Gaceta de Estética
Plástica
Nathaniel Mary Quinn. Junebug (2015).
El precioso acierto de un error
Las equivocaciones del editor de un libro pueden
adoptar un cariz criminal sobre la obra y la pasión lectora. Mi
adolescencia amó Casa de campo, de José Donoso, publicada
en 1978 por Seix Barral. Años después, cuando quise atesorar
esa pieza en mi biblioteca, la encontré bajo el sello de Editorial
Universitaria, donde vio la luz en 2006. Entre una factura y
otra, mediaban el Premio Nacional de Literatura, concedido al
novelista en 1990, y su muerte, acaecida un sexenio después.
Abrí el volumen que pensaba adquirir y lo revisé. Tenía errores
de digitación suficientes como para desistir. Contrariado,
examiné el colofón y descubrí lo peor: se trataba de una
reimpresión, por lo que el daño había salido más de una vez de
los talleres con idéntica impunidad. Cándido, y tan animado
por la circunstancia de ser un comprador habitual de la tienda
como por el hecho de que esta pertenecía a la propia firma,
advertí del asunto a dos de sus vendedores, quienes dejaron
constancia de lo que ellos mismos pudieron comprobar.
Un lustro más tarde, la librería seguía comercializando los
mismos errores. Qué triste, pensé, extendiendo el lamento
al desprestigio que se echaba encima la Universidad de Chile,
asociada al menos nominalmente a esa casa editora.
Claro está, los problemas también alcanzan al
nombre de los autores. Así sucedió con los textos distribuidos
por el gobierno mexicano entre sus escolares, cuando el
eterno candidato de origen japonés al Premio Nobel, Haruki
Murakami, fue presentado como “Jakuri Muramaki”, en un
paquete bibliográfico que reunía 117 errores, incluido uno
que, cual profecía autocumplida, sustituía la palabra precaución
por “precausión” (El País, Madrid, 20 de agosto de 2013).
Como siempre todo puede ser peor, hay fallas que
cobran simultáneamente víctimas en todo el orbe. Hace
unos años, leí con estupor la portada de Rubaiyat, de Omar
Khayyam, en la edición de Fontana. Justo bajo el título, se
añadía: “Según la versión inglesa de Francis Scott Fitzgerald”.
Ingenuo como siempre, notifiqué la increíble falsedad a un
distribuidor en América, quien me aseguró que retiraría el
libro del inventario. Años después, él y sus colegas siguieron
comercializándolo, de modo que escribí a la editorial, en
España. “Quien tenga el más elemental conocimiento de
la obra de Khayyam, sabe que la versión en inglés fue hecha
por el poeta y traductor EDWARD FITZGERALD, autor
inglés nacido en Bredfield en 1809, y no por el narrador
estadounidense nacido en Saint Paul en 1896. Nombre,
nacionalidad, continente, obra, especialidad y 87 años de
diferencia son parte del abismo”, señalé (5 de abril de 2019),
remarcando mi interés por “saber quién se hace cargo de
ello, pues más allá de la ignorancia que expresa de parte de
los responsables de la edición, la persistencia de tamañas
fallas termina además promoviendo dicha ignorancia entre
los lectores”. En la respuesta, más cordial que mi mensaje,
junto con agradecerme las observaciones, se me prometió “la
salida de una nueva edición con estos errores corregidos” (8
de abril de 2019). Crédulo hasta la necedad, aguardo a que esa
firma cumpla la palabra, mientras pienso cómo reaccionará
cuando le haga ver que otra de sus portadas presenta la Ilíada
como “novela” y una tercera anuncia la “versión íntegra” de
La riqueza de las naciones, reducida a un séptimo de la obra
Gaceta de estética. Año 8, número Léucade es dirigida por David Hevia y publicada por Nina Penna, Francisca Beytía, Christian Castro
y Omar Alarcón. Sus artículos no reclaman propiedad intelectual, sino la articulación del intelecto
178. Del 15 al 28 de abril de 2019. contra la propiedad. Colaboró en este número: Valentina Salomón. Búscanos en Facebook. Envía tus
Distribución gratuita. textos y fotografías a gaceta.leucade@gmail.com
Puño y letra
original. En esa espera vuelvo a mi adolescencia, cuando, Me apresuro a observar que el valor de
a la inversa, un error hizo que me enamorase de Rimbaud. una obra no depende de la categoría
“Feliz como una mujer”, fue la preciosa fórmula que leí en el a la que pertenece. Muchas
verso final de Sensación (1870). Un año después, revisando veces un fragmento producido
el poema en francés, supe que alguien se había tragado la artificialmente es un logro,
preposición y que, en realidad, el remate solo decía “feliz mientras que las piezas debidas
como con una mujer”. Para entonces, ya era irrevocable mi enteramente a mi inspiración son
incondicionalidad por el vate, aunque él hubiese deseado ser peor recibidas por diversas causas
el autor del equívoco. accidentales. Las condiciones
en que se halla el compositor en
el momento en que escribe, y de las
que depende su estado de espíritu, tienen una extrema
Edvard Munch contra el Génesis importancia. El artista, cuando crea, necesita calma. En
ese sentido, la actividad creadora es siempre objetiva, incluso
Quizá sea el hecho de verse siempre seguido de la creación musical, y se engaña quien piensa que el artista
cerca por la muerte lo que inspire en el artista noruego una puede, merced a su talento, liberarse de sus sentimientos
concepción estética tan arraigada en la idea de eternidad. particulares del momento. Las emociones tristes o alegres
Edvard Munch entiende que para combatir con coherencia que él traduce son siempre e infaliblemente introspectivas.
