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Universidad Nacional de Colombia

Iniciación a estudios feministas y de género


Santiago Ribero Balaguera

Reflexiones

Las siguientes lineas, al permitirme escribirlas libremente, pretendo, abrir mi corazón


para contar sucesos personales y verlos cómo me ha enseñado el feminismo, de una
manera mucho más política, porque lo privado también es político (Monasterio, 2005)

Al iniciar este semestre me encontraba con sentimientos encontrados, no sabía en qué


era lo que sentía realmente sobre ella. Me sentía atrapado en una forma de relación
que no me gustaba, pero la amaba, incluso, la sigo amando. Me di cuenta de la
idealización que había hecho del amor, o más que nada, la idealización que tenía sobre
ella. Su nombre era Estefania, y en ese momento, al plantearle mi dilema, me dijo que
ella no estaba dispuesta a acompañarme por ese camino. Yo sé que ella también me
amaba, no lo sé si me sigue amando. Y ahora entiendo que fue por ese amor, que
decidimos terminar. Por ese amor, ella me dijo que siguiera ese camino que busco,
pero que ella no me quería acompañar. Ella era libre de decidir sobre su propio camino
y decidir hasta donde acompañarme, y yo era libre de continuar un camino coherente
con mis ideales de vida, con la forma de concebir el amor y romper las barreras de lo
normativo, de lo hegemónico. Permitirme actuar, ese momento humano en el que el ser
humano desarrolla su actividad que le da diferencia del resto de los animales, la
capacidad de ser libre (Monasterio, 2005). Entonces, estas palabras, libres, llenas de
amor y pasión, las dedico en honor a ese amor y esa libertad que nos permitimos
entregar. Porque la libertad y el camino a la misma es individual y colectiva. (Gargallo,
2005)

Recuerdo una frase que escuché:


“En el amor no se gana, se pierde”.1
Recuerdo también, haberle mostrado ese video,
con toda su complejidad
había algo que me impactaba de ese video
y creí comprenderlo,
había algo que me enseñaba un sendero,
que tal vez llevaba a la libertad
El problema es que no sabía cómo emprenderlo
Y a la vez la estaba perdiendo
a la persona con la que anhelaba recorrerlo.

Pero comprendimos
a pesar de la tristeza infinita
nos separamos.
Emprendí mi propio camino,
y me di cuenta que no estaba solo,
que muchas personas también lo recorrían
Que también buscaban ser libres
Y que ese camino se cruzaba con otros
Uno con los que me crucé fue con el feminismo
Que más que un camino diría que es una luz
Que alumbra el camino en momentos de incertidumbre
Pero esa luz no viene sola, está siendo cargada por miles de mujeres
Que luchan contra grandes adversidades en ese camino,

1 Dario Sztajnszrajber, sobre el amor: https://www.youtube.com/watch?v=HU3E7Zihx2g. En este video se muestra


cómo el amor está construido socialmente desde visiones burguesas-románticas y patriarcales. Me di cuenta que
mi relación con Estefanía era muy patriarcal, muy machista y que yo la estaba oprimiendo de muchas maneras
diferentes. Me di cuenta que una relación heteronormativa llevaba consigo el peso del patriarcado. Que no nos
permitía crecer y que bajo la excusa de la exclusividad nos oprimíamos el uno al otro. No afirmo que la exclusividad
en todos los casos sea mala y patriarcal, pero aquella que estaba llevando a cabo con Estefanía sí lo era. El video
también enseña cómo el amor está inmerso en el dispositivo económico. Amar significa perder es salirse de esa
lógica de que lo bueno es ganar, el beneficio que saco. Amar es también perder me hizo darme cuenta que si
amaba a Estefanía y sobre todo y si me amaba a mí mismo, perderla me haría crecer en ese amor. Ese amor que me
ha mostrado que perder mis privilegios de hombre es también amar a las mujeres, porque si no me bajo de aquellos
privilegios no podría acompañar en la libertad a las mujeres que rodean mi mundo.
Contra el monstruo del patriarcado,
contra la dicotomía de género,2
Muchos machos intentar arrebatarles esa luz,
torturándolas de una mil maneras,
llevándolas incluso
hasta la muerte.
Pero ellas no se rinden,
siguen luchando
Por la libertad de ellas
y del mundo.

Aquella luz me susurró en el oído:


“vas muy pesado”, me decía
“cargas muchos privilegios y valores3
que recogiste en otros caminos,
si los sueltas, podrás seguirme el paso,
para que juntos construyamos libertad”.

Por esos momentos también comenzó algo que será recordado en la historia, el
resurgir del movimiento estudiantil, una nueva esperanza que busca el amor a la
educación, esa educación pública, gratuita, feminista y anti-patriarcal. Entramos en
paro y empezamos a avanzar en la búsqueda de una educación para todas, una
educación de la gente y para la gente y que supere la visión opresora hacia la mujer.

