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Publicado en Nuova Rivista Stonca, I X (192] ), pp. 55-71, 189-216 y
4 ) 7-475; divulgado como extracto por la Societa Editrice Dante Alighieri,
M ilán-Roma-Nápoles, 1926. Traducido al inglés, con algunas modificacio
nes, bajo el titulo de «Tbe Prince: myth and reality», en Machiavelli and tbe
Renai¡sanee, Londres, 1958, pp. 50-125.
I. LA GENESIS DE «EL PRINCIPE»
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42 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
abocó a escribir Etprincipe, estaba en gran parte concluido el primer libro de los Discursos* y quizá
estuviesen ya escritos otros pasajes posteriormente incluidos en los libros siguientes, sienao que,
por su contenido, más bien corresponden al primero. F.n el cap. II de E l principe figura un
reconocimiento expreso det trabajo efectuado hasta esc momento: «Dejaré de lado la reflexión
sobre las repúblicas, porque en otra oportunidad lo hice largamente.» El que los Discnrsos no estén
ordenados con arreglo a un criterio lógico y preciso (O. T o m m a si n i : op. cit., pp, 146*147), es algo
que surge con tot al evidencia de los diversos pasajes extraídos de capítulos cercanos; asi, por
ejemplo, casi t odo el cap. X X I I I del libro I estaría mucho mejor sit uado en el libro I I I , junto a
los caps. X , X I y XU . Además, el ejemplo de Francisco I demuestra que ese pasaje fue escrito
después de 1515 y, por tanto, uue los primeros fragmentos de los Discursos fueron también
reanudados y terminados. (F.n los últimos años, varios estudiosos han vuelto a abordar,
encarándolo con criterios nuevos, el problema de la composición de los Discursos. Siempre se
había aceptado, hasta ahora, que las lineas que inician el segundo capitulo de E l principe («Dejaré
de lado la reflexión sobre las repúblicas, porque en otra oportunidad lo hice largamente») eran
una referencia a los Discursos. Sin embargo, I7. G i l b e r t («The Compositinn and Structure o f
M achiavelli's D iscorsh, en Journal o f tbe liistory o f ideas, X I V , 195 j) , propone la hipót esis de que
esta mención no se refiera a ellos, sino al manuscrito, después peraido, de una obra sobre las
«repúblicas» que M aquiavelo habría utilizado para tos primeros dieciocho capítulos del libro 1 de
los Discursos. Hsa obra, prosigue Gilbert . es. esencialmente, un comentario sobre Ti t o Li vi o, que
M aquiavelo empezó en 1515, cuando comenzó a frecuentar las Orti Orícellari, y que fue
completado, en su estructura actual, en 1917* Post eriormente, J. I I . Huemul («Seyssel, M achiavcllt
and Polybius V I : The M ystery o f the M issing Translation», en Sindies m tbe Renaissance, I I I , 19)6),
tomando com o punto de partida el cap. II del libro I de los Discursos, que evidencia la influencia
de Polibio, ha subrayado que M aquiavelo no sabía griego y no habría podido tener conocimiento
del libro VI de las H istorias de ese autor, en traducción de Janus Lascaris, antes de i j i j .
Últimamente, H a n s Ba r ó n («Té* Principe and the Puzzle o f the Discorsht, en Bibliotbiqm
etHnmanisme et Renaissance, X V I I I , 19)6) afirma que las lineas del comienzo del segundo capítulo
de Et principe fueron añadidas después de la composición de la obra completa, quizá en 1916,
cuando M aquiavelo la dedicó a Lorenzo de Médicis. Según Barun, los Dsscnrsos fueron
compuestos entre 1515 y 1116 . De tal manera, la relación entre la composición de Et principe y la
de los Discursos serla exactamente al revés. Con todo, y a pesar de las ingeniosas argumentaciones,
y a menudo sutilísimas, que se han formulado, sigo siendo de la opinión de que las primeras líneas
del segundo capitulo de fc7 principe constituyen una referencia precisa a los Discursos, que no son
una interpolación posterior y que, en consecuencia, cuando M aquiavelo empezó a trabajar en E l
principe, había escrito ya, por lo menos, una pane del primer libro de los Discursos.]
