Você está na página 1de 3

Redacción Universitaria y Cátedra Vallejo / Sesión 7

Taller de reforzamiento- Ejercicio práctico

1- Lee el texto que se te propone a continuación. Subraya las ideas principales y palabras clave de cada
uno de los párrafos y redacta el comentario pertinente para cada uno de ellos.

LA CONSAGRACIÓN DEL DEBER

En el principio la moral era Dios. En el Occidente cristiano hasta el alba de la Ilustración, son
raros los espíritus que recusan este axioma: Dios es el alfa y el omega de la moral; sólo por su voz se
conocen los mandamientos últimos, sólo por la fe reina la virtud. Sin el auxilio de las Sagradas
Escrituras y el temor de Dios, no puede haber más que extravío y vicios, ya que la virtud puramente
profana es inconsistente y falsa: la moral, en las épocas premodernas, es de esencia teológica, no se
concibe como una esfera independiente de la religión.

______________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________
En el curso del siglo XVII, la posición teocéntrica se refuerza aún más como reacción contra las
concesiones hechas a la naturaleza humana y las desviaciones pelagianas: todas las reglas morales
deben basarse en la enseñanza revelada y sólo tienen eficacia mediante la creencia en Cristo redentor.
Corrompido por el pecado original, el hombre no puede encontrar en sí mismo las luces que le hagan
conocer y llevar a cabo lo justo: fuera de la Iglesia no hay moral; sin la ayuda de la fe, la virtud tiene
«valor nulo»; sobre este punto coinciden Bossuet y Arnauld, al igual que la mayor parte de los
teólogos. No podría existir virtud sin el conocimiento y el amor al verdadero Dios. El motivo que debe
incitar a la práctica de la virtud no es el respeto moral del hombre, sino la voluntad y la gloria del
Altísimo. En la continuidad de una tradición milenaria, la moral no es más que una parte del culto que
el hombre debe rendir a Dios; lejos de ser la exigencia suprema, los deberes hacia los hombres sólo
vienen después de los que se relacionan con la adoración al Creador. La prioridad absoluta no reside en
el cumplimiento de un ideal humano, corresponde al servicio de Dios.

______________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________
Los modernos han rechazado esta sujeción de la moral a la religión. El advenimiento de la
modernidad no coincide sólo con la edificación de una ciencia liberada de la enseñanza bíblica y un
mundo político-jurídico autosuficiente, basado sólo en las voluntades humanas, sino también con la

1
Redacción Universitaria y Cátedra Vallejo / Sesión 7
afirmación de una moral desembarazada de la autoridad de la Iglesia y de las creencias religiosas,
establecida sobre una base humano-racional, sin recurrir a las verdades reveladas. Este proceso de
secularización puesto en marcha en el siglo XVII que consiste en separar la moral de las concepciones
religiosas, pensarla como un orden independiente y universal que sólo remite a la condición humana y
que tiene prioridad sobre las otras esferas, en especial religiosas es, sin duda alguna, una de las figuras
más significativas de la cultura democrática moderna.

______________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________
La idea de una moral racional o natural no es una invención específicamente moderna. Sabemos
que en la Antigüedad los filósofos griegos elaboraron sistemas morales que no hacían intervenir más
autoridad que la de la razón o la de la naturaleza. Pero sólo los modernos han inscrito en el frontispicio
de la sociedad valores estrictamente laicos, sólo ellos emprendieron la construcción de un orden social
y político a partir de principios éticos no confesionales. En efecto, la ética de los derechos del individuo,
patrón moral y fundamento último de los tiempos modernos democráticos, es laica o universalista. Sin
duda, la proclamación de los derechos del hombre no se reduce a una ética pura, siendo su función
denunciar la base reguladora del nuevo pacto social, pero su significación ética no deja de ser notoria.
Los ideales de soberanía individual y de igualdad civil, constitutivos de la civilización democrático-
individualista, expresan los «principios simples e incuestionables» de la moral universal, traducen los
imperativos inmutables de la razón moral y del derecho natural que no pueden ser abrogados por
ninguna ley humana, son esas «verdades evidentes por sí mismas» que encarnan el nuevo valor
absoluto de los tiempos modernos: el individuo humano. Es el objetivo de una sociedad organizada de
acuerdo con los principios de una ética estrictamente humano-racional que llevó a cabo el salto
histórico a la modernidad democrática. Las sociedades sólo se desprenden de la impronta de la
organización religiosa inmemorial erigiendo la ética en instancia fundamental, elevando al individuo al
rango de valor moral primero y último: el «código genético» de las democracias modernas es una ética
universalista laica.

______________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________
Lo que va a fundar la organización social y política no es la obligación hacia el legislador divino,
sino los derechos inalienables de los individuos. Mientras que el individuo se convierte en el referente
mayor de la cultura democrática, el hecho moral primero se identifica con la defensa y el
reconocimiento de los derechos subjetivos; los deberes no desaparecen, derivan de los derechos

2
Redacción Universitaria y Cátedra Vallejo / Sesión 7
fundamentales del individuo, se convierten en sus correlatos. Con las nuevas Tablas de la Ley
democráticas, sólo los derechos inviolables de las personas se formulan explícitamente y los deberes
emanan de ellos en tanto obligaciones de respetarlos. La preponderancia inmemorial de las
obligaciones hacia Dios es sustituida por la de las prerrogativas del individuo soberano.

______________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________
En el camino de la consagración de los derechos subjetivos, la felicidad se afirma como un
derecho natural del hombre, una coordenada mayor de la cultura individualista paralela a la libertad y
la igualdad. A partir de la Ilustración, la vida feliz y sus placeres obtienen derecho de ciudadanía; desde
comienzos del siglo XVIII el ideal epicúreo se manifiesta libremente. Después de siglos de relegación
ascética, el placer deja de ser aprehendido bajo el signo de la miseria humana, liberado como está de
la maldición cristiana: la moral profana ha impuesto su ley a las morales de la salvación eterna. Es
seguro que muchas obligaciones morales severas siguen encuadrando la búsqueda de los placeres,
pero, al desechar el dogma de la corrupción original y al rehabilitar la naturaleza humana, los
modernos han hecho de la búsqueda de la felicidad terrenal una reivindicación legítima del hombre
frente a Dios, un derecho del individuo cuyos efectos no hemos terminado de registrar.
Simultáneamente, en favor de la persecución de la felicidad material, se han rebajado las exigencias
de la obligación moral: mediante el esquema intelectual de la armonía natural de los intereses, el
pensamiento económico liberal ha rehabilitado las pasiones egoístas y los vicios privados en tanto
instrumentos de la prosperidad general, y el derecho a pensar sólo en uno mismo, a meditar sólo en
sus propias cosas se ha convertido en un principio regulador de orden colectivo. Ya sea en la esfera
política, moral o económica, los derechos soberanos del individuo se han colocado en todas partes en
primer plano: derechos del hombre, derecho de los placeres, derecho a la libre consecución de los
intereses privados; este proceso es el que pudo autorizar a Leo Strauss a analizar la modernidad como
una cultura en la que «el hecho moral fundamental y absoluto es un derecho y no un deber».

Lipovetsky, G. (2000). El crepúsculo del deber. La ética indolora de los nuevos tiempos democráticos. (5.a ed.).
Barcelona: Anagrama.

______________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________

Você também pode gostar