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II
Postítulo y Licenciatura en Periodismo
Alina Alba
Agosto, 2018
“No acepten lo habitual como una cosa natural, pues en tiempos de confusión organizada,
de arbitrariedad consciente, de humanidad deshumanizada, nada debe ser natural, nada
debe ser imposible de cambiar”.
Berltolt Brecht
“Maldita sea la exitosa dictadura del miedo que nos obliga a creer que la realidad es
intocable y que la solidaridad es una enfermedad mental, porque el prójimo siempre es
una amenaza y nunca una promesa”.
Eduardo Galeano
ÍNDICE
Introducción………………………………………………………………………………….. 5
CAPÍTULO I: La investigación
Tema…………………………………………………………………………………………… 9
Interrogante……………………………………………………………………………………. 9
Objetivo general………………………………………………………………………………. 9
Objetivos específicos…………………………………………………………………………. 9
Metodología……………………………………………………………………………………. 10
CONCLUSIONES…………………………………………………………………………….. 46
3
BIBLIOGRAFÍA……………………………………………………………………………….. 50
ANEXOS
Las entrevistas………………………………………………………………………………… 53
Las crónicas…………………………………………………………………………………… 90
Relevamiento de casos de gatillo fácil……………………………………………………... 140
La repercusión………………………………………………………………………………… 148
Proyecto Trabajo Final Integrador…………………………………………………………... 155
4
Introducción
Realizar un trabajo de investigación sobre una práctica periodística presupone una profunda
indagación en nuestro propio terreno que, por naturalización, automatización o
─paradójicamente─ falta de práctica, no la hemos analizado lo suficiente o, simplemente,
contamos con un saber ignorado.
Por eso, es importante posicionarnos, teniendo en cuenta las múltiples posturas del oficio,
en la que creemos que aporta y mejora nuestro trabajo. Posición que tomamos frente a la
comunicación y la responsabilidad que conlleva hacer periodismo y, por consiguiente, de la
manera que hacemos uso de cada medio, ya que, según algunos teóricos, hay “un uso
represivo y un uso emancipador de los medios de comunicación” (Israel Garzón, 2005,
p.56). Por otro lado, “el problema de la elección del modelo de comunicación y de
contenidos se reactualiza con los avances tecnológicos para propiciar un mundo más
interconectado, una auténtica sociedad del conocimiento, o ahondar en la brecha digital y
las desigualdades” (Israel Garzón, 2005, p.56).
Por tanto, para definir dónde investigar una práctica periodística podemos, a grandes
rasgos, establecer una dicotomía entre medios masivos y medios alternativos. División que
tiene como fundamento la constitución de los mismos en empresas o en autogestivos. Por
otro lado, esto presupone una jerarquización de los trabajadores del medio, aunque ello
puede darse en ambos casos con la diferencia de que unos, no la eligen y otros, en cierta
medida, lo pueden consensuar.
De manera que, el presente trabajo abordará las rutinas productivas que realizan los
periodistas de medios digitales alternativos de Rosario. Específicamente, indagará en la
construcción de crónicas sobre casos de violación de los Derechos Humanos.
1
Es un trabajo publicado en diciembre de 2015 en el que participaron periodistas, fotógrafas,
fotógrafos y realizadoras audiovisuales de dos medios diferentes de la ciudad de Rosario: La Brújula
Comunicación y EnREDando. A partir de allí se conformó un colectivo de periodistas al que llamaron
Raíz - Comunicación desde Abajo. Luego de esta publicación se siguieron construyendo más
crónicas. Todas las crónicas tienen su formato gráfico, mientras que las producciones audiovisuales y
fotográficas solo se hicieron en algunos casos.
6
2
Tres jóvenes asesinados a manos de la policía entre abril y mayo de 2015. Jóvenes de 25 años
pertenecientes a sectores populares de la ciudad de Rosario acusados de robos a mano armada.
escribieron las crónicas, sino que también se construyeron a través de fotohistorias y
realizaciones audiovisuales. Según su página web ─soporte donde se publican todos los
trabajos─, “surge como una herramienta alternativa para difundir los hechos, visibilizar la
problemática y desandar los distintos niveles de legitimación e impunidad en torno al gatillo
fácil”3.
Por esto, a lo largo de este Trabajo Final Integrador se intentará abordar la relación
existente entre las rutinas productivas y la estructura interna de este colectivo de
comunicación que puede incluirse dentro de lo alternativo. Es decir, se verán todos los
aspectos y características que hacen que un medio pueda catalogarse como tal como así
también se indagará respecto a la diferencia que radica entre estos procesos de
construcción en un medio masivo y en un medio alternativo.
3
Página web: www.colectivoraiz.com
4
En este caso se tomará la definición de la Coordinadora Contra la Represión Policial (Correpi). La
organización conceptualiza que la expresión “gatillo fácil” refiere “solo a los fusilamientos y
ejecuciones policiales, cuyas víctimas son generalmente jóvenes pobres” (VERDÚ, 2009, págs. 81 y
82)
Fue Rodolfo Walsh quien en 1969 comenzó a hablar de “La secta del gatillo alegre”, donde repasa
los métodos del aparato represivo, tales como la tortura, las detenciones arbitrarias, muertes en
cárceles e institutos de menores y fusilamientos. Luego, en los años ochenta, el término se
popularizó de tal manera que se extendió a todas las formas represivas. Sin embargo, aquí se tomará
7
La investigación
8
➔ Tema:
Los procesos productivos que realizan los periodistas de medios alternativos de Rosario en
la construcción de crónicas sobre casos de violación de los derechos humanos.
➔ Interrogante:
➔ Objetivo general:
Conocer los procesos productivos de recolección y selección que realizan los periodistas de
medios alternativos de Rosario, relacionados a su organización interna para la construcción
de crónicas sobre violación de derechos humanos.
➔ Objetivos específicos:
Este trabajo de investigación tiene dos ejes fundamentales: por un lado, el concepto de
alternatividad y, por ende, el modo de estructuración y funcionamiento de los medios
alternativos; por otro lado, las rutinas productivas de los periodistas que conforman este tipo
de medios. Es decir, como expresa el interrogante, se propone conoce la relación que se
establece entre los procesos productivos y la estructura interna del medio alternativo.
Para ello, se tomó como caso particular, el de Raíz - Comunicación desde Abajo. En
especial el trabajo titulado Crónicas de Gatillo Fácil en Rosario, presentado en diciembre de
2015. El medio ─definido como colectivo de comunicación─ trabaja únicamente con casos
de violación de Derechos Humanos. En esta serie de crónicas ─escritas, fotográficas y
audiovisuales─ se tomaron los asesinatos de tres jóvenes a manos de la Policía de la
ciudad de Rosario, en un principio, para luego continuar con otros casos.
Por último, a través de entrevistas5 a los integrantes del medio, con el objetivo de relacionar
la teoría con la práctica, es que se abordó un análisis y procesamiento de la información,
respecto al trabajo de crónicas. De esta manera, el Capítulo VI se convierte en el más
importante de este trabajo de investigación ya que es su finalidad: establecer una conexión
entre las rutinas productivas y la estructura interna del medio.
10
5
Las entrevistas se pueden consultar en Anexo.
CAPÍTULO II
Marco Teórico
11
1.Debates sobre alternatividad: conceptos y diferenciación de los medios
comerciales
En primer lugar, es necesario tener en cuenta que si a los medios masivos los entendemos
como empresas ─tanto por la jerarquización de los trabajadores como por su finalidad de
lucro─ deben estar inmersos en una competencia económica con otros.
Antes de serlo, “los medios comerciales de comunicación vivieron gracias a sus relatos de
una realidad a la que las audiencias no podían acceder” (La Vaca, 2006, p.6), es decir que,
a través de ellos, los públicos podían llegar a esa realidad ─lejana, si se quiere─ como
consecuencia de las limitaciones tecnológicas evidentes a las que estaba sujeto el mundo
en general. Todas las noticias estaban narradas de manera atractiva y con una precisión
que permitía vivenciar el acontecimiento, pero sin dejar de tener en cuenta que poseían el
punto de vista de quien las narraba (La Vaca, 2006).
No hay un momento exacto que marque el inicio de la comercialización pero, a partir de allí,
conformados como empresas, empiezan a jugar un rol fundamental los intereses
económicos y políticos, ya que “su influencia está directamente relacionada con su
capacidad de invisibilizar información que solo comercia entre exclusivos y excluyentes
públicos” (La Vaca, 2006, p.7). A partir de ello, ya no se puede definirlos, dicen, como
medios masivos de comunicación sino como medios masivos de formación de opinión.
Uno de los principales debates que se dan, con el propósito de llegar a un consenso, es el
de la influencia de diversas tensiones entre ciertos conceptos, que se producen en este
ámbito de la comunicación.6 Una de ellas es entre comunicación-difusión. En ese sentido, la
Red Nacional de Medios Alternativos (de aquí en adelante RNMA)7 afirma que “la diferencia
con los medios de difusión se basa en la relación entre emisor y receptor, es decir, si hay
diálogo (como en la comunicación) o alocución (lo que definiría la característica de ser un
medio de difusión)” (Carlos, Sbriller & Vaccaro, 2015, p.18).
6
Los autores plantean que en la comunicación alternativa se producen tensiones entre reforma -
revolución que da lugar a otra entre desigualdad-diferencia y que, por último, deriva en la tensión
dominación-hegemonía (Carlos, et al., p.18-19).
7
Es un espacio de articulación, organización, debate y acción en el que se desarrolla comunicación
13
Pero, para empezar a definir el término, es necesario hacer un breve recorrido de las
corrientes teóricas que influyeron en la conformación del movimiento alternativo, de
contrainformación o contracultural. Según la RNMA, fueron siete las que ejercieron cierto
peso en América Latina y que surgieron entre los años sesenta, setenta y ochenta.
En ese sentido, la Teoría de Althusser sobre los Aparatos Ideológicos del Estado pone
de manifiesto que, los países, crean las instituciones de tal manera que se reproduzca la
ideología dominante, tales como la escuela, los medios de comunicación, la religión, la
cultura, entre otras, teniendo, las minorías, que adaptarse a ellas (Carlos et al., 2015).
8
Este aspecto está trabajado en el Capítulo IV, donde se analiza la información a partir de las
entrevistas realizadas a los integrantes del colectivo Raíz – Comunicación desde Abajo.
relaciones de la realidad, es decir, que no se trata de algo natural sino, más bien, cultural. Y,
por último, la Teoría de los Movimientos Sociales que tiene su auge en los años ochenta,
donde agrupaciones colectivas comenzaron a manifestarse reclamando sus necesidades
por fuera de los partidos políticos tradicionales (Carlos et al., 2015).
Es así que el desarrollo de estas teorías que, en general, proponen una concientización y
acción de las masas en relación a las desigualdades sociales, influyó en el surgimiento de
los medios alternativos de comunicación ─también llamados de contrainformación─ con el
objetivo de instalar un discurso que estuviera del otro lado del consolidado por la ideología
dominante y con la intención de generar un cambio social.
En ese sentido, Barranquero y Sáenz Baenza (2010) dicen que los medios alternativos
pueden ser entendidos como:
Por eso, es usual que se identifiquen a los medios de comunicación alternativa con quienes
ponen en agenda ─tomando a los de la ciudad de Rosario─ a diferentes casos de violación
de Derechos Humanos, tales como la violencia institucional, violencia de género,
problemáticas de pueblos originarios en la ciudad, violencia económica, política y social de
15
En contraposición, los medios alternativos “se han organizado en forma de colectivo, sin
jerarquías y, en algunos casos, sin diferenciaciones acerca de los límites entre productores
y lectores” (La Vaca, 2006, p. 31-32). Por otro lado, lo que no se produce con solidez,
explican desde la Cooperativa La Vaca, son los niveles de control de la producción por
diversos motivos: de acuerdo al sentido de pertenencia del grupo fundador o al más
productivo; en relación al grupo que realiza la edición, que son los que deciden qué se
publica y qué no o cómo se lo hace. “Es decir, hegemoniza los límites del estilo,
estableciendo aquello que está bien y aquello que está mal. Categorías que, por lo general,
son inmutables porque están moldeadas a partir de una predeterminada visión de la
realidad” (La Vaca, 2006, p.32).
De acuerdo a esto, la producción tiene que ver con la organización del medio tanto por los
temas elegidos como por la forma en que son narrados (La Vaca, 2006). Por eso, es
fundamental que esté, en cada una de ellas, la voz de los protagonistas. Un factor
importante a destacar es que, en general, estos medios están constituidos como
autogestivos, generando que sus integrantes no se dediquen únicamente a ser periodistas.
Esto sucede como consecuencia de la falta de ingresos necesarios para poder subsistir. Y,
en definitiva, los niveles de producción comienzan a variar considerablemente.
16
Respecto a esta posición de lo alternativo que sostiene la Cooperativa de Trabajo La Vaca,
la RNMA está de acuerdo y plantea: “No se trata de ubicarse del otro lado de las reglas ya
existentes sino de romperlas todas y darse cuenta de que en este momento histórico y ante
el boom de las nuevas tecnologías todo puede ser inventado nuevamente” (Carlos et al.,
2015, p.20). Es así que se plantea “un nuevo enfoque que sitúa al sujeto social y su entorno
en el centro, y muestra todas las herramientas de comunicación que se pueden crear para
compartir este mensaje, pensándolas como opciones y no como condiciones de la
comunicación” (Carlos et al., 2015, p.20).
A partir de todos estos debates sobre el concepto de alternativo es que podemos llegar a la
conclusión de que “la alternatividad no implica marginalidad ni pérdida de masividad sino,
más bien, todo lo contrario: una necesidad de esas experiencias de influir fuertemente en la
sociedad, incorporando la perspectiva de disputar el poder” (Carlos et al., 2015, p.21). Por
otro lado, la forma de producción no resulta ser el problema, sino que lo importante es crear
una nueva forma de comunicar y, a partir de ella, organizar el medio articulando sus fines,
objetivos y prácticas (La Vaca, 2006). Por eso, es fundamental, “elegir libre y creativamente
desde qué lugar hablar, sobre qué y con quiénes” (La Vaca, 2006, p.37), ya que, eso,
definirá el porqué.
para la producción de las mismas? Pero, sin dejar de tener en cuenta que todos los estudios
respecto a las mismas están realizados en medios masivos que responden a otros tiempos,
a ciertos intereses económicos y políticos de acuerdo a la línea editorial de un medio-
empresa.
Por eso, en primer lugar, es necesario explayarse en lo que son los valores/noticia que,
según Estrella Israel Garzón, “no son explícitos y deben ser buscados entre líneas, a partir
de los actores o acontecimientos que aparecen o no aparecen en un reportaje e incluso en
el modo en que son escritos” (Israel Garzón, 2005, p.56). En ese sentido la autora hace
referencia a Golding y Eliott quienes sostienen que la selección se debe, en gran parte, al
resultado de las rutinas productivas y no en relación a las decisiones sobre materiales de la
actualidad.
Por otro lado, Wolf dice que los valores/noticia “se derivan de aserciones implícitas o de
consideraciones relativas a: las características sustantivas de las noticias, su contenido; la
disponibilidad del material y los criterios relativos al producto informativo; el público; y la
competencia” (Wolf, 1987, p.122). En esa línea, explica el autor, que entre los criterios de
producción se “incluye también el que se refiere a la noticia como resultado de una
ideología de la información (basada a su vez en la historia de los sistemas informativos y del
periodismo)” (Wolf, 1987, p.126).
cotidiano, sino también una forma de pensar de la realidad una visión del mundo” (Martini,
2000, p.9). Además, sostiene que los acuerdos que se establecen respecto a esa realidad
son positivos para la resolución de los problemas que presupone la producción de una
noticia.
Dentro de este proceso es que están englobadas las rutinas productivas que realizan los
periodistas. Para Martini, la construcción de las noticias está íntimamente relacionada con
las actividades sociales y, por eso, la noticia vendría a ocupar el lugar del relato de lo que
sucedió. Para la autora ─que las analiza en un medio masivo─, existe una presión por el
tiempo y otra por la misma práctica:
Todas estas actividades abarcan lo que se conoce como proceso productivo que, al mismo
tiempo, se divide en tres fases. En la primera, la recolección, se debe tener en cuenta que
19
depende de los recursos disponibles del medio ─en este caso, alternativo, compuesto por
muy pocos integrantes y sustentado económicamente por ellos─. Por eso, Mauro Wolf dice
que “en la inmensa mayoría de los casos se trata de materiales producidos en otra parte
que la redacción se limita a recibir y a reestructurar de acuerdo con los valores/noticia
relativos al producto, al formato y al medio” (Wolf, 1987, p.133). Esto, sin dejar de tener en
cuenta que, los medios constituidos como empresas, tienen otras exigencias de acuerdo al
tiempo y a la línea editorial. Es la principal diferencia con las rutinas productivas analizadas
en este trabajo de investigación.
En este sentido, las fuentes también son importantes en esta fase ya que, según explica
Wolf, los canales por donde se recolecta el material se relacionan fuertemente con las
valoraciones sobre su noticiabilidad. Es decir, fuentes y valores/noticia van de la mano en
esta etapa de la recolección.
Respecto a las mismas, Wolf dice que “son un factor determinante respecto a la calidad de
la información producida por los media” (Wolf, 1987, p.134) y, por ende, deben ser
fidedignas para que no tengan que ser controladas todo el tiempo. Es importante, además,
para la credibilidad del periodista.
la elección subjetiva del periodista, sino que hay que verla como un proceso
complejo, que se desarrolla a lo largo de todo el ciclo productivo, realizado
por distintas instancias y con motivaciones que no siempre obedecen
inmediatamente a la directa necesidad de escoger qué noticias deben ser
publicadas (Wolf, 1987, p.145).
Por otra parte, esta etapa viene a cumplir el rol de filtro o embudo, según Wolf, en el que
entre una gran cantidad de datos recolectados; los más importantes serán los utilizados
para la construcción de la noticia ─en este caso las crónicas sobre víctimas de gatillo fácil─.
Por último, la fase de la presentación ─en la que también se incluye la confección─ tiene
que ver con desdibujar los límites que fueron provocados por el medio para transmitirlo lo
más fiel posible a los hechos, pero con ciertos parámetros entendibles para la audiencia
(Wolf, 1987).
Es así que este trabajo de investigación se enfoca, principalmente, en las dos primeras
20
El caso de Raíz - Comunicación Desde Abajo resulta de interés ya que, como se dijo
anteriormente, nace a partir de un trabajo en particular del que se desprenden un grupo de
periodistas de otras cooperativas o medios. Este colectivo, además, tiene la característica
de considerar valor/noticia a ciertos acontecimientos que también son ignorados o poco
trabajados por otros medios considerados alternativos.
Este colectivo presentó en diciembre de 2015 un trabajo titulado Crónicas del Gatillo Fácil
en Rosario que, como primera instancia, tuvo la publicación de tres crónicas escritas
acompañadas por fotografías y audiovisuales 9. Luego de esta primera instancia, la
cobertura continuó con otros casos, en los mismos formatos.
Otro de los fundamentos por los que se ha elegido a este medio para realizar la
investigación, tiene que ver con el derecho a la comunicación. Entendida como articuladora
9
La presentación de las crónicas se llevó a cabo en la Asociación Trabadores del Estado (ATE) de
21
Rosario y tuvo bastante repercusión en los medios de la ciudad. Se puede consultar en Anexo las
notas que fueron publicadas en los portales web de algunos medios sobre Crónicas del Gatillo Fácil
en Rosario.
de todos los derechos ya que “es esencialmente un proceso humano de relación, que
implica no solamente intercambio de información, sino puesta en común de conocimientos y
reconocimiento de las diferencias” (Gumucio Dagrón, 2012, p 1).
Es decir, engloba otros derechos como son el acceso a la información, libertad de opinión,
libertad de expresión y libertad de difusión. En ese sentido, Raíz se constituye como un
colectivo de comunicación que tiene como fin la difusión y la denuncia de casos de violación
de Derechos Humanos. Y, al constituirse de esta manera, queda descartada la finalidad de
lucro a través de la información.
Ese mismo fin es el que hace presentar cada caso como denuncia de los distintos poderes
estatales. Dicen Teresita Vargas y Natalia Zapata en Enredando prácticas. Comunicación
desde las organizaciones sociales:
De esta manera, se resume el porqué de la elección del medio, ya que fue constituido a
partir de crónicas donde se visibilizan y reconstruyen casos de violencia institucional en
Rosario. Por otro lado, es una herramienta para las víctimas y familiares para el pedido de
Justicia. Es decir, “la comunicación contribuye a empoderar a la ciudadanía en el marco de
los principios básicos de los derechos humanos y de las sociedades democráticas, de
manera que unos se enriquezcan con los saberes de otros” (Gumucio Dagrón, 2012, p.7).
22
CAPÍTULO III
Los medios alternativos
23
Los medios alternativos
Por este motivo, resulta necesario hacer un breve recorrido sobre la historia de ambos para,
luego, derivar en la consolidación de este último en el que se trabajan casos de violación de
Derechos Humanos con rutinas productivas que se alejan de las seguidas en los medios
comerciales de comunicación.
Boletín EnREDando
Boletín EnREDando pertenece a la Asociación Civil Nodo Tau constituida en 1995. Luego,
en 2001, nace este medio comunitario de comunicación, también con la ayuda de la
Fundación Avina. Se definió como programa “que promovía el uso de las nuevas
tecnologías para la comunicación y el vínculo entre personas y organizaciones”
(Stoianovich, 2014, p14).
Según su página web10 se concreta como un proyecto autogestivo que trabaja hace más de
15 años por la comunicación popular y comunitaria. “Desde el colectivo editorial de
enREDando partimos de considerar a la comunicación como un derecho humano
fundamental, teniendo en cuenta que los medios de comunicación son productores de
sentidos y proveedores de contenidos simbólicos, recursos indispensables para interpretar e
incidir sobre la realidad”, explican en el portal.
Sus principales temáticas son la desigualdad social en relación con la salud, la vivienda,
educación y trabajo. Además, pretenden ser un marco de referencia para organizaciones
sociales con el objetivo de lograr un acuerdo para la lucha por sus necesidades.
Actualmente Boletín EnREDando puede ser leído en formato digital y en papel. Uno de sus
integrantes, el Licenciado en Periodismo, Martín Stoianovich se unió de manera
24
10
Consultar https://www.enredando.org.ar/
colaborativa con la Cooperativa de Comunicación La Brújula para realizar el trabajo
Crónicas del Gatillo Fácil en Rosario (en primer término titulado Legitimación del terror:
Crónicas del Gatillo Fácil en Rosario) en diciembre de 2015 y que luego continuó como
colectivo de comunicación al consolidarse como Raíz - Comunicación desde Abajo.
11
Se puede consultar: http://www.brujulacomunicacion.com
Raíz - Comunicación desde Abajo
Este colectivo de comunicación nace a principios de 2016 en Rosario. Está conformado por
periodistas, fotógrafas y una realizadora audiovisual, integrantes y ex integrantes de dos
medios alternativos de la misma ciudad: Boletín EnREDando y Cooperativa de
Comunicación La Brújula.
Luego de hacer una primera presentación, que fue en diciembre de 2015 en la sede de ATE
Rosario, con tres crónicas de víctimas de gatillo fácil ─Jonathan Herrera, Dante Fiori y
Carlos Godoy─12, la construcción de ellas siguió en los mismos soportes: escrita, fotográfica
y audiovisual, pero ya con la constitución de Raíz - Comunicación desde Abajo como
colectivo. Aunque, los integrantes fueron menos que en el proyecto colaborativo.
Una de las causas que los llevó a conformarlo fue que los ex integrantes de La Brújula no
se hallaban dentro del medio y, como consecuencia, se apartaron del mismo. “Decidimos
abrirnos y tratar de abordar los temas que veníamos trabajando cada uno individualmente
iba profundizando dentro de la cooperativa”13, explicó Flavia Guzmán. Por otro lado, la
temática con la que estaban trabajando fue fundamental para consolidar el colectivo:
“Veníamos de un contexto de muchísimos casos de gatillo fácil ─entre 2013 y 2015─ y a
partir de ese trabajo y del resultado que tuvo es que vimos que teníamos algo en común” 14,
comentó Fabián Chiaramello, uno de los redactores de las crónicas.
Es así que el colectivo de comunicación comenzó a profundizar en los casos de gatillo fácil
como así también en otros temas pero, siempre, relacionados a la violación de Derechos
Humanos. Los trabajos distan mucho de las agendas de medios masivos y medios
12
Las tres crónicas pueden consultarse en el Anexo de este Trabajo Final Integrador.
13
Entrevista realizada a Flavia Guzmán, ex integrante de la Cooperativa de Comunicación La Brújula
26
27
CAPÍTULO IV
28
1.Comunicar. De la alternatividad y sus debates
Estas formas propias de pensarse son lógicas de un colectivo que es relativamente nuevo,
que está dando sus primeros pasos como tal y que además intenta sortear algunas
dificultades. La más importante es la económica, estrechamente relacionada con la
organización interna del medio19. Esto último, es característica fundamental de lo que
venimos definiendo como alternativo.
Periodistas, fotógrafas y realizadora audiovisual que conforman a Raíz también tienen sus
propios conceptos acerca de qué es alternativo. En un primer momento, no tienen en cuenta
la noción de la estructura del medio, sino que la principal concepción se basa en la
construcción de un mensaje diferente al de los medios masivos y comerciales. Podría
decirse que esto tiene que ver con la manera en que están contadas las crónicas respecto a
los medios más influyentes de la ciudad, donde las notas publicadas se limitaron a la muerte
de delincuentes, dejando invisibilizadas las denuncias de gatillo fácil por parte de sus
familiares.20
15
Entrevista realizada a Flavia Guzmán (Ver Anexo).
16
Entrevista realizada a Martín Stoianovich (Ver Anexo).
17
Entrevista realizada a Fabián Chiaramello (Ver Anexo).
18
Se puede consultar: https://colectivoraiz.com/acerca-de/
19
Este factor, el económico, se verá más adelante, luego de analizar las rutinas productivas en el
trabajo de las crónicas.
20
La excepción fue el caso de Jonatan Herrera quien fue asesinado por la Policía de Acción Táctica
29
(PAT) en enero de 2015, hecho que tomó mucha mayor repercusión porque pudo comprobarse que
la víctima estaba lavando el auto frente a su casa de barrio Tablada. Es decir, Jonatan Herrera
repercutió en los medios y en la sociedad a partir de considerarlo como ‘la víctima buena’.
Por ejemplo, los titulares que utilizaron desde La Capital, el medio más leído de la ciudad de
Rosario deja ver la naturalización de las muertes a manos de las fuerzas represivas del
Estado, desterrando a la víctima de toda identidad:
21
22
21
Nota publicada por el diario La Capital el 17 de abril de 2015 sobre el asesinato de Dante Fiori,
30
Por otro lado, dentro de Raíz sostienen que lo alternativo no debe catalogarse como lo
marginal o lo que está hecho sin tanta profundidad. Y, en esa línea, es oportuna la
pregunta: ¿Alternativo a qué? Este interrogante tiene como fundamento la idea de que ser
alternativo no implica no ser masivos sino, por el contrario, las crónicas realizadas por el
colectivo están hechas en profundidad y con calidad de información y producción. Están
pensadas para lograr una transformación social y, por ende, llegar a una amplia audiencia.
Al considerar que la alternatividad tiene que ver con una oposición a los medios más
dominantes, es decir, los comerciales, entra en juego la idea de la autogestión. En efecto,
no deja de ser un medio, con una construcción de agenda y rutinas de producción, pero con
23
El concepto de hegemonía de Antonio Gramsci está trabajado en el libro Medios alternativos para
la transformación social. La experiencia la Red Nacional de Medios Alternativos. En este texto
31
plantea que la hegemonía “se configura cuando un sector dominante desarrolla todo un conjunto de
estrategias que son utilizadas para obtener el consenso y dominio sobre aquellos que se encuentran
subordinados a él” (CARLOS et al. 2015, p. 13).
otros valores/noticia, al mismo tiempo que, en caso de ser los mismos, están trabajados
desde otras perspectivas.
De esta idea se desprende lo que fue planteado en el Capítulo II: Marco Teórico, según la
hipótesis de la Cooperativa de Trabajo La Vaca que dice que un medio alternativo tiene la
característica de no estar estructurado jerárquicamente sino horizontalmente.
Respecto a esta postura, los integrantes entrevistados de Raíz coinciden en que el colectivo
es horizontal. Según Stoianovich, la horizontalidad tiene que ver en todos los ámbitos de la
vida, es decir, no solo tiene que cumplirse dentro de un medio sino en cualquier práctica en
la que uno esté involucrado colectivamente.
Específicamente en el medio, Fabián Chiaramello explica que las decisiones se toman entre
todos y, a partir de allí, se dividen las tareas: “No es jerárquica sino por cómo nos
conocemos, pensando en los tiempos con los que disponemos, pensando en qué le interesa
hacer a cada uno o qué herramientas maneja mejor”.24 En la construcción de las crónicas y
en la actualidad no existe un rol de editor ni jefes de sección. De igual manera, el acceso a
las publicaciones en la web es libre para todos los integrantes.
Pero, por otro lado, Paula Peña dice: “Te chocás con prácticas y formas de hacer que uno
carga, que tienen que ver con otra cosa, con el verticalismo y con el autoritarismo y es difícil
desnaturalizar todas esas cosas y poner en práctica la horizontalidad”. 25 Esto es algo en lo
que coinciden los demás integrantes pero que, muchas veces, se relaciona con las
personalidades de cada uno.
Es así que los integrantes del colectivo se plantearon la meta de transmitirse conocimientos
unos con otros. Dicho de otro modo, que todos sepan hacer todo para provecho de las
producciones que se realizan, ya que son pocos los que conforman el medio y, de esa
manera, se podrían agilizar ciertas cosas.
32
24
Entrevista a Fabián Chiaramello (Ver Anexo).
25
Entrevista a Paula Peña (Ver Anexto).
En conclusión, la alternatividad planteada por Raíz tampoco es unívoca, sino que encuentra
diferentes posturas y debates en cada uno de sus integrantes. No hay una única manera de
trabajarla, puede verse que depende del discurso, del sustento económico y de la
conformación interna. Esta cuestión se verá más adelante en lo que respecta
específicamente a las rutinas productivas llevadas a cabo para el trabajo Crónicas del
Gatillo Fácil en Rosario.
La violencia policial en la ciudad de Rosario tuvo su pico máximo en 2015. Los primeros
días de enero ─mientras el Dakar bordeaba el Paraná─ ocurrió el asesinato de Jonatan
Herrera, luego le siguieron, en abril y mayo, Dante Fiori y Carlos Godoy. Pero también hay
otros nombres: Jonatan Ojeda26, Facundo Cárdenas27 y Maximiliano Zamudio28. Las vidas
de todos estos jóvenes ─menores de 25 años, algunos con antecedentes y pertenecientes a
los barrios más vulnerables de la ciudad─ fueron reconstruidas a través de las plumas y las
miradas de Raíz - Comunicación desde Abajo.
Decidir qué casos son los que se van a contar forma parte del trabajo periodístico, de las
rutinas. Pero, no resulta sencillo construir las crónicas ─en sus tres formatos─ saliendo de
la versión oficial, generalmente, única fuente con las que cuentan las noticias publicadas en
los medios más influyentes de la ciudad. En el libro Muertes silenciadas: La eliminación de
los “delincuentes”, compilado por Alcira Daroqui, dice:
26
Fue asesinado en octubre de 2015. Tenía 17 años y antecedentes. La versión oficial dijo que hubo
un enfrentamiento, varios testigos contradijeron esas declaraciones. La crónica fue titulada Nacer y
morir al costado de la vía (Ver Anexo).
27
Fue asesinado en octubre de 2015. Tenía 20 años y antecedentes. La versión oficial dijo que hubo
33
un enfrentamiento. La crónica fue titulada El Chula, los vecinos policías y la muerte (Ver Anexo).
28
Fue asesinado en mayo de 2015. Tenía 16 años. La versión oficial dijo que el prefecto que lo mató
quiso defenderse de un asalto. La crónica fue titulada Los tiros no salen por la culata (Ver Anexo).
Las crónicas no tradicionales presuponen una amplia participación del periodista, una
mirada particular, mucha investigación y, sobre todo, diversas fuentes que puedan
contrastar y marcar la diferencia con la única nota del caso que sale en un diario masivo.
La idea de Raíz era contar el caso de gatillo fácil más allá del asesinato, de la complicidad
de la Policía con la Justicia y los medios; era mostrar que detrás del «delincuente que quiso
robar y lo mataron» existe una identidad, con su personalidad, con su cotidianidad. Además,
las víctimas tienen diversas cosas en común: derechos vulnerados desde la niñez hasta la
adolescencia, varones, menores de 25 años, residentes de los barrios periféricos de la
ciudad.
Esto se explica porque los casos plasmados en las crónicas habían sido trabajados
anteriormente y ya se habían generado vínculos con los familiares y otras fuentes.
Entonces, a partir de ese acceso o contacto más certero es que decidieron tratar, en una
primera instancia, los casos de Jonatan Herrera, Dante Fiori y Carlos Godoy, ya que eran
los más accesibles para trabajar.
Por otro lado, Chiaramello explicó que lo principal era “tomar desde el caso paradigmático,
donde es evidente el accionar represivo, la ilegalidad, el desastre en todos los sentidos: por
cómo actuó la Policía que intentó encubrir todo, hasta la cuestión de los medios”. 31 Por este
motivo, las historias que fueron contadas no son solo de víctimas «buenas» sino también de
aquellos chicos que tenían conflictos con la Ley, causas judiciales o libertad condicional.
“Una víctima es una víctima, si hubo un accionar ilegal de la Policía no es distinto, en este
29
Este relevamiento de casos se puede evidenciar en una nota publicada por Raíz - Comunicación
desde Abajo en su página web, donde se recorre brevemente cada caso de gatillo fácil ocurrido en
34
2015. La misma fue publicada en diciembre del mismo año. Se puede consultar en el Anexo.
30
Entrevista a Martín Stoianovich (Ver Anexo).
31
Entrevista a Fabián Chiaramello (Ver Anexo)
caso, que haya estado lavando un auto o que haya estado corriendo de espaldas porque
había terminado de robar”32, dice Chiaramello.
