Cuadernos de Investigación

IDENTIDAD Y COGNICIÓN ANDINA

N° 8 - 2013

Compilador: Lucio Alberto Sosa Bitulas

Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga

ILCA-P
2013

COLECCIÓN: SARIRI (E L CAM INANTE)
© ilca-p
Responsable Académico
Lucio Alberto Sosa Bitulas
Diagramación: Rosa Argumedo
Impresión: Arte Xerográfico
Edición – marzo del 2013
Todos los derechos, son de propiedad del Ilca-p. El uso
del presente material didáctico puede reproducirse
únicamente para fines educativos, en cuyo caso
comuníquese con:
E.Mail.: lucioalbertos@hotmail.com
Hecho en Perú
 Arthur m. Schlesinger, jr.

Puede decirse que el liderazgo es, en realidad, lo que

mueve al mundo. Indudablemente el amor allana el camino,
pero el amor es una transacción privada entre personas
adultas que consienten en ello. El liderazgo es una transacción
pública que se hace con la historia. La idea del liderazgo
reafirma la capacidad que tienen ciertos individuos para
conmover, inspirar y movilizar masas de personas para que
actúen al unísono en busca de un fin determinado. A veces el
liderazgo sirve para al bien y a veces al mal, pero ya sea su fin
benigno o maligno, los grandes caudillos son aquellos que
dejan su sello personal en la historia.

Ahora bien, el concepto del mismo liderazgo implica la

idea de que los individuos cuentan, pero esta idea nunca ha
sido universalmente aceptada. Desde la época clásica hasta la
actualidad, destacados pensadores han considerado al
1 Texto extraído de la serie: Lideres del Mundo. Bogotá 1987.
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individuo un mero agente, un peón de las fuerzas superiores:

de los dioses del mundo antiguo o, en tiempos modernos, de
la clase, la nación, la dialéctica, el espíritu de la época, o la
historia misma. Ante tales fuerzas, el individuo se pierde en la
insignificancia.

Esto es lo que sostiene la tesis del determinismo

histórico. La gran novela La guerra y la paz, de Tolstoi, ofrece
un famoso planteamiento de este caso. ¿Por qué, preguntaba
Tolstoi, durante las guerras napoleónicas millones de
hombres, negando sus sentimientos humanos y su sentido
común, recorrieron toda Europa masacrando a sus
semejantes? "La guerra", respondía Tolstoi, "tenía que
suceder simplemente porque tenía que suceder". Toda la
historia precedente la había determinado. En cuanto a los
caudillos, decía Tolstoi, "ellos no son más que etiquetas que
sirven para dar nombre a un propósito y, al igual que aquellas,
tienen la menor conexión posible con el evento". Mientras
más grande el caudillo, "más conspicua es la inevitabilidad y la
predestinación de cada uno de sus actos". El líder, decía
Tolstoi, "es esclavo de la historia".

El determinismo asume muchas formas. El marxismo es

el determinismo de la clase; el nazismo es el determinismo de
la raza. Pero la idea de hombres y mujeres como esclavos de la
historia va en contra de los más profundos instintos humanos.
El determinismo rígido anula la idea de la libertad del ser
humano: el supuesto de un libre albedrío que subyace en
todas nuestras acciones, todas nuestras palabras, todos
nuestros pensamientos. Elimina la idea de la responsabilidad
del ser humano, ya que es definitivamente injusto

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recompensar o castigar a las personas por acciones que, por

definición, están fuera de su control. Nadie puede vivir de una
manera consistente siguiendo un credo determinista. Los
mismos Estados Marxistas son prueba de ello por su extrema
susceptibilidad al culto de los caudillos.

Además, la historia refuta la idea de que los individuos

no cuentan. En diciembre de 1931, un político británico que
cruzaba la Park Avenue de la ciudad de Nueva York, entre las
calles 79 y 77, alrededor de las 10:30 de la noche, miró en la
dirección equivocada y fue atropellado por un automóvil -un
momento en que el hombre estuvo atónito, viendo el mundo
como en un destello-, recordó después el político. "No
comprendo por qué no rompí como una cáscara de huevo o
reventé como una grosella", dijo. Catorce meses más tarde, un
asesino disparó en la ciudad de Miami, Florida, contra un
político estadinense que viajaba en un automóvil destapado,
pero quien resulto alcanzado fue el hombre que iba sentado a
su lado. Quienes creen que los individuos no cuentan en la
historia harían bien en preguntarse si las dos décadas
siguientes hubieran sido iguales si el automóvil de Mario
Constantino hubiera dado muerte a Winston Churchill en 1931
y la bala de Giuseppe Zangara hubiera asesinado a Franklin
Roosevelt en 1933. Supongamos Además que Adolfo Hitler
hubiera sido muerto en las riñas callejeras que tuvieron lugar
durante la revuelta de Munich en 1923, y Lenin hubiera
sucumbido a causa del tifo durante la Primera Guerra
Mundial. ¿Cómo seria ahora el siglo XX?.

