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y ríos en la estepa.
y ríos en la estepa,
Palabra de Dios.
El sembrador va llorando
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Filipos 3, 8-14
Hermanos:
Todo me parece una desventaja comparado con el inapreciable conocimiento de Cristo Jesús, mi
Señor. Por El, he sacrificado todas las cosas, a las que considero como desperdicio, con tal de
ganar a Cristo y estar unido a El, no con mi propia justicia -la que procede de la Ley- sino con
aquélla que nace de la fe en Cristo, la que viene de Dios y se funda en la fe. Así podré conocerlo a
Él, conocer el poder de su resurrección y participar de sus sufrimientos, hasta hacerme semejante
a Él en la muerte, a fin de llegar, si es posible, a la resurrección de entre los muertos.
Esto no quiere decir que haya alcanzado la meta ni logrado la perfección, pero sigo mi carrera con
la esperanza de alcanzarla, habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús.
Hermanos, yo no pretendo haberlo alcanzado. Digo solamente esto: olvidándome del camino
recorrido, me lanzo hacia adelante y corro en dirección a la meta, para alcanzar el premio del
llamado celestial que Dios me ha hecho en Cristo Jesús.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Jesús fue al monte de los Olivos. Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a Él.
Entonces se sentó y comenzó a enseñarles.Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que
había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: «Maestro,
esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a
esta clase de mujeres. Y Tú, ¿qué dices?» Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder
acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo. Como insistían, se
enderezó y les dijo: «Aquél de ustedes que no tenga pecado, que arroje la primera piedra».E
inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo. Al oír estas palabras, todos se retiraron,
uno tras otro, comenzando por los más ancianos.Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía
allí, e incorporándose, le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Nadie te ha
condenado?» Ella le respondió: «Nadie, Señor». «Yo tampoco te condeno -le dijo Jesús-. Vete, no
peques más en adelante».
Reflexión
DOMINGO DE PASIÓN
1. Dios realiza algo nuevo. La primera lectura de este domingo, tomada del
conocido como “Libro de la consolación” del profeta Isaías, nos abre el corazón a la
esperanza. Dios nos recuerda, por medio del profeta, que Él hace todas las cosas nuevas.
El mismo Dios que abrió un sendero por del mar para que el pueblo saliese de la
esclavitud de Egipto, ahora hace brotar agua en el desierto para calmar la sed de su
pueblo. Aquello que parece imposible, pues en el desierto, lugar árido y seco, no
podemos encontrar agua, Dios lo hace posible: “Mirad que realizo algo nuevo; ya está
brotando, ¿no lo notáis?”. Esta novedad prometida por Dios, la lleva a cabo el mismo
Cristo. En medio del desierto de este mundo y de nuestra propia vida, Cristo hace algo
nuevo. En la noche de la Vigilia Pascual, meta de la Cuaresma, Dios abrirá para su Iglesia
la fuente del agua de la vida. El sacramento del bautismo, que nace en la Pascua, es el
agua que transforma, que purifica, que borra nuestro pecado, que nos llena de vida.
3. Todo lo estimamos basura con tal de ganar a Cristo. En la segunda lectura, san
Pablo nos muestra lo más íntimo de su corazón: para él, todo es basura comparado con la
grandeza del conocimiento de Dios. La vida, nos enseña san Pablo, es una carrera en la
que el premio es ganar a Cristo. Pero esta carrera no se gana con la ley, con el simple
cumplimiento de unos mandatos. Así lo creían los mismos fariseos que le presentaron a
Jesús la adúltera que iba a ser apedreada por su pecado. La carrera se gana con la fe en
Cristo muerto y resucitado. Él, con su pasión, muerte y resurrección, ha ganado ya el
premio para nosotros. Ahora nos toca a nosotros correr con Él, vivir con Él y como Él. El
seguimiento de Cristo, conocer y amarle, es la carrera que hemos de ganar. Correr la
carrera del egoísmo, de la arrogancia, del creernos mejores, es correr una carrera por el
desierto, en la que al final terminamos desfalleciendo de sed. La carrera que san Pablo
nos propone es la carrera de la fe, en la que Cristo abre para nosotros una fuente de agua
viva, un agua de perdón, de amor y de misericordia.
Dios hace las cosas nuevas. Ya no nos sirve la ley antigua, que consistía en lo que
yo soy capaz de hacer y de cumplir. La novedad de Cristo es que Dios ha llegado ya a la
meta por nosotros, ha ganado el premio por nosotros. Es el premio del perdón y de la
misericordia. En esta Pascua, cada uno de nosotros, como la adúltera, nos
encontraremos con el amor misericordioso de un Dios que para perdonarnos sube al
madero de la cruz. Que podamos sentir de verdad este perdón de Dios y que
continuemos nuestro camino con la alegría del perdón.
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1.- Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio y,
colocándola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante
adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras: tú, ¿qué dices? En
bastantes casos, Jesús antepuso el amor y la misericordia al cumplimiento de la ley de
Moisés. Y no es que Jesús despreciara la ley de Moisés; Jesús no había venido a anular
la ley, sino a llevarla hasta su máxima perfección. Así lo vemos en sus discusiones con
los escribas y fariseos sobre el cumplimiento de la ley escrita del cumplimiento del
mandato del sábado y en sus relaciones con prostitutas, pecadores y otras personas
marginadas. El caso que este domingo nos presenta el evangelio de san Juan, sobre la
mujer sorprendida en flagrante adulterio, es un caso muy claro y significativo. Fue el amor
y la misericordia que Jesús sintió hacia esta mujer lo que le hizo enfrentarse a escribas y
fariseos. También nosotros, los seguidores de Jesús, hoy, en este siglo XXI, en nuestras
relaciones con personas maltratadas por la sociedad e injustamente marginadas debemos
anteponer el amor y la misericordia al cumplimiento de las leyes escritas. Tenemos que
saber distinguir siempre entre normas legales y normas morales. Hay muchas normas
legales que son claramente injustas. Muchos casos de corrupción y más de un
enriquecimiento espectacular se han hecho sin incumplir claramente ninguna ley escrita.
