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LA MÚSICA CONTEMPORÁNEA

muy fáciles de comprender, en tanto que otros


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¡
pueden resultar difíciles, o bien, distintas piezas de
IX. LA MÚSICA CONTEMPORÁNEA un m ismo compositor pueden caber en la una o en
la otra categoría. En el medio se encuentran muchos
autores contemporáneos, que van desde totalmente
]· tea Ja pregunta de por qul' accesibles hasta bastante difíciles.
U NA y otra vez se p an ¡, . rientados cuand o
1, - se sienten e eso Colocar toda esta música bajo el marbete de "mo-
tantos m e o manos -'nea Parecen acep
, .· contempo1 a . 1 derna" resulta una injusticia patente y sólo p uede
escuchan la mus1ca 1 "d de que las obras de º"
· 1idad a 1 ea . . , producir confusiones . Por tanto, acaso res ulte útil
tar con ecuam n ' I" d d no se h 1c1eron p.11 •1
compositores de la ac lua i ª·11 ente "no la co111 poner cierto orden en el aparente caos de las compo-
,, p e senc1 am ' 1 siciones contemporáneas, separando a algunos de
ellos. ¿Por que . orqu .: 1temcnte dijo un no pro'
d " T 1como rec1e1 · 1 sus más destacados exponentes, según su grado re-
pren en . a . 1, anos retroceden cuai 11 "
sional, "demasiados me º~e mt'.1s ica es 'modern.i l.1tivo de dificultad para la comprensión de sus idio-
1nas respectivos:
se les dice que una _pi~za de los años \'einte, p111,
Antes -hasta media~ os . úsica de tc11d1 11 Muy fáciles: Shostakovitch y Jachaturian, Francis
, - toclav1a la nue\a m . . l'oll lenc y Erik Satie; en sus primeras obras, Stra-
mas o mcno.
ciae progres
. s . d
f , -1grupa a, ll1L .
ista "uclt.
. liscnmmada1111 111 1 1 111~kv y Schoenbe1·g; Virgil Thomson.
-
e -
moderna " . Au' n hoy pcrs1... 11 lf11stante accesibles: Prokofieff, Villa-Lobos, Er-
baJ·o d marbete". u-"ia 'v ' 1o " mo de1·no" rcprc...111111
1 111 ·"1 Mloch, Roy Harris, William Walton, Malipiero,
idea de que lo e as1co . ·¡ · bles el pr in11·1 .. 1 ll1111t·n.
' · 1 irreconc1 1a '
dos estilos mus1ca es bl s comprensibles, t l 11tt
1
los cua es p a n 1 tea pro . ema 1 bl <'1111siderablemente difíciles: El S travinsky de sus
bl mas mso u es . 1tl111nas obras, Béla Bartó k, Milhaud, Chávez, Wi-
abunda en . pro
_ que e e reco rdarse es que 111!1 11
e d' b
1111111
11 11111 . Schuman, Hon egger, Hindemith, Walter
Lo pnme10 d e n gene1a, . 1 constituye n 1111 11
tas crea ores, . , "to no es deM ""l
serio v profesional: su p1oposp1one de pa 11 1· d11 \ /11v difíciles: Schoenberg, en las obras de s u ma-
·. E su vez presu 11111 , /\ Iban Berg, Anton Webem, Varese, Dallapic-
l 1 1 1~nek, Roger Sessions y, a veces, Charles Ives.
a nad ie. sto,·ta río a b 1er .' to, buena volunt.111 \
lómano un en e_ . ello que va a ,. l 11
f. priori en aqu N11 ,., esencial que esté usted de acuerdo con
con 1anza, a-·rores 'vanan , e normemenll' 1•11
Los compos1 men to v exp11 lt l 1 1preciaciones comparativas. Simplemente
en tempe ra · 1 11111·11 indicar al lector que no toda Ja música
bito .v gama, , . ntemporca' nea e no c01 1... 11111
ello, la mus1ca co
, d l sino mue "
h~s c lases

d ist inl.1 1 e 1H)l' ser considerada como igualmen te inac-

u na m o e, . bº1 , debemos 11•111 1 1 l. 1 .1 escuela dodecafónica de Schoenbe rg es


