 50 años para que se dictara una


nueva ley concursal, tras medio siglo de vigencia de la Ley
N.º 4.558, que surgió en plena crisis económica,
caracterizándose por sus procedimientos concursales que
criminalizaban la quiebra, manteniendo un estigma de desgracia,
antes de prevenir o buscar mecanismos que permitieran mantener
la actividad empresarial, examinando soluciones desde un punto
de vista financiero a empresas que entraran en cesación y que
estas, sin perjuicios de la situación comercial, pudieran ser
viables desde un punto de vista contable.

En el año 1980, con la dictación de la Constitución de la


República, se instaura en Chile el Orden Público Económico,
con la finalidad de fomentar el desarrollo y la actividad
empresarial.

Surge la Ley N.º 18.175, que mantuvo el orden de la


anterior, reproduciendo algunas de sus disposiciones. Sus
principales cambios son:

1.- Contempla una clasificación del sujeto pasivo,


existiendo un deudor calificado y deudor no calificado, de lo
que se derivan distintas consecuencias;

2.- Crea la Fiscalía Nacional de Quiebras, dejando de


ejercer funciones la Sindicatura Nacional de Quiebras del año
1931. Este cambio generó una pérdida de control del concurso
que tenía el Estado, por lo que se encomienda la labor a
Síndicos Privados, dejando de ser estos funcionarios públicos
pertenecientes al servicio de la sindicatura;

3.- Se reglamentan las juntas de acreedores, dotándolas


de gran poder decisorio en materias importantes para la
continuación del proceso concursal y la liquidación de los
activos.

Con fecha 8 de marzo de 2005 se promulga la Ley N.º 20.004,


que introdujo modificaciones a la Ley de Quiebras, en la que
reemplazan a la Fiscalía Nacional de Quiebras, por la
Superintendencia de Quiebras, dotándola de nuevas facultades y
mejorando la reglamentación de los síndicos privados.

De esta forma se fortalece y se aporta mayor transparencia


al sistema de administración privada de las quiebras, con el
objetivo de evitar abusos injustificados e intentar una mayor
eficiencia en la tramitación de los procesos concursales.

Además, se faculta a la Superintendencia para interpretar


administrativamente las normas del Derecho de quiebras
mejorando su labor fiscalizadora; se establecen inhabilidades
e incompatibilidades para ser síndico y se reglamentaron a su
vez, las incompatibilidades. Se regularon los honorarios de
estos mismos y se mejoraron los recursos procesales para
efectos de impedir, impugnar o enmendar aquellas situaciones
gravosas tanto para el deudor como acreedor.

3.5.- Cuarto Período: Ley N.°20.720.

Se inicia con la entrada en vigor de la Ley N.º 20.720,


de octubre del año 2014, que sustituye el Régimen Concursal,
por una Ley de Reorganización y Liquidación de Empresas y
Personas Jurídicas, un cambio desde un punto de vista procesal
y sustantivo ha sido muy característico.

Se abandona la lógica concursal imperante por siglos, que


termina con la idea de ciertos términos semánticos, utilizados
desde la época medieval, como “quiebra”, “fallido” por ejemplo
y que son reemplazados por “procedimientos concursales” y
“deudor” respectivamente.

El cambio conceptual, se desprende del mensaje


presidencial, señalando que esta reforma, se busca promover el
emprendimiento de las empresas, como motor de la economía
nacional, distinguiendo entre la viabilidad de una empresa o
la imposibilidad de aquello.

Dentro de las causas de su reforma, se destacan


importantes argumentos:

A.- Se debía contar con una legislación concursal que


permita al empresario iniciar cuanto antes nuevos negocios,
sin que el proyecto empresarial fallido sea un lastre que
impida levantarse;
B.- Establecer un procedimiento concursal que cuente con
las herramientas adecuadas, y que permitan a los emprendedores
poder desprenderse fácilmente de sus proyectos empresariales
fallidos, pudiendo recuperar todo o parte de sus acreencias,
para así poder iniciar nuevos proyectos;

C.- Fomentar la reorganización efectiva de empresas que


sean consideradas como viables. Esto quiere decir que en los
casos de existir cesación o incumplimiento, pero posibilidades
de continuidad de un proyecto empresarial determinando su
viabilidad, con la ayuda de los acreedores, mediante un
procedimiento lograr un acuerdo de reorganización;

D.- La incorporación de un régimen especial, aplicable a


las personas naturales, con la finalidad de contemplar
propuestas relativas al sobreendeudamiento de éstas,
estableciendo procedimientos de renegociación; y

E.- Por último, por cuestiones de política internacional,


era necesario establecer procedimientos que fueran del mismo
estándar de los países más desarrollados, para así lograr un
mayor fomento económico transfronterizo.

En consecuencia, dentro de los cambios y modificaciones,


esta nueva ley concursal presenta los principales aspectos a
destacar:

A.- Reconocimiento del derecho a defensa temporáneo, cuya


insolvencia se afirma;

B.- Ampliación de convenios a los acreedores preferentes;

C.- La creación de mecanismos de reorganización,


derogándose los conceptos de quiebra y convenios
respectivamente. Se crean nuevos procedimientos concursales, y
se entregan atribuciones especiales a la Superintendencia que
tiende a empoderarse, junto con sus nuevas facultades y
recursos. Se crean a su vez los veedores y liquidadores, que
vienen a reemplazar al síndico e interventores;

D.- Se crea una normativa de renegociación aplicable a


personas naturales;

E.- Se modifican el tratamiento de las conductas penales


asociadas a la quiebra; y
F.- Se incorpora el modelo de regulación UNCITRAL para
las situaciones de insolvencia transfronteriza.
Capítulo II.

ANTECEDENTES DE LA LEY N.º 20.720, DE INSOLVENCIA Y


REEMPRENDIMIENTO.

1.- Iniciativa legislativa en materia concursal. El origen de


la Ley N.º 20.720 en el contexto nacional e internacional.

Como se señaló anteriormente, los primeros antecedentes


de una legislación nacional en materia concursal se remontan
al año 1837 en que se dicta el Decreto Ley sobre Juicio
Ejecutivo, la última Ley corresponde a la N.º 20.080, de 24 de
noviembre de 2005, que incorporó la Ley N.º 18.175 en el Código
de Comercio, específicamente en el Libro IV.

La Ley N.º 18.175, que fija el Texto de la Nueva Ley de


Quiebras, del año 1982, vino a constituir la última gran
reforma al sistema concursal chileno, y en el análisis de dicha
legislación, a los tiempos previos a la dictación de la Ley
N.º 20.720, se señaló que “nuestra justicia concursal adolece
de fuertes contradicciones que encuentran su origen en el añejo
sistema poco ajustado a la realidad del país. Uno de los
problemas más graves que afectan a nuestra justicia concursal
es, precisamente, la excesiva lentitud y falta de
especialización de nuestro sistema”.

En el mismo sentido se indicó que una economía moderna,


competitiva y abierta internacionalmente a los mercados, debe
poseer un sistema concursal eficiente, lo que dista de aquel
regido bajo la vigencia de la anterior legislación.

Para explorar la posibilidad de modernizar el sistema


concursal chileno, La Superintendencia de Quiebras realizó un
acabado análisis de diversos sistemas normativos comparados,
buscando conocer aquellas legislaciones modernas que aportaran
nuevas luces en cuanto al tratamiento de la materia,
considerando regulaciones como la alemana, estadounidense,
española, brasilera y el sistema inglés. Todos estos análisis
se encuentran pormenorizados en los diversos documentos
denominados “Estudios”, emanados de dicha institución.

Sin perjuicio de lo señalado anteriormente, no es posible


desconocer la fuerte influencia de la Ley Modelo UNCITRAL en
materia de insolvencia, más aún en aquello relacionado en el
tratamiento de la insolvencia transfronteriza y los esfuerzos
que se han fijado en el reemprendimiento y la reorganización
empresarial en el contexto internacional.

Es así como surge la Ley N.º 20.720, basada principalmente


en las directrices de la nueva legislación concursal, nacida
al amparo de Comisión de Naciones Unidas para el Derecho
Mercantil Internacional -CNUDMI o UNCITRAL en sus siglas en
inglés-, cuya finalidad se aboca a la unificación progresiva y
armoniosa de las diversas legislaciones concursales de los
países miembros de Naciones Unidas.

2- Objetivos de la Ley N.º 20.720.

La Historia de la Ley N.º 20.720 señala que por la nueva


legislación concursal se pretenden alcanzar diversos objetivos
como “fomentar el emprendimiento como motor de la economía
nacional, y como un aporte a la mayor realización de las
personas”. Así podemos identificar el fomento del
emprendimiento como motor de la economía nacional.

Acto seguido señala que “… debe hacerse cargo de las


empresas que en algún momento dejan de ser viables, permitiendo
que el emprendedor pueda rápidamente iniciar nuevos negocios,
sin que el proyecto fallido signifique un lastre que le impida
volver a ponerse de pie. Además, un procedimiento concursal
más ágil y eficiente permite utilizar los recursos que quedan
desaprovechados en esa empresa fallida en otras actividades,
mejorando así la productividad, permitiendo generar nuevos
puestos de trabajo y aportando al crecimiento económico del
país”.

Así, el segundo objetivo en vista de la nueva legislación


corresponde a la protección de la viabilidad de la empresa y
la liquidación de aquellas inviables, de manera de permitir
que un emprendedor pueda reiniciar sus negocios luego de haber
tenido algún fracaso.

Posteriormente el mensaje señala que “…se constata la


necesidad de contar con un órgano fiscalizador dotado de
potestades públicas que permitan instar por la eficiencia del
proceso y por la plena vigencia de la legislación aplicable a
cada caso, dotándolo de poder administrativo sancionatorio a
los órganos que participan en los procedimientos concursales,
acorde con las transgresiones que constate en el ejercicio de
su rol legal”. De este párrafo se extrae un tercer fin,
identificado como el fortalecimiento de un organismo
fiscalización, la Superintendencia de Insolvencia y
Reemprendimiento.

Además, la Historia de la Ley indica que entre los motivos


que han influenciado la dictación de la nueva legislación
concursal “resulta imperiosa la necesidad de crear un régimen
especial para las personas naturales que se encuentran en
incapacidad de responder de sus obligaciones financieras por
distintas razones”.

De esta manera una última meta a alcanzar viene a


representar una importante novedad en nuestra legislación, la
que dice relación con el tratamiento de la insolvencia de las
personas físicas o naturales.

Por tanto, se reconocen cuatro objetivos o fines que el


legislador pretendió alcanzar con el nuevo tratamiento del
Derecho Concursal, a saber:

A.- Fomento del emprendimiento como motor de la economía


nacional.

B.- Protección de la viabilidad de la empresa y


liquidación de aquellas inviables que permitan la
rehabilitación del emprendedor.

C.- Fortalecimiento del organismo administrativo


fiscalizador.

d.- Tratamiento de la insolvencia de las personas físicas


o naturales.

A continuación realizaremos un análisis pormenorizado de


cada uno de los puntos señalados.

2.1.- Fomento del emprendimiento como motor de la economía


nacional.

El emprendimiento es la acción y efecto de emprender, cuyo


origen proviene del inglés entrepreneurship, lo cual es posible
entenderlo como aquellos esfuerzos encaminados en generar
proyectos económicos. Emprender significa “acometer y comenzar
una obra, un negocio, un empeño, especialmente si encierran
dificultad o peligro”.
La Constitución Política de la República -en adelante
indistintamente Constitución o Carta Fundamental- en su
artículo 19 N.º 21 consagra la garantía de la Protección de la
libertad para desarrollar actividades económicas,
entendiéndola como el derecho a desarrollar aquellas que no
resulten contrarias a la moral, al orden público y la seguridad
nacional, respetando las normas legales que la regulan.

En el mismo sentido, el artículo 1 inciso 3 de la Carta


Fundamental, señala que en ella se reconocen y amparan los
grupos intermedios, lo que, complementado al numeral 21 ya
mencionado, y la Protección de la Propiedad Privada, en
conjunto, vienen a constituir el Principio de Subsidiariedad
en nuestro sistema normativo, basado en el comportamiento y
desarrollo económico de los privados como motor para alcanzar
sus propios fines.

De lo señalado, podemos extraer que el desarrollo de una


actividad económica, acogido por la ley concursal en el sentido
que la Constitución la establece, comprende necesariamente el
concepto de emprendimiento, más aun entendiendo que la
actividad de los privados es el motor de nuestra economía.

2.2.- Protección de la viabilidad de la empresa y liquidación


de aquellas inviables que permitan la rehabilitación del
emprendedor.

Una de las tendencias del Derecho concursal moderno, en


el contexto internacional, es el salvataje de empresas viables
que atraviesan por problemas financieros, ello entendido por
la necesidad de la protección del empleo y salvaguardar los
sistemas económicos.

La viabilidad de la empresa dice relación con aquellas


entidades que, junto con el esfuerzo de sus controladores,
requiere la colaboración de acreedores, para permitir la
continuidad de giro, repactando -entre otras múltiples
posibilidades- sus deudas mediante acuerdos de reorganización,
y que en definitiva tiendan a obtener el pago de los acreedores,
manteniendo a su vez el giro de la empresa deudora.

Por otra parte, la liquidación de la empresa inviable es


fundamental, ya que su continuidad atenta contra el interés
público comprometido, así como la salubridad del sistema
económico, por cuanto aumenta la deuda con sus acreedores y
profundiza en la grave situación económica por la que
atraviesa.

Es deseable que la liquidación se realice a la mayor


brevedad, en cuanto exista certeza de la inviabilidad de la
empresa, ya que las posibilidades de recupero por parte de los
acreedores disminuye proporcionalmente en relación a la
extensión artificial de la vida de la empresa inviable.

En el mismo sentido somos de la opinión de que la tardanza,


lo engorroso y el alto costo que implica el cierre de una
empresa, constituyen un impedimento para la nueva creación de
éstas, lo que entraba la posibilidad de que el emprendedor
pueda desarrollar un nuevo proyecto.

2.3.- Fortalecimiento y reestructuración de un organismo


administrativo fiscalizador. Superintendencia de Insolvencia
y Reemprendimiento.

