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UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID

FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA


DEPARTAMENTO DE HISTORIA CONTEMPORÁNEA

El abastecimiento de Madrid durante


la Guerra Civil.
Hambre y justicia en la ciudad sitiada.

TRABAJO FIN DE MASTER

Director: Gutmaro Gómez Bravo

Autora: Ainhoa Campos Posada

Master Interuniversitario en Historia Contemporánea

CURSO 2013-2014
Confusa la historia y clara la pena

Antonio Machado

2
ÍNDICE

1. Introducción .............................................................................................................. 4
2. Estado de la cuestión ................................................................................................ 8
2.1 Un balance de la historia social de la República en guerra ........................................... 8
2.2 El Madrid de la Guerra Civil: tierra ignota ................................................................. 15
2.3 La perspectiva comparada: estudios sobre ciudades en guerra ................................... 21
3. El abastecimiento de Madrid en la Guerra Civil: hambre y justicia en la ciudad
sitiada. ......................................................................................................................... 24
3.1 El Madrid de 1936. Las complejidades de una ciudad moderna. ................................. 24
3.2 Génesis y desarrollo de un problema vital: el desabastecimiento de Madrid .............. 29
3.3 El control de la retaguardia: la justicia popular y los delitos de subsistencias ........... 48
4. Aproximación analítica al objeto de estudio: los expedientes judiciales en materia
de subsistencias .......................................................................................................... 52
4.1 Las causas y sumarios de la Justicia Popular en materia de subsistencias.................. 52
4.2 La labor de los Jurados de Urgencia y Guardia........................................................... 53
4.3 La labor de los Tribunales Especiales de Guardia ................................................. 55
4.4. Las dinámicas sociales y políticas de la retaguardia madrileña ................................. 65
5. Conclusiones........................................................................................................... 73
6. Fuentes .................................................................................................................... 76
7. Listado de imágenes y gráficos .............................................................................. 78
8. Bibliografía ............................................................................................................. 79

3
1. Introducción

Pasarán unos años y olvidaremos todo; se borrarán los embudos de las explosiones, se
pavimentarán las calles levantadas, se alzarán casas que fueron destruidas. Cuanto vivimos,
parecerá un sueño, y nos extrañarán los pocos recuerdos que guardamos

Juan Eduardo Zúñiga, Largo noviembre de Madrid (1980)

El 29 de septiembre de 1936, el diario madrileño La Libertad publicaba un


editorial en el que abordaba una de las cuestiones más importantes a tener en cuenta
“ante una posibilidad de asedio”: la de mantener asegurado el suministro de víveres a
los ciudadanos, ya que “el Gobierno sabe muy bien que una ciudad que cuenta con cerca
de un millón y medio de habitantes vería muy reducidas o anuladas sus capacidades
combativas – tanto en el frente como en la retaguardia – si sintiera opresión de
hambre”1. El asedio no era entonces una posibilidad remota: el Alcázar de Toledo
acababa de caer, y las tropas enemigas se disponían a continuar su imparable avance
hacia la capital. La Libertad había dado en el clavo: si las autoridades republicanas
querían conservarla, tenían que evitar a toda costa que su población pasara hambre. Una
situación que, en las fechas en las que apareció el editorial, ya se podía ver con claridad:
algunos productos de primera necesidad empezaban a escasear en la metrópoli.

La guerra civil española constituye un perfecto ejemplo de guerra moderna, de


guerra total, si preferimos usar ese término, no sólo por la ruptura de fronteras entre el
frente y la retaguardia, un rasgo que también podríamos encontrar en experiencias
bélicas anteriores, también porque durante el conflicto, este espacio se convirtió en el
centro de gravedad del esfuerzo bélico2. En consecuencia, desestabilizar la retaguardia
del enemigo era un objetivo militar primordial; lo mismo que mantener tanto la moral
alta como el orden en la propia. En el caso de la retaguardia republicana, y
concretamente en el de Madrid, la escasez de víveres y otros productos básicos
comprometió el mantenimiento del orden público y contribuyó a erosionar la moral de
la población civil. Conscientes de la necesidad de solucionar un problema que alejaba al
bando republicano de alcanzar la victoria, las autoridades estatales y locales trataron de
atajarlo de diversas formas. Sin embargo, ninguna de ellas obtuvo el resultado esperado.
El racionamiento establecido en la ciudad desde noviembre de 1936 no era suficiente
1
La Libertad, 29 septiembre de 1936
2
Se ha producido un intenso debate en torno al concepto de “guerra total”. Algunos especialistas
sostienen que las guerras no pueden considerarse nunca parciales, y que a lo largo de la Historia siempre
han afectado a la población civil, por lo que éste no puede ser una característica definitoria de un nuevo
tipo de guerra. Es lo que defiende SAINT-AMOUR, Paul . “On the partiality of Total War”, en Critical
Inquiry, 2, 2014, pp. 420-449. En este trabajo se sigue la línea de Roger CHICKERING y Gabriele
RANDAZZO, que tienen en cuenta esta observación y añaden que lo que distingue a la guerra total de
otro tipo de conflictos es que lo que sucede en la retaguardia, sostén del esfuerzo bélico, es tan importante
como lo que ocurre en los frentes de batalla para la consecución de la victoria. Por tanto, la retaguardia
es, en la guerra total, un objetivo militar de primer orden. Sus aportaciones, en RANDAZZO, Gabriel.
“The Spanish Civil War in the Context of Total War”; y “The Spanish Civil War in the Age of Total
War”, ambas en BAUMEISTER, Martin, y SCHULER –SPRINGORUM, Stefanie. “If you tolerate this”:
the Spanish Civil War in the Age of Total War. New York, Campus Verlag, 2008.

4
para mantener a una población que recurrió a diversas estrategias para completar su
dieta, algunas de ellas delictivas. Unos pocos se enriquecieron a costa del sufrimiento de
la mayoría, vendiendo en el mercado negro artículos que no podían encontrarse de otra
forma, a unos precios espectacularmente altos. Sólo aquellos que podían permitirse
adquirir víveres en éste, o que formaban parte de circuitos privilegiados de
abastecimiento, al tener un puesto en la administración o al estar bien conectados dentro
de formaciones políticas y sindicatos, se salvaron de sufrir las penalidades reservadas al
resto de los madrileños. Éstos perdieron progresivamente todo espíritu de resistencia;
Julián Zugazagoitia afirma en su Guerra y vicisitudes de los españoles que a la altura de
1939, Madrid no tenía “más que un deseo: acabar”.3 La escasez de todo tipo de bienes
de primera necesidad fue, en última instancia, una de las causas de la caída de la ciudad
en marzo de 1939 y de la derrota definitiva de la República, como había adelantado La
Libertad casi tres años antes4.

A pesar de su importancia, tanto para las personas que tuvieron que afrontarla
como para el resultado final del conflicto, la cuestión del abastecimiento de la villa
heroica ha sido escasamente tratada, como se tendrá ocasión de comprobar. Y estudiarla
resulta clave para comprender cómo se organizaba la retaguardia, cuáles eran las
dinámicas sociales y las tensiones políticas existentes en la misma, hasta que punto
retuvieron las autoridades locales el control del orden público frente a los poderes
revolucionarios surgidos tras el golpe de estado, o cuáles eran las estrategias que
desarrollaron los madrileños tanto para sacar provecho de la situación como para
sobrevivir en un contexto hostil.

El presente trabajo es la fase inicial de una investigación más amplia en la que se


tratará de responder a dichas preguntas. Por el momento, se ha centrado en estudiar la
evolución del problema de desabastecimiento de la ciudad de Madrid, así como las
respuestas que las autoridades, tanto estatales como locales, trataron de dar al mismo.
Dentro del repertorio de actuaciones de las autoridades, se ha prestado una mayor
atención a las que tuvieron lugar en el ámbito judicial, es decir, las que tuvieron como
objetivo perseguir y castigar a aquellas personas que infringieron las disposiciones
dadas por las mismas en todo lo relativo al abastecimiento. Creemos que a través del
estudio tanto de la historiografía, escasas como se verá, que ha tratado estos temas como
de la fuente escogida, las causas y sumarios generados por los Jurados de Urgencia y
Guardia y los Tribunales Especiales de Guardia de Madrid, se puede trazar un relato
preliminar de las cuestiones ya reseñadas.

En Madrid, ciudad asediada durante prácticamente todo el conflicto, las


fronteras entre el frente y la retaguardia se desdibujaron. La guerra se convirtió en una

3
ZUGAZAGOITIA, Julián. Guerra y vicisitudes de los españoles. París, Librería Española, 1968, p. 275
4
Tanto Michael Seidman como Ángel Bahamonde y Juan Cervera consideran que el problema de
desabastecimiento de la zona republicana fue una de las principales causas de su eventual derrota. En
SEIDMAN, Michael. A ras de suelo. Historia social de la República en guerra. Madrid, Alianza
Editorial, 2003, y BAHAMONDE, Ángel, y CERVERA, Javier., Así terminó la guerra de España.
Madrid, Marcial Pons, 2000.

5
presencia cotidiana para sus habitantes: el enemigo estaba apostado a las puertas de la
ciudad, y sus proyectiles, ya fueran lanzados por la aviación o disparados desde los
cañones de artillería colocados en el Cerro de Garabitas, caían por cientos sobre sus
edificios. El frente era la última parada de metro. Por otro lado, a pesar de haber perdido
la condición de capitalidad, la ciudad que resistía el embate rebelde siguió siendo un
importante centro político, a la vez que potente símbolo propagandístico para la
República. Su situación fue por tanto única en todo el territorio leal. Sin embargo,
muchas de las características de la historia de la Madrid durante la guerra lo fueron
también del resto de ciudades de la zona republicana: de hecho, el problema de la
escasez fue especialmente fuerte en el ámbito urbano, dependiente de las zonas
productoras, es decir, las zonas rurales, para su abastecimiento.

Por tanto, un trabajo que como éste se centre en un aspecto concreto del orden
público en el Madrid sitiado no sólo es un estudio local sobre la ciudad en guerra;
igualmente puede encajar en el ámbito de la historia urbana, al trabajar con las
condiciones específicas que caracterizaron a las ciudades de la zona leal durante el
conflicto. Y es que la escasez fue una característica de los ámbitos urbanos: como se
podrá comprobar, en las zonas rurales, productoras de alimentos, faltaron algunos
artículos pero no se pasó hambre. Desde las ciudades se viajaba a los pueblos para
conseguir el sustento, desde éstos se enviaban paquetes con víveres a los familiares y
allegados de las ciudades. Las colas frente a los establecimientos, y en última instancia,
los desvanecimientos en plena calle debido a la desnutrición, fueron un fenómeno
urbano.

También forma parte de la historia social de la República en guerra. La cuestión


del abastecimiento en Madrid generó numerosas tensiones entre los organismos
oficialmente encargados del mismo, entre éstos y los poderes oficiosos surgidos de la
revolución y entre las diferentes tendencias políticas; estos roces son la plasmación de
aquellos que tuvieron lugar en general en el bando republicano en torno a la dirección
de la guerra. Las actuaciones de los individuos en torno a esta cuestión, ya fueran
orientadas a la mera supervivencia o tuvieran detrás el afán lucrativo, reproducían en
Madrid los mismos patrones que se pueden encontrar en el resto del territorio leal.

De este modo, el estudio de un aspecto clave en la organización de la retaguardia


a nivel local puede arrojar las claves de las dinámicas sociales y políticas que operaban
no sólo en Madrid, sino también en el resto de la retaguardia republicana. Viene a llenar
un espacio en blanco en la historiografía de la guerra civil, que puede resultar
fundamental para comprender su desarrollo. El estudio de la ciudad durante la guerra ha
sido prácticamente abandonado por los profesionales de la Historia. Sólo se han
estudiado los primeros meses del conflicto: una vez el frente se estabiliza en Madrid y la
acción militar se traslada a otras zonas, la historiografía lo hace con ella. Incluso en
estos meses que sí se han trabajado, la atención se ha centrado en la represión en la
retaguardia, concretamente en las ejecuciones de presos en Paracuellos, generalmente
con la intención de desprestigiar al bando republicano. La historiografía que trata el
Madrid de la guerra es, por tanto, una historiografía militar y militante, que apenas ha

6
tratado aquellos aspectos que, como el abastecimiento de la población civil, no resultan
atractivos para estos ámbitos.

Sin embargo, el interés de estos aspectos va más allá de los muros de la


Academia: también la sociedad en general demanda conocimiento sobre el Madrid de la
Guerra Civil. A la gran cantidad de novelas históricas e incluso cómics5 que se publican
cada año con esta temática, podemos añadir otros indicios de lo atractiva que ésta
resulta al gran público, como el éxito que cosecha año tras año la actividad que realiza
el CSIC durante la Semana de la Ciencia, en la que se realizan visitas guiadas por el
Madrid de la guerra; el tirón mediático que ha tenido la publicación en 2013 de una guía
de la ciudad durante la contienda; así como el surgimiento de apuestas originales como
la creación de una empresa especializada en rutas históricas por la ciudad, dos de ellas
centradas en el conflicto, o el lanzamiento de una app móvil que recorre los lugares
centrales de la batalla de Madrid6. Ha llegado el momento de que los profesionales de la
historia se sitúen al frente de esta tendencia y generen conocimiento sobre un tema del
que los ciudadanos demandan saber más. Esta es una de las labores fundamentales del
historiador.

Antes de empezar, tengo mucho que agradecer a todas las personas que me han
ayudado a hacer este trabajo. En primer lugar a mi tutor, Gutmaro Gómez Bravo; hace
casi seis años me dijo que no dudara en pedirle ayuda cuando la necesitara, para lo que
siempre ha estado disponible. A Alejandro Pérez-Olivares y Daniel Oviedo, que desde
el día en que les conocí se han interesado en apoyarme con cualquier problema y
solucionarme toda duda. A Rubén Pallol, que me ha guiado y aconsejado con éste y
otros trabajos, pero también más allá de ellos.

Mención especial merece Cristóbal Márquez, que me explicó lo que era una
radio volante y me confió su historia. Y Óscar Sainz de la Maza, por prestarme Malos
Tiempos, compartir conmigo sus ideas, que inspiran las de este trabajo, y ofrecerme su
hombro cuando me podía el cansancio. Todo lo demás que tengo que agradecerle no
cabe en una frase

5
Uno de los mejores ejemplos es la cuatrilogía sobre el Madrid de la guerra civil del historietista Carlos
Giménez: 36-39, Malos tiempos. Vols.1-4. Madrid, Glenat España, 2007-2009
6
En el siguiente enlace, información sobre los Paseos por el Madrid de la Guerra en el año 2013:
http://semanadelaciencia.cchs.csic.es/2013/content/habitar-la-memoria-paseos-por-el-madrid-de-la-
guerra-civil; la guía es la de COHNEN, Fernando. Madrid 1936-1939: una guía de la capital en guerra.
Madrid, La Librería, 2013; la empresa, creada por alumnos de la UCM, es La Otra Historia de Madrid, se
puede encontrar información sobre ella en http://www.laotrahistoriademadrid.es/; un reportaje sobre La
Batalla de Madrid, la app diseñada por David Pallol en SÁNCHEZ, Bárbara: “La avenida de los obuses”,
en El País, 26/09/2014, en http://ccaa.elpais.com/ccaa/2014/09/26/madrid/1411752943_845622.html.
Todo consultado por última vez el 18/10/2014.

7
2. Estado de la cuestión

2.1 Un balance de la historia social de la República en guerra

En un principio, puede parecer sorprendente la escasa atención que han brindado


los historiadores al estudio de la retaguardia republicana durante el conflicto. La Guerra
Civil ha hecho correr ríos de tinta, sí; pero estos han discurrido por otros derroteros. A
grandes rasgos, la producción historiográfica sobre la República en guerra se ha
inclinado tradicionalmente por la historia política y militar. La retaguardia solo ha
atraído el interés y los esfuerzos de los especialistas en las últimas décadas en tanto que
espacio en el que se desplegó el fenómeno represivo; las dinámicas sociales y políticas
que operaron en dicho espacio, y la propia experiencia de la guerra por parte de la
población, han quedado relegadas a un segundo plano.

Así, sea por la primacía de la historia política clásica y el desdén hacia una rama
considerada de menor importancia o como señala Joan Serrallonga, por el peso la
herencia de una historiografía franquista centrada en la exaltación de los grandes
acontecimientos militares y políticos7, el estudio de la sociedad republicana en guerra ha
sido tradicionalmente recluido a capítulos o tomos complementarios en obras generales
dedicadas a la Guerra Civil. Asimismo, en su mayor parte, estos trabajos secundarios se
han centrado más en el mundo de la cultura que en los aspectos sociales del conflicto.8
En el último cuarto del siglo XX, solo una de las grandes obras generales sobre la
contienda española presta más atención a este tema marginado: la coordinada por
Manuel Tuñón de Lara en Historia 16. No solo en varios de los 24 tomos que la
componen se pueden encontrar apartados dedicados al mismo, sino que uno se dedica
por entero al estudio de la sociedad española en la guerra civil. Este tomo, Sociedad y
Guerra, se compone de una extensa disertación de Julio Aróstegui sobre los aspectos
sociales de la contienda y de contribuciones sobre demografía, el problema de los
abastecimientos, la justicia penal, la medicina y el papel de las mujeres en el conflicto. 9

7
SERRALLONGA, Joan. “Introducción”, en CASAS, Just, SANTIRSO, Manuel, y SERRALLONGA,
Joan. Vivir en guerra. La zona leal a la República. Bellaterra, UAB, 2013
8
GIRONA ALBUXEICH, Albert. “La historiografía de la Guerra Civil en el País Valenciano”, en Studia
Historica. Historia contemporánea, 3, 1985, pp. 137-145. CHAVES PALACIOS, Julián. “La
historiografía reciente de la Guerra Civil en los albores del nuevo milenio”, en Anales de Historia
Contemporánea, 16, 200, pp. 409-430.
9
La obra general es TUÑÓN DE LARA, Manuel. La Guerra Civil española. Barcelona, Folio, 1996, y el
tomo dedicado a los aspectos sociales del conflicto, el Vol. 14, Sociedad y Guerra. En ARÓSTEGUI,
Julio, “Sociedad y guerra”, en ibid., pp. 8-51, el profesor señala que las obras publicadas sobre la
contienda desconocen casi por completo las consecuencias sociales del conflicto. Las contribuciones son,
por orden: VIDAL, Tomás, y RECAÑO, Joaquín. “Demografía y guerra civil”, pp. 52-69; MARTÍNEZ
MARTÍN, Jesús, y LIMÓN NEVADO, Fredes. “El abastecimiento de la población”, pp. 70-83;
ALEJANDRE, Antonio. “La justicia penal”, pp. 84-91; GRANJEL, Luis. “La medicina en la guerra”, pp.
92-102, y NASH, Mary, “Las mujeres en la guerra civil”, pp. 103-112. Los apartados dedicados a este
tema en otros tomos son ABELLA, Rafael. “La vida cotidiana en la zona republicana” en ibid,, Vol.4 la
guerra de columnas, y MARTÍNEZ MARTÍN, Jesús A. “Sobrevivir en Madrid”, en ibid., Vol. 9 La
Batalla de Madrid.

8
De este modo, en un espacio de casi veinte años, entre 1976 y 1994 sólo se
pueden encontrar dos obras reseñables dedicadas al estudio de la vida cotidiana en
guerra, la de Rafael Abella y la de Fernando Díaz-Platja. Y a pesar de estar separadas
por dos décadas, comparten dos características fundamentales. En primer lugar, están
enteramente basadas en la prensa y los testimonios de protagonistas de la época; Díaz
Platja incluso intercala en el discurso escrito sus propias experiencias en los años de la
guerra con la información extraída de estos dos medios. Y lo que resulta más
importante: ambos autores se limitan a retratar las condiciones de vida de la población
española durante la guerra civil; Abella de forma cronológica y Díaz Platja de manera
temática, sin intención analítica10. Al no someter a ningún análisis crítico la información
procedente de las fuentes hemerográficas, ambos autores nos presentan la imagen de la
sociedad que estas brindan sin ningún tipo de filtro. Sin embargo, a pesar de sus
carencias, constituyen la base de la que partir al enfrentarse a un estudio de la sociedad
republicana durante la guerra civil: de hecho, el trabajo de Abella está presente en
prácticamente todas las bibliografías de obras que tratan en parte o de forma total este
tema.

Otra de las obras de obligada referencia es la de Vivir en guerra, 1936-1939,


publicada por Javier Tusell en 1996. Sin embargo, ésta constituye un recorrido por la
historia política y militar de la contienda, acompañado de fotografías inéditas hasta el
momento. Solo un capítulo se dedica al retrato de la sociedad en guerra; y está
completamente centrado en el ámbito de la cultura y la actividad de los intelectuales
republicanos. ¿Por qué es entonces una de las obras más citadas? La escasez de
referencias en este ámbito temático puede ser la causa: al no existir otras fuentes
bibliográficas de la que beber, los historiadores interesados en profundizar en alguno de
los aspectos de se ven obligados a partir de trabajos con tan exigua información como
éste11.

Y es que hay que esperar al nuevo milenio para que aparezcan obras que pongan
el énfasis en la experiencia civil de la guerra, en las condiciones de la retaguardia. El
capítulo dedicado a la Guerra Civil dentro del trabajo de Ana Aguado y María Dolores
Ramos sobre cultura y vida cotidiana en la España de 1917 a 1939 constituye un valioso
ejemplo. En éste, se presta una importante atención a la alteración de las pautas de
comportamiento originada por la guerra, y se destacaba la influencia de la escasez de
todo tipo de bienes de primera necesidad en el proceso, aunque de nuevo, gran parte del
capítulo se ocupa en el análisis de la cultura en la zona republicana, especialmente en la
ciudad de Valencia. Así, al otorgar tanta importancia al mundo de la cultura, con
especial atención a los mensajes de la prensa, la propaganda y la actuación de los
intelectuales comprometidos, participa en cierto modo de esa imagen simplista de la
sociedad republicana que nos presentan las crónicas de estilo periodístico, dividida entre

10
ABELLA, Rafael. La vida cotidiana durante la Guerra Civil. La España republicana. Barcelona,
Planeta, 1976.y DÍAZ PLATJA, Fernando. Vida cotidiana en la España de la Guerra civil. Madrid, Edaf,
1994
11
TUSSEL, Javier: Vivir en guerra, 1936-1939. Madrid, Silex, 1996

9
fervientes militantes de partidos y sindicatos republicanos y de izquierda, y enemigos
acérrimos de todo lo que la República significaba. 12

Ese es el defecto que intenta corregir Michael Seidman en su mirada a ras de


suelo. En su recorrido por la sociedad republicana en guerra, el historiador
estadounidense se plantea el objetivo de recuperar al individuo y a sus motivaciones en
una historiografía que a su parecer ha abusado del estudio de los colectivos sociales y
políticos. Así, Seidman trata de demostrar que sólo una pequeña minoría dentro de la
sociedad republicana actuaba de acuerdo a sus lealtades políticas; la inmensa mayoría
de las personas se movían por intereses personales que el profesor denomina “egoístas”,
y que tenían como objetivo la consecución del bienestar para sí mismos y para sus más
allegados. Según Seidman, fueron estas pulsiones egoístas las que generaron uno de los
problemas más graves del estado republicano: el conflicto entre productores y
consumidores de alimentos, que conllevó el desabastecimiento tanto de la retaguardia
como del ejército de la República. Sin embargo, en su intento por ir más allá del
discurso, Seidman menosprecia el factor político, que nunca puede ser desterrado de la
explicación histórica. Y a pesar de su intención de rescatar la acción del ciudadano gris,
dedica una mayor atención a las vivencias y actuaciones de los soldados que a las de los
civiles, por lo que su retrato de la sociedad queda incompleto.13

La aportación más reciente en este campo, y también una de las más completas,
la de los profesores Joan Serrallonga, Just Casas y Manuel Santirso, comparte con la
obra de Seidman la profunda crítica al hecho de que la historia de la retaguardia se haya
mantenido como una historia extraacadémica, y coincide en otorgar a la gestión de los
recursos un papel central en el devenir de la contienda. Sin embargo, Serrallonga, Casas
y Santirso se muestran más optimistas respecto a la actitud de autoridades y ciudadanos:
retratan a las primeras verdaderamente interesadas en solucionar los problemas más
acuciantes de la retaguardia, si bien inmersas en fútiles discusiones, y a los segundos no
sólo como individuos egoístas, sino como elementos diseñadores de y participantes en
redes de solidaridad. Una de las principales la constituiría el contacto constante entre la
ciudad y el campo a través de los envíos de víveres de amigos y familiares residentes en
éste a personas situadas en aquella. En cuanto a la cuestión de las causas de la debacle
económica republicana, en la obra se defiende la importancia del impacto de la guerra
sobre cualquier otro factor, incluido el revolucionario, y relativizan la ventaja inicial que
tenía la República respecto a los sublevados en el ámbito económico.14

Así, los autores de Vivir en guerra aportan su opinión a un debate que sí ha


despertado el interés de los historiadores, y en el que se pueden aislar dos corrientes de
opinión principales. La primera, expuesta por autores como José Sánchez Asiaín y Jordi
Palafox, defiende esa citada ventaja inicial del territorio republicano, que contenía dos
tercios de la población, la mayor parte de los núcleos industriales, las explotaciones

12
AGUADO, Ana, y RAMOS, Mª Dolores. La modernización de España (1917-1939).Cultura y vida
cotidiana. Madrid, Síntesis, 2002.
13
SEIDMAN, op. cit.
14
CASAS, SANTIRSO y SERRALLONGA, op.cit

10
agrícolas orientadas a la exportación y gran parte del poder financiero. La República
perdería esta ventaja en el ámbito económico debido entre otras razones al caos
revolucionario, que llevaba aparejado la aparición de otras formas de propiedad y
explotación, las colectivizaciones; y la competencia y choques de las autoridades con
los organismos revolucionarios y otros poderes autónomos, que impedirían la puesta en
marcha de una política económica unificada15. El problema de los abastos también se
explicaría fundamentalmente por el caos impuesto por la situación revolucionaria y los
roces entre los distintos organismos con competencias en la materia, unos
revolucionarios y otros gubernamentales16.

La segunda corriente, más reciente, no desdeña este factor pero trata de otorgar
su justo valor a otros distintos. Historiadores de la talla de Pierre Vilar han relativizado
esta ventaja inicial afirmando que, en la práctica, la República no pudo contar con los
recursos de zonas con autonomía política como el País Vasco17. Elena Martínez Ruiz
trata de desmentir la visión de caos en el campo republicano y sitúa como una de las
causas principales de la caída de producción agrícola la progresiva disminución del
territorio asociada a la guerra. Asimismo, señala la heterogeneidad de situaciones que se
daban en las colectividades: algunas mantuvieron el nivel de producción mientras que
otras no lo hicieron. En otro capítulo de la misma obra de conjunto sobre la economía
de la guerra civil, Martínez Ruiz afirma que el trato desfavorable a la República en el
ámbito comercial superaría en importancia a la inestabilidad política y a la falta de
unidad de criterio como causa del estrangulamiento económico del bando leal. En la
misma línea, Jordi Catalán hace notar que la mayor caída de la producción industrial
tuvo lugar en Madrid y no en otras ciudades más afectadas por el proceso
revolucionario, lo que otorgaría un mayor peso a factores como la proximidad del frente
y la situación de asedio en el descenso productivo.18 Y en lo que respecta a la situación
de desabastecimiento, los autores que se puede adscribir a esta corriente hacen hincapié
en la importancia de otros factores, aparte del denominado como “revolucionario”: a la
disminución de tierras cultivables se unen otros como la superpoblación originada por la
llegada de refugiados, según Francisco Alia Miranda. Matilde Vázquez, Javier Valero, y
María Valls incluso afirman que fue precisamente la rigidez generada por la
centralización de las funciones del aparato de abastecimiento la culpable del
enquistamiento de la situación. No podemos situar al original Seidman ni en una ni en
otra corriente: para este autor fue el individualismo acaparador de personas y

15 PALAFOX GAMIR, Jordi. “La economía”, en PAYNE, Stanley, y Tussel, Javier (dirs.) La Guerra
Civil. Una nueva visión del conflicto que dividió España. Madrid, Temas de Hoy, 1996, pp. 195-265.
SANCHEZ ASIAIN, Jose Ángel. Economía y finanzas en la Guerra Civil española. Madrid, Real
Academia de la Historia, 1991.
16
A pesar de tener en cuenta otros factores, Javier Cervera y Ángel Bahamonde señalan el protagonismo
del “complejo tejido organizativo” encargado del aprovisionamiento y la transformación revolucionaria
de la estructura productiva y de la propiedad en el problema de las subsistencias. BAHAMONDE y
CERVERA, op. cit., p. 240
17
VILAR, Pierre. La guerra civil española. Barcelona, crítica, 1986.
18
MARTÍNEZ RUIZ, Elena. “El campo en guerra: organización y producción agraria”, y “Las relaciones
económicas internacionales: guerra, política y negocios”, en MARTÍN ACEÑA, Pablo, y MARTÍNEZ
RUIZ, Elena. La economía de la guerra civil. Madrid, Marcial Pons, 2006., CATALÁN, Jordi. “Guerra e
industria en las dos Españas”, en ibid.