riencia musical. Tam ~~res de Ja :11 111 111 ¡ 11 11.tguda, aun para los músicos. Para apre-
sente. Algunos compos1 11 " f1 .1vinsky de sus últimas obras se debe n
222 I 1 .t do, la pr·ecisión, la personalidad ; para
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austar de Milhaud o de Chávez se precisa una afi- los compositores recientes han adaptado y extendi-
~ión a las sonoridades bien sazonadas . Hindemith do nues tros recursos técnicos para sus propios fines
y Pis ton exigen un oído contrapuntístico; Poulenc y de expresión. Estas extensiones de los procedimien-
Thomson, ingenio e inteli gencia; Villa-Lobos, la tos habituales necesariamente exigen al auditor la
intuición de lo exuberante y pintoresco. c~?acidad de prestarse, por instinto o por prepara-
Después, e l primer requ isito es diferenciar a los c10n, .ª escuchar un idioma no familiar. Por ejem-
compositores, tratando de o ír a cada uno por sepa- plo, s1 usted es de los que rechazan una pieza por-
rado, de acuerdo con lo que cada cual desea comu- ~u~ le resulta muy disonante, ello probablemente
nicarnos. ¡Los compositores no son intercambia indica que su oído está insuficientemente acostum-
bles! Cada uno tiene su propio objetivo, y el aud ito 1 brado_ al vo,cabu~a~o musical de nuestra época, y
inteligen te hará bien en tener p resente tal objetivo necesita mas practica, es decir, más preparación
Ta;n bién debemos tener en cuenta esta clari l 1 para escucharla. (Siempre existe la posibilidad de
c;ición de objcti\·o cuando disti ngamos los plan·11 que _haya_ culpa d_e parte del compositor, por haber
musicaks que pu<?den de ri\·arse de la música :11111 1·..,cnto d1sonanc1as no inspiradas o simplemente
oua v de la nueYa. El melómano no iniciado :-.L'¡ •1111 • • o1prichosas.)
~on~iderando peculiar la música contemp1J1.i111 • i\I seguir una nueva obra, el contenido melódico
mientras persista en tratar de oír la misma da.,, 1 I• 1> su ausencia aparente- puede ser causa de con-
sonidos u obtener la mis ma índole de deleitl' 111111¡¡ l11 .. iún. El audi tor acaso eche de menos la tonada
cal que obtiene de las grandes obras de Jo.., 111 11 •111c puede tararearse. Es posible que las melodías de
tros de l pasado. Esto es esencial. Mi amor :1 l,1 1111 f111y sean "incantables", especialmente en la escri-
sica de Chopin y de Mozart es tan grandl' 1111 11" 11 1111.1 ins trumental, aun cuando sólo se deba ello a
de cualquiera; pero me sirve de poco cu.1 11.I .. 111 11111· van mucho más allá de las limitaciones de la voz
siento a escribir mi propia música, porq111· ... 11 1111111 l111111ana. O acaso se deba a que son excesivamente
do no es el mío y su idioma m usical nw 1 11' 111 1. 11l11osas, o sincopadas, o fragmentarias, para tener
Los principios ~~byacentes en su mú:-. 11 ·' ·' 111 1 1111 .11ractivo inmediato. Éstos son atributos expre-
válidos hoy como lo fueron en su p1op1,1 • I " 1v11-. que, temporalmen te, pueden dejar perplejo al
pero con aquellos mis mos principios '>t' p111 .!1 111 t 0
11dl111r; pero el compositor, dado el ámbito ensan-
ner, y se obtiene, un resu ltado totalnw1111 .t1 111 1 li 1dn de la invención melódica contemporánea, no
Al enfrentarnos a una obra actual dl' p11 I• 11 ¡, 1'"' d" regresar a la escritura melódica, sencilla, a
serias, debemos comprender, pri nw111, • 11 1 obvia, de antaño. Si reconocemos talento a un
objetivo del compositor, y luego d i.., pn111 '" " 111p1J~ itor, las repetidas audiciones de su obra
u na especie de tratamiento dis ti nto d1 1 q11 1 f 11il1 111 de manifiesto d atractivo, a largo plazo, de
bitual en el pasado. 111111•.1 más intrincada.
Al tratar los elementos y las fo 1111.1'1 ,¡, l 111 dmimte, hay un reproche que se repite más
hemos citado varios ejemplos pa1 .1 11111 11111p(111 otro; a saber, que la música de hoy pa-
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rece evitar todo sentimiento, que es si mplemente siglo x1x fue el siglo romántico por excelencia, de
cerebral e inte ligen te, no emocionalmente signi- un roman ticismo que encontró s u expresión más
ficativa. En un breve párrafo no podemos ti-atar característica en el arte de la música. Ello acaso
adecuadamente este persis tente error. Si la obra de explique la continua renuencia del público meló-
un com positor contemporáneo Je parece al auditor mano a reconocer que con el nuevo siglo había de
fría e intelectual. el auditor debe preguntarse si no nacer una clase distinta de música. Y sin embargo,
está aplicándole normas de comparación que real- sus colegas en el mundo de la literatura no esperan
mente ya no proceden. La mayoría de los meló- que Andr·é Gide o Thomas Mann o T. S . Eliot nos
manos no sabe hasta qué grado se halla bajo el conmuevan con los acentos de Víctor Hugo o de
influjo del enfoque rnmántico a la música. Nuestros Walter Scotl. Entonces, ¿por qué hemos de esperar
públ icos han llegado a identificar el romanticismo que Bartók o Sessions canten con Ja voz de Brahms
musical del siglo XIX con el propio arte de la música o de Tchaikovsky? Cuando una pieza contempo-
Como el romanticismo constituyó, v aún constituyt-, ránea le parezca seca y cerebral al lector, cuando
una expresión tan poderosa, suelen olvid ar que du aparentemente exprese poco sentimiento, hay una
rante cientos de ai'los, antes de que floreciera l'I gran posibilidad de que el lec tor esté siendo insen-
romanticismo. se escribió gran música. .., ible al característico idioma musical de su propia
Y ~ucedc que una proporción considerable dv l.1 , ·poca.
