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ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO

Juan José Lozano Melero ocd


Sinopsis del curso
La espiritualidad o reflexión sobre la relación viva con el
Señor o acción del Espíritu de Jesús en cada uno, se
asienta profundamente sobre la Palabra de Dios. Y es
especialmente en el Nuevo Testamento donde encontramos
los elementos y los criterios para interpretar la propia vida a
la luz de la salvación de Cristo. De forma narrada y por tanto,
desde la experiencia y la vida, el Nuevo Testamento nos
anuncia la nueva relación, en espíritu y verdad, que el Padre
quiere entablar y sostener con cada uno en Cristo. En el
curso se expondrá cómo el Evangelio se comprende para la
vida: la figura de Jesús, sus gestos y palabras, su anuncio
junto con el mensaje sobre la acción del Espíritu que
trasmiten los libros que conforman el Nuevo Testamento.
Apuntes para un esquema
0. Introducción: presentación de la materia, propósito,
importancia de la Palabra de Dios, experiencia espiritual de
la Biblia.
1. ExperienciaespiritualenelNuevoTestamento. 2. Sencillo
intento de reflexión sistemática
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0. INTRODUCCIÓN
La Espiritualidad o Teología Espiritual es la disciplina
teológica que reflexiona, explica, ayuda al discernimiento, a
vivir razonablemente en clave cristiana, esto es, según los
impulsos del Espíritu Santo de Jesús que habita en todo
creyente y hace realidad el don de la fe, de la relación viva
con Dios.
Y como no hay teología que no se asiente con fuerza y
decisión sobre la Palabra de Dios, sobre la revelación que Él
nos ha hecho en Jesús de su gracia y de su voluntad, el
estudio tiene que empezar siempre por aquí. Por ir a las
fuentes: qué dice la Biblia, en este caso, el Nuevo
Testamento sobre el tema que nos ocupa, cuál es su
mensaje espiritual.
Realmente podemos suponer antes de comenzar que esta
parte de la materia es crucial. Pues si el Nuevo Testamento
revela y manifiesta el último y definitivo modo de nuestra
relación con Dios, nuestro Padre, en Jesús y a impulsos del
Espíritu, será entonces precisamente en el Nuevo
Testamento donde encontraremos las claves para orientar,
vivir y discernir la vida cristiana a la luz del Espíritu.
Intentaremos, en esta línea, de señalar, descubrir –si es
preciso–, matizar, reinterpretar el mensaje del Nuevo
Testamento, que es la Palabra de Jesús. Ante todo
buscamos comprender desde la base qué nos da el Padre en
Cristo, qué nos pide y cómo nos lo pide.
En el fondo esta es también la pregunta fundamental que
recorre toda la Biblia: ¿cómo y dónde encuentro al Señor y
cómo puedo discernir su voluntad? ¿Quién es Él y quién soy
yo? Para responder hay que ocuparse, en primer lugar, de
la experiencia espiritual que pone de manifiesto la Biblia1.
Esto en el trabajo que nos ocupa significa examinar cómo
ven los textos del Nuevo Testamento la relación de la
persona con Dios, con sus semejantes y con la historia. Y
no basta un examen a grandes rasgos o de las estructuras;
es indispensable ver también su crecimiento, cómo se ha
formado, bajo el impulso de qué factores, cuáles son sus
constantes y su variantes. En consecuencia hay que poner
en claro, por un lado, loa factores que han originado,
estimulado y exigido la experiencia espiritual del creyente
bíblico, y por otro lado, observar las expresiones concretas
en las que necesariamente fue cristalizando.
A este respecto y desde el Nuevo Testamento, podemos
afirmar que se da al mismo tiempo una continuidad en
relación al Antiguo así como una novedad respecto de la
experiencia de la primera alianza, unida a una relación –a
menudo polémica– con la espiritualidad ambiental, judía o
pagana. De la experiencia de fe y verdad de Jesús y su
grupo de discípulos nacieron las diversas comunidades
cristianas, las cuales vivieron con tonos originales lo que era
una experiencia común; vivencia y testimonio que quedaron
plasmadas en los escritos sinópticos, paulinos, joánicos. Se
va viviendo y avanzando en la experiencia en diálogo
constante con el contexto judío y pagano, que a veces
1
Cfr. B. MAGGIONI, Experiencia espiritual en la Biblia en Nuevo Diccionario
de Espiritualidad, Paulinas, 1983, Pág. 689ss.

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significa coexistencia y otras marginalidad y persecución. En


otras comunidades aparecen problemas internos de vida o
de interpretación del mensaje común: las primeras herejías
o desviaciones... Tenemos ya, pues, planteado el ámbito, el
método y la perspectiva de la primera parte de nuestro
estudio.
En una segunda parte, trataremos de examinar y ordenar –
sistematizar se dice en Teología– todos esos datos de
experiencia; trataremos de convertirlos en teología espiritual
bíblica que nos ayude a comprender, reflexionar, discernir y
encauzar nuestra propia experiencia viva y la de las
personas a las que podamos prestar una ayuda.
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I. EXPERIENCIA ESPIRITUAL EN EL NUEVO


TESTAMENTO
La experiencia espiritual que podamos dilucidar tras un
examen atento de las páginas del Nuevo Testamento es,
para nosotros, normativa, esto es, es el modelo para
interpretar y corregir la de cualquier cristiano.
Recorreremos, pues, estas páginas aunque sin pretensiones
de exhaustividad, animando a entrar en el tema más que
pretendiendo cerrarlo definitivamente.
El núcleo, la referencia principal de la misma, tanto para los
autores del Nuevo Testamento como para nosotros es la
experiencia espiritual originaria, la del hombre Jesús de
Nazaret.
1. Experiencia espiritual originaria: Jesús de Nazaret y sus
discípulos.
Comenzaremos por estudiar cómo la experiencia de Dios
original de Jesús es la fuente de su secreto de vida, de su
mensaje y, sobre todo, de su praxis.
A. LA RELACIÓN DE JESÚS CON DIOS
La investigación bíblica y teológica ha constatado a lo largo
del tiempo que no es un buen método recurrir a la
introspección psicológica a la hora de analizar la relación de
Jesús con Dios. Ante todo, porque se ha comprobado hasta la
saciedad que el interés de las fuentes evangélicas no es el
nuestro por esos temas. A ellos no les interesaba más que
lo en Jesús alude al cumplimiento o realización de su
mensaje. La preocupación por sus estados de ánimo, por
sus sentimientos, por como vivía su misión o, en este caso,
su relación con el Padre Dios, es nuestra, de esta época y
no suya.
Pero tenemos otro camino para acercarnos a esta
experiencia fundamental en todo hombre religioso y en modo
muy especial en Jesús: podemos deducirla, paso a paso, de
su mensaje y, sobre todo, de su actuación, de su praxis de
vida2.
Su autocomprensión: una experiencia humana
Primera palabra rara, pero alude a un problema que todos
nos hemos planteado alguna vez: cómo se entendía Jesús a
sí mismo. De nuevo nos falla la aproximación psicológica o
psicologista: no hay testimonios suyos, ni escritos
autobiográficos donde exponga su vocación y su trayectoria.
Aunque mucha tinta ha corrido en la teología y en la
divulgación de la misma sobre el tema, lo cierto es que se
ha ido caminando hacia posturas de
2
Está visto y comprobado que el ser más profundo de una persona humana
aparece o se revela precisamente en sus actos, reflejos de sus decisiones
internas, de su posicionamiento ante la vida.

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sentido común, que son las que podemos utilizar con más
garantía como punto de partida. En este sentido, hay que
entender la experiencia de Jesús esencialmente como una
experiencia humana, eso sí, especial en lo que las fuentes
evangélicas nos van señalando como importante para
nuestra propia comprensión de creyentes, en otras palabras,
en lo que su naturaleza de Hijo de Dios interviene, aunque
siempre humanamente en su única forma de ser personal3.
La experiencia humana, pues, de Jesús es normal, aunque
no vulgar, y al mismo tiempo es especial y los Evangelios
son los que nos ayudan a valorar lo que tiene precisamente
de especial y en consecuencia, de más significativo.
Queremos decir con esto que Jesús fue como uno de
nosotros y por tanto su experiencia nos sirve, nos dice, nos
comunica pero también nos aporta algo nuevo, algo diferente,
algo muy importante.
A este respecto, la moderna interpretación bíblica tiene algo
que decirnos. Desde hace un siglo y medio, más o menos,
se estudia de un modo histórico y crítico la historia y
redacción de los Evangelios. Esta investigación ha señalado
que Jesús se autocomprendía como un Profeta, en el más
puro sentido del Antiguo Testamento. Tenía una conciencia
profética muy marcada, se veía incluso como el Último de
los Profetas, el Profeta Último, Escatológico o de los
Tiempos Finales4.
Así, como Profeta Último anuncia la inminente venida del
Reinado de Dios (ver Mt 4,17; Mc 1,14-15; Lc 4,14-22;
también Mt 5,1-12; Lc 6,20-26), mientras que en su actividad
milagrosa lo ve llegar (ver, entre otros, Lc 10,17).
La Espiritualidad judía de Jesús
Quizá sorprenda este título, pero es una consecuencia
inevitable de lo que acabamos de afirmar y, además,
aparece por doquier en los relatos evangélicos: Jesús se
comporta y actúa como un piadoso judío de su tiempo,
tomando unas posturas que se entienden solo si tienen
como fondo esta realidad. Frecuentemente, todo esto se ha
despreciado, separando a Jesús de su época.
Ante todo, su experiencia humana es una experiencia de fe:
Jesús cree5 y lo hace según los moldes de la espiritualidad
judía, a veces aceptándolos, a veces corrigiéndolos o
negándolos.
3
De fondo suena la formulación dogmática de Calcedonia: «dos naturalezas
unidas, sin mezcla ni división, en unidad hispostática o personal». Dentro de una
comprensión teológica más antigua se tendía a privilegiar la influencia de la
naturaleza divina (omnisciencia, p.e.) sobre la humana. Hoy día, como
orientación general, se valora más la experiencia humana, como
consecuencia de la Encarnación, símbolo y sacramento del ser salvífico
divino (cfr. Flp 2, 6-11). 4 Cuán cerca está esto de los que confiesan los
creyentes: Jesús es el Hijo de Dios... Decir el Profeta Escatológico es todo
lo que se puede afirmar desde la experiencia humana, sentando al mismo
la base para la confesión creyente: Tú eres el Hijo de Dios...
5
Disparo directo a los postulados de la rancia teología tradicional según la
cual Jesús no cree, sino que disfruta en plenitud y desde su existencia
humana, de la visión directa de Dios, del cielo, etc. Hoy día no
comprendemos bien como una experiencia así pueda llamarse humana.

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¿Cómo podemos formular esta espiritualidad judía de Jesús?


Es un poco simple decir que Él se nutría del Antiguo
Testamento, porque la Escritura, en su tiempo, era leída e
influía por tanto en el modo de vivir la relación con Dios
desde un verdadero amasijo de corrientes e
interpretaciones6.
Sobre todo se vivía y leía y pensaba desde las tradiciones
(restos de escuelas). Contra tantos clichés que corren por
ahí hay que decir que el judaísmo de los tiempos de Jesús
no era ni un puro legalismo ni una exaltación apocalíptica.
Había tradiciones, como la isaiana, la deuteronomista, la
piedad sapiencial, la levítico-sacerdotal.
Jesús en los Evangelios dialoga con ellas, las tiene
presentes, las critica, les echa en cara su incoherencia, no
tanto su falta de ortodoxia; les echa en cara que se
desentiendan del problema del hombre normal, que no
escuchan sus necesidades y sufrimientos7. Sobre todo,
Jesús vivió la pasión judía de buscar en todo la voluntad de
Dios, en la vida, en la historia; el suyo era el Dios de
Abraham, Isaac, Israel, de los profetas, de Job, el que
también alentaba y vivía en la piedad farisea y hasta en las
exageraciones apocalípticas.
A los judíos siempre les ha interesado, sobre todo, cómo se está manifestando
Dios, qué quiere decir y, por tanto, cómo hay que responderle. Cada
acontecimiento de la vida y la historia tienen un sentido preciso que hay que saber
descubrir. A los judíos les habla la realidad, el Señor se manifiesta en ella como
nos testimonia el A.T. y ellos se esfuerzan por interpretarla, descubrir y poner en
práctica su mensaje de parte de Dios.

Esta actitud, este estar de Jesús ante Dios8 lo entienden las


primeras comunidades y lo expresan con el título Hijo de
Dios. Jesús es el Hijo para los discípulos, testigos de la
Resurrección iluminados por el Espíritu Santo. Para
descubrir cómo experimentaba a Dios el Jesús anterior a la
Pascua hemos de usar indicios indirectos: su mensaje y su
praxis de vida9. Buscamos, pues, trazas en su humanidad
que nos orienten para descubrir en Jesús la gran obra
salvadora de Dios.
Es también el único modo puesto que Él no ha contado
nunca sus experiencias de Dios, pero a través de cómo
habla y cómo actúa está mostrando cuál es su relación
personal con Él. No obstante sigue siendo una empresa
dificilísima acercarse al misterio personal de alguien, más
todavía de Jesús.
6
En palabras del profesor Alejandro Díaz Macho el judaísmo anterior a la
destrucción del Segundo Templo era una ortopraxis, no una ortodoxia.
7
Que es el peligro y, por tanto, la crítica que puede hacerse a todas las
religiones institucionalizadas: atender más a su propio desarrollo y al
mantenimiento de su estructura, sus ritos y tradiciones que a dar
respuestas y mostrar el rostro auténtico de Dios.
8
Numerosos textos evangélicos, bien leídos, nos informan sobre la
mentalidad judía (humana) de Jesús: sus relaciones con los paganos, p.e.,
aunque en todo sabe ver, es capaz de discernir qué es lo que le está Dios
diciendo.
 9 Sobre todo en sus acciones puede comprenderse alguien ante
sí mismo y ante los demás.

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
Resumiendo:
El Padre, en el ambiente judío y familiar que vivió Jesús,
significa autoridad e instrucción. Él es el guía en los caminos
de la vida.
El hijo recibe todo de él, le pertenece, le debe obediencia,
debe observar sus preceptos y tener como norma de su vida
su voluntad15. Recibe del padre, incluso, misiones, encargos
que debe cumplir.
Primer intento: Jesús llama a Dios Abba
Los Evangelios testifican que Jesús se dirigía a Dios con
esta expresión aramea10. Él llamaba a Dios Padre, e incluso
usaba esta expresión que es un balbuceo infantil, los niños
pequeños se dirigen así a sus padres, como amma y abba,
dice el Talmud. Tiene también un uso normal, entre los
adultos; en cualquier caso es un término familiar11. Jesús se
dirige a Dios con una familiaridad extraña en el judaísmo
envarado y formalista de su tiempo12.
Con todo, eso no es suficiente. Que Jesús tratase a Dios
más familiarmente que la mayoría de sus contemporáneos
no significa más que eso. Algo más significativo es que esta
costumbre pase a los cristianos (Rm 8,15; Gal 14,6) ya que
comunidades de habla griega entienden, conservan y usan
una expresión aramea13.
Lo más importante es que Jesús usa un nombre familiar,
profano –si se quiere- para dirigirse a Dios... ¿Qué quiere
decir? En el ambiente familiar, el abba se refiere sobre todo a
la autoridad paterna; el padre es, ante todo, el superior que
tiene autoridad (exousia). A él le deben respeto sobre todo
los hijos, cuya mayor virtud es la obediencia. El Padre, por
su parte, debe ser para ellos quien asiste y protege a los
hijos, carga con todas las responsabilidades, es el consejero
natural de todos, el patriarca. Es, en realidad, el centro de
toda la familia, el origen, sostenedor de la unidad en la
comunidad familiar. Su autoridad es incontestable y los hijos
deben alegrar sus días (Prov 15,20; 23,22-25); cuánto
pertenece al padre pertenece a los hijos y viceversa14. El
Padre debe instruir a los hijos (Prov 1,8; 6,20; 10,1) y los
hijos acoger estas enseñanzas (Prov 2,1; 3,1; 4,1-2; 5,1;
7,1). «Padres» en este sentido son también los Maestros y
los sacerdotes. Las enseñanzas paternas se observan
siempre, incluso tras la mayoría de edad (el cuarto
mandamiento).

10
En realidad, la expresión abba solo aparece en tres ocasiones, Mc 14,36
(Getsemaní), Rm 8,15 y Gal 4,6, pero son muchos otros los textos en los
que Jesús llama a Dios Padre y que pueden entenderse asociados a la
expresión. Estos serían ipssisima verba Iesu (cfr. JEREMÍAS, J. Abba. El
mensaje central del Nuevo Testamento. Sígueme, Salamanca, 1981.
11
No echemos las campanas al vuelo, puesto que la familia del s.I no era
exactamente igual que la nuestra actual, ni para bien ni para mal.
 12 Sin
duda, algo novedoso, pero que será una tendencia del judaísmo griego en
el s.I. La expresión Padre referida a Dios aparece en el A.T. no menos de
14 veces, pero se temía debido al ambiento de ideas paganas, donde la
paternidad divina se entendía en un sentido sexual.
13
Según los Evangelios, Jesús distingue y usa la expresión abba o sus
equivalentes griegos (o pater mou) cuando Él se dirige a Dios; para los
demás, habla de Padre del cielo, etc.
 14 Son «fórmulas técnicas» familiares.
Cfr. Lc 15, 11-32.
 15 Cfr. también Sir 3,2-6; 7,27; Prov 1,7-8. Desobedecer
al padre es desobedecer a Dios.