Bajo la anterior legislación el organismo administrativo


era denominado Superintendencia de Quiebra, relacionado con el
Poder Ejecutivo por medio del Ministerio de Justicia. Bajo el
alero de la nueva legislación, pasa a denominarse
Superintendencia de Insolvencia y Reemprendimiento -en
adelante indistintamente SIR-, relacionada con el Poder
Ejecutivo por medio del Ministerio de Economía, Fomento y
Turismo.

Se trata de un servicio público autónomo, descentralizado,


con personalidad jurídica y patrimonio propio, cuyo domicilio
se encuentra en la ciudad de Santiago, y su dirección se
encuentra a cargo del Superintendente de Insolvencia y
Reemprendimiento quien representará legalmente a dicha
institución, y es nombrado conforme al Sistema de Ata Dirección
Pública.

En cuanto al fortalecimiento de sus funciones se amplía


el espectro sobre el cual la Superintendencia ejerce la función
fiscalizadora, en el mismo sentido en que aumenta el número de
entes concursales, incluyendo asesorías económicas.

Bajo el alero de la Ley N.º 18.175, de 13 de octubre de


1982, se establecía que correspondía a la Superintendencia de
Quiebras la facultad de fiscalizar, lo que comprendía la de
interpretar administrativamente las leyes, reglamentos y demás
normas que rigen a las personas fiscalizadas, ello sin
perjuicio de las atribuciones que corresponden a los tribunales
competentes.

Por su parte, la actual legislación en el artículo 337,


relativo a “Atribuciones y Deberes”, en su numeral 2) dispone
que la Superintendencia tendrá la atribución de “interpretar
administrativamente las leyes, reglamentos y demás normas que
rigen a los fiscalizados, sin perjuicio de las facultades
jurisdiccionales que correspondan a los tribunales
competentes”.

Si bien a primeras luces parece no tener trascendencia la


sutil diferencia planteada, lo cierto es que se trata de una
atribución directa que se le entrega a la Superintendencia -
interpretar administrativamente-, lo que anteriormente era una
facultad indirecta, emanada de la de fiscalizar.

A juicio de SANDOVAL LÓPEZ la normativa vigente aspira a


ampliar las atribuciones de la Superintendencia, encargada del
Procedimiento Concursal de Renegociación de la Persona Deudora,
como se analizará más adelante.

2.4.- Tratamiento de la insolvencia de las personas físicas o


naturales.

Al respecto, la Historia de la Ley N.º 20.720 señala que


“…resulta imperiosa la necesidad de crear un régimen especial
para las personas naturales que se encuentran en incapacidad
de responder a sus obligaciones financieras por distintas
razones, como, por ejemplo, presentar niveles de consumo muy
por encima de su capacidad real de pago…”.

De esta manera, el principal cambio legislativo en la


materia comienza por la modificación de la terminología
utilizada, así como la anterior legislación hacía mención a
“fallido”, hoy se habla de “deudor”, para referirse tanto a la
Empresa como a la Persona Deudora. Esta diferencia se relaciona
con el Procedimiento Concursal aplicable a cada uno de estos
deudores, existiendo dos para cada uno de ellos.

Por Empresa Deudora se comprende a toda persona jurídica


privada, con o sin fines de lucro, y toda persona natural
contribuyente de primera categoría o del número 2) del artículo
42 del Decreto Ley N.º 824, del Ministerio de Hacienda, de
1974, que aprueba la Ley sobre Impuesto a la Renta.

Por Persona Deudora se comprende a toda persona natural


que no se encuentre señalada en la definición de Empresa
Deudora, por lo que es considerada un concepto residual.

3.- Antecedentes generales.

Diversos son los ámbitos de acción en los cuales la nueva


ley ha centrado su enfoque reformista, los que van desde la
ampliación del ámbito de aplicación de la ley, la incorporación
de nuevos entes, hasta la reconfiguración de la
Superintendencia de Quiebras, ahora denominada de
Superintendencia de Insolvencia y Reemprendimiento.

Estos cambios, que constituyen los antecedentes generales


sobre los cuales se sienta la nueva institucionalidad y
regulación concursal, han sido necesarios para lograr una
armonía en el nuevo cuerpo normativo y se refiere
principalmente a los siguientes:

3.1.- Ámbito de aplicación.

En el artículo 1 de la Ley N.º 20.720 se dispone que “La


presente ley establece el régimen general de los procedimientos
concursales destinados a reorganizar y/o liquidar los pasivos
y activos de una Empresa Deudora, y a repactar los pasivos yo
liquidar los activos de un Persona Deudora”.

En este sentido se puede señalar, en primer término, que


se logra la aplicación de la ley concursal tanto a personas
jurídicas como naturales, diferenciando los procedimientos
aplicables dependiendo la situación de gravedad en que se
encuentre, pudiendo aplicarse procedimientos liquidatorios y
aquellos de repactación.

En este último sentido es posible distinguir cuatro


procedimientos contemplados en la Ley N.º 20.720, a saber:

A.1.- Procedimiento Concursal de Reorganización de la


Empresa Deudora.
A.2.- Procedimiento Concursal de Liquidación de la Empresa
Deudora.

A.3.- Procedimiento Concursal de Renegociación de la


Persona Deudora.

A.4.- Procedimiento Concursal de Liquidación de los bienes


de la Persona Deudora.

3.2.- Boletín Concursal.

El artículo 1, en lo relativo al Boletín Concursal, señala


que es una “plataforma electrónica a cargo de la
Superintendencia de Insolvencia y Reemprendimiento, de libre
acceso al público, gratuito, en la que se publicarán todas las
resoluciones que se dicten y las actuaciones que se realicen
en los procedimientos concursales, salvo que la ley ordene otra
forma de notificación”.

En los procedimientos concursales se mantiene como forma


de notificación conforme a las reglas generales que rigen la
materia, que es la notificación por estado diario.

La publicación de las resoluciones que se dicten en los


procedimientos concursales, por medio de esta plataforma
electrónica, constituye una nueva forma de notificación no
contemplada en las legislaciones anteriores. Así se establece
que en todos aquellos casos en que no se disponga una forma
especial de notificación, se realizará por medio de su
inserción en el Boletín Concursal, entendiéndose notificada
desde la fecha de su inserción en él.

Esta notificación se caracteriza por ser de carácter


público y puede ser ordenada tanto por el Veedor, Liquidador o
la propia Superintendencia.

3.3.- Procedimiento de arbitraje concursal.

El Capítulo VII “Del Arbitraje Concursal”, en sus


artículos 295 a 298 establece el arbitraje en los
Procedimientos de Reorganización y Liquidación, fijando
diversos requisitos para su procedencia.
Al respecto la Historia de la Ley señala que en ella se
establecen las “reglas aplicables al arbitraje concursal, el
cual podrá ser aplicable tanto para los procedimientos
concursales de liquidación como de reorganización. En el primer
caso, la decisión de someterse a este sistema será tomada por
la junta de acreedores, mientras que en el segundo caso será
el deudor quien debe manifestar dicha voluntad”.

Se trata de un procedimiento de carácter voluntario,


aplicable a Empresas Deudoras, quedando restringido para
personas naturales.

En atención a su propia naturaleza, y conforme la par


conditio creditorum, es entendible que se haya establecido para
su procedencia, de la aprobación mediante carta de apoyo, de
créditos que representan a los menos la mayoría absoluta de
los acreedores. Si se tratase de un proceso liquidatorio dicho
cómputo alcanzará los 2/3 del pasivo de la empresa.

3.4.- Creación de nuevos entes concursales.

La Ley de Insolvencia y Reemprendimiento pretende terminar


con la estigmatización de los deudores que no puedan hacer
frente a los créditos de sus acreedores, y parte de dichos
avances se alcanzan con la instauración de nuevos entes
concursales, llamados a cumplir diversas funciones, entre los
que encontramos:

3.4.1.- Veedor.

Corresponde a aquella persona natural sujeta a la


fiscalización de la Superintendencia de Insolvencia y
Reemprendimiento, cuya misión principal consiste en propiciar
acuerdos entre el Deudor y sus acreedores, proponiendo acuerdos
de reorganización judicial. Además, velará por el resguardo de
los intereses de los acreedores, requiriendo las medidas
precautorias y de conservación de los activos del Deudor, de
acuerdo a lo establecido en la Ley N.º 20.720.

Sus funciones son similares a las que en la anterior


legislación correspondían al experto facilitador y al síndico
en los convenios propiciados para evitar la quiebra.
En basae a su rol de conciliador de intereses entre el
deudor y los acreedores, en que debe proponer los acuerdos de
reorganización, hemos de asumir que la experticie y prestigio
del Veedor faviilitar la labor encomendada.

3.4.2.- Liquidador.

Corresponde a aquella persona natural sujeta a la


Fiscalización de la Superintendencia de Insolvencia y
Reemprendimiento, cuya misión principal consiste en efectuar
la realización del activo del deudor y propender al pago de
los créditos correspondientes, de conformidad a la ley.

3.4.3.- Martillero Concursal.

Conforme a la Ley corresponde al martillero público que


voluntariamente se somete a la fiscalización de la
Superintendencia de Insolvencia y Reemprendimiento, siendo su
misión principal realizar el activo del Deudor y propender al
pago de los créditos de sus acreedores.

El Martillero Concursal será aquel que se inscriba


voluntariamente en la nómina que va a llevar la
Superintendencia de Insolvencia y Reemprendimiento y serán los
encargados de participar en los procesos concursales
liquidatorios a objeto de lograr la venta del activo del
deudor.

3.4.4.- Insolvencia Transfronteriza según Modelo UNCITRAL.

En lo que dice relación a Insolvencia transfronteriza, se


recoge el modelo de la Comisión de las Naciones Unidas para el
Derecho Mercantil Internacional -UNCITRAL-.

El nuevo tratamiento de insolvencia otorga seguridad


jurídica al comercio e inversiones que se desarrollan tanto en
el contexto nacional como en el internacional, también permite
una tramitación de la insolvencia de manera eficiente y
coordinada entre los intervinientes, así como de los activos y
pasivos involucrados.
En un mundo económicamente globalizado, donde es posible
vislumbrar relaciones económicas complejas entrelazadas, la
insolvencia de una empresa genera innumerables efectos que
traspasan fronteras del país.

En este contexto surge la necesidad de armonizar las


normas en materia de insolvencia, surgiendo innumerables
acuerdos bilaterales o multilaterales de cooperación.

En el seno de Naciones Unidas se promovió la búsqueda de


soluciones factibles que culminó con la aprobación de una Ley
Modelo Transfronteriza.

La Comisión de las Naciones Unidas para el Derecho


Mercantil Internacional, se crea por medio de la Resolución
N.º 2.205, de 17 de diciembre de 1966, y en su Grupo de Trabajo
V se establece el Régimen de la Insolvencia. No es hasta el
28° Período de Sesiones que surge en UNCITRAL la idea de generar
trabajos tendientes a la unificación en esta materia.

4.- Principios del Derecho concursal.

A continuación se tratan los principios que inspiran el


Derecho concursal, los que se encuentran tratados en orden a
las circunstancias o épocas en que surge. Así comenzamos con
los principios clásico, para luego dar pie a aquellos modernos,
y finalmente tratar los nuevos principios que se encuentran
recogidos por la nueva Ley de Insolvencia y Reemprendimiento.

4.1.- Principios clásicos del Derecho concursal.

Al hablar de Principios clásicos del Derecho concursal


nos referimos a aquellos reconocidos tradicionalmente por las
diversas legislaciones, así como por la doctrina. Estos
principios se fundan desde la base de principios doctrinarios
y del derecho comparado, que orientan, a su vez, un derecho
clásico de quiebra y los que respaldan al derecho moderno.

4.1.1.- Principio de la par conditio creditorum.


Por medio del juicio universal, es decir, aquel que
involucra todos los bienes susceptibles de embargo y todas las
obligaciones del deudor, el Derecho concursal pretende alcanzar
soluciones patrimoniales a la insolvencia.

De esta manera se pretende la realización de los bienes


que conforman el patrimonio el deudor con la finalidad de que
el producto de ello se distribuya entre los acreedores,
basándose en el principio de la igualdad de los acreedores.

La igualdad de trato de los acreedores asume la categoría


de principio en el Derecho concursal y su finalidad es impedir
que un acreedor que haya obtenido una sentencia favorable
contra un deudor común pueda agotar los bienes sobre los cuales
los restantes acreedores podían también haberse pagado.

El principio de la igualdad de los acreedores, sobre el


cual descansa el sistema concursal, permite la construcción
del conjunto normativo destinado a solucionar el problema de
la insolvencia del deudor común. Así, en diversas legislaciones
este principio se encuentra implícito mediante la inclusión de
normas que tienden a alcanzar un juicio universal.

Estas normas, conforme a la teoría clásica, corresponden


a aquellas que establecen la suspensión del derecho de los
acreedores a ejecutar individualmente al fallido, la
exigibilidad inmediata de créditos sujetos a plazo; prohibición
del pago realizado a cualquier acreedor en perjuicio de los
restantes; prohibición al deudor de disponer de los bienes que
conforman la masa liquidable; la instauración de acciones de
inoponibilidad y de reintegración en beneficio de todos los
acreedores; entre otros.

En cuanto a la cautela de intereses por parte del Derecho


concursal, existe quienes sostienen que su regulación se enfoca
en los intereses privados, de importancia para los acreedores;
otros son de opinión de que estos conjuntos de normas tienen
una finalidad pública, a propósito de las perturbaciones
económicas que el concurso acarrea y que necesariamente han de
repercutir en el Crédito público, violando el derecho del
Estado, en cuanto a éste le corresponde su tutela.

Para el Estado el concurso reviste interés ya que implica


liquidar un negocio, establecimiento o empresa, afectando la
circulación de la riqueza y Crédito público, por lo que la
quiebra reviste un interés público y social.
El Estado es llamado a la defensa del Crédito público,
debiendo resguardar los derechos de los acreedores en lo que
dice relación con la liquidación y distribución de activos, en
razón del principio de igualdad de los acreedores.

