Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
Historia de la sexualidad
Sesión 3: La scientia sexualis
Textos base:
Foucault, Michel. (1975 [2007]). “Clase del 5 de marzo de 1975”. En: Los Anormales. Curso del
Collège de France (1974-1975). Buenos aires: FCE.
Foucault, Michel (1976 [2009]) “Scientia sexualis”. En: Historia de la sexualidad I. La voluntad de
saber. México: Siglo XXI Editores.
Tal como se planteó en el apartado anterior, la introducción de, aquello que posteriormente
llamaremos, el dispositivo de sexualidad se da a partir del establecimiento de regímenes de la
sexualidad donde, en el seno de la familia-célula, se empezaron a formar las nociones de normalidad y
anormalidad alrededor del sexo del infante. Esto es retomado, alegóricamente, al inicio del capítulo por
Foucault, pues plantea que la introducción de la sexualidad ha generado que el sexo se vuelva una
cuestión de poder, caracterizada por las luchas por la definición de los discursos sobre su “verdad”. En
este segundo texto, Foucault explicará los mecanismos a partir de los cuales el sexo, a partir del siglo
XVIII, se constituyó en un objeto de análisis discursivo desde la formación de la sexualidad en los
enmarañados juegos del saber y el poder durante el siglo XIX.
Foucault caracteriza dos procedimientos a partir de los cuales históricamente se ha producido la
verdad sobre el sexo. La primera de ellas es el ars erótica, particularmente propio de las sociedades
clásicas u “orientales”, en la que la verdad sobre el sexo es extraída del placer mismo que se entiende
como experiencia subjetiva. En este tipo de producción, el placer no se ve limitado o instrumentalizado
por leyes o criterios de utilidad, sino se entiende sólo desde una relación intersubjetiva que permita su
comprensión. Aquí la producción de la verdad sobre el sexo tiene una función potencializadora del yo,
en tanto se aplica para la transformación de la práctica sexual y de su interacción con el entorno.
En contraste, Foucualt plantea que las sociedades “occidentales” son las únicas en practicar una
scientia sexualis, es decir en crear una red difusa de procedimientos a partir de los cuales se busca la
exhibición y la puesta en discurso del sexo con fines normalizadores, analíticos, y terapéuticos. La
propuesta de Foucault es que esta scientia sexualis se ha valido del proceso histórico que han
atravesado las técnicas de confesión, heredadas del cristianismo católico y esbozadas en el apartado
anterior en su aplicación médica, para hacer de ellas el mecanismo desde el que se espera la
construcción de la verdad sobre el sexo.
Foucault propone que una de las ideas que potencializa estas prácticas es la de mostrar a la confesión
como una especie de exorcismo lingüístico que liberaría al sujeto de las presiones de su alma y de las
constricciones del silencio impuesto por el poder. Por el contrario, el autor afirma que es la práctica
confesional la que está atravesada por múltiples relaciones de poder evidenciadas desde las prácticas de
normalización que se imponen sobre el sexo una vez la confesión ha puesto al desnudo el placer detrás
de este. Por ello, la confesión es el espacio donde se genera la articulación entre verdad-sexo, pues para
producir esta “verdad” se han dispuesto diversos mecanismos que han prolongado el secreto, así como
se ha exaltado su exposición a través de la confesión donde se constituye la “verdad” gracias a la
interpretación del placer por el sujeto de poder y a la expiación (religiosa, moral, psicológica o jurídica)
del sujeto confesante.
Los siglos XVII y XVIII hicieron que las prácticas confesionales se desplazaran desde su aura
ritual exclusiva hacia otros dominios donde se transformaron, también, sus técnicas de aplicación. A
partir de esta multiplicidad y diversificación de técnicas confesionales, Foucault plantea que se
constituyó un archivo sobre los placeres del sexo, es decir aquello que en relación con ciertas
condiciones históricas puede ser dicho o pensado sobre el sexo, desde la puesta en marcha de estas
prácticas en la medicina, la psiquiatría y la pedagogía. A partir de ello, en el siglo XVIII se inicia la
formación un régimen de sexualidad alrededor de la construcción de nociones de normalidad y
anormalidad sobre los cuerpos, las vidas y los placeres de los sujetos. Es en el proceso de la formación
de este régimen de sexualidad donde Foucault encuentra la explosión discursiva que sustenta su
hipótesis general de trabajo.
Desde lo planteado, Foucault se cuestiona sobre las formas en las que la voluntad de saber,
encarnada en la scientia sexualis, hizo aparecer los rituales confesionales como prácticas con
regularidad científica. Para responde esto, propone cinco procedimientos que permiten comprender su
introducción en este discurso. La relación de la confesión con observaciones científicamente aceptadas,
la visión de peligrosidad del sexo, la necesidad de una interpretación “legímita” del accionar del sexo y
la implantación de una terapéutica para la sanción de la anormalidad son los procedimientos que
permitieron dotar a los rituales confesionales de un aura de autoridad dentro del discurso científico al
presentar la exposición del placer como un paso necesario en el proceso de normalización de los
sujetos.
Así, partiendo de la expansión de las técnicas de confesión y de la formación de un archivo
sobre el sexo y los placeres, se constituye la sexualidad como dispositivo de poder. Este dispositivo que
se constituyó, “por naturaleza” como lo satiriza Foucault, en un espacio penetrable por procesos
patológicos, lo que conlleva a la “necesaria” intervención del saber desde la confesión y la imposición
de prácticas terapéuticas en busca de la normalización. Este ir y venir es el punto más álgido de la
paradoja de la verdad que sobre el sexo propone la sexualidad, pues, tal como el autor lo explica, en el
juego de verdad constituido alrededor de la sexualidad “se desarrollan dos procesos, y siempre cada
uno de ellos remite al otro: le pedimos que diga la verdad (pero como es el secreto y escapa a sí mismo,
nos reservamos el derecho de decir nosotros la verdad finalmente iluminada, finalmente descifrada, de
su verdad); y le pedimos que diga nuestra verdad o, mejor, le pedimos que diga la verdad
profundamente enterrada de esa verdad de nosotros mismos que creemos poseer en la inmediatez de la
consciencia” (Foucault, 2009: pp. 87-88).
Dispositivos, regímenes, técnicas, normalización, voluntad de saber. ¿Muestra todo esto que el
ars erotica ha desaparecido de la civilización occidental? Foucault responderá que no. A pesar de todo
el gran aparataje para la formación de una ciencia alrededor de la construcción de los discursos
“verdaderos” sobre el sexo, Foucault plantea que la producción misma de esta verdad en la scientia
sexualis ha intensificado y creado un tipo de placer propio de un ars erotica: el placer por la voluntad
de saber. Es allí donde se encuentra la excitación que da origen a la explosión discursiva alrededor del
sexo en el siglo XVIII y pienso que es una experiencia de placer similar en la que se basa la invitación
de Foucault cuando propone la necesidad de construir una genealogía de la formación de estrategias,
técnicas, ocultamientos y relaciones de poder alrededor de esta voluntad de saber sobre el sexo de la
cual difícilmente podríamos afirmar habernos liberado hoy.