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Jesús, pues, llama a Dios Abba, expresando la sustancia de


su vida religiosa, como bien han entendido los cristianos
después de su muerte: Padre, que se haga tu voluntad16. Y
hacer la voluntad de Dios era el centro de la espiritualidad
judía. Éste es el centro de su vida: Jesús hace la voluntad
del Padre y ello revela la más profunda intimidad y
confianza, expresada luego en los «títulos», reflejo todos de
este dato esencial de su vida. Por ello, Jesús no recita el
Padrenuestro, esa es nuestra oración, es nuestra petición
por comprometernos en su proyecto. Jesús dice siempre
Abba, padre mío, es consciente de la diferencia entre su
experiencia de Dios y la nuestra.
Con todo, no queda resuelta la cuestión pues el término, en
sí mismo, puede provenir también de la primera comunidad
que, tanto como Jesús, también hablaba arameo. Podemos
hacer otro intento, otros textos que nos lleven a profundizar
en la misma realidad.
Segundo intento: «Te doy gracias, Padre...» (Mt 11,25-27; Lc
10,21-22)
En la exposición anterior hemos aludido frecuentemente a
textos sapienciales. Es en ellos donde mejor ha quedado
codificada la experiencia de la paternidad y de la filiación.
Por eso vamos a ocuparnos ahora de un texto de doble
tradición, el que citamos arriba, que es uno de los que mejor
expresan este concepto de paternidad de tipo sapiencial y
que además, según la crítica histórica, muy bien podría
referirse remontarse a las mismísimas palabras de Jesús.
Veámoslo, lo primero:
Mt 11,25-27
25
En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor
del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y
se las has revelado a pequeños. 26Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito.
27
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el
Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo
quiera revelar».

Lc 10,21-22
21
En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo: «Yo te
bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a
sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha
sido tu beneplácito. 22Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce
quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el
Hijo se lo quiera revelar».

El texto expresa una comprensión de Jesús desde una


concepción sapiencial17; integra el concepto familiar-
sapiencial con el de mediador. Jesús ha recibido autoridad,
poder del Padre para ser el único mediador de la revelación
del Padre a los pequeños, a quien Él quiera: el Hijo es
totalmente dependiente y, al mismo tiempo, quizá por la
misma razón, es totalmente libre.
En el hombre Jesús habita la Sabiduría y por ello conoce los
misterios del Reino (cfr. Lc 8,10). Es un dato o una
apreciación reelaborada por los Apóstoles, por los
evangelistas pero procede, sin duda, de la vida de Jesús. La
gente se preguntaba viéndole hablar y actuar: ¿de dónde
viene esta autoridad,
16
Recordar toda una serie de textos: Lc 22,42; Mt 26,42; Jn 4,34; 5,30;
6,38; Heb 10,9.
 17 Técnicamente hablando diríamos que refleja –y por
tanto procede- de una cristología bajo- sapiencial.

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esta sabiduría? (cfr. por ejemplo Mc 6,2-3). A Jesús no se le


conoce por su familia terrena, no es como sus parientes o
sus conciudadanos, sino que a El se le identifica gracias al
Padre del Cielo que le ha enseñado todo y eso es lo que Él
enseña. Es el intento de responder a un problema o, mejor,
a una pregunta que planteaba la vida de Jesús: ¿de dónde
viene esto que dice y hace?
Por esto, muy probablemente este texto procede
directamente de Jesús. Él se siente con un mensaje, con
una enseñanza que transmitir y vivir como mediador y dicha
enseñanza tiene su origen en su experiencia de Dios como
Abba, como Padre. Éste y no otro es el fundamento, el alma,
la fuente de toda su palabra y de su actuar concreto.
Gracias a esta experiencia, Jesús dice y hace cosas con
originalidad y autoridad propias. Y al revés, desconectado
de esta fuente, su mensaje y su praxis pierden su
significado y contenido propios..
Jesús habla y se comporta con relación al Reino de Dios
que ve llegar: Él lo celebra (ora), lo enseña, lo muestra en
sus actitudes y en sus gestos. Ningún otro recurso a las
ideas de la época o a la historia de las religiones explica
este mensaje y esta práctica de salvación para todos18,
especialmente aquellos que están más perdidos e
irrecuperables, sino la inapelable experiencia que Jesús
tiene de Dios.
Esta experiencia es un auténtico contraste: por un lado, lo
que se ve, la experiencia humana de sufrimiento,
desesperanza, muerte y maldad incorregibles; por otro, la
experiencia del Abba, esto es, su relación con Dios como el
único remedio al mal, que rechaza a todo coste dar al mal la
última palabra sobre la vida. De aquí, de este contraste,
nace su anuncio de que está viniendo y llegando la
soberanía liberadora de Dios; es el mensaje de una
esperanza que no puede venir de la historia, del progreso,
de las experiencias personales o los movimientos socio-
políticos. Solo gracias a su experiencia de Dios, Jesús
puede anunciar una esperanza que depende, por tanto, de
creerle a Él, de aceptar la llegada del Reino en su
persona19.
B. LAS OPCIONES DE JESÚS
Desde este núcleo central de experiencia, la relación de
Jesús con Dios, nos acercamos ahora a las relaciones de
Jesús con los hombres y mujeres de su tiempo, también con
el sistema de vida y de pensamiento en el que se movió y
que hemos denominado espiritualidad judía, compuesto
fundamentalmente por la ley y las demás instituciones de
Israel.
Jesús y la Ley
La mayor parte de los investigadores está de acuerdo en
que Jesús optó por enfrentarse con la Ley, tal y como se
entendía y vivía en su tiempo. No obstante para evitar
simplificaciones falsas desde el principio es bueno recordar
que el mismo Jesús vivió de esta espiritualidad así como los
primeros
18
Recordar lo dicho sobre el ambiente sectario...
 19 Recordar en el mismo
tiempo y ambiente la predicación de Juan el Bautista: el Reino que llega
es juicio, no esperanza.

ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 9

cristianos no se consideraron en los primeros tiempos más


que como una secta judía. A la vez, Jesús murió ajusticiado,
condenado por ese mismo sistema espiritual en que había
vivido y contra el que se había tenido que enfrentar. Los dos
extremos de la cuestión bastan para ilustrar sobre su
complejidad.
En un primer nivel de tradición y de interpretación, en los
Evangelios aparece no una crítica contra la Ley en cuanto
tal sino contra la comprensión y la praxis farisea de la
misma Torá20. Lo que se niega no son los preceptos rituales
como, por ejemplo, los de la pureza, sino su práctica
hipócrita y vacía. Práctica ceremonial y conducta ética
deben ir de acuerdo. La observancia puramente externa de
las prescripciones sobre pureza conlleva una impureza
latente. Se subraya que este divorcio entre teoría y práctica
es una gran falta de amor hacia los demás al cerrarles el
paso al Reino de Dios. Los fariseos no cumplen la Ley en su
sentido más profundo, pero Jesús sí, por eso, desde la vida,
se constituye en su Maestro. Ésta es la primera
radicalización de la Ley, la primera vuelta a las fuentes.
Un segundo nivel lo encontramos en las antítesis del
Sermón del Monte (Mt 5,39ss.). Aquí se deroga
explícitamente el precepto sobre la limitación de la
venganza (ojo por ojo y diente por diente) y se le sustituye por
el amor al enemigo. Sorprende enormemente este concepto
del prójimo que se amplía hasta el enemigo y que choca
frontalmente con las ideas del judaísmo palestinense que
tendía a aislarse en comunidades de escogidos, que
consideraban «no hermanos» al resto que no pensaba como
ellos. El precepto, además, se une a la promesa de la
filiación divina (Mt 5,45; Lc 6,35). Sólo es justo quien se
porta justamente con su prójimo, y considerarle enemigo no
es ser justo. Se pone de este modo, también, en entredicho,
la propia justicia... los propios criterios. Jesús invita a
sustituirlos por los de Dios que hace brillar el sol sobre buenos y
malos. Ser misericordioso, ser perfecto, en lenguaje de Lc,
es aceptar y adoptar los mismos criterios del Padre. Todo lo
otro es seguir en lo mismo, como los publicanos y los
pecadores. Esta palabra se funda en la propia praxis de
Jesús que acoge en su vida y en su mesa a todos «los
enemigos de Dios». Esta exigencia de amor radical al
prójimo se concreta en la antigua «regla de oro»: no hagas a
los demás lo que no quieras que ellos te hagan (Mt 7,12; Lc
6,31). El Evangelio la formula en positivo: las exigencias
ideales que imponemos a los demás deben ser la norma de
nuestro comportamiento para con ellos.
De este modo disponemos ya de un principio básico que se
remonta a Jesús y que nos permite determinar su postura
ante la Ley: el carácter radical de su exigencia de amar a
Dios y a todos los hombres, incluidos los enemigos, los
publicanos, los pecadores; en otras palabras, el mensaje de
Jesús sobre el acercamiento y la soberanía que Dios asume
a favor de la humanidad.
Otro nivel de la tradición aparece en los relatos en que
Jesús trasgrede la Ley (Mc 2,23-28; 3,1-5). En el primer relato
son los discípulos quienes lo hacen, al cortar y comer unas
espigas en sábado. Los fariseos no les piden explicaciones
a ellos sino como se hacía, al Maestro. El dato es en sí
mismo
20
Cfr. E.SCHILLEBEECKX, Jesús. La Historia de un viviente. Cristiandad, 1981,
Pág. 209ss. ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 10
prueba de que no ha influido en el texto la controversia que
siguió entre la naciente Iglesia y el judaísmo sobre la
interpretación del sábado. Jesús, en su respuesta, cita el
ejemplo de David quien con sus «muchachos» (1Sm 21,6)
se salta la ley. Lo se subraya con esta alusión no es el
hecho de que las leyes generales tienen excepciones o se
pueden romper en caso de extrema necesidad, sino la
comparación entre David y los suyos con Jesús y sus
discípulos. David, gran siervo de Dios, puede hacer a favor
de los que le siguen algo contrario materialmente a la ley.
De igual modo Jesús, por estar al servicio del Reino de
Dios, puede y debe interpretar la Ley. Él es el profeta
escatológico que sabe lo que Dios quiere y obra para con
los suyos. De todos modos, la intención de la perícopa se
formula en su conclusión: «El sábado se hizo para el
hombre y no el hombre para el sábado... el Hijo del Hombre
es señor del sábado». El sentido de la frase, según los
exegetas, sería: Porque el sábado es para el hombre, el Hijo del
hombre es señor del sábado. Jesús no es libre de suprimir o
cambiar el sábado porque es algo querido por Dios. Pero Él
lo quiso para el hombre. Fue introducido en Israel por motivos
sociales de modo que descansen el esclavo y el ganado (cfr. Dt
5,12-15; Gn 2,2-3), como un don de Dios. La casuística y la
interpretación judía querían, en un principio, conservar ese
regalo para hombres y bestias pero las disquisiciones
jurídicas acabaron por traicionar su auténtico sentido,
haciéndolo una carga insoportable en vez de un espacio de
liberación y solaz con Dios. Jesús en función de su
ministerio como profeta escatológico que predica la
soberanía de Dios a favor del hombre, vuelve a hacer del
sábado lo que Dios quiso que fuera.
En el segundo relato se presenta el caso como un desafío
entre Jesús y los fariseos que están acechando verlo
realizar una curación en sábado. Los escribas podían haber
admitido que se podía hacer el bien en sábado en caso de
necesidad pero aquí se trata de una enfermedad antigua que
podía haber sido curada cualquier otro día. Jesús va mucho
más allá: el sábado es un «tiempo para hacer el bien» y no
para caminar entre prohibiciones. Sanar a un desgraciado
es obra sabática por excelencia que, una vez más, anuncia
la soberanía de Dios para el hombre manifestada en la
persona de Jesús, aun a costa de la propia vida del profeta.
Él revela e interpreta la Ley en su auténtico sentido de
libertad para hacer el bien (cfr. Mc 3,4) haciendo surgir en la
práctica una nueva imagen de Dios que opta siempre a
favor de los hombres. La crítica de Jesús contra la praxis
real del sábado y de la Ley coincide con su concepción del
Dios vivo: un Dios preocupado por la humanidad.
Podemos afirmar entonces que en su vida terrena Jesús no
se preocupó nunca de un legalismo formalista sin contenido
real, es decir, carente de amor a Dios y al prójimo. «Nada
que entra de fuera puede manchar al hombre; lo que sale de
dentro es lo que mancha al hombre» (Mc 7,45 y par): las
prescripciones de la pureza exterior solo tienen sentido en
función de la pureza interior, ética. Jesús no contradijo la
Ley sino que la radicalizó al explicitar sus más profundas
intenciones salvíficas, que manifiestan el rostro de un Dios
que vuelve siempre por la persona. Esto tiene como
consecuencia inevitable la relativización de las «leyes
hechas por el hombre», lo cual significa que la praxis del
Reino de Dios no puede plasmarse en leyes jurídicas (por
más que a veces lo pida la vida concreta). En ocasiones
será preciso hacer más de lo exigido en las leyes; pero
también puede ser preciso transgredir lo previsto en las
leyes, lo cual significa
ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 11
la grave responsabilidad de descubrir y secundar el kairós o
momento favorable de Dios.
Jesús radicaliza la Ley en virtud de su experiencia del Dios
vivo. Él no es exegeta de la Ley sino del Dios Vivo, de su
soberanía y actuación, con lo que también revela y
desenmascara al hombre y le otorga una nueva perspectiva
de salvación.
Tras la Pascua esta actitud se transformará en una
reclamación de autoridad dentro de un auténtica
provocación: Jesús, en el Cuarto Evangelio, no solo cura a
un paralítico en sábado sino que le ordena –lo cual significa
una provocación– cargar con su camilla, profanando
innecesariamente el sábado. Jesús es después en los
Evangelios el legislador soberanamente libre cuya actividad
salvífica no se detiene ante ninguna ley humana particular.
Al contrario, Él es el fin de la Ley (Rm 10,4), el lugar donde
ahora se manifiesta la voluntad de Dios.
Jesús y el Templo
Desde su conciencia como profeta de los últimos tiempos
Jesús también se enfrentó al Templo, centro de la
espiritualidad judía de su tiempo. El texto central es sin duda
el de la purificación del Templo (Mc 11,5-18; Mt 21,12-17; Lc
19,45-48; Jn 2,13-22)21.
A decir de los investigadores la forma más antigua del relato
está en Mc 11,15-16a.18a.28-33:
15Llegaron a Jerusalén y, entrando en el templo, echó a los que estaban allí
vendiendo y comprando; volcó las mesas de los cambistas y los asientos de los
vendedores de palomas, 16y no permitía que transportaran objetos por el templo.
17Y les enseñaba diciendo: «¿No está escrito que mi casa es casa de oración para
todas las naciones? Pero vosotros la habéis convertido en una cueva de ladrones».
18Los sumos sacerdotes y los maestros de la ley, al enterarse, buscaron el modo de
acabar con él, 28y le preguntaron: «¿Con qué autoridad haces todo esto? ¿Quién te
ha dado esa autoridad?». 29Jesús les respondió: «Yo también os haré una pregunta,
y si me contestáis os diré con qué autoridad hago todo esto. 30¿El bautismo de
Juan era del cielo o era de los hombres? ¡Respondedme!». 31Ellos se hicieron este
razonamiento: «Si decimos que del cielo, nos dirá: Entonces, ¿por qué no creísteis
en él?; 32y ¿cómo vamos a decir que de los hombres...?». Temían al pueblo,
porque todos tenían a Juan como verdadero profeta. 33Y respondieron a Jesús: «No
lo sabemos». Y Jesús les dijo: «Tampoco yo os digo con qué autoridad hago todo
esto».

El episodio se narra con la mirada puesta en sus


consecuencias: el conflicto que llevó a Jesús a la muerte, al
enfrentarlo al Sanedrín. En nuestra reconstrucción se ve
como el texto conecta perfectamente del v.18a al v.28: la
pregunta por la autoridad de Jesús estaba originariamente
unida al relato de la purificación del Templo. Algunos
miembros del Sanedrín le preguntan a Jesús por qué hace
esas cosas.
21
Se trata de una perícopa de difícil susceptible de interpretaciones muy
diversas. Un buen resumen en Jesús... Pág. 221ss.

ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 12

Se trata de una acción profética de Jesús22 para provocar la


conversión de Israel. Está en discusión si Jesús quita todo el
valor con este gesto al culto del Templo. Por un lado, el
texto afirma que Él expulsó a los cambistas y no permitía
que nadie transitase por el recinto exterior del Templo. Si
consideramos que de este tránsito, de estas ventas,
dependía el propio culto, entenderíamos que lo que hace
Jesús es interrumpirlo, afirmar que ya no tiene sentido. Por
otro lado, toda la escena se desarrolla en la explanada del
Templo, el llamado «atrio de los gentiles». No se trataría así
tanto del lugar de culto propiamente dicho cuanto de la
santidad del conjunto del Templo y Jesús estaría
denunciando una vez más el divorcio existente entre
ortodoxia y ortopraxis dentro de las instituciones judías que
falsea la auténtica intención de Dios al crearlas23.
Junto a este texto, Jesús menciona en otras ocasiones la
destrucción del Lugar santo y su reconstrucción
escatológica (Mc 14,58 y par.). El logion cuenta con todas
las posibilidades de ser auténtico de Jesús y afirma que el
lugar del encuentro con Dios no será ya el Templo, sino el
propio Jesús; Él reemplaza al Templo como medio para la
relación con Dios. Sin duda después de la Pascua se
interpretó estos textos en un sentido cristológico y
soteriológico: Jesús como definitiva presencia de Dios en la
tierra, pero en los primeros niveles de la tradición no hay
duda de que esta denuncia de Jesús fue uno de los motivos
que causaron su prendimiento y su condena a muerte24.
Esta visión cristaliza en la versión del IV Evangelio que
coloca la purificación del Templo al comienzo de la vida
pública de Jesús25:
13
Se acercaba la pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén, 14y halló en el
templo vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y cambistas en sus puestos.
15
Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del templo, con las ovejas y los
bueyes; esparció por el suelo las monedas de los cambistas y volcó las mesas. 16Y
dijo a los vendedores de palomas: «Quitad esto de aquí; no hagáis de la casa de mi
Padre un mercado». 17Sus discípulos se acordaron que está escrito: El celo de tu
casa me devora. 18Entonces los judíos dijeron: «¿Qué señal nos das para obrar
así?». 19Jesús les respondió: «Destruid este templo y en tres días lo levantaré».
20
Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años se tardó en construir este templo, ¿y
tú lo vas a levantar en tres días?». 21Pero él hablaba del templo de su cuerpo. 22Por
22
El término alude a gestos originales de los profetas con los cuales
significaban una palabra de parte de Dios que apoyaba su proclamación.
Ver por ejemplo Ez 12,1-20.
 23 Tema muy frecuente en los profetas. Ver
Am 5,21-25; Jer 7,3ss.; Zac 14,21. Una delas promesas mesiánicas es la
purificación del Templo: desaparecerán los mercaderes y el lugar santo
será sobre todo eso, el lugar del encuentro con Dios.
24
Por falso profeta; la misma acusación que sufre Jeremías por predecir
también la destrucción del Templo, cfr. Jer 26.
 25 En opinión de E.
SCHILLEBEECKX, Jesús... Pág. 224 el hecho acaecería ni al principio ni al
final, más bien en medio y sería el origen del impacto y la popularidad del
profeta de Galilea. Aquí se fundaron tanto las esperanzas que suscitó
como el peligro que empezó a representar para otro sector –el poderoso–
de la población. Incluso respecto de la versión joánica, comenta R.
SCHNACKENBURG, El Evangelio según san Juan, tomo I, Pág. 407: «el relato
transmite una mirada a las profundidades que permite descubrir las
ocultas fuerzas motrices de la incredulidad, el abismo abierto entre Jesús
y el judaísmo oficial, y hace que desde el comienzo se entrevea la
catástrofe que se está fraguando, la vez que introduce al lector en la visión
de fe».

ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 13

eso, cuando resucitó de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que ya lo
había dicho, y creyeron en la Escritura y en la palabra de Jesús.

El relato está estructurado cuidadosamente en base a dos


planos: el de Jesús (lo que hace, vv.14-15; sus palabras,
v.16; recuerdo de los discípulos, vv.21-22) y la reacción de
los judíos, v.18; palabras enigmáticas de Jesús, v.19;
errónea interpretación de los judíos, v.20; comentario del
evangelista y recuerdo de los discípulos.
La acción se sitúa en las fiestas de la Pascua, con la que el
evangelista afirma no tener ya nada que ver, es la Pascua de
los judíos. Probablemente en alguno de los días anteriores a
la fiesta que era cuando reinaba la mayor animación de
vendedores y cambistas en el atrio del Templo. Jesús
condena la práctica casi inevitable porque tiene lugar en el
ámbito sagrado, sobre el que él no diferencia ni atrio ni
santuario. El evangelio menciona todos los animales, no
solo los pequeños –palomas– sino también las ovejas y los
bueyes que se necesitaban para los holocaustos y los
sacrificios de comunión. En el Templo no estaba permitido el
uso de armas, por eso Jesús usa un flagellum, seguramente
para expulsar a los animales y dirigió su reprensión a los
vendedores de palomas que no podían ser expulsadas con
el látigo. Es la descripción precisa de un gesto profético
claro y significativo.
Los discípulos se hacen cargo de las amenazadoras
consecuencias para Jesús: el celo de la casa de Dios acabará
todavía por quitarle la vida26. Se trata de un celo que hace algo
más que consumir interiormente: conlleva sufrimientos y
oprobio, el que lo padece tiene que enfrentarse a muchos
que lo escarnecen y lo odian. Comienzan los mismos judíos,
los vigilantes del Templo, pidiéndole un signo, una especie
de prueba de la autoridad divina con la que ha hecho
aquello. El signo que ofrece Jesús es una frase enigmática,
en el más genuino estilo de los profetas27 aunque también
del Jesús jóanico quien propone muchas veces frases
reveladoras destinadas a crear un malentendido. La fórmula
en este caso prepara el comentario del evangelista: Jesús
habla del Templo que es su cuerpo. Intencionadamente se
usan expresiones como ‘demoler’ y ‘erigir’28 para indicar un
profundo significado simbólico en el gesto de Jesús que va a
la muerte debido a su celo por la presencia de Dios entre su
pueblo pero que resucitará, Él mismo, con su gesto está
transformándose en el Lugar de la manifestación de Dios,
allá donde el hombre puede encontrarlo. Con Él alborea el
tiempo de la adoración en espíritu y verdad (4,23); su
cuerpo es la fuente de las corrientes de vida (7,38 y 19,34).
26
Salmo 68,10 en la versión de los LXX. El verbo griego significa ‘devorar
completamente’, ‘consumir’, ‘devastar’. El evangelista cambió a futuro el
aoristo del Salmo, aunque dicha versión también está atestiguada en
alguno de los códices.
27
Muchas veces estos respondían o daban signos por medio de un masal
o máxima popular, como en Is 7,10-17.
28
El segundo es el verbo que más comúnmente se usa para hablar de la
resurrección (ver v.22).

ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 14

Jesús y los marginados


La cercanía de Jesús a los marginados de su tiempo y
sociedad es otro de los datos de su vida que cuentan con
más garantías de historicidad y nos ponen en la pista para
descubrir otra de sus actitudes fundamentales. Los
Evangelios insisten en la amistad de Jesús hacia
publicanos, prostitutas, samaritanos, leprosos, viudas, niños,
ignorantes, gentiles, enfermos, etc. Todos ellos podrían
englobarse en la categoría de pobres y socialmente eran
descritos en el tiempo como pecadores29 por estar situados
fuera de la sociedad por menospreciar notoriamente el
mandamiento de Dios o ejercer profesiones despreciadas30
porque, en la opinión general, conducían a la inmoralidad:
jugadores, usureros, recaudadores, pastores (que
esquilmaban con los rebaños campos ajenos, no cumplían
la ley, engañaban con los animales para los sacrificios).
Entre ellos, los publicanos gozaban especialmente de mala
fama. Estos recaudadores de derechos aduaneros31 eran los
subarrendatarios de los ricos contratantes de aduanas32 que
ofrecían un contrato por toda la recaudación de una
provincia o un lugar, cantidad que tenían que obtener más el
montante de sus beneficios y era típico que se
aprovechasen de la ignorancia de los demás en todo lo
concerniente a tasas aduaneras33. El desprecio por ellos
alcanzaba a sus familias y se les negaban los derechos
civiles, ni siquiera podían ser testigos ante los tribunales; si
pertenecían, por ejemplo, a una comunidad de fariseos
antes, eran expulsados. El arrepentimiento era difícil porque
implicaba restituir lo robado además de renunciar al cargo.
Los contemporáneos de Jesús se escandalizaban, pues, de
los tratos del Galileo con ellos pero la razón no era ritual ni
política (colaboracionismo) sino moral.
Otra expresión que designa a los seguidores de Jesús es los
pequeños (ver Mc 9,42; Mt, 10,42; 18,10.14; 25,40.45) o los
sencillos (Mt 11,25). La palabra que subyace es seguramente
nh,pioj y designa a los discípulos de Jesús como personas a
quienes falta toda formación religiosa, es decir, puesto que
en el judaísmo palestinense no había más formación que
está, como personas incultas, retrasadas, nada piadosas.
En resumen, se trataba de personas difamadas, sin ninguna
reputación o estima a quienes su ignorancia o su
comportamiento moral, cerraban el camino de la salvación.
Jesús les
29
Para más detalles, J.I. GONZÁLEZ-FAUS, La humanidad nueva. Ensayo de
Cristología. Vol. I pág. 87ss.
 30 Ver también, J. JEREMIAS, Teología del
Nuevo Testamento, Sígueme, Salamanca, 1974, Vol. I, pág. 134ss.
31
Para diferenciarlos de los recaudadores de impuestos, encargados de
cobrar el impuesto directo, capitación o impuesto personal y la
contribución territorial; estos eran funcionarios estatales cuya misión era
repartir los impuestos entre los ciudadanos que tenían que pagarlos, y
respondían con su fortuna personal de que se cobraran.
32
Como Zaqueo, ‘arcitel ́wnhj, en Lc 19,2. 33 Ver Lc 3,14.

ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 15

contempla con grandísima misericordia a estos «pobres» a


quienes el mundo niega todo y pretende que Dios haga lo
mismo34.
Se trata de uno de los puntos en que el contraste entre la
figura de Jesús y el ambiente es mayor. Su misma persona
no está exenta de ciertos rasgos de marginalidad35 al
haberse movido en un ámbito de judíos y paganos que al
final acabó por rechazarlo y silenciarlo; también dejó un
oficio respetado para convertirse en un predicador itinerante
y vagabundo, sin estudios, que se atreve a enfrentarse a los
entendidos y sabios de las cosas de Dios y practicar y
predicar prácticas también marginales como el celibato, el
no-divorcio y el no ayuno. Se convirtió a sí mismo en un un
pobre laico hecho profeta y maestro, figura religiosa sin
credenciales proveniente de una Galilea rural y revuelta, sin
base de poder en la capital. Su final, rechazado por todos,
es el principal signo y prueba de lo incómodas y peligrosas
que resultaron sus palabras y sus gestos: fuera de la ciudad,
maldito, colgado de un madero, falso profeta y agitador
fracasado.
Junto a todo lo dicho, hay que hablar brevemente de la
conducta de Jesús con esta gente. El rasgo más típico y
más garantizado por las fuentes es que come con ellos. En
el mundo antiguo, oriental, la comida con alguien es una de
las honras más grandes y de las mayores expresiones de
intimidad que se pueden dar. Compartir la mesa significa y
realiza una relación de confianza total que se manifiesta en
la paz, la fraternidad y el perdón36. Entre los judíos, además,
la comida es comunidad ante Dios y por eso mismo la
comunidad de mesa solo está abierta a los puros, a los que
están en plena comunión con nosotros. Jesús también habló
del Reino como una comunidad de mesa... Por eso, cuando
come con los pobres y los pecadores está anunciando el
contenido explícito del Reino que viene. Esto explica
también el escándalo de los puros y los piadosos pues el
separarse de los pecadores era el supremo deber religioso
para el judaísmo de aquella época. Se sabe que Dios es
misericordioso, Israel lo experimenta cada día, pero esta
gracia, esta ayuda es para los justos. Para que el pecador
participe de esta justicia debe haber demostrado
sobradamente la seriedad de su arrepentimiento por el
cambio de conducta y la reparación, haciéndose «justo».
Que Jesús actúe de este modo está despreciando a los ojos
de los fariseos el comportamiento moral, como si este no
importase a los ojos de Dios. ¿Cómo y dónde lo justifica
Jesús? En las parábolas37.
El escándalo nace de la Buena Noticia y de a quién, según
Jesús, esta va destinada. En las parábolas emergen tres
razones que lo justifican:
34
Algunas frases de fuentes fariseas nos muestran esta mentalidad y este
desprecio: «un fariseo no se queda de huésped con ellos ni los recibe en su casa»;
«está prohibido apiadarse de alguien que no tiene formación». Incluso en
Qumrán encontramos: «no voy a apiadarme de todos aquellos que se apartan del
camino». También Jn 7,49.
35
Ver J.P. MEIER, Un judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico. Vol. I,
págs. 34ss.
 36 En 2Re 25,27-30 una comida anuncia la rehabilitación de
un cautivo, el rey de Israel, y pone una nota de esperanza al final del libro
de los Reyes. Ver también Jer 52,31-34.
 37 Así J. JEREMIAS, Teología...,
Pág. 145ss.

ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 16

Los pecadores (amartwloíi) son como enfermos que


necesitan al médico (Mc 2,17). Solo los enfermos o los
cargados de deudas y culpas pueden medir realmente el
perdón. Su gratitud por eso no conoce límites (Lc 7,36-50).
Los que a sí mismos se creen justos (diakioi) están lejos de
Dios. Jesús les llama la atención sobre esto para que
comprendan su error de perspectiva (Lc 18,9-14). Y les da
razones: afirman ser obedientes pero no lo son de hecho
(Mt 21,28-31); no están dispuestos a secundar el
llamamiento de Dios (Lc 14,16- 24) y rechazan a sus
mensajeros (Mc 12,1-9) y sobre todo, porque son injustos y
despiadados hacia sus hermanos pobres (Lc 15,25-32). No
conocen el perdón y, por tanto, tampoco son capaces de
amar (Lc 7,47).
Pero sobre todo es que Dios es así, dice Jesús.
Infinitamente bondadoso y lleno de amor (Mc 22,1-10), se
llena de alegría cuando un pecador vuelve (Lc 15,4-10).
Escucha a la primera, no como los duros jueces humanos
(Lc 18,1-8). Es como el padre que no deja ni disculparse al
hijo pródigo (Lc 15,19-21). Entonces queda claro que Jesús
con su conducta que suscita escándalo pretende hacer
realidad el amor de Dios y actuar como representante suyo.
Es claro, además, que todas estas afirmaciones pertenecen
al núcleo más original del mensaje de Jesús. Pues el
anuncio y la realidad de que Dios quiere relaciones con el
pecador, y solo con él, y de que hacia el pecador se dirige el
amor de Dios, no tiene ningún paralelismo en la época. En
todo el judaísmo contemporáneo no se encuentra nada
comparable. Todo se confirma indirectamente por el
testimonio del escándalo que provocó en su tiempo y que
atraviesa todas las capas del Nuevo Testamento. Es el
escándalo prepascual así como la muerte en cruz es el
escándalo pospacual de la vida de Jesús.
El misterio de la Pascua
La muerte en la cruz de Jesús no es sólo la lógica
consecuencia de su anuncio del auténtico rostro de Dios y
de su vivir en coherencia con él. Jesús la previó y no quiso
huir de ella porque la interpretó como el gesto definitivo de
su obediencia y confianza en el Padre.
En efecto38, habría que tomar a Jesús por ingenuo si
pensamos que en su viaje a Jerusalén no sabía el peligro
que corría. Sin duda guardaba un vivo recuerdo del martirio
de Juan Bautista e igualmente era consciente de que su
mensaje, sus acciones y sus tomas de posición molestaban
a muchos, sobre todo a la casta que ostentaba el poder en
su país39. En definitiva: la ejecución de Jesús, a nivel
histórico, se explica por varios factores, cualquiera de los
cuales era ya en sí bastante peligroso como para llevarle a
la muerte (enfrentamiento a las autoridades religiosas,
miedo de judíos y romanos a las consecuencias de los
levantamientos y las algaradas, su vida y sus tomas de
38
Para lo que sigue, E. SCHILLEBEECKX, Jesús... págs. 273ss.
 39 Los
romanos crucificaban a la menor sospecha, no tenían problema. También
Herodes Antipas tenía el ius gladii como lo demostró haciendo matar a
Juan Bautista. En Jerusalén estaba el Sanedrín, formado por los
saduceos, los ancianos y los fariseos. Con los que menos enfrentamientos
había tenido Jesús era con estos últimos.

ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 17

posición). Jesús tuvo que contar con ello, primero como


posibilidad y más tarde como absoluta certeza: moriría o por
la espada o lapidado por orden del Sanedrín. Y por tanto es
un dato que Jesús debía integrar en su entrega total a Dios
y armonizarlo con el convencimiento de la urgencia de su
mensaje. Las fuentes evangélicas y las palabras que
cuentan con la posibilidad de ser más cercanas a las de
Jesús nos hacen pensar que él no se limitó a soportar la
certeza de su muerte con una confianza ciega y radical en
Dios sino que terminó por ver en esa situación histórica la
realización soberana y libre del Reino que anunciaba, no a
pesar del fracaso histórico de su misión sino gracias,
precisamente, a él.
Hay una primera pista en Mc 10,45: pues el Hijo del Hombre
no ha venido para que le sirvan sino para servir y dar su vida en
rescate por muchos (ver también Lc 22,27 y 12,37b y Jn 13,1-
20): el tema de la muerte expiatoria de Jesús está unido al
del servicio, la diakonía que fue el sentido de su vida. La
combinación de ambos temas se hizo en la tradición de la
última Cena al interpretarse la Cena como gesto último de
servicio, culmen de la misión de Jesús. En la comida queda
claro que Él es el servidor, el servicio de amor se revela
como el principal distintivo de su vida y en el último y
definitivo gesto de su muerte se convierte en servicio
amoroso que hace de los discípulos «nueva comunidad» y
«nueva alianza».
Lo dicho no significa que Jesús desease morir o lo buscara
como la única posibilidad de realizar el Reinado de Dios... o
que hiciese de la necesidad, virtud como decimos nosotros.
Jesús fue un hombre real que fue capaz de discernir que su
anuncio y su vida, como esperanza para los hombres, no
quedaba cancelada con la muerte. Y además encontró el
modo de comunicar esta confianza a los suyos, si bien de
modo velado y no demasiado explícito: en la Última Cena.
Estos relatos a pesar de su elaboración procedente de la
celebración eucarística contienen un núcleo de recuerdos
innegablemente históricos.
Jesús, el Profeta escatológico, ofrece la salvación una vez
más mediante la comunidad de mesa, mediante ella
comparte su vida. Pero esta comunión al comer en la
inminencia de su muerte adquiere un significado muy denso.
Fuese o no la cena pascual judía40 es claro que se trata de
una cena especial que Jesús ofrece dada la inminencia de
su muerte. Esto es lo primero que el Maestro anuncia, que
se acaba la comunidad de mesa terrena: «os aseguro que ya
no beberé más del fruto de la vida hasta el día aquel en que lo
beba, pero nuevo, en el Reino de Dios» (Mc 14,45 par). Al
mismo tiempo abre la perspectiva de una nueva comunidad
de mesa después de su muerte, en el Reino de Dios. Este
es el núcleo de tradición que expresaría los más hondos
sentimientos de Jesús y que luego sería reelaborado y
precisado ritual y celebrativamente por la liturgia de los
cristianos. ¿Qué significa la expresión en su contexto?
Jesús, a pesar del rechazo de Israel a la última oferta
profética de salvación divina, sigue ofreciendo esta copa, es
decir, está absolutamente seguro de la salvación, lo que se
explicita en la segunda parte de la sentencia,
40
Ni siquiera los evangelistas están de acuerdo a este respecto: para los
sinópticos sí lo fue; para el IV Evangelio, en cambio, se trata solo de una
cena de despedida pues Jesús muere justo cuando se están sacrificando
los corderos pascuales en la explanada del Templo.

ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 18

hasta que... Está convencido de que su muerte no podrá


impedir la llegada de la soberanía de Dios anunciada por Él.
¿Por qué? Durante toda su vida ha estado abierto al futuro
que Dios quiere construir para el hombre; con sus palabras
no se ha cansado de anunciarlo ni de mostrarlo en sus
gestos. Ha vivido para los demás, como un Siervo, un
servidor y ha mantenido y mantendrá esa actitud hasta la
muerte. De este modo sigue dejando el futuro abierto a
Dios, le sigue dejando a Él la última palabra que le permite
persistir e interpretar vida y muerte como lo que son:
servicio amoroso a los hombres que les manifiesta la
misericordia y la oferta de amor de Dios. Jesús se rinde en
la cruz –¡históricamente!– pero no al fracaso de su misión,
sino a Dios y sus promesas, como los profetas y los justos41.
Experimentó y anunció que su muerte formaba parte de la
salvación divina... Además ofreciendo la copa a los suyos en
estas circunstancias afirmaba que la comunión con Él era
más fuerte que la muerte y que su muerte se integraba en
su misión global. Este dato no es solo una perspectiva de fe,
basada en la experiencia pospascual de los discípulos, sino
la misma conciencia de Jesús, la cual posibilita y
fundamenta la posterior interpretación de los cristianos.
2. Experiencia espiritual originaria: las comunidades sinópticas.
De la experiencia espiritual de Jesús de Nazaret pasamos a
la que se refleja en los Evangelios. A la luz de la Pascua, el
Anunciador de la Buena Nueva es reconocido e interpretado
como contenido mismo del Evangelio que predicaba. Sus
discípulos traducen fielmente su estilo de vida y sus
palabras y las difunden por el mundo como última revelación
del auténtico rostro de Dios que anuncia el perdón y la
misericordia y pide la conversión, el cambio a esta nueva
vida que Dios regala a manos llenas.
Sabemos que el Primer Evangelio en ser redactado de un
modo definitivo es el de Marcos, hacia los años 60 del siglo I
y para una comunidad mayoritariamente de origen pagano.
El texto es conciso y esencial, un auténtico evangelio
misionero y de iniciación. Se concentra en unos cuantos
interrogantes fundamentales: ¿quién es Jesús? ¿dónde y
cómo se presenta su reino y cómo se desarrolla? ¿quién es
el discípulo? Para el Evangelista todas las preguntas se
centran en la comprensión del sentido de la cruz del Señor.
La búsqueda de Dios parte de su presencia en el
Crucificado y en lo que esto significa. La cruz es el juicio del
mundo que separa a los verdaderos de los falsos creyentes.
El modelo para ellos es el centurión quien en Mc 15,39
reconoce en aquella muerte al Hijo de Dios: en la
obstinación del amor y la solidaridad más radical se revela y
hace presente la salvación de Dios. Jesús manifiesta lo más
hondo y profundo de Dios, no solo con sus palabras y sus
signos, sino sobre todo con su entrega hasta la muerte42.
41
Comenta SCHILLEBEECKX (Jesús... Pág. 283): «Para el hombre religioso, la
experiencia de un fracaso histórico y la fe ardiente en el futuro de Dios
para el hombre no constituyen una contradicción, sino un misterio que se
sustrae a cualquier intento de conciliación teórica o racional».
42
El anuncio marcano de la Resurrección, incluso, es el más breve de
todos los Evangelios. Si hemos de creer a los que afirman que el Segundo
Evangelio concluía originariamente en Mc 16,1-8 poco espacio se deja
para triunfalismos y expansiones. La cruz es ya la Gloria.

ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 19

Durante su exposición, Mc pasa continuamente de la cruz al


discípulo, incitándole a creer en el camino de la cruz y a
recorrerlo en su vida, a cargar con su propia cruz y seguir al
Maestro. Esto en concreto significa negarse a sí mismo,
proyectar la existencia no en términos de conservación sino
de don (Mc 8,35), entregarse radicalmente a otra persona
en el matrimonio (Mc 10,1ss.), acoger a los pequeños (Mc
9,37), vender los bienes y distribuirlos (10,21)... en una
palabra: servir (Mc 10,45). Como la cruz es la resurrección,
así la entrega es la felicidad. Seguir a Cristo hasta el
Calvario no es perderse sino reencontrarse salvado y
recompuesto, encontrarse el céntuplo incluso ya en este
mundo (Mc 10,28-31).
En coherencia con todo lo dicho, en las parábolas (Mc c.4)
que contiene el relato se nos quiere hacer reflexionar en la
respuesta a un interrogante profundo en la experiencia
espiritual: ¿por qué la Palabra de Dios –antes la de Jesús,
ahora la de la Iglesia– parece malgastada y despreciada,
débil y contradicha y muy pocos la acogen? La Palabra se
siembra en el mundo, en todas partes (Mc 4-1-9). Jesús cita
Is 6, 9-10 para dar a entender que todo esto entra en el plan
de Dios. Su palabra es juicio, luz para quien la acoge y
tinieblas para quien la rechaza. Aceptación o rechazo
dependen del corazón del hombre, y son un hecho. El Señor
cuenta con la libertad, no quiere siervos atemorizados sino
amigos que confíen en Él por la fe. El fruto aparece siempre,
el 40, 50 ó 100 por uno –que en aquellos tiempos era
imposible conseguir con las técnicas agrícolas– a veces
donde no lo esperamos, pero es seguro que quien la acoge
da fruto de vida eterna. La Palabra trabaja silenciosamente,
como una fuerza natural hasta que sobrepasa la resistencia
de los hombres. Eso sí, se vale más de lo pequeño y poco
aparente que de lo magnífico y aparatoso. El discípulo debe
confiar siempre en que el Señor está presente, a pesar de la
apariencias y su Voz, su Palabra es capaz hasta de superar
las situaciones más desesperadas.
Tampoco omite el Evangelio enfrentar (c.13) un punto
esencial aunque delicado de la experiencia espiritual del NT:
la espera del Señor y el sentido del tiempo presente. El
discurso escatológico tiene su centro en la promesa de la
vuelta del Hijo del Hombre que llena de esperanza y de
ganas de trabajar a sus discípulos. Todo lo que hacen y
todo lo que sucede lleva irremediablemente a ese momento.
Entonces su triunfo, que en la historia parece desmentido y
sujeto a la interpretación de cualquiera, será claro para
todos. Jesús volverá en poder y majestad pero no para
vengarse sino para manifestar todo el poder de vida y
salvación encerrado en la cruz. A los discípulos corresponde
vigilar (Mc 13,5.9.23.33) pues el Señor está cerca de los que
creen en Él (vv.29.30.36) y al mismo tiempo lejano (vv.7.10)
de las ideas y modos de vivir de las personas. Vigilar es no
dejarse llevar por falsas esperanzas y falsos anuncios pero
tampoco por el acomodo a un estilo de vida insolidario que
no tiene futuro.
Desde un punto de vista cronológico el Evangelio de Mateo es
la segunda gran reflexión sobre el misterio de la persona de
Jesús de Nazaret. Probablemente escrito hacia el 70 u 80
d.C. para una comunidad judeo- cristiana que vive en los
alrededores de Palestina. En aquellos años el judaísmo,
perdido su centro político religioso que radicaba en el
Templo de
ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 20

Jerusalén se centró en la construcción de otro Templo


«espiritual» en torno a la Ley y las tradiciones rabínicas43 y
el autor del Evangelio se plantea un proyecto parecido y, a
la vez, identificador de sus propias certezas y de la
originalidad de los seguidores del Rabí Jesús de Nazaret.
Por esto quizá el relato se desarrolla a través de un
constante debate y enfrentamiento con la «justicia» de
escribas y fariseos, poniendo de manifiesto la originalidad
de la vivencia y el pensamiento cristianos a la par que su
profundo enraizamiento en las Escrituras.
Jesús es como el nuevo Moisés o, por lo menos, el Maestro
que promulga la Nueva ley (Mt 5-7). Todo el interés está en
hacer caer en la cuenta de que «si vuestra justicia es no es
mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el
Reino de los cielos» (Mt 5,20). La superioridad es cualitativa
y se expresa como originalidad: la Palabra de Jesús sí llega
al corazón del hombre para cambiarle por dentro. La
«piedad» de los cristianos deja ver los huecos de la piedad
farisaica: se convierte en auténtica Relación con Dios que
no valora lo externo y aparente sino el valor que cada uno
da a las cosas en su corazón. La meta de «perfección» es el
mismo Dios, igualar su amor en igualdad de entrega. No se
trata de cumplir preceptos sino de amar, sin medida, desde
el haberse sentido amado y perdonado, cada uno en su
propia realidad. Escuchar la Palabra de Jesús es también
ponerla en práctica, esta es la roca donde se puede apoyar
toda una vida (7,21ss). En definitiva, el discípulo debe saber
que misericordia y no sacrificios es la voluntad de Dios para el
hombre... Al final de su vida, y del tiempo, éste será el
criterio de discernimiento de los que han vivido
auténticamente: porque al hacerlo con uno de estos mis
pequeños, conmigo lo hicisteis (Mt 25). El amor es concreto y
real, a los hombres y mujeres concretos y reales; lo otro ni
es amor ni es vida.
También hay que vivir en la vigilancia, aprovechar el tiempo
presente. En cada uno hay el talento necesario para ser
feliz; ahora, obligatoriamente, ha de ser puesto en liza; no
vale esconderlo ni esconderse, a cada uno se la ha dado la
suficiente medida de gracia para vivir su vida y darle
sentido. El Primer Evangelio se esfuerza, sobre todo, en dar
respuesta a la pregunta: dónde encontrar al Señor... Dios se
ha revelado como el Dios con nosotros (1,23) y ha prometido
yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo
(28,20). Él está en la comunidad (Mt 18), la celebración
pascual (Mt 26,26ss.), en los apóstoles y misioneros que le
anuncian... pero, sobre todo, en los hermanos más pobres,
pequeños y marginados (Mt 25).
El tercero de los Evangelios canónicos es el de Lucas. La
experiencia espiritual de y sobre Jesús no es el conjunto de
enseñanzas de un rabino: es un relato, el testimonio de un
suceso, la definitiva intervención de Dios en la historia. El
escrito se data a fines del s. I y ya empiezan a infiltrarse las
primeras novedades. Lucas quiere mostrar que la
catequesis se funda en la auténtica Palabra de Jesús que
trasmiten fielmente las tradiciones apostólicas y de la que
los escritos y la reflexión no son más que servidores que la
43
Antes de la caída de Jerusalén el rabino Yolianan ben Zakay fundó en
Yabné (Yamnia) una academia de orientación farisaica dedicada al
estudio y discernimiento de la Ley. Cfr. JUAN JOSÉ LOZANO, Claves para leer
el Nuevo Testamento, Pág. 9ss.

ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 21

clarifican y presentan en los diferentes tiempos y


circunstancias en un difícil equilibrio entre fidelidad material
y necesaria renovación.
La historia de Jesús es una historia real, humana, pero en
ella se revela la definitiva intervención de Dios y por eso es
salvífica y tiene valor perenne. El Evangelio es la
actualización hoy de esta presencia y actuación de Dios.
Jesús, según Lc 4, no comienza su ministerio con la última
teoría o la última novedad, sino anunciado el cumplimiento
de las viejas profecías. El relato sobre Jesús continúa de
modo lógico y natural con el relato sobre la Iglesia: el libro
de los Hechos de los Apóstoles.
En coherencia con esto, la experiencia que transmite el
Tercer Evangelio insiste sobre la radicalidad de las
exigencias de Jesús. Se centra en lo esencial de los dichos
y hechos del Señor44, rayando en la intransigencia, sobre
todo al hablar del desprendimiento, la pobreza, el peligro de
las riquezas, la fraternidad y el compartir. Estas exigencias
se piden de un modo cotidiano: la cruz hay que llevarla cada
día45 y la invitación la dirige a todos. Las opciones radicales
son para la vida de todos los días, no para las ocasiones. En
realidad, la cruz, no es sino la realidad humana y las
circunstancias de cada persona, pero llevadas, levantadas a
peso con responsabilidad y conciencia de la presencia de
Dios, no arrastradas a la fuerza ni por pura inercia vital. Al
mismo nivel que la exigencia está la misericordia (Lc 15).
Dios, al revelarse, lo pide todo pero es que ya se ha dado
del todo como Padre que salva, perdona y libera.
La historia del Jesús terreno (Evangelio de Lc) y la del Jesús
Glorificado (Hech) se unen en el gozne del relato de la
Ascensión, presente al final del Evangelio y al principio de
los Hechos (Lc 24,50-53 y Hch 1,9-11). El camino de la
Iglesia empieza donde acaba el de Jesús. Cristo no es ya
visible pero se le encuentra en la comunidad, en la fe, en la
entrega y el servicio, en la celebración, en el Espíritu. El lo
ha dejado para ser la atracción vital y el gancho auténtico
del testimonio de la comunidad que sin él es una parleta sin
contenido ni sentido. El hace posible la fraternidad, auténtico
signo de la novedad de vida de los cristianos (Hch 2,44-45;
4,34-35) porque hace realidad la obediencia al Padre... Es la
misma fuerza de Jesús que actúa en los suyos por la fe, da
continuidad a la auténtica experiencia de Dios que Jesús
descubre y provoca en los suyos. La Iglesia es sacramento
de salvación gracias a Él, refleja el hoy de la redención en su
palabra y sus celebraciones. El Espíritu está siempre ahí
para guiar a la Iglesia y a sus apóstoles en sus opciones;
pero se trata siempre de opciones que ocurren en una
dirección constante y precisa: la universalidad (Hch 10), la
libertad del Evangelio (Hch 15), el amor y la unidad.
44
Basta comparar el Sermón de la Montaña de Mt (5-7) con el de la llanura
de Lc (6): éste va a lo esencial, subrayando lo más importante en sus
mismas raíces. Cuatro anuncios de bendición en paralelo a otros cuatro
de maldición resumen la voluntad de Dios, la oferta de Jesús y cuál debe
ser la respuesta de los discípulos.
45
Lc 9,23: Elegen de. pro.j pa,ntaj( Ei; tij qe,lei ovpi,sw mou
e;rcesqai( avrnhsa,sqw e`auto.n kai. avra,tw to.n stauro.n
auvtou/ kaqV h`me,ran kai. avkolouqei,tw moi

ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 22


3. Experiencia espiritual originaria: Pablo.
La figura del Apóstol Pablo, su actividad, su predicación, su
sólida reflexión teológica, sus cartas... en definitiva, su
riquísima experiencia espiritual marcan el cristianismo
primitivo y toda la historia de la Iglesia. En sus escritos aúna
el rigor y la radicalidad de los inicios –sus escritos son los
primeros del Nuevo Testamento– con la primera y profunda
reflexión teológica. Pablo fue el primer teólogo del Nuevo
Testamento y se sirve de su base rabínica y experiencial
para desarrollar y explicar coherentemente el único
Evangelio de Jesucristo.
Su modo de ver el Evangelio ha sido considerado como un
volcán apagado que cada vez que ha despertado ha
provocado grandes momentos y saludables revoluciones. La
centralidad de Cristo en su mensaje e interpretación del
anuncio evangélico es y será siempre su mayor actualidad.
A diferencia de lo que hemos visto, no relata la vida del
Maestro de Galilea; la da por supuesta y se centra por
completo en captar su sentido y sus consecuencias para la
vida, a traducirla en experiencia espiritual verdadera. Esta
se centra en su origen y en su meta en el misterio Pascual
de Cristo. La Cruz-Resurrección significan para todos la
salvación y la gracia de Dios que pone fin a todas las
maldiciones.
Las cartas y la experiencia de Pablo se ocupan de Cristo y
solo de él. Son absolutamente cristocéntricas, diríamos hoy
en día. Lo que afirmaban los rabinos de la Ley, ya no vivo yo
sino Ella en mi, Pablo lo repite del Señor (Gal 2,20). Todo lo
que el vive, se alegra, sufre, trabaja o se desespera no tiene
más interés que el conocimiento de Cristo y la difusión del
Evangelio. Cristo es el Amor de Dios (Rm 8,35-39) y la
Libertad (Gal 2,4), la Paz (Ef 5, Flp 4,7). Hay que
permanecer en Él, que es algo más que tomarle como
modelo: es dejar que se convierta en el principal
protagonista de nuestra existencia.
Ahora bien, qué es lo que nosotros podemos y tenemos que
hacer para participar de la salvación y la gracia... No otra
cosa que creer. La justicia de Dios se manifiesta y se realiza
en la fe, que es, a la vez, su obra sobrenatural en la
persona, su don, su regalo y la respuesta de acogida y
asentimiento que le tenemos que dar con toda nuestra
existencia (Flp 3,9; Rm!). Su vida misma revela el
cumplimiento de este anuncio: siendo perseguidor y estando
equivocado, Cristo mismo se le reveló (Gal 1,13-17) y al
apostolado misionero. Jesús había muerto por él y por todos
para donar en la resurrección la gracia gratuita, valga la
redundancia, de Dios. Esto es lo que cambia radicalmente a
la persona por dentro: sentirse amado hasta la raíz sin
necesidad de ser bueno o ser piadoso... sentirse iluminado
gratuitamente dentro de las más densas tinieblas o
perdonado en los más horribles pecados. Esta la Justicia
que viene de Dios: el hombre no se justifica por las obras de la
ley, sino por la fe en Jesucristo (Gal 2,16). No se ha trata de
una especie de «recalificación» moral sino de un nuevo
modo de verse uno mismo, con los ojos misericordiosos de
Dios que desbloquea el proceso moral de cambio y
conversión. Éste es el núcleo del Evangelio: que Dios en
Cristo anuncia y obra la gracia, de otro modo, la muerte de
Cristo no sirve para nada (Gal 2,21).
ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 23

