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Las nuevas modalidades de las sexualidades en el Psicoanálisis

Lic. Mendez, Candela/ FemGeS, CIFFyH. UNC - candelamendez@hotmail.com

Lic. Acunzos Roxana/ FemGeS, CIFFyH. UNC - roacunzos@hotmail.com

Lic. Ruiz Sandra/ FemGeS, CIFFyH. UNC - sadra_li@hotmail.com

MT 37: Género, Historia y discursos “psi” - Tipo de trabajo: ponencia

Palabras claves: sexualidad, falo, diferencias sexuales, goce.

Resumen

En 1905, Freud descubre que las pulsiones ignoran la diferencia sexual al advertir que
la diferencia anatómica está mediada por el significante y reducida en el inconsciente a
la problemática del tener o no el falo.
Para Lacan, en su lectura de Freud, el falo deja de funcionar como algo que podría dar
cuenta de la diferencia sexual. A partir de allí, ya no se pueden sostener ni definir las
identidades sexuales. Es en 1963, en el seminario La angustia, en donde Lacan da el
punta pié inicial del posterior enunciado “no hay relación sexual”. Dicha fórmula nombra
el agujero que hay en lo real humano. Lo que sí hay es goce, el cual sostiene las
diferencias sexuales.
La premisa de Lacan es que para todo hablante rige la ley del falo, el cual deja abierta
una hiancia, una separación en la relación sexual. Con respecto a la castración y la
relación entre los sexos, dice Lacan: “Por eso en el centro de la relación sexual está en
el psicoanálisis lo que se llama la castración” (1968-1969:314).
Desde allí es que se pone en diálogo categorías tales como “sexualidad”, “falo”,
“diferencia sexual” y “goce”, con algunas teorizaciones propuestas por Gayle Rubin y
Judith Butler, apostando a que las diferentes sexualidades contemporáneas
confirmarían la proposición de Lacan: “no hay relación sexual”.
Mejor pues, que renuncie quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de
su época. Jacques Lacan1.

Introducción

En nuestros días, el debate sobre las “diferencias sexuales”, se ubica en el centro de


los cuestionamientos que inauguró la posmodernidad, expresado a través de muy
distintas teorías y corrientes del pensamiento. Cierto es que el Psicoanálisis es y ha
sido interpelado de diferentes modos en este debate, ya que la invención del
inconsciente y de la sexualidad, son las bases del Psicoanálisis creado por Freud.
La presencia social, sexual como política de lo que hoy llamamos “nuevas modalidades
de la sexualidad”: gays, lesbianas, travestis, transexuales, bisexuales, transgéneros,
entre otros, como nuevas subjetividades contemporáneas cuyas identificaciones son
oscilantes, nos plantea en la clínica la necesidad de revisitar y revisar algunas
categorías del Psicoanálisis.
Nuestra intención para esta ponencia titulada Las nuevas modalidades de las
sexualidades en el Psicoanálisis, es poner en diálogo categorías tales como
“sexualidad”, “falo”, “diferencia sexual” y “goce”, con algunas teorizaciones propuestas
por pensadoras feministas como Gayle Rubin y Judith Butler, apostando a que las
“diferentes sexualidades” contemporáneas (modos de vivir y habitar la pulsión y el
goce) confirmarían la proposición de Lacan: “no hay relación sexual”.
Rubin en 1975, en su ensayo “Tráfico de mujeres: notas sobre la economía política del
sexo” considera que “el psicoanálisis es una teoría del género” (130), lo cual, incluso en
términos de una de las pensadoras y fundadora de la teoría Queer, Teresa de Lauretis
(2015), esta frase de Rubin es sorprendente, ya que Freud a lo largo de su obra, no
habló de género (la palabra alemán Geschlecht no distingue género de sexo)”(108)2.
Más adelante, veremos la estrategia teórica a la que recurre el creador del
Psicoanálisis para deshacerse de dicho vocablo alemán.