Resulta también necesario destacar que el interés del


Estado se funda en la necesidad de liquidar aquellas empresas
insolventes, en cuanto estas configuran un peligro para la
economía general.

Existe quienes sostienen que el fin último del Derecho


concursal responde a la tutela de los acreedores, lo que se
realiza por el ejercicio de sus derechos comunes en el concurso
en resguardo de la par conditio creditorum. Añaden que, si bien
el concurso propende a la satisfacción igualitaria de los
créditos, esto no es más que el efecto propio del
procedimiento, el que finalmente deriva del estado insolvente
del deudor.

Previo a la etapa procesal del concurso o liquidación, es


posible encontrar, como expresión de este principio, el
reconocimiento de los convenios judiciales y acuerdos
extrajudiciales que se alcancen entre deudor y acreedores,
estableciendo diversos quórums que permiten el respeto y
protección de los créditos involucrados.

Existen excepciones a este principio que se encuentran en


diversas legislaciones, basadas principalmente en las
preferencias o prelación de créditos, de manera que respecto a
la par conditio creditorum, es el propio sistema normativo el
que reconoce diferencias en el tratamiento de los créditos. Su
fundamento se basa en que el ordenamiento jurídico debe prever
una coordinación delimitadora de los riesgos implícitos de cada
crédito, las valoraciones políticas subyacentes y los costos
económicos asociados.

La principal crítica al tratamiento del principio de la


par conditio creditorum se funda en que en el terreno de la
práctica no existe igualdad de los acreedores, toda vez que
existe un sistema basado en el privilegio de unos por sobre
otros, estableciéndose un sistema jerarquizado crediticio.

Por último, el referido principio se consagra en la Ley


N.° 20.720, particularmente en los efectos que produce la
Resolución de Liquidación, que si bien un autor señala que no
hace sino repetir las disposiciones de los efectos de la
quiebra: como suspender el derecho a los acreedores a ejecutar
individualmente, exigibilidad anticipada y reajuste de todas
las obligaciones, la prohibición de disponer de los bienes
comprendidos en el desasimiento, acciones de revocabilidad
objetiva y subjetiva, la prohibición de compensar deudas y
acreencias, entre otras.

4.1.2.- Principio de la adecuada protección del crédito.

El Estado debe establecer un marco normativo que aporte


herramientas adecuadas a los acreedores a fin de cobrar sus
créditos, y frente a una eventual situación de no pago,
concurra el derecho en auxilio de los acreedores, quienes
previamente depositaron su confianza en la economía y en el
marco normativo.

El concurso corresponde a una ejecución colectiva,


utilizada como herramienta para obtener el cumplimiento de las
obligaciones. Su fundamento es la existencia de un sistema
normativo que lo regula, para garantizar el adecuado
cumplimiento de las obligaciones.

La finalidad del Principio de la adecuada protección del


crédito, en definitiva, consiste en asegurar que a todo
acreedor participante del concurso se le reconozca y respete
el derecho en el reparto, sobre los bienes que pueda tener el
deudor insolvente.

Dentro de una estructura liberal, señala SANDOVAL que, el


sistema de protección del crédito se practica a través de la
eliminación de las unidades patrimoniales deficientes, dado
que estas son consideradas como células enfermas de un cuerpo
social, por lo que por buena salud, es necesaria su
extirpación.

Añade que en sistemas liberales más avanzados son los


acreedores damnificados quienes administran los intereses en
situacionnes de insuficiencia. El rol del Estado, a través del
sistema jurisdiccional, se limita solo a ordenar el
procedimiento concursal.

De esta manera, indica que el principio de protección del


crédito, se manifiesta a través de las siguientes instituciones
y procedimiento en nuestra legislación como: pago con cesión
de bienes, pago por consignación, pago con subrogación,
acciones ejecutivas individuales, prelación del crédito,
acciones revocatorias y los procedimientos concursales
preventivos y liquidación.

4.1.3.- Principio de la conservación de la empresa.

Pretende cautelar la marcha de empresas que puedan


resultar viables, sin causar perturbaciones a la economía. Su
protección se funda en la existencia del interés de carácter
público que asume el Estado y la necesidad de reconocer la
importancia económica que representa una empresa. Así, no
siempre la mejor solución será liquidar y repartir el
patrimonio del deudor, debido a que, dependiendo de la
situación particular, puede resultar de mayor ventaja un
acuerdo que permita la continuidad de la actividad, logrando
que la empresa continúe su giro, generando recursos y
cumpliendo con sus obligaciones y deudas.

La finalidad de la continuidad de una empresa es su


protección, que se materializa por la continuidad de giro y/o
en la venta de sus unidades económicas. Se funda en la necesidad
de protección del activo y la maximización de valor,
entendiéndolo como el intangible que representa la empresa
dentro de la marcha de la economía en general, así como medio
de satisfacción de créditos particulares.

De esta manera, no es posible entender la continuidad de


la empresa como un principio en sí mismo, sin relacionarlo con
la necesidad de satisfacer los créditos de los acreedores. Por
lo que el fin y objeto real de la continuidad de la empresa
consiste en el cumplimiento de las obligaciones, siendo la
continuidad un medio para ello.

Cada deudor y sus acreedores ocupan diversas posiciones


en el mercado, por lo que no es posible entregar un tratamiento
idéntico a cada una de las situaciones de insolvencia. Se debe
buscar el medio idóneo que permita satisfacer los intereses de
los implicados, modificando la estructura crediticia de la
empresa y maximizando su valor en funcionamiento del giro.

Para lograr la continuidad de la empresa se requerirá


contar con un plan de conservación y reorganización, que a su
vez debe contener elementos de seriedad, respetando las normas
de igualdad de acreedores y factibilidad de recuperación.
4.1.4.- Principio del aumento de poder de los órganos del
concurso.

Su contenido señala que el ordenamiento jurídico otorga


mayores poderes a determinados órganos encargados de la
administración del patrimonio del deudor, reconociendo la
importancia de la junta de acreedores, administradores
concursales, entre otros.

El concurso supone que el deudor ha carecido de


habilidades o a tenido dificultades en la administración
financiera de la sociedad, lo que justifica que los órganos de
la empresa subsistan, pero sujetos a las intervenciones que la
autoridad pueda disponer.

En este sentido el Código de Insolvencia Alemán pretende


un equilibrio entre la independencia del acreedor y la
subordinación de sus intereses al bien común de los restantes
acreedores. Al deudor se le entrega un grado de independencia,
sin perjuicio del empoderamiento del tribunal para anular los
actos de los acreedores en situaciones específicas.

El correcto funcionamiento de los diversos órganos que


actúan en el Derecho concursal es determinado por instituciones
públicas, función que puede recaer en tribunales de justicia u
otros órganos especializados.

Su fundamento reside en que la insolvencia constituye una


amenaza macroeconómica, capaz de afectar al sistema crediticio
global, debiendo el Estado actuar en calidad de garante del
bien común.

4.1.5.- Principio de tutela de la relación laboral.

En el tratamiento del Derecho empresarial,


específicamente en lo que dice relación con las crisis que
afectan a las empresas, reviste especial importancia la
protección de los derechos de los trabajadores.

En la relación del Derecho laboral y el concursal existe


una estrecha vinculación colaborativa, resaltando situaciones
como la existencia de preferencia de pago de remuneraciones de
trabajadores, preferencias de pago de indemnizaciones
laborales, entre otras normas en igual sentido.
También, en lo que dice relación a soluciones
preconcursales, es posible encontrar manifestación de este
principio, como el pretender evitar la liquidación de una
empresa sin previamente realizar transmisión de unidad o
unidades de producción que puedan ser viables, ya que ello
provoca la destrucción total de los puestos de trabajo. La
continuidad de la empresa representa la alternativa de su
conservación, sin perjuicio de los ajustes de planillas que
resulten necesarios para la continuidad del negocio.

Dentro del procedimiento concursal podemos reconocer la


protección de los intereses de los trabajadores en la apertura
del mismo, en lo que dice relación con la continuidad de giro
y en la propia liquidación.

En cuanto a derecho comparado, una representación de este


principio se encuentra en el Código de Insolvencia Alemán de
1994, que trata directamente los asuntos laborales entregando
un alto grado de protección a los trabajadores y al rol
proactivo de los grupos laboralistas. De esta manera se
establece que el adquirente de un negocio asume las relaciones
laborales existentes y se permite el establecimiento de un
Consejo del Trabajo como organismo co-administrador.

La legislación española utiliza un sistema de legitimar


decisiones previa consulta a los trabajadores, quienes además
pueden presentar sus propias propuestas en asuntos de índole
laboral.

4.2.- Principios Modernos del Derecho Concursal.

4.2.1.- Principio de la racionalidad económica.

Dentro de la dinámica con que se desenvuelve la actividad


económica se sitúa el Derecho concursal, formando parte del
Derecho mercantil en cuanto a su regulación y aplicación. Es
de este dinamismo de donde emanan los principios de
racionalidad y oportunidad económica, y que en Derecho
concursal se materializa con la preservación de la empresa y
la continuidad del giro de sus actividades, ya que, de no
primar este fin, se afectaría en mayor medida la economía.

Una mirada restringida de la racionalidad económica apunta


a que la finalidad a la que debe abocarse el Derecho concursal,
no es otra que obtener el mayor valor posible de la empresa,
en beneficio exclusivo de los acreedores, sin interesarse por
otros asuntos.

Podemos entender por racionalidad económica como “la


conjugación perfecta y armónica entre los intereses del Derecho
y aquellos propios del ámbito de los negocios”, la cual emana
de las normas que regulan el Derecho concursal moderno, siendo
el fundamento de su nueva regulación, con atención a la
especial importancia que revisten los Acuerdos de
Refinanciación.

En esta materia las decisiones que adoptan los acreedores


se inspiran en un razonamiento económico, concurriendo con su
voluntad a la celebración de acuerdos destinados a preservar
la empresa, con la que mantendrán relaciones comerciales, lo
que en definitiva les resulta de mayor atractivo que la simple
y definitiva liquidación.

4.2.2.- Principio de continuidad de la actividad económico-


profesional.

Se trata de un principio moderno del Derecho concursal,


cuyo desarrollo permite un tratamiento apartado al de la
satisfacción de los créditos de los acreedores, en cuanto no
son compatibles, entendiendo que la continuidad de la empresa
se realizará en la medida en que ella permita la correcta
satisfacción de las obligaciones pendientes.

La venta de unidad productiva, para su continuidad, se


encuentra enfocada a la conciliación de diversos intereses y
principios del Derecho concursal, de manera tal que permite la
maximización del valor de la unidad, la satisfacción de crédito
de los acreedores, la continuidad de la actividad económica
debido a su función social, y la conservación de los puestos
de trabajo.

La legislación española recoge este principio en el


artículo 44 de la Ley 22/2003, de 9 de julio, Concursal, que
conjuga los intereses de resguardo de la empresa y del crédito,
permitiendo una debida permanencia de la actividad empresarial
a cargo del deudor.

Por su parte, el Capítulo 11 del Código de Quiebras de


Estados Unidos, permite al deudor conservar la propiedad y el
control de sus activos, pasando a denominarse deudor en
posesión y se utiliza para aquellas empresas que pretendan
continuar el giro del negocio presentando un plan de pago a
los acreedores, el que será evaluado por estos, para finalmente
ser aprobado o rechazado por el tribunal.

En razón de la continuidad del giro se pretende que,


conjuntamente con la eficiente gestión de la masa patrimonial,
se logre revertir la insolvencia del deudor, dando pie al pago
de las obligaciones, y con ello la venta de unidad productiva
logra alcanzar un mayor valor, ya que a los bienes se le
adicionan valores inmateriales como las marcas o patentes,
calificación administrativa, nombre y reputación comercial,
relaciones con clientes y proveedores, posición estratégica,
entre otras.

En definitiva, la aplicación de este principio propone


diferenciar entre aquellas empresas económicamente inviables,
que deben ser sustraídas del sistema económico, de aquellas
que si pueden lograr superar las dificultades que atraviesan y
por ende son viables en la medida que las legislaciones de los
Estados entreguen soluciones novedosas y participativas.

4.3.- Principios formativos de la Ley N.º 20.720.

La nueva legislación concursal trae aparejados


determinados principios que inspiran el tratamiento de los
procedimientos reorganizativos y liquidatorios, y se
diferencian de la anterior regulación por cuanto se basan en
las nuevas directrices del Derecho concursal que nace al alero
de las Ley Modelo UNCITRAL y las demás Guías Legislativas. A
saber:

4.3.1.- Principio de Bilateralidad de la Audiencia.

El Principio de bilateralidad de audiencia, de


controversia o de la contradicción, es una de las fórmulas y
manifestaciones, más significativas de los derechos
fundamentales, garantizados en nuestra Constitución y que
corresponden a la observancia del debido proceso.

Se fundamenta en la máxima latina de auditur et altera


pars. Esto quiere decir que nadie puede ser condenado sin ser
oído y vencido en el juicio. Este principio no significa que
tenga que ser oído el deudor, sino más bien, que haya sido
emplazado debidamente.

En cuanto a Derecho concursal se refiere, la bilateralidad


dependerá conforme a la estructura de los procedimientos
establecidos por la ley. De esta forma, más elocuente aun, es
en aquellos procesos concursales que se inician a través de
una demanda, donde se puede distinguir los tres momentos
jurisdiccionales, que en derecho procesal conocemos como:
discusión, prueba y fallo. Por consiguiente, es en la
liquidación forzosa donde el principio de bilateralidad se
manifiesta en todas sus etapas:

A.- Discusión: El artículo 120 de la Ley N.º 20.720,


prescribe que una vez presentada la demanda de liquidación
forzosa, se ordenará su publicación en el Boletín Concursal y
citará a las partes a una audiencia, que tendrá lugar al quinto
día desde la notificación personal del deudor. Llevada a cabo
esta audiencia, el deudor podrá:

a) Consignar fondos suficientes para el pago del crédito


demandado y las costas;

b) Allanarse por escrito o verbalmente a la demanda;

c) Acogerse al procedimiento Concursal del


Reorganización; y

d) Oponerse a la demanda de liquidación, basado en algún


supuesto del artículo 464 del Código de Procedimiento Civil.