En la elección de estos casos tuvieron más participación los redactores de las crónicas
(Stoianovich y Chiaramello) como consecuencia del acceso a la información a través de las
fuentes, ya que eran quienes deberían recolectar una cierta cantidad y diversidad que les
permitiera no solo derribar el mito de la defensa personal sino también construir una
identidad. Esto no quiere decir que las fotografías y la realización audiovisual fueran menos
importantes, sino que esa parte se haría en función de las entrevistas a las fuentes de los
casos. Estas dos patas, por otro lado, no lograron plasmar todos los asesinatos, sino que se
realizaron en algunos, mientras que las redacciones se hicieron en totalidad.
En estas ocasiones, donde las crónicas van a ser no convencionales y donde se trata de
hechos que involucran a fiscales, policías y la justicia en general, resulta un tanto
complicado acceder a que testigos y familiares hablen, ya que la presión y las amenazas
están a la orden del día. Hechos que fueron plasmados también en las crónicas. Dicho de
otro modo, los criterios de selección de los casos para Crónicas del Gatillo Fácil en Rosario
tuvieron que ver, más que nada, con una cuestión de viabilidad.
Una vez seleccionados los casos con los que iban a trabajar, comienza la etapa de
recolección de la información y, para ello, son imprescindibles las fuentes. Las oficiales, por
un lado, pero también las que iban a contrastar la versión de los enfrentamientos como así
también la construcción de una identidad.
En el Capítulo II: Marco Teórico, se vieron las rutinas productivas en medios masivos y
comerciales con una lógica de acuerdo al tiempo y a la inmediatez con que deben ser
presentadas las noticias. En los casos de gatillo fácil ─que fueron encubiertos bajo la figura
del delincuente que quiso robar y lo mataron─ las publicaciones se hicieron un día después
de los asesinatos y, en algunos casos, fue la única que salió.
Mientras que, el trabajo de investigación que realizó Raíz llevó meses. Las tres primeras
crónicas ─Herrera, Fiori y Godoy─ fueron publicadas en diciembre de 2015, casi un año del
35
32
Entrevista a Fabián Chiaramello (Ver Anexo).
asesinato del primero y entre siete y ocho meses después de los dos restantes. Los demás
casos ─Zamudio, Ojeda y Cárdenas─ se hicieron durante 2016. Estos tiempos son los que
evidencian, en primer término, la conformación del colectivo como un medio que construye
un mensaje alternativo al de los medios más influyentes de la ciudad.
Recurrir al barrio donde vivían las víctimas ─coincidente en todos los casos con el lugar de
los hechos─ y reunirse con las fuentes, únicamente a modo de visita y charla fue lo que
logró la profundidad de la investigación. Es decir, sin grabadores encendidos, sin cámaras
filmando ni sacando fotos. Los cuatro entrevistados acuerdan en que no es ético ni
respetuoso ir, la primera vez, con todas las herramientas periodísticas en la mano ya que
eso produce una inhibición, un condicionamiento de lo que se dice.
Por otro lado, el descreimiento por parte de los familiares respecto a los medios de
comunicación era un factor que jugaba en contra. Esto es consecuencia de las noticias
publicadas donde solo se hablaba de un delincuente que había querido robar. A veces, se
36
33
Entrevista a Fabián Chiaramello (Ver Anexo).
34
Entrevista a Martín Stoianovich (Ver Anexo)
ponía en duda el accionar policial, pero en caso de que se comprobara la inocencia de la
víctima, no se volvía a publicar. Es decir, no se daba importancia en aclarar el hecho.
Según los redactores, las visitas no tenían carácter de entrevista, sino que eran
descontracturadas, con mates de por medio, donde se ponían en común pensamientos,
opiniones y algo de información, no demasiada por parte de los familiares. Luego de esto,
se concretaba una entrevista y, hasta en algunas ocasiones, no era necesaria la grabación
sino que, parte de la crónica, se construía con lo charlado.
En el caso de las fotografías siguieron la misma metodología que los redactores. Según
Flavia Guzmán, una de las fotógrafas, el momento de hacer una toma tenía que ver más
con los objetos que mostraban sus madres y que tuvieron algún significado para la víctima
como para la familia, o bien, era una fotografía de una fotografía que mostraba algún
momento particular de la vida. Para Guzmán, lo principal es preguntar:
¿Puedo?, ¿te parece que saque fotos de esto? Preguntando qué quieren
mostrar de ellos también. Si lo tuvieran que hacer ellos, de contar en fotos la
vida del hijo o la hija que perdieron, qué les gustaría mostrar a ellos, porque
en definitiva quién mejor que ellos que los conocieron35.
Por otro lado, respecto a los breves documentales, en general, ─luego de las visitas por
parte de los redactores─ se acordaba un momento especial para realizar las entrevistas.
Mientras que las tomas se fueron haciendo en conjunto con las visitas de los mismos, ahí se
hacían registros y con lo que se lograba, se intentaba hacer el documental. Según Peña, la
única realizadora audiovisual de Raíz, los primeros eran improvisados y luego, se incluyeron
algunos criterios estéticos.
La particularidad del trabajo audiovisual fue que las protagonistas fueran las mujeres porque
consideraron que son quienes están al frente de los reclamos y pedidos de Justicia. En ellos
aparece el relato desde la voz de las madres de las víctimas, aunque luego se fue
agregando la parte judicial. Esto sucedió porque no querían realizar videos emotivos sino
más bien mostrar la ilegalidad e impunidad con que la Policía asesina a chicos de los
barrios periféricos de la ciudad.
37
35
Entrevista a Flavia Guzmán (Consultar Anexo)
Es así que, podría decirse que el impacto que producen las imágenes es, muchas veces,
mayor al de una lectura ─que suele ser extensa─. Las fotos y los videos muestran rostros,
personas, lugares, objetos, maneras de ser y de vivir; se muestran en sus lugares
cotidianos, con sus costumbres. Las pasiones, los deseos, las palabras escritas de puño y
letra por quienes pasaron por esos lugares traspasan las pantallas y permiten acercarse a
sus familias y comprender ─al menos un poco─ el dolor.
Pero, ¿qué sucede cuando las fuentes están relacionadas al caso? ¿Cómo se chequea que
lo que cuenta una madre sea cierto? Estas preguntas son oportunas porque el objetivo del
colectivo fue evidenciar y denunciar la violencia policial sin importar si la víctima tenía
conflictos con la Ley o no.
Es por eso que, es diferente cuando se asiste al lugar de los hechos en calidad de
periodista pero, también, de militante. Dicho de otro modo, no se trata de vender la
información en una página web, sino que el periodismo viene a funcionar como herramienta.
Algo que tiene que ver con lo que la RNMA entiende por comunicación: “Es un proceso que
no se desarrolla en sí mismo, sino que se ancla en las relaciones sociales que establecen
actores que están atravesados por una historia particular, posicionados de una manera
definida en la estructura social” (Carlos et al., 2015, p.15). Esto quiere decir que no todos
los periodistas, por serlo, van a realizar un proceso comunicativo idéntico, sino que tiene
que ver con sus posturas respecto a la sociedad en la que producen comunicación.
36
Esta relación fue trabajada recientemente por Fabián Chiaramello, analizando otros casos de
38
violencia policial como fueron el de Franco Casco, Gerardo “Pichón” Escobar y Jonatan Herrera.
CHIARAMELLO, Fabián. 2017. Tinta azul. La violencia policial en el periodismo gráfico impreso.
Trabajo Final Integrador del Postítulo y Licenciatura de la Universidad Nacional de Rosario.
Por eso, para chequear la veracidad de las fuentes, los redactores iban al lugar de los
hechos para poder construir la idiosincrasia del barrio, conocer a su gente y contactarse con
los familiares de la víctima. Al empezar con ese vínculo y generar lazos de confianza
permitió acceder a los expedientes de los casos donde se pudieron comprobar
irregularidades o contradicciones.
En ese sentido coincide también Chiaramello que ejemplifica con el expediente de Jonatan
Ojeda. En el mismo no coinciden las declaraciones de un grupo de chicas que,
supuestamente, habían sido asaltadas por Ojeda. La policía había dicho que él les había
robado y en el expediente, en la declaración de las chicas, decían que no había sido él. 38
Dicho de otro modo, el trabajo que realiza Raíz tampoco es quedarse con una sola versión
de los hechos porque, dicen, que si solo tomaran la voz de los familiares terminarían
cayendo en el accionar de los grandes medios. La investigación busca contrastar las fuentes
más allá de la versión policial y la versión del familiar, por eso se accede a otros
documentos.
A partir de la lectura de las crónicas ─que están acompañadas por las fotografías y la
producción audiovisual─ se evidencia la diversidad de fuentes. Es decir, está la versión
oficial o, al menos, se cuenta lo que la Policía (autores de cada asesinato) declaró, pero
también aparecen las voces de sus familiares, vecinos, amigos, abogados defensores.
Además, el acceso a los expedientes es fundamental para develar irregularidades e
ilegalidad en el proceder policial.
39
37
Entrevista realizada a Martín Stoianovich (Ver Anexo).
38
Entrevista realizada a Fabián Chiaramello (Ver Anexo).
Pero, uno de los objetivos principales de las crónicas no era solamente evidenciar que se
trató de casos de gatillo fácil, sino también contar la vida de esa persona que falleció a
manos de la Policía. De esta manera, también se pueden desnudar muchísimas
vulnerabilidades en la niñez y en la adolescencia ya que en las historias se cuentan:
ingresos al Instituto para la Recuperación del Adolescente de Rosario (Irar), abuso y
hostigamiento policial, conflictos con la Ley o antecedentes de robo.
Esto no quiere decir que las víctimas no sean víctimas, sino que proporciona información
para entender que algunas instituciones no funcionan como deberían o que no se
garantizan derechos. Stoianovich dice: “Expone al Estado desde otro lugar, no solo desde
su faceta represiva, sino desde su faceta de complicidad o de ausencia o de omisión a los
deberes y obligaciones que tiene”.39
Esta otra mirada, la de la identidad del delincuente ─como es titulada la noticia en medios
masivos─ y la de la denuncia de gatillo fácil son las que forjaron vínculos cercanos con las
fuentes: familiares y abogados. Además, en algunas ocasiones fue desde Raíz que
ayudaron a que las familias se acercaran a recibir asesoramiento jurídico o a agruparse con
organizaciones para pedir Justicia.
Como se dijo anteriormente, el tipo de periodismo que hacen desde Raíz no se trata
únicamente de seguir una rutinización del trabajo, sino que también se trata de militar contra
la violación de los Derechos Humanos. A partir de allí es donde surge la agenda del medio.
Por otro lado, la relación no se limita únicamente al proceso del armado de las crónicas para
lograr publicarlas, sino que se extiende y va más allá, y es algo que Chiaramello ejemplifica:
Lo que termina pasando es que, muchas veces, cuando los familiares tienen
una novedad, yo me imagino que ellos le avisaban a su abogado o al revés y
40
39
Entrevista a Martín Stoianovich (Ver Anexo).
ellos nos avisaban a nosotros. A ese punto y al de contarte cosas que les
pasan, de cómo están, cómo se sienten.40
Según los integrantes del colectivo, luego de publicadas las crónicas en sus tres formatos,
hubo cierta demanda por parte de las familias por no haber incluido algunos datos o
anécdotas que les fueron contando en las visitas y entrevistas realizadas. Es decir, más allá
del vínculo que se establece con las fuentes, periodistas, fotógrafas y realizadora
audiovisual siguen sus criterios éticos y estéticos para llevar adelante las producciones.
Por otro lado, las crónicas desnudan la violencia y la ilegalidad con la que actúa la Policía,
las irregularidades de las instituciones que deberían garantizar una investigación y de las
que debieron garantizar derechos a esos jóvenes. Otra cuestión es la descripción de un
contexto propicio para el consumo de drogas, para el delito, la violencia, entre otras cosas.
40
Entrevista a Fabián Chiaramello (Ver Anexo)
★ Redacción:
Martín Stoianovich y Fabián Chiaramello fueron los redactores de las crónicas. La selección
de la información fue personal, cada uno decidía qué iba y qué no. Pero sí se consultaban si
surgía alguna duda sobre cuestiones jurídicas respecto a la causa o sobre qué criterios
éticos utilizar para hablar de un abogado o fiscal, por ejemplo.
Por otro lado, los títulos decidieron que serían más bien figurativos para guardar relación
con los recursos estéticos utilizados en el cuerpo. Las bajadas también fueron redactadas
por ellos.
★ Fotografías:
El grupo de fotógrafos era el más numeroso dentro del grupo, teniendo en cuenta que
primero fue un proyecto colaborativo ─las tres primeras crónicas─ y luego ya se continuaron
siendo un colectivo y ahí disminuyó la cantidad de personas.
La selección de las fotografías se hizo de manera conjunta, entre todos los fotógrafos.
Según Flavia Guzmán siempre era lo complicado ya que había gran cantidad de imágenes
para elegir.41 El criterio para determinar cuáles iban fue, primero leer la crónica y ver cuál se
relacionaba más con lo que se contaba; y, segundo analizar lo que podría llegar a generar
esa imagen.
La producción de fotos contaba con alrededor de seis o siete fotos, mientras que una sola
iba en la redacción de las tres primeras y en las siguientes se incluyeron algunas más.
★ Audiovisual:
En los videos trabajó únicamente Paula Peña, estableciendo ella misma qué partes
entraban en los pequeños documentales y cuáles no. Realizaba la edición y luego
42
41
Entrevista a Flavia Guzmán (Ver Anexo).
consultaba a todo el grupo, quienes le aconsejaban si dejar alguna declaración o convenía
no incluirla. Por otro lado, los redactores la asesoraron en las placas donde se incorporaban
datos referidos a la cuestión judicial.
Tanto redacciones, fotografías y videos están relacionados entre sí y buscan contar las
mismas historias desde diferentes perspectivas. La mayor parte de la información se
encuentra plasmada en lo gráfico y están pensadas para un receptor que esté interesado en
este tema o que conozca los casos, como consecuencia de la extensión de las mismas.
De acuerdo a esto, quienes conforman Raíz en primer lugar resaltan las desventajas
respecto a lo económico. El motivo tiene que ver con la autogestión, es decir, la publicidad
no es el medio por el cual se sustenta ni se vende la información. En consecuencia, cada
proyecto debe ser solventado económicamente por sus propios integrantes con dinero que
proviene de sus otros trabajos particulares y depende de la realidad de cada uno.
Los entrevistados expresaron que, de esta manera, pueden trabajar y producir diversas
cosas pero, coinciden, en que con más recursos económicos y tiempo disponible podrían
lograrse mejores producciones, con mejor calidad. Es decir, es inevitable la relación tiempo-
dinero, ya que, al tener que trabajar en otros lugares para subsistir, no pueden dedicarle
todo el tiempo que quisieran para poder llevar adelante más proyectos. Y, al constituirse
como colectivo sin fines de lucro no pueden generar recursos para sustentarlos.
Por otro lado, al no realizar sus trabajos en relación de dependencia, es decir, en un medio
empresa de la ciudad no están amparados por el Sindicato de Prensa de Rosario (de aquí
en adelante SPR), por lo tanto, están expuestos a ciertas vulnerabilidades, teniendo en
43
cuenta a los lugares a los que asisten para realizar las producciones y las temáticas que
abordan. Algunos de ellos manifestaron sentirse presionados por gente que trabaja en las
dependencias públicas a las que denuncian en sus crónicas. Sí tienen el respaldo de
diversas organizaciones de Derechos Humanos, no así del SPR, ya que no existe relación
laboral entre empleado y empleador, por lo que no rigen ni estatutos ni leyes. 42
Por último, los integrantes del colectivo consideran que ser un grupo reducido, en algunas
ocasiones, es un impedimento ya que no pueden realizar mucha cantidad de producciones
pero, por otro lado, les parece positivo porque pueden tomar decisiones con mayor agilidad
y consenso, teniendo en cuenta la horizontalidad con la que trabajan. Además, esto está
relacionado con lo que se dijo anteriormente sobre sus puestos laborales particulares. Es
decir, en ciertos proyectos no pueden participar ya que no disponen de tiempo para hacerlo
42
Según la Ley 12.908 “Estatuto profesional del periodista”, se consideran periodistas profesionales
quienes estén trabajando en agencias noticiosas. Además, aclara, en su Artículo 2°: “No se
consideran periodistas profesionales los que intervengan en la redacción de diarios, periódicos o
revistas con fines de propaganda ideológica, política o gremial, sin percibir sueldos”.
44
43
El documental trata sobre la muerte de siete jóvenes de la ciudad de Pergamino (Buenos Aires)
que se encontraban detenidos en la Comisaría 1° de esa ciudad. La presentación se hizo a través de
su página web y luego decidieron proyectarlo en un bar de la ciudad de Rosario.
y eso complejiza el llevarlos adelante. En consecuencia, se reduce, aún más, la cantidad de
personas disponibles para trabajar.
La principal ventaja que considera el grupo es la libertad con la que se trabaja, tanto para
escribir, filmar o fotografiar. Esto es en relación a temáticas y tiempo en el que se lleva a
cabo. Queda claro cuando se analizaron las rutinas de producción del colectivo para la
construcción de las crónicas: más de una visita (entrevista) a las fuentes, publicaciones que
varían de meses a años luego de que ocurrió el hecho y la realización de las crónicas en
tres formatos diferentes.
Por su parte, los redactores destacan la tranquilidad con la que escribieron las crónicas, con
modificaciones, reescrituras, revisiones, actualizaciones respecto a la causa, entre otras
cosas. Además, no existe una presión que tenga que ver con una línea editorial ni tampoco
con el tiempo para realizar una publicación. Por otro lado, señalan la libertad de elegir en
qué proyecto participar y en cuál no.
Pero, en relación a la redacción, existe la desventaja de no contar con un editor. Esto puede
generar que se publique información errónea y que cada redactor tenga que escribir sus
propios títulos, bajadas y cuerpo sin ningún tipo de asesoramiento o consejos para mejorar.
En conclusión, los cuatro entrevistados coinciden en que son muchas más las ventajas de
conformar un colectivo de comunicación que si trabajaran para un medio empresa. A pesar
de estar en un momento de no producción sienten la necesidad de volver a proyectar y
producir, ya que lo consideran como una herramienta para la transformación social.
45
Conclusiones
“Sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia
cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo”.
Ernesto “Che” Guevara
Los asesinatos de varones jóvenes ─menores de 25 años─ y residentes en los barrios más
vulnerables de la ciudad de Rosario, a manos de las fuerzas represivas del Estado
─denominados gatillo fácil─, son invisibilizados por los grandes medios. Estos reproducen
las versiones oficiales, con las voces de la Policía o de los fiscales que, en reiteradas
oportunidades, se supo, hubo complicidad estatal. Resulta que el trabajo periodístico se
basa, únicamente, en etiquetar a la víctima como “delincuente”, robándole
─paradójicamente─ toda identidad. Apenas un nombre, un apellido, una edad y el sector
donde habitaba son los datos que construyen una identificación que no hace más que
levantar un muro de prejuicios y estigmatización.
La palabra estigma surgida de los griegos, refería “a signos corporales con los cuales se
intentaba exhibir algo malo y poco habitual en el estatus moral de quien los presentaba”
(Goffman, 2006, p.11). Se trataba de marcas físicas que lo desterraban de toda posibilidad
de ser una persona respetable. Hoy, el término lleva algunos rasgos de esa definición, pero
se utiliza en un sentido más amplio, es decir, es sinónimo de un mal, pero no
específicamente de algo corporal (Goffman, 2006).
46
Con esto, se quiere decir que ser joven ─adolescente─, varón y vivir en ciertos sectores de
la ciudad son las características que llevan a cimentar un «ellos» y un «nosotros». Además,
a esto se le anexa lo superficial, lo estético. Dicho de otro modo, la ropa ─la “gorrita” sobre
todo─, las zapatillas, el color de piel, los cortes de pelo, entre otras, marcan una
diferenciación cultural, si se quiere.
Según Goffman (2006), la sociedad categoriza a las personas a partir de ciertos rasgos
comunes de sus miembros. De esta manera, es que al enfrentarse con una persona que
posee todos los atributos antes mencionados, se identifica en ese «ellos». Así es que se
hace, cada vez más alto, ese muro de prejuicios y estigmatización, porque esa
diferenciación marca, también, la falta de empatía, como consecuencia de una imposibilidad
de reconocerse en ese otro.
Como ya se dijo, el objetivo de Raíz – Comunicación desde Abajo es, no solo mostrar otro
discurso, sino también devolverle la identidad a la víctima porque, más allá de si hubo o no
conflictos con la Ley, asesinar a una persona ─fusilarlo─ es un delito en el que no ingresa
para nada la figura de la legítima defensa. Lo que sí existe es un abuso de poder porque “la
política del gatillo fácil conforma, junto con el sistema de detenciones arbitrarias y la
sistemática aplicación de tormentos en cárceles y comisarías, una vertiente represiva
dirigida de manera aparentemente indiscriminada sobre la población más vulnerable”
(Verdú, 2009, p.83).
Pero, cuando se habla de identidad no se refiere a los documentos a los que se puede
acceder fácilmente y, apenas, tener ciertos datos de una persona. Se refiere a una
representación del yo, pero también de lo que otros ven y conocen. Candau dice que existe
una identidad cultural o colectiva donde se producen “diversas representaciones en cuanto
al origen, la historia y la naturaleza de ese grupo” (Candau, 1998, p.23). Es decir que, a
partir de la cultura en que se esté inserto, se adquirirán ciertos rasgos y maneras de ser,
47
pero también existe una personalidad, que es única y que puede ser representada por uno
mismo y por quienes conocen en profundidad a esa persona.
El trabajo periodístico y de investigación que realizó y realiza Raíz se basa en la denuncia
del gatillo fácil pero también en la humanización de un joven que fue deshumanizado y
excluido por las instituciones estatales que debían garantizarle derechos básicos, por la
Policía que los asesina, por los medios masivos que los estigmatiza, por la gente que es
indiferente. A partir de las voces de sus madres, padres, hermanos, amigos y amigas es
que, al nombre de Dante, de Jonatan (ambos), de Maximiliano, de Facundo y de Carlos se
les devuelve ─al menos en las palabras y las imágenes─ los sueños, los proyectos, las
maneras de ser y expresarse, las amistades, las alegrías y las tristezas.
Es cierto que, cada vez más, los medios masivos están siendo vaciados, que la
precarización laboral es cada día mayor44, que la inmediatez presupone menos tiempo para
llevar a cabo las rutinas de producción de una noticia. Pero también es verdad que existen
colectivos de comunicación, como lo es Raíz, que rompen con la estructuración del tiempo,
que abandonan la idea de la primicia y vuelcan todo su potencial en la búsqueda de
producciones de calidad.
Por esto, se podría decir que, además de periodistas, fotógrafas y realizadora audiovisual,
son militantes que recurren al lugar de los hechos en más de una ocasión, hablan en
reiteradas oportunidades con sus familiares ─antes, durante y después de la publicación de
las crónicas─ y se arriesgan a ciertos peligros que presupone no estar amparados por un
sindicato o no contar con los medios de transporte e identificación cuando recurren a un
espacio.
También es cierto que trabajar de esta manera, autogestivamente, muchas veces no da los
resultados esperados ni puede hacerse con la continuidad con que lo hace un medio-
empresa. Esto sucede como consecuencia de los escasos ─casi nulos─ ingresos con los
que cuenta el colectivo, exigiendo la búsqueda de otros espacios laborales que, en general,
no están relacionados con la comunicación. Por ende, no se puede contar con un lugar
físico destinado al colectivo ni se puede producir con la fluidez y la dedicación que este tipo
de trabajos requiere.
44
En Rosario es conocido el caso del diario El Ciudadano que, luego de varias ventas, sus
trabajadores terminaron por conformarlo en la Cooperativa La Cigarra. Por otro lado, actualmente hay
48
un conflicto salarial con los trabajadores de LT3, como también, quienes son trabajadores de prensa
conocen que, pocas veces, se renuevan los puestos laborales cuando llega una jubilación, por
ejemplo.
En resumen, los espacios destinados a la comunicación alternativa están creciendo ya que,
como se dijo anteriormente, los medios masivos no dan lugar a nuevos periodistas como
tampoco es posible trabajar con la libertad con que se lo hace en medios autogestivos.
Estos colectivos, pujan por darle lugar a las voces de quienes están a la sombra de las
ideologías dominantes y por trabajar con horizontalidad, construyendo nuevas formas de
hacer periodismo. Por otro lado, son quienes ponen de manifiesto el derecho a la
comunicación.
Por último, es cierto que la transformación social no sucede de un día para el otro, sino que
empieza desde las raíces para, luego, expandirse por las ramas. Las crónicas de Raíz,
quizás, comiencen por producir variaciones en contextos cercanos al de las víctimas, es
decir, en los barrios en los que vivían y no tanto en los sectores a los que el colectivo
apunta. Eso llevará su tiempo y requerirá de más trabajo y continuidad.
49
Bibliografía
Candau, J., (1998), Memoria e identidad, Buenos Aires, Argentina: Ediciones del sol.
Carlos, M., Sbriller, L., Vaccaro, E. F., (2015), Medios alternativos para la
transformación social. La experiencia de la Red Nacional de Medios Alternativos, La
Plata, Argentina: Universidad Nacional de La Plata.
Castells, M., (2008), Comunicación, poder y contrapoder en la sociedad red (II). Los
nuevos espacios de la comunicación. Revista Telos. Abril - junio 2008.
Calzado, M., y Magio, N., (2009), Medios de comunicación: “A veces pasa como si
uno dijera llueve”. La naturalización mediática de la muerte de delincuentes en
enfrentamientos con la policía. En A. Daroqui (Ed.), Muertes silenciadas: La
eliminación de los “delincuentes”. Una mirada sobre las prácticas y los discursos de
los medios de comunicación, la policía y la justicia (pp. 83-100). Buenos Aires,
Argentina: Ediciones del CCC.
Vargas, T., y Zapata, N., (2010), Enredando prácticas. Comunicación desde las
organizaciones sociales, Buenos Aires, Argentina: Editorial San Pablo.
52
Las entrevistas
Las entrevistas fueron realizadas a algunos de los integrantes del colectivo Raíz –
Comunicación desde Abajo. Los mismos son los que trabajaron las Crónicas del Gatillo
Fácil en Rosario.
En realidad, surge primero como un proyecto colaborativo entre dos medios que eran la
Cooperativa La Brújula y EnREDando. Era un proyecto colaborativo entorno a la temática,
para hacer un laburo especial sobre gatillo fácil, fotográfico y con crónica periodística. En
ese primer momento yo no estuve en el colectivo, o sea, yo estaba en la Cooperativa La
Brújula, trabajaba en el área audiovisual, pero estaban Fabián (Chiaramello), Juliana (Faggi)
y Luz (Ñuñez Soto) de la cooperativa y después estaban Martín (Stoianovich) de
EnREDando y el hermano de Martín que no pertenecía a ninguno de los dos, pero sacaba
fotos. En ese primer momento, como proyecto colaborativo, que todavía no era un colectivo
de comunicación, se produjeron las tres primeras crónicas que fueron las de Dante Fiori,
Jonatan Herrera y Carlos Godoy. Eso creo que fueron tres o cuatro meses. Paralelamente,
Luz que se había sumado, había intentado hacer un audiovisual sobre el caso Jonatan
Herrera. Hasta ese momento se había hecho solo fotografía y crónicas. Ahí también se
sumaron Edith (Gauna) y “Joaco” (Joaquín Ugarte), de la Cooperativa La Brújula. Y con
ellos hicieron el documental de Jonatan Herrera, que se llama Once meses después: relatos
sentidos. Y ahí me sumé yo, un poco para dar una mano en la edición. Después de que se
terminó ese trabajo se presentaron las tres crónicas en ATE, también se expusieron las
fotos, se proyectó el video. Y, a partir de ahí, coincidió con la crisis que teníamos varios y
varias dentro de la Cooperativa La Brújula y a empezar a no sentirnos cómodos
produciendo en ese espacio y viendo que nos había gustado mucho trabajar en este
proyecto colaborativo y se empezó a pensar: ¿por qué no dedicarle más tiempo a producir
más crónicas? y meterle más cabeza. La muestra fue en diciembre, pasó el verano y en
febrero nos volvimos a juntar y ya con la idea de tener un laburo mucho más sistematizado,
mucho más independiente de lo que era un proyecto colaborativo y de la mirada editorial de
La Brújula. En realidad, tampoco es que tuvo un seguimiento editorial mientras fue proyecto
53
colaborativo, sino que estaba ahí, medio bajo la órbita de las producciones de la
cooperativa, pero se movía de manera independiente. Y coincidió que en ese transcurso de
tiempo de la muestra y que se empezaron a juntar de nuevo las compañeras y los
compañeros de gatillo fácil, varios dejamos la cooperativa. Andábamos medio huérfanas,
sobre todo las chicas que hacíamos foto y video, de espacio y empezamos a dedicarle
tiempo a Crónicas del Gatillo Fácil, que en ese momento se llamaba así.
Lo definiría como un colectivo que intenta ser… ser un medio me parece que todavía nos
queda demasiado grande. Pero, un colectivo que plantea una forma de hacer comunicación
diferente, un tratamiento diferente de la información, de los casos y también ─por lo menos
lo que hemos intentado nos siempre sale y es muy difícil también sostener el tema del
colectivo en sí─ es poder generar vínculos distintos al interior de nuestro grupo, por así
decirlo. Que yo creo que eso se refleja en lo que vos producís. Creo que eso, un colectivo
que intenta y trata de generar otro tipo de productos comunicacionales.
Si vamos más a lo que usualmente se define como alternativo, Raíz entraría en esa
definición, pero ¿qué creés vos que es lo alternativo?
Para mí va en sintonía con lo que te acabo de decir, en el sentido de que, quizás, por ahí lo
que yo veo que se le llama alternativo o medios alternativos por ahí tiene un nombre, por así
decirlo, panfeltario de comunicación, de crónicas o de lo que fuera, pero también se
entiende como opuesto a lo hegemónico. En el sentido de opuesto a lo hegemónico yo creo
que sí nos identificamos, o por lo menos yo reconozco que Raíz tiene que ver con algo
alternativo. Pero, por el otro lado, también tratamos de distanciarnos de esa
conceptualización de que lo alternativo está hecho así nomás o al margen porque siempre
tratamos de que lo que nosotros producíamos era algo que realmente pudiera competir en
calidad y en profundidad y en investigación, incluso con lo hegemónico. En ese sentido,
nosotros tratábamos de despegarnos un poco de ese rol de alternativo. A mí me gusta más
medio libre, la definición de medio libre, porque me parece que por ahí engloba otras cosas.
Pero, si lo vemos como contrapuesto a lo hegemónico o que trata de disputarle un discurso
a lo hegemónico, sí seríamos alternativo.
definición?
Intentamos hacerlo. Todo el tiempo es a lo que aspiramos, pero te chocás con prácticas y
formas de hacer que uno carga que tienen que ver con otra cosa que es el verticalismo y
con el autoritarismo y es difícil desnaturalizar todas esas cosas y poner en práctica la
horizontalidad, pero sí es algo que hemos intentado. Ahora estamos en un período de no
producción casi, de latencia, por situaciones económicas. Pero sí aspirábamos, o por lo
menos en el momento de mayor producción de Raíz, que nos juntábamos una vez a la
semana y todos discutíamos todo, todos opinábamos sobre los casos que se iban a tratar,
sobre cómo tratarlos. En ese momento, creo que fue el de mayor horizontalidad y, por el
otro lado, también se intentó ─que quizás no funcionó de la mejor manera─ lo de la
autoformación. Quienes tenían algún conocimiento sobre alguna técnica, lo trasmitiéramos
al otro compañero o a la otra compañera para que ese saber circulara y también fuéramos
más los que pudiéramos sacar una foto o escribir un parrafito de un encabezado para el
video que íbamos a publicar. En ese sentido, también intentamos ser horizontales. No
había un rol de editor tampoco ni editora, todos tenemos acceso a publicar en la página, era
a lo que aspirábamos. Después se vuelve difícil, en la práctica te chocás con un montón de
cosas. Me parece que también este período de latencia o de no producción no tiene que ver
con que haya fracasado esa horizontalidad sino como que es difícil mantener el colectivo
cohesionado en un momento difícil del país.
Desde siempre no hubo un solo peso, ni cuando fue un proyecto colaborativo ni siendo
colectivo hubo plata. Para nosotros, la plata que usábamos para ir a un barrio, el medio de
transporte, más que nada era eso el gasto que teníamos de movilidad, para ir a trabajar los
casos al territorio, siempre salía de nuestro bolsillo. En un momento empezamos a hablar
de por qué no generar algún tipo de autogestión que nos permita, por lo menos, que no sea
un gasto, que el colectivo no sea un gasto para nosotros, no te digo que sea un ingreso de
vida pero que no nos genere un gasto extra a los que ya tenemos en general. Ahí surgieron
algunas cuestiones, como en algún momento Celeste Lepratti nos ofreció que pudiéramos
cubrir el rol de algunas fotos para las marchas y otras cuestiones. Entonces, dijimos que
esa plata sea destinada a un fondo común para los gastos del colectivo. Se hizo un par de
veces eso. Después empezamos a tener muchos más problemas con el tema del dinero
porque queríamos tener una página web, que ese fue un gran problema porque las páginas
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web son caras, los diseñadores también, entonces no teníamos el dinero en ese momento
porque muchos de nosotros estábamos desempleados y entonces pedimos plata prestada
que después fuimos devolviendo o cada uno ponía una parte para solventar eso. Cuando
Martín y yo nos fuimos de viaje, el año pasado se hizo una fiesta; en otro momento también
se pensó en vender unas postales que habíamos hecho al principio. Nunca fue fructífero el
intento de autogestión, nunca funcionó. De hecho, cuando se discutió el tema de que
Celeste Lepratti nos ofreció ese laburo, se fue una compañera que no quería aceptar plata
de una política. Tuvimos una discusión por ese tema. Se hace difícil y ahora se nota más
porque todos estamos abocados a tratar de sobrevivir en un contexto mucho más agresivo y
nosotros sabemos que en realidad se puede hacer sin mucho dinero lo que hacemos,
porque de hecho lo que hicimos, lo hicimos siempre con cero pesos y está buenísimo y
tiene una calidad increíble pero lo que nos falta es el tiempo para dedicarle. Yo creo que
esa fue la clave para que hoy estemos parados, lo económico, porque eso hace que un
compañero o una compañera decida dedicarle más tiempo a su laburo que es lo lógico y sin
tiempo no se puede producir algo de calidad, es la realidad. Y solos tampoco, porque la idea
de que el que sí tiene tiempo que le dedique, la idea es hacerlo en colectivo.