1
Escritos1. Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis, 1953.
2
De Lauretis, Teresa (2015) Mora /21 en Género y Teoría queer ISSN 0328-8773 (impresa) / ISSN 1853-001x.
Por otra parte, Butler en “Cuerpos que importan” del año 1993, formula la siguiente
pregunta: “¿podemos pues interpretar que el psicoanálisis inculca la matriz
heterosexual en el nivel de la morfogénesis corporal?” (36). Butler puntualiza tres
críticas acerca de la categoría de sexo y de la noción de diferencia sexual, según las
presenta Lacan. Una: “el empleo de la expresión “diferencia sexual” para denotar una
relación simultáneamente anatómica y lingüística pone a Lacan en una dificultad
tautológica”. La segunda, “surge otra tautología cuando Lacan sostiene que el sujeto
emerge sólo como consecuencia del sexo y la diferencia sexual y, sin embargo, insiste
en que el sujeto debe cumplir y asumir su posición sexuada dentro del lenguaje”. Y por
último, “la versión lacaniana del sexo y la diferencia sexual coloca sus descripciones de
la anatomía y el desarrollo en un marco no examinado de heterosexualidad normativa”
(148).

De la diferencia sexual a las diferencias sexuales

Gayle Rubin en su ensayo “El tráfico de mujeres”, texto clave para la Teoría del Género
por definir el sistema sexo-género, caracterizado por la mutua implicancia de sexo y
género y sus mecanismos histórico-sociales a partir de los cuales, la heterosexualidad
pasa a ser el marco obligatorio, en el cual las mujeres son ubicadas en una posición
secundaria en los lazos sociales.
Este sistema sexo/género fue entendido como “el conjunto de disposiciones por el que
una sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana,
y en el cual se satisfacen esas necesidades humanas transformadas” (1986:97). Para
llegar a tal axioma, la autora toma como punto de partida otros pensadores que
previamente discutieron sobre el género y las relaciones sexuales como instituciones
económicas (Karl Marx y Friedrich Engels) que desempeñaban una función social
convencional (Claude Lévi-Strauss) reproducidas en el desarrollo psicológico del niño
(Sigmund Freud y Jacques Lacan). Rubin recurre a un freudismo lacaniano para
argumentar que la ley del padre patriarcal forma parte de una construcción social del
género y de la sexualidad que ha llegado a ser casi universal pero que se podría
modificar, puesto que a pesar de todo, se trata de una construcción histórica.
Con respecto a dicha construcción histórica llamada “heterosexualidad”, Jean Allouch,
psicoanalista francés, en una entrevista realizada en Buenos Aires en 2016, nos
recuerda “que el concepto de heterosexualidad fue una invención bastante reciente, ya
que no existía en el siglo XIX, antes de 1876”3.

La heterosexualidad: de perversión a norma

Por otra parte, la palabra “heterosexualidad” no siempre significó lo mismo, aunque en


el imaginario social contemporáneo se haya instalado como norma universal y
atemporal. Antes, heterosexual era aquel sujeto que tenía sexo sin importar con quién,
una sexualidad desligada de la reproducción. Es así que nace como un concepto
ligado, en principio a la perversión.
Jeffrey Weeks4, en la misma línea de pensamiento que Foucault5, señala que, “al igual
que todos los términos que en apariencia son sencillos, la heterosexualidad tiene una
historia compleja y una multiplicidad de significados” (1998:122) y sobre la invención de
dicha palabra, señala que Karoly-Maria Benkert (1824-1882), fue su creador en 1860.
Sobre su significado originario, expresa que éste “se refería al “hermafroditismo
psíquico”, lo que en la actualidad se llama bisexualidad, y fue solo lentamente que se
volvió de uso general con el significado que tiene hoy en día” (1998:122).
Jonathan Need Katz, en su texto “La invención de la heterosexualidad” (1995) ofrece
las coordenadas exactas de su aparición en un medio de comunicación masivo: se
publica por primera vez la palabra “heterosexualidad” a principios de la década del
1920, en el “New York Times” en Estados Unidos. Weeks señala este dato histórico en
su libro6 para advertir el tiempo que le llevó hacerse “popular” en su nueva acepción o
naturalizarse en dichos términos.

