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José Medina
Duras palabras se han vertido acerca de la filosofía de Hegel desde sus orígenes
hasta el día de hoy, sin duda no siempre palabras justas. En la obra colectiva The Hegel
miths and legends, editada por Jon Stewart18, se presentan una serie de artículos que
esclarecen para el público general diversos equívocos que han sido una fuente de
malentendidos constantes de la obra de Hegel. Debemos decir, sin embargo, que a pesar
de la contribución de estos autores, la mayor parte de las críticas que se han realizado a
la filosofía de Hegel siguen todavía hoy en pie sin haber perdido relevancia, entre otros
motivos porque aunque la obra de Hegel pueda haber sido objeto de injustos
malentendidos, muchos de los seguidores de Hegel, que también le han malentendido,
han contribuido a crear, cada uno a su manera, una “hegeleanería” que corre en paralelo
a la historia de la filosofía de Hegel y la mayor parte de las veces se confunde con ella.
Esa “hegeleanería” es lo que en consonancia con otros autores llamamos en este artículo
“la farsa hegeliana”. Intelectualmente no es posible tomarse en serio a la hegeleanería.
Recordemos también estas otras lacerantes y agudas palabras del filósofo Karl
Popper "[Hegel,] su verborragia y la maraña de sus pensamientos (...) es patológica"13 y
pongámoslas en relación con uno de los escritos del psicólogo junguiano Wolfgang
Giegerich, Hegel's language4. En este breve escrito, Giegerich da su opinión respecto al
peculiar lenguaje de Hegel, recurre a la autoridad de los filósofos Ernst Bloch y Terry
Pinkard y a la del experto en literatura Emil Staiger, defiende la validez y relevancia de
las expresiones de Hegel y compara a Jung con un subnormal (!) por haber juzgado
equivocadamente a Hegel y su modo de usar el lenguaje. En algunas ocasiones, como
en este escrito, es difícil saber si la motivación principal de Giegerich al escribirlo es
atacar a Jung -siguiendo la tónica general de casi todos sus escritos-, o bien defender a
Hegel (¿su ídolo herido?). Efectivamente, Jung, al igual que Popper, arremetió
duramente contra este lenguaje "amanerado" de Hegel, contra su "lenguaje de poder",
lenguaje que para Jung es "un síntoma de debilidad, incapacidad y falta de substancia” 10,
palabras duras que lamentablemente pueden también aplicarse a la obra "psicológica"
de Wolfgang Giegerich, para el que, sin embargo, “el problema de Jung con el lenguaje
de Hegel y de Heidegger es principalmente su propio problema con la modernidad” 4,
modernidad sui generis que para Giegerich es la medida de todas las cosas. Se piense lo
que se piense sobre el asunto, parece claro que además de las cuestiones intelectuales
en juego, se mezclan en este tema factores altamente emocionales, y por lo tanto cabe
1
decir arquetípicos, relacionados con la tipología psicológica de los implicados en tales
cuestiones. No en vano tal tipología nos habla precisamente del alma, tanto objetiva
como subjetiva. Lo esencial, no obstante, no es el lenguaje, vayamos pues al fondo del
asunto.