Para mí es positivo en el sentido en que te permite y es mucho más fácil llevar a la práctica
estas cuestiones de la horizontalidad, en el sentido de que se puede discutir, es más fácil
coordinar para que en los espacios comunes estemos todos y todas. Y, por el otro lado, es
una desventaja porque si se te baja uno o dos, deja de funcionar, es así. Entonces, para mí
la desventaja es esa. La ventaja es que te permite un ejercicio de la horizontalidad mucho
más fluido y por el otro es el engranaje mínimo que necesitás para sobrevivir y si se te cae
una pieza de ese engranaje, empieza a funcionar mal.
Yendo más de las crónicas, ¿cuál fue el criterio para elegir esos casos de víctimas de
gatillo fácil y, quizás, no otros?
En realidad, los casos los eligieron los chicos: Fabián y Martín que son los que escriben. Yo
creo que el criterio para elegirlos es a partir de un relevamiento de casos que venían
registrando desde 2015 y con el cual, por cuestiones cotidianas de sus trabajos, ellos
habían tenido algún tipo de acercamiento en Tribunales o donde fuera con algún familiar.
Me parece que más que nada fue ese el criterio, por lo menos de los tres primeros casos. El
caso de Jonatan Herrera fue un caso muy sonado, como lo que se le dijo en su momento, el
caso emblemático. Yo creo que vino más por ese lado. Uno de los casos era Carlos Godoy,
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que Martín había conocido a los padres en una movilización cuando cortaron el puente de
Sorrento. Entonces viene más por ahí que por un criterio de seleccionar a un caso. Por lo
menos en un primer momento. Por la casualidad que te dije antes, el acercamiento a ciertos
familiares que te permitía tener un acceso a la fuente mucho más cercana. Y creo que casi
siempre fue así: la casualidad o la cercanía o el vínculo por otro lado, hacía que nos
volcáramos a tal caso. Porque hay un montón de casos, de hecho, en el registro, en el
relevamiento que tienen los chicos no sé cuántos hay, pero muchos ni conocemos, apenas
a un solo familiar.
¿Cómo fue el proceso de recolección de información: sacar las fotos o filmar para
después reconstruirlo en crónicas y ser también otro relato complementario de las
crónicas escritas?
Mirá en mi caso, que siempre fui de la pata audiovisual, no saco fotos, no me dedico a eso
en Raíz, sino más bien a lo audiovisual, que tampoco hubo una especie de criterio, sino que
fue más bien improvisado o en el sentido de que sabíamos que teníamos ganas de hacer
audiovisual, es decir, agregarle la pata audiovisual que faltaba al proyecto, pero no
sabíamos por dónde encarar. Entonces, el criterio era que yo iba a acompañar a los chicos
que están escribiendo cuando van a hacer las entrevistas o van a hacer algún tipo de visita
y ahí veo y registro y con lo que registro veo lo que puedo armar. También, eso me ayudaba
porque tenía a alguien que ya tenía un trabajo más profundo sobre el tema, entonces me
ayudaba a hacer la entrevista. Entonces, salía de otra manera que si yo hubiese ido sola a
esos lugares a registrar. Ese fue el primer momento, eran como súper improvisados los
videos. Y después sí empezamos a pensar criterios estéticos, de por qué en vez de
entrevistar a la vecina como hicimos en el de Carlos Godoy, que no dice nada que sume,
por ahí a lo que nosotros estábamos queriendo decir; entonces por qué no ir con ciertas
preguntas específicas, por qué no sacamos la parte que es más sentimental, que es en lo
que solíamos caer y vamos más a lo duro. Así fue cómo se fue puliendo en el hacer. Al
principio no había ningún criterio, era ir y registrar a lo crudo, pero después sí, se fue
puliendo lo estético. Y creo que se ve. Porque si vos ves los primeros videos de Raíz son
súper rústicos y ves los últimos y hay un cambio.
¿Cuáles eran los entrevistados, eran los mismos que tenían las crónicas o elegían a
personas diferentes?
Por lo general en casi todos, las principales protagonistas de los videos, eran las madres.
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Siempre estaban las madres y no es casualidad porque son las que están poniéndole el
cuerpo a los reclamos. Después se colaba alguno como una vecina, o la abuela o la
hermana, que en las crónicas no estaban. Por lo general, las crónicas también tienen el
tratamiento judicial, que eso en los videos no está, salvo en algunos videos específicos que
habla una abogada. En uno posterior de Jonatan Herrera y previo al juicio, habla la
abogada. Ahí ya empezamos a meter ese criterio. O un video exclusivamente del juicio de
Jonatan Herrera. Pero en principio era eso, el relato crudo y de las madres. Le faltaba esa
pata judicial que después intentamos, de alguna manera, meterla. Los que la tenían más
clara era los pibes y ellos nos iban diciendo qué cosa no poníamos porque no aportaba en
nada, porque nosotros no queríamos hacer un video para dar lástima sino un video que
contraste la versión policial, la versión judicial y la versión de los familiares. Entonces fuimos
puliendo esas cosas como para acercarnos a ese criterio.
Porque los chicos decían que las madres tienden a decir: “No, mi hijo no robaba”,
porque son humanos, obviamente, que tienden a defender a su hijo y que eso, por
ahí, les jugaba un poco en contra, porque era una víctima igual, más allá de que haya
robado o no.
Y eso fue lo que hasta el último momento, que estuvimos produciendo crónicas de ese tipo,
no logramos romper y que era una aspiración a la que queríamos llegar: cómo hacer para
que las madres o los familiares dejaran de tener vergüenza y miedo de que sí, que su hijo
estaba robando. Pero, quizás, fue muy ambicioso de nuestra parte porque no nos
corresponde solo a nosotros el laburo de empezar a romper con esos prejuicios o tabúes,
pero sí lo intentamos laburar desde el sentido de tomar casos de pibes que sí estaban
robando como fue el de Dante Fiori o Facundo Cárdenas. De hecho, con el tiempo, Maxi
Zamudio que fue otro caso que hicimos y nos enteramos que sí, que las madres saben que
robaban, no en el momento que lo mataron, pero previamente había robado la carnicería de
un familiar del prefecto que lo terminó matando unas horas después. Pero eso no salió en el
video porque quizás necesita un trabajo mucho más profundo y a largo plazo con el
acompañamiento de otras personas y de otros profesionales para lograr romper eso. De
hecho, dentro de las mismas agrupaciones de familiares vos ves esa división entre los pibes
considerados buenos y laburantes y los pibes que eran ‘malandras’.
¿Y cómo era cuando iban a acompañar a los chicos que hacían las entrevistas para
las crónicas escritas e ir con una cámara y filmar eso?
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Por lo general, los pibes ya habían hecho sus entrevistas y a veces no, fuimos en el mismo
momento en el que hicieron la entrevista sobre la cual se basó la crónica, como fue el caso
de Cárdenas. Pero, en otros casos, ellos ya habían hecho la crónica e iban con nosotras y
nos acompañaban y era un espacio especialmente para hacer el video o para hacer las
fotos. En general, lo que yo pienso personalmente, es que de buenas a primeras no está
bueno sacar la cámara, porque incomoda, porque es un poco shockeante. Pero nunca
tuvimos problemas del tipo de que no quisieran, porque era tanta la necesidad de hablar y
mostrar lo que les estaba pasando que se superaba ese primer temor ante la cámara. Yo
creo que las chicas de foto (después te contarán ellas) sí hacían un laburo de ir varias
veces. Por lo general yo con uno o dos encuentros sacaba un material como para hacer un
video. Que no es lo ideal tampoco, pero era una cuestión de tiempo. Y en el caso de
Zamudio, la primera vez que yo conocí a María (la madre) fue cuando se cumplía un
aniversario de la muerte y estaba toda la familia en el cementerio, estaban todos reunidos y
era como una especie de celebración y ahí fuimos con los chicos, con Martín y el hermano
que sacaba fotos y yo fui a filmar, se pidió permiso. Después fuimos otra vez a hablar ya
más tranquilos con la madre, al barrio, a su casa. Con ellos estuvimos varias veces. En el
caso Godoy fue una sola vez porque también tenía un vínculo hecho con Martín de mucha
confianza, los padres de Carlos Godoy. Y yo fui a filmar, me mostraban fotos, fuimos al
lugar de los hechos también. Tratamos de hacer eso: un poco charlar, un poco foto y un
poco ir al lugar donde ocurrió todo.
Específicamente para las decisiones, al decir “esto va y esto no va”, ¿las tomaban
ustedes en la parte audiovisual o se juntaba todo el grupo a decidir, es decir, con
algún criterio o era algo libre?
Al principio estaba yo sola que hacía video y entonces terminaba de editar un video y se lo
mostraba a los chicos y a las chicas y me daban el OK o me decían: “No, mirá, esto mejor
sacalo”. Por lo general era así. Después cuando ya se sumó algún otro u otra a producir los
videos, esa parte ya la mirábamos entre los tres porque éramos Martín, Flavia y yo, se
triangulaba un poco ahí antes de ir. Pero, siempre, la edición como que la terminaba
definiendo yo, pero ya habiendo hecho un trabajo previo y a veces pedía ayuda a los chicos
para las placas de los videos que tienen, por ahí, datos mucho más concisos y que tienen
que ver con lo judicial que yo por ahí no manejo bien, en eso ellos me ayudaban a
redactarlo.
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Con el tema del tiempo, generalmente en un medio masivo o comercial, tiene que salir
todo ya y, por el registro que se vio, solo había una o dos noticias titulando que
habían matado a un delincuente. ¿Cómo fue el manejo con el tiempo para poder
lograr un producto audiovisual o crónicas con mucha más calidad e investigación?
Era a largo plazo o mediano plazo. Es decir, nadie nos apuraba para sacar algo ya, o a un
mes de haberlo trabajado. Entonces, nosotros manejábamos ese tiempo. Es decir,
tratábamos de establecer entre las tres patas que iban a trabajar: lo fotográfico, lo
audiovisual y lo escrito, poníamos una fecha, más o menos aproximada para sacar las tres
cosas juntas. Pero, primero, tratábamos de esperar hasta que estuvieran las crónicas y
después de ir viendo de ir logrando lo que queríamos con esos productos. Y, el hecho de no
tener a nadie que te corra, te permite dedicarle un buen tiempo. Más que nada también por
el hecho de que no era “la noticia”, era algo que iba a salir mucho tiempo después, quizás
años después de que había ocurrido el hecho. Entonces, en ese sentido, sabíamos que
mientras más tiempo se le pueda dedicar, mientras más visitas, más datos, más visitas a la
Fiscalía o lo que fuera, iba a ser un trabajo mucho más rico que si nos apurábamos. Porque
además tampoco son trabajos fáciles de ver o leer, es decir, lo va a hacer alguien que
realmente esté muy interesado, entonces está bueno hacerlo bien. Pero el factor tiempo no
estaba solamente condicionado por eso, sino condicionado por nuestros tiempos
personales, entonces el tiempo libre que teníamos para dedicarle a eso, hacía que se
corrieran un poco más las fechas. Pero después vimos que eso iba más con nosotros, es
decir, con todo lo que concebíamos, que queríamos de un colectivo, hacer trabajos de
tiempos largos, más documentales, con una investigación más profunda y por ahí no estar
tan presente con la agenda del día a día. Sentíamos que funcionábamos más en ese
sentido y de hecho los últimos trabajos que hemos hecho iban por ese camino. Por ejemplo,
el de Pergamino ya es un documental de 25 minutos, ya viajamos varias veces a
Pergamino, construimos otro vínculo, pudimos entrevistar a otras personas; viajamos a
Buenos Aires, entrevistamos gente para ese documental, entonces ahí el objetivo realmente
era hacer algo que tuviera un peso de calidad para enfrentar a todo lo demás que estaba
saliendo sobre el tema.
Por último, a partir de lo que cuentan de que iban varias veces al lugar de los hechos
o a hablar con los familiares, ¿qué relación se establece con los familiares, con los
vecinos, con los amigos de las víctimas?
Y, por lo general, en la mayoría de los casos siempre quedó un vínculo bastante estrecho,
de confianza. En mi caso, por ejemplo, con la gente de Pergamino, re cercano. Al punto de
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que alguien sacó una nota que le copiaba algo a Raíz y me llaman y me dicen “mirá que le
copiaron”. Después, por otro lado, tenés la contracara de ese vínculo tan estrecho que
generás y que después te piden que cambies algo del documental o por qué no
entrevistaste a tal. Y como que empiezan a meterse un poco en la producción, que es
inevitable, pero no está bueno a veces que pase eso. Pero, en la mayoría de los casos y
sobre todo en el de las crónicas, ha quedado un vínculo muy fuerte con los chicos, que son
los que han ido muchas más veces, y a nosotras nos conocen y nos tienen confianza, pero
gracias a los pibes. En general tratamos de que sea así, porque son temas muy delicados.
Pero también en ese sentido queremos contraponernos a lo hegemónico que no somos
mercenarios y queremos ir a sacarle información a esos familiares, queremos que ellos
sepan que lo que nosotros estamos haciendo es para ellos y es de ellos. Pero así también
te afectan las cosas, te pegan de otra manera. Porque en el momento no te das cuenta
cuando estás haciendo una entrevista o estás filmando, pero después a largo plazo todas
esas cosas, son todos relatos demasiado crueles, demasiado tristes y te pegan
anímicamente. De hecho, en un momento empezamos a hablar en Raíz de tratar de
abrirnos más a otras cosas porque nos genera un desgaste súper grande, solo dedicarnos a
tratar estas cosas que son horribles. Son necesarias, es a lo que queremos apuntar, pero
también contemos otras cosas buenas que están pasando y que tampoco les están
prestando atención como para compensar un poco ese impacto que tenía en nosotros
anímicamente todo eso que veníamos registrando y documentando.
Otra cosa respecto a los vínculos es que nosotros, quizás, veíamos más el impacto de lo
que hacíamos directamente en los familiares, que podíamos tener una incidencia de
transformación en la realidad ahí, en nuestro vínculo con ellos, en el sentido de que, a
veces, el vínculo de confianza hacía que las madres le cuenten a los chicos si el abogado
que tenían, tenía parada la causa, o les decía que no vayan a protestar y ahí los chicos les
recomendaban cambiar de abogado y a también se los acercó a los abogados de la
Asamblea de los Derechos de la Niñez y la Juventud; empezaron también, gracias a esa
vinculación, a juntarse entre familiares. Entonces, ahí es donde nosotros vimos más la
transformación de la realidad que queríamos, en esos pequeños cambios en los familiares
que en que nuestras producciones lleguen a mucha gente o que haya algún reconocimiento
de parte de nuestros pares y colegas. Eso era lo que nos gratificaba y nos hacía seguir.
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2. Entrevista a Flavia Guzmán (Fotógrafa)
contar y cómo lo queremos contar. Militantes, más que activistas. Militantes de lo que
creemos que son nuestras causas, en las cuales queremos pelear, con nuestras
herramientas y en la calle. Me parece que eso es lo más importante.
Hoy lo alternativo, la mayoría de las veces, como que se toma como la construcción de un
medio que pueda llegar a informar y que no esté aglomerado en empresas privadas, que no
se le venda la información a nadie y que sea información desde la base o desde lo popular,
que no tenga ningún tipo de conexión política ni económica con ninguna empresa. Yo lo
tomo desde ese punto. Y formado desde lo popular, desde abajo, colaborativamente,
colectivamente.
Lo que le pregunto a todos es que dentro de lo alternativo hay una postura que dice
que la alternatividad también se da cuando un medio se conforma de manera
horizontal, ¿creés que ustedes entran en esa concepción?
Sí, yo creo que sí. En lo que es Raíz, en su formación, en un principio y creo que lo
sostuvimos siempre, que no hubiera ningún tipo de verticalismo en cuanto a la toma de
decisiones, que no haya algún personaje que pueda llegar a tener un poco más de
autoridad sobre otro. Por ahí, algunas veces, se puede llegar a filtrar por la personalidad de
cada uno, pero lo controlamos porque es el mejor modo de poder llevar adelante las cosas,
de tomar decisiones, de poder expresar cómo queremos expresarlo. De alguna manera, eso
puede llegar a que se cuente como queremos. Por lo general la toma de decisiones es de
cada uno, la ponemos sobre la mesa y si sale, sale y si no sale, no sale, pero es eso, tener
la decisión compartida entre todos.
Es medio complicado porque no hay plata en el medio, no tenemos nadie que nos sustente
o alguien que nos apoye, las cosas que han surgido y que se han dado fueron por esfuerzo
de cada uno, de querer meterle a lo que haya que construir. También han surgido
propuestas para dentro de lo que hacemos cada uno, algunas veces nos han llamado para
cubrir cosas o generar algún tipo de material para un determinado evento o para alguna
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fecha, fueron trabajos pagos de otras personas que se ponían en común dentro de Raíz y
para tratar de sostener económicamente al grupo con eso. Pero la mayoría de las veces
fueron momentos que esas cosas no existían, que esas propuestas no estaban y que era
más que nada la ‘manija’ de cada uno, de salir a hacer y si sale del bolsillo y bueno, sale.
El año pasado hicimos una fiesta y eso fue más que nada tratar de mostrar algunas de las
cosas que hicimos, se mostró el documental Siete y se cobró una entrada en el lugar para,
de alguna manera, ir autogestionando al grupo. Pero tratamos de eso, la autogestión por
sobre todas las cosas y si entran trabajos ponerlos en la mesa y que todos decidamos y los
manejemos, que esté todo claro. Pero, por sobre todo, la autogestión, eso creo.
Las ventajas que yo veo, que al ser pocos, uno se conoce más con el compañero, uno sabe
más qué es lo que le gusta y qué es lo que no, cómo lo encararía el otro. Por ahí, te hablo
de la calle, si nosotros salimos a una manifestación, las últimas veces que salimos fueron
en Buenos Aires, y tenemos que separarnos: yo voy a sacar fotos, Martín se va a tomar
nota por ahí y Paula se va a filmar otra cosa; entonces por ahí una reunión previa antes de
salir el colectivo, de qué quiere cada uno. Teniendo esa charla uno ya tiene en claro cómo
lo encararía cada uno desde su punto de vista y desde sus herramientas. Entonces, por ahí,
nos facilitan muchas cosas porque, a la vez, si estamos juntos es porque coincidimos en
varias cosas que hacen que se facilite el trabajo. Para mí eso es fundamental, ser poquitos,
por más que lo seamos, es mucho, porque a la vez nos ayudamos entre todos, colaboramos
entre todos con cada punto de vista. Entonces eso es bueno. Y después también el hecho
de que somos pocos y a la vez es como que está bastante determinado qué es lo que hace
cada uno, que en su momento nos pudimos transmitir el conocimiento que tiene cada uno
sobre lo otro. Martín aprendió a sacar fotos, yo a filmar, pero nunca a escribir, nunca pude
escribir. Es como que las herramientas que cada uno tiene las podemos transmitir. No
solamente entre nosotros, sino que en otras oportunidades hemos trabajado con chicos y es
ponerlas ahí para que todos las podamos usar. Está bueno porque es transmisión de
conocimientos entre nosotros y cuando podemos extenderlos un poquito más, también.
Las desventajas no sé, puede ser que, sumándolo a lo anterior, que no tenemos plata, que
estamos en una realidad de mierda, que por ahí uno prioriza eso, lo que está pasando
ahora de subsistir y por ahí el proyecto cae un poco, pero puede renacer en cualquier
momento y está todo bien y creo que las energías van a ser siempre las mismas; porque el
objetivo siempre es el mismo. La desventaja es esa.
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En relación a las crónicas, ¿cuál fue el criterio o cómo fue que decidieron tratar esos
casos de gatillo fácil?
No sé si hubo un criterio, capaz que los cronistas lo tengan mejor definido si hubo un
criterio. Por ahí sí ─esto me arriesgo a decirlo yo─ por acercamiento, por cuestiones de
Martín o Fabián, estando en Tribunales o enterarse de los casos porque por ahí los medios
no lo tratan. Hubo un caso, en el que yo saqué fotos que fue el de Maxi Zamudio, que
repercutió después de un trabajo que hicimos nosotros, en esto levanto la bandera y te lo
digo así, fuimos nosotros y fue porque los chicos tenían acercamiento a los abogados, al
expediente y fue un caso en el que nadie estaba diciendo nada y a los pibes los siguen
matando en el barrio y hay que abordarlo. Pero un criterio determinado, para decir cuál no y
cuál sí, por ahí no. También juega el tema del tiempo, de que también hubo un momento de
que pasaba mucho o que sigue pasando mucho y las crónicas en definitiva llevan un
proceso de investigación, la producción de fotos, el video es otro. El acercamiento, quizás,
puede ser lo que genere el material de investigación.
ellos porque, primero, a mí no me sale a ‘la bartola’ y, después, porque ellos tampoco son
objeto de consumo de nada como para ponernos y decirles “ponete para posar”. Así que,
para mí, surge así. Yo creo que los chicos también.
¿Cómo era, iban a hacer el trabajo de las fotos aparte o iban junto con los chicos a
hacer las entrevistas?
Por lo general, las experiencias de las primeras crónicas, que había otras chicas en foto,
ellas me transmitieron lo que uno ya venía haciendo, de ponerse a charlar y hablar y capaz
que en la segunda o tercera reunión que vos te encontrabas, recién ahí sacar la cámara
porque uno tiene que pensar que, por ahí esa gente, esa familia también… porque nosotros
íbamos ahí, pasó y a los quince días estábamos haciendo nota de lo que pasó o teniendo
entrevistas con los familiares. Así que capaz que a la segunda o tercera reunión o
encuentro recién ahí sacábamos las cámaras. A veces íbamos juntos, a veces íbamos por
separado cada una de las patas: foto, video y crónica.
La vez que fui por lo de Maxi (Zamudio) fuimos los tres juntos, las fotos no las hice en el día,
porque demasiado que tuvimos que filmar toda la charla, así que dije: “Vengo otro día,
tomamos unos mates y hacemos tranquilos”. También eso, que el colectivo tiene otro
tiempo, medio que se conoce, a los medios hegemónicos, cómo funcionan, que por ahí en
una entrevista te dan quince minutos para sacar fotos y ya. Nosotros buscamos otra cosa.
Con estas cosas se profundiza mejor lo que uno quiere contar, lo que quiere mostrar.
¿Cómo es el criterio de ustedes como fotógrafos para sacar una foto? Me decías, “no
lo voy a hacer posar”, cómo es el momento de hacer ‘click’ y sacar una foto.
Depende de cómo te encontrás con el otro. Por ahí en las charlas contando quién fue el hijo
o la hija, lo que haya pasado, ¿no? se muestran cosas, cuadernos de la escuela, objetos de
ellos, entonces ese momento, cuando es un poco más inanimado, por ahí yo saco la
cámara y empiezo a sacarle a eso y a mostrar que hay algo ahí, muy grande, que en algún
momento te lo voy a enfrentar a la cara que es bastante violento también, pero tratando de
habituar un poco el proceso. Es preguntando tambíen, ¿puedo?, ¿te parece que saque
fotos de esto? Preguntando qué quieren mostrar de ellos también, si lo tuvieran que hacer
ellos de contar en fotos la vida del hijo o la hija que perdieron, qué les gustaría mostrar a
ellos, porque en definitiva quién mejor que ellos que los conocieron. Entonces, preguntando,
si esta foto de cuando era chicos te parece que la pongamos y ahí el, “¿no te querés
poner?, ¿no te gustaría estar? Es decir, indagando todo el tiempo. A veces es difícil porque,
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por ahí, los recuerdos generan emociones y el momento también, porque uno está ahí por
un episodio bastante feo y, por ahí, se quiebran. Y ahí es cuando uno tiene que estar
acompañando en vez de estar ahí pensando en que hay que sacar o no. Entonces eso
viene de la mano de los tiempos que también tiene el medio, nos tomamos el tiempo.
Y en el momento de decidir ponemos esta foto o esta o todas estas, ¿era algo que
cada uno podía decidirlo o lo decidían en grupo, cómo era ese proceso de selección
de las imágenes?
Es difícil porque se sacan muchas fotos. Lo ideal, dentro de lo que uno quiere generar,
también es que esté bastante vinculado con lo que la otra pata hace, con lo que la crónica o
el video abordó. Entonces, hay muchas cosas que están buenas pero que en realidad si
queremos tener una línea, por ejemplo, tratamos de hacer coincidir las tres patas. La
selección de fotos siempre fue un bodrio, porque había cincuenta fotos y van seis o siete
fotos. Y ahí, si había muchos fotógrafos había eso de que sí, está todo bien con la
horizontalidad, pero a mí me gustó mi foto (risas). Es cuestión de lo que genera cada uno
cuando la saca, individualmente, leyendo ya la crónica, sabiendo cómo abordó el video, con
ese criterio. No creo que haya algún criterio estético, tiene que ver más con eso, en cómo
pega cada una de las fotos y si genera algo para que lo visual también acompañe.
En este proceso de ir varias veces al lugar, a charlar, a veces sin grabador, sin
cámara, ¿qué vínculo se genera con los familiares o con las fuentes que consultaron
para recrear esas crónicas?
Siempre hubo un buen vínculo. En lo personal, por lo menos, las veces que me he acercado
a hacer entrevistas a las madres o a los hermanos, queda una buena relación, un respeto
por el otro, un acompañamiento. Por ahí también pasa, no te digo lo contrario, pero sí
algunas demandas de los familiares, una vez ya hecho el material y te dicen: “Pero no dijiste
tal cosa”, no es algo re definitivo en el caso, pero capaz que son anécdotas. Pero queda la
mejor.
Después hay otras cuestiones, contextuales, de familiares aglutinados en un grupo y otros
en otro o por fuera que después construyen otro punto de vista, pero de Raíz a la familia
siempre tuvimos la mejor o por lo menos yo no tengo drama.
Por último, ¿qué cosas positivas encontrás formando un grupo donde los tiempos
son diferentes a los de un medio comercial?
Yo creo que lo principal es que uno habla y aborda lo que uno quiere. No importa el tiempo
que lleve, siempre vamos a hablar de lo que uno quiere porque las decisiones pasan por
todos, no pasan por alguien más que te dicen vos hacés esto, vos hacés lo otro. Para mí
eso es lo fundamental y más si nos gusta lo que hacemos, cada uno en su rama y cada uno
acompañando y complementándonos. Me parece que lo fundamental es eso, cuando no
pase eso no sé si voy a tener ganas de seguir estando porque no me va a copar, porque no
me va a servir a mí como persona, porque para eso voy y me vendo por un sueldo. A mí me
interesa esto, no solamente hablar de lo que uno quiere sino de que el otro lo escuche, es lo
fundamental por lo que uno hace, más que por uno, es decir, como yo individuo. Creo en
eso, en que cada uno con su herramienta puede construir, agrupados como estamos ahora
y poder generar de lo que queremos hablar, ponerlo en discusión y que por ahí eso llegue a
un oído más o alguien más que lo pueda problematizar.
El proyecto de Raíz como medio se consolida ya entrado el 2016. Nosotros como colectivo
empezamos a trabajar en el 2015 en las Crónicas del Gatillo Fácil, en la segunda mitad del
2015. Empezamos a ver esta necesidad de trabajar desde otra perspectiva la cuestión de
los asesinatos a manos de los agentes del Estado, y después de ahí ─cuando hacemos la
presentación, las crónicas: fotográficas, audiovisuales y escritas─ se da justo en un
contexto de conmoción, después de que asume el gobierno de Macri, se dan algunos
hechos de represión y de movilización, y las cubrimos cada uno por el medio que
trabajábamos en ese momento porque Crónicas del gatillo Fácil en ese momento era un
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Yo creo que es pensarse como esto, como un medio de comunicación como una
herramienta. Creo que Raíz, por ser un proyecto relativamente joven, todavía corremos con
las ventajas de no encasillarnos y de no adelantarnos a los procesos que se tienen que dar
cuando hay un colectivo de comunicación. Entonces, por ahí, en un momento trabajamos
más las Crónicas del Gatillo Fácil, en otro momento trabajamos más esta parte social, en
otro más vinculado a las organizaciones para trabajar con un spot en contra de la baja de la
edad de punibilidad, entonces ya había ahí un vínculo con organizaciones. Creemos que es
un proyecto joven y que se puede definir como una experiencia que va adaptándose un
poco al contexto y además a las realidades de cada uno de los que integramos este
proyecto, digamos que ese ya es otro tema pero que está totalmente relacionado. Por eso
insisto que, al ser un proyecto joven, lo tomamos como una ventaja por el hecho de que no
nos apuramos a encansillarnos y a decir, Raíz es un medio alternativo o Raíz es un medio
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Sí, desde ya. Por eso digo, está totalmente atravesado el funcionamiento de un proyecto
así, tan a pulmón, está muy atravesado por la realidad de cada integrante. Nosotros el año
pasado trabajamos un documental, desde abril de 2017 hasta septiembre del mismo año,
trabajamos en la producción y elaboración de un documental sobre la Masacre de
Pergamino, y ese es un ejemplo de cómo necesitábamos viajar. Lo hicimos siempre que
consideramos que era necesario: fuimos tres una vez, fuimos dos otra vez; el boleto lo
pagábamos nosotros. Después a fines de 2016 hicimos una cobertura, algunos trabajos,
entonces ahí generamos un poco de dinero ─que ahí se pone un poco en juego la
autogestión─ con ese dinero nosotros bancamos los viajes a Pergamino, después con el
dinero del bolsillo de cada uno también, porque no alcanza. A lo que voy es que, con esa
experiencia, nosotros nos dimos cuenta que a pulmón se puede, porque hicimos el
documental, pero si tenemos recursos económicos y menos impedimentos se puede hacer
mejor, sin dudas. Lo que sucedió es que, fuimos las veces que fue necesario a Pergamino,
pero si íbamos más veces iba a salir mejor laburo, porque si teníamos más registro (porque
íbamos a tener la oportunidad de entrevistar más veces a las personas), siempre que se
puede estar más en el lugar, es mejor.
Después a nivel local sucede lo mismo, cuando fue a principios de 2017 un intento de
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desalojo en la zona sudoeste, nos avisan desde temprano que había un intento de desalojo,
nosotros fuimos en un auto (porque justo un compañero de una organización iba), entonces
es estar en contacto para ver cómo podemos hacer, porque un medio tradicional paga un
taxi, el trabajador puede estar ahí, puede ir seguro, puede llevar su equipo. Nosotros
corremos con la cuestión económica, con la cuestión de andar por lugar que no conocemos
─que no digo que son peligrosos, pero son sectores que no conocemos─ que tienen sus
códigos, sus dinámicas. Y nos ha pasado de encontrarnos de repente más expuestos. Yo
creo que la diferencia entre un colectivo tan a pulmón, tan autogestivo, es que muchas
veces, no solamente las desventajas económicas al momento de laburar sino también esas
posiciones al no tener un respaldo, me refiero a sindical, por ejemplo. Por eso, es complejo
que no se considere periodismo, a nivel tradicional, el laburo que nosotros hacemos en
Raíz, por ejemplo.
Cuando hicimos la cobertura del documental de diciembre de 2001, en 2016, para los
quince años, fuimos a Ludueña, teníamos que ir a una dirección a hablar con una persona y
cometí el error de poner el GPS y el celular me mandó por cualquier lugar, en bicicleta, con
las cámaras y todo, y terminamos metidos en una parte de Ludueña que no conocíamos
─porque conocemos mucho por compañeros─ pero como en esa parte no conocíamos a
nadie, casi nos roban porque tuvimos que agarrar las bicicletas y salir ‘matando’ porque nos
choreaban. Entonces digo, la cuestión de los recursos es transversal: te atraviesa desde tus
capacidades, de las posibilidades de ir una y otra vez para ir a entrevistar, de tener equipos,
todas estas cosas las vamos poniendo a pulmón; te afecta el trabajo, te afecta desde la
seguridad o del respaldo que necesitás, para ir a lugar en conflicto. Porque fuimos a cubrir
movilizaciones donde a mí un policía me amenazó, otra mujer me dijo que yo era hijo de
desaparecidos ─por el solo hecho de mofarse de nuestro laburo periodístico─, son todas
estas cosas a las que terminamos expuestos porque somos trabajadores de prensa, no
porque somos solo militantes, somos trabajadores de prensa. Pero, al no estar dentro del
estatuto, dentro de estas cuestiones más legales de lo que es el trabajo periodístico, se
padece también una exposición y una desprotección. Nosotros, cuando ocurrió ese
episodio, sí tuvimos respaldo de muchos colegas, de la organización H.I.J.O.S pero del
Sindicato de Prensa de Rosario (SPR) creo que no, no lo quiero tomar como una certeza,
pero creo que no y eso habla de algo, ¿no? Porque no sos considerado periodista, es
complejo.
Yo creo que hay algo de alternativo. Yo trato de no encasillar al proyecto en sí, pero el tipo
de comunicación que hacemos nosotros es alternativo. A mí me gusta elaborar ese
concepto de alternativo en relación a la construcción de un mensaje alternativo al
hegemónico. Lo hacemos desde las Crónicas del Gatillo Fácil. Hay un discurso establecido,
dominante, porque no quiero encasillar a los medios, porque por ahí se habla de medio
tradicional o medio alternativo, hacés periodismo tradicional o periodismo alternativo; yo
creo que la cuestión está en el mensaje, no en el qué tipo de medio, sino que se puede dar
un mensaje alternativo en un medio tradicional. Yo creo que eso es casi imposible porque
tenés toda una estructura de intereses a las que responde el medio, pero a esto iba, porque
cuando hay un discurso dominante ─que es lo que sucede en las crónicas─ que es el
“murió un delincuente en un presunto enfrentamiento”, entonces desde el vamos el discurso
dominante es un delincuente muerto en un presunto enfrentamiento. Es la versión policial, el
discurso dominante es la versión policial. El discurso alternativo es lo que trabajamos
nosotros, que no quiere decir que seamos los únicos que trabajamos este discurso. Hay
colegas que hacen un laburo impresionante alternativo, que construyen o difunden en
medios tradicionales un discurso alternativo, desde un medio tradicional como es La Capital,
hay compañeros que ahí, cuesta muchísimo pero cada tanto se ve una nota firmada que
hacen un laburo donde se les da a los familiares de las víctimas un lugar, donde se llega a
poner en jaque, incluso, o se llega a cuestionar la versión policial, por las evidencias.
