Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
Hans Hass
“Del pez al hombre”
Ed. Salvat
1. Nuestras manos
Estudiemos, por tanto, nuestro propio cuerpo. ¿Por dónde empezar?
¿Por los ojos, que nos permiten reconocer el mundo con todo su
colorido, diversidad y singularidad? ¿O por nuestro cerebro, el
orgulloso timonel del oscilante navío humano? ¿O por las uñas de los
dedos de los pies? ¿O por nuestro corazón, del que afirmamos que
nos juega alguna que otra mala pasada. aunque no sea más que un
bomba? Y como veremos, incluso es una bomba doble.
Empecemos por las manos, que son, seguramente, los más humanos
de nuestros órganos. Sin ellas, nuestra orgullosa inteligencia no
tendría ni la más mínima capacidad de acción e incluso a duras penas
podría haberse desarrollado. Ésta es la tragedia de los delfines.
Disponen de un cerebro altamente desarrollado, pero ¿de qué les
sirve?. Con sus aletas no pueden construir ningún tipo de
herramientas, ningún martillo, lápiz o automóvil. Están condenados a
seguir siendo lo que son: mamíferos marinos sin remedio. ¿De qué
les puede servir, pues el órgano creador e inventor si su cuerpo es
incapaz de llevar a cabo lo que aquél inventa o crea?
1
mismos cuando todas las piezas del mosaico de nuestro cuerpo
colaboran en ello. Por eso da igual por dónde empecemos y cuál sea
el camino que sigamos. Es difícil establecer una verdadera prioridad,
De todos modos, nuestras manos tienen una cierta preferencia, pues
son nuestros amigos más íntimos, nos ayudan casi en todo lo que
hacemos. Con ellas nos defendemos, acariciamos, trabajamos,
escribimos, comemos y tocamos instrumentos musicales. Sin manos
estamos de hecho bastante limitados.
2
nosotros procedemos, pero asimismo de los actuales erizos de mar,
,estrellas y holoturias. Los equinodermos están más estrechamente
emparentados con nosotros que, por ejemplo, los cefalópodos, los
crustáceos o los insectos. Los enteropneustas o helmintomorfos,
fósiles vivientes, tienen un intestino branquial, una característica
propia de los vertebrados, mientras que sus larvas presentan un claro
parentesco con los equinodermos. Hace aproximadamente 1.100
millones de años, el árbol de la vida se dividió en dos ramas
principales, una de las cuales condujo a los erizos, de mar, estrellas y
holoturias y la otra, a través de los vertebrados, hasta nosotros
mismos. El punto de separación de estos antepasados comunes de
aquellos de los de los moluscos y los articulados, que proceden
también de organismos pluricelulares vermiformes, está todavía algo
más lejos.
3
Lo que nos interesa son dos pequeños pliegues de piel formados a
ambos lados de la parte ventral. Se cree hoy que las aletas pectorales
y ventrales posteriores de los peces se formaron a partir de pliegues
parecidos a éstos: primer momento estelar del desarrollo de nuestros
brazos y piernas. Esto sucedió hace 570 a 500 millones de años. Los
primeros peces, dotados de una cabeza con ojos y que perseguían de
manera activa a las presas, los agnatos, emparentados con los placo-
dermos, no tenían todavía aletas pares. Los conocemos bien gracias a
sus restos fosilizados. Más tarde aparecieron los que estaban dotados
de elementos laterales de apoyo situados en la parte delantera. A
partir de los órganos de estabilización surgieron más tarde los de
desplazamiento, y de los pliegues de piel se formaron lóbulos
anteriores y posteriores, reforzados con tejido cartilaginoso, en los
que se insertaron fibras musculares. El siguiente paso evolutivo no se
produjo en el mar sino en el agua dulce, en pantanos ocasionalmente
secos. De este penado decisivo, el siguiente momento estelar en el
camino evolutivo de la mano humana, hace 400 a 380 millones de
años, conservamos un fósil viviente. Quien quiera visitarlo puede
hacerla en Australia, en los pantanos secos. Es un pez pulmonado
que posee asimismo aletas pectorales y ventrales bien desarrolladas
(tabla 1, figs. 1, 2). Sin embargo, ambas tienen la misma forma, sin
estar adaptadas a funciones distintas, y lo que es más importante: el
animal ha desarrollado un pulmón primitivo, es decir, puede respirar
aire atmosférico (tabla 14). Si el pantano se seca, es capaz de
sobrevivir. También en África existen peces pulmonados, si bien los
australianos nos muestran más claramente ese carácter primitivo. El
modo en que apareció en cada caso el pulmón por evaginación del
intestino lo veremos más adelante. Lo que aquí nos interesa señalar
es que los antepasados de los peces pulmonados que viven en la
actualidad, que no han variado apenas desde hace 350 millones de
años, pasaron a tierra firme.
