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Si la filosofía desempeña alguna tarea en el mundo es la

de clarificar nuestro pensamiento y despejar las ideas que


nos obnubilan la mente. En este libro, uno de los filósofos
más importantes de la actualidad se enfrenta a algo que
ha hallado un lugar en exceso destacado en la cultura
popular y el pensamiento filosófico: la idea de que si bien
las afirmaciones fácticas pueden ser establecidas o refuta-
das racionalmente, las afirmaciones sobre valores son
enteramente subjetivas, no susceptibles de argumentación
racional a favor o en contra. Pese a que en ocasiones sea
importante y útil distinguir entre afirmaciones fácticas y
juicios de valor, Hilary Putnam argumenta que la distinción
se vuelve netamente perjudicial cuando se identifica con
una dicotomía entre lo objetivo y lo puramente «subjetivo».
Retrotrayendo el problema a la concepción de Hume de
una «cuestión de hecho», así como a la distinción kantiana
entre juicios «analíticos» y «sintéticos», Putnam señala una
vía de salida en la obra de Amartya Sen.

Ameno, conciso e inteligente, este libro prepara el camino


para el entendimiento definitivo entre la filosofía y las
ciencias sociales.

Hilary Putnam es titular emérito de la cátedra .Tohn


Cagan en la Universidad de Harvard. Es autor de numerósos
libros, incluidos La herencia del pragmatismo, Cincuenta
años de filosofía vistos desde dentro, Las mil caras del
realismo y Sentido, sinsentido y los sentidos, igualmente
publicados por Paidós.

8945
www.paidos.com .F'874 lllllllllllllllll
lllllllllllllllllllllll
C:6518 UNAM 583989
ISBN 84-493-1588-3
El desplome de la dicotomía hecho/valor
y otros ensayos
Hilary Putnam
Últimos títulos publicados

66. C. Geertz - Conocimiento


67. A. Schütz - La construcció
69. M. Hammersley y P. Atkin 'grafía
El desplome de
70. C. Solís - Razones e interes¼
71. H. T. Engelhardt - Los fun(j;~entos de la bioética
72. E. Rabossi (comp.) - Filosofía de {a mente y ciencia cognitiva
la dicotomía hecho/valor
73. J. Derrida - Dar (el) tiempo
74. R. Nozick - La naturaleza de la racionalidad
75. B. Morris - Introducción a{ estudio antropológico de la religión
y otros ensayos
76. D. Dennett - La conciencia explicada
77. J. L. Nancy - La experiencia de la libertad
78. C. Geertz - Tras los hechos
79. R. R. Aramayo y otros - El individuo y la historia
80. M. Augé - El sentido de los otros
81. C. Taylor -Argumentos filosóficos
82. T. Luckmann - Teoría de la acción social
83. H. Jonas - Técnica, medicina y ética
84. K. J. Gergen - Realidades y relaciones
85. J. R. Searle - La construcción de la realidad social
86. M. Cruz (comp.) - Tiempo de subjetividad
87. C. Taylor - Fuentes del yo
88. T. Nagel - Igualdad y parcialidad
89. U. Beck - La sociedad del riesgo
91. K. R. Popper - El mito del marco común
92. M. Leenhardt - Do Kamo. La persona y el mito en el mundo melanesio
93. M. Godelier - El enigma del don
94. T. Eagleton - Ideología
95. M. Platts - Realidades morales
96. C. Solís - Alta tensión: filosofía, socíología e historia de la ciencia
97. J. Bestard - Parentesco y modernidad
98. J. Habermas - La inclusión del otro
99. J. Goody - Representaciones y contradicciones
100. M. Foucault - Entre filosof{a y literatura. Obras esenciales, vol. 1
101. M. Foucault - Estrategias de poder. Obras esenciales, vol. 2
102. M. Foucault - Estética, ética y hennenéutica. Obras esenciales, vol. 3
103. K. R. Popper - El mundo de Parménides
104. R. Rorty - Verdad y progreso
105. C. Geertz - Negara
106. H. Blumenberg - La legibilidad del mundo
107. J. Derrida - Dar la muerte
108. P. Feyerabend - La conquista de la abundancia
109. B. Moore - Pureza moral y persecución en la historia
110. H. Arendt - La vida del espíritu
111. A. Maclntyre -Animales racionales y dependientes
112. A. Kuper - Cultura
113. J. Rawls - Lecciones sobre la historia de la filosofía moral
114. Th. S. Kuhn - El camino desde la estructura
115. W. V. O. Quine - Desde un punto de vista lógico
116. H. Blumenberg - Trabajo sobre el mito
117. J. Elster - Alquimias de la mente
118. I. F. Shaw - La evaluación cualitativa
119. M. Nussbaum - La terapia del deseo
120. H. Arendt - La tradición oculta
121. H. Putnam - El desplome de la dicotomía hecho/valor y otros ensayos
Título original: The Collapse of the Fact-/Value Dichotomy and other essays
Publicado en inglés, en 2002, por Harvard University Press, Cambridge,
583989
Massachusetts, EE.UU.
Traducción de Francesc Forn i Argimon

Revisión de Miguel Candel

Cubierta de Mario Eskenazi

Para Vivían Walsh


En agradecimiento no sólo por sus sugerencias, sus críticas y
UNAM
BIBlt()n,cA CENTRAL los ánimos que me dio, sino también por su amistad y las
maravillosas conversaciones que fuimos manteniendo
a lo largo de casi medio siglo.

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyn'ght, bajo
las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o pardal de esta obra por cualquier
medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la
distribución de ejemplares de ella mediante alquíler o préstamo públicos.

© 2002 The President and Fellows of Harvard College


© 2004 de la traducción, Francesc Forn i Argimon
© 2004 de todas las ediciones en castellano,
Ediciones Paidós Ibérica, S. A.,
Mariano Cubí, 92 - 08021 Barcelona
http://www.paidos.com

ISBN: 84-493-1588-3
Depósito legal: B. 23.752/2004

Impreso en Novagdfik, S.L


Vivaldi, 5 - 08110 Monteada i Reixac (Barcelona)

Impreso en España - Printed in Spain


SUMARIO

Prefacio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15

PRIMERA PARTE: EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR

l. Los antecedentes empiristas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21


2. La imbricac,ión entre hecho y valor . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
3. Hecho y valor en el mundo de Amartya Sen . . . . . . . . . . 63

SEGUNDA PARTE: RACIONALIDAD Y VALOR

4. Los inicios «prescriptivistas» de Sen . . . ....... ...... 87


5. Sobre la racionalidad de las preferencias ....... ...... 99
6. Los valores, ¿se crean o se descubren? . . ....... ...... 117
7. Valores y normas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ....... ...... 133
8. La evasión de los valores por parte de los filósofos de la
ciencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ....... ...... 159

Notas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171
Índice analítico y de nombres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 209
PREFACIO

La primera parte de este libro incluye las conferencias que di


por invitación de la Fundación Rosenthal y la Northwestern Uni-
versity School of Law en noviembre de 2000. Estas conferencias
presentan la argumentación contra la dicotomía hecho/valor, tal y
como esta dicotomía ha sido desarrollada y defendida histórica-
mente, y dilucidan la importancia de la cuestión, en particular pa-
ra la economía. Tengo la certeza de que en el derecho se plantean
cuestiones similares pero consciente de mis propias limitaciones,
1

no he intentado documentarlas.
Durante los diez años en que Amartya Sen fue mi colega en la
Universidad de Harvard, llegué a apreciar no sólo su brillantez
(que le iba a reportar el Premio Nobel de economía al poco tiem-
po de dejar Harvard por el Trinity College de Cambridge) y su
idealismo, sino también la importancia de lo que él llama «enfo-
que de las capacidades»* en economía del bienestar ante quizá el
mayor problema con que se enfrenta la humanidad en nuestro tiem-
po, el de las inmensas disparidades entre las partes más ricas y las
más pobres del globo. El alma de este enfoque es la percepción de
que los temas de economía del desarrollo y los temas de ética no
pueden mantenerse separados sin más. Sen, a lo largo de su ca-
rrera, ha echado mano tanto de los recursos de la economía mate-
mática como de los de la filosofía moral, incluidas diversas con-
cepciones del florecimiento humano.

* Capabilities, término acuñado por Sen que combina, en español, dos sentidos de
{(capacidad,¡, no denotados por su homólogo en inglés: capacity, la propiedad de con-
tener otras cosas, y ability, aptitud. Frente al énfasis de la economía del bienestar clá-
sica en la mera capacidad de atesorar (contener) bienes materiales, el enfoque de las
capacidades destaca la capacidad (aptitud) de las personas para transformar esos bie-
nes en bienestar y calidad de vida. Véase, por ejemplo, A. Sen, Inequality Reexamined,
Nueva York, Oxford University Press, 1992 (trad. cast.: Nuevo examen de la desigual-
dad, Madrid, Alianza, 1995). (N. del t.)
r 12 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR [ ... ] PREFACIO 13

Sin embargo, la mayor parte de la filosofía del lenguaje y gran Como siempre, este libro ha sido leído atentamente por James
parte de la metafísica y la epistemología analíticas se han mostra- Conant y por Ruth Anna Putnam. Sus críticas preguntas y prove-
do abiertamente hostiles al discurso sobre el florecimiento huma- chosas sugerencias han sido de gran ayuda en la revisión de las
no, considerándolo irremediablemente «subjetivo», a menudo re- conferencias Rosenthal. Así, este libro tiene en realidad cuatro pa-
legando toda la ética a esta categoría de desecho. drinos: Conant, Sen, Walsh y Ruth Anna.
Además, la economía se enorgullece con frecuencia de eludir to-
do «presupuesto metafísico,, mientras está engullendo entera la Cambridge, Massachusetts
metafísica del positivismo lógico -un estado de cosas brillante- Universidad de Harvard, 2002
mente analizado y criticado por Vivían Walsh en su obra Rationa-
lity, A/location and Reproduction-. 1 Walsh y yo somos íntimos ami-
gos desde hace cerca de cincuenta años y hace ya mucho tiempo
que llamó mi atención sobre este lamentable estado de cosas en el
campo de la economía. Cuando llegó la invitación de la Northwes-
tern University School of Law para impartir las conferencias Ro-
senthal en noviembre de 2000, me pareció que se trataba de la oca-
sión perfecta -y Walsh me animó encarecidamente a ello- para
presentar una recusación detallada de la concepción según la cual
«los hechos son hechos y los valores son valores, y ambas cosas
nunca deben mezclarse», que implica que la empresa seniana de
acercar más la economía a la ética es lógicamente imposible. Tam-
bién constituía una oportunidad para presentar una filosofía del
lenguaje muy distinta de la del positivismo lógico, que hace impo-
sible la empresa seniana. Es evidente que desarrollar una explica-
ción menos cientificista de la racionalidad que nos permita ver que
el razonamiento, lejos de ser imposible en áreas normativas, es de
hecho indispensable en ellas, y, a la inversa, entender que todo ra-
zonamiento presupone juicios normativos, es importante no única-
mente en economía, sino también -como observó Aristóteles- en
todas las facetas de la vida.
Como se explica en la Introducción, aparte de las conferencias
Rosenthal, que han sido retocadas tan sólo ligeramente (en par-
ticular, aunque ahora son «capítulos» y no «conferencias», espero
que el lector todavía pueda sentir que está escuchando una confe-
rencia a medida que lee), también he reunido en este volumen
aquellos de mis ensayos más recientes que se sustentan directa-
mente en los argumentos de las conferencias Rosenthal y les ayu-
dan a tomar cuerpo.
---=---------=------------------------------------------------------------.,
r
'

INTRODUCCIÓN

La idea de que «los juicios de valor son subjetivos» es una crea-


ción filosófica que ha llegado a ser gradualmente aceptada por
mucha gente como si fuera de sentido común. En manos de pen-
sadores hábiles, esta idea puede ser, y de hecho ha sido, desarro-
llada de distintas maneras. Los autores que ocuparán mi atención
aquí sostienen que los «enunciados fácticos» pueden ser «objetiva-
mente verdaderos» y también «objetivamente justificados», mien-
tras que los juicios de valor no pueden ser ni una cosa ni otra. Se-
gún los partidarios más extremos de una dicotomía tajante entre
«hecho» y «valor», los juicios de valor están completamente al
margen de la esfera de la razón. Este libro trata de demostrar que
esas concepciones descansan desde el principio en argumentos in-
sostenibles y dicotomías exageradas. Y tales argumentos han teni-
do, como veremos, importantes consecuencias en el (<mundo real»
a lo largo del siglo xx.
Aunque he criticado la dicotomía hecho/valor en algunos capí-
tulos de libros anteriores, ésta es la primera vez que intento exa-
minar la historia de tal dicotomía, desde David Hume hasta el pre-
sente, y considerar sus efectos concretos, en particular sobre la
ciencia económica. 1 He escogido la economía porque es una cien-
cia con impacto en la política -los economistas aconsejan direc-
tamente a los gobiernos y a las organizaciones no gubernamenta-
les-. Y la cuestión de la que trata este libro, la de si los «fines», es .
decir, los valores, pueden o no ser racionalmente discutidos -di-
cho de otro modo, la de si hay una noción de racionalidad aplicable
a las cuestiones normativas-, lleva siendo objeto de un acalorado
debate en economía desde hace muchas décadas. Otro motivo es
que, si bien durante un tiempo la perspectiva dominante en la cien-
cia económica ha sido precisamente la impugnada aquí, la pers-
pectiva según la cual, en palabras de Lionel Robbins, cuando se l
16 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR [ ... ] INTRODUCCIÓN 17
trata de valores «no hay lugar para la discusión», existe una pode- pugna inicial de Sen con la cuestión hecho/valor. El resto de la se-
rosa argumentación desde el otro bando, una argumentación en gunda parte (y del libro) reúne unos cuantos de mis últimos ensayos
favor de la necesidad y la posibilidad de argume11tos racionales en y conferencias, que complementan los argumentos de la primera
las cuestiones éticas de la economía del bienestar, establecida y parte en distintos aspectos. En el capítulo 5 figura una crítica a
defendida a lo largo de muchos años por uno de los mejores eco- uno de los presupuestos de la «teoría de la decisión racional» (la
nomistas del mundo, Amartya Sen. 2 En la actualidad, por consi- «completud»), en el que se basaba gran parte de la economía del
guiente, la pregunta acerca de cuáles son las diferencias entre jui- siglo xx. Como observará el lector atento a las notas, el presu-
cios «de hecho» y juicios «de valor» ya no es una pregunta tabú. puesto de la completud es otro blanco de las críticas de Amartya
Pueden muy bien estar en juego cuestiones de -literalmente- vi- Sen (y de otros muchos economistas y filósofos). En la segunda
da o muerte. parte del capítulo 5, sin embargo, abandono el marco de la econo-
Los primeros tres capítulos de este libro, que recogen las con- mía e intento demostrar que la largamente debatida distinción,
ferencias Rosenthal que di en la Northwestern University School introducida por Bernard Williams, entre «razones internas» y «ra-
of Law en el año 2000, exponen los argumentos contra la dicoto- zones externas» para una decisión es otro ejemplo de lo que en el
mía hecho/valor tal y como ha sido desarrollada y defendida his- capítulo 1 llamo una «dicotomía» metafísica, y que también se
tóricamente, y explican su importancia para la economía. En la fundamenta, aunque más sutilmente, en la imbricación de hecho
primera de las conferencias (capítulo 1) examino, en un contexto y valor analizada en el capítulo 2.
más amplio, la práctica de ciertos filósofos de convertir en dico- En los capítulos 6 y 7 abordo dos cuestiones que tienen que ver
tomías absolutas lo que parecen ser distinciones inocuas. En par- con el fundamento de la ética. El capítulo 6 considera la cuestión
ticular, demuestro que la idea de una dicotomía absoluta entre de cómo sostener la creencia en la objetividad del juicio ético si
«hechos» y «valores» tiene su origen en otra dicotomía menos fa- uno se niega ( como lo hago yo) a postular cualquier reino «plató-
miliar para los no versados en filosofía: la que se establece entre nico» especial para las «propiedades éticas». Sostengo que puede
juicios «analíticos» y «sintéticos>>. «Analítico» es el término intro- hallarse el fundamento para una explicación completamente opues-
ducido por Kant para designar lo que la mayoría de la gente llama ta a la platónica en los escritos de John Dewey. En el capítulo 7
verdades «por definición», por ejemplo: «Todos los solteros son examino la posición de Jürgen Habermas, que traza una distinción
no casados». Los positivistas lógicos sostenían que las matemáti- tajante entre «normas» éticas universales y valores no universali-
cas consisten en una serie de verdades analíticas. {(Sintético» era zables, y sostiene que sólo las primeras -las «normas»- son ob-
el término kantiano para las verdades no analíticas; Kant daba jetivas. Puesto que los bienes que según los economistas y filóso-
por supuesto que las verdades sintéticas son enunciados de «he- fos seguidores de Sen debemos jerarquizar, por muy tentativa y
chos». Su sorprendente afirmación era que las matemáticas son a faliblemente que sea, son «valores» y no «normas» (la longevi-
la vez sintéticas y a priori. Este libro intenta mostrar que estas dos dad, la salud, el acceso a la educación a varios niveles, la oportu-
dicotomías, «juicio de hecho versus juicio de valor» y «verdad de nidad de crear y disfrutar de obras de arte, etc.), ello implicaría
hecho versus verdad analítica», han pervertido nuestro pensa- que Sen nos está pidiendo de nuevo la tarea imposible de razonar
miento tanto en lo que concierne al razonamiento ético como a la acerca de lo que es meramente subjetivo, o cuanto menos total-
descripción del mundo, impidiéndonos advertir'que evaluación mente relativo a una cultura. Mi tesis es que ahí subyace una vez
y descripción están entretejidas y son interdependientes. más una dicotomía indefendible y que, de hecho, la objetividad
La segunda parte empieza con un capítulo que es la continua- que Habermas atribuye a las normas presupone la objetividad de
ción natural de las conferencias Rosenthal, puesto que describe la por lo menos algunos valores.
EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR [ ... ]

En el capítulo 2 invoco el argumento de que ( como señalan


Peirce y el resto de los pragmatistas clásicos) la ciencia misma pre-
supone valores -de que los valores epistémicos ( coherencia, sim-
plicidad y semejantes) son también valores, y están en el mismo PRIMERA PARTE
barco que los valores éticos con respecto a la objetividad-. El ca-
pítulo 8, el capítulo final, desarrolla este argumento mediante una
ojeada a la filosofía de la ciencia del siglo xx y la penosa historia EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHONALOR
de sus intentos por evadir esta cuestión.
CAPÍTULO 1

LOS ANTECEDENTES EMPIRISTAS

¿Dónde está la cuestión de hecho que aquí llamamos cri-


men?; señaladla; determinad el momento de su existencia;
describid su esencia o naturaleza; exponed el sentido o la fa-
cultad a los que se manifiesta. Reside en el alma de la persona
ingrata; tal persona debe, por tanto, sentirla y ser conscien-
te de ella. Pero nada hay ahí, excepto la pasión de mala vo-
luntad o absoluta indiferencia. Mas no podemos decir que
siempre y en todas las circunstancias estas cosas sean crí-
menes. No; sólo son crímenes cuando se dirigen contra per-
sonas que previamente han expresado y manifestado buena
voluntad para con nosotros. En consecuencia, podemos in-
ferir que el crimen de la ingratitud no es ningún hecho indi-
vidual en particular, sino que surge de una complejidad de
circunstancias, las cuales, al ser presentadas al espectador,
provocan el sentimiento de censura según la estructura y
constitución particulares de su mente.
DAVID HUME

Todos y cada uno de los presentes han oído alguna vez a alguien
preguntar: «¿Se ha de considerar esto un juicio de hecho o un juicio
de valor?». Lo que se está presuponiendo con este «rompecabezas»
es que si es un «juicio de valor» no puede ser en absoluto un [enun-
ciado de] «hecho», y un presupuesto añadido es que los juicios de va-
lor son «subjetivos». La concepción de que los juicios de valor no son
afirmaciones fácticas y la inferencia de que, dado que no lo son, en-
tonces deben ser subjetivos, tienen una larga historia. Muchos cientí-
ficos sociales de nuestro siglo han aceptado ambas ideas, y ello con
l
1

EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR LOS ANTECEDENTES EMPIRISTAS 23


consecuencias de enorme importancia, como veremos con detalle en los juicios de valor y los llamados «enunciados de hecho».' Me ba-
el capítulo 3 (en conexión con el caso particular de la economía). saré en este fenómeno para aducir que esta dicotomía se desmo-
Antes de examinar con más detalle la dicotomía entre hechos y rona de un modo totalmente análogo a como lo hace la dicotomía
valores resultará útil observar una distinción diferente, que también analítico/sintético (en efecto, esta última distinción también se de-
se ha exagerado hasta alcanzar el rango de dicotomía y se ha mane- rrumba a causa de una imbricación, la de convención y hecho). 3
jado como si comprendiera una clasificación exhaustiva de todos los En el capítulo 3 ( que, cuando estos tres capítulos fueron expues-
juicios posibles, a saber, la distinción entre lo analítico y lo sintético. tos dentro de las conferencias Rosenthal, era la conferencia final),
«Analítico» es un término técnico del lenguaje filosófico que, bajo la examinaré la obra de un gran economista y filósofo, Amartya Sen,
presión de ciertas tendencias imperantes en los primeros tiempos de con la finalidad de ver cómo la naturaleza misma de la «teoría
la filosofía analítica, llegó a ser considerado el nombre idóneo para la clásica» en economía se transforma en sus manos y cómo esta
clase de verdades que son «tautologías» o «verdaderas meramente transformación es función directa del desplome de la dicotomía
en virtud de su significado». Un ejemplo recurrente de este tipo de hecho/valor.
verdad supuestamente analítica es «Todos los solteros son no casa- Una versión de cada una de estas dicotomías, la dicotomía he-
dos» (los positivistas, al emplear los términos «analítico» y «sinté- cho/valor ( «es» frente a «debe») y la dicotomía analítico/sintético
tico», estaban tomando prestado el vocabulario de Kant -vocabu- ( «cuestiones de hecho» frente a «relaciones de ideas»), tuvo ca-
lario heredado a través de Frege y transformado por él en ese rácter fundacional para el empirismo clásico, así como para su
proceso-). 1
Los positivistas lógicos sostenían que las matemáticas heredero del siglo xx, el positivismo lógico. De modo que llegar a
consisten en una serie de verdades analíticas. «Sintético» era el tér- pensar sin estos dogmas es entrar en una auténtica «posmoderni-
mino de Kant para las verdades no analíticas. Su sorprendente afir- dad»: entrar en un campo totalmente nuevo de posibilidades inte-
mación era que las verdades matemáticas son a la vez sintéticas y lectuales en todas las esferas importantes de la cultura.
necesarias (a priori). En el siglo xx, los adversarios positivistas de Empezaré con algunas observaciones generales sobre dicoto-
Kant intentaron ampliar la noción de lo «analítico» hasta abarcar la mías y distinciones, y luego abordaré en concreto las dicotomías
totalidad de las matemáticas (que según ellos eran, en efecto, meras analítico/sintético y hecho/valor.
convenciones lingüísticas que no tenían nada que ver con los he-
chos). De modo que, para los positivistas, ambas distinciones, la dis-
tinción entre hechos y valores y la distinción entre analítico y sin- UNA DISTINCIÓN NO ES UNA DICOTOMÍA: LO ANALÍTICO Y LO SINTÉTICO
tético1 contraponen «hechos» a otra cosa: la primera distinción
contrapone los «hechos» a los «valores» y la segunda contrapone los El punto de vista con respecto a la relación entre «hechos» y
«hechos» a las «tautologías» (o «verdades analíticas»). «valores» que defenderé en este libro es el que John Dewey defendió
Existe un amplio reconocimiento del desplome de esta forma prácticamente a lo largo de toda su larga y ejemplar carrera. Lo
caduca de la dicotomía analítico/sintético desde que Quine la ata- que atacaba Dewey no era la idea de que, para ciertos propósitos,
cara en 1951. (Quine arguyó que los enunciados científicos no po- pueda ser útil trazar una distinción (entre, digamos, «hechos» y «va-
dían ser divididos de modo tajante en «convenciones» y «hechos»). lores»). El blanco de su crítica era más bien lo que él llamaba el
En el capítulo 2 describiré el fenómeno ( o, más precisamente, los «dualismo» hechos/valores, uno de los muchos dualismos filosóficos
fenómenos) que he llamado «la imbricación de hecho y valor», y que Dewey estaba interesado en identificar, diagnosticaPy exorci-
explicaré por qué la existencia de una tal imbricación socava por zar de nuestro pensamiento. Una confusión que siempre tiende a
completo la idea de un abismo omnipresente y fundamental entre provocar su obra (tal como he aprendido al enseñarla) es la de
24 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR LOS ANTECEDENTES EMPIRISTAS 25

que cuando Dewey ataca lo que él llama «dualismos» está atacan- en absoluto un auténtico juicio. Esta «distinción analítico/sintéti-
do todas las distinciones filosóficas asociadas a ellos. Nada más co» ( o, para usar la expresión de Dewey, este «dualismo» de lo
lejos de la verdad: el caso de la dicotomía analítico/sintético, pese analítico y lo sintético) es una ilusión metafísica. Decir que la dis-
a no ser uno de los ejemplos de dualismo filosófico pernicioso fa- tinción analítico/sintético resulta «fundamental» es decir que, una
voritos de Dewey, ilustra la importancia de respetar la distinción vez que esta distinción (o, más bien, este dualismo) fuese acepta-
entre un dualismo filosófico y una distinción filosófica. da, todos los problemas filosóficos quedarían por ello mismo re-
Los positivistas lógicos introdujeron una célebre clasificación sueltos de inmediato. Los únicos problemas por resolver serían
tripartita de todos nuestros presuntos juicios dividiéndolos en «sin- técnicos, tales como los que los mismos positivistas lógicos plan-
téticos» (y, por ende, según los positivistas lógicos, verificables o tearon.
falsables empíricamente), «analíticos» (y, por ende, según los po- Esta transición crucial -de la que Dewey intentó alertarnos-
sitivistas lógicos, «verdaderos [o falsos] con arreglo sólo a las reglas de una inocente distinción a un dualismo metafísico puede obser-
[lógicas]») y por último -y esta categoría incluye especialmente varse ya en la manera en que Kant concebía la distinción entre
todos nuestros juicios éticos, metafísicos y estéticos- «carentes juicios analíticos y juicios sintéticos, pues Kant forzó la pregunta:
de valor cognitivo» (aunque puedan tener una función práctica «Las verdades matemáticas, ¿son analíticas o sintéticas?» (así como
como imperativos, modos camuflados de influir en las actitudes preguntas similares acerca de muchos otros casos difíciles, por
de otros, etc.) 4 Aunque nuestro lenguaje ordinario es confuso y
¡ ejemplo, el principio de causalidad). Kant consideraba que los
vago, de modÓque algunas de sus oraciones pueden no ser clasi- principios de las matemáticas eran a la vez sintéticos y a priori,
ficables con claridad como analíticas o sintéticas ( o incluso como tesis que ha resultado anatema para los empiristas. La réplica de
dotadas o carentes de valor cognitivo), una vez que queda claro lo los positivistas lógicos fue que los principios de las matemáticas
que el hablante quiere decir -tal vez después de haberle presen- son efectivamente necesarios (como pensaba Kant), pero no sinté-
tado un conjunto de precisas formulaciones alternativas en un ticos, sino analíticos. 5 Sin embargo, a fin de dar esta réplica, los
lenguaje artificial-, la formulación ( o «reconstrucción racional») positivistas lógicos forzaron la noción de analiticidad hasta ha-
clara que él escoja de lo que está intentando decir, sea ésta cual cerla añicos.
sea, será 1) verdadera ( o falsa) en virtud de las reglas ( o conven- Una vez que la categoría kantiana de lo sintético a priori deja
ciones) mismas del lenguaje artificial, o 2) comprobable median- de estar disponible, pasa a ser importante considerar la posibilidad
te la confrontación con «oraciones observacionales», o 3) un me- -ante la que muchos metafísicos se muestran aún reticentes- de
ro sinsentido «cognitivamente hablando». Lo que he dicho antes que los principios de las matemáticas sean distintos de los ejem-
acerca de la dicotomía hecho/valor, a saber, que se concebía como plos paradigmáticos de verdades analíticas ( «Todos los solteros
un «abismo omnipresente y fundamental», se podría decir tam- son no casados») y también de los de verdades puramente des-
bién de la dicotomía analítico/sintético tal como la concebían los criptivas («Los petirrojos tienen plumas»). Esto sirve para ilustrar
positivistas lógicos. Decir que es «omnipresente» es decir que esta una diferencia entre una distinción ordinaria y una dicotomía
distinción se concibe como aplicable absolutamente a todos los metafísica: las distinciones ordinarias tienen ámbitos de aplica-
juicios significativos y absolutamente en todas las áreas. Es más, ción y no nos sorprende que a veces no sean aplicables.
si un juicio no puede ser clasificado así, entonces esto bastará pa- Los positivistas lógicos no sólo seguían a Kant al suponer que
ra demostrar que el supuesto «juicio» es en el mejor de los casos la forzada pregunta «¿analítico o sintético?» debe tener sentido apli-
ambiguo, que el hablante no tiene claro cuál de entre varios jui- cada a las matemáticas, sino que también pensaban que era aplica-
cios diferentes quiere hacer o, en el peor de los casos, que no se da ble a todo enunciado particular de la física teórica. Por lo tanto -pe-
26 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR LOS ANTECEDENTES EMPIRISTAS 27
se al hecho de que consideraciones de elegancia ( en las que los sofía de las matemáticas de Quine parece ser un intento de asimi-
positivistas lógicos verían la introducción de un elemento de «con- lar la verdad matemática a las verdades de la física (lo cual, más
vención»), así como la necesidad de que nuestras teorías físicas que implicar que la cuestión «analítico o sintético)> sea irreme-
en conjunto cuadren con los experimentos (con los«hechos», en la diablemente confusa, parece implicar que las proposiciones ma-
jerga de los positivistas lógicos), conforman el modo en que desa- temáticas son «sintéticas» en el sentido de Kant). Otros, sin em-
rrollamos y empleamos los conceptos en física-, tienen que sos- bargo, empezando por mí mismo, hemos argumentado que puede
tener que la pregunta por, digamos, el carácter «analítico o sinté- aceptarse la intuición de Quin e (que hay amplias categorías de pro-
tico» del principio de conservación de la energía no es sólo una posiciones que no pueden clasificarse simplemente como verdades
pregunta significativa, sino que además es una pregunta que hay analíticas o como enunciados de hechos observables) y a la vez no
que responder si queremos embarcarnos en el proyecto de ha- abandonar la modesta idea de que hay también casos que caen en
cer que nuestra física sea (enteramente) «racional». Quine criticó uno u otro lado de la siguiente distinción especificable: enuncia-
a los positivistas, en primer lugar, por su «fracaso en apreciar que dos de un cierto lenguaje que son trivialmente verdaderos en vir-
este rasgo legislativo [en otras palabras, el elemento de conven- tud del significado de sus palabras y enunciados que no lo son;'
ción] es un rasgo de las hipótesis científicas de una manera muy posteriormente, Quine mismo concedió que yo tenía razón e in-
general»' (más que una propiedad de ciertas proposiciones cientí- tentó enunciar la diferencia con precisión. 10 Yo añadiría que reco-
ficas particulares y no de otras) y, en segundo lugar, por su «fraca- nocer una diferencia entre tales enunciados trivialmente verdaderos
so en apreciar que es un rasgo del acontecimiento pasajero más -independientemente de cómo caractericemos lingüísticamente
que de la verdad por él instituida» (en otras palabras, el hecho de que esta clase- y otros tipos de enunciados no implica que todos los
una proposición sea inicialmente aceptada como una convención demás tipos de enunciados se subsuman bajo una única clase de
no implica que no haya que someterla luego al tribunal del expe- «enunciados acerca de cuestiones de hecho» (Hume) o de «enun-
rimento, al igual que el resto de las oraciones de la teoría). Resu- ciados sintéticos» (Kant). En resumen, domesticada de este mo-
miendo todo esto en una brillante metáfora, Quine escribió: «El do, la noción de enunciado analítico resulta ser una noción modes-
saber de nuestros padres es un tejido de proposiciones. En nues- ta y en ocasiones útil, pero ya no esa poderosa arma filosófica
tras manos se desarrolla y modifica a través de retoques y añadi- capaz de funciones tan maravillosas como la de explicar por qué
dos más o menos arbitrarios y deliberados por nuestra parte, mo- las verdades matemáticas no representan ningún problema en ab-
tivados más o menos directamente por la continua estimulación soluto para el empirismo. 11
de nuestros órganos sensoriales. Es un saber gris pálido, negro por Otro punto acerca de la dicotomía analítico/sintético, que ya
el hecho y blanco por la convención. Pero no he encontrado razo- he mencionado de pasada pero que quizá merece la pena repetir,
nes de peso para concluir que haya en él ninguna hebra lo bastan- es que, al concebirse dicha dicotomía como filosóficamente obliga-
te negra ni lo bastante blanca». 7 toria, se interpretaban ambos lados de la distinción como géneros
Quine, sin embargo, fue demasiado lejos en su ataque inicial a naturales, cada uno de ellos una categoría cuyos miembros poseían
la distinción en su famoso ensayo «Dos dogmas del empirismo», 8 una propiedad «esencial» en común. Para los positivistas, esto sig-
donde perdía de vista el punto principal al negar, de hecho, que nificaba no sólo que todos los miembros de la (así inflada) catego-
tenga sentido alguno distinguir una clase de verdades analíticas ría de lo analítico tenían supuestamente la propiedad de ser «ver-
(por ejemplo, «Todos los solteros son no casados») de las verdades daderos [meramente] en virtud de las reglas del lenguaje», sino
sujetas a comprobación observacional ( «Todas las estrellas de la también que todos los miembros de la clase complementaria, los
secuencia principal son rojas»). Y, en efecto, gran parte de la filo- enunciados no analíticos, tenían la propiedad de ser «descripcio-
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1

28 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR LOS ANTECEDENTES EMPIRISTAS 29


nes de hecho», tomando como modelo original el tipo de hecho en ninguna característica propia de la forma del enunciado, sino
empírico que uno puede figurarse." La posibilidad de que hubiera más bien en la comprensión de su contenido.
muchos géneros de enunciados «no analíticos» y la de que identi- Tampoco la entiende el mismo Hume (ni ninguno de sus lecto-
ficar un enunciado como no «analítico» no equivaliera (todavía) a res) como una afirmación sobre los cánones de la inferencia formal.
identificar un género de enunciado filosóficamente interesante que- Hume presuponía más bien una dicotomía metafísica entre «cues-
daban descartadas desde el principio. tiones de hecho» y «relaciones de ideas» (la dicotomía que constituye
su anticipación temprana de la «distinción analítico/sintético»). Lo
que Hume quería decir era que cuando un juicio con «es» descri-
LA HISTORIA DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR be una «cuestión de hecho», no puede derivarse de él ningún jui-
cio con «debe». La metafísica humeana de las «cuestiones de he-
La historia de la dicotomía hecho/valor es en ciertos aspectos cho» constituye todo el fundamento de la supuesta inderivabilidad
paralela a la de la dicotomía analítico/sintético. Al igual que esta de los «debe» a partir de los «es».
última, es anticipada por una dicotomía humeana: la implícita en Sin embargo, el criterio de Hume para las «cuestiones de he-
la famosa doctrina de Hume de que no se puede inferir un «debe» cho» presupone lo que podríamos llamar una «semántica figura-
a partir de un «es» .13 tiva» .15 En la teoría de la mente de Hume, los conceptos son un
Aunque son muchos los autores que suscriben sin reparos la tipo de «idea», y las «ideas» son ellas mismas figurativas: el úni-
afirmación de Hume de que uno no puede inferir un «debe» de un co modo en que pueden representar cualquier «cuestión de hecho»
«es» (a veces se habla de la «ley de Hume»), las razones aducidas es asemejándose a ella (aunque no necesariamente en sentido vi-
en su favor por el propio Hume no son en absoluto aceptadas por sual -las ideas pueden ser también táctiles, olfativas, etc.-). Las
quienes le citan de manera tan aprobatoria. 14 ideas también tienen, no obstante, propiedades no figurativas:
Una pista de que la afirmación «no se puede inferir un "debe" pueden entrañar o estar asociadas a sentimientos, es decir, emo-
de un "es"» presupone una metafísica sustancial (y que no se tra- ciones. Hume no dice tan sólo que no podemos inferir un «debe»
ta, por el contrario, de una simple observación lógica) es que na- de un «es»; afirma, en sentido más amplio, que no hay «cuestión de
die, ni siquiera el mismo Hume, la ha tomado nunca como una hecho» acerca de lo correcto ni cuestión de hecho acerca de la vir-
mera afirmación sobre la validez de ciertas formas de inferencia, tud.16 La razón de ello es que, si hubiese cuestiones de hecho acerca
análoga a la de que (<no puede inferirse "p" y "q" de "p" o "q" ». de la virtud y el vicio, entonces tendría que ser el caso (si acepta-
Efectivamente, si .la afirmación fuese simplemente acerca de la mos la «semántica figurativa») que la propiedad de la virtud fuera
forma de ciertas inferencias, prohibiría inferir «debe hacerse x en figurable en el modo en que lo es la propiedad de ser una manzana.
tales-y-cuales circunstancias» de «hacer x en tales-y-cuales cir- La conclusión de Hume de que no hay cuestiones de hecho de ese
cunstancias es bueno y evitar hacer x en esas mismas circunstan- tipo era la correcta, dada su concepción semántica. Más aún, da-
cias es malo». Por supuesto, muchos filósofos contestarían este a do que las «pasiones)} o «sentimientos» eran las únicas propieda-
ejemplo diciendo que no entra en conflicto con el díctum de Hu- des remanentes de las «ideas» que Hume creía tener a su alcance
me porque es un caso de inferencia de un «debe» a partir de otro para explicar por qué tenemos una impresión tan fuerte de que exis-
«debe». Pero ésta es precisamente mi tesis. La capacidad de estos ten tales cuestiones de hecho, era bastante razonable que llegara a
mismos filósofos de reconocer enunciados del tipo «hacer x en ta- la conclusión de que los componentes de nuestras «ideas» que co-
les-y-cuales circunstancias es bueno, y evitar hacer x en esas mis- rresponden a juicios sobre la virtud y el vicio no son nada más que
mas circunstancias es malo>) como casos de «debe)) no descansa «sentimientos» suscitados en nosotros por la <<contemplación» de
30 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR LOS ANTECEDENTES EMPIRISTAS 31
las acciones pertinentes debido a la «estructura y constitución par- 2) no nos dice qué es exactamente lo que convierte una palabra en-
ticulares» de nuestras mentes. 17 palabra ética, 3) ni tampoco nos obliga a aceptar que todos los jui-
La doctrina de que «no puede inferirse un "debe" a partir de un cios no éticos pertenezcan a uno o incluso dos o tres géneros na-
"es"» posee una característica que hemos observado en relación turales.
con la dicotomía analítico/sintético: un lado de la distinción de- El papel de Kant en la evolución subsiguiente de lo que había
signa una clase con una característica más o menos distintiva. En de llegar a ser la dicotomía hecho/valor contemporánea es dema-
el caso de la filosofía moral de Hume, la clase en cuestión es la de siado complejo para abordarlo aquí con detalle, porque su filoso-
los juicios que contienen «la idea» del debe. Así descrita, esa clase fía misma es demasiado compleja como para despacharla en un
presupone el desacreditado discurso de los siglos XVII y XVIII acer- breve repaso. Baste decir que muchos filósofos morales kantia-
ca de las «ideas», pero si queremos desinflar la dicotomía implíci- nos han interpretado -y han estado de acuerdo con esta inter-
ta en los argumentos de Hume, podemos corregir este defecto ha- pretación- que la tesis de Kant era que los juicios de valor tie-
blando en su lugar de la clase de juicios que incluyen la palabra nen el carácter de imperativos (Kant mismo habla de «reglas» y
«debe» en uno de sus usos éticos. En realidad, así descrita, esta «máximas», así como del famoso «imperativo categórico»). Se-
clase es algo vaga (dado que no está claro cuándo un uso de «de- gún ellos, «El asesinato está mal,, es un modo de decir «No mata-
be» es un uso «ético»), pero al igual que en el caso de la noción de rás», y ésta no es una descripción de hecho alguno (en este pun-
una «verdad analítica», sería prematuro negar que haya tal clase to, por tanto, Kant -así interpretado- acaba concordando con
en absoluto sobre la base de la mera vaguedad de sus límites. Más Hume). Pero, en cualquier interpretación plausible de la concep-
aún, guiados por las propias observaciones de Hume en su Inves- ción de Kant, semejante observación no puede ser sólo la expre-
tigación sobre los principios de la moral, podemos ampliar esa cla- sión de un «sentimiento» ni tampoco la simple mezcla de un jui-
se incluyendo en ella los juicios que contienen no sólo la palabra cio ( que se dan determinadas circunstancias) y de la expresión de
c<debe», sino también las palabras «correcto», <<erróneo», «virtud)>, un «sentimiento» (en relación con dichas circunstancias). Aquí
«vicio» y derivados tales como «virtuoso» y «vicioso», al igual que Kant está en rotundo desacuerdo con Hume. Todos los intérpre-
« bueno» y «malo» en su uso ético. 18 La clase resultante -llamé- tes de Kant piensan que éste sostenía que los enunciados morales
mosla clase de los juicios de valor paradigmáticos- contendría la pueden ser justificados racionalmente; de hecho, la totalidad de la
gran mayoría de los ejemplos que aparecen en los escritos de los filosofía moral de Kant es una explicación de cómo puede ser és-
partidarios de lo que estoy llamando «dicotomía» hecho/valor. Con- te el caso.
ceder que efectivamente existe una clase (aunque con límites algo Aunque hay algunos destacados filósofos morales (por ejemplo,
vagos) de verdades que pueden llamarse «analíticas» 1) no parece, Barbara Herman y Christine Korsgaard) que piensan que la con-
en sí mismo ni por sí mismo, conducir a la solución de ningún cepción kantiana -por lo menos tal como la reconstruye John
problema filosófico, 2) no nos dice exactamente qué es lo que los Rawls- es básicamente correcta, la mayoría de los filósofos con-
miembros de la clase tienen en común ni 3) tampoco nos obliga temporáneos consideran que la filosofía moral de Kant depende
en absoluto a aceptar que el complementario de tal clase (la clase excesivamente del resto de la metafísica kantiana, una metafísica
de las verdades y falsedades no analíticas) sea un género natural que pocos filósofos se ven hoy capaces de aceptar, si es que hay al-
cuyos miembros poseen algún tipo de esencia común. De modo guno que lo haga. 19 Y del mismo modo que el desplome de la cre-
similar, conceder que hay una clase de juicios (paradigmática- dibilidad filosófica de la noción kantiana de «verdad sintética a
mente éticos) que contiene quizá nueve, diez o una docena de pa- priori» llevó a los positivistas lógicos a volver a una versión enor-
labras éticas familiares 1) no resuelve ningún problema filosófico, memente exagerada de la idea de Hume de que un juicio o es ana-
32 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR LOS ANTECEDENTES EMPIRISTAS 33
lítico (trata de «relaciones de ideas») o sintético a posteriori (trata metafísicas) puede observarse que cada uno de sus miembros de-
de «cuestiones de hecho»), y también a ampliar lo analítico (dado signa una clase con una característica más o menos distintiva. Los
que el intento del empirismo clásico de demostrar que las mate- casos paradigmáticos de la clase de verdades que constituían el la-
máticas son sintéticas a posteriori no funcionó), así el desplome de do analítico de la distinción analítico/sintético en Kant eran verda-
la credibilidad filosófica de la noción de Kant de una «razón pura des de la forma «Todos los A son B», donde el sujeto A «contiene»
práctica» (y con ella la de la variedad kantiana de una ética a prio- la propiedad denotada por el término predicado B, por ejemplo,
ri fundamentada en esta noción) llevó a los positivistas lógicos a «Todos los solteros son no casados», y sus consecuencias lógicas,
volver a una versión enormemente exagerada de la idea de Hume por ejemplo, «No hay solteros casados», etc. 24
de que los juicios éticos no son enunciados de hecho, sino expre- La distinción o dicotomía hecho/valor nació de manera algo
siones de sentimiento o bien imperativos disfrazados." En esta úl- distinta en. tanto que Hume no introdujo ningún término único
tima idea resulta aún evidente una influencia residual kantiana, para lo que hoy llamamos «juicios de valor» (aunque tenía a su
pero con un giro humeano: para el positivista, estos imperativos disposición el término «moral»). En lugar de ello, Hume examina
no pueden ser justificados racionalmente, sino que simplemente términos valorativos particulares, corno «crimen>>, «debe», «virtud»
reflejan, en el fondo, el estado «volitivo» del hablante. y similares. Pero el contexto es siempre el contexto de la ética. Así,
Esta exclusión de los enunciados éticos del dominio del discur- la clase de términos valorativos en discusión es, casi invariable-
so racional recibe expresión vehemente por parte de Carnap en su mente, la clase de los términos que protagonizan los ejemplos de
pequeño libro The Unity of Science. 21 Tras explicar que todos los juicios éticos en los escritos de los filósofos.
problemas no científicos son «una confusión de [ ... ] pseudopro- Desde Hume, el hecho de que haya muchos tipos de juicio de
blemas», escribe: valor que no pertenecen a una variedad ética ( o «moral») tiende a
ser obviado en las discusiones filosóficas sobre la relación entre
Todos los enunciados pertenecientes a la metafísica, la ética re- los (llamados) valores y los (llamados) hechos. Esto es especial-
gulativa y la epistemología (metafísica) tienen este defecto: son de mente cierto en el caso de los positivistas. Por lo general, Carnap
hecho no verificables y, por tanto, acientíficos. En el Círculo de Vie- no habla de «juicios de valor» sino sólo de enunciados de «ética
na estamos acostumbrados a describir tales enunciados como sinsen-
regulativa» ( o «ética normativa»). Reichenbach, cuando se ocupa
tidos (siguiendo a Wittgenstein). 22 Esta terminología debe entenderse
del miembro «valor» de la dicotomía hecho/valor, escribe sobre
en el sentido de que implica una distinción lógica, no psicológica,
«La naturaleza de la ética». 25 Y en el libro de Charles Stevenson ti-
por ejemplo; con su uso se pretende únicamente aseverar que los
enunciados en cuestión carecen de cierta característica lógica co- tulado Facts and Values no hay una sola referencia a juicios de va-
mún a todos los enunciados propiamente científicos [a saber, la lor fuera de la ética. No es que estos autores quieran negar que los
verificabilidad. HP]; no pretendemos aseverar la imposibilidad de juicios, digamos, estéticos sean casos de juicios de valor; para la
asociar concepción o imagen alguna con estos enunciados no vá- mayor parte de ellos se trata ante todo de rechazar la supuesta
lidos lógicamente. Las concepciones pueden ser asociadas con cual~ objetividad o racionalidad de la ética, y creen que al deshacerse
quier serie de palabras arbitrariamente compuesta; y los enunciados de ella proporcionan una explicación que abarca asimismo todos
metafísicos son altamente evocadores de asociaciones y sentimien- los demás tipos de juicio de valor. 26
tos tanto en los autores como en los lectores. 23 Si desinflamos la dicotomía hecho/valor, lo que obtenemos es
esto: que hay que trazar una distinción (una distinción útil en al-
Tanto en la distinción analítico/sintético como en la de hecho/ gunos contextos) entre juicios éticos y otros tipos de juicios. Éste
valor (que se han inflado hasta alcanzar el estatus de dicotomías es indudablemente el caso, al igual que es indudablemente el caso
34 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR LOS ANTECEDENTES EMPIRISTAS 35
que hay que trazar una distinción (que también resulta útil en al- hecho de que algo es una virtud, un vicio, etc., y lo afirmó clara-
glmos contextos) entre juicios químicos y juicios que no pertene- mente. Por ejemplo, Hume escribe con respecto al concepto de
cen al campo de la química. Pero no se sigue nada metafísico de la crimen en el sentido dieciochesco de «falta moral grave» (no en el
existencia de una distinción hecho/valor en este (modesto) sentido. sentido meramente jurídico en que se usa en la actualidad): «El
crimen de ingratitud no es ningún hecho individual, sino que sur-
ge de un complejo de circunstancias que, al presentársele al es-
EL LADO «FÁCTICO» DE LA DICOTOMÍA pectador, provocan el sentimiento de censura según la estructura
y constitución particulares de su mente» (cursivas en el original).
Una manera de resumir la conclusión precedente podría ser és- Sin embargo, el interés de Hume por el carácter (no cognitivo) de
ta: la dicotomía hecho/valor es, en el fondo, no una distinción si- los conceptos éticos formaba parte de un interés más amplio por
no una tesis, a saber, la tesis de que la «ética» no trata de «cues- la ética en cuanto tal." Su análisis de la naturaleza de los juicios
tiones de hecho». En el caso de Hume, esta tesis no se entendía en éticos era preliminar al tratamiento general de toda una rama au-
el sentido de proscribir la posibilidad de que un filósofo escribie- tónoma de la filosofía -la moral- a cuya adecuada reconstrucción
ra un manual sobre moral, mientras que, con toda certeza, Carnap atribuía implicaciones sociales y políticas de envergadura. Este in-
sí la entendía en ese sentido. (En el fragmento de The Unity of terés más general se ha desvanecido considerablemente cuando lle-
Science citado más arriba, a las expresiones éticas no se les conce- gamos a alguien como C. L. Stevenson, y está intencionadamente
de más significado que a «una serie cualquiera de palabras com- ausente en Carnap y en muchos de sus seguidores. 28 El propósito
puesta arbitrariamente».) Hume era capaz de combinar su no cog- de Carnap era expulsar la ética del dominio del conocimiento, no
nitivismo en ética'' con la fe en la existencia de una cosa tal como reconstruirla. Pero la confianza de los positivistas lógicos en quepo-
la sabiduría ética, porque compartía la tranquilizadora presun- drían expulsar la ética del dominio de lo racionalmente discutible de-
ción dieciochesca de que toda persona inteligente y bien informa- rivaba en parte del modo en que, en sus manos, los dualismos analí-
da que dominase el arte de pensar acerca de las acciones y los tico/sintético y hecho/valor se reforzaban mutuamente. Según los
problemas humanos de un modo imparcial experimentaría los positivistas, para constituir conocimiento, las «proposiciones» éti-
«sentimientos» adecuados de aprobación y desaprobación en las cas deberían ser o bien analíticas, cosa que manifiestamente no
mismas circunstancias, a menos que hubiese algún defecto en su son, o bien «fácticas». Y el convencimiento de los positivistas de
constitución personal. Esto ha llevado a muchos comentaristas a que no podían ser fácticas, al igual que el de Hume de que «el cri-
interpretar a Hume corno si sostuviera que «bueno>> significa «tal men de la ingratitud no es ningún hecho individual», derivaba del
que obtiene la aprobación de la mayoría de las personas imparcia- convencimiento de que sabían exactamente qué es un hecho. En
les y bien informadas»; pero se trata de una interpretación erró- los escritos de los positivistas, tanto en el caso del dualismo de
nea. Hume pensaba que la mayoría de las personas imparciales y enunciados analíticos y fácticos como en el del dualismo de juicios
bien informadas aprobarían todo aquello que fuera bueno, pero éticos y fácticos, es la concepción de lo «fáctico» la que hace todo
nunca afirmó que éste fuera el contenido de la «idea» de lo bueno; el trabajo filosófico.
de ser así no habría afirmado que no hay ningún «hecho» que sea el Pero la ciencia ha cambiado radicalmente desde los días de
Hume, y los positivistas se vieron cada vez más forzados a aban-
donar su noción inicial de hecho, en cierto modo similar a la de
7' El no cognitivismo con respecto a la ética es la posición según la cual los juicios
éticos, en la medida en que carecen de valor veritativo -no pueden ser verdaderos ni Hume, con el fin de hacer justicia a la revolución científica de la
falsos-, no son cognoscitivos. (N. del t.) primera mitad del siglo XX. Y, como demostraré, al revisar su no-
]
36 'EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR LOS ANTECEDENTES EMPIRISTAS 37 l
!
c10n de hecho destruyeron el mismísimo fundamento sobre el de la ontología cotidiana de los físicos-. Los mismos positivistas
cual habían erigido la dicotomía hecho/valor. lógicos quedaron profundamente impresionados por los éxitos de
En tiempos de Hume, todavía era razonable mantener que no la teoría de la relatividad, que habla de un «espacio-tiempo cur-
había predicados científicamente indispensables referidos a enti- vo», y de la mecánica cuántica. La idea de que un «hecho» es só-
dades no observables por los sentidos humanos. 29 Si bien los «áto- lo una «impresión» sensorial parecía difícilmente sostenible por
mos» figuraban en una parte importante de la especulación cientí- más tiempo.
fica de la época (principalmente la británica), Locke sostenía que Pero los positivistas lógicos aún se opusieron a aceptarlo du-
nunca podremos saber nada sobre ellos, y Berkeley y Hume esta- rante más de una década. 31 La celebrada obra de Carnap Der lo-
ban absolutamente determinados a descartar tales especulaciones gische Aufbau der Welt [La construcción lógica del mundo], publi-
por ininteligibles, del mismo modo que consideraban (filosófica- cada en 1928, sostenía que todos los enunciados fácticos son
mente) ininteligible hablar de puntos en geometría o de infinitesi- transformables en enunciados acerca de las experiencias senso-
males en cálculo. 30 riales, propias del sujeto, o Elementarerlebnisse. Algunos miem-
En efecto, la noción humeana de «hecho» es simplemente la de bros del Círculo de Viena insistían incluso en que un enunciado
algo de lo que puede haber una «impresión» sensorial. Cuando Hu- significativo ¡debía ser verificable de manera concluyente median-
me se pregunta, por ejemplo, cuál es el componente fáctico en la te confrontación con la experiencia directa! 32 En el fondo, la con-
noción de causalidad y qué es lo que añade al hecho mediante al- cepción original de los positivistas lógicos consistía en que un
gún tipo de proyección, y decide que lo que la proyección añade «hecho» era algo que podía ser certificado por la mera observa-
es la idea de i;iecesidad (en otras palabras, de causación), todo lo ción o incluso por el mero informe de una experiencia sensorial.
que tiene que hacer a continuación es preguntarse si hay tal cosa Si ésta es la noción de hecho, no es de extrañar que los juicios éti-
como una «impresión>> de necesidad. (Resulta ciertamente intere- cos no sean «fácticos)) ...
sante que tantos filósofos contemporáneos, que siguen pensando Carnap, sin embargo, se mostró contrario al requisito de veri-
que Ruine «mostró» que no hay nada que se pueda considerar un ficabilidad concluyente y, en 1936, liberalizó ligeramente el re-
hecho ético, rechacen los argumentos idénticos propuestos por el quisito de que todos los predicados fácticos debían poder defi-
mismo Hume en conexión con la causalidad ... ) nirse mediante términos observacionales'. Pero aún seguía siendo
La situación era, sin embargo, muy distinta en la época en que el caso que 1) una condición necesaria que un enunciado tenía
se constituyó el Círculo de Viena. Se sabía que existían cosas ta- que cumplir para valer como (<cognitivamente significativo>> era
les como las bacterias, no «observables» en el sentido de los posi- ser expresable en «el lenguaje de la ciencia» (con arreglo a la for-
tivistas lógicos (pero sí con la ayuda de un microscopio), y, a pe- malización de los positivistas lógicos), y 2) los predicados admi-
sar de que antes de los experimentos de Perrin de 1909 sobre el tidos en la parte «fáctica» del lenguaje de la ciencia tenían que
movimiento browniano algunos de los mejores físicos del mundo ser «términos observacionales» o reductibles (por medios bien es-
negaban la realidad de los «átomos», tras estos experimentos ca- pecificados y delimitados) a términos observacionales." (Otros
si todos los físicos en activo (aunque no físicos-filósofos como predicados, matemáticos y lógicos, podían admitirse en la parte
Mach y Bridgman) estaban dispuestos a considerarlos cosas per- «analítica».) La descorazonadora consecuencia era que los enun-
fectamente reales. Es más, en esa época se estaba descubriendo ciados sobre bacterias, electrones o el campo gravitacional tenían
con rapidez la estructura interna de los átomos -electrones, pro- que ser «reducidos» a términos observacionales o bien calificados
tones y neutrones, seguidos de positrones, mesones y una multi- de «sinsentidos» (junto con da metafísica» y «la ética normati-
tud de otras partículas, pasaron a formar una parte importante va»). O bien nunca hablamos realmente de átomos (tal discurso
38 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR LOS ANTECEDENTES EMPIRISTAS 39
sería sólo una fai;on de parler, como pensaban tantos físicos antes lenguaje científico, se consideran meros dispositivos para obtener
del experimento de Perrin), o bien, si lo hacemos y dicho discur- las proposiciones que realmente enuncian los hechos empíricos, a
so es en efecto <<cognitivamente significativo», entonces el <<crite- saber, las proposiciones observacionales.
rio de significatividad» de los positivistas lógicos debería some-
terse a una revisión radical. Hacia 1938, Carnap había llegado a
la conclusión de que este último era el único curso de acción po- LA POBREZA DE LA CONCEPCIÓN DEL LENGUAJE
sible. DE LOS POSITIVISTAS LÓGICOS
La revisión implicó abandonar por completo el requisito de
que un predicado fáctico significativo tuviera que ser o bien un Como hemos visto, Carnap se limitaba a tachar la ética norma-
predicado observacional o bien «reductible» a predicados obser- tiva de «sinsentido», sin examinar detalladamente ni un solo con-
vacionales. En su Fundamentos de lógica y matemáticas 34 de 1938, cepto ético. Sin embargo, he oído defender que Carnap habría ad-
Carnap concedía que términos problemáticos tales como «elec- mitido de buena gana la existencia (e incluso la importancia) en el
trón)) y «carga» no se introducen en física mediante definiciones lenguaje ordinario de conceptos que se resisten a ser clasificados
(ni siquiera mediante «reducciones»), sino que son simplemente como «descriptivos o normativos» -como el concepto de cruel-
«considerados primitivos» 35 (algo en lo que el físico-filósofo britá- dad, que discutiremos con detalle en el próximo capítulo-. 40La
nico Norman Campbell había insistido durante mucho tiempo). 36 propuesta es que, «a lo sumo», él habría insistido en que, cuando
Enla medida en que el sistema en su conjunto nos permite prede- reconstruimos racionalmente nuestro lenguaje, necesitamos trazar
cir mejor nuestras experiencias con tales «términos abstractos)> una distinción «clara y tajante» entre términos valorativos y tér-
que sin ellos, esos términos tienen que ser aceptados como «em- minos descriptivos.
píricamente significativos». ¡Pero esto acabó planteando un mon- Bien, imaginemos que un historiador describe a cierto empe-
tón de problemas!" rador romano como «cruel» y Carnap le pregunta: «¿Dice usted
Un problema obvio tenía que ver con la cuestión que nos ocupa eso como juicio de valor o como descripción?». Supongamos que
en este momento: ¿qué es exactamente lo que los positivistas lógi- el historiador contesta: «Como descripción». ¿Qué diría entonces
cos, los promotores más influyentes de la dicotomía hecho/valor, Carnap?
entienden por hecho? Desde el criterio revisado de significatividad Está bastante claro lo que diría. Primero preguntaría: «Si cruel
cognitiva de los positivistas lógicos, lo que tiene «contenido fácti- funciona como predicado descriptivo en su historia, ¿es un térmi-
co» es el sistema de enunciados científicos en su conjunto. ¿Pero no observacional o un término teórico? (La dicotomía observacio-
qué hay de los enunciados individuales? nal/teórico fue también objeto de acerados ataques a partir de
En este punto, la concepción de Carnap seguía poderosamen- 1960, y sin embargo era absolutamente esencial al último proyec-
te influida por el empirismo clásico. 38 En sus escritos subsiguien- to de Carnap de «reconstrucción racional» de los dominios; del
tes, Carnap continuará trazando una distinción tajante entre los discurso significativo.) 41
«términos observacionales» (es decir, el vocabulario referido a Carnap también exigía que la lista de 11términos observaciona-
«propiedades observables»), de los que ahora dirá que son «in- les» contuviera sólo términos referidos a propiedades 11cuyo pro-
terpretados completamente» 39 ( o sea, que su significado es inde- cedimiento probatorio» fuera «extremadamente simple (como en
pendiente), y los «términos teóricos» tales como bacteria, electrón los[ ... ] ejemplos que se acaban de mencionar)». Los ejemplos aca-
y campo gravitacional, de los que dirá que son «interpretados sólo bados de mencionar (en el último escrito en que trata en profun-
parcialmente». En efecto, aunque tales términos se admiten en el didad el tema) eran azul, caliente, grande, más caliente que y conti-
f'!
1
40 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR
Ir LOS ANTECEDENTES EMPIRISTAS 41