Este es el escándalo de la cruz que Pablo defiende contra


todos, judaizantes y falsos cristianos... Creer es salvarse,
eso no significa que la persona se descompromete hasta
que Dios quiera salvarla... sino que se siente tratada así por
Él y se decide a responder en amor, mucho mejor que el
cumplimiento de unos preceptos. La fe es vital y dirige y se
apropia de toda la existencia, reconfigurando todas las
opciones de la persona.
Pablo sitúa la vida de la persona entre los dos polos que son
el pecado y la gracia. El mejor resumen de sus ideas y de su
experiencia es Rm 7-8. En el c.7 se describe la experiencia
humana antes del encuentro con Cristo, anterior a la
justificación que es un continuo aunque vano intento de
hacer lo que se debe hacer. Se vive en la carne, en lo carnal,
sometido a todas las pasiones e influencias negativas del
ambiente y de la historia. Como en un díptico, este cuadro
se contrapone a la realidad del hombre justificado, que es
descrito en el c.8. La liberación no viene de la Ley sino con
la fe en Cristo y el don del Espíritu Santo, no viene de la
vanagloria en las propias fuerzas que es hipocresía y
falsedad sino de la confianza en el Señor que nos asegura
el amor del Padre cuando todavía somos pecadores.
Otra perspectiva muy marcada en los escritos del Apóstol,
sobre todo en un primero momento, es la de la escatología.
Las cartas a los Tesalonicenses, sobre todo, nos muestran
como su mirada está dirigida al día del Señor. Se apoya en
dos convicciones: la solidaridad entre la muerte-Resurrección
de Cristo y la nuestra (1Tes 4,14; 1Cor 15); esta es su gran
esperanza y la novedad cristiana. La segunda convicción es
la unidad de todo el hombre y más, todas las realidades,
todo el universo es solidario del bien o el mal por el que opta
la raza humana (Rm 8,19-22). Esta mirada al futuro ilumina
el tiempo de la Iglesia que vive su fe como esperanza, y le
marca las opciones y las actitudes con las que debe vivir.
Pablo subraya la vigilancia, la esperanza y el sentido de la
gracia y lo gratuito de Dios. Hay que estar alertas, a la par
que participantes plenamente de las realidades presentes
(1Ts 5,11ss.). Así estas realidades son situadas en su
auténtico valor: todo lo que recibimos aquí, aun los dones
del Espíritu, son anticipo de lo que un día se manifestará.
Porque el auténtico don y el auténtico camino es el del amor
(1Cor 13).
También sabe muy bien que la buena nueva se ve
ensombrecida a diario por la experiencia cotidiana del
creyente. Ha muerto y resucitado en el bautismo, tiene una
vida nueva de raíz y sin embargo está todavía –o lo parece–
sometido al viejo mundo, empeñado en una dura lucha,
desgarrado. La comunidad puede volver a la esclavitud de
las obras o, al contrario, confundir la libertad que da Cristo
con un «todo está permitido». La vida cristiana es lucha, y
los dones de los que disfrutamos son para que no nos
durmamos, sino para combatir. La libertad hay que
autenticarla en el amor y en el servicio; toda esta lucha y
esfuerzo tiene un sentido nuevo y se realiza, en el
convertido auténtico, desde nuevas bases y motivaciones: el
convencimiento del amor de Dios en su vida.
De todos modos el camino cristiano tiene que pasar por el
misterio de la Muerte y Resurrección. Es la ley que marca y
abarca todo el ámbito de la experiencia cristiana. Comienza
en el bautismo y se desarrolla a lo largo de
ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 24

todo el vivir cotidiano, en un ordinario apetito de imitar a Cristo


que dirían Juan de la Cruz. Es el imperativo moral del
cristiano: cargar con la cruz y sembrar esperanza, no solo
ajustarse al cumplimiento o al recuerdo de unas normas
morales, por más radicales que sean. En el plano personal,
significa lucha a muerte contra el egoísmo, y aceptación del
nuevo nacimiento de una existencia abierta a Dios, desde el
amor y para amar a todos sin medida. Para Pablo, Apóstol
de Cristo, las vicisitudes de su vida cotidiana son el lugar
donde se actúa el misterio salvífico que luego no tiene más
remedio que anunciar: pobreza, donación, incomodidad,
persecución... todo tiene un sentido desde el misterio
pascual. Así puede decir que está crucificado con Cristo (Gal
2,19; cf. tb. 2Cor 4,10-18; Gal 6,14). Desde esta visión
teologal el creyente experimenta cada circunstancia de su
vida como manifestación de la presencia de Dios, quien en
Cristo, le acompaña en cada momento. No es que el Señor
envíe pruebas, dificultades, enfermedades... estas las trae la
vida y lo que pone la fe es percibir la presencia del Señor
junto a nosotros para sufrirlas de modo que templen
nuestras voluntad y nuestra decisión de vivir de acuerdo a
su Gracia. Porque no se trata solo de muerte y sufrimiento...
también de gloria y resurrección, como en el misterio de la
Pascua. Es ya fuerza operante que levanta al creyente,
renovación, consuelo, alegría, seguridad de la victoria sobre
el pecado... eco humano de la difusión del Evangelio. Una
buena formulación de esta experiencia paradójica podría ser
2Cor 4,8-9: Atribulados en todo, pero no abatidos; perplejos, pero
no desesperados; perseguidos pero no abandonados; desechados
pero no aniquilados...
El misterio pascual es el centro de la nueva vida en Cristo
porque revela y actúa el auténtico rostro de Dios. Por eso,
quizá, la cruz es escándalo tanto para los hombres religiosos
que buscan signos o los inteligentes que buscan razones y
filosofía. Frente a ello, Dios presenta la cruz del Hijo como
sabiduría y como método (1Cor 1,17-2,6). Es el signo por
excelencia del obstinado amor de Dios y de la verdad de la
doctrina de Jesús. Es debilidad, el único modo de acercarse
al hombre, a todo hombre pero al mismo tiempo es
experiencia de la fuerza del Espíritu que hace capaces de lo
más importante y lo más difícil: amar.
Este es el método que debe seguir el Apóstol y la
predicación de la Iglesia. No debe buscar apoyos extraños
para evitar el choque con el escándalo, ni apoyarse en el
poder para hacer más aceptable el mensaje o en la
sabiduría persuasiva y convincente para hacerlo más
inteligible. El camino de Dios es la debilidad de lo humano,
no su fuerza... por algo será. Solo en la plena aceptación de
esa debilidad puede manifestarse Dios tal cual es y se ha
revelado en Jesucristo. Mientras el creyente confía en sus
fuerzas o busca remedios o soluciones en su experiencia o
en el arsenal de trucos que tiene a mano, no se avanza en
el camino de la fe (2Cor 12,7-10) porque la gracia no puede
actuar a sus anchas.
Pablo es también uno de los grandes teólogos
neotestamentarios de la presencia y acción del Espíritu
Santo. Su tesis principal es la que expresa en 1Cor 12,7: la
manifestación del Espíritu se da para el bien común. Ante una
comunidad como la corintia rica en dones humanos y
espirituales pero también muy satisfecha de sí misma, Pablo
llama la atención sobre el amor y la
ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 25

edificación de lo común como criterios mayores de


discernimiento. Lo otro no es que sea malo, pero muy bien
puede ser perfectamente inútil. El auténtico Espíritu es Amor
y lleva a salir de uno mismo, no a la vanagloria y el
desprecio de los demás. Se traduce siempre en servicio.
Esta experiencia del Espíritu, con todo, es central y es el
distintivo de la vida cristiana. En ella se vive y percibe la
filiación divina. Su amor y predilección por nosotros es
estable, es una presencia constante en nuestro interior (Rm
8,9ss.). Quiere construir una relación franca y confiada con
ese Dios que ahora es nuestro Padre. Por eso nos hace
libres y nos hace vislumbrar un mundo nuevo, en nuestro
interior y en nuestra comunidad. El Espíritu es la nueva Ley
grabada en el corazón de la persona, por fin no le es
extraña al hombre sino lo más cercano a su realidad y a sus
deseos.
4. Experiencia espiritual originaria: escritos joánicos.
Nos queda por repasar sucintamente otra de las grandes
corrientes de experiencia del Nuevo Testamento: el Cuarto
Evangelio y los escritos joánicos. Entre ellos, el Evangelio
es el último que se escribe, hacia el final del s. I y muy
diferente de los otros tres, llamados Sinópticos. La
experiencia cristiana y la reflexión sobre Jesús ha avanzado
y su figura debe ser presentado en otro tiempo y ante otras
circunstancias muy diversas.
Nace, como los demás escritos del Nuevo Testamento, en
una comunidad – o un tipo de comunidades– y para
responder a los problemas y necesidades que la vivencia de
la fe presentaba en esos momentos. Se posiciona y dialoga
con los argumentos de la fe y la reflexión contra una o unas
corrientes de filosofía «gnóstica»46 que no aceptaban el
misterio de la Encarnación. Para estos pensadores era algo
poco sutil afirmar que el Hijo del Eterno se había podido
pasear por nuestro mundo con una carne como la nuestra.
En la mentalidad gnóstica, hay una clara separación dualista
entre el espíritu –lo bueno, la obra de Dios en el hombre– y
el cuerpo, la materia baja y negativa donde el espíritu
humano está preso a fin de purgar no se sabe muy bien qué
culpas. La salvación, así, es conocimiento intelectual, mera
evasión de esta situación y no la constancia en la fe, la
esperanza y el amor realizados en lo concreto de cada día.
También el mensaje joánico sobre Jesús cobra forma en
polémica con la sinagoga. El judaísmo que tiene su origen
en Yabné no tiene lugar para Cristo y dejan de considerar a
los cristianos como una secta judía. La Ley es luz, vida,
sabiduría de Dios que ha venido a morar entre los hombres.
Todo esto hace vivir a los cristianos joánicos en una
situación de persecución, marginación y rechazo; se sienten
extraños al mundo.
Frente a ello, tanto el Evangelio como el resto de los
escritos aceptan el desafío y la impugnación y al hacerlo,
reinterpretan la vida de Jesús y su
46
«Gnosis» es una palabra griega que significa conocimiento. Se ha escrito
y discutido mucho sobre el origen de estas corrientes gnósticas: para unos
son anteriores al cristianismo mientras que para otros no son más que
herejías cristianas. En cualquier caso se desvían o contradicen la
auténtica tradición cristiana y se apoyan para justificarse de tradiciones
secretas transmitidas por el mismo Jesús o por alguno de los Apóstoles.

ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 26

mensaje para el nuevo tiempo y las circunstancias que les


ha tocado afrontar. Es el núcleo tradicional de la fe: el Verbo
encarnado en María para vivir la pobreza y debilidad de lo
humano; es la historia de Jesús de Nazaret contada de
nuevo y que recuerda que la salvación viene de la fe, vivida
en amor concreto y real en la historia humana. Este Jesús
es la Definitiva Palabra de Dios y la cruz el único camino
digno para el hombre.
Como ya hemos adelantado, el núcleo de esta experiencia
es cristológico. Un buen resumen de experiencia y doctrina
es el prólogo al Evangelio. Jesús es el Verbo preexistente,
completamente vuelto hacia el Padre y pendiente de lo que
Él tiene que decir. El hombre Jesús podrá transparentar al
Padre y manifestar su auténtico rostro porque siempre le
obedece y cuanta con Él (ver Jn 4,34). Y la Palabra de Dios
se hizo carne, dando a la palabra todo el sentido que tiene
en la lengua hebrea (fragilidad, pobreza, temporalidad) y sin
temer las connotaciones negativas de su significado en
griego, materia, degradación, etc. Pero el hecho central que
hay que confesar para salvarse: Todo espíritu que confiesa a
Jesús, el Cristo venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no
confiesa a Jesús no es de Dios (1Jn4,2ss.). Quien no reconoce
la plena naturaleza humana de Jesús no es cristiano porque
niega la capacidad de amor y de hacer alianza de Dios.
El centro literario y doctrinal del prólogo, no obstante, son
los vv. 12-13:
Pero a todos los que le recibieron, les dio el derecho de llegar a ser
hijos de Dios, {es decir,} a los que creen en su nombre, que no
nacieron de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad
del hombre, sino de Dios. La Encarnación significa para todos
los que crean la posibilidad de renacer, de ser nuevos.
En Jesucristo se manifiesta la Gloria de Dios, su auténtico
rostro y su verdadera actuación. Y ello en la carne de Jesús,
no solo en su resurrección. Y aparece en los Signos que va
realizado, se deja vislumbrar hasta el Signo definitivo, la
Cruz, a la que Juan llama elevación y glorificación
directamente. Dios es Amor y donde más claramente
aparece esto es en la entrega, por amor, del Hijo, tal como
para atraer a todos hacia Él. El prólogo aplica a Jesús los
contenidos tradicionales de la revelación del Dios del
Antiguo Testamento: misericordia y fidelidad... La Ley vino
por Moisés pero el auténtico Don de Dios nos han llegado
por Jesucristo.
Lo que se cumplió en Jesús se debe cumplir para todo
cristiano: Él es el Camino, la Verdad, la Vida... Hay que vivir
en la obediencia radical al Padre, buscándole siempre en la
humanidad, en lo humano donde desde entonces se
esconde el rostro de Jesús. Conocerle es servir... Esta
sabiduría se muestra viviéndola; solo mostramos haber
acogido esta Verdad cuando actuamos de acuerdo a ella.
Desde este centro cristológico hay otros aspectos que
merecen consideración. Entre ellos está cómo se sitúa la
persona frente a la revelación. La verdad de Cristo se
muestra progresivamente y genera tanto acogida como
incredulidad. Cada uno tiene que optar entre la luz y las
tinieblas (Jn 8). La luz se manifiesta en Jesús mediante
signos y palabras (Jn 6.9.11.13): la dinámica
ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 27

consiste en la aparición súbita del signo, como un fogonazo,


y después la palabra lo va explicando. Los creyentes tienen
que descifrar estos enigmas o parábolas, sin quedarse en la
superficie, descendiendo a lo profundo. Este descenso va
mostrando el auténtico rostro de Jesús que es como ver a
Dios y tiene que hacerse en la progresiva conversión,
dejando aparte las propias ideas sobre el mundo, la vida o
Dios mismo. Se trata de nacer de nuevo (Jn 3) y solo lo
consiguen quienes como la samaritana (Jn 4) abandonan
sus propias seguridades humanas y religiosas y se abren al
misterio de Jesús. Se subraya la impotencia de las personas
para comprender si Dios no hace la obra en ellos: Nadie
puede venir a mi si el Padre no le atrae (Jn 6,65). Y esta
atracción, el Gran Signo, es la Cruz del Hijo que transforma
el rechazo de los hombres, su incredulidad, en fe y acogida.
Se trata de comprender que la cruz es la vida: solo para el
que cree aparece la Gloria de Dios (Jn 11); hasta la muerte
y el sufrimiento no son obstáculo para experimentar la
presencia y cercanía del Padre. Es el misterio del camino
del Hijo en el que se manifiesta, también, el misterio de la
existencia del hombre.
Lo dicho nos lleva a tratar aunque muy brevemente cómo
entiende el IV Evangelio el camino del discípulo. En Jn 1,33-
51 el encuentro entre Jesús y los discípulos no se describe
como vocación sino como descubrimiento de su misterio. El
discípulo es desde ese momento el que acepta el testimonio
que Él da, sigue busca, va ve, mora y a su vez se hace
testigo... Lo primero y más importante es el ver (tb. Jn
1,10.11.14) que solo es posible dentro de un nosotros, se
trata de un ver comunitario en una comunidad que lucha
contra el pecado y vive el seguimiento, fiel a la tradición de
los Apóstoles. Es un ver contemplativo pero no al estilo
platónico, sino histórico, un ver lo que ocurre y también, al
mismo tiempo, un ver más allá, un ver penetrante para captar
por debajo de lo superficial la realidad profunda oculta en la
carne. También es clave el verbo permanecer (ver Jn1,38-39)
que alude a una profunda comunión de vida con el Maestro,
quedarse con Él y compartir su destino, así como Él regala a
los discípulos la vida de Dios. Finalmente el discípulo es
testigo, tiene que dar testimonio como si en un proceso
jurídico se tratase: el de Cristo contra el mundo; implica total
disponibilidad y don de sí, pues cuando las palabras no
bastan ha de ser la vida del discípulo la que muestre los
contenidos de su fe.
El Evangelio, no obstante, no se calla sus advertencias: la
incredulidad envuelve también al grupo de los discípulos (Jn
6,60): muchos de ellos murmuran conforme se va
manifestando el auténtico rostro de Cristo. Los que se
quedan, con Pedro a la cabeza, lo hacen gracias a la misma
palabra que ha puesto en crisis a los demás (Jn 6,67-69) en
la que reconocen la vida eterna. Ser discípulo es adherirse
personalmente a Jesús, amarle, confiar en Él más que
comprenderle... Creer es conocer, una experiencia de
relación personal. El proceso continúa hasta en los mismos
relatos de la resurrección. Más que un testimonio son una
prueba, la decisiva: los discípulos han de comprender que la
ausencia de Jesús no es sino su presencia más cercana y
actuante en el Espíritu Santo. Las condiciones para ello son
dejarse iluminar por las Escrituras (Jn 20,9) y salir de la
tristeza y la nostalgia por el pasado (Jn 20,11-18), no
dejarse vencer por el miedo que atenaza el corazón,
demasiado preocupado de sí mismo (Jn 7,13; 9,22; 12,42).
ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 28

La misión de los discípulos es la misma del Señor, recibida


del Padre, y que como ésta se desarrolla en la obediencia y
en la propia entrega; consiste en la liberación del pecado y
la renovación en el Espíritu, transmitiendo fielmente la
historia de Jesús que provoca el entrar en comunión actual y
actuante con Él.
No se pueden pasar por alto los llamados discursos de
despedida en los que, desde el hecho de la partida de Jesús,
se introduce a los discípulos en lo que significa realmente el
tiempo de la Iglesia, con su consistencia, problemas e
interrogantes en el contexto vital que casi siempre será la
persecución y el desprecio de lo que se llama el mundo. De
ahí la caracterización que se hace de la acción del Espíritu:
es El que Enseña y El que Asiste en este enfrentamiento (Jn
14,15-18.25-26; 15,26-27; 16,7-15), por supuesto en
contacto con la experiencia y la vida de la Iglesia. No se
trata de crear novedades; el Espíritu enseña y recuerda
siempre la Tradición que se actualiza con la mejor de las
garantías (Jn 16,13); ayuda a la comunidad a leer la historia
presente a la luz de su conclusión, que es Cristo47.
Este tiempo de la iglesia no es un tiempo pobre que no ha
conocido a Cristo en la carne y que tampoco le verá en la
Parusía... Los bienes futuros están ya anticipados y la
presencia del Espíritu permite conocer a Cristo más
profundamente que antes. Es el tiempo del Testimonio,
auxiliado por el mismo Espíritu que combate la duda, el
escándalo y el desaliento.
Se descubre también en estos discursos el profundo sentido
de la permanencia: es estar injertado en Cristo (Jn 15,1-17)
como un sarmiento en la vid, recibiendo todo de Él, sobre
todo el amor, que provoca que los discípulos se amen. Este
amor es la concreta experiencia de Dios: a Dios nadie lo ha
visto nunca... si nos amamos unos a otros, Dios mora en nosotros
(1Jn 4,12).
Toda la experiencia espiritual, según lo escritos joánicos,
podría resumirse en 1Jn 1,1-4, prólogo de este escrito. Se
trata del testimonio, pero que versa sobre lo visto, oído,
tocado. Un hecho importantísimo ha sucedido pero es
necesario interpretarlo en la fe para descubrir en él la
presencia de la Palabra de Vida. Todo esto lleva a la
vivencia concreta de la comunión, que es el misterio hecho
familia, hecho comunidad. Es una realidad presente,
posible, que, no obstante, siempre busca realizarse más
profundamente.