Para bien o para mal, los individuos sí cuentan. "La idea

que un pueblo pueda manejarse así mismo y dirigir sus

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asuntos de una manera anónima", escribió el filósofo William

James, "es el más tonto de los absurdos. La humanidad no
hace nada o no ser mediante la iniciativa de los inventores,
grandes o pequeños, y la imitación por parte de los demás.
Estos son los únicos factores del progreso de la humanidad.
Los individuos geniales muestran el camino y establecen los
patrones que luego el común de la gente adopta y sigue".

James sugiere que el liderazgo significa liderazgo en el

pensamiento al igual que en la acción. A la larga, los que
dirigen el pensamiento podrían ser los más importantes para
el mundo pero, como dijera en cierta ocasión Woodrow
Wilson. "a los ojos de la mayoría de las personas, sólo son
dirigentes de hombres quienes dirigen las acciones... es en sus
manos donde el pensamiento se traduce al crudo lenguaje de
los hechos". Los líderes del pensamiento a menudo hacen sus
inventos en la soledad y el anonimato, dejando a las
generaciones posteriores la tarea de la imitación. Los que
dirigen las acciones -los líderes que se presentan en esta serie
(se refiere a la colección líderes del mundo)- tienen que ser
efectivos durante su propia época.

Y no pueden ser efectivos por si solos, Deben actuar

con acciones que respondan a los ritmos de su época. Su genio
debe de adaptarse, según las palabras de William James, "a las
receptividades del momento". De nada sirven los líderes si no
hay seguidores. "Ahí va la turba", decía el político Francés al
escuchar el clamor de las calles. "Yo soy su líder y debo
seguirla". Los grandes caudillos usan las emociones incipientes
de la multitud para sus propios fines. Aprovechan las
oportunidades de su época, las esperanzas, los temores, las

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frustraciones, las crisis y las posibilidades. Alcanzan el éxito

cuando los acontecimientos les han preparado el camino,
cuando la comunidad espera ser azuzada, cuando pueden
proporcionar ideas que aclaren y organicen. El liderazgo
energiza el circuito entre el individuo y las masas, y altera así
la historia.

Puede alterar la historia para bien o para mal. Los

líderes han sido responsables de las más extravagantes locuras
y de los más monstruosos crímenes que haya padecido la
sufrida humanidad. Los líderes también han sido de vital
importancia para lo que la humanidad ha logrado en cuanto a
libertades del individuo, tolerancia religiosa y racial, justicia
social y respeto por los derechos humanos. No existe una
manera segura de saber de antemano quién va a dirigir para el
bien y quién para el mal, pero una mirada a la serie GRANDES
LIDERES DEL MUNDO nos sugerirá algunas pruebas útiles.

Una de esas pruebas es la siguiente: ¿Dirigen los

líderes por la fuerza o usan la persuasión? ¿Lo hacen a través
de órdenes u obtienen consentimientos?. Durante la mayor
parte de la historia, el liderazgo fue ejercido por el divino
derecho de la autoridad. El deber de los seguidores era
aceptar y obedecer. "No les corresponde razonar; sólo
obedecer y morir". Ocasionalmente, como sucedía con los
llamados "déspotas ilustrados" en Europa, el liderazgo
absolutista estaba inspirado por fines humanitarios. Pero lo
más frecuente era que el absolutismo nutriera la pasión por el
dominio, las tierras, el oro y la conquista, y terminara en la
tiranía.

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La gran revolución de los tiempos modernos ha sido la

revolución de la igualdad. La idea de que todas las personas
deben tener la misma condición legal ha socavado la antigua
estructura de la autoridad, la jerarquía y la deferencia. La
revolución de la igualdad ha tenido dos efectos contrarios
sobre la naturaleza del liderazgo, ya que la igualdad, tal como
lo dijo Alexis de Toqueville en su gran estudio La democracia
en América, podría significar la igualdad en la esclavitud o la
igualdad en la libertad. "Sólo conozco dos métodos para
establecer la igualdad en el mundo político" escribió
Toqueville, "Dar los derechos a todos los ciudadanos, o a
ninguno... excepto a uno que será el amo de todos". No hay
"un área intermedia entre la soberanía de todos y el poder
absoluto de un sólo hombre". En su pasmosa predicción de la
dictadura totalitaria del siglo XX, Toqueville explicaba cómo la
revolución de la igualdad podría llevar al fuhererprinzip y el
más terrible absolutismo que el mundo hubiera conocido.