gua a. 42 Obviamente, la crueldad no es «una propiedad cuyo pro- Frente a esto, sin embargo, la idea de que cuando describo a
cedimiento probatorio)) sea «extremadamente simple>> ( «como en alguien como cruel, o irritado, o complacido, estoy adhiriéndo-
los [ ... ] ejemplos que se acaban de mencionar»). (Tampoco es una me a una «teoría» según la cual hay un «estado cerebral», sea de
«disposición observable» en el sentido técnico de Carnap.) 43 La carácter físico o computacional, tal que todas las personas crue-
única posibilidad que queda es que se trate de un «término teóri- les (o las irritadas, o las complacidas) están en ese estado cere-
co», de modo que Carnap preguntará al historiador: «Si cruel es bral, y nadie que no sea cruel ( o esté irritado o complacido) está
un término teórico, ¿cuáles son exactamente los postulados a par- en ese estado cerebral no es un descubrimiento científico, es pu-
tir de los cuales se introduce?». Supongamos que el historiador ra ciencia ficción. 49 Constreñir todos los términos descriptivos
replica que «cruel,, no es el nombre de una hipotética propiedad que empleamos en nuestro discurso cotidiano a uno u otro lado de
física como carga, que postulamos para explicar científicamente y la dicotomía «término observacional o término teórico» es cons-
predecir ciertos fenómenos, sino más bien un término que figura treñirlos a un lecho de Procrusto. La dicotomía hecho/valor de los
en un cierto tipo de comprensión reflexiva de la justificación de positivistas lógicos se basaba en una imagen estrechamente cien-
una conducta, un modo de comprender cómo se siente y actúa el tificista de lo que puede considerarse un «hecho», al igual que el
agente y cómo otros perciben esos sentimientos y acciones. En- antecedente humeano de esta distinción se basaba en una estre-
tonces Carnap replicará indudablemente: «Usted está hablando de cha psicología empirista de <ddeas» e «impresiones>>. Darse cuenta
algo que requiere el misterioso Verstehen de Weber o algún proce- de que gran parte de nuestro lenguaje descriptivo es un contraejem-
so similar, y eso es un mero sinsentido metafísico>>. plo viviente de ambas imágenes del reino de los «hechos» (la em-
Carnap pretendía de ese modo que el lenguaje cognitivamente pirista clásica y la positivista lógica) debería socavar la confianza
significativo se pareciera al lenguaje de la física. Aunque muy po- de cualquiera que suponga que hay una noción de hecho que con-
cos filósofos suscribirían hoy criterios de inteligibilidad verifica- trasta nítida y absolutamente con la noción de «valor» supuesta-
cionistas del tipo de los propuestos por Carnap, muchos filósofos mente invocada en el discurso acerca de la naturaleza de todo
analíticos angloamericanos continúan pensando que el lenguaje «juicio de valor».
significativo debe entenderse tomando como modelo el lenguaje de El ejemplo del predicado «cruel» también sugiere que el pro-
la física. (No todos, por supuesto; otros, como Donald Davidson blema no es sólo que la noción de «hecho» de los empiristas (y,
y yo mismo, hemos argumentado que, por ejemplo, los predicados posteriormente, la de los positivistas lógicos) era demasiado es-
psicológicos comunes -incluso aquellos que, a diferencia de cruel, trecha desde el principio. Un problema más profundo es que, des-
no designan vicios o virtudes- no pueden, por regla general, en- de Hume, los empiristas -y no sólo los empiristas, sino también
44
tenderse desde este modelo.) Los filósofos que suscriben este muchos otros, dentro y fuera def campo de la filosofía- no han
modo de concebir nuestro lenguaje ya no son positivistas lógicos. alcanzado a apreciar los modos en que la descripción fáctica y la
Pero su concepción, por ejemplo, de los términos psicológicos del evaluación pueden y deben estar imbricadas. Qué significa esto, y
lenguaje ordinario (cuando no rechazan sin más la «psicología cuáles son las consecuencias de la imbricación entre hecho y va-
popular» como equivalente a la astrología o la alquimia) 45 es que lor, será el tema del siguiente capítulo.
las descripciones psicológicas deben referirse a estados cerebrales,
ya sean estados neurológicos, 46 ya sean los llamados estados com-
putacionales (o funcionales), que pueden ser descritos en términos
de «software» del cerebro. 47 Carnap mismo pensaba que tales tér-
minos se refieren a estados neurológicos. 48
----------------- --- -----------------

1
CAPÍTULO 2

LA IMBRICACIÓN ENTRE HECHO Y VALOR

En el capítulo precedente he repasado la historia de la dicoto-


mía hecho/valor de los empiristas, empezando por la que ha sido
llamada «Ley de Hume»: «Ningún debe a partir de un es». 1
He empezado por describir en qué sentido la noción de «hecho»
que subyace a la distinción de Hume entre «cuestiones de he-
cho» y «relaciones de ideas» (que luego se convertiría en la dicoto-
mía analítico/sintético), al igual que al dictum humeano de que un
«debe» nunca puede ser derivado de un «es»(que luego se con-
vertiría en la dicotomía hecho/valor), es una noción estrecha según
la cual un hecho es algo que corresponde a una impresión senso-
rial. A continuación he dirigido mi atención hacia los positivistas
lógicos, cuyas concepciones influyeron enormemente en la con-
versión, primero del mundo de las ciencias sociales y, más tarde
(quizás a través de la influencia de sociólogos y economistas),
del mundo culto (e incluso no tan culto) en general, a la tesis de
la validez e indispensabilidad de una separación tajante entre «he-
chos» y «valores», y he mostrado que sus primeras concepciones
acerca de qué es un hecho eran, en el fondo, muy cercanas a las
de Hume. También he destacado que, a pesar de que Hume mis-
mo hizo importantes contribuciones al pensamiento ético, los
positivistas lógicos no consideraban la ética como posible obje-
to de discusión racional. De hecho, su dicotomía hecho/valor no
se basaba en absoluto en un examen profundo de la naturaleza
de los valores o de la valoración; lo que ellos examinaron -y con
un espíritu estrechamente empirista- fue la naturaleza de los
<<hechos».
A partir de 1939, sin embargo, los positivistas lógicos empeza-
ron a liberalizar su famoso «criterio de significatividad cogniti-
44 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR LA IMBRICACIÓN ENTRE HECHO Y VALOR 45

va», afirmando que el lenguaje cognitivamente significativo puede dicotomía hecho/valor? Como ha escrito el filósofo economista Vi-
contener no sólo términos observacionales sino también los lla- vían Walsh, «tomando prestada y adaptando la elocuente imagen
mados «términos teóricos», términos referidos a inobservables e de Quine, si una teoría puede ser negra por el hecho y blanca por
introducidos por sistemas de postulados, los postulados de las di- la convención, bien podría ser (en lo que alcanzan a decir los em-
versas teorías científicas. 2 El criterio liberalizado de significativi- piristas lógicos) roja por los valores. Dado que para ellos la con-
dad cognitiva resultante quedaba resumido así: «En la medida en firmación o la falsación tienen que ser propiedades de una teoría
que el sistema en su conjunto nos permite predecir mejor nuestras en su totalidad, no tienen manera de desenredar toda la madeja». 5
experiencias con tales predicados [teóricos] que sin ellos, esos Así señala Walsh (y antes de él, Morton White, amigo de Qui-
predicados tienen que aceptarse como "empíricamente significa- ne)' que, tras abandonar Carnap (entre 1936 y 1939) la caracteri-
tivos"». Pero predicar algo significa (para los positivistas lógicos) zación de las proposiciones «fácticas» como susceptibles de ser
deducir enunciados observacionales a partir de una teoría. Y para confrontadas una a una con la experiencia sensorial (que era jus-
deducir algo a partir de un conjunto de postulados empíricos se tamente, como hemos visto, la caracterización que hacía el empi-
necesitan no sólo estos postulados, sino también los axiomas de rismo tradicional) y tras la crítica de Quine a la concepción positi-
las matemáticas y la lógica. Según los positivistas lógicos, estos vista lógica de un lenguaje de la ciencia claramente dividido en
axiomas -y muchas de sus consecuencias, al igual que nuestras una parte «fáctica» y otra «analítica», el argumento en pro de la di-
viejas amigas, las verdades verbales tales como «Todos los solte- coiomía clásica hecho/valor se venía abajo. Así, «por lo que alcanza
ros son no casados»- no enuncian «hecho» alguno. Son analíti- el empirismo lógico», la ciencia podría presuponer valores además
cos y, por tanto, «vacíos de contenido fáctico». En resumen, «per- de experiencias y convenciones. De hecho, si dejamos de pensar en
tenecer al lenguaje de la ciencia» es (desde el punto de vista de los «valor» como sinónimo de «ética>>1 resulta bastante evidente que la
positivistas lógicos) un criterio de significatividad científica, pero ciencia sí presupone valores: presupone valores epistémicos.
no todo lo científicamente significativo es un enunciado de hecho;
entre los enunciados científicamente significativos hay, según los
positivistas lógicos, enunciados analíticos además de sintéticos (es Los VALORES EPISTÉMICOS TAMBIÉN SON VALORES
decir, fácticos). Así, la búsqueda de una demarcación satisfactoria
de lo «fáctico» se convirtió en la búsqueda de un modo satisfacto- Los pragmatistas clásicos, Peirce, James, Dewey y Mead, soste-
rio de trazar «la distinción analítico/sintético». nían todos por igual que el valor y la normatividad permean la to-
En 1950, sin embargo, Quine derribó la noción (metafísicamen- talidad de la experiencia. Lo que este punto de vista implicaba para
te exagerada) de lo «analítico», para satisfacción de la mayoría de la filosofía de la ciencia es que los juicios normativos son esenciales
los filósofos. 3 Quine no sugirió, sin embargo, que todo enunciado a la práctica científica misma. Pero aquellos filósofos pragmatis-
del lenguaje de la ciencia deba ser considerado un enunciado de tas no se referían sólo al género de juicios normativos que llama-
«hecho» (esto es, «sintético»); más bien observó que la idea ente- mos <<morales» o «éticos»: los juicios sobre «coherencia>>, «plausi-
ra de clasificar todo enunciado, incluidos los de las matemáticas bilidad», «razonabilidad», «simplicidad» y lo que, en la célebre
puras, o bien como «fácticos>> o bien como <<Convencionales» (lo expresión de Dirac, es la belleza de una hipótesis, son todos ello~
que p"ara los positivistas lógicos equivalía a «analíticos») era un juicios normativos en el sentido de Charles Peirce, juicios sollre «lo\
embrollo insoluble. 4 Pero si la idea de que hay una noción clara de que debe ser» en el caso del razonamiento. 7 ,

lo que es un hecho se derrumba junto con la irremediablemente Carnap trataba de evitar el tener que admitir esto mediante el
restrictiva imagen empirista que le dio lugar, ¿qué ocurre con la procedimiento de reducir la selección de hipótesis a un algoritmo
46 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR LA IMBRICACIÓN ENTRE HECHO Y VALOR 47

(un proyecto al que dedicó gran parte de sus energías a partir de Para percibir la naturaleza del error es necesario, en primer lu-
principios de la década de 1950, pero sin éxito). En el capítulo 7 gar, clarificar qué significa y qué no significa decir que los valores
examinaré con detalle este y otros intentos frustrados, por parte de epistémicos nos guían en la búsqueda de la «correcta descripción
diversos positivistas lógicos (y también de Karl Popper), de evitar del mundo». Como señaló Roderick Firth hace veinte años, no es
reconocer que la selección de teorías siempre presupone valores, y ve- que tengamos modo alguno de saber que hemos alcanzado la ver-
remos que fracasaron todos y cada uno de ellos. Pero del mismo dad aparte de nuestros valores epistémicos y que podamos, por así
modo que estos filósofos empiristas estaban determinados a man- decir, hacer una prueba para ver con qué frecuencia, cuando ele-
tener los ojos cerrados ante el hecho de que la ciencia física presu- gimos la teoría más coherente, más simple, etc., resulta ser verda-
pone juicios sobre coherencia, simplicidad (que no es un único «pa- dera sin presuponer estos mismos estándares de creencia empírica
rámetro», sino que engloba distintos valores), belleza, naturalidad justificada.ª La afirmación de que, globalmente, nos acercamos a
y demás, muchos autores contemporáneos que se refieren a los va- la verdad sobre el mundo escogiendo teorías que se caracterizan
lores como puramente «subjetivos», y a la ciencia como puramente por su simplicidad, coherencia, éxito predictivo en el pasado, etc.,
«objetiva», siguen con los ojos cerrados ante el mismo hecho. Y, sin e incluso la afirmación de que así hemos hecho predicciones más
embargo, la coherencia, la simplicidad y similares son valores. exitosas que las que hubiésemos conseguido fiándonos de Jerry
Falwell, * los imanes, los rabinos ultraortodoxos o, simplemente,
de la autoridad de la tradición o de algún partido marxista-leni-
LA DIFERENCIA ENTRE VALORES EPISTÉMICOS Y VALORES ÉTICOS nista, es ella misma una hipótesis empírica compleja que escoge-
(Y POR QUÉ SU SIGNIFICACIÓN NO DEBE SER MAL INTERPRETADA) mos ( o que escogen aquellos de nosotros que lo hacen) porque
nos hemos guiado por los mismos valores en cuestión en nuestras
Resulta obvio que afirmar, como acabo de hacer, que los valo- reflexiones acerca de datos y testimonios de investigaciones del
res epistémicos son también valores no equivale a negar que haya pasado: no, por supuesto, de todas las historias y mitos sobre el pa-
diferencias entre los valores epistémicos y los éticos. De hecho, sado que hay por el mundo, sino de los datos y testimonios reco-
hay diferencias incluso entre los diversos valores eticos mismos; gidos en los que tenemos buenos motivos para confiar según estos
en el Talmud, por ejemplo, la diferencia entre la din (justicia) y la mismos criterios de «recta razón».
hesed (compasión) divinas es descrita a veces como un conflicto Decir esto no implica ninguna forma de escepticismo acerca de
en el interior del mismo ser de Dios. Esta imagen refleja un hecho la superioridad de estos criterios sobre los proporcionados por (lo
real: la compasión y la justicia son preocupaciones muy distintas, que Peirce llamaba) el «método de la autoridad» y el «método de
aunque ambas sean esenciales a la vida ética. La preocupación que lo que resulta agradable a la razón». Aunque pueda ser una justi-
está -como es obvio- conectada con los valores que nos guían al
escoger entre diferentes hipótesis (coherencia, simplicidad, pre-
* Jerry Falwell es un telepredicador norteamericano, muy influyente en círculos ul-
servación de las doctrinas anteriores, etc.) es la preocupación por traconservadores y conocido entre el gran público por sus diatribas mediáticas contra
«la descripción correcta del mundo», que para muchos ha resul- feministas, abortistas, homosexuales, musulmanes, judíos, partidarios de las liberta-
tado ser lo mismo que «la objetividad». Si esto fuese cierto, no só- des civiles y un largo etcétera. Promueve la imposición de la religión, tal como él la en-
tiende (una interpretación «literalista,1 de la Biblia), en todos los ámbitos de la vida
lo entrañaría que los valores éticos y los epistémicos están conec- pública (tribunales, escuelas, parlamento), y sostiene que Dios permitió la expansión
tados con preocupaciones distintas, sino también que los valores del sida y los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001 como castigo a la so-
ciedad norteamericana por la relajación de sus costumbres (es decir, por tolerar en su
éticos no están conectados en absoluto con la objetividad. Pero seno la igualdad de derechos, el feminismo, la homosexualidad, el pluralismo religio-
esto es un error. so y demás). (N. del t.)
48 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR LA IMBRICACIÓN ENTRE HECHO Y VALOR 49
ficación circular, aún es lo bastante justificativa para la mayoría madamente importante del lenguaje; no es la única función, ni la
de nosotros. Pero equivale a decir que, si estos valores epistémicos única a la que le son aplicables preguntas como: «Este modo de
nos capacitan para describir correctamente el mundo (o más correc- realizar esta función ¿es razonable o no lo es? ¿Es racional o irra-
tamente de lo que cualquier conjunto alternativo de valores epis- cional? ¿Está justificado o no?».
témicos nos permitiría hacer), eso es algo que vemos a través del cris-
tal de esos mismos valores. No significa que esos valores admitan
una justificación «externa)>, CONCEPTOS ÉTICOS «DENSOS»
Pero ¿qué ocurre con la idea de que la descripción correcta del
mundo es la misma cosa que «la objetividad»? Esta idea descansa, La imbricación de hechos y valores no se limita, por un lado, a
de un modo muy claro, en la presuposición de que «objetividad» los tipos de hechos que los positivistas lógicos reconocen como
significa correspondencia con los objetos (una idea que se corres- tales y, por otro, a los valores epistémicos. Pues lo cierto es que, si
ponde con la etimología de la palabra, por supuesto). Pero no son bien los positivistas lógicos pensaban que «el lenguaje de la cien-
sólo las verdades normativas tales como «El asesinato está mal» cia» -como ellos lo llamaban- constituía la totalidad del lengua-
las que sirven de contraejemplos de esta idea: como argumento en je «cognitivamente significativo», su concepción era, como he ar-
otro lugar, la verdad matemática y la verdad lógica son igualmen- gumentado en el capítulo anterior, profundamente errónea. De
te ejemplos de «objetividad sin objetos». 9 En efecto, muchos filó- hecho, tal concepción incluso se autorrefuta, puesto que sus tér-
sofos aseveran que para explicar la verdad matemática tenemos minos filosóficos clave «cognitivamente significativo>> y «sinsen-
1

que postular objetos peculiares (las llamadas «entidades abstrac- tido», no son ni términos observacionales ni «términos teóricos»
tas»); pero esto no es de ninguna ayuda, como podemos ver si nos de una teoría física, ni términos lógicos/matemáticos, y éstos eran
preguntamos: «¿Funcionarían las matemáticas un ápice peor de los únicos tipos de términos que podía admitir su «lenguaje de la
lo que funcionan si esos extraños objetos dejaran de existir?». ciencia».'' Si observamos el vocabulario de nuestro lenguaje en
Aquellos que postulan «entidades abstractas» para dar cuenta su totalidad, y no la parte diminuta que los positivistas lógicos
del éxito d·e las matemáticas no afirman que nosotros (o cual- consideraban suficiente para la descripción de los «hechos», nos
quier otra cosa del mundo empírico) interactuemos con las enti- encontraremos con una imbricación mucho más profunda de he-
dades abstractas. Pero si una entidad no interactúa en absoluto chos y valores (incluidos valores éticos, estéticos y de todos los
con nosotros ni con el mundo empírico, ¿no se sigue entonces demás tipos), incluso en el nivel de los predicados individuales.
que todo sería igual si no existiera? En el caso de la verdad lógi- El tipo de imbricación que tengo en mente resulta obvio cuan-
ca, las explicaciones ontológicas también tropiezan con dificul- do analizamos palabras como «cruel». Es evidente -por lo menos
tades bien conocidas, relacionadas con la noción lógica central para la mayoría de la gente, aunque algunos famosos defensores
de «validez» .10 de la dicotomía hecho/valor lo nieguen- que la palabra «cruel»
Lo que estoy diciendo es que ya es hora de que dejemos de equi- tiene usos normativos, y, más aún, éticos. Si alguien me pregunta
parar objetividad con descripción. Hay muchos tipos de enuncia- qué clase de persona es el maestro de mi hijo y yo respondo: «Es
dos -enunciados genuinos, que admiten términos como «correcto», muy cruel», lo estoy criticando como maestro y como hombre. No
«erróneo)>, «verdadero», «falso)>, «justificado» e «injustificado>>- tengo ne~esidad alguna de añadir: «No es un buen maestro» o
que no son descripciones pero están bajo control racional, regidos «No es un buen hombre». También podría, por supuesto, decir:
por estándares apropiados a sus funciones y contextos particula- «Cuando no se comporta cruelmente, es muy buen maestro», pero
res. La de permitirnos describir el mundo es una función extre- no puedo decir simplemente: «Es una persona muy cruel y muy
50 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR LA IMBRICACIÓN ENTRE HECHO Y VALOR 51
buen maestro», sin distinguir los aspectos u ocasiones en que es Las respuestas más usuales de los no cognitivistas contempo-
una persona muy cruel y los aspectos u ocasiones en que es muy ráneos son más o menos las dos siguientes:
buen maestro. De modo similar, no puedo decir sin más: «Es una
persona muy cruel y un buen hombre» y esperar ser comprendido. 1. Simplemente insistir en que los conceptos éticos densos son
Y, sin embargo, «cruel» puede usarse también de manera pura- meros conceptos fácticos y en absoluto conceptos éticos o
mente descriptiva, como cuando un historiador escribe que cierto normativos. Ésta es la respuesta de R. M. Hare (en el caso
monarca era excepcion_almente cruel, o que las crueldades del ré- de «grosero») y de John Mackie (en el caso de «cruel»).
gimen provocaron muchas rebeliones. «Cruel» simplemente igno- 2. Afirmar que los conceptos éticos densos son «analizables» en
ra la presunta dicotomía hecho/valor y se permite el lujo de ser un componente puramente descriptivo y un componente «de
empleado unas veces para propósitos normativos y otras como tér- actitud». El componente descriptivo enunciaría entonces la
mino descriptivo (de hecho, lo mismo ocurre con el término «cri- cuestión de hecho a la que corresponde el predicado, y el com-
men»). En la literatura filosófica, tales conceptos son llamados a ponente de actitud expresaría una «actitud» (una emoción o
menudo «conceptos éticos densos». volición), exactamente la misma función que tienen «bueno»,
Que los conceptos éticos densos son contraejemplos de la idea «debe» y similares según los análisis no cognitivistas.
de que existe una dicotomía absoluta hecho/valor es algo que se ha
señalado hace mucho tiempo, y los defensores de la dicotomía El argumento en que Hare basa su afirmación de que «grosero»
han ofrecido tres respuestas principales (la discusión resultante ha no es en absoluto un término normativo es el siguiente. Empieza
sido, a mi entender, de lo mejor del debate ético/metaético del pa- citando un ejemplo de Lawrence Kohlberg en el que un chico es-
sado siglo, con destacados libros y artículos de Philippa Foot, Iris cupe a la cara de otro mientras ambos están sentados en clase. 15 La
Murdoch, John McDowell y David Wiggins en los que se critica la víctima del salivazo «golpeó disimuladamente al otro chico sin de-
dicotomía, y réplicas de R. M. Hare y John Mackie, entre otros)." jar su asiento». Cuando el maestro se apercibió de ello, el chico le
Una respuesta es la incluida en la pregunta retórica de Hume dijo: «Maestro, le he pegado porque me ha escupido en la cara». El
«¿Dónde está la cuestión de hecho que aquí llamamos crimen?» maestro le contestó: «Lo que has hecho no ha sido de buena edu-
-por crimen Hume entendía «gravemente erróneo>>-Y en su ne- cación, ha sido grosero». Cuando los chicos vuelven a sus tareas, el
gación de que pueda señalarse tal «cuestión de hecho». Aceptar autor del golpe le dice a su oponente con una mueca: «De acuerdo,
su respuesta sería desterrar todos los conceptos éticos densos al ha sido grosero».
mismo limbo de los «emotivos» o los «no cognitivos», donde Hu- El comentario de Hare es el siguiente: «Espero que este caso
me y sus seguidores desterraron los términos éticos «finos» ( o convencerá a la señora Foot de que es posible aceptar que un acto
«más finos»): «bueno», «debe», «correcto» y sus opuestos «malo», satisface las condiciones descriptivas para ser llamado «grosero»
«no debe>> «erróneo», al igual que «virtud», «vicio», «deber», «obli-
1 sin comprometerse a evaluarlo negativamente, pese a que "grose-
gación», etc.). Pero las palabras de este tipo son tan numerosas que ro" es normalmente un adjetivo de evaluación negativa».
ha habido una obvia resistencia a seguir a Hume, incluso entre La posición que defiende Hare es que un «adjetivo de evalua-
los no cognitivistas (y sus parientes cercanos, los llamados «teóri- ción» auténtico, o sea, un adjetivo cuyo contenido semántico es
cos del error» ).13 Ni siquiera Hume estaría dispuesto a clasificar, que algo pose_e un valor positivo ( o negativo) intrínseco, es tal que
por ejemplo, «generoso», <<elegante>>,«hábih, <<fuerte», «torpe», <<dé- cualquiera que use dicho adjetivo sin hipocresía ni insinceridad
bil» o «vulgar» como conceptos a los que no corresponde «hecho» debe estar motivado para aprobar (o desaprobar) ese algo. 16 Pero,
alguno. 14 como ha señalado Elizabeth Anderson,
52 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR LA IMBRICACIÓN ENTRE HECHO Y VALOR 53
El requisito motivacional de Hare no es razonable. Para que al- Como acabo de señalar, sin embargo, los partidarios de la im-
go cuente como auténtico juicio de valor o razón para valorar, debe bricación no sostienen que las palabras valorativas, sean densas o
ser asumible reflexivamente. Pero los estados motivacionales reales finas, satisfagan el requisito motivacional de Hare (básicamente,
no siempre son asumibles de modo reflexivo. Una de las funciones
que tales palabras se comporten como los emotivistas afirman). 19
de los juicios de valor es hacernos notar cuándo nuestros estados
Lo que sostienen es que, si no compartiésemos de ningún modo el
motivacionales son deficientes porque no consiguen encajar con lo
punto de vista ético pertinente, nunca podríamos adquirir un con-
que juzgamos bueno. El aburrimiento, la debilidad, J¡¡ apatía, el
cepto ético denso, y que el uso preciso de estos conceptos requie-
desprecio por uno mismo, la desesperación y otros estados motiva-
re la capacidad prolongada de identificarnos (por lo menos en la
cionales pueden hacer que alguien no alcance a desear lo que juzga
bueno o desee lo que juzga malo. Esto impide la identificación, en imaginación) con este punto de vista. Esto no equivale a negar la
la que insiste Hare, de juicios de valor con expresiones de deseos y posibilidad de que alguien sepa que algo es cruel y no esté moti-
preferencias reales. 17 vado para abstenerse de hacerlo; de hecho, alguien puede saber
que algo está mal y no estar motivado para abstenerse de hacerlo.
Además, Hare no tiene en cuenta la posibilidad de que alguien Tras la observación citada más arriba, sin embargo, Hare argu-
diga que algo tiene valor (positivo o negativo) pero que dicho va- menta que «el hecho de que si usamos esa palabra estamos casi
lor queda superado por otra cosa. Así, el muchacho del ejemplo [sic] comprometidos con la valoración, no entraña que tengamos
podría, si de mayor se hiciese filósofo moral, defender lo que dijo que usarla en absoluto para hacer una descripción completa de la
con estas palabras: «Por supuesto, no estaba negando que la gro- acción. Podríamos decir: "Se le hizo sufrir hondamente", pero
añadir: "En todo caso, no hubo nada malo en ello ... "». Aquí Hare
sería sea en general incorrecta. Lo que quería decir era que a veces
parece sugerir que el componente descriptivo de «cn1el» es «hacer
es correcto ser grosero porque la persona con la que se es grosero
sufrir hondamente» y la «casi» implicación valorativa es: «acción
ha hecho algo para merecerlo». Es justamente porque «grosero»
que está mal».
tiene fuerza valorativa por lo que la observación de que a veces es
Sea o no la pretensión de Hare aplicar este enfoque de «dos
correcto ser grosero es apropiada, mientras que la observación «A
componentes», la idea de tal descomposición en su conjunto ha
veces es correcto ir a un restaurante>> no lo es.
sido criticada, creo que con acierto 1 por mí mismo, 20 por John
Al tratar de la palabra «cruel», sin embargo, Hare parece favore-
McDowell 21 y antes ya por Iris Murdoch. 22 El intento de los no-
cer un análisis de «doble componente». De hecho, reconoce que es-
cognitivistas de dividir los conceptos éticos densos en un «com-
ta noción ha sido considerada un caso de lo que aquí ll¡imo «im-
ponente descriptivo del significado» y un «componente prescripti-
bricación», pero su descripción de lo que piensan los p1rtidarios
vo del significado» se fundamenta en la imposibilidad de decir
de la imbricación resulta distorsionada por una curiosa proyec-
cuál es el «significado descriptivo)) de, digamos, «cruel» sin usar
ción de las propias concepciones de Hare en las de sus oponen- la palabra «cruel» o un sinónimo. Por ejemplo, con toda seguri-
tes. Hare escribe: «Se está sugiriendo que este tipo de acción es dad no es el caso que la extensión de «cruel» (dejando la valoración
de algún modo inherentemente motivacional: si no nos motiva- aparte, por así decirlo) sea simplemente «causar hondo sufri-
ra de este modo o no afectara nuestros sentimientos de alguna miento» ni tampoco, como Hare mismo debería haber notado, está
otra forma, no sería este tipo de acción (no sería, por ejemplo, libre de fuerza valorativa «causa hondo sufrimiento». «Sufrimiento»
cruel). De modo que hay propiedades que son en sí mismas malas no sólo significa «dolor)), ni «hondo)) significa solamente «muchísi-
y términos morales que son inseparablemente descriptivos y pres- mo». Antes de la introducción de la anestesia, a finales del siglo XIX,
criptivos))_ 18 cualquier operación causaba un gran dolor, pero normalmente los
54 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR LA IMBRICACIÓN ENTRE HECHO Y VALOR 55

cirujanos no estaban siendo crueles. Y conductas que no causan «crimen», el ejemplo de Hume) son sólo palabras para describir
en absoluto dolor perceptible pueden ser extremadamente crue- «hechos naturales». Pero ¿qué clase de «hechos naturales»?
les. Imagínese que alguien corrompe a una persona joven con el Lo característico de descripciones «negativas)) como «cruel», y
deliberado propósito de evitar que desarrolle un gran talento en también de descripciones «positivas» corno «valiente», «modera-
algo. Aun cuando la víctima nunca sienta un dolor manifiesto, es- do» y «justo» (nótese que éstos son los términos que Sócrates for-
to puede ser extremadamente cruel. Como señala McDowell, 23 zaba a sus interlocutores a discutir una y otra vez) es que para
usarlas con algo de discernimiento hay que ser capaces de identifi-
[ ... ] Parece razonable ser escéptico acerca de si la maniobra de carlas, por medio de la imaginación, con un punto de vista valora-
separación aquí concebida [el análisis en un componente descripti- tivo. Ésta es la razón de que alguien que pensara que «valiente»
vo y uno prescriptivo] puede realizarse siempre; concretamente, significa sólo «que no tiene miedo a arriesgar la vida y la integri-
acerca de si siempre podemos aislar, respecto de cualquier concep- dad física» fuese incapaz de entender la distinción socrática fun-
to de valor, un rasgo auténtico del mundo -aplicando el estándar damental entre la mera imprudencia o temeridad y la auténtica va-
apropiado de autenticidad [o sea, el no cognitivista]-: es decir, un lentía. Es también la razón de que (tal como subraya Iris Murdoch
rasgo que siempre está ahí de todos modos, con independencia de
en un libro maravilloso, La soberanía del bien) siempre sea posible
que la experiencia valorativa de cualquiera sea como es: que sea
mejorar la propia comprensión de conceptos como «impertinencia»
aquello a lo que los usuarios competentes del concepto debe supo-
o «crueldad». Pero esta dependencia respecto de la evaluación, in-
nerse que responden cuando lo usan: aquello que queda en el mun-
cluso, de los usos «descriptivos» de «cruel» es lo que Mackie nega-
do cuando se elimina el reflejo de la actitud apropiada.
ba cuando se refería al hecho de que alguien sea cruel como nada
más que un (metafísicamente no problemático) «hecho natural».
Como he señalado, Mackie también analiza la palabra «cruel».
Como he explicado en el capítulo precedente, para los empi-
Mackie argumenta que la idea sin más de propiedades valorativas
ristas un «hecho» era, en el fondo, simplemente algo de lo quepo-
tiene que ser incorrecta, a.causa de la «extrañeza» que exhibirían
díamos tener una «impresión sensorial» (o, en la versión idealista
tales propiedades, 24 y añade:
subjetiva defendida por Berkeley y con la que Hume coqueteó, un
mero complejo de cualidades sensoriales). Este crudo criterio em-
Otra manera de mostrar esta extrañeza es preguntar, acerca de
cualquier cosa a la que se le suponga cierta cualidad moral objeti- pirista fue reemplazado en el siglo xx por las diversas versiones de
va, cómo está conectada con sus aspectos naturales. ¿Cuál es la co- la teoría verificacionista del significado desarrollada por los positi-
nexión entre el hecho natural de que una acción sea un caso de vistas lógicos. Pero el desplome de los diversos fundamentos en que
crueldad deliberada -digamos, causar dolor sólo por diversión- y se sustentaban las primeras defensas de la dicotomía hecho/valor,
el hecho moral de que es incorrecta? [ ... ] Ni siquiera es suficiente incluida la teoría veríficacionista del significado, no ha llevado a
postular una facultad que «ve>)la incorrección: hay que postular al- descartar la dicotomía, ni siquiera entre los filósofos profesionales.
go que pueda ver de inmediato los aspectos naturales que constitu- A lo que este desplome ha conducido es a un cambio en la natura-
yen la crueldad, así como la incorrección y la misteriosa relación de leza de los argumentos ofrecidos a favor de la dicotomía. Hoy se la
consecuencia entre ambas. 25 [La cursiva es mía.] defiende cada vez más desde fundamentos metafísicos. Al mismo
tiempo, incluso los defensores de la dicotomía admiten que los vie-
Hare percibió que los conceptos éticos densos plantean un pro- jos argumentos en su favor eran malos argumentos. 26
blema e intentó enfrentarse a él; Mackie sencillamente no veía ahí El fundamento metafísico más común es simplemente el -fi.sica-
ningún problema. Para Mackie, «cn1el» (y probablemente también lismo. Las versiones más elaboradas -por ejemplo, la de Bernard
56 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR LA IMBRICACIÓN ENTRE HECHO Y VALOR 57

Williams- no afirman que en la práctica podamos funcionar con en lugar de «no cognitivísmo», se la llama «relativísmo». El eslogan
un vocabulario consistente en los tipos de términos que figuran es que las oraciones éticas pueden ser verdaderas, pero no «abso-
en nuestra ciencia más fundamental ( que, según los defensores de lutamente» verdaderas, sino sólo en relación con «un mundo social
estas versiones, es la física), 27
No obstante, según Williams, el u otro». 30 Según Williams, «Pedro es cruel» puede ser verdadero en
mundo tal y como es en sí mismo, independientemente de todo el mismo sentido en que lo es «La hierba es verde», aunque siga
observador, puede describirse usando tan sólo esos términos cien- siendo una expresión ética. La cuestión es que, para Williams, los
tíficos. Un hecho, en el sentido «absoluto» de Williams, es algo que enunciados fiícticos de un lenguaje natural, como «La hierba es
puede ser descrito en el vocabulario hacia el que la ciencia está verde», no se tratan como poseedores del más elevado género de
destinada a «converger» en el límite de su indefinidamente conti- verdad. Si digo que la hierba es verde, por ejemplo, estoy cierta-
nuada investigación. Y nosotros sabemos cómo será este vocabu- mente diciendo la verdad, pero no lo que Williams llama la verdad
lario: el de la física (pero una mejorada y perfeccionada), una física absoluta. No estoy describiendo el mundo tal como es «de todas
que describa el mundo en términos de cualidades primarias única- maneras», con independencia de todas y cada una de las «perspec-
mente. Escribe Williams: «El mundo en sí mismo sólo tiene cuali- tivas». El concepto «verde», y posiblemente también el concepto
dades primarias». 28 Y añade: «hierba», no son conceptos que la «concepción absoluta del mun-
do» usaría para describir las propiedades de las cosas al margen
La concepción que he esbozado, vagamente peirceana, postula a de toda <<perspectiva local». 31
lo sumo un límite ideal de certeza como el fin de la investigación Tal como lo resume Vivían Walsh (refiriéndose tanto a las con-
científica, aquella «fijación de la creencia}> a la que tal investiga- cepciones de Williams como a mis críticas publicadas sobre tales
ción tiende. De ningún modo postula la certeza como el punto del concepciones) :32
que tal investigación se propone partir, ni como el punto al cual de-
bemos suponer que ya ha llegado, ni nos es necesario creer que Así, según los nuevos dicotomistas, tenemos que esperar a que
nuestras actuales concepciones físicas son adecuadas o inamovi- la ciencia acabada nos diga (presumiblemente en el lenguaje artifi-
bles. Suponer, por otro lado, que no tenemos ni idea de la aparien- cial por ella sancionado) qué cosas son absolutamente verdaderas.
cia que tendría una física adecuada debilitaría irremediablemente Putnam no tiene pelos en la lengua: «Esta dicotomía entre lo que
estas nociones -incluso la noción de una concepción absoluta, por es el mundo independientemente de cualquier perspectiva local
así decirlo, empalidecería demasiado si aceptáramos eso. 29 y lo que nosotros proyectamos en él me parece totalmente indefen-
dible».33 [ ... ]
¡Nótese cómo «concepción absoluta del mundo» y «física ade- Es poco probable que el economista pretendidamente «positi-
cuada» se identifican en este pasaje! Sin embargo, lo que se sigue vo» [y también el jurista pretendidamente «positivo», añadiría yo.
HP] esté satisfecho con esta dicotomía que se basa, no sólo en un
del planteamiento metafísico de Williams no es en absoluto una
argumento metafísico, sino en un argumento metafísico demostra-
dicotomía hecho/valor, sino una dicotomía entre lo que es «absolu-
blemente malo. Pero hay una objeción más prosaica que puede re-
tamente» el caso, verdadero con independencia de la perspectiva
sultar aún más convincente. Los economistas [y también los juris-
de cualquier observador, y lo que es verdadero sólo relativamente a tas, añado yo. HP] no pueden permitirse ignorar el fracaso de una
una u otra «perspectiva». Por ejemplo, Williams no niega que las campañ'a publicitaria que intenta vender un tono de verde que los
oraciones éticas puedan ser verdaderas o falsas; lo que niega es consumidores rechazan, o los devastadores efectos sobre los pastos
que puedan ser verdaderas o falsas con independencia de toda pers- de una sequía sin precedentes. Las cosas que los consumidores [y
pectiva. Así, la posición que defiende Williams ha sido recalificada: los clientes] quieren o compran, o que se producen para ellos, se
58 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR LA IMBRICACIÓN ENTRE HECHO Y VALOR 59
eligen o rechazan en función de características que, como se puede descripción (como la de Hare) estaba fuertemente influida por el
fácilmente argumentar, no aparecerían en «la ciencia acabada», si emotivismo.
alguna vez llegamos a tenerla. Son cosas cuyo devenir, al igual que Sin embargo, pocos filósofos contemporáneos han aceptado la
el de la gente que hace afirmaciones morales, tiene lugar en el lado «teoría del error» de Mackie (si es que alguno lo ha hecho). Las
«erróneo)) de la dicotomía entre «ciencia acabada» y cualquier otra posiciones que aún defienden los partidarios de una dicotomía
cosa dicha alguna vez por alguien. hecho/valor son variantes de no cognitivismo y relativismo. Pero
el no. cognitivismo se desmorona, como hemos visto, en cuanto
Mackie, quien como Williams simpatizaba con una explicación nos apercibimos de lo que he llamado la imbricación entre hecho y
fisicalista de los hechos, intentó aprovechar una propiedad que valor, mientras que el r~lativismo derivado del cientificismo con-
según él poseen los juicios éticos: la de que no podemos hacer un temporáneo amenaza con meter muchas más cosas, además de
juicio ético, y pretender que sea un juicio ético sincero, sin expre- los juicios éticos, en el saco de las verdades válidas sólo desde una
sar con él un deseo o preferencia reales. En tanto que las descrip- u otra «perspectiva local».
ciones de hecho no pueden, según Mackie, ser expresiones de de-
seos y preferencias reales, se sigue que los juicios éticos no son
descripciones de hecho, que es lo que se quería demostrar. ¿POR QUÉ ES TAN TENTADORA LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR?
Pero el origen de esta supuesta propiedad de los juicios éticos
es claro: viene del antiguo emotivismo de los positivistas lógicos. Hay varias razones por las que nos sentimos tentados a trazar
Para los positivistas lógicos y sus seguidores emotivistas, la «fun- una línea de separación entre <<hechos» y «valores», y a trazarla
ción» de los juicios éticos es precisamente la de expresar deseos y de tal modo que los «valores» queden completamente fuera del rei-
preferencias reales. Sin embargo, como señala Elizabeth Ander- no de la argumentación racional. En primer lugar, es mucho más
son en el pasaje que he citado antes (y como se sabe desde Aristó- fácil decir «esto es un juicio de valor», en el sentido de que «no es
teles y sus escritos sobre la akrasía o debilidad de la voluntad), más que una cuestión de preferencia subjetiva», que hacer lo que
hay muchas razones por las que yo puedo creer sinceramente que intentaba enseñarnos Sócrates: indagar quiénes somos y cuáles
algo es bueno y no estar motivado para desearlo o escogerlo. son nuestras convicciones más profundas, y someter estas convic-
Sin embargo, Mackie no concluyó, como los emotivistas, que ciones a la exigente prueba de un examen reflexivo. Como argu-
los juicios éticos son, semánticamente hablando, expresiones de mentó Michele Moody-Adams en un importante libro sobre relati-
deseo y preferencia. Adoptó, en cambio, su famosa «teoría del vismo cultural, descartar la idea misma de una controversia ética
error», según la cual «bueno» significa una propiedad tal que el «irresoluble racionalmente» no implica adherirse al proyecto de
conocimiento de que algo la tiene motiva necesariamente a la per- resolver de hecho todos nuestros desacuerdos éticos, sino a la
sona en posesión de este conocimiento a desear o preferir ese al- idea de que siempre existe la posibilidad de debatir y examinar
go. En tanto que, según Mackie, no puede haber una propiedad más a fondo cualquier tema objeto de disputa, incluido el auto-
semejante, cada vez que decimos que algo es «bueno» estamos co- examen socrático que acabo de mencionar. 35 Lo peor de la dicoto-
metiendo un error (de hecho, un error metafísico: atribuir a algo mía hecho/valor es que en la práctica funciona como freno de la
una propiedad metafísicamente absurda). 34 La razón por la que, no discusión, y no sólo de la discusión, sino del pensamiento. Pero
obstante, atribuyo a Mackie una influencia emotivista es que su hay razones menos criticables para sentirse atraído por el relati-
argumento en favor de la absurdidad metafísica de la bondad des- vismo, el no cognitivismo, la teoría del error y similares, así como
cansa en su descripción de cómo se usa la palabra «bueno», y esta por las otras versiones contemporáneas de la dicotomía.
' 60 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR

Una razón, la de Bernard Williams, es que él no ve cómo pro-


porcionarnos una explicación metafísica de la posibilidad del cono-
cimiento ético. Creo que debemos resistirnos a esta tentación me-
LA IMBRICACIÓN

HASTA LA PRÓXIMA VEZ ...


ENTRE HECHO Y VALOR

En estos dos capítulos he intentado mostrar meramente cuán


61

tafísico-epistemológica. No es que yo posea un discurso metafísico pobres son (y siempre han sido) los argumentos en favor de la di-
que explique cómo sé, por ejemplo, que la preocupación por el cotomía 1'echo/valor, y de qué manera el importante fenómeno (o
bienestar de los demás sin consideración de fronteras nacionales, mejor didho, fenómenos) de la imbricación hecho/valor subvierte
étnicas o religiosas, y la libertad de palabra y pensamiento son me- esa dicotomía. Hasta aquí, la discusión ha sido abstracta. Con vistas
jores que sus alternativas, excepto en el sentido de ser capaz de a poner los pies en la tierra y ver algunos de los temas del mundo
ofrecer los tipos de argumentos que gente normal, sin ínfulas me- real que aparecen cuando abandonamos la dicotomía, en el si-
tafísicas y con convicciones liberales puede ofrecer y ofrece. La guiente capítulo examinaré la carrera intelectual y la contribución
idea misma de explicar cómo el conocimiento ético es posible en de un gran economista-filósofo, Amartya Sen, para ver cómo la
términos «absolutos» me parece ridícula. Como admite Williams, misma naturaleza de la «teoría clásica» en economía se transfor-
parece imposible explicar en términos «absolutos» cómo es posi- ma a lo largo de su obra y en qué sentido esta transformación está
ble el «contenido»: es decir, cómo son posibles el pensamiento, la conectada directamente con los temas que he estado tratando.
creencia y la referencia. 36 Pero decir que sólo pensamos que pensa-
mos es absurdo (aunque ciertos autores de la Europa continental
estarían encantados ante la sugerencia). En efecto, la larga histo-
ria de intentos frustrados de explicar en términos metafísicos có-
mo son posibles las matemáticas, el conocimiento demostrativo (el
llamado «problema de la inducción»), etc., sugiere que el fracaso
de la filosofía en proporcionar una explicación en «términos abso'
lutos» de lo que sea no permite sacar demasiadas conclusiones (ex-
cepto, quizá, la falta de sentido de cierto tipo de metafísica).
Otro atractivo, aún más respetable, es el que encuentran aque-
llos que temen que la alternativa al relativismo cultural sea el im-
perialismo cultural. Pero reconocer que nuestros juicios preten-
den poseer validez objetiva y reconocer que están conformados
por una cultura y una situación problemática particulares no son
cosas incompatibles. Y esto es verdad tanto de las cuestiones cien-
tíficas como de las éticas. La solución no es ni abandonar la posi-
bilidad misma de discusión racional ni buscar un punto arquimé-
dico, una ((concepción absoluta» ajena a todo contexto y situación
problemática, sino -como Dewey enseñó a lo largo de toda su vi-
da- investigar, discutir y tantear las cosas de una manera coope-
rativa, democrática y, por encima de todo, falibilista.
CAPÍTULO 3

HECHO Y VALOR EN EL MUNDO DE AMARTYA SEN

El apoyo de Adam Smíth que los que siguen y defienden


la conducta centrada en el interés propio reclaman es, de he- 1
cho, difícil de encontrar en una lectura de Smith más amplia
y menos sesgada. En realidad, el profesor de filosofía moral
lf
y el pionero de la economía no vivieron en una espectacular :1
esquizofrenia. Aún más, una de las mayores deficiencias de
¡J
la teoría económica contemporánea es precisamente el re- I~•
4j
duccionismo con que se interpreta la rica concepción smit-
hiana del ser humano. Este e1npobrecimiento está íntima- 1.
,

mente relacionado con el distanciamiento de la economía 1(


respecto de la ética.
AMARTYA SEN 1:
li

En los capítulos precedentes he criticado los argumentos a fa-


vor de la dicotomía hecho/valor. He demostrado, en primer lugar, ¡¡
1:,
que estos argumentos .tienen su origen, histórica y conceptual-
mente, en una empobrecida concepción empirista (y más tarde en 11
una igualmente empobrecida concepción lógico-positivista) de los
hechos, y, en segundo lugar, que si no nos apercibimos de que he-
chos y valores están «imbricados» hasta la médula, confundire-
mos la naturaleza de los hechos tan radicalmente como los positi-
vistas lógicos confundieron la naturaleza de los valores. En este
capítulo relacionaré estos temas ( como he prometido que haría)
con la obra de Amartya Sen, obra que ha transformado nuestra
comprensión del contenido de la «teoría económica clásica» y que
ha tenido además importantes implicaciones para las cuestiones
64 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR HECHO Y VALOR EN EL MUNDO DE AMARTYA SEN 65

del bienestar mundial. El valor de la contribución de Amartya Sen acuciante de un resurgimiento de la teoría clásica: el desarrollo ma-
es, por supuesto, ampliamente reconocido (la concesión de un temático lo más preciso posible de la estructura de la teoría». 7 Sen
Premio Nobel de economía en 1998 lo confirma). Aunque éste ha- mismo hace una observación similar (nótese que el término de
bría sido mi plan en cualquier caso, nótese la grata coincidencia Sen para lo que Walsh llama «minimalismo» es «el enfoque inge-
de que Sen fuera también el encargado de dictar las conferencias nieril»): «Hay muchas cuestiones sobre las que la economía ha sido
Rosenthal en 1998. capaz de proporcionar una mejor comprensión e ilustración preci-
samente a causa del uso extensivo del enfoque ingenieril». 8 Sen
añade, en la línea que le caracteriza, que «estas contribuciones se
SEN, ADAM SM!TH Y LA ECONOMÍA CLÁSICA «DE SEGUNDA FASE» han realizado a pesar del menosprecio del enfoque ético, puesto
que hay importantes cuestiones logísticas que reclaman atención
Podemos decir, parafraseando a Shakespeare, que mien- en economía y que pueden ser, hasta cierto punto, manejadas con
tras algunos hombres han nacido pequeños y algunoS otros eficiencia incluso en el marco limitado de una concepción reduc-
alcanzan la pequeñez, a Adam Smith se le ha endosado una cionista de la motivación y la conducta humanas despojadas de sus
gran dosis de pequeñez. aspectos éticos». (Sen ofrece como ilustración el desarrollo de la
teoría del equilibrio general que, según dice, plantea «importantes
interrelaciones que reclaman un análisis técnico de alto nivel».)
Vivían Walsh, quien como Amartya Sen es a la vez filósofo mo- Si en el siglo xx era importante perfeccionar las herramientas
ral y economista,' ha trazado recientemente el desarrollo de lo matemáticas del enfoque «minimalista», Sen insiste en que ahora
que él llama «el resurgimiento de la teoría [económica] clásica se precisa algo más. «La degradación de la economía del bienestar
durante el siglo xx», prestando especial atención al lugar ocupado relacionada con su distanciamiento de la ética -escribe- afecta
por Amartya Sen en lo que Walsh entiende como una incipiente tanto a la economía del bienestar (al limitar su alcance y pertinen-
«segunda fase>) de esta teoría. 3 Walsh empieza su narración seña- cia) como a la economía predictiva (al debilitar sus fundamentos
lando que el «hábito de concentrarse en unas pocas cuestiones clave conductistas).» 9 Sin embargo, si se quiere entender el lugar de Sen
de la teoría clásica» era una característica prominente de la obra en la historia, no hay que interpretar su reintroducción de inquie-
de los teóricos que iniciaron el resurgimiento de la economía clá- tudes y conceptos éticos en el discurso económico como un aban-
sica a principios del siglo xx, «y su interés principal se centraba dono de la «economía clásica», sino más bien como la recuperación ll
naturalmente en Ricardo».' de algo presente por doquier en los escritos de Adam Smith y que ¡I
11
Como Walsh ha observado en otro lugar, Ricardo mismo nunca iba de la mano de sus análisis técnicos. Esto es algo que el mismo
perdió de vista las profundas implicaciones morales de la contribu- Sen subraya cuando insiste una y otra vez en que Adam Smith es
ción analítica de Smith. 5 Pero Ricardo era consciente de su falta de mal interpretado por los que le ven corno el profeta del Hamo oe-
preparación como filósofo moral, y por eso (como él mismo nos conomicus. Aquellos que entienden así a Smith citan el siguiente
cuenta) 6 «limitó su atención a aquellos pasajes del texto de Adam pasaje con fervor: «No es de la benevolencia del carnicero, del cer-
Smith de los cuales veía razones para disentir». Walsh observa que vecero o del panadero como esperamos obtener nuestra cena, sino
este «minimalismo ricardiano» fue una característica notable de la del hecho de que mire por su propio interés. No nos dirigimos a su
obra de Piero Sraffa, Van Neumann y otros, pero su observación no humanidad sino a su egoísmo, y nunca les hablamos de nuestras
es una crítica a estos autores o a sus contemporáneos. Como dice propias necesidades sino de sus ventajas».'º He aquí el lacónico co-
Walsh, «en realidad este minimalismo reflejaba la necesidad más mentario de Sen a este uso del pasaje:
-------~·-·-----··"-----------------------------