Hoy la tapa de La Capital es Franco Casco y María de los Ángeles Paris. Después podemos
llegar a tener algunas diferencias… porque después tenés al mismo diario entrevistando a
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un policía que dice: “Somos todos inocentes”. Entonces un medio empresa tiene esos
intereses a los que tiene que responder.
Yo creo que lo alternativo es eso, el mensaje que uno trabaja. Me parece que es obvio que
el discurso alternativo es más vigente, tiene más fuerza y más sentido y coherencia, se
mantiene más en el tiempo que un medio que lo trabaja cotidianamente, que por una
cuestión editorial decide trabajarlo de esa manera, no como un periodista aislado en un
medio con tintes de derecha. Sino cuando hay un colectivo que responde a una cuestión
ideológica, a una cuestión propia, que mantiene un punto de vista editorial e ideológico
sobre determinado hecho construye un discurso que es alternativo. Más allá de que no
formemos parte de la Red Nacional de Medios Alternativos, más allá de que hay un panel
de debate de periodismo alternativo, libre, comunitario y nunca se ponen de acuerdo sobre
lo que es. Entonces hay como un debate permanente. Yo elijo ir por esto, de que lo
alternativo es el discurso, es el discurso alternativo al hegemónico, al que manejan las
instituciones, los grandes medios o las empresas, en las organizaciones gubernamentales y
no gubernamentales, etcétera. Hay un discurso dominante y es un discurso alternativo que
es el que nosotros elegimos construir.
Nosotros siempre decimos que hay que tener el grabador siempre apagado, en el bolsillo y
no estar ahí con eso, es decir, uno nunca pierde porque siempre estás mirando, estás
teniendo un montón de cosas. Cuando se trata de un hecho tan conmovedor para una
familia, como es la pérdida de un ser querido de una manera tan atroz, cuando hay detrás
toda una cuestión de vulnerabilidad tremenda, una falta de acceso a la Justicia y a un
montón de derechos, creo que es primordial el respeto. Porque si nosotros queremos tener
un discurso alternativo al dominante también tenemos que practicar una forma alternativa
de periodismo o comunicación, no ir con el micrófono prendido, la cámara prendida y sacar
la información en el menor tiempo posible; sino tomarnos ese tiempo de conocernos, de que
sepan que nuestro interés no es sólo una cuestión laboral ─yendo a términos ideológicos o
una cuestión política, si se quiere, de tener ganas de generar─, entonces hablamos,
intercambiamos sobre qué pensás vos, ponemos en común, charlamos, tomamos varios
mates y, quizás, el primer encuentro no hay un intercambio de información, en el sentido de
que ellos no me cuentan sobre la causa, a veces sí, poco. Y después, un segundo
encuentro sí, cuando ya hay más confianza. Pero también nos ha pasado en casos en los
que no, en que simplemente hicimos las entrevistas o hicimos el intento, pero son diferentes
maneras de ser de las personas. Hubo casos en que a raíz de toda esto, de ir de a poco, el
caso Zamudio es un ejemplo; ellos tenían el asesoramiento de un abogado que no daba
información, que no les daba información ni siquiera a la mamá de Maxi, entonces fue toda
una primera etapa de todo su testimonio, de lo que ella dice que vio ese día, su versión de
los hechos, de lo que dicen en el barrio, ella nos acompañó al barrio (porque ella no vivía
ahí), hicimos el recorrido donde a Maxi lo habían matado. Entonces, en una primera etapa
pasó eso; en una segunda etapa ella seguía sin información judicial pero ya hubo un poco
más de afinidad y fuimos al cementerio, porque era el cumpleaños del nene, que cumplía 16
años, y fuimos con los demás familiares, hicimos un registro audiovisual y fotográfico,
prácticamente yo no hice ninguna entrevista, sino una cuestión que sirve para la redacción
de la crónica, de los escenarios y eso sirvió. Pero también sirvió para seguir fortaleciendo
esa confianza que, en un segundo plano, tenía por ahí la idea de generar un acercamiento a
la Justicia, la familia. Había otra compañera, de otro medio de comunicación, de El
Ciudadano que también percibía que el rol de su abogado defensor era medio particular y
cuestionable, así que era algo que estaba sucediendo definitivamente. A raíz del diálogo y
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Si bien es más fácil llegar a la fuente policial o la oficial, el trabajo de llegar a otras
fuentes y que sean confiables, ¿cómo se logra?
Depende el caso. A mí, personalmente, lo que me gusta hacer es ir al lugar de los hechos,
aunque sea un año después. Porque yo en el lugar de los hechos, generalmente, conozco a
algún familiar, percibís cosas, podés generar una construcción de lo que es el barrio, lo que
es el lugar de los hechos y ahí empieza el contacto ─si se quiere, si lo buscás─ con vecinos
que tengan ganas de hablar. Después, la cuestión del expediente creo que es fundamental,
porque son cuestiones técnicas, pero te enriquecen y dan argumentos que se sostienen.
Cuando vos charlás con un familiar que se constituye como querellante, es más probable
que te diga si es más injusto lo que está haciendo el fiscal y hay mucha impunidad. Pero, es
un enunciado que dice un montón de cosas pero que, si se tiene argumento para explayar
ese enunciado, es mucho mejor. Y el expediente es una ayuda para eso.
Porque te ayuda a encontrar muchas cuestiones, como cuando te dicen: “Hay muchas
irregularidades”, bueno, a ver cuáles son; cuando hablan de impunidad, qué es esa
impunidad. Y, en el expediente, cuando te encontrás con un acta de procedimiento que no
está firmada, o un acta de procedimiento que tiene borrones o que la copia del acta (son
cosas que han sucedido) es distinta, tiene datos distintos de los que están en el expediente,
son cosas que te ayudan a fundamentar eso, cuando un familiar dice que hay impunidad y
demás. Es decir, no quedarse solamente con la voz de los familiares sino también
profundizar ese discurso: cuando se habla de impunidad, de irregularidades, de lo que va a
decir un familiar al otro día de los hechos, que no tenían por qué matar a ese chico. Y ahí se
abre otra puerta, que es entrar a la vida de esa persona fallecida y asesinada. Entonces,
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cuando sucede esto, nosotros nos encontramos con que también es una etapa
fundamental, no solamente la reproducción de los hechos, no solamente tratar de desmentir
ese entramado de impunidad del cual hablamos, sino también contar un poco sobre la vida
del pibe. Si es un chico como Jonatan Herrera, que en ese momento era un laburante, que
en ese momento no estaba robando, contar eso, contar cuáles eran sus sueños, contar que
el chico había ido a la escuela, que se había querido inscribir en la Naval; y si el chico
estaba robando como en el caso de Facundo Cárdenas, también contar la historia de ese
chico. Toda historia tiene un bagaje y un historial que, seguramente, va a exponer
vulnerabilidades a las cuales se expuso ese chico durante su niñez y su juventud. Facundo
había estado en el IRAR, donde un gran número de chicos que sale de la institución termina
fallecido, asesinado por balas en distintas situaciones. Además, él tenía todo un historial de
abuso policial y el hecho de que el chico haya estado robando ─y que es cuestionable, no
es certero de que él haya estado robando, sí que había salido a robar ese día porque es lo
que dice la hermana, pero aparentemente fue por otro cruce que lo mataron ya que lo mató
un policía que era vecino y la hermana se pregunta, ¿él robaba, pero le iba a ir a robar una
moto a un vecino? Sabiendo que la gente lo conoce, por eso se supone que hay otra
historia─. Pero, así y todo, cuando la persona está robando, cuando la persona es un sujeto
en conflicto con la Ley Penal, no deja de ser un sujeto.
Sí, es la construcción de ese sujeto como persona y no solamente como alguien que
robó y lo dejamos como delincuente y nada más…
Claro. No es negar. Porque muchas veces también se construye eso, incluso los familiares
de los chicos que por ahí mueren en situación de robo, niegan eso. Y eso, en primer lugar,
ensucia un poco el esclarecimiento del hecho porque por más de que se esté robando, el
accionar policial, con mucha probabilidad, sea ilegal. Por más de que se esté robando, hay
ilegalidad en la muerte, entonces ensucia el esclarecimiento del hecho. Es un proceso muy
difícil de dar ese. Pero, a veces, incluso dentro de los familiares y quizás moleste, pero
bueno es la verdad. No por el hecho de que hay que ser objetivo y reflejar la verdad, sino
por el hecho de que la verdad, en estos casos, da la pauta de la ilegalidad de la policía. Y
cuando vos construís la historia de un chico que está en conflicto con la Ley Penal, estás
construyendo también todas las otras ilegalidades del Estado. Porque seguramente si el
IRAR hubiera funcionado o funcionara más allá del laburo genuino y comprometido que
hacen los laburantes del IRAR, no funcionara como una institución carcelaria y sí como un
instituto de rehabilitación del adolescente, como lo supone la ley y los fundamentos por los
cuales fue creado; si funcionara el IRAR como debería funcionar, quizás Facundo no
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hubiera tenido el destino que tuvo. Si las secretarías y las leyes y todas sus normas que
dicen que están construidas para garantizar los derechos de las niñas y niños y las y los
adolescentes, funcionaran como tienen que funcionar, muchos pibes no estarían expuestos
a los peligros que están expuestos en su vida y esas vidas hacen las historias de los chicos
que después mata la policía o que no, pero cuando los mata la policía es fundamental ir
hacia esas historias, porque expone eso, expone al Estado desde otro lugar, no solo desde
su faceta represiva, sino desde su faceta de complicidad o de ausencia o de omisión a los
deberes y obligaciones que tiene. Lo que no quiere decir que toda esta parte no sea
importante la versión policial y la versión del Fiscal y mantener a esas fuentes activas y
válidas no solamente por una cuestión ética, sino por una cuestión de que también termina
por exponer: las palabras, los silencios de los fiscales, los fallos de los fiscales son
fundamentales o el intento de un archivo de una causa, o determinada medida, los
argumentos que ponen los fiscales para no ejecutar una prueba, como por ejemplo la toma
de una declaración a un probable testigo, el accionar del fiscal hay que seguirlo. Porque
cuando nosotros hablamos de una fiscalía cómplice tenemos que explicar de qué se trata
una fiscalía cómplice. Y seguir ese trabaja, tratar de entrevistarlos por más que muchas
veces no nos quieren recibir, lo hemos logrado y esos momentos también son claves
porque ellos te ponen del otro lado, del otro equipo. A mí me han mirado, me han hecho
preguntas complejas los fiscales, en el sentido de “¿vos para quién trabajás?” o cosas así
que hacen a todo ese relato y a toda esa construcción.
Cuando ya tienen toda la información necesaria: con las fuentes oficiales, las de los
familiares y las entrevistas grabadas o no, ¿cómo es el proceso de construcción de
esa crónica para después publicarla? ¿Cómo son los criterios, particulares o en
grupo?
No, yo creo hay más una cuestión de confianza. Si bien con Fabi, en este caso, lo que
hacíamos era tener determinados criterios a la hora de hacer una redacción más bien
narrativa, con recursos estéticos similares, es decir, la cuestión de estilo y las fuentes que
elaboramos, es como que todo el proceso se va dando más mano a mano con los dos que
escribimos las crónicas. Después la cuestión de lo audiovisual ellos se dan también su
espacio y lo que nosotros hacíamos en ese momento con las crónicas era: el laburo
fotográfico juntado, por un lado, el audiovisual por otro, nosotros por otro y después
poníamos en común. Cuando yo redactaba las crónicas era ya una cuestión más personal,
decidía yo qué descartaba y qué ponía, pero a veces entraba esta duda sobre qué decimos
sobre la manera de trabajar del abogado este, porque ya era una cuestión ética, de ponerte
78
Sí. Yo, personalmente dudo muchísimo de los títulos, pero es una cuestión más de
formalidad. Pero tratamos de que sean más bien figurativos, que no sea “Crónica del
asesinato de Carlos Godoy”. La de Carlos Godoy la titulamos “En un rincón del barrio que lo
vio nacer”, porque la crónica justamente estaba basada en el barrio, en la realidad y
vulnerabilidad del barrio. La de Maximiliano Zamudio la titulamos “Los tiros no salen por la
culata”, porque versión policial era que había habido un enfrentamiento o mejor dicho que el
prefecto se había defendido porque Maxi estaba armado y tenía una culata desarmada, o
sea, una culata de aire comprimido desarmada era su arma y qué tiro sale por ahí.
Entonces usamos esta frase célebre de “te salió el tiro por la culata” cuestionando un poco.
Tratamos de usar recursos que le den títulos figurativos. Los elegimos nosotros,
generalmente no hay puesta en común de estas cosas.
Surge desde dos medios: EnREDando y la Cooperativa La Brújula, dos medios alternativos,
autogestivos, el nombre que se le dé. Pensamos un trabajo en conjunto, un trabajo que
consistía en un trabajo gráfico, audiovisual y fotográfico, una especie de ensayo ─si se
quiere─, que tenía que ver con un tema puntual o una problemática puntual que nos
interesaba contar que eran los casos de gatillo fácil en la ciudad. Veníamos de un contexto
de muchísimos casos de gatillo fácil, entre 2013 y 2015, donde hubo muchísimos casos y
2015 fue el año de más casos de gatillo fácil, y a partir de ese trabajo y del resultado que
tuvo es que vimos que teníamos algo en común o que nos surgió la idea de poder seguir
trabajando estos temas puntuales con el grupo que habíamos formado. En realidad, esto se
llamó Crónicas de gatillo fácil, más allá de que no había quedado solo en las crónicas, que
había otros formatos y a partir de ahí, pensamos en que, con ese mismo grupo, podíamos
armar un medio que tenga o le dé preeminencia a ese tipo de trabajos, a esa problemática
en particular y poder seguir haciendo esto. Así que terminó derivando en lo que hoy es
Raíz.
A partir de esa conformación, ¿cómo definirías a Raíz como colectivo o como medio?
¿Cómo creés que debería ser lo alternativo más allá de la definición que se le da en la
actualidad?
Yo creo que lo alternativo, en realidad, debería dejar de ser alternativo. Es decir, esos
medios o esa forma de hacer periodismo es la que debería ser la regla y no la excepción.
Hacer ese periodismo, ocuparse de cuestiones súper importantes, que escapen a las
cuestiones coyunturales a la vorágine informativa que nos corre día a día y de cosas que no
hay que dejar de ocuparse. pero darle más importancia a estas cosas, hacer trabajos en
profundidad, poder investigar. Para mí, esa debería ser la regla, la norma porque
básicamente para nosotros es eso el periodismo, en realidad, el buen periodismo, si querés
lo podemos adjetivar, pero el periodismo en sí, se entiende de esa manera, que está
comprometido con ciertas causas, obviamente va a estar siempre del lado de los oprimidos
o del lado de quienes sufren todo tipo de violencia, de violación a sus derechos. Y, por otro
lado, que esté hecho con rigurosidad, con mucha seriedad, pero no como te hablan en TN y
te dicen “esto es periodismo serio”, no, seriedad en respetar desde las fuentes hasta lo que
se dice, no tergiversar información ni nada; hacer periodismo con todo lo que eso implica.
Sí, por supuesto. Porque ahí también reside lo alternativo, que va de la mano con esta
cuestión de la libertad, que tiene que ver con esta horizontalidad, si bien puede haber
proyectos que surgieron de uno o de un par de los miembros de Raíz, o que viene alguien
con una idea y dice “yo tengo esto” y lo plantea. Todo, absolutamente todo, se decide entre
todos, se ve y se genera una especie de división de tareas, que no es jerárquica sino por
cómo nos conocemos, pensando en los tiempos con los que disponemos, pensando en qué
le interesa hacer a cada uno o qué herramientas maneja mejor. Eso es también lo
interesante de esta horizontalidad, es decir, nosotros hacemos lo que sabemos que
podemos hacer, cada uno conoce sus limitaciones, también tratamos ─que quizás en eso
fracasamos por una cuestión de tiempo─ pero nuestra idea que entre todos aprendamos
todo; el grupo que se dedica más a cuestiones audiovisuales nos enseñen a los que
trabajamos más con lo gráfico o redacción y viceversa o la cuestión de la fotografía. Y ahí
no pudimos por el tiempo, porque te corre toda la situación individual pero obviamente que
eso es alternativo. Y vuelvo a lo mismo, las rutinas que tiene un periodista que trabaja para
una empresa de comunicación, para una empresa que vende noticias ─como cualquier
empresa o fábrica─ tiene que producir a un cierto ritmo, tiene que responder a ciertas
exigencias; si un día trabajás en la sección que tiene que ver con política o cuestiones
sociales, vas a tener ciertas presiones, la mayoría de las veces no vas a poder publicar
todos estos temas porque básicamente a esos medios no les interesa, a La Capital no le
interesa que salga todos los días una nota o una investigación que diga que la Policía mata
a pibes o que encubre y haciendo responsable al Estado que es uno de los mayores que
pone pauta en los medios. Entonces, lo de la alternatividad en la organización creo que
también es alternativo. Es alternativo por las dos cosas: por la agenda y por cómo se
organiza un medio.
¿Por qué creés que todos debería saber hacer todo y no que cada uno se quede con
sus habilidades?
No, no, no creo eso. Era nuestra intención porque si bien cada uno va a tener su
especialidad y se va a dedicar a lo que más le gusta y sabe, pero tratando de formarnos
todos en más o menos la mayoría de los formatos que manejamos, vamos a poder producir
más y mejor, entre la misma cantidad de gente, podemos ayudarnos más, nos va a llevar
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menos tiempo hacer cosas porque si uno sabe editar puede ayudar en algo mínimo, pero
puede ir haciéndolo. En ese sentido lo pienso, no porque todos sepamos todo porque a
todos nos interesa todo. No es una necesidad, era pensándolo por una cuestión, si se
quiere, práctica.
Yendo específicamente a las crónicas, ¿cuáles fueron los criterios para seleccionar a
esos casos puntuales y, quizás, no a otros?
Las Crónicas de Gatillo Fácil, la idea que surgió fue contar esos casos y, más o menos, la
idea que se puede ver en el resultado es tomar desde el caso paradigmático, donde es
evidente el accionar represivo, la ilegalidad, el desastre en todos los sentidos: por cómo
actuó la Policía, que intentó encubrir todo, hasta la cuestión de los medios cómo cubrieron
en su primer momento, que es el caso de Jonatan Herrera. Pero, pensamos que sería
interesante poner en debate esto, que no es solamente que nos interesaba contar la historia
del pibe que estaba lavando el auto y lo acribillaron, sino también contar la historia de esos
pibes que tenían conflictos, incluso algunos que tenían causas, que estaban atravesando
algún tipo de condena en libertad condicional o pibes que habían tenido conflictos con la
Ley, como Maximiliano Zamudio, como Jonatan Ojeda. Es decir, el criterio es ese, no
solamente que nos importe contar cuando matan a un pibe y ahí aparece el tema de la
víctima buena y la víctima mala. Una víctima es una víctima, si hubo un accionar ilegal de la
Policía no es distinto, en este caso, que haya estado lavando un auto o que haya estado
corriendo, de espaldas porque había terminado de robar.
Después, que tiene que ver más con el resultado del trabajo, nosotros lo que terminamos
concluyendo y demostrando que, así y todo, en muchos de esos casos ni siquiera se estaba
dando esa situación, esa es la versión que siempre se intenta imponer. Pero, quiero decir
que queríamos romper con eso, contar la historia esta, la que es evidente y a todos les
causa indignación, pero también las otras que, a la mayoría parece, no le causa
indignación. Y que no es solo eso, sino que tampoco merecieron ni una página en los
medios. De hecho, la mayoría de estos casos apenas salió como una nota policial más, con
un título que, obviamente a la víctima la re-victimizaba, la volvía a poner en el lugar de
delincuente y ya está y terminó en eso, en una nota o dos como mucho, como tuvo uno de
los casos y el otro tuvo también un par de artículos y nada más. Pero no pasó de eso el
caso, por eso lo que nosotros decimos es lo que los grandes medios no se ocupan, no
quieren contar o quieren contarlo solamente como un caso policial y poner: “Policía abatió a
un caco” o “Policía abatió a un delincuente”, nosotros queremos decir que no era un
delincuente, que no era un caco, que no lo abatió y ya está. Sino que hay una historia.
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¿Tuvo que ver también con el acceso a las familias y a los casos?
Lo que hicimos, una vez tenido la cantidad de casos, fue tratar de acceder a las familias.
Sabíamos más o menos qué casos queríamos contar, pero hubo familias a las que no
pudimos acceder y a otras sí, porque esa también es una gran barrera que había que
intentar romper. Y, creo que el gran problema de los grandes medios, que se quedan con
las versiones oficiales y lo que nosotros tratamos de hacer es, justamente, romper eso,
tratar de conseguir otras fuentes, otras voces, ir por familiares, ir por vecinos si es posible,
por alguien que vio, ir por ese lado y también, obviamente, tenemos la pata oficial. Es decir,
eso no dejarlo de lado, pero sí fue muy común lo del primer paso que es acceder a los
familiares.
Básicamente porque teníamos con qué contrastar muchas cosas. Por ejemplo, un familiar la
mayoría de las veces te va a decir que tienen hijos buenos porque no quieren que quede,
un hijo al que terminan de matar, como que estaba robando o que tenía alguna causa. Pero,
después lo que nos contaban de los hechos, hay algunos que son muy evidentes y que no
hay que desconfiar porque tenemos muchas herramientas para conocerlo. Por ejemplo, el
caso de Jonathan Herrera es muy sencillo porque hay mucha gente de testigo, por cómo se
dan los hechos, más allá de que hubo un montón de limitaciones, de la cámara de
seguridad no andaba, etcétera. Hay otros casos en que no, como el de Jonatan Ojeda pero,
sin embargo, lo que hicimos al ir escuchando muchos relatos, yendo a los expedientes,
encontramos que había tantas contradicciones con la versión oficial que era tan
inconsistente, que te termina dando como resultado que, si hay algo que no es creíble, es la
versión oficial porque, por ejemplo, cuando abrías el expediente, en las primeras páginas te
encontrabas con que las declaraciones de unas chicas que supuestamente eran las que
habían sido robadas por él antes dicen: “No, no era ese pibe el que nos robó, lo vimos
paseando por el barrio otra vez”, y cosas por el estilo. No nos quedamos con eso, porque
sino haríamos lo que hacen los grandes medios con tomar una sola voz, más allá de que no
es lo mismo la voz de un familiar que la del Estado. No nos quedamos solo con eso, sino
que tratamos de reconstruir. Incluso en la mayor parte de los casos que pudimos hablar con
hasta amigos, con gente que tuvo acceso hasta los procesos cuando atravesó en la justicia
penal, entonces no es solo confiar y quedarse con que los familiares porque sí nos van a
decir la verdad. No, ellos también tienen intenciones, son seres humanos, como cualquier
otro y no van a arriesgar a decir algo que pueda comprometer, aunque a veces lo dicen sin
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ningún problema, “sí, mi hijo robaba” pero no por eso lo tenían que matar como te dicen
muchos familiares y otros no. Creo que ese es el criterio, es tratar de hacer lo que se hace
con cualquier caso en periodismo, tratar de contrastar y buscar más fuentes. Y, si en el caso
de que no hubiera, que hay apenas dos relatos, tratar de buscar por el lado oficial,
documentos, si hay algo que nos hace ruido que nos puede llevar para un lado o para otro.
Nosotros nos tomamos mucho tiempo, que es quizás el que no se pueden tomar los
periodistas que laburan para un medio empresa. Y tomarnos tanto tiempo nos dio muchas
ventajas, por ejemplo, nosotros no creemos que haya que ir cuando acaban de matar a un
hijo e ir a hablar con el padre o con la madre y ponerle un micrófono o un grabador enfrente.
Nosotros todo lo contrario, nos tomamos mucho tiempo. Primero, conocíamos a los
familiares, tratábamos de ir a la casa, íbamos a conocer los lugares donde sucedió el
asesinato o el caso que estemos investigando. Y, generar un cierto lazo, una confianza, no
solamente con los familiares sino con cualquier persona, como los amigos, a veces con los
propios abogados que te pueden dar acceso a información que de otro modo no la
tendríamos. Y recién ahí, quizás, decimos que tal día sí vamos a ir y le vamos a poner un
grabador porque somos conscientes de que te pongan un grabador enfrente te condiciona
todo lo que vas a decir y a una persona de un barrio que le caigas y le pongas un grabador
o una cámara enfrente la súper condiciona; no va a hablar nunca como te habla con un
mate, entonces pensábamos que esa era la manera, que una vez que ya haya confianza iba
a salir mucho más fluido, incluso para hacer una entrevista grabada, que no iba a salir nada
que no quisieran. Pero, eso hace que nuestro trabajo lleve mucho tiempo, a veces, no tanto
pero sí más tiempo del que hay que cerrar en el día una redacción, una nota. Entonces, nos
tomábamos el tiempo que sea necesario. Si estábamos ahí muy al límite, porque al principio
teníamos que hacer una presentación, quizás cambia un poco, pero tratamos siempre de
tomarnos el tiempo necesario que merezca la nota. Si no tenemos una fuente que
necesitamos, no va a salir la nota así hasta que no la tengamos; si no teníamos los
expedientes, esperábamos a que estén; porque queríamos tener también la versión oficial y
qué había declarado gente a la que no teníamos acceso. Eso fue imprescindible y que sería
lo ideal para cualquier trabajo de este tipo, que es investigar y lleva mucho tiempo.
A partir de este método de recolección, ¿qué relación se establece después con las
fuentes que creaban, por ahí, un vínculo de confianza?
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Se genera una relación, por empezar, buena, de confianza, que lo que termina pasando es
que, muchas veces, cuando los familiares tienen una novedad, yo me imagino que ellos le
avisaban a su abogado o al revés y ellos nos avisaban a nosotros. A ese punto y al de
contarte cosas que les pasan, de cómo están, cómo se sienten. Y también, lo que pasó fue
que gracias a esto de ir a buscar a ciertos familiares y tratar de generar un lazo de
confianza y a familiares que, en un primer momento, ni siquiera habían pensado en la idea
de organizarse o de ponerse en contacto con otros familiares o de pensar en siquiera
movilizarse, lo hagan. Y lo hagan a partir, no por un mérito nuestro sino de que por un grupo
de gente se acerca para generar una confianza y que puedan decir que hay gente que
pueda escucharnos, comunicadores, ya sean periodistas, ya sean militantes, gente de
distintas organizaciones u otros familiares de víctimas. En ese sentido, hay un lazo muy
importante de confianza que deriva en algo, para mí, más importante. Es en, alguno casos,
en otros los familiares directamente se organizaron y salieron a la calle e hicieron una
bandera y salían a protestar sin ningún tipo de empuje. Hubo otros que sí y que gracias a
este trabajo e, incluso para algunos trabajos, fuimos ─no sé si decirlo así─ pero fuimos
nosotros los que le conseguimos abogados. Pero, incluso, hubo a ciertos familiares a los
que hubo que ayudarlos en cuestiones jurídicas, cuestiones que la Justicia se las negaba o
se las ocultaba. Por ejemplo, charlando te encontrabas con que un abogado que le había
dado el Estado, le había designado el Estado a una familia, nunca les había explicado a los
familiares qué era una querella, nunca les había dicho que había ciertas herramientas que
tenían para investigar y los había dejado ahí a la deriva. Gracias a hablar y a la confianza
pudimos hacer que esos familiares descubran que tenían un montón de herramientas que
ellos ya se estaban por dar por cerrado el caso como le habían dicho y descubrieron que no
era así y salieron a luchar y hoy hay casos que están por llegar a un juicio. Eso es confianza
con las fuentes y siempre teniendo los reparos que ya sabemos, que somos todos seres
humanos y hay intereses.
yo, y fue bastante libre y cada uno hizo la suya. Después, la cuestión de un consejo, una
información que no sabíamos si ponerla o no, ahí consultábamos, a veces entre todos, la
mayoría de las veces entre todos porque nos reuníamos una vez por semana, entonces
charlábamos. Y si descubríamos algo lo poníamos en común, tal cosa de tal caso y de ahí si
hubiese habido alguna objeción alguno hubiese dicho “esto no lo pongan” o “esto no
conviene”. Entonces, tratábamos de que todos estén al tanto de los casos, aunque a veces
en lo mismo por esta cuestión de formato. A veces, alguien estaba trabajando con el mismo
caso, pero desde lo audiovisual entonces no sabía lo que yo iba a escribir porque también
es un problema que, si todos haríamos todo, no terminaríamos nada. Después, si a alguien
no le cerraba algo lo podíamos plantear y punto. En ese sentido, era todo bastante libre.
Limitaciones, muchísimas. Todas. Sí, con recursos que quisiéramos hubiéramos podido
hacer y podríamos estar haciendo muchísimas más cosas que no podemos llegar a hacer
porque cada uno de nosotros, individualmente, tiene que trabajar, que trabajar y estudiar,
tiene que vivir, tiene que lidiar con la incertidumbre del desempleo, la incertidumbre de tener
un trabaja súper o hiper precarizado, que a cada uno le consume un montón de tiempo, le
consume la cabeza, entre otras cosas. Esto hace que, por ese lado, no le podamos dedicar
el tiempo que nos gustaría. Si nosotros le dedicaríamos el tiempo como cualquier
trabajador, que trabaja seis u ocho horas por día y produciríamos muchísimo más y nos
encargaríamos de un montón de temas, tendríamos un trabajo que supongo que sería de
mucha mejor calidad de lo que es. Por otro lado, las limitaciones objetivas, lo de no disponer
de una movilidad a veces para ir rápido a un lugar, o de no disponer de un montón de
herramientas que, si bien las tenemos, hay equipos, cámaras; y otra cuestión objetiva es el
tema de la guita, no siempre para tomarse un día e ir a filmar a tal lugar o ir a hacer una
entrevista, entonces sí, muchísimas limitaciones, muchísimas al punto de que fuimos
produciendo, primero, muy rápido, es decir, no muy rápido pero muchas cosas y eso fue
decayendo porque hay un desgaste propio de esta imposibilidad de llevar adelante un
trabajo de la forma que queremos y de que lo externo no nos influya, es imposible que no
influya la situación de cada uno, de la falta de trabajo o del exceso de trabajo por otro lado.
Las ventajas creo que quedan claras. Son la libertad, poder hacer un trabajo que quiero, por
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más que lo decida el grupo si yo no quiero, no lo hago. Es esa libertad de elegir el tema que
yo quiero o el grupo, son cuestiones que podemos pactar pero que siempre hacemos lo que
queremos, es decir que no hay nadie atrás diciéndonos nada. Y las desventajas tienen que
ver con que nosotros no vivimos y no podemos vivir de esto y no le podemos dedicar el
tiempo necesario. Y también, sobre todo, el recurso del dinero porque todos sabemos que
que el tiempo es dinero, que el dinero es tiempo y no disponemos de eso, no tenemos
dinero y, por lo tanto, no disponemos del tiempo necesario para hacer todo lo que
quisiéramos hacer. Pero también tenemos limitaciones que también nos impone o
desventajas que nos impone esta forma de trabajo que tiene que ver, a veces, con
cuestiones que no son como nos gustaría que sea, por ejemplo, no tener una web que sea
estéticamente lo que nosotros nos gustaría porque tuvimos limitaciones en ese sentido,
pero también por cuestiones de dinero, no porque no se pudiera hacer algo como nosotros
queremos. Entonces sí, las ventajas son muchísimas, pero las desventajas son muy
grandes y muchas veces opacan o terminan limitando a esas ventajas.
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Las crónicas
Aquí se reproducen las crónicas escritas por Martín Stoianovich y Fabián Chiaramello.
Mientras que las fotográficas y audiovisuales se encuentran en el CD que se anexa al final
de este Trabajo Final Integrador (TFI).
A los últimos metros del barrio Empalme Graneros, barrio periférico de la ciudad de Rosario,
todavía no llegó el pavimento. Tampoco las cloacas, ni el agua potable, ni la luz. A los
últimos metros del barrio Empalme Graneros no llegaron muchos de los derechos básicos.
Cuenta Vicente Godoy, vecino de 61 años, que hace rato dejó de pasar el recolector de
basura con frecuencia, y que las ambulancias nunca entraron. El barrio se transforma, por
sectores, en un paisaje de calles angostas de tierra que se abren hacia los descampados
del fin de la ciudad. Desde arriba del puente de Avenida Sorrento, que separa Empalme
Graneros del barrio Parque Casas, se ve una panorámica de la desigualdad. A lo lejos se
asoman las inmensas torres paridas por el boom inmobiliario que bordean al centro
rosarino. De cerca, quedan a la vista las arboledas del Bosque de los Constituyentes, los
rancheríos levantados con lo que se pueda tener a mano y algunas construcciones de
ladrillos que toman forma muy de a poco. Desde arriba de ese mismo puente, en la mañana
del 24 de mayo de 2015 la policía le dio el primer disparo al hijo de Vicente, Carlos Godoy
de 25 años, para luego rematarlo en el suelo. Vicente, cuenta también, que a los últimos
metros del barrio Empalme Graneros tampoco llegó la justicia.
Cuando asesinaron a Carlos, todos los familiares y amigos se movilizaron con cortes de
calle en la avenida Sorrento. Desde aquellos días, Vicente y Deolinda sufren por duplicado.
Por un lado la pérdida de su hijo. Pero también por las cosas que dicen de él en los diarios,
en la televisión, en la radio o en la propia Fiscalía de Homicidios. Como sucede
frecuentemente, de Carlos se dijo que estaba robando y que tuvo un enfrentamiento con la
policía. Pero Vicente destaca en todo momento que su hijo nunca había robado. Se
empeña en destacar y repetir que el informe policial del día en que lo mataron detalla que
Carlos llevaba su recibo de sueldo en el bolsillo.
secundaria. Fue a la iglesia toda su vida y laburó desde muy pibe. En los últimos tiempos
tenía dos trabajos. Creía necesario sostenerlos para poder cubrir las necesidades de la
familia que había formado con su pareja y su hijo Benjamín, de cuatro años. De lunes a
sábados, de ocho de la mañana a dos de la tarde, hacía tareas de maestranza en una
distribuidora de alimentos ubicada en Provincias Unidas al 700, donde trabajaba desde
hacía más de tres años aunque lo habían blanqueado en agosto de 2014. Por la tarde
trabajaba en un taller mecánico.