11
organismos una de las principales causas de la desarticulación económica republicana,
incentivado por una política diseñada para favorecer a los consumidores frente a los
productores y que no ofrecía ninguna garantía a los primeros19. En este ámbito en
concreto no se debe olvidar que nos encontramos ante un debate poco explotado debido
a la inexistencia de obras monográficas y a la carencia de artículos o capítulos sobre el
tema. Los pocos trabajos existentes son en su mayoría estudios locales, como veremos a
lo largo de este apartado, y las escasas visiones de conjunto son incompletas. La de
Martínez Martín y Limón Nevado, que se puede incluir en esta categoría, se centra
sobre todo en información recabada sobre Madrid, y los datos ofrecidos son escasos a
partir del primer año de guerra.20

En el ámbito del orden público también encontramos los mismos límites en los
debates historiográficos. Tanto en lo que respecta a la justicia republicana como en lo
relativo al “problema del poder”, en palabras del profesor Aróstegui21, se pueden señalar
dos líneas principales de pensamiento: la que sostiene que los poderes de preguerra
fueron sustituidos por los de origen revolucionario y la que señala la coexistencia de
ambos desde el principio de la guerra, con la primacía de los segundos en los primeros
meses y la lenta recuperación de la posición de los primeros desde ese momento. Se
abordarán en detalle en lo relativo a la justicia y las autoridades de preguerra,

Entre los especialistas en la justicia republicana, el debate lo mantienen aquellos


que opinan que tras el estallido de la guerra se produjo una situación de colapso judicial
hasta la institucionalización de la denominada “justicia popular” en agosto, como
Glicerio Sánchez Recio y Raúl Cancio Jimenez; y los investigadores que, como Javier
Cervera, sostienen el mantenimiento de la actividad de los cauces judiciales ordinarios a
la par que tenía lugar la de los originados por la revolución. Una línea a la que se
adscribe Julius Ruiz con la intención de demostrar que la violencia en la retaguardia
republicana no fue tan solo consecuencia del caos desatado a todos los niveles tras el
golpe de estado del 18 de julio22. En cuanto al modelo de justicia desarrollado por el
estado republicano durante la guerra, algunos investigadores, como Cancio Jiménez o
Juan Alejandre coinciden en señalar que las interferencias políticas y la ruptura de
algunas garantías constitucionales como el principio de no retroactividad de las leyes
en la tipificación de delitos como el de desafección convirtieron a la justicia republicana
en una justicia política. Por su parte, Sánchez Recio, aunque califica a la justicia popular
de herramienta fundamental para la represión en la retaguardia republicana, niega que
esta fuera una justicia política ciega y predeterminada, ateniéndose al alto porcentaje de
19
ALIA MIRANDA, op. cit., p. 304; VAZQUEZ Y VALERO, op. cit., pp. 484-485, VALLS, art cit., p.
222; SEIDMAN, op. cit., p. 149.
20
MARTÍNEZ MARTÍN y LIMÓN NEVADO, art.cit.
21
ARÓSTEGUI, Julio. “La república en guerra y el problema del poder”, en Studia Historica. Historia
Contemporánea, 3, 1995, pp.8-19
22
SÁNCHEZ RECIO, Glicerio. Justicia y guerra en España: los tribunales populares (1936-1939).
Alicante, Diputación de Alicante, 1991, p. 54, CANCIO JIMÉNEZ, Raúl. Guerra Civil y tribunales: de
los jurados populares a la justicia franquista. Cáceres, Servicio de Publicaciones de la Universidad de
Extremadura, 2007, pp. 46-47. CERVERA GIL, Javier. Madrid en guerra: la ciudad clandestina 1936-
1939. Madrid, Alianza Editorial, 2006, p. 60; RUIZ, Julius. El terror rojo. Madrid 1936. Barcelona,
Espasa, 2011, p. 201

12
sobreseimientos y absoluciones entre las causas incoadas por sus distintos órganos 23.
Asimismo, hay que decir que en general, la atención de los historiadores se ha centrado
en la persecución de los adversarios del régimen republicano, y no en los procesos
iniciados contra aquellas personas que cometieron otro tipo de delitos relacionados con
el orden público. Hay excepciones, como el trabajo sobre los tribunales populares de
Almería de Sánchez Recio, que tiene en cuenta todo tipo de expedientes, no solo los
incoados por desafección, traición o espionaje, así como el de José Luis Gasch Tomás
sobre los procesos por desafección e infracción de las leyes en materia de subsistencias
en Ciudad Real, y el de Carmen González Martínez sobre la actuación de la justicia
popular republicana en Murcia, que presta una importante atención a la persecución de
los delitos de abastos24. De este modo, por el momento, las conclusiones sobre el
funcionamiento de la justicia republicana no pueden ser de carácter general y pueden
aplicarse tan solo a los procesos establecidos contra los supuestos enemigos de la
República. También ha permanecido prácticamente inexplorado el fenómeno de los
campos de concentración instituidos por el régimen republicano en diciembre de 1936
para la reclusión de los condenados por los Tribunales Populares y los Jurados de
Urgencia y Guardia. Solo existe una obra monográfica sobre el tema, dedicada en
exclusiva a los campos de concentración catalanes25.

El mismo vacío existe acerca del papel de las autoridades regionales y locales
durante la guerra, como las diputaciones provinciales, los gobiernos civiles o las
corporaciones municipales. Destacan dos valiosas excepciones: un artículo de Joan
Serrallonga i Urquidi sobre los gobernadores civiles durante la etapa republicana, que
abarca también el periodo de la guerra, y otro muy reciente sobre las corporaciones
municipales durante el conflicto, escrito por Rafael Quirosa-Cheyrouze y Muñoz. Las
conclusiones de ambos son similares: a pesar del caos inicial, las autoridades
republicanas se mantuvieron en sus puestos y fueron recobrando sus prerrogativas de
forma progresiva con las medidas de los gobiernos de Largo Caballero y de Negrín.26

Sin embargo, se hace necesaria la profundización de los estudios locales sobre el


orden público y su comparación para poder continuar con fundamentos el debate y
trazar un retrato del orden público en la retaguardia republicana.

23
CANCIO JIMENEZ, op. cit. p. 66, ALEJANDRE, Juan. art. cit., p. 88. La observación de SÁNCHEZ
RECIO en “El control político de la retaguardia republicana durante la Guerra Civil. Los tribunales
populares de justicia”, en Espacio, Tiempo y Forma, 7, 1994, pp. 596.
24
SÁNCHEZ RECIO, art.cit.; GASCH TOMÁS, Jose Luis. “La vida cotidiana en Ciudad Real durante la
Guerra: desafectación a la República y carestía vistas desde las fuentes judiciales”, en ALIA MIRANDA,
Francisco, DEL VALLE CALZADO, Ángel y MORALES ENCINAS, Olga: La guerra civil en Castilla-
La Mancha, 70 años después: actas del congreso internacional. 2008, pp. 807-826; GONZÁLEZ
MARTÍNEZ, Carmen. Guerra Civil en Murcia: un análisis sobre el poder y los comportamientos
colectivos. Murcia, Universidad de Murcia, 1999.
25
BADIA, Francesc. Ells camps de treball a Catalunya durant la guerra civil (1936-1939). Barcelona,
Publicaciones de la Abadia de Montserrat, 2001.
26
SERRALLONGA I URQUIDI, Joan. “El aparato provincial durante la Segunda República. Los
gobernadores civiles, 1931-1939”, en Hispanianova, 7, 2007. QUIROSA- CHEYROUZE Y MUÑOZ,
RAFAEL “Los Consejos Municipales. Una nueva articulación del poder local en la retaguardia
republicana”, en Historia Actual Online, 4, 2004, pp. 115-126

13
Si bien hay que admitir una cierta vitalidad del debate en ámbitos concretos, y,
como se ha señalado, en los estudios regionales, los avances hacia una obra integradora
de la retaguardia republicana siguen siendo escasos. En una obra colectiva publicada
con motivo del cincuentenario del estallido de la guerra y coordinada por Julio
Aróstegui se incluyeron dos capítulos dedicados al estudio de la retaguardia a escala
regional: el primero sobre la andaluza, a cargo de Luis Garrido González27, y el segundo
sobre la valenciana, de Albert Girona Albuxeich. Este último aprovechaba su espacio
para reivindicar la necesidad de una historia comparada de la retaguardia, es decir, el
avance de los estudios sobre la misma en toda la zona republicana para poder poner en
marcha debates a nivel general.28 Su llamada, casi tres décadas después, no ha sido
suficientemente respondida. En los últimos años se ha producido la introducción en
nuestra historiografía del concepto “cultura de guerra”, y se ha ampliado el de
retaguardia, ahora concebido como no solo como espacio con una vital importancia para
el frente, sino como una primera línea de frente en sí mismo29. Pero no parece que
ninguno de estos conceptos se haya aplicado mucho más allá el estudio del fenómeno
represivo, que hoy en día goza de un gran dinamismo.30 Es sintomático de este estado
de cosas que el volumen dedicado a la retaguardia y a la cultura de guerra de la revista
Ayer no incluya ningún artículo que vaya más allá de la violencia en ambas zonas, con
la excepción de uno dedicado a la literatura en el bando rebelde.31 Propuestas
innovadoras llegadas del extranjero, como la de Roger Chickering, que aboga por
considerar a la guerra civil un ejemplo de guerra total para cuya comprensión habría que
desarrollar una historia también total, que integrara el análisis de las dinámicas sociales
y políticas de la retaguardia, han tenido una fría acogida en nuestro país32.

En definitiva, son los trabajos locales y regionales los que más han contribuido a
la renovación de los temas tradicionales y por tanto, a la expansión de los estudios sobre
la organización de la retaguardia y la experiencia civil de la guerra.

27
GARRIDO GONZÁLEZ, Luis. “La retaguardia republicana andaluza en la guerra civil. Aspectos
económicos y sociales”, en ARÓSTEGUI, Julio (coord.) Historia y memoria de la guerra civil: encuentro
en Castilla y León, Salamanca. Valladolid, Conserjería de Cultura, 1988. Es destacable la atención que
dedica al problema del abastecimiento, destacando la actuación de los comités revolucionarios en esta
materia, la descoordinación entre autoridades a la hora de actuar y la resistencia de los campesinos a
entregar sus cosechas a precio de tasa como factores explicativos del mismo.
28
GIRONA ALBUIXECH, Albert. “La retaguardia valenciana durante la guerra civil: evolución política
y transformaciones sociales”, en ARÓSTEGUI, op. cit. p. 263.
29
RODRIGO, Javier. “Presentación: retaguardia, un espacio en transformación”, en Ayer, Revista de
Historia Contemporánea (76), 4, pp. 13-36.
30
En la retaguardia republicana destacan LEDESMA, José Luis. Los días de llamas de la revolución:
violencia y política en la retaguardia republicana de Zaragoza durante la Guerra Civil. Zaragoza,
Institución Fernando el Católico, 2003. GABARDA, Vicente. La represión en la retaguardia
republicana. País Valenciano, 1936-1939, Valencia, Alfons el Magnànim, 1996; QUIROSA –
CHEYROUZE, Rafael. Represión en la retaguardia republicana. Almería, 1936-39, Almería, Librería
Universitaria, 1997; CASANOVA, Ester, La violencia política en la retaguardia republicana de Teruel
durante la guerra civil, Teruel, I.E.T., 2007.
31
RODRIGO, Javier (coord.) Retaguardia y cultura de guerra (1936-1939). Ayer, Revista de Historia
Contemporánea, (76), 4, Madrid, Marcial Pons, 2009
32
CHIKERING, art. cit.

14
2.2 El Madrid de la Guerra Civil: tierra ignota

La situación descrita a nivel general es similar en la producción historiográfica


sobre el Madrid de la Guerra Civil. Abundan las obras que se pueden encuadrar dentro
de la historiografía militar, especialmente aquellas que se dedican al estudio de la
batalla de Madrid33, y son escasas y de poca calidad científica las que tratan de
reconstruir la situación de la ciudad en la guerra.

Así, las dos principales obras monográficas sobre la ciudad heroica, “El Madrid
del no pasarán” de Germán Lopezarias, y el primer volumen de la historia de Madrid en
la Guerra Civil de Pedro Montoliú, reproducen el modelo de crónica periodística en la
que no hay intención analítica ya señalado en el apartado anterior. Ambos trabajos se
dedican tan solo a la exposición cronológica de los acontecimientos, y no participar en
ningún debate ni plantear problemática alguna, por lo que sirven tan solo como obras de
consulta. Lo mismo ocurre con los tres volúmenes de la Historia de Madrid de Federico
Bravo Morata dedicados a la etapa de la guerra. Aún con sus deficiencias, la consulta de
estos trabajos es ineludible a la hora de embarcarse en una investigación sobre el
Madrid de la Guerra por la cantidad de información que aportan. 34

A pesar de ser más antiguo que las obras citadas, el trabajo de los sociólogos
Matilde Vázquez y Javier Valero puede resultar mucho más útil como marco de
referencia. Esta obra de casi novecientas páginas constituye una valiosísima
compilación de los acontecimientos políticos, militares y sociales que tuvieron lugar en
la ciudad durante los tres años de guerra, pero se queda a medio camino entre la crónica
de estilo periodístico y el estudio historiográfico. Intenta conectar los acontecimientos
militares con su repercusión en el día a día de la ciudad, analiza la evolución de las
tendencias políticas en liza y lanza algunas teorías propias, como que pese a las
deficiencias del sistema de abastecimiento, el problema no habría sido tan grave si
hubiera entrado una mayor cantidad de víveres a Madrid, o que la desaparición de
noticias sobre los constantes bombardeos sobre la ciudad sitiada es un síntoma de que la
población se había acostumbrado a este horror cotidiano. Pero se sostiene sobre todo
con información proveniente de la prensa y de discursos de personajes y organismos
políticos, por lo que su visión de la sociedad madrileña queda mediatizada por estos.
Por otro lado, a pesar de dedicarse a un ámbito tan concreto como es el de Madrid, no

33
CALVO GONZÁLEZ, Fernando. La Guerra Civil en la Ciudad Universitaria. Madrid, La Librería,
D.L. 2012, CARDONA ESCANERO, Gabriel. La Batalla de Madrid. Madrid, Arlanza, 2005,
LARRAZABAL SALAS, Jesús. 1936-1939 Guerra aérea. Vol.9 La batalla aérea por Madrid. Madrid,
Instituto de Estudios Aeronáuticos, 1998.
34
, MONTOLIU, Pedro. Madrid en la Guerra Civil. Vol.1: La Historia. Madrid, Silex, 1999.
LOPEZARIAS, Germán. El Madrid del no pasarán. Madrid, Avapiés, 1986. BRAVO MORATA,
Federico. Historia de Madrid. Vol. 5, Desde el Madrid de la República a la Guerra de España, 1930-
1936., Vol. 6., La batalla de Madrid y la Guerra de España, 1936-1937 y Vol. 7., La Guerra de España,
1937-1939. Madrid, Trigo, 2001.

15
logran retratar con definición los poderes locales, que quedan confundidos con los
nacionales en una mezcolanza de medidas gubernamentales, decretos, y bandos.35

Por otro lado, también se pueden encontrar obras que sin ser crónicas, tratan de
presentar retratos sobre la ciudad en guerra pero no superan el ámbito del estudio de la
prensa y la propaganda de la época. Es el caso del trabajo dirigido por Carlos Serrano,
en el que participan numerosos historiadores franceses. En la introducción, el propio
Serrano señala la existencia de una desproporción entre la escasa importancia militar de
la toma de Madrid y el lugar que la batalla por la ciudad ha ocupado en el relato de la
guerra civil, debida a la cantidad y efectividad de la propaganda desplegada en torno a
este suceso. Resulta paradójico que a lo largo del libro que coordina se sucedan las
contribuciones en las que afirmaciones de la prensa y propaganda de la época se tome
como reflejo de la sociedad del momento; si bien es cierto que en su capítulo, Santos
Juliá trata de matizar la imagen del pueblo en armas y cambiarla por la de las
organizaciones obreras y sindicatos en armas, y Tuñón de Lara afirme que la
movilización popular en la batalla de Madrid no fue tan espontánea como se ha
afirmado tradicionalmente. Por otro lado, a pesar de tratar supuestamente de los tres
años de conflicto, esta obra se centra básicamente en el primero, como ocurre con la
mayor parte de los estudios de la ciudad en guerra36.

Una importante excepción en el panorama es la aportación del profesor Jesús


Martínez Martín a la obra general de Tuñón de Lara sobre la Guerra Civil. En unas
escasas dieciséis páginas, Martínez Martín logra hacer un completo retrato de la vida en
el Madrid sitiado, apuntando las claves y consecuencias del problema de abastecimiento
de la ciudad y repasando otros fenómenos asociados a la situación de guerra que, como
los bombardeos o la superpoblación, tuvieron un gran impacto en las vidas de los
madrileños. Sin embargo, este trabajo se centra básicamente en las actuaciones de la
Junta de Defensa, en detrimento de otras perspectivas.37

Es destacable también el trabajo de Ángel Bahamonde y Javier Cervera sobre la


última etapa de la guerra civil, que sin dedicarse por completo a Madrid, contiene un
amplio capítulo centrado en el estudio de las dinámicas sociales y políticas que
convirtieron a la antaño ciudad resistente en una ciudad hastiada y apática, escenario
perfecto para el golpe de Casado en marzo de 1939. Ambos autores conceden una
importancia fundamental al estado de la moral en la retaguardia para el desarrollo de la
guerra, y afirman que el problema de abastecimiento de Madrid fue la causa principal
del agotamiento de la de los ciudadanos madrileños, y que por tanto comprometió las
posibilidades de victoria republicanas.38

35
VALERO, Javier, y VÁZQUEZ, Matilde. La Guerra Civil en Madrid. Madrid, Tebas, 1978
36
SERRANO, Carlos. Madrid, 1936-1939 un peuple en resistance ou l’épopée ambigüe. Paris,
Autrement, 1991. Las contribuciones: JULIA, Santos “Le peuple en armes”, pp. 36-57, y TUÑON DE
LARA, Manuel. “1936-1937: La monbilisation partout”, pp. 58-58.
37
MARTÍNEZ MARTÍN, art cit., en TUÑON DE LARA, op. cit.
38
BAHAMONDE, y CERVERA, op. cit.

16
Pero estas son las escasas excepciones dentro de una bibliografía compuesta en
su mayor parte por crónicas que carecen de profundidad analítica. El desinterés por este
aspecto de la historia del Madrid sitiado se hace patente también cuando se recurre a las
obras más reconocidas de historia general de la ciudad; apenas prestan atención a la
etapa de la guerra. La dirigida por Antonio Fernández García, a pesar de haber
experimentado una reciente reedición, le dedica solo tres páginas, escritas por Francisco
Sánchez Pérez; la de Santos Juliá se centra en la descripción de lo ocurrido en la ciudad
en los primeros meses de la guerra39. Incluso aquellos trabajos de mayor profundidad de
análisis, como el de Martínez Martín, ponen el acento en esta primera etapa, la de la
épica batalla de Madrid, aportando poca información del resto de la contienda. Así, han
proliferado los recopilatorios de memorias y de crónicas de la época, en los que no hay
intervención por parte del autor, como el segundo volumen de la historia de la guerra
civil en Madrid de Pedro Montoliu, o los trabajos de Domingo y Josep Maria
Figueres;40 o aquellas obras en las que se disponen fotografías del momento comentadas
de forma muy breve, como la de Beatriz Heras y Azucena Merino.41 Incluso existe una
guía del Madrid de la guerra, publicada recientemente por Fernando Cohnen: pero a
pesar de que brinda una valiosa información sobre cuál fue la función de diversos
lugares de la ciudad durante la guerra, no plantea ninguna problemática ni trata de
analizar ninguna cuestión relacionada con los mismos.42 Por el momento, como también
sucede a escala estatal, carecemos de una obra integradora sobre el Madrid de la guerra,
un aspecto que ya ha señalado José Luis Ledesma en su repaso a la historiografía de la
guerra civil43.

Tampoco son demasiado abundantes las monografías sobre aspectos específicos


de la ciudad sitiada. Hay solo una temática en la que destaca el número de estudios: la
relacionada con la prensa, la propaganda e incluso el cine en el Madrid de la guerra;
quizá por la relativa facilidad con la que se puede acceder a las publicaciones
periódicas, carteles y películas de la época, así como por el interés que despiertan este
tipo de cuestiones no sólo en la academia, también en la sociedad en general 44. Ni

39
SÁNCHEZ PÉREZ, Francisco. “Política y sociedad en el Madrid del siglo XX”, en FERNÁNDEZ
GARCÍA, Antonio. Madrid: de la Prehistoria a la Comunidad Autónoma. Madrid, 2008, pp. 541-563.
JULIÁ, Santos, y RINGROSE, Cristina. Madrid, historia de una capital. Madrid, Alianza Editorial, 2004.
40
MONTOLIU, Pedro. Madrid en la Guerra Civil. Madrid, Silex, 2000. DOMINGO, Alfonso.
Retaguardia: la Guerra Civil tras los frentes. Madrid, Oberón, 2004. FIGUERES, Josep María. Madrid
en guerra: crónicas de la batalla de Madrid, 1936-1939. Barcelona, Planeta de Agostini, 2004
41
HERAS, Beatriz. Imágenes de una ciudad sitiada. Madrid 1936-1939. Colección inédita de
fotografías de la Guerra Civil. Madrid, JC, 2009. MERINO, Azucena. Vivir en guerra en imágenes: el
día a día y la supervivencia en las calles durante la Guerra Civil Española. Madrid, Vincent Gabrielle,
2009.
42
COHNEN, Fernando., op cit.
43
LEDESMA, José Luis. “Del pasado oculto a un pasado omnipresente. Las violencias en la Guerra Civil
y la historiografía reciente” Jerónimo Zurita, 84, 2009, pp. 163-188.
44
SÁNCHEZ VIGIL, Juan Miguel, y OLIVERA ZALDUA, María. “La actividad fotográfica durante la
guerra civil a través de las fichas de filiación de la Junta Delegada de Defensa de Madrid (1936-1939)”,
en Anales de documentación: Revista de biblioteconomía y documentación, 1, 2014, pp.1-17. MATEOS
FERNÁNDEZ, Juan Carlos. Bajo el control obrero: la prensa diaria en Madrid durante la Guerra Civil,
1936-1939. Tesis doctoral, Universidad Complutense de Madrid, 1996. ALTABELLA, José. “Una
revista popular en el Madrid asediado: Blanco y Negro”, en TUÑÓN DE LARA (coord.), Comunicación,
cultura y política durante la II República y la Guerra Civil: II encuentro de Historia de la Prensa, vol. 2,

17
siquiera el ámbito de la represión y la violencia en Madrid ha dado lugar a una
producción historiográfica abundante. Aunque se pueden encontrar un buen número de
obras dedicadas a este tema en las estanterías de librerías y bibliotecas, muchas de ellas
carecen de rigor histórico, y persiguen el objetivo de manchar de sangre las manos de
las autoridades republicanas. Este tipo de obras presentan la violencia en la retaguardia
republicana como una continuación de aquella desplegada antes de la guerra, pero con
una mayor intensidad, sin tener en cuenta el impacto del estallido del conflicto en este
ámbito o la pérdida de poder de las autoridades republicanas. Muchas de ellas se centran
en acontecimientos como las masacres de Paracuellos, a los que elevan a la categoría de
representativos de la violencia en la zona leal, cuando constituyeron la excepción45.

Existen también otro tipo de obras que no podemos incluir entre las anteriores
porque tratan de analizar la violencia en la retaguardia republicana con rigor pero que
parten de algunas de las premisas ya citadas. En este grupo destaca, para el caso de
Madrid, la obra de Julius Ruiz, que sostiene que el “terror rojo”, al que vincula con la
radicalización de la izquierda en los años de preguerra y no al estallido del conflicto,
estuvo y dirigido por unas autoridades republicanas que nunca ven comprometidas sus
capacidades de actuación por elementos revolucionarios. Unas autoridades que son
además estatales: las locales desaparecen del relato. 46

El estudio de las dinámicas de la violencia en un espacio de retaguardia como es


Madrid constituye por tanto una asignatura pendiente para los historiadores; si bien
existen algunos trabajos con propuestas interesantes en este sentido47. Uno de los más
completos es el de Javier Cervera, que focaliza su atención en el estudio de la
denominada “ciudad clandestina”, formada por aquellos madrileños hostiles a la
República que tuvieron que ocultar sus ideas o sus propias personas para sobrevivir en
la ciudad sitiada; y que incluso trabajaron durante los años de la guerra de diversas
formas para favorecer la victoria del bando rebelde. Una de las tesis principales de este
trabajo es que las autoridades republicanas perdieron el control del orden público y del
monopolio de la violencia en los primeros meses de la guerra, y que desde entonces
trabajaron para recuperar ambas prerrogativas tratando de incorporar la nueva situación

1990, pp. 280-287 GREGORIO, Pierre-Paul. “ABC de Madrid (25 de julio de 1936--28 de marzo de
1939): vida y muerte de un periódico republicano”, en CHECA GODOY, Antonio, y ESPEJO CALA,
Carmen, La Comunicación durante la Segunda República y la Guerra Civil. Madrid, Fragua Editorial,
2007
45
Una muestra de este tipo de obras podría ser: ZAVALA, José María. Los horrores de la Guerra Civil,
Barcelona, Plaza & Janes, 2003; VIDAL, Cesar: Paracuellos-Katyn. Un ensayo sobre el genocidio de la
izquierda, Madrid, LibrosLibres, 2005; ESPARZA, José Javier: El terror rojo en España, Barcelona,
Altera, 2007; MOA, Pio: El derrumbe de la II República y la Guerra Civil, Madrid, Encuentro, 2009; y,
BLÁZQUEZ MIGUEL, Juan: España turbulenta: alteraciones, violencia y sangre durante la II
República, Madrid, Tomás Pérez, 2009.
46
RUIZ, op. cit., Para un análisis de las deficiencias de trabajos como el de Julius Ruiz, GÓMEZ
BRAVO, Gutmaro: “Terror rojo, violencia revolucionaria y fin del mundo en la retaguardia republicana”,
Historia del presente, 19 (2012), pp. 155-162
47
CERVERA GIL, Javier. “Violencia en el Madrid de la Guerra Civil: los paseos (julio a diciembre de
1936)”, en Studia Historica, 13-14, 1995-1996, pp. 63-82. REIG TAPIA, Alberto. “Morir en Madrid
(1936-1939): el cementerio municipal, un testigo para la historia de la guerra civil”, en Sistema: revista
de ciencias sociales, 89, 1989, pp. 35-50

18
revolucionaria al marco legal y afrontando la represión normalizada de los enemigos de
la República. Algo que se conseguiría a principios de 1937, y que conllevaría el
descenso de la violencia indiscriminada en la ciudad. Para demostrar su hipótesis,
Cervera realiza un retrato del orden público y la justicia antes y durante la guerra, que
resulta sumamente útil como punto de partida para cualquier estudio de estos ámbitos en
el Madrid asediado48.

Existe un vacío historiográfico en lo que respecta a las autoridades madrileñas


durante la guerra civil. En 1984, los profesores Aróstegui y Martínez Martín publicaron
su profundo y completo estudio sobre la Junta Defensa Madrid, al que no ha seguido
ninguno más sobre esta legendaria institución, a pesar de su importancia. El
Ayuntamiento de Madrid, posteriormente Consejo Municipal, tampoco ha atraído la
atención de los historiadores; sólo se puede encontrar una referencia de importancia
sobre el consistorio madrileño durante la contienda, un artículo de Concepción García
Cobos en el que se concede un importante espacio a la descripción de las actuaciones
del órgano municipal frente a la escasez, alza de precios y desvío al mercado negro de
alimentos y otros artículos de primera necesidad en la ciudad. 49 Pero se puede acudir a
estudios extensos sobre esta institución, como sí ocurre en el caso del ayuntamiento de
Murcia o el de Barcelona, estudiados por Carmen Gonzalez y Asia respectivamente.50

Como ocurre a nivel nacional, tampoco existe ninguna obra monográfica sobre
el problema del abastecimiento de Madrid y sus consecuencias. Martínez Martín y
Limón Nevado hacen referencia en su trabajo sobre éste a nivel general a la memoria de
tesis inédita de María Teresa Vicente Zabala sobre el abastecimiento en el Madrid de la
guerra, presentada en la UCM en 1986, pero parece ser que nunca fue publicada y por lo
tanto no la hemos podido consultar51. Y aunque aparece en algunas bibliografías un
libro titulado El hambre en el Madrid de la Guerra Civil, este trabajo de Laura y
Carmen Gutiérrez Rueda se limita a recapitular lo ya expuesto por Aróstegui y Martínez
Martín en su estudio sobre la Junta de Defensa, y aunque añade información recogida
en entrevistas a personas que vivieron en el Madrid sitiado, no parece que se hayan
seguido los pasos necesarios para que el uso de las fuentes orales resulte provechoso.
Además, la información aparece desordenada, en ocasiones incluso repetida. Sólo
destaca la inclusión de informes médicos realizados en la época, que aportan datos
útiles52. Se puede encontrar un sólo artículo realizado por una historiadora, Milagrosa
Romero Samper, que muestra la conexión entre la escasez de comida y el auge del
derrotismo en los últimos meses de la guerra, pero su análisis sobre los delitos de

48
CERVERA GIL, op. cit.
49
ARÓSTEGUI, Julio, y MARTÍNEZ MARTÍN, Jesús Antonio. La Junta de Defensa de Madrid.
Madrid, Comunidad de Madrid, 1984. BOCOS RODRÍGUEZ, Concepción. “El Ayuntamiento de Madrid
durante la Guerra Civil”, en Anales del Instituto de Estudios Madrileños, tomo XXVII, CSIC, Madrid,
1989.
50
GONZÁLEZ MARTÍNEZ, Carmen. La gestión municipal republicana en el Ayuntamiento de Murcia
(1931-1939). Murcia, Universidad de Murcia, 1999.
51
MARTÍNEZ MARTÍN y LIMÓN NEVADO, art cit., p.83.
52
GUTIERREZ RUEDA, Laura, y GUTIERREZ RUEDA, Carmen. El hambre en el Madrid de la
Guerra Civil (1936-1939). Madrid, La Librería, 2003

19
subsistencias flaquea al basarse tan solo en seis expedientes incoados por los tribunales
especiales de guardia en dicha materia.53 Desde luego, en el caso de Madrid no
contamos con ningún artículo tan completo como el de Gasch Tomás, ya reseñado, o el
recientemente publicado por María Valls Gómez, que centrándose en la provincia de
Granada, rastrea las causas del problema del abastecimiento y analiza las respuestas
planteadas al mismo por las autoridades. La escasa efectividad de las mismas condujo a
la búsqueda de alternativas por parte de la población, esto es, al florecimiento del
mercado negro y demás infracciones en materia de subsistencias. Valls también se
plantea si la persecución de estos delitos, que llevaba aparejado el decomiso de los
bienes de los infractores, tuvo como objetivo la financiación de los organismos
locales.54

Asimismo, Valls da su opinión sobre una cuestión en la que por el momento


tampoco se han embarcado los historiadores. Para la autora, resulta complicado
establecer una comparativa entre la situación de escasez y la aparición del mercado
negro en la República con la de los mismos parámetros de la posguerra: considera que
la larga duración de la segunda, así como su función represora y los extendidos niveles
de corrupción desde las altas esferas que se le atribuyen, la diferencian de forma clara
respecto a lo ocurrido en la retaguardia republicana durante la contienda. Y por el
momento no contamos con ningún otro estudio que contribuya al debate. Resulta
llamativo, pero ninguno de los estudios sobre la penuria económica y el estraperlo de la
posguerra tiene en cuenta la situación que le precede inmediatamente. Algo que llama
aún más la atención en el caso del trabajo de Óscar Rodríguez Barreira, que dedicado a
la comparación entre mercados negros de guerra y posguerra, no analiza el de la civil
española pero si el de su posguerra.55 Esta escasa comunicación entre los trabajos sobre
el mercado negro de la posguerra, más numerosos, y los escasos estudios realizados
sobre el problema de la escasez en la zona republicana, ha conllevado que ninguno de
los conceptos aplicados al primer marco se haya planteado en el segundo. Así, mientras
que Miguel Gómez Oliver, Miguel Ángel del Arco y Rodríguez Barreira, siguiendo el
concepto de James Scott, han concebido el estraperlo de posguerra como una forma de
resistencia cotidiana al régimen franquista, ningún autor ha tratado de dotar de un
significado parecido a las acciones de los ciudadanos que en la retaguardia republicana
intervinieron en el mercado negro, aún a nivel de subsistencia. En este trabajo tampoco
defendemos dicho enfoque, pero nos parece necesario señalar la inexistencia del debate
en torno a esta cuestión como síntoma del escaso desarrollo de los estudios sobre el
problema de los abastecimientos en la España republicana a pesar de su importancia
para el devenir de la contienda.56

53
ROMERO SAMPER, Milagrosa. “Hambre y retaguardia. Protesta social en el Madrid de la guerra
civil”, en ESD: Estudios de Seguridad y Defensa, 2, 2013, pp. 159-190.
54
GASCH TOMÁS, art.cit., VALLS GÓMEZ, María. “El abastecimiento en la retaguardia republicana.
El caso de Granada, 1936-1939”, en Revista del Centro de Estudios Históricos de Granada, 25, 2013, pp.
217-236
55
RODRIGUEZ BARREIRA, Óscar. “Cambalaches: hambre, moralidad popular y mercados negros de
guerra y postguerra”, en Historia social, 77, 2013, pp 149-174
56
VALLS, art.cit.,p. En el presente trabajo se pondrá en cuestión una de las afirmaciones de Valls sobre
las diferencias entre el mercado negro de la retaguardia y el estraperlo de la posguerra: parece que la

20
2.3 La perspectiva comparada: estudios sobre ciudades en guerra

La situación de la ciudad de Madrid es única en el panorama de la guerra civil


española. Nos encontramos ante una ciudad que permaneció sitiada durante toda la
contienda, que a pesar de perder la condición de capital siguió siendo un importante
centro político y un potentísimo símbolo propagandístico, y en la que las fronteras entre
el frente y la retaguardia se confundieron como en ningún otro lugar. Sin embargo,
puede resultar útil repasar los estudios realizados sobre otras ciudades que
experimentaron situaciones similares; así no solo se podrá comprobar qué características
compartieron éstas con el Madrid sitiado, sino que además se tendrá la oportunidad de
comprobar cómo están elaborados estos trabajos y aplicar aquellos enfoques más
interesantes a nuestro objeto de estudio.