mú:-ica de ho\· ri1.:ne nexos estéticos más ínti111111 Ese idioma musical -de ser rea lmente vital-
con aquella ~úsica anterior, que con la de lo~ 111 .,¡11 duda incluirá un lado experimental v contro-
mánticos. El camino de los mejores románt ii 11 w r tible . Y, ¿por qué no? ¿Por qué ocu r~e que el
con su calor e ímpetu tan personal y sin inhil>11 111 l tpico melómano de nuestra época sea al parecer
nes, no es nuestro camino. Aun aquel scgm1.•11111 d l.111 renuente a considerar una composición musi-
la música contemporánea que claramente co11.,1 1 \ ' .d co mo, posiblemente , todo un desafío? Cuando
tonalidades románticas tiene buen cuidado d1· •o o igo una nueva pieza de música que no com-
presarse más discretamen te, sin ninguna n 1 1111·11do, quedo intrigado; deseo entrar en contacto
ración. Y así debe ser, pues es una verdad L'\ 1.!1 111 11111 ella nuevamente, a la primera oportunidad. Es
que el movimiento romántico ya hab ía lleg;11 l11 1 1111 cksafío; mantiene vivo mi interés en e l arte de la
clímax al terminar el siglo pasado, y que 11.1.l.1 11 11111.,1ca. S i después de repetidas audiciones una
co podía sacarse de él. · ·111.1 110 me dice nada, no por ello concluyo que los
La transición del romanticismo a un itk.d 111 11111positores modernos se encuentran en una con-
cal más objetivo se realizó gradualmenll' < 11111 l 1 11111 lamentab le. Simplemente, concluyo que esa
propios compositores encontra ron d ifíci l 1·111 1 11o 1 110 es para mí.
miento, no debemos asombrarnos de q 1ll' 1 l ¡" 11-·~­ \ llL'sar de todo, ya he observado, tristemen te,
co e n ge neral só lo haya aceptado lentnr111 111 ll· 1111 propia reacción no es la típica. La mayoría
aquello que implicaba lo que estaba ot 1111 H 11 l l 1 gl'nte parece disgus tarse por el lado conlro-
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vertible de la música; no desean ver perturbados de las experiencias más emocionantes que puede
s us viejos hábitos. Se valen de la mús ica como de darnos el arte de la música. La música contempo-
un d iván; desean se ntirse mecidos por el\~, rela- ránea nos habla como ninguna otra mús ica puede
jados y consolados de las t~n siones de la v1~~ co- hacerlo. Es la música antigua -la música de Bux-
tidiana. Pero la música sena nunca pretendio ser tehude y de Cherubini- la que debiera parecernos
un soporífero. La mús ica co ntemporáne~. esp~­ dista n te y ajena, no la de Milhaud y de Willia m
cialmente, ha s ido creada pa ra despertar al m'.~h­ Schuman. Pero, ¿no es universal la música? Acaso
tor, no para po nerlo a dorm ir. Freten.de sacudir Y el lector pregunte, ¿qué puede decirnos el composi-
excitar al auditor, conmoverlo, aun deprlo exhaus- lor vivo que no pueda encontrarse, en términos
to . Pero (·no es esa clase de estímulo la que se bastante análogos, en la música anterior? Todo
lºb ?
busca en ~ l teatro, o por la que se compra un 1 ro. depende del punto de vis ión: lo que vemos produce
Entonces, ¿por qué hacer una excepción con la mayores extr emos de tensión y distensión, u n opli-
, .
musica.
? 1nismo más vivo, un pesimismo más gris, clímax de
Bien puede ser qu e la nueva música suene co111n .1handono y de hi steria explosiva, variedad colorís-
algo PL'Ctiliar, por la ún ica raz<'•n de que, en el cu1 -.n 1wa, sutikzas de luz:-· sombra, un sentido relajador
d; la audi ción ordinaria, se ove ta n poco de ella l' ll ,¡,. ¡ humor, que a \'eces llega a lo grotesco, texturas
comparación con la cantidad de la música lrad1 q ttL'Ladas, panoramas abiertos, "dolo rosos" anhe-
cional que se ejecuta año tras año. Lo~ progrc.11 11.1 111 ... , una deslumbrante brillantez. Indudablemente,
de radio v de los conciertos, los anunc10s de lo-. l.1 '.11 ios matices y gradaciones de todo ello tienen su
bricante~ de discos y de sus representante .... 111 • q11ivalente en la música antigua; pero ningún
habituales programas escolares, todos ellos 11·"' 111d1tor sensitivo podría confu ndirlos jamás. Hab i-
cen convenir, acaso inconscientemente, en la 111 1 ' 111 ilmente reconocemos el periodo al que pertenece
de que la música "normal" es la rnúsi~a del pa· .. 1ilt1 1111,1 co mposición en alguna parte esencial de su
la música que ha demostrado su vaha. Un 1 .il1 1il1 11 1111omía. Es lo único y exclusivo de toda au ténti -
creneroso indica que tan só lo una cuarta pa1 tt· d 1 1 1 • presión artística la que hace inconcebible toda
~1 úsica que escuch arnos puede. ser l.lan:ad.1 • • 111 1¡)111\itna<la dupli cación en cualqu ier otro periodo.
temporánea, y tal cálculo se aplica pnnc1p;il 1111 111 l 11 ,.., la razón por la cual el melómano que des-
a la música que se o ye en los grandes centn1•. 11111 1 11 1 l.1 mús ica contemporánea está privándose a sí
cales. En tales circu nstancias es .proba.? k q11 1 ,¡ 11111 del goce de una experiencia estética imposi-
música contemporánea siga pareciendo p1· 1 1ill 1 1'1 11h1cner de otra manera.
a menos que quien la escucha esté cli ... p11 1 1 1 1 • l,1 ve de nuestra comprensión de la nueva
hacer el esfuerzo extra necesario para 11 11111 1 1 1 i. 1 1•-.: repetidas audiciones. Por for tuna para
barrera de la no familiaridad . 1111•., la abundancia de los discos de lar ga dura-
- No sentir la necesidad de participar l'11 l 1 11 1111 , lacilita enormemente las cosas. Muchos
sión musical de la propia época es ce11.1 1 1 1 111 11111-, ha n atestiguado el hecho de que la in-
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comprensibilidad gradualmente cede ante la fa'.11ilia-