“De tan cariñoso era cargoso ya”, cuenta su padre sentado en una silla en la puerta de su
casa. Vicente y Deolinda tienen la costumbre de sentarse a tomar mate en la vereda.
Saludan a cada vecino que pasa, la mayoría de ellos conocidos de la capilla. Cuentan que
Carlos, que vivía a pocas cuadras, pasaba cada día a saludarlos. “Te abrazaba, era muy
besuquero, muy amoroso”, agrega Deolinda. Durante toda la charla sostiene entre sus
manos un cuadro con una foto de Carlos haciéndole upa a su bebé. Dicen que desde que lo
mataron, todos los días al menos por un instante llegan los recuerdos de Carlos.
Pero antes que mataran a Carlos la familia Godoy había conocido de cerca a la muerte de
un familiar por parte de la policía. El 2014 fue un año que atravesó la tristeza de la familia
marcándola con la sangre de los más jóvenes.
Primero fue la noche del 14 de septiembre cuando Mauricio Gómez, de 24 años y nieto de
Vicente y Deolinda, fue asesinado por un policía que luego reportó un enfrentamiento. Sus
amigos, en cambio, contaron que habían salido con Mauricio de un cumpleaños de 15 y
caminaban por el barrio cuando vieron llegar a la policía y empezaron a correr. El chico fue
alcanzado por dos balas policiales que le quitaron la vida. El hecho todavía espera ser
esclarecido.
Días después, ya en octubre, tuvo lugar otro episodio. Franco Casco, de 20 años, llegó
desde la localidad bonaerense de Florencio Varela a visitar a sus primos, y se hospedó en
la casa vecina a la de Vicente y Deolinda. Ramón, el papá de Franco, es sobrino de
Deolinda, y los pibes de la familia mantenían la relación a pesar de la distancia. Después de
una semana en Rosario, cuando Franco pretendía volver a Buenos Aires, fue detenido en la
Comisaría 7ma, de donde desapareció por más de veinte días hasta que fue encontrado su
cadáver en el río Paraná.
Los vecinos del barrio que vieron cuando la policía mató a Carlos, cuentan que el pibe,
luego del primer disparo, quedó de rodillas, y pidió por favor que no lo mataran. Pidió por su
hijo, por su pareja, por su vida. Pero no hubo caso. Ahora, Vicente y Deolinda, y toda la
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La noche del 23 de mayo Carlos estuvo un rato en lo de un amigo del barrio y luego se fue a
lo de la suegra, a comer un asado con su pareja, su hijo y su cuñado. Cerca de las siete y
media de la mañana del domingo se levantó y se fue a su casa. Estaba preocupado por su
casa, que había pasado la noche sola, y se fue a asegurarse que estuviera todo en orden.
Dejó a su familia durmiendo y encaró a pie. Subió el puente de Avenida Sorrento a la altura
de calle Cavia, y caminó bordeando el pavimento, cruzando por el puente al arroyo
Ludueña, para entrar por calle Garzón al barrio Empalme Graneros.
De repente, una bala impactó de atrás y cayó por una escalera de treinta escalones que
conecta el puente con Garzón. Rodó hasta llegar al piso, caminó unos quince metros y se
desvaneció. Las versiones sobre lo que sucedió esa mañana no abundan en detalles y aún
no hay nada esclarecido.
Era temprano pero en el barrio ya había vecinos en la calle o en las puertas de sus casas.
Cuando la policía disparó se armó un revuelo inmediato de personas que, según indican,
alcanzaron a ver lo sucedido y distinguir la participación de dos policías a bordo de una
moto. A los pocos minutos llegaron patrulleros que hicieron un cordón policial sobre el
cuerpo de Carlos. Los vecinos que se acercaron para saber de quién se trataba, tuvieron
que esperar varios minutos y soportar agresiones verbales y físicas. Detrás de los
uniformados, estaba sin vida el cuerpo de Carlos Godoy, tirado en el suelo y envuelto en
tierra, a metros de un volquete de cual rebalsaba basura.
Una vecina del barrio que fue testigo de los hechos y declaró en la causa, prefirió preservar
su identidad pero relató una vez más lo vivido aquella mañana. La noche del sábado
prácticamente no durmió porque su hijo de 18 años estaba festejando el cumpleaños en la
casa, por lo cual llegando al amanecer prefirió quedarse despierta esperando que se fueran
los invitados. “No te arrimés porque te quemo”, le dijo un policía cuando intentó acercarse
para reconocer el cadáver. Le pidió a los policías ver de quién se trataba para avisar a los
familiares, y recibió una respuesta que todavía retumba en su más profunda bronca: “Dudo
que un delincuente tenga familiares, y si tiene que vaya a la comisaría y le digan ahí”.
Después llegaron otros patrulleros que revisaron la escena de los hechos, informaron a las
autoridades judiciales y realizaron los procesos formales necesarios. El informe del legajo
dice que encontraron un revólver calibre 22 largo a unos cuatro metros del cuerpo de
Carlos. Sobre el pavimento de avenida Sorrento encontraron cinco vainas servidas de
calibre 9 milímetros, y en el resto de la escena dos vainas servidas de calibre 11.25.
También se especifica que en uno de los bolsillos del pantalón de Carlos se encontraron
tres cartuchos intactos del mismo calibre del arma que encontraron a metros del cadáver.
Otra de las vecinas del barrio que presenció el asesinato de Carlos y también declaró como
testigo, dijo que vio al chico bajando la escalera, mientras arriba del puente dos personas se
tiroteaban con la policía. Incluso reconoció a los supuestos ladrones y brindó sus nombres
de pila, que quedaron a disposición de la investigación. Otro testigo contó que reconoció a
Carlos por haberlo visto en la iglesia, y vio cómo mientras iba bajando la escalera un policía
afirmado a la baranda del puente le disparó. También vio cómo el mismo policía bajó del
puente y alcanzó a Carlos cuando ya estaba tirado en el piso. Dice que entonces se puso
un guante blanco y le disparó a Carlos de frente, mientras que el chico, protegiéndose la
cabeza, pedía por favor que no lo mataran. El mismo relato se desprende de otro testigo,
que agrega que además el policía le pegó una patada al cuerpo una vez que estaba inmóvil.
En las mismas declaraciones especifican que vieron a los policías plantando un revólver a
pocos metros del cadáver, y arrojando algunas vainas al piso.
“Lo terminó de matar como si fuera un perro. Esto ya estaba como planeado, como se
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fugaron los que robaron, agarraron al primer perejil que pasó por ahí”, dice uno de los
testigos por estos días. Los policías dicen que pidieron una ambulancia a pesar de que
Carlos estuviera sin vida, porque el agente Villalba tenía dolores en el pecho, causa de dos
impactos de bala que dieron en su chaleco. Los testigos que declararon ante el fiscal, al
decir que los policías vestían camisas blancas sin mencionar que llevaban chalecos, tornan
esta versión un tanto inverosímil. Los padres de Carlos sospechan que las balas en el
chaleco son una parte más del armado de la escena a fin de justificar el asesinato.
“No me mates, por favor, tengo familia, tengo hijos, no me mates”, dice hoy Vicente. Recrea
en primera persona lo que pudo reconstruir, a través del testimonio de los vecinos, como las
últimas palabras de su hijo. “A todo el mundo le pregunto, al fiscal Moreno y a los abogados.
Quiero que me digan y me muestren dónde está la ley que dice que los milicos tienen el
derecho de matar a una persona sin que haya motivo”, agrega. Hay desconcierto en la
familia Godoy, porque a poco de un año del hecho no hay ningún tipo de esclarecimiento.
La última información brindada por la Fiscalía de Homicidios dice que se ordenó realizar una
reconstrucción integral del hecho, a través de testimonios, pericias de planimetría y rastros
que dejó la investigación. Esta medida la realizará la Policía de Investigaciones (PDI), y
luego se realizará un procedimiento similar a cargo de otra fuerza que todavía no fue
designada. La idea de estos pasos a seguir, según manifestaron fuentes de la Fiscalía, es
“determinar y corroborar de qué manera ocurrió el hecho ya que hay testimonios totalmente
antagonistas en el relato de lo sucedido”. Pero para la familia Godoy el disgusto es que no
se haya avanzado antes sobre estos aspectos, porque de esta manera se prolonga la
libertad de los policías implicados.
La causa no tiene detenidos ni imputados, y el fiscal decidió desde un primer momento dejar
a los dos policías en libertad. “Moreno ordenó que con los dos empleados policiales no se
tome ninguna medida, solamente se los notifique que se iniciaron actuaciones por el delito
de tentativa de robo calificado, resistencia calificada a la autoridad agravada por el uso de
arma de fuego y homicidio. Que a las armas se le realicen pruebas balísticas y sean
reintegradas”, detalla el legajo de la causa en un parte firmado por el Comisario Principal
Ramón Ríos, Segundo Jefe de la Jefatura Judicial Región IV.
La causa da la fuerte impresión de que Carlos Godoy está posicionado como culpable del
hecho que terminó en su muerte, cuando ni siquiera está comprobado y cuando varios
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testigos aseguran que no estaba participando del intento de robo que se desató sobre el
puente de avenida Sorrento. La Subcomisaría 20, por tener jurisdicción en la zona del
hecho, intervino en un primer momento y elevó su informe al Departamento Científico
Forense en el cual Carlos figura como imputado bajo la descripción “N/N” y los policías son
considerados víctimas. Luego la Fiscalía inició las actuaciones por tentativa de robo
calificado y resistencia calificada a la autoridad. A Carlos primero lo sentenciaron a muerte,
y luego le imputaron un delito. Así es como toma forma el marco legal que suele terminar
amparando a la figura del uso de legítima defensa.
Así también se replicó el mensaje a la sociedad. “Puso un tronco en un puente para asaltar
a conductores y lo mataron”, tituló La Capital en una nota sin firmar que sale publicada el
lunes 25 de mayo, sentenciando de primera mano a Carlos. “Uno menos. Motivo para
festejar”, dice, por ejemplo, uno de los tantos comentarios que figuran al pie de la nota en el
portal web de este medio. Así funciona la mecánica del discurso que condena sobre
prejuicios: en los tribunales, en los medios y en las calles.
Pero los Godoy no aflojan. Quieren esclarecimiento y condena para los asesinos de Carlos
pero también quieren borrar el discurso que se armó sobre su vida y sobre su muerte.
Después de estar un tiempo a la deriva, Vicente y Deolinda tomaron contacto con el
Servicio Público Provincial de la Defensa Penal para poder constituirse como querellantes.
Lo lograron después de varias audiencias en las que el fiscal se oponía.
Vicente manifiesta sin reparos la disconformidad de toda la familia con la forma de trabajar
que llevó hasta el momento Miguel Moreno. “La relación es complicadísima”, dice en este
sentido, y aclara que en el último tiempo prefirió que del diálogo se ocupen los defensores
del Servicio Público. Hay un episodio al que refiere Vicente que deja de manifiesto una gran
falencia de la Fiscalía. Cuando pidió informes sobre el caso, Moreno le explicó que a Carlos
le habían tirado por la espalda, que luego él se dio vuelta y le disparó al policía, y como
respuesta recibió un tiro en la boca. Le mostró fotos de un cadáver con la cabeza repleta de
perdigones y al otro día lo llamó explicándole que se había equivocado de caso.
“Le dije al fiscal que no somos personas de estudio, de ciencias. Que somos personas
comunes y corrientes pero cualquiera se da cuenta que todo lo que están haciendo es una
mafia”, cuenta Vicente. Desde su disconformidad sentencia: “Parece el defensor de los
milicos, porque cada vez que habla tira para el lado de ellos”. Los padres de Carlos creen
que la Fiscalía desestima el testimonio de los vecinos testigos que se acercaron a declarar
para desmentir la versión oficial, y consideran que por el contrario valoran un único
testimonio de un camionero que pasaba por el lugar y cuyo relato coincide con el de los
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“Queremos que se haga justicia y que estos hombres paguen por lo que han hecho con
nuestro hijo”, es el mensaje que deja Vicente. Sobre los días posteriores al hecho, recuerda
que vivieron mucha hostilidad por parte de la policía. En la Subcomisaría 20 cuando fueron
a preguntar los ignoraron y no le dieron ninguna información, de la misma forma que en el
Instituto Médico Legal no les permitían reconocer el cuerpo. Incluso fueron agredidos en las
movilizaciones que realizaron en el puente de avenida Sorrento exigiendo justicia. “Llegaron
policías, uno cargó el arma y preparó para tirar. Primero amenazó a los chicos, los apuntaba
a corta distancia. Les puso el arma en el pecho. Pero alguien gritó que lo filmen y ahí
dejaron de amenazar”, dice Vicente.
El asesinato de Carlos Godoy suma muchos aspectos que lo caracterizan como un caso de
gatillo fácil. La familia sospecha de la versión oficial, hay testigos que contradicen el relato y
hablan de pruebas plantadas y amenazas constantes. “Hay que demostrar lo que ellos son,
que lo que ellos dicen no es así”, se convence Vicente y destaca el apoyo y el cariño de sus
vecinos. Quieren justicia y Empalme Graneros acompaña. Por Carlos, el pibe que se crió,
creció y mataron en el fondo del barrio.
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Por las penumbras de La Sexta
El caso de Dante Fiori tiene versiones que en el barrio son certezas pero para la justicia
sólo suposiciones. Su familia conoce de cerca la hostilidad del Poder Judicial pero sigue
exigiendo justicia. El único policía involucrado ni siquiera está imputado.
Es media mañana y la lluvia cae densa y constante. Para llegar a la casa de la familia Fiori
hay que atravesar un terreno baldío con césped de unos pocos centímetros de alto en el
que apenas rebota el diluvio. Adentro de la casa esperan la mamá, una tía y las hermanas
de Dante. La lluvia cayendo contra el techo de chapa del comedor ofrece un sonido
insistente que a los pocos segundos se vuelve costumbre. El día está fresco y por de más
de gris. Alguna luz encendida en la casa despeja un poco la oscuridad e ilumina un par de
rostros que denotan angustia. El nombre de Dante invadió la casa y, aunque no llama la
atención, es algo que impacta. Está pintado sobre las chapas de afuera, sobre un árbol de
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tronco grueso y raíces a la vista, sobre la pared interna del comedor. Con aerosol o con
lápiz. Azul, rojo y negro. Sobre la heladera se ven unos pedazos de cartón corrugado con
una fotocopia en blanco y negro que lleva la foto de Dante y un pedido de justicia. Tienen
dos agujeros pequeños por los cuales pasa un hilo grueso de algodón. Son pequeñas
pancartas que usan cuando salen a la calle a exigir justicia. Dante tenía 25 años cuando en
la madrugada del 16 de abril de 2015 lo asesinó a balazos el policía Luciano Sigulín,
empleado de la Policía de Investigaciones.
La madre de Dante se llama Noemí. Tienen los mismos ojos. Celestes, grises o apenas
verdes, y grandes. Ofrece un diálogo paciente pero fluido, y expresa, tanto con sus palabras
como con su mirada, un dolor que pareciera estar a flor de piel muy frecuentemente. Antes
que lo matara la policía, en un hecho que hasta la fecha no tiene ningún tipo de
esclarecimiento, Dante vivió 25 años y Noemí estuvo siempre a su lado. Desde sus años de
cursado en la Escuela primaria 1148 de Villa Gobernador Gálvez, y la interrumpida
secundaria en el Nacional 1 de Rosario, hasta sus años de juventud en los que tuvo un hijo
y además conoció muy cerca los convites de la calle en las barriadas rosarinas.
Noemí cuenta los hechos de aquella noche de abril conteniéndose, pero se ablanda del
todo cuando recuerda a su hijo. Las lágrimas afloran a cada rato y entonces sus ojos
grandes brillan más cuando se humedecen. “De chico yo luché mucho por él”, dice. Insiste
en que Dante había tenido mucha experiencia en distintos trabajos desde que era chico.
Fue carbonero pero al paso del tiempo abandonó porque tenía una carga horaria que no le
daba resto para hacer cualquier cosa de un pibe de veintipico. Su hermano le consiguió
trabajo en el puerto, y después fue sodero. También hizo un curso de panadería y con su
título trabajó algún tiempo. Pero dejó porque no soportaba el calor del horno, y se inclinó por
la carnicería. En una sucursal del supermercado La Gallega un carnicero con más de veinte
años de experiencia le enseñó los trucos del oficio. Así, aprendió a despostar, deshuesar
pollos, filetear, hacer milanesas y hamburguesas. Noemí recuerda que cuando su hijo
comenzó a trabajar en el supermercado chino de Riobamba y Moreno, la venta diaria
rondaba los dos mil pesos al día. Al paso de los meses, la carnicería duplicó la ganancia
diaria y a Dante le subieron el sueldo.
“Siempre pensaba en el futuro, tenía el proyecto de ponerse la carnicería, tengo las cosas
guardadas”, agrega Noemí, señalando hacia una habitación en donde están los elementos
sin uso que Dante estaba preparando para su comercio. También se daba sus gustos
cuando iba al balneario de La Florida con su hijo o salía de noche con sus amigos.
Paola es una de sus hermanas. Es muy seria y habla poco pero brinda una serie de
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recuerdos que dejan ver quizás la parte más cotidiana de su hermano. Lo describe como
conversador, divertido. “Siempre con una sonrisa en la cara”. El recuerdo que más destaca
tiene que ver con una marca que dejó su ausencia. “Todos los domingos se pagaba el
asado, nos reunía a toda la familia en el patio”, dice Paola y agrega que extraña esa
costumbre familiar.
Dante era hincha de Newell´s, y acostumbraba ir a la cancha. A veces lo hacía con su hijo
Yahir, con quien compartían la pasión que quedó inmortalizada en varias fotos y también en
otros lugares como en la pared del exterior de la casa. “N.O.B Yahir te amo”, dice una
pintada rojinegra hecha con lápices. En su perfil de Facebook Dante mostraba sus gustos,
sus cariños, sus amistades. En casi todas las fotos sale él, con su hijo, con su sobrina Melo,
con su mamá, con sus amigos, en la cancha o en el trabajo con el uniforme de carnicero.
También hay fotos en las que posa con un porro en la mano, con comentarios avisando que
lo va a encender y diálogos virtuales con sus amigos en el que comparten picardías. En
otras sale mostrando un arma de fuego, o haciendo gestos con las manos, siempre
sonriendo.
Un tiempo antes de ser asesinado, Dante había estado detenido. Una noche la policía
allanó una vivienda en la que estaba con sus amigos, encontraron un arma de fuego y
fueron imputados por portación de armas. Una de sus hermanas cuenta que ella también
fue detenida esa noche, incluso estando embarazada, por filmar el allanamiento que la
policía estaba realizando sin ninguna orden judicial. La noche que mataron a Dante, el
policía argumentó un intento de robo del cual hasta el momento no hay ninguna certeza. Su
familia asegura que no, y cuenta por qué. Dante había estado vinculado al delito, no quería
volver a entrar e intentaba construir otro camino. Apostaba a la carnicería, y se había
comprado un auto que su familia terminó vendiendo para pagar los gastos de los abogados
por la causa en la que se investiga el hecho. Noemí no esconde la verdad, convencida que
los antecedentes y prejuicios no pueden justificar el crimen de su hijo.
Pasa el rato y la lluvia afuera es tan constante como el reclamo de justicia por Dante que
llevan adelante sus familiares, reclamo que tiene más de un obstáculo. El miedo de la
familia y de los testigos, los prejuicios de la sociedad, el silencio del fiscal. La angustia
crepita, como los latidos del corazón, y como la lluvia. Esperan que el cielo se aclare.
Dante cenó la noche del miércoles 15 de abril en la casa de su hermana Paola y su cuñado,
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y cerca de las tres y diez de la madrugada del jueves lo dejaron en auto en su casa ubicada
en los primeros números de calle La Paz, en pleno barrio La Sexta. Cuando entró, su madre
lo recibió y entre saludos y charlas encendieron el televisor. El reloj del canal Crónica marcó
que apenas pasaban las tres y veinte de la mañana. Dante buscó una campera, avisó que
se iba a lo de su amigo que vive en Necochea y Pasco a charlar un rato y terminar el vino
que había sobrado de la cena con su hermana. Su mamá y la novia de Dante, que vivía con
ellos, le pidieron que se quedara porque era tarde. Pero él no quiso e invitó a su compañera
para ir juntos. Como le dijo que no, se fue solo.
Noemí lo acompañó hasta el portón que da al terreno baldío, donde se despidieron y desde
donde lo miró hasta que llegó a la calle y dobló a la izquierda. La señora volvió a entrar y
clavó su mirada en el reloj del canal Crónica, que marcaba las tres y media de la mañana.
En un instante se escucharon cinco disparos de manera continua y todo se paralizó.
“Vamos afuera, Dante salió y sentí unos tiros”, dijo Noemí, asustada, a la novia de su hijo.
El desconcierto invadió a una familia que por varias horas no supo qué había pasado ni
quién había asesinado a Dante. Sólo desgarraba la certeza de una vida esfumada.
Los medios de comunicación informaron sobre el hecho el viernes 17. Dieron a conocer que
quien había disparado a Dante es un efectivo de la Policía de Investigaciones (PDI). Se
trata de Luciano Sigulín, de 34 años. Especificaron que estaba de civil cuando mató a Dante
con cuatro disparos de su arma 9 milímetros reglamentaria.
La primera versión de los diarios rosarinos fue, como suele suceder, la versión que los
fiscales construyen a través del relato de la policía. Dijeron que Dante había intentado robar
a Sigulín, quien se aprontaba a subir a su auto junto a un joven de 15 años luego de visitar
a unas amigas del barrio. En ese momento habría sido interceptado por Dante, quien
supuestamente abrió la puerta del auto, se llevó un estéreo y otras pertenencias. El relato
oficial dice que hubo un enfrentamiento, desatado luego de que Sigulín se identificara como
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policía. Cuatro balas alcanzaron un cuerpo, y todas al mismo, el de Dante. Tres de frente y
una en la espalda. Pero en la escena del crimen, a pocos metros del cadáver, apareció una
pistola Bersa calibre 22, por lo cual el fiscal Miguel Moreno consideró creíble la versión del
policía y decidió dejarlo en libertad.
Ni Noemí, ni sus hijas, ni el resto de la familia Fiori, especularon con el paso de los días. El
viernes 17 de abril ya impusieron sus voces y salieron a decir que la muerte de Dante
escondía un caso de gatillo fácil. Por estos días, a más de seis meses del hecho, lo siguen
sosteniendo.
“No, no me tirés, ya fue, ya fue”, pidió Dante con las manos en alto al policía Sigulín, según
contó días después del hecho un vecino que, mientras aquella noche esperaba a su hijo
dentro de su casa, vio todo por la rendija de una ventana. “Este testigo se asomó y vio cómo
Sigulín ejecutó a mi hijo”, dice Noemí, quien dio vueltas por todo el barrio buscando
testimonios que se animaran a declarar, porque el fiscal Moreno había preferido quedarse
con el relato policial. “Señora yo vi todo, yo sé lo que pasó”, dijo la noche del asesinato de
Dante un hombre detrás de la cinta de seguridad que había tendido la policía. “Un milico le
pegó un empujón para que no diga nada y se fue asustado”, recuerda Noemí.
Los días siguientes al hecho, la familia Fiori hizo marchas en el barrio, pintaron las paredes
de la cuadra donde fue asesinado Dante, y hablaron con los vecinos. Así, comenzaron a
salir a la luz algunos relatos que por el miedo a las represalias se mantuvieron como
rumores. “Con el tiempo se van sabiendo las cosas, muchos vieron algo”, dice hoy Noemí,
convencida de que aquella noche Dante no había intentado robar y mucho menos llevaba
un arma de fuego. Cuenta además que otro vecino vio desde la terraza cómo el policía
manipuló el cadáver de Dante, dándolo vuelta de lado a lado reiteradas veces, y asegura
que también vio cuando le plantaba el arma a unos pocos metros. Noemí afirma que este
vecino sacó fotos, pero tampoco las entrega por temor a que se corra la voz en el barrio.
El relato que la familia Fiori logró construir dice que Dante pidió sin éxito que no le
dispararan, y ya herido intentó correr para el lado de calle Chacabuco. Pero cayó al suelo,
Sigulín lo alcanzó y lo remató. Luego lo arrastró nuevamente a la escena principal de los
hechos, donde el policía dice que tuvo lugar el intento de robo. “En el suelo estaba la botella
de vino, ¿cómo una persona va a robar con una botella en la mano, cómo abrió la puerta del
auto si estaba armado?”, cuestiona Noemí. No es la única pregunta que no tiene respuesta.
Supone que pudo existir algún tipo de relación entre Dante y Sigulín que desembocó en
aquel encontronazo. “Me comentaron que él hace años frecuenta el barrio, que le tenía
102
El episodio ocurrió en la mañana del pasado 10 de junio, cuando en la puerta del edificio de
la Fiscalía de Homicidios se concentraron distintas familias que denunciaban casos de
gatillo fácil, exigiendo entrevistas con el fiscal Miguel Moreno, que investigaba todos
aquellos hechos. Un grupo de manifestantes identificados con una organización de base
incendió un volquete de basura y unas cubiertas, por lo cual las familias que ya se habían
encontrado con el fiscal se retiraron del lugar. Sólo quedaba la familia Fiori, pero Moreno se
negó a recibirlos y el enojo fue aún mayor. De esa forma, el fiscal dio la orden que se
reprimiera la manifestación y las dieciocho personas fueron detenidas en la Comisaría 2da.
“No nos querían atender, pero nosotros seguíamos esperando, no tenemos bien en claro
103
que pasó”, comenta hoy Norma, tía de Dante y una de las afectadas por la represión policial
aquel día.
“Él dijo que va a seguir a juicio, que la causa no se cierra”, dice Noemí que le aseguró el
fiscal Moreno. La familia Fiori pide que al menos se detenga a Sigulín o se lo suspenda de
sus funciones, pero nada de eso ocurrió. La causa transcurre como uso de legítima
defensa, y el policía está libre, cumpliendo sus funciones en la PDI. “Moreno me dijo a mí
que las veces que yo quiera ir él me va a recibir, pero es siempre lo mismo. No hay
respuesta, no hay nada. Voy, hablo y siempre me llevo las mismas palabras”, agrega
Noemí. La última información brindada desde la Fiscalía, se condice con el estancamiento
que denuncia la familia de Dante. “Se esperan informes de pericias pendientes en la escena
del hecho, donde hay material probatorio de lo sucedido esa noche. Hay llamados al 911 y
testigos que dan versión de los hechos que están siendo corroboradas por pericias que se
realizaron en el lugar, y se evalúan nuevos testimonios”, explicaron.
La tía de Dante acompaña en las movilizaciones y comienza a conocer el mundo que gira
alrededor de los casos de gatillo fácil. “Sabemos que es complicado, por eso hemos ido a
hablar con los vecinos. Pero es difícil cuando se trata de un policía. Por eso la gente no
presenta las fotos que sacaron esa noche”, comenta Norma. Y agrega, desde una mirada
crítica, una realidad que a su vez se convierte el argumento que utilizan los fiscales para
explicar los pocos avances en las investigaciones: “Todos dicen, pero va de boca en boca, y
sabemos que es cierto, pero no sirve de nada así”. Los dichos que corren por el barrio, para
la familia Fiori son sustanciales y deben ser tenidos en cuenta, pero hasta el momento la
Fiscalía no repara en estos elementos. “Nosotros tenemos claro que si el fiscal quisiera,
citaría a cada uno de la cuadra a declarar. Pero Moreno la manda a Noemí a hablar con los
vecinos. Para nosotros no tiene la buena intención de que esto se aclare. Él encubre a la
policía y ese será su trabajo”, sentencia Norma.
Una familia que sigue transformando su inmenso dolor en lucha por el esclarecimiento de
los hechos, para acabar con la impunidad y determinar la responsabilidad estatal y para
conseguir una condena ejemplar para los agentes. Que a Joni lo mató la policía, no hay
dudas.
Con los primeros rayos de sol, Marcelo y María Elena comienzan a amasar su único
sustento económico: la harina para las tortas asadas que venderán durante el día frente a
su casa de barrio Tablada, en la zona sur de Rosario. El asador está ubicado casi en la
vereda, ahí donde Bulevar Seguí se corta con Ayacucho. En esa misma esquina, hace casi
un año, varios policías acribillaron a balazos a su hijo Jonatan mientras lavaba su auto.
105
Es media mañana y están esperando con el mate listo y las primeras tortas asadas. María
Elena invita a pasar a su hogar y Marcelo se queda con las brasas. El cambio de estación
complicó las ventas y la vida de la familia Herrera se hace todavía más difícil. El día trae un
poco de optimismo: parece que va a llover y eso ya es un alivio. “Vamos a tener que amasar
algunas más”, dice María Elena con una sonrisa en el rostro, confiada de que con el mal
clima se venderá algo más. Los hijos más chicos están en la escuela y los más grandes
trabajando. En el comedor hay unas pocas fotos y en casi todas está Joni: en una de ellas
se lo ve feliz junto a su hermano mellizo.
La familia es numerosa y muy unida. María Elena y Marcelo tenían nueve hijos, hasta que
cuatro agentes de la flamante Policía de Acción Táctica (PAT) segaron la vida de uno de
ellos con total impunidad. La fuerza había sido estrenada en septiembre para suplantar a las
federales que se retiraban de la ciudad. Joni tenía 23 años, un hijo de casi dos meses y
miles de planes. Era un pibe muy inquieto y con una gran familia que lo apoyaba siempre.
Hacía poco tiempo había comenzado a trabajar en Falabella y estaba contento porque iba a
cobrar su primer sueldo al día siguiente. Ese no era su primer trabajo: antes había pasado
por Briket, de donde lo echaron como a todos los jóvenes que usan las grandes empresas
por un tiempo hasta que prescinden de ellos, una de las tantas formas de precarización
laboral. Además de su paso por estas empresas, Joni y su hermano mellizo, Nahuel,
lavaban autos de la noche a la mañana frente a su casa. Ahí tenían todo, la bomba y los
tanques. Eso sí, la changa se hacía en la época en que no iban a la escuela. La prioridad de
la familia siempre fue que sus hijos estudien.
Esa insistencia de sus padres caló muy profundo en Joni, como en cada uno de sus
hermanos. Él había estudiado en la Escuela Naval y en mayo iba a ir a rendir a Buenos
Aires para embarcarse. Le había prometido a su madre que el trabajo era transitorio hasta
poder concretar su plan de embarcación. También se quería anotar en radiología. Según su
mamá, hacía todos los cursos que podía: decía que todo sumaba “para el currículum”.
María Elena cuenta que Jonatan era muy detallista y se arreglaba mucho. Entre sonrisas
recuerda varias anécdotas: “Cuando andaba de novio con Sabrina (la madre de su hijo), le
decía ‘a tal hora salimos’ y ella venía y estaba horas esperando porque él estaba en el baño
arreglándose… Peor que las mujeres”. La risa se le escapa en cada uno de esos recuerdos.
Cuando llegaba tarde a la escuela por la misma razón, decía que era por el colectivo: “Si él
no iba en colectivo, se iba caminando”, se ríe.
A Jonatan lo recuerdan como un pibe muy familiero y amigable. Pasaba horas tomando
106
mates y hablando con su abuela que vive a unas seis cuadras, a veces se quedaban hasta
la madrugada. Era muy unido a sus hermanos y a sus primos y por cada trabajo que pasó
se hizo de innumerables amigos y compañeros. En la escuela secundaria a la que asistió,
en Buenos Aires al 2700, un mural tiene estampado su rostro, su nombre y mantiene vivo el
recuerdo de un joven querido, uno de los tantos que son asesinados por las balas de las
fuerzas represivas.
María Elena recuerda cada detalle de ese 4 de enero de 2015. Esa mañana fue al
dormitorio y vio a todos sus hijos durmiendo, Joni entre ellos. Era domingo y con su marido
fueron a la iglesia evangélica, como era costumbre. Volvieron pasado el mediodía y antes
de que cierre el supermercado del barrio fue a comprar para hacer la comida. Estaba por
cocinar pero Marcelo le insistió para ir a lo de su madre, donde seguramente iba a estar
toda la familia, como casi todos los domingos. Ella despertó a sus hijos pero Joni, Leandro y
Federico -un sobrino que estaba en su casa- se quedaron durmiendo. Alrededor de la una y
media Jonatan la llamó preguntando por otro de sus primos, María Elena le dijo que no
estaba y le insistió para que fuera a comer el asado. Pero él tenía otro plan para ese día: se
iba a encontrar con compañeros y compañeras de la Escuela Naval en el Parque España
para pasar la tarde. En ese momento llegó Sabrina con su pequeño hijo, Ciro. Entonces
Joni decidió quedarse y se puso a lavar el auto junto a su primo y su hermano.
Mientras tanto, a unas cuadras, un joven que había robado una juguetería en San Martín al
3500 fue divisado por dos efectivos del Comando Radioeléctrico que comenzaron a
perseguirlo por Seguí. Cuando el pibe llegó a Alem se cayó de la moto que manejaba -una
Zanella 50cc- y uno de los agentes, una mujer rubia, le apuntó con el arma, pero el joven
igual se escapó; los policías lo corrieron a los tiros hasta que cayó en la puerta de la casa
de la familia Herrera. Lo tiraron al piso y lo redujeron debajo de una galería que da sobre el
pasaje Villar. En ese momento, Leandro y Federico que también estaban lavando el auto se
metieron adentro de la casa, igual que Sabrina -que de la desesperación no llegó a entrar al
bebé y lo agarró una vecina-. Joni justo iba a prender la bomba y quedó del otro lado:
apremiado por la situación se agachó e intentó resguardarse detrás de un pequeño árbol
que está frente a la casa, sobre Ayacucho. En ese momento, cuatro efectivos de las PAT
que volvían del rally Dakar, que ya no estaban en funciones, obligaron al chofer de la línea
133 a ir hasta la esquina de Ayacucho y Seguí, bajaron y sin mediar palabras comenzaron a
dispararle a Jonatan. Fueron más de veinte tiros, en su cuerpo dieron tres. Uno en su
cabeza. Lo primero que hicieron los policías -Ramiro Rosales, Francisco Rodríguez, Luis
107
Sosa y Alejandro Gálvez- fue juntar las vainas. “Podrían haber matado hasta al bebé… Es
algo que vieron todos los vecinos -relata con voz rasposa, María Elena-. Hay una testigo
que justo va a la estación a comprar cigarrillos y cuando cruza le grita: ‘¡Joni, tirate al suelo,
tirate al suelo!’, y él no atinó a tirarse al suelo, estaba en cuclillas y se quedó quietito (ella
me decía que estaba asustadísimo) y ahí le empiezan a disparar”.