En principio, la producción historiográfica sobre ciudades en guerra presenta


algunas de las características (y por tanto, también algunas de las carencias) que ya se
han analizado en el caso de Madrid. Nos encontramos ante un panorama en el que
abundan las memorias de testigos de la época, como Barcelona 1936-1939, que
contiene las de Mariano Rubió y Tudurí, o Tarragona sota les bombes, con la
experiencia vital de Ramón de Salvador; así como las recopilaciones de crónicas
periodísticas y discursos políticos del momento, del que constituye un perfecto ejemplo
Valencia, capital antifascista. Asimismo, también es frecuente encontrarse con trabajos
que para afrontar el estudio de una determinada ciudad durante la contienda recurren tan
sólo a las fuentes hemerográficas. Es el caso del de Agustín Safón Supervía y José
Ramón Riera sobre Valencia durante su etapa como capital, en el que además solo se
dedica un pequeño capítulo a las condiciones de la vida en la ciudad, completamente
desgajado del resto de aspectos que se estudian en la obra. Una obra que, reconocen los
propios autores, necesita del contraste con otro tipo de fuentes. Otro ejemplo lo
constituye el pequeño libro de Carlos Bacigalupe sobre Bilbao, que se apoya casi
completamente en el estudio de la prensa de la época y traslada al lector las imágenes
que esta da de la sociedad sin crítica alguna de por medio. Así, Bacigalupe achaca el
problema de las eternas colas que se formaban frente a los establecimientos bilbaínos a
los supuestos “profesionales” de las mismas, personas que por aburrimiento o capricho
decidían pasarse en día en ellas; una idea que aparecía en la prensa constantemente,
quizá para disminuir ante la opinión pública el calibre de la carestía de todo tipo de
bienes57.

corrupción también afectaba a cargos políticos y miembros del Ejército republicano. Los estudios del
mercado negro en la posguerra son el de DEL ARCO BLANCO, Miguel Ángel: “Hunger and the
consolidation of the Francoist Regime (1939-1951)”, en European History Quarterly, 40, 2010, pp. 458-
483; GÓMEZ OLIVER, Miguel; DEL ARCO BLANCO, Miguel Ángel: “El estraperlo: forma de
resistencia y arma de represión en el primer franquismo”, en Studia Historica, 23, 2005, pp. 179-199, y
BARREIRA, art.cit.
57
MASSOT I MUNTANER, Josep (ed), RUBIÓ I TUDURÍ, Mariano. Barcelona, 1936-1939. Barcelona,
Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 2002. SALVADOR I ANDRES, Lluis. Tarragona sota les
bombes: crónica d’una societat en guerra. Valls, Cossettania Edicions, 2005. SAFÓN SUPERVÍA,

21
Las obras de mayor profundidad de análisis se han centrado en la vida cultural
de las ciudades en guerra. Este aspecto es evidente en aquellas dedicadas a la ciudad de
Valencia, en las que es frecuente la asociación entre la condición de capital de la
República entre noviembre de 1936 y noviembre de 1937 y el esplendor cultural de la
misma. Destaca la obra de conjunto Valencia: capital de la República, con capítulos
dedicados específicamente a la prensa y a la radio y un pequeño pero interesante
apartado sobre la vida cotidiana en la ciudad. En este, Ricard Blasco trata de desmontar
algunas afirmaciones corrientes en la prensa de la época que han trascendido a la
nuestra, como la de que la situación en la zona de levante no se asemejaba a la de
ciudades situadas en el frente como Madrid (a través de la expresión “Levante feliz”
popularizada por José Luis Salado, periodista de La Voz).58

Los estudios más completos, no obstante, no se encuentran entre los que se


centran en Valencia, Barcelona o Bilbao. Son los trabajos de Francisco Alia Miranda
sobre Ciudad Real y de Rafael Queyrosa sobre Almería. El primero, a pesar de
dedicarse a toda la provincia de Ciudad Real, se basa en la tesis doctoral del autor, una
investigación sobre la capital del mismo nombre, por lo que la información sobre esta
predomina en el conjunto. En su obra, Alia Miranda analiza diversos aspectos de la
guerra civil en la zona, prestando una considerable atención a las dificultades de la vida
cotidiana en la Ciudad Real de la guerra. Así, realiza un retrato de la situación de
escasez a través de numerosas fuentes, figurando entre ellas las judiciales, y entra al
debate sobre sus causas y consecuencias. Por otro lado, el trabajo de Queyrosa
constituye, a nuestro parecer, el ejemplo a seguir en este campo: en él se realiza un
complejo y exhaustivo retrato de la situación sociopolítica de Almería, que entreteje la
actuación de los organismos revolucionarios con la de los poderes de preguerra, los
sucesos bélicos y la repercusión social tanto de lo primero como de lo segundo, pasando
de la gran escala al enfoque local. Así, Queyrosa traza la evolución del orden público
almeriense desde las alteraciones revolucionarias de los primeros meses de la guerra
hasta la recuperación del poder por las instituciones republicanas (que el autor data en
junio de 1937), teniendo en cuenta tanto las directrices y medidas tomadas por el
Gobierno de la República como la actuación de las autoridades locales, en especial la
del gobernador civil Morón, así como las resistencias a este proceso. Tras ello, el autor
estudia la labor de las nuevas instituciones locales, en especial las actuaciones
encaminadas a atajar al problema del abastecimiento, si bien en este apartado se echa en
falta el recurso a las fuentes judiciales.59

Agustín, y SIMÓN RIERA, José. Valencia, 1936-1937. Una ciudad en guerra. Ayuntamiento de
Valencia, 1986. BACIGALUPE, Carlos. Pan en la guerra. Bilbao, Laga, 1997.
58
BLASCO, Ricard. “La vida quotidiana”, en Valencia capital de la República. Valencia, Ajuntament de
Valencia, 1996. También destaca la obra de AZNAR SOLER, Manuel. Valencia, capital literaria y
cultural de la República (1936-1937). Valencia, Publicacions de la Universitat de Valencia, 2007.
59
ALIA MIRANDA, Francisco. La guerra civil en retaguardia: conflicto y revolución en la provincia de
Ciudad Real (1936-1939). Ciudad Real, Diputación Provincial, 1994. QUIROSA- CHEYROUZE Y
MUÑOZ, RAFAEL. Almería 1936-1937: sublevación militar y alteraciones en la retaguardia
republicana. Almería, Universidad de Almería, 1997.

22
Pero tanto este trabajo como el de Francisco Alia Miranda es, como se ha podido
comprobar, una excepción en la producción historiográfica nacional. Si se realiza un
breve repaso por la situación de los estudios sobre ciudades en guerra ampliando el
rango de búsqueda a nivel internacional, el panorama es bastante diferente. Partiendo
del interés por el fenómeno de la guerra total, que convierte a la retaguardia en un
objetivo militar de primer orden, las historiografías anglosajona y francesa se han
interesado no sólo por el estudio de la sociedad urbana en guerra, también por el
establecimiento de patrones sociopolíticos comunes a ésta mediante la comparación del
fenómeno entre varias ciudades, especialmente en el contexto de las dos guerras
mundiales.

La consulta al panorama historiográfico europeo en este ámbito resulta


ineludible. Un rápido repaso por algunas referencias destacadas en este ámbito hace ver
que, aunque la situación del Madrid sitiado es única, algunas de sus características
también fueron experimentadas por otras ciudades en contextos de guerra, lo que puede
ayudar a determinar el peso de factores generales y específicos en el tema que nos
ocupa: los problemas de abastecimiento de la ciudad heroica. El estudio de Robert
Chickering sobre la ciudad de Friburgo durante la Primera Guerra Mundial y el trabajo
de Braithwaite sobre el asedio de Moscú en 1941 nos muestran cómo en tan diferentes
lugares y épocas la situación de guerra conlleva la dificultad de circulación de bienes de
primera necesidad y su encarecimiento, la incapacidad por parte de las autoridades de
establecer sistemas de racionamiento que aseguraran las necesidades de la población y
el consecuente florecimiento del mercado negro. Los estudios de historia comparada
sobre ciudades europeas durante la Gran Guerra del francés Philippe Cassaigne y el
británico Jay Winter llevan a conclusiones similares. Incluso pueden resultar útiles los
recientes trabajos que analizan los bombardeos sobre ciudades a lo largo de la Segunda
Guerra Mundial: Richard Overy nos muestra en su último estudio como la organización
de la defensa civil frente a los bombardeos en la ciudad de Londres también conllevó
una serie de rifirrafes y negociaciones políticas que dificultaron la puesta en marcha de
los servicios de emergencias.60

Así, dadas las carencias de la historiografía sobre el Madrid de la guerra, se hace


necesario recurrir tanto a los estudios realizados sobre otras ciudades en guerra, también
escasos, como a la producción historiográfica extranjera, que sí ha tratado con
detenimiento estos temas.

60
CHICKERING, Roger. The Great War and Urban Life in Germany: Freiburg, 1914-1918. Cambridge,
Cambridge University Press, 2007. BRAITHWAITE, Rodric. Moscú 1941: una ciudad y su pueblo en
guerra. Barcelona, Crítica, 2006. CHASSAIGNE, Philippe. Villes en guerre (1914-1945). París, Armand
Colin, 2004. WINTER, Jay, y ROBERT, Jean-Louis. Capital cities at war. Paris, London, Berlin 1914-
1919. Cambridge, Cambridge University Press, 1999. OVERY, Richard. The Bombing War. Europe
1939-1945. London, Penguin Books, 2014.

23
3. El abastecimiento de Madrid en la Guerra Civil: hambre y justicia en la
ciudad sitiada.

A continuación, se abordará el estudio del problema del abastecimiento en


Madrid, sus orígenes y consecuencias, entre las que destacan el surgimiento del
mercado negro y el establecimiento de medidas por parte de las autoridades para luchar
contra los delitos en materia de subsistencias. Para ello, primero se trazará un retrato del
Madrid previo al estallido de la guerra, en el que se prestará una mayor atención al
surgimiento de una incipiente sociedad de consumo y a la actuación de las autoridades
para controlar el suministro y los precios de los bienes de primera necesidad. Así se
podrá pasar al estudio del abastecimiento de la ciudad sitiada; un relato en el que se
hace mención a la evolución militar del conflicto a grandes rasgos sólo cuando éste
afecta a la cuestión de los suministros, por falta de espacio.

3.1 El Madrid de 1936. Las complejidades de una ciudad moderna.

El Madrid nuevo es el de los grandes almacenes, que tiene su día


barato, su día de retales, su día de regalo de porcelanas o toallas

Ramón Gómez de la Serna, “Del Madrid viejo al Madrid nuevo”61

Muchos madrileños pasaron la tarde del viernes 17 de julio de 1936 en el cine.


Por una peseta, podían disfrutar de la película “Rebelde” de la popular Shirley Temple
en un local refrigerado que ayudaba a huir del sofocante calor de la ciudad. También
había opciones más baratas: el cine Metropolitano ofrecía butacas a cuarenta céntimos
en su proyección de “Los misterios de París”.62 Y a pesar de que para entonces todos
conocían la sublevación, la mañana del 19 los trenes se llenaron de personas dispuestas
a pasar el domingo en la sierra, una opción de turismo al alcance general por la que
también se decantó Arturo Barea, tras haber pasado la noche en vela en la Casa del
Pueblo. 63

Todos estos son fenómenos que indican que, a la altura de 1936, Madrid
presentaba los rasgos de una incipiente sociedad de consumo. Y es que entre las
últimas décadas del siglo XIX y las tres primeras del XX, había experimentado un
profundo proceso de desarrollo que convirtió a la capital del país en una metrópoli
moderna, un proceso ha sido estudiado recientemente por los miembros del grupo de

61
En Madrid turístico y monumental, 1, 1935.
62
La Voz, 17 de julio de 1936
63
RODRÍGUEZ, Nuria. La capital de un sueño. Madrid 1900-1936. Tesis doctoral, Universidad
Complutense de Madrid, 2013, p. 130; BAREA, Arturo. La llama. Madrid, DeBolsillo, 2012, pp. 131-
133.

24
Investigación Historia de Madrid en la Edad Contemporánea, de la Universidad
Complutense64.

Estas investigaciones muestran la evolución social y económica de la ciudad. En


primer lugar, el Madrid de los años treinta estaba entrando en el ciclo demográfico
moderno, abandonando con retraso respecto al resto de metrópolis europeas el modelo
antiguo en el que las altas tasas de natalidad eran compensadas con unas también altas
tasas de mortalidad que mantenían el crecimiento de la población en cifras bajas. Entre
1900 y 1930, la población de Madrid se duplicó, alcanzando el millón de habitantes65.
En el ámbito económico, en este espacio de tiempo se produjo un boom de la
construcción y sus industrias derivadas, y una progresiva especialización en un sector
servicios que además había experimentado profundos cambios cualitativos: si a
principios de siglo éste estaba compuesto principalmente por criados que entraban a
servir a una familia bien situada, en los años treinta la aportación de los dependientes de
comercio y empleados era cada vez más importante, así como la de los profesionales
liberales. Destaca también en este ámbito el auge de los servicios financieros: los
Bancos establecidos en la capital abrieron sucursales en todo el país a partir de los años
veinte.66

Los trabajos de Rubén Pallol y Nuria Rodríguez muestran estos cambios en la


esfera del comercio. Si a principios de siglo este había estado protagonizado por los
pequeños establecimientos en los que se vendía poco y caro, con unas condiciones de
trabajo que obligaban a sus empleados a concebir este como un empleo de juventud
cuyo sueldo apenas rebasaba el nivel de subsistencia, en los años treinta ya estaban
plenamente instalados los grandes almacenes, con sus sistemas de compra a plazos, el
establecimiento de rebajas en invierno y en verano o de periodos de ofertas especiales,
como la Semana del Duro de los Almacenes Rodríguez, y sus formas de publicidad
moderna, como los escaparates. Los empleos en este tipo de establecimientos ofrecían
una estabilidad y unas condiciones que transformaron cualitativamente la vida de
aquellos que accedían al puesto de dependiente. Y todas estas transformaciones también
afectaron a los pequeños comercios que convivían con los grandes almacenes, a los que

64
Por medio de sus trabajos, Rubén Pallol Trigueros, Borja Carballo y Vicente Albarrán han trazado la
evolución en esta etapa de las tres zonas del Ensanche de Madrid, mientras que Nuria Rodríguez Martín
se ha centrado en analizar las transformaciones que experimentó la ciudad en su conjunto en el primer
tercio de siglo XX. PALLOL TRIGUEROS, Rubén. El Madrid moderno: Chamberí (el Ensanche norte),
símbolo del nacimiento de una nueva capital, 1860-1931. Tesis doctoral, Universidad Complutense de
Madrid, 2009; CARBALLO BARRAL, Borja: Los orígenes del Moderno Madrid: El Ensanche Este
(1860-1878). Tesis Diploma de Estudios Avanzados. Madrid, Universidad Complutense, 2007,
VICENTE ALBARRÁN, Fernando. Los barrios negros: el Ensanche Sur en la formación del moderno
Madrid. Tesis doctoral, Universidad Complutense de Madrid, 2011; RODRÍGUEZ, op. cit.
65
ALBAR EZQUERRA, Alfredo. Visión histórica de Madrid (siglos XVI al XX). Madrid, Real Sociedad
Económica Matritense de Amigos del País, 1991, p. 365.
66
GARCÍA DELGADO, José Luis. “La economía de Madrid en el siglo XX”, en FERNÁNDEZ
GARCÍA, Antonio. Madrid: de la Prehistoria a la Comunidad Autónoma. Madrid, 2008

25
llegan más artículos y que tratan de incorporar algunas innovaciones, como la
decoración de los escaparates y las temporadas de rebajas.67

Estas transformaciones económicas eran a la vez causa y consecuencia de la


extensión de una incipiente clase media que participaba en el consumo y demandaba
ocio. Las clases trabajadoras también tomaban parte de ambas esferas, puede que de
forma “subsidiaria y periférica”, como señala Nuria Rodríguez, pero participaban al fin
y al cabo. Y aunque no debemos perder de vista la existencia de unas clases populares
acostumbradas a la miseria, tampoco hemos de olvidar que en Madrid “los obreros
viajaban en metro y muchos no llevaban ni blusón ni gorra de paño”, como afirma
Rubén Pallol.68

Asimismo, la ciudad mostraba una segregación socioespacial cada vez más


marcada. El centro comercial y financiero, en el que se mezclaban personas
pertenecientes a todas las clases sociales en busca de entretenimiento, se articulaba en
torno a la Gran Vía. Los miembros de las clases altas residían en el barrio de Salamanca
y en el distrito de Palacio; las clases populares se concentraban en los barrios bajos de
Madrid, al sur de la ciudad. En las zonas norte y este del Ensanche convivían diversos
grupos profesionales y sociales: empleados del comercio y de la banca, profesionales
liberales y funcionarios69.

A la modernización económica y social que se plasmaba en las calles de Madrid,


le acompañaba una dinámica y compleja situación política y sindical de la que se ha
ocupado Sandra Souto en su obra ¿Y Madrid? ¿Qué hace Madrid?. La capital de
España era el centro de la vida política, donde los partidos y sindicatos tenían su mayor
número de afiliados70. Desde finales del XIX, Madrid era una gran ciudad en la que no
se podían poner en funcionamiento los engranajes del caciquismo. En las elecciones de
1936 triunfó la izquierda en la ciudad, si bien hay que descender a nivel de distrito para
comprender los resultados electorales. En los distritos populares, como Inclusa, La
Latina y Universidad, en los que ganó la izquierda, lo hizo por una diferencia mayor que
la que se produjo en aquellos en los que el triunfo fue para las derechas: en los distritos
de Centro, Hospicio, Buenavista y Palacio la derecha ganó pero seguida a corta
distancia por la izquierda71.

A la altura de 1936, Madrid era, en palabras de Sánchez Pérez: “la capital estatal
de la protesta urbana, la movilización social y política y los conflictos huelguísticos”.
Entre los meses de mayo y julio de dicho año se desató una oleada de huelgas que llegó
a afectar a 10.000 obreros en sus momentos de mayor fuerza72 No se debe olvidar que

67
RODRÍGUEZ, op. cit., p. 350 y 510; PALLOL, op. cit., 682-703. La “Semana del Duro” de los
Almacenes Rodríguez incluso se mantuvo los primeros meses de la guerra. ABELLA, op.cit., 31
68
RODRÍGUEZ, op. cit., p. 350, PALLOL, op. cit., pp. 682-703
69
PALLOL, op. cit., p. 708 y MONTERO DÍAZ, Julio, y CERVERA GIL, Javier. “Madrid en los años
treinta: ambiente político, social, cultural y religioso”, en Studia et Documenta. 3, 2009, p
70
SOUTO, Sandra. ¿Y Madrid? ¿Qué hace Madrid?: movimiento revolucionario y acción colectiva
(1933-1936). Madrid, Siglo XXI, 2004.
71
MONTERO DÍAZ, y CERVERA GIL, art. cit., p.29
72
SÁNCHEZ PEREZ, art.cit., p. 553

26
en la ciudad pervivían unas clases populares mal alimentadas e incultas, según Montero
y Cervera el caldo de cultivo perfecto para que calaran los mensajes socialistas y
anarquistas73.

En este contexto de enorme dinamismo político y social, el mantenimiento del


orden público era un objetivo de primer orden tanto para las autoridades locales como
para las estatales. Y para ello, era vital mantener el precio de los bienes de primera
necesidad dentro de los márgenes comúnmente aceptados por los ciudadanos, y asegurar
su normal distribución. Un ámbito en el que la intervención de las autoridades venía de
lejos y que se daba en toda España, pero que era especialmente importante en Madrid.
Caja de resonancia de la política nacional, mantener a su población en calma era un
objetivo de primer orden no sólo para las autoridades locales, también para las estatales.
Como señala Sánchez Pérez, en los años veinte, el Ayuntamiento de Madrid, que tenía
la potestad de regular los precios de los productos de primera necesidad, utilizaba el pan
como instrumento político: cuando necesitaba ganarse el aprecio de la población,
perseguía con celo las infracciones de la tasa y el peso establecidos por el Consistorio.
Para asegurar el suficiente abastecimiento de este producto básico, y debido a que las
otras provincias no estaban dispuestas a vender a Madrid el pan y el trigo a precio de
tasa, el Ayuntamiento compraba estos productos y los distribuía en la ciudad a este
precio, abonando con sus arcas la diferencia. Una política que se mantuvo en la etapa
republicana: Souto recoge como ante la huelga de septiembre de 1934, las autoridades
de Madrid trajeron el pan desde Toledo, Guadalajara, Alcalá de Henares, Ávila y
Segovia.74

El afán por controlar las calles y restringir la venta ambulante en la ciudad


también fue una constante a lo largo del primer tercio del siglo XX. Respondiendo a las
peticiones de los comerciantes de la Gran Vía, el ayuntamiento presentó en 1928 un
proyecto para retirar a los vendedores ambulantes de las vías públicas, considerados
perjudiciales “para el comercio, el tránsito, la moral y el ornato público”. Una situación
que también se daba en Barcelona, en la que el Consistorio llega a crear una brigada
policial para la represión de la venta ambulante75.

Y es que las dificultades para abastecer de forma continua y barata a la ciudad de


Madrid no comenzaron en la guerra civil. Tanto Gloria Nielfa como Michael Seidman
los artículos de primera necesidad alcanzaban precios prohibitivos para las clases
populares en la capital. En los periódicos madrileños aparecían frecuentes quejas por las
dificultades de aprovisionamiento de la capital de artículos como la carne y la leche y
por el encarecimiento de las subsistencias, del que se culpaba a las autoridades76.

73
MONTERO DÍAZ, y CERVERA GIL, art. cit., p.19
74
SÁNCHEZ PÉREZ, Francisco. La protesta de un pueblo. Acción colectiva y organización obrera:
Madrid, 1901-1923. Madrid, Cinca, 2006, pp. 57-64; SOUTO, op. cit., p. 151
75
RODRÍGUEZ, op. cit., p. 341; EALHAM, Chris. La lucha por Barcelona: clase, cultura y conflicto,
1898-1937. Madrid, Alianza Editorial, 2005, pp. 129-136
76
El Sol dedicó un editorial “al problema de los mercados” en Madrid el 19 de julio de 1936: en el se
afirmaba que hasta que se reorganizaran los mercados no se podría solucionar el problema de suministro

27
Esto último indica que la ciudadanía todavía depositaba la responsabilidad de
asegurar el suministro de bienes de primera necesidad a precios adecuados en ellas.
Según Sánchez Pérez, en el Madrid de los años 20 “el pan marcaba como un barómetro
la legitimidad de los gobernantes y de todo el sistema social y económico”. A pesar de
los avances sociales y económicos que operaron en los años siguientes, se puede decir
lo mismo del Madrid republicano. 77

Figura 1. Viñetas en La Voz (03/07/36) y El Sol (04/07/36)

Así, en el Madrid de 1936, convivían elementos del pasado, pero también del
futuro; Ramón Gómez de la Serna sostenía que la ciudad era una chocolatera, “que
remueve con el molinillo las dos almas de Madrid, la nueva y la vieja, refundiéndolas en
una misma alma”78. En los años previos al conflicto, los madrileños, acostumbrados a
consultar en el periódico la cartelera del cine, a viajar en metro y a comprar en la
temporada de rebajas, también lo estaban a las dificultades de abastecimiento de ciertos
productos, al encarecimiento de los bienes de primera necesidad y a la intervención de
las autoridades en materia de subsistencias. A partir del 18 de julio, tendrían que
enfrentarse a una situación que acentuaría estos últimos fenómenos, en detrimento de
aquellos que habían traído la Modernidad a la urbe.

de bienes de primera necesidad a la capital. Mundo Gráfico realizó un reportaje sobre “El problema del
pan” el 24 de abril de 1935, en el que se culpaba a las autoridades de no saber coordinar las distintas fases
de la producción de este alimento básico. Las bromas con la situación eran frecuentes, se pueden ver dos
ejemplos en la figura 1.
77
NIELFA CRISTÓBAL, Gloria. “La economía de Madrid. Desde la crisis colonial hasta el final de la
Guerra Civil” En FERNÁNDEZ GARCÍA, Antonio (dir.): Historia de Madrid. Madrid, Editorial
Complutense, 1993, p. 670; SEIDMAN, op. cit., p. 33; SÁNCHEZ PÉREZ, op. cit., p. 51
78
GÓMEZ DE LA SERNA, art.cit.

28
3.2 Génesis y desarrollo de un problema vital: el desabastecimiento de Madrid

-¿También está difícil la adquisición de lentejas?-

-¡Ay, que rico! Un plato de lentejas ahora es o viene a ser lo mismo que antes un plato de faisán a la
escarlata.-

-¿Tú crees que las conseguirás al fin?-

-Seguramente, porque estoy dispuesta a estar volviendo a la cola hasta que en el Manzanares, ya
convertido en puerto de mar, consigan entrar barcos de gran calado.-

-Pues paciencia, y a perseverar en tan nobles y heroicos propósitos-

Mundo Gráfico, 07/07/1937

En julio de 1937, un veterano periodista se puso a recorrer las largas colas que
serpenteaban por las calles de Madrid para “sorprender” a personalidades de la época en
ellas, aguardando con resignación y estoicismo el momento de que llegara su turno para
adquirir el producto que codiciaban. Juan del Sarto pretendía demostrar a sus lectores
que hasta a las actrices más famosas, como Carmelita Sevilla o Anita Flores, no les
quedaba otra que esperar largas horas para conseguir algunas patatas, una pastilla de
jabón o un repollo. Y de paso, hacer unos cuantos chistes sobre lo difícil de su empresa.

Algunos madrileños preferían afrontar con humor una situación que había tenido
un profundo impacto en sus vidas, y que se había convertido en algo tan cotidiano como
los cañonazos de artillería que acudían puntuales a su cita diaria con la Gran Vía, de
4:30 a 5:30 de la tarde. Así, tal y como muchos se acostumbraron a circular por la acera
del lado este en las calles orientadas de norte a sur, o a rodear las plazas en lugar de
atravesarlas79, porque así era más probable evitar que a uno le cayera encima un
proyectil enemigo, pronto el diseñar complicadas estrategias para poder acudir a las
diferentes colas y conseguir los alimentos que necesitaban se convirtió en algo habitual
para los sufridos habitantes de la ciudad que habría de convertirse en “la tumba del
fascismo”.

A pesar de que daba pie a todo tipo de bromas entre la población, como la de
que los rebeldes no querían entrar en Madrid porque no había vino para Mola ni café
para Queipo80, la situación de desabastecimiento de la ciudad era un asunto muy serio.
Los intentos por solucionar el problema de la escasez de todo tipo de bienes de primera
necesidad ocuparon un lugar central en las actuaciones de las autoridades locales y
estatales; mantener a los ciudadanos madrileños bien alimentados era fundamental para
que no decayera la moral en un espacio que era a la vez frente de combate y retaguardia.
Sin embargo, la escasa efectividad de las medidas tomadas por las autoridades conllevó
la continuidad y empeoramiento de un problema que contribuyó de manera fundamental
a diluir el espíritu de resistencia de una población que, en los últimos meses de la

79
VÁZQUEZ y VALERO, op. cit., p. 333. La Junta de Defensa de Madrid difundió en abril de 1937 una
serie de instrucciones para protegerse de los bombardeos, entre las que se encontraban las reseñadas.
80
Chiste recogido en una viñeta del genial ilustrador Echea en La Voz, 14/10/1936.

