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Instituto Gral. M. Belgrano.

Metodología de las ciencias sociales.


5to año. 2018.
Extracto de Lenoir, R., (1993) “Objeto sociológico y problema social”, en Champagne, P., Lenoir, R.,
Merllié, D., Pinto, L., Iniciación a la práctica sociológica, México, Siglo XXI, pp. 57-102
La primera dificultad que le sociologue encuentra tiene que ver con el hecho de que él o ella están ante
representaciones prestablecidas de su objeto de estudio, que inducen la manera de aprehenderlo y, por
lo mismo, definirlo y concebirlo.
Esto es lo que Durkheim llamaba las “prenociones”: conceptos burdamente formados, falsas evidencias
que “una larga costumbre acaba muchas veces por volver tiránicas”. La fuerza de estas prenociones reside
en su función social. Productos de la experiencia, tienen ante todo por objeto poner nuestras acciones
en armonía con el mundo que nos rodea. Están formadas mediante la práctica y para ella, lo cual les
confiere esa apariencia de “justeza”.
De estas representaciones de la sociedad que la misma sociedad ofrece, las que se presentan bajo la
forma de un “problema social” constituyan quizá uno de los obstáculos más difíciles de superar. Estos
problemas aparecen como objetos inmediatos de investigación para las ciencias sociales, en la medida en
que generalmente se orientan hacia grupos o fenómenos sociales que parecen naturales, evidentes por
sí mismos, comunes a todo tiempo y lugar, a toda sociedad humana. Sin embargo, todos los problemas
sociales, e incluso todos los grupos y fenómenos que ellos señalan, son productos de una muy compleja
“elaboración social”: son el resultado, siempre inestable y pasible de transformarse, de luchas entre
grupos en torno al reconocimiento de algo como “problemático” y, por supuesto, la definición de los
recursos legítimos para su tratamiento (las instituciones, les agentes, discursos y prácticas apropiadas
para su “tratamiento”).
Existen numerosas investigaciones que permiten ejemplificar el carácter socialmente construido de las
categorías, conceptos, valoraciones y “soluciones” correlativamente ofrecidas que se entrecruzan en la
definición de algo como un “problema social”: juventud, vejez, discapacidad, delincuencia, migración,
inseguridad, salud pública, etc. He aquí uno de ellos:

Las primeras categorizaciones de las poblaciones según la edad son muy explícitamente función de prerrogativas estatales, como
lo atestiguan los reagrupamientos realizados por los primeros censos. Así pues, el de Trévise (Francia), llevado a cabo en 1384,
distinguía dos categorías: los hombres mayores o menores de catorce años, “contándose aparte los religiosos y los domésticos”
por la razón de que estos últimos, como los hijos menores de catorce años y las mujeres exluidas durante mucho tiempo de tods
los censos, al no pagar impuetos y no llevar armas, no eran “bienes que se pudieran empadronar”. Así mismo, las primeras “listas”
venecianas sólo distinguían dos categorías de personas: la “útil” es decir la población masculina de 15 a 60 años y la “inútil”, que
reagrupa al resto. (Molls, R. 1954, Introduction à la démographie des villes d’ Europe des XIVemes et XVIIIemes siécles, Duculot,
Gembloux, pp. 170-171)

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