B.- Prueba: En materia probatoria, este principio se


garantiza de forma más concluyente en el párrafo 3° “del Juico
de Oposición” en que el deudor, en su escrito, según lo
establecido en el artículo 120 letra d), deberá indicar las
causales de oposición del 464 del C.P.C., ofrecer prueba de la
cual se valdrá para efectos de acreditar sus aseveraciones y
acompañar toda la prueba documental pertinente. El juez, una
vez constatando que ante dicha oposición existieren hechos
sustanciales, pertinentes y controvertidos, según el artículo
129 de la Ley N.º 20.720, recibirá la causa a prueba y fijará
los puntos sobre los cuales esta deberá recaer, y citará a una
audiencia de prueba respectiva. De esta manera, se garantiza
la posibilidad de ser oído, ejerciendo los derechos en el
control de los medios de prueba.
C.- Sentencia: También en esta etapa se distingue este
principio en la actividad del juez, en el sentido que en su
decisión le está impedido pronunciarse acerca de cuestiones
que no fueron discutidas por las partes.

4.3.2.- Principio de Inmediación.

La inmediación como principio procesal se debe comprender


como aquel vínculo personal que existe entre el juzgador, las
partes y los elementos probatorios, a fin de que dicho
sentenciador pueda conocer de manera directa el material del
proceso, desde sus inicios hasta la terminación del juicio
mismo.

Su importancia radica en que, con la Ley N.º 20.720, se


imponen ciertos estándares procedimentales, por el cual el juez
puede entrar a tener un contacto directo con la prueba. Es así,
que en los procedimientos de liquidación concursal se establece
-artículo 120- una audiencia inicial, en la cual el juzgado
informará al deudor acerca de la demanda presentada en su
contra y de sus efectos, y en que el deudor podrá actuar
conforme lo que establece el mismo artículo.

De esta manera, en dicho procedimiento, al informar el


tribunal sobre el asunto que está sometido a su jurisdicción,
se logra que el juez adquiera mayor percepción, en cuanto a la
discusión del litigio, participe en la producción de la prueba,
logrando una actitud dinámica, trabajando y captando todos los
medios probatorios que se presenten en caso del supuesto de la
letra d), del referido artículo.

4.3.3.- Principio de la preeminencia de la función


jurisdiccional.

Los procedimientos concursales son entregados a la


judicatura para su conocimiento y fallo, sin perjuicio de
aquellos entregados a la Superintendencia de Insolvencia y
Reemprendimiento como es el caso de los Procedimientos de
Renegociación de Persona Deudora, que en el artículo 261 de la
Ley de Insolvencia y Reemprendimiento se señala a su respecto:
“El procedimiento concursal de Renegociación se iniciará por
la persona Deudora, ante la Superintendencia a través de la
presentación de una solicitud…”.
4.3.4.- Principio de justicia especializada.

La Ley N.º 20.720 opto por la especialización de los


jueces, en vez de crear tribunales especializados para el
conocimiento de esta materia. El fundamento lo encontramos en
la Historia de la Ley, donde se tuvo en cuenta reducir el gasto
público en cuanto a las implicancias económicas que determina
crear un nuevo tribunal especializado.

En segundo lugar, se buscó acercar el conocimiento de esta


materia en todos los lugares del país, teniendo presente que
el juzgado competente es el del domicilio del deudor.

En los incisos 2° y 3° del artículo 3 de la citada ley,


se establece que, en la ciudad de asiento de Corte la
distribución se regirá por Auto Acordado en la que se deberá
radicar de manera preferente las causas concursales, en los
juzgados que tengan “capacitación”.

La mencionada capacitación refiere principalmente a


jueces titulares y secretarios de juzgados de letras, que deban
conocer sobre los asuntos concursales, para lo cual la propia
ley impone el deber de especialización en la materia,
particularmente en el conocimiento del derecho concursal, y en
particular las disposiciones de la misma ley y las leyes
especiales que rijan sobre la materia.

En consecuencia, la importancia de este principio se puede


desprender el Auto-Acordado 55-2014 de la Corte Suprema, en
que establece que en caso de que alguno o algunos de los
juzgados llamados a conocer de los asuntos concursales, no
tuviere la capacitación referida -sea juez o secretario-, la
respectiva Corte de Apelaciones establecerá un mecanismo de
radicación preferente en aquellos que si constan con dicha
capacitación.

4.3.5.- Principio de economía procesal y celeridad.

El referido principio se manifiesta particularmente en un


sinnúmero de audiencias verbales que contempla la ley, las que
tienen como objetivo resolver la mayor parte de las
controversias suscitadas, y que el juez tenga contacto directo
con las partes y la controversia.
De esta manera, teniendo en cuenta la experiencia de la
oralidad en los tribunales reformados, donde se desenvuelve un
principio tan importante como es la inmediación, es que se
buscó establecer mecanismos que permitieran adecuarse a la
oralidad de algunas audiencias, para así conocer y resolver
inmediatamente las controversias que se produzcan en su
momento.

La Ley N.º 20.720 contempla diversas actuaciones orales


como: Audiencia Inicial del artículo 120 de la citada ley,
Audiencia de Prueba del artículo 126, Audiencia de Fallo del
artículo 127 y la Audiencia de Impugnaciones del artículo 175,
entre otras, que sin duda logran que los procedimientos sean
más rápidos y con ello exista economía procesal.

Capítulo III.

NORMAS PROCESALES.

1.- Normas procesales.

Indicamos anteriormente que, el Derecho concursal se ha


entendido como un conjunto de normas procesales y sustantivas,
que tienen como objetivo lograr el establecimiento del
equilibrio económico, entre el deudor y sus acreedores. Bajo
esta lógica, es que las leyes concursales nos entregan una
serie de elementos, tanto sustantivos como procedimentales,
necesarios para resguardar el orden y el equilibrio entre las
partes, en un procedimiento concursal.
Desde el punto de vista de las normas procesales, debemos
tener presente que estos enunciados se encuentran repartidos
junto con las normas sustantivas, y que no se vislumbra en
nuestro sistema una separación entre las normas procesales y
las sustantivas propiamente tal. Por lo que, para efectos de
su estudio, estas deben realizarse conforme a cada régimen
general de procedimiento concursal aplicable.

1.1.- Ámbito de aplicación de la ley.

La Ley N.º 20.720 en su artículo 1° señala que su ámbito


de aplicación establece el régimen general de los
Procedimientos Concursales destinados a reorganizar y/o
liquidar los pasivos y activos de una Empresa Deudora y a
repactar los pasivos y/o Liquidar los activos de una Persona
Deudora.

De esta norma se debe entender que la ley aplica un


procedimiento especial para la Empresa Deudora, y otro para
Persona Deudora.

En ese sentido, el artículo 2° número 13), define como


Empresa Deudora a toda persona jurídica privada, con o sin
fines de lucro, y toda persona natural que ejerza una actividad
como contribuyente de primera categoría. En consecuencia, las
personas naturales podrían someterse a los procedimientos
concursales de Empresa Deudora, siempre y cuando reúnan los
requisitos que establecen la Ley de Impuesto a la Renta.

Por tanto, los procedimientos que se contemplan para una


Empresa Deudora, son el Procedimiento Concursal de
Reorganización y el Procedimiento Concursal del Liquidación,
ambos regulados en el Capítulo III y IV de la ley.

A su respecto, los Procedimientos Concursales de


Reorganización se regulan en el Capítulo III de la Ley, en los
artículos 54 y siguientes, y los Procedimientos Concursales de
Liquidación en el Capítulo IV de la Ley, en sus artículos 115
y siguientes.

Para el caso de Persona Deudora esta se define en el


artículo 2° de la Ley, la que, a contrario sensu, es toda
aquella persona natural, no comprendida en la definición de
Empresa Deudora. A su respecto la ley contempla un
Procedimiento Concursal de Renegociación, regulado en el
artículo 260 y siguientes de la Ley N.º 20.720, que será
competente para conocer la Superintendencia.

1.2.- Reglas de competencia.

Los Procedimientos Concursales contenidos en esta ley,


serán de conocimiento de los Juzgados de Letras, del domicilio
del deudor. En caso de incompetencia, la ley faculta para que
el acreedor pueda interponer incidente de incompetencia del
tribunal, de acuerdo a las reglas generales.

Llama la atención, en cuanto a las ciudades con asiento


de Corte, en que deberán regirse por un auto-acordado para el
conocimiento de esta materia, considerando especialmente la
radicación preferente de estas causas, en los tribunales que
cuenten con la capacitación en Derecho concursal.

Por lo que, a fin de garantizar el principio de justicia


especializada, es que la Ley le ha otorgado a las Cortes de
Apelaciones la posibilidad de distribuir, o asignar a un solo
tribunal el conocimiento de la materia en los casos en que
existiere dos o más tribunales en las ciudades con asiento de
Corte.

Por último, la misma ley destaca una excepción a la regla


en materia de competencia, en que el tribunal que debe conocer
de un asunto concursal no perderá la competencia por el hecho
de existir entre los acreedores y deudor personas que gocen de
fuero.

1.3.- Sistema de recursos.

Se contemplan en la Ley, en su artículo 4° tres mecanismos


recursivos; reposición, apelación y casación, de las cuales
veremos cada una a continuación.

1.3.1.- Reposición.

Prescribe el artículo 4.1 que: “Procederá contra aquellas


resoluciones susceptibles de este recurso conforma a las reglas
generales, deberá interponerse dentro del plazo de tres días
contando desde la notificación de aquella y podrá resolverse
de plano o previa tramitación incidental, según determine el
tribunal. Contra la resolución que resuelva la reposición, no
procederá recurso alguno”.

Sobre este recurso, en cuanto la admisibilidad conforme a


las reglas generales, se refiere principalmente a los autos y
decretos, según lo que establece el artículo 181 del Código de
Procedimiento Civil.

En cuanto a su tramitación, se diferencia del 181 inc. 2°


del CPC, respecto a su plazo de interposición, dado que la
norma en comento contempla 5 días como regla general, y el
artículo 4 de la Ley establece 3 días hábiles, pudiendo el
tribunal fallar de plano o previa tramitación incidental, por
lo que se diferencia de la norma del CPC, en cuanto señala que
el Tribunal se pronunciará solo de plano.

Otro punto relevante, es la forma en que se puede promover


el referido incidente, la propia ley establece en ciertos casos
la promoción del recurso de reposición de manera verbal. Por
ejemplo, en el artículo 125 en cuanto al juicio de oposición,
en la liquidación forzosa, señala el artículo que en: “contra
de las resoluciones que se pronuncien en la Audiencia Inicial
acerca de la admisibilidad o procedencia de las pruebas
ofrecidas, los puntos de pruebas fijados, la forma de hacer
valer los medios probatorios o cualquier otra circunstancia
que incida en estos, solo será procedente el recurso de
reposición, que deberá deducirse verbalmente…”. El artículo
131 letra d) establece que: “Todas las cuestiones que se
susciten entre el Deudor, El liquidador y cualquiera otro
interesado en relación a la administración de los bienes
sujetos al procedimiento Concursal de liquidación, serán
resueltas por el tribunal en audiencias verbales, a solicitud
del interesado y conforme a las reglas que siguen: d) El
liquidador podrá comparecer personalmente o a través de su
apoderado judicial. La audiencia se celebrará con las partes
que asistan y la resolución que adopte el tribunal solo será
susceptible de reposición, la que deberá resolverse en la misma
audiencia.”

También respecto a la audiencia de determinación de


derecho a voto del artículo 190.5, señala que contra la
resolución que decida procederá recurso de reposición, que
deberá interponerse y ser resuelto en la misma audiencia.
1.3.2.- Apelación.

Respecto a este recurso, el artículo 4 de la Ley N.º


20.720 señala que procede contra las resoluciones que la ley
contempla “expresamente”, y su interposición deberá realizarse
dentro del plazo de cinco días contados desde la notificación
de esta misma.

El vocablo “expresamente”, da a entender que corresponde


a un recurso de derecho estricto, donde no hay distinciones
según la naturaleza de la providencia dictada por el juez. La
ley, en su artículo 4 señala que el recurso de apelación será
concedido en el “solo efecto devolutivo” salvo las excepciones
que contempla esta misma ley.

Como excepción a la regla, se contempla el artículo 128


de la ley, que señala “la sentencia definitiva que acoja la
oposición del deudor, deberá cumplir con lo dispuesto en el
artículo 170 del CPC y, con ocasión de ella, cesará en sus
funciones el veedor. Contra esta sentencia procederá únicamente
el recurso de apelación, el que se concederá en ambos efectos
y gozará de preferencia extraordinaria para su inclusión a la
tabla y para su vista y fallo”.

1.3.3.- Casación.

Según el artículo 4.3 “Procederá en los casos y en las


formas establecidas en la ley”, esto es, en el Código de
Procedimiento Civil artículos 764 y siguientes.

Parte de la doctrina señala que la ley trata este recurso


de una manera extremadamente sintética. Esto, al señalar que
procederá el recurso extraordinario de acuerdo a las normas
establecidas en la ley, sin distinción de lo que reconoce el
propio ordenamiento, al establecer la casación de fondo y forma
separadamente.

Por otra parte, la forma de abordar este recurso es poco


desarrollada, dado que, sin perjuicio a lo establecido en el
artículo 4° de la ley, el legislador trata en el artículo 89 y
259 de la Ley el recurso de casación, cuando este fuere
procedente, por lo que supone solo este recursos cuando proceda
por mandato legal, dado que el artículo 128, con respecto a la
sentencia definitiva que acoja la oposición del deudor,
establece que contra el fallo de segunda instancia no procederá
recurso alguno, sea ordinario o extraordinario.

1.4.- Incidentes.

Destaca lo imperativo de la norma, al señalar en su


artículo 5°, que: “Solo podrán promoverse incidentes en
aquellas materias en que esta ley lo permita expresamente. Se
tramitarán conforme a las reglas generales previstas en el
Código de Procedimiento Civil, y no suspenderán el
procedimiento Concursal, salvo que esta ley establezca lo
contrario.

