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Desde una 3

perspectiva Noviembre 2010


Periódico de frecuencia imprevisible
Edita: Sociedad Cultural Apoyo Mutuo
Correo: interhelpo@gmail.com

libertaria
Depósito Legal: B-32993-2010

El estado nos llama a las urnas


Nuevamente, se espera de la ciudadanía que legitime con su voto el poder político
que la oprime. Se nos dirá que ejercemos la soberanía popular con nuestro voto, se nos
dirá que elegimos a quienes, en nombre nuestro, rigen los destinos de la nación.
Pero nosotros sabemos que la soberanía popular está secuestrada por los políticos
que hacen y deshacen durante cuatro años sin contar con nosotros y ni siquiera con sus
promesas electorales. Sabemos que, con nuestro voto, les daríamos cobertura y nos
convertiríamos en sus cómplices.
Pero nosotros sabemos que los políticos que elegimos no mandan. Que quienes man-
dan son el FMI y el BM, que a los dirigentes económicos no nos permiten elegirlos. Sa-
bemos que, con nuestro voto, participaríamos en la farsa y nos convertiríamos en sus
cómplices.
Pero nosotros sabemos que el estado no ejerce el poder de unos políticos corruptos y
unos capitalistas avarientos a través del parlamento, sino a través de la violencia poli-
cial, del terrorismo económico y de la mentira institucionalizada de los medios de co-
municación de masas. Sabemos que, con nuestro voto, participaríamos en nuestro pro-
pio engaño y nos convertiríamos en sus cómplices.
Y no les vamos a votar. No les votaremos, porque
Queremos decidir nosotros mismos nuestro futuro y no que lo hagan políticos profe-
sionales que, escapando a todo control popular, se convierten en nuestros verdugos
económicos y sociales.
Queremos decidir nosotros mismos la salida económica que demos al desastre que
han organizado los capitalistas con la complicidad de los políticos que ahora nos piden
el voto.
Queremos repartir el trabajo y la riqueza. Que trabaje todo el mundo: desde el rey
hasta el último mendigo y que toda la riqueza y todos los recursos económicos estén a
disposición de la comunidad.
En pocas palabras, queremos la abolición del estado y la instauración de la democra-
cia directa, queremos la abolición de la propiedad privada y la instauración del comu-
nismo libertario. Por ello,
• No participes en la farsa electoral. No legitimes a tus verdugos
• Sal a la calle por la democracia directa: el poder político a las asambleas
• Sal a la calle por la autogestión económica: la producción al servicio del pueblo
y no al de los ricos.
¿La salida a la crisis? El anarquismo
El capitalismo está en crisis desde principios del siglo 20. La crisis financiera, cuyos
efectos estamos sufriendo en la actualidad, no es más que una manifestación de la cri-
sis agónica del sistema de explotación del trabajo asalariado. La situación actual está
poniendo de manifiesto varias cuestiones, cada día más evidentes, que hacen necesario
un debate serio, responsable y comprometido de toda la sociedad.
La crisis actual no se arregla con la reforma laboral, ni con las medidas financieras
tomadas, ni con la política actual. El problema es más de fondo. Es necesario cuestio -
narse de forma global el capitalismo como sistema organizador de nuestras vidas. Es
evidente que mantener las mismas políticas financieras y permitir que los mismos que
nos han robado sean los que marquen la agenda económica no garantiza el bienestar
social y que, por el contrario, aumenta las desigualdades entre los seres humanos, inci-
diendo más aún en la exclusión social y la sobreexplotación de las personas y del entor-
no natural.
Si queremos tener futuro como humanidad, estamos condenados a pasar página y
construir entre todos algo nuevo. Un sistema donde lo prioritario sea el respeto a las
personas, garantizando el bienestar de todos y todas, que esté basado en la democracia
directa y en la autogestión integral del trabajo, los recursos, la educación, la salud, la
