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nIdentidad alcohólica

Gustavo Gerónimo Hernández1


Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo

Resumen
En la presente ponencia trato de contribuir a los estudios dedicados a la
construcción de la identidad exponiendo la forma en que los grupos de ayuda
mutua de Alcohólicos Anónimos estructuran su identidad por medio de la
experiencia del fracaso. Se señala cómo algunos factores que influyeron en la
construcción de la adicción influyen en la inserción del sujeto a estos grupos de
ayuda mutua y autoayuda. La mayoría de la información que permitió llevar acabo
el presente estudio, se recolecto mediante conversaciones casuales y la aplicación
de entrevistas grupales e individuales, en tres agrupaciones distintas de
Alcohólicos Anónimos situadas en la capital del estado de Hidalgo.
Palabras clave: identidad, alcoholismo, anonimato, experiencia, individuo.
Introducción
El presente trabajo se centra en el estudio de tres agrupaciones distintas de
Alcohólicos Anónimos (AA) de la ciudad de Pachuca, el Grupo Pachuca, el Grupo
10 de junio y el Grupo Plaza Juárez. La información incluye historias de vida a
partir de las cuales se comparan sus elementos en común. Analizaré con estos
referentes la construcción de una identidad colectiva, comenzando desde la forma
en que se construyen como individuos a través de su experiencia personal, su
relación con la sociedad, el anonimato en su función de máscara y la proyección
de una identidad colectiva constituida en el “nosotros somos”.

La investigación de campo se llevó a cabo en 4 semanas, entre las dos últimas


semanas de abril, la primera semana de mayo, y la segunda semana de junio. En
abril y mayo, se trabajó con el Grupo Pachuca, y en el mes de junio con el Grupo
10 de Junio y el Grupo Plaza Juárez. Los tres primeros días con el grupo Pachuca

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Estudiante de 4º semestre de la Licenciatura en Antropología Social en la Universidad Autónoma del Estado
de Hidalgo

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los dediqué a la observación del comportamiento del grupo sin que ellos tuvieran
en cuenta mi presencia como investigador. El cuarto día en que se habían
habituado a mí asistencia a sus juntas, decidí presentarme, así como los objetivos
que perseguía. Aunque su reacción fue de sorpresa, se agradaron con la idea, y
desde este primer acercamiento, propiamente de investigador, algunos miembros
se me acercaron, para hablarme sobre la agrupación de AA y algunos otros se
mantuvieron en su mismo papel, incluso se manifestaron indiferentes. El resto de
los días asistí a sus juntas de manera normal, participando en los talleres de
literatura. Durante los primeros días cómo observador me acerqué a los
integrantes de dicho grupo, mediante conversaciones casuales. Sin descuidar la
observación de los distintos sujetos en su colaboración en tribuna, pero ahora con
la confianza de tomar notas y apuntes sobre lo dicho por lo expositores. En la
última semana, que fue cuando sentí haber logrado la confianza de los integrantes
del grupo, decidí elaborar y aplicar entrevistas dirigidas abiertas. Gracias a este
último tipo de entrevistas se obtuvo el grueso de la información que se integra en
este breve trabajo. La forma de trabajar con los Alcohólicos Anónimos tuvo dos
facetas una entrevista grupal y varias entrevistas individuales aplicadas, a la
totalidad de los miembros del grupo.

Por su parte la experiencia que se tuvo de los otros dos grupos fue diferente. Los
miembros del Grupo 10 de Junio se mostraron más cerrados al trato; este grupo
es demasiado exclusivo aún al interior de los grupos AA. En contraste el grupo
Plaza Juárez mostro el mismo interés que el grupo Pachuca al conocer las
razones por las que me encontraba en ese sitio. Con el Grupo 10 de Junio y el
Grupo Plaza Juárez se realizó observación directa y se aplicaron entrevistas
individuales a los líderes o cabezas debido al corto tiempo que compartí con ellos.
La forma de trabajar las entrevistas en los tres casos estudiados sirvió para
delimitar los aspectos que definen al grupo, así como las similitudes y diferencias
entre sus historias de vida. Todo ello con el propósito de discutir la forma en que
se articula una identidad a través de la construcción de afinidades por medio del
grupo.