Por tanto, el carácter de los incidentes, difiere en


cuanto a las reglas generales, que plantea el Libro Primero,
De las Disposiciones Comunes a todo Procedimiento del CPC, en
que se comprende un carácter ordinario y general, al definirlos
como: “toda cuestión accesoria de un juicio que requiera
pronunciamiento especial con audiencia de las partes…”, por lo
que destaca de la definición y de su ubicación en el referido
código, que su aplicación es de carácter genérica. No así en
materia concursal, en que la ley lo dispone que procederá en
caso que la ley no indique expresamente.

1.5.- Sistema de notificaciones.

En relación a las formas convencionales que establece


nuestro sistema procesal, sobre esta materia, el artículo 6°
de la Ley N.º 20.720, establece innovaciones respecto a las
formas en que las notificaciones deban efectuarse.

De igual manera, es que impone la obligación de que


respecto a todas las notificaciones que se practiquen en virtud
de esta norma, se deberá dejar constancia por escrito en el
expediente, sin ser necesaria la certificación al respecto.

Como innovación en esta materia y que veremos a


continuación, se establece la creación del Boletín Concursal.
Se establece la notificación en correo electrónico y en su
defecto, a través de carta certificada, no contemplándose las
demás formas de notificaciones establecidas en el Código de
Procedimiento Civil.
1.5.1.- Boletín Concursal.

El Boletín Concursal, es una plataforma web, de carácter


gratuito y público que se encuentra a cargo de la SIR, con el
objetivo de hacer las publicaciones de gran parte de las
resoluciones que se adopten en los procedimientos concursales
contemplados en la ley.

El artículo 6 señala que siempre que el tribunal ordene


que una determinada resolución deba notificarse por medio de
avisos, esta deberá hacerse por medio de una publicación en el
Boletín Concursal.

Según lo indica la ley, el Boletín Concursal, es de


carácter público, los llamados a publicar las resoluciones son
el Veedor, el Liquidador o la Superintendencia. El plazo para
publicar es de dos días siguientes, contados desde la
respectiva resolución que procede, salvo que la ley disponga
un plazo distinto y corresponde a la regla general, puesto que
la propia disposición señala que, toda resolución que no tenga
señalada una forma distinta de notificación, se entenderá
realizada mediante una publicación en el Boletín.

1.5.2.- Correo electrónico.

Forma de notificación que opera cuando así la ley lo diga


expresamente, según el artículo 6° de la Ley Concursal. Por
consiguiente, en los casos que procedan, se deberá estar a lo
dispuesto en la norma de carácter general en cuanto a la forma
de efectuarla. Cuando la Ley ordene al Deudor señalar correo
electrónico de sus acreedores, la ley entiende que deberá ser
el correo de sus representantes legales.

Sin perjuicio de aquello, en la primera actuación que haga


el deudor, los acreedores o los terceros interesados ante el
tribunal o la Superintendencia, deberán indicar una dirección
de correo electrónico valida, a la cual se harán las
notificaciones.

La notificación por correo electrónico, enviada a la


dirección señalada por el deudor, acreedor o tercero, será
válida aun cuando aquella no estuviese vigente, estuviese en
desuso o no permitiera la recepción por el destinatario. De
esta manera la ley, tendrá por notificado al destinatario,
desde el envío del correo electrónico a la dirección aportada.

En cuanto a la notificación, la tendencia adoptada, se


separa de la corriente civilista en cuanto a la contratación
electrónica, ha tomado la idea de la teoría de la recepción,
que comprende perfeccionado el contrato, desde el momento de
que el mensaje o correo electrónico entra al servidor del
proveedor, independientemente si lo leyó o no. Por lo que al
decir que se tendrá por notificado a contar del momento del
envío, se escapa de aquella doctrina, y entiende que el acto
jurídico procesal se concreta desde el envío, produciendo todos
sus efectos legales.

1.5.3.- Carta certificada.

Se aplica en los casos que no sea posible notificar, a


través de correo electrónico a la referida dirección que la
parte deba aportar al tribunal. Se entenderá efectuada la
notificación, al tercer día siguiente de su recepción en la
oficina de correos.

1.6.- Cómputo de plazos.

Señala el artículo 7° de la Ley, que los plazos pueden


ser hábiles o bien corridos. En cuanto a los hábiles, estos
serán de esta forma conforme a la regla general, entendiéndose
los inhábiles los días domingos y feriados. Si se establece un
plazo específico, será de días corridos.

Los plazos se computarán desde el día siguiente aquel en


que se notifique la resolución o el acto respectivo y cuando
la propia ley establezca: “un plazo para actuaciones que deban
realizarse antes de determinada fecha, este se deberá contar
hacia atrás a partir del día inmediatamente anterior al de la
respectiva actuación”.

2.- Sujetos.

Al referirnos a los sujetos de los procedimientos


concursales, pretendemos hacer referencia a los sujetos pasivos
de dichos procedimientos. En este sentido debe tratarse de una
persona (natural o jurídica), con derechos y obligaciones, y
en este caso en particular susceptible de encontrarse en
situación de ser un sujeto pasivo de obligaciones.

Esta determinación la realiza la propia legislación al


disponer que corresponde a dos clases de deudores; por un lado,
los deudores empresas y por otro las personas.

La inclusión de las personas naturales al tratamiento de


la insolvencia pasa a ser uno de los mayores avances en la
materia, y en este sentido el Mensaje de la Ley se señala “…
resulta imperiosa la necesidad de crear un régimen especial
para las personas naturales que se encuentran en incapacidad
de responder a sus obligaciones financieras por distintas
razones, como por ejemplo, presentar niveles de consumo muy
por encima de su capacidad real de pago. Así, el Proyecto busca
crear, primeramente, la posibilidad de solucionar una
insolvencia personal en un escenario armónico y adaptado a la
realidad de un deudor persona natural, dándole la posibilidad
de responder con sus propios bienes de manera más breve y menos
costosa que en una liquidación de empresas y, así, impulsar
comportamientos crediticios responsables en el consumidor a
largo plazo, mejorando la educación financiera por medio de
normas que la hagan aplicable”.

2.1.- Inquietud doctrinaria.

Se ha levantado una inquietud doctrinal en lo relativo a


la aplicación de la Ley N.º 20.720, a aquellas personas
jurídicas de Derecho público, en calidad de sujeto pasivo.

El principal cuestionamiento en cuanto a la calidad de


sujeto pasivo de una persona jurídica de Derecho público no
dice relación con personas jurídicas de Derecho público, ya
que respecto a ellas la Ley es bastante clara al no
considerarlas dentro de las empresas deudoras, esto por cuanto
señala expresamente que esta normativa es aplicable a empresas
privadas, tengan o no fines de lucro.

De esta manera la inquietud se centra en aquellas empresas


que nacen al alero de alguna actividad económica que el Estado
desarrolla y carecen de personalidad jurídica de Derecho
público.
Estas empresas suelen poseer patrimonio propio sin
perjuicio de que su propiedad sea ostentada por el Estado, lo
que haría suponer que no es posible someterlas a procesos
liquidatorios por cuanto se entiende, desde una falsa premisa,
que el Estado siempre es solvente.

Algunos autores sostienen opinión contraria, en el sentido


de que a estas empresas, que desarrollan una actividad
económica, se les aplica el régimen general concursal, salvo
que una ley expresamente las preceptúe.

2.2.- Empresa Deudora.

En el tratamiento del sujeto pasivo Empresa Deudora se


comprenden “toda persona jurídica privada, con o sin fines de
lucro, y toda persona natural contribuyente de primera
categoría o del número 2) del artículo 42 el Decreto Ley N.º
824, del Ministerio de Hacienda, de 1974, que aprueba la Ley
sobre Impuesto a la Renta”. De esta manera es posible
distinguir la siguiente subclasificación:

a) Personas jurídicas privadas, con o sin fines de


lucro.
b) Persona natural contribuyente de primera categoría
de Impuesto a la Renta.
c) Persona natural contribuyente de la segunda categoría
de Impuesto a la Renta.

2.2.1.- Personas jurídicas privadas.

Ha de tratarse de personas jurídicas con o sin fines de


lucro, dentro de las con fines de lucro encontramos a las
sociedades y empresas individuales de responsabilidad
Limitada; en las sin fines de lucro a las fundaciones y
corporaciones.

2.2.2.- Persona natural contribuyente de Primera Categoría de


la Ley sobre Impuesto a la Renta del art. 20.
Se trata de toda persona natural que sea contribuyente
del Impuesto de Primera Categoría contemplado en la Ley de
Impuesto a la Renta, artículo 20.

2.2.3.- Persona natural contribuyente de la Segunda Categoría


de la Ley de la Renta del art. 42 N.º 2.

Dice relación con aquellas personas que generan renta por


actividades vinculadas con el ejercicio de profesiones
liberales y ocupaciones lucrativas que no se encuentran
incluidas en los de Primera Categoría, o bien se trate de renta
obtenida por trabajo independiente.

2.3.- Persona Deudora.

Por Persona Deudora se comprende aquellas que no han sido


consideradas por el legislador en lo referido a las personas
naturales contribuyentes de Primera o Segunda Categoría de la
Ley de Impuesto a la Renta.

2.3.1.- Persona Deudora propiamente tal.

Dice relación con aquellos sujetos que no se encuentran


comprendidos en la categorización de Empresa Deudora que
comprende el artículo 2 N.º 13 de la Ley N.º 20.720, es decir,
cualquier persona natural.

2.3.2.- Persona natural contribuyente del art. 42 N.º 1 de la


Ley sobre Impuesto a la Renta.

La mención a la que la norma que se remite dice relación


con aquellas personas naturales que obtienen renta con ocasión
del ejercicio de trabajo dependiente, sujetas a contrato de
trabajo.

3.- Procedimientos concursales.


La Ley N.º 20.720 de Insolvencia y Reemprendimiento ha
establecido la existencia de cuatro procedimientos
concursales. Respecto a su tratamiento es posible clasificarlos
entre aquellos que tienen por finalidad la reorganización, y
aquellos que buscan la liquidación del patrimonio.

Tanto para las personas naturales como para las empresas


se ha considerado la existencia de un procedimiento de
reorganización y uno de liquidación, y la aplicación de uno u
otro dependerá necesariamente de las posibilidades de negociar,
así como la viabilidad de alcanzar y cumplir acuerdos que
permitan una salida pactada, o bien definitivamente proceder a
la más drástica de las medidas consistente en liquidar los
bienes.

3.1.- De los Procedimientos aplicables a la Empresa Deudora.

Como se señaló anteriormente, para las empresas deudoras


se ha establecido la existencia de un proceso reorganizativo y
uno liquidatorio, dependiendo de la finalidad que se pretenda
alcanzar.

3.1.1.- Procedimiento Concursal de Reorganización.

Su finalidad es alcanzar una reorganización del pasivo de


la empresa, para lo cual se requerirá de un acuerdo entre el
deudor y sus acreedores.

Las posibilidades de alcanzar dicho acuerdo serán


proporcionales a la viabilidad de la empresa, es decir, sus
reales posibilidades de mantener su giro, pretendiendo efectuar
el pago de sus obligaciones.

La complejidad del plan de viabilidad que se desarrolle


para cada empresa dependerá de las características de cada una
de ellas, así como de la estructuración tanto de su pasivo como
del activo.

Siendo la reorganización la solución ideal para la


insolvencia, la ley establece diversos efectos que pretenden
fomentar el uso de esta alternativa a la liquidación, de esta
manera se genera un período de protección financiera al deudor,
por 30 días, que conlleva que:
A) No puede iniciarse ni declararse procedimientos
concursales de liquidación, juicios ejecutivos ni cualquier
tipo de ejecución o restitución en juicios de arriendo;

B) Todos los contratos mantienen su vigencia y condiciones


de pago;

C) No podrá ser eliminado el deudor de registros públicos


de contratista o prestador de cualquier servicio, en caso de
que se encuentre al día en el cumplimiento de sus obligaciones
contractuales.

d) El deudor no podrá ser eliminado ni privado de


participar en procesos de licitación por motivos de haber
iniciado un proceso concursal de reorganización.

3.1.2.- Procedimiento Concursal de Liquidación de bienes.

Su finalidad no es otra que liquidar el pasivo de la


empresa, lo que debe provocarse de la manera más rápida y
eficiente.

La venta de los bienes de la empresa productiva supone la


obtención de recursos con la finalidad de proceder al pago de
las obligaciones adeudadas.

Sin perjuicio de lo anterior, previo a la liquidación, es


recomendable la venta de unidades económicas o de producción
pretendiendo la conservación de los puestos de trabajo.

3.2.- De los Procedimientos Concursales de la Persona


Deudora.

La incorporación de procedimientos aplicables


exclusivamente a la Persona Deudora constituye una de las
grandes novedades que entrega la Ley de Insolvencia y
Reemprendimiento.

Se trata de un trascendente avance en el tratamiento de


la delicada situación económica que puede afectar a una
persona, no comprendida en el tratamiento de la Empresa
Deudora, y se constituye por dos procedimientos, uno de
renegociación y uno liquidatorio.
3.2.1.- Procedimiento Concursal de Renegociación de la
persona deudora.

Su tratamiento se encuentra en el artículo 260 y


siguientes de la Ley de Insolvencia y consta de un
procedimiento de naturaleza voluntaria, a instancias del
deudor, iniciándose por medio de una solicitud presentada ante
la Superintendencia.

La persona que desee voluntariamente someterse a este


procedimiento deberá cumplir con los siguientes requisitos:

a) Tener dos o más deudas que se encuentren vencidas


por más de 90 días corridos, exigibles actualmente y
provenientes de obligaciones distintas, que sumen más de 80
U.F.
b) Que a su respecto no se haya notificado demanda de
liquidación forzosa de Persona Deudora o de cualquier otro
juicio ejecutivo, salvo en materia laboral.

La solicitud es sometida a examen de admisibilidad para


dar lugar a la audiencia de determinación del pasivo,
posteriormente se da lugar a una audiencia de renegociación,
para finalmente proceder a la audiencia de ejecución.

Se caracteriza además por ser gratuito para las partes, y


de carácter administrativo por cuanto se desarrolla ante la
Superintendencia de Insolvencia y Reemprendimiento.