66 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR HECHO Y VALOR EN EL MUNDO DE AMARTYA SEN 67

Pese a que muchos admiradores de Smith parecen no haber ido 1. ¿ Hay que ser egoísta para ser racional?
más allá de este fragmento sobre el carnicero y el cervecero, incluso
una lectura de este pasaje mostraría que lo que Smith está hacien- «¿Cómo se caracteriza la conducta racional en la teoría econó-
do aquí es especificar cómo y por qué se llevan a cabo transaccio-
mica estándar? Puede decirse con justicia que en la corriente he-
nes normales en el mercado, y cómo y por qué funciona la división
gemónica en economía hay dos métodos predominantes de definir
del trabajo, que es el tema del capítulo en el que aparece el pasaje
la racionalidad de la conducta. Uno es considerar la racionalidad
citado. Pero del hecho de que Smith observe que las transacciones
como consistencia interna de la elección y el otro es identificar la
mutuamente ventajosas son muy comunes no se sigue en absolu-
racionalidad con la maximización del interés propio.» 13
to que pensara que el egoísmo [ ... ] pueda ser suficiente para esta-
blecer una buena sociedad. De hecho, sostenía precisamente lo Amartya Sen ha escrito profusamente sobre cuestiones relati-
contrario. Nunca basó la salvación econó1nica en una única moti- vas tanto a la noción de consistencia de las preferencias como a la
vación.11 de consistencia de las elecciones (y a la relación entre preferen- _¡
. cias y elecciones). 14Pero al margen de la cuestión de cómo deben
La expresión de Walsh «teoría clásica de segunda fase» es, por ser interpretadas matemáticamente estas nociones de consisten-
consiguiente, la adecuada para el programa de Sen, que entraña cia (y de la importante cuestión de si la noción de consistencia pu-
la introducción de conceptos e inquietudes éticas en la economía ramente interna es en sí misma coherente) ,15 la idea de que la con-
sin sacrificar por ello el rigor de las herramientas matemáticas sistencia interna de la elección pueda ser una condición suficiente
proporcionadas por la teoría «de primera fase». de racionalidad resulta absurda, como observa Sen. Una vez aban-
donada la presunción -producto de un verificacionismo de vía
estrecha que ha quedado como vestigio del positivismo lógico-
de que nuestras elecciones deben «revelar» perfectamente nues-
ÉTICA Y ECONOMÍA
tros valores, es imposible eludir la cuestión de la relación entre
las elecciones de una persona y sus valores, así como la cuestión
En Sobre ética y economía, al igual que en sus muchos artículos
de la evaluación de esos mismos valores. Todavía más difícil de defen-
y conferencias, Sen ha buscado desafiar la imagen estándar de los
der es la idea de que sólo los valores egoístas son «racionales», cu-
economistas acerca de 1) qué requiere la racionalidad económica,
yo prestigio deriva, en parte, de la falsa suposición de que es lo
2) cuáles son las motivaciones de los agentes económicos que de-
que Adam Smith enseñó. En realidad, esta idea descansa, como
ben presuponer un análisis realista y 3) qué criterios de rendi-
ya hemos visto, en una mala lectura de Smith que Sen ha intenta-
miento económico y bienestar social puede usar legítimamente la ,.do corregir reiterada y coherentemente.
economía del bienestar. 12Además, Sen no sólo ha enriquecido
nuestra comprensión de fenómenos tan trágicos como las ham-
brunas y los millones de 1,mujeres desaparecidas» (es decir, la es- 2. Las motivaciones de los agentes económicos
peranza de vida mucho más corta de las mujeres comparada con
la de los hombres en gran parte del mundo), sino que también ha A menudo los economistas defienden la estrategia basada en el
propuesto un enfoque positivo para la evaluación del bienestar, el supuesto de que los agentes económicos son «racionales» como
«enfoque basado en las capacidades». una estrategia «intermedia» en el sentido de Sen: la conducta real
Hablaré de cada una de estas cuestiones y, para concluir, co- se identifica con la conducta racional, sobre la base ( o esperanza
nectaré la discusión con los temas de los dos primeros capítulos. metodológica) de que la conducta real es lo bastante próxima a la
68 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR HECHO Y VALOR EN EL MUNDO DE AMARTYA SEN 69
racional como para que este supuesto «simplificador» funcione, y mente único, ya que es precisamente la armonía de un conjunto
acto seguido se presupone la identidad entre conducta racional de condiciones con su actividad apropiada. El placer de comer es
y conducta egoísta. Con desacostumbrada n1deza, Sen comenta al una cosa, el placer de escuchar música es otra, el placer de un ac-
respecto: to amable, otra distinta, y el placer de la ebriedad o el de la ira
son aun otra cosa» .18 Dewey prosigue: «De ahí la posibilidad de
El procedimiento complejo consistente en igualar el interés pro- valores morales absolutamente diferentes asociados a placeres,
pio con la racionalidad y luego identificar la conducta real con la según el tipo o aspecto del carácter que expresen. Pero si el bien
conducta racional resulta del todo contraproducente si la intención es sólo una suma de placeres, cualquier placer, en la medida en
última es proporcionar, en la especificación de la conducta real en que se dé, es tan bueno como cualquier otro: el placer de la malig-
la teoría económica, una argumentación razonable a favor del axio- nidad es tan bueno como el placer de la amabilidad, simplemente
ma de la maximización del interés propio. Intentar usar las exigen- en tanto que placer». 19
cias de la racionalidad para batallar a favor de la presunción con- Dewey no sólo anticipa la observación hecha por Nozick con la
ductista estándar de la teoría económica (a saber, la maximización
ayuda de su famoso experimento mental de la «máquina de las ex-
real del interés propio) es como dirigir una carga de la caballería
periencias» y según la cual lo que queremos en la vida no son me-
montado en un asno renqueante. 16
ras sensaciones (de otro modo escogeríamos pasar nuestras vidas
en la máquina de las experiencias), sino la realización objetiva de
La presuposición de que la gente sólo actúa por intereses egoís-
deseos, capacidades y esfuerzos. También preludia la afirmación
tas ha sido defendida algunas veces basándose en la psicología he-
de Nozick de que «lo que somos es importante para nosotros». 20
donista de Jeremy Bentham, el padre del utilitarismo, que sostenía
Como también escribe Dewey «No sólo los "buenos", sino también
que lo que todo el mundo «realmente» desea en última instancia
los más vigorosos y audaces de los "malos" despreciarían una vida
es tan sólo una cantidad psicológica subjetiva (que Bentham lla-
en la que el carácter y la personalidad no tuviesen significación
maba «placer») y que esa «cantidad» es materia puramente subje- alguna, y en la que no hubiese lugar para el descubrimiento y la
tiva. Como dijo John Dewey hace mucho tiempo: «Cuando la feli- comprobación experimentales del propio destino». 21
cidad se concibe como un agregado de estados sensoriales, tales Sen argumenta en muchos lugares que la gente se ve muy a
estados se consideran homogéneos en cualidad, diferentes uno de menudo impulsada poderosamente no sólo por motivos distintos
otro sólo en intensidad y duración. Sus diferencias cualitativas no del «placer» subjetivo, sino por una gran variedad de motivos no
son intrínsecas, sino debidas a los diferentes objetos con los cua- egoístas: no únicamente motivos éticos -aunque no hay razón
les se asocian (como los placeres del oído o de la visión). Por eso para negarse a reconocer que éstos pueden ser decisivos en cier-
desaparecen cuando el placer se toma como un fin en sí mismo». 17 tas circunstancias-, sino también lealtades de todo tipo, tanto
Como resulta obvio, es justamente esta desaparición de las dife- buenas como malas, tanto a ideas como a grupos (así como odios
rencias cualitativas (en lo tocante a su importancia para la «felici- grupales de todo tipo).
dad» del agente) lo que permite al utilitarista hablar de «sumar» Por último, pero no menos importante, no sólo la gente no está
placeres, «maximizarlos», etc. Pero si la concepción alternativa de motivada por el interés propio sin más, sino que -lo que desacre-
Dewey es (como pienso yo) correcta, y si «lo agradable es precisa- dita todavía más el modo en que la noción de «interés propio» es
mente el acuerdo, la congruencia de cierta condición objetiva con a menudo usada por los economistas criticados por Sen- hay por
algún impulso, hábito o tendencia del agente», entonces «el placer lo demás una distancia enorme entre maximizar el verdadero in-
puro es, por supuesto, un mito. Cualquier placer es cualitativa- terés propio a largo plazo (que no es lo que usualmente se entien-
70 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/vALOR HECHO Y VALOR EN EL MUNDO DE AMARTYA SEN 71

de por «interés propio») y maximizar el mero interés propio a cor- mendigo sin hogar es mucho mayor que la utilidad marginal de
to plazo. Cuando se reconoce esta distancia resulta claro que, en mil dólares para, digamos, Bill Gates. Conclusión: la utilidad to-
su versión contemporánea, el Hamo oeconomicus ni es auténtica- tal (a menudo identificada por autores utilitaristas con «la felici-
mente racional ni actúa verdaderamente en su propio interés. dad total») de la población en su totalidad debería incrementarse
quitándole mil dólares a Bill Gates a base de impuestos y dándo-
selos a la persona indigente; para decirlo de modo más general,
3. Criterios de rendimiento económico y bienestar social la redistribución de los ingresos, ceteris paribus, promueve el bien-
estar.
Durante la Gran Depresión que dio comienzo en 1929 tuvo lu- Ci.1riosamente, fue durante las penurias de la Gran Depresión,
gar un cambio muy notable en la economía del bienestar. Para en- como se la solía llamar, cuando Lionel Robbins, sin duda uno de
tender este cambio es necesario recordar un poco de historia. los economistas más influyentes del mundo, persuadió a la profe-
Algunos economistas empezaron a usar el concepto de-utilidad sión entera de que las comparaciones interpersonales de utilidad
en el siglo xvm, y hacia el final del siglo XIX dicho concepto había son «absurdas»." Estas concepciones no eran producto del positi-
alcanzado una forma particular que se convirtió prácticamente en vismo lógico (Walsh ha señalado que, a principios de la década de
estándar. Los economistas «neoclásicos» (William Stanley Jevons, 1930, Robbins parecía estar bajo el influjo del escepticismo de Je-
Alfred Marshall y sus seguidores) presuponían la existencia de al- vons con respecto a la posibilidad de conocer los estados menta-
go llamado «utilidad» que podía cuantificarse. (La brillante y -por les de otras personas -en oposición al conductismo del positivis-
lo menos según los estándares actuales- absurda Psicología ma- mo lógico-); sin embargo, hacia 1935 Robbins empezó a recibir
temática de Edgeworth, publicada en 1881 y reimpresa desde en- también la influencia del positivismo lógico." En particular, adop-
tonces de manera reiterada, presuponía una unidad de utilidad tó la firme convicción de que la discusión racional (la «argumen-
llamada el «Útil».) Se trazaban «curvas de utilidad», que mostra- tación») es imposible en ética y que, por consiguiente, las cuestiones
ban cómo ésta supuestamente aumentaba con cantidades crecien- éticas deben mantenerse completamente al margen de la econo-
tes de un bien dado. Estas curvas adoptaban una forma particu-
mía. De un plumazo, la idea de que el economista podía y debía
lar, gobernada por lo que se llamó la ley de la utilidad marginal
preocuparse por el bienestar de la sociedad en un sentido valora-
decreciente. Según esta «ley», la utilidad marginal (la utilidad de
tivo fue rechazada, y en su lugar se introdujo la doctrina positi-
la última cantidad consumida) decrece con el aumento del consu-
vista de que semejante preocupación era «absurda», por lo menos
mo. (Alfred Marshall ilustró esto con el encantador ejemplo de un
chiquillo que comía bayas.)
desde un punto de vista científico. Un par de citas de Robbins nos
darán el tono de la doctrina:
'
1

A partir de estas premisas «neoclásicas>>, en su obra, La econo-


1
mía del bienestar publicada en 1920 e influyente en extremo, Arthur
Si disentimos acerca de los fines, es un caso de matar o morir; o
Cecil Pigou extrajo un sencillo argumento a favor de, por lo me- de vivir o dejar vivir según la importancia de la diferencia o de la
nos, cierta redistribución de la riqueza. Si la ley de la utilidad mar- fuerza relativa de nuestros oponentes. Pero si disentimos acerca de
ginal decreciente es válida, entonces también debe decrecer la uti- los medios, entonces el análisis científico puede a menudo ayudar-
lidad marginal del dinero. E incluso si estas utilidades marginales nos a resolver nuestras diferencias. Si disentimos acerca de la mo-
varían considerablemente de persona a persona, sigue siendo ralidad de nuestra preocupación (y comprendemos de qué estamos
plausible que la utilidad marginal de, pongamos, mil dólares para hablando), entonces no hay lugar para la argumentación. 24
alguien que está a punto de pasar hambre o de convertirse en un
72 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR HECHO Y VALOR EN EL MUNDO DE AMARTYA SEN 73
Y de nuevo: «[ ... ] no parece lógicamente posible asociar los dos necesario suponer que el bienestar no es más que una función de
estudios [ética y economía] en forma alguna que no sea una mera ingresos monetarios, un supuesto que Sen ha criticado repetida-
yuxtaposición. La economía trata de hechos comprobables; la éti- mente, para pensar que el argumento de Pigou a favor de una cierta
ca, de evaluación y obligaciones». 25 dosis de redistribución de ingresos tiene alguna validez. Hablando
Después de que el profesor Lionel Robbins (más tarde lord Lionel del problema de asignar «pesos relativos» a los diversos factores
Robbins) les hubiera persuadido para que aceptasen estas concep- que pueden contarse como contribuciones (positivas o negativas)
ciones, los economistas no concluyeron simplemente que no existe al bienestar, Sen ha escrito:
un campo tal como la «economía del bienestar». En lugar de eso
buscaron (por muy extraño que parezca) un criterio de funciona- Es, por supuesto, crucial preguntarse, en cualquier ejercicio va-
miento económico óptimo valorativamente neutro. Y hallaron uno, o lorativo de esta clase, cómo deben seleccionarse los pesos. Este
eso creían ellos, en la noción de «optimalidad de Pareto». ejercicio de enjuiciamiento puede resolverse únicamente a través
Recordemos que la utilidad misma no había sido declarada de una valoración razonada. Para una persona particular, que está
una noción «absurda». De hecho, un teorema demostrado por Von emitiendo sus propios juicios, la selección de pesos exigirá refle-
Neumann según el cual (en el caso de un único consumidor) cual- xión más que acuerdo interpersonal (o consenso) alguno. Sin em-
!,¡¡ quier conjunto formalmente consistente de elecciones podía ser bargo, para alcanzar un nivel «aceptable» en la valoración social
«representado» matemáticamente por una función que asigne uti- (por ejemplo, en estudios sociales de la pobreza), tiene que haber
lidades a los distintos «paquetes» de bienes (es decir, a las posi- alguna _clase de, «consenso}) razonado sobre los pesos, o por lo me-
bles combinaciones de elecciones) parecía justificar el hablar «co- nos sobre una categoría de pesos. Es éste un ejercicio de «elección
mo si» hubiese tal cosa como la «utilidad», sin asumir ninguno de sociah, y requiere una discusión pública y una comprensión y
los incómodos supuestos filosóficos asociados al uso de esta no- aceptación democráticas. 27
ción en el siglo xrx (por ejemplo, el supuesto de que la «utilidad»
es una cualidad mental de alguna clase, o el de que es -o no es- Lo que consiguieron las concepciones positivistas que llegaron
lo mismo que el «placer»). (Los axiomas necesarios para la de- a dominar el pensamiento económico fue proscribir la idea mis-
l,1
mostración de este teorema han sido, no obstante, criticados por ma de un consenso «razonado)) sobre cualquier cuestión valorati-
mí mismo, al igual que por Sen y muchos otros.) 26 Lo que había va. Si las cuestiones valorativas son cuestiones de «matar o morir»,
sido declarado absurdo no era la «utilidad», sino la comparación la noción misma de razón no tiene sentido: «No hay lugar para la
intersubjetiva de utilidades. argumentación>>.
Detengámonos aquí para observar que, aunque los supuestos La optimalidad de Pareto es, no obstante, un criterio terrible-
de los utilitaristas acerca de la «utilidad» eran absurdos en mu- mente débil para evaluar estados de cosas socioeconómicos. Por
chos sentidos, y aunque la idea de que la cantidad de satisfacción ejemplo, no podría hablarse de óptimo de Pareto en el caso de la
que personas diferentes obtienen de bienes y servicios varios (y de derrota de la Alemania nazi en 1945, puesto que por lo menos un
intangibles tales como las oportunidades) pueda ser objeto de or- agente -Adolf Hitler- ¡fue desplazado a un nivel de utilidad más
denación lineal es también absurda, la idea de una ordenación par- bajo! 28 Más aún, si la razón para favorecer la optimalidad de Pare-
cial no lo es en absoluto. Para volver al ejemplo anterior (el deri- to como criterio es que aprobamos el juicio de valor subyacente
vado de Pigou), la idea de que mil dólares no le importan casi nada de que el derecho de cada agente de maximizar su utilidad es tan
a Bill Gates y sí le importan, y mucho, a alguien que está a punto importante como_ el de cualquier otro, entonces la optimalidad de
de quedarse sin techo, no tiene nada de absurda. De nuevo, no es Pareto no será en absoluto un criterio de «optimalidad» valorati-
74 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR HECHO Y VALOR EN EL MUNDO DE AMARTYA SEN 75

vamente neutro. De todos modos, ¿cómo puede haber un criterio también Martha Nussbaum ha usado un enfoque de «capacida-
valorativamente neutro de optimalidad? des» para la discusión de temas de desarrollo, particularmente en
Lo que se desprende de este pequeño retazo de historia es que, la medida en que afectan a las mujeres."
si tiene que haber una disciplina como la economía del bienestar, Como resulta obvio, carezco del tiempo necesario para explicar
y, en particular, si hacer economía del bienestar es hablar de pro- en detalle el enfoque de las capacidades, y todavía menos para
blemas de pobreza y otras formas de privación, entonces la eco- examinar los enfoques rivales sobre cuestiones de pobreza, bien-
nomía del bienestar no puede evitar afrontar cuestiones éticas estar y justicia social considerados y rechazados por Sen (por ejem-
sustantivas. Y, sin embargo, si no podemos recuperar el utilitaris- plo, el liberalismo de Rawls, el libertarismo de Nozick y las diversas
mo decimonónico sin más, ni (como Sen ha argumentado) acep- formas de utilitarismo). Pero ello no es necesario para mi propó- ' '¡
tar las distintas versiones del utilitarismo del siglo xx, ¿cuál es la sito actual, que es ver cómo la economía del bienestar se ha visto
alternativa? 29 Ésta es la cuestión a la cual Sen ha dedicado una forzada a reconocer que su preocupación «clásica>> por el bienes- ' 1
notable serie de libros y conferencias. tar económico (y por su opuesto, la privación económica) es esen- '
cialmente una preocupación moral y no podrá plantearse de mo-
do responsable mientras seamos reacios a tomarnos en serio la
EL ENFOQUE DE LAS CAPACIDADES discusión moral razonada.
Precisamente porque entre los intereses característicos de Sen
El enfoque elaborado y argumentado por Amartya Sen en las como economista abundan los de ámbito internacional, sus escri-
obras a las que acabo de aludir es el llamado «enfoque de las ca- tos plantean a menudo problemas del llamado «desarrollo econó-
1 pacidades». Las «capacidades» de las que habla Sen son, concreta- mico». En esta área, la teoría convencional es que el único proble-
¡: mente, capacidades «para alcanzar funcionalidades que [una per- ma estriba en elevar los ingresos monetarios o tal vez el producto
sona] tiene razones para valorar y que determinan una manera económico bruto de las naciones «subdesarrolladas». Una de las
particular de concebir la apreciación de la igualdad y la desigual- maneras en que Sen demuestra la necesidad de mediciones más
dad».'° Sen explica: «Las funcionalidades consideradas pueden va- sensibles del «subdesarrollo», la pobreza y otras formas de priva-
riar de las más elementales, tales como estar bien alimentado, elu- ción económica es observando cuán débiles son el dinero y el pro-
dir la morbilidad evitable y la mortalidad prematura, etc., a logros
ducto económico bruto en sí mismos como medidas del bienestar
más complejos y sofisticados, como el respeto por uno mismo, la
económico y cuán seriamente restringida está nuestra « base de in-
,, ' capacidad de participar en la vida de la comunidad y cosas por el
1h formación» cuando no conseguimos reunir información sobre có-
estilo». 31
mo, a partir de niveles de ingresos o de producción dados, los re-
Puesto que me he referido repetidamente a la obra de Vivían
sultados fluctúan bajo condiciones diversas. 33 Como escribe Sen:
Walsh, es conveniente mencionar que esta noción de «funcionali-
dades» fue anticipada en 1961 por Walsh en Scarcity and Evil. El
La relación entre ingresos y capacidad [resulta] poderosamente
término empleado por Walsh era «logros» y, al igual que las fun- afectada por la edad de la persona (por ejemplo: por las necesida-
cionalidades de Sen, relacionaba una noción muy amplia de lo- des específicas de los muy ancianos y los muy jóvenes), por el gé-
gros o funcionalidades con una preocupación por el carácter de la nero y los roles sociales (por ejemplo: por las responsabilidades es-
vida humana como un todo, preocupación que se retrotrae a Aris- peciales de la maternidad y también por obligaciones familiares
tóteles. La idea de aplicar este punto de vista a problemas de de- determinadas por las costumbres), por la localización (por ejem-
sarrollo se debe, por supuesto, enteramente a Sen. Recientemente, plo: por la propensión a las inundaciones o a las sequías, o por la
76 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/vALOR HECHO Y VALOR EN EL MUNDO DE AMARTYA SEN 77
inseguridad y la violencia en ciertos barrios de las ciudades), por la resignación. En situaciones de privación a largo plazo, las vícti-
atmósfera epidemiológica (por ejemplo: por las enfermedades en- mas acaban por dejar de atormentarse y lamentarse todo el tiem-
démicas en una región) y por otras variaciones sobre las cuales una po, y muy a menudo hacen grandes esfuerzos por obtener placer de
persona no puede tener ningún control o tan sólo un control limi- pequeñas compensaciones y rebajar los deseos personales a pro-
tado. porciones modestas -«realistas»- [ ... ] El alcance de la privación
de una persona no puede en absoluto evidenciarse en la métrica del
Sen cita una estadística demoledora para ilustrar este punto: cumplimiento de los deseos, incluso si es incapaz de alimentarse
adecuadamente, vestirse decentemente, recibir una educación mí-
Los hombres de China y de Kerala sobrepasan claramente a los nima y tener un lugar apropiado en el que cobijarse. 36

¡t ;,
afroamericanos en término~ de supervivencia hasta edades avanza-
das. Incluso las mujeres afroamericanas resultan tener un patrón La «capacidad», en el sentido de Sen, no es la mera funcionali-
l'
ik'
ii de supervivencia en edades avanzadas similar a las mujeres chinas, dad valiosa; es la libertad de disfrutar de funcionalidades valiosas,
¡;,

1l-1
mucho más pobres, y tasas de supervivencia ·decididamente más algo que la más reciente obra de Sen, Desarrollo y libertad, enun-
:r::: bajas que las mujeres hindúes de Kerala, aún más pobres De modo cia en su título y enfatiza a lo largo de sus páginas. Obviamente,
!I,,, que los negros americanos no sólo padecen una privación relativa hay espacio para el desacuerdo acerca de qué funcionalidades son
en términos de ingresos por cabeza con respecto a los americanos «valiosas» o qué personas tienen «razones para valorarlas» así,
11'·
1:1,
blancos, sino que están más privados en términos absolutos que los pero, más que una desventaja, Sen considera que este espacio pa-
hindúes pobres de Kerala (tanto los hombres como las mujeres) y ra el desacuerdo es algo valioso. En efecto, Sen ni siquiera pre-
que los chinos (en el caso de los hombres) en lo tocante a las posi-
¡¡' i
tende que el enfoque de las capacidades abarque todos los factores
lf· bilidades de llegar a viejos. 34
que podríamos desear incluir en la evaluación del bienestar: «Po-
11
,r,j,
dríamos, por ejemplo, conceder importancia a las reglas y los pro-
Como he apuntado, no dispongo de tiempo para discutir las di-
cedimientos y no sólo a las libertades y los resultados» ..37 Y Sen
versas versiones del utilitarismo. Quiero, sin embargo, llamar la
pregunta: «¿Es esta pluralidad un estorbo para la defensa de la
atención sobre una interesante crítica de Sen a una versión par-
perspectiva de las capacidades con propósitos valorativos?», a lo
lt :· ticular del utilitarismo, la versión según la cual el bienestar puede
cual responde con una firme negativa:
medirse simplemente por la satisfacción de los deseos. 35 La nove-
Ir,'¡ dosa objeción planteada por Sen es que, en casos de privación ex-
Todo lo contrario. Insistir en que debe haber solamente una mag-
trema y de larga duración, la satisfacción de los deseos puede re- nitud homogénea que valorar es reducir de manera drástica el ámbi-
sultar también insuficiente como base de información, puesto que to de nuestro razonamiento valorativo. No es, por ejemplo, algo que
una consecuencia frecuente de este tipo de privación es la reduc- haya que poner en el haber del utilitarismo el que éste valore sólo el
ción del nivel de los propios deseos, debida a lo desesperado de la placer, sin tener interés directo alguno en la libertad, los derechos, la
situación. En palabras de Sen: creatividad o las condiciones de vida reales. Insistir en la comodidad
mecánica de tener una única y homogénea «cosa buena» sería negar
El problema es especialn1ente grave en el contexto de desi- nuestra humanidad como criaturas capaces de razonamiento. Es lo
gualdades y privaciones arraigadas. Una persona profundamente mismo que intentar hacer más fácil la vida del chef encontrando algo
indigente, que pasa muchas necesidades, puede que no aparente -una sola cosa- que nos guste a todos ( como el salmón ahumado,
estar en estado de privación en térn1inos de la métrica mental del o tal vez incluso las patatas fritas), o cierta cualidad que todos debe-
mos intentar maximizar (como que la comida esté salada). 38
deseo y su cun1plimiento si acepta esas estrecheces con callad,a
78 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR HECHO Y VALOR EN EL MUNDO DE AMARTYA SEN 79
Matemáticamente hablando, lo que el enfoque de las capacida- lo que es más importante: la posibilidad de distinguir de un modo
des proporciona no es una ordenación completa de situaciones en u otro una clase de «juicios de valor>) no tiene, por sí misma, nin-
relación con el bienestar efectivo (ni siquiera cuando disponemos guna consecuencia con respecto a la cuestión de si los juicios de
de una lista consensuada de las funcionalidades valiosas -lo cual, valor pueden o no ser verdaderos o falsos, justificados o injustifica-
según Sen, exige «discusión pública y comprensión y aceptación dos, tener o no contenido descriptivo, etc.; ni con respecto a la
democráticas»-), sino una ordenación parcial y algo vaga a este cuestión de si la clase complementaria de los juicios no valorativos
respecto. El enfoque (a veces Sen lo llama «perspectiva») en cues-
39 posee unidad alguna. Cuando la distinción se convierte en dicoto-
tión no pretende proporcionar un «método decisorio» que pueda mía -quizás hubiese sido mejor usar el término de John Dewey,
programarse en un ordenador. Lo que hace es invitarnos a pensar dualismo- va típicamente acompañada de un conjunto harto dis-
sobre qué funcionalidades forman parte del concepto de vida bue- cutible de afirmaciones metafísicas (que incluso se suelen presen-
na en nuestra cultura y en otras, y a investigar qué libertad efecti- tar como antimetafísicas). La forma de la dicotomía hecho/valor
va de lograr estas funcionalidades tienen diversos grupos de per- de la que me he ocupado tiene su origen (ésta es mi tesis) en David
sonas en una variedad de situaciones. Se trata de un punto de Hume y alcanzó la configuración con la que ejerció tan gran in-
vista que requiere dejar de compartimentar la «ética», la «econo- fluencia en el siglo XX con el positivismo lógico. Bajo esta configu-
mía» y la «política» en el modo en que lo hemos estado haciendo ración, la dicotomía se establecía entre juicios cognitivamente ca-
desde que en 1932 Lionel Robbins triunfó sobre los economistas
del bienestar seguidores de Pigou, y recuperar la clase de valora-
rentes de sentido, que incluían los juicios de valor pero que no se
limitaban a ellos, y juicios cognitivarnente significativos. En el in-
1
. 1

ción del bienestar social, razonada y humana, que Adam Smith terior del espacio de los juicios cognitivamente significativos se es- \j

consideraba esencial a la tarea del economista. tablecía, a su vez, una dicotomía ulterior: todo juicio cognitiva-
1

mente significativo -es decir, todo juicio capaz de figurar en una


¡ argumentación racional- era analítico o sintético, una «tautolo-
CONCLUSIÓN: DE NUEVO LA IMBRICACIÓN gía» (en esta clase los positivistas incluyeron la totalidad de las
matemáticas) o una descripción de cierto «hecho», real o posible.
En el primer capítulo empecé explicando la diferencia entre La dicotomía analítico/sintético nunca tuvo el atractivo popular o
una distinción ordinaria y una dicotomía metafísica, usando como la influencia de la postulada entre «hechos» y «juicios de valor»,
11,,, ilustración la distinción/dicotomía (era una cosa u otra según el quizá porque la cuestión del estatus de los juicios matemáticos no
¡]!,,
h
momento) analítico/sintético. Señalé que cuando la distinción he- ha interesado a mucha gente, pero la idea de que los «juicios de
cho/valor se entiende como mera distinción, no es unívoca: si to- valor» son subjetivos y de que no puede haber realmente argumen-
mamos los juicios de valor por juicios en los que figuran ciertos tación razonada sobre valores, ha tenido una influencia muy ex-
conceptos éticos relativamente abstractos o «finos» (por ejemplo, tendida (como ilustra, en particular, el ejemplo de Lionel Rob-
«bueno», «malo», «debería» [ought], «tener que», «deber» [duty], bins), al igual que la pregunta «¿Es esto un juicio de hecho o un
«virtud», <(obligación» [obligation], «correcto», «erróneo»), obtene- juicio de valor?». Sin embargo, los argumentos filosóficos a favor
mos una «partición» del espacio de los juicios mientras que, si to-
1 de la dicotomía desembocaron todos ellos en doctrinas sobre la
mamos los juicios de valor por juicios de alabanza o censura a naturaleza de los «hechos» que se desmoronaron ante las críticas
cierta persona o personas, obtenemos otra partición algo diferen- de Quin e y otros, a principios de la segunda mitad del siglo xx.
te, y todavía hay otras interpretaciones posibles de la distinción. 40 Al final del primer capítulo he argumentado que la concepción
Esta vaguedad, por supuesto, no convierte la distinción en inútil. Y de nuestro lenguaje según la cual nada puede ser a la vez un he-
80 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR HECHO Y VALOR EN EL MUNDO DE AMARTYA SEN 81
cho y un portador de valor es totalmente inadecuada, y que una una <(parte descriptiva» y una «parte valorativa». Precisamente la
enorme masa de nuestro vocabulario descriptivo está y tiene que práctica totalidad de los términos que Sen y sus colegas y seguido-
estar «imbricado» con valoraciones. res usan cuando hablan de capacidades -«funcionalidad valiosa»,
En el segundo capítulo he considerado el modo en que filóso- «funcionalidad que una persona tiene razones para valorar», «bien
fos no cognitivistas como Hare y Mackie intentaron habérselas alimentado», «mortalidad prematura», «respeto por uno mismo»,
con este vocabulario «imbricado». Hare, con mucho el más pro- «capaz de participar en la vida de la comunidad»- son términos
fundo de los dos como pensador, intentó dividir lo que él llamaba imbricados. El punto de vista que, como Sen demuestra, debemos
términos «secundariamente valorativos» (y yo he llamado «térmi- adoptar para hacer evaluaciones responsables en economía del bien-
ilic: nos éticos densos») en un componente descriptivo y un compo- estar y del desarrollo no es el que afirma (como Robbins) que «no
nente prescriptivo (o imperativo), pero este intento resultó un to- parece lógicamente posible asociar los dos estudios [ética y econo- :.1
1:1

tal fracaso, tal como he argumentado. Siguiendo una corriente mía] en otra forma distinta a la mera yuxtaposición. La economía ,, t
iniciada por Iris Murdoch y seguida, entre otros, por John McDo- trata de hechos comprobables; la ética, de la valoración y las obliga- ':.l.
r-'I
well, he razonado que la capacidad de hacer un uso matizado y ciones».41 Es un punto de vista que concibe la valoración y la «com-
elaborado de cualquiera de estos términos -por ejemplo, de tra- probación» de los hechos como actividades interdependientes.
::

!,¡, zar la distinción, tan vieja como la ética misma, entre una con- t
Es irónico que en Europa existiera otra tradición en las cien- ¡\
11,r,
''.'. ducta valiente y la mera imprudencia o temeridad- depende pre- cias sociales, procedente de Max Weber, que también separaba ta-
cisamente de la aptitud para adquirir un punto de vista valorativo jantemente las cuestiones fácticas y las éticas, si bien reconocía
particular. La «valoración>> y la «descripción>> son interdependien- una cierta interdependencia entre unas y otras. 42 Para Max Weber,
tes, una posibilidad constantemente ignorada por positivistas y la decisión acerca de qué cuestión investiga el científico social era
pensadores afines. y tenía que ser una decisión que entrañaba valores éticos. Sin em-
Hemos visto de qué manera la dicotomía o dualismo hecho/va- bargo, una vez hecha la elección, la comprobación de la respuesta
lor ( en una forma virulenta según la cual las cuestiones éticas eran del científico no debía ser dictada por su propio sistema de valo-
consideradas cuestiones de «matar o morir») penetró en la econo- res, y estoy seguro que Amartya Sen estaría de acuerdo con esto.
mía neoclásica a partir de 1932, y hemos visto también el empobre- Pero lo que Max Weber no alcanzó a reconocer es que, así como
cimiento resultante de la capacidad de la economía del bienestar las respuestas a la pregunta científica nunca deben ser dictadas
para evaluar lo que se supone que tiene que evaluar: el bienestar por el sistema de valores propio, los términos que usamos aun en
económico. Hemos examinado el brillante intento de Amartya Sen la descripción histórica, sociológica y en las otras ciencias sociales
de enriquecer la capacidad valorativa de la economía del bienestar están invariablemente teñidos de ética, lo cual en ningún caso es
y del desarrollo mediante el «enfoque de las capacidades». Permíta- más verdadero que en el de los términos empleados por Weber pa-
seme ahora hacer más explícita la conexión, que hasta ahora he de- ra describir sus «tipos ideales».
jado implícita, entre los temas de este capítulo y los «abstractos» te- De la obra de Sen destacan dos puntos más que merecen que
mas de los capítulos 1 y 2: el enfoque de las capacidades requiere insistamos aquí en ellos. En primer lugar, una vez que nos propo-
que usemos el vocabulario que inevitablemente usamos -el voca- nemos evaluar el bienestar económico, necesariamente nos vemos
bulario que debemos usar- para hablar de capacidades en el senti- enzarzados en cuestiones que han sido ampliamente tratadas en
do de Sen, como «capacidades para las funciones valiosas», y este la literatura ética. Con esto no nos referimos tan sólo a la literatu-
vocabulario consiste casi en su totalidad en conceptos «imbrica- ra de la ética utilitarista ( que ha tendido a ser durante muchos
dos», conceptos que no pueden ser simplemente descompuestos en años el único tipo de ética juzgado respetable por los economistas
583989
82 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR HECHO Y VALOR EN EL MUNDO DE AMARTYA SEN 83
que no deseaban excluir del todo los juicios de valor); si es legíti- Uno de los motivos por los que he examinado la dicotomía he-
mo que ciertos economistas defiendan medidas utilitaristas del cho/valor en estos capítulos era el de proporcionar una panorámi-
bienestar, también tiene que ser legítimo considerar los argumen- ca filosófica de las razones que llevaron a economistas como Lio-
tos contra la idoneidad del utilitarismo, tanto respecto de lo que nel Robbins a sostener que el estadio que Walsh llama «economía
admite en su «base de información» como respecto de sus proce- clásica de segunda fase», la empresa de «acercar más la economía
dimientos de evaluación. Más aún, considerar los argumentos en a la ética», es «lógicamente imposible»; y, al desmontar esas razo-
contra significa también considerar los argumentos a favor de las nes, he querido facilitar una filosofía del lenguaje que pueda dar
alternativas al utilitarismo, y éste es el motivo por el que Sen dis- acomodo y fundamentar es;, segunda fase. Estoy convencido de
cute en detalle la obra de John Rawls, Robert Nozick y m.uchos que en el ámbito del derecho se plantean cuestiones muy simila-
otros. Para decirlo con brevedad, los economistas del bienestar res, pero, consciente de mis propias limitaciones, no he intentado
serios tienen que conocer en profundidad lo mejor del debate ético documentarlas.
contemporáneo. (Pero no se trata de una calle de dirección única:
en Sobre ética y economía, Sen argumenta que los estudiosos de la
ética también tienen mucho que aprender de la economía.) En se-
gundo lugar, no sólo los conceptos imbricados figuran necesaria-
mente en la evaluación; en la medida en que las motivaciones de
las personas se ven profundamente influidas por su propio razona-
miento ético, necesitaremos tomar nota -y hacer usos «descripti-
vos»- de una variedad de conceptos éticos densos en la descrip-
ción de la conducta económicamente pertinente. Como escribe Sen
en el párrafo final de Sobre ética y economía:

He intentado argumentar que la economía del bienestar puede


ser sustancialmente enriquecida si prestamos mayor atención a la
ilJ~ 1
ética, y que el estudio de la ética también puede beneficiarse de :.1
w
'.'.1
f:
i\:¡¿
un contacto más íntimo con la economía. He argumentado tam- {.i
bién que incluso la economía predictiva y descriptiva puede salir r',1

beneficiada si concedemos un mayor espacio a consideraciones :1


de economía del bienestar en la determinación de la conducta. No
he pretendido argumentar que ninguna de estas prácticas sea par-
ticularmente sencilla. Comportan ambigüedades profundamente
arraigadas, y muchos de los problemas que plantean son intrínse-
camente complejos. Pero la argumentación a favor de acercar
más la economía a la ética no descansa en que ello sea cosa fácil,
sino más bien en las recompensas de esta práctica. Tal como he
arguihentado, puede esperarse que estas recompensas sean bas-
tante grandes. 43 ,.,
BIBLIOTECA
CENTRAl
U.N.A.M.
SEGUNDA PARTE

RACIONALIDAD Y VALOR

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CAPÍTULO 4

LOS INICIOS «PRESCRIPTIVISTAS» DE SEN

Una de las primeras publicaciones sobre filosofía moral de


Amartya Sen es el ensayo «The Nature and Classes of Prescriptive
Judgments», escrito en 1967. 1 Alguien podría sorprenderse, des-
pués de leer la interpretación del significado global de la obra de
Sen en el capítulo 3, de que este temprano ensayo adopte como J
punto de partida la posición no cognitivista de R. M. Hare (que he 1,
criticado en el capítulo 2). 2 Pero este texto liminar, en el que Sen ,1

ya ironizaba con las implicaciones del no cognitivismo, resulta !

digno de interés por su valiente intento de reconciliar, por un la-


do, la tesis no cognitivista de que los juicios de valor son sólo un
modo de expresar nuestra sanción de ciertos imperativos y, por el
otro, la afirmación de que es posible dar razones a favor y en con-
tra de juicios éticos. Creo que vale la pena examinar las distincio-
nes (y, más aún, las tensiones) de los argumentos de Sen en ese es-
tadio de la evolución de su pensamiento.
La presentación más conocida de la posición de Hare se encuen-
tra en su El lenguaje de la moral. 3 Posteriormente Hare denomina-
ría esa posición «prescriptivismo universal». « Universal» porque
4
1

según Hare, el que los juicios éticos son universalizables constitu-


ye una verdad lógica, es decir, analítica (nótese que aquí se presu-
pone de nuevo la distinción analítico/sintético); si digo que «el
asesinato está mah, y se trata de un verdadero juicio ético, enton-
ces tengo que estar de acuerdo en que cometer un asesinato está
mal para todo el mundo. Y «prescriptivismo» porque el compo-
nente valorativo de un juicio ético (a veces Hare habla meramen-
te de «juicios de valor») se expresa de modo adecuado con el mo-
do imperativo. Así, en un pasaje citado por Sen, Hare escribe:
«Propongo que la prueba para saber si alguien está usando o no el
RACIONALIDAD Y VALOR
LOS INICIOS «PRESCRTPTIVISTAS» DE SEN 89
88
te ante ciertos hechos y desfavorablemente ante otros concierne
juicio "Debo hacer X" como juicio de valor sea: "¿Admite o no que
[meramente] al sociólogo». 9
si asiente a este juicio tiene que asentir también a la orden 'Haga
Sen empieza por la observación de que «una dificultad del
X'?"».5 O, en palabras del propio Sen: análisis de Hare [ ... ] es que si bien obtenemos de él un examen
muy preciso de las clases de términos y expresiones de valor, el
Un juicio de valor debe considerarse «puramente prescriptivoii
propio Hare dice relativamente poco sobre las clases de juicios
si con él el autor pretende comunicar su acuerdo únicamente con
el imperativo subyacente y no con otra información fáctica más de valor que usan estos términos». 10 (De hecho, el «examen de
allá de la necesaria para expresar ese imperativo. Aquí la parte fác- términos de valor» al que se refiere aquí Sen presupone la doctri-
tica consiste solamente en identificar las alternativas a las cuales se na, que he criticado en la primera parte, de que los términos de
refiere el imperativo. Por ejemplo, si digo: <<Hayque derogar la pe- valor son <canalizables» en un componente «prescriptivo» y otro
na capitah y con ello sólo quiero expresar mi conformidad ,con el «descriptivo».) Como explica Sen, 11 «Hare distingue entre un "tér-
imperativo «Deroguemos la pena capitah, entonces eso puede con- mino prescriptivo", cuyo "significado es prescriptivo" "tenga o no 1111
6
siderarse un «juicio puramente prescriptivo». significado descriptivo", y un "término valorativo", que tiene
"ambas clases de significado"».1' La estrategia de Sen en este ar-
Es cierto que Sen asegura nada más empezar el artículo que tículo es la de «proponer un sistema de clasificación de los juicios
«no entraremos aquí en la controversia sobre si todos los juicios de valor que corresponda a la clasificación general que hace Hare
de valor son "prescriptivos" o si todos ellos son "universalizables"; de las palabras valorativas» y, a continuación, «introducir otros
limitaremos nuestra atención únicamente a los que tienen esas dos métodos de clasificación». Y con ello no pretende hacer un
características, sin preocuparnos de si al hacerlo dejamos fuera mero ejercicio de «clasificación»: las distinciones de Sen, y la dis-
algunos tipos de juicios de valor». 7 Sin embargo, a lo largo del ar- cusión que las acompaña, socavan el no cognitivismo de Hare de
tículo Sen cita a menudo como ejemplos juicios de valor de mu- un modo mucho más radical de lo que el propio Sen quería dar a
chos tipos familiares, sin ofrecer ningún argumento por el cual tales entender (y quizá más de lo que él mismo suponía en 1967).
juicios son «prescriptivos» en el sentido de Hare. Resulta eviden- Sen empieza por distinguir entre un «juicio puramente prescrip-
te por ello que, en ese estadio de su pensamiento, Sen creía que tivo» (antes he citado su definición) y un juicio valorativo, que no
los otros tipos de «juicios de valor», si los hubiese, podían pasarse sólo «implica mi conformidad con un imperativo, sino que también
por alto sin riesgo alguno. Además, en el pasaje que acabo de citar tiene contenido descriptivo»; obviamente esto resulta muy acorde
se presupone, de manera explícita, la dicotomía información fác- con el espíritu de la obra de Hare (Sen introduce la notación simbó-
tica/imperativo.8 Finalmente, Sen sostiene que un juicio de valor lica J(P) por «juicio puramente prescriptivo» y la de J(V) por «juicio
«puramente prescriptivo», es decir, que carezca de componente valorativo» ). Su ejemplo de un «juicio valorativo», al cual volveré, es
descriptivo, comunica únicamente la conformidad (por parte del el siguiente: «Si por ejemplo digo "La pena capital es bárbara", pue-
«autor» del juicio de valor) con el imperativo «subyacente». «Hay de que con ello intente comunicar algo más que mi conformidad
que derogar la pena capital» es «sólo» una manera de comunicar con el imperativo antes citado (o con un imperativo modificado de
la conformidad del hablante con el imperativo «Deroguemos la una clase que ya se examinará [en una sección posterior del artículo
pena capital». ¿Cómo consigue entonces Sen resistir la conclusión de Sen]), a saber, que la pena capital tiene ciertas características
normalmente asociadas con la noción de barbarie» .13
del positivista lógico A. J. Ayer con respecto a la relación entre un
A continuación Sen añade una distinción adicional, e intere-
juicio de valor y sus «razones»? En un pasaje citado por Sen, Ayer
sante en extremo, entre los juicios que él llama «compulsivos» y
afirma: «La cuestión de por qué la gente responde favorablemen-
90 RACIONALIDAD Y VALOR LOS INICIOS «PRESCRJPTIVISTAS» DE SEN 91
los «no compulsivos». Finalmente somete a revisión una distin- La creencia de Hare de que eso es así depende de otra creen-
ción habitual tanto en la ética como en la teoría de la decisión, la cia que he c:riticado en el capítulo 3,-la creencia de que los tér-
que hay entre los fines o valores <<básicos» y los «no básicos». minos de valor tienen un carácter inherentemente motivacional
La discusión en su conjunto tiene lugar en el marco del pres- de modo que cualquiera que use sin hipocresía o falta de since'.
criptivismo de Hare, en primer lugar por el supuesto de que todos ridad un adjetivo cuyo contenido semántico atribuye un valor
los juicios de valor considerados implican imperativos, y en se- positivo (o negativo) intrínseco a algo, tiene que estar motivado
gundo lugar por el peculiar supuesto relativo a los significados de para aprobar (o desaprobar) ese algo. Como señala Elizabeth
los «términos valorativos» (que más o menos se corresponden Anderson en un pasaje citado en el capítulo 3: «El aburrimien-
con lo que he llamado «conceptos éticos densos»). Antes de cen- to, la debilidad, la apatía, el desprecio por uno mismo, la deses-
trarme en el modo en que Sen, en ese estadio de su trayectoria in- peración y otros estados motivacionales pueden hacer que al-
telectual, encuentra un lugar para las razones en conexión_con los guien no alcance a desear lo que juzga bueno o desee lo que
juicios de valor, haré algunas observaciones sobre cada uno de es- juzga malo. Esto impide la identificación, en la que Hare insis-
tos puntos. te, de los juicios de valor con expresiones de deseos y preferen-
cias reales».
Para darse cuenta de hasta qué punto carece de plausibilidad
¿IMPLICAN IMPERATIVOS LOS JUICIOS DE VALOR? la doctrina de que «los juicios de valor son modos de asentir a im-
perativos», considérese el ejemplo de la pena capital al que Sen
Uno puede preguntarse cómo es posible que los juicios de valor recurre. En primer lugar el imperativo «Deroguemos la pena ca-
mantengan relaciones lógicas, tales como la implicación, con algo pital» es, lingüísticamente hablando, una expresión inadecuada si
si carecen de un contenido que sea verdadero o falso. En el caso uno es un ciudadano normal que no está hablando en público, y
de los enunciados p y q, que son verdaderos o falsos, decir que p no un político influyente departiendo con gente influyente. A lo su-
implica q es decir que si pes verdadero, q debe ser verdadero -en mo, lo que una persona normal en condiciones normales podría
efecto, por la llamada implicación lógica, existe un esquema E de decir sin anomalía lingüística sería «Intentemos derogar la pena
inferencia lógica, del que la inferencia de q a partir de p es una capital» o algo por el estilo. Pero si digo «Hay que derogar la pe-
instancia,-tal que ninguna instancia de E con premisas verdaderas na capital» y no asiento a «Intentemos derogar la pena capital»,
tiene conclusión falsa-. Pero si los juicios de valor no son ni ver- ¿carece de sentido suponer que entiendo lo que he dicho, hablo li-
daderos ni falsos, entonces la «implicación» no puede explicarse teralmente y aun así quiero decir lo que digo?
de este modo. Hare y Sen son conscientes del problema y se en- El propio Sen encuentra razones, que más adelante discutiré,
frentan a él de distintas maneras. El método de Sen consiste en para objetar esta conclusión (aunque no con este ejemplo). Pero
emplear la siguiente prueba: un juicio de valor, por ejemplo «Hay una razón más simple, íntimamente relacionada con la observa-
que derogar la pena capital», implica ( o «se sigue» de él) un impe- ción de Anderson, es que yo podría replicar «Sé que debería in-
rativo, por ejemplo «Deroguemos la pena capital», en el sentido tentar que la pena capital fuese derogada, pero ahora mismo no
de que si alguien está de acuerdo con el primero y niega el segun- me apetece entrar en política» -o quizá «Sé que debería intentar-
do, entonces «no se puede suponer que entiende lo que ha dicho, lo, pero supongo que no soy un ciudadano ejemplar»-. La tesis de
habla literalmente, y aun así quiere decir lo que parece estar di- que todo el mundo que esté conforme con el «hay que» tiene que
ciendo» .14 ¿Pero realmente se siguen (en este sentido de «seguir- aprobar por ello de inmediato el imperativo «hagámoslo» no es
se») imperativos de los juicios de valor? más que el nada razonable requisito motivacional de Hare en otra
-.-------------------------~ ---·----------"--

92 RACIONALIDAD Y VALOR LOS INICIOS «PRESCRIPTIVISTAS» DE SEN 93


de sus formas. Y este requisito motivacional tan poco razonable Comedimiento = «Puede definirse en términos de ciertos crite-
está en el corazón mismo del «prescriptivismo». rios convencionales; por ejemplo, a una chica "comedida" le Cuesta
más ceder a tentaciones de cierta clase».