J Carta a Francesco Vet t ori, del to de diciembre de 1919.
4 Cf. R. F est er : M acbiavetii, Stut t gart , 1900, p. 199.
ACERCA DE «EL PRINCIPE», DE NICOLAS MAQUIAVELO 43
* Véase, por ejemplo, cómo juzga a Florencia: «La ciudad de Florencia (...) ha ido
arreglándoselas durante doscientos años (...) sin haber tenido nunca un Est ado por el cual se la
pueda verdaderamente llamar República» (D iu n r w t 1, X L I X y también X X X V U I ) , o a los demás
estados italianos: «Por tanto, di go que ningún accidente (...) podrá jamás convert ir a M ilán o a
Nápoles en libres, por estar estos miembros totalmente corrompidos», 1, X V I I I . En Ñapóles, la
tierra de Rom a, Romana y Ixrnibardia nunca ha exist ido «vida polít ica alguna», 1. X I .V . Sobre
Italia en general: «Ni os fiéis en absoluto de esos ejércitos que vos decís que en Italia podrían un
día dar algunos frut os, porque eso es imposible», L turre fam t/ iari, C X X X I V (del z6 de agost o
de i j 10 : )’ en la misma carta: «Nosot ros los de Italia, pobres, ambiciosos y viles (...)» Com o
también: «En cuanto a la unión de los demás it alianos, me hacéis reír; primero, porque nunca se
ha efectuado ninguna unión que le hiciera bien a nadie (...)»(carta del t o de agost o de 151 CX X X I ) .
* Respecto a que fuera éste el probable periodo de comienzo de! t rabajo, cf. G. Li sio: en
Introducción a la edición académica de Biprím eipt, Florencia, 19ZI, pp. xvi-xvii.
44 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
* Que el trabajo de aumento y pulimento de que habla M aquiavclo, en la famosa cana del
10 de diciembre de i j i j , no estaba terminado todavía en enero de I J14 , lo demuestran las
palabras de Vettnri: «l i e vist o los capítulos de vuestra obra, y me agradan sobremanera; pero,
mientras no lo teopa todo, no quiero emitir juicio definitivo» (del 18 de enero de t j 14, en P. V i l l a »!:
op. eit., 11, p. i ¿7), [Véase, sin em bargo, el agregado de la nota siguiente.)
10 Efectivamente, no coincido con O. T o m m a si n i , quien considera que el tratado De
principatihsu, mencionado en la cana a Vettori, no era sino un esbozo al que siguió en i j i j la
redacción definitiva (op. eit., I I , pp. 87, 89, 10;). Las razones que aduce en contra de G. Li st o
(«lnt om o alia nuova edizione de 7/ Principe di N . M achiavelli», en Rendieonti ddtAccademia
Nocional/ dei Linee/, 1900, pp. j 2a-3z 3) no son muy convincentes y chocan contra unos
argumentos históricos demasiado poderosos com o para ser dejados de lado sin m is ni m is
(argumentos en los cuales, precisamente, se basaba I Jsi o para el Prefacio de su edición crit ica de
7/ Principe realizada en Florencia en 1899, pp. Ixii-lxiv). Pero es que no solamente falún referencias
relativas a los acontecimientos del verano de 1513, época en la cual debiera haberse realizado la
segunda redacción, sino que existen alusiones precisas que no podrían concebirse si M aquiavclo
hubiese reanudado su trabajo después de tos primeros meses de ese año. La mención del cap. X I
(«(...) y ahora hace temblar a un rey de Francia y ha podido echarlo de Italia») no puede explicarse
como no sea debido a las condiciones del verano-otoño de 1j 1j , las cuales, efectivamente,
obligaron después a Luis X I I al acuerdo con el Papa, precisamente en diciembre, y nunca con la
situación de i j i j , en que Francisco 1 entró en la lucha. Igualmente, las menciones del cap. X I I I
(«error crac (...) como efectivamente se ve ahora, es m ot ivo de los peligros de aquel reino» y «de
ahí que los franceses no basten contra los suizos») no pueden det erminarse sino en función de la