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En lo referido a la investigación documental, ésta presentó demasiados obstáculos
debido a la escasa información que existe en torno al tema y otros relacionados
con las adicciones. En su mayoría los documentos encontrados son de corte
psicológico y tratan el tema de la identidad del adicto de manera tangencial, por su
parte los escritos antropológicos se centran en la ritualidad de las agrupaciones.
Lo que persigo con el presente ensayo, no es exponer las particularidades de las
distintas historias de vida como lo haría Joseph Kessel en su libro Alcohólicos
Anónimos (1987), ni la construcción de las identidades individuales, a través de la
enfermedad del alcoholismo, o el transitar del sujeto en la patología. No trataré
estos temas porque ninguno habla sobre la forma en cómo todos estos rasgos en
común se unen para proporcionar a los alcohólicos un sentido de pertenencia. Por
el contrario, éste trabajo expone, la forma en cómo los miembros de grupos de
ayuda mutua conforman una identidad propia.

A pesar de los obstáculos se obtuvieron datos de gran valor concernientes a la


identidad que adquiere un sujeto al integrarse en un grupo de autoayuda. Y al
comparar los datos con mis observaciones de la investigación de campo, puede
asegurarse que no son los rituales, o las experiencias individuales netas, las que
otorgan el sentido de pertenencia y por ende una identidad especifica de los
grupos de ayuda mutua, sino lo que se tiene de la abstracción de las experiencias
individuales; la conformación de la experiencia grupal del fracaso. Por lo tanto se
sostiene que la experiencia del fracaso es el mayor punto de afinidad y filiación
entre los miembros de los grupos de AA.

He dividido este trabajo en seis partes, la primera destinada a los antecedentes de


AA, tratando temas generales, como la fundación del primer grupo a nivel mundial.
Y la fundación y desarrollo de los grupos de AA en el municipio de Pachuca. La
segunda explica los conceptos que se manejan en el texto y que son utilizados por
los alcohólicos anónimos (alcohólico activo, alcohólico anónimo, no alcohólico y
bebedor) que permiten entender el contexto del presente trabajo así como
diferenciar el sistema de categorías de AA. La tercera es una explicación teórica
del proceso de la construcción de la identidad o mejor dicho el proceso de

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construcción de identidades. Se enfatiza el papel que juega la experiencia
corporal, al experimentarse cambios físicos que se traspasan a cambios
conductuales.

En el cuarto apartado, se explicará el proceso de la construcción de la identidad


individual como alcohólico. Destacan algunos aspectos ( la inseguridad, la
carencia) que sirven para la integración al grupo de AA explicando porqué el
grupo de Alcohólicos Anónimos (u otro grupo de ayuda mutua) se vuelve una
alternativa en la búsqueda de un remedio a las adicciones. En el quinto apartado
se discute la relación de los alcohólicos anónimos con el resto de la sociedad.

En la sexta parte expondré la forma en que los alcohólicos proyectan su identidad


a través de la experiencia del fracaso, así como elementos que dan cohesión al
grupo, por ejemplo el fenómeno de invisibilidad que se adquiere dentro del grupo y
las máscaras que ocupan en su trato con las demás personas.

Antecedentes

Alcohólicos Anónimos es un grupo de ayuda mutua fundado en 1935 en Akron,


Ohio por el médico Bob y Bill W, un corredor de bolsa de Wall Street quien
pertenecía al movimiento religioso Oxford de superación, que sostenía que para
superar un problema como las adicciones era necesario realizar un inventario de
los errores cometidos durante la adicción y disculparse con aquellos a quien se
dañó. De este grupo proviene la mayor parte de los postulados de AA.

Desde su fundación, los grupos de AA se extendieron alrededor del mundo, y


actualmente cuentan con más de 114, 070 grupos y un total de 2,133, 842
miembros. Este increíble crecimiento constata las cifras oficiales de la
Organización Mundial de la Salud (OMS) acerca de las 2.5 millones de muertes
anuales causadas por el alcoholismo. Los datos son equiparables con la situación
actual en México y en el Estado de Hidalgo. Desde su surgimiento en el año de
1973 cuando se fundó el primer grupo de AA en la capital del Estado por 3
miembros (Jorge, Arturo, Candelario recién iniciados en grupos de AA del Estado
de México y de Guerrero) se ha intentado combatir al alcoholismo. Aunque por un

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largo periodo el Grupo Pachuca contaba con 4 miembros, con el tiempo llegaron
más miembros que fundaron otros grupos, como el Grupo 10 de Junio, Viviendo
Sobrio, Empezando a Vivir, Venta Prieta hasta los más recientes como los son el
Grupo Plaza Juárez, Veinte de Noviembre, Despertar Espiritual, entre otros.