«TÉRMINOS SECUNDARIAMENTE VALORATIVOS» Parece claro, partiendo de estos tres ejemplos, que los signifi-
cados descriptivos de esas palabras son supuestamente captados
En «The Nature and Classes of Prescriptive Judgements» apare- por lo _que es «normalmente asociado con la noción», 0 por los
cen algunos ejemplos de lo que en la primera parte he llamado «entenas normalmente reconocidos» ( «criterios convencionales»).
«conceptos éticos densos». Siguiendo a Hare, Sen dice de tales tér- Pero se trata de un error portentoso, un error que, si Sen no hu- I'
'~
minos «secundariamente valorativos» que unas veces se usan de biese trascendido por completo este marco «prescriptivista» ·ha-
bría hecho prácticamente imposible todo lo que hoy está ha~:en- ,¡
un modo «puramente descriptivo» y otras para hacer una descrip-
ción y expresar simultáneamente una «prescripción» (un imperati- do con su enfoque de las «capacidades» sobre los problemas de
vo) basada en esa descripción: bienestar!
Es por lo demás un error en sus propios términos porque, en
Sucede que, por lo general, los juicios de valor que hacen uso sig- tanto que «análisis lingüístico» del significado de tales términos
nificativo de los términos o expresiones ({Secundariamente valorati- i':"'plica relaciones de sinonimia extremadamente faltos de plausi'.
vos» de Hare son del tipo J(V) [juicios valorativos], mientras que b1hda_d. S1, por ejemplo, «valiente» fuese sinónimo de «encaja con
aquellos que se limitan a los términos o expresiones «puramente va- los cntenos normalmente reconocidos de conducta valiente», en-
lorativos» pueden ser tanto J(P) como J(V). Cuando digo que «Tu ac- tonces alguien (¿Sócrates?) que dijese que los «criterios normal-
ción del pasado sábado fue valiente», no sólo la estoy alabando, tam- mente reconocidos» confunden la valentía con la temeridad, incurri-
bién la estoy describiendo de un cierto modo. Si en vez de ello digo
ría en una contradicción. O si «bárbaro», por adoptar el mismo
que «Tu acción fue correcta>), casi con toda certeza la estoy alabando,
eiemplo que Sen, fuese sinónimo de «tiene ciertas característi-
pero al decirlo tal vez quiero o tal vez no quiero implicar que esa ac-
ción encaja con los criterios normalmente aceptados de conducta
cas que normalmente se asocian a la noción de barbarie» enton-
«correcta»; la misma frase puede ser a veces un J(P) y otras un J(V). 15 ces, para demostrar que la pena capital no es «bárbara», bastaría
observar que esas características que la pena capital tiene en co-
Para subrayar el modo en que Sen concibe los «términos se- mún con la barbarie no son necesarias ni suficientes para la bar-
cundariamente valorativos» (evidentemente, en ese estadio de su bane tal Y como ésta se define por lo que «normalmente se asocia»
a ella.
pensamiento todavía no se proponía señalar la imbricación de he-
cho y valor que esos términos ejemplifican), examinaré las dos in- El problema con este tipo de «análisis» es que hace de la refe-
terpretaciones que acabamos de ver junto con una tercera (la del rencia a lo que la mayoría de la gente piensa cuando usa la palabra
adjetivo «comedida»), que aparece un poco más avanzado el ar- parte del significado mismo de un término «secundariamente va-
tículo de Sen. 16 lorativo». Pero no hay contradicción alguna en decir que mucha
gente no alcanza a ver que ciertos actos no son valientes, o que
Bárbaro = «Tiene ciertas características normalmente asociadas mucha gente no alcanza a ver que la pena capital es bárbara, etc.
con la noción de barbarie». Un positivista lógico diría que cuando Sócrates nos persuadió
Correcto (en su uso descriptivo)= «Encaja con los criterios nor- de que los actos temerarios no constituyen ejemplos de valentía (si
malmente reconocidos de conducta "correcta">). es que realmente lo consiguió), o cuando la mayoría de la gente en
LOS INICIOS «PRESCR!PTIVISTAS» DE SEN 95
94 RACIONALIDAD Y VALOR

El primer paso de Sen consistía en debilitar considerablemen-


Europa se convenció de que la pena capital era bárbara, el signif'.-
te los «imperativos» que supuestamente expresan el contenido (no
cado de los términos «valentía» y «bárbaro» simplemente camb10.
descriptivo) de los diversos juicios de valor. En la versión de Hare
Pero, en el caso del positivismo lógico, decir esto formaba parte de
del prescriptivismo, «Hay que derogar la pena capital» equivale al
una estrategia de mayor envergadura, consistente en tratar todo
cambio en el «método de verificación» asociado a un término co- imperativo «Deroguemos la pena capital», que aquí quiere decir:
mo un cambio del significado de ese término. Resultaba tan evi- «Deroguemos la pena capital sin que importen las posibles razones
dente que se trataba de un intento de forzar una redefinición del en contra de hacerlo». Cuando un juicio de valor equivale a un im-
término «significado», que ésa fue una de las causas de que el po- perativo absolutamente incondicional de este tipo, Sen habla de
17 juicio «compulsivo», y su primera observación es que gran parte
sitivismo lógico cayera en desgracia.
Pero si «valiente» no es sinónimo de «acto calificado conven- de los juicios de valor, tal vez la inmensa mayoría, son no com-
cionalmente de "valiente"» o algo por el estilo, y si lo que hace fal- pulsivos: «Hay otra clase de juicios, tales que un juicio de esa cla-
ta para darnos cuenta de que hemos estado aplicando mal el tér- se a favor de X en lugar de Y implica un imperativo a favor de X
mino es intuición ética, entonces la idea de que al describir un en una elección entre los dos, si rechazamos al mismo tiempo to-
acto como «valiente» sin pretender «enaltecerlo» (es decir, sin san- dos los juicios de valor concebibles que proporcionen una razón
cionar el imperativo asociado) estamos haciendo una «descrip- para escoger Y en vez de X» .19 Sen pone el siguiente ejemplo de un
ción libre de valores» se desmorona por completo. «Valiente» pue- género familiar de juicios de valor «no compulsivos»: cuando al-
de ser una descripción rigurosa de un acto sin estar por ello «libre de guien dice que algo tiene «más calidad» que otra cosa, ello no im-
valores». Esto, por supu~sto, no se debe a otra cosa que al fenó- plica que apruebe el imperativo «escojámoslo». Existen razones
meno de la «imbricación» de hecho y valor. de todo tipo que pueden anular una mayor «calidad»: puede tra-
tarse de algo demasiado caro, o estar pasado de moda, etc. Nótese
que Sen ha rebatido la tesis de Hare de que todo juicio de valor es
LAS RAZONES EN EL DEBATE ÉTICO sólo un modo de sancionar un imperativo particular.
Sin embargo, lo más importante es a mi juicio la discusión que
Más arriba en este mismo capítulo planteo la siguiente pregun- hace Sen de una distinción diferente -y muy habitual-, la dis-
ta: « ·Cómo conseguía entonces Sen resistir la conclusión del po- tinción entre juicios de valor «básicos» y «no básicos»:
sitivtsta lógico A. J. Ayer respecto de la relación entre un juicio de 1,
valor y sus "razones"?». La conclusión de Ayer era que semeJante Examinemos ahora otro método de utilidad para clasificar los ,.
1

relación es una cuestión meramente subjetiva, y que su estud10 juicios de valor. Un juicio de valor puede llamarse «básico» para al-
concierne al psicólogo. La importancia que Sen concedía a su guien si no hay ninguna revisión de supuestos fácticos concebible
propio rechazo de esa conclusión resulta evidente a la luz de su que pueda hacerle revisar ese juicio. Si tales revisiones son posi-
desacuerdo explícito con el economista más influyente del mo- bles, entonces el juicio es «no básico)) para el sistema de valores de
mento, el profesor (hoy lord) Lionel Robbins, quien en su _famos_o esa persona. [Nótese que «no básico)) no es lo mismo que «no com-
tratado sobre la naturaleza y la importancia de la economrn habrn pulsivo}). El carácter (<DO compulsivo)) de un juicio de valor tiene
escrito que «No parece lógicamente posible asociar ambas disci- que ver con la cancelabilidad de la relación que ese juicio mantiene
plinas (la ética y la economía) en forma alguna excepto la mera con el imperativo que obliga a escoger el ítem valorado positiva-
mente -o a no escoger el ítem valorado negativamente-, mientras
yuxtaposición. La economía trata sobre hechos comprobables; la
18 que el carácter {(no básico)) de un juicio de la misma clase tiene que
ética trata de la evaluación y las obligaciones».
l

RACIONALIDAD Y VALOR LOS INICIOS «PRESCRIPTIVISTAS» DE SEN 97


96
ver con la revisabilidad del propio juicio.] Por ejemplo, alguien cio de valor más fundamental: «El gobierno no debe hacer nada
expresa el juicio « Un aumento de la renta nacional calculada en qu~ pueda provocar un aumento de la inflación)). Este último juicio
precios por año base indica una mejor situación económica». Po- esta as~ ~ez basado en cierto supuesto fáctico y, por consiguiente,
demos preguntarle si mantendrá su juicio bajo cualesquiera cir- es ~o bas1co, luego es posible repetir el procedimiento de, por así
cunstancias fácticas, y a continuación añadir: «¿Diría usted lo mis- decirlo, remontarse hacia atrás. [ ... ] De este modo puede esperarse
mo si las circunstancias fuesen tales y cuales (por ejemplo, los alcanzar, en última instancia, algunos juicios de valor básicos para
pobres fuesen más pobres y los ricos mucho más ricos)?». Si res- el sistema de valores de esa persona. 23
pondiese que dadas ciertas circunstancias fácticas lo revisaría, el
juicio en cuestión puede considerarse entonces no básico para su . Llegado a este punto, Sen ha refutado a Ayer (que escribe como
sistema de valores. Si, por otro lado, no hay ninguna situación fác- sr _todos los juicios de valor fuesen «básicos», al igual que Hare es-
tica en la que cierta persona consideraría justificable matar a un cribe como si todos los juicios de valor fuesen «compulsivos»), pe-
ser humano, entonces no matar a un ser humano es un juicio de ro no ha dicho nada que no pudiese admitir un positivista lógico
20
valor básico para el sistema de esa persona. de ma~or en¡undra que Ayer. Hans Reichenbach, por ejemplo, dis-
tmgu10 entre imperativos e imperativos implicados, y argumentó
Ayer había argumentado que la afirmación de que un juicio de de modo similar que es posible discutir racionalmente sobre las
valor puede sustentarse en «razones» no puede tener un (<sentido 24
rmplrcaciones de los imperativos básicos de cada uno. Pero Sen
lógico» ni un «sentido científico». 21 Sen juzga (<confusionista» esa va m~cho más lejos. Sin decir nunca con todas las letras que la
formulación de Ayer, y escribe que «Alguien que está rebatiendo doctrma_ de que en todo sistema de valores racional tiene que ha-
un juicio de valor expresado por otra persona puede iniciar una ber «Jmc10s de valor básicos» es completamente errónea (como hi-
discusión científica sobre la validez de ese juicio, si procede a exa- zo John Dewey a lo largo de toda su carrera filosófica), Sen argu-
minar la verdad científica de las premisas fácticas subyacentes»." menta de hecho que el que cualquier juicio de valor sea básico es
Y añade: inverificable. 25
La declaración más explícita de Sen en este sentido tiene Jugar
Ahora bien, si el juicio expresado resulta ser «básico>} para el
en el curso de su polémica con Lionel Robbins. Robbins había es-
sistema de valores de la persona que lo expresa, entonces y sólo en-
crito:
tonces puede afirmarse que no puede haber ningún método fáctico
de discutir el juicio. Es fácil de demostrar, para el sistema devalo-
Si disentimos acerca de los fines, es un caso de matar o n1orir 0
res de prácticamente todo el mundo, que no todos los juicios de va- 1

de vivir o dejar vivir según la in1portancia de la diferencia O de la


lor son básicos. Si alguien se apoyara sólo en juicios de valor bási-
fuerza relativa de nuestros oponentes. Pero si disentimos a~erca de
cos y en ninguno no básico, podría responder a cualquier cuestión
medios, entonces el análisis científico a menudo puede ayudarnos
moral sobre la que fuese capaz de juzgar sin conocer en absoluto
a resolver nuestras diferencias. Si disentimos acerca de la morali-
los hechos; pero semejantes personas parecen ser cuanto menos es-
dad de cobrar intereses (y comprendemos de qué estamos hablan-
casas. do), entonces no hay lugar para la argumentación. 26
[ ...) Considérese, por ejemplo, el juicio de valor «El gobierno no
debe aumentar la oferta monetaria por encima de la producción
nacional», basado en una teoría fáctica que relaciona la oferta mo- El comentario de Sen es el siguiente:
netaria y la producción con la inflación. Si esta teoría se considera
errónea, lo que constituye una razón legítima en contra del juicio La ~ificultad fundamental de este enfoque es que no es posible
de valor en cuestión, nuestro interlocutor puede optar por un jui- determinar con claridad absoluta si cierto fin, o el juicio de valor
98 RACIONALIDAD Y VALOR

correspondiente que expresa ese fin, es básico o no lo es. Tomando


el propio ejemplo de Robbins, ¿cómo puede uno estar tan seguro
de que una diferencia acerca de la moralidad de cobrar intereses
debe ser de un género básico? Es decir, ¿por qué los juicios de am- CAPÍTULO 5
bas partes sobre la moralidad de cobrar intereses deberían _ser ne-
cesariamente básicos? El supuesto de que los juicios sobre ciertos
ámbitos concretos (por ejemplo sobre la corrección de cobrar inte-
SOBRE LA RACIONALIDAD DE LAS PREFERENCIAS
reses) deben ser básicos para el sistema de valores de todo el mun-
do no parece especialmente realista. 27
1 íi
,¡ Hace algunos años publiqué un artículo en el que cuestionaba
Sen considera entonces la posibilidad de una «prueba de basici-
! ti dad». Preguntar a la persona implicada aparece de manera natural
la legitimidad del axioma de completud de la teoría estándar de la
decisión y lo leí ante diversas audiencias, algunas de ellas com-
como una posibilidad. «Pero en la medida en que nadie tendría
puestas por economistas. 1 Una de las objeciones que se me pusie-
ocasión de considerar una a una todas las circunstancias fácticas
ron era tan inquietante que decidí que debía compartirla y exami-
concebibles y decidir si en cualquiera de ellas cambiaría o no su
nar las cuestiones que plantea -cuestiones sobre nada menos que
juicio, su respuesta a esa pregunta podría no ser concluyente.» la racionalidad de las elecciones existenciales-. 2 Pero antes es
Otra posible prueba consistiría en pedir a la persona en cuestión preciso recuperar mi argumentación original.
que considere revisiones hipotéticas, e incluso contrafácticas, de
supuestos fácticos, pero «ese procedimiento nunca determinaría la
basicidad, aunque podría descartar que el juicio sea no básico en
'I
LA TEORÍA DE LA PREFERENCIA RACIONAL
cualquier modo trivial». Sen concluye que «es interesante notar j
que aunque ciertos juicios de valor son demostrablemente no bási- Aunque en las dos últimas décadas ha habido teóricos 3 que han i
cos, ningún juicio de valor es demostrablemente básico». 28

j
encontrado modos de descartar algunos de los axiomas más fuer-
Para mostrar que todo esto es mucho más que un ocioso ejer- tes sobre la preferencia adoptados por Von Neumann y Morgens-
cicio de lógica, Sen analiza en detalle el utilitarismo y demuestra tern, los resultados «clásicos» obtenidos por estos dos autores de-
que, en sus formas compulsivas, las diversas versiones más cono- penden de tales supuestos en un modo crucial.' Sin ellos no es
cidas del utilitarismo deben entenderse como no básicas. 29 Lamo- posible, por ejemplo, demostrar el reputado teorema de que cual-
raleja es clara: cuando nos ocupamos de cualquier controversia quier sistema racional de preferencias puede representarse me-
importante acerca de valores, el supuesto de que los hechos son diante una «escala de utilidad», una función que asigna números
irrelevantes corre a nuestra cuenta y riesgo. Aun si se acepta la reales a «paquetes de bienes» de modo que un paquete de bienes A
concepción positivista de «hecho», no es posible ofrecer ninguna es preferido a un paquete de bienes B, o B es preferido a A, o al
razón lógica convincente en pro de la irrelevancia lógica de los he- agente no le importa cuál obtener (le da «lo mismo»), cuando la
chos respecto de los juicios de valor. «utilidad» de A es mayor que, menor que o igual a la «utilidad» de
B. Las ordenaciones de preferencias en las que no hay ítems que
no estén comparados entre sí son denominadas completas; así, es-
te teorema implica que, para todos los agentes verdaderamente ra-
cionales, sus ordenaciones de preferencias son completas. 5
RACIONALIDAD Y VALOR SOBRE LA RACIONALIDAD DE LAS PREFERENCIAS 101
100
Se ha señalado el carácter contraintuitívo de los axiomas del ser de lo más distintos. 9 Negar la posibilidad misma de una dife-
teorema, así como el del propio teorema, desde el momento de su rencia entre, por una parte, alternativas que el agente considera
formulación, y una de las cuestiones que ha suscitado un debate perfectamente sustituibles y, por la otra, alternativas que el agente
más prolongado es el supuesto de que no es posible para un ser considera que le enfrentan con una decisión existencial, parece
perfectamente racional considerar que ciertos bienes son incom- «sospechoso». 10 Y tiene que parecerlo, diría yo, puesto que no hay
parables .6 Sea xRy el enunciado de que un «paquete de bienes» buenos motivos para considerar que Teresa es «irracional».
( que puede representar todo un modo de vida) x es clasificado por Lo que hace «irracional» a Teresa (si presuponemos el axioma
mí como igual o superior a un «paquete de bienes» (o modo de vi- tradicional) no es que sus preferencias no tengan transitividad;
da) y, y sea xRy & yRx el enunciado de que «me dan lo mismo» Teresa no es alguien que viole ( o afirme violar) el principio
uno u otro, entonces, dado mi modo de pensar (mi «ordenación
de preferencias»), dos modos de vida x, y son incomparables sólo (2) (x)(y)(z) [(xRy & yRz) ➔ xRz]
cuando no es el caso que xRy, yRx. Según la concepción tradicio-
nal (la de Von Neumann y Morgenstern) eso es imposible, es de- pero sí viola un principio que nunca se considerará un presu-
cir, se postulaba que: puesto de una «teoría racional de la preferencia» a menos que se
conozca la teoría de la decisión, a saber, el principio de que la ne-
(1) (x)(y) (xRy v yRx) 7 gación de la relación de preferencia débil (R) es transitiva_ll En
efecto, Teresa viola este principio, puesto que sean x e y los dos
Pero ¿ es esto razonable? tipos de amantes y z la ascética vida religiosa, hemos estipulado
En el mencionado artículo yo argumentaba que no lo es. A mo- que ~xRz y también ~zRy, de modo que el principio en cuestión,
do de ejemplo considérese lo siguiente: supongamos que un agen- a saber:
te, llamémosle «Teresa», se debate (tal como imaginaba Pascal en
su famosa apuesta) entre un modo de vida ascético y uno sensual. (3) (x)(y)(z) [(~xRz & ~zRy) ➔ ~xRy]
Teresa puede saber que, si escogiera el modo de vida sensual, pre-
feriría tener como amante a A, que le parece más atractivo y apa- requiere que, para ser (<racional», Teresa no debe clasificar ax co-
sionado, antes que el menos agraciado y entusiasta pretendiente mo igual o superior a y. 12 Dado que la supuesta distinción entre la
B. Llamemos a estas elecciones x e y, y sea z la ascética vida reli- «íncomparabilídad» y la mera «indiferencia» se basa en estos ca-
giosa. Dado que Teresa estima que ambos modos de vida son dig- sos -casos que incumplen la transítividad de «no es débilmente
nos de consideración pero «incomparables)) entre sí, entonces ( en preferido a»-, la distinción es inaplicable a agentes verdadera-
la «ordenación» de Teresa) ~xRz & ~zRx y también ~YRz & ~zRy, mente racionales. La pobre Teresa es irracional.
en contradicción con ( 1). 8 Pero ¿por qué deberíamos aceptar (3)? La dificultad que se
Aquellos que, como yo mismo, queremos defender a Teresa de cierne sobre nosotros sí violamos este axioma es fácil de describir.
la acusación de «irracionalidad» aduciremos, por supuesto, que el Supongamos que prefiero x a y, y afirmo que un tercer «bien» z es
significado intuitivo de «indiferencia» es que al agente no le im- tal que ~xRz & ~zRx, y también ~yRz & ~zRy. Entonces, parece
porta cuál de las dos alternativas tomar, y que sí bien en el caso de que un teórico de la decisión podría ponerme en apuros con el si-
Teresa es verdad que ~xRz & ~zRx, no es que a Teresa no le impor- guiente argumento: «Supongamos -dice- que le doy a escoger
te en el sentido de que estaría dispuesta a, por ejemplo, decidirlo a entre x e y. Dado que usted prefiere x a y, escogería x. Pero supon-
cara o cruz; es que ella no se ha decidido, y estos dos casos parecen gamos ahora que le enfrento a las alternativas x y z. Dado que us-
102 RACIONALIDAD Y VALOR SOBRE LA RACIONALIDAD DE LAS PREFERENCIAS 103
ted no tiene preferencia por ninguna de las dos, no podría quejar- que z y z no es peor que x») presupone que todas las elecciones
se si, en vez de darle a escoger, simplemente le doy z en vez de x. pueden ser consideradas sin más como elecciones entre meros
Si usted protesta demostrará con ello que sí prefería x a z, contra- «bienes», es decir, entre bienes cuyo valor para el agente no de-
diciendo su afirmación de que ~xRz & ~zRx. ¿No es así?». pende de si él los escoge o meramente se le «aparecen» (como si
Si estoy de acuerdo, el teórico de la decisión añadirá «pero fuera por puro azar). Pero si alguien «decide» dar a Teresa un mo-
ahora, después de emplazarle a aceptar que z ya le parece bien, do de vida u otro porque ella ( todavía) no se ha decidido por uno
puedo decir: "Dado que usted afirma no tener preferencias entre en vez del otro, está privando a Teresa precisamente de lo que es
z e y, y le ha parecido después de todo inconveniente que le ofrez- más importante para ella, a saber, que la decisión debe ser la suya
ca z, le daré y en su lugar". Si en este estadio usted protesta, ello propia. Pensar en todas las cosas como si fuesen (<bienes» por
demostrará que prefería y a z, contradiciendo su afirmación de fuerza nos impide ver los hechos más elementales acerca de la vi-
que ~yRz & ~zRy. Pero si no protesta, entonces le he llevado, en da moral.
dos pasos -en cada uno de ellos con su consentimiento-, de ob-
tener x a obtener y, o sea, de una alternativa preferida a una me-
nos preferida». 13 ¿Es REALMENTE RACIONAL LA PREOCUPACIÓN POR LA AUTONOMÍA?
Como réplica a este argumento, propuse que forma parte de
elecciones como la de Teresa el hecho de que las alternativas inclu- Como he señalado al inicio, expuse el argumento precedente an-
yen, como parte esencial de lo que se está evaluando, su ser selec- te diversas audiencias, incluidas algunas compuestas por expertos
cionadas por el agente mismo en el ejercicio de su libre albedrío, y en ciencia política, por economistas y también por filósofos, y una
no decididas por el teórico de la decisión ( o por un burócrata, o de las respuestas que recibí (por parte de un economista) motivó
un psicólogo, o a cara o cruz ... ). 14 El argumento del teórico de la este capítulo. Esta respuesta sugería que la preocupación que he
decisión de que si Teresa no se ha formado de hecho ninguna pre- atribuido a Teresa por su autonomía, la importancia que ella otor-
ferencia entonces no puede oponerse racionalmente a que se le ga a que la decisión sea la suya propia, es en sí misma irracional.
haya dado z y no x -que cualquier objeción por su parte «demos- El argumento ofrecido en apoyo de esta sorprendente afirma-
trará» que ella ya prefiere x a z, en contradicción con su enuncia- ción no dejaba de ser ingenioso. Mi interlocutor argumentaba que
do explícito de que ~xRz & ~zRx- es totalmente erróneo. Teresa en un caso como el de Teresa hay dos posibilidades. O bien hay al-
puede oponerse racionalmente, no porque ella hubiese preferido go intrínseco a la constitución de Teresa que determina de ante-
que se le hubiera «ofrecido» x en vez de z, sino porque «ofrecerle» mano cuál va a ser el resultado de la indagación en su alma, o
cualquiera de las dos equivale a no ofrecerle ninguna de las op- bien este resultado es, en lo que respecta a las variables «inter-
ciones que le interesan. Lo que ella quiere -tras reflexionar- es nas», objetivamente indeterminado. En el primer caso, podríamos
una vida amorosa libremente escogida (y si ésta resulta ser la decir que la decisión de Teresa está previamente determinada por
elección, entonces, si es posible, prefiere A antes que B) o bien su función de preferencia racional; es sólo que Teresa no es cons-
una ascética vida religiosa libremente escogida, de modo que de- ciente de ello. Su afirmación de que no hay ninguna relación in-
cirle «escogeremos por ti que tengas una vida amorosa (y a A co- variable R entre x y z y entre y y z es producto de la ignorancia;
mo amante)», o «escogeremos por ti que tengas una ascética vida desde el punto de vista omnisciente de Dios es falsa. ¿Qué ocurre
religiosa» equivale a no darle nada que ella pueda valorar en ab- con el segundo caso?
soluto. Entender ~xRz & ~zRx como «al agente le da lo mismo x o En el segundo caso, puesto que los factores internos no deter-
z» (o bien como «desde el punto de vista del agente, x no es peor minan lo que Teresa decidirá, serán variables externas -de las
104 RACIONALIDAD Y VALOR SOBRE LA RACIONALIDAD DE LAS PREFERENCIAS 105
cuales, probablemente, Teresa no es ni siquiera consciente y que sentido cotidiano. Pero el Desafiador puede conceder todo esto
podrían ser del todo accidentales- lo que cause la decisión de to- sin abandonar por ello su argumentación. «Si Teresa se opone a
mar un camino o el otro. Pero sentirse preocupado ante la dis- que la decisión la tome el teórico de la decisión -podría decir-,
yuntiva de si es el teórico de la decisión o un puñado de factores ella podría optar en cambio por decidirlo a cara o cruz. Si Teresa
contextuales anónimos lo que causa la propia decisión, ¡es tener estuviese dispuesta a decidirlo a cara o cruz en vez de esperar a
un sentimiento sin base racional! La autonomía es un absurdo. que surja en su alma lo que usted llama una "decisión existen-
Por cierto, dudo que el gremio de los economistas pudiera real- cial", presumiblemente ella estaría de acuerdo en que le daba "lo
mente adoptar esta línea de argumentación como respuesta ofi- mismo" una cosa que la otra en mi sentido de "dar lo mismo". Así
cial a la objeción que planteo. El motivo para no hacerlo es que la cuestión es: ¿qué motivo racional tiene Teresa para dejar que
la teoría de la preferencia racional es supuestamente «neutral en lo un puñado de factores contextuales determinen cuál será su su-
que respecta a valores», y la clave de esta objeción es demostrar puesta decisión existencial, cuando puede decidirlo a cara o cruz?
la «irracionalidad» de un valor particular, el valor que Teresa atri- Ella podría, después de todo, hallar satisfacción en la idea de que
buye al hecho de que la decisión sea la suya propia. 15 Es más, la tirar una moneda al aire y decidir atenerse al resultado es algo
idea de que algo presente en mi interior, que será la causa de que que ella habrá hecho "por su propia voluntad", si es éste el valor que
yo escoja un camino u otro, deba describirse como una «preferen- cuenta.»
cia» previamente existente, resulta muy problemática. 16 Pero deje- De modo que al requisito (impuesto por la misma Teresa) de que
mos de lado estas dificultades; la cuestión que me interesa aquí es cualquier cosa que ella decida tiene que ser por su propia voluntad,
el desafío planteado por mi interlocutor a la racionalidad devalo- tenemos que añadirle una ulterior estipulación: Teresa tiene que ser
rar la autonomía.
El examen de este desafío puede llevarnos fácilmente a aguas
capaz de dar razones satisfactorias de su decisión -no razones me- :
tafísicas, sino el tipo de razones de verdadero peso en las vidas hu- '!
pantanosas. Yo mismo no soy un «compatibilista» acerca del libre manas-. No es relevante para Teresa la cuestión de cuáles serán
albedrío, pero esas aguas son demasiado profundas para salvar- los determinantes meramente causales de su acción; la cuestión per-
las, de modo que me limitaré aquí a lo qué hasta un seguidor de tinente (para ella) es la de qué razones podrá dar al final.
Hume admitiría: incluso si fuese el caso de que todas nuestras ac- Con el fin de asegurar nuestra posición en este punto, cambie-
ciones estuviesen causalmente determinadas de antemano, aún mos el ejemplo de una decisión a favor o en contra de un tipo par-
podríamos trazar una distinción significativa entre lo que, en el ticular de vida religiosa a una decisión secular. Supongamos que,
sentido cotidiano de la expresión, «hacemos por nuestra propia vo- al final, Teresa se decide a no abandonarse ni al hedonismo ni al
luntad» y lo que meramente padecemos o experimentamos. 17 Ade- ascetismo, y, tras un cierto lapso de tiempo, se halla en el lance de
más, presumo que aunque adoptemos la concepción de Davidson escoger una carrera profesional. Es licenciada en medicina, y ha
de que las razones son (una especie de) causas, no por ello hemos de reducido las alternativas a hacerse especialista o ejercer en una
suponer que todas las causas de nuestras decisiones son ellas mis- comunidad muy pobre de la India (quizá se trata de la misma
mas razones. elección de antes bajo una apariencia distinta). Siente atracción
Estas distinciones filosóficas (elementales) bastan para dar una por ambas alternativas, pero la elección le resulta difícil porque
respuesta preliminar al desafío (puesto que no recuerdo el nom- los tipos de vida que tendrá en cada caso son muy distintos. Una
bre de mi interlocutor, me referiré a él simplemente como el De- vez más está indecisa acerca de «qué quiere ser», pero la idea de
safiador). Parte de lo que Teresa juzga importante es que su acción decidir simplemente «a cara o cruz» le provoca un profundo re-
sea considerada producto de su «libre voluntad», al menos en el chazo. ¿Es esto irracional? 18
106 RACIONALIDAD Y VALOR SOBRE LA RACIONALIDAD DE LAS PREFERENCIAS 107

Nótese que, dejando a un lado las meras «causas», las razones nación de un proceso reflexivo que le ha llevado de ir ganando un
que ella daría al final si hubiese escogido el camino aburguesado autoconocimiento cada vez mayor a descubrir por fin cuál ha sido
son muy distintas de las que daría si hubiese optado por el valero- siempre su verdadera preferencia. Estipularé que, desde el punto
so camino de la entrega al prójimo. De haber escogido el camino de vista de un psicólogo omnisciente, el resultado del proceso de
aburguesado, es muy probable que dijera que la dureza y riesgo búsqueda en el alma y toma de decisión emprendido por Teresa
de la otra vida eran demasiado grandes, y que ella «se debía a sí tiene un resultado totalmente indeterminado ( en el momento en
misma» las recompensas materiales a las que tendría que haber que ella describiría los modos de vida en cuestión como represen-
renunciado si hubiera emprendido la vida en esa aldea de la In- tando valores totalmente incomparables para ella). Si más tarde
dia. En cambio, si hubiese escogido el segundo camino, diría que Teresa diese razones de la acción, incluso razones de orden supe-
ello daba sentido a su vida y que le permitía curar a la gente en el rior para considerar un tipo de razón para ella más importante ( o
sentido más elevado del término, que es lo que después de todo se incluso intrínsecamente más importante) que otro, supondré que
supone que hacen los médicos. si ella hubiese tomado la decisión en sentido opuesto, tendría al-
El Desafiador puede responder a estas cuestiones a distintos gún conjunto apropiado de razones de orden superior, opuestas a
niveles de profundidad filosófica. Puede considerar todas estas ra- las anteriores, para dar cuenta de esta otra elección. Presumiré
zones como meras «racionalizaciones». También puede observar también que en el momento en que su estado mental pudiera re-
simplemente que, si dar razones de las propias decisiones es un presentarse por el enunciado de que los dos modos de vida son in-
valor, entonces su argumento original es aplicable al nivel de las comparables (o por un conjunto de enunciados que incumplen la
razones. O bien las razones dadas finalmente por Teresa (inclui- transitividad de la relación «R» tales como los considerados ante-
das las llamadas «razones de orden superior») estaban ahí de an- riormente), el conjunto de razones de orden superior por el cual
temano o no lo estaban. Y así sucesivamente. En la siguiente sec- optaría Teresa posteriormente estaría por determinar. 19 Como nos
ción exploro más a fondo esta dialéctica. recuerda Wittgenstein, las razones tienen que llegar a su fin en al-
gún lugar; lo que suponemos objetivamente indeterminado es dón-
de llegarán a su fin las razones de Teresa.
¿Es RACIONAL QUERER DAR RAZONES? Llegados a este punto, tal y como anticipaba con mi observa-
ción acerca de la naturaleza paradójica de la cuestión, el argu-
Veamos ahora qué ocurre cuando intentamos aplicar el argu- mento del Desafiador tropieza con una dificultad. Para continuar
mento del Desafiador al nivel de las razones futuras de Teresa. Es argumentando en el nivel de las razones del mismo modo que lo
obvio que el Desafiador puede hacer tal cosa, pero ¿no es algo hacía en el de las decisiones, el Desafiador tendría que decir algo
bastante paradójico preguntarse por la racionalidad de querer dar como lo siguiente: «Al final, la elección de razones por parte de
razones de las propias acciones? Pero, de nuevo, intentemos pro- Teresa, al igual que su elección de un modo de vida, estará deter-
fundizar un poco más. minada por un puñado de factores contextuales anónimos. ¿Por
Con este fin, permítaseme expresar el argumento del Desafia- qué es racional que Teresa deje que un puñado de factores contex-
dor tal y como aparecería aplicado al nivel de las razones. Una tuales anónimos determinen qué razones aceptar como vinculan-
vez más, dejaré al margen el caso en el que las razones que Teresa tes cuando puede decidirlo a cara o cruz?». Pero el argumento co-
pueda dar finalmente para explicar cualquier decisión que haya jea, puesto que reconocer la fuerza de una razón no es algo que
tomado estaban presentes de antemano en su alma (lo sepa o no simplemente se escoja. Puedo decidir tirar una moneda al aire, e
Teresa) y en el que su determinación final no es más que la culmi- ir al cine si sale cara y continuar trabajando en mi lección de ma-
108 RACIONALlDAD Y VALOR SOBRE LA RACIONALIDAD DE LAS PREFERENCIAS 109

ñana por la mañana si sale cruz; pero no puedo decidir, en fun- no están a la disposición del agente antes de la elección existen-
ción de qué lado de la moneda ha quedado visible, si aceptar (sin- cial),20 guarda una cierta similitud -o al menos así me lo pare-
ceramente) el argumento de que debo quedarme en casa trabajando ce- con el célebre escepticismo de Bernard Williams acerca de
porque es irresponsable acudir a mi propia clase sin prepararla, o las «razones externas». 21 Y no se trata meramente de una libre
bien reconocer (sinceramente) la fuerza del argumento de que, asociación de ideas por mi parte. Lo que le molesta al Desafiador
aunque en general es irresponsable dar una clase sin preparación, es que, en los casos que hemos considerado hasta ahora, el agente
en este momento es imperativo tomarme un descanso. Y si no acep- carece de lo que Williams llama una «razón interna» para escoger
to sinceramente R como la mejor razón para actuar, entonces no un modo de vida u otro, o al menos aún no tiene semejante razón
puedo actuar por la razón R. Si el deseo de actuar por razones cu- interna. Al igual que Williams, el Desafiador piensa que hablar de
ya fuerza vinculante Teresa reconoce sinceramente en sí mismo es «razones externas», razones que son válidas para el agente aun si
un valor legítimo para ella, entonces tiene una razón excelente él mismo no las reconoce como tales porque no forman parte de ii
(relativa a sus «preferencias») para rechazar la sugerencia de de- su «bagaje motivacional», es «falso o incoherente». 22 Así, al Desa- 11
¡
cidirlo simplemente a cara o cruz. Ya que si ella lo decidiese a ca- fiador le parece que Teresa simplemente carece de razones para ¡
ra o cruz sin más, acabaría escogiendo el modo de vida designado decidir en un sentido u otro, y por tanto no entiende por qué no
¡
por el lanzamiento de la moneda por otros motivos que la pose- está dispuesta a dejar que alguien tome la decisión por ella o a de- .
sión de razones que le parecen válidas en pro de este modo de vida. cidirlo a cara o cruz. Con ello no pretendo sugerir que Bernard J
Una vez más, podemos argumentar que es inherente a la acción Williams seguiría al Desafiador en esto: estoy seguro de que no lo ,¡
que ella quiere escoger el que, sea la alternativa que sea, debe in- haría. Lo que quiero considerar es cómo Williams podría justifi-
cluir la posesión de razones juzgadas poderosas en relación con
!
car su rechazo a la línea argumental del Desafiador.
esa misma vida, razones que constituyan el modo de vida tal co- Por supuesto, Williams podría rechazar el argumento del Desa- 1

mo es en sí mismo. En realidad, tal vez no sea posible para nadie ,'!


fiador basándose en los mismos principios que acabo de exponer.
vivir o bien la vida de un médico famoso y solicitado en Estados Describir algo como una elección entre dos modos de vida es decir
Unidos, o bien la de un médico de pobres en un poblado de la In- que parte de lo que querernos es no sólo encontrar acciones, sino
dia, simplemente porque ha salido cara o ha salido cruz; ambas también razones, razones que podamos adoptar como propias y
vidas conllevan estrés, y la vida de un médico en una aldea remo- hacer que lleguen a tener una fuerza vinculante en nuestras vidas.
ta entraña asimismo penalidades. Podría ser que sin la posesión Y las razones no son el tipo de cosas que alguien puede escoger
de todo un sistema interno de valores, incluida la posesión de ra- por nosotros o que pueden decidirse a cara o cruz. Pero si el Desa-
zones, uno careciese de la fuerza necesaria para seguir cualquiera fiador es lo bastante hábil (¿o lo bastante mefistofélico?), respon-
de los dos caminos. derá lo siguiente: «¿En qué lenguaje hablan los que, como usted
dice, reconocen "la fuerza de las razones"? Quizás hablan el len-
guaje del deber objetivo ("me di cuenta de cuál era mi deber") o el
RAZONES INTERNAS Y EXTERNAS lenguaje del descubrimiento de uno mismo ("descubrí cuáles eran
mis necesidades más profundas" o "descubrí cuál sería la vida más
Llegados a este punto, no puedo más que observar que el es- satisfactoria para mí"). Pero el primer tipo de lenguaje es una ape-
cepticismo que he atribuido a mi Desafiador, respecto de la racio- lación descarada a razones externas, y el último es o bien la afir-
nalidad de insistir en que el agente puede tomar sus propias deci- mación de que se ha descubierto algo presente de antemano en mi
siones existenciales (y dar razones de ellas, incluso si esas razones bagaje motivacional, o bien una mera apelación encubierta a raza-
110 RACIONALIDAD Y VALOR SOBRE LA RACIONALIDAD DE LAS PREFERENCIAS 111
nes externas. 23 De modo que si realmente tenemos necesidad de se- ciona del mismo modo aun si consideramos que todos los enun-
mejante tipo de lenguaje, lo cual desgraciadamente puede ser el ciados éticos son expresiones de actitud, imperativos encubiertos 0
caso, se trata de la necesidad de una creencia irracional, la creen- cosas por el estilo. Pero si descartar el discurso sobre razones ex-
cia de que las razones externas pueden poseer algo misterioso lla- ternas por «falso o incoherente,, no es descartar que se pueda ha-
mado "fuerza". ¿Y no es hora ya de que superemos semejante ne- blar en ética de conocer, descubrir, darse cuenta de, e incluso de
cesidad?>>. verdad, entonces no está claro qué es lo que se está proponiendo. 25
Lo que debería incomodar a Bernard Williams de esta pregunta Es más, Bernard Williams no es un no cognitivista. Él sostiene
retórica es el hecho de que el discurso sobre razones externas no que un juicio ético puede ser verdadero o falso en el sentido ordi-
es simplemente discurso metafísico, es discurso ético, un discurso nario de <<verdadero» y <<falso». Se me recordará, sin embargo,
al que nos entregamos en el interior de la vida ética misma. Las que Williams traza una distinción tajante (a mi juicio demasiado
personas de buena voluntad incluyen regularmente, en la descrip- tajante) entre conceptos éticos «densos,, y «finos,,. 26 Quizá Williams
ción de sus «valores)), «deseos» o «preferencias», el valor o deseo diría que el discurso sobre descubrir, conocer y demás es un mero
de actuar correctamente o la preferencia por hacerlo. Ser una per- «simulacro» sólo cuando se aplica a conceptos éticos finos corno
sona de buena voluntad es precisamente preocuparse por hacer lo «correcto,,_ 27 Según Williams, cuando se trata de conceptos éticos
correcto. Cuando dudo acerca de qué hacer, a menudo me pregun- densos la situación es distinta. Uno puede saber (siempre que esté
to a mí mismo qué es lo correcto, y en última instancia justifico mi inmerso en el «rnund<? social» apropiado) que un acto es «crueb,
elección ( o al menos lo hago con mucha frecuencia) diciendo que «amoroso», «estúpido», «necio», etc. Si descubrir que un acto es
me di cuenta de que debía hacer tal y cual cosa. Se pueden aplicar cruel, amoroso o necio es simplemente descubrir que así lo llaman
observaciones similares aun cuando el tipo de corrección en juego los miembros de mi cultura, entonces Williams estada presupo-
no es la corrección moral en sentido estricto, sino la corrección des- niendo la misma distinción radical que traza Rorty entre hablar
de el punto de vista de qué es bueno en mi vida, cuál seria la mejor «desde el interior de un juego de lenguaje,, y «hablar fuera de to-
vida para mí. Como señalaba Peter Strawson en uno de sus prime- do juego de lenguaje,,, 28 dicotomía que me parece totalmente in-
ros artículos, hoy en día el discurso acerca de saber qué es lo co- sostenible. En cualquier caso, si el valor veritativo del lenguaje
rrecto no tiene por qué ser metafísico: es un tipo de discurso in- ético se reduce (según la concepción de Williams) a lo que Rorty
trínseco a la vida ética misma. 24 Cuando Williams nos dice que el consideraría una objetividad en el interior de un juego de lengua-
discurso sobre razones externas es «falso o incoherente», está -in- je, no se queda en nada más que en el consenso en el interior de
tencionadamente o no- adoptando una actitud profundamente una cultura particular.
revisionista con respecto a nuestra vida moral real, precisamente Si el mismo Williams pasa por alto la radicalidad de su propio
la misma que acabo de atribuir a mi Desafiador (o a su alter ego escepticismo en relación con las razones externas, el motivo debe
mefistofélico). Lo cual sería un problema para Williams incluso si radicar en el modo en que plantea la cuestión. Cuando Williams
él no fuese un cognitivista ético, porque los no cognitivistas éticos imagina a alguien que no es movido por una consideración que
(por ejemplo los «cuasirrealistas,, como Simon Blackburn, o los implica un concepto ético denso, se trata de una persona (Owen
emotivistas a la antigua usanza como Charles Stevenson) afirman Wingrave) que rechaza sin más la consideración en cuestión: sim-
reiteradamente que la adopción de su no cognitivismo en respues- plemente no posee ese valor. Pero podría haber considerado un
ta a la pregunta por el estatuto de los juicios de valor no tiene con- caso de un género distinto. Imaginemos a alguien que es criticado
secuencia alguna, en uno u otro sentido, para el discurso ético de «externamente» por ·comportarse de un modo egoísta. Una perso-
primer orden. Sostienen que el discurso ético de primer orden fun- na semejante no tiene por regla rechazar sin más el altruismo co-
112 RACIONALIDAD Y VALOR
SOBRE LA RACIONALIDAD DE LAS PREFERENCIAS
113
mo valor. Y no podemos decir que criticarla (merecidamente o no) CONCLUSIÓN
por comportarse de modo egoísta sea hacer una acusación «falsa
o incoherente». El efecto de la elección de ejemplos por parte de
Si todo lo que pretendía era refutar a mi Desafiador (y en ab-
Williams es concentrar la atención exclusivamente en la cuestión soluto discutir las tesis de Bernard Williams), tenía a mi disposi-
de si carecer de ciertos valores -o incluso carecer completamen-
ción una ruta mucho más rápida que el tortuoso sendero por el
te de buena voluntad- es una forma de irracionalidad. 29 Pero los
que he discurrido. Después de todo, podría haberme contentado
términos «racional» e «irracional» han sido empleados tan a me- con señalar que no se puede rechazar un fin como «irracional» a
nudo como armas arrojadizas en los debates intelectuales de los
menos que se presuponga de antemano que hay fines racionales e
dos últimos siglos (incluidos los debates sobre la teoría de la deci-
irracionales. Más aún, al hablar del deseo de Teresa de «decidirse
sión), que esa cuestión podría muy bien carecer de todo contenido.
por sí misma» como un fin irracional, el Desafiador no estaba
Por su parte, la cuestión que he escogido plantear aquí requiere
apelando a ningún valor del «bagaje motivacional» de Teresa; es-
una clase distinta de ejemplo. Imaginemos el caso de alguien que taba presuponiendo sus propios valores y procediendo como si el
tiene buena voluntad, alguien que con toda seguridad no querría
rechazarlos fuera irracional por parte de Teresa. En suma, para
realizar una acción que fuese, digamos, egoísta, pero que simple- siquiera plantear su razonamiento el Desafiador tenía que recha-
mente disiente de otras personas con respecto a que determinada zar la concepción de Williams sobre la «falsedad o incoherencia»
acción lo es. Supongamos que esa persona no tiene ninguna «ra-
de las razones externas; lo cual significa que no podía invocarla
zón interna)> para aceptar que la acción es de hecho «egoísta)). 30
en un estadio ulterior de su argumentación como he supuesto que
Luego hay un abismo entre la perspectiva ética sobre el desacuer- hace.
do moral en cuestión y la perspectiva metafísica de Williams. Des-
Entonces, ¿por qué he hablado de Williams? He traído a cola-
de la perspectiva ética -que es la perspectiva del agente mismo-,
ción a Williams porque, si bien la suya es una preocupación mu-
la convicción de que la acción es egoísta contaría, de ser cierta, co-
cho más profunda, está preocupado por lo mismo que el Desafia-
mo una razón en contra de realizarla, y el motivo de que el agente dor. Al igual que el Desafiador, Williams no puede entender cómo
no la descarte no es que las razones externas sean incoherentes ni
una decisión puede ser racional cuando resulta indeterminada a
nada por el estilo, sino simplemente que no está de acuerdo en que la luz de todos los factores de lo que él llama el «bagaje motiva-
se trata de una acción egoísta. Desde la perspectiva metafísica de cional» del agente. Por supuesto, Williams no comete el mismo
Williams, decir que el agente se equivoca porque está confundido error trivial que mi Desafiador, el de argumentar que si la deci-
acerca del carácter egoísta de la acción ( en un caso en el que no
sión de Teresa no puede llamarse «racional», entonces tiene que
hay consenso en el «mundo social» pertinente) es sólo una forma ser irracional. Con toda certeza, Williams nos recomendaría a to-
sofisticada de retórica, un modo cualquiera de encubrir una ape-
dos -Teresa incluida- que nos abstuviéramos de hablar de tales
lación a razones externas, a razones (que según Williams son) decisiones como «racionales» o «irracionales}>. Y, tal y como he se-
«falsas o incoherentes». En resumen, una vez que uno ha admiti- ñalado, las cosas son mucho más fáciles para esta concepción si
do la existencia de un abismo semejante entre razones internas y
nos permitimos suponer que, cualquiera que fuese la razón que Te-
externas, así como la doctrina de que la apelación a razones ex-
resa pudiera dar en su momento como motivo de su decisión (di-
ternas es «falsa o incoherente», es difícil ver cómo resistirse a un gamos, por ejemplo, que fue a la India, o se alistó en Médicos sin
relativismo rortyano respecto de la ética.
Fronteras, o lo que sea, porque quería hacer una contribución sig-
nificativa, y ésa era la mejor manera de hacerla), se trataba de una
razón que ella habría rechazado antes porque todavía no formaba
1

11

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SOBRE LA RACIONALIDAD DE LAS PREFERENCIAS 115 !¡
114 RACIONALIDAD Y VALOR I'
1
1
parte de su «bagaje motivacional». Pero hablar de «bagajes moti- nas son hechos totalmente naturales), o bien rechazado en tanto que
vacionales» (y de cosas que forman o no parte de esos bagaJeS) co- discurso sobre objetos metafísicos sospechosos. Pero al igual que l'1

mo si fuesen hechos científicos totalmente naturales enturbia por el discurso sobre seguir una regla no es reducÚble a un discurso ¡!,

completo la cuestión. En la vida real, Teresa podría muy bien ha- sobre las causas físicas de la conducta observable, y no por ello tie-
ber descrito su problema inicial como el de «querer hacer con su ne que ser rechazado como si hablara de objetos metafísicos sos-
vida la mayor contribució_n posible», y podría describir ahora lo pechosos tales como raíles invisibles que guían a la mente, esa re-
que hizo diciendo que «llegó a darse cuenta» de que ése era el me- ducción tampoco puede efectuarse sobre el discurso acerca de las
jor modo de hacerlo. Si pensamos que hablar de las conexiones razones de uno para hacer tal y cual cosa, y no por ello debe re-
racionales como de cosas sobre las que podemos estar o no en lo chazarse como si hablara de objetos metafísicos sospechosos tales
cierto es meramente- especular con lo misterioso, entonces todo como formas platónicas o sujetos trascendentales." El discurso
esto puede rechazarse en tanto que es, en el mejor de los casos, ético no precisa de ninguna metafísica que lo sostenga (ni, como
retórica. Pero Teresa no está haciendo metafísica, está viviendo su reza la versión posmoderna de la tentación metafísica, que lo «de-
vida guiándose por un punto de vista ético. El lenguaje de llegar a construya» ); sólo necesita lo que siempre ha necesitado un discur-
darse cuenta de qué es lo que este punto de vista requiere de uno so ético -en el sentido más estricto de «ético» y en el más amplio
es interno al punto de vista en cuestión, y no una pieza de la ma- de discurso sobre la buena vida-: buena voluntad, inteligencia y
quinaria trascendental necesaria para proporcionarle una funda- respeto por lo que pueden considerarse motivos y dificultades in-
mentación. Si es posible hacer ciencia sin suponer que para ello trínsecos al punto de vista ético misrno. 34
se necesita una fundamentación metafísica, también lo es vivir
una vida ética (tampoco hay que aceptar una metafísica emotivis-
ta, «antirrealista» o «cuasirrealista)> según la cual las afirmacio-
nes que hacemos cuando adoptamos un punto de vista particular
no son «realmente» verdaderas ni coherentes; esta clase de dis- :1
curso no es más que otro epiciclo en la trayectoria que va del rea-
31
lismo absurdo al antirrealismo absurdo y vuelta a empezar). Co-
mo John Dewey proclamó hace ya mucho tiempo, la objetividad
requerida por las afirmaciones éticas no es del género de la que
proporciona una fundamentación platónica o de otra índole que es-
té ahí previamente a nuestro entregarnos a la vida y reflexión éti-
cas; es la capacidad para superar la clase de crítica que emerge en
las situaciones problemáticas con las que nos enfrentamos en la
vida real, la clase de crítica cuya imagen apropiada es, como ob-
serva J ohn McDowell, «la de Neurath, en la que un marino calafa-
32
tea su embarcación mientras aún está a flote>>.
Lo que Willíams y mi cándido Desafiador tienen en común es
la creencia en que el discurso sobre las razones de uno para esco-
ger x tiene que ser o bien reconstruido como discurso sobre cau-
sas internas (en un sentido de «causa» por el que las causas ínter-
CAPÍTULO 6

LOS VALORES, ¿SE CREAN O SE DESCUBREN?*

Creo que el primer filósofo moderno que planteó la cuestión de si


los valores -los jurídicos así como los morales- «se crean o se des-
cubren» fue, en cierto modo, Hobbes. Según la concepción de Hob-
bes, los valores morales y los jurídicos son en esencia de la misma
clase, y tanto los juicios morales como los juicios del derecho pa-
san a ser intersubjetivamente válidos cuando «el soberano» decla-
ra que lo son. Desde esta concepción, distinguir entre la validez
moral y la jurídica tiene escaso interés, y de hecho Hobbes no
suele distinguirlas (en realidad, según Hobbes incluso los casos
de vaguedad [de los términos], cuando desembocan en controver-
sia, deben resolverse del mismo modo, con una estipulación apro-
piada por parte del «soberano» -quien, debo añadir, no es preci-
so que sea un rey: en la teoría de Hobbes el soberano puede ser
una legislación-). Se podría decir que Hobbes no era sólo un po-
sitivista jurídico, sino también un positivista moral de una clase
poco común. 1
Si bien la posición de Hobbes con respecto a la validez legal si-
gue teniendo sus defensores, no ocurre lo mismo con su concep-
ción de la validez moral: a estas alturas nadie sostiene que lo (mo-
ralmente) correcto o incorrecto sea aquello que el soberano dice
que lo es. Por este motivo, hoy en día las cuestiones acerca de la
validez moral y la validez legal deben distinguirse, incluso si en
última instancia hay que afrontar el problema de cuál es exacta-
mente la relación que hay entre ellas.
118 RACIONALIDAD Y VALOR LOS VALORES, ¿SE CREAN O SE DESCUBREN? 119

UNA CONCEPCIÓN DEWEYANA DE LA VALORACIÓN Dewey, por consiguiente, no está hablando sólo de cómo encon-
trar medios mejores para alcanzar fines-a-la-vista preexistentes (de
Mi propia respuesta a la pregunta de si «los valores se inventan lo que Habermas llama «racionalidad instrumental», Zweckmittel-
0 se descubren» es la que creo que hubiese dado John Dewey, a rationalitat, o de lo que Kant llama «imperativos hipotéticos»). En
saber, que nos inventamos .maneras de enfrentarnos a situaciones realidad Dewey está hablando de aprender, mediante la experi-
problemáticas y descubrimos cuáles son mejores y c.uáles peores. mentación y la discusión, a aumentar la porción de bien en nues-
Es obvio que hay mucho que hablar sobre qué se quiere decir con tras vidas. Una vez que nos apercibimos de que es esto lo que
esto, por qué constituye una respuesta a la cuestión planteada Y quiere decir Dewey, y de que lo dice en serio, surgen objeciones de
en qué modo lo es. . muy distinto cuño.
No sería una respuesta suponer que el juicio de que un modo de Esas objeciones pueden dividirse en dos clases: las objeciones
resolver un problema es mejor que otro deba ser siempre un juicio de un género que denominaré «rortyano», que voy a considerar de
puramente «instrumental» en el sentido clásico, es decir, tan sólo inmediato, y las objeciones de otro género que llamaré «reduccio-
un juicio por el cual una supuesta solución A es más eficiente que nista» y que consideraré más adelante.
otra solución propuesta B respecto de valores y fines que se presu-
ponen de antemano (en relación con lo que Dewey llama «fines a
la vista»). Pero éste no es el modo de ver las cosas de Dewey: para RORTY y DEWEY
él, la «investigación» en el sentido más amplio, es decir, el modo
humano de enfrentarse a situaciones problemáticas, entraña una Los lectores de Rorty saben muy bien que Dewey es uno de sus
constante reconsideración de los medios y también de los fines; los héroes. Rorty elogia el desprecio de Dewey por cualquier dicoto-
objetivos de cada cual no están misteriosamente grabados en nues- mía supuestamente fundamental hecho/valor, sea ontológica o
tra mente bajo la forma de una «función de preferencia racional»,
epistemológica, y está totalmente de acuerdo con él en que, en si-
ni todo lo que nos está permitido en tanto que seres «racionales» es
tuaciones difíciles, la investigación rigurosa desemboca tan a me-
buscar medios más eficientes para realizar esos inmutables aunque
nudo en una revisión o redefinición de nuestros «valores» como
idiosincrásicos fines o valores. Toda investigación tiene tanto pre-
en un incremento de nuestro «conocimiento fáctico». 4 Sin embar-
suposiciones «fácticas», incluidas las relativas a la eficiencia de
go, la descripción precisa que Ralph Sleeper hace de lo que él lla-
ciertos medios para conseguir ciertos fines, como presuposiciones
ma el «realismo objetivo» de Dewey, si bien incluye muchas cosas
«valorativas», y si nuestro problema es de difícil solución podemos
en las que Rorty convendría, apunta una faceta de Dewey que Rorty
muy bien replantearnos nuestros fines del mismo modo que nos
considera lamentablemente metafísica. Sleeper escribe:
replanteamos nuestros supuestos «fácticos». En resumen, cambiar
los propios valores no es sólo un medio legítimo de resolver un
[Dewey] quiere probar que si bien los objetos de conocimiento
problema: a menudo es el único modo de hacerlo.'
pueden ser instrumentales para la satisfacción, su justificación no
Por supuesto, he anticipado la tesis de que lo que fenomenoló- consiste en este carácter instrumental. Dewey se toma mucho tra-
gicamente parece ser una decisión de cambiar los propios valores bajo en demostrar que las «aserciones justificadas» son medios fia-
«en realidad» no es más que el descubrimiento de nuevos medios bles de obtener resultados deseados y que actúan controladamente
para valores aún más fundamentales (y de un orden superior) que en un modo diseñado para resolver situaciones problemáticas y
siempre habían estado «ahí». Pero esto no sólo es psicología de sa- producir consecuencias valiosas. Pero también se preocupa por de-
lón, es psicología a priori (psicología de salón de la peor especie).' mostrar que esas consecuencias valiosas son fiables sólo cuando
f
120 RACIONALIDAD Y VALOR LOS VALORES, ¿SE CREAN O SE DESCUBREN? 121