situación creada después de la batalla de Novara y estarían fuera de lugar en 1313. También la
referencia del cap. X X I acerca de Fem ando el Cat ólico (náitimaneemente ha asaltado Francia») nos
hace quedamos en i j i j , y no se justificaría en 1315. Finalmente, ¿cómo podía M aquiavclo, en
ese último año, hablar de Luis X I I com o de un rey de Francia presente (cap. X V I ) , siendo que
habla muerto en enero? Téngase en cuenta que no se trata de hechos ni de hombres de
importancia secundaria, de los que M aquiavelo hubiese podido trascordarse, sino precisamente
de unos acontecimientos de los que su atención estaba constantemente pendiente. Por tanto, sin
duda habría modificado, si no el pensamiento, por lo menos su expresión, si en verdad hubiese
redactado su obra por segunda vez. Y puesto que dedicó U Principe a un M édicis, ¿cómo habría
podido decir «se esperen,, hablando de León X , al cabo de dos años de pontificado en los cuales
no había destacado sólo por bondad, sino también por sus continuas intrigas políticas? En i j i j ,
la expresión, evidentement e, habría sido distinta, y me parece <|uc ésta habría sido una corrección
bastante importante para un M aquiavelo vejado por una pésima suerte y deseoso de volver a
entrar en servicio.
Precisamente por estos motivos históricos no creo que se pueda hablar de un esbozo y una
segunda redacción. Que hayan podido hacerse pequeños retoques aquí y allá, pero sin un criterio
preciso de reordenamiento general, es otra cuestión. Y me apresuro a recordar a este respecto un
pasaje que puede dar lugar a discusión: «Francesco Sforza, para poder armarse, de privado pasó
a ser duque de M ilán, y los hijos, para evitar los sinsabores de las armas, de duques pasaron a
R rivados» (cap. X I V ) , y estos hijos (léase sucesores) no pueden ser más auc Ludovico el M oro y
lassimiliano Sforza, quien perdió su F-stado de resultas de la batalla de M arignano ( 13-14 de
septiembre de 1j 11) . list a mención nos conduciría, pues, a finales de 1913, a menos que se
pretenda entender «hijos» como una mera generalización estilística, limitando con ello la mención,
en su realidad histórica, al M oro. Pero ella me parece tan precisa y tan insistente en la nota
fundamental, «para evit ar los sinsabores de las armas», como no podría serlo tanto si los hijos,
todos ellos, no hubiesen dado pruebas efectivas de cobardía durante un gobierno determinado,
tan clara en la afirmación final, donde se habla de duques, es decir, de principes ya reconocidos
en el t rono, que me induce a aceptar, preferentemente, la primera interpretación. Tam poco cabe
asombrarse de semejante añadido, aunque esté aislado, si se piensa que está inserto justamente en
los capítulos centrales de E i príncipe, y viene a reforzar el pensamiento predominante de
M aquiavelo, la necesidad de las armas propias, y a confiar, además, con el vaior de la realidad
ACERCA DE «EL PRÍNCIPE», DE NICOLÁS MAQUIAVELO 45
hisiórica cercana, los consejos que el escritor form ula al principe acerca <lc la principal de sus
anes; es decir, en el capit ulo que en m ayor medida que cualquier ot r o debía tener present e
M aquiavelo cuando, en t ) i ) . veta en Lorenzo de M édicis, capit án general de la Iglesia, iniciarse
tal vez esc arrepentimiento de los principes tan predicado por el , y tenia, por tanto, que insistir
en sus consejos. M ientras que, por ot ra pan e, la referencia a M assimiliano Sforza no es ilógica si
se piensa que M aquiavclo tiene los ojos puestos en las campiñas de la Lombardia y se recuerdan
los ásperos juicios que formula acerca de ellas. (Lettere fam iliari ci t ., C X X I V , C X X X I , CX X X I I I ;
cf. el juicio de Vcttori. ik id., C X X X I I .)