Todos los grupos de AA cuentan con autonomía, lo que los hace distintos entre sí,
particularmente en las formas de organizarse. Pero las diferencias que puedan
existir no son comparables con todas las similitudes que guardan todos los
grupos, pues el sistema de recuperación que ellos emplean esta diseñado en
primer lugar para dar igualdad y uniformizar a los miembros; se establecen las
mismas normas para todos y una identidad primordial que es la identidad
alcohólica. Por ahora no hablaré de este tema primero debe definirse lo que son
los grupos de ayuda mutua de AA desde la experiencia del alcohólico. Para ello
uso sus propias palabras, al empezar las terapias de grupo.

Alcohólicos Anónimos es una comunidad de hombres y mujeres que


comparten su mutua experiencia, fortaleza y esperanza para resolver su
problema común, y ayudar a otros a recuperarse del alcoholismo.
El único requisito para ser miembro de Alcohólicos Anónimos es el deseo
de dejar la bebida (Alcohólicos Anónimos, 2001: 2)

He ocupado principalmente este enunciado de los miembros de AA por su


importancia para exponer en las siguientes hojas, cómo la experiencia individual
se sustituye por una experiencia grupal, una experiencia como alcohólico a la que
denomino “experiencia del fracaso”, capaz de eliminar la mayor parte de las
diferencias, siendo las generacionales y de clase, las más habituales para este
caso.

Alcoholismo y alcohólicos

Para entender las dimensiones y alcances de este tema debe primero aclararse
qué se entiende por alcoholismo y que es un alcohólico desde la óptica de AA. El
alcoholismo es una enfermedad tanto física y mental. Física debido a la necesidad
biológica que crea el consumo de alcohol, al grado de presentar malestares físicos
si se suspende la ingesta de bebidas alcohólicas. Y mental porque el consumo de

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alcohol se vuelve una obsesión por desear experimentar los cambios de
personalidad existentes en la “borrachera”. Sí el alcoholismo es una enfermedad,
se dice que el alcohólico es un enfermo, y como un enfermo presenta síntomas,
éstos son principalmente la pérdida del juicio al ingerir bebidas embriagantes. Esta
pérdida del juicio implica la desinhibición conductual, un estado en el que los
alcohólicos se sienten a gusto, y por lo que desean repetir siempre la experiencia
de la inconsciencia. En todo caso el alcohólico es aquel enfermo no solo con una
adicción física sino una adicción conductual. Tal adicción al cambio de
personalidad se debe principalmente a la inseguridad que los individuos sienten.

El “no alcohólico” es aquel que puede no beber o puede beber sin perder el juicio.
Un alcohólico activo es quien pierde el juicio y quien no busca su recuperación, o
incluso quien busca su recuperación pero no puede salir de la enfermedad. Por
otra parte, el alcohólico anónimo es un alcohólico en recuperación, quien
constantemente a través de terapias grupales lidia con su enfermedad, e
indiscutiblemente con conductas y sentimientos, que lo puedan llevar a una
recaída.

De esta forma es como podemos diferenciar fácilmente a un alcohólico, un


alcohólico anónimo, un alcohólico activo y un no alcohólico. Más tarde se retomara
este tema.

El proceso de la construcción de “las identidades”

Para responder en que consiste la identidad de un alcohólico anónimo es preciso


aclarar en que consiste la identidad en general. La identidad es resultado de una
serie de procesos que interviene en la edificación de un ser que se encuentra en
constante devenir. Ocupo la palabra serie en su concepción usual de cosas que se
suceden unas a otras y que conservan siempre su relación, aunque la sucesión de
estos procesos sea algo inacabado. Con esto quiero decir que el proceso que
comprende la construcción de una identidad no sólo es un proceso individual
que se da por medio de la denominada socialización primaria, en el que la familia
o el círculo social más cercano, transfiere conocimientos y valoraciones que son

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internalizados, “en este sentido general, constituye la base, primero, para la
comprensión de los propios semejantes y, segundo para la aprehensión del
mundo en cuanto realidad significativa y social” (Berger; Luckman, 2001:165). En
pocas palabras, este proceso ayuda a apropiarnos del mundo de nuestros
semejantes más próximos. Pero la identidad también es un proceso social en que
la alteridad es indispensable; es aquí donde interviene el proceso llamado
socialización secundaria, cuando el sistema de categorías internalizado se
enfrenta al mundo de categorías de los otros, un proceso que no es dado por a
familia, sino por las instituciones y donde nos percatamos de la existencia del
otro, que ha construido su propia percepción del mundo y por lo tanto una
construcción muy distinta a la elaborada por el Yo, lo que crea una diferenciación y
al mismo tiempo establece las proximidades con los demás.