Esta es una de las causas más claras, creo yo, de lo injusta que es nuestra sociedad en
su desigualdad social y económica. Si nos fijamos, sobre todo, en la desigualdad social
que existe hoy día entre distintas naciones, empresas y regímenes políticos esto resulta
clarísimo. Nuestro mundo no tiene arreglo si pretendemos hacerlo sólo a base de normas
legales; como no entre por medio la justicia moral, el amor y la misericordia, el mundo,
nuestro mundo, seguirá siendo terriblemente injusto y perjudicial para muchos, y
maravilloso sólo para unos pocos. Todos los cristianos, los seguidores de Jesús,
debemos anteponer, en nuestras relaciones sociales, políticas y económicas, el amor y la
misericordia, al simple cumplimiento de las normas legales establecidas por los que
mandan y gobiernan la sociedad.
2.- Esto dice el Señor: No recordéis lo de antaño: mirad que realizo algo nuevo.
Este texto del profeta Isaías va dirigido al pueblo judío que, en parte, estaba volviendo del
destierro a Jerusalén. El profeta, es nombre de Dios, les dice que deben seguir esperando
en el Dios que les sacó de Egipto y que ahora les conducirá de nuevo hacia su patria,
abriendo caminos en el destierro y corrientes en la estepa. Este es el mensaje de este
texto también hoy para nosotros: no debemos perder nunca la esperanza en el Dios que
nos salva. Con mucha más razón aun los que creemos en Jesús como salvador, que no
vino a juzgar al mundo, sino a salvarlo, debemos superar siempre los momentos de
dificultad y desánimo, no perdiendo nunca la esperanza en Dios. Es cierto que Dios quiere
que no dejemos nunca de sentirnos responsables directos de nuestros actos, pero, por
encima de nuestras fuerzas, está siempre la gracia y la misericordia de Dios; esta es la
razón más profunda de nuestra esperanza cristiana. El Señor estará siempre grande con
nosotros, por eso debemos vivir siempre alegres, como nos dice hoy el salmo
responsorial, el salmo 125.
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ACOGIDA Y MISERICORDIA
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1.- Una vez más, camino de la Semana Santa, Jesús –Hombre y Dios– nos va
mostrando con más nitidez y con asombrosas pistas el rostro auténtico del Padre:
aborrece el pecado pero ama al pecador. Poco le importan las historias pasadas de
aquella mujer. Para el Señor, el momento presente, es lo más esencial. Y, lo más
deleznable, aquellos que sin tener potestad para ello, se erigían en jueces de los defectos
de los demás. Qué frase tan sugestiva la del Papa Francisco y de la cual tantos medios
de comunicación social se han hecho eco: “Todo pecador tiene un pasado pero sobre
todo un futuro”. A Dios, por si lo hemos olvidado, le interesa muy poco el ayer y por ello
mismo, en los ojos de Cristo, antepone el horizonte que le aguarda.
2.- En la quinta estación del vía crucis contemplamos a Simón de Cirene ayudando
a llevar la cruz. Esa debe ser la actitud nuestra cuando, a nuestro paso, salen situaciones
que nos pueden parecer llamativas o pecaminosas. De nada sirve airearlas, publicarlas.
¿No sería mejor ayudar? A aquellos escribas les importaba un bledo la vida de aquella
mujer (entre otras cosas porque sabían perfectamente que el adulterio ya estaba
sentenciado de antemano sin necesidad de recurrir a Jesús). Pretendían una excusa para
tomar fuera juego al Señor. En definitiva, para dejarlo al descubierto. No lo consiguieron.
¿Por qué será que al Señor le importa tan poco el pasado del presente y, en cambio a
nosotros, los gusta tanto meter el dedo en él incluso como arma arrojadiza?
3.- Muchas veces, queriendo o sin querer, con verdad o sin ella, podemos hundir a
muchas personas; sentenciarlas o enterrarlas en vida. El morbo, y más con los poderes
mediáticos llamando a nuestra puerta, se convierte en algo muy apetitoso pero también
muy perjudicial para la salud pública y para la paz social.
Que nosotros, como cristianos, busquemos siempre lo que Jesús ofreció a esta
mujer, su compasión y comprensión. Qué bien lo expresa San Agustín “Sólo dos quedan
allí: la miserable y la Misericordia”. Qué bien nos vendría una reflexión al hilo de este
tiempo cuaresmal: ¿Cómo nos posicionamos frente a los defectos de los demás, cómo
jueces o como personas que saben comprender y arrimar el hombro?
Ojala, como Jesús mismo rompió moldes y fue una gran novedad (de misericordia)
en los tiempos que le tocó vivir, también nosotros presentemos ese rostro afable, cercano
y no condenatorio. No olvidemos que lo que a nosotros nos interesa es el pecador, no el
pecado. O dicho de otra manera: siempre es más importante el alimento que se sirve que
la bandeja que lo sostiene.
Javier Leoz
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