los medios empleados para obtenerlas están relacionados causal- con él en que la idea de comparar, por un lado, mis pensamientos y
mente con la realidad objetiva. Quiere probar que las cuestiones de creencias y, por el otro, las cosas «tal y como son en sí mismas» es
hecho no sólo tienen valor en tanto que instrumentales para lasa- absurda; pero no lo estoy en que esta idea sea un presupuesto nece-
tisfacción, sino que son ellas mismas valores. Quiere demostrar no sario de la concepción del sentido común según la cual hay objetos
sólo que la distinción entre juicio de hecho y juicio de valor carece
que no forman parte del pensamiento o del lenguaje, o de la igual-
de base conceptual válida, sino que tampoco hay base para una dis-
mente sensata concepción según la cual lo que decimos acerca de
tinción ontológica. Intenta alcanzar, por medio de un realismo ob-
esos objetos en ocasiones refleja los hechos. Quizá pueda expresar lo
jetivo y una lógica del método científico, lo que, según James, sólo
que encuentro insatisfactorio de la conclusión de Rorty mediante
se puede conseguir con el método de la tenacidad y, seg(m Peirce,
una analogía. Aunque no puedo salir de mi propia piel para compa-
mediante el idealismo objetiv?. 5
rar mis pensamientos e ideas sobre el futuro con el futuro tal y co-
mo será después de mi muerte, no dejo de suponer por ello que des-
a
Lo que Rorty objetaría (no la interpretación de Sleeper de la
pués de mi muerte pasarán cosas, y contrato un seguro de vida con
posición de Dewey, sino a la posición misma) es la referencia a
el propósito de influir en el curso de esos acontecimientos. O, por
una «realidad objetiva» -lo que Sleeper llama «realismo objeti- !j
poner otro ejemplo, aunque convengo con Rorty en que no puedo
vo» de Dewey-. Rorty insiste reiteradamente en que la noción de
salir de mi propia piel y comparar mis pensamientos e ideas sobre
«realidad objetiva» es vacía, puesto que no podemos salir de nues-
las experiencias de mis amigos con esas experiencias «tal y como l1
tra piel y comparar nuestras nociones con una (supuesta) realidad
son en sí mismas», sigo s~mpatizando con mis amigos, compartiendo
objetiva tal como es «en sí misma». 6
sus alegrías y lamentando sus penas. Estoy de acuerdo con Rorty
La idea de una realidad tal como es «en sí misma», es decir, tal
en que el supuesto metafísico de que hay una dicotomía fundamen-
como la describiríamos si los términos descriptivos de su naturale-
tal entre propiedades «intrínsecas» y «relacionales» de las cosas ca-
za intrínseca estuviesen a nuestra disposición, es evidentemente el
rece de sentido, pero ello no me lleva a pensar que los pensamien-
único significado posible que Rorty atribuye a la noción de «reali-
tos y experiencias de mis amigos no son nada más que los objetos
dad objetiva». Si el realismo de tipo metafísico que postula «cosas intencionales de creencias que me ayudan a «funcionar». Si lo hi-
en sí» y con una <<naturaleza intrínseca» no tiene sentido, entonces, ciera, ¿qué sentido tendría hablar de «solidaridad»? La misma no-
según Rorty, tampoco lo tiene la noción de objetividad. Hay que de- ción de solidaridad implica el realismo del sentido común sobre la
sechar por completo el discurso sobre la objetividad y hablar en su existencia objetiva de la gente con la que uno es «solidario». Lo que
lugar de «solidaridad». 7 Las soluciones o resoluciones que adopta- estos ejemplos muestran, pienso yo, es que es importante no con-
mos frente a las situaciones problemáticas a las que nos enfrenta- fundir una interpretación metafísica cualquiera de la noción de ob-
mos son a lo sumo soluciones o resoluciones según los estándares jetividad (por ejemplo, la idea de que podemos dar sentido al dis-
de nuestra cultura (que a juicio de Rorty es la liberal, democrática, curso sobre las cosas «tal y como son en sí mismas))) con la idea
progresista y europeizada) y no según cierto estándar o estándares cotidiana de que nuestros pensamientos y creencias se refieren a co-
supuestamente más profundos de «objetividad». sas que hay en el mundo.
Hay algo en esta actitud de Rorty que me resulta muy extraño.' Mi diagnóstico del pensamiento de Rorty es que está tan preo-
Pese a convenir con él en el rechazo de ciertas nociones metafísicas cupado por la ausencia de una garantía de que nuestras palabras
tradicionales, no creo que para abandonar esas nociones (al descu- representan cosas externas a sí mismas que, al encontrar una ga-
brir que, en última instancia, son totalmente vacías) sea necesario rantía de la única clase que él considera «imposible», piensa que
sacar las mismas conclusiones que saca Rorty. Estoy de acuerdo no tiene otra alternativa que la de rechazar la idea misma de re-
122 RACIONALIDAD Y VALOR LOS VALORES, ¿SE CREAN O SE DESCUBREN? 123
presentación por errónea (y en esto Rorty se nos muestra como hecho y valor como algo inseparable de la sofisticación científica
un realista metafísico frustrado). El problema, según creo, es que más actual. 9 Esas defensas de la dicotomía hecho/valor son de dos
cuando Rorty concluye que tal garantía es imposible es porque él clases: epistemológicas y ontológicas, o simplemente metafísicas.
mismo no ha conseguido comprender el tipo de «imposibilidad» De entre las defensas epistemológicas de la dicotomía hecho/valor,
que está en juego. Rorty tiene razón cuando dice que no tiene sen- la más antigua y rudimentaria que conozco se plantea así: «¿ Cómo
tido situarse fuera de los propios pensamientos y conceptos y com- puede haber "hechos de valor"? Al fin y al cabo carecemos de ór-
pararlos con la «realidad tal y como es en sí misma». ¿ Cómo podría gano sensorial para percibirlos. Podemos explicar cómo percibi-
tener ningún sentido semejante idea? Pero lo que hace Rorty es pa- mos el amarillo porque fenemos ojos, pero ¿qué órgano sensorial
sar de la tesis de la ininteligibilidad de una garantía de esta clase a percibe los valores?».
un escepticismo acerca de la posibilidad misma de la representa- La debilidad de este argumento reside en su ingenuidad acerca
ción en un sentido perfectamente cotidiano. Nos abandona a la de la percepción. Si bien las percepciones de amarillo pueden pre-
conclusión de que no hay ningún modo metafísicamente libre de sentar de hecho un grado mínimo de información conceptual, in-
sospecha de decir que nuestras palabras representan cosas que es- cluso la percepción del color parece presuponer, no la mera pose-
tán más allá de las palabras mismas. Al fracasar en su intento de sión de ojos, sino un proceso de adquisición de la habilidad de
investigar la naturaleza de la ininteligibilidad que contamina la discriminar los colores. Pero considérese la pregunta análoga: «¿Có-
clase metafísica de realismo contra la que se dirige, Rorty no se da mo podemos llegar a distinguir que alguien está eufórico? Al fin y
cuenta de que su propio rechazo del realismo metafísico participa al cabo, carecemos de órgano sensorial para percibir la euforia». El
de esa misma ininteligibilidad. Y digo que «participa de esa misma hecho es que podemos decir de otras personas que están eufóricas, y
ininteligibilidad» porque si decir que algunas veces tenemos éxito a veces incluso podemos ver que lo están, pero sólo cuando previa-
al representar las cosas tal y como son en sí mismas es ininteligi- mente hemos adquirido el concepto de euforia. La percepción no es
ble, también lo es decir que no lo tenemos nunca. La disposición inocente: consiste en ejercitar nuestros conceptos, en ejercitar lo
de Rorty a rechazar el hecho, manifiestamente obvio, de que el que Kant llamaba nuestra «espontaneidad»,10 Una vez que he adqui-
lenguaje puede representar algo tal y como es fuera del lenguaje rido el concepto de euforia puedo ver que alguien está eufórico y, de
ilustra a la perfección el modo en que el escepticismo es la otra ca- modo similar, una vez que he adquirido el concepto de persona sim-
ra de la moneda del anhelo de una clase ininteligible de certeza. La pática, maliciosa o amable puedo ver a veces que alguien es simpá-
verdadera tarea de la filosofía consistiría aquí en iluminar la no- tico, malicioso o amable. Estos conceptos son a buen seguro fali-
ción común de representación (y la de un mundo de cosas que es bles, pero los pragmatistas nunca han creído en la infalibilidad, ni
representado), no en permanecer enquistada en un gesto de recu- en la de la percepción ni en la de ninguna otra cosa. Como dijo Peir-
sación tan vacío como lo que se pretende recusar con él. ce en una ocasión, en ciencia no tenernos una fundamentación sóli-
da ni tenemos necesidad de ella: pisamos terreno pantanoso, pero
esto es lo que nos mantiene en movimiento.
ALGUNAS OBJECIONES REDUCCIONISTAS A LA TEORÍA La idea de que para saber que hay valores necesitaríamos tener
DE LOS VALORES DE DEWEY un órgano sensorial especial está vinculada a la fenomenología
empirista, según la cual la experiencia perceptiva (como opuesta a
Por objeciones «reduccionistas» a la posición de Dewey entien- la «emoción») es neutral con respecto a los valores, que se <;1ñaden
do no las meras críticas a las tesis del propio Dewey, sino, de un a la experiencia por «asociación». (Según una variante de esta idea
modo más general, las defensas de una dicotomía tajante entre -igualmente asociada a la concepción de «facultades» mentales
-----------~,-------------------,
124 RACIONALIDAD Y VALOR LOS VALORES, ¿SE CREAN O SE DESCUBREN?
125
separadas-, la «percepción» suministra hechos neutrales a la «ra- cho» o sobre lo que convencionalmente se considera un «va-
zón», mientras que los valores provienen de una facultad llamada lor», siempre llevarnos con nosotros una considerable provi-
«la voluntad».) También esta fenomenología (o psicología empiris- sión de valoraciones, así corno de descripciones, que no se
ta) ha sido criticada con dureza por numerosos autores, algunos cuestionan en esa investigación. 12 Nunca nos encontramos en
de ellos en absoluto simpatizantes con las tesis pragmatistas. 11 Pe- la situación que imaginaban los positivistas de disponer de
ro en particular los pragmatistas han subrayado siempre que la ex- una provisión enorme de creencias fácticas y ningún juicio
periencia no es «neutral», que se nos muestra repleta de valores. de valor Y tener que decidir si nuestro primer juicio de valor
En la infancia experimentamos la comida, la bebida y los cuidados está «justificado», de. ten,er que inferir nuestro primer «de-
corno «buenos», y el dolor, el hambre y la soledad corno «malos»; a be» a partir de muchísimos «es».
medida que nuestras experiencias se multiplican y se vuelven más 2. Tampoco disponernos de un único «criterio» para juzgar la
complejas, también lo hacen los grados y matices del valor. Con- aseverabilidadjustificada en ética (o en derecho) ni lo nece-
sidérense, por ejemplo, las maravillosas combinaciones de hecho sitarnos, corno tampoco en cualquier otra área. La autori-
y valor que incluye la descripción de un vino por parte de un ca- dad de la filosofía, en particular, no es la autoridad de un
tador. campo investido con el conocimiento de semejante criterio
Sin embargo, Dewey no cornete el funesto error de suponer que o conjunto de criterios. Corno Dewey mismo escribió, «al
el hecho de que algo sea valorado, corno cuestión de hecho de la ex- igual que la filosofía no tiene ningún almacén privado de
periencia, es suficiente para convertirlo en algo valioso. En realidad, conocimientos o métodos para alcanzar la verdad, tampoco
no hay distinción en la que Dewey insista más que la distinción en- tiene un acceso privilegiado a lo bueno. Al igual que acepta
tre lo valorado y lo valioso. Su respuesta a la pregunta de «¿Qué es lo los conocimientos y principios de quienes son competentes
que hace que algo sea valioso en oposición a que sea algo meramen- en ciencia e investigación, también acepta las cosas buenas
te valorado?» es, en una palabra, la crítica. El valor objetivo no ema- diseminadas en la experiencia humana. No le ha sido confe-
na de un «órgano sensorial» específico, sino de la crítica de nuestras rida ninguna autoridad paulina o mosaica procedente de
valoraciones. Las valoraciones son constantes en todas nuestras ac- una revelación. Pero sí ostenta la autoridad de la inteligen-
tividades, incluidas las «científicas», y también son inseparables de cia, de la crítica de esos bienes comunes y naturales)), 13
ellas, pero es sólo mediante la reflexión inteligente sobre nuestras 3. Con la aparición del término «inteligencia», llegarnos a la úl-
valoraciones, el tipo de reflexión inteligente que Dewey llama «críti- tima parte de la respuesta de Dewey a la pregunta «¿De acuer-
ca», que podernos concluir que algunas de esas valoraciones están do con qué criterios?». Si bien Dewey no piensa que la inves-
justificadas mientras que otras no lo están (la filosofía, dicho sea de tigación, ni en las ciencias ni en la vida cotidiana, requiera
paso, es descrita por Dewey corno crítica de la crítica). «criterios» en el sentido de algoritmos o procedimientos de
Esto nos lleva a la siguiente pregunta: «¿De acuerdo con qué decisión, sí piensa que a partir de la conducta de investiga-
criterios decidirnos que algunas valoraciones están justificadas y ción hemos aprendido algunas cosas sobre la investigación
que otras no lo están?». Con esta pregunta pasarnos a niveles de en general. En un escrito sobre Dewey, Ruth Anna Putnarn
complejidad superiores dentro de la cuestión epistemológica. Es Y yo hemos insistido en que si algo le distingue corno pen-
conveniente distinguir tres partes en la respuesta de Dewey: sador sobre asuntos de ética o rnetaética (según los pragma-
tistas, la distinción entre ética normativa y rnetaética nor-
1. Al juzgar el resultado de una investigación, sea una investi- mativa tiende a desplomarse por completo) es su énfasis en
gación sobre lo que convencionalmente se considera un «he- la idea de que lo que es válido para la investigación en general
126 RACIONALIDAD Y VALOR LOS VALORES, ¿SE CREAN O SE DESCUBREN? 127

lo es también para la investigación sobre los valores en par- del fracaso de métodos tales como el método de la tenacidad, el
ticular y su aplicación coherente de esta idea. 14 método dela autoridad y el método de recurrir a una supuesta
razón a priori.
Pero ¿qué es lo válido para la investigación en general? Según Estos últimos años, sin embargo, ha tenido lugar un sorpren-
los seguidores de Dewey, hemos aprendido que, para hacer pleno dente giro en la discusión. Hasta finales de la década de 1960, el
uso de la inteligencia humana, la investigación debe tener ciertas tipo de cuestiones epistemológicas que he examinado eran prácti-
características, incluidas aquellas a las que me refiero con la ex- camente las únicas que figuraban en los debates sobre la dicoto-
presión «la democratización de la investigación» .15 Por ejemplo, la mía hecho/valor, al menos en la filosofía angloamericana. No obs-
investigación inteligente obedece a los principios de lo que los par- tante, en las últimas décadas ha saltado a la palestra una cuestión
tidarios de Habermas llaman «ética discursiva»: no «bloquea las diferente: nos encontramos cada vez con mayor frecuencia con la
vías de la investigación» impidiendo que se planteen preguntas y afirmación de que incluso si es verdad que podemos distinguir en-
objeciones, u obstruyendo la formulación de hipótesis y la crítica tre la discusión ética inteligente y la basada en prejuicios, la cerra-
de hipótesis ajenas. En su máxima expresión, evita las relaciones de zón mental, etc., en realidad sigue sin poder haber nada parecido a
dependencia y jerarquía, insiste en la experimentación siempre que la aseverabilidad justificada en ética, porque sólo puede haberla si
ésta sea posible y, cuando no lo es, en la observación y el análisis hay verdad objetiva y ( según numerosos pensadores actuales) exis-
detallado de esa observación. Apelando a estos criterios y otros si- ten buenas razones metafísicas para negar que pueda haber tal cosa
milares, a menudo podemos distinguir qué concepciones se de- como la verdad objetiva en ética .17Las razones, en resumen, son
fienden de modo irresponsable en la ética y en el derecho, al igual que las únicas verdades realmente objetivas que existen son las
que lo hacemos en la ciencia. verdades de la física, y las supuestas verdades de la ética simple-
Sé que no todo el mundo se convencerá. Algunos de los estu- mente no «encajan» en la imagen del mundo de la física. Sin em-
diantes de licenciatura de una de mis clases me han sugerido que bargo, este razonamiento falla porque (para decirlo en lenguaje
la creencia en poder dar razones, observar cómo funcionan real- kantiano) lo que no puede hacer la física es dar cuenta de su pro-
mente en la práctica diversos modos de vida y con qué consecuen- pia posibilidad. Si los hechos de la física fuesen efectivamente los
cias, discutir las objeciones, etc., no es más que «otra forma de únicos que hay, entonces no podría haber hechos semánticos. Los
fundamentalismo». La experiencia de esos estudiantes con el ver- hechos semánticos, por ejemplo, se han mostrado tan resistentes a
dadero fundamentalismo debe de ser más bien limitada. Alguien tratamientos fisicalistas como los hechos éticos y jurídicos. Si
que ha visto actuar a fundamentalistas de verdad sabe cuál es la bien algunos filósofos, especialmente los británicos, han sucum-
diferencia entre insistir en la observación y la discusión y el modo bido recientemente al hechizo de la pregunta sobre qué encaja y
represivo y manipulador de conducir una discusión característi- qué no encaja en la «concepción absoluta del mundo» (un modo
co del fundamentalismo. En cualquier caso, creo que esta obje- actualmente muy popular de referirse a una futura física acaba-
ción ya fue anticipada y contestada adecuadamente por Charles da), no creo que la presente audiencia se sienta muy atraída por
Sanders Peirce, el fundador del pragmatismo, en «La fijación de esa peculiar tentación intelectual, y en lo que sigue ya no trataré
la creencia». 16 El descubrimiento de que una investigación que más de ella.18
pretenda tener éxito a largo plazo requiere tanto experimenta-
ción como discusión pública de los resultados obtenidos no es a
priori, sino algo que hemos aprendido de la observación y la ex-
perimentación con diferentes modos de conducir la investigación,
LOS VALORES, ¿SE CREAN O SE DESCUBREN? 129
128 RACIONALIDAD Y VALOR
te, la verdad del enunciado de que hay sillas en esta sala es algo
VERDAD Y ASEVERABJLIDAD JUSTIFICADA que por supuesto puede verificarse, siempre que las condiciones
sean lo bastante buenas. De hecho, durante la lectura de la confe-
Con esta última cuestión metafísica llegamos, sin embargo, al rencia en que se basa este capítulo las condiciones eran lo bastante
tema de la verdad y la justificación en el derecho. Acabo de decir buenas y el enunciado fue verificado. La hipótesis de que la verdad,
algo acerca de la aseverabilidad justificada en la ética y el dere- incluso en un caso tan cotidiano como ése, podría ser en principio
cho. He dicho que podemos aplicar criterios de investigación que, imposible de verificar, que podríamos ser «cerebros en una vasija»
como hemos aprendido por experiencia, son necesarios para la pro- o, en la versión de Descartes, que podría estar engañándonos un
secución inteligente de la investigación en cualquier área. Tam- genio maligno, tiene sentido sólo en apariencia. La hipótesis en
bién que, dado que en la ética y el derecho no estamos nunca en cuestión tiene la característica (que normalmente pasa desaperci-
la posición de tener que partir de cero más de lo que lo estamos bida) de que si realmente no estuviéramos en contacto con el
en cualquier otra disciplina, no hay ninguna razón para que en si- mundo en uno de esos modos, el supuesto (que obviamente forma
tuaciones problemáticas individuales sea imposible descubrir -por parte esencial de esa hipótesis) de que nuestros poderes referen-
muy faliblemente que sea- que una supuesta solución es supe- ciales se extienden lo bastante lejos como para permitirnos enten-
rior a otra. Pero ¿cuál es la relación de la verdad con una asevera- der la conjetura de que somos cerebros en una vasija o mentes in-
bilidad justificada de este tipo? corpóreas engañadas por un genio maligno, este supuesto, digo,
La cuestión es extremadamente difícil y delicada. Yo mismo creí sería falso. ],,aJ;apacidad ..dereferirse a.COS<\Sno es.algo que gar<1ri-
una vez que la verdad podía ser definida como aseverabilidad justi-
ficada bajo condiciones «ideales» (es decir, lo bastante buenas), sien-
ticela esencia misma de la mente, '°ºIJ:l"erró¡ieamente supo11ía
D~;cartes: la referencia a cosas rec¡uiere una interacción portado-
do la cuestión misma sobre qué condiciones son lo bastante buenas ;;; de. infonnación con esas cosas, y .:stÓ basta para descartar.la
algo por determinar en el curso de la investigación." Ya no creo· que posibilidad de que)a verdacl sea en todos los casos radicalme¡ite
esto funcione, ni siquiera creo que sea necesario definir la verdad i-;d.;¡;e~diente de lo que podemos verificar.La verdad no puede
en absoluto, aunque pienso que filosóficamente hay mucho que de- ser tan radicalmente no epistémica. 20

cir acerca del uso de la palabra «verdadero» y acerca de las com- Se trata de cuestiones abstrusas, pero no es necesario adoptar
plejas relaciones entre la verdad y las diversas nociones semánticas una posición con respecto a si la verdad puede alguna vez trascen-
y epistemológicas de que disponemos. Pero aquí quisiera señalar der totalmente el reconocimiento para reconocer que, en casos co-
sólo esto: aunque creamos que a veces la verdad es algo más que la tidianos tales como hablar del mobiliario de una habitación, la ver-
aseverabilidad justificada (incluso la aseverabilidad justificada ba- dad no trasciende el reconocimiento, para reconocer, en definitiva,
jo condiciones ideales), sería una gran equivocación suponer que la que cuando las condiciones son lo suficientemente buenas la ver-
verdad siempre trasciende la aseverabilidad justificada bajo condi- dad implica aseverabilidad garantizada. Y esto vale aún más para
ciones «ideales» (o lo bastante buenas). los casos en que el tema es la ética o el derecho. Incluso un realista
Puede darse el caso, por ejemplo, de que algunos enunciados metafísico de la línea dura tiene que conceder que, por su propia
sobre el universo cosmológico sean tales que podrían ser verdaderos, naturaleza, algunos temas son tales que si el enunciado en cuestión
pero no existen condiciones bajo las cuales podríamos verificar- es verdadero, entonces bajo ciertas condiciones puede verificarse.
los; puede que la noción misma de «condiciones ideales» de veri- Éste es el caso, por ejemplo, de las atribuciones de inteligibilidad.
ficación no tenga sentido ahí. Por ejemplo, puede que sea verdad Si afirmo que un texto es inteligible, parte de lo que digo es que
que no hay extraterrestres inteligentes en ningún lugar del univer- puede comprenderse, y, si alguien comprende un texto, entonces,
so, pero también puede que sea imposible verificarlo. Por otra par-
130 RACIONALIDAD Y VALOR
LOS VALORES, ¿SE CREAN O SE DESCUBREN? 13 J
según Derrida, este alguien puede saber que lo comprende (eviden-
temente no es de la comprensión perfecta, sea eso lo que sea, de lo el caso de la ética como en el del derecho, tenemos una capacidad
que se está hablando aquí). Sostener que, en el caso del predicado en absoluto misteriosa de percibir que ciertas cosas tienen ciertas
«inteligible», la verdad no trasciende la aseverabilidad justificada propiedades valorativas: que un vino tiene «mucho cuerpo» y un
bajo condiciones lo bastante buenas no equivale a sostener ninguna «espléndido buqué», que una persona es <<compasiva>>o que tiene
versión del idealismo. Del mismo modo, no hay razón alguna para una «espontaneidad muy jovial», 22 que un caso tiene «escasa con-
descartar que uno pueda ser un «realista moral,, en rnetaética, es sistencia» jurídica. Éstas no son percepciones meramente basadas
decir, que uno pueda defender que algunos «juicios de valor» son en grupos de neuronas que mantienen una interconexión privile-
verdaderos corno cuestión de hecho objetiva, sin sostener por ello giada entre sí, como a veces se ha sostenido de la percepción del
que los hechos morales son o pueden ser hechos trascendentes al color (cuestión que sigue siendo muy debatida), sino que entra-
reconocimiento. Forma parte de la noción misma de ser una buena ñan la aplicación de conceptos, y he argumentado que la percep-
solución a una situación humana problemática el que los seres hu- ción en su conjunto pertenece a este género. Por añadidura, del
manos puedan reconocer que lo es. La idea de que algo puede ser hecho de que toda percepción entraña conceptos y de que los con-
una buena solución aunque los seres humanos seamos incapaces ceptos siempre son susceptibles de crítica, se sigue que la percep-
por principio de reconocer que lo es es completamente inútil. Esa ción misma no es algo «dado» de manera incorregible, sino que a
clase de platonismo recalcitrante resulta incoherente. su vez es objeto de crítica. La investigación no termina con la per-
El realismo moral no debe convertirse en lo que acabo della- cepción, pero el hecho de que la percepción resulte ser a veces
mar «platonismo recalcitrante», y además no es necesario ni con- errónea no implica que nunca esté justificado confiar en ella. Los
veniente que se comprometa con la idea de que hay cierto conjun- pragmatistas creen que la duda requiere tanta justificación como
to final de verdades morales ( o verdades jurídicas) que pueden ser la creencia, y que hay muchas percepciones de las que carecemos
expresadas en su totalidad en cierto vocabulario moral o legal es- de una razón auténtica para dudar (esta combinación de falibilis-
tablecido." Una parte esencial de los «juegos de lenguaje» a los mo con antiescepticismo es, de hecho, una de las características
que jugamos en la ciencia, la moral y el derecho es la invención principales del pragmatismo americano)." Según Dewey, espe-
de nuevos conceptos y su introducción en el uso general; los nue- cialmente el juicio de que algo es valioso no sólo requiere una ex-
vos conceptos llevan consigo la posibilidad de formular nuevas periencia de la clase que él llama valoración, sino también la acti-
verdades. Si la idea de una «verdad final» petrificada carece de vidad que él llama «crítica» (Dewey también utiliza el término
sentido en la ciencia, aún tiene menos en la ética y el derecho. Pe- «apreciación» [appraisal]). Además he argumentado que, en la crí-
ro, según los pragmatistas, a diferencia de lo que se defiende en tica, la pregunta «¿Pero cómo hay que proceder?» no es el «rompe-
muchas de las versiones más conocidas de la posmodernidad, de cabezas» que a veces se supone. En verdad sabemos algo de cómo
ahí no se sigue que no podamos hablar de verdad, de aseverabili- debe conducirse una investigación, y el principio de que lo válido
dad garantizada o incluso de objetividad. para la investigación en general es válido para la investigación so-
bre valores en particular es un principio poderoso. En relación con
esto, he citado el principio del falibilismo (no considerar el pro-
EN RESUMEN ducto de ninguna investigación como inmune a la crítica), el prin-
cipio del experimentalismo ( ensayar maneras diferentes de resolver
Antes de terminar, puede ser de utilidad resumir algunas de las situaciones problemáticas o, cuando esto no es practicable, obser-
conclusiones a las que he llegado. He argumentado que, tanto en var a aquellos que han intentado otras vías y reflexionar cuidado-
samente sobre las consecuencias), y los principios que, en conjun-
132 RACIONALIDAD Y VALOR

to, constituyen lo que he llamado «la democratización de la inves-


tigación». He sugerido que, en la vida real, somos capaces de dis-
tinguir entre juicios justificados e injustificados (incluidos los jui-
cios de valor) al menos en algunas ocasiones -por supuesto, hay CAPÍTULO 7
casos difíciles y casos controvertidos, y seguirá habiéndolos-, y
con ello basta (como reza la célebre observación de John Austin,
«lo bastante es lo bastante; lo bastante no es todo» )_24No hay aquí VALORES Y NORMAS*
verdad alguna trascendente al reconocimiento, ni precisamos ma-
yor fundamento para considerar que los «juicios de valor» son
susceptibles de verdad o falsedad que el hecho de que podemos Conocí a Jürgen Habermas en ocasión de unas conferencias que
considerarlos, y de hecho los consideramos, susceptibles de ase- dicté en Francfort en el verano de 1980. Desde entonces he seguido
verabilidad y denegabilidad justificadas. su obra con admiración e interés, y con gran provecho. Huelga de-
cir que se trata de una obra enormemente rica y que el terreno que
abarca es muy extenso; de hecho, en los dos seminarios que dirigí
sobre el pensamiento de Habermas invité como codirectores a so-
ciólogos con mentalidad filosófica -Dan Bell y Geoffrey Hawthorn
en una ocasión, y Seyla Ben-Habib en otra- porque la obra de Ha-
bermas viola las fronteras de cualquier disciplina académica esta-
blecida. Además le he tratado personalmente muchas veces, y mi
admiración por él como pensador y como ser humano no ha dejado
de crecer desde nuestro primer encuentro. Es uno de los gigantes
del pensamiento europeo de nuestro tiempo.
Cada vez que hemos tenido la oportunidad de coincidir a lo
largo de estos últimos años se ha suscitado un tema en particular:
la tajante separación que Habermas postula entre «valores» y «nor-
mas».' Los escritos de Habermas (como los míos) han registrado
numerosos cambios a través del tiempo, tanto de posición como
de énfasis, pero esa separación es una constante de su pensamien-
to desde, por lo menos, la publicación de su magnífica Teoría de la
acción comunicativa en 1981.
Habermas entiende por «norma» un enunciado de obligación
universalmente válido. A pesar de que su tratamiento de las nor-
mas es «kantiano» en el sentido de que la fuerza vinculante de las
normas que Habermas ha defendido durante toda su vida, las nor-
mas de la «ética discursiva», se identifica con la fuerza vinculante
del pensamiento racional y la comunicación racional, su tratamien-
to de los «valores}} es por el contrario naturalista. Los «valores>> se
VALORES Y NORMAS 135
134 RACIONALIDAD Y VALOR
Recientemente he observado un similar rechazo del «realismo
consideran productos sociales contingentes que varían junto con acerca de los valores sustantivos» en los escritos de otro filósofo
los diferentes «mundos de la vida». Es en el «metanivel», por así que admiro, mi buena amiga y colega de Harvard Christine Kors-
decirlo, donde la exigencia de moralidad se conecta con los valo- gaard ( evidentemente hay algo en el kantismo que empuja a los fi-
res. La norma de la «acción comunicativa)> de Habermas nos exi- lósofos en esta dirección).
ge defender nuestros valores mediante una acción comunicativa En la presente discusión del tema voy a proceder como sigue.
-expresado en el lenguaje de la ética kantiana, el espíritu de e~- En primer lugar haré una breve descripción de la posición de Ha-
ta prescripción consiste, en lo fundamental, en reconocer al pro- bermas tal y como yo la interpreto, a continuación cuestionaré la
jimo como fin y no únicamente como medio-. Sólo los valores dicotomía «norma/valor» y, finalmente, argumentaré que adoptar
que pueden defenderse de este modo son legítimos.' Sin embar- un escepticismo con respecto al «realismo de los valores», incluso
go, entre los valores legítimos no puede haber mejores º.peores si este· escepticismo se restringe a los valores que no son a la vez
en ningún sentido que vaya más allá del «mundo de la vida» de «normas», conduce necesariamente a una contradicción.
un grupo particular. Como le he señalado a Habermas en nues-
tras conversaciones (con intención deliberadamente provocati-
va, lo admito): «Jürgen, en tu esquema los valores -como BREVE DESCRIPCIÓN DE LA POSICIÓN DE HABERMAS
opuestos a las «normas>>- ¡son tan no cognitivos como para los
positivistas!». Anteriormente he señalado que para Habermas hay básicamente
Un ejemplo puede ilustrar cuál es el tema de nuestro desacuer- una única norma universal vinculante: la norma de la acción comu-
do. La última vez que pasamos unos días juntos, Habermas me pi- nicativa. Presumo que mis lectores están familiarizados con la no-
dió que le diese un ejemplo de un valor (que no fuera lo que él lla- ción de «acción comunicativa» pero, sólo para refrescarles la me-
ma una «norma») que a mi juicio representara algo más que mis moria, les recordaré que «acción comunicativa>> es el término que
preferencias O las de algún que otro mundo de la vida, en el senti- Habermas aplica al habla y las otras formas de comunicación go-
do de representar cómo deberían ser los mundos de la vida. Yo re- bernadas por el ideal del discurso racional. Todos los elementos es-
pliqué: «A mi juicio, un mundo en el que hay una variedad de con- pecíficos que Habermas discierne en la acción comunicativa -por
cepciones (moralmente permisibles) del florecimiento humano es, ejemplo, que está gobernada por la norma de la sinceridad, la norma
ceteris paribus, moralmente mejor que otro en el que todos están de la veracidad y la norma de aseverar sólo lo que está racionalmen-
de acuerdo en una única concepción». te justificado- son maneras de expresar ese ideal. Además, y esto de
En suma, aunque la diversidad de ideales no es obviamente una nuevo les resultará familiar, la acción comunicativa se contrapone a
«norma» en el sentido de Habermas, mi tesis es que, ceteris pari- la manipulación. Pero no sería exacto afirmar que, según Jürgen Ha-
bus, un mundo en el que hay este tipo de diversidad es mejor. Y bermas, la norma universal de la acción comunicativa es la única
los «valores» en cuestión no tienen por qué serlo a escala planeta- norma ética universalmente válida. A partir de aquí voy a intentar
ria; el juicio de que un acto particular es amable o cruel, el de que proseguir la explicación con un mayor nivel de detalle.
una persona es impertinente o jovialmente espontánea, 3 o el de Antes de hacerlo, sin embargo, permítaseme reproducir una ob-
que un niño está «atravesando un período difícil» o «descubrien- servación que Jürgen me hizo en Francfort no hace muchos años,
do su identidad» -hay infinidad de ejemplos e infinidad de tipos durante la discusión que siguió a una conferencia mía. Dijo: «Ne-
de ejemplos- son todos ellos juicios de valor en el sentido que se cesitamos algunos imperativos categóricos, pero no demasiados».
está discutiendo aquí. Sostengo que, en la práctica, tales juicios Estoy seguro de que lo que quería decir era, por una parte, que la
se consideran verdaderos o falsos, y así debe ser.
136 RACIONALIDAD Y VALOR
VALORES Y NORMAS 137
condena de actos innombrables (pensemos en todas las torturas y
los genocidios del mundo, habidos y por haber) requiere una dis- imperativo categórico kantiano. Sin duda Habermas cree que uno
tinción taxativa entre la conducta meramente «poco amable» y la debe actuar de manera que trate a los demás siempre como fines
conducta que está mal bajo todos los conceptos -y esto es lo que y no como meros instrumentos. Y esto es lo que incumple el egoís-
cualquier «norma», cualquier enunciado deontológico universal, ta racional (el rechazo del altruismo por Ayn Rand es precisamen-
pretende proporcionarnos-. Y, por otra parte, que es necesario te un rechazo a esta formulación del imperativo categórico). Pero
restringir tales imperativos a lo que yo llamo el «metanivel», a un la objeción que siempre se le ha planteado al imperativo categóri-
plano en el que lo que prescriben -me tomaré la licencia de em- co de Kant es la de que a partir de él es difícil derivar reglas de
plear términos un tanto vagos- es algo así como una constitución conducta concretas. Una versión extrema de esta objeción es la
democrática para la discusión ética, porque desde el momento en acusación, repetida sin cesar desde Hegel, de que la ética kantia-
que nos ponemos a redactar gran cantidad de mandatos concre- na es un formalismo vacío.
tos que se suponen vinculantes universalmente para todos los se- Mientras que otros filósofos contemporáneos de inclinación
res humanos, nos arriesgamos a caer en un autoritarismo. Creo kantiana -John Rawls y, más recientemente, Christine Korsgaard
que es a causa de esta prevención ante «demasiadas» (y demasiado y Barbara Herman, entre otros- han tratado de rebatir esta acu-
concretas) normas éticas universales que Jürgen Habermas habla, sación derivando reglas éticas con contenido en un marco kantia-
a menudo, como si la única norma universal fuese la acción comu- no amplio, Habermas ha adoptado una estrategia diferente. Tras
nicativa. Pero, por supuesto, no puede serlo. dar por sentado que contamos con el prerrequisito mínimo para
No puede ser el caso de que la única norma universalmente vá- que haya vida ética -una comunidad de seres humanos que real-
lida se refiera solamente al discurso. Al fin y al cabo, es posible mente consideran importantes los fines de los demás, y que no su-
que alguien reconozca la veracidad como norma vinculante y que, ponen que sus propios fines deban imponerse sin más-, el enfo-
al mismo tiempo, se guíe enteramente por el (<egoísmo ilustrado» que de Habermas presupone que el desacuerdo sobre lo que la
(que de hecho es el modo de vida recomendado por Ayn Rand, fi- vida ética requiere de nosotros en concreto es un hecho, algo que
losofadora -me resisto a llamarla filósofa- aficionada pero influ- no va a desaparecer.
yente). No obstante, ese alguien puede violar a cada paso el espíritu
Habermas está efectivamente en lo cierto al pensar que los de-
e incluso la letra del principio de la acción comunicativa. No olvi-
sacuerdos acerca de valores (al igual que el desacuerdo sobre nor-
demos que la acción comunicativa se contrapone a la manipula-
mas de conducta) siempre estarán ahí (salvo supresión totalitaria
ción, y semejante individuo puede manipular a la gente sin violar
de todo pensamiento merecedor de dicho nombre). La idea de que
las máximas de «sinceridad, veracidad y decir sólo lo que uno con-
la tarea de la filosofía es la de proporcionar una resolución ex cathe-
sidera racionalmente justificado». Los héroes capitalistas de Ayn
dra que ponga fin a todos nuestros desacuerdos morales es absur-
Rand se pasan el día manipulando a la gente (aunque ella no lo con-
da. Como Michele Moody-Adams ha escrito recientemente:
sidere manipulación) mediante, por ejemplo, su control del capi-
tal. De hecho, alguien que dice «haz lo que te digo o disparo» no
Un desafío efectivo al [ ... ] escepticismo acerca de la relevancia
precisa violar ninguna máxima relacionada únicamente con el dis-
de la teoría moral para la vida moral debe empezar por el abando-
curso. Pero sería un error usar tales ejemplos como objeciones a no de la arrogante insistencia en que la investigación moral filosó-
la «ética discursiva» de Habermas. fica tiene rango de autoridad [ ... ]. Hay una vía intermedia entre la
Sería un error porque la máxima misma de entrar en acción concepción escéptica y antiteórica según la cual la filosofía moral
comunicativa opera indiscutiblemente en el interior del marco del debe ser r_eemplazada por otra disciplina -como la antropología
cultural, la psicología experimental, la literatura o una combina-
VALORES Y NORMAS 139
138 RACIONALIDAD Y VALOR
olvidado que este capítulo trata sobre Habermas, y volveré a su
ción de algunas de ellas- y la concepción insostenible de que la
pensamiento en las secciones subsiguientes.
filosofía moral es el tribunal de apelación final en cuestiones de
De entre las que tengo noticia, las declaraciones más rotundas
justificación moral. Esta vía intermedia consiste en considerar_ la
de un estricto naturalismo reduccionista con respecto a lo que es-
filosofía moral como un participante valioso y singular en una in-
toy llamando valores se encuentran en los capítulos del libro de
vestigación moral en proceso continuo. 4
Christine Korsgaard Las fuentes de la normatividad, 6 y en las res-
Una manera de entender la «ética discursiva» de Habermas es puestas que dedica a sus críticos, en las que explica y defiende los
puntos de vista que expondría más adelante en los capítulos que,
pensar en ella precisamente como esa «vía intermedia», en la que
con el título de «Motivation, Metaphysics, and the Value of the
la filosofía puede ser un «participante valioso y singular» en nues-
Self», publicaría posteriormente en la revista Ethics. 7 En una de
tras discusiones éticas sin pretender para sí la autoridad de un
esas respuestas Korsgaard afirma (pág. 52): «Tal y como yo le in-
«tribunal de apelación final». (Muchas de las críticas infundadas
terpreto, [Kant] no acepta ningún tipo de realismo con respecto a
a la ética discursiva que conozco, quizá la mayoría, se basan en la
valores sustantivos. No piensa que los objetos de nuestras inclina-
doble equivocación de suponer, por un lado, que Habermas cree
ciones sean buenos en sí mismos. No deseamos las cosas porque
que en algún momento concreto de futuro se alcanzará una «si-
percibimos que sean buenas, sino que nuestra atracción inicial
tuación ideal de diálogo», y, por el otro, que esta situación consti-
hacia ellas es un impulso psicológico natural».
tuye precisamente el «tribunal de apelación final» desestimado
Lo que Korsgaard llama «objetos de nuestras inclinaciones»
con acierto por Moody-Adams.) Más que acometer la tarea de
tod.avía no son, según su concepción, ({valores», ni ese «impulso
producir un sistema ético «final», un conjunto definitivo de reglas
psicológico» inicial es todavía una valoración. Los convertimos
de conducta, lo que hace Habermas es ofrecernos una regla para
en valores y valoraciones adoptando una máxima que nos lleva a
encauzar nuestros inevitables desacuerdos sobre las reglas de pri-
valorarlos o no, a actuar o no movidos por ellos. «La cuestión
mer orden que deben gobernar nuestra conducta. En este sentido,
más importante es aquí -escribe Korsgaard- que en la doctrina
podemos describir a Jürgen Habermas como un «filósofo moral
kantiana nuestros valores se crean a partir de materiales psicoló-
kantiano minimalista».
gicos, a partir de las bases naturales del interés y el placer, y no
He expresado en varias ocasiones mi confianza en el valor de la
de la nada. Aquí, al igual que en todo el sistema kantiano, la razón
ética discursiva. 5 No es mi intención entrar aquí en la controversia
opera imponiendo forma a una materia que encuentra a su paso»
sobre si una ética discursiva es realmente todo lo que uno puede (pág. 57).
conseguir con un enfoque kantiano amplio. Mi pregunta es más
Pero al <dmponer forma a una materia que encuentra a su pa-
bien si las normas universales kantianas, sean muchas o pocas, cons-
so», la razón no actúa guiada por fines sustantivos. Así, conti-
tituyen efectivamente todo lo que es «objetivo» en la ética o si, por
núa Korsgaard (pág. 60): «Hay en realidad un único principio de
el contrario, a veces hay en los «valores» algo más que las contm-
la razón práctica -el principio de que debemos adoptar nues-
gencias históricas de los distintos «mundos de la vida» locales.
tras máximas como leyes universales-». Y, dejando claro que es-
tá hablando a título personal, y no sólo como intérprete de Kant,
añade (págs. 60-61): «Mi conclusión es que los humanos debe-
LA DICOTOMÍA «NORMAS/VALORES» ES PROBLEMÁTICA
mos concebirnos como seres que atribuimos valores, y que por
consiguiente debemos valorar a la humanidad como un fin en sí
En esta sección dejaré a un lado (temporalmente) a Habermas misma».
y consideraré una concepción «kantiana» de otro tipo. Pero no he
140 RACIONALIDAD Y VALOR VALORES Y NORMAS 141

El problema que veo en estas formulaciones surge con la sim- tropiezan sin el beneficio de lo que McDowell llama, recuperando
ple reflexión de que nuestras <<máximas»,y las <<leyes>) que nos im- la noción aristotélica, una «segunda naturaleza» adquirida,ll El
ponemos al universalizarlas, contienen términos valorativos ellas hecho de que un acto sea cruel o amable, sensible o insensible,
mismas, en particular del género de los llamados «conceptos éti- grosero o jovialmente espontáneo, sólo es visible a través del cris-
cos densos» que he examinado en el capítulo segundo -palabras tal de los conceptos valorativos. Contrariamente a lo que la ima-
como «amable», «crueh, «impertinente», «sensible», «insensible», gen kantiana sugiere, en nuestras vidas morales no podemos, y de
etc.-. Por ejemplo, el deber de tratar a aquellos con los que inte- hecho no lo hacemos, arreglárnoslas con un vocabulario obtenido
ractuamos, y especialmente a aquellos que pasan por dificultades al complementar un vocabulario rígidamente naturalista con una
o penurias, con amabilidad excepto cuando exista una razón mo- única noción moral (la noción necesaria para indicar que uno es-
ral superior para no hacerlo, constituye una regla de conducta (im- tá «imponiendo la forma de ley a incentivos generados psicológi-
plícita o incluso explícita) para todo ser_ humano decente (que tal camente», o sea: debe).12 Sin nuestra humana pluralidad devalo-
vez nadie consigue obedecer en todo momento, pero que no obs- res, no hay vocabulario alguno con el que enunciar las normas (las
tante todos aspiramos a seguir). Reglas de conducta similares nos «leyes» de Korsgaard).
compelen a evitar la crueldad o la impertinencia, a evitar humillar a
los demás, a ser sensibles a sus pensamientos y sentimientos, y co-
sas por el estilo. LA EVASIVA DE BERNARD WILLIAMS

En uno de sus primeros libros, en el que criticaba el existen-


cialismo sartriano y también el positivismo lógico, 8 Iris Murdoch Desde Razón, verdad e historia he venido argumentando que
sugería que los filósofos de ambas escuelas comparten una misma los términos de valor son conceptualmente indispensables e irre-
imagen de la mente como dividida en «facultades» separadas,' una ductibles a términos meramente descriptivos. 13 En Ethics and
imagen en la que la percepción proporciona hechos «neutrales» y the Limits of Philosophy, Bernard Williams suscribía esta tesis y
los valores provienen de la voluntad. Por supuesto, ésa no es (o no a la vez intentaba neutralizar su relevancia filosófica. 14 En vez de
es exactamente) la imagen kantiana, pero en la versi_ón de Korsga- concluir, como hacía yo en Razón, verdad e historia, que «la éti-
ard -y quizás en todas las versiones- esa imagen presupone ca no está en conflicto con la física, como el término "acientífi-
también una psicología de facultades según la cual «nuestra atrac- co" sugiere; lo que ocurre es simplemente que "justo", "bueno" y
ción inicial,, hacia «los objetos de nuestras inclinaciones» es fruto "sentido de la justicia" son conceptos pertenecientes a un dis-
de un «impulso psicológico natural», mientras que nuestros valores curso que no es reductible al discurso físico [ ... ] otros tipos de
(todos nuestros valores, incluso aquellos que normalmente adscri- discursos sustantivos no son reductibles [ ... ] [al] discurso [físico]
biríamos al egoísmo) provienen de una razón autónoma. 10 (Esto, y no por ello son ilegítimos. El discurso sobre la "justicia", al
por supuesto, no es más que la famosa dicotomía kantiana entre igual que el discurso sobre la "referencia", pueden ser no científi-
inclinación y razón.) Pero, contrariamente a esta imagen, términos cos sin ser acientíficos », * Williams defendía las tesis de que 1) só-
como «amable», «sensible», «cruel» «humillado», «impertinente»
1
lo los conceptos de la ciencia describen el mobiliario del mundo
-términos que, como he argumentado en la primera parte, no y 2) los únicos conceptos verdaderamente «científicos» son lo~
pueden ser «analizados» en un «componente valorativo» y un de la física .'5
«componente descriptivo}> definible en términos «valorativamen-
te neutros»- no denotan propiedades descriptivas neutras, pro- * Razón, verdad e historia, Madrid, Tecnos, 1988 (pág. 148), traducción de J. E.
piedades con las que nuestros «impulsos psicológicos naturales» Cloquell con ligeros retoques. (N. del t)
¡

142 RACIONALIDAD Y VALOR


VALORES Y NORMAS 143
La estrategia de Williams consistía en argumentar que en la
medida en que no se pueden aislar los componentes descriptivos y ¿EVITA ESTE PROBLEMA LA «ÉTICA DISCURSIVA»?

valora ti vos de los conceptos éticos «densos», los enunciados que


hacemos con ellos carecen de validez «absoluta» (la noción de «lo En los años que hace que conozco a Habermas su posición ha
absoluto» es clave en la metafísica de Williams). Sin embargo, se- cambiado en ciertos aspectos, de modo que no estoy seguro de có-
gún Williams, los enunciados éticos pueden calificarse propia- mo respondería hoy a las cuestiones que acabo de plantear. 18 Pero
mente de «verdaderos», porque el adjetivo «verdadero» puede em- hay dos respuestas posibles que me gustaría discutir (aunque, con
plearse tanto cuando se está hablando «en el interior de un mundo toda probabilidad, la verdadera respuesta de Habermas resultaría
social cualquiera» como cuando se está hablando en sentido «ab- distinta de ambas).
soluto» .16 Considérese el caso de un concepto ético denso de uso habitual
No se trata, como Williams se cuida de dejar claro, de que el en mi «mundo social» pero no en el de usted. Por ejemplo, actual-
mismo enunciado ético pueda ser «verdádero en la cultura A» y mente existen mundos sociales en los que el concepto de «casti-
«falso en la cultura B». Se trata más bien de que sólo puede ha- dad» no se usa nunca (excepto, tal vez, «entre comillas»). Si una de
blarse de la «verdad» de un enunciado ético en el interior del «mun- mis normas es la de «observar un comportamiento casto», y esta
do social» en el que fue pronunciado. Otras culturas quedan «ex- norma no tiene sentido para usted porque, desde su punto de vis-
cluidas» de siquiera considerar el enunciado (a menos que haya ta, el concepto de «castidad» no es más que un anacronismo, ¿qué
(<opciones reales» de tránsito de una cultura a la otra, pero mi in- hacemos si Williams tiene razón, y no podemos suponer que haya
tención no es aquí la de penetrar en las complejidades del esque- una extensión del concepto independiente de todo mundo social?
ma de Williams).17 Lo que podríamos hacer es, por ejemplo, considerar la pregunta
La siguiente observación bastará para nuestros actuales propó- siguiente: «¿Debería usted adquirir este concepto?». Si la respuesta
sitos: incluso si la concepción de Williams fuese coherente, difícil- es que sí, entonces podríamos pasar a considerar la siguiente pre-
mente le sería de utilidad a una kantiana como Korsgaard, puesto gunta: «¿Debería usted aceptar la norma que acabo de ejemplificar
que si nuestras máximas éticas contienen conceptos éticos densos mediante este concepto?», así como, por supuesto, la pregunta al-
-como obviamente sucede-, convertirlas en «leyes universales)) ternativa: «¿O debería yo abandonarlo por completo?». 19
resultaría problemático para cualquier concepción según la cual la El problema que de este modo se plantea para la ética discursi-
pregunta sobre cuáles son las extensiones de estos conceptos éticos va es que la discusión (a diferencia de la negociación) presupone
no tiene ninguna respuesta inteligible universalmente, es decir, pa- que la cuestión que está en juego es cognitivamente significativa.
ra cualquier concepción según la cual la cuestión de qué actos, per- Si suponemos que no lo es, entonces, como observó Ramsey, una
sonas o cosas caen bajo estos conceptos sólo tiene sentido «en el in- «discusión» semejante «consiste en qlie A dice que se sentiría cul-
terior de un mundo social cualquiera». Puede que las «leyes» que pable de no perseverar, y B replica que él no se sentiría culpable
me «dicta» mi razón posean universalidad formal, pero su conteni- en absoluto». 20 Es precisamente al apreciar la necesidad de la éti-
do es cualquier cosa menos «universal». El relativismo de cualquier ca discursiva cuando podemos apreciar cuán letal resulta para el
tipo con respecto a los valores no puede dejar de afectar a las «nor- propio proyecto filosófico-político de Habermas hacer concesio-
mas» (que son, en la terminología de Korsgaard, máximas a las nes a lo que se podría llamar «sociologismo respecto de los valo-
que la razón ha impuesto «la forma de ley»). res» -considerar que las disputas acerca de valores no son más
que meros conflictos sociales que hay que resolver (aunque a me-
nudo también lo son) y no desacuerdos racionales que requieren
una decisión sobre quién tiene mejores razones-. 21 Incluso si nues-
1