La gratuidad dice relación con que la tramitación no


reviste costo para las partes, no así para el Estado, quien,
por medio de la Superintendencia, debe proveer los medios
idóneos para que estos se desarrollen.

La finalidad del procedimiento consiste en alcanzar


acuerdos entre el deudor y sus acreedores, pretendiendo que
por medio de la renegociación de las deudas el deudor logre
salir de la situación de insolvencia, con la colaboración de
sus acreedores.

Los acreedores concurren con su voluntad a la celebración


del acuerdo de renegociación entendiendo que con ello se logra
una mejor solución que la liquidación de los bienes,
manteniendo como pretensión el pago de su acreencia.
3.2.2.- Procedimiento Concursal de Liquidación de bienes de
la Persona Deudora.

Se trata de un procedimiento, que puede revestir tanto


carácter voluntario como forzoso, de liquidación de bienes de
la persona deudora, cuyo fundamento radica en la ejecución
colectiva de los bienes del deudor.

Será voluntario cuando se produzca a solicitud del propio


deudor, y forzosa en caso de que sea solicitada por cualquier
acreedor, cumpliendo los siguientes requisitos:

a) Existencia de dos o más títulos ejecutivos vencidos,


cuyo fundamento sean diversas obligaciones.
b) Que se hayan iniciado a lo menos dos ejecuciones
contra el deudor.
c) Dentro de cuatro días de efectuado el requerimiento,
el deudor no presente bienes suficientes para responder el pago
de la deuda, con costas inclusive.
d) Que no se haya declarado respecto del deudor la
admisibilidad de un Procedimiento Concursal de Renegociación.

Su finalidad es alcanzar el pago de las obligaciones


pendientes mediante la venta forzada de los bienes del
patrimonio del deudor.

Es un procedimiento de carácter judicial, es decir, se


desarrolla ante Tribunales.
Capítulo IV.

ÓRGANOS DE LOS PROCEDIMIENTOS CONCURSALES.

1.- Antecedentes.

Antes de la vigencia de la Ley N.º 20.720 de Insolvencia


y Reemprendimiento, la legislación se encontraba regida por la
Ley N.º 18.175, la cual tuvo su origen en una de las mayores
crisis financieras de la historia de Chile, lo que trajo como
consecuencia que, la orientación de este tratamiento, se
encontraba enfocado a obtener la liquidación inmediata de las
empresas que caían en insolvencia, lo que en definitiva
privilegia la existencia de Órganos destinados principalmente
a cumplir dicho objetivo.

Es así como resalta la figura de la Fiscalía Nacional de


Quiebras, que posteriormente pasó a ser la Superintendencia de
Quiebras. El nuevo tratamiento, que la actual legislación desea
irrogar al sistema concursal, demanda que la Superintendencia
de Insolvencia y Reemprendimiento posea nuevas funciones y
características que la diferencien de sus predecesoras.

En el mismo sentido, y bajo la anterior legislación,


era posible apreciar la figura del síndico de quiebras,
encargado de la administración y liquidación, figura que hoy
es reemplazada en sus funciones por dos nuevos órganos que se
representan con el Veedor y el Liquidador.

2.- El Veedor.

2.1.- Concepto.

Por veedor entendemos a “aquella persona natural sujeta a


la fiscalización de la Superintendencia de Insolvencia y
Reemprendimiento, cuya misión principal es proporcionar los
acuerdos entre el Deudor y sus acreedores, facilitar la
proposición de Acuerdos de Reorganización Judicial y resguardar
los intereses de los acreedores, requiriendo las medidas
precautorias y de conservación de los activos del Deudor, de
acuerdo a lo establecido en esta ley”.

En síntesis, se trata de una persona natural encargada de


propiciar los acuerdos que puedan suscitarse entre el deudor y
sus acreedores, con miras a lograr la estructuración del pasivo
a fin de evitar la liquidación.

2.2.- Nómina de Veedores.

La Superintendencia es la encargada de proceder, mediante


resolución, al nombramiento de veedores que integran la
respectiva nómina, debiendo mantenerla actualizada y a
disposición del público en la página web.

Los antecedentes que deben expresarse en la nómina


corresponden a la individualización del veedor, y expresión de
región o regiones en que desempeñará el cargo, calificaciones
obtenidas durante los últimos cinco años en el examen de
conocimientos, número total de procedimientos concursales de
reorganización en que hubiere intervenido, mencionando
aquellos en que se aprobó el Acuerdo de Reorganización,
honorario promedio recibido y registro de sanciones que se le
hubieren aplicado.

2.3.- Requisitos.

Para ser incorporado en la nómina de veedores, el


interesado deberá presentar solicitud ante la
Superintendencia, debiendo señalar si pretende ejercer el cargo
a nivel nacional o regional, acompañar una declaración jurada
de no encontrarse afecto a prohibiciones (indicadas en el
artículo 17), y acompañar los antecedentes exigidos que
acrediten contar con título profesional de contador auditor o
de una profesión de a lo menos diez semestres de duración,
otorgado por universidades del Estado o reconocidas por éste,
o por la Corte Suprema, en su caso; Contar con, a lo menos,
cinco años de ejercicio de la profesión que haga valer; Aprobar
el examen para Veedores a que se refiere el artículo siguiente;
No estar afecto a alguna de las prohibiciones establecidas en
el artículo 17, y otorgar en tiempo y forma la garantía
establecida en la ley, por un monto de 2.000 Unidades de
Fomento.

2.4.- Responsabilidad.

La garantía señalada tiene por objeto caucionar el fiel


desempeño del Veedor, pretendiendo asegurar el correcto y cabal
cumplimiento de las obligaciones. Además, dicha garantía será
utilizada como indemnización de una eventual condena que
recaiga contra el Veedor por responsabilidad civil.

Conforme al artículo 15 la responsabilidad civil del


Veedor se extiende hasta la culpa levísima y su persecución se
realiza en juicio sumario una vez presentada la Cuenta Final
de Administración. De no rendir dicha cuenta se podrá accionar
contra éste, vencido el plazo que tenía para rendirla.

2.5.- Prohibiciones.

En relación a las prohibiciones para asumir el cargo de


Veedor la legislación contempla que no podrá serlo quien haya
sido condenado por crimen o simple delito, así como los
funcionarios de cualquier órgano del Estado, integrantes de
empresas públicas creadas por Ley y aquellos que ejerzan cargos
de elección popular, así como quienes presten cualquier tipo
de servicios remunerados o no a la Superintendencia, tampoco
podrán ser Veedores los que tuvieren incapacidad física o
mental para ejercer el cargo, así como quienes hubieren dejado
de integrar la Nómina de Veedores en virtud de las causales de
exclusión del artículo 18 de la Ley N.º 20.720.

2.6.- Exclusión de la Nómina de Veedores.

La legislación también regula los casos en que el Veedor


sea excluido de la nómina respectiva, lo que procede, de
acuerdo con el artículo 18 de la Ley.

En el evento de acreditarse alguna de las circunstancias


que señala la norma la Superintendencia dictara una resolución
de exclusión. Estas causales son:

1) El Veedor haya sido nombrado en contravención a lo


dispuesto en la Ley.
2) También cesara por dejar de cumplir los requisitos
exigidos en el artículo 13 para solicitar la inclusión en la
Nómina.
3) Por adquirir cualquier bien u obtener para sí alguna
ventaja económica en los Procedimientos Concursales en que haya
intervenido como Veedor.
4) Por enajenar o autorizar la enajenación de cualquier
bien en los Procedimientos Concursales en que intervenga como
Veedor, a: a) Personas relacionadas, b) alguna persona jurídica
en que tenga interés económico directo o indirecto; c) Socios
o accionistas de una sociedad en la que el Veedor forme parte,
o de las sociedades en las cuales tenga participación, salvo
aquellas que se encuentren inscritas en los Registros de
Valores y hagan oferta pública de ellos; d) Personas con las
que posea bienes en comunidad, con excepción de los
copropietarios a que se refiere la Ley N.º 19.537, sobre
copropiedad inmobiliaria; e) sus dependientes; f)
profesionales o técnicos que le presten servicios, sean estos
esporádicos o permanentes, cualquiera sea la forma en que estén
constituidos.
5) Por haberse declarado su responsabilidad civil o
penal conforme al artículo 27 de esta Ley.
6) Por renuncia presentada ante la Superintendencia, sin
perjuicio de las obligaciones y responsabilidades por las
funciones que ya hubiere asumido.
7) Por sentencia firme y ejecutoriada que rechace la
Cuenta Final de Administración que debe presentar en
conformidad a la ley.
8) Por aplicación de la letra c) del artículo 339.
9) Por reprobación definitiva del examen de
conocimientos a que se refiere el artículo 14.
10) Por muerte.

Tratándose de las causales 1, 2, 3, 4, y 8 señaladas


precedentemente, la Superintendencia deberá representarlas al
respectivo Veedor y éste tendrá el plazo de cinco días para
realizar los descargos que estime oportunos. Si el Veedor no
realiza los descargos, la Superintendencia procede a dictar la
respectiva resolución de exclusión, pero en el evento que el
Veedor realice los descargos, estos podrán ser acogidos o
rechazados por la Superintendencia, por medio de una
resolución.

De la exclusión podrá el Veedor reclamar ante el Juzgado


de letras de competencia civil de su domicilio, para lo cual
cuenta con un plazo de diez días contados desde la notificación
de la resolución de exclusión, la que se hará por medio de
carta certificada.

La tramitación de la reclamación de la resolución de


exclusión se hará por juicio sumario, y mientras se encuentre
pendiente de resolver, el Veedor no podrá asumir nuevas
designaciones en Procedimiento Concursal.

Independiente de la exclusión de la nómina de Veedores, a


este le cabe la obligación de rendir cuenta de su gestión, así
como la responsabilidad civil que le pudiere recaer.

2.7.- Designación del Veedor en los Procedimientos


Concursales.

Para proceder a designar a un Veedor en un determinado


Procedimiento Concursal, únicamente pueden considerarse a
aquellos que integran la Nómina de Veedores al momento de que
se dicte la Resolución de Reorganización o la de Liquidación,
según sea el caso, salvo tratándose de casos de inhabilidad.
2.7.1.- Inhabilidades.

La legislación ha establecido ciertas y determinados casos


para el tratamiento de las inhabilidades para ser nombrado
Veedor, las que se encuentran reguladas en el artículo 21 de
la Ley N.º 20.720 y corresponden a:

1) Las Personas Relacionadas con el deudor.


2) Los deudores y acreedores del Deudor o sus
representantes, y todos los que tuvieren un interés directo o
indirecto en el respectivo procedimiento.
3) Los que tuvieren objetada su Cuenta Final de
Administración en un Procedimiento Concursal, siempre que hayan
insistido en uno o más reparos.
4) Los que estuvieren suspendidos en conformidad a lo
dispuesto en el artículo 14 o de acuerdo al número 5) del
artículo 337 de esta ley.

2.7.2.- Nominación.

Conforme al artículo 55 de la Ley de Insolvencia y


Reemprendimiento, para los efectos de nominar Veedor titular y
suplente, el Deudor debe presentar a la Superintendencia copia
(con cargo del Tribuna o Corte de Apelaciones) de solicitud de
inicio de Procedimiento Concursal de Reorganización Judicial,
además de certificado emitido por el Auditor independiente que
contenga el estado de las deudas, debiendo indicar, además:

a) Nombre, domicilio y correo electrónico de sus


acreedores o representantes legales.
b) Naturaleza de los respectivos títulos.
c) Monto de los créditos, indicando el porcentaje que
cada uno representa en el total del pasivo.
d) Indicar los tres mayores acreedores, excluidas las
Personas Relacionadas.

Una vez recibidos los antecedentes por la


Superintendencia, notificará a los tres mayores acreedores
dentro del día siguiente y por el medio más expedito. El hecho
de efectuar la notificación deberá ser certificado por ministro
de fe de la Superintendencia, para todos los efectos legales
correspondientes.
Los acreedores propondrán individualmente, dentro de
segundo día de efectuada la notificación, un Veedor titular y
un suplente de la Nómina de Veedores.

Al día siguiente la Superintendencia nominará Veedor


titular y suplente a aquellos que obtuviere la primera mayoría
de entre los propuestos en dichos cargos.

Si únicamente un acreedor efectuara la proposición de


Veedor, se estará a dicha proposición para efectuar el
nombramiento, y en caso de que varios acreedores presenten la
propuesta dentro de segundo día, proponiendo diversos Veedores,
la Superintendencia nominará a aquel propuesto por el acreedor
que posea mayor crédito contra el deudor.

En el evento de no recibir propuesta de Veedores, por


parte de los acreedores, la Superintendencia procederá a
realizar un sorteo entre los Veedores propuestos por el Deudor,
o por todos aquellos que encontrándose vigentes integren la
Nómina de Veedores.

Si de la nómina de acreedores que acompañe el deudor es


posible determinar la existencia de uno de ellos que represente
más del 50% del pasivo del deudor, la Superintendencia nominará
al Veedor titular y suplente que sean propuestos por dicho
acreedor. Si dicho acreedor no hubiere presentado propuesta de
veedores, se estará a las reglas generales para su nominación.

Los Veedores nominados como titular y suplente, serán


notificados por la Superintendencia de la manera más expedita,
debiendo ambos manifestar, a más tardar al día siguiente, si
acepta el cargo encomendado, debiendo jurar desempeñarlo
fielmente. Junto con dicho juramento deberá declarar las
relaciones que tenga con el deudor o acreedores y declarar no
tener impedimento o inhabilidad para desempeñar el cargo.

La Superintendencia emitirá un Certificado de Nominación


al tribunal competente, al día siguiente de su emisión, para
que dicho Tribunal proceda a efectuar la designación.

Finalmente, se contempla la eventualidad de que el Veedor


se excuse de aceptar el cargo, para lo cual debe presentar una
justificación ante la Superintendencia, al día siguiente al de
la notificación del encargo. Con los antecedentes que aporte
el Veedor, la Superintendencia deberá resolver dentro de
segundo día, sin posterior recurso. En caso de acogerse asumirá
el Veedor suplente.
2.7.3.- Cesación en el cargo.