ridad que sólo pueden darnos repetidas aud1.c1ones:
Sea como fuere, no hay modo mejor de ave~1gu~r s1
la música contemporánea habrá de tener stgmfica- X. LA MÚSICA DE PELÍCULAS
ción para nosotros.
LA MÚSICA de películas constituye un nuevo medio
musical que puede ejercer una fascinación propia.
En realidad, es una n ueva forma de música dramá-
tica - relacionada con la ópera, el ballet, la mús ica
incidental para el teatro- en contradistinc ión con
la música de concierto, sinfónica o de cámara.
Como forma nueva, abre posibilida des inexplo-
radas para los compositores , y plantea algunas pre-
¡•11ntas interesan tes al aficionado a l cine.
Mi ll ones de cinéfilos consideran como algo na-
111ral el aco mpaña miento mus ical d e una película
cli ;1rn ática. hasta un grado injustificado. Cinco mi-
1111tos después de terminada la película, no podrían
il1-cir s i han oído música o no. Preguntarles si con-
lclcra n que la música era interesante, o tan sólo
11ll•c uada, o verdaderamente horrible, sería causar-
11 ~ un complejo de inferioridad . Pero despu és, posi-
lcl1•111cnte como auto-proyección, viene la pregunta:
, Vl·rdad que no se supone que uno esté escu chan-
111 l.1 mús ica? ¿O no se s upone que trabaje en el
11 111J1\sciente, sin tener que escucharla directamen-
1 1 01110 si se estuviera en un concierto?"
Ni nguna discusión de la música de una película
11 p 1 muy lejos sin que antes se plantee este proble-
1 1 , Sl' debe escuchar la partitura de una película?

1 1 l1·ctor es un músico, no hay problema, porque


1 111 1 ~ pro bable es que no pueda m enos que escu-
1 11 1'.1ra mí, más de una buena película ha sido
111l 11 .1 d a por una partitura deficiente. ¿Ha pasado

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