29
guerra, se moría de hambre81. A lo largo del presente apartado se intentará responder a
la pregunta de cómo surgió el problema de los abastecimientos, como evolucionó a lo
largo de la guerra y cuáles fueron las respuestas de las autoridades al mismo

3.2.1 Los primeros meses y la confusión de competencias (julio 1936-noviembre 1936)

En una acertada metáfora, se ha comparado a Madrid con un “inmenso


estómago”: la ciudad, que contaba con alrededor de un millón de habitantes en el
momento del estallido del conflicto, era incapaz de abastecerse no ya por sí misma;
tampoco podía obtener todos los productos que necesitaba diariamente de los territorios
más próximos a ella. La demanda de la ciudad se había extendido hasta abarcar todo el
territorio español82. Así, si en condiciones normales existían problemas para asegurar a
los madrileños el abastecimiento suficiente de productos de primera necesidad como la
carne o la leche, no debe extrañarnos que estos se complicaran inmediatamente después
del golpe del 18 de julio.

La sublevación partió en dos el territorio español, desarticulando de esta forma


el mercado nacional y privando a la capital del pescado del Atlántico y el trigo y la
carne de Castilla La Vieja ya en el primer mes de la guerra. Para septiembre, la
situación se había complicado aún más: el avance hacia Talavera rompió las
comunicaciones con Extremadura, que hasta entonces enviaba a la capital frutas, patatas
y carne. Por tanto, una de las primeras complicaciones a las que tuvieron que hacer
frente las autoridades fue la de abrir nuevas vías de abastecimiento en unas
circunstancias que desde luego no eran las más propicias.83 Por ejemplo, resultaba
difícil distraer vehículos del ámbito militar para dedicarlos al transporte de mercancías:
de los 70 camiones diarios que antes de la guerra traían pescado de Valencia, acabó por
enviarse tan solo uno.84

Por otro lado, la generalizada idea de que la guerra sería corta conllevó la falta
de previsión a medio plazo por parte de las autoridades. Entre julio y octubre se produjo
un verdadero derroche de víveres: para asegurar el aprovisionamiento de los milicianos
se sacrificaron reses sin control; lo mismo ocurrió con las gallinas, que habrían hecho
un mejor servicio puestas a poner huevos.85 Asimismo, las constantes requisas por parte
de partidos y sindicatos: desvalijaron las tiendas y conllevaron la disminución de las
existencias de productos de primera necesidad: no sólo por lo que éstos se llevaban para
almacenar y repartir entre sus afiliados, también porque los comerciantes, temerosos de
perderlo todo, ocultaron parte de las mismas de la vista del público.86

En medio de este panorama, el primer encargado de asegurar el abastecimiento


de la ciudad era el Ayuntamiento, en correspondencia con la función que ya llevaba a
81
Tanto SEIDMAN (op.cit) como BAHAMONDE y CERVERA (op.cit) consideran que el problema de
desabastecimiento de la zona republicana fue una de las principales causas de su eventual derrota.
82
BAHAMONDE y CERVERA, op. cit., p. 239
83
CERVERA, op. cit., p. 240
84
GUTIÉRREZ RUEDA Y GUTIERREZ RUEDA, op. cit., p. 43
85
CASAS, SANTIRSO y SERRALLONGA, op. cit., p. 150
86 VALERO y VÁZQUEZ, op. cit., p. 159

30
cabo antes de la guerra. Y no tardó en movilizarse. El 20 de julio constituyó una
Comisión de Abastos de la que formaban parte el alcalde, dos concejales, un
representante del ministerio de guerra y del gobierno civil, pero que empezó a funcionar
sólo con los miembros del consistorio. Éste se encargó de repartir víveres a los
familiares de las personas que habían sido movilizadas: entregaba 20.000 raciones a las
tenencias de alcaldía, que éstas distribuían a las organizaciones políticas mediante un
sistema de vales. Además, abonaba a los comerciantes el importe de los vales que los
milicianos entregaban en los establecimientos a cambio de comida. Este sistema de
vales sería cancelado en agosto, y cambiado por el suministro de víveres a 200 hoteles y
restaurantes de los que se encargaba la CNT y la UGT, y a los que acudirían los
milicianos para comer87. Para entonces, había quedado claro que sin el apoyo de las dos
centrales sindicales no era posible organizar una cuestión de la envergadura e
importancia que tenía el abastecimiento de Madrid.

Y es que mientras el Ayuntamiento y su Comisión de Abastos trataban de poner


orden en la entrada y reparto de los bienes de primera necesidad, surgió un Comité
Popular de Abastos compuesto por representaciones de todos los miembros del Frente
Popular con sede en el Palacio de Bellas Artes, que pretendía cumplir el mismo papel
que el Consistorio. Pero esta no fue la única institución popular que aspiraba a alcanzar
su cuota de poder en la cuestión de los abastecimientos: al calor del ambiente
revolucionario nacieron múltiples comités, gestoras y cooperativas de diferente signo
político, que pronto entraron en competencia con los organismos oficiales88. Aquí
encontramos el elemento que más polémica ha levantado en la discusión historiográfica
sobre las causas del desabastecimiento en la retaguardia republicana. ¿Fue el choque de
competencias entre las distintas instituciones oficiales con competencia en la materia, y
sus roces con los organismos "oficiosos" una de las causas del enquistamiento del
problema? Desde luego, como se verá a lo largo de estas líneas, no contribuyó en nada a
solucionarlo.

Desde un primer momento, tanto las autoridades locales como las estatales
trataron de evitar el acaparamiento y las subidas de precio de los víveres, un fenómeno
asociado a los momentos de crisis y por tanto ya conocido. Apenas una semana después
del golpe de estado, el Gobierno prohibió a los comerciantes alzar el precio de los
productos de primera necesidad. El mismo día, el Gobernador Civil de Madrid declaró
que el pan producido en la ciudad estaba destinado en su mayor parte a los milicianos,
con el objeto de evitar las requisas de este alimento, y ordenó que los comerciantes
entregaran a su negociado de abastos una declaración jurada de sus existencias para
evitar que ocultaran parte de las mismas de la venta legal.89

Pero ninguna de las actuaciones de las autoridades evitó que empezaran a


escasear los bienes de primera necesidad en Madrid. En agosto de 1936 ya habían
comenzado a verse las primeras colas serpenteando delante de los comercios, si bien en

87
VALERO y VÁZQUEZ, op. cit., pp. 84-85
88
ARÓSTEGUI y MARTÍNEZ, op. cit., p. 95
89
VALERO y VÁZQUEZ, op. cit., p. 85.

31
muchos casos se debía a la expansión de rumores o a la mala distribución de los
productos: lo que abundaba en un barrio no se podía encontrar en otro90. Pero para
finales de mes, el problema era evidente: de ahí que los envíos de víveres a Madrid
captaran la atención de la prensa, o que se dieran escenas como la del día 26, en la que
se despidió en la estación de ferrocarriles con una banda de música a un convoy que
salía de Valencia con suministros para la capital91. En septiembre, a pesar de las
optimistas declaraciones en prensa del alcalde Pedro Rico92, era difícil encontrar
pescado, huevo, patatas, azúcar y carne; el día 23 el Ayuntamiento prohibió formar cola
antes de la hora de apertura de los establecimientos, y el 24 lo extendió a las
carnicerías93. Estas medidas no surtieron ningún efecto: desde entonces hasta el final de
la guerra, las colas se convertirían en un elemento más del paisaje urbano madrileño.

Tampoco fueron efectivas el resto de medidas con las que tanto el Ayuntamiento
como el Gobierno Civil pretendieron poner fin a los comportamientos delictivos. Éste
último recordó el 12 de agosto la obligación que tenían los comerciantes de presentar
una declaración jurada de sus existencias; el hecho de que tuviera que recordarlo es una
muestra de que ésta orden no se cumplía. En septiembre, la Comisión de Abastos del
Ayuntamiento advirtió que los comerciantes que elevaran los precios serían
sancionados, de nuevo, reiterando lo que ya se había anunciado en los primeros
momentos de la guerra94. Y es que el problema tenía, como se ha visto, profundas
raíces, y las medidas de las autoridades sólo atacaban sus síntomas. Pero el empeño de
las autoridades locales en seguir legislando sobre la cuestión puede indicarnos que,
como señala Quirosa, a pesar de haber perdido la exclusividad en el manejo del orden
público, seguían ejerciendo un papel importante.95

En octubre tuvo lugar el primer intento por parte del Gobierno de poner orden y
centralizar la cuestión de los abastecimientos, en un momento en el que el choque de
competencias entre las autoridades y los comités había llegado al extremo de que la
Comisión Popular de Abastos y la Comisión de Abastos del Ayuntamiento habían
decidido crear, cada una por su cuenta, una cartilla de aprovisionamiento, repartiendo a
los confusos ciudadanos madrileños dos padrones distintos al mismo tiempo96.

El día 3 de octubre, el Gobierno emitió un decreto por el que creaba la Comisión


Nacional de Abastecimiento, con la que pretendía dar una solución de conjunto al
problema en toda la zona republicana. El Ministro de Industria y Comercio sería el
encargado de presidir esta Comisión, compuesta con representaciones del Ministerio de
Hacienda y del de Agricultura, de la Casa del Pueblo, de Intendencia Militar, de la
Federación Nacional de Cooperativas, la Federación de Banca y Bolsa, de los sindicatos

90
VALERO y VÁZQUEZ, op. cit., p.181
91
La anécdota de la banda de música en la estación de tren aparece en CASAS, SANTIRSO y
SERRALLONGA, op. cit., p. 63
92
“Hemos hablado con el Alcalde”, ABC, 15 de septiembre de 1936
93
VÁZQUEZ y VALERO, op. cit., p. 161
94
Ibid., p. 122 y 162.
95
QUIROSA – CHEYROUZE, art. cit., p. 30.
96
ARÓSTEGUI y MARTÍNEZ MARTÍN, op. cit., pp. 159-162

32
UGT y CNT, y el Ayuntamiento y Diputación Provincial de Madrid 97. Lo heterogéneo
de su composición nos indica que se pretendía contar con el apoyo de todas las
tendencias políticas e instituciones implicadas en el asunto, para que sus medidas no
quedaran en papel mojado. La inclusión del Ayuntamiento y la Diputación madrileños
dan cuenta de la importancia que tenía el problema en la capital del país, y de lo
conscientes que eran las autoridades de este hecho.

De la Comisión Nacional de Abastecimientos dependerían las Comisiones


Provinciales, encargadas de implantar las decisiones tomadas por el organismo estatal.
La Comisión Provincial de Abastecimientos de Madrid nació a finales de octubre.
Compuesta por el Gobernador Civil de Madrid, en ese momento Carlos Rubiera,
contaría con 14 miembros, representantes de la Casa del Pueblo, del Frente Popular en
Madrid, del ministerio de Agricultura, del de Industria y del de Comercio, de la
Diputación, del Ayuntamiento, y de los sindicatos UGT y CNT98. Sin embargo, la
Comisión apenas tuvo tiempo de ponerse manos a la obra. Llegaba el largo noviembre
de la batalla de Madrid, y con él, la Junta de Defensa. La guerra, como ha señalado
Helen Graham, se disponía a entrar tanto en el paisaje de la ciudad como en la
conciencia de sus habitantes.99

3.2.2 El protagonismo de la Junta de Defensa de Madrid (noviembre 1936-diciembre


1936)

“-¿Rendirnos? ¡Antes nos comeremos nuestras botas!-

Ahora poco falta para eso en la ciudad de Miaja”

Manuel Chaves Nogales, The Evenenig Standard100

El Gobierno abandonó el 6 de noviembre la ciudad que había sido su sede con


el enemigo a las puertas, encargando su gestión a una Junta de Defensa en la que no
tenía ninguna fe. Su presidente, el general Miaja, había sido escogido más por su
carácter de pieza prescindible que por sus virtudes; de él se esperaba que entregara la
ciudad, porque defenderla parecía una empresa imposible. Harold Cardozo,
corresponsal del Daily Mail, había dejado escrita la noche del 7 la crónica de la entrada
de las tropas franquistas en la capital, dejando huecos en blanco para rellenar los
detalles al día siguiente; Hubert Knickerbocker fue más allá y para entonces ya había
descrito de forma realista la caída de Madrid y la marcha triunfal de los rebeldes101. Sin
embargo, contra todo pronóstico, Madrid resistió el primer ataque directo el día 8. Y el
siguiente. Y así hasta que a la altura del 23 de noviembre, Franco desistió del ataque
frontal a la ciudad que ya se había convertido en un potente símbolo propagandístico
para la República. Entre tanto, la Junta de Defensa tuvo que encargarse de gobernar una

97
MARTÍNEZ MARTÍN, art. cit., p. 74.
98
Ibid., p. 74
99
GRAHAM, Helen. Breve Historia de la Guerra Civil. Madrid, Espasa Calpe, 2006, p. 71
100
CHAVES NOGALES, Manuel. La Defensa de Madrid. Madrid, Espuela de Plata, 2011, p. 15
101
PRESTON, Paul. We Saw Spain Die. London, Constable, 2009, p. 38.

33
ciudad bajo asedio. Y uno de sus más graves problemas, aparte del empuje de las tropas
rebeldes, era el del abastecimiento.

Un problema que no había hecho sino empeorar en las últimas semanas. El cerco
del ejército nacional había dejado a Madrid con la carretera de Valencia como única vía
de comunicación con el resto del territorio leal. El continuo goteo de refugiados que
llegó a la ciudad huyendo del enemigo había elevado en un 25 % el consumo de
alimentos de primera necesidad, que pasó de suponer un gasto de 29 a 36 millones de
pesetas.102

La Conserjería de Abastecimientos de la Junta (a partir de la reestructuración de


diciembre, Delegación de Abastecimientos), encargada de asegurar el
aprovisionamiento de la población civil, tuvo una gran actividad durante los dos meses
en los que fue oficialmente la única con competencias en la materia. El 11 de
noviembre, ordenó que en un plazo de 24 horas los comerciantes e industriales
presentasen una declaración jurada de sus existencias, y centralizó todos los servicios
relativos a la fabricación de pan en el Consorcio de Panadería de Madrid. El día 15
estableció una Comisión con representación patronal y obrera, que fijaría los precios de
los bienes de primera necesidad; el municipio se encargaría de poner multas o desviar a
los tribunales a los que infringieran la tasa. Y el 16 de noviembre gestionó la entrada en
vigor de las cartillas de aprovisionamiento elaboradas por el Consistorio Municipal:
desde ese momento, la cartilla se convertiría en una inseparable compañera de los
habitantes de Madrid.103

Las medidas de la Conserjería de Abastecimiento no afectaron solo al estómago


de los madrileños. A partir del 7 de diciembre, la leña y el carbón también se sometían a
racionamiento, y todos sus depósitos quedaban en poder de la ahora denominada
Delegación de Abastos. Para ello, todos los porteros de fincas y edificios y propietarios
de casas debían hacer una relación de las existencias de estos productos. 104

3.2.3 La Comisión Provincial frente a la Delegación de Abastecimientos de la Junta


(diciembre 1936-marzo 1937)

En diciembre de 1936, el Ministerio de Comercio entregó las competencias en


materia de abastecimiento a la Comisión Provincial, relegando a la Delegación de la
Junta a un papel secundario: ésta se encargaría de regular la entrada de víveres según lo
que dispusiera la Comisión y a sancionar a aquellos que no siguieran los precios fijados.
Sin embargo, no parece que la JDM se conformara con ello, y las críticas y roces entre
ambos organismos fueron la constante de esta etapa. Por ejemplo, mientras que la Junta
había autorizado los Comités de Vecinos a recabar información sobre los habitantes de
los correspondientes edificios, la Comisión pretendía sustituirlos en esta labor por
delegaciones enviadas por la misma. Asimismo, mientras la Junta había flexibilizado su
actitud respecto a las cooperativas y economatos que se traían víveres de fuera de la
102
VALERO y VAZQUEZ, op.cit., p. 208
103
ARÓSTEGUI y MARTÍNEZ MARTÍN, op. cit., p. 156
104
Ibid., p. 156

34
ciudad para su abastecimiento, la Comisión quería vetar dicha capacidad. Ambas
instituciones nunca llegaron a un acuerdo respecto a estos asuntos105

En un principio, lo más lógico hubiera sido que la Delegación de


Abastecimientos desapareciera. Sin embargo, ésta se mantuvo, quizá, como señalan
Aróstegui y Martínez Martín, para preservar el equilibrio dentro de la Junta: no se podía
dejar a una tendencia política o sindical sin su pequeña cuota de poder, sin su pequeña
cuota de poder, porque entonces ya no tendría motivos para colaborar en el
cumplimiento de las medidas en el resto de asuntos106.

Así, la Junta de Defensa y su Delegación de Abastecimientos mantuvieron una


gran importancia en la gestión del mismo. A principios de enero, la Junta publicó una
disposición por la que se establecía que sólo podrían realizar compras con destino al
ejército, los organismos fiscales y las entidades políticas y sindicales aquellos
autorizados por la Comisión Provincial, Intendencia y la Delegación de
Abastecimientos. Los particulares podían recibir paquetes de hasta 15 kilos de peso;
más allá de esta cifra se incurriría en delito. Surgieron numerosas críticas por la
medida, incluso dentro de la propia Junta: los representantes socialistas y
anarcosindicalistas apoyaban la medida, mientras que los republicanos y los socialistas
creían que esta condenaría a la enfermedad y en última instancia a la muerte por
desnutrición de numerosos ciudadanos. Sin embargo, no ocurrió lo que temían, ya que
la Junta acabó por permitir que las cooperativas y economatos que dispusieran de
transporte introdujeran alimentos en la ciudad por su cuenta107.

Mientras, para intentar aliviar el problema de la escasez, la Junta intentó evacuar


de Madrid a todos aquellos que no tuvieran un motivo para permanecer en la ciudad
sitiada: se excluía a los varones de entre 20 y 45 años, las personas con cargos de
carácter público o relacionados con la guerra y la sanidad, así como las esposas, padres
e hijos de éstos. A aquellos que no estando dentro de estos grupos no se marcharan, se
les retiraría la cartilla de abastecimiento. Sin embargo, y a pesar de lo duro del castigo,
pocos obedecieron la orden: y muchos de los que la hicieron acabaron por regresar a
Madrid.108

Por tanto, la ciudad sitiada seguía teniendo que mantener a una ingente cantidad
de población en una situación harto complicada. A finales de enero, el pan, alimento
básico en la dieta de los madrileños, empezó a escasear: incluso se produjeron
manifestaciones de mujeres bajo el lema “queremos pan y carbón o si no la rendición”.
Estos acontecimientos llevaron a que se organizara una reunión entre el Consorcio de
Panadería, el Gobernador Civil, la Comisión Provincial, la Delegación de Abastos y la

105
ARÓSTEGUI Y MARTÍNEZ MARTÍN, op. cit., p. 150
106
ARÓSTEGUI Y MARTÍNEZ MARTÍN, op. cit., p. 150.
107
VALERO y VAZQUEZ, op.cit., p. 384
108
Ibid., p. 270

35
de Transportes y representantes de los partidos políticos y sindicatos, con el objetivo de
atajar la peligrosa situación109.

Las raciones que correspondían a cada ciudadano no eran suficientes: por tanto,
se multiplicó el fraude con las cartillas que habían entrado en vigor en noviembre. En
vista de que no se conseguía solucionar la causa de la enfermedad, de nuevo las
autoridades se decidieron a atacar los síntomas: a finales de enero, la Comisión
Provincial tomó la determinación de crear nuevas cartillas de racionamiento, esta vez
por sistema de cupones, Sin embargo, el fraude que comenzó a darse con éstas antes
incluso de que se repartieran obligó a retrasar su implantación: no fue hasta mediados
del mes de febrero cuando los madrileños tuvieron en sus manos las nuevas cartillas de
racionamiento. Cada uno de ellos debía inscribirse en un establecimiento, que serviría a
un total de 600 personas los géneros sometidos a racionamiento, hasta agotar
existencias. La Comisión de Abastecimientos fijaría los precios y las cantidades de
forma semanal, vendiendo a los establecimientos la cantidad que estos necesitaran para
servir a las 600 cartillas.110

Mientras, todas las autoridades reiteraron las consecuencias de saltarse las


normas establecidas para evitar el alza de precios y el desarrollo del mercado negro. El
fiscal de Madrid recordó que los especuladores eran considerados desafectos el 5 de
febrero, y la Junta publicó una disposición el día 19 en la que se establecían sanciones
para todos los que ocultaran o defraudaran bienes.111

Pero de nada servía perseguir los delitos cometidos en materia de subsistencias


mientras entrara en Madrid una cantidad de víveres muy por debajo de la necesaria: la
JDM calculó que en febrero entraban 518 toneladas de éstos diarias, cuando se
necesitaban alrededor de 2000. En todo ese mes, solo se repartió un cuarto de kilo por
familia. Y los días 19 y 20, los rumores de escasez de pan llevaron a la realidad este
temor. La situación aún empeoró en marzo, cuando la batalla de Guadalajara distrajo de
la capital víveres para alimentar a 25.000 soldados.112

Así, el 3 de marzo se tuvo que establecer el racionamiento de pan en Madrid y


en los pueblos de sus alrededores, como Canillas, Vicálvaro, Chamartín de la Rosa, El
Pardo, Fuencarral, Vallecas y Canillejas. A partir de ese momento, las tahonas servirían
300 gramos por persona y día, de 7 de la mañana a 1 de la tarde; después de esa hora, si
seguían quedando existencias, la venta era libre. Asimismo, se estableció que los bares y
tabernas no podían vender bocadillos, porque la demanda de estos establecimientos era
demasiado grande. Para asegurar el suministro de leche a embarazadas, niños y
enfermos, se estableció su racionamiento a través de receta médica113.

109
ARÓSTEGUI y MARTÍNEZ MARTÍN, op. cit., pp. 155-157.
110
VALERO y VAZQUEZ, op.cit., p. 293
111
Ibid., p. 294; ARÓSTEGUI y MARTÍNEZ MARTÍN, op. cit., p. 156
112
VALERO y VÁZQUEZ, op. cit., p. 294 y 320
113
VALERO y VÁZQUEZ, op. cit., p. 320-322.

36
A estas alturas, la situación de escasez no era exclusiva de Madrid: el 9 de
marzo, el gobierno estableció la cartilla de racionamiento en todo el territorio
republicano. Y en un nuevo intento de centralización de la gestión del abastecimiento, el
10 de marzo el ministerio de Comercio promulgó un decreto por el que los consejos
provinciales y municipales pasarían a encargarse de todo lo relativo al
abastecimiento114.

En Madrid, la noticia cayó como una bomba de la aviación fascista. El


Gobernador Civil Villalta insistió en que se cumpliera la disposición del ministerio,
pero la Junta de Defensa se resistió a disolver su Delegación; el Consejo Municipal aún
no había sido formado debido a las reticencias sindicales a entrar en él, por lo que su
labor seguía siendo necesaria. La disputa se enquistó; no contamos con información
sobre esta etapa de casi un mes en la que las dos instituciones se enfrentaron a cara
descubierta, por lo que no podemos afirmar que tuviera algún impacto en la gestión del
abastecimiento de la ciudad, aunque esto no sería extraño. El Gobierno tuvo que
intervenir finalmente; el 24 de marzo el ministerio anunció que se haría una excepción
en Madrid por su especial situación.115

Así, hasta que en abril de 1937 se formó la Comisión Municipal, siguieron


funcionando en la capital la Comisión Provincial y la Delegación de Abastos de la JDM.
Además, Además, es importante recalcar que en ningún momento desaparecieron las
instituciones populares que también intervenían en el abastecimiento de la población;
concretamente, de la que ha sido denominada como ciudad militante: aquella que estaba
conectada a los partidos y sindicatos. Cervera y Bahamonde señalan que a la larga, estos
circuitos que excluían al resto de los madrileños fueron una importante causa del
descontento de los mismos, ya que consideraban esta situación de privilegio
profundamente injusta116.

Los múltiples intentos de centralización llevados a cabo hasta este momento


habían sido inútiles. Llegaba el momento de probar con un nuevo modelo en el que
tendrían el protagonismo las nuevas corporaciones municipales. Con ello, Largo
Caballero trataba de reforzar el poder del gobierno: los nuevos ayuntamientos y
diputaciones deberían obedecer los designios de este mejor de lo que lo habían hecho en
el caso de Madrid la Junta de Defensa y la Comisión Provincial. Desde entonces, y
hasta el final de la guerra, serán las Comisiones Municipales las encargadas de gestionar
el abastecimiento de sus localidades: lo que no evitará que desde el Estado se creen
nuevas instituciones que en ocasiones entrarán en fricción con los consistorios.

3.2.4 La autoridad de la Comisión Municipal (abril 1937 – marzo 1939)

Finalmente, la Junta de Defensa de Madrid se disolvió en abril, mientras que la


Comisión Provincial de Abastecimientos lo hizo en mayo. De nuevo, las competencias
en el abastecimiento de la ciudad recaían en su reorganizado Consistorio, que había
114
Ibid., p. 324.
115
VALERO y VÁZQUEZ, op. cit., p. 324.
116
BAHAMONDE y CERVERA, op. cit., p. 240

37
tardado más de lo previsto en constituirse debido a las reticencias sindicales en torno a
su entrada en el mismo: el Consejo Provincial, que habría de sustituir a la antigua
Diputación, experimentaría las mismas dificultades al negarse los republicanos a entrar
en él.117

En abril de 1937, Franco desistió de la toma directa de Madrid y emprendió la


campaña del norte. Desde entonces hasta el final de la guerra, sus tropas quedarían
apostadas en las puertas de la ciudad, pero las acciones militares desarrolladas en este
frente serían de naturaleza secundaria. Ni los bombardeos por parte de la aviación ni los
cañonazos de la artillería dejarían de ser una constante en la vida de los madrileños,
pero los enfrentamientos entre las fuerzas leales y rebeldes tanto en la Ciudad
Universitaria como en el sur de la ciudad se reducirían a ocasionales escaramuzas, sobre
todo a los ataques que se realizaban a través de minas subterráneas.118

Aún con el relajamiento de la actividad militar en la zona, el problema de las


subsistencias seguía planeando sobre la ciudad sitiada. Una de las primeras medidas del
Consejo Municipal de Abastecimientos creado por el Consistorio fue anular las
autorizaciones concedidas para que los diferentes organismos y entidades introdujeran
alimentos en Madrid: desde ese momento, sería el Ayuntamiento el encargado de dar
permiso para este fin. La reiteración de esta medida centralizadora nos indica que la
dispuesta por la JDM no fue exitosa. Y en esta ocasión tampoco lo sería: acogida con
las mismas críticas que lo fue su predecesora, tuvo la misma efectividad. En parte
porque dichos organismos y entidades hicieron oídos sordos a la medida, en parte,
quizá, porque las propias autoridades eran conscientes de su incapacidad para conseguir
y distribuir los víveres necesarios para la población, y no pusieron énfasis en la
persecución de este tipo de infracciones. Asimismo, el Consejo emprendió una revisión
de las cartillas para evitar que aquellas personas que permanecían en la ciudad utilizaran
las que habían correspondido a amigos y parientes ahora evacuados. De nuevo, las
medidas se centraban en atacar las consecuencias del problema, no así sus causas; no
resulta extraño que los días 5 y 6 de mayo, no hubiera pan en Madrid. Y tampoco
podían consolarse sus hambrientos ciudadanos con un pitillo: el tabaco también
escaseaba. A partir de junio sería vendido sólo a partir de la tarde del jueves: las
existencias se acababan a las pocas horas sin haber podido cubrir la demanda119.

La relativa mejoría de la circulación de alimentos en la ciudad en junio se vio


eclipsada por un fuerte empeoramiento de la situación en julio: la ofensiva de Brunete
volvió a distraer las reservas dedicadas al abastecimiento de la población para el
aprovisionamiento del ejército. Del 21 al 26 de este mes, solo se repartieron 150 gramos
de pan por persona en la ciudad heroica. El esfuerzo bélico tanto en la zona de Brunete
como en el frente del norte repercutió enormemente en el abastecimiento a nivel general
en la zona republicana: el verano de 1937 fue especialmente duro en toda la

117
VALERO y VÁZQUEZ, op. cit., pp. 324 y 569
118
CALVO GONZÁLEZ, op. cit., y VALERO y VÁZQUEZ, op. cit.
119
VALERO y VÁZQUEZ, op. cit., pp. 382-384, y p. 410

38
retaguardia120. Alia Miranda afirma que en estos meses la escasez de alimentos en
Ciudad Real fue verdaderamente notable121; los valencianos reaccionarían ante el
mismo fenómeno criando gallos y gallinas en los patios de sus casas, lo que convirtió a
la ciudad en un ruidoso corral que no dejaba dormir a Mikhail Koltsov por las noches,
según recoge Ricard Blasco.122

De nuevo, el gobierno trató de dar una solución de conjunto al problema. Por


decreto del 27 de agosto de 1937 creó la Dirección General de Abastecimientos, que
controlaría la producción e importación de alimentos, y fijaría los precios máximos de
todos los artículos. Como venía siendo costumbre, creó un órgano específico para
Madrid: una Comisión Interministerial que se dedicaría a intentar mejorar su
abastecimiento123. Y en septiembre, emitió un decreto por el que se endurecían las penas
que castigaban delitos como el de la especulación124.