Al principio no comprendía bien qué significaba una universidad feminista y anti-


patriarcal, sigo sin comprenderlo en toda su complejidad, pero ahora sé la importancia
que tiene para el movimiento estudiantil. Por un lado, con las denuncias públicas a
abusadores, agresores sexuales y violadores de la comunidad educativa se estaba
visibilizando un problema muy grave: las mujeres no están seguras en el ambiente

2 Sterling, 2006

3 Martinez S. 2017
estudiantil, su integridad corre peligro en la cotidianidad universitaria. No es posible
construir una universidad inclusiva para todas las personas, si a las mujeres se les
excluye la posibilidad de tener una vida universitaria tranquila, sin que vulneren sus
derechos. Harding (2016) dice que no existe problema alguno si no hay persona que lo
padezca, un problema es siempre un problema para alguien. Estas denuncias ponen
sobre la mesa que sí existe un problema y que es de vital importancia superarlo.

Por otro lado, el movimiento estudiantil, ha tenido grandes problemas en generar una
unidad. En su diversidad ha entrado en conflictos por formas diferentes de pensar y de
ver el sentido de lucha. Esos conflictos los he visto con las constantes pelas entre los
mismos estudiantes y profesores, peleas que han generado desunión. En una
discusión que se estaba realizando en sociología sobre el movimiento estudiantil, dos
profesores y una profesora estaban exponiendo sus ideas sobre algunas cosas que
podrían nutrir el movimiento. Uno de ellos, explicaba los movimientos estudiantiles de
Córdoba que lograron, entre otras muchas cosas, la autonomía universitaria. Este
movimiento, explicaba el profesor, se logró porque el movimiento estudiantil también se
articuló con otros movimientos sociales de la época, por ejemplo, los movimientos
sociales de izquierda. Luego la profesora empezó a hablar de cómo esta lucha
estudiantil es también una lucha para descolonizarnos de muchas opresiones que el
neoliberalismo nos ha impuesto. La más importante, decía la profesora, era la
descolonización de las mentes. Ella nos explicaba que el mayor éxito del
neoliberalismo fue la colonización de una forma de pensamiento, aquella que aludía a
la competencia como algo relacionado con la libertad, una competencia que en la
realidad genera desigualdad y marginalidad; una lógica que enseña que el consumo
está relacionado con el bienestar y entre más se consume, mejor se vive. Esa lógica
que también adora lo privado y denigra a lo público relacionándolo con “el populacho”.
Mostraba cómo la universidad pública tiene el deber de liberar las mentes, de
transformar esas lógicas y el movimiento estudiantil también debía plantearse esos
dilemas. Finalmente dijo que había asistido a una asamblea de sede y le daba tristeza
ver la desconfianza que existe entre los mismos estudiantes y los conflictos que
generan.
Con esas dos intervenciones me di cuenta la importancia del feminismo para el
movimiento estudiantil. Por un lado, los feminismos han visto la importancia de unirse a
otras formas de lucha que aboguen a la libertad (Gargallo 2009), por otro lado, las
experiencias de los feminismos como construcción colectiva y comunitarias nos
demuestran que existen formas en las que podemos unirnos generando, a su vez,
confianza y apoyo mutuo en pro a una causa. El cuidado, es una forma poderosa de
generar esa unidad, desde el principio del reconocimiento de la otra persona desde la
diversidad, un cuidado que transforma las formas de enseñar y aprender de otras y
otros, un cuidado que nos invita a liberarnos de esas nociones de competencia y
posesión privada sobre bienes y personas para replantearnos nuestro papel en el
mundo. El papel de la educación liberadora y de cuidado que implica pensar-hacer-
sentir, estando presente, siendo cuidadoso y minucioso (Bustos 2018).

Me di cuenta, en otro momento, hablando con una amiga que pertenece a un colectivo
feminista, la importancia de la lucha anti-patriarcal para el movimiento estudiantil y para
la vida en general. Discutiendo con ella comprendí que el patriarcado es toda una
estructura económica, política, social y cultural, una visión de vida que oprime y
margina otras formas de ver y concebir el mundo. Hasta en el orinar en un baño público
se encuentran estas exclusiones de género dentro del patriarcado (Preciado 2016),
hasta con la inclusión de la mujer en el mundo laboral sigue existiendo un patriarcado
que promueve las cadenas globales de cuidado, todavía marginadas (Fraser, 2017). Un
patriarcado que excluye a toda persona que no se acople a los parámetros del hombre
blanco europeo, que excluye al cuidado de una misma, de las otras personas, de la
naturaleza (Bustos 2018). Ese patriarcado también está presente en la educación, en la
forma de enseñar, un paternalismo que idealiza al profesor y pone en subordinación a
las alumnas y los alumnos, en vez de generar una construcción de conocimiento
colectiva. Un patriarcado que deja como secundario problemas muy graves tales como
la mayor cantidad de hombres con respecto a mujeres que entran cada semestre a la
universidad debido a todo un sistema educativo androcéntrico.
Discutiendo nos dimos cuenta que cosas como el representante a la cámara jugando
en el celular mientras se debatía sobre el código de infancia y adolescencia en el
consumo de drogas era también asunto del patriarcado. Mostrando total desinterés
sobre el cuidado de los y las niñas demuestra que el patriarcado es real en nuestra
sociedad, que luchar contra el patriarcado es transformar también el sistema político,
inoperante e inútil que tenemos hoy en día.