Una vez establecida la relación de diferencia con los demás, entran en juego las
funciones de la invisibilidad y las identidades máscara que sirven para
mimetizarse con los demás, son aquellas identidades “sobrepuestas” que sirven
para una efectiva integración a la sociedad. De manera más breve la idea y la
función de la máscara son “…disimular, ocultar o cubrir artificialmente algo”
(Altuna.2009:50). Esto permite hablar no de identidades falsas, sino de
identidades asumidas al interactuar con las personas. Por su parte, la invisibilidad,
permite que el sujeto pueda uniformase con el resto la sociedad en la que vive, y
por este mismo efecto pasa a ser considerado uno más; los rasgos, que lo definen
como extraño se pierden, adquiriendo los mismos hábitos y costumbres de la
sociedad en que habita, y es gracias a este proceso que el individuo logra ocupar
un lugar no diferenciado e invisible en una sociedad.
Ahora bien, este proceso de diferencias y similitudes entre las personas faculta la
construcción de una identidad colectiva sostenida en el “nosotros somos”. Esto
quiere decir que al reconocer las afinidades entre un grupo y establecer las
proximidades se pueden adquirir nomenclaturas grupales, símbolos rituales, que
los definen como un colectivo en especial, que pueden estar unidos por referentes
como religión, territorio, lengua, inclusive el gusto por un genero musical
definiéndose como “rockeros” o “raperos” etc. Donde la música se acompasa de

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ideología que da cohesión a las identidades en las que se engloban personas de
diferentes grupos culturales, raciales o socioeconómicos. Para el caso de los
miembros de AA no es distinto, la identidad de alcohólico anónimo, abraza a
personas correspondientes a distintos grupos, políticos, obreros y empresarios, a
personas con distintas filiaciones religiosas (protestantes, católicos, ateos etc.),
Pero todas estas identidades, sean religiosas o de cualquier otro tipo, no son
eliminadas y sustituidas por la identidad del alcohólico, son más bien
coexistentes; la persona no deja de ser católico por el simple hecho de ser
alcohólico anónimo ni tampoco deja de ser ateo. Eso sí, hay cambios
conductuales al enfrentarse a una nueva identidad, la identidad del alcohólico
anónimo. Y eso nos recuerda que el proceso de construcción identitaria es
inconcluso y se encuentra en constante cambio, al ponerse en contacto con las
distintas identidades a las que estamos expuestos por los procesos de
socialización secundaria.

Cabe mencionar que en los procesos de identidad individual social y colectiva


siempre esta presente la experiencia vivida a través del cuerpo. Esto es más
visible en los primeros años de nuestra vida, al ser el único medio por el que
tenemos contacto con nuestros semejantes, pero el cuerpo no deja de estar
presente en cada una de las etapas de nuestra vida, y por ende en la edificación
de un individuo. Lo anterior es muy claro para las personas que atraviesan por
una adicción, pues es el cuerpo el que recibe los estímulos, y al mismo tiempo el
que resiente todas las consecuencias. En el presente escrito no busco exponer las
consecuencias que trae a la salud física o mental la ingesta de alcohol, sino la
forma en cómo la alteración de algunas funciones corporales por dicho consumo
se traduce en cambios conductuales que son un elemento indispensable en la
construcción del individuo alcohólico. Tal cambio de conducta es referido en
analogía al muy sonado caso del “Dr. Jekyll y Mr. Hyde” quien al ingerir un extraño
brebaje no cambiaba físicamente, sino conductualmente, desinhibiendo al
individuo. Pero sobre este cambio conductual hablaré mas adelante.