En la galería de la casa, el otro pibe siguió reducido, estaba herido de bala en una pierna, y
pudo escuchar todos los disparos. Eso es lo que ratificó en su declaración como testigo. Los
hechos desmienten todas las versiones oficiales: los efectivos de las PAT no se tirotearon
“con un ladrón”, como reprodujeron los principales medios sin verificar si el relato tenía algo
de lógica. Ni siquiera vieron al joven tirado en la galería: en el medio había una mesa de
madera, el auto blanco que estaban lavando, los tanques de agua y la bomba y algunas
maderas. Además, desde ese lugar es muy difícil que hayan querido disparar hacia el lugar
donde el otro joven estaba tirado y ya había sido reducido. “No le dijeron ‘¡quedate quieto o
te disparamos!’ o ‘poné las manos arriba y salí’; directamente bajaron y le tiraron más de
veinte tiros. Había un pedazo de cuero cabelludo pegado en la pared, había marcas de tiros
en el parrillero que teníamos ahí, en el árbol que estaba todo marcado por las balas”. Es el
relato del horror que le toca contar a su madre y a su familia, que no se calla y que no se
cansa, para contrarrestar la tergiversación de los hechos.
Eso no fue todo. La policía “rubia”, que según la familia nunca fue investigada por su
accionar en los hechos, quiso cambiarle el arma al pibe que estaba en el suelo: “Le querían
echar la culpa de haberle disparado a Joni y a un policía que estaba herido en la pierna… Y
Joni estaba acá a la vuelta, tirado, nada que ver; a menos que ahora tengan balas que
doblan”, explicó indignada. Sabrina, Leandro y Federico pudieron ver desde la ventana de la
casa cómo los policías le intentaron plantar el arma al joven, pero los mismos vecinos no se
lo permitieron.
“¡Qué hicieron, mataron un pibe bueno!”, gritaban y puteaban los vecinos de la cuadra ante
semejante situación. Esa misma mujer, la policía, comenzó a gritarles y a enardecer aún
más el clima.
Elena estaba sentada en la puerta porque en la casa eran casi cincuenta. “¡Mami, mami,
vení que a Joni le pegaron un tiro!”, le gritó a su madre que no podía entender -no quería
entender, diría después-. Fueron todos hasta el lugar, incluso los vecinos. Cuando llegaron,
María Elena vio al otro pibe que estaba tirado y pensó que era su hijo. Se dirigió a la policía
“rubia” y le dijo: “Dejame pasar, es mi hijo”. La mujer le dio un empujón y la tiró al suelo. Los
vecinos se indignaban cada vez más. En pocos minutos llegaron alrededor de cien policías
y los presentes reaccionaron tirando piedras y puteando ante la prepotencia del accionar
policial y por la falta de la asistencia médica urgente para Jonatan. La represión con balas
de goma fue la respuesta inmediata.
Jonatan Herrera murió a los quince minutos de llegar al hospital. Había recibido tres
balazos: uno en el muslo izquierdo, otro en el pie derecho y el mortal fue directo en la
cabeza. Todos los disparos fueron de nueve milímetros y todas las armas de los policías
habían sido disparadas.
Marcelo es callado. Parece cumplir con esa premisa de que la procesión va por dentro. Su
tamaño contrasta con el de María Elena, una mujer pequeña, pero con una fuerza inmensa.
Ella no se calla nunca. Los dos tienen un motor gigante que es la familia que siempre los
está acompañando. Hermanos, primos, tíos… Todos están en cada lucha, para recordar a
Joni y exigir justicia.
A diferencia de la mayoría de los casos de gatillo fácil, con Jonatan no pudieron instalar la
coartada del enfrentamiento. La estrategia fue distinta: los policías se estaban tiroteando
con un ladrón y Joni la ligó de rebote. Esa fue la versión oficial. Eso dijeron el fiscal de
Homicidios Adrián Spelta, la policía y lo repitieron los medios rosarinos desde el primer
momento. Todos los testimonios de vecinos y de uno de los testigos clave de la causa, el
joven que había asaltado la juguetería, contradicen a los policías. El pibe ya había sido
reducido y él mismo dijo haber escuchado la ráfaga de disparos que venía del otro lado de
la casa. Es decir que los agentes de la nueva fuerza de seguridad provincial, la PAT, no
fueron un refuerzo del Comando Radioléctrico en medio de un tiroteo, sino que bajaron del
colectivo y dispararon más de veinte tiros hacia el lugar donde Jonatan intentaba
resguardarse. La vecina que había ido hasta la estación de servicio pudo dar cuenta de la
falsedad de ese relato. Ella vio que no existió tal enfrentamiento y que los policías, sin dar
siquiera un grito de alerta, dispararon sobre un pibe de 23 años.
109
El caso tuvo varios vaivenes y las irregularidades aparecieron desde la primera hora. A una
semana de los hechos, el juez Gonzalo López Quintana ordenó la detención de los cuatro
agentes de la Policía de Acción Táctica. Las armas de los policías fueron peritadas y la
conclusión a la que se arribó fue que todas tuvieron participación en los hechos. Es decir
que todos los agentes habían disparado. Fueron más de veinte tiros. Pero según el peritaje,
sólo se pudo determinar el autor de uno de los disparos que dieron en Joni. Ramiro Rosales
fue el oficial que acertó en el muslo del joven. La figura que recae sobre Rosales es la de
homicidio calificado, mientras que al resto de sus colegas se les adjudicó el mismo delito
pero en “tentativa”. El origen del tiro mortal, el que le reventó el cráneo, no pudo ser
determinado ya que, según las pruebas de balística, el plomo de la bala quedó totalmente
destruido. En ese momento, la familia se mostraba muy conforme con la decisión del juez
de encarcelar a los policías. “Yo ahora no les creo nada”, dice por estos días María Elena.
La defensa de los otros tres agentes -Francisco Rodríguez, Luis Sosa y Alejandro Gálvez-
intentó desde el primer momento volcar toda la responsabilidad en Rosales y exigir la
prisión domiciliaria de los acusados. Según ellos no existen pruebas suficientes para
incriminar a sus defendidos y además se sirven de la indeterminación de la bala que dio la
muerte. Sin embargo, las primeras pruebas demostraron que todas las armas habían sido
disparadas: cualquiera de ellos puede ser el autor de ese disparo. Los agentes no dudaron
desde entonces incriminar a Rosales como el único responsable, incluso adjudicándole la
incitación para que disparen sus armas.
En un primer momento, la querella de la familia estaba representada por los abogados Paul
Krupnik y Gustavo Feldman. Según María Elena, éste último se acercó a la familia luego de
los hechos y les ofreció su patrocinio. La relación fue tensa desde entonces: si ellos no
llamaban a los abogados, no eran notificados sobre el desarrollo de la causa y a veces eran
avisados sobre las audiencias con apenas pocas horas de anticipación. La paciencia llegó a
su fin cuando la familia se acercó a la Fiscalía para estar presente en la audiencia donde se
iba a revisar la prisión preventiva de los acusados por el delito de tentativa de homicidio.
Ese día, 26 de septiembre, descubrieron que hacía diez días uno de los acusados -
Alejandro Gálvez- había sido beneficiado con la prisión domiciliaria. Ni sus abogados ni el
fiscal Adrián Spelta, con los que habían estado en comunicación en varias ocasiones en ese
lapso de tiempo, los habían notificado de la audiencia donde se definió que ese policía
podía irse a su casa. La indignación y la bronca de la familia se hizo escuchar. María Elena
denunció frente a las cámaras que estaban presentes la complicidad de la Fiscalía y el
accionar sospechoso de sus propios abogados.
110
Esa no fue la única irregularidad. Ese mismo día, en la audiencia express que fue
suspendida por el juez, María Elena y una de sus hijas reconocieron a dos de los abogados
defensores de los policías que habían estado en su casa días atrás haciéndose pasar por
peritos de la Fiscalía. La abogada Sara Marcos se presentó, “con nombre y todo”, en la
puerta de la casa y le explicó a la madre de Jonatan que habían ido por un peritaje. María
Elena primero les recriminó que después de ocho meses recién se acerquen a tomar las
pruebas; pero después les mostró y explicó todo con detalles: dónde estaba su hijo; dónde
estaban el auto, la mesa, los tanques, la bomba; dónde habían pegado los tiros. “Les
muestro todo y les digo todo. Incluso me quedé pensando que me había olvidado de
decirles que en frente tiene un balazo el vidrio, ellos ya se iban, me cruzo y les digo eso. ‘Sí,
sí -me dice el abogado-. Quedate tranquila, va a salir todo bien’. Me agarra la mano y me
dice eso, yo no sabía nada. Eran los dos que van ahora a las audiencias. Nunca me dijeron
que eran los abogados de los policías”. El relato, con cada detalle, es una muestra de las
irregularidades y de la impunidad con la que se manejan hasta los propios abogados. Otro
de los defensores de los policías es el también cuestionado José Luis Giacometti, quién
desde el primer momento se encargó de instalar en los medios que los policías no tuvieron
intenciones de matar, que fue por falta de experiencia. Además, Giacometti tiene un pasado
reciente como comisario en dos regionales del Gran Rosario y como policía defendió
públicamente la “mano dura” para “combatir la delincuencia” en las villas.
“No necesitas tener experiencia, vos ya vas con la intención de querer matar. Yo le doy un
arma a mi hijo y no la va a disparar… Porque Jonatan quería meterse en la policía -cuenta
María Elena-, pero yo se que él no hubiese disparado. Esos policías nunca van a vivir
tranquilos, teniendo en la conciencia que mataron a un pibe inocente, así haya sido un
111
ladrón de primera, no hay derecho de matar a una persona por matar, le tenés que dar la
oportunidad”. Las palabras salen entre lágrimas: “Así como hicieron con mi hijo pudo haber
pasado cualquier cosa… Acá siempre está lleno de chicos, acá siempre están los amigos…
Estaba el bebé”.
María Elena sostiene que durante más de ocho meses no se hizo nada y se perdieron
muchas pruebas. A la vecina que presenció los hechos nunca la llamaron a declarar, la
cámara de seguridad de la esquina (un domo que está en Ayacucho y Seguí) no fue
peritada para determinar si había sido alterada -ya que sólo filmó cuando los policías se
acercan a Jonatan, luego de los disparos, según la Fiscalía- y en todo ese tiempo se dilató
la causa y se intentó acordar un camino más corto que garantiza la impunidad y el
encubrimiento. Además hubo otros testigos a los que nunca se citó (como el chofer de la
línea 133) y otros que no se animan a declarar porque está involucrada la policía. “Uno tiene
fe en la Justicia y te das vuelta y te clava un puñal por la espalda”, sostuvo decepcionada.
María Elena y Marcelo son fuertes y están bien acompañados. Todos sus hijos, primos y
parientes están presentes en cada ocasión. Algunos de ellos siguen soportando con su
cuerpo las consecuencias de aquel fatídico 4 de enero. Leandro vio a su hermano
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agonizando cuando salió de la casa. Tenía 16 años y no puede borrar esas imágenes de su
mente… Y los recuerdos, en ocasiones, se transforman en un llanto incontenible. Su primo
Federico, que tiene casi la misma edad, sufre ataques desde ese día y necesita atención
médica. La vida de todos ellos está marcada, hay un antes y un después. Nahuel prometió ir
a rendir para embarcarse y así hacer efectivo aquel plan de navegante de su hermano
mellizo.
Pero tanto dolor, tanto sufrimiento, tanto atropello, impunidad e injusticia se transforma en
combustible para seguir luchando por Joni. Ellos aprovechan cada espacio y cada ocasión
para visibilizar lo que pasó y exigir justicia. Así fue que María Elena y Marcelo viajaron al
Encuentro de Mujeres de Mar del Plata para llevar su caso y siempre están presentes en
otras luchas o acompañando a otros familiares.
Tienen bien en claro que sin movilización, sin salir a la calle, la impunidad está garantizada.
Claro que todo esto significa un sacrificio enorme para la familia, pero se las arreglan: el
objetivo es desandar el camino de injusticia que se trazó durante casi un año.
La mirada de María Elena a veces va más allá de su situación y demuestra un alto grado de
desesperanza y a la vez de conciencia. “Tengo como una rabia por dentro, no sé cómo
explicarlo”, dice ofuscada, y agrega: “Es difícil que cambien las cosas, porque si no hay más
robos, si no hay más asesinatos, no vivirían los abogados, los fiscales y menos los jueces;
porque viven de todo eso… Los jueces, la policía… Ellos están viviendo a costilla del dolor
de los demás; agarran plata, pero todo manchado con sangre… Ellos viven del dolor
nuestro”.
“El barrio más peligroso de Rosario”. Ese fue el mote con el que varios medios nacionales
describían a Tablada hace unos años. Cada tanto reaparecen ese tipo de menciones.
Quizás, los que viven del dolor ajeno, encuentran en esos titulares la legitimación para su
accionar que tantas veces significa terminar con la vida de pibes jóvenes y pobres de los
barrios populares de la ciudad.
Se está por cumplir un año del asesinato de Joni y la incertidumbre es grande. La familia no
afloja en la lucha y está bien acompañada. Pero del otro lado están las fuerzas represivas,
el Estado y la justicia provincial haciendo todo para que la causa tenga el menor impacto y
la salida sea la más corta y conveniente.
Jonatan no quedó en el medio de un tiroteo como instalaron en los medios las fuentes
113
oficiales. Fue asesinado por cuatro policías que bajaron de un colectivo cuando estaban
fuera de servicio. No estaba en el medio de un tiroteo como sostienen los policías. Fue
asesinado a varios metros de donde se encontraba ya reducido el pibe al que acusaban de
robar una juguetería. No quedó en el medio de un tiroteo como suscribió la Fiscalía. Lo
asesinaron sin mediar palabras, sin un grito de alerta, a plena luz del día, frente a su casa,
donde estaba con su hermano, su primo, su novia y su pequeño hijo. No quedó en el medio
de un tiroteo… No. Estaba en el medio de la vida y cuatro asesinos se la arrancaron con
una ráfaga de plomo.
114
Los tiros no salen por la culata
Maximiliano Zamudio fue asesinado en barrio Tablada por un prefecto que está libre y
continúa trabajando. Cambian nombres, escenarios y hechos. La historia insiste en
repetirse.
Hay globos azules y amarillos. Los llevan los más chicos en sus manos. Es el cumpleaños
de Maxi y es un motivo para volver a encontrarse. Dos pibitos con ropa de Batman caminan
y al rato corren. Uno, coloradito y pecoso, lleva una remera turquesa chillón que simula el
disfraz del superhéroe de los cómics. Otro, morocho y con un pelo corto que desprende un
par de mechas largas de atrás, lleva una capa con el símbolo del murciélago. Pero no hay
aire de cumpleaños. Los niños no juegan. El color de los globos y de los chicos contrasta
con el gris de las tumbas y las paredes gastadas del último rincón del Cementerio La
Piedad, donde está enterrado Maximiliano Zamudio. Tenía 16 años cuando un agente de la
115
Prefectura lo asesinó a balazos el 27 de mayo del 2015 en un angosto pasillo del barrio
Tablada. Es 9 de mayo y Maxi debería estar festejando sus 17, pero su mamá, su abuela,
sus hermanos, primos, tías y amigos se conforman con rodear su tumba con los colores de
Rosario Central y escuchar una y otra vez la misma cumbia que suena desde un celular.
“Sabés que te extraño, a veces me parece oír tu risa”, dice la canción de La Liga que suena
en forma repetida. “Dicen que en el cielo uno es feliz, no existe la tristeza”, continúa. La
frase también se ve pintada con aerosol en una de las paredes del cementerio. La letra es
de Omar Roldán, pero La Liga la popularizó en cumbia y es una especie de himno que se
usa para recordar a los pibes y las pibas que por distintos motivos fueron muriendo. Este
rincón de La Piedad tiene la particularidad de amontonar las tumbas de muchos pibes
jóvenes muertos en los últimos tiempos. Las dedicatorias pintadas en las paredes del
cementerio dan cuenta de esos pequeños rituales en donde amigos y familiares pasan
horas en fechas especiales o cualquier día en el que invadan las tristezas, los recuerdos o
las simples ganas de compartir algún momento.
María es la mamá de Maxi. Está siempre dispuesta a hablar y contar lo que le pasa a ella y
su familia desde el asesinato del chico. Y cada vez que habla vuelve sobre lo mismo. Que
quiere justicia por su hijo, que el fiscal Miguel Moreno sólo escuchó la versión del prefecto y
su único testigo, que los testigos presentados por ella no fueron tenidos en cuenta y, sobre
todo, que pasa el tiempo y todo sigue como si nada. Lo único que se sabe con seguridad es
la irreversible ausencia de Maximiliano.
Cuando habla de su hijo, María cuenta que era cariñoso pero antes aclara: “No es porque
sea mi hijo”. Las madres de los pibes que matan las fuerzas de seguridad no tienen la
libertad de muchas otras madres a la hora de hablar de las cualidades de sus pibes. Porque
suele aparecer algún fiscal que habla de antecedentes penales o de algún tipo de hecho
como si así se pudieran justificar los asesinatos. Porque los prejuicios y las
estigmatizaciones pegan fuerte y de cerca también a las familias de estos chicos. Entonces
María cree que hablar del amor que se tenían puede parecer un intento de eludir la realidad
que vivía Maxi: su paso por el Juzgado de Menores por haber disparado un arma de fuego,
su asistencia a una escuela especial por un retraso mental que le impedía cursar a la par de
los chicos de su edad, y la necesidad de mudarse a Tío Rolo, el barrio de su abuela, para
poder evadirse de los conflictos con otros pibes de Tablada.
Pero María – madre y padre de Maxi según dice- supera ese temor y entonces cuenta que a
116
Maxi le gustaba que le acaricien el pelo y le rasquen la cabeza para dormirse. Que era “muy
pegado” a sus hermanos y que ellos, todos chiquitos, hoy preguntan por él. Cuenta que en
la escuela lo querían mucho y que su travesura habitual era treparse a un árbol para
encender el reto de las maestras. Una de ellas, la señorita Analía, firmó una foto con Maxi
en la que dedica: “Fuiste un gran alumno, avanzaste un montón este año. Te deseo lo mejor
para el año que viene. Sé que hiciste un gran esfuerzo este año para avanzar y eso me
llena de orgullo. Te quiero mucho”. María muestra las fotos de Maxi, recuerda, habla y
destierra así el miedo al discurso que dice que “cuando los mata la policía resulta que eran
todos buenos”. Maxi tenía humanidad, y no se la quitaron sus errores o sus aciertos. Fueron
las balas de un empleado de la Prefectura Naval.
Un yogur en el pasillo
La calle Patricias Argentinas es tan angosta que podría definirse como pasillo. Nace a la
altura 200 de la Avenida Uriburu y se extiende unos trescientos metros en línea recta hasta
que se vuelve una curva que rodea un par de viviendas precarias. Los primeros metros de
la calle, que sigue la altura 4300 de calle Colón, forman el escenario en el que los vecinos
de barrio Tablada levantaron pequeñas casas de material con techos de chapa, ladrillos
vistos con poco revoque, y pequeños almacenes que venden por la ventana. En ese lugar
nació y se crió Maximiliano. Y en ese mismo pasillo lo mató el cabo de Prefectura Ariel
Fernando Condori, de 32 años.
Cuando mataron a Maxi, María se mudó a barrio Tío Rolo, en el extremo sudoeste de la
ciudad, junto con su hermana y su madre, buscando una manera de poder seguir con su
vida. Cada vez que vuelve al pasillo de Patricias Argentinas se cruzan tantas sensaciones
que no sabe si quiere irse o quedarse. Pero siempre decide quedarse, al menos por un rato,
para volver a contar y explicar lo que vio el día que mataron a su hijo. Asumió, por la fuerza,
que detallar lo que vio aquella noche de mayo es una de las pocas herramientas que tiene
al alcance para declinar la versión policial que hasta el momento conforma al fiscal Miguel
Moreno.
fuego. Pero quedó en libertad. Desde la Fiscalía explican que no hay “peligro de
entorpecimiento probatorio, ni peligro de fuga ya que fue el propio imputado quien se puso a
disposición de la Fiscalía desde un primer momento”. El prefecto sigue cumpliendo
funciones y desde la Fiscalía destacan que siempre avisa cuando le toca ir a trabajar a otra
provincia.
María cree que hay una inclinación del fiscal a creer en la versión de Condori y eso se
refleja en la situación actual del prefecto. Desde un principio el agente sostiene que hubo
intento de robo y que disparó para defenderse. Eso pareciera alcanzar para marcar un piso
en la investigación. Por eso la Fiscalía lo deja en libertad y explica que el paso siguiente es
“determinar si la acción fue justificada o no”. Se investiga la responsabilidad penal, para
saber en qué contexto Condori asesinó a Maximiliano. En la escena del crimen no se
encontró ningún arma de fuego además del Smith & Wesson calibre 40 que llevaba el
prefecto, que no es la reglamentaria pero sobre la cual el agente presentó sus documentos
de tenencia y portación.
Este aspecto rompe la posibilidad de que exista una hipótesis de enfrentamiento –la más
utilizada por la policía cuando mata- porque el otro elemento secuestrado, que -según el
prefecto- usó Maxi en el supuesto intento de robo, es una culata de madera de un rifle de
aire comprimido sin caño. Es decir que aquella noche solo se disparó un arma y es la de
Condori: los tiros no salen por la culata. El fiscal Moreno no ahonda en el contacto con la
118
Tanto María, como su abogado Marcos Cella y los vecinos que salieron como testigos,
brindan una versión totalmente diferente. Es cierto que Condori entró al pasillo manejando
un Falcon, y es cierto que se topó con Maximiliano. Pero lo que dicen los testigos es que el
prefecto llegó solo -ante el asombro de los vecinos que no entendían qué hacía un auto tan
grande en un pasillo tan angosto- y que llamó a Maxi. El chico se arrimó al auto y a los
pocos segundos el prefecto le dio un primer disparo.
María dice que vio cuando Condori remató a Maxi en el suelo. Y que pudo reconstruir con
los vecinos algunas partes del breve diálogo que tuvieron segundos antes de que el
prefecto gatillara. “Maxi salía de la casa de mi hermana, lo llama este muchacho y le
pregunta dónde venden droga y Maxi le dijo que no sabía y se volvió para la casa de mi
hermana. El tipo lo vuelve a llamar y cuando Maxi se da vuelta le pega dos tiros en el
pecho”, cuenta Maria. “Yo escucho el ruido y voy, cuando me estoy acercando él se baja del
auto, le pega a maxi una patada en la cabeza y le da un tiro en la cabeza”, agrega.
“No sé con qué autoridad me dijo gorda porque él no me conoce”, dice María afirmando que
nunca había visto a Condori pero que a partir de ese momento su cara le quedó grabada.
Los minutos siguientes fueron un caos en el barrio. “Lo entré a correr, quiso sacar el auto
pero como no pudo salió a correr con el arma en la mano y disparaba para arriba. Llegó a
un pasillo y se metió a una casa. Le dije al muchacho de la casa que lo saque porque había
matado a mi hijo y cuando salió agarré un palo y le di por todos lados”. María asegura que,
de haber podido, hubiera matado al prefecto.
119
– Me mató a mi hijo – le dijo María al policía que instantes después llegó a bordo de un
patrullero y se llevó a Condori.
A Maximiliano lo llevaron en un remis al hospital Roque Sáenz Peña, donde llegó muerto.
Los vecinos, por su parte, prendieron fuego el Ford Falcon blanco que había quedado
atascado en el pasillo. María no se acuerda de ese episodio, coincide en que seguramente
ocurrió cuando estaba camino al hospital y coincide también en que prendiendo fuego el
auto se pudieron haber perdido evidencias fundamentales.
Ese día Maxi se había levantado a las 12 del mediodía diciendo que tenía hambre. Comió y
avisó que se iba a ir a lo de su abuela en Tío Rolo, pero finalmente se quedó en Tablada.
Pasó la tarde con su primo y los videojuegos, y llegada la noche miró unos pocos minutos el
partido de River con el Cruzeiro de Brasil por la Copa Libertadores. No le dio demasiada
importancia porque no estaba en cancha su Rosario Central. Entonces salió a la calle. Lo
último que hizo fue comer un yogur comprado en una de las almacenes del pasillo. El
alboroto en ese rincón de Tablada por el asesinato de Maxi se mezcló con algunas bombas
que sonaron después de cada uno de los tres goles que River metió esa noche.
El ahogo de María
Las diferencias entre cada relato repercuten en la causa y la llenan de dudas. Desde la
Fiscalía brindan poco material sobre el caso y al paso del tiempo la información sigue
siendo la misma. “El fiscal estudia el resultado de pericias de planimetría y el cotejo
balístico”, indican desde el Ministerio Público de la Acusación a la vez que agregan que la
pericia balística y la autopsia constataron que Maximiliano tiene dos disparos que van de
abajo hacia arriba. “Por lo que se cree que los disparos salen desde adentro del auto con el
imputado sentado”, aseguran. María sigue insistiendo en que son tres disparos. Y la poca
información que otorga Moreno es la misma para la familia Zamudio que para la prensa.
Descuidos, contradicciones o información falsa: el manto de dudas continúa.
– No es mi hijo ese.
– Sí es su hijo señora.
– No es mi hijo te estoy diciendo.
– Bueno, para mañana quiero una foto de él.
María recrea un diálogo con Moreno que parece de película. No puede entender cómo el
fiscal le muestra una foto de otra persona, le habla de un apodo que no era el del chico y
que además le discute cuando ella le asegura que el pibe de la foto no es Maximiliano. “Si
estuviera investigando bien no le daría a la madre una foto que no es del chico. Yo parí a mi
hijo y sé cómo era”, cuenta María. También se pregunta por qué Moreno investiga tanto al
chico que mataron y no al prefecto que mató. “No mató a un perro, mató a un nene de 16
años. En vez de investigar a mi hijo y a mí, el fiscal tiene que investigar a él, no a nosotros
que somos las víctimas”, dice María. Al respecto de este punto de la investigación, desde la
Fiscalía explican: “Se pidió informes para cotejar algunas versiones sobre la forma de
manejo de Zamudio”.
Más allá de que sea necesario conocer los movimientos de las víctimas y los victimarios,
este punto da la pauta de que el piso más sólido de la investigación de Moreno es la
declaración de Condori en la que Maximiliano aparece como un ladrón. Pareciera que para
el fiscal no hay dudas. “Moreno me dice que mi hijo quiso robar”, explica María y saca sus
conclusiones: “Como que me dio a entender que qué justicia quiero para mi hijo si él quiso
robar”.
María dice que no sabe si Maxi conocía a Condori, si tenían algún tipo de relación como la
que suelen tener algunos policías con los pibes de los barrios a los que usan de mano de
obra barata para que funcionen sus pequeños kioscos. Sí sabe que la policía tenía marcado
a Maxi: “Los de la 11 lo tenían cansado, siempre se lo llevaban por averiguación de
antecedentes”. La Comisaría 11 está a unas cinco cuadras del pasillo donde ocurrió el
asesinato.
Las sospechas que tiene la mamá de Maxi son contundentes, pero serán solo sospechas en
tanto no tengan lugar en la investigación de la Fiscalía. María presentó ante Moreno el
testimonio de la ex pareja de la mujer a la que supuestamente Condori acompañó aquella
noche al pasillo de Patricias Argentinas. El hombre asegura que el prefecto le pagó quince
mil pesos a la mujer para que declare a su favor. “¿Quince mil pesos vale la vida de mi
hijo?”, se pregunta María. También dice que en el barrio se rumorea que en distintas
oportunidades vieron a Condori dando vueltas por el pasillo y hablando con la gente.
121
La familia Zamudio pone sus esperanzas en una causa que avanza poco. Su abogado la
cita a reuniones para ponerla al tanto pero se las suspende en la puerta de su oficina, y los
meses pasan y las novedades no llegan. Marcos Cella dio declaraciones públicas sobre el
caso apenas dos días después del hecho, donde decía: “Es parte de la puesta en escena
que este hombre dijo que llegó acompañado por una mujer, al solo efecto de meter un
testigo que no tiene”. Ese día también habló del arma plantada y negó que Maxi haya
estado con un amigo. El paso del tiempo alejó a Cella de la familia aunque sigue siendo el
abogado que representa a la querella.
Los obstáculos, entonces, no son sólo por parte de la Fiscalía. María y sus familiares
transcurren en soledad lo que es el primer año desde que asesinaron a Maxi. Cuentan que
quieren juntarse con otros familiares de víctimas de gatillo fácil para caminar juntos lo que
queda por venir. La foto de Maxi ya está en una remera, estampada, y María reitera cada
vez más seguido que quiere hacer algo para que el nombre de su hijo esté presente en
alguna movilización, y exigir lo que necesita: que investiguen el crimen.
“Siento que está arreglado, que algo está fallando que el fiscal no quiere investigar.
Queremos que Moreno se ponga una mano en el corazón y que investigue”, apunta María.
Como esperando que en algún momento sus palabras dejen de ser solo deseos. Que se
haya constituido como querellante en la causa es al menos una manera de asegurarse que
será difícil cerrar la causa. “Yo le voy a dar hasta lo último. Ellos piensan que yo voy a bajar
los brazos. Me están ahogando pero yo sé que voy a salir adelante. A veces tengo trabas,
pero con lluvia o tormenta yo me voy a Tribunales y eso le molesta a Moreno, porque
siempre me ve ahí”, cuenta María.
En el barrio Tío Rolo las cosas parecen estar más tranquilas. De a poco, haciéndose un
lugar en lo que era la habitación de su hijo asesinado, María se va acomodando en el barrio
al que tuvo que mudarse. Por miedo y por el disgusto de esos recuerdos que siempre
llegan, pero que a la distancia quizás duelan un poco menos. Intenta reconstruir su vida, y
explica que cuesta mucho. Ahora lleva en sus brazos un bebé de menos de un año, que se
llama Maximiliano, como su hermanó que ya no está. María espera que el niño pueda
crecer con la calma que, a veces como limosnas, puede dar la justicia cuando se vuelve
real.
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El chula, los vecinos policías y la muerte
Hace un año mataban a Facundo Cárdenas, de 20 años, a una cuadra de su casa en barrio
San Francisquito. El hecho no está esclarecido y su familia habla de dudas en la
investigación. La historia de un pibe más que salió del Instituto de Recuperación del
Adolescente de Rosario para morir al poco tiempo.
Barrio San Francisquito, zona sudoeste de Rosario. Corría la noche del 14 de octubre de
2015. Hacía varias horas, cerca de las cuatro de la tarde, habían matado a Facundo
Cárdenas, el Chula, de 20 años. Sus amigos estaban en una esquina del barrio, con más
silencios que diálogos, recordando al pibe que jugaba de nueve en los torneos barriales. Un
patrullero frenó en la misma esquina y se encendió el altavoz, del cual se escucharon risas
y burlas. Hacían referencia al Chula, claro. Porque lo conocían, porque era del barrio, y
porque hasta ese día había podido robar muchas veces sin que lo alcanzara la ley. “Chorros
de mierda”, dicen los testigos del crimen que aquella tarde gritó, antes de gatillar, uno de los
123
dos policías involucrados en el hecho. Ese día a Chula tampoco lo alcanzó la ley. Sí las
balas policiales.
El día siguiente los medios de comunicación no dudaron en decir que el chico había muerto
como resultado de un enfrentamiento por intento de robo. Porque es la versión que ofreció
la policía involucrada en el hecho y porque es la versión que siguió el fiscal del caso, que en
ese entonces era Rafael Coria, de la unidad de Homicidios. Y, además, porque esta vez la
ecuación cerraba redonda: el Chula tenía antecedentes y había estado en el Instituto para la
Recuperación del Adolescente de Rosario. El famoso IRAR, esa cárcel para menores de la
cual los pibes se van con más chances de morir que de vivir. En los últimos seis años más
de 55 chicos que pasaron por esa institución provincial, fueron asesinados al poco tiempo
de salir según relevan desde el Colectivo de Investigación Militante sobre los Jóvenes y el
Poder Punitivo.
Los otros días, las otras semanas, y los otros meses después del hecho, los medios de
comunicación no volvieron a hablar del caso. No siguieron la investigación, que ahora está
en manos de otro fiscal de Homicidios, Florentino Malaponte. Tampoco difundieron la voz
de los familiares y vecinos que ofrecen otra versión, que no niegan que Chula haya estado
robando ese día, pero dejan ver algunas inquietudes sobre lo sucedido. Es que no se
pueden cubrir los cientos de asesinatos de jóvenes menores de 25 años ocurridos en
Rosario en los últimos dos años. Y menos cuando el que mata es un agente de la policía. Y
mucho menos cuando el que muere, efectivamente, era un pibe que robaba.
La versión que brinda la Fiscalía de Homicidios es que esa tarde Chula iba en moto con un
compañero de andanzas, Leonel T. de 17 años. Que los dos chicos bajaron de la moto y
encararon a dos personas, policías de civiles, que estaban parados en la puerta de la casa
a punto de salir en moto. Que les quisieron robar las motos, y que para imponer miedo
Chula le pegó con su arma un culatazo en la cabeza a uno de los policías. Cuando los
agentes se identificaron, dice la versión del fiscal, los chicos partieron en moto disparando
para atrás. Ahí fue cuando los dos agentes, uno de la Policía de Acción Táctica, y el otro del
Comando Radioeléctrico, comenzaron a tirar. Así se explica el supuesto enfrentamiento del
cual resultó muerto Facundo Cárdenas y herido de gravedad el otro chico. Los dos policías,
que habían llegado al barrio hacía dos semanas, quedaron ilesos y listos para mudarse del
barrio esa misma noche.
Estos relatos son supuestos, porque lo que ocurrió esa tarde nunca fue esclarecido. La
Fiscalía de Homicidios informa por Whatsapp sobre los homicidios por los que nadie
124
pregunta. Y dicen poco. Sobre el asesinato de Chula, indican que Malaponte continúa
manejando la única línea concreta de la investigación. Tomó algunas declaraciones y
agendó nuevas medidas de prueba para analizar la posibilidad de producir otra hipótesis.