47
Esta es la Verdad, verdad de Cristo y verdad que es Cristo. A esto se
refieren las expresiones Verdad y Espíritu de verdad.

ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 29

II. TEOLOGÍA BÍBLICA ESPIRITUAL


Tras la exposición de los datos, de lo que dice la Biblia
acerca de la espiritualidad, la vida en el Espíritu, toca ahora
reflexionar y ordenar todos estos mensajes. Tenemos que
hacernos una idea, comprender qué significa para nosotros
vivir a impulsos del Espíritu, pues de eso se trata.
La vida espiritual48 no es un compartimiento de la vida que
puede ser separado de los otros compartimientos, como la
vida física (salud), la vida social (deporte y diversiones), la
vida intelectual (estudio), la vida económica (patrón de vida),
la vida apostólica, la vida política o la profesional.
La vida espiritual es la totalidad de una vida, en la medida
en que es motivada y determinada por el Espíritu Santo, el
Espíritu de Jesús. Cuanto más fuéremos motivados por ese
Espíritu en todo lo que hiciéremos, tanto más podremos
decir que tenemos una vida espiritual. Lo opuesto a la carne
no es el espíritu en general, sino el Espíritu Santo. La
palabra espíritu en vida espiritual significa el Espíritu de Dios
como oposición a cualquier otro espíritu. Así, lo opuesto a la
vida espiritual no es la vida material, sino una vida mundana
o sin fe.
La vida espiritual es entonces el esfuerzo constante y diario
para asegurar que el espíritu que nos mueve es el Espíritu
de Dios y no cualquier otro espíritu. Esto significa que
tomamos en serio el consejo de Pablo cuando dice: “Y no os
conforméis con este mundo” (Rom l2, 2). en vez de eso,
buscamos los caminos de Dios, los caminos del Espíritu.
Digo “buscar” porque el Espíritu de Dios es difícil de captar.
Es como el viento que “sopla donde quiere: oyes su ruido,
pero no sabes de dónde viene, ni para dónde va” (Jn 3, 8).
El espíritu de Dios no puede ser fijado en leyes, reglas o
reglamentos. La nueva alianza no es de la letra, y sí del
Espíritu, pues la letra mata, pero el Espíritu comunica la vida
(2 Cor 3, 6). Es el espíritu de la ley el espíritu de la Biblia
que nosotros estamos buscando porque el espíritu de la
Biblia es el espíritu de Dios.
Veamos, por orden –en un orden– estos elementos de
discernimiento y de vida.
1. «Miradquevienendíasenqueharé...unaNuevaAlianza»
La mayor parte del contenido esencial de los textos bíblicos
podría ser muy bien descrito a través del concepto de
Alianza. Sin entrar en los problemas que el uso y la
definición del término, dada su importancia, plantea, aquí lo
usaremos solamente para hablar del paso de la alianza
mosaica a la Nueva Alianza, que es el Nuevo Testamento.
Hay una continuidad y, a la vez, un cambio radical en la
experiencia de Dios y en la respuesta que Él pide, de una a
otra alianza. La Alianza es como el
48
NOLAN, ALBERT, O.P., Espiritualidad bíblica. Verbo Divino, 1990, págs.
3ss. ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 30

ambiente, las condiciones objetivas –o intersubjetivas– de la


experiencia de Dios.
De una a otra alianza se mantiene lo fundamental –¿o más
auténtico?–: la revelación de un Dios que toma partido por
su pueblo (Éxodo), lo salva, le da una tierra, la ley,
significando con todo ello su predilección y su amor. El
creyente puede sentirse –debe sentirse– como un hijo
querido. Lo cual no es un motivo de orgullo, sino de
compromiso. Los profetas irán actualizando esta Alianza,
volviendo a subrayar sus núcleos fundamentales, fácilmente
olvidados y sustituidos por mero cumplimiento externo de
normas o un ritualismo vacío.
Igualmente cuando callan los profetas, los sabios retoman el
discurso reflexionando y razonando, llegando a la
conclusión de la que auténtica sabiduría es temer al Señor, la
mejor y más razonable vida es la que se ordena de acuerdo
a los mandamientos de la Ley.
Con todo, en todas las páginas del Antiguo Testamento late
un afán de cumplimiento. Otras de las palabras claves de la
Biblia es promesa y las promesas siempre piden una
realización, el verse de algún modo satisfechas...
Esto es quizá lo más novedoso espiritualmente del Nuevo
Testamento, la Nueva Alianza: el cumplimiento que llega,
por fin, en la palabra, los gestos y la vida del Hombre Jesús
de Nazaret y en el don del Espíritu Santo que posibilita su
entrega en el misterio de la Pascua cristiana.
Veamos qué significa esto a través de dos textos muy
concretos: uno del Antiguo y otro del Nuevo Testamento.
Desde el Antiguo Testamento, se predice este cumplimiento
desde Jer 31,31-34. El fragmento49 se ubica en el contexto de
los cc.30-31 del libro de Jeremías que están compuestos
por pequeños fragmentos de texto, en apariencia
independientes, pero girando todos en torno a un tema
común, la esperanza y la consolación, todos aunque
comienzan negativamente, terminan con una invitación a
confiar que vienen tiempos mejores. El que examinamos es
clave en la construcción del capítulo, cumbre del mensaje
de esperanza que nos habla del cumplimiento que obra
personalmente el Señor y que significa dejarse consolar,
acoger siempre su amor, su salvación aún en medio de la
prueba, del sufrimiento o de la misma Muerte.
¿A quién está dirigido? Los estudiosos parecen decir que
parece ser uno de los oráculos de los primeros tiempos del
profeta, parte de su predicación al Reino del Norte (Israel) y
después del año 722 (caída de Samaría), arreglados para
Judá. Lo esencial es que Palabra de Dios dirigida a un
pueblo sufriente, que experimenta las consecuencias de sus
pecados. Destinatario puede considerarse pues todo
creyente que confía en que el Señor guía su vida en todo
momento, en especial aquel individuo o comunidad que se
vea o crea llegado a un punto de inflexión en su relación con
el Señor. Con el exilio, el fin del Reino, del sacerdocio, etc.
Israel ha llegado a un impass... Todo ha
49
Tomado de BOVATI, PIETRO, Geremia 30-31. Apuntes de un curso en el
PIB de Roma, 1991, págs. 63ss.

ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 31

terminado, qué va a suceder ahora. El profeta insufla la


esperanza, la auténtica, porque viene de Dios en medio,
precisamente, de la mayor de las desesperanzas.
El texto tiene dos partes: 29-30 y 31-34 (Nueva Alianza).
Los vv.29-30, se refieren al pasado, a lo anterior, a los
pecados de los padres, todas sus culpas; se afirma que son
agua pasada, que todo ello está ya concluido. A partir de
ahora nadie será maldito por lo que hicieron sus padres:
29En aquellos días no dirán más: «Los padres comieron el agraz, y los dientes de
los hijos sufren de dentera»; 30sino que cada uno por su culpa morirá: quienquiera
que coma el agraz tendrá la dentera.

Se trata de una objeción clara y realista: por más que se


cambie, no es posible salir de la situación en que estamos
mientras que tengamos que cargar con todo el mal anterior
a nosotros. La idea cristaliza en ese proverbio casi
blasfemo50, de origen sapiencial, con lo cual supone una
cierta lectura de la realidad, pero nunca un contexto
específico: puede ser dicho dentro o fuera de tiesto, a modo
de decir. Es un intento por buscar la culpa de los males
presentes en el pasado51. Qué tiene que ver con la
consolación –podemos preguntarnos–, por qué el Profeta se
sirve de él para anunciar la esperanza de la consolación.
?Significa solamente que se pasará, desde el punto de vista
de Dios, de una moral de retribución colectiva -que castiga a
todos, justos y pecadores- a una de retribución individual?
No, si lo consideramos así perdemos de vista el mensaje
central. No se trata de un avance en el pensamiento y/o la
reflexión que cancele la vieja moral colectiva arcaica;
primero, porque no es arcaica, sigue en pleno vigor entre
nosotros, en las relaciones internacionales, o en cualquier
conflicto siempre hay víctimas inocentes, aunque
necesarias.
Es una realidad que el mal se trasmite de generación en
generación. Según Dt 5, 9bc52, el castigo -efecto del pecado-
llega hasta la 3a o 4a generación. Ello invita, cuando menos,
a pensar en la responsabilidad y las consecuencias del mal
que se hace, el cual, independientemente de quien lo hace,
se proyecta y amplifica siempre. El Señor, con todo, no hace
juicios sumarísimos (cfr. Ez 14, 12-23).
Jeremías está anunciando otra cosa: que desaparecerá la
razón para decir ese proverbio porque ha terminado la
maldición colectiva -el destierro-. Los pecados de los padres
están ya pagados y olvidados53. Quien sufra y muere ya no
será por los pecados antiguos sino por el mal que será su
propia elección.
50
Cfr. también Ez 18, 2.
 51Como otro famoso relato sapiencial, Gn 3, que
intenta encontrar la explicación a la muerte

que supuso el exilio en el pecado de los primeros padres.
 52Dt 5,9: No te


postrarás ante ellas ni les darás culto. Porque yo, Yahvé tu Dios, soy un
Dios

celoso, que castigo la iniquidad de los padres en los hijos hasta la tercera
y cuarta generación de los que me odian.
53
Cfr. Is 40,2: Hablad al corazón de Jerusalén y decidle bien alto que ya
ha cumplido su milicia, ya ha satisfecho por su culpa, pues ha recibido de
mano de Yahvé castigo doble por todos sus

ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 32

Pero esta amnistía sólo es el prólogo a la Nueva Alianza, no


cancela la pecaminosidad humana, la raíz del pecado sigue
en su sitio, no desaparece ni por el castigo ni por sus
consecuencias.
Es necesario algo más, el Anuncio de un cambio radical,
definitivo, una Nueva Alianza.
Este es el tema de los vv. 31-34: Esquema:
título: v.31
 "vendrán días" reconciliación definitiva.
Recomenzar, esta vez, no significa iniciar una nueva
relación, sino cambiar todo el modo de relacionarse
(cambiar la alianza):
31He aquí que días vienen -oráculo de Yahvé- en que yo pactaré con la casa de
Israel (y con la casa de Judá) una nueva alianza;

Se trata, sí de pactar, de fundar un acuerdo, pero sobre


bases completamente nuevas. Para mostrarlo claramente,
se usa el lenguaje más clásico posible54; no se trata de una
renovación más de la Alianza; el mayor peso recae sobre la
palabra "nueva"; la Biblia está llena de renovaciones de la
Alianza (Noé, Abrahán, Moisés, Sinaí, Esdras, etc.) pero
aquí se trata de otra cosa, una novedad radical.
32no como la alianza que pacté con sus padres, cuando les tomé de la mano para
sacarles de Egipto; que ellos rompieron mi alianza, y yo hice estrago en ellos -
oráculo de Yahvé-.
No tendrá nada que ver con la Otra Alianza que selló el
inicio del Pueblo de Dios, rescatado de la esclavitud en
Egipto, protegido y llevado por el desierto hasta la Tierra. La
expresión "les tomé de la mano" significa protección pero
también es el acto jurídico por el que el Señor da dignidad a
su siervo, como un acto suyo de libre soberanía, como un
amo con sus esclavos, dentro de ciertas condiciones. Por
ello, entre otras cosas, Israel siempre la ha vivido como un
yugo55. Desde su fundación ya define a Israel con su
característica fundamental: la rebeldía. Con todo el término
también quiere hacer recordar las manifestaciones de
potencia del Señor, entre fragor de truenos y gran aparato
de fuerza externa, que señala y descubre la debilidad del
pacto desde la otra
pecados.
54
Tryb o Berit, Alianza, compromiso, pacto... El término más clásico del
AT.
 55Cfr. Jer 2,20: Oh tú, que rompiste desde siempre el yugo y,
sacudiendo las coyundas, decías: ?N? o serviré!,?tú, que sobre todo otero
prominente y bajo todo árbol frondoso estabas yaciendo,

prostituta.

ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 33

parte. Por eso es que ellos la infringieron continuamente y la


parte fiel, Dios, debió cumplir las cláusulas aplicando las
maldiciones que el mismo Israel había invocado sobre él en
caso de incumplimiento. Literalmente el texto dice: "que
ellos rompieron mi alianza, y yo fui su Señor, su patrón. Y lo
fue hasta el final, hasta la muerte del pueblo, hasta el exilio.
Paradójicamente, la fidelidad del Señor ha provocado el
final, según lo pactado, ante la continua infidelidad de Israel.
Y es aquí, dentro de esta Muerte, donde se anuncia la
Nueva Alianza:
33Sino que esta será la alianza que yo pacte con la casa de Israel, después de
aquellos días -oráculo de Yahvé-: pondré mi Ley en su interior y sobre sus
corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.

Se anuncia dentro de la Muerte y al mismo Pueblo muerto


(cfr. v.31). Es una nueva alianza, pero con un viejo pueblo,
con los pecadores, los que han fracasado en su anterior
intento de vivir con el Señor. Habrá de ser, pues, Dios y su
modo de actuar el que cambie, visto que el hombre no
puede. El texto lo afirma con toda claridad; para empezar, la
manifestación de signos, prodigios y potencia que
acompaña a esta nueva Alianza será máxima, completa
pero interior, tendrá lugar en el corazón de todos y cada uno
de los miembros del pueblo. Los prodigios serán ahora
invisibles, pero mucho más efectivos y reales, cambiarán de
verdad el corazón. Por ello nada de preceptos externos - por
muy sabios que sean y bien explicados que estén-, nada de
yugos: la Nueva Ley es cordial, entrañable; ya no es una
imposición sino una ayuda; más que preceptos, el apoyo al
discernimiento y a la puesta en práctica de las propias
decisiones; serán fuerza que actúe directamente sobre la
base de actitudes y raíz de acciones que es el corazón.
Ello determinará relaciones completamente nuevas: ya no
serán de señor- siervo sino de conocimiento y amistad
verdaderos (Jn 15!!); por el trato de tú a tú hacia la
familiaridad. El texto usa el mismo término que antes (baal)
pero que ahora en el nuevo contexto significa "marido". La
Nueva Alianza es amistad, matrimonio, conocimiento mutuo
donado e instintivo. Término éste también clave. Ya el Dt
(11,28; 13,3.14) llama a los ídolos y dioses extranjeros
"desconocidos", Jeremías mismo ha encontrado la
"ignorancia de Dios" por todo Israel (2,8; 4,22; 9,2; 22,16;
24,7). Todo eso será historia.
Este cambio interior muestra la fuerza definitiva de Dios.
Algo de él mismo quedará en el hombre para hacerse
reconocer. El hombre será recreado desde su centro vital, el
corazón; y no de la nada, como la primera vez, sino desde el
mal, desde la muerte, será conducido hasta la felicidad y la
Vida.
La conclusión no es una apostilla, sino el resultado de todo
lo anterior:
me conocerán del más chico al más grande -oráculo de Yahvé- cuando perdone su
culpa, y de su pecado no vuelva a acordarme.

Este perdón no es un preliminar; lo deja para el final porque


es la misma fuente del actuar de Dios y de la nueva
posibilidad de actuar el hombre. El
ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 34

perdón se define como un recordar más (rec. el no se dirá


más del principio). Las antiguas faltas no sólo han
desaparecido sino que han sido convertidas, transformadas
en vida y en conocimiento de Dios. Ya no son obstáculo
para la relación Dios-hombre sino acicate para que Aquel
muestre su misericordia y éste la acoja. Este perdón detiene
definitivamente el progreso del mal y de la pecaminosidad,
de la que no queda ni rastro.
Poco textos del Nuevo Testamento describen con más lujo
de detalles el cumplimiento que el Señor quería dar a su
revelación, las nuevas condiciones, el nuevo ambiente
donde vivir la relación con Él. Los textos del Nuevo
Testamento, más bien, la proclaman, la manifiestan antes
que la describen. Lo podemos ver claramente en Lc 4, 14-
30.
El texto se sitúa al comienzo de la segunda parte del
Evangelio56 que abarca hasta 9,50 y se ocupa de cómo
Jesús reúne a sus discípulos en Galilea. La sección
comienza con este relato en el que Jesús se presenta en la
sinagoga de su ciudad, en Nazaret y que tiene como
finalidad dar a conocer, una de tantas veces, quien es el
nuevo profeta de Galilea. Él como cualquier varón adulto
entra en la sinagoga para la celebración y es invitado a
hacer la lectura. Toma el rollo del profeta Isaías y lee
algunos versículos de Is 61,1-2, un texto claramente
mesiánico. El análisis muestra cómo el centro significativo
del fragmento se sitúa en los vv. 20b-22 del relato:
«Los ojos de todos, en la sinagoga, estaban fijos en él; y empezó a decirles: Hoy se
cumple esta Escritura a vuestros oídos. Y todos le daban testimonio y estaban
maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca y decían: ¿No es este
hijo de José?»

El mensaje de Jesús no es ninguna novedad... No dice nada


que los buenos israelitas, conocedores de las Escrituras, no
supieran. Su palabra es la Tradicional, la voz de los antiguos
profetas. El texto de Isaías es mesiánico, como decíamos,
pero es un hermoso canto a la nueva Alianza57 tal y como la
anunciaron los profetas cercanos al exilio. Un texto
emparentado, pues, en tiempo y motivación con el que
comentábamos de Isaías más arriba. La nueva Alianza es la
alianza de siempre, la que Dios ha querido desde el primer
día poder hacer con el hombre y que comienza siempre con
un prólogo que habla de la intervención divina y anuncia la
libertad de los que sufren...
También el hoy que pronuncia Jesús recuerda a Dt 5, donde
está muy presente el tema de la actualidad para hoy, para
nosotros, de la salvación:
«Escucha, Israel, las leyes y las normas que hoy te mando a tus oídos hoy. El
Señor nuestro Dios ha hecho con nosotros alianza sobre el Horeb. No con nuestros
padres, sino con nosotros, con nosotros mismos, que estamos todos vivos aquí».
La Ley, la Alianza, tiene que actualizarse, que ser revivida
en cada generación y ante cada cambio de circunstancias. A
la segunda Ley seguirá la
56
Ver MEYNET, ROLAND, Il Vangelo secondo Luca. Analisi retorica.
Dehoniane, Roma, 1994, Pág. 155ss.
 57 Ver BEAUCHAMP, P., L’un et
l’autre Testament, París, 1976, págs. 229-274.

ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 35

Ley proclamada por Jesús. Por último, otra alusión nos


remite a los ciclos de Elías y Eliseo58. Ellos, profetas
auténticos, tuvieron que lidiar con un pueblo indócil que casi
los lincha y que les lleva a vislumbrar que serán los
extranjeros quienes mejor acojan la palabra de Dios.
Jesús dice las cosas sin decirlas59; Jesús no se identifica con el
profeta de Isaías, pero tampoco a los nazarenos con los
ciegos, lisiados, etc. Beneficiarios de la profecía. Desde el
v.23 Jesús usa un lenguaje oblicuo, metaléptico60. En la
metalepsis se dan al interlocutor o lector suficientes indicios
para que pueda reconocer de qué o quién se trata, sin
sustituir su inteligencia o su libertad. Está ligada, por tanto,
al reconocimiento61. En Nazaret, el lenguaje metaléptico de
Jesús permitirá el reconocimiento pero evitará la trampa de
una acogida partidista e interesada. El reconocimiento se
dará a dos niveles diferentes: el del lector, a quien se pide
que vea en el rechazo de Jesús el signo paradójico de su
auténtica identidad profética y el de los nazarenos, quienes
sienten que no les dará ningún signo y lo expulsan. Al lector
se le llama releer la Escritura, llena de profetas no
reconocidos y a percibir una coherencia en el actuar de Dios
desconocida por los habitantes de Nazaret.
Jesús se remite a la tradición profética, al entero pasado de la
profecía para explicar los sucesos de Nazaret. En primer
lugar, los ciclos de Elías y Eliseo. En ambas tradiciones se
une la actuación taumatúrgica y la figura escatológica,
resume la historia profética (se refiere a Moisés y anuncia al
Profeta). No es una alusión pasajera: Jesús propone una
lectura de todo su ministerio bajo el signo de la continuidad.
Hará como ellos para ser reconocido Profeta, no solo en el
rechazo, sino, sobre todo, en la actividad salvífica. Habrá
otros signos, pero según la pauta marcada Jesús usa la
Escritura para mostrar la tenacidad del designio divino a la
par que el rechazo de Israel.
Lo verdaderamente importante es ese hoy que Jesús
pronuncia. Toda la tradición y todo el futuro que vendrá (su
rechazo, su entrega, su resurrección) se apoyan en él como
en una clave de bóveda. No habrá palabras más ciertas que
hoy u ahora... Eternamente frágiles pero solo ellas reales,
delatadoras del cumplimiento. Jesús anuncia, hoy, cada día,
la liberación prometida, la vista, la curación, la salvación de
aquellos que escuchan... y creen. Por fin está aquí la nueva
y eterna alianza: lo que Dios va a hacer y lo que Dios pide,
abrir los ojos, los oídos a Jesús, Cumplimiento, Realización
de la Alianza.
2. «EnestaetapafinalnoshahabladoporelHijo...»
58
Desde 1Re 17 a 2Re 13.
 59 Ver ALETTI, J., El arte de contar a Jesucristo,
Sígueme, Salamanca, 1992, págs. 37ss.
 60 Metalepsis es un tropo
mediante el que se pretende que los lectores u oyentes se reconozcan en
un discurso oblícuo, que comprendan algo que no puede decirse
directamente. Un ejemplo muy claro está en la tragedia de Racine, Fedra:
la protagonista, al no atreverse a confesar su amor incestuoso a Hipólito,
le hace una declaración en la que él podrá reconocerse bajo el nombre de
Teseo. Ver FONTANIER, Manuel classique pour l’etude des tropes, Paris 1821.
61
Hay varias parábolas evangélicas de este estilo. La distancia que se
crea respecto de la situación da cierto espacio al discernimiento.
ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 36

Jesucristo, el Hijo, es la clave, el auténtico cumplimiento de


la Alianza. En Él llega al hombre la salvación de Dios –Él la
obra y la manifiesta– y a Dios la respuesta del hombre que,
por fin, en Jesús se le entrega y confía en Él hasta la misma
muerte.
La comprensión y reflexión del mensaje espiritual del Nuevo
Testamento tiene en su centro en el Hombre Jesucristo. Su
experiencia y su vida son las que debe rehacer el cristiano,
pues el discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su
señor (Mt 10,24).
Podemos conocer y hablar de la espiritualidad de Jesús de
Nazaret. No desde un punto de vista psicológico ni de
introspección en su autoconciencia sino desde el examen de
sus actos, gestos y tomas de posición. De ellos se deduce la
relación con Dios a la que se refería continuamente en su
actuación pública. Él escucha y ve al Padre actuar a través
de sus manos cada día, en la predicación y en su
realización. Jesús es un judío, educado en la percepción y
explicación de su mundo como un judío más... Es esta
novedosa relación con Dios, su Padre, la que lo hace
original y único. El es consciente de que a través de sus
gestos y sus Palabras, está viniendo el Reino de Dios. Y de
que lo acogen los sencillos y los pobres, ante ellos el Padre
puede manifestar su Gloria (Mt 11,25-27). Esto es parte de
la acción de Dios que precede a la de Jesús y que Él
discierne en la fe, también en la de los extranjeros (Mt
8,5ss).
Esta relación con el Padre se convierte en el fundamento de
su vida y acción, en la raíz de su originalidad, en el
fundamento más firme de su propuesta. Él encuentra en
Dios esperanza, respuestas, fuerza, consuelo a la vez que
en la realidad que le rodea percibe el desaliento, la
impotencia, la falta de vida y libertad. La confrontación entre
ambas realidades es su opción y su anuncio, que realiza
con toda su vida y está dispuesto a llevar hasta sus últimas
consecuencias. Este convencimiento no le viene de ningún
maestro judío, ni de un movimiento político o de reforma
social... Viene únicamente de Dios, con quien Jesús tiene
una relación muy especial.
Y por eso habla con autoridad y no como los escribas (Mt
7,29 y par). Habla y actúa como un Profeta, autorizado a
reinterpretar la Ley. Más tarde, sus discípulos, en especial
los Evangelistas, se han visto impulsados a proclamar que
Jesús cambio (actualizó, cumplió) la Ley y dio nuevo sentido
al Templo, lugar del encuentro con Dios.
Respecto al Templo, hay un texto muy interesante en Jn
4,23-24:
19Le dice la mujer: «Señor, veo que eres un profeta. 20Nuestros padres adoraron en
este monte y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar». 21
Jesús le dice: « Créeme, mujer, que llega la hora en que, ni en este monte, ni en
Jerusalén adoraréis al Padre. 22Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros
adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. 23Pero llega
la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en
espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren.24Dios
es espíritu, y los que adoran, deben adorar en espíritu y verdad».

ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 37

El texto pertenece al diálogo de Jesús con la samaritana


que ocupa casi todo el c. 4. A partir del v. 20 el diálogo
recae sobre dónde debe ser el lugar de culto, si el Templo
de Jerusalén como dicen los judíos o la cumbre del Monte
Garizim como decían los samaritanos. En los vv. 23-24 la
cuestión del lugar es sustituida por la del cómo debe ser ese
culto. Casi todos los intérpretes están hoy por hoy de
acuerdo en que la expresión con Espíritu y verdad62no trata de
contraponer el culto externo y ritual al culto interno o
«espiritual». No se refiere aquí al culto a Dios en la intimidad
del propio espíritu pues se trata del Espíritu de Dios (ver
v.24). Habría que entender la frase, más bien, como Espíritu
de verdad. El ideal de un culto puramente interior no encaja
en el escenario del Nuevo Testamento, con sus reuniones
eucarísticas, canto de himnos, la celebración pública del
Bautismo. Jesús habla de la sustitución de unas
instituciones temporales o tradicionales (el Templo o el
monte Garizim) en este caso por el Espíritu63 que dará
Jesús. Este será el culto verdadero que va a sustituir al culto
del Templo, de cualquier templo.
Queda claro que se trata de dar culto al Padre con Espíritu...
Dios puede ser adorado como Padre únicamente por
quienes poseen el Espíritu que los hace hijos, aquél con el
que Dios mismo los ha engendrado de lo alto (ver Jn 3,5).
Todo lo otro es nivel terreno, carne... Por eso este Espíritu
es el de la Verdad, la Verdad que es Jesús (Jn 14,6) y el
Espíritu de Jesús (Jn 14,7; 15,26). Es el conocimiento
auténtico de Dios que permite agradarle, hacer lo que Él
quiere.
Por otro lado –en el otro lado– sus palabras, gestos y
opciones nos dejan muy claro cuál es el compendio de la
Ley, el contenido explícito de la nueva Alianza. Para Jesús
este resumen de lo que hay que hacer –sentido de la vida
para las personas– es el amor a Dios y al prójimo.
Los textos de referencia son Mc 12,28-34 y sus paralelos
(Mt 22,35-40; Lc 10,25-28) y Jn 13,34-3564, el llamado
mandamiento nuevo de Jesús.
La verdad es que ambos mandamientos, por separado, son
auténticamente judíos. Se trata del shemá la principal
confesión de fe israelita: «Escucha Israel, el Señor, nuestro
Dios, es solamente uno. Amarás al Señor tu Dios con todo el
corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas» (Dt 6,4-5) y «No
serás vengativo ni guardarás rencor a tus conciudadanos. Amarás a
tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor» (Lev 19,18). El
prójimo es, en principio, el israelita, el compatriota aunque
más tarde se añade a la lista también al emigrante (Lev
19,34). Al mismo tiempo, el amor a Dios se identificaba con
la observancia de sus mandamientos (Dt 6,4-5 con 6,6;
5,10; 7,9; 10,12). Además en tiempos de Jesús había un
debate en torno al mandamiento principal de la Ley... Lo mismo
respecto del prójimo: quién es mi prójimo (ver Lc 10,29) era
una de las preguntas que debatían una y otra vez los
rabinos y sus discípulos.
62
Traducimos la expresión evn pneu,mati kai. avlhqei,a| según
BROWN como con Espíritu y verdad. Sería una hendíadis equivalente a
Espíritu de verdad. Ver R. E. BROWN, El Evangelio según san Juan,
Cristiandad, Madrid, 1999; tomo I, Pág. 426ss.
 63 Recordar Jn 2,21: Jesús
mismo iba a reemplazar al Templo.
64
Ver también E. SCHILLEBEECKX, Jesús..., págs.
226ss.
 ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 38

El prójimo es, desde el Antiguo Testamento, y en un primer


sentido, el compatriota, o miembro de la misma clase. Más
tarde pasa a significar el compatriota pero necesitado y
humilde, socialmente débil; finalmente todos sus
compatriotas son para el israelita como un hermanos
«débil» al que hay que prestar ayuda. Al prójimo hay que
amarlo por encima de cualquier derecho y tener con él una
actitud fraternal y solícita, como miembros del pueblo de
Dios; solo así reinará una paz universal en Israel (Lev
19,18).
En el griego de los LXX, el prójimo es el vecino, la persona
de al lado, el semejante con el que uno se encuentra. Para
los judíos de la diáspora, entonces, el amor se extiende a
todos los hombres. En cambio, con los compatriotas y amigos,
se debe dar un amor fraternal65. Después, ambos
mandamientos se fusionan, como en Mc 12,29-31. Se
convierte, así, para los cristianos en el criterio para valorar
críticamente cualquier ley. Lo que Jesús quería y practicó
fue eso, aunque en un sentido totalmente nuevo, dada la
cercanía del Reino de Dios que Él proclama.
En el IV Evangelio se da un paso más: este es el
mandamiento nuevo, resumen de toda la vida cristiana,
testamento y testimonio máximo de la novedad que es
Jesús (Jn 13,34-35). En Lucas, incluso, los dos principios
básicos no aparecen en el contexto del problema de la Ley;
son considerados en el mensaje del evangelio como un
«camino de vida» (Lc 10,25). Su intento es explicar el
concepto de prójimo tal y como lo entiende Jesús (Lc 10,25-
29), mediante la parábola del buen samaritano que expresa
la concreción de ese mandamiento principal. Se invierte el
sentido de «prójimo», no es el objeto de una acción
caritativa y fraterna sino que el mismo sujeto agente es
quien se aproxima y ayuda al otro. La relación de projimidad
surge cuando se ayuda y asiste, cuando uno se acerca a
otro. Este es el amor cristiano al prójimo, el que trata de unir
a los hombres y hacer de ellos una familia, al tiempo que
muestra que el Reino de Dios está aquí.
En definitiva, podemos afirmar que Jesús libera al hombre
de una imagen opresiva y pobre de Dios, denunciando la
ideología legalista como una ortodoxia que se había
divorciado de la ortopraxis y había independizado la ética
convirtiéndola en una pantalla entre Dios y el hombre, con lo
que quedaba oculta la relevancia salvífica de las
obligaciones que prescribe la Ley. La nueva experiencia de
Dios en Jesús funda también una nueva ética humana, un
nuevo modelo de convivencia desde la libertad humana
auténtica.
3. «EstácercadelReinodeDios...»
Prácticamente todos, discípulos y detractores, coinciden en
afirmar que Jesús fue un hombre de verdad porque sabía de
dónde venía y adónde iba. Alguien con autoridad propia que
no dependía de ninguna autoridad ni de ninguna escuela.
Se sabía enviado por el Padre para comprometer a los
hombres, sus hermanos, en la actuación de Dios, para
hacer de su vida una lucha por implantar el Reinado de
Dios.
65
En el Nuevo Testamento se identificarán amor a todos y amor fraternal:
Cristo murió para que todos fuésemos hermanos... No podemos dar ni
consentir un amor menor que este.

ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 39

Este Reinado, el antiguo proyecto de Dios Padre y Creador


sobre el mundo, rechazado por el primer hombre, re-
propuesto como Promesa a Abrahán, sellado en la Alianza,
recordado por los profetas, se hace verdad, oferta concreta,
personal en Jesús de Nazaret. En Él es posible que seamos
felices, que recuperemos nuestro «destino dichoso».
Él es el Mesías, el Ungido, nuestra Esperanza hecha
realidad, el cumplimiento de todo lo que deseamos y de lo
que ni siquiera nos hemos atrevido a desear. En realidad,
nosotros ya sospechábamos que no estábamos en este
mundo sólo para nacer, crecer, alimentarnos, des-
alimentarnos, pasar por algunas alegrías y muchas penas,
volver a pasar por más penas y al final, morirnos. No, Dios
no nos habría creado sólo para eso. Es verdad que también
podemos colaborar con Él a mejorar y completar la tierra y
el resto de su creación, pero no basta. Nosotros queremos,
y con razón, la felicidad, pasar por la vida viviendo y
aprovechando cada minuto, sintiéndonos amados y
pudiendo amar.
La propuesta de Dios en Jesús de Nazaret es, primero de
todo, un anuncio, una Buena Noticia (un «evangelio») que
se resume en una proclamación, en un discurso que
recogen los evangelios de Mateo y Lucas: las
Bienaventuranzas, como si dijésemos «las Felicitaciones»
(ver Mt 5, 1-12 y Lc 6, 17-26).
Como tal, se refiere a una puerta abierta a la felicidad en la
vida. Jesús no solo marca un camino y se propone como
modelo al haberlo recorrido el primero y hasta el final, sino
que hace posible que cada uno, que cualquiera, lo pueda
recorrer. De modo increíble, Jesús no comienza exigiendo
de los suyos un código estricto de comportamiento, que se
crean esto o aquello, que se corten el pelo o que se lo dejen
crecer, que se laven en tal o cual postura - o que no se
laven, que de todo hay - para ser sus seguidores.
Comienza intentando convencerles de que, desde ahora,
son, van a ser felices como nunca pensaron. Como por
ensalmo, por decreto divino, han sido considerados dichosos.
Desde este momento y porque Dios lo dice pueden
considerarse felices los que nunca han pensado en serlo:
los pobres, los que lloran, los perseguidos. ¿Por qué? El
mismo Jesús es la razón; en Él, en sus palabras, en sus
actitudes, en sus acciones, en su Presencia Dios ha tomado
partido por éstos que lloran, son pobres, sufren o son
perseguidos. Dios mismo se compromete en Jesús para dar
la vuelta a la situación, para poner las cosas en su sitio
donde Dios quiere que estén.
La puerta del Evangelio es esta elección que se nos
presenta: o reconocer y aceptar nuestra pobreza y fiarnos
de Dios, sabiendo que no estamos solos, que hay una
Presencia en nuestra vida que jamás nos abandona o
creernos ricos y autosuficientes.
Nuestra pobreza es así siempre riqueza, posibilidad,
apertura porque hagamos lo que hagamos siempre hay
Alguien que sonríe, que nos mira con afecto y amor, que
nos apoya, que nos comprende y esto nos ayuda para
ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 40

poder hacer nosotros lo mismo con los demás que lo


necesitan. De este modo la pobreza se convierte en la
riqueza compartida de Dios.
Así pues, el Dios que se compromete nos pide
comprometernos, elegir la felicidad ya desde este momento,
digan lo que digan de nosotros. Seguro que ya hemos
experimentado que siempre que tomamos partido, algunos
hablan mal de nosotros y nos critican. Pero los que jamás se
mojan66 no saben qué es ser feliz y qué es compartir de
verdad con los demás. Y Dios se ha mojado y hasta el fondo
en nuestra vida de hombres, para que nosotros le perdamos
el miedo al agua del compromiso y del quedar en evidencia.
El que lo hace conoce desde ya mismo lo que es el Reino
de Dios, el mundo que Dios quiere y no cesa de
proponernos, la verdadera felicidad, la vida eterna que
comienza ahora.
Examinemos el texto pero cambiando de versión: de la más
conocida de Mateo nos vamos a Lucas, el Tercer Evangelio,
en este caso más breve y más claro.
El texto, el mismo casi que en Mt, lo encontramos en Lc 6.
Para enterarnos, «recordemos» ante todo el contexto.
Desde Lc 1-2, nosotros, lectores del evangelio, ya sabemos
quien es Jesús: el Mesías prometido, que ha nacido en
Belén, de una mujer virgen, ha sido adorado por pastores y
otros maleantes y reconocido por dos profetas (Simeón y
Ana) más viejos que Matusalén. Este mismo es el que en la
sinagoga de su pueblo (ver Lc 4), un día de sábado como
otro cualquiera, despertó de golpe a todos los que
escuchaban el Sermón de la sinagoga anunciando el
cumplimiento «hoy», aquí, ahora, en su persona, de la
Escritura, de la Profecía del Señor. Pero sus paisanos,
aunque oían, no fueron capaces de ver en Él más que al hijo
del carpintero y lo rechazaron con bastante mala educación.
Por último, muy cerca ya de nuestro texto (ver Lc 5) se
dedica Él mismo a captar adeptos, a proponer su mensaje y
su persona a quienes quieran colaborar con Él. A éstos, a
quienes llama discípulos es a quienes propone este mensaje.
Veamos ahora el texto un poco más de cerca a ver qué está
diciendo el Señor en realidad.
Y él, alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: «BIENAVENTURADOS LOS
20

POBRES, PORQUE VUESTRO ES EL REINO DE DIOS.