En cuanto a la cesación en el cargo por parte del Veedor,


la ley distingue entre la cesación propiamente tal y aquellas
causales del cese anticipado en el cargo.

2.7.3.1.- Cesación propiamente tal.

Regulada en el artículo 23 de la Ley de Insolvencia señala


que el Veedor cesará en su cargo por una causal natural que
corresponde al término del Procedimiento Concursal de
Reorganización, subsistiendo su responsabilidad hasta la
aprobación de su Cuenta Final de Administración.

2.7.3.2.- Cesación anticipada en el cargo.

Regulado en el artículo 24 de la Ley, se dispone que se


procede al término anticipado del cargo de Veedor.

En esta eventualidad el Veedor Suplente asumirá el cargo


dentro de los dos días siguientes a la cesación en el cargo
del Veedor titular.

Las causales de término anticipado son:

1) Por la revocación de la Junta de Acreedores.


2) Por remoción decretada por el Tribunal.
3) Por renuncia anticipada por la Junta de Acreedores
o, en su defecto, por el tribunal, la que deberá fundarse en
una causa grave.
4) Por haber dejado de formar parte de la Nómina de
Veedores, sin perjuicio de continuar en el cargo hasta que
asuma el Veedor Suplente o el que se designe.
5) Por inhabilidad sobreviniente.

2.7.4.- Deberes del Veedor.

Conforme a la descripción señalada por la ley, el


principal deber que pesa sobre los acreedores consiste en
propiciar acuerdos entre el Deudor y sus acreedores, lo que
debe realizar mediante la proposición y negociación del
acuerdo.

Gran parte del éxito o fracaso en alcanzar los acuerdos


pesarán sobre las habilidades de este funcionario, en especial
para convencer a las partes de que con ello se logra un mejor
resultado, evitando la liquidación.

Señala la norma que para poder alcanzar los acuerdos el


Veedor podrá citar al Deudor y acreedores en cualquier momento
desde que se publique la resolución de Reorganización hasta el
momento en que se debe acompañar el informe a que hace
referencia el artículo 57 N.º 8.

Agrega la norma que, en el ejercicio de sus funciones, el


Veedor deberá especialmente:

1) Imponerse de los libros, documentos y operaciones del


Deudor.
2) Incorporar y publicar en el Boletín Concursal copia
de todos los antecedentes y resoluciones que esta ley le
ordene.
3) Realizar las inscripciones y notificaciones que
disponga la Resolución de Reorganización.
4) Realizar las labores de fiscalización y valorización
que se le imponen en los artículos 72 y siguientes referidas a
la continuidad de suministro, a l venta necesaria de activos y
a la obtención de nuevos recursos.
5) Arbitrar las medidas necesarias en el procedimiento
de determinación de pasivo establecido en os artículos 70 y
71.
6) Realizar la calificación de los poderes para
comparecer en las Juntas de Acreedores e informar al tribunal
competente sobre la legalidad de éstos, cuando corresponda.
7) Impetrar las medidas precautorias y de conservación
de los activos del Deudor sean necesarias para resguardar los
intereses de los acreedores, sin perjuicio de los acuerdos que
éstos puedan adoptar.
8) Dar cuenta al tribunal competente y a la
Superintendencia de cualquier acto o conducta del Deudor que
signifique una administración negligente o dolosa de sus
negocios y, con la autorización de dicho tribunal, adoptar las
medidas necesarias para mantener la integridad de los activos,
cuando corresponda.
9) Rendir mensualmente cuenta de su actuación y de los
negocios del Deudor a la Superintendencia, y presentar las
observaciones que le merezca la administración de aquél. Esta
cuenta será envida, además, por correo electrónico a cada uno
de los acreedores.
10) Ejecutar los actos que le encomiende esta Ley.

Dentro de las facultades y deberes que corresponden al


Veedor, se establece la posibilidad de delegar sus funciones
en otros Veedores que integren la Nómina, manteniendo su
responsabilidad.

2.7.5.- Honorarios del Veedor.

Conforme a la legislación nacional los honorarios son de


cargo del Deudor, pero en lo que dice relación a la
determinación de éste se realizará de común acuerdo entre el
propio Veedor, los tres principales acreedores y el propio
Deudor.

Los honorarios gozan de preferencia establecida en el


artículo 2.472 del Código Civil, N.º 4, sin perjuicio de lo
que se establece en el artículo 118 de esta Ley.

El pago de los honorarios se hará con cargo al patrimonio


del deudor que sea sometido a un procedimiento de
reorganización, pero tratándose de un procedimiento
liquidatorio forzado dichos honorarios serán de cargo del
acreedor peticionario y no podrán superar las 100 U.F.

En caso de no alcanzar acuerdo en la determinación de los


honorarios no existe regulación normativa sobre la forma de
solucionarla, entendiendo parte de la doctrina que se debería
proceder a una nueva designación de Veedor. Por otro lado, sin
perjuicio de lo señalado en el artículo 5, podría ser materia
que deba ser debatiida mediante un incidente, que deberá ser
resuelto por el propio tribunal.

2.7.6.- Cuenta Final del Veedor.

En el plazo de treinta días desde la Resolución que


aprueba el Acuerdo de Reorganización Judicial o bien por la
dictación de la Resolución de Liquidación, el Veedor deberá
rendir cuenta de su gestión.
De acuerdo con lo dispuesto en el artículo 24 de la
Ley de Insolvencia, el cargo de Veedor podrá cesar
anticipadamente de acuerdo con las causales ya señaladas,
subsistiendo el deber de rendir cuenta.

Sea el término provocado anticipadamente, o por


Resolución Judicial que aprueba el Acuerdo de Reorganización o
Liquidación, subsistirá la responsabilidad hasta la aprobación
de su cuenta final de administración.

3.- El Liquidador.

3.1.- Concepto.

Conforme al artículo 2 N.º 19 de la Ley de


Insolvencia, el Liquidador es “aquella persona natural sujeta
a la fiscalización de la Superintendencia de Insolvencia y
Reemprendimiento, cuya misión principal es realizar el activo
del Deudor y propender al pago de los créditos de sus
acreedores, de acuerdo a lo establecido en esta ley”.

En primer término, corresponde señalar que se trata


de una función privativa de las personas naturales, no siendo
posible la existencia de empresas dedicadas a la función propia
del liquidador.

Corresponde al Liquidador la representación judicial y


extrajudicial de los intereses de los acreedores y los derechos
del Deudor que sean de interés de la masa.

Las funciones que le han sido asignadas corresponden a


aquellas que en la anterior legislación se encontraban
ejercidas por el Síndico de Quiebras, en términos generales.

3.2.- Nómina de Liquidadores.

Tal como se analizó en lo relativo a los Veedores, la


Superintendencia generará una Nómina de Liquidadores integrada
por todas las personas naturales nombradas por la propia
Superintendencia.

Esta nómina debe mantenerse actualizada y a disposición


del público por medio del sitio web de la entidad.
Los antecedentes que deben expresarse en la nómina
corresponden a la individualización del liquidador, y expresión
de región o regiones en que desempeñará el cargo,
calificaciones obtenidas durante los últimos cinco años en el
examen de conocimientos, número total de procedimientos
concursales de reorganización en que hubiere intervenido,
mencionando aquellos en que se aprobó el Acuerdo de
Reorganización, honorario promedio recibido y registro de
sanciones que se le hubieren aplicado.

Adicionalmente debe indicar el régimen de descuento de


honorarios ofrecido por el Liquidador a su respectiva vigencia,
respeto de la tabla de honorarios del artículo 40 de la Ley
Concursal.

Finalmente, la nómina debe indicar el número de


Procedimientos Concursales de Liquidación en que hubiere
intervenido el Liquidador, con la lista de los cinco
principales acreedores en cada uno de ellos. Además, debe
indicar, el porcentaje de Procedimientos Concursales de
Liquidación con Cuenta Final de Administración aprobada y el
sector o rubro del Deudor de cada procedimiento señalado.

3.3.- Requisitos.

Para ser incorporado en la Nómina de Liquidadores es


necesario cumplir con determinados requisitos establecidos por
la ley, y que dicen relación con la idoneidad del sujeto para
ejercer el cargo. El artículo 32 los desarrolla de la siguiente
manera:

1) Contar con un título profesional de contador auditor


o de una profesión de a lo menos diez semestres de duración,
otorgado por universidades del Estado o reconocidas por éste,
o por la Corte Suprema, en su caso.
2) Contar con, a lo menos, cinco años de ejercicio de
la profesión que haga valer.
3) Aprobar un examen de conocimientos para Liquidadores,
en los términos del artículo 14.
4) No estar afecto a alguna de las prohibiciones
establecidas en el artículo 17.
5) Otorgar, en tiempo y forma, la garantía señalada en
el artículo 16.
3.4.- Exclusión de la Nómina de Liquidadores.

La Ley Concursal regula los casos en que el Liquidador


sea excluido de la nómina respectiva, lo que procede, sea por
causal propia a los liquidadores, o bien por causales comunes
a los Veedores.

En lo que dice relación a la causal propia de los


liquidadores podemos señalar que queda excluido de la Nómina
aquel Liquidador que se negare a asumir un Procedimiento
Concursal de Liquidación sin causa justificada.

Conforme al artículo 34 de la Ley Concursal existen


causales comunes de exclusión de Veedores y Liquidadores, las
que ya fueron tratadas en lo relativo a las Exclusión de los
Veedores, por lo que no se reiterará en este apartado, las que
se encuentran indicadas en el artículo 18 de la Ley Concursal.

3.5.- Responsabilidad.

Conforme al artículo 35 la responsabilidad civil del


Liquidador se extiende hasta la culpa levísima y su persecución
se realiza en juicio sumario una vez presentada la Cuenta Final
de Administración. De no rendir dicha cuenta se podrá accionar
contra éste, vencido el plazo que tenía para rendirla.

3.6.- Designación del Liquidador en los Procedimientos


Concursales.

3.6.1.- Nominación.

La Superintendencia procederá a nominar al Liquidador


conforme al procedimiento establecido en el artículo 37 de la
propia Ley Concursal. Para efectuar dicha nominación es preciso
que previamente se presente una solicitud de inicio de
Procedimiento Concursal de Liquidación.

En cuanto al tratamiento de la nominación de Liquidador,


la Ley Concursal distingue en primer término si se trata de
una solicitud de Liquidación Voluntaria o Forzosa.

En el caso de una Liquidación Voluntaria, el Deudor


entregará en la Superintendencia copia de dicha solicitud con
el cargo del tribunal competente o de la Corte respectiva.
Además, conforme al artículo 115 de la Ley Concursal, deberá
acompañar la copia de la nómina de acreedores y sus respectivos
créditos.

Si se tratare de una Liquidación Forzosa será el Acreedor


peticionario quien presentará ante la Superintendencia copia
de la solicitud (con cargo), acompañando copia de la nómina de
acreedores y los créditos que haya acompañado el Deudor,
conforme al artículo 120 de la Ley Concursal.

Acompañados los documentos a la Superintendencia, al día


siguiente notificará a los tres mayores acreedores (excluyendo
las personas relacionadas) por el medio más expedito, lo que
deberá ser certificado por el ministro de fe de la
Superintendencia.

Los tres mayores acreedores, una vez que son notificados,


cuentan con dos días para proponer, por escrito o correo
electrónico, un Liquidador titular y uno suplente, de aquellos
que se encuentren en la Nómina de Liquidadores vigentes.

Al día siguiente de recepcionadas las propuestas, la


Superintendencia nominara como Liquidador titular al que
hubiere obtenido la primera mayoría de aquellos propuestos como
titular, lo mismo acontece con los suplentes. Si únicamente
uno de los tres mayores acreedores propuso Liquidadores titular
y suplente, se estará a dicha propuesta.

Si dos o los tres mayores acreedores efectuaron


proposición, y dicha proposición recayere en distintos
liquidadores, se estará a aquella proposición efectuada por el
acreedor cuyo crédito sea superior.

Si no se hubieren recibido propuestas de Liquidador, la


Superintendencia deberá realizar un sorteo, en que se incluirá
a todos aquellos Liquidadores vigentes de la Nómina respectiva.

Si un solo acreedor representa más del 50% del pasivo del


deudor, la Superintendencia nominará al Liquidador titular y
al suplente propuesto por dicho acreedor.

Efectuado el nombramiento por la Superintendencia, se


procederá a notificarlos por la entidad fiscalizadora, por el
medio más expedito.
Notificado el Liquidador Titular y Suplente, a más tardar
al día siguiente, deberán manifestar si acepta el cargo,
debiendo jurar o prometer desempeñarlo fielmente.

Una vez aceptado el cargo, deberá declarar las relaciones


que pueda tener con el Deudor y con los acreedores de éste,
debiendo declarar que no tiene impedimento o inhabilidad
respecto de aquellos.

El Liquidador podrá excusarse al día siguiente de la


notificación, ante la Superintendencia, de la nominación,
debiendo justificar aquello. La Superintendencia resolverá
dentro de los dos días siguientes con los antecedentes que
acompañe el Liquidador y dicha resolución no es susceptible de
recurso.

Si desestima la excusa, el Liquidador asumirá el encargo


desde la fecha de la resolución y emisión de Certificado de
Nominación.

Si la excusa fue aceptada el Liquidador suplente asumirá


como titular, y se procederá a designar un nuevo Liquidador
suplente por parte de la Superintendencia.

Una vez resuelta la excusa o aceptado el encargo la


Superintendencia emitirá un Certificado de Nominación, el que
se remitirá al día siguiente al tribunal correspondiente.

3.6.2.- Cesación en el cargo.

En cuanto al tratamiento de la cesación en el cargo por


parte del Liquidador, la ley distingue entre la cesación
propiamente tal y aquellas causales del cese anticipado en el
cargo, conforme a lo dispuesto en el artículo 38 en relación
con los artículos 23 y 24 de la Ley Concursal.

3.6.2.1.- Cesación propiamente tal.