Tendríamos con ello un añadido a la primera redacción, y, en conclusión, considero que
podría afirmarse lo siguiente: que el tratado, compuesto entre julio de l ) i } y enero-febrero de
1) 14 , aun quedando inalt erado en su plan fundamental, debió sufrir algunos ret oques, de los
cuales, hoy por hoy, es difícil hacerse una idea. Asi se explicarían algunas lecciones más secas y
menos redondeadas de los manuscrit os de Corsini y de Got ha, que no habrían tenido en cuenta
los retoques postenores. Pero de ahí a hablar de un esbozo y una redacción definitiva hay mucha
distancia, y yo seria más bien propenso a creer que ni muchas ni, sobre t odo, muy importantes
fueron las correcciones posteriores a t ) t ) , y ello por las razones históricas más arriba señaladas.
Por otra pane, la tesis que ahora sostiene F. M e i n k c k e , «Anhang zur Einfuhrung», en la
edición de Der Eibrtt y otros escritos menores, Berlín, 19 1) , pp. $8-47, en cuanto a que E l principe
de t | i ) llegara sólo hasta el cap. X I , y que sólo después M aquiavelo le agregara las partes
siguientes, aunque ingeniosamente defendida, no me parece aceptable. Apane de cualesquiera
otras razones, la duda queda resuelta ya desde el cap. I I I : «Y si algunos ot ros alegasen la promesa
que el rey había hecho al Papa (...), responderé con lo que diré a continuación acerca de la fe de
loa principes y cómo se la debe observar.» Es decir, que se remite al lector al cap. X V I I I , y no
se puede ver en esta frase un añadido, com o le parece a M einecke ser la del cap. X («y piara el
porvenir diremos lo que fuere menester»), M aquiavelo, frente al problema de si «el rey Luis
cedió...», responde que no se debe permitir que sobrevenga un desorden para evit ar una guerra;
a la segunda objeción, que concierne a la moralidad del príncipe, responde prcanunciando, no ya
solamente la manera de adquirir los principados y mantenerlos, sino también el modo personal
de actuar el príncipe. Lo que significa, entonces, que desde el primer momento vi o a su principe
tal como después lo desarrolló: al tiempo que, en cuanto a los principados, meditaba ya acerca de
las personas de sus conductores.
Por último, no puede verse en los caps. X I I - X I V una repetición del cap. X . Est e último trata
de la constitución de la defensa, diríamos, cuantitativa, y los otros, de la defensa cualitativa. Aun
con ejércitos propios, no es seguro que un principe pueda siempre hacer una jorn ada si le falta
abandancia de bem brer, he ahí, pues, los preceptos para quien se vea obligado a encerrarse en una
ciudad fort ificada. En los caps. X I I - X l V es ot ro el m ot ivo inspirador. (Me vuelto a abordar el
problema de la composición de E l principe en mi ensayo «Sulla composizione de II Principe di
N iccoló M achiavelli», en A rchhum Rotnanienm , X I (1927), pp. ) ) o-j83. En ese ensayo, justamente,
después de un amplio análisis, arribo a la conclusión (que modifica un tanto la opinión arriba
expuesta) de que E l principe fue escrito entre julio y diciembre de í j t ) , y que, después de esa
fecha, no hubo revisión alguna, ni toral ni parcial.] [También este ensayo está incluido en la
presente edición de los escritos de Chabod sobre M aquiavelo. N E it.)
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nes municipales, que, aunque reducidas a mera forma 19, seguían casi
significando el contraste de los espíritus, fluctuantes entre las
veleidades de gobierno, el deseo de orden y paz, y el simple rechazo,
que a veces se acrecentaba hasta generar oposición, hacia el dictador
que se permitía comprimir la libertad ciudadana20, apelar a los
bandidos, intentar la pacificación de las partes, abrir los Consejos
ciudadanos a los hombres de la comarca 21 y reordenar las tasas y los
impuestos 22 con arreglo a los dictámenes lógicos de la razón de
Estado que le era propia.