144 RACIONALIDAD Y VALOR VALORES Y NORMAS 145


tras máximas emplean vocabularios muy diferentes, podemos en- «verdadero» esas verdades suscitarían el acuerdo de todos los parti-
tablar una discusión ( en el sentido normativo de «acción comuni- cipantes en la supuesta discusión (ideal). 25 Por otra parte, si hubie-
cativa») con el objetivo de llegar a un vocabulario común, y a un se verdades acerca de a) y b) entonces, de nuevo por la definición
entendimiento común sobre cómo hay que aplicar ese vocabulario. misma de «verdadero», (en condiciones ideales) debería llegarse a
Sin embargo, a menos que haya algo semejante a una respuesta esas verdades en una discusión lo bastante prolongada.
correcta a esas preguntas, la discusión no puede ser un esfuerzo Nótese la diferencia sustancial que hay entre la respuesta de
real por encontrar la respuesta que tiene en su haber las mejores Apel a mi pregunta y la primera respuesta, la minimalista. La res-
razones. A lo sumo la discusión podrá ser un ejemplo de lo que Ri- puesta minimalista, tal y como la he descrito, acepta sin más la
chard Rorty, un filósofo con el que estoy seguro que Habermas no concepción de Bernard Williams discutida en el capítulo 2, y, co-
está de acuerdo, llama «continuar la conversación». ¿Es posible mo consecuencia, atribuye a las afirmaciones de valor expresadas
que la única regla ética universalmente válida sea «continuar ha- en lenguaje ético denso un tipo de validez sólo relativa -validez en
blando»? Si respondemos afirmativamente (y ésta es la primera «un mundo social cualquiera»- (Williams mismo añadiría que tam-
de las respuestas que mencionaba anteriormente), tenemos una bién los enunciados sobre normas poseen una validez sólo relativa,
«ética minimalista» con venganza incluida. pero esto es algo que Habermas evidentemente no aceptaría). La
La segunda respuesta es la que sugiere el modo en que Haber- respuesta minimalista simplemente nos indica cómo comportarnos
mas -con la ayuda de la «pragmática transcendental» de Karl Otto en ausencia de algo parecido a una afirmación universalmente vá-
Apel- defendía la ética discursiva antes de publicar su Teoría de lida sobre valores. En cambio, según la concepción de Apel, seme-
la acción comunicativa 22 ( obra que, a mi juicio, parece « bascular)} jantes afirmaciones pueden tener validez universal y la ética dis-
de la posición de Apel a una posición más «minimalista» ). En el cursiva proporciona el procedimiento por el cual averiguar (a
núcleo de la posición de Apel se encuentra su identificación de la largo plazo) cuáles la tienen.
verdad con lo que sería acordado en el límite de una discusión (en Con el fin de comprobar si esta concepción es apropiada, con-
el sentido normativo de <<discusión» -acción comunicativa-, por sidérense dos preguntas:
supuesto) que prosiguiera indefinidamente, identificación que to-
ma prestada de Peirce. 23 La modificación fundamental de Apel l. ¿Está en lo cierto Apel al suscribir la definición de verdad
consiste en aplicar esa identificación también a las afirmaciones de Peirce?
éticas, en realidad a todo discurso. 24 2. Si, como demostraré, la respuesta a la primera pregunta es
Una vez que se admite esta idea puede aseverarse que si, por una que la definición de verdad de Peirce no es correcta en el ca-
parte, la discusión prolongada en el seno de una comunidad lo más so de los enunciados descriptivos, incluidos los de la física,
amplia posible (a veces identificada, tanto por Habermas como por ¿puede no obstante serlo en el caso de los enunciados éticos?
Apel, con la comunidad de «todos los afectados» por la discusión)
conduce a la conclusión de que no hay solución posible al desa-
cuerdo, entonces el concepto en tela de juicio (en nuestro caso, la LA TEORÍA DE LA VERDAD DE APEL Y PEIRCE ES ERRÓNEA
«castidad») debe ser abandonado. Porque en este caso no existe ver-
dad alguna en ninguno de los dos bandos, ya que si hubiese verdades Sea cual sea el modo en que intentemos hacer más aceptable la
(o enunciados válidos) acerca de a) qué acciones son castas y qué concepción de Peirce-Apel de acuerdo con criterios actuales de
acciones no lo son, o b) si debe universalizarse la máxima «observa claridad (y difícilmente pueden pasar por claros los contrafácti-
un comportamiento casto», entonces por la definición misma de cos acerca de qué pasaría si la discusión continuara para siempre
VALORES Y NORMAS 147
146 RACIONALIDAD Y VALOR
EL ENFOQUE DE APEL DE LA VERDAD ÉTICA Y SUS DIFICULTADES
0
fuese indefinidamente prolongada), esta concepción tiene una
característica esencial: de acuerdo con ella, es metafísicamente He planteado anteriormente la pregunta: «Si la definición de
imposible que haya verdades que no sean verificables por seres hu- verdad de Peirce no es la correcta en el caso de los enunciados des-
manos. Esta concepción es, por lo. tanto, un caso de lo que hoy se criptivos, incluidos los de la física, ¿puede no obstante ser la correc-
denomina «antirrealismo», porque considera los límites de lo que ta en el caso de los enunciados éticos?». La pregunta es importan-
puede ser verdadero dependientes de los límites de la capacidades te porque, como acabo de señalar, el presupuesto de que algunos
humanas de verificación. enunciados empíricos son imposibles de verificar está firmemente
Examinar aquí la cuestión del realismo y el antirrealismo re- incorporado a nuestras mejores imágenes del mundo, científicas y
queriría una larga digresión. Me limitaré a enunciar brevemente de sentido común. Y el supuesto de que tal imposibilidad de verifi-
26
mi concepción, que defiendo en profundidad en otro lugar. cación no constituye razón alguna para negar que los enunciados
El argumento en favor del antirrealismo siempre adopta la fo~- en cuestión puedan ser verdaderos o falsos, resulta igualmente
ma de una acusación, la del carácter insoportablemente «metah- fundamental para el realismo del sentido común y el realismo
sico» de la idea de que algunas veces las verdades pueden no ser ve- científico que subyacen a esas imágenes del mundo. Sin embargo,
rificables ni siquiera idealmente. (El antirrealismo nunca reconoce con los enunciados éticos sucede todo lo contrario. Los filósofos
que es una forma de metafísica.) Sin embargo, mientras que re- morales han insistido durante largo tiempo en que nuestros debe-
sulta difícil darse cuenta de que «Tal vez sea imposible que se lle- res son cognoscibles para nosotros y que, de hecho, si no lo fuesen,
guen a conocer los hechos sobre la vida de Moisés» es una afir- no podrían ser nuestros deberes. Pero, por sí solo, esto no implica
mación metafísica, decir en su lugar que no hay verdades sobre la que la teoría de la verdad de Apel pueda salvarse (para nuestros
vida de Moisés excepto las que nosotros y otras personas podría- propósitos aquí) simplemente restringiéndola a las afirmaciones
mos verificar en el futuro sí parece una afirmación metafísica, en éticas.
el sentido de que la metafísica se contrapone al sentido común ca- Tal como yo lo veo, el punto crítico es la justificación del paso
si por definición. Por el contrario, el supuesto de que es tot_almen- que va de decir que cualquier afirmación verdadera acerca de nues-
te contingente que toda verdad pueda, siquiera «en prmc1p10», ser tros deberes es «cognoscible para nosotros» a decir que «sería el
conocida por seres como nosotros forma parte tanto de la ciencia resultado de una discusión ideal, si esta discusión fuese suficien-
como del sentido común, y está profundamente arraigado en las temente prolongada». Explicar el motivo de que este paso sea pro-
concepciones del mundo respectivas de ambas esferas. Y otro su- blemático me llevará de vuelta a mi tema original, el modo en que
puesto, igualmente arraigado en esas concepciones, de las teorías los «valores» y las «normas» están entretejidos. Desglosaré el pun-
de Ja ciencia actual es el de que, por una serie de razones y como to crítico en tres problemas.
cuestión de hecho empírica y contingente, hay muchas verdades
que están más allá de las capacidades cognitivas de nuestra espe- 1. Una discusión ideal es una discusión en la que todos los parti-
cie. 21 Aunque yo mismo, durante unos cuantos años, intenté de- cipantes aceptan la norma de entrar en acción comunicativa
fender la idea de que puede identificarse la verdad con lo «acepta- con todo lo que esto comporta: hablar sinceramente, intentar
ble racionalmente en condiciones ideales», hoy estoy convencido vencer al adversario por la fuerza de los argumentos y no me-
de que estaba equivocado." Si la «pragmática transcendental» es diante ninguna manipulación, etc. Dado que todas las normas
el desarrollo de las consecuencias (o supuestas consecuencias) de y máximas de la ética discursiva están incorporadas a la des-
una teoría de la verdad antirrealista, entonces es el desarrollo de las cripción de la situación de discusión ideal, por la definición
consecuencias de un error, y por tanto debe ser abandonada.
148 RACIONALIDAD Y VALOR VALORES Y NORMAS 149
misma de esa situación serán aceptadas por todos los partici- da de una analogía. Permítaseme empezar por describir, con
pantes. Pero entonces la justificación de esas normas -que en el fin de exponer la analogía en la que estoy pensando, una
esencia constituyen la totalidad de la ética de Habermas- ¡no breve argumentación incluida en las Investigaciones filosófi-
es el hecho de que sean el resultado de una investigación inde- cas de Wittgenstein (II, 207 y sigs.).
finidamente prolongada en el sentido de Peirce! Wittgenstein considera las discrepancias sobre si alguien
La respuesta que da Apel a esta cuestión en :,arios libros está «fingiendo» o no una emoción. (Un ejemplo al que re-
y artículos es la de apelar a una «justificación transcenden- curre es el de una discusión sobre si alguien está perdida-
tal» de estas normas y máximas, a saber, que se trata de pre- mente enamorado de verdad.) Puedo estar convencido de
supuestos de la racionalidad, presupuestos de los procedi- que mi juicio sobre esta cuestión es el correcto, pero ser in-
mientos que definen cómo es la búsqueda de la verdad. 29 Si capaz de convencer a los demás. Lo que Wittgenstein dice, y
restringimos la definición de verdad como producto de un es bastante razonable, es que estos juicios sobre los que la
consenso ideal a los enunciados éticos, el argumento trans- comunidad no llega a ningún acuerdo pueden ser, no obs-
cendental quedará igualmente restringido a estos enuncia- tante, correctos. Algunos tienen un mejor Menschenkenntnis
dos. La tesis sería entonces que las normas y máximas de (conocimiento de las personas) que otros, y el Menschen-
la ética discursiva son presupuestos de la racionalidad éti- kenntnis no puede reducirse a un sistema de reglas.
ca. Me siento inclinado a estar de acuerdo con esto, pero, Wittgenstein de hecho afirma que los que tienen mayor
más que por las razones de Peirce, por las que daria Dewey. 30 Menschenkenntnis, en general, son mejores haciendo pro-
En cualquier caso, en este estadio quisiera dejar al margen nósticos; pero no afirma, ni tampoco da a entender, que to-
cualquier posible objeción. Me limitaré a observar que in- do juicio correcto particular sobre la autenticidad de una
cluso aunque seguir las normas de la ética discursiva es emoción será finalmente confirmado conductualmente en
(fuese) una condición necesaria para alcanzar creencias éti- un modo que obligará al asentimiento de la comunidad en su
cas justificadas, Apel tiene que demostrar una tesis mucho conjunto. En vez de ello, observa que estos juicios se emi-
más fuerte: que la conformidad con esas normas es tam- ten normalmente sobre la base de una «prueba imponde-
bién una condición suficiente para alcanzar creencias éti- rable».
cas justificadas (y en última instancia creencias éticas ver- Considérese ahora (y ésta es mi discrepancia ética análo-
daderas). Esto nos lleva a los otros problemas que dije que ga) una controversia sobre si un acto es cruel. Un padre,
plantearía. que recurre a la crueldad psicológica para atormentar a su
2. Aun prescindiendo de las dificultades suscitadas por la poca hijo, niega (sea porque es algo obtuso o porque tiene una
claridad de los contrafácticos de la forma «si la discusión se vena sádica) que las lágrimas en las que prorrumpe el niño
prolongara indefinidamente», ¿disponemos de una concep- sean realmente «importantes». «Tiene que aprender a acep-
ción lo bastante clara de un mundo en el que las personas tarlo», dice el padre.
son capaces de discutir un tema eternamente? Demostraré ¿Llegará la comunidad entera al acuerdo de que éste
que no hay razón alguna para creer que el resultado de una constituye un caso de crueldad? ¿Debe llegar a ese acuerdo
discusión ideal y suficientemente prolongada acerca de una aun cuando se trata de una situación discursiva <cideah?
cuestión ética sería inevitablemente correcto. (Las preguntas análogas en el caso del ejemplo de Wittgens-
Mi escepticismo con respecto a esa tesis de Apel (y, según tein serían: ¿llegará 10"comunidad entera al acuerdo de que
me temo, también de Habermas) puede explicarse con ayu- los indicios de atracción por parte de la persona constituyen
1
150 RACIONALIDAD Y VALOR
VALORES Y NORMAS 151
su estar realmente enamorado?, ¿debe llegar a este acuerdo
aun cuando se trata de una situación discursiva «ideal,,? De En la Teoría de la acción comunicativa, en ocasiones pa-
hecho, ¿no es también una distinción ética la que hay entre rece como si Habermas quisiera incorporar, por lo menos,
estar perdidamente enamorado de verdad y no estarlo?) el requisito adicional de que los participantes de una discu-
Aquí hay que proceder con mucho tiento. Supongamos que sión ideal hayan pasado por el equivalente de un psicoanálisis
la mayoría de los miembros de la comunidad, o incluso una ideal (sea mediante psicoanálisis real o por otros medios). 31
minoría significativa, comparten la torpeza del padre en el ca- Pero por mucho que se crea, como hago yo, en la capacidad
so descrito sin ser, por otra parte, malas personas. Desean sin- de discernimiento del psicoanálisis, los psicoanalistas nunca
ceramente hacer lo correcto, y les encanta la argumentación han afirmado que sean capaces de convertir a sus pacientes
racional. De hecho, el tema de si el caso en cuestión es un ca- en perfectos Menschenkenner (ni tampoco pretenden ser ellos
so de «crueldad» les resulta fascinante, y lo discuten sin cesar. mismos Menschenkenner ideales). 32
Nadie trata de manipular a nadie, y todos y cada uno de ellos Que la solución sea algo parecido al psicoanálisis puede
escuchan pacientemente los argumentos de los demás. Pero inferirse del uso que hago, en el caso de mi ejemplo, de la
podemos imaginarnos perfectamente que el padre, y otros expresión de resonancias científicas «una vena sádica». Pe-
como él, no lleguen a «captar» nunca el punto de vista con- ro no es el caso que todos los fallos de la percepción moral
trario. Pese a que, según una interpretación adecuada de los puedan ser descritos o explicados empleando expresiones
requisitos de una situación ideal de diálogo (hablar sincera- con aire científico. Debo aclarar que con «percepción mo-
mente, hacer lo posible por hacer afirmaciones justificadas, ral» no quiero denotar el tipo de cosa de la que hablaban in-
intentar vencer al adversario sólo por la fuerza de los argu- tuicionistas éticos como G. E. Moore -una misteriosa facul-
mentos y no mediante manipulación de ningún tipo, etc.), la tad de percibir la «propiedad no natural» de la bondad-
situación de diálogo es perfectamente «ideal,,, no se llega a sino la capacidad de darse cuenta, por ejemplo, de que al'.
un consenso. guíen está «sufriendo innecesariamente» en vez de «apren-
Evidentemente, Apel y Habermas dirían que «así no va- diendo a aceptarlo», de que alguien es «jovialmente espontá-
le». Pero antes de considerar su respuesta, o por lo menos neo» y no «impertinente», de que alguien es «compasivo» y
de anticipar la(s) respuesta(s) que creo que daría Habermas, no «demasiado blando», y así una y otra vez. No hay ciencia
permítaseme explicitar el problema que quiero señalar con alguna que pueda enseñarnos a hacer estas distinciones,
estos ejemplos. que requieren una habilidad que en palabras de Iris Mur-
Lo que ocurre con los participantes de la mencionada dis- doch es «infinitamente perfectible» y, también según ella,
cusión no es que estén desobedeciendo las normas de la éti- inseparable de nuestro dominio (igualmente perfectible has-
ca discursiva. Lo que ocurre puede expresarse empleando el ta el infinito) del vocabulario moral mismo."
vocabulario ético denso apropiado al problema ético particu- En este punto creo haber llegado a una ambigüedad fun-
lar. Son «obtusos» (lo contrario de tener Menschenkennt- damental en la posición de Habermas. Si Habermas restrin-
nis ), tienen una «vena sádica», y cosas por el estilo. Para des- giera las pretensiones de la ética discursiva, como yo intento
cribir cuál seria la <<Situación ideal de discusión» en este caso, persuadirle de que haga, en particular si reconociera que la
uno tendría que usar conceptos éticos densos (y presuponer ética discursiva es una parte de la ética, una parte con toda
el dominio de tales conceptos por parte de los interlocu- certeza importante y valiosa pero no hasta el punto de soste-
tores). nerse por sí misma, y aceptara que no es la fundamentación
(o la fundamentación en «la modernidad») de toda la «vali-
VALORES Y NORMAS 153
152 RACIONALIDAD Y VALOR
do de que ésta margina o excluye a los «no hablantes». Esta
dez» que pueda tener la ética, estaría muy cerca del que a objeción es hasta cierto punto injusta, pero creo que hay
mi juicio es el buen camino. Pero si se intentan defender las que usar conceptos éticos densos para explicar por qué lo es.
tesis más ambiciosas que él y Apel han sostenido con res- Si lo que Lyotard quería decir es que una comunidad de ha-
pecto a la ética discursiva, entonces o bien no hay razón pa- blantes fluidos e inteligentes puede acordar conscientemen-
ra creer en ellas (éste sería el caso si la «ética discursiva» es- te, en una situación discursiva ideal, que es correcto explotar
tuviese restringida a un determinado conjunto de normas y manipular a los miembros menos elocuentes de la comuni-
que supuestamente caracterizarían la razón) o bien estas te- dad, entonces la acusación es injusta, porque la acción del
sis resultan ser vacías. Puesto que si la tesis de que el vere- grupo sería manipulativa con respecto a esos miembros no
dicto correcto en una discusión ética se alcanzará en una si- tan dotados para el lenguaje. Para que una discusión sea
tuación ideal de diálogo sólo significa que se alcanzará si ideal en el sentido de Habermas no basta con que aquellos
los participantes en la discusión son moralmente sensibles, que argumentan obedezcan los principios de la ética discur-
imaginativos, imparciales, etc., de un modo ideal, entonces la siva en las argumentaciones que sostienen unos con otros;
tesis es puramente «gramatical>}; no proporciona a la no- también aquellos que no están hablando deben ser conside-
ción de «veredicto correcto en una discusión ética» ningún rados miembros del grupo (que de no ser así no incluiría a
contenido que ésta ya no posea por sí sola. En realidad, con- todas las personas afectadas por la discusión), y todo miem-
ceptos como «moralmente sensible en condiciones ideales» bro del grupo debe abstenerse de manipular a ninguno de
y otros por el estilo, no sólo son conceptos éticos en sí mis- los demás miembros. Con respecto a aquellos que son inca-
mos, sino que, para darles contenido en cualquier discusión paces de argumentar, siempre podemos recurrir a la hermo-
real, es preciso hacerlos más «densos», sustituirlos por tér- sa exhortación de William James a «escuchar los gritos de
minos que, aunque también sean valorativos, tengan mayor los heridos». No se precisa facilidad de palabra para gritar.
contenido descriptivo. Y si no se hace caso alguno de los gritos de los heridos, la si-
Bajo mi punto de vista, éste es un problema endémico del tuación de diálogo no es en absoluto «ideal» en el sentido de
enfoque kantiano. El kantismo, como hemos visto en el aná- Habermas o de Apel.
lisis de la obra de Christine Korsgaard, busca principios ca- Es posible, sin embargo, que Lyotard estuviese pensando
racterísticos de la razón práctica misma mediante el proce- en algo distinto. Es muy plausible que lo que pretendiera
dimiento de considerar los valores sea como meros hechos fuera sugerir la posibilidad de una discusión en la que los
psicológicos ( «impulsos psicológicos naturales»), sea como que son elocuentes tengan, al menos subjetivamente, buena
el producto de la acción de la razón práctica sobre esos me- voluntad hacia los que no hablan y atiendan al menos los
ros hechos psicológicos. La supervivencia de la funesta di- más clamorosos de los gritos de «los heridos». Pero es posi-
cotomía kantiana inclinación/razón obstaculiza por comple- ble tener buena voluntad subjetiva y malinterpretar siste-
to nuestra comprensión del modo en que los conceptos máticamente esos gritos, y hacerlo además en interés pro-
éticos densos cuestionan toda dicotomía tradicional entre pio. Si es esto en lo que realmente pensaba Lyotard, no es
hecho y valor, como ilustran las dificultades con que tropie- más que un caso especial del problema anterior.
za Korsgaard al intentar explicar el «rango automático» del
egoísmo. 34
3. Recuerdo haber visto en una ocasión a Lyotard plantear una
objeción contra la ética discursiva de Habermas en el senti-
154 RACIONALIDAD Y VALOR
VALORES Y NORMAS 155
¿POR QUÉ QUEREMOS RELATIVIZAR O «NATURALIZAR» LOS VALORES
DE TODOS MODOS? tencia de mesas y sillas independientemente de nuestras sensacio-
nes, ningún conocimiento siquiera de la existencia de otras perso-
Pese a lo enormemente extendido que está el deseo de «natura- nas, ni, por supuesto, ningún conocimiento ético, metafísico O es-
lizar» la ética, el «precio» de una tal naturalización es extremada- tético. Se pensó que podía concederse todo eso al escéptico a
mente elevado (aquí estoy empleando el término «naturalismo» y condición de mantener que sí tenemos conocimiento de nuestras
sus derivados no en el sentido de Dewey, sino como sinónimos de propias sensaciones ( a veces restringido a nuestras sensaciones en
materialismo, pues éste es por desgracia el uso que ha acabado el momento presente), 35 bajo el supuesto de que este mínimo esen-
por imponerse). Todas las concepciones naturalistas se sitúan a cial nos permitiría retener la idea de conocimiento predictivo y,
un lado u otro de la siguiente disyuntiva: o bien niegan que las por ende, de ciencia. Hoy en día la atracción de ese punto de vista
proposiciones éticas sean expresiones de juicios, de pensamientos parece haber declinado tan misteriosamente como empezó (aun-
que pueden describirse como verdaderos o falsos, justificados o que nunca se puede estar seguro de que no se impondrá de nuevo
injustificados, sin aditamentos tales como «en el mundo social de en el futuro).
referencia» o «relativo a los deseos y actitudes del individuo»; o La idea correspondiente, en el caso de la ética, es la convicción
bien (si admiten que existe algo parecido a juicios éticos total- de que se puede conceder al escéptico que no tenemos conoci-
mente racionales y objetivos) proporcionan una explicación del miento alguno que sea irreductiblemente ético. ¿Pero hay algo que
propósito (y a veces del contenido) de estos juicios en términos no pueda ser más irreductible que el conocimiento de que estoy obli-
éticos. En el último caso, sea la explicación de índole evolucionis- gado a ayudar a ese ser humano necesitado que tengo enfrente?
ta (que los juicios éticos sirven en última instancia al «altruismo», (Aunque yo pueda decidir, tras una reflexión, que otras obligacio-
que a su vez es concebido como un mero mecanismo para asegu- nes éticas pasan delante de ésa, ello no cambia mi conciencia de
rar la supervivencia del grupo), utilitarista (que los juicios éticos algo absolutamente fundamental e irreductible.) Mientras consi-
son cálculos de utilidad desde el punto de vista de un grupo o es- deremos semejante obligación como un mero «sentimiento», esta-
pecie, o incluso -en el caso de, por ejemplo, Peter Singer- de remos vagando por lugares (sean paisajes desérticos* o junglas
muchas especies), o contractualista (que los juicios éticos sirven tropicales) muy distantes del mundo ético. 36
al interés de «dar razones» que, al menos bajo un «velo de igno- Es más, los dos casos, el de la ética y el de la filosofía de la
rancia», puedan apreciarse sin presuponer un punto de vista es- ciencia, no dejan de estar relacionados en la medida en que, como
pecíficamente ético, o presuponiendo tan sólo la imparcialidad), antes he señalado, la selección de hipótesis en la ciencia presupo-
en todas estas explicaciones, en efecto, la ética se concibe como ne valores epistémicos, y los términos para estos valores -«cohe-
algo que hay que justificar desde fuera. rente», «simple», «hermosa» 37 (dicho de una teoría) y demás- se
Creo que esto no son más que manifestaciones actuales del in- comportan exactamente igual que los «términos éticos densos».
flujo, seductor pero a la larga nefasto, ejercido por la misma es-
trategia que antaño condujo al positivismo lógico, estrategia que
podría describirse así: «Concédele al escéptico casi todo lo que afir- * Referencia implícita al célebre primer artículo de Quine «On What There Is», en el
que el ª,ut_orse opone a las teorías de la referencia, que según él recuperan los universa-
ma siempre que puedas mantener cierto mínimo esencial». Esta ~es P!atomcos Y su «superpoblado universo», en favor del nominalismo de quienes, como
estrategia condujo, en la filosofía de la ciencia, a la idea de que se el ~1smo, _gustan.de <(paisajes desérticos,) («On What There Is)>, en W. V. Quine, From a
Logtcal Pomt ofVtew, Cambridge, MA, Harvard University Press, 1953, págs. t-19, pág. 4
podía conceder al escéptico que no tenemos ningún conocimiento (trad. ~a~t.: «Acerca de lo que hay", en Quine, Desde un punto de vista lógico, Barcelo-
de los inobservables como tales, ningún conocimiento de la exis- na, Pa1dos, 2002). Véase el análisis de la posición no cognitívista de Quine en el capí-
tulo 8 de esta obra. (N. del t.)
156 RACIONALIDAD Y VALOR VALORES Y NORMAS 157
Es más, como argumentaré en el siguiente y último capítulo, CONCLUSIÓN
todos y cada uno de los argumentos habituales en favor del relati-
vismo ( o contextualismo) con respecto a los valores éticos pueden Por supuesto, hay otras razones para preocuparse por el reco-
aplicarse a esos valores epistémicos. Más que aceptar estos argu- nocimiento de tantos valores irreductibles, además del miedo a
mentos en uno y otro de los casos que acabo de mencionar, lo que ser considerado demasiado «metafísico». He citado ya la afirma-
debemos hacer es aceptar que tanto los valores éticos como los ción de Habermas de que «Necesitamos algunos imperativos cate-
epistémicos son indispensables en nuestras vidas. De hecho, los ar- góricos, pero no demasiados». Pero aceptar que los valores éticos
gumentos que se supone demuestran la imposibilidad de valores pueden ser discutidos racionalmente, y que no precisan ser «natu-
«no naturalizables» prueban demasiado -en efecto, la exigencia ralizados», no es lo mismo que aceptar el apriorismo o el autorita-
de aceptar sólo aquello de lo que podemos dar una explicación re- rismo con respecto a los valores. Desde que las sociedades libera-
ductiva eliminaría, como he sostenido en muchos de mis libros, les rechazaron la invocación de una revelación como fundamento
conferencias y artículos, _no sólo el discurso sobre valores sino de nuestra vida ética y política, somos falibilistas éticos; es más,
también el discurso sobre la referencia, 38 el discurso sobre la cau- el principio que Ruth Anna Putnam y yo mismo hemos atribuido
salidad," el discurso sobre contrafácticos 40 y muchos más-. Aquí a John Dewey, el principio de que «lo que vale para la investiga-
parece haber, efectivamente, algo que no funciona, pero no se tra- ción en general, vale para la investigación ética en particular»,
ta del discurso sobre valores sino del reduccionismo (alias «natu- nos exige ser falibilistas, ya que el falibilismo ha llegado a ser par-
ralismo»). te inseparable de la metodología de la investigación racional en
Sé que se me objetará que Habermas no es un positivista lógi- general. 41 Pero no es sólo falibilismo lo que requiere la investiga-
co, ni un reduccionista, ni siquiera un «naturalista>>. Pero me da ción racional en general, y la ética discursiva habermasiana puede
la impresión de que, en el fondo, su deseo de que juzguemos que Y debe considerarse ( o al menos eso llevo diciendo desde hace
todo discurso sobre valores más allá de los estrechos límites de la mucho tiempo) una exposición con el máximo detalle requerido
ética discursiva no es más que una mera negociación de diferen- por una investigación racional digna de dicho nombre. Darse cuen-
cias entre «mundos de la vida», y también la razón por la que no ta de que en la ética tiene que haber algo más que la ética discur-
osa conceder más objetividad que ésta a dicho discurso valorativo siva no significa minimizar la importancia de esta última.
-a saber, que semejante concesión no sería compatible con la A menudo he observado en conversaciones entre amigos que
«modernidad» (que aquí significa la sospecha moderna ante todo en la ética son necesarias tanto las intuiciones aristotélicas como
lo supuestamente «metafísico»)-, son, en lo fundamental, deseos las kantianas, y nunca han dejado de sorprenderme las resisten-
y razones positivistas. La idea de que a los positivistas pueden ha- cias que he encontrado al decirlo. Una y otra vez se me contesta
cérseles muchas concesiones y que a pesar de ello se puede seguir que es «muy difícil» (en un tono de voz que sugiere que en reali-
conservando una pequeña parte que se considera suficiente para dad es «imposible») reconciliar la preocupación por el floreci-
edificar de nuevo toda la objetividad ética que se quiera, o_toda la miento humano con la ética kantiana. Pero si la argumentación
que se necesite, es un error. Y es exactamente el mismo error que que he desarrollado en este capítulo es correcta, lo que una ética
había tras la idea positivista de que podía concederse mucho a los kantiana ( o «discursiva») con contenido proporciona es precisa-
escépticos y seguir conservando una pequeña parte, que se consi- mente esa imperfecta pero infinitamente perfectible capacidad
deraba suficiente para refundar toda la objetividad científica que nuestra de reconocer las exigencias que nos imponen diversos va-
se quisiera, o toda la que se necesitase. lores.
CAPÍTULO 8

LA EVASIÓN DE LOS VALORES POR PARTE DE


LOS FILÓSOFOS DE LA CIENCIA*

Recuerdo haber leído en alguna parte una carta en la que Dewey


decía que, lejos de ocupar un rincón peculiar en nuestra experien-
cia, los valores son algo que tiene que ver con la totalidad de la ex-
periencia. 1 Lo que este punto de vista implica para la filosofía de la
ciencia es que los juicios de valor son esenciales a la práctica cien-
tífica misma. Y no me refiero únicamente a la clase de juicios de
valor que llamamos «morales» o «éticos»: los juicios acerca de la
«coherencia», la «plausibilidad», la «razonabilidad», la «simplici-
dad» y lo que Dirac rnernorablernente llamó la «belleza» de una hi-
pótesis, son todos ellos juicios de valor en el sentido de Charles
Peirce, juicios sobre lo que él llamaba lo «admirable» en el modo
(científico) de comportarse. (La estética es, según Peirce -podero-
samente influido en ello por la crítica del juicio kantiana-, la teo-
ría abstracta de lo admirable; la ética, en tanto que teoría abstracta
de lo admirable en el modo de comportarse, presupone la estética,
y la lógica o teoría de la investigación, en tanto que teoría de lo ad-
mirable en el modo de comportarse científico, presupone la ética.) 2
Pensando en cuál podría ser el terna de este capítulo me vino a
la cabeza que, en primer lugar, esta cuestión -que en la investi-
gación científica se presuponen juicios de valor- me preocupa
desde hace muchos años y que, en segundo lugar, sería interesan-
te examinar los intentos, por parte de tantos filósofos de la cien-
cia destacados, de evitar reconocerlo. En efecto, en contraste con
el énfasis con que fue planteada por todos y cada uno de los prag-
matistas, los filósofos de la ciencia de la corriente hegemónica la
han tratado de un modo tan superficial que (parafraseando el tí-
tulo de mi amigo y colega Cornel West, The American Evasion of
Philosophy) he decidido titular este capítulo «La evasión de los va-
RACIONALIDAD Y VALOR LA EVASIÓN DE LOS VALORES [ ... ] 161
160
3
lores por parte de los filósofos de la ciencia». En él voyª. disc~tir 4. El conocimiento de valores presupone el conocimiento de he-
a unos cuantos filósofos en el mismo orden en que han ido figu- chos (contra todos los filósofos que piensan que [parte de]
rando en mi propia vida y en mi pensamiento. la ética es a priori.)
Antes, sin embargo, debo señalar que fue C. West Churchman
quien, durante mis años de licenciatura en la_Univ~rsidad d_ePe_n- Tras graduarme en la Universidad de Pensilvania en 1948, cur-
·1vania me introdujo por primera vez en la filosofia de la ciencia. sé un año de doctorado en Harvard y luego me trasladé a la UCLA,
~hurch;,,an era pragmatista, y ciertamente no rehuía el hecho de donde obtuve el título de Doctor en 1951. Aunque Morton White,
ue la ciencia presupone juicios de valor. En efecto, le recuerdo que fue mi profesor en la universidad de Pensilvania y me animó
q . . t
escribiendo en la pizarra las siguientes cuatro proposic10nes ,ª r:- a hacer el doctorado -él también se trasladó a Harvard en 1948-,
buidas por él a su maestro A. E. Singer Jr., quien a su vez habia si- sostenía que hecho y valor están entretejidos, en seguida caí bajo
do alumno de William James: la influencia de Quine y, posteriormente, en la UCLA, de Hans
Reichenbach, quienes consideraban que los juicios de valor no
l. El conocimiento de hechos (particulares) presupone el cono- son cognitivos. ¿Cómo evadían estos dos poderosos pensadores la
cimiento de teorías (término bajo el cual Singer incluía toda cuestión del papel de los valores en la ciencia?
generalización). Por ejemplo, saber que algo e~ un ro~le _es Por su parte, Quine, durante mi curso de doctorado en Harvard
saber que pertenece a una clase de árbol (noc10n en si mis- entre los años 1948 y 1949 y en los años subsiguientes ( «Acerca de
ma conectada con numerosas generalizaciones) que por lo lo que hay» ya se había publicado y, aunque «Dos dogmas del em-
general tiene hojas de una determinada forma, que normal- pirismo» no aparecería hasta 1951, las tesis que Quine formulaba
mente produce bellotas, etc. Al decir esto Singer estaba cntl- en él ya eran tema de conversación en el Emerson Hall),* hacía
do la idea de que la ciencia «comienza» con datos brutos afirmaciones sobre epistemología que habría suscrito el mismo
can l' .
individuales, y a partir de éstos se eleva a las genera izac10- William James. Por ejemplo, Quine escribía: «Nuestros enuncia-
nes mediante la inducción y la abducción. No hay tal cosa, dos acerca del mundo externo se someten como cuerpo total al
decía Singer, como un «comienzo» en este sentido; cuando tribunal de la experiencia sensible, y no individualmente». 5
hacemos ciencia estamos siempre ya presuponiendo un ba- Y, de nuevo, en la sección final de ese célebre artículo: «Todo
gaje de generalizaciones. . . hombre recibe una herencia científica más un continuo y granea-
2. El conocimiento de teorías (en el sentido amplio antes men)- do fuego de estímulos sensoriales; y las consideraciones que le
cionado) presupone el conocimiento de hechos (particu 1ares . . mueven a moldear su herencia científica para que recoja sus con-
Un kantiano lo negaría, argumentando que ciertas generali- tinuos estímulos sensoriales son, si racionales, pragrnáticas». 6
zaciones son a priori. No obstante, tal vez la mejor formulación de la imagen de Qui-
3. El conocimiento de hechos presupone el conocimiento de va- ne en su conjunto esté en otro famoso artículo suyo: «Carnap and
lores. Ésta es la posición que defiendo. Puede dividirse en Logical Truth». 7 Reproduzco a continuación en su totalidad el úl-
dos tesis separadas: (i) que la actividad de justificar afirma- timo párrafo de este artículo, que presenta la famosa doctrina de
ciones de hecho presupone juicios de valor, y (ii) que si no Quine de que hecho y convención están entretejidos sin que haya
queremos caer en un subjetivismo con respecto a las afir- riingún enunciado que sea verdadero únicamente por convención:
maciones de hecho mismas, debemos considerar que estos «El saber de nuestros padres es un tejido de oraciones. En nues-
juicios de valor pueden ser correctos (en la jerga filosófica,
«objetivos» ). 4 * El famoso edificio que alberga el departamento de Filosofía. (N. d'elt.)
162 RACIONALIDAD Y VALOR

tras manos se desarrolla y modifica, a través de retoques y añadi-


dos más o menos arbitrarios y deliberados por nuestra parte, mo-
T LA EVASIÓN DE LOS VALORES [ ... ]

condicionales observacionales implicados por las teorías alterna-


tivas son verdaderos). Esto no es más que epistemología desde el
163

tivados más o menos directamente por la continua estimulación punto de vista de un ser lógicamente omnisciente, y sólo si este
de nuestros órganos sensoriales. Es un saber gris pálido, negro por ser dispone de un «oráculo» que le informa del valor de verdad
el hecho y blanco por la convención. Pero no he encontrado razo- de los condicionales observacionales.
nes de peso para concluir que haya en él ninguna hebra lo bastan- No pretendo sugerir que Quine carezca de réplica frente a las
te negra ni lo bastante blanca». críticas de este género. Su respuesta a aquellos que anhelan una
Estas palabras de aire pragmatista parecen sugerir que Quine epistemología más realista, que tenga que ver con el modo en que
debería simpatizar con la tesis similar, expresada en el capítulo 2 los científicos reales se las arreglan para seleccionar teorías reales
mediante una cita de Vivían Walsh, de que en la ciencia hecho Y va- basadas en datos reales, es la famosa «¿Por qué no nos contenta-
lor están entretejidos. 8 Y de hecho Morton White, íntimo amigo de mos con la psicología?»." Lo que muchos de sus lectores ignoran
Quine, intentó convencerlo de ello durante la década de 1950, pero es que Quine habla en serio. La «epistemología naturalizada» en el
fue en vano. 9 Pese a que Quine, como buen empirista, continuó sentido de Quine significa el abandono de la epistemología. La «psi-
considerando el esquema conceptual de la ciencia como un instru- cología» (que, en los escritos de Quine, siempre significa la psico-
mento destinado en última instancia a predecir la experiencia futu- logía conductista de Skinner) es toda la epistemología que nos hace
ra a la luz de la experiencia del pasado, 10 sus análisis del problema falta. ¡Esto es evadirse de la cuestión epistemológica con vengan-
de la selección de teorías se planteaban en términos cada vez más za incluida!
profundamente reñidos con la realidad. Llegó a hablar'' como si Mi siguiente maestro después de abandonar Harvard en 1949,
el problema fuera el de que, suponiendo que disponemos de todos Hans Reichenbach, era un filósofo de cuño muy distinto. Lo que
los enunciados verdaderos de la forma «Si P¡(x, y, z, t), entonces Reichenbach intentaba demostrar era que toda la epistemología
P,(x', y', z', t')», donde P 1 y P2 son predicados observacionales y los podía reducirse a aplicaciones iteradas y concatenadas de una
cuádruples ordenados nombran puntos espaciotemporales (lla- única regla (a menudo llamada la «regla directa» de inducción).
memos a dichos enunciados «condicionales observacionales»), ¿có- Esta regla puede formularse como sigue: calcula la frecuencia re-
mo podemos escoger entre las teorías que pueden predecir la lativa r con que se dan los Bs con respecto a los As observados
totalidad de estos enunciados (o el mayor subconjunto posible)? hasta el momento, y propón que la frecuencia relativa de Bs (o el
Más concretamente, Quine estaba preocupado por las siguientes límite de la frecuencia relativa de Bs, si hay infinitos As) con res-
preguntas: l) ¿Podría haber dos cuerpos exhaustivos de doctrina pecto a todos los As, incluidos los As futuros, es r ± E, donde « E> es
científica (dos «esquemas conceptuales de la ciencia» alternativos) un margen de error aceptable seleccionado de modo arbitrario.
que impliquen el mismo conjunto de condicionales observaciona- Sin embargo, esto plantea cuatro problemas, cada uno de ellos
les verdaderos (y ninguno falso) -en parte, la falta de realismo del importante, interesante y susceptible de una larga discusión. El
análisis de Quine tiene que ver con que nunca considera la predic- primero, que he examinado en profundidad en otro lugar, 14 no es
ción probabilística- y de los que no se pueda demostrar que son otro que el de la inconsistencia de la regla directa. El segundo
la misma teoría bajo apariencias distintas? 12 Y, 2) si los hubiese, consiste en que aun si Reichenbach hubiese tenido éxito al redu-
¿como podríamos escoger entre ellos? Huelga decir que éste no cir la inducción a esta regla (a cierta versión consistente de esta
es en absoluto el problema de selección de teorías al que se en- regla), todo lo que podría haber afirmado de ella es que converge-
frentan los científicos de carne y hueso (nótese que Quine no nos ría con la hipótesis correcta (sobre la frecuencia de Bs en diversas
dice en ninguna parte cómo se supone que sabemos que todos los poblaciones de As) a largo plazo. El problema de una regla para
164 RACIONALIDAD Y VALOR LA EVASIÓN DE LOS VALORES [ ... ] 165
seleccionar hipótesis en «tiempo real» permanece así sin resolver mediatamente a Rudolf Carnap, que impartía clases como profe-
en la obra de Reichenbach (como él, por otro lado, sabía perfecta- sor invitado en el Institute for Advanced Study. Carnap era tan
mente). El tercer problema, que aparecerá de nuevo más adelan- cálido y amistoso como brillante, y, a pesar de la diferencia de
te, es que el rechazo de Reichenbach de la necesidad de lo que edad y de rango ( que no significaban nada en absoluto para él),
Peirce llamaba «abducción» (y otros filósofos de la ciencia llaman llegamos a ser grandes amigos. El modo de Carnap de evitar (o
«método hipotético-deductivo») se sigue de su idea de clasificar evadir) la idea que estoy defendiendo de que en la actividad de
las teorías en clases de referencia y, partiendo de estas clases, ha- seleccionar teorías se presuponen valores -valores epistémicos
cer inducciones conforme a la regla directa. Y esta idea, como como «coherencia)), «plausibilidad», «razonabilidad», «simplici-
demostró Ernest Nagel en una importante monografía, no es en dad», «elegancia» y similares- era intentar demostrar que la cien-
absoluto realista. 15 El cuarto problema, y en ningún modo el de cia procede mediante un método sintáctico formal. Para decirlo
menor importancia o interés, tiene que ver con la desmedida (aun- muy brevemente, Carnap quería reducir la elección de teorías a
que a mi juicio digna de alabanza) ambición metafísica de Rei- un algoritmo. Pero los únicos algoritmos que era capaz de conce-
chenbach, 16 quien no sólo quería reducir toda la inducción a una bir se limitaban a problemas de muestreo muy simples (tales como
sola regla, sino que además pretendía disponer de una «justifica- estimar la frecuencia relativa de bolas rojas en una urna a partir
ción» deductiva de esa regla; es decir, una prueba deductiva de de una muestra de bolas extraídas de la urna). Nadie tiene hoy la
que, si hay algún método que funcione, entonces el método de la menor esperanza en el éxito del proyecto de Carnap. 19
regla directa funciona. En resumen, Reichenbach quería «resolver Karl Popper (a quien conocí mucho más tarde y con quien
el problema de Hume» tal y como él lo entendía. (Yo he demos- coincidí sólo en una o dos ocasiones) rechazaba la idea misma de
trado, dicho sea de paso, que la misma característica que hace in- lógica inductiva (de hecho, pensaba que la ciencia empírica sólo
consistente la regla directa de Reichenbach es esencial al argu- tenía necesidad de la lógica deductiva y la observación), pero tam-
mento de la «justificación», y, por tanto, no es posible tener una bién él pretendía reducir el método científico a una regla simple:
regla consistente que admita una «justificación» reichenbachia- contrastar todas las teorías que sean lo bastante falsables y rete-
na.)17 No obstante, en el proceso de «justificar» la inducción (pro- ner únicamente a las supervivientes. Pero tampoco esto funcio-
ceso que él creía haber culminado), Reichenbach debía suponer na: cuando una teoría entra en conflicto con lo que previamente
que tenía a su disposición enunciados observacionales sin valor considerábamos un hecho, a veces abandonamos la teoría y otras
predictivo (de otro modo se tendría que haber usado la «induc- lo supuestamente fáctico. Ésta es una decisión, como observaba
ción» para verificarlos, incurriendo así en una regresión infinita). Quine en un pasaje antes citado, que depende de concesiones que
Pero el propio Reichenbach, en un hermoso debate con C. I. Le- «cuando son racionales, son pragmáticas» -y ello significa (aun-
wis, argumentó (correctamente, bajo mi punto de vista) que no que Quine, por supuesto, no diga tal cosa) que depende de juicios
existen semejantes enunciados observacionales. 18 En definitiva, informales de coherencia, plausibilidad, simplicidad y simila-
Reichenbach suscribía la tesis de A. E. Singer Jr. de que «El conoci- res.'° Tampoco es el caso que cuando dos teorías entran en con-
miento de hechos (particulares) presupone el conocimiento de teo- flicto los científicos esperen hasta que los datos observacionales
rías (es decir, de generalizaciones)», pero en su «argumento de la permitan decidir entre ellas, como exige la filosofía de la ciencia
justificación» presuponía tácitamente la falsedad de esta tesis. popperiana.
En 1953, tras un año con una beca Rockefeller y otro dando Un ejemplo al que recurro a menudo al tratar esta cuestión es
cursos de doctorado en la Northwestern University, ingresé en la el siguiente: tanto la teoría de la gravitación de Einstein como la
facultad de Princeton en calidad de profesor adjunto, y conocí in- teoría de Alfred North Whitehead de 1922 (de la que muy poca
LA EVASIÓN DE LOS VALORES[ ... ] 167
gente ha oído hablar) concuerdan con la relatividad especial, y am- serían igualmente aplicables a nuestros valores epistémicos, y lo
bas predecían los conocidos fenómenos de la desviación de la luz he hecho porque sólo si nos apercibimos de ello nos daremos cuen-
por la acción gravitatoria, el carácter no newtoniano de la órbita de ta de hasta qué punto, en efecto, el relativismo se autorrefuta. Con-
Mercurio y la órbita exacta de la Luna, entre otras cosas. 21 No obs- sidérense por ejemplo las bien conocidas tesis de Richard Rorty,
tante, la teoría de Einstein fue aceptada y la de Whitehead rechaza- quien sostiene que deberíamos librarnos por completo de la no-
da cincuenta años antes de que nadie pudiese siquiera concebir ción de un mundo objetivo, y hablar en vez de eso de concepciones
una observación que permitiese decidir entre ambas. En realidad, que <<nuestracultura» aceptaría (algunas veces, añade «en su mejor
hay numerosísimas teorías que deben rechazarse por motivos no momento»). Esta tesis de que todo lo que hay tras los valores -in-
observacionales, en tanto la regla «comprueba toda teoría que se cluidos los valores epistémicos~ es el consenso en <<nuestra» cul-
le pueda ocurrir a cualquiera» es imposible de seguir. Como Bro- tura presupone que al menos algunas de nuestras afirmaciones de
nowski le escribió una vez a su amigo Popper: "¡ Si llegaran a tu sentido común pueden ser aceptadas sin una reinterpretación filo-
mesa tantas teorías disparatadas como llegan a la mía, no afirma- sófica de la clase propuesta. Por ejemplo, hablar de «culturas» só-
rías que los científicos comprueban todas las teorías falsables!»." lo tiene sentido cuando se presupone el discurso sobre otras per-
En pocas palabras, en la física se presuponen juicios de cohe- sonas, sobre creencias, en pocas palabras, la idea de un mundo
rencia, simplicidad, etc. Y sin embargo la coherencia, la simplici- común. Si Rorty dijera que el discurso sobre otras personas equi-
dad y similares son valores. Es más, todos y cada uno de los cono- vale a meras «marcas y nüdos» que le ayudan a «funcionan) mejor,
cidos argumentos a favor del relativismo en ética pueden repetirse dejaría claro que su discurso sobre «los estándares de nuestra cul-
con respecto a esos valores epistémicos. El argumento de que los tura» es vacío por méritos propios. El realismo del sentido común
valores éticos son metafísicamente «sospechosos» porque (entre acerca de las perspectivas de los otros miembros de mi cultura ca-
otras cosas) carecemos de órgano sensorial para percibir la "bon- rece de sentido si va acompañado de un antirrealismo acerca de
dad» podría modificarse de modo que rezara: «Los valores episté- cualquier otra cosa. Si, como a Rorty le gusta afirmar, la noción de
micos son ontológicamente sospechosos porque carecemos de ór- un mundo objetivo no tiene sentido, entonces la noción de ,mues-
gano sensorial para percibir la simplicidad y la coherencia». Los tra cultura» no puede ser nada más que la fantasía particular de
conocidos argumentos a favor del relativismo o del no cognitivis- Rorty, y si no hay nada semejante a una justificación objetiva -ni
mo a partir de las diferencias interculturales con respecto a los siquiera de las afirmaciones sobre lo que otras personas creen-,
valores (argumentos a menudo derivados de la imagen de las dis- entonces el discurso rortyano sobre la «solidaridad» con las con-
tintas culturas como «inconmensurables», tan de moda hoy en día cepciones de «nuestra cultura» es mera retórica.
pero a mi entender completamente insostenible) podrían también Rorty, por supuesto, estaría de acuerdo conmigo en que la in-
modificarse de modo que sostuviesen que hay diferencias intercul- vestigación científica presupone tomarse en serio afirmaciones
turales con respecto a qué creencias son más «coherentes», «plau- que no son en sí mismas científicas, incluidas afirmaciones de
sibles», «más simples en tanto que explicaciones de los hechos», valor de toda clase; simplemente añadiría que debemos abando-
etc.; y tanto en el caso de la ética como en el de la ciencia seguiría nar la idea de que existe algo semejante a la objetividad tanto en
habiendo quien dijese que, cuando culturas distintas difieren en- la investigación científica como en la no científica. Pero al me-
tre sí, decir que una de las partes está objetivamente en lo cierto nos algunos de los filósofos que desean aceptar la idea de objeti-
es mera retórica. 23
vidad científica, pero no la de que la ciencia presupone juicios
Acabo de poner énfasis en que, si fuesen correctos, los conoci- que no son en sí misn10s científicos, adoptarían una estrategia
dos argumentos a favor del relativismo con respecto a los valores distinta.
168 RACIONALIDAD Y VALOR

De hecho, la alternativa que cuenta con más partidarios


pensar que la existencia de afirmaciones justificadamente
de
aseve-
r CONCLUSIÓN
LA EVASIÓN DE LOS VALORES [ ... ] 169

rables relativas a cuestiones no científicas -con respecto a si algo He argumentado que los juicios de razonabilidad, incluso si 'i
es más plausible, más coherente y/o más simple que otra cosa- es son tácitos, se presuponen en la investigación científica (es más,
un presupuesto de la actividad de acumular conocimiento incluso los juicios de coherencia son esenciales aun en el nivel de la ob- 1
'
en la física, la ciencia paradigmática, es la epistemología «fiabi- servación: tenemos que decidir de qué observaciones fiarnos, de 1
lista» propuesta por Alvin Goldman. 24 Según esta epistemología, qué científicos fiarnos y, algunas veces, incluso de cuáles de nues-
lo que hace que una creencia sea justificable en ciencia es que su tros recuerdos fiarnos). He argumentado que los juicios de razo-
aceptación se haya alcanzado mediante un método «fiable», en el nabilidad pueden ser objetivos y que poseen todas las propiedades
sentido de que la probabilidad de que desemboque en la acepta- características de los juicios de valor. En pocas palabras, he argu-
ción de hipótesis verdaderas sea elevada. Se han presentado obje- mentado que mis maestros pragmatistas estaban en lo cierto cuan-
ciones sólidas_ a esta idea, y Goldman ha alterado en modos sofis- do afirmaban que «el conocimiento de hechos presupone el cono-
ticados su formulación original con el fin de hacerles frente, pero cimiento de valores». Pero la historia de la filosofía de la ciencia
ésta no es la razón por la que sostengo que su enfoque no funcio- del último medio siglo ha sido en gran medida la historia de los
na. Para ver por qué no lo hace, considérese simplemente la pre- intentos de evadir esta cuestión -algunos de ellos resultarían di-
gunta: «¿En qué "método" se apoyaba Einstein cuando aceptó las vertidos si la sospecha ante la idea misma de justificar un juicio
¡1
teorías especial y general de la relatividad?». de valor que les caracteriza no tuviese implicaciones tan graves-. .!
Las propias concepciones de Einstein son harto conocidas. Él Esta historia pone de manifiesto que cualquier fantasía -la fan- 1
mismo nos cuenta que llegó a la teoría especial de la relatividad tasía de hacer ciencia usando únicamente la lógica deductiva (Pop- 11

lli
al aplicar una crítica empirista a la noción de «simultaneidad», y a per), la de justificar deductivamente la inducción (Reichenbach),
1
la teoría general de la relatividad buscando la teoría de la grave- la de reducir la ciencia a un simple algoritmo para el muestreo
dad «más simple» que fuese a la vez compatible con la relatividad (Carnap), la de seleccionar las teorías en función de un conjunto
especial en el dominio infinitesimal. Sabemos que los físicos que de «condicionales observacionales verdaderos» que tan misterio-
aceptaron estas dos teorías también creían que esas considera- samente está a nuestra disposición o bien «contentarnos con la
ciones en su favor resultaban lo bastante concluyentes. Ambos psicología» (Quine)- parece preferible a reconsiderar por com-
métodos son completamente específicos en lo que respecta al tema pleto el dogma (¿el último dogma del empirismo?) de que los he-
que tratan (tanto es así que la clase de referencia de las teorías chos son objetivos y los valores son subjetivos, y «ambas cosas
implicadas es demasiado pequeña para que tenga ningún sentido nunca deben mezclarse». Los pragmatistas llevan más de un siglo
hablar aquí de «probabilidades»), y ambos métodos presuponen reclamando esta reconsideración. ¿ Cuándo dejaremos de evadir la
juicios de razonabilidad. 25
Y resulta que los juicios de razonabili- cuestión y concederemos al desafío pragmatista la atención que
dad no se subsumen en clases a las que podamos asignar proba- merece por su importancia?
bilidades.26 En suma, no sólo no existe razón alguna para pensar
que los tipos de juicio de los que estoy hablando -los juicios de
razonabilidad- puedan reducirse a juicios no normativos; ni si-
quiera existe un esbozo convincente de cómo sería semejante re-
ducción.
NOTAS

Prefacio

1. No hay que arredrarse ante el título abstrusamente técnico de la


obra de Walsb, Rationality, Allocation and Reproduction (Oxford, Ciaren-
don Press, 1996): imagínese que se titula simplemente «Racionalidad y
Economía». En mi opinión, se trata de una obra de lectura obligada pa-
ra cualquiera que esté interesado en la cuestión. No puedo resistirme a
recomendar también la deliciosa obra temprana de Walsh Scarcity and
Evil (Englewood Cliffs, NJ, Prentice-Hall, 1961).

Introducción

1. El lector hallará las referencias en las notas a los capítulos indivi-


duales de este libro.
2. Véanse las citas en el capítulo 3.

PRIMERA PARTE: EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR

Capítulo 1. Los antecedentes empiristas

l. Según Kant, las tres piedras de toque de un juicio analítico son: 1)


· que su negación entrañe una contradicción (y, por tanto, entre en con-
flicto con la ley básica de la lógica, el principio de no contradicción), 2)
que su sujeto contenga a su predicado, y 3) que sea explicativo más que
informativo (es decir, que no amplíe nuestro conocimiento sino que só-
lo haga explícito eí conocimiento implícito). Kant daba por sentado que
cualquier juicio que tenga una de estas tres características posee tam-
r
172 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR [ ... ] NOTAS 173
bién las otras dos. Sin embargo, tras la revisión de la distinción entre 8. «Two Dogmas of Empiricism», en W. V. Quine, From a Logical Point
juicios analíticos y sintéticos, que Frege llevó a cabo a la luz de sus pro- ofView, Cambridge, MA, Harvard University Press, 1953, págs. 20-46 (trad.
pias contribuciones a la lógica, ya no puede esperarse que estas tres ca- cast.: ((Dos dogmas del empirismo», en W. V. Quine, Desde un punto de vis-
racterísticas coincidan. En particular, 2) se derrumba irremediablemen- ta lógico, 2" edición revisada. Barcelona, Paidós, 2002, págs. 61-91). Una
te como criterio para determinar el estatus de un juicio cualquiera (tras versión anterior apareció en la Philosophical Review (enero de 1951).
la demostración de Frege de que no todos los juicios tienen una estruc- 9. «The Analytic and the Synthetic», compilado en Hilary Putnam,
tura sujeto-predicado). Y también 3) deja de ser operativa: Frege está in- Philosophical Papers, vol. 2, Mind, Language and Reality, págs. 33-69.
teresado precisamente en destacar sus diferencias con Kant al afirmar 10. Quine hace esto con la ayuda de lo que él llama «un concepto so-
que las verdades de la aritmética son en realidad analíticas y aun así cializado de sinonimia estimulativa». Véase W. V. Quin e, Word and Ob-
amplían nuestro conocimiento. Lo que hace que una verdad sea analíti- ject, Cambridge, MA, MIT Press, 1960, págs. 55-57 (trad. cast.: Palabra y
ca para Frege es su propia versión de 1): a saber, que pueda ser lógica- objeto, Barcelona, Labor, 1968, págs. 62-64).
mente derivada de las (por él llamadas) «leyes básicas de la lógica» (pa- 11. Ésta es precisamente la función que Rudolf Carnap quería que
ra la diferencia entre Frege y Kant aquí, véase la nota 61 en James desempeñase la noción de lo analítico: ((Las matemáticas, en tanto quera-
Conant, «The Search for Logically Alien Thought», en The Philosophy of ma de la lógica, son [ ... ] tautológicas. Para decirlo en terminología kan-
Hilary Putnam, Philosophical Tapies, vol. 20, nº l [primavera de 1992], tiana, los enunciados matemáticos son analíticos, -no sintéticos a priori.
pág. 172). Los positivistas lógicos, siguiendo al Wittgenstein del Tracta- El apriorismo queda así privado de su argumento más poderoso. El em-
tus, intentaron combinar la tesis de Frege de que las verdades matemá- pirismo, la concepción según la cual no hay conocimiento sintético a
ticas son analíticas (contra Kant) con la tesis de Kant de que todos los priori, siempre ha tropezado con enormes dificultades al interpretar las
juicios analíticos son meramente explicativos y no informativos (contra matemáticas, un obstáculo que Mill no consiguió superar. Esta dificultad
Frege). queda superada por el hecho de que los enunciados matemáticos no son
2. Véase «Objectivity and the Science/Ethics Distinction», compilado empíricos, ni sintéticos a priori, sino analíticos)). Véase Carnap, (<The Old
en Putnam, Realism with a Human Face, Cambridge, MA, Harvard Uni- and the New Logic», publicado originalmente en alemán en el volumen 1
versity Press, 1990, págs. 163-178. de Erkenntnis (1930-1931), reimpreso en inglés en A. J. Ayer (comp.), Lo-
3. Argumenté esto por primera vez en «The Refutation of Conventio- gical Positivism, Nueva York, Free Press, 1959, págs. 60-81 (trad. cast.: El
nalism», compilado en mis Philosophical Papers, vol. 2, Mind, Language positivismo lógico, Madrid, Fondo de Cultura Económica, 1977).
and Reality, Cambridge, Cambridge University Press, 1975, págs. 153- 12. Hablo del concepto de lo analítico (tal como lo conciben Carnap
191. Véase también mi «Convention: A Theme in Philosophy», en Philo- Y sus sucesores) como <dnflado» porque fue ampliado hasta incluir la to-
sophical Papers, vol. 3, Realism and Reason, Cambridge. Cambridge Uni- talidad de las matemáticas con el añadido ( en varios autores) de princi-
versity Press, 1983, págs. 170-183. pios acerca de la topología del tiempo y demás.
4. «Verdadero sólo en función de las reglas de L>>es la caracteriza- 13. Aunque Hume no dice exactamente esto en ninguna parte, el
ción que hace Carnap de las oraciones analíticas en la pág. 432 de <<Tes- principio <(ningún debe a partir de un es» ha sido considerado por casi
tability and Meaning», Philosophy of Science, vol. 3, nº 4, 1936, págs. 419- todo el mundo la secuela de la (<observación» con la cual Hume concluye
471, y vol. 4, nº !, 1937, págs. 1-40. el Treatise en el Libro III, Parte 1, sección I (y de la que afirma que «no
5. Omito el papel desempeñado en esta historia por Frege, en cuya puedo por menos de añadir [ ... ] que quizá pueda ser estimada de cierta
obra los positivistas intentaron basarse pese a modificar la original con- importancia))). Hume dice que en todos los ((sistemas de moralidad» que
cepción fregeana de la analiticidad de una proposición. él ha encontrado el autor empieza por «el modo corriente de razonar»,
6. W. V. Quine, «Carnap and Logical Truth», en P. A. Schilpp (comp.), demostrando, digamos, la existencia de Dios o describiendo la sociedad
The Philosophy of Rudolf Carnap, La Salle, Ill., Open Court, 1963, pág. 405. humana, y súbitan1ente cambia de «es» o «no es» a (<debe» o (<no debe»,
7. !bid., pág. 406. por ejemplo de <(Dioses nuestro creador» a «debemos obedecerle)). Nun-
174 EL.DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR[ ... ] NOTAS 175

ca se ofrece ninguna explicación de esta «nueva relación)}, y Hume deja que surge de una complejidad de circunstancias, las cuales, al ser presen-
claro que para él este paso es injustificable. Véase David Hume, A Treati- tadas al espectador, provocan el sentimiento de censura según la estructu-
se of Human Nature, edición a cargo de L. A. Selby-Biggs y P. H. Nid- ra y constitución particulares de su mente>> (!bid., págs. 287-288; cursiva
ditch, Oxford, Oxford University Press, 1978, págs. 469-470 (trad. cast.: en el original). Como resulta evidente por el mero contexto, lo que aquí va-
Tratado sobre la naturaleza humana, Madrid, Ternos, 1988, pág. 225). le para el «crimen» vale también para la «virtud» y el «vicio» en general:
14. Esto lo señaló Elijah Milgram en «Hume on Practical Reasoning>> no hay cuestión de hecho acerca del carácter virtuoso o vicioso de una ac-
(Treatise 462-469), Iyyun: The Jerusalem Philosophical Quarterly, nº 46, ju- ción. Lo que confunde a Stevenson es que Hume también sostiene que, en
lio de 1997, págs. 235-265; y en «Was Hume a Humean?», Hume Studies, la práctica, la gran mayoria de las personas, si estuvieran plenamente in-
vol. 21, nº 1, abril de 1995, págs. 75-93. formadas acerca de las circunstancias (y se esforzaran lo bastante como
15. Aquí sigo el análisis de Milgram, citado en la nota anterior. para considerarlas con imparcialidad), aprobarían o desaprobarían las
16. Aunque Charles L. Stevenson, entre otros, piensa que la tesis de mismas acciones bajo la influencia del «sentimiento de humanidad». Pero
Hume es la de que los juicios de valor son juicios fácticos, creo que esta in- esto no es lo mismo que decir que la idea de una buena acción es la idea de
terpretación es errónea. Según escribe Stevenson en Facts and Values una acción que la mayoría de la gente aprobaría; si así fuese, Hume no po-
(New Haven, Yale University Press, 1963), pág. 11, Hume define «en efec- dria negar que se trata aquí de una «cuestión de hecho».
to)) lo bueno como lo <(?,probado por la mayoría de las personas». En su 17. Como ya he mencionado, esta lectura de Hume se la debo a Eli-
obra anterior Ethics and Language (New Haven, Yale University Press, jah Milgram.
1944), pág. 276 (trad. cast.: Ética y lenguaje, Barcelona, Paidós, 1984), la 18. Véanse las citas de la nota 16.
formulación de Stevenson es que «del modo en que Hume define los tér- 19. John Rawls, «Kantian Constructivism in Moral Theory)>, recopi-
minos morales, se sigue que un enunciado como "algo es bueno si y sólo si lado en John Rawls, Collected Papers, edición a cargo de Samuel Free-
la gran mayoría de las personas, estando plena y claramente informadas man, Cambridge, MA, Harvard University Press, 1999, págs. 303-358.
sobre ese algo, lo aprobarían" es un enunciado analítico». Sin embargo, Véase también la compilación hecha por Barbara Hermande las Lectu-
Hume distingue rotundamente entre «un error de hecho y otro de derecho» res on the History of Moral Philosophy de Rawls (Cambridge, MA, Har-
en el apéndice I a su Enquiry Conceming the Principies of Morals (numera- vard University Press, 2000).
da como sección 241 en la edición de Selby-Bigge). Véase L. A. Selby-Big- 20. El locus classicus de esta versión de la concepción ética de los po-
ge (comp.), Enquiries Conceming the Human Understanding and the Prin- sitivistas lógicos es {<TheNature of Ethics», el capítulo 17 de la obra de
cipies of Morals, by David Hume, Oxford, Clarendon Press, 1975, pág. 290 Hans Reichenbach, The Rise of Scientific Philosophy (Berkeley, University
(trad. cast. -aquí ligeramente retocada-: Investigación sobre los princi- ofCaliforniaPress, 1951).
pios de la moral, Madrid, Alianza, 1993, pág. 174). Esto es lo que sigue a la 21. Rudolf Camap, The Unity of Science, Londres, Kegan Paul, Trench,
sección (numerada como 237 por Selby-Bigge) en la que Hume pregunta: Hubner, 1934, págs. 26-27.
«¿Dónde está la cuestión de hecho que aquí llamamos crimen?; señalad.la; 22. Aquí Carnap se refiere al llamado «primen> Wittgenstein, el del
determinad el momento de su existencia; describid su esencia o naturale- Tractatus.
za; exponed el sentido o la facultad a los que se manifiesta. Reside en el al- 23. !bid., pág. 22.
ma de la persona ingrata; tal persona debe, por tanto, sentirla y ser cons- 24. Resulta algo confuso, sin embargo, qué significa exactamente
ciente de ella. Pero nada hay ahí, excepto la pasión de mala voluntad o ((consecuencia lógica)) en la interpretación de la distinción kantiana. Pa-
absoluta indiferencia. Mas no podemos decir que siempre y en todas las ra una propuesta en este sentido, véase el capítulo quinto de Hilary Put-
circunstancias estas cosas sean crímenes. No; sólo son crímenes cuando se nam, Philosophical Papers, vol. 3, Realism and Reason, Cambridge, Cam-
dirigen contra personas que previamente han expresado y manifestado bridge University Press, 1983, págs. 94-95.
buena voluntad para con nosotros. En consecuencia, podemos inferir que 25. Así reza el título de un capítulo de The Rise of Scientific Philo-
el crimen de la ingratitud no es ningún hecho individual en particular, sino sophy, citado en una nota anterior.
176 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/vALOR [ ... ] NOTAS 177