3
Disponible al 6/02/2017 en http://elpsicoanalistalector.blogspot.com.ar/2008/07/entrevista-jean-allouch-por-
marcelo.html.
4
Weeks ha sido activista en el Frente de Liberación Gay de Londres. Es sociólogo e historiador, catedrático emérito
de la London South Bank University y, como pensador y teórico de “la sexualidad”, se ubica entre los herederos de
Michel Foucault. Entre sus producciones más destacadas se encuentran “El malestar de la sexualidad.
Significados, mitos y sexualidades modernas” (1993 [1985]) y “Sexualidad” (1998 [1986]) traducidos ambos al
español.
5
En su Historia de la sexualidad, el discurso de la sexualidad y de la diferencia sexual son productos históricos y
geoculturales: son una invención occidental moderna.
6
Véase Weeks en “Lenguajes de la sexualidad” (1998:122).
En la entrevista compartida con Judith Butler (1994), Gayle Rubin relata las distintas
preocupaciones que la llevaron a escribir sus ensayos producidos en contextos socio-
políticos diferentes. En el segundo, en “Reflexionando sobre el sexo” del año 1989,
expresa un cambio de posición teórica con respecto a su sistema sexo/género, con la
idea de que ambos deben ser diferenciados conceptualmente. En consecuencia,
ambos textos de Rubin no podrían ser leídos en continuidad entre ellos. En
“Reflexionando…”, Rubin señala que “Tiene que haber un modelo que no sea binario,
debido a que la variación sexual es un sistema de muchas diferencias, no sólo un par
de diferencias visibles”. Y utiliza la expresión de “diferencia sexual” para referirse a lo
que de otro modo se llamaría perversión, desviación sexual, la variación sexual o
diversidad sexual (176).
Ya en 1905, Freud descubre que las pulsiones ignoran esa “diferencia sexual” al
advertir una anatomía mediada por el significante. El autor reformula la concepción de
la sexualidad en términos de la “pulsión” y del inconsciente. La pulsión es la categoría
que le permitió a Freud borrar cualquier determinismo natural o biológico. La pulsión -a
diferencia del instinto- nunca se satisface completamente, ya que no existe un objeto
para saciarla, lo cual significa que el estatuto del objeto en psicoanálisis es el de un
objeto parcial. Ese hecho (entre otros) no va a permitir al Psicoanálisis la posibilidad de
establecer ningún tipo de normalidad sexual. Por el contrario, Freud extiende el
concepto de lo sexual deshaciendo el prejuicio que reducía la sexualidad a la
genitalidad, o sea que la extiende a otras partes del cuerpo, por lo cual multiplica y
diversifica las posibilidades del deseo como de objetos y de zonas.
Anne-Emanuelle Berger en su libro “El gran teatro del género” del año 2014, indica que
Freud “utiliza en alemán el término latino Sexualität para nombrar y describir su nuevo
campo de investigación” (243). Y agrega:

En cuanto a la sexualidad, justamente, se trata de un neologismo que


apareció en las lenguas de origen latino, en la primera mitad del siglo
XIX, en el momento en el que se elaboraban la epistemología y las
políticas de la sexualidad (Berger, 2014:244).
Freud importa la palabra latina Sexualität a su lengua de origen germánico, para dar
cuenta de su descubrimiento, el cual poco tiene que ver con el género. Ya Jean
Laplanche7advierte que la noción alemana de Geschlecht, “sexo” y “género” son
indistinguibles:

(…) cada vez que utiliza la noción latina y moderna de Sexuell Differenz
(diferencia sexual) (o, en plural, Sexuelle Differenzen), no le da el
sentido que tiene hoy en francés y en inglés (…) Existen en efecto dos
“ejes” de la reflexión freudiana sobre la cuestión. En torno a las
Sexuelle Differenzen, Freud intenta reflexionar, no sobre la distinción
hombre/mujer o masculino/femenino, sino sobre la variedad de los
comportamientos sexuales, incluso de las orientaciones sexuales,
prefigurando así [en términos de Berger] el uso de ciertos pensadores
queer (2014:244).

Freud concibe el Geschlecht o la Unterschied der Geschlechter, traducida en francés y


en inglés como “diferencia sexual”:

(…) no como el conjunto de diferencias anatómicas entre el hombre y la


mujer, sino como la manifestación de posiciones inconscientes
diferenciadas de los sujetos humanos, las cuales conducen a privilegiar
tal o cual vía en la vida social y en la vida erótica. La noción
psicoanalítica de “diferencia sexual” no remite entonces, se lo ha dicho
suficientemente, a algún esencialismo naturalista o “biológico” (Berger;
2014:243, 246).

Freud en “La Moral sexual cultural y la nerviosidad moderna” de 1908, hace referencia
al libro “Ética sexual” de Von Ehrenfels8, quien distingue la moral sexual “natural” de la
moral sexual “cultural”. Del análisis que Freud realiza, se desprende que no existe
ninguna moral sexual “natural” ni una moral sexual “cultural”; ya que toda sexualidad es
cultural. De esta manera, para Freud, la sexualidad no se juega en lo natural ni en lo

7
Véase Vida y muerte en Psicoanálisis.2012.
8
Filósofo austríaco, es considerado el representante de la Psicología de la Gestalt. Escribe “Ética Sexual” en 1907.
social, sino que se efectúa en virtud al lenguaje que atraviesa el cuerpo y la posición
sexual se juega en el inconsciente, siempre con un saldo de insatisfacción.
El retorno a las fuentes freudianas de Lacan, le permitió en su contexto histórico social,
afirmar la doctrina del significante por sobre la relación de objeto, criticando la ideología
normativa de los pos freudianos conducidos por el esquema de evolución de la libido
en etapas con su apología de la madurez genital. Lacan vuelve a Freud:

Un mundo ni hecho ni por hacer, un mundo totalmente enigmático,


desde el momento en que se intenta hacer entrar en él ese algo que
estaría modelado sobre la lógica, con lo cual se fundamentaría que en
la especie llamada “humana” se es hombre o se es mujer. Muy
especialmente contra eso se eleva la experiencia; y no necesito ir muy
lejos: hace apenas unas horas alguien me contó su encuentro con un
chofer de taxi, del que no sólo le era imposible, a la persona que
hablaba, decir si era un hombre o una mujer, sino que incluso se lo
preguntó y el chofer no pudo responderle. Esto es algo bien corriente, e
incluso de allí partió Freud.

El parte así, como comentario; la experiencia no le basta porque es


preciso que se enganche un poco por todas partes a la ciencia, desde
el momento en que no hay nada que se parezca más a un cuerpo
masculino que un cuerpo femenino, si se sabe mirar en cierto nivel, en
el nivel de los tejidos. Esto no impide que un óvulo no sea un
espermatozoide, y aquí yace la cosa del sexo. Resulta completamente
superfluo hacer observar que para el cuerpo eso puede ser ambiguo,
como en el caso del chofer. Es completamente superfluo. Porque se ve
que lo que determina no es siquiera un saber, es un decir. Sólo es un
saber porque es un decir lógicamente inscribible (...) (S21 1973/74:41).