"nuestro pensamiento debe ser monista. (...) La exclusión de cualquier Otro externo no
debe ser malentendida como el activo, quizás incluso violento, `volverse en contra de...´
del psicólogo. (...) No, la exclusión es `paciente´, pasiva, un efecto secundario de algo
otro: del hecho de que toda la "libido", todo "amor", la completa intensidad de la
dedicación de uno fluye hacia la imagen que se tiene a mano (o hacia cualquier otra cosa
en la que pueda consistir el fenómeno psicológico), por tanto todo lo demás es
simplemente olvidado, no hay atención que prestarle; está toda en el fenómeno,
cautivada por él."5
La falta de autocrítica y de diálogo real con el otro que esta perspectiva implica es
como mínimo preocupante. El problema de este planteamiento no es que debido a él
no se juzgue al paciente, o a cualquier fenómeno psicológico -de hecho tal acriticismo
aplicado al paciente (neutralidad) es muy recomendable-, sino que con esta forma de
entender la psicología se impide juzgar -valorar- la propia perspectiva psicológica, en
este caso la Psicología como Disciplina de la Interioridad, a no ser que se haga “desde
adentro”. Y por otro lado, podríamos añadir con Nietzsche: “Mientras que la moral
aristocrática nace de una triunfal afirmación de sí misma, la moral de los esclavos desde
el principio es un no a lo que no forma parte de ella misma, a lo que es diferente a ella,
a lo que es su no-yo”12, a lo que además añade el filósofo Gilles Deleuze que “por eso
Nietzsche presenta la dialéctica como la especulación de la plebe, como el modo de
pensar del esclavo. (...) ¿Quién es dialéctico, quien dialectaliza la relación? Es el esclavo,
el punto de vista del esclavo, el pensamiento desde el punto de vista del esclavo. (…) El
`sí´ de Nietzsche se opone al `no´ dialéctico”1, al no dialéctico hegeliano.
Efectivamente, la exclusión del no-yo, del Otro (ya sea en el terreno de la moral o en
el terreno psicológico) no es un signo de fortaleza, ni desde luego de honradez
intelectual, sino de debilidad y de pobreza intelectual, además de ser una muestra de la
escasa importancia que se le concede a la posible veracidad del propio pensamiento.
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En cuanto al criterio de veracidad, y dentro de esta misma lógica (hegeliana) de la
exclusión del Otro, Giegerich, mostrando una vez más su gusto por las metáforas
consistentes en cuchillos y demás objetos punzantes, nos propone como criterio de
veracidad psicológica de las afirmaciones, teorías y fenómenos lo que él llama "la navaja
psicológica"5 (intentando establecer con esta denominación una cierta analogía con la
navaja de Ockham), definida, según él, en el siguiente texto de Jung: "evita ante todo
que desde fuera se cuele algo extraño, pues la imagen de la fantasía tiene `todo lo que
necesita´”9. Sin embargo, basta con leer el referido texto de Jung (en Mysterium
coniunctionis) y los textos de Giegerich para darse cuenta de que aquel párrafo de Jung
no dice lo que Giegerich afirma que dice. En dicho texto no encontramos la metodología
de "la navaja psicológica" que propone Giegerich, porque de hecho en él Jung ni siquiera
está hablando de lo mismo que Giegerich. El psicólogo junguiano Mark Saban lo explica:
Despertemos de una vez y atengámonos a los hechos, que nuestra atención no fluya
ahora hacia otra parte, encaremos lo que aquí ha sucedido: Giegerich ha manipulado el
texto de Jung dándole un significado que el texto no tiene, descaradamente. Hay que
señalar, sin embargo, que en otras muchas ocasiones Giegerich se desentiende de la
metodología antes mencionada de la "exclusión del Otro paciente y pasiva" y utiliza la
obra de Jung como si fuera un saco de boxeo al que golpea una y otra vez, y en muchos
casos llega a ser tristemente conmovedor contemplar cómo el pobre Giegerich, cegado
por su "amor", lo único que consigue es dar violentos golpes al aire. Otras veces,
Giegerich no es tan violento, pero no por ello sus golpes son más certeros, veámoslo:
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GIEGERICH: "Los arquetipos, creo, no deberían ser considerados ‘hechos’. No tienen una
existencia positiva, sino que reciben una existencia positiva sólo en esas ‘imágenes
