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Hay dos maneras importantes de observar la adolescencia, aquella que se refiere como
una construcción cultural y la que nos permite observarla como un proceso biológico;
así como desde cierto punto puede ser considerada como un proceso en el cual las
personas son vulnerables a ciertos cambios, también es la etapa en la que el desarrollo
personal puede ser más exitoso abriendo camino a una etapa de posibilidad y
adquisición de poderes. Por esta razón debemos comprenderla como una dicotomía
cultural y biológica, para entender el nuevo paradigma adolescente. Durante mucho
tiempo la adolescencia fue observada como una etapa problema, en efecto los rasgos
negativos son notorios porque nos molestan, nos limitamos a condenar “el cerebro
adolescente” partiendo de prejuicios y nos olvidamos de los valores positivos y las
competencias sociales que los adolescentes pueden aportar a las sociedades
modernas, más allá de los procesos biológicos, la sociedad es en mayoría responsable
del desarrollo de los jóvenes; en efecto los adolescentes son el reflejo de sus
sociedades, una sociedad triste hace adolescentes tristes. Entender que la
adolescencia no es un problema.
Adaptar un entorno positivo para los jóvenes depende de la capacidad que tenemos
como agentes dentro de su desarrollo, es distinto ser espectador a ser padre o
docente, el gran reto es identificar las capacidades y las competencias de los
adolescentes , observar su personalidad, destreza y valores, para poder guiarlos hacia
el desarrollo de su inteligencia social y emocional, no es lo mismo un adolescente con
habilidades atléticas que uno con habilidades matemáticas, identificar sus funciones
ejecutivas nos permite hacer un cambio educativo y ayudarlos a explotar sus fortalezas
y virtudes, crear un entorno de aprendizaje interactivo.
Hablamos del desarrollo positivo, y para que este sea posible debemos como sociedad
ser proveedores del mismo, aquellos jóvenes sin acceso a la educación son más
vulnerables a sufrir violencia o ejercerla, están expuestos a adicciones o depresión, es
por eso que la inclusión dentro de la comunidad ayuda a un compromiso cívico
adolescente. Además de proponer nuevas formas de educación, evitar la masificación,
no todos los jóvenes crecen o viven en ambientes positivos, algunos incluso pueden
habitar hogares disfuncionales y situaciones de violencia en el entorno familiar, debido
a esto su capacidad de entendimiento puede verse mermada, será responsabilidad de
la comunidad apoyarlo y brindar una guía para que sean ellos quienes puedan definir
sus competencias, jugar un papel activo dentro de su educación. De ninguna manera
podemos dar una educación generalizada, habrá que escucharlos, observarlos,
conocer su carácter, para poder encontrar su talento.
México vive los índices más altos de violencia en toda su historia, la esparción del
narcotráfico y la omisión en la procuración de justicia ha creado un ambiente hostil para
los jóvenes, cada día leemos nuevas historias de niños reclutados por cárteles, de
adolescentes sicarios, de aquellos que por pertenecer a un culto religioso se les negó
el acceso a la educación ( hablo del caso específico de los habitantes de la Nueva
Jerusalém en Michoacan), de niñas desaparecidas y adolescentes víctimas de la trata
de personas, como proovedores de un entorno positivo dejamos mucho que desear
como sociedad. Muchos de estos jóvenes que no tuvieron acceso a la educación son
ahora miembros del crimen organizado, la curiosidad, o el empoderamientos han
llevado a muchos de ellos no solo a ser privados de su libertad sino a una muerte
prematura. Resulta que tras años de omisión la violencia ha atacado nuestro tejido
social, siendo así el problemas más grande al que nos enfrentamos a nivel nacional. Se
habla de la resiliencia como respuesta, la capacidad de resiliencia de nuestro país es
impresionante, sin embargo esta capacidad de recuperación ante escenarios
devastadores debe motivarnos a fomentar la educación como arma principal en contra
de la desigualdad social.