De esta manera, Lacan por su parte, tampoco aborda la sexualidad a partir de lo


anatómico, sino mediante el goce y el lenguaje. Es justamente para separarse de toda
idea de lo natural en la sexualidad que acuña el término de “sexuación”. El
Psicoanálisis entonces, aborda de otro modo la cuestión del género ya que lo entiende
como una posición subjetiva que da cuenta de una cierta relación al cuerpo y al Otro
del lenguaje. La sexualidad no compete únicamente a la biología, la relación del sujeto
con el lenguaje la subvierte. Hombre, Mujer Trans, por ejemplo, son tan sólo
significantes. Y este campo de la sexualidad conlleva un real donde el ser hablante se
debate en opciones de goce (sexuación). Por otro lado, el goce, no se aborda
directamente por el cuerpo, sino por el lenguaje que produce efectos sobre el cuerpo.
Lacan trazará, a partir de Freud, la correlación entre subjetividad y lenguaje. En su
texto imprescindible para problematizar la cuestión del sujeto y del deseo: “Breve
discurso en la O.R.T.F. (Radio y T.V. francesa)” de 1966, planteará que el deseo es:

(…) la pasión del significante, es decir, el efecto del


significante en el animal al que signa, y en el cual la práctica del
lenguaje hace surgir un sujeto -un sujeto no simplemente descentrado,
sino condenado a sostenerse tan sólo con un significante que se repite,
es decir, a sostenerse dividido. De allí la fórmula: el deseo del hombre
(…) es el deseo del Otro. En el Otro está la causa del deseo, de donde
el hombre se desprende como resto (Lacan, 1966:38,39).

La premisa de Lacan es que para todo hablante rige la ley del falo, el cual deja abierta
una hiancia, una separación en la relación sexual. Con respecto a la castración y la
relación entre los sexos, Lacan ubica a la castración “en el centro de la relación sexual”
(1968-1969:314).
A partir de las elaboraciones de los años setenta, la castración no es tanto el resultado
de la función paterna sino del lenguaje. Hablar es estar sometido a una pérdida de
goce y este es el sentido último que le da Lacan a la castración.
El falo ha sido conceptualizado de diferentes modos a lo largo de su enseñanza, en
tanto rasgo o significante del deseo, como semblante, como órgano y a partir de los
años 70 como una función que escribe un tipo de goce entre otros.
Es ya en 1963, en el seminario “La angustia”, donde Lacan comienza a dar el punta pie
inicial de su posterior enunciado “no hay relación sexual”. Freud lo señaló a su manera,
al afirmar que la libido era sólo una y que el inconsciente desconocía la diferencia
sexual. Lacan reescribe aquella afirmación con su aforismo; la diferencia sexual no
puede escribirse en lo real, no hay complementariedad entre los sexos, es decir, no hay
manera de escribir la diferencia sexual que no sea con los significantes. Dicha fórmula
nombra el agujero que hay en lo real humano. Lo que sí hay es goce, el cual sostiene
las diferentes sexualidades.
Cabe aclarar que goce y placer, si bien son significantes que en el sentido común se
suelen escuchar superpuestos, no es así para el Psicoanálisis. El placer a partir de
Freud, es la menor excitación, lo que hace desaparecer la tensión por lo tanto es justo
aquello que se distancia del goce. El goce, experimentado en el cuerpo es del orden de
la tensión, del forzamiento, del gasto. Es imposible no gozar.
Tiempo después, en el año 1972/73, en el Seminario 20, sobre la no relación sexual,
Lacan dirá:

Seguramente, he dicho, lo que aparece sobre esos cuerpos bajo esas


formas enigmáticas que son los caracteres sexuales -que no son más
que secundarios- sin duda hace al ser sexuado. Pero el ser, es el goce
del cuerpo como tal, es decir como a… -pónganlo como ustedes
quieran-como (a/a-/ à) sexuado. Puesto que lo que es llamado goce
sexual está dominado, marcado por la imposibilidad de establecer,
como tal, en ninguna parte en lo enunciable, ese único Uno que nos
interesa, el Uno del vínculo: relación sexual (S.20:13).