arquetipales’ y símbolos reales en sus marcos históricos-culturales concretos en los
cuales los arquetipos fundamentalmente negativos se ejemplifican a sí mismos."5
Pero como también indica Saban, aún queda una tercera posibilidad de mantenerse
en pie frente al gran filósofo idealista y, por tanto, frente a su versión actualizada en la
obra de Giegerich,
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complementada por una filosofía positiva. (...) El punto importante aquí es que Schelling
no rechaza la razón y lo conceptual, pero, sin embargo, ve un enfoque puramente
conceptual (como el de Hegel) como fatalmente unilateral. (...) Como dice McGrath,
"Giegerich, al igual que Hegel, presume que la lógica es adecuada a lo real; o, expresado
psicodinámicamente, que una lógica del alma es adecuada a la realidad psicológica". Por
eso, continúa McGrath, la psicología de Giegerich sufre de todas las debilidades del
idealismo: "la coherencia a costa de la suficiencia, el olvido de lo real y la violación,
aunque sutil, de la dignidad de la persona, valorando lo universal, lo lógico por encima
de la verdad única, irrepetible e incommunicable del ser humano individual existente."16
Para Giegerich existen dos Jungs6, uno al que Giegerich atiende y otro del que
Giegerich no quiere saber nada. Sin embargo, "para Jung el compromiso de la conciencia
del yo con el inconsciente representa siempre una reunión de dos enfoques diferentes
del mundo [expresado en la obra de Jung por los dos Jungs de Giegerich, que son los dos
el Jung que todos conocemos]"16. Por tanto, como concluye Saban: "Es precisamente
esta difícil tensión entre dos enfoques contradictorios la que Giegerich ni siquiera
intenta mantener, sino que la rechaza en favor de una visión unilateral idealista. Esta es
la razón por la que el entendimiento de Giegerich es inadecuado para la complejidad de
Jung."16
Aunque resulte duro de decir, el caso es que en esas pocas palabras que acabo de
citar se expresa el sometimiento dogmático al líder, a Giegerich. Obsérvese con la
suficiente atención: a alguien que dice lo que afirma esta discípula de Giegerich no le
puede importar lo más mínimo que Giegerich manipule los textos de Jung, ya que estar
de acuerdo con Giegerich o no, no importa (!). Igual que en una secta, a los discípulos
de la disciplina de Giegerich, en su interioridad, en el fondo, no les parece importante si
están de acuerdo o no con su líder, porque lo importante es seguirle, y además sólo
aceptan las críticas hacia la obra de su líder que les llegan "desde dentro", desde su
propio grupo, ya que la Psicología como Discipina de la Interioridad tiene en sí misma
todo lo que necesita... ¿pero lo que necesita para qué? Evidentemente, lo que necesita
para perseverar en su propio pensamiento sin modificarlo esencialmente tal como salió
de la cabeza de su fundador, armado con la lanza, afilada y cortante, y con el escudo y
el resto de la armadura, igual que Atenea nació de la cabeza de Zeus, con una sabiduría
incuestionable. Ya sólo nos queda saludar al líder, admitir la imponente superioridad del
idealismo alemán y asumir acríticamente sus axiomas principales, sus revelaciones… o
bien -quizá sea mucho mejor-, abandonemos ya de una vez por todas nuestra
ingenuidad y reconozcamos que, desde la psicología de Giegerich, o mejor dicho, desde
5
la hegelianería 2.0 que se ha apoderado de la ¿psicología? de Giegerich, lo que se nos
propone es el fundamentalismo, como de hecho acertadamente señaló Hillman
refiriéndose a otro aspecto de la obra de Giegerich: "[La] comprensión [que tiene
Giegerich] de la realidad religiosa, de su piedad, es fundamentalista"17.
“la afirmación [de que el individuo está obsoleto] no es una afirmación empírica de un
hecho positivo, sino (psico-)lógica. Lo que quiero decir es que el individuo ha perdido su
significado esencial. Está obsoleto en todos los aspectos fundamentales”2.
"no quiero curar o cambiar nada. (...) Ésta es la terapia: conocer y atender a la verdad
de la época y al `dios´ de su profundidad. (...) Nuestro dios, [es] Dinero. (…) El
protestantismo –igual que el capitalismo y el monoteísmo (en su estado presente, más
avanzado)- es ese momento del opus en el que hoy nos encontramos”3.