Apenas los que habían regido la Comuna advertían la gravedad
de su renuncia y veían caer poco a poco los últimos baluartes de su
pasado predominio, intentaban volver a la ofensiva — por los
medios en que ello era posible— insidiando tenazmente, aunque sin
suerte, a ese gobierno que empero se habían creado: de aquí derivó
un desarrollo histórico pleno de aparentes contradicciones, como
aquella por la cual los primeros fautores del señor se convertían, al
cabo de poco tiempo, en sus enemigos, y los antiguos adversarios,
desterrados hasta el día anterior, se constituían en guardia personal
de quien, quizá en una lejana ocasión, los había desperdigado por
los campos. Coloreaban variadamente semejante contraste motivos
sentimentales y religiosos, de modo que a veces, para defender a la
fatigada sociedad comunal, surgía el hombre de Iglesia tal
contradicción se agudizaba en determinados momentos por las
particulares condiciones externas que determinaban un recrudeci
miento de la presión tributaria, así como una mayor severidad
policial por parte del señor en perjuicio de sus poco subyugados
súbditos; y era prolongada finalmente, en algunos lugares, por la
24 Acerca del significado histórico y jurídico del sistema principesco, cf. las agudas observa
ciones de F. E r c o l e , «Impero e Papato nclla tradizione giuridica bolognese e nelt fírirt o pubblico
italiano del Rinascimento (secoli X I V -X V ) », en A t t i t M tmorie dalla Diputación* di Storta Patria
por t Em ilia t la Komagta%19 11, p p. 164 y ss.
15 M uy acenadamente señala P. T o r e l l i la tendencia de los señores a hacer reconocer por el
emperador la territorialidad de sus respectivos dom ines (op. c i t p. 91)-
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30 A. 1.at t e s , «Dcgli antichi statuti...» op. t il., p. 1075. Conviene recordar que ya la legislación
estatutaria de las comunas tenia unas analogías características y generales, que sin em bargo daban
lugar a una contraposición reciproca y al circulo cerrado de la vida ciudadana. Asi que los
decret os de los señores podían tener esencialmente una eficacia unitaria, decretos que, efectiva
mente, se multiplican junto con el fortalecimiento del poder central.
31 Por ejemplo, en Bérgam o, en 1) 9 1, los estatutos confirman la conocida cláusula de la
iñtopotidod de la m ujer casada fuera de la Comuna, así com o la de los forasteros, para heredar a
un súbdito de la misma (A. L a t t es , / / diritto t t nm utdáum , pp. 16 1 y 4)6), mientras que en San
Salvat orc di M onfcrrat o sigue vigente el principio de que un no súbdito no puede tener casa
alguna, ni construirla, y ni siquiera alquilarla, si antes no ha prestado caución de «Arar róvudm
(«Statuta O ppidi, S. Salvat oris Ducatus M ont isfenat i, secoli xi v-xv», en Rirut a di Slorio, A rlo,
Artktoiogio par lo Prorúuio di Akssossdrio, abril-junio de 19 14. p. yo). En cuant o al ducado de
M onfcrrat o, véase asimismo Is pervivencia de los criterios municipalistas, analizados por A .
Bo z z o l a , «Appunt i sulla vita económica, sulle classi sociali e sull’ordinamento amministrativo del
M onfcrrat o ncl secoli xi v e xva.cn Bolltlioo Slorim -Ribiiofrofito Subalpino. 19 1y,p p.4 y ss. d d extracto.
“ A . L a t t e s , U dirito nasmtodmorio, p . sy.
» N o faltan ejemplos. En 1447, cuando se constituye la República ambrosiana, las demás
ciudades del dom inio de los Visconti actúan por cuenta propia, negándose a obedecer a una
ciudad par 00 oro m it ooUt par olios (L.-G. Pé l i ssi e r , op. t i!., I , p. 90). En septiembre de 1499, el
* Y Carlomagno, mít ico héroe de ot r o pueblo» atrae tas miradas de quienes vuelven la vista
hada at rás. Ezxdi n o da Rom ano se jacta de querer realizar en Lombardia cosas más importantes
que t odas tas que se hicieron desde los tiempos del lejano emperador: Cartusiorum H it/ arm , Rermm
Ita/ kanm Ser ipfr et , X I I , 772. Cf. Gf B. V e r o , Storié dtgít ruttim , Bassano, 1779» 1» p. i ) ) -
58 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
cer el orden y volver a ¡untar los hilos rotos. El desorden del ducado
de Milán a la muerte de Gian Galeazzo y de Filippo Maria demuestra
cómo el más moderno y orgánico de los Estados italianos estaba, en
realidad, minado en sus bases 40.