Para Lacan, en su relectura de Freud, el falo deja de funcionar como algo que podría
dar cuenta de la “diferencia sexual”. A partir de allí, ya no se pueden sostener ni definir
las identidades sexuales. Es importante destacar que “identidad” no es una categoría
del Psicoanálisis; sabemos que la identidad es sólo una ficción que se sostiene en la
identificación con el o los otros.
Lacan no realiza una lectura de género de la experiencia de deseo ya que para el
psicoanálisis, el objeto que causa al deseo siempre es parcial y sin género. Por lo tanto
tampoco realiza una lectura de la sexualidad en términos de genitalidad normativa
porque para la pulsión, el objeto es siempre parcial y entonces la satisfacción carece de
naturalidad. Tampoco se limita al complejo de Edipo -que Lacan lo interpretó como
un sueño de Freud- ni plantea que todo el goce queda absorbido por el semblante
fálico.
Para el ser hablante, el goce le es significado fálicamente. Puede experimentar otros
goces, pero al momento de significarlos, lo hace fálicamente, es decir vía el
significante. El goce fálico es aquel que puede ser nombrado, cuantificado,
significantizado. El significante no sirve para la comunicación, sino como causa de
goce. Cuando se habla, se goza.
Es decir, que Lacan aborda la diferencia sexual -objeto de controversia para las
Teorías de Género y Queer- a partir de la diferencia entre los goces. Sólo se escribe el
Uno fálico, pero el otro, el goce femenino, no puede escribirse porque escapa a las
palabras y a eso que escapa al sentido lo llama otredad.

Algunas notas finales

Para concluir, podemos decir que el Psicoanálisis se ha manifestado, desde Freud


hasta nuestros días, no sólo como un discurso que señala la permanencia de una
inadecuación sexual- a veces experimentada como insatisfacción- sino que, además,
se ha encargado de señalar las causas estructurales de lo que, gracias a la pulsión, no
se deja domesticar en el deseo y el goce.
La afirmación “no hay relación sexual” significa que no se puede escribir la relación. Lo
real del psicoanálisis es esto: la ausencia de esa escritura de la relación sexual y las
consecuencias de esto para cada uno, uno por uno. Para el psicoanálisis, si hay
diferencia sexual es la que surge entre los significantes y que, por tanto, los hace
posibles como tales, ante la cual cada sujeto debe inscribir y escribir lo propio.
La escucha psicoanalítica no se detiene en el juego de identificaciones ni le interesa
clasificar ni patologizar ninguna modalidad sexual.
El hecho que un sujeto sea no todo definible por el significante, el hecho que un sujeto
sea no universalizable le permite un marco de libertad, ya que se trata de un ser
sexuado, “quiero decir que aquello lo cual uno se limita, para clasificarlo varón o mujer
en el estado civil, no impide que pueda elegir. Esto por supuesto, todo el mundo lo
sabe. El ser sexuado no se autoriza más que por sí mismo; pero yo agregaría: “y por
algunos otros””. (Lacan; 1974:132).
En cuanto a los planteos de Gayle Rubin y Judith Butler expuestos al inicio de esta
ponencia, no desconocemos las diferentes posiciones al interior del Psicoanálisis, lo
cual significa que coexisten al día de hoy distintas lecturas de Freud, algunas más
ligadas a lo normativo, herederas del posfreudismo que se alejaron de la propia letra de
Freud. De allí que señaláramos en este escrito la vuelta de Lacan a Freud.
Lejos de pensarlo como una Teoría del Género, al Psicoanálisis no le concierne “la
normalidad” ni ninguna “identidad sexual” ni las diferentes “identificaciones” de género
que pudieran habitar en un mismo sujeto. Si le concierne lo que cada sujeto, uno por
uno haga allí, en eso que Lacan llamó: la no relación sexual.
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