riqueza... Únicamente la participación y gestión ciudadana pueden garantizar el repar-
to equitativo y la justicia social. Sin embargo, tanto el estado y los partidos políticos,
como el sindicalismo oficial pretenden mantenernos alejados de un escenario de soli-
daridad, de apoyo mutuo, disidencia y rebeldía que nos permita poner freno a lo que
quieren hacernos creer inevitable: el constante retroceso de los derechos de la clase
trabajadora.
Nos quieren cada día más pobres, cada día más esclavos. Los unos, imponiendo una
salida de la llamada crisis que signifique una mayor precariedad del empleo, unos sala-
rios más bajos, una dictadura sin fisuras del capital y unas condiciones de vida propias
del siglo 19. Los otros, manteniendo a la clase obrera y al conjunto de la sociedad en la
mayor indefensión a través de su pactismo sin límites, con el que buscan asegurar su
conversión en parte integral del estado, y a través de sus jornadas de lucha ficticia, con
las que pretenden lavarse la cara ante los trabajadores y la ciudadanía y mantenernos
en los límites de una lucha ineficaz y sin perspectivas transformadoras.
Hoy en día, con los recursos técnicos y de infraestructura y con la riqueza generada,
no se entiende que la sociedad no esté avanzando de una forma respetuosa con el en -
torno y las personas. No tiene lógica continuar con un sistema que se ha mostrado ine-
ficaz para la consecución de un bienestar universal y que únicamente favorece a una
pequeña minoría promotora de un sinfín de guerras, conflictos religiosos, desigualda-
des sociales... El propio sistema crea los mecanismos de control del pensamiento para
generar sentimientos de frustración, escepticismo, apatía y desánimo.
Por todo ello, se hace preciso llamar a la clase obrera y a toda la sociedad a organi-
zarse al margen del estado y de toda organización política y a mantener un lucha que
vaya mucho más allá de un día aislado de protesta, como fue el 29-S. Se hace preciso
convocar una batalla permanente para alcanzar la única solución posible a la crisis:
acabar con el sistema de explotación capitalista y crear una sociedad nueva basada en
la libertad, la autoorganización, la justicia y el apoyo mutuo.
Sindicalismo de estado
El sindicato es la forma natural de organización de la clase obrera. A lo largo de la
historia de nuestra clase, el sindicalismo ha ido cambiando de objetivos y de forma de
organizarse. De los sindicatos de oficio se pasó al sindicato único de rama industrial y a
las federaciones de sector productivo, de la defensa de los antiguos privilegios gremia-
les a la lucha por conquistar nuevas mejoras sociales y de condiciones de vida. Hoy el
sindicalismo está en crisis. Al hablar de sindicatos, parece obligatorio acabar usando
las palabras corrupción y traición.
La actual situación de crisis endémica del sistema capitalista nos ha llevado a una si-
tuación nueva: el sindicalismo ya no puede obtener ninguna mejora real, generalizada
y permanente de las condiciones de vida de la clase obrera sin sobrepasar el marco del
capitalismo. Por ello, el único sindicalismo real posible hoy es un sindicalismo que lu-
che por una sociedad nueva que, superando la producción orientada a la obtención de
plusvalía, se base en la propiedad colectiva y la democracia directa.
Los viejos sindicatos, como CCOO y UGT, al renunciar a la alternativa revoluciona-
ria, sólo pueden subsistir como gerentes de la mano de obra al servicio del sistema, es
decir, como una parte más del estado. Por ello, se ven obligados, para seguir existiendo
como organización y como modus vivendi, a pactar toda clase de recortes de los dere-
chos obreros, a bloquear toda respuesta combativa de los trabajadores, a convertirse
en casi-funcionarios del estado. En pocas palabras, a convertirse en sindicatos amari-
llos.
Este tipo de sindicalismo, inevitablemente, se ve dominado por la corrupción, por la