Los dos policías involucrados ni siquiera fueron imputados. “Se les tomó declaración en
libertad en el momento del hecho”, dicen desde la Fiscalía en lo que parece lo más cercano
a un punto final en la causa.
La soledad de María
Desde el otro lado de uno de los escritorios de la Fiscalía de Homicidios, una empleada del
lugar observó a María, hermana de Chula, y atinó a responderle ante una seguidilla de
preguntas. “¿Y si tu hermano lo mataba al policía?”, le cuestionó. “Yo le dije que la
diferencia es que mi hermano lo iba a pagar toda su vida e iba a morir verdugueado
adentro, y que el que mató a mi hermano no lo va a pagar porque es policía”, dice María
que respondió. Ella no se quedó callada. Hasta que un día bajó los brazos. Dice que no hay
caso, que no va a pasar nada con la causa de su hermano.
ajustado a la realidad. Lo primero que desencaja con la versión policial es que dicen que
eran dos los jóvenes que iban en moto con el Chula. Y María lo sabe con certeza porque un
rato antes del hecho, ella vio a los tres pibes subirse a la moto. Ese es el disparador de una
serie de dudas que, hasta el momento, son solo de ella.
Cuenta María que su hermano tenía pensado el robo de aquel 14 de octubre. El blanco era
una pinturería del barrio. Ese día el chico pasó por la casa de su hermana, al rato se cruzó a
comprar un jugo al almacén de enfrente y después lo pasaron a buscar en moto sus dos
compañeros. Después Chula volvió a entrar a lo de María, se cambió la ropa, se puso las
zapatillas y partió.
María, después de que mataran a su hermano, se enteró que el robo a la pinturería quedó
frustrado. Un vecino le dijo que había seguridad y cámaras. “Que no vaya ahí porque le iban
a comer el lomo”, dice María que sugirió el vecino. Los pibes pasaron por la pinturería, no
se animaron a concretar el robo y siguieron de largo. Dieron un par de vueltas por el barrio y
pasaron varias veces por donde unos minutos después se desató el tiroteo.
Al rato tocaron la puerta de su casa. María salió. Era un amigo de su hermano, que avisaba
que a Chula se la habían dado. Que estaba herido. A una cuadra y media. “Cuando llegué
ya estaba lleno de policías, no me dejaron pasar, habían vallado todo”, recuerda María.
Algunas personas, incluidos policías, le dijeron que su hermano todavía estaba vivo. Otros,
que estaba muerto. A la escena llegó la mamá, gritando el nombre de su hijo. Tampoco la
dejaron pasar. Ninguno de los familiares en ese momento pudo hablar en profundidad con
algún policía o con el fiscal, que dio un par de órdenes y se fue sin siquiera hablar con la
prensa que apenas estaba llegando a lugar de los hechos. A un par de metros de distancia,
en el cruce de las calles, estaba la moto de los chicos y Leonel herido. A los dos se lo
llevaron al hospital. A Chula ya muerto, a Leonel esposado.
Cuentan algunos vecinos que los tres chicos pasaron en moto varias veces por la zona,
mientras uno de los policías estaba en la puerta de la casa lavando o arreglando su moto.
En una de esas vueltas, el policía, que no era el único que sospechaba de los tres pibes
126
que circulaban constantemente por la zona, les gritó “chorros de mierda”. “Mi hermano se
baja de la moto a querer robarle o pegarle porque le había gritado, le pega al policía en la
cabeza y ahí sale el otro policía de la casa”, dice María que le contaron. “Algunos dicen que
mi hermano disparó dos veces para arriba”, agrega. Y supone que fue entonces cuando el
policía que estaba adentro salió disparando su arma. María piensa. Cuestiona si su
hermano iría a robar una moto a poco más de una cuadra de su casa, por donde pasaba
todos los días. Y eso le hace pensar que quizás solo se bajaron a agredir al policía. Pero
también sabe que el intento de robo es una posibilidad concreta.
“La gente dice que primero se escucharon los dos disparos de mi hermano, y que después
el policía vació el cargador”, dice María. Y lo que continúa en el relato es lo que a ella más
la preocupa. Después de los disparos sólo uno de los chicos siguió a bordo de la moto, pero
resbaló y cayó herido. El Chula dobló en la esquina por calle Gaboto, también herido, y
ayudado por su otro compañero. “Dicen que el otro chico llevaba a mi hermano a rastra, que
el policía lo alcanzó y le dijo ‘dejalo porque te mató a vos también’”, cuenta. “Hay gente que
dice que Facundo cayó muerto, y otros que la policía lo mató cuando estaba en el suelo,
pidiendo que no lo matara porque tenía una hija”.
“Mi duda es por qué lo mataron si ya lo tenían reducido”, analiza y así pone en duda la
versión del enfrentamiento. Cuando el fiscal de la causa era Coria, a María le dijeron que
su hermano recibió solo un disparo, debajo de la axila derecha, y que había ingresado por
ahí porque el chico estaba en posición de tiro. “Facundo era zurdo, le tendrían que haber
dado del otro lado”, cuestiona y arriesga: “Él se tapó la cara y le tiraron, por eso entró por
abajo del brazo”. Reconstruyendo lo que le dijeron los vecinos, María cree que Chula estaba
en el suelo y atinó a cubrirse el rostro con el brazo derecho, dejando expuesta la zona por
donde ingresó la bala. También duda de la cantidad de disparos que recibió su hermano. Si
bien el fiscal asegura que fue uno, en el barrio le dijeron que fueron tres. Un aspecto que no
pudo esclarecer porque en todo este tiempo no le permitieron ver la autopsia ni el
expediente de la causa.
El pibe murió en la puerta de una vivienda. La mujer que vive en esa casa alcanzó a ver al
chico herido y atinó a buscar un trapo para asistirlo de alguna forma, pero cuando quiso salir
la policía la obligó a meterse adentro y no la dejaron asomarse. Otros agentes se pusieron
sobre la ventana para que no pudiera ver. ¿Por qué? “A Facundo le encuentran un arma, la
policía dice que es una 9 milímetros. Los chicos tenían un arma, pero no una 9, seguro se la
plantaron ellos para decir que fue un enfrentamiento”, supone María.
127
“Es muy obvio que prepararon la escena”, dice la joven y explica: “La moto del pibe, que
supuestamente no se puede tocar, la movían para todos lados cuando el fiscal todavía no
había llegado. Una no es tan ignorante”. Cuando el fiscal llegó a la escena del crimen, fue
repudiado e insultado por los vecinos. A los pocos minutos se fue, pero el cordón policial
continuó hasta que se llevaron el cadáver de Chula. María reitera un recuerdo que le quedó
grabado: los policías sonriendo alrededor del pibe tirado en el suelo.
La cancha marcada
“Hasta hoy no tengo nada, me dicen que la autopsia todavía no está, que la ropa se
extravió, que no cierra lo que dicen los vecinos”, dice María sobre lo poco que le respondían
en la Fiscalía. “A Malaponte no le conozco la cara, desde que voy allá me atendieron cuatro
o cinco personas diferentes pero nunca él”. Ella es clara cuando habla y pide, al menos,
recibir la misma claridad por parte de la institución que tiene que investigar el asesinato de
su hermano. No anda suplicando la inocencia de Chula. Sabe que hay una realidad en la
que su hermano robaba, pero en la que también hay ciertas irregularidades sobre su
asesinato. “Yo no sé lo que pasó porque hay versiones muy distintas, y nadie lo va a
defender a mi hermano porque era chorro”, se resigna.
María sabe mucho. Sabe que la ropa que su hermano llevaba puesta ese día puede delatar
la cantidad de disparos que recibió. Por eso le parece raro que esas piezas fundamentales
se hayan extraviado. Sabe que la policía no puede disparar deliberadamente. “De acá para
arriba es fusilamiento, de acá para abajo es repeler”, dice marcando el límite de las piernas
y el torso. “La secretaria del fiscal me dijo que sé mucho, ¿y cuál es el problema?”, critica.
Que conozca los límites de la policía es una herramienta para ella y un problema para
quienes deben investigar. Quiere saber cómo mataron a su hermano, si realmente hubo
enfrentamiento o si los rumores de los vecinos se ajustan a la verdad. Pero está sola, ni
siquiera tiene un abogado que la acompañe para poder ser querellante en la causa. Ahora
dice que se resignó. La condujeron a esa decisión los silencios y tantas puertas golpeadas
sin abrirse.
128
“Para la sociedad era un delincuente más, yo entiendo que estén cansados de que les
roben, de que los maten. Pero mi hermano no se merecía vivir como vivió, ni morir como
murió”, reflexiona María. El Chula tenía la vida marcada: su juventud y su presente en
riesgo y su futuro endeble.
El IRAR fue una de las marcas más fuertes. Cuenta Facundo Peralta, ex trabajador de la
institución y acompañante del Chula, que el pibe “era terrible, muy pícaro”. Entre ellos había
surgido “una relación de cariño”, dice. Por aquellos años, cuando el Chula era menor de
edad, los trabajadores del IRAR encarnaron un proceso de transformación en la forma de
relacionarse con los pibes, donde primara lo humano y la juventud como potencia vital y no
como castigo. La lógica de “recuperación” que impone el IRAR siempre fue cuestionada por
los trabajadores que buscan otro abordaje sobre las problemáticas de la juventud. Peralta
explica que en ese entonces en el IRAR había dos formas de trabajar, pero que con el paso
del tiempo hubo trabajadores echados y trasladados. Y así fue que se impuso una sola de
esas formas, la que prima una lógica punitiva de cárcel. Por eso nadie se recupera en el
IRAR.
El Chula había empezado con el robo a los 16 años cuenta su hermana. “No era algo de
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todos los días, ni estaba siempre de la cabeza”, dice. “Cayó en el IRAR a los 17 años,
estuvo un mes, salió y estuvo diecisiete días afuera. Te digo los días exactos porque tenía
todo anotado. Después volvió a caer por una moto y estuvo cuatro meses de nuevo en
IRAR”, recuerda. Cuenta que cuando estuvo en el Instituto, ella iba muy seguido a
Tribunales a pedirle a la Defensora que lo saquen. “Ella me decía que es un instituto, yo le
decía que es una cárcel y que ahí no se recupera nadie”, dice y agrega sobre su hermano:
“Él ahí se cortó todo, se tajeaba las piernas. Yo lo veía en la visita y me quería morir, era un
mar de llantos”. Después, ya siendo mayor de edad, estuvo detenido y acusado por un
asesinato, pero en la rueda de reconocimiento no lo señalaron y quedó desvinculado.
“Era mi debilidad”, dice María. El Chula nunca buscó trabajo y se había acostumbrado a las
comodidades que le daban su mamá y su hermana. “Tal vez yo hacía mal. Si le faltaba
zapatillas yo se las compraba, comida no le faltaba. Nunca le soltamos la mano”, cuenta. El
27 de noviembre siguiente al asesinato de Chula, su pequeña hija Siomara cumplía su
primer año de vida. “Estaba enloquecido él, estaba desesperado por el cumpleaños y quería
conseguir plata para aportar. Yo le dije que le iba a pagar la fiestita y ya habíamos
comprado las cosas”, detalla María. Para entonces, el Chula ya tenía la cancha marcada.
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Nacer y morir al costado de la vía
Jonatan Ojeda fue asesinado por un policía de civil en la esquina de su casa, en zona
sudoeste. El relato policial dice que hubo un enfrentamiento, otras versiones sostienen que
se trató de un caso de gatillo fácil con un trasfondo que aún no se llegó a dilucidar.
Jonatan Ojeda nació el 5 de octubre de 1998. Tiempos difíciles. Eran los últimos meses del
gobierno de Menem, la situación política, económica y social estaba a punto de estallar —
aunque para eso faltarían algunos años—. La pobreza se disparaba por los cielos y la
situación de millones de argentinos se hacía cada día más crítica. En las barriadas
populares de Rosario, como en toda ciudad del país, esto se sentía en cada cuerpo.
asentamiento precario hasta que pudieron adquirir una casilla con algo más de espacio a
unas pocas cuadras, sobre la calle Juan Canals. Tuvo que pasar una década para que
algunos vecinos de villa Itatí fueran beneficiados con un plan de viviendas. Entre ellos
estaba la familia Ojeda.
Casi no se movieron de esos límites, en zona sudoeste. Seguían viviendo al costado de las
vías, sobre el Pasaje Margis, pero esta vez en una vivienda más confortable. Así y todo,
costó mucho trabajo ampliar la casa y terminarla. En ese barrio, Jonatan hizo la vida de
cualquier pibe: fue a la escuela, jugó, salió con amigos, se mandó cagadas, se enamoró. En
esas vías, en esas pocas cuadras, también encontró la muerte joven a manos de un policía
de civil que lo remató en la esquina de su casa. Apenas unos días atrás había estado
festejando su cumpleaños número 17.
Relatos cruzados
Para la versión oficial hubo un robo, una persecución y un enfrentamiento a tiros. Pero ese
relato hace agua por todas partes. César Martín Robledo —entonces cabo primero de la
subcomisaría 22ª— sostuvo frente a dos agentes del Comando Radioeléctrico, que llegaron
a la esquina cuando el cuerpo del joven aún yacía en la vereda, la versión que siguió la
Unidad Fiscal Especial de Homicidios. Según este relato —que consta en el acta labrada
por el Inspector Luciano Vallejos—, el domingo 18 de octubre, alrededor de las 7 de la
mañana, el joven habría asaltado a una vecina del propio oficial que, alertado por su
esposa, se levantó de su cama, tomó su arma reglamentaria y salió con su auto a correr al
pibe de “gorra roja, campera negra y jean” que se escapaba por calle Marruecos en
dirección oeste. Desde la casa del oficial en Pasaje Omnes al 4200 —a metros de
Boulevard Oroño— hasta la esquina de Rodríguez y Pasaje Margis, Ojeda disparó dos
veces hacia el VW Vento de Robledo. Siguiendo el acta policial, en esa intersección el joven
“toma posición de disparo”: colocó una rodilla en el suelo y tomando el arma con sus dos
manos disparó nuevamente contra el policía y este lo “repelió” con su arma reglamentaria;
uno de los tiros le dio en la cara a Jonatan. El oficial bajó de su auto y lo requisó en
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búsqueda de un celular desde donde llamó a una ambulancia que tardó varios minutos en
llegar. Cuando eso ocurrió, Jonatan ya estaba sin vida. En esa esquina quedó tendido, a
unos metros de la casa donde lo esperaban su madre y su hermana.
A lo aportado por los dos agentes que llegaron quince minutos después de los hechos —es
decir, que sólo reprodujeron lo relatado por Robledo—, se le sumó otro hecho que también
consta en el acta policial. Se trata de un robo cometido unos quince minutos antes de las 7
por un joven “de similares características” en la esquina de Biedma y Ovidio Lagos. Así las
cosas, Jonatan habría cometido otro delito antes de su persecución seguida de muerte.
Varios testigos afirmaron que el oficial le disparó a Jonatan y luego plantó un arma y una
billetera. Esos elementos luego serían entregados a la policía por el propio Robledo, que los
había “resguardado” de los vecinos que se acercaban furiosos a la escena del crimen. Lo
que pueden reconstruir esas voces distan mucho del relato policial.
Un video filmado por una mujer pocos minutos después del disparo da cuenta de que varios
vecinos vieron cómo el oficial fusiló a Jonatan y que le plantó el arma. “Lo boleteó al Joni; te
vi, te vi”, se escucha entre llantos y gritos la voz de una vecina. Uno de esos testigos, que
mostró predisposición desde el primer momento para declarar lo que había visto, fue
intimidado por Robledo en dos oportunidades —en el lugar de trabajo y en la escuela de sus
hijos—, por lo que no se presentó a ratificar lo que había contado a los familiares.
Adriana Ramírez, madre del joven, denunció la presión hacia los testigos y un accionar, de
mínima, irresponsable por parte de la Fiscalía: ella misma se acercó para presentar los
datos de los testigos, pero se desentendieron y la enviaron a la Jefatura para que le
acerque la información a la sumariante Jaquelina Crosetti. “Le presento los datos de los
testigos y a la tarde el policía los va a amenazar”, contó Adriana, sin mucho más que
agregar.
Del robo cometido en la esquina de Biedma y Ovidio Lagos, minutos antes del fatal
desenlace, también se desprenden contradicciones. Las tres jóvenes asaltadas declararon
en la Fiscalía de Homicidios que el joven asesinado no era el autor del robo, ya que a éste
lo habían vuelto a cruzar por la calle días más tarde.
Ni las contradicciones más evidentes ni las líneas que generan incertidumbre fueron
133
En las musgosas paredes de la sede céntrica de Libertad Asistida, sus compañeros pintaron
un mural para mantener vivo el recuerdo del “Perudito”, como le decían los pibes.
Que Robledo utilizó las causas que pesaban sobre Jonatan como coartada es evidente. Así
lo sostienen los familiares. Al día siguiente del asesinato, el agente y su esposa Luciana
Cisneros se presentaron en la Fiscalía para denunciar amenazas de represalias contra su
familia y su propiedad, por lo que le otorgaron custodia policial. Se victimizó, aunque esa no
sería la primera vez. Ese día también “recordó” que en el celular “que tomó para llamar al
911, del cuerpo del fallecido, podía verse una foto del mismo con un arma de fuego”;
además aclaró que pudo ver en el Facebook otras fotos. La intención del policía fue
justificar la muerte a partir de una supuesta peligrosidad del joven. Su pedido fue tomado y
las fotos de la cuenta personal de la red social y de su celular fueron sumadas al
expediente. Tuvo ese tiempo para revisar todo o lo hizo después, accediendo a las
pertenencias del pibe asesinado. Esa es otra de las suspicacias.
Otro tanto hicieron algunos medios. Como el diario La Capital, que jerarquizó desde su
titular que el joven tenía antecedentes. Un policía mató a un ladrón. Ya está. Eso es todo lo
que quedó de la cobertura del diario más importante de la ciudad. Después ni una nota, ni
un artículo más. Los pibes que son asesinados en circunstancias “dudosas” como ésta no
merecen tanta tinta.
Tener antecedentes, ser joven, morocho, de un barrio pobre. No queda mucho que explicar.
134
Un crimen anunciado
Las amenazas previas y el hostigamiento sistemático de parte del cabo primero tampoco
fueron atendidas en la investigación. No es un dato más. Familia, amigos y vecinos
coinciden en que Robledo estaba buscando a Jona. Un punto de partida para entender lo
que pasó puede ser la noche del jueves 15 —tres días antes—, cuando más de una decena
de uniformados ingresaron al hogar de Ojeda, sin orden de allanamiento, persiguiendo a
Nahuel E., un amigo del joven. Entre los policías, que además revolvieron las pertenencias
de la familia y se llevaron tres mil pesos, se encontraba Robledo —a pesar de no ser
personal de la seccional 15ª con jurisdicción en la zona—. El oficial exigió la presencia de
Jonatan. Su madre le explicó que no se encontraba en su casa porque había salido con su
novia, pero el policía insistió con que su hijo había participado en el robo de una moto de un
familiar suyo. En ese momento le dijo que su hijo lo tenía cansado y que le iba a “armar un
enfrentamiento” y lo iba a “matar como un perro”. Adriana le avisó a Jonatan que el policía
lo había amenazado y le ordenó que se quede en la casa de su tía por precaución. Además,
esa noche, la mujer fue detenida y luego liberada, a las cinco de la madrugada, bajo el
pretexto de “errores en el procedimiento”. La plata nunca se la devolvieron.
Luego de la fiesta —alrededor de las 5.30 del domingo— fueron a la casa de una amiga,
Nadia, en Santiago y Juan Canals. Cerca de las 7 emprendió la vuelta —en dirección sur-
norte— a su hogar junto a un amigo que lo acompañó hasta las vías que están frente al
Pasaje Margis, a pocos metros de donde sería asesinado unos minutos más tarde. Ese
135
punto es una bifurcación en la que cada duda y contradicción habilita distintos caminos,
pero quienes conducen la maquinaria judicial eligen el más seguro, o allanado, al menos
para ellos.
Ismael Ojeda vive a pocos metros del lugar donde cayó el cuerpo de su nieto. Él pudo
aportar otro dato al caso: Jona le había contado que estaba siendo amenazado por un
policía porque “lo había querido meter en la droga” y él se negó. “Me decía que un policía lo
amenazaba diciendo que si ya se había metido en esto no iba a salir”, declaró en la Fiscalía.
A esto se suma el comentario de algunos vecinos que deslizaron que Robledo “pasaba
todos los días a cobrar” a un búnker del barrio.
Tampoco se tuvo en cuenta lo que pasó con Nahuel E. luego de la persecución: fue
detenido y, según la denuncia realizada por una defensora de menores, fue torturado por
personal policial de la comisaría 15ª. Lo golpearon por todo el cuerpo y hasta le quemaron
las manos. A pesar de que Robledo no era personal de esa seccional, sospechan que haya
tenido participación en los hechos.
Botones de muestra
El historial de César Martín Robledo, por otro lado, da cuenta de un accionar violento casi
insólito si se tienen en cuenta las causas que acumula.
Luego del asesinato de Ojeda fue imputado por homicidio simple. Le devolvieron su arma
reglamentaria a las pocas horas y nunca fue detenido. Sin embargo, Robledo suma otras
siete denuncias en su contra por distintos delitos.
En abril pasado, siendo entonces sumariante de la subcomisaría 22ª —lo ascendieron luego
del asesinato del joven, casi como un premio—, cometió dos delitos en menos de un día.
Fue denunciado por apremios y torturas contra dos jóvenes, uno de ellos menor de edad.
Habían pasado pocas horas de la golpiza que dio a los dos hermanos en el calabozo
cuando, desde su auto, le disparó a su propia esposa con el arma reglamentaria, frente a su
casa en Omnes al 4200. María Luciana Cisneros, la misma que lo había alertado esa
136
mañana cuando una vecina estaba siendo víctima de un robo. En la misma esquina donde
empezó la supuesta persecución. Por ese hecho fue imputado por lesiones leves agravadas
por el uso de arma de fuego; sin embargo, la jueza Irma Bilotta ordenó que sea liberado y
que quede internado en la sanatorio Alem debido a sus problemas psiquiátricos. Tenía al
menos dos antecedentes por violencia de género y carpeta psiquiátrica.
En otra ocasión, también fue denunciado por detener sin causa y golpear a una mujer de 57
años, a su marido y a su hija. A la primera la golpeó dos veces y le armó una causa.
Con semejantes denuncias y pruebas se hace aún más urgente escuchar los testimonios
que contradicen a Robledo. “Si hubieran hecho algo la primera, no pasaba todo lo demás”,
acertó Malvina Ramírez, tía de Jonatan.
Esa reflexión da en la tecla: la impunidad garantizada le dio vía libre a un agente policial
como Robledo —que, incluso, fue ascendido dentro de la fuerza— para que siga
cometiendo abusos de poder y otros delitos.
Sus balas fáciles también fueron dirigidas para intimidar a familiares de Ojeda. La mañana
del asesinato, el tío del joven dijo ver todo lo que había pasado. Según su testimonio,
cuando se acercó para increpar al oficial por lo que había hecho, Robledo le disparó para
que se vaya. Lo mismo hizo con su abuelo, Ismael Ojeda -que vive a pocos metros del lugar
donde cayó el cuerpo de su nieto-, a quien le gatilló cuatro tiros en el suelo para que se
aleje cuando éste se acercó a la escena del crimen. A otro vecino le apuntó para que vuelva
al interior de su casa.
También hubo intimidaciones posteriores. La casa de los abuelos de Jonatan, a metros del
hogar en el que vive Adriana junto a su hija, fue baleada en dos oportunidades. El domicilio
de los Ojeda estaba con custodia policial durante el día, pero los tiroteos fueron por la
noche. “Yo lo denuncio. Viene el comando, mira y dice: ‘No, fueron piedrazos’. Del cordón
de la calle miraron e hicieron el acta. Estaban los impactos de bala adentro también, porque
traspasó los vidrios. Les dije eso y ni entraron… En ningún momento vino alguien a ver”,
relató Adriana, dando cuentas de la voluntad para recolectar pruebas por parte de la policía.
Que Robledo pasa por la misma calle, con alguno de sus vehículos, provocando, es otra
denuncia que se reitera. Una y otra vez los familiares tienen que lidiar con esos
hostigamientos. Los últimos ocurrieron la misma semana que se cumplió el primer
137
aniversario del asesinato del joven de barrio Itatí. Esta vez, con una camioneta nueva.
Familiares, amigos y vecinos tienen miedo de lo que pueda llegar a pasar. Temor que
sintieron, con sobradas razones, aquellos que no se animaron a dar su testimonio para
esclarecer los hechos.
Vueltas de la Justicia
Pasó un año del asesinato de Ojeda y para la familia no hay nada claro. La Fiscalía parece
convencida de ese primer relato policial. “La hipótesis primaria es la más concreta y firme”,
informa con un mensaje de Whatsapp a través de su prensa. Aunque dan pocas cuentas de
haber seguidos otras líneas “secundarias”.
Las quejas también llegan al Centro de Asistencia Judicial (CAJ). No sólo porque los
familiares creen que durante los primeros meses sólo se perdió tiempo y se dilató la causa,
sino que tampoco se brindó otro tipo de asistencia, como la psicológica, que necesitaron
varios de ellos. Además se los desanimó.
La recomendación para que pidan asistencia del CAJ les llegó de varios lados, incluido el
propio fiscal Malaponte. Ingrid Plessen fue la letrada asignada para el caso. “La abogada no
hizo nada”, resumió Adriana. Su hermana, Malvina, fue la encargada de llamar todas las
138
semanas para conocer si había algún avance, para acercarle testigos o para aportar lo que
se necesite. “Me decía que no se podía hacer nada, como que ya estaba todo listo, porque
no había testigos… Pero ella tampoco investigaba”, relató la tía del joven, y agregó: “Ella
nunca nos dio esperanzas de que se pudiera hacer algo; nos decía que estaba todo
perdido. Que el policía había hecho todas las cosas como tenía que hacer y que por las
fotos del Face que tenía Jona y todo eso no lo favorecía en nada”. Tampoco orientó a la
familia o les informó de otras instancias que por derecho le corresponde, como la
constitución de una querella.
Fue así como se llegó a la solicitud de querella, presentada al fiscal Malaponte un día antes
de que se cumpla el primer aniversario del homicidio. La misma está constituida por Adriana
Ramírez y patrocinada por los abogados de la Asamblea por los Derechos de la Niñez y la
Juventud Analía Abreu, Salvador Vera, Guillermo Campana, Nicolás Vallet y Lautaro Gieco.
En el escrito que enumera los hechos y las contradicciones manifiestan que “el Ministerio
Público Fiscal restó relevancia jurídica a aportes discordantes con la versión policial” y piden
nuevas medidas para avanzar en el esclarecimiento del caso y determinar las
responsabilidades penales.
Tres días más tardes, se realizó una conferencia de prensa frente a la Fiscalía de
Homicidios y se le exigió al fiscal que reciba a los familiares. La reunión se concretó y el
funcionario judicial se comprometió a recibir, de aquí en más, a los familiares y tomó nota de
varios de los reclamos. Aun así, el encuentro no fue muy alentador para Adriana.
No le dieron tiempo
Su mamá y su tía no lo entienden. Tenía todo, lo que quería se lo daban. No le faltaba nada,
aseguran. Y aun así, había salido a robar.
Jonatan había dejado el secundario hacía poco tiempo, en tercer año, y pasaba más tiempo
entre amigos. Adriana trabajaba todo el día. Volvía recién a las diez de la noche. Quedaba
muchas horas sólo. Andaba mucho en la calle. Por ese lado buscan una respuesta. “Era un
nene normal que se descarriló”, afirmó Malvina. “Y cuando se quiso poner las pilas no lo
dejaron”, agregó al instante Adriana, que aún espera que el Fiscal tenga en cuenta los
talleres y todo lo que estaba haciendo: desde Libertad Asistida también le habían
conseguido un cupo para hacer un curso de gasista y tenía pensado retomar la secundaria.
“No le dieron tiempo a nada”, insistió la madre que llora a su único hijo varón que recién
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Esas son sólo algunas de las preguntas que no dejan de hacerse una y otra vez los
familiares de Jonatan. Las mismas que deberían hacerse los encargados de investigar.
Que Robledo lo había amenazado tres días antes. Que lo iba a matar “como a un perro” y le
iba a armar un enfrentamiento. Que esa noche lo andaba buscando “todo disfrazado”. Que
esa mañana lo fusiló sin darle una oportunidad. Que lo único que se tuvo en cuenta fue la
versión policial.
Ahí están su hermana Iara, su novia Miriam, su mamá, su tía, sus primos, sus abuelos. Sus
amigos. Todos esperan justicia. Exigen que se esclarezcan los hechos y que el policía sea
juzgado penalmente para que no se pasee impunemente por el barrio. Frente a esas
mismas vías que fueron parte de la vida de Jonatan, ese joven al que no le dieron tiempo
para nada.
140
Relevamiento casos de gatillo fácil
Como se explicó en el desarrollo de este trabajo, Raíz – Comunicación desde Abajo realizó
un relevamiento de los asesinatos a manos de las fuerzas represivas del Estado antes de
producir las Crónicas del Gatillo Fácil en Rosario. Los datos obtenidos fueron plasmados en
un nota publicada en su página web que aquí se reproduce:
En 2015 hubo al menos quince casos de muertes por balas policiales en la ciudad de
Rosario, con trece víctimas menores de 25 años y todos de los barrios periféricos de la
ciudad. Ante estos hechos el Poder Judicial prioriza la versión policial que busca justificar
los asesinatos. Del otro lado, las familias de las víctimas comienzan a organizarse para
afrontar juntos el camino a la justicia.
Al menos quince personas fueron asesinadas en Rosario en el año 2015 por balas de las
fuerzas de seguridad del Estado. Otras dos murieron con la policía como partícipe con otras
modalidades. Así, las estadísticas se van ensanchando y acumulando con similitudes
cuantitativas y cualitativas. Por un lado, en Rosario se mantiene la cantidad de casos
superior a la docena respecto de 2014. Por otro lado, se vuelven a repetir características
que significan mucho más que casualidades: de los diecisiete casos en total, sólo dos
víctimas superaban los 25 años de edad. Todos ellos, sin excepción, vivían en los barrios
periféricos de la ciudad, aquellos sectores de la sociedad en donde sobran las balas y faltan
las propuestas políticas para garantizar los derechos básicos de la ciudadanía. Esta cifra,
que no surge independientemente del contexto de violencia que todo Rosario viene
sufriendo en los últimos años, se inscribe entre los más de doscientos homicidios con los
que culmina el 2015.
Las similitudes entre cada caso del 2015 permiten que se hable de gatillo fácil, y que a su
141
vez se acoplen a los denominadores comunes que este tipo de hechos presentan en todo el
territorio argentino. Así, se deja ver una realidad que, más allá de los gobiernos de los que
depende cada fuerza, describe a una problemática a nivel nacional. La Coordinadora contra
la Represión Policial e Institucional (Correpi), una organización política y de Derechos
Humanos integrada también por familiares de víctimas, realiza desde el año 1996 un
registro de todos los casos de violencia institucional desde la vuelta de la democracia. Este
año se dieron a conocer números que asustan: desde 1983 hasta el presente se
contabilizaron 4.644 asesinatos a manos de las distintas fuerzas de seguridad del país.
Ante este número queda la ciudad de Rosario, como una de las más importantes de la
provincia, liderando los números de 2015 en el terreno santafesino. Quince casos de gatillo
fácil, una desaparición forzada y una muerte con características por demás de dudosas.
Jonatan Herrera, de 23 años. Alexis Rosales, de 23. Nelson Fuentes, de 24. Jonathan
Belotti, de 22. Dante Fiori, de 25. Carlos Godoy, de 25. Maximiliano Zamudio, de 16.
Marcelo Cañete, de 36. Facundo Rivas, de 22. Lucas Segovia, de 24. Ezequiel Fiori, de 24.
Elías Martínez, de 18. Facundo Cárdenas, de 20. Jonatan Ojeda, de 17 y Martín Taborda de
27, son los casos de víctimas de balas policiales. Gerardo “Pichón” Escobar, de 23 años,
fue víctima de desaparición y asesinato en un operativo del que, mientras se busca su
esclarecimiento, se sospecha que participaron patovicas de un boliche y personal de la
Comisaría 3ra de Rosario. Finalmente la muerte de Alejandro “Kikí” Ponce, también de 23
años, permanece entre dudas y se sospecha de la participación policial. Estos últimos dos
casos coinciden en un macabro detalle: ambos cadáveres fueron encontrados en el río
Paraná.
Pero más allá de las estadísticas, es necesario destacar en qué contexto tienen lugar estos
hechos. En Argentina hay normas constitucionales y tratados internacionales de Derechos
142
Humanos vigentes que buscan regular el accionar policial. De esta forma, teóricamente la
aplicación de la fuerza policial, como ser el uso de armas de fuego, debería adecuarse al
marco legal nacional e internacional. Pero en estos casos, la teoría dista mucho de la
práctica. La mecánica del gatillo fácil refiere a la ejecución o fusilamiento de una persona
por parte de un agente de seguridad del Estado, superándose los límites impuestos por las
normas jurídicas que regulan el uso de la fuerza. El gatillo fácil, entonces, es un
procedimiento ilegal ejecutado por funcionarios públicos y por lo tanto es un delito por el
cual se debe penar a sus responsables.
Pero para cada ley existe una trampa. En Rosario, detrás de cada presunto caso de gatillo
fácil se construye un entramado que busca enmarcar los hechos dentro de las normas
vigentes con fines de justificar las intervenciones policiales que concluyen con víctimas
fatales. Así, se abre un panorama que muestra dos caras. Por un lado surge la versión
policial que en la mayoría de los casos habla de enfrentamientos armados posteriores a
intentos de robos, que aparecen como últimas alternativas luego de cumplir con el protocolo
policial. Por otro lado, comienzan a surgir las versiones de los familiares de las víctimas,
que cuestionan el accionar policial, hablan de pruebas plantadas, testigos falsos, amenazas,
mentiras y complicidades judiciales que conducen las causas hacia el silencio, el
estancamiento y la impunidad.