Los feminismos también me han ayudado a comprender mi mundo de otras maneras.


Me di cuenta que el machismo también me tiene oprimido a mí. Recuerdo una noche,
hablando con mi mejor amigo, una persona muy varonil, con una estética corporal que
atrae mucho y con unos valores muy masculinos. Esa noche hablábamos sobre sexo,
él orgulloso de virilidad, me decía lo bueno que era, según él, por durar mucho tiempo
haciéndolo sin venirse. Yo en ese momento me sentía mal, me sentía menos varonil
que mi amigo, porque no duraba sin venirme lo que él duraba, me sentía menos
hombre. Ahora comprendo que primero, ser bueno en el sexo, o más bien tener buen
sexo, no se trata de durar mucho sin eyacular o no (porque el sexo no termina cuando
el hombre eyacula, visión que vende la pornografía) y que además se me estaban
imponiendo valores masculinos tales como esa virilidad (Seidler, 2016), esa fuerza en
el que te hace dominante y un “verdadero macho” en el sexo. Pero que en realidad me
oprime a mí y también a la mujer con la que pueda tener sexo ya que no nos permite
disfrutarlo de una forma mucho más libre y compleja.

Comprendí y he conocido también en la práctica que el sexo no es solo penetración, no


se trata de venirse y sentir el propio placer, sino que el placer es mutuo, es de todo el
cuerpo y es una creación de cada instante que va construyendo el acto sexual en sí.
Superar la imposición de la masculinidad ha significado para mí, dejar de sentirme mal
por no ser tan masculino, estar orgulloso de otros valores que tengo que son
comúnmente excluidos por no ser masculinos, tal como la ternura y encontrar en el
sexo una y mil maneras diferentes de sentir y dar placer diferentes a la visión
heteronormativa (Witting, 1980) de la pornografía.
Finalmente, me gustaría escribir sobre mi resignificación de género. Siento que gran
parte de mi vida he estado cerrado a cuestionarme mi género e identidad sexual,
cuestionarme si soy hombre heterosexual y qué significa serlo en relación con todas las
demás personas que me rodean. Me he dado cuenta que se me ha impuesto un
discurso de ser hombre heterosexual bajo una concepción dualista y tradicional del
género y la identidad sexual (Sterling, 2006). Esa concepción no me ha permitido
convivir libremente con otras personas cuyo género es diferente al mío, y conmigo
mismo en torno a mi identidad sexual.

En este tiempo me he permitido la libertad de explorar mi sexualidad, antes me hubiera


dado miedo y pena, ahora comprendo que antes de ser algo malo, descubrir nuevas
identidades sexuales en mí también me haría más libre. En este camino, de explorarme
a mí mismo con respecto a los otros he reafirmado mi género y mi identidad sexual,
como hombre heterosexual. Esa reafirmación también me ha llevado a superar mi
heteronormatividad, a no sentirme incómodo si, por ejemplo, una persona homosexual
me empieza a caer. Antes me sentía incómodo en este tipo de situación, ahora me
siento bien, me siento atractivo y alagado que le guste a otra persona, sea del género
que sea.

Ahora en esta reafirmación, me siento mucho más seguro para contradecir comentarios
machistas, homofóbicos y transfóbicos de muchos de mis amigos. Me di cuenta que
ese tipo de comentarios los hacen para reafirmar su posición de dominación y privilegio
como hombres y que cuestionar este tipo de comentarios no me hace menos hombre a
mí.

Bibliografía

ARROYO MARTINEZ SOTOMAYO, Alejandra (2017). Masculinidad y feminismo: una


visión integral. Feminismos, pensamiento crítico y propuestas alternativas en América
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GARGALLO CELENTANI, Francesca (2009). “A propósito de un feminismo


propiamente nuestroamericano”. Revista anual de la Unidad de Historiografía e Historia
de las Ideas – INCIHUSA – CONICET / Mendoza Vol. 11 / N° 1 / ISSN 1515-7180 /
Mendoza / Julio 2009 / Artículos (13-18)

HARDING, Sandra (s.f). “¿Existe un método feminista?”. Traducción Gloria Elena


Bernal.

MONASTERIO, Marta (2005). “¿Es el feminismo una teoría política o una ética?”.
Instituto Complutense de Estudios Internacionales. VII Mágister en Género y
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PÉREZ-BUSTOS, Tania (2018). El ethos del cuidado en la producción de conocimiento,


una aproximación desde la antropología feminista al campo científica. En: Género y
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SEIDLER, Víctor (2006): “Introducción: Varones jóvenes y masculinidades” y “Varones
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WITTIG, Monique. “La categoría de sexo” [1882]. “No se nace mujer” [1981]. “El
pensamiento heterosexual” [1980]. “A propósito del contrato social” [1989]. En: El
pensamiento heterosexual y otros ensayos. Traducción de Javier Sáez y Paco Vidarte.
Editorial Egales. Madrid. 2006, pp. 21-72.

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