26. Esto no equivale a negar que haya diferencias importantes entre bach: Realist and Verificationist», en Juliet Floyd y Sanford Shieh (comps.),
los positivistas lógicos en el tema de hasta qué punto son «vacíos>> los Future Pasts (Oxford, Oxford University Press, 2001), págs. 277-287.
enunciados valorativos. Reichenbach difería de Carnap en su insistencia 32. Véase la explicación de Carnap del desarrollo de las concepciones
en que los «juicios)> éticos son imperativos y los imperativos pueden «im- de los positivistas lógicos en «Testability and Meaning».
plican> otros imperativos, por lo que puede haber relaciones lógicas entre 33. En la parte II de «Testability and Meaning», Carnap introducía
ellos (a diferencia de lo que ocurre con secuencias arbitrarias de pala- (por medios extremadamente restringidos) una noción de «reducción», y
bras). Por su parte, Stevenson, pese a recalcar que los enunciados emoti- sustituía el requisito positivista lógico de que todos los predicados fácti-
vos carecen de «contenido cognitivo», pretendía proporcionar lo que él cos sean definibles mediante términos observacionales por el requisito,
llamaba una <<lógica>> del discurso emotivo. más flexible, de que se'an reductibles a tales términos. El efecto principal
27. Enquiry Concerning the Principies of Morals, op. cit., pág. 290 (trad. de esta flexibilización, en realidad el único importante, fue que podían
casi.: pág. 174). aceptarse como cognitivamente significativos los predicados disposiciona-
28. Las páginas que Stanley Cavell dedica a Stevenson en la parte III les como soluble. Tales predicados corresponden, en lenguaje ordinario, a
de su The Claim of Reason (Oxford, Clarendon Press, 1979), págs. 259- los predicados de la forma «Si x fuese sometido a la condición experimen-
273, resultan devastadoras por el modo en que revelan que Stevenson ca- tal C (por ejemplo, fuese sumergido en agua), tendría la propiedad P (por
recía completamente de~ oído necesario para distinguir un verdadero ar- ejemplo, se disolvería)», donde C y P son términos observacionales.
gumento ético. («Testability and Meaning», loe. cit., págs. 431-453.)
29. Estrictamente hablando, esta afirmación es cierta sólo si pasa- 34. «The Foundati.ons of Logic and Mathematics», en lnternational
mos por alto los cuerpos astronómicos (por ejemplo, las lunas de Júpi- Encyclopedia of Unified Science, vol. 1, parte I, Chicago, Chicago Univer-
ter), visibles únicamente a través de un telescopio. Que yo sepa, Hume sity Press, 1938, págs. 139-214 (trad. casi.: Fundamentos de lógica y ma-
nunca discute el estatuto de tales objetos. temáticas, Madrid, Talleres Ediciones JB, 1975). Véase especialmente el§
30. Puede aducirse, por supuesto, que la noción newtoniana de fuer- 24, «Elernentary and Abstract Terrns», págs. 203-209.
za gravitacional se refería a algo inobservable, pero el mismo Newton de- 35. Physics, the Elements, Cambridge, Cambridge University Press,
sautorizó esta interpretación al decir, por ejemplo: «No considero aquí 1920, pág. 122. Para una discusión completa (y sumamente benévola) de
cómo pueden producirse estas atracciones. Lo que llamo atracción pue- la concepción de Campbell, véase R. B. Braithwaite, Scientific Explana-
de producirse por impulso, o por algún otro medio desconocido para tion, Cambridge, Cambridge University Press, 1946.
mí». Y Clarke, el seguidor de Newton (algunos lo llamarían su «porta- 36. Carnap, «The Foundations of Logic and Mathematics», §24, pág.
voz») expresó con una rotundidad aún mayor este punto de vista antime- 207.
tafísico en su controversia con Leibniz: «Es muy poco razonable, además 37. Un estudio clásico de los problemas reconocidos por los mismos
de un término afilosófico, llamar a la atracción un milagro, tras haberse positivistas es el de C. G. Hempel, «Implications of Carnap's Work for the
tan a menudo declarado inequívocamente que por este término no que- Philosopliy of Science», en P. A. Schilpp (comp.), The Philosophy of Ru-
remos expresar la causa de que los cuerpos tiendan los unos hacia los dolf Carnap (La Salle, IL, Open Court, 1963), págs. 685-710. Para una crí-
otros, sino meramente el efecto, o el fenómeno mismo, y las leyes o pro- tica de la posición de Carnap posterior a 1939, véase mi «What Theories
porciones de la tendencia, descubiertas mediante la experiencia [ ... ]». Ci- Are Not», en E. Nagel, P. Suppes y A. Tarski (comps.), Logic, Methodology
tado por Alexandre Koyré en From the Closed World to the Infinite Uni- and Philosophy of Science (Stanford, CA, Stanford University Press, 1962),
verse (Baltimore, John Hopkins Press, 1957), pág. 271 (trad. cast.: Del págs. 240-252. Recopilado en Hilary Putnam, Philosophical Papers, vol. 2,
mundo cerrado al universo infinito, Madrid, Siglo XXI, 2000). Mathematics, Matter and Method (Cambridge, Cambridge University Press,
31. Reichenbach es una excepción a ello; véase «Reichenbach's Metaphy- 1975), págs. 215-227.
sical Picture», en Hilary Putnam, Words and Life (Cambridge, MA, Harvard 38. Aquí disiento por completo de Thomas Ricketts, que sostiene que
University Press, 1994), págs. 99-114: y Hilary Putnam, «Hans Reichen- las propias doctrinas de Carnap están libres de compromiso metafísico.
1
178 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR [ ... ] NOTAS 179
Véase Ricketts, «Carnap's Principle of Tolerance, Empiricism, and Con- 43. «Crueh no es una disposición observacional en el sentido de Car-
ventionalism», en Peter Clark y Bob Hale (comps.), Reading Putnam, Ox- nap, porque no podemos decir exactamente en qué circunstancias y en
ford, Blackwell, 1994, págs. 176-200, y mi réplica, ibid., págs. 280-281. qué conducta observables se manifiesta exactamente la crueldad, es de-
39. En su réplica al artículo de Hempel (citado más arriba) en The cir, no podemos captar la noción mediante un conjunto finito de «enun-
Philosophy of Rudolf Camap, págs. 958-966, Carnap habla de «los térmi- ciados reductivos>>.
nos completamente interpretados de V [el "vocabulario observacional"]))
0 44. Donald Davidson, Essays on Actions and Events, Oxford, Ciaren-
(pág. 960), y dice que los postulados teóricos y los postulados de corres- don Press, 1960; véase también la segunda parte de Hilary Putnam, The
pondencia [postulados que contienen a la vez términos teóricos y obser- Threefold Cord: Mind, Body and World, Nueva York, Columbia University
vacionales] proporcionan «una interpretación parcial» de los términos Press, 1999 (trad. cast.: Sentido, sinsentido y los sentidos, Barcelona, Pai-
teóricos (pág. 959). dós, 2000).
40. Vivían Walsh me dice que esto le fue sugerido por William Demo- 45. Por ejemplo, Paul Churchland ha escrito: «El motivo real subyacen-
polis en una comunicación personal. te al materialismo eliminativista [el programa de Churchland] es la sos-
41. Entre los primeros de estos ataques se cuentan el de Thomas Kuhn pecha de que la cinemática "proposicional" y la dinámica "lógica" de la psi-
en The Structure of Scientific Revolutions, originalmente incluido en The cología popular* constituyen una explicación radicalmente falsa de las
Encyclopedia of Unified Science, edición combinada, vol. 2 (Chicago, Uni- actividades cognitivas de los seres humanos y de los animales superiores en
versity of Chicago Press, 1955), y posteriormente publicado por separado general. [ ... ] En pocas palabras, la sospecha ante las actitudes proposicio-
(Chicago, University of Chicago Press, 1977) (trad. cast.: La estructura de nales es que [ ... ] son demasiado parecidas al flogisto, el calórico y los cua-
las revoluciones científicas, México, Fondo de Cultura Económica, 1975); tro principios de la alquimia medieval (declaradamente inexistentes)». «Ac-
el de Norwood Russell Hanson en Pattems of Discovery (Cambridge, Cam- tivation Vectors versus Propositional Attitudes: How the Brain Represents
bridge University Press, 1958) (trad. cast.: Patrones de descubrimiento: ob- Reality», Philosophy and Phenomenological Research, vol. 52, nº 2 (1992),
servación y explicación, Madrid, Alianza, 1985); y el de Hilary Putnam pág. 420.
en «What Theories are Not», recopilado en Mathematics, Matter, and Met- 46. Actualmente estos estados neurológicos se suelen caracterizar de
hod (Cambridge, Cambridge University Press, 1975). manera indirecta, como los <iejecutores» de «estados funcionales» apro-
42. «Los términos de V [el "vocabulario observacional"] son propieda- piados. Ésta es la concepción de David Lewis, «An Argument for the Iden-
0

des observables de cosas o acontecimientos (por ejemplo, "azul", "calien- tity Theory», en sus Philosophical Papers, voLl (Oxford, Oxford Univer-
sity Press, 1983), págs. 99-107.
te", "grande", etc.) o relaciones observables entre ellos (por ejemplo, "x es
más caliente que y", "x es continguo ay", etc.).>) Rudolf Caniap, «The Met- 47. Ésta es la concepción que propuse en una serie de artículos escri-
tos entre 1960 y 1975 bajo el nombre de «Funcionalismo>>. (Para un aná-
hodological Character of Theoretical Concepts)), en Minnesota Studies in
the Philosophy of Science, vol. 1, The Foundations of Science and the Con-
cepts of Psychology and Psychoanalysis, compilado por Herbert Feigl y Mi- * Folk psychology, literalmente «psicología popular» o «común>). En este contexto,
chael Scriven (Minneapolis, University of Minnesota Press, 1956, 1976), los adjetivos ((popular)) o (<común)) no deben entenderse prima facie como sugiriendo
una concepción vulgar que debe ser corregida por la ciencia. La psicología popular
pág. 41. «Una propiedad observable puede ser considerada un mero caso consiste en la atribución de racionalidad a nuestras acciones en función de nuestros
especial de una disposición comprobable; por ejemplo, la operación de deseos y creencias. Por ejemplo, la acción de alguien de salir por cenieza es explicada
comprobar si una cosa es azul, silbante o fría, consiste nada más que en por su deseo de beber cenieza y su creencia de que encontrará una tienda o un bar
abierto donde conseguirla. Estas creencias y deseos constituyen actitudes (que pueden
observar, escuchar o tocar la cosa, respectivamente. Sin embargo, en la
entenderse en el sentido conductista de (<disposiciones a la acción») expresables me~
reconstrucción del lenguaje resulta conveniente tomar ciertas propieda- <liante proposiciones entre las cuales se predican relaciones lógicas; de ahí la referencia
des cuyo procedimiento de comprobación es extremadamente simple (co- metafórica de Churchland a la «cinemática proposicional>i y la «dinámica lógica)) de la
psicología popular. Eliminativistas al margen, una gran mayoría de autores consideran
mo en los tres ejemplos que se acaban de_mencionar) por ser directamen-
la folk psychology un mecanismo explicativo legítimo en filosofía y ciencia cognitiva.
te observable, y considerarlas primitivas en L,,». !bid., pág. 65. (N. del t.)
180 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR [ ... ] NOTAS 181
lisis de estos artículos, y de mis razones para abandonar esta concep- thematical Necessity» y «Philosophy of Mathematics: Why Nothing
ción, véase la entrada «Putnam, Hilary>>en Samuel Guttenplan [comp.], Works», recogidos en Words and Life (Cambridge, MA, Harvard University
A Companion to the Philosophy of Mind [Oxford, Blackwell, 1994]. págs. Press, 1994).
507-513; los artículos mismos están recopilados en Hilary Putnam, Phi- S. Vivían Walsh, «Philosophy and Economics», en J. Eatwell, M. Mil-
losophical Papers, vol. 2, Mind, Language and Reality [Cambridge, Cam- gate y P. Newman (comps.), The New Palgrave: A Dictionary of Econo-
bridge University Press, 1975).) Jaegwon Kim defiende una concepción mics, vol. 3, Londres, Macmillan, 1987, págs. 861-869.
similar en {<Psychophysical Supervenience)), recogido en su Supervenien- 6. Morton White, Toward Reunion in Philosophy, Cambridge, MA,
ce and Mind (Cambridge, Cambridge University Press, 1993). Critico el Harvard University Press, 1956.
argumento de Kim (desde mi punto de vista actual) en The Threefold Cord: 7. Véanse The Collected Papers ofCharles Sanders Peirce, vol. 1, Princi-
Mind, Body and World, op. cit., págs. 93-134. pies of Philosophy, (comps.), Charles Hartshorne y Paul Weiss, Cambrid-
48. Ésta es mi cosecha de las conversaciones mantenidas en su casa ge, MA, Harvard University Press, 1931), §176-283, y vol. 5, Pragmatism
en el Institute far Advanced Studies de Princeton, del que Walsh era and Pragmaticism, 1934, §120-150; para una discusión más extensa, véase
miembro en 1953-1954. Él pensaba que, al menos por el momento, esos Christopher Hookeway, Peirce (Londres, Routledge, 1992). «Philosophy
estados sólo podían caracterizarse por sus efectos, por ejemplo, como and the Sciences: A Classification», en Justus Buchler (comp.), The Philo-
«el estado neurológico responsable de tal y cual conducta)), donde «res- sophical Writings of Peirce (Nueva York, Dover, 1955), págs. 60-73, reúne
ponsable de)) significa «n0rmalmente es la causa de», no «invariable- una excelente selección de observaciones de Peirce sobre esta cuestión.
mente es la causa de». Se trata de una interesante anticipación de lapo- 8. Roderick Firth, «Epistemic Merit, Intrinsic and Instrumentah, en
sición de David Lewis, descrita en la nota 46. Proceedings and Addresses of the American Philosophical Association, vol.
49. Véase Hilary Putnam, «Functionalism: Cognitive Science or Scien- 55, nº 1, septiembre de 1981, págs. 5-23.
ce Fiction?», en David Marte! Johnson y Christina E. Erneling (comps.), 9. «Was Wittgenstein Really an Antirealist about Mathematics?)>, en
The Future of the Cognitive Revolution, Nueva York, Oxford University Timothy G. McCarthy y Sean C. Stidd (comps.), Wittgenstein in America,
Press, 1987, págs. 32-44. Oxford, Clarendon Press, 2001, págs. 140-194; véase también «Objecti-
vity without Objects», en Hilary Putnam, Ethics without Ontology, Cam-
bridge, MA, Harvard University Press, 2002.
Capítulo 2. La imbricación entre hecho y valor 10. Una buena relación de estas dificultades es la de John Etchemendy
en The Concept of Logical Consequence (Cambridge, MA, Harvard Uni-
1. Por ejemplo, por Hare en Moral Thinking (Oxford, Clarendon Press, versity Press, 1990).
1981), pág. 16. 1 l. Para una discusión más completa del carácter autorrefutatorio
2. Paso por alto aquí la pequeña clase de los «términos de disposicio- del positivismo lógico, véase «Philosophers and Human Understanding>),
nes observables», mencionada en el capítulo precedente, que resulta irre- recogido en mis Philosophical Papers, vol. 3, Realism and Reason (Cam-
levante para mi discusión presente. bridge, Cambridge University Press, 1983), págs. 184-204.
3. «Two Dogmas of Empiricism>) fue leído en la reunión de la Divi- 12. Algunos de estos textos -de Iris Murdoch, John McDowell, R.M.
sión Este de la American Philosophical Association, celebrada en di- Hare y John Mackie- se citan en notas subsiguientes. Además, estoy
ciembre de 1950 en Toronto. Está recogido en Quine, From a Logical pensando en el artículo de David Wiggins «Truth, Invention, and the Mea-
Point ofView (Cambridge, MA, Harvard University Press, 1961), págs. 20- ning of Life», recogido en su Needs, Values, Truth (Oxford, Clarendon
46 (trad. cast.: Desde un punto de vista lógico, 2" edición revisada, Barce- Press, 1998), págs. 87-138, y en el libro de Philippa Foot, Virtues and Vi-
lona, Paidós, 2002). ces (Berkeley y Los Ángeles, University of California Press, 1978), en par-
4. Critico la tendencia de Quine a hablar de las matemáticas como si ticular el artículo «Morality as a System of Hypothetical Imperatives»,
fuesen sintéticas, a pesar de sí mismo, en dos ensayos: «Rethinking Ma- págs. 157-173.
182 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR [ ... ] NOTAS 183

13. El <<teórico del error)) por antonomasia es J. L. Mackie, Ethics: In- 27. Bernard Williams, Ethics and the Limits of Philosophy, Cambrid-
venting Right and Wrong (Harmondsworth, Penguin Books, 1978) (trad. ge, MA, Harvard University Press, 1985.
cast.: Ética: la invención de lo bueno y lo malo, Barcelona, Gedisa, 2000). 28. Bernard Williams, Descartes: The Project of Pure Enquiry, Har-
Su «teoría del error>}será explicada en breve. mondsworth, Penguin, 1978, pág. 237 (trad. cast.: Descartes, el proyecto
14. Las palabras citadas en esta frase están tomadas de la lista de de la investigación pura, Madrid, Cátedra, 1996, pág. 303). Williams deja
ejemplos de José Ortega y Gasset, que se percató muy pronto del fenó- claro, en la página 241, que en este punto coincide con Descartes: «Hay
meno de la imbricación. Véanse sus Obras completas, vol. 6, Madrid, Re- todo tipo de razones para pensar que [ ... ] [la] concepción [absoluta] de-
vista de Occidente, 1923, pág. 317 y págs. 320-321. bería dejar fuera las cualidades secundarias» (trad. cast.: pág. 307).
15. R.M. Hare, Moral Thinking, op. cit., pág. 74. 29. [bid. pág. 247 (trad. cast.: pág. 315).
16. Ibid., págs. 21-22 y 72-75. 30. Bernard Williams, Ethics and the Limits of Philosophy, op. cit.,
17. Elizabeth Anderson, Value in Ethics and Economics, Cambridge, pág. 150.
MA, Harvard University Press, 1993, pág. 102. 31. Aquí resumo brevemente las críticas a la distinción de Williams
18. R. M. Hare, Moral Thinking, op. cit., pág. 72. entre «absoluto» y «relativo a una perspectiva» que expuse en <<Objectivity
19. Partidarios de esto existen desde hace tiempo. Bemard Williams and the Science-Ethics Distinction>), y también en el capítulo 5 de Rene-
cuenta que <daidea de que puede resultar imposible captar un término va- wing Philosophy (Cambridge, MA, Harvard University Press, 1992) (trad.
lorativo a menos que se vea su interés valorativo es fundamentalmente witt- cast.: Cómo renovar la filosofía, Madrid, Cátedra, 1994, págs. 125-159).
gensteiniana. La oí por primera vez en boca de Philippa Foot e Iris Mur- 32. Vivian Walsh, «Smith after Sen», Review of Political Economy,
doch en un seminario la década de 1950». Bernard Williams, Ethics and the vol. 12, nº 1, 2000, pág. 9.
Limits of Philosophy, Cambridge, MA, Harvard University Press, 1985. 33. Aquí Walsh cita mi «Objectivity and the Science-Ethics Distinc-
20. Véase Reason, Truth and History, Cambridge, Cambridge Univer- tion», op. cit., pág. 148.
sity Press, 1981, capítulo 9 (trad. cast.: Razón, verdad e historia, Madrid, 34. Sobre esta afirmación, véase mi «Pragmatism and Moral Objecti-
Tecnos, 1988). vity», op. cit., págs. 170-171.
21. Véanse los artículos recogidos en «Reason, Value and Reality», la 35. Michele Moody-Adams, Fieldwork in Familiar Places: Morality, Cul-
segunda parte del libro de John McDowell, Mind, Value, and Reality (Cam- ture and Philosophy, Cambridge, MA, Harvard University Press, 1997.
bridge, MA, Harvard University Press, 1998). 36. Williams, Descartes, op. cit., págs. 299-303 (trad. cast.: págs. 382-
22. Iris Murdoch, The Sovereignity of Good, Londres, Routledge and Ke- 385).
gan Paul, 1970 (trad. cast.: La soberanía del bien, Madrid, Caparrós, 2001).
23. «Non-Cognitivism and Rule-Following», capítulo 10 del libro de
John McDowell, Mind, Value, and Reality, pág. 201. Capítulo 3. Hecho y valor en el mundo de Amartya Sen
24. Examino en detalle el argumento de la «extrañeza>> de Mackie en
«Pragmatism and Moral Objectivity», en Words and Life, págs. 151-181 l. Amartya Sen, Development as Freedom, Nueva York, Anchor Bo-
(trad. cast.: «Pragmatismo y objetividad moral», en La herencia del prag- oks, 2000, pág. 272 (trad. cast.: Desarrollo y libertad, Barcelona, Planeta,
matismo, Barcelona, Paidós, 1997, págs. 143-190). 2000).
25. J. L. Mackie, Ethics: Inventing Right and Wrong, op. cit., pág. 41. 2. Puede hallarse una lista de los libros y artículos de Walsh sobre las
26. Aquí repito una argumentación mía de «Objectivity and the Scien- relaciones entre ética, economía y filosofía en la bibliografía de su ar-
ce-Ethics Distinction», en M. Nussbaum y A. K. Sen (comps.), The Quality tículo «Smith after Sen», Review of Political Economy, vol. 12, nº 1, ene-
of Life (Oxford, Clarendon Press, 1993), págs. 143-157. Recogido en mi ro de 2000, pág. 25.
Realism with a Human Pace (Cambridge, Jv1A,Harvard University Press, 3. En «Smith after Sen>>,op. cit.
1990), págs. J63-178. 4 · Ibid., pág. 6 · BIBUOTECA CENTRAL
U.N.A.M.
EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR [ ... ] NOTAS 185

5. V. C. Walsh, «Normative and Positive Classical Economics», en H. 18. !bid.


D. Kurtz y N. Salvadori (comps.), The Elgar Companion to Classical Eco- 19. !bid., págs. 257-258.
nomics, vol. 2, Cheltenham, Edward Elgar, 1998, pág. 189. 20. Robert Nozick, Anarchy, State, and Utopía, Nueva York, Basic
6. The Works and Correspondence of David Ricardo, vol. 1, edición de P. Books, 1974 (trad. casi.: Anarquía, Estado y utopía, México, FCE, 1988).
Sraffa y M. H. Dobbs, Cambridge, Cambridge University Press, 1951, pág. 6. He aquí la descripción que hace Nozick de la máquina de las experien-
7. V. C. Walsh, «Rationality in Reproduction Models», Conference on cias: «Suponga el lector que existiera una máquina de las experiencias
Sraffa and Modern Economics, Roma, Centro Studi e Documentazione que le proporcionara cualquier experiencia que deseara. Neuropsicólo-
«Piero Sraffa», 1998, pág. 4. gos fabulosos podrían estimular su cerebro de tal modo que pensara y
8. Amartya Sen, On Ethics and Economics, Oxford, Blackwell, 1987, sintiera que está escribiendo una gran novela, o haciendo amigos, o le-
pág. 8 (trad. casi.: Sobre ética y economía, Madrid, Alianza, 1997). yendo un libro interesante. Todo el tiempo estaría flotando dentro de un
9. !bid., pág. 57. tanque, con electrodos conectados a su cerebro. ¿Se sumergiría usted en
10. Adam Smith, An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth esta máq-Ü.ina para toda la vida, programando de antemano todas las ex-
of Nations, edición a cargo de R. H. Campbell y A. S. Skinner, Oxford, periencias vitales?» (pág. 43). (Nozick contesta que no lo haría.)
Oxford University Press, 1976, págs. 26-27 (trad. casi.: La riqueza de las 21. Ibid., pág. 275.
naciones, Madrid, Alianza, 2002). 22. Lionel Robbins, «Interpersonal Comparisons of Utility)>, Econo-
11. On Ethics and Economics, pág. 24. Sen examina la naturaleza de mic Joumal, vol. 48, nº 192, 1938, págs. 635-641.
esta tergiversación de Smith en «Adam Smith's Prudence», en S. Lall y F. 23. Acerca de esto, véase la obra de Walsh Rationality, Allocation and
Stewart (comps.), Theory and Reality in Development (Londres, Macmi- Reproduction (Nueva York, Clarendon Press, 1996), págs. 179-181.
llan, 1986). 24. Lionel Robbins, On the Nature and Significance of Economic Scien-
12. Puede hallarse una excelente bibliografía de los escritos de Sen, ce, Londres, Macmillan, 1932, pág. 132: citado por Sen, On Ethics and
con ilustrativos comentarios, en Steven Pressman y Gale Sumrnerfield, Economics, op. cit., pág. 53.
«The Economic Contributions of Amartya Sen)), Review of Political Eco- 25. Lionel Robbins, On the Nature and Significance of Economic Scien-
nomy, vol. 12, nº 1, enero de 2000, págs. 89-113. ce, op. cit., pág. 134; citado por Sen, On Ethics and Economics, op. cit.,
13. Sen, On Ethics and Economics, op. cit., pág. 12. pág. 53.
14. Por ejemplo, Amartya Sen, (<Quasi-Transitivity, Rational Choice 26. Mi crítica ha sido reimpresa en el capítulo 5 de este volumen.
and Collective Decisions», Review of Economic Studies, nº 36, 1969, págs. 27. Development as Freedom, págs. 78-91.
381-393; Choice, Welfare and Measurement (Cambridge, MA, MIT Press, 28. De hecho_,_la noción de optimalidad de Pareto tiene su uso más
1982); y para comentarios recientes, «Internal Consistency of Choice», importante en la demostración de la eficiencia de los mercados libres
Econometrica, nº 61, 1993, págs. 495-521; y «Rationality and Social Choi- mediante lo que se conoce por Teorema de An-ow-Debreu (que establece
ce», American Economic Review, nº 85, 1995, págs. 7-24. que, dadas ciertas condiciones de partida, la utilidad -o bienestar- de
15. Sen argumentaba que no es coherente porque do que nosotros un agente no puede mejorarse al margen de los mecanismos del mercado
consideramos consistente en un conjunto de elecciones observadas debe sin reducir la utilidad -o bienestar- de algún otro agente). Si bien éste
depender de la interpretación de estas elecciones y de algunas caracterís- es, con toda seguridad, un resultado importante e interesante, puede lle-
ticas externas a la elección en cuanto tal (por ejemplo, la naturaleza de var a recomendaciones políticas sustantivas sólo cuando está acompaña-
nuestros objetivos, preferencias, valores, motivaciones)». On Ethics and do de un concepto sustantivo de bienestar, como demuestra con claridad
Economics, pág. 14. Sen (para una explicación seniana de la importancia de este resultado,
16. !bid., pág. 16. véase Development as Freedom, pág. 117).
17. John Dewey, The Middle Works, vol. 5, Jo Ann Boydston, Carbon- 29. Development as Freedom, págs" 58-63. Véanse también las págs.
dale; Unive¡-sity"ofSouthern Illinois Press, 1978, pág. 257. 304-311.
- . - ·-··'
186 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECJ-!0/vALOR [ ... ] NOTAS 187
30. Sen, Inequality Reexamined, Cambridge, MA, Harvard University SEGUNDA PARTE: RACIONALIDAD Y VALOR
Press, 1992, págs. 4-5 (trad. casi.: Nuevo examen de la desigualdad, Ma-
drid, Alianza, 1995). Capítulo 4. Los inicios «prescriptivistas» de Sen
31. !bid., pág. 5.
32. Martha Nussbaum, Women and Human Development: The Capabi- l. Amartya Sen, <<TheNature and Classes of Prescriptive Judgements)>,
lities Approach, Cambridge, Cambridge University Press, 2000 (trad. Philosophical Quarterly, vol. 17, nº 66, 1967, págs. 46-62.
casi.: Las mujeres y el desarrollo humano, Barcelona, Herder, 2002). 2. !bid., pág. 46.
33. Sen examina con detalle las dificultades de los ingresos/riqueza co- 3. Hare, The Language of Morals, Oxford, Clarendon Press, 1952 (trad.
mo base de información en el capítulo 4 de Development as Freedom, op. cit. casi.: El lenguaje de la moral, México, UNAM, 1975).
34. Development as Freedom, op. cit., págs. 21-22. Sen también señala 4. Hare, Freedom and Reason, Oxford, Clarendon Press, 1963, pág. 16.
que los altos índices de mortalidad entre las personas negras en Norte- 5. The Language of Morals, págs. 168-169; el texto citado aparece tam-
américa no se explican suficientemente por k;s niveles de violencia en bién en Freedom and Reason, pág. 79.
ciertos barrios de las ciudades; también afectan a hombres y mujeres ne- 6. Sen, <(The Nature and Classes of Prescriptive Judgements>), op. cit.,
gros de edad avanzada que no viven en la violencia. Para dar cuenta de pág. 46.
estos índices tendríamos que examinar, entre otras cosas, el sistema sa- 7. !bid.
nitario norteamericano., 8. La obra de V. C. Walsh Scarcity and Evil (Englewood Cliffs, NJ,
35. Puede encontrarse una breve explicación de las diferencias entre Prentice-Hall, 1961) cÜntiene muchos ejemplos de juicios éticos que, en
las varias versiones en Lawrence C. Becker y Charlotte B. Becker (comps.), contra de la suposición «prescriptivista>), no implican imperativos.
Encyclopedia of Ethics, vol. 2, Nueva York, Garland, 1992, págs. 1.262- 9. A. J. Ayer, Philosophical Essays, Londres, Macmillan, 1954, pág.
1.264. 237, citado por Sen, <<TheNature and Classes of Prescriptive Judgements)>,
36. Inequality Reexamined, op. cit., pág. 55. op. cit., pág. 52.
3 7. Development as Freedom, op. cit., pág. 77. 10. Sen, «The Nature and Classes of Prescriptive JudgementSl>, op.
38. !bid. cit., pág. 46.
39. Véase Inequality Reexamined, op. cit., págs. 46-49. 11. !bid., págs. 46-4 7.
40. La existencia de una clase muy importante de juicios de valor 12. !bid., pág. 26. Sen está citando a Hare, Freedom and Reason, op. cit.
(éticos) que no alaban o censuran a nadie era uno de los puntos centra- 13. Sen, «The Nature and Classes of Prescriptive Judgements)), op.
les de la obra de Walsh Scarcity and Evil (Englewood Cliffs, NJ, Prentice- cit., pág. 47.
Hall, 1961). (El término de Walsh para esta clase de juicios era «aprecia- 14. Sen (ibid.) atribuye la paternidad de esta prueba a Max Black,
ciones» [appraisals].) «The Gap Between "Is" and "Should"», The Philosophical Review, n" 63,
41. Lionel Robbins, On the Nature and Significance ofEconomic Scien- 1964, pág. 177.
ce, op. cit., pág. 134; citado por Sen, On Ethics and Economics, op. cit., 15. Sen, (<The Nature and Classes of Prescriptive Judgements)), op.
pág. 53. cit., pág. 47.
42. Una exposición clásica de la posición de Weber en el tema de la 16. !bid., pág. 48.
ciencia y los valores es su conferencia «La ciencia como vocación)), de 17. Entre los muchos ejemplos de ello se cuentan el de Dudley Sha-
1919. Está reimpresa en Edward Shils y Henry A. Finch (comps.), Max pere, ((Notes toward a Post-Positivistic Interpretation of Science)> y mi
Weber on the Methodology of the Social Sciences (Nueva York, Free Press, «Logical Positivism and the Philosophy of Mind)), en Peter Achinstein y
1969) (trad. casi.: Max Weber, El político y el científico, Madrid, Alianza, Stephen Barker (comps.), The Legacy of Logical Positivism (Baltimore,
1998, capítulo 2). The Johns Hopkins Press, 1969), págs. 115-162 y 211-228, respectiva-
43. On Ethics and Economics, op. cit., pág. 89. mente. Mi artículo se puede encontrar también en Hilary Putnam, Philo-
188 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR [ ... ] NOTAS 189

sophical Papers. vol. 2. Mind, Language and Reality (Cambridge, Cam- Capítulo 5. Sobre la racionalidad de las preferencias
bridge University Press, 1975), págs. 441-455. La compilación de artículos
de Achinstein y Barker representó un hito importante en la reconsidera- Publicado como « Über die Rationalitat von Praferenzen1), Allgemeine
ción del positivismo lógico. Véase también mi «Explanation and Refe- Zeitschrifi für Philosophie, vol. 21, nº 3, 1996, págs. 209-228. Leído en la
rence», en Mind, Language and Reality, págs. 196-214. Universidad de Santa Clara el 4 de marzo de 1995 en el marco de una con-
18. Lionel Robbins, On the Nature and Significance of Economic ferencia sobre racionalidad. Mi agradecimiento a Vivian Walsh, Amartya
Science, Londres, Macmillan, 1932, pág. 134; citado por Sen, «The Natu- Sen y Thomas Scanlon por su lectura atenta del texto, sus útiles críticas y
re and Classes of Prescriptive Judgements)>, op. cit., pág. 53. sus constructivas sugerencias. Mi más cálido agradecimiento también a
19. Sen, «The Nature and Classes of Prescriptive Judgernents>), op. Lisa Walsh, que me proporcionó gran parte de la bibliografía.
cit., pág. 48.
20. !bid., pág. 50. l. <{Rationality in Decision Theory and in Ethics}>, en Shlomo Bider-
21. El pasaje de Ayer, citado por Sen («The Nature and Classes of man y Ben-Ami Scharfstein, Rationality in Question, Leiden, E. J. Brill,
Prescriptive Judgements)), pág. 52) reza como sigue: «¿De q_ué manera 1989, págs. 19-28. Una versión anterior apareció en Crítica, vol. 8, nº 54,
sustentan el juicio estas razones? No en un sentido lógico; la argumenta- diciembre de 1986.
ción ética no es una demostración formal. Y tampoco en un sentido cien- 2. Por desgracia ya no recuerdo el nombre de la persona que planteó
tífico, puesto que en tal caso la bondad o maldad de la situación, la co- la objeción que voy a· examinar.
rrección o incorreccióll de la acción, tendrían que ser algo ajeno a la 3. Como me señalaron Vivian Walsh y Amartya Sen, la crítica a los
situación, algo verificable de modo independiente, de modo que los he- axiomas de transitividad y completud en la ciencia económica tiene una
chos aducidos como razones para el juicio moral constituyesen prue- historia muy larga. En «The Pure Theory of Consumer's Behavior», reco-
bas". Ayer, Philosophical Essays, op. cit., págs. 236-237. gido en su obra Analytical Echonomics (Cambridge, Cambridge Univer-
22. Sen, «The Nature and Classes of Prescriptive Judgements», op. sity Press, 1966), Nicholas Georgescu-Roegan demostró que ninguno de
cit., pág. 52. esos axiomas .es un presupuesto necesario para la teoría del consumo. En
23. !bid. «Utility Theory without the Completeness Axiom», Econometrica, nº 30,
24. Hans Reichenbach, The Rise of Scientific Philosophy, Berkeley, 1962, págs. 445-462, y «A Correction», Econometrica, nº 32, 1964, págs.
University of California Press, 1951, capítulo 17. 210-212, Robert J. Aumann probó que la teoría de la utilidad puede pa-
25. Véase Hilary Putnam y Ruth Anna Putnam, «Dewey's Logic: Epis- sarse sin la completud. Marcel K. Richter y otrüs de los colaboradores en
temology as Hypotesis» y «Education for Democracy}), en Words and Li- Chipman, Hirwicz, Richter y Sonnenschein (comps.), Preferences, Utility
fe, Cambridge, MA, Harvard University Press, 1994, págs. 198-220 y 221- and Demand (Nueva York, Harcourt Brace Jovanovich, 1971), mostraron
241, respectivamente (trad. cast.: «La Lógica de Dewey: epistemología cómo prescindir de la completud o la transitividad en el tratamiento de
como hipótesis)) y «Educación para la democracia}), en La herencia del la elección, la preferencia y la demanda. En particular Sonnenschein ar-
pragmatismo, op. cit., págs. 215-249 y 251-283). gumentó que das propiedades de la conducta del consumidor necesarias
26. Lionel Robbins, On the Nature and Significance of Economic Scien- para probar la existencia, optimalidad e imparcialidad del equilibrio
ce, pág. 132; citado por Sen, «The Nature and Classes of Prescriptive Jud- competitivo dependen sólo del hecho que los consumidores maximizan
gements», op. cit., pág. 53. su utilidad. Se sigue que el axioma de transitividad es un presupuesto a
27. Sen, «The Nature and Classes of Prescriptive Judgements}), op. la vez innecesario y restrictivo para el análisis del equilibrio competitivo
cit., pág. 53. en el marco de la teoría de la conducta del consumidor» (págs. 220-221).
28. !bid., págs. 53-54. En Rationality, Allocation and Reproduction (Nueva York, Clarendon,
29. !bid., págs. 56-59. 1996), Vivían Walsh observa que, sin duda, gran parte del prestigio del
que gozan los axiomas de completud y transitividad fuera de la ciencia
190 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR [ ... ] NOTAS 191
económica se debe al papel crucial que desempeñan en esta disciplina, en Durante más o menos el mismo periodo, una igualmente destacable
las demostraciones de los teoremas de existencia canónica y optimalidad corriente crítica con la completud y la transitividad ha surgido también en
de Arrow y Debreu. Pero ésa ya no era la situación a inicios de la década de el campo de la teoría de la decisión. Algunos de los temas (y algunos de los
1970, cuando a las obras antes mencionadas se añadieron las de, por ejem- autores implicados) son los mismos, pero los expertos en teoría de la deci-
plo, Andreu Mas-Colell, «An Equilibrium Existence Theorem without Com- sión han planteado la discusión desde sus propios intereses, suscitándose
plete or Transitive Preferences)), Journal of Mathematical Economics, nº 1, así un debate específico en tomo a los méritos respectivos de debilitar los
1974, págs. 237-246; W. J. Shafer, «Equilibrium in Economics without Or- axiomas de ordenación ( completud y transitividad) y mantener otro pre-
dered Preferences or Free Disposal», Journal ofMathematical Economics, supuesto llamado «independencia>>, o bien de abandonar la independencia
nº 33, 1976, págs. 135-137; David Gale y Mas-Colell, «An Equilibrium y mantener las ordenaciones. Entre los que rechazan la completud están
Existence Theorem for a General Model Without Ordered Preferences}>, Isaac Levi, Hard Choices (Cambridge, Cambridge University Press, 1986);
lournal of Mathematical Economics, nº 2, 1975, págs. 9-15; y T. Kim y M. Teddy Seidenfe!d, «Decision Theory without "Independence" or without
K. Richter, «Non-transitive Non-Total Consumer Theory)>, Journal of Eco- "Ordering": What is the Difference?}), Economics and Philosophy, nº 4,
nomic Theory, nº 38, 1986, págs. 324-368. Hoy en día se prescinde de los 1988, págs. 267-290; y Paul Anand, «Are the Preference Axioms Really Ra-
axiomas de completud y transitividad en las mismísimas demostraciones tional?», Theory and Decision, nº 23, 1993, págs. 189-214.
de existencia que les hicieron famosos en su día. 4. John von Neumann y Oskar Morgenstern, Theory of Carnes and
En el campo de la teoría de la elección social, tanto el método axio- Economic Behavior, 2ª ed., Princeton, Princeton University Press, 1947.
mático en general como los axiomas de completud y transitividad cons- 5. Como se ha señalado en la nota 3, esta tesis es problemática.
tituían el núcleo mismo de la obra fundacional de Kenneth Arrow, Social 6. Para una defensa, en una línea distinta de la adoptada aquí, de la
Choice and Individual Values (Nueva York, Wiley, 1963) (trad. cast.: Elec- idea de que los bienes pueden ser incomparables en la ordenación de las
ción social y valores individuales, Madrid, Ministerio de Hacienda, 1974). preferencias de un agente racional, véase Isaac Levi, Hard Choices, op. cit.
En esta área, el atenuamiento y modificación de esos axiomas fue obra 7. Léase: «Para todo x y para todo y, xRy o yRx».
de Amartya Sen, inicialmente en «Quasi-Transitivity, Rational Choice 8.
«-)) es el símbolo de la negación.
and Collective Decisions», Review of Economic Studies, nº 36, 1969, págs. 9. Sobre este extremo, véase Isaac Levi, Hard Choices, op. cit. Véase
381-393; Choice, Welfare and Measurement (Cambridge, MA, MIT Press, también Vivian Walsh, Rationality, Allocation and Reproduction, op. cit.
1982); y más tarde en «Interna! Consistency of Choice}), Econometrica, JO. El objeto de esta sospecha ha sido aislado y analizado en la cien-
nº 61, 1993, págs. 495-521; y «Rationality and Social Choice», American cia económica, la teoría de la decisión y la filosofía. Para la literatura re-
Economic Review, nº 85, 1995, págs. 7-24. Mediante su concepto de cua- levante en la teoría de la decisión, véase Paul Anand, {<Arethe Preference
si-transitividad (que implica la transitividad de la preferencia estricta pe- Axioms Really Rational?>) (véase n. 3); y para un análisis filosófico véase
ro no la de la indiferencia), Sen demostró hasta qué punto la dramática el capítulo 13 de Joseph Raz de The Morality of Freedom (Oxford, Ciaren-
conclusión de imposibilidad de Arrow dependía (entre otras cosas) de don Press, 1986).
una transitividad plena, y cuán restrictiva resultaba por ello. Las referen- 11. Léase: «para todo x, todo y y todo z, si xRy y yRz, entonces xRz>).
cias incluidas en la obra de Sen son una muestra de la enorme cantidad 12. Léase: «para todo x, todo y y todo z, si no-xRy y no-yRz y entonces
de literatura suscitada por su critica de los diversos axiomas de la teoria de no-xRz>>.
la elección social. Por ejemplo, véanse la introducción y los capítulos 6, 13. Paul Anand, ibid., define muy bien a los especialistas en teoría de
7 y 8 de Choice, Welfare and Measurement, y On Ethics and Economics la decisión que recurren a este tipo de argumentos (véase n. 3).
(Oxford, Blackwell, 1987) (trad. casi.: Sobre ética y economía, Madrid, 14. «Rationality in Decision Theory and in Ethics», op. cit., pág. 22.
Alianza, 1989); para análisis más recientes, véanse «The Formulation of 15. En Rationality, Allocation and Reproduction, Vivían Walsh ar-
Rational Choice», American Economic Review, nº 84, 1994, págs. 385-390, gumenta de modo convincente que esta «neutralidad)) es totalmente
y los artículos de 1993 y 1995 citados anteriormente. ficticia.
192 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR [ ... ] NOTAS 193
16. De hecho, la idea de interpretar las funciones de preferencia como vista previo a la elección desde el cual uno pueda estar seguro de que las
descripciones de condiciones psicológicas reales de las personas desem- razones en favor de cada una de las alternativas son «buenas)>.
boca en un grave conflicto con los datos reales de la psicología, como 21. Bernard Williams, «Intemal and External Reasons)>, Moral Luck,
muestra Tamara Horowitz en su (tristemente póstuma) obra de próxima Cambridge, Cambridge University Press, 1981.
aparición, Decision Theory Naturalized. 22. !bid., pág. 111.
17. Véase Hilary Putnam, «The Place of Facts in a World of Values», 23. Williams subraya que algo puede estar en el bagaje motivacional
recogido en Putnam, Realism with a Human Face (Cambridge, MA, Har- de uno sin ser efectivamente un medio para cierto fin que uno reconoce
vard University Press, 1990). como propio: puede ser, por ejemplo, un medio de especificar mejor el
18. Sobre este punto es muy recomendable la obra de Isaac Levi y contenido de uno de los fines reconocidos por uno, o un valor que uno
Adam Morton, Disasters and Dilemmas (Oxford, Clarendon Press, 1991), no puede formular porque carece de la autoconciencia necesaria para
que adopta la posición que estoy defendiendo aquí de que tales casos no ello. Pero el Desafiador puede objetar a Williams que, desde el momento
son casos de irracionalidad. en que se admite que la «mejor especificación» puede ser tal que uno no
19. Para una excelente exposición de los diferentes niveles de conflic- esté en absoluto determinado a alcanzarla sin la intervención de <<facto-
to moral y su posible resolución, véase Levi y Morton, ibid. res contextuales anónimos», se está de hecho tratando, de un modo sola-
20. T. M. Scanlon, pese a que en lo esencial aprueba.mi argumento, pado, a ciertas razones externas como si en realidad fuesen «internas>).
no está de acuerdo con la frase «no están a su disposición [del agente] 24. P. E Strawson, «Ethical Intuitionism)), recopilado por W. Sellars
previamente a la elección existencial» y dice que «me inclino a rechazar y J. Hospers en Readings in Ethical Theory, Nueva York, Appleton-Cen-
esta frase. Yo diría que Teresa, tal como me la imagino, siente previa- tury-Crofts, 1952.
mente a su elección existencial, la fuerza de las razones de cada uno de 25. En conexión con este asunto Isaac Levi toma prestado el concep-
los dos tipos de vida y los sitúa al mismo nivel, en el sentido de que con- to de un segundo sentido de esfuerzo moral, el esfuerzo no por hacer lo
sidera que ambas vidas son igualmente valiosas y cree que hay buenas correcto sino por descubrir qué es lo correcto, que aparece en la obra de
razones para seguir cualquiera de los dos caminos. Cuando Teresa se de- Dewey y Tufts, Ethics, incluida en el volumen 5 de John Dewey, The
cide a seguir uno de ellos y no el otro, no lo hace basándose en una o más Middle Works, edición de Jo Ann Boydston (Carbondale, Ill., University
razones nuevas, sino por las mismas razones que ya tenía para preferir of Southern Illinois Press, 1978).
esa vida en particular. El hecho de que las dos vidas sean "inconmensu- 26. Si uno piensa en cómo usamos expresiones como «una buena
rables", es decir, que cada una de ellas cuente con buenas razones para persona», «cosas que uno no debe hacer» y demás, no es difícil darse
ser vivida y no haya modo de comparar sus valores respectivos, no signi- cuenta de que también ellas tienen cierto componente <<denso», es decir
fica que Teresa no pueda vivir una de las dos vidas simplemente por las contenido descriptivo.
razones que esa vida en particular tiene a su favon), Creo que lo que dice 27. Williams, Moral Luck, op. cit., pág. 111.
Scanlon es aplicable a ciertos casos -el caso del licenciado en medicina 28. Para una discusión de la posición de Rorty, véase mi Pragmatism
que tiene que escoger entre una práctica bien remunerada o bien unirse (Oxford, Blackwell, 1995), capítulo 2.
a Médicos Sin Fronteras podría ser del tipo descrito por Scanlon-, pero 29. En este sentido, Williams escribe: <<Aquellosque conceden mucha
nuestro caso original (el «pascaliano>)) no es de este tipo, puesto que re- importancia al hecho de formular la crítica en forma de enunciado sobre
conocer como propias las razones en favor de la vida religiosa implica razones externas parecen querer decir que lo incorrecto es concretamen-
rechazar las razones en favor de la vida amorosa como claramente erró- te que la persona en cuestión es irracional» (Moral Luck, op. cit., pág.
neas, y viceversa. La decisión del médico también podría ser de este tipo 110). ¿Por qué lo esencial de la crítica no tendría que ser que lo inco-
más «existencial» si una de las razones para unirse a Médicos sin Fron- rrecto es concretamente que la persona en cuestión, pese a admitir que
teras fuese que, para la persona en cuestión, escoger la vida burgue·sa se- el altruísmo es una virtud, es egoísta? ¿O que pese a admitir que la pie-
ría simplemente egoísta por su parte. En tales casos, no hay punto de dad es una virtud se muestra cruel?
194 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR [ ... ] NOTAS 195
30. Otra razón por la que este tipo de casos es difícil de discutir en el 1994) (trad. cast.: «La Lógica de Dewey: epistemología como hipótesis)>,
marco conceptual propuesto por Williams es la (intencionada) vaguedad en La herencia del pragmatismo, op. cit.).
con la que éste describe la noción de nuestro «bagaje motivacional». 3. La idea de que los axiomas de la teoría de la preferencia racional
Véase la nota 23. son a priori ha sido defendida -o más bien meramente presupuesta-
31. Para una discusión de este tipo de oscilación entre absurdos, véa- por Donald Davidson en sus conocidos escritos sobre filosofía de lamen-
se Hilary Putnam, «The Dewey Lectures, 1994: Sense, Nonsense and the te. Véanse, por ejemplo, los ensayos de Davidson contenidos en Inquiries
Senses - An Inquiry into the Powers of the Human Mind1), Journal of into Truth and lnterpretation (Oxford, Oxford University Press, 1984)
Philosophy, vol. 91, nº 2, septiembre de 1994, recogido como la Parte I de (trad. cast.: De la verdad y de la interpretación, Barcelona, Gedisa, 1990).
The Threefold Cord: Mind, Body and World (Nueva York, Columbia Uni- En el capítulo 5 critico uno de estos axiomas.
versity Press, 1999) (trad. cast.: Sentido, sinsentido y los sentidos, Barce- 4. Véase en particular Rorty, Consequences of Pragmatism (Minnea-
lona, Paidós, 2000); y John McDowell, Mind and World (Cambridge, MA, polis, University of Minnesota Press, 1982) (trad. cast.: Consecuencias del
Harvard University Press, 1994) (trad. cast.: Mente y mundo, Salamanca, pragmatismo, Madrid, Tecnos, 1996) y la discusión del pragmatismo en
Sígueme, 2003). Rorty, Objectivity, Relativism and Truth: Philosophical Papers, vol. 1 ( Cam-
32. !bid., pág. 81. Para una breve explicación de la concepción de De- bridge, Cambridge University Press, 1991) (trad. cast.: Objetividad, relati-
wey, véase el capítulo 6 de la presente obra. vismo y verdad: escritos filosóficos, Barcelona, Paidós, 1996).
33. Véase Wittgenstein, Philosophical lnvestigations, §218-§221 (trad. 5. R. W. Sleeper, The Necessity of Pragmatism (New Haven, Yale Uni-
cast.: Investigaciones filosóficas, Barcelona, Crítica, 1988). versity Press, 1986), pág. 141. Permítaseme decir que no estoy de acuer-
34. Para una discusión de los usos éticos de la noción de inteligencia do con la atribución a James del «método de la tenacidad>) en el párrafo
por parte de John Dewey, véase «Pragmatism and Moral Objectivity», en citado de la obra de Sleeper.
Hilary Putnam, Words and Life (Cambridge, MA, Harvard University 6. Por ejemplo en Rorty, Philosophy and the Mirror of Nature (Prince-
Press, 1994) (trad. cast.: «Pragmatismo y objetividad moral», en La he- ton, Princeton University Press, 1979) (trad. cast.: La filosofía y el espejo
rencia del pragmatismo, págs. 143-190). de la naturaleza, Madrid, Cátedra, 1983); en «Solidarity or Objectivity?»;
en <<Pragmatism, Davidson and Truth)) (los dos últimos reimpresos en
Rorty, Objectivity, Relativism and Truth, op. cit.); y en «Putnam and the
Capítulo 6. Los valores ¿se crean o se descubren? Relativist Menace», Journal of Philosophy, vol. 10, septiembre de 1993,
págs. 443-461.
* Este ensayo es una versión revisada de Hilary Putnam, «Are Moral 7. Véase «Solidarity or Objectivity?)), op. cit.
and Legal Values Made or Discovered?», Legal Theory, vol. 1, nº 1, 1995, 8. Discuto esto con mayor extensión en «The Question of Realism)),
págs. 5-19. Fue presentado por primera vez en el congreso «Sobre verdad en Words and Life (Cambridge, MA, Harvard University Press, 1994),
y justificación en el Derecho)), organizado por la sección de Jurispruden- págs. 295-312.
cia de la Asociación Americana de Escuelas de Derecho, el 7 de enero de 9. Esta idea, por supuesto, fue elocuentemente defendida por Max
1994 en Orlando, Florida (los comentaristas fueron Brian Leiter y Jules Weber. Véase, por ejemplo, su «Science as a Vocation», en Edward Shils
Coleman). y Henry A. Finch (comps.), Max Weber on the Methodology of the Social
Sciences (Nueva York, Free Press, 1969).
l. Véase Anat Biletski, Talking Wolves: Thomas Hobbes on the Lan- 10. Sobre esto, véase John McDowell, Mind and World (Cambridge,
guage of Politics and the Politics of Language (Dordrecht, Kluwer, 1997). MA, Harvard University Press, 1994) (trad. casi.: Mente y mundo, Sala-
2. Para una discusión de este aspecto del pensamiento de Dewey, véa- manca, Sígueme, 2003).
se Hilary Putnam y Ruth Anna Putnam, «Dewey's Logic: Epistemology as 11. Para una discusión de esta psicología y su pervivencia en la filo-
Hypotesis», en Words and Life (Cambridge, MA, Harvard University Press, sofía del lenguaje y el existencialismo, véase Iris Murdoch, The Sove-
196 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR [ ... ] NOTAS 197

reignty ofGood (Nueva York, Schocken Books, 1971) (trad. cast.: La so- 16. (<The Fixation of Belief>), reimpreso en The Collected Papers of
beranía del bien, Madrid, Caparrós, 2001). John Dewey fue otro crítico Charles Peirce, vol. 5: Pragmatism and Pragmaticism, Charles Hartshorne
agudo de la psicología de las facultades, y lo fue mucho antes que Mur- y Paul Weiss (comps.), Cambridge, MA, Harvard University Press. 1965
doch. Por ejemplo: {<Elpaisaje más complejo que podamos tener ante (trad. cast.: <<Lafijación de la creencia», en Un hombre, un signo, Barce-
nuestros ojos no es, hablando en términos psicológicos, un simple hecho lona, Crítica, 1988).
irreductible ni una impresión fijada en nosotros desde el exterior, sino 17. Encontramos variantes de esta posición (a menudo acompañadas
una amalgama de sensaciones musculares y de color junto con, tal vez, de afirmaciones incompatibles con ella) en los escritos de John Mackie,
sensaciones ilocalizadas de extensión, combinadas por las leyes psíqui- Gilbert Barman, Bernard Williams, David Wiggins, Simon Blackburn y
cas del interés, la atención y la interpretación. Es, en resumen, un juicio Alan Gibbard.
complejo que incluye elementos emocionales, volitivos e intelectuales» 18. Discuto este tema a fondo en mi Renewing Philosophy (Cambrid-
(«The New Psychology», en John Dewey, The Early Works, vol. 1, Carbon- ge, MA, Harvard University Press, 1992) (trad. casi.: Cómo renovar la fi-
dale, Southern Illinois University Press, 1969, págs. 54-55). Y en otra losofía, Madrid, Cátedra, 1994). Existe una profunda conexión entre la
ocasión: «El hecho es que no hay una facultad de la observación, de la irreductibilidad de las nociones normativas (a nociones fisicalistas) y
memoria o del razonamiento, del mismo modo que no hay una facultad la irreductibilidad de las nociones semánticas; de hecho, en esa obra sos-
original de la herrería, la carpintería o la ingeniería del vapor. Estas fa- tengo que las nociones semánticas están íntimamente relacionadas con
cultades significan simplemente que determinados impulsos y hábitos se las normativas.
han coordinado y displlesto con el fin de efectuar ciertos tipos bien defi- 19. Ésta es la concepción que defendí en Reason, Truth and History
nidos de trabajo. Exactamente lo mismo ocurre con las llamadas faculta- (Cambridge, Cambridge University Press, 1981) (trad. cast.: Razón, ver-
des mentales. No son potencias en sí mismas, sino sólo respecto de los dad e historia, Madrid, Tecnos, 1988). En mis conferencias Dewey, publi-
fines a los que se dirigen y las funciones que deben realizar. De ahí que cadas como la primera parte de The Threefold Cord: Mind, Body, and
no puedan ser localizadas ni discutidas teóricamente, sino sólo en la World (Nueva York, Columbia University Press, 1999) (trad. cast.: Senti-
práctica». !bid., págs. 60-61. do, sinsentido y los sentidos, Barcelona, Paidós, 2000), reconsidero eSta
12. La exposición más completa de la concepción de Dewey es su Lo- concepción y en parte me retracto de ella.
gic: The Theory of Inquiry (Nueva York, Henry Holt, 1938). Una exposi- 20. Esta argumentación se encuentra en el capítulo primero de Rea-
ción más sucinta está en The Theory of Valuation, en The Encyclopedia of son, Truth and History, op. cit. Para una discusión ulterior, véase el ar-
Unified Science, vol. 2, nº 4 (Chicago, University of Chicago Press, 1939). tículo de Crispin Wright en Reading Putnam (Oxford, Basil Blackwell,
Véase también el artículo de H. Putnam y R. A. Putnam citado en la no- 1994) y mi réplica.
ta 2. 21. He tomado el término «platonismo recalcitrante)> de ivlind and
13. John Dewey, Experience and Nature (La Salle, Ind., Open Court, World, op. cit., de John McDowell.
1926), págs. 407-408. 22. Este ejemplo figura en Iris Murdoch, The Sovereignty of Good,
14. Además del artículo citado en la nota 9, véase Hilary Putnam, «A op. cit.
Reconsideration of Deweyan Democracy» y ((Afterword», The Southern 23. Sobre este aspecto del prag1natismo, véase mi Pragmatism: An
California Law Review, nº 63, 1990, págs. 1.671-1.697, y H. Putnam y R. Open Question (Oxford, Basil Blackwell, 1994) (trad. casi.: El pragmatis-
A. Putnam, «Education for Democracy)), en Words and Life (trad. cast.: mo: una cuestión abierta, Barcelona, Gedisa, 1999).
t
«Educación para la democracia», en La herencia del pragmatismo, Barce- 24 En «Other Minds)), recogido en los Philosophical Papers de AuS in
· . ( d . Ensayos filosóficos,
lona, Paidós, 1997). (Oxford, Clarendon Press, 1961), pag. 84 tra . cas 1•·
. t ~¡buyo al _«pr8:g+Ji;f!:-
15. Véase Putnam, «Pragmatism and Moral Objectivity)>, en Words Madrid, Alianza, 1988). La mayoría de las tesis que a 1 • _ .-• ·•

and Life (trad. cast.: «Pragmatismo y objetividad moral», en La herencia tismo americano)> en este capítulo son compartidas por AnS:tll,l,:<~, -
5
del pragmatismo, op. cit., págs. 143-190). rece que ni éste ni Murdoch leyeron a los pragroati 'taS,
198 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR [ ... ] NOTAS 199