Tanto las autoridades estatales como las locales lanzaron medidas que incidían
en este proceso de centralización de la gestión del abastecimiento. El Consejo
Municipal de Abastos de Madrid anunció en septiembre que todos los artículos de
comer, beber y arder que entraran en la ciudad sin permiso de entrada serían
decomisados, lo que la DGA reiterará en octubre. En ese mismo mes se estableció que
la Conserjería Provincial de Abastecimientos sería la única competente para repartir los
bienes entre los municipios, en medio de la protesta generalizada de éstos, y se creó un
Comité Regulador de Precios, dependiente del Ministerio de Hacienda.125

Algunos autores, como Cervera y Bahamonde, creen que estos intentos de


centralización constituían la estrategia adecuada para enfrentarse al problema del
abastecimiento, pero que llegaban tarde, faltos de recursos económicos y de transporte.
Otros, como María Valls o Matilde Vázquez, opinan que la rigidez que implicaba dicha
centralización impedía la puesta en marcha de soluciones prácticas a nivel local y por lo
tanto, contribuyó a empeorar la situación. Vázquez incluso afirma que, tras la
disposición de la Comisión Municipal sobre la entrada de bienes de primera necesidad
en la ciudad, la circulación de frutas y verduras en sus calles se redujo entre un 50 y un
60 %, lo que no podía sino repercutir de forma desfavorable en las vidas de sus
habitantes. Por su parte, Seidman y Martínez Ruiz creen que esta racionalización era el
camino adecuado, pero que una de sus estrategias, la imposición de precios máximos,
daría al traste con los intentos de solucionar el problema al desincentivar la producción.
Los campesinos se negaban a entregar el fruto de su trabajo al precio que pretendían
establecer las autoridades: así, optaron por producir sólo para su propio consumo, u
ocultaron sus productos para venderlos o intercambiarlos de forma ilegal afirma Alia
Miranda en su trabajo sobre Ciudad Real. Para ilustrar esta situación, los autores de
Vivir en Guerra nos cuentan cómo el Gobernador Civil de Cuenca acudía con
120
CASAS, SANTIRSO y SERRALLONGA, op. cit., 93
121
ALIA MIRANDA, op. cit., p. 316
122
BLASCO, art. cit., p. 22.
123
BOCOS RODRÍGUEZ, art. cit., p. 462
124
VALERO y VÁZQUEZ, op. cit., p. 460
125
Ibid., p. 486 y 541

39
guardaespaldas a intentar convencer a los campesinos de que colaboraran con la ciudad
resistente vendiendo sus cosechas al precio de tasa. 126

La llegada de más refugiados contribuyó en gran manera a empeorar la


situación: en noviembre de 1937 se cifraba en 940.000 los habitantes de la ciudad
sitiada. Y eso se traducía en una menor cantidad de comida para cada ciudadano: la
ración de pan se redujo a 100 gramos durante parte de septiembre, y la carne y el
pescado se sirvieron sólo cada 15 días127. Los madrileños tuvieron que desarrollar
numerosas estrategias para completar su exigua dieta: las omnipresentes colas se
extendieron al matadero, donde los ciudadanos esperaban su turno para obtener hueso
con el que hacer sopa y cocido; en la plaza de toros, donde después de las corridas se
repartía sangre; en frente de los cuarteles, porque en ocasiones se repartía lo que
sobraba del rancho128. Incluso se formaban largas filas de personas siguiendo a los
carros que distribuían alimentos por la ciudad, con la vana esperanza de que se cayera
algo de su carga.129 El único pescado disponible eran las chirlas, que se convirtieron en
frecuentes compañeras del arroz: tanto, que el oficial “¡Salud y República!” se sustituyó
por un jocoso "¡Salud y chirlas!"130. Pero también crecieron las estafas: circulaban
tantas recetas médicas que aseguraban la ración de alimentos proteínicos que el
Consejo Municipal los retrajo en castigo (excepto la leche, esencial para niños,
enfermos y embarazadas). Asimismo, el organismo se veía obligado a una renovación
continua de las cartillas de abastecimiento para controlar el fraude.131

Quizá para ganarse el apoyo de la ciudadanía, en diciembre de 1937 el Consejo


Municipal tomó una serie de medidas orientadas al control de las existencias y precio de
la leche. Así, el organismo dispuso que toda la leche producida en el término municipal
de Madrid se entregara a la central pasteurizadora, a cambio de 0,75 céntimos el litro.
Los vaqueros se opusieron firmemente a la medida, y organizaron una manifestación en
protesta el día 16 de diciembre. El Consejo replicó con fuerza: detuvo a 200 de ellos y
los derivó a los tribunales populares, y al día siguiente municipalizó el ganado vacuno
excepto para aquellos que no hubieran participado en la revuelta132.

Con sus actuaciones, el consistorio pretendía dar la imagen de firme defensor de


los intereses de los madrileños frente a las pretensiones de enriquecimiento ilícito de
unos pocos a costa de éstos. Y es que tanto la Comisión Municipal como las demás
instituciones eran incapaces de devolver la normalidad a los mercados, por lo que
debían recurrir a este tipo de estrategias para que disminuyeran las críticas hacia su
gestión. Estrategias que tampoco tenían un gran impacto en la vida de unos ciudadanos

126
BAHAMONDE y CERVERA, op. cit., p. 241; VALLS, art. cit., p. 222 y VALERO y VÁZQUEZ, op.
cit.,p. 485, SEIDMAN, op. cit., p.258 , MARTÍNEZ RUIZ, art cit., p. 149, ALIA MIRANDA, op. cit., p.
, CASAS, SANTIRSO y SERRALLONGA, op. cit., p. 101.
127
VALERO y VÁZQUEZ, op. cit., p. 540 y 560.
128
GUTIÉRREZ RUEDA Y GUTIERREZ RUEDA, op. cit., p. 110
129
MONTOLIU, op. cit., p. 306
130
GUTIÉRREZ RUEDA Y GUTIERREZ RUEDA, op. cit., p. 110
131
VALERO y VÁZQUEZ, op. cit., p. 560
132
Ibid., p. 584

40
que celebraron la entrada del año 1938 cenando el huevo que se les había repartido para
esa especial ocasión, y entre en los que cada vez estaba más extendida la sensación de
que el reparto establecido por las autoridades no funcionaba y que sólo era efectiva la
solidaridad en la pequeña comunidad133.

El nuevo año trajo consigo un refuerzo de las acciones encaminadas a reducir el


fraude que se extendía en todo lo relativo a la producción, venta y consumo de bienes de
primera necesidad. La subsecretaria de sanidad suspendió a la comisión encargada del
sellado de las recetas alimenticias que permitían adquirir productos proteínicos; la
corrupción entre sus miembros había llevado a la multiplicación de madrileños
aquejados de una dolencia que exigía se les proporcionara carne, huevos y leche. Ante
la cada vez mayor escasez precisamente de uno de estos productos, la carne, el Consejo
Municipal estableció que todas las reses serían sacrificadas por su cuenta, y que se
castigaría con la máxima pena a los ganaderos que incumplieran la orden134.

El frío invierno de 1938 no ayudaba a aliviar la situación. Ante la escasez de


combustible para calentarse, los ciudadanos solicitaron permiso para talar los árboles
del Retiro, a lo que el Consejo Municipal se negó bajo el pretexto de que éstos
controlaban el clima de la ciudad135.

Y en un contexto en el que los artículos de vestido y calzado eran más


necesarios que nunca para abrigar a los desnutridos madrileños, las autoridades
asistieron preocupadas al progresivo encarecimiento y escasez de los mismos. En
marzo, se calculó que los precios de estos productos eran entre 4 y 7 veces superiores a
lo habitual; el gobernador civil, Trigo Mairal, recordó que los que especularan o no
respetaran la tasa establecida serían llevados a la justicia. En mayo, el nuevo gobernador
civil, Gómez y Ossorio, reiteró estas disposiciones; a finales de mes se reunió con el
alcalde y ambos promulgaron una orden por la que todos los comerciantes debían
presentar una declaración jurada de sus existencias en el plazo de 20 días. De esta forma
pretendían acabar con la ocultación de género por parte de los comerciantes, que de esta
forma encarecían artificialmente sus productos136.

En julio, las autoridades trataron de mejorar su respuesta constituyendo la Junta


Reguladora del Comercio de Uso y Vestido, presidida por el Gobernador Civil y
formada por representantes del Ayuntamiento, de la Cámara de Comercio y de las
centrales sindicales de la CNT y la UGT. Una de sus primeras medidas fue la de
suspender la venta al por mayor de los productos considerados de primera necesidad; la
conciencia de que tendría efectividad llevó a Henche a aplicar la misma medida en todo
el territorio leal posteriormente. En agosto, la Junta atacó el problema del alza de
precios fijando un porcentaje de beneficio máximo en cada tipo de producto; para
controlar el cumplimiento de sus disposiciones, se enviarían delegados de inspección a

133
CASAS, SANTIRSO y SERRALLONGA, op. cit., p. 69
134
VALERO y VÁZQUEZ, op. cit., p. 627
135
Ibid., p. 627-628
136
Ibid., p. 655-695

41
los comercios. Por otro lado, la Junta realizó un estudio sobre el alza de precios, que
arrojó unos resultados preocupantes: éstos se habían elevado entre un 500 y un 1.200 %
desde el 18 de julio137.

Pero las causas de este acusado incremento de los precios iban mucho más allá
del mero afán de enriquecimiento de los comerciantes sin escrúpulos. En primer lugar,
detrás del encarecimiento de los productos estaba la inflación galopante que caracterizó
a la economía de la zona leal. La moneda republicana experimentó una fuerte
depreciación a lo largo de los años de guerra: mientras que en 1936 esta fue de un 19 %,
a finales de 1937 había alcanzado un 75 %, que acabaría elevándose al 98 % en 1938.
La falta de confianza en la divisa republicana también llevó a la desaparición de la
circulación de las monedas de plata, esto es, de aquellas de valores inferiores a 5
pesetas. Así, pronto los comerciantes carecieron de cambio para aquellos que querían
comprar productos de valor inferior, lo que tuvo un profundo impacto en un momento
en el que numerosos artículos de consumo diario se encontraban en este rango. Los
soldados, funcionarios y trabajadores recibían su sueldo en duros de papel, pero no
podían comprar estos artículos con ellos. Mientras el Gobierno trataba de dar solución al
problema, acuñando nueva moneda fraccionaria y disponiendo la recogida de las de
plata que aún circularan, así como habilitando los sellos de 5 a 25 céntimos como
moneda, los precios se redondearon al alza (y meter nota con otros efectos), y el trueque
se impuso como forma de realizar los intercambios económicos, no sólo entre personas,
también entre instituciones y en la propia administración138. Asimismo, tanto la escasez
de materias primas como la dificultad y encarecimiento del transporte repercutían en el
coste de adquisición de las manufacturas, por lo que los comerciantes tenían que subir el
precio de venta de los mismos para mantener sus negocios.

El hecho de que las autoridades centraran la atención en los productos de uso y


vestido no quiere decir que se hubiera solucionado en nada el problema relativo a las
subsistencias. Los madrileños tuvieron que sostenerse con cien gramos de pan el día 26
de marzo, un mes en el que incluso algunos comedores colectivos tuvieron que cerrar
por falta de existencias. En junio, las autoridades movilización a los campesinos
refugiados en Madrid para recolectar trigo en Castilla la Mancha; ya que los campesinos
de Levante habían hecho una recolección temprana para aumentar los precios. Por otro
lado, el Consejo compró ganado a Navalperal de Pinares, 125 vacas y 1.226 ovejas, con
el que suministrar carne a la ciudad. Sin embargo, este desapareció misteriosamente
antes de llegar al Retiro.139 Y volver a adquirir tal cantidad de ganado era una empresa
imposible, este escaseaba en todo el territorio republicano, que en el año 1938 tan sólo

137
Ibid., p. 744
138
MARTÍN ACEÑA, Pablo. “La economía de la guerra civil: perspectiva internacional y comparada”, p.
27, y MARTORELL LINARES, Miguel. “Una guerra, dos pesetas”, pp. 331-343, ambos en MARTÍN
ACEÑA, Pablo, y MARTÍNEZ RUIZ, Elena. La economía de la guerra civil. Madrid, Marcial Pons,
2006
139
VALERO y VÁZQUEZ, op. cit., p. 655, p. 713.

42
contaba con un porcentaje de entre el 10 y el 30 % de la cabaña ganadera total de
España.140

A todo ello hay que unir los cortes en el suministro de agua, que dificultaban la
higiene de una población que en gran parte vivía hacinada y por tanto era más propensa
a las enfermedades y las restricciones en el fluido eléctrico, que dejaban frecuentemente
a oscuras la ciudad, paralizaban el metro e inutilizaban los ascensores, y que junto a la
escasez de papel y la huída de los anunciantes comprometía la supervivencia de los
periódicos que aún se publicaban en la capital, una de las principales fuentes de
información y entretenimiento para los madrileños.

El enemigo siempre había sido muy consciente de que el problema del


abastecimiento era un punto débil en la coraza defensiva de la República. Queipo de
Llano había hecho alarde de la escasez en la zona republica en sus charlas radiadas, las
tropas rebeldes acostumbraban a recitar el menú del día a través de altavoces para que
los soldados del Ejército Popular se plantearan pasarse a su bando141. Los bombardeos
de pan blanco sobre Madrid eran otra elaboración de la misma estrategia: en noviembre,
sabedores de que la escasez estaba derrumbando la moral republicana, la aviación
franquista los intensificó. La prensa, como había hecho en anteriores ocasiones, relató
con ampulosidad como el abnegado pueblo madrileño rehúso a comerse el “pan
fascista”:

Hacía tiempo que no manchaban el azul celeste que cubre Madrid las bandadas de
cuervos. Llegaron al comenzar la tarde; la bella tarde otoñal, que se llenó de miserias
vesiánicas y agresividad grotesca. […] Los trimotores no traían bombas, hermano lector;
no traían metralla. ¿Qué sorpresa mayor se podía esperar que la lluvia de panecillos?
¡Comer! Para que nos hartásemos, hermano lector: cansados de asesinar a los cándidos
niños y a las míseras mujeres, lanzaban ahora panecillos. El público madrileño rechaza
el regalito; no por temor al filtro envenenado, lo rechaza por espiritualidad de pueblo
sano que le repugna tocar siquiera ninguna dádiva que proceda de los criminales; lo
rechaza como si los panecillos los hubiesen amasado las manos de unos leprosos. No
deben preocuparse las autoridades. Es tan señorial el instinto de la gente de Madrid, que
en cada trabajador, hombre o mujer, viejos o niños, la réplica a tal infamante insulto es
la sonrisa despreciativa, la dureza de concepto, la indignación más viril, bajo la forma
castiza de siempre: “¿Pero qué se habrán creído estos muertos de hambre?” 142

La realidad, no obstante, sería muy probablemente otra. Según el testimonio de


Cristóbal Márquez, que contaba con 14 años en 1938, su pandilla de amigos corrió a
hacerse con el codiciado pan blanco; eso sí, gritando: “¡Fascistas, tirad más
panecillos!”143

140
MARTÍNEZ RUIZ, art. cit., p. 121
141
SEIDMAN, op. cit., p. 291
142
Reportaje de A. Montero, “Los trimotores de Jauja” en La Libertad, 5 de octubre de 1938. ABC
recoge las declaraciones del alcalde: “El pueblo de Madrid, rebosante de dignidad, se ha negado a comer
el pan arrojado de esa manera, y la ha entregado en los departamentos municipales”, 5 de octubre de 1938
143
Testimonio de Cristóbal Márquez Labajo, entrevistado el 03/10/2014

43
En noviembre, mientras las tropas republicanas cruzaban de nuevo el Ebro, esta
vez en maniobra de repliegue, el Gobierno llevó a cabo un último intento por solucionar
el problema que estaba desangrando su retaguardia. Creó la Junta Reguladora de
Abastecimientos, a la que estarían obligados a vender sus mercancías en exclusiva los
productores. La Junta repartiría a los comerciantes estos productos según el número de
cartillas de abastecimiento a las que éstos tuvieran que servir. Así, por primera vez se
trazaba un plan de conjunto con el que atacar la raíz del problema del desabastecimiento
en toda la zona republicana144.

Y es que si la situación nunca había sido buena, ahora era desesperada. En


Madrid, el Consejo ordenó la realización de un nuevo censo de consumidores para un
nuevo reparto de cartillas: una hoja de las mismas se dedicaría al pan, y la otra, al resto
de artículos.145 Cerca de la Navidad, se produjeron dos manifestaciones de mujeres que
clamaban por la rendición si no se les daba de comer, como comunicó un preocupado
Miaja al presidente Negrín146. Tras la caída de Cataluña, los madrileños apenas podían
comer unas lentejas secas y con que fueron popularmente conocidas como las "pildoras
del doctor Negrín". La ración de pan quedó definitivamente establecida en 100 gramos
por persona; en conjunto, según los estudios del doctor Covian, el racionamiento solo
aportaba 852 kilocalorías de las 2100 necesarias para desarrollar una actividad normal.
Como resultado, cientos de personas morían cada semana por desnutrición en febrero de
1939147.

El famoso espíritu de resistencia de Madrid se fue diluyendo, acompañado del


rugir de los estómagos de sus habitantes. La mayoría de ellos solo deseaba que se
acabara la guerra, y con ella sus penalidades, fuera cual fuera el resultado. Así, la
población de la ciudad heroica asistió impasible a los sucesos de marzo de 1939. Y
finalmente, las tropas que habían estado apostadas casi tres años a las puertas de la
ciudad, entraron en ella sin disparar un sólo tiro. En su primer contacto con la calle
madrileña, vieron una gran cantidad de comercios cerrados: sus dueños habían preferido
guardar sus existencias ante la inminente caída de la moneda republicana junto al
régimen que la había acuñado148. Y se encontraron con una población famélica, que se
arremolinaba alrededor de los soldados en espera de que se les repartiera ese pan blanco
que antes había caído del cielo.

3.2.5 El debate sobre las causas de la escasez

Ya en la época existía un debate enconado sobre cuáles eran las causas del
problema que tanto afectaba a las vidas de los ciudadanos de la zona leal y que
comprometía las posibilidades de victoria del bando republicano. Un debate del que

144
BAHAMONDE y CERVERA, op. cit., p. 241
145
VALERO y VÁZQUEZ, op. cit., p. 791
146
BAHAMONDE y CERVERA, op. cit., p. 254-255
147
CASAS, SANTIRSO Y SERRALLONGA, op. cit., p. 217; y GRANDE COVIAN, Federico.
“Deficiencias vitamínicas en el Madrid de la Guerra Civil, una reminiscencia”, en VV. AA. Los médicos
y la medicina en la guerra civil española. Madrid, Saned, 1986
148
LOPEZARIAS, op. cit., p. 159

44
poco se transmitió a la prensa, que en general coincidía en culpar a la falta de
transporte149 y a la figura que se convirtió en cabeza de turco, la del especulador150. Y es
que no se debe olvidar que las publicaciones periódicas estaban sometidas a las tijeras
de doña Anastasia, que en manos primero de la Junta de Defensa y posteriormente en
las de la Delegación de Prensa y Propaganda del ministerio de Gobernación, recortaban
todas aquellas informaciones y opiniones que dichas autoridades no querían que se
transmitieran a la ciudadanía. Así, es mucho más frecuente encontrar furibundos ataques
contra “los que comercian con el hambre” que críticas a las autoridades por su gestión
de problema. Éstas también trataron de evitar que las disputas entre los grupos de los
que dependían los diversos periódicos y revistas se plasmaran en sus páginas151, ya que
ante la imposibilidad de mantenerse por sí mismos sin los ingresos procedentes de la
publicidad, éstos pasaron a convertirse en el altavoz de una determinada organización
que marcaba la línea editorial del diario.

Y es que, como señalan Safón Supervía y Simón Riera para el caso de Valencia,
los implicados en el asunto se culpaban mutuamente de la situación de escasez y
encarecimiento de las subsistencias. Los comunistas a los comités sindicales, a los que
creían acaparadores e incapaces de llevar a cabo la distribución de forma eficiente; los
sindicatos a la política de libre comercio del Gobierno, apoyada por los comunistas; los
comerciantes a los productores e intermediarios, los republicanos, a los comités
“revolucionarios” que competían con los organismos oficiales152. Entre éstos también
había, como hemos podido comprobar, desencuentros y disputas, ya fuera por motivos
ideológicos o por otros de naturaleza estratégica.

Esta desorganización administrativa desde luego afectó en el manejo del


problema: los choques de competencias, la existencia de comités y gestoras que
incumplían de manera continuada las disposiciones de las autoridades, no pudieron sino
entorpecer la puesta en marcha de soluciones. Sin embargo, como afirma Bocos

149
BOCOS RODRÍGUEZ, art. cit., p. 460
150
A lo largo de la contienda, se multiplican los editoriales que llaman a la detección y castigo de
aquellos a los que se culpa del problema de las subsistencias. Un ejemplo lo constituye el “Guerra a
muerte a los especuladores del hambre”, que aparece en La Libertad, 12 de junio de 1937. En “Guerra sin
cuartel a los que encarecen la vida”, (El Sol, 11 de septiembre de 1937) se sostenía que “la actividad más
tena y concreta de los enemigos del pueblo que viven en nuestra retaguardia a llegado a ser ésta: la
especulación. Con el propósito de crear graves conflictos en nuestro territorio, o simplemente con el
miserable deseo de enriquecerse, han multiplicado el precio de todos los artículos, especialmente los
alimenticios” Refiriéndose a los especuladores, se afirma en La Voz: “en la capital hay muchos traficantes
de esos, y las consecuencias de sus manejos las está pagando hoy todo el pueblo” (23 de abril de 1937)
151
Las autoridades republicanas no establecieron ningún tipo de reglas sobre qué debían y que no debían
publicar los periódicos durante el conflicto. Pero en alguna ocasión se daban ciertas indicaciones
generales; el gobernador civil de Madrid recordó, ya muy avanzada la guerra, algunas de las obligaciones
de la prensa en sus publicaciones, entre las que se encontraba la de evitar la polémica entre las
formaciones políticas y sindicales. MATEOS FERNÁNDEZ, op. cit., p. 327. BAREA, encargado de la
censura de los corresponsales extranjeros, recuerda que también se debían minimizar las derrotas (op cit.,
p. 223). PRESTON (op.cit) afirma que el resultado final dependía de cada censor.
152
SAFÓN y SUPERVÍA, op. cit., p. 105. Los comerciantes afiliados al Sindicato de Artes Blancas
culpaban a los vendedores ambulantes de la subida de precios, e incluso llegaron a pedir la pena de
muerte para aquellos que especularan con los precios. SEIDMAN, Michael. “Individualism in Madrid
during the Spanish Civil War”, en Journal of Modern History, 1, 1996, p.68.

45
Rodríguez, los choques de competencias entre los organismos oficiales, y la resistencia
de los oficiosos a cumplir la legislación establecida, no pueden explicar por sí solos la
envergadura que alcanzó el desabastecimiento tanto de Madrid como del resto de la
retaguardia republicana. Ni siquiera cuando se produjo la reorganización de los poderes
oficiales y se centralizó la gestión en materia de abastos se consiguió no ya solucionar,
siquiera suavizar la escasez de los bienes de primera necesidad.153

No parece del todo acertada la idea de que fue la progresiva centralización de la


gestión del abastecimiento la culpable de imprimir una rigidez perjudicial en esta
cuestión. Por lo que se ha podido ver, esta centralización no fue completa en la práctica,
probablemente, como señalan Bahamonde y Cervera, por el fuerte enraizamiento en la
sociedad republicana de múltiples comités populares que se negaban a cumplir los
designios del Gobierno154. Es necesario añadir que en una situación como la que afectó
a la retaguardia republicana en general, mantener el control sobre depósitos de víveres y
otros productos, así como sobre las posibilidades de autoabastecimiento, implicaba
mantener una importante cuota de poder.

Tampoco se puede explicar el problema de las subsistencias centrándonos en


otras circunstancias derivadas de la revolución desencadenada por la guerra en la zona
leal. Como ya se ha señalado con anterioridad, no se puede afirmar que las
explotaciones colectivizadas fueran la causa de la baja productividad de la economía
republicana: la heterogeneidad de estas colectivizaciones implicaba una consecuente
heterogeneidad de resultados. Es imprescindible, por tanto, tener en cuenta otros
factores que, relacionados con la guerra, tuvieron un importante peso en la situación.

Entre estos, se encontrarían la desarticulación del mercado nacional, la


progresiva pérdida de territorio y por tanto de recursos, por parte del bando republicano,
y la dificultad de encontrar medios de transporte para las mercancías, especialmente en
el caso de Madrid, cercada durante prácticamente todo el conflicto155. Habría que unir a
este conglomerado de causas la continua llegada de refugiados a la ciudad, que
aumentaba el número de bocas a alimentar y que, a pesar de las ampulosas
declaraciones de la prensa sosteniendo todo lo contrario, era recibida con recelos por
parte de los madrileños156.

153
BOCOS RODRÍGUEZ, art cit., p. 464
154
BAHAMONDE y CERVERA, op. cit., p. 240
155
BAHAMONDE y CERVERA, op. cit., p. 239; CAYÓN GARCÍA, Francisco, y MUÑOZ RUBIO,
Miguel. “Transportes y comunicaciones”, en MARTÍN ACEÑA, Pablo, y MARTÍNEZ RUIZ, Elena. La
economía de la guerra civil. Madrid, Marcial Pons, 2006
156
No se ha estudiado con detenimiento la cuestión de cómo se acogió a los refugiados. Helen Graham se
hace eco de un informe en el que se dice que los provenientes de Málaga en mayo del 37 eran “salvajes y
medio moros” (op cit., p. 73), Azaña confiesa en sus memorias que en Valencia se acogía mal a los
madrileños evacuados porque éstos consumían víveres (recogido en SEIDMAN, op. cit., p. 106). Tanto
Ana Aguado y Dolores Ramos (op.cit., p. 244) como Just Casas, Manuel Santirso y Joan Serallonga (op.
cit., p. 91) afirman que es necesario estudiar en profundidad las relaciones entre los refugiados y la
población “nativa”. Aún así, los especialistas coinciden en la importancia de esta cuestión para explicar el
problema del abastecimiento. VIDAL, Tomás, y RECAÑO, Joaquín. “Demografía y guerra civil”, en
TUÑÓN DE LARA, Manuel. La Guerra Civil española. Vol. 14, Sociedad y Guerra Barcelona, Folio,

46
A ello se unió un fenómeno no muy destacado por la historiografía: la resistencia
de campesinos y ganaderos a entregar sus productos al precio que exigía Madrid, que se
extendió cuando esta medida fue puesta en práctica por el Gobierno republicano para
todo el territorio leal. La política republicana de favorecer a los consumidores frente a
los productores no sólo no solucionó el problema, sino que contribuyó en gran parte a su
desarrollo157.

Por último, no se debe olvidar el importante papel que el aislamiento


internacional de la República jugó en el deterioro de su economía. Martínez Ruiz
sostiene que el régimen republicano obtuvo un trato desfavorable en el ámbito del
comercio internacional frente al bando rebelde.158 Y la rigidez en la aplicación de los
acuerdos de no intervención por parte de las democracias afectó en algunos casos
también al ámbito de los víveres: por ejemplo, la Cruz Roja organizó una campaña de
recogida de alimentos y productos de primera necesidad para España cuyos frutos envió
al país en octubre de 1937, pero que las aduanas francesas solo dejaron pasar en enero
de 1938159. Tampoco ayudó el escaso apoyo de los empresarios al bando republicano,
que chocaba con el que sí prestaban al bando nacional aquellos que quedaron en dicha
zona.160

La mayor parte de las medidas que tomaron las autoridades para frenar el
acaparamiento particular, la ocultación de género y el alza de precios se reducían a
prohibir dichas actividades y a establecer sanciones a quienes incumplieran sus órdenes.
Atacaron, como ya se ha dicho, los síntomas de la enfermedad y no su causa. Mientras
no se pudiera asegurar la entrada en la ciudad de víveres para alimentar a la población,
esta utilizaría todas las estrategias posibles para asegurarse el sustento. Mientras no se
redujera la inflación galopante, sería imposible evitar el alza de precios. Y estos
problemas tenían detrás, como hemos podido comprobar, un intrincado conjunto de
causas de difícil solución. Quizá también por este motivo se puso tanto énfasis en la
persecución de las infracciones en materia de subsistencias: éste era el último recurso
del que podían echar mano las autoridades locales tanto para aliviar la situación como
para mostrar a la población que no permanecían pasivas.

Sin embargo, es necesario profundizar en el estudio de las causas del


desabastecimiento tanto de la retaguardia republicana en su conjunto como de Madrid
en concreto para poder llegar a conclusiones más firmes en este terreno.

1996, pp. 52-69; ORTEGA, Jose Antonio, y SILVESTRE, Javier. “Las consecuencias demográficas”, en
MARTÍN ACEÑA, Pablo, y MARTÍNEZ RUIZ, Elena. La economía de la guerra civil. Madrid, Marcial
Pons, 2006.
157
Es una de las tesis principales de SEIDMAN, op. cit.
158
MARTÍNEZ RUIZ, “Las relaciones económicas internacionales…”, p. 321
159
CASAS, SANTIRSO Y SERRALLONGA, op. cit., p. 91
160
TORRES VILLANUEVA, Eugenio. “Los empresarios: entre la revolución y la colaboración”, en
MARTÍN ACEÑA, Pablo, y MARTÍNEZ RUIZ, Elena. La economía de la guerra civil. Madrid, Marcial
Pons, 2006

47
3.3 El control de la retaguardia: la justicia popular y los delitos de
subsistencias

En mayo de 1938, dos comerciantes madrileños fueron procesados por haber


ocultado a su clientela gran cantidad de telas, muy probablemente con el propósito de
venderlas a precios superiores a los permitidos. En el alegato que precedía a la sentencia
de culpabilidad de los inculpados, los miembros del Tribunal Especial de Guardia nº3
realizaron una interesante justificación de la importancia de su labor: la persecución de
los delitos en materia de subsistencias:

Si en todos los tiempos y lugares han perseguido los Poderes Públicos los actos de
acaparamiento y ocultación de mercancías, que alteran el precio natural de las cosas,
atentando contra el interés y el orden público, está más en razón aún que en las
circunstancias actuales de guerra, en que el libre juego de la oferta y la demanda se
halla notoriamente influenciado por factores imponderables que imposibilitan la regular
adquisición de las cosas, el Estado, en su función tutelar del ciudadano, castigue con
mayor severidad a los logreros que trafican con la guerra, atentando contra la vida de la
población civil y favoreciendo así los designios del enemigo de los que son
colaboradores encubiertos y por tanto, hostiles y desafectos al régimen.161

Como se puede comprobar, a través de este alegato no sólo se equiparaba a los


especuladores y acaparadores con los enemigos de la República; se afirmaba que
incluso antes de la situación de guerra, las autoridades también perseguían las
infracciones en un ámbito que se consideraba esencial para el mantenimiento del orden
público. Algo rigurosamente cierto. Como señala Gutmaro Gómez Bravo en su estudio
sobre los delitos y las penas en Alcalá de Henares durante el siglo XIX, en el Código
penal de 1870, que se retomó en la etapa republicana, se establecía que defraudar en el
peso o en la medida de los alimentos se castigaría con penas de entre 1 y 10 días de
cárcel y multas de hasta 50 pesetas. Estas penas podrían incrementarse si se detectaba el
uso de rumores para alterar el precio de los productos de primera necesidad. Asimismo,
muchos de los juicios de faltas llevados a cabo por los ayuntamientos en esta etapa
tenían detrás infracciones como la venta de víveres en mal estado, o el fraude en su
peso162. Incluso la Ley de Defensa de la República de 1931 incluía entre los actos que se
consideraban de agresión al régimen la alteración injustificada del precio de las cosas163.

