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Si
no me lo impiden .los mirones, porque me sigue molestando la mosquita. ¿Será que estoy
güeliendo a podrío? Pero yo como que todavía no estoy muerto, ¿verdá, Gallineta? [... ] sereno,
espantosamente impávido, recostado contra el mostrador, con los codos apoyados sobre éste
y la diestra péndula, sin la más leve vibración de nervios, ya con el hueco donde cabría justa
la empuñadura del revolver al cinto. Marcos Vargas no perdía la vista de las manos del asesino
ambidextro -particularidad que no le era desconocida-, quien al darle de nuevo la espalda sólo
lo había hecho para prepararse la revuelta impetuosa, ya con el arma esgrimida. -Déjate de eso,
chico -insistió la ramera al verlo sacar el revolver. Pero ya el hombrón estaba de pie, desatada la
revuelta asesina ... Que fue la última ... Se le desprendió el arma de la zurda, se llevó la diestra al
corazón, dio un pujido y balbució, ya desplomándose, cenicienta la faz sombría: -Me andó alante
el joven.
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