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Sin embargo, aunque Tales trató siempre de explicar los fenómenos que
observaba en la naturaleza en términos concretos verificables, y no
mediante mitos, como lo habían hecho sus predecesores, no sabemos si
en alguna ocasión Tales se preguntó por qué el ámbar perdía el
alma después de un tiempo y dejaba de atraer aquellos cuerpos. La
respuesta a este interrogante vino a darse casi veinticinco siglos
después.
A finales del siglo XIX, era común entre los físicos detectar ciertas
radiaciones por sus propiedades de ionizar gases, aunque la manera en
que éstas lo hacían no fue bien entendida sino hasta finales de la década
de los veinte del presente siglo. El fenómeno consiste en desprender o
separar completamente a un electrón del átomo, para lo cual se requiere
energía.
Es así que, entre 1911 y 1913, Hess emprende una serie de diez
ascensos en globo, llevando consigo varios electroscopios del tipo que
Wulf usó para tomar lecturas simultáneas y estar seguro de que la
información registrada fuese lo más exacta posible. Los electroscopios
fueron construidos de manera que estuviesen herméticamente cerrados,
así se aseguraba que la presión interna del gas permaneciese constante
a cualquier altura, es decir, la sensibilidad de los instrumentos era
independiente de la altura. A los 500 metros observó que la ionización
era, en promedio, aproximadamente dos veces menor que en la
superficie, a los 1 500 era igual, y a partir de los 1 800 el aumento en
ésta era evidente. A los 3 500 metros, el incremento era del orden de
cuatro veces y a los 5 000 llegaba a 16 veces. Los resultados no
mostraron diferencia alguna entre el día y la noche.
Ésta fue una de las muchas conclusiones equivocadas a las que se llegó
durante esa década en este nuevo campo de estudio. De hecho, el flujo
de ideas sobre los rayos cósmicos era tal en aquellos días que suscitó
diversas anécdotas. Por ejemplo, el mismo Millikan, años más tarde, al
aparecer como testigo experto en el campo, en el juicio de un hombre
que había sido acusado de estafador por haber vendido unas botellas
que contenían un liquido que, según aseguraba él, tenía propiedades
curativas por haber sido irradiado con rayos cósmicos, apuntó que en
efecto el contenido de las botellas había sido irradiado por rayos
cósmicos. Y en cuanto a las alegadas propiedades medicinales del
mismo, dijo: "¿quién no ha hecho afirmaciones incorrectas sobre los
rayos cósmicos?"
Los 1 530 metros de aire sobre el lago Arrowhead con respecto al lago
Muir, debidos a la diferencia de su altura sobre el nivel del mar,
corresponden a un material absorbente que equivale a dos metros de
agua para partículas que viajan verticalmente. De ahí que sumergiendo
detectores a diferentes profundidades en los dos lagos (Figura 2),
Millikan encontrara que "dentro de los límites de error observacional,
cada lectura en el lago Arrowhead corresponde a una lectura en el lago
Muir seis pies más abajo". De esta manera mostraba que los rayos
venían de arriba y que su origen era externo a la capa de atmósfera
entre los niveles de los dos lagos.