El individuo está obsoleto, según Giegerich, pero aún conserva un dios... Así que,
después de todo, Giegerich sí tiene un dios: el dios Dinero. Efectivamente, la
modernidad en la obra de Giegerich resulta ser en realidad el momento de verdad del
dios Dinero, un “dios” que relativiza tanto al individuo como, más en general, los
derechos humanos que sostienen su individualidad. Giegerich nos dice a) nuestro
mundo moderno es capitalista, b) debemos ser modernos, luego c) debemos ser
capitalistas, o al menos inclinarnos ante el capitalismo y aceptarlo gustosamente -o a
regañadientes (al alma le da igual)- como momento de la verdad del alma que nos ha
tocado vivir; ésta es para Giegerich la terapia (!). La terapia es entonces lo que para el
observador “externo” a la psicología de Giegerich, y con capacidad de juicio crítico, no
es sino una gran farsa que Giegerich intenta hacer pasar por sutil filosofía (o psicología)
de una forma más bien descarada.
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él), cómo debe ser la modernidad (como la que ya es, según él), cómo debe ser la
psicología (como lo que él quiere que sea la psicología), un mundo a medida de Wolfgang
Giegerich establecido por el pensamiento de Wolfgang Giegerich, por su subjetividad,
por su “alma”, por la fantasía consciente de Wolfgang Giegerich… y éste es en esencia
el sujeto-objeto de Giegerich, y el de Hegel: el propio Giegerich y el propio Hegel inflados
hasta convertirse en norma (lógica y ontológica, respectivamente) de la conducta
colectiva. Sin embargo, mientras que Giegerich ha establecido ese mundo sobre el papel
de las páginas de su Obra completa, sobre el papel que todo lo aguanta y que nunca
hace juicios críticos, mientras tanto, decimos, el mundo, la modernidad y la psicología
está cambiando en dirección contraria a la del pensamiento (hegeliano) de Giegerich, el
alma que una vez se llamó moderna cada vez va quedando más atrás, junto con la obra
de Giegerich, a pesar de lo que han “establecido” todas las páginas de su obra.
Resumiendo, a causa de hechos como estos y de otros del mismo cariz, recurriendo
a una frase acuñada por Nietzsche, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que la
obra de Giegerich "huele a hegeleanería de un modo bastante escabroso"13 y que tal
hegeleanería es en definitivas cuentas una farsa bochornosa sólo apta para espíritus
abotargados y poco pensantes, sin juicio crítico y con carencias intelectuales de alto
calibre.
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BIBLIOGRAFÍA
2) Giegerich, W. (2007). Technology and the soul. New Orleans : Spring Journal Books
4) ------------------ (2013a). Dreaming the Myth Onwards: C.G. Jung on Christianity and on
Hegel. New Orleans : Spring Journal Books
7) Hillman, James (1994). Once more into the fray (A response to Wolfgang Giegerich's
“Killings”). Spring, 56
8) Jung, Carl (1999). Sobre el fenómeno del espíritu en el arte y en la ciencia. Madrid :
Trotta
11) Marlan, Stanton (2016) The psychologist who is not a psychologist: a deconstructive
reading of Wolfgang Giegerich's idea of psychology proper. Journal of Analytical
Psychology, 61, 2, 223-238
12) Nietzsche, Friedrich (1998). Crepúsculo de los ídolos. Madrid : Alianza Editorial
14) Popper, Karl R. (2010). La sociedad abierta y sus enemigos. Buenos Aires : Paidós
15) Saban, Mark (2015a). Another serious misunderstanding: Jung, Giegerich and a
premature réquiem. Journal of Analytical Psychology, 60, 1, 94-113
16) ------------------- (2015b). Two in one or one in two? Pushing off from Jung with
Wolfgang Giegerich. Journal of Analalytical Psycholology, 60, 5, 679-97
18) Stewart, Jon (1996). The Hegel miths and legends. Evanston : Northwestern
University Press
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