traición y el pactismo desenfrenado, porque es la única posibilidad de existencia que
tiene en el seno del sistema. Lo vemos a veces, como en la pantomima de huelga gene-
ral que convocó el 29-S, intentando lavarse la cara ante la opinión pública. Afortunada-
mente, en esta convocatoria-pantalla le ha salido el tiro por la culata: quería utilizar la
indignación obrera para lavarse la cara y garantizar su puesto en las mesas de negocia-
ción, pero el resultado ha sido que los trabajadores han utilizado su convocatoria para
expresar su indignación en la calle y en las empresas ―e incluso contra estos sindica-
tos.
El sindicalismo que necesita hoy nuestra clase y que debe eliminar el sindicalismo
amarillo de CCOO y UGT debe tener las siguientes características:
• debe tener un carácter internacional e internacionalista, porque es la única ma-
nera de enfrentarse al neoliberalismo globalizado y combatir el fraccionamiento
de la clase que se nos ha impuesto y que convierte a los trabajadores de cada país
en competidores de los de todos los otros
• debe regirse por los principios de la democracia directa para impedir la profesio-
nalización de los sindicalistas y asegurar el control de la organización y sus deci-
siones por la afiliación de base
• debe combatir intransigentemente por la mejora real de las condiciones de vida
de los trabajadores, lo que implica la superación del sistema capitalista, es decir,
la abolición del estado y de la propiedad privada y la instauración de la democra-
cia directa
¿Bienvenida a la teocracia?
Lo que más define al ser humano como tal es el libre albedrío, o sea, la capacidad de
tomar su destino en sus propias manos y decidir sobre su vida, la sociedad e incluso el
planeta. Desde la más primitiva bestialidad hasta nuestros días, la humanidad ha
avanzado ampliando sus ámbitos de libertad, basándose en la experiencia práctica y
eliminando los prejuicios y temores ancestrales con el pensamiento racional.
Sin embargo, las rémoras de nuestro oscuro pasado perviven en la religión. La reli-
gión, con sus prédicas sobre la sumisión a un destino ya dispuesto por la voluntad del
dios de turno, con su promesa de otra vida que compense los males de la presente ―a
condición, claro, de cumplir con unos mandamientos contrarios a la razón, al pensa-
miento científico y al desarrollo de la libertad―, con su defensa incondicional del po-
der del estado sobre la sociedad, es el mayor enemigo intelectual de la humanidad. Por
ello, debemos rechazar enérgicamente toda religión y librarnos de todo resto de pensa-
miento teológico en nuestros cerebros.
El 7 de noviembre, visita Barcelona el jefe de estado de la única teocracia europea. El
jefe de estado del Vaticano. Casi nadie quiere recordar que este minúsculo estado teo-
crático existe por la decisión de Benito Mussolini (el Duce italiano), siendo pues tam-
bién el único país existente en Europa que fue instituido por el fascismo. El Brujo Blan-
co del Vaticano es, desde el punto de vista político e ideológico, el icono mundial de la
reacción y el neoconservadurismo. Sin embargo, el estado español (y su imitación cata-
lana) van a gastar 2,5 millones de nuestros euros en una recepción-homenaje a este té-
trico personaje. Entre tanto, no alcanza el dinero para las pensiones, ni para el subsi-
dio de desempleo, ni para la sanidad pública...
¿Por qué el estado favorece tanto a la religión católica? ¿Va a hacer lo mismo con los
caudillos de todas las religiones que visiten el país? ¿Por qué se persigue con saña el
más mínimo atisbo de disidencia y, en cambio, se respeta escrupulosamente hasta las
más escandalosas ignominias, si se hacen en nombre de alguna religión o por miem-
bros de alguna religión organizada?
Quizá porque, como cantaba el viejo y casi olvidado payador,
«¿Que Dios ayuda a los pobres?
tal vez sí o tal vez no,
pero es seguro que almuerza
en la mesa del patrón.»

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