Capítulo 7. Valores y normas 3. Este ejemplo juega un papel fundamental en el capítulo 1 de The So-
vereignty of Good, de Iris Murdoch (Nueva York, Schocken, 1970), págs.
* Ésta es una versión ligeramente retocada de una disertación impar- 17-27 (trad. cast.: La soberanía del bien, Madrid, Caparrós, 2001).
tida en la Johann Wolfgang Goethe Universitat de Francfort el 9 de julio 4. Michelle Moody-Adams, Fieldwork in Familiar Places: Morality,
de 1999, en el marco de un simposio en honor de Jürgen Habermas con Culture and Philosophy, Cambridge, MA, Harvard University Press, 1997,
motivo de su setenta cumpleaños. La disertación ha sido publicada (en la pág. 176.
traducción al alemán de Karin Würdemann) como «Werte und Normen)), 5. Véase Hilary Putnam, «A Reconsideration of Deweyan Democracy)),
en Lutz Wingert y Klaus Günther (comps.), Die óffentlichkeit der Ver- The Southern California Law Review, nº 63; 1990, págs. 1.671-1.698; véa-
nunft und die Vernunft der óffentlichkeit: Festschrift für lürgen Habermas se además mi prefacio a T. Cohen, P. Guyer y H. Putnam (comps.), Pur-
(Francfort del Meno, Suhrkamp, 2001), págs. 280-313. suits of Reason: Essays in Honor of Stanley Cavell (Lubbock, Texas Tech
Press, 1993), págs. vii-xii; y mi «Ein Deustcher Dewey)), Neue Züricher
1. «Las normas se aplican a las decisiones acerca de qué se debe ha- Zeitung, nº 12, 13 de junio de 1999, pág. 77.
cer, los valores a las decisiones acerca de cuál es la conducta más desea- 6. Christine Korsgaard, con G. A. Cohen, Raymond Geuss, Thomas
ble. Las normas reconocidas imponen a sus receptores obligaciones igua- Nagel y Bernard Williams, The Sources ofNormativity, Cambridge, Cam-
les y sin excepción, mientras que los valores expresan la preferibilidad de bridge University Press, 1996 (trad. cast.: Las fuentes de la normatividad,
bienes anhelados por grupos particulares. Las normas se observan en el México, Panorama, 2000).
sentido del cumplimiento d~ expectativas conductuales generalizadas, 7. «Motivation, Metaphysics, and the Value of the Self: A Reply to Gins-
los valores o bienes pueden realizarse o adquirirse mediante la acción re- borg, Guyer, and Schneewind", Ethics, nº 109, octubre de 1998, págs. 49-
gida por propósitos. Es más, las normas plantean una reivindicación de 66.
validez binaria en virtud de la cual se consideran válidas o inválidas: a 8. Iris Murdoch, Sartre, Romantic Rationalist, New ~aven, Yale Uni-
los enunciados de "debe", al igual que a los enunciados asertóricos, sólo versity Press, 1953.
podemos responder con "sí" o "no" -o abstenernos del juicio-. Los va- 9. John Dewey arremetió contra esta misma imagen de lo mental ya
lores, en cambio, fijan relaciones de preferencia que indican que ciertos en la década de 1880. Por ejemplo: «El paisaje más complejo que poda-
bienes son más atractivos que otros: de ahí que podamos asentir en ma- mos tener ante nuestros ojos no es, hablando en términos psicológicos,
yor o menor grado a un enunciado valorativo. La fuerza obligatoria de un simple hecho irreductible ni una impresión fijada en nosotros desde
las normas tiene el significado absoluto de un deber incondicional y uni- el exterior, sino una amalgama de sensaciones musculares y de color
versal: lo que uno debe hacer es igualmente bueno para todos (o sea, para junto con, tal vez, impresiones ilocalizadas de extensión, combinadas
todos los receptores). El atractivo de los valores depende de la valoración por las leyes psíquicas del interés, la atención y la interpretación. Es, en
misma y de un ordenamiento transitivo de bienes que se ha impuesto en resumen, un juicio complejo que incluye elementos emocionales, voliti-
determinadas culturas o ha sido adoptado por determinados grupos: las de- vos e intelectuales». Extraído de «The New Psychology)>, en John Dewey,
cisiones valorativas importantes o las preferencias de orden superior ex- The Early Works, vol. 1 (Carbondale, Southern Illinois University Press,
presan lo que es bueno para nosotros (o para mí) bajo cualquier conside- 1969), págs. 54-55; y otra vez: «El hecho es que no hay una facultad de la
ración.>~ Habermas, «Reconciliation through the Public Use of Reason: observación, de la memoria o del razonamiento, del mismo modo que no
Remarks on John Rawls Political Liberalism", Journal of Philosophy, vol. hay una facultad original de la herrería, la carpintería o la ingenieria del
92, nº 3, marzo de 1995, págs. 114-115. vapor. Estas facultades significan simplemente que determinados impul-
2. Esto guarda una relación obvia con el análisis de Rawls del impe- s9s y hábitos se han coordinado y dispuesto con el fin de efectuar ciertos
rativo categórico como un test para máximas, no como medio de crear- tipos bien definidos de trabajo. Exactamente lo mismo ocurre con las lla-
las, en Lectures on the History of Moral Philosophy (Cambridge, MA, Har- madas facultades inentales. No son potencias en sí mismas, sino sólo
vard University Press, 2000), págs. 143-325. respecto de los fines a los que se dirigen, las funciones que deben reali-
200 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR[ ... ] NOTAS 201
zar. De ahí que no puedan ser localizadas ni discutidas teóricamente, si- 13. Reason, Truth, and History, Cambridge, Cambridge University
no sólo en la práctica». !bid., págs. 60-61. Press, 1981 (trad. cast.: Razón, verdad e historia, Madrid, Tecnos, 1988).
10. En «Motivation, Metaphysics, and the Value of the Self» hay un 14. Ethics and the Limits of Philosophy, Cambridge, MA, Cambridge
curioso argumento dirigido a demostrar que incluso la valoración de ob- University Press, 1985.
tener lo que uno desea (es decir, del «egoísmo>)), «no es una fuerza causal 15. Véase la noción de Williams de da concepción absoluta del mun-
bloqueada por otra fuerza causal, la ley moral, y que por consiguiente do». Para el detalle de la discusión y las referencias, véase el capítulo 5 de
puede operar libremente tan pronto como esta otra fuerza se aparta de Renewing Philosophy (Cambridge, MA, Harvard University Press, 1992),
su camino>), sino que «es simplemente una consideración que tiene una págs. 80-107 ( trad. casi.: Cómo renovar la filosofía, Madrid, Cátedra, 1994,
especie de rango automático en un animal autoconsciente propenso al págs. 125-159). Para un diálogo reciente entre Williams y yo, véase su
egoísmo)>. El argumento de que la «consideración>> del egoísmo tiene que «Philosophy as Humanistic Discipline», Philosophy, nº 75, 2000, págs. 477-
tener este rango automático procede como sigue: «[ ... ] ¿puede un ser ra- 496, y mi «Reply to Bemard Williams' "Philosophy as a Humanistic Disci-
cional resistir la tendencia básica al egoísmo y por tanto negar que sus pline"», Philosophy, nº 76, 2001, págs. 605-614.
inclinaciones tienen efectivamente un rango? Aunque Kant parece re- 16. Confieso que el modo en que Williams usa el término «verdade-
chazar que esto pueda suceder[ ... ] no veo que tenga razones para hacer- ro» me resulta profundamente desconcertante. Véase mi Renewing Philo-
lo, de modo que supongamos que sí puede suceder. ¿ Qué se seguiría de sophy, op. cit., págs. 103-105 (trad. casi.: págs. 154-157).
ello? Dado que no estaríamos persiguiendo ningún fin personal propio, 17. Véase mi ensayo sobre Williams, «Pragmatism and Relativism:
¿qué máximas tomaríamos en consideración? Encontramos los deberes Universal Values and Traditional Ways of Life», en mi obra Words and Li-
perfectos, el deber de decir la verdad, el de mantener las promesas, y co- fe (Cambridge, MA, Harvard University Press, 1994), págs. 182-197.
sas por el estilo, en el curso de acción ordinario, cuando nos ocupamos 18. Jürgen Habermas y yo nos conocimos en 1980 cuando, a instan-
de nuestros asuntos, pero ahora no hay asuntos de los que ocuparse. ¿Y cias de Willi Essler, otro viejo amigo, impartí clases en Francfort como
qué ocurre con los deberes imperfectos? Presumiblemente, si considera- })fofesor invitado durante un Sommersemester.;~
mos que nuestras propias inclinaciones no tienen rango, tampoco consi- 19. Según Bernard Williams, entre personas pertenecientes a mun-
deraremos que lo tengan las inclinaciones de otros, y con ello desapare- dos sociales distintos las cuestiones formuladas mediante «debe>), el con-
cería nuestro deber de promover su felicidad. ¿Qué hacer entonces? [ ... ] cepto ético «fino)>, sólo pueden discutirse cuando 1) ambos mundos so-
ciales contienen este concepto ético fino (y Williams considera que todos
La negación del egoísmo conduce al escepticismo normativo y al vacío,
los mundos sociales contemporáneos cumplen esta condición), y 2) para
no a la liberación del yugo de las inclinaciones: a menos que los seres
ambos participantes en la discusión «ver las cosas>> desde la perspectiva
humanos nos valoremos a nosotros mismos, no puede haber razones ni
del otro es una posibilidad real y no una posibilidad «nocional» en el
valores» (págs. 56-57). Pero seguramente nadie, digamos, se come un bo-
sentido de Williams, y sin duda, ante un caso como el que se plantea
cadillo de jamón porque ha decidido adoptar como ley la máxima de ac-
aquí, la ética discursiva de Habermas nos instaría a considerarla una po-
tuar según aquellos de sus deseos que no son moral o prudencialmente
sibilidad real por el bien de la «acción comunicativa>).
erróneos puesto que no ve ningún otro modo de evitar el escepticismo nor-
20. Frank P. Ramsey, epílogo («There is Nothing to Discuss»), en
mativo. Incluso como reconstrucción racional, esto resulta increíble.
Foundations of Mathematics and Other Logical Essays, Londres, Rout-
11. Veáse McDowell, Mind and World (Cambridge, MA, Harvard Uni-
ledge and Kegan Paul, 1931, pág. 289.
versity Press, 1994), págs. 84-88 (trad. casi.: Mente y mundo, Salamanca,
21. ¿Por qué no decir «cuál es el verdadero)>? También podría haber-
Sígueme, 2003), al igual que su ensayo «Two Sorts of Naturalism», en
lo dicho; de hecho, en el caso de la ética (a diferencia de la ciencia), la
Mind, Value and Reality (Cambridge, MA, Harvard University Press, 1998), concepción verdadera no puede ser distinta de la que tiene las mejores
págs. 167-198.
12. La expresión es de Korsgaard, en «Motivation, Metaphysics, and * En las universidades alemanas, el semestre de verano (desde el 1 de abril hasta
the Value of the Self», op. cit., pág. 57. el 30 de septiembre). (N. del t.)
202 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR [ ... ] NOTAS 203
razones en su haber, si aceptamos ( como Cora Diamond hace tiempo que 27. Entre estas razones está la destrucción de la información como
nos sugiere) que las razones éticas no pueden darse siempre mediante resultado del aumento normal de la entropía y del fenómeno llamado
argumentos lineales. Véase (<Anything but Argument» en Diamond, The «caos», además de límites fundamentales como el de la velocidad de
Realistic Spirit (Cambridge, MA, MIT Press, 1991), págs. 291-308. transmisión de la información, establecido por la teoría de la relatividad,
22. Habermas se apoya explícitamente en la Transzendentalpragmatik y el de la supervivencia de la información debido a fenómenos cuánticos
de Apelen los ensayos «Wahrheitstheorien)} y «Was heisst Universal Prag- como los agujeros negros. Puede consultarse una clara explicación divul-
matik)), recogidos en sus V¿rstudien und Ergnzungen zur Theori.e des kom- gativa de Stephen Hawking en: <http://www.hawking.org.uk/text/public/
munikativen Handelns (Francfort del Meno, Suhrkamp, 1984 ). Para los dice.htmb.
detalles y referencias a otros textos en los que Habermas se sustenta en 28. Explico mis razones para abandonar el antirrealismo con respecto
Apel, véase mi «Werte und Normen)>, en Lutz Wingert y Klaus Günther a la verdad, entre otros lugares, en mis conferencias Dewey reimpresas
(comps.), Die óffentli~hkeit der Vemunft und die Vernunft der óffentlichkeit: como la primera parte de The Threefold Cord: Mind, Body and World, op. cit.,
Festschrift f"ürJürgen Habermas, nota 26. «Pragmatism>> (citado en la nota 26) y «Pragmatism and Realism», Car-
23. Karl-Otto Apel, Charles S. Peirce: From Pragmatism to Pragmati- daza Law Review, vol. 18, nº 1, septiembre de 1996, págs. 153-170, com-
cism, versión inglesa de John Michael Krois (Francfort del Meno, Suhr- pilado por Morris Dickstein en The Reviva/ of Pragmatism (Durham, Duke
kamp, 1984). University Press, 1998), págs. 37-53.
24. Esta operación fue anticipada por James (véase Hilary Putnam y 29. Apel afirma que «dass schon die [ ... ] in jeder Problemerortung
Ruth Anna Putnam, «William Jámes's Ideas», recogido en mi Realism voraussgesetzte rationale Argumentation die Geltung universaler ethis-
with a Human Face [Cambridge, MA, Harvard University Press, 1990], cher Normen voraussetzt» ( «Das Apriori der Kommunikationsgemeins-
págs. 217-231); pero contestada por el mismo Peirce (por ejemplo, en chaft und die Grundlage der Ethík,,, en K.-0. Apel, Transforma/ion der
Reasoning and the Logic ofThings, Kenneth Laine Ketner [comp.], prólo- Philosophie, vol. 2 (Francfort del Meno, Suhrkamp, 1976), pág. 397. (trad.
go de K. L. Ketner y H. Putnam [Cambridge, MA, Harvard University cast.: La transformación de la filosofía, vol. 2, Madrid, Taurus, 1985). «Et-
Press, 1992], págs. 105-122). was, das ich nicht, ohne einen aktuellen Selbstwiderspruch zu begehen,
25. Habermas cree que, a diferencia del concepto de validez, el con- bestreiten kann, und zuglecih ohne formallogische petitio principii de-
cepto de verdad no se aplica a las normas. Esta distinción juega un pa- duktiv begründen kann, gehürt zu jenen transzententalpragmatischen
pel central en la réplica de Habermas a la conferencia en que se basa es- Voraussetzungen der Argumentation, die man immer schon annerkannt
te capítulo, que se publicará como «Werte und Normen: Kommentar zu haben muss, wenn das Sprachspiel der Argumentation seinen Sinn be-
Hilary Putnams Kantischen Pragmatismus», junto a mi réplica «Antwort halten sol!.,, («Das Pro-Sprachpragmatík,,, en B. Kanitschneider [comp.],
auf Jürgen Habermas», en Marie-Louise Raters y Marcus Willaschek Sprache und Erkenntnis, Innsbruck Institut für Sprachwissenschaft der
(comps.), Hilary Putnam und die Tradition des Pragmatismus (Francfort Univ. Innsbruck, 1976, pág. 22 y sigs.)
del Meno, Suhrkamp, 2002). En mi «Antwort» sostengo que la perspec- 30. Véase la última sección (titulada «Was Dewey Trying to Derive an
tiva de Habermas no tiene en cuenta las propiedades de la noción de Ethics from the Logic of Science») de «Pragmatísm and Moral Objecti-
verdad subrayadas por los grandes lógicos del siglo xx, en particular por vity», en mi libro Words and Life, págs. 174-177 (trad. cast.: «¿Intentaba
Frege y Tarski. Dewey derivar la ética a partir de la lógica de la ciencia?», en «Pragma-
26. Véase mi tercera conferencia Dewey «The Face of Cognition>>, en tismo y objetividad moral)), en La herencia del pragmatismo, op. cit., págs.
Putnam, The Threefold Cord: Mind, Body, and World (Nueva York, Colum- 185-190).
bia University Press, 1999), págs. 43-70 (trad. cast.: «El rostro de lo cog- 31. The Theory of Communicative Action, 2 vals., traducida por Thomas
nitivo», en Sentido, sinsentido y los sentidos, Barcelona, Paidós, 2000, McCarthy (Boston, Beacon Press, 1984) (trad. cast.: Teoría de la acción comu-
págs. 101-136), así como mi ensayo «Pragmatism», en Proceedings of the nicativa, 2 vols., traducción de Manuel Jiménez Redondo, ligeramente reto-
Aristotelian Society, vol. 95, tercera parte, 1995, págs. 291-306. cada aquí, Madrid, Taurus, 1987, pág. 368): «El entendimiento [Verstiin-
204 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR [ ... ] NOTAS 205
digung] es considerado el proceso de alcanzar un acuerdo [Einigung] en- pers, vol. 3, Realism and Reason [Cambridge, Cambridge University Press,
tre sujetos capaces de hablar y actuar. Pero un grupo de personas pueden 1983], pág. 236) argumento que Carnap incurria exactamente en ese mis-
sentirse como alguien con un estado de ánimo tan difuso que sea difícil mo oxímoron en Der logische Auf'bau der Welt.
identificar el contenido proposicional o el objeto intencional al que ese 36. Aquí estoy siguiendo a Levinas tal y como yo lo interpreto. Véase mi
estado se dirige. Una tal unanimidad [Gleichgestimmtheit] no satisface «Levinas and Judaism)), en Robert Bernasconi y Simon Crichley (comps.),
las condiciones para el tipo de acuerdo [Einverstiindnis] en que culminan The Cambridge Companion to Levinas (Cambridge, Cambridge University
los intentos de alcanzar entendimiento cuando son exitosos. El conteni- Press, 2002) ..
do proposicional de un acuerdo alcanzado mediante comunicación, o de 37. En el capítulo 2, la sección titulada «Los valores epistémicos tam-
un acuerdo presupuesto colectivamente en una. acción comunicativa, re- bién son valores)).
sulta discernible>). Y: «Si, siguiendo a Durkheim, sostenemos que se dá 38. Éste es el motivo de qu·e Quine y Bernard Williams consideren
una tendencia hacia la lingüistización de lo sagrado que se manifiesta en que este discurso carece de contenido objetivo alguno. Para la adhesión
la racionalización de las imágenes del mundo, en la universalización del del último a las tesis del priméro, véase el libro de Williams Descartes:
derecho y la moralidad y en la creciente individualización, tenemos que The Project of Pure Enquiry (Harmondsworth, Penguin, 1978), págs. 300-
suponer que el concepto de identidad del yo se ajustará progresivamente a 303 (trad. cast.: págs. 379-385).
la autocomprensión que acompaña· a la práctica comunicativa cotidiana. 39. Véase The Many Faces ofRealism (LaSalle, III., Open Court, 1987),
En este caso, nos enfrentamos a la importante cuestión de si, con cada págs. 86-90 (trad. cast.: Las mil caras del realismo, Barcelona, Paidós,
nuevo estadio de la formación de la identidad, no deben cambiar también 1994), y Renewing Philosophy, op. cit., págs. 35-55.
las condiciones y los criterios de identidad. Por lo general, al responder 40. Renewing Philosophy, op. cit., págs. 60-66 (trad. cast.: págs. 101-109).
"Yo", un hablante sólo indica que puede identificársele, genéricamente, co- 41. Véase nuestro «La lógica de Dewey: Epistemología como hipóte-
mo sujeto capaz de hablar y de actuar, y, numéricamente, mediante algu- sis)), en La herencia del pragmatismo, op. cit., págs. 215-249.
nos datos significativos que ilustran su procedencia. Sin embargo, cuan-
do satisface el nivel de exigencia de la identidad del yo mediante la Capítulo 8. La evasión de los valores por parte de los filósofos
autoidentificación predicativa, al responder "Yo" (en los contextos apro- de la ciencia
piados) indica que puede identificársele, genéricamente, como sujeto ca-
paz de actuar con autonomía, y, numéricamente, mediante datos que * Este ensayo es una versión de una conferencia titulada {<Philosophy
ilustren la continuidad de una historia vital de la que él asume la respon- Seen» [ (<Filosofía vista))], pronunciada ante la American Philosophical So-
sabilidad» (vol. 2, pág. 152). ciety for the Advancement of U seful Knowledge en noviembre de 1999.
32. Al proceder mediante una argumentación transcendental a partir
de la teoría de la verdad de Peirce, Apel no se ve obligado a afrontar este l. En una carta a James datada el 21 de noviembre de 1904, que figu-
problema. Pero una vez rechazada la identificación de la verdad con el rará en un volumen de próxima aparición de The Correspondence ofWilliam
consenso resultante de una discusión (ideal) (y, como añadiría Peirce, de James (Charlottesville, VA, Universíty of Virginia Press), Dewey escribía
una experimentación), ya no puede evitarse la exigencia de una razón pa- que «una de las muchas ventajas del enfoque pragmatista es la de que en
ra suponer que la verdad y el consenso coinciden en ciertos casos espe- vez de relegar lo ético a un rincón solitario e insignificante, identifica ese
ciales como el de la ética. problema ético ["la relación entre la libertad personal y el orden estable-
33. The Sovereignty ofGood, op. cit., págs. 28-37. cido"] con el problema general de las relaciones entre lo objetivo y lo
34. Véase nota 10. subjetivo de la experiencia)>.
35. Nótese que la afirmación de que nosotros no tenemos conoci- 2. Veáse «Philosophy and the Sciences: A Classification1), en Justus
miento alguno de la existencia de otras personas ¡es parecida a un oxí- Buchler (comp.), The Philosophical Writings of Peirce (Nueva York, Dover,
moron! En «Why Reason Can't Be Naturalized)) (en mis Philosophical Pa- 1955), págs. 60-73.
206 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR [ ... ] NOTAS 207
· 3. The American Evasion of Philosophy (Madison, University of Win- 15. Ernest Nagel, Principies of the Theory of Probability (Chicago, Uni-
consin Press, 1989). versity of Chicago Press, 1939).
4. Véase sin embargo mi distinción entre los usos metafísico y no 16. Sobre esta ambición, véase mi «Reichenbach's Metaphysical Pic-
metafísico de «objetivo» en «Pragmatism and Nonscientific Knowledge>>, ture», en Words and Life, págs. 99-ll4.
en James Conant y Uszula Zeglen (comps.), Hilary Putnam: Pragmatism 17. Esto se demuestra en <<Reichenbach and the Limits of Vindica-
and Realism (Londres, Routledge, 2002), págs. 14-24. tion>>.
S. {<TwoDogmas of Empiricism», en W. V. Quine, From.a Logical Point 18. Hans Reichenbach, «Are Phenomenal Reports Absolutely Cer-
ofView (Cambridge, MA, Harvard University Press, 1953), pág. 41 (trad. tain?», Philosophical Review, vol. 61, nº 2, abril de 1952, págs. 147-159.
cast.: «Dos dogmas del empirismo>>, en W. V. Quine, Desde un punto de Para una discusión, véase mi <<Reichenbach and the Myth of the Given)),
vista lógico, 2" edición revisada, Barcelona, Paidós, 2002, pág. 85). en Words and Life, págs. 115-130.
6. !bid .. , pág. 46 (trad. cast.: pág. 91). 19. De hecho, en su respuesta a mi «Degree of Confirmation' and In-
7. En Paul Arthur Schilpp (comp.), The Philosophy of Rudolf Camap ductive Logic», en The Philosophy of Rudolf Camap (La Salle, Ind., Open
(La Salle, Ind., Open Court, 1963), págs. 385-446. Court, 1963), Carnap se retracta en gran medida de sus esperanzas en un
8. El párrafo citado reza como sigue: «Tomando prestada y adaptan- algoritmo que nos permite reproducir los juicios del juez inductivo ideal
do la elocuente imagen de Quine, si una teoría puede ser negra por el he- expresados por él en Logical Foundations of Probability (Chicago, Uni-
cho y blanca por la convención, bien podría ser (en lo que alcanzan a de- versity of Chicago Press, 1950), su única monografía dedicada a la lógica
cir los empiristas lógicos) roja poi los valores. Dado que para ellos la -inductiva. Para una prueba de que no se podría conseguir nada semejan-
confirmación o la falsación tienen que ser propiedades de una teoría en te con el proyecto de Carnap, véase mi «Degree of Confirmation' and In-
su totalidad, no tienen manera de desenredar toda la madeja)), Vivian ductive Logic».
Walsh, «Philosophy and Economics», en J. Eatwell, M. Milgate y P. New- 20. Aunque la·concepción es mucho más antigua, Quine la formuló
man (comps.), The New Palgrave: A Dictionary ofEconomics, vol. 3 (Lon- de un modo muy influyente en su célebre «Two Dogmas of Empiricism>>,
dres, Macmillan, 1987), págs. 861-869. recogido en From a Logical Point ofView, op. cit., págs. 20-46.
9. Morton White, Towards Reunion in Philosophy (Cambridge, MA, 21. La refutación de la teoría de Whitehead fue obra de C. M. Will,
Harvard Uni versity Press, 19 5 6). «Relativistic Gravity in the Solar System, II: Anisotrophy in the Newto-
10. Adapto una frase de Quine en From a Logical Point of View, op. nian Gravitational Constant>>, Astrophysics Journal, nº 169, 1971, págs.
cit., pág. 44. 409-412.
11. Véanse, por ejemplo, los ensayos recogidos en Quine, Theories 22. También vale la pena señalar que Popper asegura una y otra vez
and Things (Cambridge, MA, Harvard University Press, 1981). que el famoso experimento del eclipse fue un experimentum crucis (experi-
12. En <<Empirical Content», recogido en Theories and Things, la no- mento crucial], y por tanto una ilustración de la superior «falsabilidad)) de
ción guineana de «la misma teoría» es la siguiente: dos «formulaciones la teoría de la relatividad general de Einstein. De hecho, el experimento
teóricas,) son formulaciones de la misma teoría si 1) son empíricamente produjo cuatro conjuntos de resultados; según cual sea la fotografía de la
equivalentes (implican los mismos condicionales observacionales), y 2) cual nos fiemos (y las cuatro eran de una definición muy pobre), obtene-
cada una de ellas puede conciliarse con la otra mediante una reinterpre- mos la desviación de Einstein, la desviación de Newton ¡e incluso la do-
tación de sus predicados (págs. 24-30). ble desviación de Einstein! No se obtuvo una confirmación experimental
13. «Epistemology Naturalized», en W. V. Quine, Ontological Relativity realmente sólida de la teoria de la relatividad general hasta la década de
and Other Essays (Nueva York, Columbia University Press, 1969), pág. 75 1960. Para una explicación de esta confirmación, véase Charles W. Mis-
(trad. cast.: La relatividad ontológica y otros ensayos, Madrid, Tecnos, 1974). ner, Kip S. Thorne y John Archibald Wheeler, Gravitation (San Francis-
14. «Reichenbach and the Limits of Vindication>>, en mi Words and co, Freeman, 1973), parte IX. Evidentemente, el hecho de que se acepta-
Life (Cambridge, MA, Harvard University Press, 1994), págs. 131-150. ra la relatividad general antes de que hubiese experimentos decisivos a
208 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR [ ... ]

su favor contradice por completo la concepción popperiana en su con-


junto, que así puede caracterizarse de mitológica.
23. Para una crítica fulminante de esta idea, y del modo en que ha
contaminado la antropología cultural desde los tiempos de Herder, véase ÍNDICE ANALÍTICO Y DE NOMBRES
Michele Moody, Fieldwork in Familiar Places: Morality, Culture and Philo-
sophy (Cambridge, MA, Harvard University Press, 1997).
24. Véase Alvin Goldman, Epistemology and Cognition (Cambrigde,
Absoluto, 56, 60, 142 y los hechos, 36-37, 38, 39, 45
MA, Harvard University Press, 1986). Debo la consideración de esta al- Acción comunicativa, 134-136, 143-144, y el lenguaje, 38-40, 178n.39, 42,
ternativa a una sugerencia de Jamie Tappenden. 147-148. Véase también Discurso l 79n.43
Análisis de los componentes, de los con- y Ricketts, 177n.38
25. Esta objeción al fiabilismo me fue sugerida por la objeción de Er-
ceptos, 51-54, 80, 81, 88, 89, 140, y la selección de hipótesis, 45-46
nest Nagel a la concepción de Hans Reichenbach sobre la justificación 142 The Unity of Science, 32, 34
de teorias (concepción que tenía ella misma un carácter «fiabilista}>). Véa- Analítico/a, 31-33, 35, 44, 45, 79 y la verificabilidad, 37-38, l 77n.33
juicio, 24 Categórico, imperativo 135, 136-137.
se Ernest Nagel, «Probability and the Theory of Knowledge», Philosophy verdad, 22, 26, 27, 30 Véase también Imperativos
of Science, nº 6, 1939, págs. 212-253; y Principies ofThe Theory of Proba- Analítico/sintético, distinción, 22, 23- Causalidad, 36
bility, Intemational Enciclopedy ofUnified Science, vol. 1, nº 6 (Chicago, 27, 28, 29, 32-33, 43,44, 87 Churchland, Paul, 179n.45
Anderson, Elizabeth, 51-52, 58, 91 Churchman, C. West, 159, 160
University of Chicago Press, 1939). -'Antiescepticismo, 131 Ciencia:
26. Puede sostenerse que los juicios de razonabilidad se basan en un Antirrealismo, 146 filosofía de la, 45, 154-155, 159-171
algoritmo inconsciente incorporado a nuestros cerebros. Esta tesis pre- Apel, Karl-Otto, 144-153, 203n.29, 204n.32 yCarnap, 32, 37, 38,40, 165
A priori, 22, 25, 31, 32 y el conocimiento, 154-155, 160, 161,
supone que una explicación computacional de la racionalidad científica Aristóteles, 58, 157 165, 169
debe ser verdadera. Para una crítica de esta presuposición, véanse mi Re- Arrow, Kenneth, 189.n.3 y discurso, 141
Aseverabilidadjustificada, 124, 125, 128- y la distinción hecho/valor, 55, 56,
presentation and Reality (Cambridge, MA, MIT Press, 1988); la entrada
130, 131, 132, 168. Véase también 123
«Putnam, Hilary» en Sarnuel Guttenplan (comp.), A Companion to the Justificación y la ética, 127
Philosophy of Mind (Oxford, Blackwell, 1994), págs. 507-513; y «Reflexi- Aumann, Robert J., 189n.3 y el falibilismo, 123
Austin, John, 132, 197n.24 y Hume, 36
ve Reflections», Erkenntnis, nº 22, 1985, págs. 143-153, recogido en mi Autonomía, 103-106 y los juicios de valor, 96, 159-162,
Realism with a Human Face (Cambridge, MA, Harvard University Press, Autoritarismo, 136 165-169
1990). Pero no está claro por qué motivo una explicación semejante de Ayer, A. J., 88-89, 94, 96, 97 y el lenguaje, 49
y la metafísica, 114, 115
cómo funcionan nuestros cerebros debería proporcionar una descompo- Bienes, 101, 103 y Peirce, 147
sición de los distintos argumentos que aceptamos en «métodos» de la paquete de, 99, 100 y la percepción moral, 151
clase requerida por la epistemología fiabilista. Bienestar, 76, 80, 81 y Popper, 165
Bentham, Jeremy, 68 y el positivismo lógico, 25, 26, 35-39,
Berkeky, George, 36, 55 44, 49
Bueno, 34, 58-59 y el pragmatismo, 45
y Quine, 22, 26, 27, 44, 45
Campbell, Norrnan, 38 y los valores, 45, 46, 159-169
Capacidades, enfoque de las, 66, 74-78, y los valores epistémicos, 155, 156
80-81, 93 y la verdad, 146
Carnap, Rudolf: y Walsh, 57-58
y lo analítico, 173n.11-12 y Weber, 81
y la ciencia, 40, 165, 169, 207n.19 y Williams, 56, 57, 141
Der Logische Aufbau der Welt, 37 Véase también Empirismo
y la ética, 32-35, 39, 40, 176n.26 Círculo de Viena, 36. Véase también
«Foundations of Logic and Mathe- Positivismo lógico
matics)), 38 Clarke-, Samuel, 176n.30
210 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR [ ... ] ÍNDICE ANALÍTICO Y DE NOMBRES 211
Concepción absoluta del mundo, 57, Dicotomía frente a distinción, 23-28, y Hare, 51, 52, 87-88 y la verdad, 144-145, 202n.25
127, 142 78-80 y los hechos, 33 Hare, R. M., 50-54, 59, 80, 89-92, 95,
Conceptos: Discurso: y Hume, 29-35, 43 97
análisis de los componentes de los, y acción comunicativa, 147-148 y la imbricación hecho/valor, 49-59 El lenguaje de la moral, 87
51-54, 80, 81, 88, 89, 140, 142 científico versus ético, 141-142 y los juicios, 154 Hechos:
éticos densos, 49-51, 53, 54, 80, 92, racional, 32, 35, 71, 135 y justificación, 154 naturales, 55, 56
111, 140, 142, 143, 145, 150-151, Véase también Lenguaje y Kant, 138, 139 y Carnap, 36-38, 45
152, 153, 155 Distinción hecho/valor, 21-22, 23, 28- y Mackie, 58 y el conocimiento, 165, 169
éticos finos, 78, 111 39, 41, 50, 55, 59-61, 119, 122-123 y la metafísica, 60,114,115 y convención, 161-162
y Carnap, 39 Diversidad de ideales, 134 y Moody-Adams, 59 y Dewey, 118, 119, 124-125
Véase también Idea Dualismo,23-25, 79, 80 y el naturalismo, 154 y la distinción hecho/valor, 34-39
Conocimiento, 35, 36, 60, 154, 155, y el no cognitivismo, 110-111 y el empirismo, 55
160, 161, 165, 169 Economía, 63-78, 80-83, 93, 94 y la objetividad, 127 y la ética, 33
Contextualismo, 155 Economía del bienestar, 65, 66, 70, 74, y Peirce, 159 y Hume, 27, 29, 31-32, 34-35, 36, 41,
Convención, 22, 24, 26, 44-45, 162 75, 93. Véase también Economía y el positivismo lógico, 34, 35, 37 43, 50, SS
Crimen, 35, 50, 55 Edgeworth, Francis Ysidro, 70 y el pragmatismo, 45 y juicios de valor, 21, 95-98, 129-130
Crueldad, 49-55 Egoísmo, 65-66, 67, 68, 111-112 y__las preferencias, 11O y Kant, 31
Cultura, 59, 60, 78, 120, 142, 167 Einstein, Albert, 168 y la razón, 32, 59, 60, 94-98 y Mackie, 58
Elección, consistencia de la, 67 y Robbins, 71, 72, 81 y el positivismo lógico, 22, 25-26, 33,
Davidson, Donald, 40, 140, 195n.3 Estética, 33, 159 y Sen, 65, 87 34, 35, 36-37, 38-39, 40, 41, 43, 44,
Deber, objetivo, 109-110 Emoción/sentimientos, 29, 31, 32, 34- y la subjetividad, 94 49, 55, 79
Democracia, 126, 131-132, 136 .ÍS, 51, 123 y los valores epistémicos, 46-49 y Quine, 26, 27, 44-45
Derecho, 117,127,129,130, 142 Empirismo: y la verificación, 129, 14 7 y Robbins, 81
Descartes, René, 129 y Carnap, 37-39 y Weber, 81 y Sen, 88, 89, 98
Descripción: y la distinción hecho/valor, 23, 41, 43 y Williams, 56-57, 60 y teorías, 160, 165
y análisis de los componentes, de los y Einstein, 168 Véanse también Juicios de valor, Mo- y los valores, 33, 41, 43-61, 63, 160,
conceptos, 51, 53, 54, 80, 81, 140- y los hechos, 55, 56 ralidad, Valor 161, 169
142 y las matemáticas, 26-27 Ética discursiva, 126, 133-134, 136- y Williams, 55-58
y Carnap, 39, 40 y el positivismo lógico, 24, 43 138, 141, 143-145, 147, 148, 150- Herman, Barbara, 31, 137
y los conceptos éticos densos, 51 y los valores, 123-124 152, 153, 156, 157 Hipótesis, véase Teoría
y el lenguaje, 48-50 y la verdad, 14 7 Experiencia, 45, 123-124, 159 Hobbes, Thomas, 117
y el no cognitivismo, 53-55 Véase también Ciencia Experimentos, 26, 126, 127, 131 Hume, David:
y valoración, 54, 55 Enunciado observacional, 164-165 Investigación sobre los principios de
y los valores, 80-81 «Es)) frente a «debe)>, 23, 28-30, 43 Falibilismo, 60, 123, 131, 157 la moral, 30
y los valores epistémicos, 47, 48 Escepticismo, 154, 155 Figuración, 27-28, 29 y la ciencia, 36, 176n.29
y Peirce, 147 Epistemología, 60, 123, 127, 163, 168 Firth, Roderick, 4 7 y la distinción hecho/valor, 43, 79
y Sen, 88, 89, 93 Ética: Física, 25, 26, 27, 38, 56, 161, 162. Véa- y «es» frente a «debe}), 28-30, 43,
Descubrimiento de uno mismo, 109, 110 y aseverabilidad justificada, 124, 125, se también Ciencia 173n.13
Deseos, satisfacción de los, 76-77 127, 128-130, 131, 132 Foot, Philippa, 50, SI y la ética, 33, 34, 35, 43
Dewey, John: y Carnap, 32-35, 39 Frege, Gottlob, 22, 171n.1, 172n.5 y los hechos, 27, 29, 31-32, 34-35, 36,
y Bentham, 68, 69 y la ciencia, 127 Funcionalidad valiosa, 81 41, 43, 50, 55
y la distinción hecho/valor, 23, 24- y los conceptos densos, 50-51, 54, Funcionalidades, 74, 78 y el libre albedrío, 104
25, 79, 119 80, 92, 111, 140, 142, 143, 145, y Mackie, 55
y la ética discursiva, 148 150-151, 152, 153, 155 Georgescu-Roegan, Nicholas, 189n.3 y la moralidad, 34, 35
y el falibilismo, 60, 157 y los conceptos finos, 111 Goldman, Alvin, 168 y el positivismo lógico, 31-32, 35, 43
y los juicios normativos, 45 y el conocimiento, 155 y Stevenson, 174n.16
y el naturalismo, 154 y Dewey, 148 Haberma_s, Jürgen:
y la objetividad, 114 y discurso, 32, 33, 126, 127, 133-134, Teoría de la acción comunicativa, 13 3, Idea, 23, 29, 30, 41. Véase también
y la psicología, 195n.11, 199n.2 136, 138, 141, 143-145, 147, 148, 144, 151 Conceptos
y Sen, 97 151-152, 157 y la ética discursiva, 126, 136-137, Imbricación:
y los valores, 118, 119, 122-127, 131, y la economía, 66-74, 81, 82, 94 143-145, 148, 149-153, 156, 201n.19 de hecho y valor, 43-61, 92, 94
159, 20Sn.1 y Habermas, 126, 136-137, 143-145, y la racionalidad instrumental, 119 y valoración, 80-82
Diamond, Cora, 201 n.21 148, 149-153, 156, 201n.19 y valores frente a normas, 133-139 Imperativos:
212 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR [ ... ] ÍNDICE ANALÍTICO Y DE NOMBRES 213
y Habermas, 135-137 167. Véase también Aseverabilidad yKant, 25 y Habermas, 134
y juicios de valor, 87-89, 90-92 justificada yla metafísica, 60 y Hume, 30, 31
y Kant, 31 yla objetividad, 48 y la imbricación hecho/valor, 59
y Reichenbach, 97 Kant, Immanuel: yel positivismo lógico, 22, 25, 31-32, y los juicios de valor, 161
y Sen, 89, 95 y Dewey, 119 44 y el relativismo, 56-57
Impresión sensorial, 55 y la distinción analítico-sintético, 22, y Quine, 26-27, 44 y Sen, 87, 89
Indiferencia, 100-103 25, 33, 171n.l McDowell, John, 50, 53, 54, 80, 114, y los valores, 166-167
Inducción, 60, 163-165 y la distinción hecho/valor, 31 141 Norma, 133-157
Interés propio, 65, 67, 68, 69-70 y la ética discursiva, 138 Metafísica: Normatividad, 45, 49, 50
y el florecimiento humano, 157 y el antirrealismo, 146 Nozick, Robert, 69, 82, 185n.20
James, William, 45, 119-120, 153, 160, y Habermas, 133-134, 136-137, 138 y la ciencia, 114,115 Nussbaum, Martha, 75
161 y los juicios, 25 y dicotomía, 79
Jevons, William Stanley, 70 y Korsgaard, 139-141 y la distinción hecho/valor, 55, 56 Objetividad:
Juicios: yPeirce, 159 y la ética, 59, 60, 114, 115 y el acuerdo, 68-69
cognitivamente significativos, 24, 37- y la percepción, 123 y Habermas, 156 y la cultura, 60
40, 43-44, 49, 79 y el positivismo lógico, 22 y Hume,c28, 29 y Dewey, 60, 119, 120
compulsivos frente a no compulsi- y lo sintético, 22, 25, 27 y Kant, 31-32 y la ética, 127
vos, 89-90, 95 y los valores, 140, 141, 152 y Mackie, 58-59 y Habermas, 156
éticos frente a no éticos, 33, 34 Kohlberg, Lawrence, 51 y las matemáticas, 60 y los juicios de valor, 129-130
normativos, 45 Korsgaard, Christine, 31, 135, 137, 139, y el positivismo lógico, 24, 25 y la justificación, 160
prescriptivos frente a valorativos, 89 140, 141, 142 y Reichenbach, 164 y Kant, 138
y la ética, 154 yWilliams, 56-58, 60,112 y Mackie, 54
y Hume, 31-32 Lenguaje: Moody-Adams, Michele, 59, 137, 138 y el pragmatismo, 169
y Kant, 25, 31 ético denso, 145 Moore, G. E., 151 y la razonabilidad, 169
y las matemáticas, 25 y la ciencia, 49 Moralidad: y la realidad, 120-122
y el positivismo lógico, 24, 32 y descripción, 48, 49, 50 y Dewey, 69 y Rorty, 120, 167, 168
y Sen, 88, 89, 95 y la distinción analítico-sintético, 24, y la economía del bienestar, 75 y los valores epistémicos, 46A9
Véase también Juicios de valor 25 y Habermas, 133-134 Obligación, 27-28, 133-134, 155
Juicios de valor: y la imbricación hecho/valor, 49, 80, y Hobbes, 117 Observación, 26-27, 56-57, 126-127,
básicos frente a no básicos, 95-98 81 y Hume, 34-35 165-166. Véanse también Percep-
compulsivos frente a no compulsi- y la moralidad, 130, 141 y Kant, 31, 32 ción, Sentidos
vos, 97 y el positivismo lógico, 39-41, 43-44, y el lenguaje, 141 Óptimo de Pareto, 72-7 4
distinciones entre, 78-79 49 y Moody-Adams, 137
e imperativos, 87-89, 90-92 y la realidad objetiva, 121 y la percepción, 151 Peirce, Charles Sanders, 45, 47, 56,
y la aseverabilidad justificada, 124, y Williams, 56, 57, 111 y el pragmatismo, 45 120, 123, 144, 145, 147, 148, 159,
125, 128-130, 131, 132 Véase también Discurso y el realismo, 130 164
y Ayer, 88-89 Levi, Isaac, 193n.25 Véanse también Ética, Juicios de va- «La fijación de la creencia>), 126
y Carnap, 39 Lewis, C. l., 164-165 lor, Valor Percepción, 123, 131, 151. Véanse tamH
y la ciencia, 96, 159-162, 165-169 LeWis, David, 179n.46 Morgenstern, Oskar, 99, 100 bién Observación, Sentidos
y descripción, 55 Libertad, 77, 78 Motivación, 51-53, 66, 67-70, 83, 91, Pigou, Arthur Cecil, 70, 72-73, 78
y Dewey, 124-125 Libre albedrío, 102-105 92, 108-109, 113,114 Placer, 68, 69
y Hare, 51, 52, 87, 88 Locke, John, 36 Mundo de la vida, 134, 138, 156 Popper, Karl, 165, 166, 169, 207n.22
y los hechos, 21, 95-98, 129-130 Lógica, 24, 44, 48 Murdoch, Iris, 50, 53, 80, 140, 151, Positivismo, 73, 117, 134, 156. Véase
y Kant, 31 Lyotard, Jean-Frarn;ois, 153 197n.24 también Positivismo lógico
y Korsgaard, 139 La soberanía del bien, 55 Positivismo lógico:
y el no cognitivismo, 161 Mackie, John, 50, 51, 54, 55, 58, 59, 80 y lo analítico, 22, 31-32, 35, 44, 79
y la objetividad, 129-130 Manipulación, 135, 136, 147, 150 Nagel, Ernest, 164, 208n.25 y la ciencia, 25, 26, 35~39, 44, 49
y la razón, 87, 90, 94, 96 Marshall, Alfred, 70 Naturalismo, 154, 156, 157 y el discurso racional, 35
y Sen, 87-90, 91-94, 95, 98 Materialismo, 154 Newton, Isaac, 176n.30 y elección, 67
y la subjetividad, 21, 79 Matemáticas: No cognitivismo: y el escepticismo, 154, 155
y la verdad, 131-132 y el empirismo, 27 y los conceptos éticos densos, 50, 51, y la ética, 34, 35, 37
Véase también Juicios y Hume, 36 53, 54 y los hechos, 22, 25-26, 33, 34, 35, 36-
Justificación, 47-49, 147, 148, 154, 160, y los juicios, 25 y la ética, 110-111 37, 38-39, 40, 41, 43,44,49, 55, 79
214 EL DESPLOME DE LA DICOTOMÍA HECHO/VALOR [ ... ] ÍNDICE ANALÍTICO Y DE NOMBRES 215

y Hume, 31, 32, 43 Ricardo, David, 64 y los hechos, 160, 165 Valorado frente a valioso, 124
y los juicios, 24 Richter, Marcel K., 189n.3 Término: Valores epistémicos, 45-49, 155, 156,
y Kant, 22, 25-26 Ricketts, Thomas, l 77n.38 observacional, 37-41, 49 167
y el lenguaje, 39-41, 43-44, 49 Robbins, Lionel, 71, 72, 78, 79, 81, 83, teórico, 38-41, 49 Variable, interna frente a externa, 103,
y Mackie, 58, 59 94, 97 104
y las matemáticas, 22, 25, 31-32, 44 Rorty, Richard, 112, 119-122, 144,167, Utilidad, 70, 71, 72, 99 Verdad:
y Robbins, 71 168 Utilitarismo, 68, 74, 76, 81-82, 98 analítica, 22, 26, 27, 30
y Sen, 88-89, 94, 97 y Apel, 144-147
y el significado, 93-94 Scanlon, T. M., 192n.20 Valentía, 55 y aseverabilidad justificada, 128-130
y lo sintético, 22, 79 Sen, Amartya, 63-78, 80, 81, 82, 87-98, Validez, 48, 145 y la ciencia, 146, 147
y los valores, 32-34, 43 184n.15, 185n.28, 186n.34, 189n.3 Valor: y el empirismo, 146, 147
Pragmatismo, 45, 123, 124, 130, j31, Desarrollo y libertad, 77 básico frente a no básico, 89-90, 95 y los juicios de valor, 132
160-162, 169 Sobre ética y economía, 82 epistémico, 45-49, 155, 156, 167 y los valores epistémicos, 46-48
((The Nature and Classes of Prescrip- ético, 46-49 y Williams, 142
Predicado, 37, 38,44, 49, 51
tive JudgmentSJ), 87 términos de, 32, 33, 91 Verificación/verificabilidad, 37, 40, 93-
Preferencias, 67, 99-115, 134
Sentidos, 36, 37, 161-162. Véase tam- y análisis de lo~ componentes, de los 94, 128-130, 147
Prescripción, 53, 54, 80, 88, 89, 92
conceptos 140, 141 VonNeumann,John, 64, 72, 99,100
Prescriptivismo, 87, 90-92, 93, 95 bién Percepción
y la ciencia, 45, 46, 159-169
Privación, 76-77 Sentimiento, véase Emoción
y el conocimiento, 165, 169 Walsh, Vivían, 45, 57, 64, 66, 71, 74,
Problemas, resolución de, 60, 118, 130 Significado, 53, 93-94
y la crítica, 124, 125, 131 83, 162, 189n.3, 192n.15
Prójimo, como fin y como medio, 134, Sinceridad, 135, 136
y Dewey, 118, 122-127, 131, 159, 205n.1 Scarcity and evil, 74
137 Singer, A. E., Jr., 160, 165
y la economía, 74, 80-83 Weber, Max, 81
Psicología, 40, 139-141, 151, 152, 163, Sinsentido, 39, 40, 49 y elección, 67 White, Morton, 45, 161, 162
169 Sleeper, Ralph, 119-120
y el empirismo, 123-124 Wiggins, David, 50
Putnam, Ruth Anna, 125, 157 Smitb, Adam, 64, 65, 66, 67, 78 y la experiencia, 45 Williams, Bernard:
Soberano, 117 y descripción, 80 Ethics and the limits of Philosophy,
Quine, Willard van Orman, 22, 26, 27, Sócrates, 55, 59, 93-94 y Habermas, 133, 134 141
44-45, 161-163, 165-166, 169, 205n.38, Solidaridad, 120, 121 y los hechos, 33, 41, 43-61, 160, 161, y la concepción absoluta del mundo,
206n.12 Sonnenschein, Hugo E, 189n.3 169 142
«Dos dogmas del empirismo>), 26, Sraffa, Piero, 64 y Hobbes, 117 y los conceptos éticos densos, 111,
161 Stevenson, Charles Leslie, 35, 174n.16, y la justificación, 160 142, 145
«Carnap and Logical Truth)>, 162 175n.26 y Kant, 140,141,152 y los conceptos éticos finos, 111,
Facts and Values, 33 y Korsgaard, 139 201n.19
Rand,Ayn, 136,137 Subjetividad: y Mackie, 54 y el egoísmo, 193n.29
Rawls, Jobn, 31, 82, 137, 198n.2 y Bentham, 68 y neutralidad, 72, 73-74 y los hechos, 55-58
Razón/racionalidad: y la ética, 94 y el no cognitivismo, 166-167 y la irracionalidad, 112, 113, 114-115
y Apel, 148 y los juicios de valor, 21, 59, 79 y la percepción, 123-124 y la metafísica, 60
y la economía, 6 7 y justificación, 160 y el positivismo lógico, 22, 33, 43 y la motivación, 193 n.23, 194n.30
y la ética, 94-98 y el placer, 69 y la racionalidad, 59 y normas, 143
y discurso, 32, 71, 135 y el pragmatismo, 169 y selección de teorías, 46 y Quine, 205n.38
y los juicios de valor, 87, 90, 94, 96 y Sen, 94 y la subjetividad, 46 y razones, 109, 110
y Kant, 139, 140, 152 y la utilidad, 72 y Weber, 81 Wingrave, Owen, 111
y las preferencias, 99-115 y los valores, 46 Véase también Ética Wittgenstein, Ludwig, 107, 149, 150
y los valores, 59 Sintético, 22, 25, 27, 28, 79 Valoración, véase Juicios de valor
Razonabilidad, 168, 169 juicio, 24
Razones:
internas frente a externas, 108-112 Tautología, 22, 79
querer dar, 105-108 Teoría de la decisión racional, l O1,
Realidad objetiva, 120-122 102. Véase también Preferencias
Realismo, 146, 147, 162-163, 167 Teoría del error, 50, 58, 59
Reichenbach, Hans, 33, 97, 161, 163- Teorías:
165, 169, 175n.26, 208n.25 selección de, 46, 47, 162-166
Relativismo, 59, 60, 142, 155, 166, 167 y el conocimiento, 165
Representación, 121, 122 y la distinción hecho/valor, 41, 45

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