Así, tras el golpe de estado, en un primer momento la persecución de los delitos


en materia de subsistencias se sostuvo mediante la legislación ya existente en este
ámbito, conducida por los cauces judiciales ordinarios: la imposición de multas por
parte de las fuerzas del orden y los juicios de faltas en los juzgados municipales. Los
decretos gubernamentales y bandos de las autoridades locales tan sólo profundizaron en
161
“Expte. nº 122 instruido contra MARTINEZ ASENSIO, Salustiano, CLEMENTE MARTINEZ,
Nicasio por el delito/s de Infracción en materia de subsistencias por acaparamiento de víveres y telas”.
AHN, CG,157, Exp.15
162
GOMEZ BRAVO, Gutmaro. Los delitos y las penas. La ciudad judicial y penitenciaria: Alcalá de
Henares, 1800-1900. Alcalá de Henares, Ayuntamiento de Alcalá de Henares, 2006, pp. 229-232
163
GONÁLEZ CALLEJA, op. cit., p. 193

48
estas medidas: en agosto de 1936, el Ministerio de Justicia emitió un decreto en el que
se establecía que el acaparamiento particular sería castigado con multas de hasta 100
veces el valor de la mercancía, y que la ocultación de género por parte de los
comerciantes conllevaría multas de entre 5.000 y 10.000 pesetas, el decomiso de dicho
género y la clausura del establecimiento. En dicho mes, el Ayuntamiento de Madrid
impuso una multa de 5.000 pesetas a dos comerciantes del mercado de Torrijos que
habían alterado el precio de la carne de cordero164.

El empeoramiento de la situación de escasez, de la mano de los continuos


reveses militares republicanos, decidió a las autoridades a tomar medidas de excepción.
Por decreto del ministerio de Justicia, emitido el 10 de octubre de 1936, se creaban los
Jurados de Urgencia para la instrucción de hechos que siendo de hostilidad o
desafección al régimen, no revistieran caracteres de delito en el código penal común 165.
Y se incluía entre lo que se consideraban actos de hostilidad o desafección aquellos
orientados a “dificultar voluntariamente y en forma no grave el cumplimiento de las
órdenes dadas por las autoridades para la defensa, abastecimiento general y particular,
sanidad, consumo de luz, agua y gas”166. El 23 de octubre se constituyeron siete Jurados
de Urgencia en Madrid, ampliados a ocho en noviembre, integrados cada uno de ellos
por un presidente juez de derecho y dos jueces de hecho, designados por turnos por los
partidos integrantes del Frente Popular y los sindicatos167. Los procesos debían ser
iniciados por denuncia de las autoridades gubernativas, que sostendrían la acusación.

En diciembre de 1936, ya con García Oliver como ministro de Justicia, se


ampliaba la descripción de delitos en materia de subsistencias que serían considerados
actos de hostilidad hacia la República: “alterar, sin causa justificada o con infracción de
bandos, disposiciones u órdenes dadas a tal efecto por autoridades gubernativas o
municipales el precio, calidad, peso, racionamiento o distribución de artículos de comer,
beber o arder, ocultarlos con ánimo de acaparamiento, cometer cualquier otra
irregularidad susceptible de perturbar el normal abastecimiento de los expresados
artículos, o intentar, con alguno de los fines o móviles expresados, maquinaciones o
fraudes”168 Una orden del 26 de diciembre del mismo año creaba los campos de trabajo,
a los que irían los condenados por desafección.169

El 23 de febrero 1937, el ministerio de Justicia emitió un decreto que fijaba lo


que se consideraban actos de hostilidad y desafección, y endurecía las penas con las que
serían castigados dichos delitos: la principal sería el internamiento en campos de

164
VÁZQUEZ y VALERO, op. cit., p. 123.
165
CANCIO FERNÁNDEZ, op. cit., p. 64.
166
Gaceta de la República, 22 de octubre de 1936. CERVERA GIL, op. cit. p. 142.
167
SANCHEZ RECIO, op. cit., p. 60 y ss.
168
Gaceta de la República, 12 de diciembre de 1936. CERVERA GIL, op. cit., p. 142, CANCIO
JIMÉNEZ, op cit., p. 65, SANCHEZ RECIO, op. cit., p. 65
169
Gaceta de la República, 27 de diciembre de 1936. BADIA (op. cit., p. 109) afirma que es difícil
conocer el número de personas que fueron enviadas a los campos de trabajo por haber cometido un delito
de subsistencias, ya que la mayor parte de los internos decían haber sido castigados por ese motivo para
ocultar otros más graves, como la desafección o la traición.

49
trabajo, mientras que el resto de penas tendrían carácter accesorio.170 Podemos
considerarlo un intento por parte del ministro García Oliver para reorganizar y
sistematizar la persecución de los delitos con carácter de desafección171: existía una
cierta confusión sobre que organismos debían encargarse de cada caso, ya que los
Jurados de Guardia, creados el 17 de octubre de 1936, entendían de los delitos definidos
en los bandos de las autoridades locales, que frecuentemente se dedicaban a la
persecución de delitos en materia de subsistencias. En muchas ocasiones, los Jurados de
Guardia cumplían la mera función de reconducir el caso al organismo competente. Una
confusión que podemos rastrear en la documentación, como veremos en el siguiente
apartado.

Las autoridades gubernamentales y locales recuerdan constantemente a la


población que dificultar el aprovisionamiento constituye un acto de desafección a lo
largo de todo el año 1937. En febrero, se dispone que quienes falsifiquen las cartillas de
abastecimiento serán juzgados por los tribunales populares. Como gobernador militar,
Miaja establece nuevas sanciones contra la especulación en junio172.

Tras un verano en el que la situación había empeorado de forma grave, el


decreto de Presidencia del 27 de agosto de 1937173 que establecía la fijación de precios
por parte de la Dirección General de Abastecimientos también aprovechaba la ocasión
para reiterar que clase de delitos en materia de subsistencias serían considerados actos
desafección a la República. El alcalde de Madrid, Rafael Henche de la Plata, publicó un
bando el 3 de septiembre que repetía dicha información; cinco días después, el
Ministerio de Gobernación enviaba una circular al director de la DGS y a los
gobernadores civiles en la que insistía de la extrema gravedad de los delitos en este
ámbito, e instaba a los mismos a que pusieran:

en la persecución del ocultador de alimentos el mismo interés que en el descubrimiento


de los peores enemigos de la Victoria. Considere esta orden como su trabajo
primordial, en tanto no hayamos conseguido devolver a los mercados la abundancia
habitual […] y los precios señalados por la tasa de Gobierno

Esta llamada a la rigurosidad en la persecución de los delitos de subsistencias


conllevó la multiplicación de causas que, elevadas a los Jurados de Urgencia y Guardia
por acusaciones y motivos nimios, acabaron en la absolución de los acusados.174 Para
mejorar la persecución y castigo de aquellos delitos en materia de abastos que los
Jurados de Urgencia y Guardia no llegaban a considerar actos de desafección, un
decreto del 18 de septiembre de 1937 que disponía que los juzgados de primera
instancia e instrucción funcionaran como tribunales de subsistencias y precios

170
CERVERA GIL, op. cit., p.143
171
SANCHEZ RECIO, op. cit., p. 65
172
VÁZQUEZ y VALERO, op. cit., p. 412
173
Gaceta de la República, 29 de agosto de 1937.
174
CANCIO señala que es lo que ocurre en el caso de los Jurados de Urgencia y Guardia de Málaga
(op.cit., p.) SÁNCHEZ RECIO sostiene lo mismo a nivel general en su artículo.

50
indebidos175. El hecho de que se estableciera que los fallos de estos tribunales serían
publicados en la prensa y difundidos por la radio nos indica que no sólo se pretendía
perseguir estos delitos de una forma más eficiente, sino que también se pretendía dar
ejemplo y puede que también mostrar a los ciudadanos que las autoridades no estaban
de brazos cruzados ante un problema tan grave para ellos.

La confusión seguía haciendo mella en todo el aparato judicial organizado para


entender en las causas en materia de subsistencias. Se hacía necesaria una
racionalización de la justicia popular, y no sólo en ese ámbito176. Entre mayo y agosto
de 1937, los nuevos órganos de justicia se fueron integrando en las audiencias
provinciales y territoriales, en un proceso de normalización y expansión de la “justicia
popular” a toda la administración de la justicia, con el que superaba su carácter de
excepción y se convertía en ordinaria.177 Por decreto del 14 de marzo de 1938, se
disolvieron los Tribunales Especiales de Subsistencias y Precios Indebidos, y por
decreto de 24 de marzo de 1938, se hizo lo mismo con los Jurados de Urgencia y
Guardia y se estipuló que todos los casos en materia de subsistencias, incluso los que ya
se estuvieran instruyendo, serían competencia de los Tribunales Especiales de Guardia,
creados el 27 de noviembre de 1937. Los TEG, de los que se instituyeron tres en
Madrid, estaban formados por un presidente, nombrado por el Ministerio de Justicia, y
dos vocales, elegidos uno por el Ministerio de Defensa Nacional y el de Gobernación, y
funcionaban por procedimiento sumarísimo, que no podía exceder las 96 horas 178. La
función instructora del juez se sustituyó por la práctica de una sumaria información del
caso, que realizarían los agentes que se hubieran encargado en un primer momento de
los detenidos. Para Sánchez Recio, los TEG se emplearon para controlar y reprimir a
buena parte de la población leal que no estaba de acuerdo con el Gobierno, por lo que
fueron especialmente odiados y temidos179.

El 6 de mayo de 1938, un decreto establecía que no habría posibilidad de recurso


en los fallos de los TEG en los casos de subsistencias; las autoridades estaban decididas
a castigar con la máxima dureza a los infractores.

La declaración del estado de guerra el 23 de enero de 1939 conllevó ciertos


cambios en la justicia ordinaria: a partir de ese momento, las causas serían iniciadas por
instancias militares, aunque posteriormente se derivarían, como de costumbre, a los
Tribunales Especiales de Guardia. Éstos funcionaron hasta el último día de la guerra: la
entrada de las tropas de Franco en Madrid el 29 de marzo dejó multitud de procesos sin
concluir.

175
Gaceta de la República, 19 de septiembre de 1937
176
SÁNCHEZ RECIO documenta en su trabajo sobre Almería conflictos entre autoridades judiciales por
la confusión de competencias (op. cit., p. 162)
177
SANCHEZ RECIO, art cit., p. 591
178
Gaceta de la República, 25 de marzo de 1938, y 7 de mayo de 1938. Sólo sobre el papel, ya que
debido a continuas interrupciones motivadas tanto por la guerra como por renovaciones de sus miembros
o sobrecarga de trabajo, los procesos solían alargarse.
179
SÁNCHEZ RECIO, op cit., p. 166

51
4. Aproximación analítica al objeto de estudio: los expedientes judiciales en
materia de subsistencias

4.1 Las causas y sumarios de la Justicia Popular en materia de subsistencias

Los distintos tribunales encargados de conocer los delitos en materia de


subsistencias generaron una abundante documentación de los procesos que instruyeron,
que ha sido poco estudiada hasta el momento. Las causas y sumarios incoados por los
Jurados de Urgencia y Guardia y los Tribunales Especiales de Guardia de Madrid se
encuentran en el Archivo Histórico Nacional; las autoridades franquistas recogieron
toda esta documentación para la elaboración de la Causa General, por lo que se
encuentra asociada a dicho fondo. Dichos sumarios y causas están hoy en día
digitalizados, y se puede acceder fácilmente a ellos a través de PARES.180

La documentación generada tanto por los Jurados de Urgencia como por los
TEG es muy similar. Se inicia con el informe hecho en la comisaría a la que se lleva a
los detenidos, así como a los testigos del hecho y a los denunciantes, en caso de que los
haya. Este informe contiene la declaración de los inculpados, la de las autoridades si han
sorprendido in fraganti a éstos, y la de testigos y/o denunciantes. En caso de que se
considere necesario, se realizan interrogatorios, conducidos en su mayor parte por el
SIM. Si se ordena un registro, se incluye un acta en el que se detallan los artículos
encontrados en el mismo. El informe se pasa a los Jurados o Tribunales, que deciden si
llevar a cabo más acciones (estos pueden llamar de nuevo a los acusados, testigos y
denunciantes para que comparezcan, por ejemplo) y ponen una fecha para el juicio.
Mientras tanto, los inculpados ingresan en prisión preventiva, que puede convertirse en
libertad condicional si un partido o sindicato da fe de la buena conducta de los mismos
y la solicita.

La única diferencia entre la documentación de los Jurados y la de los TEG llega


en este punto; en el caso de los primeros, se incluían en el expediente las actas del
juicio, no solo la sentencia, como en el caso de los expedientes generados por los
segundos. Y si bien por este motivo tenemos más datos sobre los juicios llevados a cabo
por los Jurados, lo cierto es que contamos con la información esencial en ambos
supuestos: la exposición de motivos por la que se decide la inocencia o culpabilidad del
acusado, y la pena que se le impone en el segundo caso. A los documentos del juicio les
siguen los que dan fe de la entrada en prisión de los procesados y/o las certificaciones
que prueban que han pagado la multa si les han sido impuestas estas penas; en caso de
que los inculpados no paguen, el Jurado o Tribunal decretará que se proceda al embargo
de sus bienes, y si esto tampoco es posible, se les aplicará una pena adicional,
generalmente de trabajos en beneficio del estado o del municipio. También es frecuente
encontrarse peticiones por parte de los abogados de los condenados, o de estos mismos;
lo más solicitado a Tribunales y Jurados suele ser que se les conceda el pago a plazos,

180
PARES, Portal de Archivos Españoles, disponible en http://pares.mcu.es/

52
aunque también podemos encontrar peticiones de reducción de condena por motivos de
salud, o de permuta de la estancia en el campo de trabajo por el cumplimiento de
trabajos forzados en sus empleos habituales. Los últimos documentos que componen los
expedientes son las certificaciones que las prisiones envían a los Jurados y Tribunales
cuando los condenados liquidan su condena y son puestos en libertad. A partir de la
declaración del estado de guerra en enero de 1939, encontramos ciertos cambios; las
diligencias iniciales quedan a cargo del tribunal militar del ejército de centro y del SIM,
pero después pasan a los TEG, lo que contradice la afirmación de Sánchez Recio de que
desde este momento se produjo la paralización de la administración judicial ordinaria181.

El estado de conservación de estos documentos es generalmente bueno.


Prácticamente todos los expedientes consultados se conservan íntegros, y solo en dos
ocasiones aparecen en uno hojas procedentes de otro. Y al tratarse de documentos
escritos a máquina, la inmensa mayoría de ellos son perfectamente legibles. La
extensión de los expedientes es variable tanto en el caso de los Jurados como en el de
los TEG; aquellas causas que implicaban a varias personas o en las que se interpelaban
recursos y súplicas pueden superar las 100 páginas, mientras que nos podemos
encontrar expedientes de apenas 10.

Para la realización de este trabajo, hemos consultado 181 de los 373 expedientes
incoados en materia de subsistencias182. 18 de ellos corresponden a los procesos
incoados a los Jurados de Urgencia en el año 1937 y el resto, 163, fueron generados por
los Tribunales Especiales de Guardia desde abril de 1938 hasta marzo de 1939. Pero
existe una complicación añadida. Esos 18 expedientes del año 1937 fueron producidos
por la Secretaría Especial de los Tribunales Populares y de los Jurados de Urgencia y
Guardia de Madrid, que tuvo funciones coordinadoras entre octubre de 1936 y marzo de
1937, y constituyen tan solo el registro de los que instruyeron los Jurados de Urgencia
bajo la categoría de desafección, puesto que era así como se juzgaban los delitos en
materia de subsistencias hasta marzo de 1938. Por lo tanto tuvimos que buscar los casos
correspondientes a dichos registros en la categoría de desafección, de la que hay 10.837
expedientes, utilizando los nombres de los inculpados en el motor de búsqueda del
portal. Al responder estas instituciones judiciales a dinámicas distintas, tanto por la
diferente definición del delito (calificado de desafección entre 1936 y marzo de 1938, y
de subsistencias desde entonces) como por la evolución del problema de la escasez en
esas etapas, abordaremos el estudio de la documentación que generaron por separado,
prestando una mayor atención a la correspondiente a los Tribunales Especiales de
Guardia.

4.2 La labor de los Jurados de Urgencia y Guardia

El pequeño número de expedientes correspondientes a los Jurados de Urgencia y


Guardia que hemos consultado no permite afirmar que los datos obtenidos sean

181
SÁNCHEZ RECIO, op. cit., p. 99.
182
Ibid., p. 166.

53
representativos de su labor ni de la situación existente en el año 1937, aunque la
coincidencia de estos con la información aportada por otros autores puede indicar que
vamos bien encaminados. Así, las ideas que se exponen a continuación son hipótesis
parciales.

De los 18 expedientes consultados, 5 corresponden al mes de enero de 1937 y 9


al de febrero: los 4 restantes se distribuyen entre marzo, junio, julio y agosto del mismo
año. La concentración de las causas en esos dos primeros meses podría deberse a que es
a partir del decreto de 10 de diciembre de 1936 cuando se intensifica la labor de los
Jurados de Urgencia y Guardia en esta materia; pero también puede que la situación en
la que se encontraba la ciudad en dicho momento, resistiendo el asalto frontal de las
tropas rebeldes, conllevara una mayor persecución de aquellos delitos que hacían
peligrar el mantenimiento del orden público.

A través de esos 18 expedientes se encausó a un organismo, el Instituto de


Reforma Agraria, y 29 personas; sólo una de ellas mujer. De los procesados, 21 fueron
absueltos porque el Jurado consideró que sus actos no constituían delito, sólo 3 fueron
hallados culpables (todos ellos por venta ilegal, todos ellos condenados a ingresar en
campos de trabajo). No contamos con información sobre lo que ocurrió con 5 de los
procesados, bien porque no se les pudo encontrar, bien porque no la documentación
sobre el sumario del caso ha desaparecido: lo mismo ocurre con el IRA.

Esta primacía de las absoluciones sobre las condenas puede resultar


sorprendente en un primer momento, pero lo cierto es que coincide con la información
aportada por especialistas en el campo como Sánchez Recio y Cancio Jimenez. Ambos
señalan que a los Jurados de Urgencia y Guardia llegaron casos motivados por
acusaciones nimias y absurdas, por lo que se multiplicaron los fallos absolutorios.183
Puede que también el calificativo de desafecto fuera demasiado grave para ser aplicado
a pequeños delitos relacionados con las subsistencias. Lo cierto es que, en los casos que
hemos estudiado, los Jurados absuelven a los procesados ateniéndose a diversos
presupuestos. Por ejemplo, lo hacen con Antonio García Martín a pesar de que se
demuestra que había vendido carbón de manera clandestina porque éste “lo hizo por
ignorancia debida a su escasa cultura, evacuado de un pequeño pueblo del que nunca
había salido antes”184. También recurren a la absolución cuando no hay indicios
suficientes para demostrar la culpabilidad del acusado, como ocurre en el caso de un
conductor de un camión proveniente de Valencia al que le “desaparecen” dos cajas de
embutido en el trayecto185. Incluso rechazan abrir diligencias por denuncia falsa a un
individuo por considerar que éste “no obró de mala fe”186. Así, al menos de manera
provisional, podemos afirmar que estos organismos ejercieron una justicia garantista

183
SÁNCHEZ RECIO, art cit., 596, p. y CANCIO JIMÉNEZ, op. cit., p. 67.
184
“Expte. nº 484 instruido contra CAÑONES CANTERO, Joaquín, GARCIA MARTIN, Antonio por el
delito/s de Desafección al Régimen”. AHN, CG, 276,Exp.1
185
“Expte. nº 204 instruido contra ROVIRA, Enrique, SANCHEZ, Félix, NAVARRO, Honorato por el
delito/s de Incautación indebida y pillaje”. AHN, CG,128,Exp.21
186
“Expte. nº 530 instruido contra OLIVARES CALERO, Ramón por el delito/s de Desafección al
Régimen”. AHN, CG, 276,Exp.20

54
con los inculpados, respetando el principio de presunción de inocencia y tratando de
mantener una proporcionalidad entre delito cometido y pena impuesta.

4.3 La labor de los Tribunales Especiales de Guardia

Al haber podido estudiar un número mucho mayor de causas instruidas por los
TEG entre abril de 1938 y marzo de 1939, es más probable que la información extraída
de las mismas resulte representativa tanto de su labor como de la situación existente en
Madrid en el último año de guerra, por lo que afrontaremos su tratamiento de una forma
más extensa. De los 163 expedientes incoados por los conocidos como “Tribunales de
Hierro” con los que hemos trabajado, 147 corresponden al año 1938 y 16 a los primeros
tres meses de 1939. Los primeros se reparten de la siguiente forma: 64 en abril, 44 en
mayo, 8 en junio, 2 en julio, 12 en agosto, 3 en septiembre, 4 en octubre, 9 en
noviembre y 1 en diciembre. De los correspondientes a 1939, 9 se incoan en enero, 5 en
febrero y 2 en marzo.

70
60
50
40
30
20
10
0

Gráfico 1: Distribución temporal de las causas. Elaboración propia

No nos debe extrañar la concentración de causas en los meses de abril y mayo de


1938; ésta se debe a que el decreto del 28 de marzo de dicho año estipulaba que todas
aquellas causas que ya estuvieran siendo instruidas por los Jurados de Urgencia y
Guardia en dicha materia y por los Tribunales de Subsistencias debían pasar a los TEG.
Las otras fases en las que se da una mayor actividad de los TEG en lo que respecta a
delitos de subsistencias son agosto de 1938, noviembre del mismo año, y enero de 1939.
En agosto comenzó a funcionar la Junta Reguladora del Comercio de Uso y de Vestido,
que impuso unos precios máximos en dichos productos e instituyó un sistema de
inspección mediante el cual vigilar el cumplimiento de sus disposiciones: puede que su
actividad influyera en una mayor instrucción de causas. El pico correspondiente al mes
de noviembre también puede explicarse por la puesta en marcha de un nuevo organismo
a nivel estatal, la Junta Reguladora de Abastecimientos, y su inicial ímpetu en la
persecución de los delitos que comprometían la implantación de sus medidas. Por
último, puede que el empeoramiento generalizado de la situación a principios del año
1939 motivara un mayor celo en la detección de infracciones en enero. Pero, como
ocurre en muchos otros puntos de análisis, las conclusiones a las que hemos llegado son

55
provisionales: se hace necesario consultar la totalidad de las causas incoadas por los
TEG en esta materia para que éstas tengan una base más sólida.

Un importante porcentaje de las causas estudiadas se inicia por hechos que los
jueces acaban considerando no constitutivos de delito: 67 de las 163 consultadas
encajan en este apartado. Una de las explicaciones posibles de este fenómeno es que el
exceso de celo en la persecución de estas infracciones llevó a las fuerzas del orden a
denunciar y detener a muchas personas cuyos actos resultaron no estar tipificados como
delito por ninguno de los decretos o bandos publicados por las diferentes autoridades.
Encontramos un claro ejemplo de este exceso de celo en las inspecciones que llevaron a
cabo delegados del Gobierno Civil en tiendas y comercios madrileños para detectar las
tan odiadas subidas de precios y ocultaciones de género. Aquellos inspectores que
encontraron anomalías en estos ámbitos denunciaron a los responsables, que fueron
puestos a disposición de los TEG. Sin embargo, la inmensa mayoría de estos procesados
fueron absueltos en el juicio por no haber infringido ninguna disposición en materia de
subsistencias. De hecho, en algunos casos los inspectores van más allá del exceso de
celo y parece que buscan encontrar faltas donde claramente no las hay. Según Julio
Cuadrado Muñoz, dueño de una tienda de ropa en la calle de Alcalá, 133, los
inspectores que fueron a su comercio estuvieron cuatro horas buscando y rebuscando
algún artículo más caro de lo normal hasta que consiguieron encontrar algo con lo que
poder procesarle. O al menos eso alegó en la declaración que le tomaron en comisaría el
18 de mayo de 1938, cuando fue detenido por supuesta venta a precios abusivos.
Debemos dar algo de crédito a sus palabras, puesto que el fiscal retiró la acusación y los
miembros del TEG nº2 le absolvieron tras el juicio, el 23 de mayo.187

Delito No delito No hay datos

4%

41%
55%

Gráfico 2: Porcentaje de hechos que constituyen o no delito. Elaboración propia.

Algo similar le ocurre a Juan Barrios Edo; los inspectores delegados del
gobernador civil hallaron en su tienda de tejidos de la calle Atocha un porcentaje de
beneficio excesivo en varios artículos de primera necesidad. Sin embargo, los miembros
del TEG nº3 detectan errores de contabilidad en el informe y demuestran que Juan no

187
"Causa nº 30 instruida contra CUADRADO MUÑOZ, Julio por el delito/s de Infracción en materia de
subsistencias por venta abusiva de varios artículos de uso y vestido." AHN, CG, 148, Exp. 49

56
vende a precios excesivos, por lo que es absuelto188. También fue importante el papel de
los ciudadanos de a pie en este sentido: las autoridades les animaron en numerosas
ocasiones a denunciar el alza de precios, por lo que podemos encontrar numerosas
causas iniciadas por denuncia ciudadana que finalmente no constituyen delito. Es el
caso de un cliente que, descontento con el precio que había pagado por unos chatos de
moscatel en un bar de la calle Porlier, denunció a la dueña, Esperanza Lorca de Miguel.
Después de un largo peregrinaje primero por el juzgado municipal, después por el
juzgado de instrucción número 4, y finalmente, por el Tribunal Especial de Guardia nº3,
Esperanza sería absuelta el 6 de mayo de 1938.189 O el de Nicolasa, una clienta que
considera abusivo el precio que le pedían por un par de alpargatas en “Casa Gonzalo” y
alerta a por ello a las autoridades; los dueños de este establecimiento en la calle Mesón
de Paredes, 60, serán absueltos el 4 de mayo del mismo año 190. Asimismo, y como
ocurre cuando analizamos las causas de 1937, muchos de los procesos elevados a los
TEG no constituyen delito pero si falta, por lo que estos organismos los derivaron a los
juzgados municipales. No tenemos información de este aspecto en 7 causas: en 4 de
ellas no se puede hallar a los acusados porque han sido evacuados, se encuentran
movilizados o bien han huido; en una se suspende el proceso mientras se llevan a cabo
más averiguaciones; y en dos ni el proceso ni por tanto el sumario fueron completados
por la llegada del fin de la guerra y la sustitución del aparato judicial republicano por el
franquista.

Para poder clasificar los delitos, se han establecido tres categorías, una escala
según su magnitud. Consideramos pequeño delito aquel que se sitúa a nivel de
subsistencia: el intercambio de una pequeña cantidad de alimento por otra o la venta
ocasional de un artículo de poco valor, por ejemplo. En la categoría de mediano delito
se engloba a aquellos en los que aparece el mercado negro: la ocultación de género en
una tienda con el propósito de ser vendido a un precio muy superior de forma ilegal, y
el acaparamiento de víveres y otros artículos en grandes cantidades, con el mismo
objetivo. Y se hace referencia a grandes delitos cuando estos implican una red de
intercambios y ventas ilegales, las estafas y corruptelas insertas en los organismos
dedicados al abastecimiento u otras instituciones gubernamentales, o los delitos que,
cometidos por empresas, alcanzan cifras millonarias. Aportamos dos ejemplos de esta
categoría para clarificar qué hemos considerado un gran delito: la distracción de grandes
cantidades de jabón de la fábrica “La Madrileña” y su reparto entre los empleados de la
misma para que realizaran intercambios con ellos191, o la ocultación de género por valor
de más de un millón de pesetas en los Almacenes G. Marín192.

188
"Causa nº 45 instruida contra BARRIOS EDO, Juan por el delito/s de Infracción en materia de
subsistencias por venta de tejidos a precios excesivos." AHN, CG,156,Exp.2
189
"Causa nº 17 instruida contra LORCA DE MIGUEL, Esperanza por el delito/s de Infracción en
materia de subsistencias." AHN, GC, 155, Exp. 23
190
“Causa nº 94 instruida contra BALSERA RAMOS, Dámaso, FAJARDO GUTIERREZ, Alfonso,
GONZALO RAMOS, Félix por el delito/s de Infracción en materia de subsistencias por venta de calzado
a precio excesivo”. AHN, CG,156,Exp.21
191
“Expte. nº 111 instruido contra HUESCAR RODRIGUEZ, Salvador, IMEDIO DE LA ROSA, Jesús
Antonio , SACEDON TORRES, Anastasio , VALLEJO PLAZA, Edilberto , IMEDIO DIAZ, Joaquín por

57
Los resultados que arroja esta categorización muestran que la mayor parte de los
delitos cometidos entre 1938 y 1939, 64, son de mediana envergadura, 15 pueden ser
considerados pequeños, y 10 de ellos entran en la categoría de grandes delitos. No se
deben malinterpretar estos resultados: la preponderancia de los medianos delitos podría
llevarnos a pensar que estos eran los que más frecuentemente se daban en la sociedad
madrileña. Sin embargo, muy probablemente los más abundantes fueran aquellos
pequeños delitos, más difícilmente detectables, o aquellos que solo constituían falta y
por tanto ni siquiera pasaron por los TEG. Por otro lado, puede que tampoco los grandes
delitos están bien representados por los resultados: si bien al tener una mayor
envergadura podían ser más fácilmente detectables, la corrupción de aquellos
encargados de su persecución por parte de los implicados contribuiría a que éstos
permanecieran ocultos.

Pequeño Mediano Grande

11%

17%

72%

Gráfico 3: Envergadura del delito cometido. Elaboración propia.