El sujeto en la construcción alcohólica de su identidad

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Este apartado expone la información obtenida mediante entrevistas a sujetos
alcohólicos. Para dimensionar dicha información es menester definir a los sujetos
con los que se trabajó. El Grupo Pachuca, fue el más significativo en cuanto a
cantidad y calidad de los datos obtenidos en esta investigación. La mayoría de los
informantes fueron obreros, dedicados a distintos oficios (mecánicos, hojalateros,
albañiles, carpinteros) la totalidad de las mujeres entrevistadas eran amas de
casa, y sólo dos personas del total de entrevistados habían cursado educación
superior, uno era profesor, el otro abogado, ambos hombres. Sólo hubo un
desempleado. La mayoría de los entrevistados se ubica en un rango de edad
correspondiente a los 40 y 65 años de edad. Casi todos los individuos estaban
divorciados, y sólo dos contaban con pareja. En el Grupo Plaza Juárez las
condiciones de los sujetos fueron similares, la mayoría de ellos eran obreros, con
edades que oscilaban en el mismo rango al descrito para los miembros del Grupo
Pachuca, salvo por un joven con alrededor de 18 años. En el tercer grupo
estudiado; el “Grupo 10 de Junio” la mayoría de los sujetos contaba con estudios
de nivel superior, pertenecían a estratos sociales superiores, entre ellos pequeños
empresarios; en este grupo las edades eran aún más variables pues había
personas entre los 25 y los 70 años.

De las historias de vida de los individuos mencionados podemos encontrar


aspectos concordantes pese a sus diferencias etarias y de clase. En principio, no
parecen tener relación entre sí, ni propiciar su estructuración como grupo. La
defunción de los padres o el abandono, no son comparables con la ausencia de
estos por motivos laborales; este abismo se hace más profundo si tomamos en
cuenta las diferencias más evidentes entre los casos estudiados: sus contextos
culturales. Sería algo arriesgado comparar el contexto cultural de un hombre que
vivió su alcoholismo en la década de 1970 con los jóvenes alcohólicos que
experimentaron su alcoholismo en los años noventas, ni mucho menos con un
joven del 2013. Inclusive ellos mismos no encuentran relación, entre sus historias
de vida, expresándolo de manera literal al referirse que han vivido distintas cosas,
por lo que sus vidas no se parecen. Pero si se toma en cuenta que en todas las
historias se presenta algún tipo carencia afectiva independientemente de que el

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individuo alcohólico haya sido abandonado por sus padres o no, las cosas
cambian. En la mayoría de los discursos expresados se manifiesta un alejamiento
de parte de los padres.

Algunos psicólogos sostienen que para explicar el surgimiento de una adicción se


debe tener en cuenta la desvinculación con los padres y el hogar (como un
proceso natural del sujeto en la adolescencia o como un proceso forzado muchas
veces en la tierna infancia a través del abandono u orfandad), que acarrea
vulnerabilidad y falta de confianza en sí mismo. Esta inseguridad se vuelve un
detonante para el alcoholismo porque el alcohol, dota al sujeto de seguridad y
potencia debido a sus efectos en la conducta, lo que permite una más rápida
socialización, aunado al hecho de que el alcohol es el medio más frecuente y
socialmente más aceptado, para establecer nexos con otras personas. Por medio
de estas vinculaciones en torno a la adicción, se intentaron remediar algunas crisis
de identidad, o llenar vacios emocionales que se provoco por una mala
conformación de la identidad (Ovejero, 2000:199-215) derivada de una mala
internalización del mundo de lo padres debido al distanciamiento. En palabras
resumidas, los sujetos con carencias afectivas y con baja autoestima entraron en
contacto con las adicciones para subsanar sus vacios.

La inseguridad que sienten los alcohólicos causada por la carencia afectiva,


produce un sentimiento de inutilidad, que lleva a muchos a un deambular, transitar
por una vida sin sentido. En una entrevista con el sujeto al que llamaré Juan, me
dijo “…en mi alcoholismo yo no sabia a donde iba, no comía, no veía a mi mujer,
no sabía que iba a ser de mi vida…”2 dicha experiencia es algo que los
alcohólicos y adictos comparten con personas que presentan patologías análogas,
como las asociadas a desordenes alimenticios (cfr. Tinat y Ortiz: 2009). Otros
sujetos patológicos por regla general reconocen que su vida no tenía un rumbo fijo
en la vida cuando consumían drogas o alcohol.