todo final hay que arremeter también contra cualquier Sin motivo especial para alegrarme, puedo estar en una
comienzo, y es así que, en 1908, emprende la redacción de disposición feliz para crear, e, inversamente, puedo, en las
Alfa y Omega, un escrito ensamblado con dieciocho litografías, circunstancias más agradables, escribir una música sombría
clasificado frecuentemente como cuento y que, en lo esencial, y desesperada. En una palabra, el artista vive una doble vida,
explica el deceso de los dos personajes que dan nombre al una existencia humana ordinaria y otra artística, y ambas
opúsculo. “Por las noches se quedaban sentados, apoyados no coinciden siempre. En todo caso, para la composición,
el uno en el otro contemplando el rayo dorado de la luna que lo repito, lo esencial es liberarse momentáneamente de los
brillaba en el mar alrededor de la isla”, relata el pintor en cuidados de la existencia cotidiana y abandonarse sin reserva
esa alegoría que pone en línea el estado de retiro y el mundo a la del artista.
de las apariencias, al tiempo que evoca el Génesis con miras
Piotr Ilich Tchaikovsky. Carta a Nadejda (agosto-septiembre
a proponer una versión distinta. Un día Alfa sorprendió a
de 1878).
Omega sosteniendo la cabeza de una serpiente y mirando los
brillantes ojos de la bestia mientras esta rodeaba su cuerpo.
Cayó la lluvia, sintieron miedo y, antes de pecar en el sentido
cristiano del término, Alfa mató al ofidio, como si este fuera
la causa de todas las cosas, pero entonces Omega palpó al oso,
luego a la hiena-poeta y más tarde al tigre y al asno. La furia
se apoderaba de Alfa, quien además no conseguía despertar
los celos de Omega, que, en cambio, estaba entregada a los
besos. Cuando de nuevo el rayo áureo de la luna se posó sobre
las aguas, Omega se fue de la isla. Alfa quedó solo hasta que
los animales, hijos de Omega, volvieron y lo rodearon como
si fuera su padre. Apenas ella regresó, Alfa le dio muerte y
otra vez sintió miedo, justo antes de ser despedazado por
las bestias: la nueva generación de la isla.
Entre los casi 15 mil manuscritos de Munch que
Las musas o nada
le sobrevivieron en cuadernos, hojas sueltas,
servilletas de papel o boletos de transporte, hay
varios que desarrollan esa búsqueda de un tiempo
sin fronteras e, incluso, algunos que llevan más lejos
dicha cosmovisión. Tal cosa ocurre con el pasaje
fechado en Kristiania en 1890, donde el creador
torna impreciso el vínculo entre la obra y el objeto
cuya contemplación supuestamente la inspira. “No
pinto lo que veo. Sino lo que he visto”, apunta, como
anticipando El grito que lanzará sobre cartón tres
años después. El 4 de mayo de 1929, en tanto, su
pluma arremete contra los márgenes implicados en
el proceso de percepción. “En los últimos tiempos
he pensado lo siguiente – lo que vemos y sentimos,
lo vemos y lo sentimos porque estamos en posesión
de órganos de los sentidos – la vista, el oído y el tacto
están hechos así – son limitados”, anota, asegurando
que el árbol no es un tronco con raíces y que su
forma es casi íntegramente redonda. El modo en
que las cosas son en general vistas depende, a su
juicio, de un estado anímico. “Si se quiere pintar
la atmósfera”, advierte, no se puede permanecer
sentado, pues entonces el ojo se acostumbra a la
luz y los contornos se hacen más precisos; hay que
pintar el objeto “tal como se ha visto en el momento
en que uno ha sido seducido por el motivo”. Así,
contra la “honradez” de la exactitud fotográfica
pretendida por otros artistas, Munch proclama que
“no es la naturaleza (la realidad física), sino el ser
humano, la vida misma, lo que hay que reproducir”.
Y es que, como remarca sin data bajo el encabezado
Música y pintura, el arte, en cuanto domina el deseo
de cristalización, “necesita la forma, el límite”, que
le es provisto por la naturaleza: el autor reclama
fronteras en el arte precisamente para que fuera de
este, en la vida que retrata, no las haya.
Vania Amira
Escúchanos los lunes a las 15:00 horas en el programa Te invitamos a posar en Las
Barco de Papel, por Radio Nuevomundo (930 del dial AM musas o nada. Escríbenos al
o en www.radionuevomundo.cl) correo o por mensaje en Facebook.