Para establecer una tipología de los delitos, se han tenido en cuenta tan sólo los
que los miembros de los TEG consideraron como tales; todos aquellos que, a pesar de
haber sido instruidos por una de las siguientes causas fueron hallados no constitutivos
de delito o clasificados como faltas menores por el Tribunal, han sido excluidos de estos
cálculos. De las seis categorías establecidas, el acaparamiento, la ocultación de género,
el intercambio ilegal, la venta ilegal, el desvío de productos de los organismos oficiales
al mercado negro o a particulares y el alza de precios, es esta última la que engloba un
mayor número de casos, concretamente 29. Las razones de esta preponderancia son
varias. En primer lugar, tanto el Consejo Municipal como el Gobierno Civil, siguiendo
una línea ya establecida por las autoridades gubernamentales, hicieron especial hincapié
en la persecución del especulador, figura que acabó tornándose en una suerte de chivo
expiatorio. Y es que si bien muchos comerciantes y vendedores ambulantes se
aprovecharon de la situación para hacer mayores beneficios, también es cierto que
detrás del alza de precios había también otras causas, como la inflación y la escasez de
moneda fraccionaria. En abril de 1938, la Cámara de Comercio envió un escrito
quejándose de esta persecución al Gobierno Civil, que aparece reproducido como una

el delito/s de Infracción en materia de subsistencias por intercambio de jabón por víveres”. AHN,
CG,153,Exp.46
192
“Causa nº 74 instruida contra BALBUENA MOLERO, Matías, VERA MARTIN, Dionisio de por el
delito/s de Infracción en materia de subsistencias por ocultación”. AHN, CG,156,Exp.45

58
de las pruebas a favor del dueño de un establecimiento de compra venta en la calle
Desengaño, en la causa que se sostuvo en dicho mes contra éste por venta a precios
excesivos193. En primer lugar, la Cámara sostiene en este documento que no existía una
legislación clara sobre porcentajes de beneficio legales e ilegales, por lo que los
comerciantes no sabían a qué atenerse.194 Por otro lado, la Cámara afirma que las
autoridades no estaban teniendo en cuenta que los comerciantes no podían vender los
artículos sin imponerles un porcentaje de utilidad que cubriera no solo los gastos de
compra de dichos artículos, también los gastos generales y aquellos especiales, como
los del peligro de rotura en algunos productos determinados. Y es que la pretensión de
mantener los precios de los artículos en los niveles de preguerra era difícilmente
alcanzable en la práctica; habría condenado a la ruina a no pocos comerciantes. Una
prueba de que detrás del alza de precios no estaba el simple afán de enriquecimiento es
que gran parte de los condenados por este motivo no pudieron hacer frente a las multas
con las que fueron castigados y tuvieron que solicitar su pago a plazos; incluso después
de habérseles concedido esto, muchos de ellos fueron incapaces de cumplir y los TEG
decretaron el embargo de sus bienes o la sustitución de la pena pecuniaria por los
trabajos forzados a favor del Estado o del municipio. La persecución del alza de precios
afectaba a negocios de todos los tamaños, desde el pequeño establecimiento de
ultramarinos a los grandes almacenes situados en la Avenida de Rusia (anteriormente
denominada Gran Vía). De hecho, tanto los Almacenes Rodríguez, como SEPU, que era
entonces una sociedad colectivizada, fueron procesados y condenados por este delito.195

Alza precios Acaparamiento


Ocultación género Venta ilegal
Intercambio ilegal Robo a organismos oficiales
1%
15%

34%
17%

13%
20%

Gráfico 4: Tipo de delito. Elaboración propia

El segundo puesto en importancia numérica lo ocupa el acaparamiento


particular, con 18 casos, que, como la ocultación de género por parte de los
comerciantes y restauradores, con 12 casos, estaba estrechamente relacionado con otros
dos delitos: la venta y el intercambio ilegal, de los que hemos encontrado 15 y 14 casos

193
“Causa nº 50 instruida contra GARRIDO GONZALEZ, José por el delito/s de Infracción en materia de
subsistencias por venta a precios excesivos de varios artículos”, AHN, CG, 156,Exp.4
194
Los porcentajes de beneficio máximo no se fijarían hasta julio de 1938.
195
“Expte. nº 12 instruido contra varias personas por el delito/s de Infracción en materia de subsistencias
por venta de mercancias a precios excesivos”. AHN, CG,145,Exp.12, y “Causa nº 52 instruida contra
RETTERU, Aurel por el delito/s de Infracción en materia de subsistencias”, AHN, CG, 150,Exp.30

59
respectivamente. Y es que aquel que mantenía ocultos en su casa o negocio una gran
cantidad de productos lo hacía con vistas a su venta o intercambio, por lo que podemos
considerarlos parte del mismo delito. Si no lo fueron en la práctica a efectos legales, es
porque dichos acaparadores y ocultadores evitaron ser sorprendidos vendiendo o
intercambiando sus mercancías. De hecho, la mayor parte de los inculpados por estas
causas elaboraban un sinfín de excusas con las que intentar demostrar a las autoridades
y a los jueces que no pretendían vender en el mercado negro el género que les fue
descubierto. Los particulares solían alegar que este era producto de envíos de allegados
que vivían en el campo, o que guardaban tal cantidad de producto para repartirlos entre
sus amistades. Esto último lo afirma en su declaración Manuel Olmeda Manzano, al que
se le descubre un almacén clandestino en Vicálvaro en el que hay, entre muchas otras
cosas, setenta kilos de patatas, trescientos botes de harina, seiscientas treinta pastillas de
jabón y mil doscientos cincuenta y cinco huevos. Los miembros del TEG nº3 no
debieron creer que Manuel fuera tan generoso con sus amigos, y le condenaron a un año
y seis meses de internamiento en un campo de trabajo y al pago de 50.000 pesetas de
multa.196 Si a los inculpados se les sorprendía tras haber efectuado el intercambio o
venta, era muy frecuente que sostuvieran que no pretendían deshacerse de sus
mercancías y que fue el cliente el que insistió en adquirirlas o intercambiarlas, o que
afirmaran que lo habían hecho para alimentar a su familia, en la que habitualmente uno
o varios de sus miembros estaban enfermos y tenían por tanto necesidades especiales.

Este último es el caso de las originales declaraciones de Isaac Izquierdo Oliarte,


al que la policía sorprende en el viaje de regreso de Tarancón porque el conductor del
coche en el que viajaba no conocía la contraseña requerida para poder circular en un
vehículo de noche. Isaac afirma que los víveres que llevaba los había adquirido a
cambio de dinero, para su mujer e hijos, todos ellos enfermos, y que no pretendía
intercambiar el carrete de hilo blanco que le fue intervenido, sino regalarlo a los
habitantes del pueblo. También niega que intentara huir de los agentes en el momento
de la detención; sólo desapareció unos minutos “debido a sentirse repentinamente
indispuesto por tener que evacuar una necesidad fisiológica urgente”. Nada de esto
cuela: Isaac es condenado a seis meses de internamiento en campo de trabajo y se le
impone una multa de 50.000 pesetas.197 Y si no había forma posible de defenderse,
siempre quedaba el recurso al soborno: Manuel Martínez Moral trató de evitar su
detención enseñando a los agentes que le habían sorprendido acarreando un saco con 17
kilos de pan unos billetes de banco que llevaba en su cartera, mientras les decía: “vamos
a ver si nos arreglamos”. Su intento no tuvo éxito, aunque finalmente fue absuelto al
constituir su acto una falta y no delito.198

196
"Causa nº 1 instruida contra RAMIREZ SERRANO, Luis, OLMEDA MANZANO, Manuel por el
delito/s de Infracción en materia de subsistencias." AHN, GC, 155, Exp. 1
197
"Causa nº 6 instruida contra VAQUERIZO AGUADO, Isaac, IZQUIERDO OLARTE, Justo por el
delito/s de Infracción en materia de subsistencias." AHN, GC, 155, Exp.12
198
“Expte. nº 115 instruido contra MARTINEZ MORAL, Manuel por el delito/s de Infracción en materia
de subsistencias”. AHN, CG,147,Exp.20

60
Entre los comerciantes, lo más usual era negar que distrajeran de la venta legal
esos artículos ocultos; solían afirmar que almacenaban dichas existencias para su
clientela habitual. Santiago Monforte, dueño de una mercería, alega que los cientos de
bobinas de hilo y carretes que le han sido encontrados ocultos los guardaba para que los
clientes conocidos no se quedaran sin ellos, ya que eran productos que escaseaban. No
se libró de la multa de 1.000 pesetas199. Lo mismo sostiene Eugenio Velardo
Cambronero cuando un agente, haciéndose pasar por ciudadano particular, pregunta por
varios artículos en su mercería y los dependientes le dicen no tener existencias, pero en
el registro que se realiza posteriormente se demuestra que esto no es cierto. Tampoco le
sirvió de nada, ya que tuvo que abonar una multa de 10.000 pesetas200. Así, los
acaparadores y ocultadores de género eran castigados con la misma dureza que los que
incurrían en la venta y el intercambio ilegal, generalmente en razón de la envergadura
del delito. Por otro lado, dentro de la venta ilegal, también se engloban otros tipos de
delito distinto, como la existencia de mataderos clandestinos en los que se sacrificaban
reses bovinas y equinas para la posterior venta de su carne, tanto a particulares como a
negocios: 7 de los casos de esta categoría implican dicha actividad ilegal, que además
comprometía la salud pública, puesto que los animales sacrificados de esta forma no
pasaban ningún tipo de control veterinario.201

A pesar de no constituir la mayoría, una nada desdeñable cantidad de procesos


se iniciaron debido a la denuncia del supuesto comportamiento ilegal por parte de
terceros. 48 causas comienzan de este modo, mientras que 102 lo hacen de oficio, como
resultado de una inspección o del descubrimiento del delito por parte de las autoridades.
No se puede determinar esta cuestión en 13 casos, en los que no se aporta ninguna
información sobre cómo se iniciaron las diligencias.

Este importante porcentaje de procesos iniciados por denuncia puede explicarse


por la movilización de los ciudadanos frente a una situación que dificultaba gravemente

199
“Causa nº 22 instruida contra MONFORTE EXTREMIANA, Santiago por el delito/s de Infracción en
materia de subsistencias por ocultación de ovillos y bobinas de hilos.” AHN, GC, 148, Exp.44
200
“Causa nº 36 instruida contra GARCIA GONZALEZ, Isabel, RAMIREZ FERRERO, Felisa ,
VELARDE CAMBRONERO, Eugenio por el delito/s de Infracción en materia de subsistencias por
ocultación de géneros”.AHN,CG,155,Exp.51
201
“Causa nº 21 instruida contra FERNANDEZ MORALES, Atanasio, GONZALEZ RUIZ, Nemesio,
ALONSO PEREZ, Manuel por el delito/s de Infracción en materia de subsistencias por venta clandestina
de reses”, AHN, CG, 155, Exp.30, en abril de 1938; “Causa nº 19 instruida contra GONZALEZ
MENENDEZ, Francisco, por el delito/s de Infracción en materia de subsistencias”, AHN, CG,
155,Exp.28, en abril de 1938; “Expte. nº 110 instruido contra MUÑOZ GARCIA, Antolín, SANCHEZ
VALLADARES, Calixto, PEÑAFIEL BLASCO, Jesús por el delito/s de Infracción en materia de
subsistencias por venta clandestina de carne de burro”, AHN, CG,157, Exp.8, en abril de 1938; “Expte. nº
104 instruido contra MARTINEZ SIERRA, Marcelino por el delito/s de Infracción en materia de
subsistencias. AHN, CG, ,157, Exp. 2”, en abril de 1938; “Expte. nº 128 instruido contra varias personas
por el delito/s de Infracción en materia de subsistencias por venta y adquisición de ganado equino
clandestinamente”, AHN, GC,157,Exp.20, en mayo de 1938; “Causa nº 173 instruida contra varias
personas por el delito/s de Infracción en materia de subsistencias por venta clandestina de carne de
caballo”, AHN, CG, 153,Exp.41, en octubre de 1938; y “Causa nº 180 instruida contra HERNANDEZ
GUINDERO, Justo, FUENTE GOMEZ, Fernando de la por el delito/s de Infracción en materia de
subsistencias por venta clandestina de carnes”, AHN, CG, 153, Exp.34, en noviembre de 1938

61
su día a día y que incluso llegó a segar las vidas de muchos de ellos 202. Resulta
verosímil la idea de que, indignados frente al enriquecimiento de unos pocos al socaire
del sufrimiento de la mayoría, algunos madrileños decidieran denunciar los
comportamientos delictivos en todo lo relacionado con el alimento y el vestido.203

Denuncia Oficio No hay datos

8%

29%

63%

Gráfico 5: Forma en la que se inició la causa. Elaboración propia

Pero no se deben desechar otros factores que pueden estar detrás de algunos
casos: los historiadores especializados en el estudio de la represión en la guerra y la
posguerra han demostrado que las rencillas, rencores y odios personales motivaban una
importante cantidad de las denuncias ciudadanas.204 Eso sí, aquellos denunciantes que
falsearon la realidad para vengarse de un asunto personal vieron como la justicia se
volvía contra ellos una vez quedaba demostrada la inocencia de los denunciados. Es lo
que le ocurrió a Hortensia Mateo Gil, que en noviembre de 1938 llevó a las autoridades
al matrimonio que hasta entonces le había acogido en su casa, afirmando que estos
distraían víveres del cuartel en el que trabajaba el marido. Al demostrarse la inocencia
del matrimonio, Hortensia fe procesada por denuncia falsa205. Concepción Castillejo,
furiosa porque su amante Gregorio Álvarez le había abandonado al descubrir que no era
el único hombre que la visitaba por las noches, afirmó que éste le había proporcionado
víveres de manera fraudulenta; dejarse llevar por el despecho condujo a Concepción al
banquillo de los acusados206. Hay constancia de que se admitían las denuncias
anónimas: el proceso contra, Antonio Pérez Estévez, que resultó en su absolución, se

202
Recordamos que a la altura de febrero de 1939 se producían cientos de muertes por inanición a la
semana, si bien todavía no contamos con estudios sobre este fenómeno.
203
Tanto las autoridades como la prensa llamaban constantemente a la colaboración ciudadana en este
aspecto. Reproducimos un fragmento de un artículo aparecido en El Sol, entonces en manos del Partido
Comunista, que nos parece representativo: “Ha llegado pues, la hora de arrancar de nuestra retaguardia el
criminal logrerismo de los que a costa de las necesidades del pueblo tienen colmado el saco de sus
avaricias. El Gobierno, para llevar a cabo esta extirpación, necesita la ayuda del mismo pueblo. Todos
hemos de aprestarnos a desenmascarar y denunciar a los especuladores. Nadie que negocie con el hambre
puede escapar” (31/08/1937)
204
KALYVAS, Stathis. La lógica de la violencia en la guerra civil. Madrid, Akal, 2010.
205
“Expte. nº 124 instruido contra LOPEZ JESUS, Carmen, ORTIZ MONASTERIO, Ángel por el
delito/s de Infracción en materia de subsistencias”. AHN, CG, 147,Exp.7
206
“Expte. nº 140 instruido contra ALVAREZ ALVAREZ, Gregorio por el delito/s de Infracción en
materia de subsistencias por acaparamiento de víveres”, AHN, CG, 157, Exp.28.

62
inició debido a que el Gobierno Civil recibió una carta sin remitente en la que se le
acusaba de ocultar víveres a la clientela de su restaurante 207

En total, las 163 causas estudiadas implicaron el procesamiento de 5


instituciones y 249 personas; de ellas, 221 eran hombres y 28 mujeres. Esta
participación femenina tan reducida no se corresponde con el papel que las otras fuentes
atribuyen a las mujeres: tanto los testimonios de la época como la historiografía
subrayan el importante papel de las féminas en la provisión de alimentos al núcleo
familiar, una labor que en el contexto de desabastecimiento y escasez del Madrid de la
guerra no en pocas ocasiones implicaba actividades ilegales 208. Asimismo, las
investigaciones sobre el fenómeno del estraperlo en la posguerra han mostrado como
eran fundamentalmente las mujeres las que participaron en mayor medida esta esfera del
mercado negro.209

Tanto por su papel como proveedoras como por su protagonismo en el espacio


de la retaguardia, debido a la movilización de los hombres, las mujeres no pudieron
permanecer ajenas a los delitos en materia de subsistencias, como podría parecer en un
primer momento a la vista de los resultados obtenidos en esta investigación. Por lo
tanto, hay que preguntarse qué es lo que hay detrás de ellos.

Hombres Mujeres

11%

89%

Gráfico 6: Porcentaje de procesados según el sexo. Elaboración propia

Puede que las autoridades republicanas no atribuyeran a las mujeres la misma


capacidad de delinquir que a los hombres, por lo que sospecharon y persiguieron más a
éstas que a aquellos. Por otro lado, puede que la escasa representación del trapicheo
cotidiano para asegurar la supervivencia de la familia en la documentación de los TEG,
aquel en el que las mujeres eran las protagonistas, oculte la verdadera dimensión de la
actividad femenina en este ámbito. Es necesario profundizar en el tratamiento de los

207
“Expte. nº 126 instruido contra PEREZ ESTEVEZ, Antonio por el delito/s de Infracción en materia de
subsistencias”, AHN, CG, ,152, Exp.25
208
ABELLA las denomina “heroínas de la retaguardia (op cit., p. ). Un profundo estudio del papel de la
mujer en la guerra es el de NASH, Mary. Rojas. Mujeres republicanas en la Guerra Civil. Madrid,
Taurus, 1999.
209
Como por ejemplo, PRIETO BORREGO, Lucía. “Racionamiento, control social y estraperlo”, en
Cilniana: Revista de la Asociación Cilniana para la Defensa y Difusión del Patrimonio Cultural, 16,
2003, pp. 5-19, o el ya citado trabajo de GÓMEZ OLIVER y DEL ARCO BLANCO, art.cit.

63
datos obtenidos para comprobar o refutar esta última hipótesis, examinando que tipo de
delito cometieron las mujeres procesadas.

De los 254 procesados totales, 146 fueron encontrados culpables y condenados y


95 absueltos; no contamos con datos para 13 procesados por distintas razones. A pesar
de que puede parecer que los TEG tenían una actitud benevolente en materia de
subsistencias por el importante porcentaje de absoluciones, hay que tener en cuenta que
en numerosas ocasiones se procesaba a varias personas por un delito del que al final se
culpaba solo a una parte de ellas, por lo que el resto quedaban absueltas. Sin embargo,
esto sólo explica una parte de ese porcentaje, y nos invita a cuestionar esa imagen de
“tribunales de hierro” que se ha atribuido a estos organismos210.

Absoluciones Condenas No resolución

5%

38%

57%

Gráfico 7: Porcentaje de absoluciones y condenas. Elaboración propia

El abanico de penas impuestas por los TEG comprendía el internamiento en


campos de trabajo, el ingreso en la cárcel, la prestación de trabajos forzados en
beneficio del Estado o municipio, el pago de multas, que se ingresaban en la cuenta de
gastos de guerra de la República y, para los militares, el ingreso en un batallón
disciplinario. El protagonismo de los campos de trabajo es evidente: 56 inculpados
fueron condenados al internamiento en estas instalaciones, debiendo satisfacer además
una multa 54 de ellos. Le sigue en importancia la multa, reservada en general a aquellos
delitos de pequeña envergadura y los que aún entrando en la categoría de medianos no
eran demasiado graves, impuesta a 43 procesados. La imposición de trabajos forzados
era utilizada sobre todo en los casos en los que el inculpado desempeñaba una labor de
importancia para el desarrollo de la guerra o el funcionamiento de la retaguardia: con
este tipo de pena, el procesado era castigado pero a la vez seguía ejerciendo dicha labor,
lo que no habría ocurrido si este hubiera sido enviado a un campo de trabajo o ingresado
en prisión. Esta última fórmula se reservaba sobre todo a las mujeres y a aquellos
hombres que no desempeñaran funciones vitales o que no estuvieran en condiciones de
trabajar en un campo. En total, 16 inculpados fueron condenados a trabajar
forzosamente para el Estado o el municipio; 1 de ellos además debió satisfacer una
multa. Fueron enviados a la cárcel 25 procesados, y 6 debieron cumplir un tiempo en un
batallón disciplinario, pagando asimismo una multa.

210
SÁNCHEZ RECIO, op. cit., p. 166.

64
Multa Cárcel y multa
Trabajos forzados y multa Trabajos forzados
Campo Trabajo Campo trabajo y multa
Batallón disciplinario
4%
28%

38%

1% 17%
1% 11%

Gráfico 8: Penas impuestas. Elaboración propia

Los resultados obtenidos en nuestro estudio coinciden con los que presenta
Gasch Tomás en su trabajo sobre Ciudad Real: la preponderancia del acaparamiento de
productos y del alza de precios sobre otro tipo de delitos juzgados, el protagonismo
absoluto de los hombres frente a un porcentaje mucho mejor de mujeres procesadas, un
alto porcentaje de absoluciones, que en su caso llega al 61 %, y la importancia de las
penas de carácter pecuniario211.

4.4. Las dinámicas sociales y políticas de la retaguardia madrileña

A pesar de la utilidad del tratamiento estadístico, las posibilidades que ofrece


esta fuente van mucho más allá. El estudio de los expedientes generados tanto por los
TEG como los Jurados de Urgencia y Guardia, al revelarnos multitud de aspectos
relacionados con el que fue el problema más grave de la retaguardia republicana, arroja
también las claves con las que podemos comprender el funcionamiento de la misma. A
través del examen de las causas instruidas por estos organismos judiciales se puede
tanto corroborar lo afirmado por unos autores como poner en cuestión algunas ideas ya
establecidas en la historiografía, sobre las que todavía no se ha trabajado de manera
intensiva.

En primer lugar, las causas muestran una situación económica en la que son
comunes las empresas que funcionan de manera colectivizada: cuando estas cometen
algún delito, no es extraño que se procese por entero al Comité Obrero que las controla,
o que la multa que se impone como castigo afecte a la empresa al completo. Pero la
peculiaridad de la situación económica que aparece en las páginas de los expedientes no
se reduce sólo a esto: la necesidad de mantener la producción de bienes de consumo
lleva a los jueces a aceptar soluciones originales cuando ya se ha dictado sentencia
sobre la misma. Es el caso de los comercios de alpargatas propiedad de Salustiano
Martínez; al comprobarse en juicio que éste ocultaba género para venderlo en el
mercado negro, el TEG le impone una multa de 500.000 pesetas, que se iba a satisfacer
con el embargo de las mercancías de la tienda. Pero un empleado acude al Tribunal y

211
GASCH TOMÁS, art.cit., pp. 816-824.

65
solicita que, en lugar de embargar las existencias del establecimiento, se cedan a los
trabajadores de la empresa para que éstos continúen con su venta, y que de esta forma se
siga sirviendo calzado a los vecinos, se mantengan una importante cantidad de puestos
de trabajo y se garantice el pago de la multa impuesta con parte de los beneficios
derivados del negocio. El Tribunal acepta esta solución, por lo que dicho empleado
acude cada mes al mismo para dar cuenta de la actividad de la empresa y entregar la
parte correspondiente de los beneficios a las autoridades.212

Asimismo, las causas reflejan una sociedad controlada de múltiples formas: las
inspecciones de delegados del Gobierno Civil, de agentes ligados al ayuntamiento o a la
DGS, pero también la vigilancia por parte de Comités de Vecinos y porteros de casas,
que tienen una importancia fundamental tanto en la detección del delito como en la
recogida de pruebas una vez iniciado el proceso. No es extraño que el Comité de
Vecinos en pleno denuncie un comportamiento sospechoso, como ocurre en el caso del
de la calle Monserrat 16/17, que se presenta en bloque en la comisaría porque varios de
sus componentes han visto como José Fernández, uno de los vecinos, carga y descarga
frecuentemente víveres de un camión213. O que se recurra a estos Comités y a los
porteros cuando se necesita recabar información sobre los procesados. Una situación
que nos invita a reflexionar sobre cómo se sostenía el orden en la retaguardia
republicana y sobre sus similitudes con el sistema utilizado por el bando rebelde, que
también recurrió a estos instrumentos una vez ocupó Madrid en marzo de 1939. La
vigilancia se extendía también a la correspondencia privada: la DGS destapa una red de
venta e intercambio ilegal entre vecinos y conocidos en agosto de 1938 al intervenir la
carta de una mujer a su esposo en la cárcel, en la que ésta le comentaba: “sé hacer
buenos intercambios”.214

A través de esta fuente también podemos comprobar cómo la profusión de


legislación sobre subsistencias y la coincidencia en el tiempo de diversos tipos de
instancias judiciales encargadas de perseguir las infracciones en esta materia contribuía
a generar confusión entre las propias autoridades. Son muy frecuentes los casos en los
distintos tipos de tribunales y jurados se inhiben del conocimiento de la causa y la
traspasan a otro; en ocasiones, ésta regresa a la instancia judicial que la trató en un
primer momento. A partir de marzo de 1938, cuando solo los TEG se encargan de los
delitos en materia de subsistencias, son muy frecuentes los casos que se iniciaban en los
juzgados municipales, pasaban a estos tribunales y tras haberse determinado que dichos
casos no constituían delitos, tan solo faltas, volvían a los juzgados municipales. El caso
de Melquíades, detenido en junio de 1937 por vender algarrobas durante los meses
anteriores a un precio superior al establecido, es paradigmático de este estado de

212
“Expte. nº 123 instruido contra MARTINEZ ASENSIO, Salustiano por el delito/s de Infracción en
materia de subsistencias por ocultación de calzado”. AHN,CG,157,Exp.16
213
“Expte. nº 122 instruido contra FERNANDEZ DE LA GUERRA, José, por el delito/s de Infracción en
materia de subsistencias por acaparamiento de víveres.”, AHN, CG, 152,Exp.22
214
“Expte. nº 110 instruido contra ALARIA SERRANO, Rafael Jesús , BENITEZ LARA, Antonio ,
HURTADO MEDEL, Luz , FERNANDEZ RODRIGUEZ, María , ULLE DIAZ, Felipe por el delito/s de
Infracción en materia de subsistencias por reventa de tabaco a precio excesivo e intercambio de dicho
artículo por víveres”. AHN, CG,152,Exp.10

66
confusión. El Tribunal de Subsistencias que se encarga en un primer momento del
proceso, pide al Consejo Municipal que le envíe información sobre la tasa establecida
para la algarroba en el momento de la comisión del delito. El Consejo contesta en
diciembre que, al no haber tenido en ese momento la total competencia sobre
abastecimientos, no tiene acceso a la información, por lo que el tribunal continúa sus
averiguaciones por otros medios. Mientras tanto, pasan los meses, y al llegar a marzo de
1938 el caso pasa al TEG nº3. Finalmente, casi un año después de haberse iniciado el
peregrinaje institucional, Melquíades Álvarez es absuelto.

Como se observa en el caso de Melquíades, la confusión se extendía también, a


las competencias de los distintos organismos y autoridades encargados del
abastecimiento. Y esta confusión, unida a la intención por parte de los distintos grupos y
tendencias políticas de mantener su cuota de poder en un ámbito tan importante para la
gestión de la retaguardia, generó numerosos roces entre los mismos. Para ilustrar este
fenómeno, contamos con un caso verdaderamente interesante, en el que varios
miembros de la CNT se enfrentaron al capitán de la 6º Compañía de Intendencia del
Parque Central por la incautación de ganado en Navas de Ricomalillo (Toledo). Éste,
encargado por el Depósito de Intendencia de Madrid, ya había cerrado el trato con el
dueño cuando aparecieron 25 miembros de la CNT dispuestos a llevarse el ganado para
abastecer a las milicias confederales, arguyendo que tenían el mismo derecho a la
incautación que el citado Capitán. Mientras este comunicaba la situación por medio de
radio volante a la DGS y a la Comandancia del Ejército, los anarcosindicalistas se
llevaron el ganado, siendo posteriormente detenidos en Vicálvaro. El 9 de octubre de
1937, el Jurado de Guardia nº2 absolvió a los miembros de la CNT bajo la premisa de
que éstos no pretendían incautarse indebidamente de las reses215.

Asimismo, también eran frecuentes los roces entre las autoridades y los Jurados
y Tribunales; abundan tanto los reproches del Ayuntamiento y del Gobierno Civil a la
actitud benevolente de los encargados de administrar la Justicia como los intentos por
parte de los Consejos municipales de Madrid y los pueblos colindantes de interferir en
la resolución de los casos que estas instituciones habían iniciado insistiendo en la
culpabilidad de los procesados. Contamos con un ejemplo claro de esto último en la
causa instruida contra Dolores Bañón por ocultación de alpargatas: el TEG nº2 absolvió
a Dolores en el juicio del 23 de mayo de 1938, y el Ayuntamiento, descontento, envió
una carta quejándose que en éste no habían comparecido los agentes que iniciaron la
investigación sobre la encausada. Los miembros del Tribunal se limitaron a aconsejar al
alcalde que, si consideraba que había hechos de naturaleza delictiva en el proceso, los
denunciara.

Ya se ha adelantado que el estudio de las causas judiciales pone en cuestión


algunas ideas que es frecuente encontrar en la historiografía. Entre ellas, destaca esa
imagen generalizada de la justicia popular como una justicia política en la que la
adhesión o no al régimen republicano marcaba la diferencia entre la absolución o
215
“Expte. nº 244 instruido contra CUCURULL, Jaime, GARCIA ELVIRA, Lorenzo por el delito/s de
Apropiación indebida de bienes alimentarios”. AHN, CG,123,Exp.17

67
condena del acusado. Tras la consulta de los 183 expedientes, se puede afirmar que ni
ser un probado antifascista era garantía de lo primero, ni simpatizar con las derechas
conllevaba lo segundo. A Saturnino Sebastián, que la Sociedad Obrera de Escuelas
Laicas Graduadas de Madrid certificara su conducta intachable y su contribución
gratuita y desinteresada trabajando como chofer para ellas no le salva de tener que pagar
una multa de 12.500 pesetas por acaparamiento216 Rafael Álvarez fue condenado a 3
meses de internamiento en campo de trabajo y mil pesetas de multa por vender vino a
un precio superior a la tasa establecida a pesar de que tanto el radio comunista de
Valverde como el alcalde del municipio expidieron sendos certificados de adhesión y
buena conducta217. En el caso contrario, Antonio Pérez Estévez fue absuelto de los
cargos de acaparamiento por los que se le procesó aunque el presidente del Comité de
Vecinos de la casa que habitaba afirmó que este no disimulaba su alegría cuando el
Ejército Popular se replegaba218 Santiago González Gómez, dueño del mesón “El
Segoviano” y de “tendencias derechistas confirmadas” fue absuelto al demostrarse que
no distraía comida de su negocio para venderla en el mercado negro 219. Y aunque a lo
largo de todo el expediente instruido en contra de Felipe Monte Jiménez se insiste
continuamente en que es una persona de ideas derechistas, afiliado a Acción Popular,
que servía leche preferentemente a conventos y personas de su ideología, lo cierto es
que los 2.000 paquetes de azafrán, 23 trozos de jabón y 15 kilos de azúcar que se
hallaron en su domicilio pudieron ser razón suficiente para que se le encontrara
culpable.220 Por tanto, podemos afirmar que en general eran las circunstancias de cada
causa las que decidían la suerte del inculpado y no su filiación política; si bien puede
que en los casos en los que el delito era pequeño, la adhesión al régimen del procesado
inclinara la balanza a favor de la absolución, como ocurre en el caso de Robustiano, un
vendedor ambulante procesado por precios abusivos que queda en libertad sin cargos
tras probarse su calidad de “antifascista mutilado en la guerra” que no tenía otra forma
de ganarse la vida221. La única circunstancia en la que siempre resultaba beneficioso
que un partido, sindicato o autoridad certificase la buena conducta del procesado era
antes de que se celebrara el juicio, pues solo de esta forma se podía acceder a la libertad
condicional mientras durara el proceso.