La mayoría de los casos explican la entrada a las adicciones por que éstas les
proporcionaban seguridad y en cierto grado subsanaban las carencias. Pero,
2
Información de campo: Pachuca, 05 de mayo 2013

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entonces ¿cómo explicar los grupos de A A?, ¿cómo logra renunciar una persona
que se encuentra protegida en la adicción a aquello que le proporciona afecto y
seguridad? Pues bien, simplemente sustituyendo el instrumento que proporciona
afecto y seguridad, el estupefaciente, y este instrumento es en el caso del
alcohólico el grupo de AA. Este grupo ofrece un medio efectivo para alguien que
ha roto con su medio principal de asociación, y por ende con sus relaciones. Para
poder reintegrarse a la sociedad, se une a un grupo que le proporciona seguridad
a través de la externalización de sus sentires y experiencias.

Así mismo, la articulación del “sin rumbo” en la explicación del por qué se entra al
grupo AA y por qué se vuelve una opción para su recuperación es fundamental:
los AA ofrecen devolver al sujeto funcionalidad a través de su reinserción social.
Esto lo ven reflejado primero, en una recuperación física, y más tarde en una
recuperación económica. En su propia concepción, esto significa que los volvieron
a ser útiles, principalmente para sus familias. Los tres factores, la seguridad,
afecto y la funcionalidad social, se unen para que el sujeto se inserte en un grupo
de ayuda mutua. No obstante, no se explica, cómo ello les proporciona afinidad
entre sí.

El alcohólico anónimo y la mirada social del no-alcohólico y alcohólico


activo

En los párrafos anteriores he descrito la construcción identitaria individual del


alcohólico de los sujetos, pareciendo que el papel de los no alcohólicos fuera
pasivo o inexistente. Sin embargo, no es así, sin la existencia del no-alcohólico y
de los alcohólicos activos, los alcohólicos anónimos no encontrarían una definición
propia a través de la cual proyectar una identidad colectiva. Y es este el propósito
de las líneas siguientes, discutir cómo la percepción de los no alcohólicos, se
articula dentro del discurso de los alcohólicos anónimos.

Para hablar de una identidad alcohólica, necesitamos primero narrar la forma en


que ellos estructuran el concepto clave de su identidad, el concepto de alcohólico;
tanto lo que significa para ellos, como lo que representa para la sociedad. En

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primera instancia y desde el punto de vista de los alcohólicos, el alcoholismo es
una enfermedad, tanto física como mental; y el alcohólico “la persona que al beber
sufre un cambio conductual”. Si tomamos esto como cierto, la autodefinición de los
alcohólicos anónimos, no habría mucho más que decir sobre el alcohólico, de lo
que ya se acepta de manera general. Cabe mencionar que un alcohólico anónimo
siempre será alcohólico, pues no existe cura a su enfermedad, sólo una manera
de contenerla. Esto es, un alcohólico anónimo; es un alcohólico que controla una
enfermedad a través de un filtro social. Pero lo que representa ante la sociedad y
ante sí mismo no es, un individuo que busca su sanación, sino un ser atípico o
anormal.

El alcohólico anónimo contrasta su identidad, frente a la identidad del no-


alcohólico; a este proceso lo llamamos identidad social “…resultado de un
binomio de pertenencia-comparación que implica distinciones, en la cual el grupo
se autodefine a partir de las características que los hacen comunes y la
(identidad) que resulta de sus diferencias con los otros…” (Mercado, Hernández,
2010: 233). Debido a que el alcohólico anónimo se diferencia de los demás (como
sujeto patológico, pero en tratamiento) los alcohólicos anónimos se perciben de
una forma distinta al resto de la población: en varias ocasiones oí decir a los
miembros que integran el grupo “…esta es mi forma en como lo entiendo, las
personas normales pueden verlo y decir otras cosas…” o “…lo que yo siento
como un loco pero los sanos lo sienten distinto…”, esto demuestra una
percepción y una separación tajante respecto del otro. Observamos que los
sujetos categorizan su existencia “anormal” mediante todo un proceso de
percepción del otro y auto percepción. Iniciándose en la percepción de las
personas normales hacia los AA, como sujetos atípicos por el hecho de haber
dejado de beber no sólo de manera crónica, sino de manera permanente. Esta
categorización de sujetos atípicos proviene del contexto cultural. En el caso de
México generalmente se percibe al consumo de bebidas alcohólicas como algo
“natural” y “normal”. El sujeto que rechaza un brindis o tomar una copa en una
reunión o festejo, de manera tajante y persistente es percibido como atípico y rara
vez se acepta que alguien no le guste el trago especialmente si es hombre. Esta

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percepción que después internaliza el sujeto recuperado y en esta internalización
de conceptos surge una apropiación del término por el propio alcohólico anónimo.
En dicha “apropiación” (cfr. Pratt.1991), el concepto pierde su carga negativa
(otorgada por los no alcohólicos y alcohólicos activos) y al ser ocupada por los
miembros de AA se invierte, con una carga positiva, denotando que su meta es
conducta anormal. Aquellas particularidades adquiridas en un grupo AA que hacen
anormal al alcohólico anónimo, se vuelven positivas porque gracias a esto evitan
una recaída, y por lo tanto ser anormal es algo positivo para ellos.