^ Es evidente que tal carácter se manifiesta, sobre todo, por no decir únicamente, en las
Srandes señorías territ oriales, y la de los Visconti es ejemplo tipleo de ello. En cambio, en el caso
e las que cubrían poco ámbito territorial, y, especialmente, las que no comprendían ciudades que
no hubieran tenido una verdadera vida comunal como para ser de por sí centros, no cabe hablar
de disgregación, toda vez que faltaba la materia misma que pudiera disgregarse.
41 En relación con la pugna, que se prolonga largamente en el siglo xn i , entre la tendencia
dk u t t r it l y la oposición comunalista, cf. E. Sa l z e r , Übtr d« Anjangt dtr Signorit i» O bm ttlun,
Berlín, 1900, p. 61 y ss.
11 F. Co g n a s s o , tp, ( i! . , p. 6.
ACERCA DE «EL PRÍNCIPE», DE NICOLAS MAQU1AVELO 59
43 Cf. las acertadas observaciones en la recapit ulación de F. E sc o l e , «La lona dclle d assi alia
fine del M edio Evo», en Política, octubre de 1920, p. 228.
44 La reforma de las tasas se presenta com o una panacea casi milagrosa para todos loa males»
Véase el curioso ejemplo en Pisa, durante la Señoría de Gam bacona, de tasas aplicadas y
reformadas contra el descontento, ora de los ricos, ora de los menos pudientes, en P. Si l v a , ¡I
goptnto di Pistro Gambacorta m Pisa, Pisa, 1912, pp. 1t6»t 17, 124-126.
45 Ejem plo típico de ello es la polít ica fiscal de los Visconti: P. C sa pesso n i , op. «/ ., en BoUstim
¿illa Sopista Pavsst di Storta Patria, fase. ) , p. 383 y $S.
46 Rizzardo da Camino: «Plebe sue gratus habebatur» ( F e * a et o . H istoria rerum m Italia
justaran, ed. C Cipolla, Roma, 1914, I I , p. 127). M atteo Visconti «maioribus obviar, illas opponens
plebem»; es «auaax ex vutgi robore», «et plebis captivat colla tatemen» (en un poemña de un
tórrense. Pace del Friuli), F. C o g n a sso , op. cit ., pp. 9 y 10. Y piénsese en la «gentem rusácam et
enormem» que resiste a los carrarenses en 132$, y no cumple con sus obligaciones, tara Cammtatis
(Cortusiorum H istorias, Rsram í taltearum Ssriptores, X I I , 833).
47 Véase, a titulo de ejemplo, la obra de Taddeo Pepoli, sutilmente analizada por N .
Ro d o l i c o , D ai Coman* aüa Signaría. Saggfo saigm srm di Taddeo Pepoli ¡n Bologna, Bolonia, 1898, p.
84 y ss.
60 ESCRITOS SOBRE MAQUIAVELO
nadie más que el susodicho duque (Ludovico el M oro) y, de la nuestra, uno; pero nuestra
condición no consiste en hablar tan juiciosamente com o ellos lo hacen, pues nosotros hablamos
a veces de dos a tres juntos, y el susodicho duque deda: «| Eh, de a uno por vezt») (Vh . d e
C o m u t n e s , M im cini, V I I I , 16).
v *> J. BtntCKH ARDT, L a emita dt l Rinauim at», Florencia, t y t i , p. t oa. Sobre la polít ica
exterior de los florentinos en particular, cf. J. L o c h a i ee , Las tUmocratiu itaUnma, Varis. 1916, pp.
141- 146 y *90 y as.