Asimismo, se puede comprobar cómo la corrupción fue un factor importante en


la constitución del mercado negro en la retaguardia madrileña. Las causas examinadas
nos permiten hacer un retrato de la corrupción existente a todos los niveles de la

216
“Expte. nº 112 instruido contra SEBASTIAN SOTOCA, Saturnino por el delito/s de Infracción en
materia de subsistencias por acaparamiento de víveres”. AHN, CG, 157,Exp.10
217
“Causa nº 24 instruida contra GOMEZ SERRANO, Angel, GOMEZ MACHICADO, Rafael por el
delito/s de Infracción en materia de subsistencias” AHN, CG, 148,Exp.45
218
“Expte. nº 126 instruido contra PEREZ ESTEVEZ, Antonio por el delito/s de Infracción en materia de
subsistencias”. AHN, CG,152,Exp.25
219
“Expte. nº 457 instruido contra GONZALEZ GOMEZ, Santiago por el delito/s de Desafección al
Régimen”. AHN, CG,101,Exp.19
220
“Expte. nº 105 instruido contra MONTE JIMENEZ, Felipe del, por el delito/s de Infracción en materia
de subsistencias por acaparamiento de víveres”. AHN, CG,152,Exp.6
221
“Expte. nº 1 instruido contra PEREZ SUAREZ, Robustiano por el delito/s de Infracción en materia de
subsistencias por venta de artículos a precios indebidos”. AHN, CG, 144, Exp.2.

68
administración. En primer lugar, la de aquellos que, aprovechándose de su puesto en
ella, trataban de hacer negocio con todo tipo de productos. Es el caso de Claudio Arce
Pérez, que se valía de su empleo en Intendencia para distraer víveres y piensos que
luego vendía a altos precios, un hecho por el que fue condenado a 6 meses de
internamiento en un campo de trabajo y al abono de 10.000 pesetas de multa222. Pero
este no era un fenómeno reducido a particulares sin escrúpulos: la corrupción tocaba
también a instituciones relacionadas con los círculos oficiales de abastecimiento; el
Consejo Obrero de “La Equitativa”, situada en la calle Trujillos 7, falsificaba los datos
de enfermos y pacientes del Hospital de Ríos Rosas para obtener una mayor cantidad de
comida que luego se destinaba a la venta ilegal223. Incluso el propio Instituto de
Reforma Agraria se ve implicado en un proceso iniciado en febrero de 1937 por la venta
sin permiso de la Comisión de Abastos de 100.000 kilos de patatas, que habían sido
depositadas en la Iglesia de los Jerónimos224. Incluso las autoridades locales estaban
implicadas en negocios ilegales. El Consejo Municipal de Corpa fue procesado por
vender vino a un precio superior al establecido: el alcalde y el resto de miembros del
consistorio fueron encontrados culpables y enviados a campos de trabajo225. El Comité
de Abastos de Fuencarral recurría al intercambio de jabón por huevos en los pueblos de
Talamanca y Valdepiélagos por medio de Pablo González Lucas, un conductor
indocumentado al que no proveían de las autorizaciones necesarias para llevar a cabo
esta actividad226. El alcalde de Tinajas vendía huevos a la legación de Noruega en
Madrid sin ningún atisbo de legalidad: varias personas ejercían de intermediarias en la
clandestinidad, una labor por la que eran recompensadas con parte de los huevos.
Fueron sorprendidas antes de iniciar un nuevo viaje a Tinajas en el que pretendían
intercambiar bidones de gasolina por huevos con dicho alcalde227.

El caso de corrupción más importante que hemos tenido ocasión de estudiar


implicaba al 162 Batallón del Ejército de Centro. En abril de 1938, tres miembros de
éste, encargados del abastecimiento del mismo, y con la autorización de un tal
Comandante Gómez, sacrificaron reses de la nave del Matadero Municipal destinada al
servicio del Batallón para vender su carne a varios hoteles y restaurantes de la capital: el
Maison Doree, el Freixenne, el Hotel Nacional, el Café Lyon, el Hotel Inglés. Para ello,
los soldados encargados del abastecimiento falsifican la cifra de kilos de carne que el
batallón consumía, añadiendo más de los que se necesitaban, y contactaban con
personas que vendían dicho excedente a los citados negocios. La trama implicaba a 13

222
“Causa nº 28 instruida contra ARCE PEREZ, Claudio por el delito/s de Infracción en materia de
subsistencias por venta clandestina de víveres y piensos.”, AHN, CG, 148,Exp.39
223
“Causa nº 21 instruida contra El Consejo Obrero de la Equitativa de Madrid por el delito/s de
Infracción de normas de subsistencias”, AHN, CG, 145, Exp.45.
224
“Expediente con el Registro nº 159 tramitado por el delito/s de Infracción en materias de subsistencias
por perturbación del abastecimiento”. AHN, CG,35,Exp.35. Nos ha sido imposible encontrar la
documentación relativa al juicio, por lo que no sabemos qué ocurre con el caso.
225
“Expte. nº 95 instruido contra el CONSEJO MUNICIPAL DE CORPA, por el delito/s de Infracción en
materia de subsistencias”, AHN, CG, 59, Exp.16.
226
“Causa nº 24 instruida contra GONZALEZ LUCAS, Pablo por el delito/s de Infracción en materia de
subsistencias por intercambio de productos” .AHN, CG, 145,Exp.49
227
“Expte. nº 127 instruido contra varias personas por el delito/s de Infracción en materia de
subsistencias”.AHN, CG,157,Exp.19

69
personas; todas ellas fueron castigadas a distintos periodos de trabajos forzados y al
pago de multas de diversa envergadura según su participación en el delito. Y es que los
miembros del TEG nº 3 consideraron que la actuación de los responsables de los hoteles
y retsaurantes involucradas tenía detrás el “de momento a todas luces insuficiente
abastecimiento de estos locales”, que:

Mueve aunque no justifica, a buscar de modo inadecuado [...] productos con que
intensificar el trabajo industrial de sus respectivos establecimientos, algunos de los
cuales, como el Hotel Nacional, sostiene a más de 200 empleados, que con
preferencia proporcionan alimentos a soldados y oficiales que pasan de tránsito por
nuestra heroica capital […], lo que si no enerva la responsabilidad ejercida por los
infractores, si la reduce en la proporción que más adelante se señala al imponer las
sanciones. Tampoco ha olvidado el Tribunal que no aparece probado el lucro
individual de los delegados de los hoteles y restaurantes, y además está probado son
antifascistas.

Por este motivo, el TEG nº3 impuso a dichos responsables penas mucho más
ligeras de lo que hubieran podido llegar en razón de la gravedad del delito cometido,
que comprometía la salud pública al no pasar las reses sacrificadas de forma clandestina
ningún control veterinario.228 Quien se libró de pasar por los tribunales fue el
Comandante Gómez, que no fue procesado en esta causa y de quien no hemos podido
encontrar más información.

Y este no era el único caso que implicaba al Ejército, si bien es el más


importante de entre los que hemos estudiado. Ya fuera porque tampoco su
abastecimiento era satisfactorio, porque constituía una plataforma desde la cual
resultaba más sencillo involucrarse en este tipo de delitos o una mezcla de ambos
motivos, encontramos varios casos protagonizados por miembros del Ejército del
Pueblo. A nivel particular, los soldados recurrían frecuentemente a la venta de parte de
su rancho: Luis Serres Masfarne y Santiago Fuertes Ramírez fueron sorprendidos
vendiendo pan en enero y febrero de 1939 respectivamente; a Anselmo Bohorque
Ramos le ocurrió lo mismo cuando trataba de intercambiar un “chusco” por pitillos en
marzo de dicho año229. Pero también algunas de las estrategias a las que distintos
batallones recurrían para abastecerse eran de dudosa legalidad o claramente ilegales.
José Arias Fernández fue procesado por ocultar cestos de panecillos que se sospechaba
después vendía en el mercado negro; sin embargo, los guardaba por orden del
responsable de la tahona con el objetivo de dárselo a los soldados y “mantener buenas
relaciones con ellos” 230. La 77 Brigada Mixta, destacada en Aranjuez, recurría a un

228
“Expte. nº 128 instruido contra varias personas por el delito/s de Infracción en materia de
subsistencias por venta y adquisición de ganado equino clandestinamente.” AHN, CG,157,Exp.20
229
“Causa nº 2 instruida contra SERRES MASFARNE, Luis por el delito/s de Infracción en materia de
subsistencias por venta de pan a precios abusivos.”, AHN, CG,155, Exp.3; Causa nº 51 instruida contra
FUERTES RAMIREZ, Santiago por el delito/s de Infracción en materias de subsistencias por precios
excesivos”, AHN, CG, 156,Exp.33; Causa nº 63 instruida contra BOHORQUE RAMOS, Anselmo por el
delito/s de Infracción en materia de subsistencias por intercambio.
230
“Causa nº 3 instruida contra ARIAS FERNANDEZ, José por el delito/s de Infracción en materia de
subsistencias”, AHN, CG, 155,Exp.4

70
particular sin ninguna autorización para conseguir cerillas y otros productos231, y el II
Cuerpo del Ejército de Centro utilizaba el domicilio de Francisco Cañeque Cubillo para
guardar víveres obtenidos de forma dudosa para su abastecimiento232. El Batallón de
Defensa contra Gases también debía echar mano de tácticas ortodoxas para obtener
ciertos productos, porque el joven Mariano Blázquez Muñoz, informado de que era
común realizar intercambios con éste, se presentó en el cuartel con un cordero que
pretendía cambiar por otras clases de comestibles. Tuvo la mala suerte de toparse con el
comisario político del Batallón, que lo denunció a las autoridades233.

Pero la información que se obtiene a través de la consulta de esta fuente no es


exclusiva de la cuestión de las subsistencias; también nos ofrece la oportunidad de
rastrear el impacto de la guerra en todas las esferas de la vida en la ciudad resistente. En
lo que respecta a la actividad judicial, vemos como muchos acusados no pueden
presentarse ante los tribunales por estar movilizados en el frente: es el caso de José
Tobes Mendez, propietario de una mercería en la que se detectan precios abusivos, que
no puede dejar su puesto de teniente médico en el Ejército y por tanto la causa instruida
en su contra es archivada234. Otros inculpados, como Dolores Serra, a la que se pretende
procesar por vender hules y gomas a precios abusivos, han sido evacuados de la ciudad
sitiada, por lo que tampoco se puede continuar con sus procesos. La tragedia familiar
que supone la pérdida del cabeza de familia en el frente queda reflejada en las
numerosas solicitudes en las que se pide el pago a plazos de las multas impuestas por
los tribunales en esta situación. María, la mujer cuyo delito fue descubierto en la carta
que escribió a su marido, pide una reducción del importe de los plazos cuando éste
desaparece en la campaña de Cataluña.235

Los terribles efectos de los bombardeos con los que fue castigada la ciudad de
Madrid están presentes en la documentación judicial. Los agentes del orden sospecharon
que Dolores Román ocultaba alpargatas para su entrega a revendedores porque podían
ver en su tienda sacos repletos de ellas; una vez se la procesa, comprobaron que los
sacos estaban colocados en el establecimiento para evitar la rotura de los cristales del
mismo en medio de los bombardeos. Asimismo, dan cuenta de que en el edifico en el
que vivía la inculpada existía una cueva o refugio en la que habitaban 80 refugiados236.

231
“Expte. nº 123 instruido contra RIOS ARIZA, Ángel, por el delito/s de Infracción en materia de
subsistencias por acaparamiento de cajas de cerillas” AHN, CG,152,Exp.23
232
“Causa nº 9 instruida contra CAÑEQUE CUBILLO, Francisco por el delito/s de Infracción en materia
de subsistencias por acaparamiento de géneros” AHN. CG, 155,Exp.13
233
“Causa nº 2 instruida contra Blazquez Muñoz, Mariano, por infracción en materia de subsistencias”,
AHN, CG, 155,Exp.2
234
“Causa nº 72 instruida contra GONZALEZ ANDRES, Concepción , TOBES MENDEZ, José, CASA
HIJA DE SEVERIANO GONZALEZ por el delito/s de Infracción en materia de subsistencias por venta
de artículos de mercería precios excesivos”, AHN, CG, 156,Exp.15
235
“Expte. nº 110 instruido contra ALARIA SERRANO, Rafael Jesús , BENITEZ LARA, Antonio ,
HURTADO MEDEL, Luz , FERNANDEZ RODRIGUEZ, María , ULLE DIAZ, Felipe por el delito/s de
Infracción en materia de subsistencias por reventa de tabaco a precio excesivo e intercambio de dicho
artículo por víveres”. AHN, CG,152,Exp.10
236
“Causa nº 27 instruida contra ROMAN BAÑON, Dolores por el delito/s de Infracción en materia de
subsistencias por tener un depósito de alpargatas que vendía a revendedores ambulantes”. AHN, CG,
148,Exp.50

71
Melquiades, el comerciante al que ya hemos hecho referencia, se traslada a vender
algarrobas al establecimiento de un amigo porque el suyo es completamente destruido
en uno de los ataques de la aviación rebelde. Los vecinos de Ciriaco Pérez, procesado
por una supuesta ocultación de género, envían una carta al TEG 3 en abril de 1938 en la
que afirman que éste nunca se ha negado a vender los artículos de su comercio, algo que
han podido comprobar porque están bajando constantemente a la tienda “debido a los
criminales bombardeos de los fascistas”. Estos añaden que creen que la venta ha tenido
que ser escasa en los últimos meses por estar su tienda situada en zona militar (la calle
Santiago, nº 3).237

En definitiva, los expedientes nos muestran como el Madrid sitiado era una
mezcla de frente y retaguardia. Por ejemplo, a través de ellos se puede ver como los
madrileños no podían circular por sus calles de noche, a no ser que se encontraran entre
las excepciones señaladas y por tanto conocieran la contraseña que permitía escapar al
toque de queda. Pero también aparece una ciudad que se sigue entreteniendo, que
mantiene llenas las tabernas y activos los cines y teatros: es precisamente para poder
pagarse entradas de cine por lo que jóvenes como Manuel España y Pedro Benito
cometieron pequeños delitos que pasaron a los Tribunales Especiales de Guardia.238

237
“Expte. nº 108 instruido contra PEREZ PAÑOS, Ciriaco, VEGA TEJERO, Ernesto de la, GONZALO
GARCIA, Valentín por el delito/s de Infracción en materia de subsistencias por ocultación y venta
abusiva de artículos de vestir”. AHN, CG,157,Exp.6
238
“Causa nº 62 instruida contra BENITO DEL BARCO, Pedro , ESPAÑA VILLANUEVA, Manuel,
GARCIA COMAS, Pedro, VEGA LUCAS, Miguel por el delito/s de Infracción en materias de
subsistencias por precios excesivos” AHN, CG, 156,Exp.42

72
5. Conclusiones

“Can I hear the echoes from the days of 39?”


The Clash, Spanish Bombs

A lo largo de estas páginas, hemos recabado información que nos muestra como
las autoridades republicanas estaban muy interesadas en controlar el problema de las
subsistencias. El Gobierno, estableciendo diversos organismos encargados de la gestión
del abastecimiento y legislando profusamente para perseguir los delitos en esta materia.
Los poderes locales, como la Comisión Municipal, la Comisión Provincial y el
Gobierno Civil, así como las instituciones que a lo largo de la guerra quedaron
encargadas de este asunto, afanándose en el intento de acabar con las muy variadas
infracciones que cometían los ciudadanos. Tanto que, como hemos podido comprobar,
en muchas ocasiones las autoridades llevaron a la justicia a personas que ésta determinó
no habían cometido ningún delito, o cuyos actos constituían meramente una falta.

Para estas autoridades, lidiar con problemas relativos al abastecimiento de la


ciudad y perseguir a aquellos que ocultaban, encarecían o adulteraban los bienes de
primera necesidad no era nada nuevo. Pero en el contexto del conflicto, esta actividad
era vital para mantener la moral de una población civil que ya estaba sometida a todos
los horrores de la guerra, especialmente cuando ni el Gobierno ni los poderes locales
eran capaces de solucionar el problema de la escasez. El único ámbito en el que podían
conseguir resultados que demostraran a la población que no estaban de brazos cruzados
era en la persecución de aquellos a los que se culpabilizaba de la situación: los
especuladores, los acaparadores, los amos del mercado negro. Sólo así seguirían
gozando de legitimidad ante la ciudadanía.

Evitar que cundiera el desánimo era por tanto otro de los objetivos de la
persecución de los delitos en materia de subsistencias. En las diligencias iniciales de un
caso que ya hemos tratado, el de la fábrica de jabón “La Madrileña”, los agentes de la
Comisaría General de la DGS afirmaban haberse puesto a investigar las supuestas
irregularidades por “el malestar entre la población por la impunidad con la que los
operarios, desde el portero hasta el último empleado, efectuaban intercambios de jabón
por otros productos de comer y vestir”239. Pensamos que con el mismo fin, las
autoridades del Madrid sitiado utilizaron otros recursos, como la censura de las
publicaciones periódicas, en manos de la JDM durante su existencia y del Gobierno
Civil después; o la persecución de los delitos de derrotismo, entre los que se incluía, por
ejemplo, a las mujeres que protestaron por la escasez de todo tipo de víveres. Y es que

239
“Expte. nº 111 instruido contra HUESCAR RODRIGUEZ, Salvador, IMEDIO DE LA ROSA, Jesús
Antonio , SACEDON TORRES, Anastasio , VALLEJO PLAZA, Edilberto , IMEDIO DIAZ, Joaquín por
el delito/s de Infracción en materia de subsistencias por intercambio de jabón por víveres” AHN,
CG,153,Exp.46

73
la escasez de todo tipo de bienes de primera necesidad minaba el espíritu de resistencia
de los madrileños, un hecho del que las autoridades eran perfectamente conscientes; y
en última instancia, derrumbó por completo este espíritu y contribuyó en gran manera a
la caída de la ciudad que se esperaba fuera la tumba del fascismo.

Pero la actividad de los poderes e instituciones oficiales se veía comprometida


por las disensiones entre las distintas tendencias políticas que los componían, así como
por la confusión de competencias entre ellos y por los choques con los organismos
surgidos de la revolución. En el fondo, estos desacuerdos y roces reflejaban los que se
dieron a escala general en la zona republicana: el caso en el que unos miembros de la
CNT se enfrentaron al Ejército por la incautación de ganado es paradigmático de esta
situación240.

Los continuos intentos por racionalizar y centralizar la gestión del


abastecimiento en Madrid también fueron una de las expresiones de la pugna de las
autoridades republicanas por recuperar el control del Estado; podemos afirmar que a
mediados de 1937 habían cumplido en parte su objetivo. A partir de entonces, sólo la
Comisión Municipal quedó encargada de esta tarea en la ciudad sitiada, con el apoyo de
otro tipo de instituciones delegadas del Gobierno. Sin embargo, la Comisión nunca tuvo
por completo el control del suministro de bienes de primera necesidad a la población
madrileña. En primer lugar, por lo difícil que para ésta resultaba sostenerse con las
raciones aportadas por la Comisión, cada vez más exiguas; o mantener a flote sus
negocios en medio de la inflación y la escasez de materias primas. Pero también porque
individuos y grupos trataban de intervenir en el panorama en su propio beneficio: ya
fuera por enriquecerse, en el caso de los primeros, o por mantener poder e influencia
entre sus afiliados, así como independencia respeto a los poderes públicos, en el caso de
los segundos. Construir y conservar depósitos de víveres en una situación de escasez
generalizada era una forma de alcanzar dichos objetivos; era, por tanto, una estrategia
política, y no sólo una mera expresión de egoísmo, como sostiene Michael Seidman241.

Así, las autoridades nunca consiguieron poner fin a las numerosas infracciones
en materia de subsistencias, algunas de las cuales dificultaban los intentos por parte de
las mismas de asegurar el suministro de bienes de primera necesidad a la población. Por
ello, podemos afirmar que si bien éstas consiguieron recobrar la mayor parte de sus
prerrogativas a lo largo de la contienda, nunca recuperaron por completo el control del
orden público.

Las conclusiones que aparecen aquí son parciales. Menos podemos decir sobre
el sistema de vigilancia de la población; apenas hemos apuntado las pocas
características que aparecen en los expedientes consultados, o sobre cómo y por qué se
producían las denuncias ciudadanas en los delitos de subsistencias. Las estrategias de
supervivencia de la mayor parte de la población quedan ocultas por su escasa

240
“Expte. nº 244 instruido contra CUCURULL, Jaime, GARCIA ELVIRA, Lorenzo por el delito/s de
Apropiación indebida de bienes alimentarios”. AHN, CG,123,Exp.17
241
SEIDMAN, op. cit.

74
representación en la fuente escogida, por lo que no podemos realizar un verdadero
análisis de las mismas, como los que sí se han hecho para el Madrid de la posguerra.
Tampoco contamos con suficiente información sobre la corrupción existente en varios
niveles de la administración, a pesar de que sostenemos que constituye un importante
factor en el problema del abastecimiento de la población y en la incapacidad de los
poderes por recuperar el control del orden público. No podemos, por el momento,
comprobar si la quintacolumna trató de influir en la situación para socavar la moral de
los madrileños, como afirman especialistas como Javier Cervera.242

Queda mucho por estudiar respecto a estas cuestiones. En primer lugar, con los
datos ya trabajados, falta por hacer una sociología de los encausados en delitos de
subsistencias, que nos indique a qué rango socioprofesional pertenecían y cuál era más
frecuente; y algo que puede resultar más complicado debido a la intensa movilidad de
los madrileños durante la guerra: una espacialización del delito. La profundización en
estas cuestiones concretas, así como las ya señaladas en este apartado, serán objeto de
una futura tesis doctoral. Con este trabajo, se pretendía señalar el camino a seguir para
realizar una investigación más amplia sobre el problema del desabastecimiento en el
Madrid sitiado, y dar los primeros pasos en el mismo. Los siguientes habrán de darse
recurriendo a las fuentes primarias que se exponen a continuación.

242
CERVERA, op. cit., 252-255 y 362.

75
6. Fuentes

Para la continuación de este trabajo, se hace necesaria la consulta a diversos


tipos de fuentes primarias. En primer lugar, y como ya se ha señalado, hemos de
estudiar el resto de los expedientes generados por los Jurados de Urgencia y Guardia y
Tribunales Especiales de Guardia de Madrid en materia de subsistencias, para tener una
visión de conjunto de la labor de ambos organismos jurídicos. En el caso de los TEG,
nos quedan por consultar 191 causas; para la documentación generada por los Jurados
de Urgencia y Guardia la situación es más complicada. Como ya se ha comentado
anteriormente, las causas incoadas por los Jurados en materia de subsistencias están
catalogadas en la categoría de desafección, por lo que es necesario consultar cada uno
de los 10.873 expedientes de dicha categoría para comprobar cuáles de ellos
corresponden a los delitos que nos interesan, y centrarnos posteriormente en su análisis.
Asimismo, también tendremos que consultar las 545 causas instruidas por derrotismo en
la ciudad sitiada, con el objeto de determinar cuáles de ellas tenían detrás las quejas de
la población madrileña por la situación de escasez que dificultaba en grado sumo su
vida diaria y que llegó a comprometer su supervivencia. Ya se ha hecho referencia a
donde se encuentra esta documentación: forma parte del fondo de la Causa General
depositado en el Archivo Histórico Nacional, y ha sido digitalizada por completo, por lo
que se puede consultar desde cualquier ordenador con acceso a Internet.

Para conocer qué clase de delitos y faltas se perseguían antes de la creación y de


estos órganos de la Justicia Popular, así como cuales de las infracciones no eran
suficientemente graves para ser derivadas a ellos una vez se pusieron en marcha, hemos
de recurrir a la documentación custodiada por el Archivo General de la Administración,
en Alcalá de Henares. En sus fondos sobre los juzgados municipales y sobre los
juzgados de primera instancia e instrucción, tanto de Madrid como de los municipios
colindantes con éste, podremos encontrar la documentación generada por estas
instancias judiciales respecto a los delitos de subsistencias.

El registro de la actividad de las diferentes autoridades encargadas del


abastecimiento de Madrid se encuentra en diversos archivos. La de la
Conserjería/Delegación de Abastos de la Junta de Defensa está custodiada en el Archivo
General de la Guerra Civil Española de Salamanca, formando parte del fondo de la
Delegación Nacional de Servicios Documentales de la Presidencia del Gobierno,
sección político-social. Las Actas de la Comisión Municipal se conservan en el Archivo
de Villa, en el fondo de Secretaría, que guarda el registro de las sesiones del
Ayuntamiento entre 1464 y 1983. Y la documentación generada por la Comisión
Provincial sobre la cuestión del abastecimiento se encuentra en el Archivo Regional de
la Comunidad de Madrid, en el fondo correspondiente a la Diputación Provincial.

Por otro lado, también contamos con la información que nos brinda la prensa
madrileña de la época. Según Mateos Fernández, había 16 diarios en la capital en 1936,
y si bien todos ellos tuvieron que “adelgazar” durante la guerra y algunos acabaron

76
desapareciendo por la escasez de papel, como La Libertad, lo cierto es que muchos
sobrevivieron hasta los días inmediatamente anteriores a la entrada de las tropas
franquistas en la ciudad.243 Así, podemos recurrir al análisis de todo aquello publicado
sobre los problemas de abastecimiento en periódicos como El Sol, La Voz, Mundo
Obrero, El Socialista, Mundo Gráfico, o Estampa, conservados en la Biblioteca
Nacional y también digitalizados recientemente244. El periódico ABC cuenta con su
propia hemeroteca digital, también muy bien organizada y fácil de utilizar245. Por
supuesto, para su análisis hemos de tener en cuenta que las publicaciones periódicas
estaban mediatizadas tanto por la línea política del grupo del que dependían (la prensa
independiente prácticamente desapareció del Madrid sitiado) como por la censura.

Por último, no debemos desdeñar la importancia de los testimonios de las


personas que vivieron en el Madrid de la guerra. Aunque desgraciadamente cada vez
son menos los supervivientes que pueden aportarnos información al respecto, todavía
existen personas a las que podemos cuestionar sobre su experiencia de la escasez y de
sus consecuencias; sobre todo aquellos que, niños en la ciudad sitiada, recuerdan hoy
cómo se enfrentaron sus padres a dicha situación. Valga como ejemplo el testimonio al
que se ha podido acceder para la realización de este trabajo y al que ya se ha hecho
referencia, el de Cristóbal Márquez. En 1938, cuando Cristóbal contaba con 14 años, su
padre, alto funcionario de Correos, llegó a un acuerdo con un viejo compañero de Jaén,
también trabajador de Correos; le enviaría bidones de gasolina vacíos que éste le
devolvería llenos de aceite. Así, utilizando su puesto de trabajo, el padre de Cristóbal
pudo acceder a un producto que resultaba muy valioso en el Madrid sitiado, y con el que
se podían hacer muy buenos intercambios.246Asimismo, contamos con numerosos
diarios y memorias en las que se reflejan las vivencias de los madrileños en esta etapa;
en formato textual, ya sean recopilaciones de entrevistas como las de Pedro Montoliu o
Alfonso Domingo; memorias individuales de personajes famosos como Haro Teglen, o
de personas anónimas como Victoriano Redondo Ledo; o por medio de grabaciones,
entre las que destacan las realizadas por el Seminario de Fuentes Orales de la UCM en
2006247. Así podremos acceder a aquellas actuaciones que no constituyeron delito o no
fueron descubiertas y por tanto no quedaron reflejadas en las fuentes escritas, y cuyo
conocimiento resulta sumamente útil para estudiar las estrategias a las que recurrieron
los ciudadanos en el Madrid de la guerra.

243
MATEOS FERNÁNDEZ, op. cit.
244
http://www.bne.es/es/Catalogos/HemerotecaDigital/
245
http://hemeroteca.abc.es/
246
Testimonio de Cristóbal Márquez Labajo, entrevistado el 03/10/2014
247
MONTOLIU, op. cit.; DOMINGO, op. cit.; TEGLEN HARO, Eduardo. Arde Madrid. Madrid, Temas
de Hoy, 2000 ; REDONDO LEDO, Victoriano. Vivir en Madrid, 1936-1939. Madrid, Entrelíneas, 2003;
Mujeres en Madrid durante la Guerra Civil. Madrid, Seminario de Fuentes Orales UCM, 2006.

77
7. Listado de imágenes y gráficos

7. 1 Imágenes

- Figura 2. Viñetas en La Voz (03/07/36) y El Sol (04/07/36)….................28

7.2. Gráficos

- Gráfico 1. Distribución temporal de las causas…………………………...55


- Gráfico 2. Porcentaje de hechos que constituyen o no delito……………..56
- Gráfico 3. Envergadura del delito cometido………………………………58
- Gráfico 4. Tipo de delito…………………………………………………..59
- Gráfico 5. Forma en la que se inició la causa …………………………….62
- Gráfico 6. Porcentaje de encausados según el sexo ………………………63
- Gráfico 7. Porcentaje de absoluciones y condenas ……………………….64
- Gráfico 8. Tipo de penas impuestas……………………………………….65

78
8. Bibliografía

ABELLA, Rafael. La vida cotidiana durante la Guerra Civil. La España republicana.


Barcelona, Planeta, 1976.

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Guerra Civil española. Vol.4 la guerra de columnas. Barcelona, Folio, 1996

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1939).Cultura y vida cotidiana. Madrid, Síntesis, 2002.

ALBAR EZQUERRA, Alfredo. Visión histórica de Madrid (siglos XVI al XX). Madrid,
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ALIA MIRANDA, Francisco. La guerra civil en retaguardia: conflicto y revolución en


la provincia de Ciudad Real (1936-1939). Ciudad Real, Diputación Provincial, 1994

ALTABELLA, José. “Una revista popular en el Madrid asediado: Blanco y Negro”, en


TUÑÓN DE LARA (coord.), Comunicación, cultura y política durante la II República
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