Identidad alcohólica.

Debo de mencionar que estos aspectos por sí mismos no adquieren importancia;


si así fuera se podría entonces decir que las carencias, y la inseguridad no sólo
son afines entre los miembros de AA, sino con otros individuos categorizados
cómo anormal y aún más con sujetos patológicos. Entendiendo los sujetos
normales y anormales según categorizaciones del contexto cultural del que se
hable. Lo importante no son las historias de vida extraídas en bruto, sino las
articulaciones de estas particularidades y las depuraciones y abstracciones que
los miembros de AA hacen de sus historias de vida para conformar un discurso
con el que proyectan su identidad.

No es la historia de vida del alcoholismo en la individualidad lo que da al grupo


unidad. Las carencias e inseguridad explican la inserción del sujeto al grupo. Y su
autodefinición cómo anormal no los une a otros anormales (no bebedores) ni su
patología los une a otros casos patológicos; personas con trastornos alimenticios,
con problemas mentales o discapacitados. A pesar de que todas las personas son
aceptadas dentro de Alcohólicos Anónimos no los incluye a través de sus historias
de vida. El alcoholismo como fenómeno compartido es el que los une. De manera
que las diferencias en las historias de vida y contextos culturales se depuran en el
discurso de “somos iguales, porque perdimos, ante el alcohol” marcando
afinidades mediante la experiencia del fracaso.

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Esta experiencia grupal del fracaso es algo muy poco referido al hablar sobre los
grupos de autoayuda, por una u otra razón, en la mayoría de los textos que tocan
dicho tema se establece que aquello que adhiere al grupo son las experiencias
individuales y los actos rituales. Los actos rituales otorgan especificidad al grupo,
diferenciándolos de otros, pero no son los que otorgan cohesión. Mientras que las
experiencias individuales son sólo el punto de partida para la experiencia del
fracaso.

La experiencia varía según el sujeto, por lo que la experiencia del fracaso se


vuelve una abstracción de las individuales. El programa de Alcohólicos Anónimos
maneja las experiencias individuales para que el sujeto acepte su derrota ante el
alcohol, sin importar cuál haya sido este fracaso en concreto; el individuo ahora es
un fracasado, sin importar su clase social o su profesión, o en qué parte del
mundo se encuentre, el sujeto es un fracasado al igual que su compañero. Así, el
alcohólico adquiere un sentido de pertenencia a nivel mundial, no importa en que
lugar esté el alcohólico, donde exista un grupo de Alcohólicos Anónimos, el
alcohólico se encontrara en su hogar.

El sujeto al interior del grupo juega un papel de invisibilidad que en el exterior debe
intercambiar por máscaras. Al interior el papel es de invisibilidad porqué los
sujetos que se integran a un grupo de ayuda mutua y llegan con particularidades,
las pierden bajo el programa de los doce pasos que los uniformizan, posibilitando
su inserción en el grupo y limando sus diferencias. Al principio el sujeto recién
integrado, es visible, porque llega con los efectos de un alcoholismo activo, razón
por la que no acatará las normas de AA y su conducta desafiante se hará notoria.
Al intentar de manera más constante llevar a cabo el programa de los doce pasos
su conducta se ira naturalizando al interior del grupo, pues como dice Fernando
Mandujano “para practicarla con destreza, [la acción ceremonial] es necesario
una cierta forma de olvido” (2007:24); esto es, una naturalización de la conducta
que con el tiempo lleva a actuar conforme el al modelo de conducta.