El motivo inicial, que resultó ser una ventaja para la vida, fue que de
este modo podían desplazarse hasta aguas que no se hubiesen seca-
do y continuar viviendo en ellas. Sin embargo, en tierra ya existían
plantas y animales inferiores, es decir, alimento. Este hecho fue
decisivo para el posterior desarrollo evolutivo. Los peces pulmonados
no necesitaban ya encontrar otro pantano, no les era imprescindible
volver al agua para conseguir alimento. De este modo, algunos
evolucionaron hasta convertirse en organismos terrestres,
convirtiéndose así en los primitivos antepasados de los anfibios y,
más adelante, de los reptiles, las aves, los mamíferos y el ser
humano.
Tabla 1.
7
El par de patas traseros se encarga de proporcionar el impulso y el
delantero de frenar el movimiento.
8
Pero volvamos a la tierra y a los vertebrados que continuaron allí su
evolución {tabla 1, figs. 4, 5}. Los anfibios procedentes de peces se
independizaron del agua sólo a medias. Sus descendientes se
comportan como animales terrestres cuando son adultos, pero su
desarrollo juvenil lo continúan llevando a cabo en el agua. Tanto los
tritones como las ranas nos lo demuestran. Depositan los huevos en
el agua, la larva nada con aletas igual que un pez y respira por
branquias. Sólo cuando han alcanzado una determinada edad,
involucionan sus branquias, se trasladan a la tierra firme y comienzan
a respirar con pulmones. Las aletas se convierten en extremidades,
gracias a las cuales pueden desplazar el cuerpo en el medio terrestre
(tabla 1, fig. 6).
9
reacción química, en caliente que en frío. Cuando avanza el invierno
las lagartijas se mueven con más lentitud, se esconden entre las
grietas y cesan en su actividad. En el caso de los mamíferos y las
aves, una calefacción central interna neutraliza este efecto
paralizante del frío, lo que supone una considerable ventaja en
invierno y en las regiones con temperaturas más bajas. Esto puede
observarse con claridad en un terrario. Cuando la temperatura es
alta, la víbora vence al ratón, cuando es baja sucede lo contrario.
Este desarrollo más intenso, hace 4-2 millones de años, trajo consigo
la facultad de vincular causas y efectos, cosa que el antepasado
primate no estaba en condiciones de hacer. Dicha facultad condujo a
un considerable aumento de la inteligencia, a la comparación de los
actos de los demás con los propios, a la contemplación de uno
mismo. El cerebro humano comenzó a ocuparse de sí mismo y de las
posibilidades de actuar sobre el entorno. La herramienta de dicha
acción fue, sobre todo, la mano. Esta mano podía agarrar un palo y
convertirlo en instrumento para cavar, en arma o en lanza. Esta
mano podía elaborar, a partir del pelaje de un animal, una piel propia
que podía quitarse y ponerse: los vestidos. Esta mano podía construir
una cueva protectora artificial con las piedras y ramas esparcidas por
los alrededores: una casa. Dicha mano era capaz de encender fuego
y convertirlo en su servidor. La mano podía dar forma a los
recipientes, fabricar adornos, construir un tambor y utilizarlo...
Este último momento estelar fue el más decisivo para nosotros, nos
convirtió en seres humanos. Sólo gracias al gran desarrollo de la
corteza cerebral somos capaces de escribir con la mano. Sólo gracias
al especial desarrollo de otro órgano inventamos las máquinas que
multiplican por millones de veces la potencia del cuerpo. Sólo gracias
al desarrollo de este órgano, las manos humanas pueden construir
cohetes que transportan el cuerpo humano al espacio exterior y hasta
la Luna. Nosotros mismos nos consideramos ante todo seres
espirituales, y, en mayor medida, seres dotados de una mano prensil.
En el caso del camaleón la mano es asimismo una pinza, lo mismo
que sucede con el papagayo, aunque en su caso, igual que en los
simios, continuó siendo un órgano prensil eficaz. Sólo mediante la
vinculación con el órgano rector del cerebro, la mano se convirtió en
el órgano más humano y sin duda, como queda especialmente claro
en la actualidad, también en el más inhumano. A través de cada
nueva orden, la mano realiza una nueva función y si observamos el
curso de un día en nuestra vida, veremos que se producen miles de
ellas, casi un número infinito. Si contemplamos las obras de la
técnica y la industria, de la economía y la organización, de la cultura
12
y el arte, topamos por todas partes con prolongaciones funcionales de
nuestro cuerpo realizadas por las manos. Éstas, unidas a nuestro
desarrollado cerebro, han creado todo lo que llamamos progreso. Las
manos, unidas a nuestro desarrollado cerebro; crean todo lo que nos
conducirá, posiblemente, a una destrucción total de la vida.
13