Pero cuando se otorgan derechos a cada ciudadano y

se establece la soberanía de todos, el problema del liderazgo
asume una nueva cara, se hace más exigente. Es fácil dar
órdenes y hacerlas cumplir mediante la soga y la estaca, el
campo de concentración y el gulag. Es mucho más difícil usar
las razones y los logros para vencer la oposición y obtener el
consentimiento. Los padres fundadores de los Estados Unidos
comprendieron esa dificultad. Creyeron que la historia les
había dado la oportunidad de decidir, según escribió
Alexander Hamilton en su primer Periódico Federalista, si los
hombres son realmente capaces de basar un gobierno sobre la
"reflexión y la elección, o si están siempre condenados a
depender... del azar y la fuerza".
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El gobierno por la reflexión y la elección requería un

nuevo estilo de líderes y una nueva clase de prosélitos.
Requería que los líderes fueran sensibles a los intereses
populares, y que los prosélitos fueran participantes
informados y activos en el proceso. La democracia no elimina
las emociones de la política; a veces promueve la demagogia,
pero confía en que, según el más grande de los líderes
democráticos, no es posible engañar a todas las personas todo
el tiempo. La democracia mide a los líderes por los resultados
obtenidos y retira aquellos que se exceden o flaquean o
fracasan.

Vale decir que, a la larga, a los déspotas también se les

mide por los resultados obtenidos, pero ellos pueden
posponer el día del juicio... a veces indefinidamente, y
mientras les llega, pueden causar infinitos daños. También es
cierto que la democracia no garantiza la virtud y la inteligencia
en el gobierno, ya que la voz del pueblo no es necesariamente
la voz de Dios, pero la democracia, al asegurar el derecho a la
oposición, presenta una resistencia innata a los males
inherentes al absolutismo. Según lo resumió el teólogo
Reinhold Niebuhr, "la capacidad de la justicia que tiene el
hombre hace posible la democracia, pero su inclinación hacia
la injusticia hace que la democracia sea necesaria"

La segunda prueba del liderazgo es el fin para el que se

pretende alcanzar el poder. Cuando los líderes tienen por
meta la supremacía de una raza, la promoción de la revolución
totalitaria, la adquisición y explotación de colonias, la
protección de la usura y el privilegio, o la preservación del
poder personal, es muy improbable que su liderazgo haga algo

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en pro de la humanidad. Cuando su meta es abolir la

esclavitud, liberar a las mujeres, incrementar las
oportunidades para los pobres y desvalidos, conceder la
igualdad de derechos a las minorías raciales, o defender la
libertad de expresión y de oposición, es probable que su
liderazgo aumente la libertad y el bienestar de la humanidad.

Los líderes han causado grandes daños al mundo y

también le han conferido grandes beneficios. Usted
encontrará ambas clases de líderes en esta serie. Incluso los
líderes "buenos" deben ser examinados con cierta cautela. Se
colocan los pantalones metiendo una pierna a la vez, como el
resto de los mortales. Ningún líder es infalible, y todos
necesitan que se les recuerde periódicamente. La irreverencia
les molesta, pero es su salvación. La sumisión ciega corrompe
a los líderes y denigra a los prosélitos. Rendir culto a un líder
es siempre un error. Afortunadamente, el culto a lo héroes
genera su propio antídoto. "Todo héroe", decía Emerson,
"termina siendo un pesado".

El mayor beneficio que confieren los grandes caudillos

es darnos a los demás la osadía de vivir según el lado positivo
de nuestra naturaleza, de ser activos, insistentes y resueltos
en la afirmación de nuestro propio sentido de las cosas, ya que
los grandes líderes son un testimonio de la realidad de la
libertad humana frente a la supuesta inevitabilidad de la
historia. Ellos dan testimonio de la sabiduría y el poder que
pueden encontrarse en el más improbable de nosotros, razón
por la cual Abraham Lincoln sigue siendo el ejemplo supremo
del gran líder. Un gran líder, decía Emerson, muestra a toda la
humanidad nuevas posibilidades. "Nos alimentamos del

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genio... los grandes hombres existen con el fin de que haya

hombres aún más grandes".

Los grandes líderes, en pocas palabras, se

autojustifican emancipando y dando poder a quienes les
siguen. Así, la humanidad lucha por controlar su destino
mientras recuerda con Alexis de Toqueville que "es cierto que
alrededor de cada hombre hay trazado un círculo fatal del cual
no puede pasar. Pero dentro de los amplios límites de ese
círculo, es poderoso y libre; igual que a los hombres, sucede a
las comunidades".

Nueva York.

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SAYWA
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