te cortaron la cara, te apartaron las piernas de oro pálido, te rompieron el sexo de granada, te atravesaron con cuchillos, te dividieron, te quemaron.
Por los valles de la dulzura
bajaron los exterminadores, y en los altos mogotes la cimera de tus hijos se perdió en la niebla, pero allí fueron alcanzados uno a uno hasta morir, despedazados en el tormento sin su tierra tibia de flores que huía bajo sus plantas.
Cuba, mi amor, qué escalofrío
te sacudió de espuma la espuma, hasta que te hiciste pureza, soledad, silencio, espesura, y los huesitos de tus hijos se disputaron los cangrejos.