Conforme a la remisión que efectúa el artículo 38 al


artículo 23 de la Ley de Insolvencia, se señala que el
Liquidador cesará en su cargo por una causal natural que
corresponde al término del Procedimiento Concursal de
Liquidación. Sin perjuicio de ello subsistirá su
responsabilidad hasta la aprobación de su Cuenta Final de
Administración.

3.6.2.2.- Cesación anticipada en el cargo.

Regulado en el artículo 38 de la Ley Concursal, se dispone


que se procede al término anticipado del cargo de Liquidador,
por:

1) Haberse aprobado un Acuerdo de Reorganización


Judicial.
2) Haberse aprobado un Acuerdo de Reorganización
Simplificado.
3) Por las causales establecidas en el artículo 24 de
la Ley Concursal que le sean aplicables al Liquidador.

En caso de que el Liquidador titular cese anticipadamente


en el cargo, deberá asumir el suplente, sin perjuicio de las
Facultades de la Junta de Acreedores, en orden a designar uno
nuevo. En el evento que el suplente no pueda asumir, la
Superintendencia citará a Junta Extraordinaria de acreedores
para proceder a ambos nombramientos.

Si no se reuniera quorumsuficiente para resolver en la


Junta de Acreedores la nominación de Liquidador titular y
suplente, el nombramiento lo realizará la Superintendencia por
medio de sorteo.

Efectuado el nombramiento, estos deberán asumir sus


funciones aun cuando no existieren fondos que repartir en el
Procedimiento Concursal de Liquidación.

3.7. Deberes del Liquidador.

Como se ha señalado anteriormente, corresponde al


liquidador la representación judicial y extrajudicial de los
intereses generales de los acreedores. Asimismo, le corresponde
la representación de los derechos del Deudor, solo en cuanto
estos puedan ser de interés para la masa.

Esta representación es sin perjuicio de las


facultades de los acreedores y del propio deudor.
Agrega la norma que, en el ejercicio de sus
funciones, el Liquidador deberá especialmente:

1) Incautar e inventariar los bienes del Deudor.


2) Liquidar los bienes del Deudor.
3) Efectuar los repartos de fondos a los acreedores en
la forma dispuesta en el Párrafo 3 del Título 5 del Capítulo
IV de la Ley.
4) Cobrar los créditos del activo del Deudor.
5) Contratar préstamos para solventar los gastos del
Procedimiento Concursal de Liquidación.
6) Exigir rendición de cuentas de cualquiera que haya
administrado bienes del Deudor.
7) Reclamar del Deudor la entrega de la información
necesaria para el desempeño de su cargo.
8) Registrar sus actuaciones y publicar las resoluciones
que se dicten en el Procedimiento Concursal de Liquidación en
el Boletín Concursal.
9) Depositar a interés en una institución financiera los
fondos que perciba, en cuenta separada para cada Procedimiento
Concursal de Liquidación y a nombre de éste, y abrir una cuenta
corriente con los fondos para solventarlo.
10) Ejecutar los acuerdos legalmente adoptados por la
Junta de Acreedores dentro del ámbito de su competencia.
11) Cerrar los libros de comercio del Deudor, quedando
responsable por ello frente a terceros desde la dictación de
la Resolución de Liquidación.
12) Transigir y conciliar los créditos laborales con el
acuerdo de la Junta de Acreedores, según lo dispone el artículo
246 de esta ley.
13) Ejercer las demás facultades y cumplir las demás
obligaciones que le encomienda la presente ley.

3.8.- Honorarios del Liquidador.

La determinación de los honorarios del liquidador en los


Procedimientos Concursales de Liquidación se encuentra
regulada en el artículo 39 de la Ley Concursal, la que señala
que se sujetarán a las disposiciones siguientes:

1) “Se determinan de conformidad a la tabla progresiva


por tramos prevista en el artículo siguiente.
2) Tendrán la naturaleza de remuneración única y de
gasto de administración del Procedimiento Concursal de
Liquidación para todos los efectos legales a que hubiere lugar.
Serán de cargo del Liquidador todos los gastos
correspondientes al ejercicio de su cargo, así como los
honorarios de todos sus asesores jurídicos, técnicos,
administrativos o de cualquier otra índole que hubiere
contratado para el desarrollo de su actividad.

Si el domicilio del Deudor fuere distinto al del


Liquidador, los gastos de traslado y otros necesarios para el
Procedimiento Concursal de Liquidación se considerarán gastos
de administración y deberán ser ratificados por la Junta o, en
subsidio, por el tribunal competente.

3) No se incluirán aquellos honorarios que se devenguen


ene caso de la continuación de actividades económicas del
Deudor en los términos de los artículos 232 y 233 de esta ley.
4) Sólo podrán pagarse honorarios adicionales si los
acreedores lo acuerdan en Junta de Acreedores. El pago de este
aumento será de cargo exclusivo de aquellos acreedores que lo
hubieren votado favorablemente.
5) Los honorarios se calcularán considerando los montos
reservados de conformidad a lo dispuesto en los números 2 y 3
del artículo 247, pero sólo se pagarán los correspondientes a
los fondos efectivamente repartidos de acuerdo a la tabla
progresiva por tramos prevista en el artículo siguiente.
6) El Liquidador deberá retener en instrumentos de renta
fija, a nombre del Deudor sujeto a un Procedimiento Concursal
de Liquidación, el 10% del honorario que le correspondería
percibir en cada reparto. Estos honorarios sólo podrán ingresar
al patrimonio del Liquidador una vez presentad la Cuenta Final
de Administración, conforme a lo dispuesto en los artículos 49
y siguientes. Si la señalada cuenta es rechazada por sentencia
firme, estos fondos serán restituidos a la masa, debiendo ser
destinados para el pago de los honorarios del nuevo Liquidador
designado en caso que no hubiere fondos por repartir.
7) Podrán acordarse en Junta de Acreedores, con Quorum
Simple, anticipos de honorarios al Liquidador, los que no
podrán exceder del 10% de los ingresos en dinero efectivo que
haya producido el Procedimiento Concursal de Liquidación al
momento del anticipo.
8) Si el Liquidador cesa anticipadamente en el cargo
conforme al artículo 38, sus honorarios y los de quien lo
reemplace serán acordados entre el Liquidador respectivo y la
Junta de Acreedores. Faltando dicho acuerdo, resolverá el
tribunal competente sin ulterior recurso.
9) Se prohíbe al Liquidador o a sus Personas
Relacionadas recibir a cualquier título otro pago distinto de
los regulados en el presente artículo, por parte de algún
acreedor o de sus Personas Relacionadas”.

El artículo 40 establece el honorario único que se le


pagará al Liquidador, dependiendo del tramo de que se trate,
la que señala que:

1) Sobre la parte que exceda de 0 y no sobrepase de


2.000 unidades de fomento, 20%.
2) Sobre la parte que exceda de 2.000 y no sobrepase
las 4.000 unidades de fomento, 15%.
3) Sobre la parte que exceda de 4.000 y no sobrepase
las 8.000 unidades de fomento, 11%.
4) Sobre la parte que excede de 8.000 y no sobrepase
las 16.000 unidades de fomento, 8%.
5) Sobre la parte que exceda de 16.000 y no sobrepase
las 32.000 unidades de fomento, 6%.
6) Sobre la parte que exceda de 32.000 y no sobrepase
las 64.000 unidades de fomento, 4%.
7) Sobre la parte que exceda de 64.000 y no sobrepase
las 130.000 unidades de fomento, 3%
8) Sobre la parte que exceda de 130.000 y no sobrepase
las 260.000 unidades de fomento, 2,25%
9) Sobre la parte que exceda de 260.000 y no sobrepase
las 520.000 unidades de fomento, 1,75%.
10) Sobre la parte que exceda de 520.000 y no sobrepase
las 1.000.000 de unidades de fomento, 1,5%.
11) Sobre la parte que exceda de 1.000.000 de unidades
de fomento, 1%

El primer tramo se calculará sobre los ingresos de


Procedimiento Concursal de Liquidación cuando no hubiere
repartos o, si habiendo repartos, correspondiere al Liquidador
un honorario inferior a 30 unidades de fomento y, en este caso,
el honorario no podrá exceder de esa cantidad.

Para la determinación del honorario que corresponda al


Liquidador en cada reparto, se deberá calcular previamente la
cantidad que le corresponda por honorarios luego aplicar la
tabla precedente en la forma progresiva descrita, a partir del
respectivo tramo. En consecuencia, para la aplicación de la
tabla y determinación del porcentaje del honorario que le
corresponde en cada reparto, deberá considerarse el monto total
distribuido en repartos anteriores.

Si luego de practicada la diligencia de incautación y


confección de inventario a que se refiere el numeral 2) del
artículo 163, se constatare por el Liquidador que el Deudor
carece de bienes, o que éstos son insuficientes para el pago
de los honorarios que pudieren corresponderle, éste sólo tendrá
derecho a una remuneración de 30 unidades de fomento, que serán
pagadas por la Superintendencia con cargo a su presupuesto”.

4.- Superintendencia de Insolvencia y Reemprendimiento.

4.1.- Concepto.

Conforme al artículo 331 de la Ley N.º 20.720, la


Superintendencia de Insolvencia y Reemprendimiento es un
servicio público descentralizado con personalidad jurídica y
patrimonio propio.

Agrega la norma que se trata de una institución autónoma,


que se relaciona con el Presidente de la República a través
del Ministerio de Economía, Fomento y Turismo. Su finalidad es
ser una institución fiscalizadora conforme al Decreto Ley N.º
3.551, de 1981, encontrándose afecta a la Ley N.º 19.882.

El domicilio corresponderá a la ciudad de Santiago, sin


perjuicio de las direcciones regionales que se establezcan en
distintas ciudades del país.

4.2.- Funciones.

El artículo 332 de la Ley concursal señala las funciones


que corresponden a la Superintendencia, indicando que a esta
la corresponde supervigilar y fiscalizar las actuaciones de:

a) Veedores.
b) Liquidadores.
c) Martilleros Concursales.
d) Administradores de la continuación de las actividades
académicas del deudor.
e) Asesores económicos de insolvencia.
f) Toda persona que por ley quede sujeta a dicha
supervigilancia y fiscalización.

Asimismo, se señala que corresponde a la Superintendencia


el desarrollo de las funciones que se le indican en el Capítulo
V de la Ley de Insolvencia, y demás que le señalen las leyes.
4.3.- Superintendente.

El servicio se encuentra a cargo de un funcionario


con la calidad de Jefe Superior de Servicio, nombrado por el
Presidente de la República y tendrá título de Superintendente
de Insolvencia y Reemprendimiento.

El Superintendente será el encargado del cumplimiento de


funciones y atribuciones que la Ley le encomiende en dichas
funciones, así como aquellas que se encomienden a la propia
institución.

5.- Tribunal competente en materia concursal.

En lo que dice relación con el Tribunal Concursal, la


actual legislación logró un gran avance en materia de justicia,
pasando de un conocimiento de juicios de quiebra por tribunales
comunes, a una justicia especializada que, sin crear nuevos
tribunales, ha capacitado algunos de éstos para que se les
distribuya preferentemente causas concursales, contemplando
además la posibilidad de que sean conocidas algunas de ellas
mediante arbitraje concursal.

En lo que dice relación a la competencia de los Tribunales


para conocer de estos asuntos, se sigue la regla general en
materia procesal, siendo competente el juzgado de letras del
domicilio del Deudor.

La nueva justicia concursal no ha contemplado la creación


de nuevos tribunales, sino que se ha considera la capacitación
en materia de Procedimientos Concursales a tribunales ya
existentes, siendo las Cortes las encargadas de adoptar medidas
pertinentes para garantizar dicha capacitación.

De esta manera es que en aquellas ciudades asiento de


Corte, éstas, por medio de un Auto Acordado regularán la
distribución de sus ingresos en materia de Insolvencia.

En términos generales las materias de que deberá conocer


el tribunal competente dicen relación con resolver la cuestión
principal que se someta a su conocimiento, así como los juicios
acumulados, liquidación de pasivo, acciones revocatorias,
derecho legal de retención, tercerías, entre otras materias.
6.- Las juntas de acreedores.

6.1.- Concepto.

Conforme al artículo 2 número 15) de la Ley de


Insolvencia, La Junta de Acreedores es un órgano concursal
constituido por los acreedores de un Deudor sujeto a un
Procedimiento Concursal, de conformidad a esta ley. Se
denominarán, según corresponda, Junta Constitutiva, Junta
Ordinaria o Junta Extraordinaria, o indistintamente “Junta de
Acreedores” o “junta”.

Por motivos de la liquidación de bienes de un deudor común


se forma la masa de acreedores, compuesta por todos aquellos
que tienen créditos contra el mismo deudor y se encuentran
insatisfechos en sus pagos.

La finalidad de la masa de acreedores consiste en evitar


los procedimientos individuales de ejecución, que tal como se
trató en lo relativo al principio de la Par Conditio
Creditorum, en que se indica que la finalidad de la igualdad
de trato de los acreedores es impedir que un acreedor que haya
obtenido una sentencia favorable, contra un deudor común, pueda
agotar los bienes sobre los cuales los restantes acreedores
podían también haberse pagado.

6.2.- Características.

A.- Origen legal. Es la propia Ley concursal la que


determina la existencia del órgano, por medio del cual se
entrega una organización a los acreedores a fin de expresar su
voluntad.

Las funciones se encuentran dadas por la ley, así como su


estructura, funcionamiento y forma de adopción de los acuerdos
mediante quorums.

B.- Colegiado, deliberante y resolutivo. Compuesto por la


unión de voluntades de los diversos acreedores que posea el
deudor. De dichas voluntades dependerán los quorums necesarios
para la validación de las medidas que en su contexto se adopten.
La junta es el órgano deliberante donde los acreedores
expresan los intereses que le son propios así como los
intereses comunes

Las medidas que se adoptan en el seno de la Junta de


acreedores, resultan de un proceso de análisis y estudio de
las implicancias y consecuencias que de ella pudieren derivar.

C.- De funciones diversas. En el sentido de gozar de


muchas atribuciones en diversos ámbitos de la gestión que se
le atribuye que van desde la continuidad del giro de la empresa
a labores fiscalizadoras de las funciones del liquidador.

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