En el medio de estas versiones encontradas queda el rol del Poder Judicial, que debería
bregar por el esclarecimiento de los hechos. En Rosario, ninguno de los casos de 2015
avanzó por el momento hacia el esclarecimiento. Respecto de los casos de gatillo fácil, sólo
por el crimen de Jonatan Herrera, uno de quince, hay policías detenidos, pero que podrían
quedar en libertad por el poco avance que presentó la causa a casi un año del hecho. En el
resto de los casos predomina la libertad de los policías implicados y el estancamiento en las
investigaciones. Los familiares de las víctimas apuntan contra la Unidad Fiscal Especial de
Homicidios, que debería encargarse de investigar y acusar las responsabilidades en cada
hecho. Argumentan que siempre se prioriza la versión policial y ni siquiera se avanza sobre
las sospechas del accionar ilegal de la policía. La Fiscalía se limita a brindar información
escueta en la inmediatez de los hechos que sólo favorecerá a la difusión urgente pero no a
la visibilización, investigación y problematización de este tipo de casos. Tampoco los
fiscales, en su rol como profesionales y funcionarios, aportan información sobre la
investigación de los hechos. Miguel Moreno es uno de los fiscales de la Unidad de
Homicidios, y tiene a su cargo la investigación de cuatro de estos casos. Cuando se lo
intentó entrevistar para este trabajo, argumentó, a través de su secretaria, que “no le
interesan las críticas de los familiares, y no va a dar explicaciones porque está seguro de
las decisiones que toma en cada causa”.
143
Contrastes que inquietan
El año 2015 finaliza con un promedio de más de un caso de gatillo fácil por mes en Rosario
y eso permite cuestionar por qué estos hechos se repiten y sostienen a lo largo del tiempo.
Para el defensor general de la provincia, Gabriel Ganón, a cargo del Servicio Público
Provincial de la Defensa Penal, el trasfondo político es el escenario en el cual se teje la
impunidad de la policía santafesina. “La cantidad de víctimas de la represión policial y
ejecuciones, es consecuencia de la ausencia de un control político efectivo sobre la policía,
y del comportamiento histórico que ha tenido la administración de justicia, de convalidar,
legalizar y legitimar estas prácticas”, explica Ganón.
“Este fenómeno se ha ido acrecentando en los últimos años con una política de seguridad
muy errática, que no muestra sanciones concretas y efectivas hacia los policías vinculados
con el delito”, sostiene el defensor. La conclusión es sencilla: la falta de condenas sobre los
delitos que comete la policía, prepara el terreno para la repetición de los hechos fabricando
un marco de supuesta legalidad, que a la larga permite que las cifras sigan en aumento.
Este contexto se genera a partir de los estancamientos de las investigaciones, o de las
causas manipuladas mediante la predominancia de las versiones policiales en las cuales se
basan los fiscales. Para Ganón, los motivos de este fenómeno se esconden detrás de un
manto de complicidades: “La policía sabe que las ejecuciones sumarias están prohibidas y
penadas por la ley con condenas muy severas. Entonces se presentan como situaciones en
donde el ejercicio de la fuerza por parte de la policía está dentro del marco legal. Se
manipulan las evidencias, se prepara y acondiciona la escena del crimen, se distorsionan
los informes de autopsia y esto siempre está convalidado por la acción u omisión de la
administración de justicia”.
“La policía sabe de qué forma presentar de una manera más o menos creíble las
situaciones, para que puedan ser legalizadas por la aplicación de la ley a través de jueces y
fiscales que tienen que investigar y sancionar estos delitos. En todos los casos se intenta
presentar en un primer momento que las víctimas estaban cometiendo delitos o
enfrentándose a tiros con la policía”, agrega el funcionario provincial. En un breve repaso
por los casos que tuvieron lugar en Rosario durante el 2015, se puede apreciar cómo las
irregularidades que menciona Ganón como frecuentes, son denunciadas también por los
familiares de las víctimas de cada caso.
144
Los asesinatos de Dante Fiori, Carlos Godoy, Maximiliano Zamudio, Marcelo Cañete, Elías
Martínez y Jonatan Ojeda, son los que hasta el momento desprenden las versiones oficiales
y la de sus familiares, atravesadas por grandes diferencias. Para la Fiscalía, mediante las
medidas realizadas hasta el momento en el marco de las investigaciones, son muertes
productos de un enfrentamiento previo entre la víctima y los agentes de seguridad
involucrados. En cambio, para los familiares y vecinos, que en algunos casos declararon
como testigos, hay demasiadas irregularidades para dar por sentada desde un primer
momento la hipótesis de enfrentamiento.
A Carlos Godoy lo mataron en las primeras horas de la mañana del 24 de mayo en el barrio
Empalme Graneros. Los dos policías involucrados, del Comando Radioeléctrico y de
Seguridad Vial, dirían después que hubo un intento de robo con enfrentamiento. Algunos
vecinos, que declararon como testigos, vieron todo el suceso y si bien no niegan que hubo
un intento de robo, aseguran que Carlos no había participado. Le dispararon desde atrás y
lo remataron en el suelo. Un testigo cuenta que vio la escena a unos treinta metros, y
escuchó cómo Carlos pedía por favor que no lo mataran. También hablan de un arma de
fuego plantada a la víctima y de otras situaciones dudosas. Pero para el fiscal Miguel
Moreno hasta ahora no se pudo refutar la hipótesis de enfrentamiento, por lo tanto los dos
policías que mataron a Carlos están libres y en ejercicio de sus cargos.
culata de un viejo rifle de aire comprimido. La versión de la familia, por su parte, dice que
Maxi estaba solo, que fue llamado por el prefecto y después de un breve diálogo éste le
disparó en el pecho, para luego rematarlo con un tiro en la cabeza. El prefecto portaba un
arma no reglamentada para su función y, según acusó la mamá de la víctima luego, entró al
barrio con la clara intención de matar. Por estos días está imputado por homicidio simple
agravado por el uso de arma de fuego, pero continúa en libertad.
Jonatan Ojeda, que estaba cumpliendo prisión domiciliaria por decisión de una jueza de
menores, fue asesinado por un cabo primero de la Subcomisaría 22 el pasado 15 de
octubre, en barrio Bella Vista. La versión del fiscal Florentino Malaponte dice que Jonatan
robó a una señora, quien dio aviso a un policía vecino que se encontraba de franco. Este
hombre buscó a Jonatan en su auto y, según relató luego, al encontrarlo se desató el
supuesto enfrentamiento. El chico murió con un disparo en el rostro y el auto del policía
quedó con un impacto de bala en el paragolpes. Un tío de Jonatan declaró al diario La
Capital que el revólver calibre 32 hallado en la escena del crimen fue plantado. El policía no
fue detenido pero sí se le puso custodia en la puerta de su domicilio.
146
Detrás de cada caso surgen las historias de estos chicos asesinados por la policía. Algunos
de ellos tenían antecedentes, habían estado detenidos o atravesado algún tipo de conflicto
con las fuerzas de seguridad. Sobre otros casos, los familiares aseguran la inocencia de las
víctimas. Otros no niegan la vinculación de los chicos con distintos tipos de actividades
delictivas, pero sí cuestionan los procedimientos policiales. También apuntan contra el
Poder Judicial que pareciera sentenciar de antemano: los antecedentes de las víctimas
fatales alcanzan para creer que son certeras las versiones policiales que hablan de intentos
de robos y enfrentamientos. Entonces, se juzga a la víctima por su pasado y sus asesinatos
parecieran ser sentencias del destino y no resultados de prácticas ilegales de una institución
estatal. Los familiares hablan de listas negras, de amenazas, de policías que mantienen sus
negociados y someten a los chicos a sus redes delictivas. El nombre de Luciano Arruga,
adolescente asesinado por la policía bonaerense por negarse a robar para ellos, surge
como paradigma de un entramado jamás investigado pero que siempre está presente en las
barriadas populares. Padres, madres, hermanos y amigos de los chicos que mató la policía
conocen, a veces muy de cerca, estos eslabones invisibles del crimen organizado. Por eso
los temores a la hora de denunciar, porque las amenazas de la policía continúan a pesar de
las muertes.
Ante este escenario con el que culmina el año 2015, queda explícita una realidad: en
Rosario hay casos de gatillo fácil que no son condenados, y ni siquiera son esclarecidos. La
impunidad no sólo implica la falta de condena a los autores materiales de estos crímenes,
sino que también permite que esta modalidad vuelva a repetirse, cada vez con instrumentos
más firmes que alimentan su consolidación. Detrás de cada policía responsable de un caso
de gatillo fácil, hay una institución que logra sostener su conducta delictiva al no
desmantelarse nunca la estructura que la sostiene. Y este escenario no es preparado y
ejecutado sólo por la complicidad política y judicial, sino que también encuentra reparo en
los sectores de la sociedad que, por acción u omisión, miran para otro lado.
En este plano quedan involucradas las empresas mediáticas que replican a rajatabla los
discursos oficiales que llegan a la sociedad. En los hechos en los que está involucrada la
policía, para los grandes medios de comunicación la principal fuente siempre es la propia
fuerza o, en el caso de Rosario, los fiscales que investigan a través de la misma. De esta
manera se produce un verticalismo comunicacional, que baja desde las cúpulas del poder
los discursos con los que los medios de comunicación moldearán la opinión pública que se
replicará en el resto de la población.
147
Entonces, de esta forma, para el grueso de la sociedad los pibes muertos por el gatillo fácil
de la policía son delincuentes abatidos en enfrentamientos, aunque las investigaciones en
cada caso nunca lo confirmen. Así, el desgarrador grito de una madre que pide justicia y
esclarecimiento, termina opacado por el estigma que la sociedad deposita sobre los pibes
de las barriadas populares. La muerte no se cuestiona cuando golpea las puertas de un
humilde rancho de las periferias de la ciudad. La muerte no se investiga cuando es decisión
del Estado a través de sus aparatos represivos. La justicia, como las ambulancias, tampoco
entra por los angostos caminos de barro de la Rosario olvidada.
Ante este panorama los medios de comunicación La Brújula y Enredando toman una
posición clara. Es necesario forjar herramientas que difundan los hechos y sobre todo
visibilicen la problemática, para poder generar un discurso alternativo que vaya en contra
del silencio y la desinformación. Para esto resulta necesario ahondar en las historias de las
víctimas del gatillo fácil y profundizar en el testimonio fundamental de sus familiares y
allegados. Tanto el relato de los hechos como cada reportaje fotográfico, intentan reflejar
casos que no son aislados, sino que se reúnen como consecuencias de un entramado
sistemático. Porque la historia de un pibe asesinado por la policía, es la historia de muchos
otros. Y merecen ser contadas.
148
La repercusión
La presentación de las tres primeras Crónicas del Gatillo Fácil en Rosario ─que se
realizaron de manera colaborativa entre EnREDando y La Brújula─ tuvieron repercusión en
algunos medios de la ciudad de Rosario. Aquí se reproducen las notas:
En 2015 hubo al menos 15 casos de gatillo fácil. Ninguno de esos casos fueron
esclarecidos y todas las causas conducen a la impunidad de la mano de versiones policiales
siempre diferentes a las que sostienen los familiares de las víctimas. Ante este panorama
los medios de comunicación La Brújula y Enredando tomamos una posición clara. Es
necesario forjar herramientas que difundan los hechos y sobre todo visibilicen la
problemática, para poder generar un discurso alternativo que vaya en contra del silencio y la
desinformación. Para esto resulta necesario ahondar en las historias de las víctimas del
gatillo fácil y profundizar en el testimonio fundamental de sus familiares y allegados. Tanto
149
el relato de los hechos como el corto documental y el reportaje fotográfico de casa caso,
intentan reflejar casos que no son aislados, sino que se reúnen como consecuencias de un
entramado sistemático. Porque la historia de un pibe asesinado por la policía, es la historia
de muchos otros. Y merecen ser contadas.
Invitados al panel:
Ejes de la jornada:
En 2015 hubo al menos quince casos de muertes por balas policiales en la ciudad de
Rosario, con trece víctimas menores de 25 años y todos de barrios periféricos de la ciudad.
Otro rasgo común en cada uno de estos casos es que el Poder Judicial prioriza la versión
policial que busca justificar los asesinatos. Del otro lado, los familiares de las víctimas
comienzan a organizarse para afrontar juntos el camino de la justicia.
La muestra fotográfica que se expone en el CAR forma parte del proyecto Legitimación del
terror: crónicas del gatillo fácil en Rosario que surge como una herramienta alternativa para
difundir los hechos, visibilizar la problemática y desandar los distintos niveles de
legitimación e impunidad. El trabajo ahonda en las historias de las víctimas del gatillo fácil y
rescata el testimonio de los familiares y allegados. La primera parte de esta investigación
multimedia realizada en 2015 incluye fotografías, crónicas y un video documental sobre tres
151
Todo el material de esta primera parte (crónicas, fotografías y video) se encuentra en:
https://rosariogatillofacil.wordpress.com/
152
Nota publicada en la página web de Rosario Plus
El informe multimedia puede leerse completo en internet. El título del trabajo se llama
“Legitimación del terror: crónicas del gatillo fácil en Rosario” y fue elaborado por el Boletín
Enredando y la Cooperativa La Brújula, dos medios comunitarios de la ciudad. El
relevamiento periodístico expone con cifras, datos e historias de vida la oculta radiografía
del accionar más oscuro de las fuerzas de seguridad: los crímenes perpetuados por agentes
del orden.
Según esta investigación, al menos 15 personas cayeron abatidas por balas policiales (lo
que se conoce como episodios de gatillo fácil) y otras dos murieron con la policía como
partícipe con otras modalidades. A la estadística hay que sumarle el caso del vendedor
ambulante que falleció este fin de semana luego de sufrir una feroz golpiza en una celda de
la Comisaría 15°.
Un dato que estremece es que hay rasgos comunes en la mayoría de estos homicidios. Es
que 15 de las 18 víctimas tenían menos de 25 años, mientras que todas vivían en barrios de
la periferia. Las mismas características se repiten en el extenso listado que contabiliza los
más de 200 crímenes ocurridos en los últimos 12 meses.
Otros guarismos reveladores que aporta el trabajo respecto a esta problemática están
relacionados con el análisis comparativo de lo que ocurre en Santa Fe respecto a las demás
provincias del país. Según la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional
(Correpi), una organización política y de Derechos Humanos, Santa Fe encabeza el ranking
de muertes a manos de la policía al tomar la cantidad de casos en proporción a la cantidad
de habitantes. En el índice por millón de habitantes, la provincia queda a la cabeza con un
porcentaje de 171,86 casos.
policiales que concluyen con víctimas fatales”. Dice el informe: “Así, se abre un panorama
que muestra dos caras. Por un lado surge la versión policial que en la mayoría de los casos
habla de enfrentamientos armados posteriores a intentos de robo, que aparecen como
últimas alternativas luego de cumplir con el protocolo policial. Por otro lado, comienzan a
surgir las versiones de los familiares de las víctimas, que cuestionan el accionar policial,
hablan de pruebas plantadas, testigos falsos, amenazas, mentiras y complicidades
judiciales que conducen las causas hacia el silencio, el estancamiento y la impunidad”.
El total de casos ocurridos en Rosario en 2015 se puede agrupar en tres categorías: Gatillo
fácil (15), muertes con características por demás de dudosas (2) y desaparición forzada (1).
En el primer grupo aparecen los nombres de Jonatan Herrera (23 años), Alexis Rosales
(23), Nelson Fuentes (24), Jonathan Belotti (22), Dante Fiori (25), Carlos Godoy (25),
Maximiliano Zamudio (16), Marcelo Cañete (36), Facundo Rivas (22), Lucas Segovia (24),
Ezequiel Fiori (24). Elías Martínez (18), Facundo Cárdenas (20), Jonatan Ojeda (17) y
Martín Taborda (27).
En el segundo, Alejandro "Kikí" Ponce (23) y Roberto Martelón (53). El primero estuvo tres
días desaparecido hasta que su cuerpo fue hallado en el río Paraná. Según la versión
policial, la víctima estaba robando junto a un cómplice y se arrojó al agua para no ser
atrapado. Su hermano y un testigo desmintieron esa versión: contaron que estaban
pescando cuando aparecieron los efectivos, que los obligaron a tirarse al agua y los
apedrearon.
La muerte de Martelón se produjo en las últimas horas. Había sido detenido la madrugada
del 16 de diciembre tras ser denunciado por exhibiciones obscenas. Un patrullero lo trasladó
hasta la seccional 15°, donde pasó la noche en un calabozo. Cuando fueron a despertarlo,
el hombre agonizaba producto de una feroz golpiza.
155
Nota publicada en la página web del Centro Audiovisual Rosario (CAR)
El jueves 19 de mayo, a las 19.30, en el hall del CAR (Chacabuco 1371), se inaugura la
muestra fotográfica Crónicas del gatillo fácil en Rosario, un proyecto de la Cooperativa
La Brújula, Enredando y artistas independientes.
La exposición fue pensada en el marco de la coyuntura social de la ciudad en torno a las
fuerzas de seguridad. En 2015 hubo al menos quince casos de muertes por balas policiales
en la ciudad de Rosario, con trece víctimas menores de 25 años y todos de barrios
periféricos de la ciudad. En este contexto, el proyecto fotográfico Crónicas del gatillo fácil
en Rosario presenta 3 casos de jóvenes asesinados en manos de agentes policiales. El
caso de Jonathan Herrera, de 23 años, de barrio Tablada, Dante Fiori, de 25 años,
asesinado en el barrio La Sexta; y Carlos Godoy, también de 25 años, asesinado en
Empalme Granero.
Quienes realizaron esta investigación, integrantes de Cooperativa de Comunicación La
Brújula y EnREDando, y comunicadores independientes, consideran que es necesario forjar
herramientas que difundan los hechos y sobre todo visibilicen la problemática, para poder
generar un discurso alternativo que vaya en contra del silencio y la desinformación. Para
esto resulta necesario ahondar en las historias de las víctimas del gatillo fácil y profundizar
en el testimonio fundamental de sus familiares y allegados. Tanto el relato de los hechos,
como cada reportaje fotográfico, intentan reflejar que los casos no son hechos aislados,
sino las consecuencias de un entramado social, político y económico que opera de manera
sistemática.
Las crónicas que se comenzaron a publicar en la web bajo el nombre Rosario Gatillo Fácil
(RGF) rompen moldes habituales a la hora de abordar la violencia institucional. Víctimas
humanizadas y clara denuncia de la legitimación del terror son los ejes de textos y fotos
crudos y cálidos a la vez.
Las historias que están apareciendo en RGF hablan de un pibe de Empalme, desarmado,
que de rodillas pidió a los uniformados que no le dispararan e igual acabaron con su vida;
de un muchacho del sur que lavaba su auto hasta que irrumpieron miembros de la Policía
de Acción Táctica (PAT) y lo acribillaron creyendo que era parte de un enfrentamiento, que
por otra parte no existía; o de un joven de La Tablada que llevaba una botella de vino para
terminar en casa de un amigo y cayó a manos de un policía, presuntamente vinculado al
tráfico de drogas en el barrio.
Todos estos casos han tenido su difusión en los medios locales; pero los relatos –textos y
fotohistorias– que comenzó a publicar hace casi un mes RGF son diferentes. Con la
independencia que confiere la autogestión y el hecho de no estar presionados por la
primicia, tienen la particularidad de restituir su condición humana a las víctimas –gente con
pasiones, con proyectos, con amores–, recuperar su historia y su geografía, e instalar en la
agenda un fenómeno creciente, la violencia institucional, en este caso en su versión más
despiadada: el gatillo fácil. Definir de esa manera a lo que ocurre contribuye a romper con la
legitimación del terror, montada en la estigmatización de tanto pibe morocho, pobre y de
barrio alejado del centro.
La actividad representó un importante respaldo para esta propuesta cuya clave es recuperar
la voz de familiares, amigos y vecinos de las víctimas sin que eso implique renunciar a las
fuentes oficiales. “Nosotros las respetamos”, dice Martín Stoianovich, uno de los redactores,
y resalta: “Buscamos la información en Fiscalía, que es generalmente la fuente en este tipo
de casos, pero priorizamos ir a los familiares, al lugar de los hechos y no solo el día en que
se produjeron”.
Para Martín el contraste entre ambas fuentes notorio: “La versión de la Fiscalía es la misma
de la Policía, que está generalmente involucrada en el hecho; y, después, está la versión de
los vecinos, quienes, curiosamente, a veces dejan de aparecer como testigos. Hay miedo y
también hay casos de familiares que se cierran y cuesta mucho poder hablar con ellos”.
Al respecto, Stoianovich observará que también “hay mucha desconfianza en los medios”,
que –dice– “por lo general se ponen en contacto con los familiares de las víctimas en
momentos de gran dolor, cuando no es mucho lo que están dispuestos a decir”.
¿Cómo acceder, entonces, a esas voces? Martín resalta los antecedentes de las
organizaciones que han lanzado la página, que ya tienen vínculos en los barrios y que les
permiten empezar a charlar “con el mate y el grabador apagado” para ir rompiendo esa
barrera del miedo y también de algunos prejuicios. “Muchas veces ese silencio o ese temor
está atado a los prejuicios de que el pibe estaba robando y demás. Hay un pibe muerto, la
Policía actúa fuera de la ley y los padres suelen poner más fuerza en decir que el chico no
estaba robando. Ahí, hay otro gran problema: es como si estuviera naturalizado que el pibe,
porque es chorro, puede morir”.
Valga la insistencia, los protagonistas de estos relatos son personas, cuya aparición en los
medios suele estar pensada en función de un show, como un grito desgarrador frente a las
cámaras y no mucho más, para luego hacerlos invisibles.
En cambio, en esta web, las fotohistorias nos muestran a sus seres queridos, su casa y su
barrio, sus objetos preciados. Una verdadera reparación frente a esa deshistorización
cotidiana a la que las someten las noticias del día, limitadas a la premura de decir quién,
qué, cuándo y dónde ocurrieron los hechos –que tan bien ayuda a resolver el parte de
prensa policial–, para después dar paso a otros hechos, sin demasiadas posibilidades de
conectar unos con otros.
Así las cosas, la gente de RGF está haciendo un gran aporte para salvar al periodismo de
una de las grandes encerronas en las que ha caído: la resignación a ser mera correa de
transmisión de las fuentes más poderosas, a través del copie y pegue o de la transcripción
de los monólogos de funcionarios que recogen los grabadores. Sumado a esto, la web
recupera una iniciativa, que parece perdida por tanto trabajo precario y tanta
mercantilización de la noticia: salir a buscar las fuentes y no permanecer pegado a la silla, a
la espera de que las voces oficiales le digan cómo han ocurrido los acontecimientos.
Un trabajo en conjunto
Según cuenta Martín Stoianovich, uno de los redactores de RGF, en Enredando empezaron
a ver que con las coberturas y seguimiento que hacían de casos violencia institucional no
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alcanzaban a difundir lo que ellos querían: “la historia de los pibes, profundizar un poco más
sobre las versiones de la familia”. Entonces dice que fue “casi natural” que se pusieran en
contacto con La Brújula y decidieran hacer el trabajo en conjunto. Es que ambas
organizaciones tienen ya una importante experiencia en la construcción de una agenda
mediática diferente, con fuerte peso de las organizaciones sociales.
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Proyecto Trabajo Final Integrador
1) Tema
Los procesos productivos que realizan los periodistas de medios digitales alternativos de
Rosario en la construcción de crónicas sobre casos de violación de los Derechos Humanos.
2) Descripción
Los llamados medios alternativos son quienes ponen en agenda los diferentes casos que
suceden en la ciudad, en lo que respecta a violación de Derechos Humanos, tales como la
violencia institucional, violencia de género, las luchas de los pueblos originarios, violencia
económica, política y social de los sectores más vulnerables. Por otro lado, la estructura de
estos medios también resulta alternativa, ya que se conforman de una manera diferente a
los medios masivos, muchas veces sin estar organizados mediante jerarquías sino de
manera horizontal. En este caso, el colectivo Raíz - Comunicación Desde Abajo construye
trabajos referidos a estos temas y está compuesto sólo por cinco personas.
Este medio, fundado a partir de un trabajo titulado Crónicas del Gatillo Fácil, tiene un rol
fundamental en los barrios más marginales de Rosario ya que, la elección de los
acontecimientos para producir una noticia tiene gran relevancia, sobre todo, por cómo se
cuenta y cómo se la presenta.
Por eso, en primer lugar es necesario definir el concepto de medios alternativos entendidos
como “los diversos modos de discursos presentes en la esfera pública que no forman parte
de la esfera burguesa”, dicen Barranquero y Sáenz Baneza. Por otro lado, en El fin del
periodismo y otras buenas noticias ─publicado por la cooperativa de comunicación La
Vaca─ se cita a la Real Academia Española para conceptualizar al término “alternativo”: “En
actividades de cualquier género, especialmente culturales, aquello que se contrapone a los
modelos oficiales comúnmente aceptados”.
Por otro lado, La Vaca plantea que la diferencia no está en la forma de organización de la
producción sino de ser otro modelo de comunicación organizado en relación a sus fines,
objetivos y prácticas.
Según Estrella Israel Garzón los valores noticia “no son explícitos y deben ser buscados
entre líneas, a partir de los actores o acontecimientos que aparecen o no aparecen en un
reportaje e incluso en el modo en que son descritos”. En ese sentido la autora hace
referencia a Golding y Eliott quienes sostienen que la selección se debe en gran parte al
resultado de las rutinas productivas y no en relación a las decisiones sobre materiales de la
actualidad.
Por otro lado, Wolf dice que los valores/noticia “se derivan de aserciones implícitas o de
consideraciones relativas a: las características sustantivas de las noticias, su contenido; la
disponibilidad del material y los criterios relativos al producto informativo; el público; y la
competencia”. En esa línea, dice el autor, que entre los criterios de producción se “incluye
también el que se refiere a la noticia como resultado de una ideología de la información
(basada a su vez en la historia de los sistemas informativos y del periodismo)”.
y que tienen que ver con la relevancia, interés y significancia de los mismos.
En la primera fase de las mismas─la recolección─ se debe tener en cuenta que depende de
los recursos disponibles del medio ─en este caso alternativo y sustentado económicamente
por sus integrantes─. Esta etapa se encuentra estrechamente relacionada con el
valor/noticia y las fuentes. Estas últimas, tienen que ser confiables y creíbles, ya que de
esta manera se agiliza el trabajo del periodista, al no tener que ser chequeada la
información demasiadas veces.
En lo que respecta a la selección del material, Wolf dice que no puede entenderse sólo
como “elección subjetiva de periodista, sino que hay que verla como un proceso complejo,
que se desarrolla a lo largo de todo el ciclo productivo, realizado por distintas instancias y
con motivaciones que no siempre obedecen inmediatamente a la directa necesidad de
escoger qué noticias deben ser publicadas”. A esta fase, el autor la compara con un
embudo porque se introduce gran cantidad de datos para, luego, ser filtrados.
Por último, la presentación de la noticia tiene que ver con desdibujar los límites que fueron
provocados por el medio para transmitirlo lo más fiel posible a los hechos de la realidad. Es
decir, se debe contextualizar a los hechos pero con ciertos parámetros entendibles para la
audiencia.
3) Justificación
El caso de Raíz - Comunicación Desde Abajo resulta de interés ya que, como se dijo
anteriormente, nace a partir de un trabajo en particular del que se desprenden un grupo de
periodistas de otras cooperativas o medios. Este colectivo, además, tiene la particularidad
de considerar valor/noticia a ciertos acontecimientos que también son ignorados o poco
trabajados por estos mismos medios alternativos.
del Gatillo Fácil en Rosario, ya que periodistas del Boletín EnREDando y de la Cooperativa
de comunicación La Brújula, se unieron para realizarlo. Luego de esta presentación, donde
se escribieron crónicas sobre jóvenes asesinados en manos de la policía, estos periodistas
decidieron darle un nombre al colectivo: Raíz - Comunicación desde Abajo. A partir de allí,
comenzaron a desarrollar trabajos específicos sobre casos de violación de los Derechos
Humanos. Es decir, el medio está dedicado a la cobertura de estos casos únicamente.
Por otro lado, los procesos productivos que llevan a cabo tienen tiempos que distan mucho
de los de otras organizaciones informativas. Otra de las cuestiones importantes es lo
reducido en cuanto a periodistas con los que cuenta Raíz, ya que está conformado por
cinco personas que trabajan en conjunto, definiendo cada uno de los pasos de producción.
Otro de los fundamentos por los que se ha elegido a este medio para realizar la
investigación, tiene que ver con el derecho a la comunicación. Esto va más allá de la
libertad de expresión ya que está estrechamente relacionado con la multiplicidad de
estrategias para abordar los acontecimientos donde intervienen las organizaciones sociales
(Vargas; Zapata, 2010). Es decir, Raíz - Comunicación desde Abajo se constituye como un
colectivo que tiene por fin difundir casos de violación de Derechos Humanos y no
construirse como empresa.
Ese mismo fin es el que hace presentar cada caso como denuncia de los distintos poderes
estatales. “Solo dentro de un espacio democrático puede aspirarse al cumplimiento del
derecho a la comunicación. Uno de los desafíos de las organizaciones sociales pasa hoy
por conocer, reconocer y reclamar los derechos que les corresponden a los ciudadanos. Y
el derecho a la comunicación en este sentido es clave. Principalmente, porque habilita al
ejercicio de otros derechos: si alguien puede decir lo que piensa y lo hace público, es
mucho más probable que otros se sumen y que las autoridades escuchen esos reclamos”,
dicen Teresita Vargas y Natalia Zapata en Enredando prácticas. Comunicación desde las
organizaciones sociales.
De esta manera se resume el porqué de la elección del medio, ya que fue constituido a
partir de crónicas donde se denuncia casos de violencia institucional en Rosario y es una
herramienta para las víctimas y familiares para el pedido de Justicia.
4) Antecedentes
En lo que respecta a los llamados TFI, uno de ellos es el de Natalia Navarro, Rutinas de
producción en el Periodismo Sindical. La relación con las fuentes en la cobertura de los
conflictos obreros por parte de los periodistas de ATE/CTA Rosario (2012), donde hace, en
un primer momento, un recorrido histórico y contextual acerca del ejercicio del periodismo
en el ámbito sindical. Por otro lado, define ─antes de comenzar a indagar en las rutinas
productivas de ATE/CTA┴ sobre qué debe entenderse como criterio de noticiabilidad.
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El segundo ─el TFI de Montejo─ analiza las rutinas productivas en relación a los asesores
de prensa y, es por eso, que en primer lugar realiza aproximaciones en cuanto a la
conceptualización de este cargo. Luego, explica la práctica periodística enfocándose en que
se necesita de fuentes especializadas y resulta ser un beneficio para el periodista ya que
posee más libertad para construir la noticia. Por otra parte, hace referencia a la jornada
laboral y el uso de tecnología.
Por último, el trabajo Rutinas laborales del periodista judicial, de Alfredo Lala (2008) se
centra en la mediatización de los procesos judiciales en Argentina donde realiza un
recorrido histórico. Con respecto a la práctica periodística hace referencia a las fuentes
utilizadas para construir noticias judiciales y, a partir de ello, desarrolla la mayor parte de la
investigación, es decir, a partir de las fuentes utilizadas para producir este tipo de noticias.
En lo que respecta a otros trabajos académicos realizados por fuera del Postítulo y
Licenciatura en Periodismo de la Universidad Nacional de Rosario, se pudieron registrar
muy pocos en relación a los periodistas de medios argentinos. Uno de ellos es el de César
Arrueta titulado Calidad informativa en contextos eleccionarios (2010), de la Universidad
Católica Argentina (UCA). En este trabajo, el autor compara dos medios de la provincia de
Jujuy donde hace referencia a la calidad de las noticias publicadas por dichos medios. Es
en ese marco que analiza la construcción de las mismas por parte de los periodistas,
analizando la selección de los acontecimientos y de ahí la utilización de las fuentes, parte
fundamental del proceso de recolección de la información.
se demuestra que el periodista pocas veces sale a la calle a buscarla, sino que lo hace a
través de otros medios y plataformas.
Finalmente, la investigación llevada a cabo por Lorena Retegui, La construcción de la
noticia desde el lugar del emisor. Una revisión del newsmaking, está específicamente
abocada al estudio del emisor en los medios de comunicación en general, es decir, no
estudia un único caso. Como lo expresa su título, el trabajo responde a una revisión de los
conceptos sobre newsmaking sobre el que, luego, analiza la discusión de las rutinas
productivas. El mismo resulta de gran aporte en lo que refiere a esta práctica periodística ya
que se exponen varios autores.
Como conclusión de los antecedentes encontrados, se puede decir que los conceptos
claves desarrollados se basan, en general, en relación a: fuentes, estudios de emisor,
criterios de noticiabilidad y construcción de la noticia. Por otro lado, las rutinas productivas
─en todos estos casos─ están abocadas a diferentes ámbitos de la comunicación pero,
ninguna de ellas, sobre el desarrollo de las mismas en medios alternativos como es el
objetivo de este trabajo.
Por otro lado, los trabajos que no corresponden al Postítulo y Licenciatura en Periodismo
(UNR) están abocados más que a la práctica periodística a un estudio de los medios
seleccionados, donde le dan espacio a los periodistas para comprender la lógica de ese
medio y en el que estudian sus prácticas.
5) Interrogante
6) Objetivo general
7) Objetivos específicos
8) Planificación
Para lograr una mejor organización del tiempo, se realizará el trabajo en dos partes. La
primera será la ampliación de la bibliografía y relectura de la ya utilizada y se harán las
entrevistas a los periodistas seleccionados. La segunda constará de la selección del
material y organización del mismo para su posterior redacción.
En esta parte, además, se realizarán las entrevistas a los informantes, es decir, los
periodistas que componen el medio Raíz - Comunicación Desde Abajo, que son entre
cuatro y cinco, con los que ya se tuvo contacto.
La segunda instancia será la que lleve mayor tiempo y detenimiento, ya que se deberá
organizar el material recolectado como también la bibliografía. Abarcará entre tres y cuatro
meses y la redacción también dependerá de las clases de consulta que haya disponibles.
Por último, se hará una revisión profunda para corregir o modificar conceptos y expresiones.
Bibliografía:
● LALA, Alfredo. 2008. Rutinas laborales del periodista judicial. Trabajo Final
Integrador del Postítulo y Licenciatura en Periodismo de la Universidad Nacional de
Rosario.