Esto funciona sólo en lo interno del grupo, porque al normalizarse la conducta del
alcohólico dentro del grupo, se hace visible al exterior, en la esfera pública, al ser

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señalado por no beber, especialmente en los contextos donde la mayoría de las
relaciones sociales giran entorno al consumo de alcohol, como las celebraciones.
Para pasar desapercibido entran en escena el anonimato y su función de máscara,
que cubren lo atípico del individuo con la careta de la normalidad, permitiendo una
integración a la sociedad, a través de tratos menos diferenciados con los
alcohólicos activos y no alcohólicos, y con conductas normalizadas, exceptuando
la no ingesta de alcohol.

Esto no indica que al exterior se de una invisibilidad, pues el no bebedor siempre


será señalado como no bebedor y dicha condición tampoco anuncia lo que existe
debajo de la máscara, esta marcando a un “no bebedor”, no necesariamente a un
miembro de un grupo de AA. Este anonimato dota a los individuos de cierta
complicidad, pues sólo entre ellos pueden acceder a las identidades debajo de las
máscaras, conocen sus historias de vida y se reconocen como sujetos que ante la
experiencia del fracaso llegaron a Alcohólicos Anónimos. Al mismo tiempo que la
invisibilidad, las máscaras dan al grupo cohesión; por un lado la invisibilidad
elimina las diferencias entre miembros, por el otro el anonimato dota al grupo de
protección frente agentes externos y coadyuva a la reinserción social de los
individuos.

El fracaso como experiencia

Antes de terminar me referiré a la experiencia del fracaso en su dimensión de


experiencia grupal, Los alcohólicos han fracasado al intentar llevar una vida
funcional bajo los influjos de su consumo habitual, se han integrado al grupo de
ayuda mutua por tal razón.

Ellos no sólo tratan de recuperarse de la enfermedad del alcoholismo, sino de


aquellas experiencias y conductas que desembocaron en su alcoholismo.
Combaten no contra una adicción, sino contra las carencias, la inseguridad y la
gama de emociones que podrían llevar a los sujetos a una recaída; entienden que
sus conductas difícilmente cambiarán, por lo que se sienten como individuos no
curados y ese es un estado de patología permanente en lo que se refiere a lo

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psíquico. No presentan ya los efectos físicos del alcohol, y tal vez no tengan más
la necesidad física de consumirlo, pero no se sienten curados de sus conductas
(neuróticas) que los orillaron al fracaso con el alcohol.

En suma, la proyección de la identidad alcohólica se da a través de las afinidades,


de los grupos y de los miembros, pues ellos se visualizan al interior de la sociedad
como alcohólicos que han sido derrotados y no como alcohólicos activos que
creen que han triunfado sobre el alcohol. Son aquellos que han aceptado su
fracaso, pero intentan combatirlo, como eternos perdedores en su relación con el
alcohol traducida en la no cura de su enfermedad. Esto es lo que articula y
mantiene al grupo: si un miembro se sintiera recuperado dejaría de asistir, en
cambio, al no existir cura para esta enfermedad debe de mantenerse un
tratamiento constante de los síntomas y prevenir una recaída.

Conclusión

En las páginas anteriores he intentado mostrar como los grupos de ayuda mutua,
en especial Alcohólicos Anónimos, son capaces de proyectar una identidad
basada no en la patología como muchos creen, sino en la experiencia de fracaso.
La afinidad que se da a través de decantar las experiencias y obtener de esto un
discurso que pueda englobar a los alcohólicos de todo el mundo, unidos por una
sola experiencia, la derrota ante el alcohol. la finalidad es contribuir a los estudios
sobre los grupos de ayuda mutua, explicando la forma en cómo son capaces de
proyectar una identidad, y señalar la experiencia del fracaso como el elemento
que da cohesión a la identidad alcohólica

Este estudio es una pequeña parte del gran campo que representan los grupos de
ayuda mutua en general, (Neuróticos Anónimos, algunos de manejo de ira, y los
que ayudan a mujeres con problemas de maltrato, o de trastornos alimenticios).
Para el caso de los Alcohólicos Anónimos surgieron varias interrogantes, una de
ellas ¿hasta que punto las carencias referidas por los Alcohólicos Anónimos son
significativas?, ¿surgieron éstas de un intento de mimesis con los fundadores de
AA para poder sentirse afiliados a un grupo nuevo? Como éstas, otras

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interrogantes llevan a cuestionar en que medida se mantiene el anonimato en la
relación con los no alcohólicos. Tales cuestiones evidencian la importancia de los
estudios antropológicos sobre las dinámicas de los grupos de ayuda mutua y
autoayuda.

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