21
Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados.

Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis.


22
Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os
injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre.
23
Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el
cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas.

«PERO ¡AY DE VOSOTROS, LOS RICOS!, PORQUE HABÉIS RECIBIDO VUESTRO


24

CONSUELO.

66
Como dice una amiga mía, quizá no conocemos el camino concreto para ser
felices pero sí qué hacer para no serlo jamás: intentar contentar a todos.
ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 41

25
¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre.

¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto.


26
¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de ese modo
trataban sus padres a los falsos profetas.

El texto67, escrito de este modo, nos muestra sus relaciones


formales, esto es, en cuanto a la forma. Así el texto mismo
nos informa de cómo tenemos que entenderlo. Vemos, a
simple vista, que el fragmento consta de dos partes
fundamentales: bendiciones (vv.20-22) y maldiciones (vv.24-
26). Las partes se relacionan por frases paralelas y a cada
bendición corresponde una maldición.
Dentro de la primera parte –bendiciones– destaca la primera
bienaventuranza de las demás... Vamos a ver cómo es
distinta de las otras. De momento está en tiempo presente,
exactamente igual que la maldición con la que está
relacionada (v.24). Es en realidad, la puerta del Evangelio.
De nuestra actitud ante ella depende el aprovechar o no el
Evangelio, el sentir o no la bendición de Dios.
Lo que hace Jesús, según vemos por cómo está hecho el
texto, es distinguir. Hay actitudes, acciones, situaciones más
fundamentales que otras.
Para algunos de los «felicitados» por Jesús pasar de una
situación a otra es sólo cuestión de tiempo (en el resto de
las bienaventuranzas los verbos están en futuro: serán...). Así
llegará un día en que nadie pasará hambre, nadie llorará
porque el compromiso de Dios con ellos se hace realidad
cuando Él en Jesús suscita, anima personas,
organizaciones, cristianas o no, cambia corazones para que
solucionen este grave problema de la humanidad. Nosotros
conocemos parte de lo que se hace, pero son muchos más
los detalles, la entrega y el compromiso de tantos
voluntarios anónimos a quienes el Señor ha tocado el
corazón, quizá sin que ellos lo hayan sabido, y así también
les da fuerzas para que no desmayen en su labor. Ése es el
camino ético porque el optamos...
Para todos, sin embargo, es necesario elegir. Apuntábamos
que la bendición/maldición que afecta a pobres y ricos es la
única que está en presente (verbos en presente), es decir,
se cumple inmediatamente: Dichosos los pobres porque
vuestro es (YA) el Reino de Dios y desgraciados los ricos
porque YA tenéis vuestro consuelo, todo lo que recibiréis de
Dios y de la vida es lo que ya disfrutáis, viene a decir. Este
detalle nos pone en buen camino para entender a Jesús.
Según Él, pobres benditos de cuya parte está Dios y ricos
desgraciados no se diferencian por el dinero que tengan
(aunque, claro, siempre es más fácil a un pobre rico ser
pobre pobre que a un rico pobre; el dinero tira mucho) sino
por la actitud de su corazón.
El pobre es aquel que reconoce sus valores y sus
limitaciones, su necesidad de los demás, y haciéndolo se fía
de Dios, pone su confianza en Él. El rico en cambio se cree
que es el no va más, por lo que es y tiene, y cree no
Ver MEYNET, ROLAND, Il Vangelo..., Pág. 163ss.
 ESPIRITUALIDAD
67

DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 42

necesitar de nadie, al contrario, que todos necesitan de él.


La Biblia les llama «tontos», «necios» (ver el Salmo 1)
porque más tarde o más temprano descubren que están
solos y lo pasan fatal.
El Señor se ha hartado de vernos llorar y sufrir unos por
culpa de otros que ríen y disfrutan pero que en el fondo,
suponemos, están vacíos. Dios, pues, si creemos a Jesús,
no está simplemente en un Cielo de su invención, viéndolo
todo y permitiéndolo todo para nuestro bien (o nuestro mal,
según opiniones); quien piense o defienda esto, contradice a
Jesús.
Pero, ¿quiénes son estos pobres a los que Jesús proclama
felices? ¿En quién está pensando? ¿Qué tiene que ver con
nosotros? En nuestras lenguas modernas, la expresión
«pobre» tiene siempre un significado, o al menos un
trasfondo, peyorativo. Decimos «pobre» hombre... al que no
tiene o no sabe o no vale o va... para atrás. Pues lo mismo,
y peor, antiguamente. Con los pobres nadie nunca ha
contado... En serio, solo el Dios que Jesús proclama.
Jesús habla, con todo, en la tradición y el lenguaje del
Antiguo Testamento. Las palabras de Jesús quieren reflejar
el contenido de dos palabras hebreas: Anî y Anaw, dos
adjetivos.
(Raíz hnu que significa ser mísero; está relacionado con la raíz responder. Un
texto de Sofonías 2, 3, «buscad al Señor los pobres y humildes de la tierra, los que
cumplís sus normas», muy parecido al nuestro. Normalmente se traducen por
pobre y humilde, respectivamente. El significado evolucionó desde el original,
pobre, sin terreno suficiente y, por tanto, necesitado de trabajar para otro (lit: el
que responde, y se humilla, se encorva al responder, el que está a las órdenes...)
hasta humilde, piadoso, en el post-exilio, aunque siempre mantuvo el primero. El
anî se equipara en Israel al extranjero, al que no tiene derechos. Algunas citas
(tampoco agobiarse): Ex 22, 24; Lv 19, 10; Is 3, 14-15; Jer 22, 10; Sal 9, 19; 10,
2.9; 12, 6. Y una curiosa: Nm 12, 3).

En general, los Anî y Anaw son los marginados, segregados,


explotados, los que tienen disminuida su capacidad, fuerza y
valor. El A.T. les reconoce una actitud espiritual, hacia Dios.
Se vuelven a Él y se suplican que termine con estas
situaciones.
Mateo, el I Evangelio, añade: «en el espíritu» para matizar el
significado de la palabra, puesto que en la mentalidad
hebrea no estaba clara. Se quiere poner así en línea con los
profetas y la serie de textos que, como decíamos,
espiritualizan el término. ¿Qué significa? Las modernas
biblias, tras un largo y serio proceso de interpretación, lo
traducen como Dichosos los que saben que son pobres o los que
eligen ser pobres. Es decir, la primera bienaventuranza se
refiere a aquellos para quienes la pobreza es una elección:
bien porque aceptan la que se da en su vida o porque han
optado por ella, evitando llenar su corazón con una riqueza
falsa, buscar una felicidad pasajera y que se compra.
Así pues, el anuncio evangélico no es, en primer lugar, una
exigencia de Dios sino una actuación que El ofrece en
Jesucristo. Cerca de Él, las bienaventuranzas se hacen
realidad, por el poder de sus manos. Una vez más
ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 43

y siempre, nuestro único cometido es creernos esto, confiar


en la irrupción de Dios en nuestra vida que Jesús proclama
y por la que entregó su vida y actuar en consecuencia.
Para nuestra actuación, para dar contenido y sentido a
nuestra opción, tenemos el resto de las bienaventuranzas:
todo el que se pone a servir o en una actitud donde muestre
que es débil y que necesita de los demás para ser feliz, es
dichoso porque ha encontrado el sentido profundo de su
vida y el camino que le llevará a ser de verdad persona.
4. «...ElEvangelioqueherecibido:queCristomurióporlospecados... y
que fue resucitado..»
Decíamos arriba que Jesús no solo anuncia el Evangelio,
sino que lo cumple, muestra su cumplimiento y nos posibilita
a nosotros, cristianos, y a todos para poderlo acoger y que
se pueda hacer vida en cada uno... Nos estamos refiriendo
al misterio de la Pascua.
Jesús se convierte de predicador –sujeto del Evangelio– en
predicado – objeto de la predicación–. Nosotros podemos
anunciar que los pobres son dichosos gracias a que Cristo ha
muerto por nuestros pecados y ha sido resucitado para nuestra
justificación.
El mismo Señor dio este sentido a su pasión y muerte: el de
un acto representativo a favor de los son muchos (Mc 10,45;
14,2468); Jesús muere como el Siervo de Dios, de cuya
pasión dice Isaías 53 que es un sufrimiento inocente,
soportado con paciencia, voluntario, pretendido por Dios y,
por tanto, que expía vicariamente. La vida de Jesús es en la
muerte, más que nunca, entrega a Dios por todos...
Al mismo tiempo las escenas del relato de la Pasión y
Muerte del Señor nos hablan del significado profundo, para
nosotros, de su entrega. La Cena de despedida, nueva
Pascua, que los discípulos estamos invitados a celebrar en
memoria suya esto es, para ayudarnos a vivir y entregarnos
como Él... La oración en Getsemaní, donde Jesús
experimenta las consecuencias del rechazo de Dios sin
haber pecado nunca... Se despide de este mundo como lo
haría el peor de los pecadores, el hombre más increyentes
que hubiese existido. Toda la angustia, toda la soledad caen
sobre su persona, sobre su opción de fidelidad a Dios hasta
la muerte. No importa morir, sino morir de este modo. Pero
es así, precisamente, muriendo como creyente, llegando al
final de su camino de entrega, como Jesús es capaz de
restaurar el camino entre lo humano y Dios...
Y esta restauración se hace realidad y se manifiesta
plenamente en la resurrección. El Padre ratifica con este
gesto último y definitivo el camino de Jesús como el camino
humano por excelencia, que puede que acabe en la
68
Recordar también lo dicho sobre las palabras de la cena. También las
palabras que en los Evangelios tratan del sentido que Jesús daba a su
muerte: Lc 22,35-38; Mt 9,12ss.; Mc 9,31par.; Mc 14,27b; Lc
22,16.18par... Ver un análisis más detallado en JEREMIAS, JOACHIM,
Teología..., págs. 340ss.

ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 44

muerte pero tiene un sentido al estar respaldado por Dios


mismo que transforma la existencia de aquél que la logra
poner por completo en sus manos.
El encuentro con Cristo resucitado es la experiencia más
radical que nos narra el Nuevo Testamento. De hecho, es el
criterio fundamental, el hecho luminoso que interpreta
auténticamente la historia de Jesús de Nazaret69 y desde el
cual se han escrito todos sus libros, tal y como los
conocemos y veneramos nosotros. Sin embargo, no
tenemos acceso a esta experiencia inmediata de los
testigos. Decenas de años y de elaboración literario-
teológica nos separan de las primeras experiencias.
De hecho, un acontecimiento así no tenía cabida en la
mentalidad de la época y no encontramos nada parecido en
la literatura contemporánea. Las resurrecciones se refieren
siempre a reviviscencias, vueltas a la vida terrena. El
judaísmo tardío no habla nunca de una resurrección como
manifestación de Dios en la historia70. En el Nuevo
Testamento, en cambio, equivale al primer acto de la nueva
creación, la recreación prometida que comienza por donde
acabó la primera, por la persona humana. Ya aparecen
estas ideas en textos como Mt 27,51b-53, que narra la
muerte de Jesús rodeada de los prodigios de los últimos
tiempos: las tinieblas (v.45), temblor de tierra, las rocas se
rompen (v.51b); son los mismos que narra el profeta Amós
(8,9ss.). Nuestro texto añade, además, el detalle de la
resurrección de algunos santos... Todo esto nos lleva a
sospechar que los días de la Pascua fueron experimentados
originalmente por los discípulos como la señal distinta de
que llega el último día, el día de Dios, el aquel día de la
predicación de los profetas, el comienzo de la gran
resurrección, el fin del mundo que diríamos nosotros.
Otro eco de esta impresión causada en los discípulos por
los acontecimientos pascuales podemos contemplarla en la
idea de que la resurrección de Cristo significa su
entronización, él se sienta a la derecha de Dios y comienza
su reinado. Es el comienzo del tiempo nuevo que hay que
cumplir y realizar y en el que se entra por la fe. Creer es
para la primitiva comunidad participar en la consumación del
mundo, haber sido arrancado de una generación corrompida
(Hch 2,40), se ha salvado en medio de las aguas del diluvio
(1Pe 3,20) y del Mar Rojo (1Cor 10,1ss.), es una nueva
criatura.
5. «El discípulo no es más que su Maestro...» El Camino del
Seguimiento.
Una de las mejores definiciones, por vivencial, de lo que es
ser cristiano es ésta que nos ofrece el Nuevo Testamento
desde sus primerísimas páginas: el verdadero discípulo de
Jesús es el seguidor, el que va detrás M Señor, que quiere
copiar de Él su modo de ser, de pensar, de actuar. Los
cristianos, para
69
Ver entre tantísimos textos, Hch 10,36ss. El Jesús que pasó haciendo el
bien y curando a los oprimidos por el Diablo, del que los que hablan son
testigos, de cómo fue muerto, colgándole de un madero pero también de que
a éste Dios le resucitó al tercer día y le concedió la gracia de aparecerse, no a todo
el pueblo, sino a los testigos que había escogido de antemano, a nosotros...
Ver JEREMIAS, JOACHIM, Teología..., págs. 356ss.
 ESPIRITUALIDAD
70

DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 45

el Nuevo Testamento, somos aquel grupo de mujeres y


hombres que en su vida, en su tiempo y circunstancia, cada
vez más también «con su vida», se ha puesto en camino,
van detrás de las inmensas filas que desde más de 2000
años caminan tras de un hombre llamado Jesús de Nazaret.
Es en los Evangelios, sobre todo, donde se plasma esta
definición viva de la más clara y vivencial de las
espiritualidades: ser cristiano es seguir al Señor. Por eso
ante todo, ser discípulo es ir detrás de Jesús, eso lo deja muy
claro el Nuevo Testamento. Un, cristiano es alguien siempre
en movimiento, que sigue, que va, que viene, siempre en
camino. Pero su andar no parte jamás de cero, no tiene que
inventarlo todo para comenzar a caminar, no es necesario
que él sólo salve el mundo, ni a nadie. La salvación, está ya
conseguida. Alguien va siempre delante de nosotros, somos
continuadores de una obra ya empezada y de la cual se nos
asegura el éxito; por ello , a nadie se piden imposibles,- pero
sí todo lo que pueda dar.
Jesús caminó delante de sus seguidores, se adelantó
siempre en las decisiones más comprometidas y
arriesgadas y este hecho ha quedado fuertemente marcado
en los Evangelios. Y sigue igual. Él va delante de nosotros,
así como ante él fueron tantos profetas y, sobre todo, la
acción del Espíritu Santo, la comunicación amorosa del
Padre (cfr. Jn 4, 35-38; 6, 39. 44-451).
Pero para incorporarse a las filas de los seguidores, es
necesaria y decisiva la llamada «personal e intransferible»
de Jesús. Con los textos, de «llamada» comienza lo fuerte
de los Evangelios: Jesús pasa por la vidas de hombres de
su tiempo, su camino y el de ellos se cruzan para que Él
tenga tiempo de decirles «Sígueme» (cfr. Mc 1, 18; 2, 14. 15;
Mt 4, 20; 4, 22; 9, 9; Lc 5 11; 5, 27; etc.). Profundicemos un
poco en cómo hemos de entenderlos.
Los textos fueron escritos sin duda muchos años después
de los sucesos, e intentan trasmitirnos, inculcarnos una
verdad esencial, extraen lo fundamental del encuentro de
Jesús con sus primeros seguidores, para todos lo que
quieran convertirse en seguidores. Es sobre todo eso, el
relato de un encuentro:
 de un lado, hombres y mujeres concretos, con su actividad
de todos los días, con su vida, preocupaciones,
defectos y taras; 

 del otro lado, Jesús, un hombre, como ellos, que pasa, que
va de camino, llevando a cabo una misión, dada por el
Padre, que le constituye; una vida encauzada, con un
sentido, una finalidad que se roza con otra, ¿Qué
significa este simple imperativo, Sígueme? Ante todo es
Palabra de Jesús, Palabra de Dios desde la carne de
Jesús, palabra poderosa, capaz de actuar lo que pide,
cambiando la vida y dándole un nuevo sentido.
Palabra, por tanto, que habla al oído educado por la fe,
del que escucha al corazón preparado por la acción del
Padre a través de las circunstancias de la vida. 

ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 46

Pero sobre todo es Palabra que inicia un diálogo, que


establece una Relación. Palabra de amor, auténtico motor
de la vida, única fuerza capaz de hacernos mover. Ofrece
una misión: dedicar, entregar la vida a Alguien y para Algo.
Esto ya es muchísimo, si lo vemos en el contexto de la
búsqueda constante de los hombres por el sentido de lo que
viven y hacen.
Palabra que quiere dar la vuelta a la vida: «Os haré
pescadores de hombres». Es una propuesta para dejar las
aburridas cosas que es preciso hacer y dedicarnos a algo
que valga de verdad la pena. La frase sugiere que, quizá en
lo externo, la vida no cambie mucho: se trata siempre de
«pescar», pero ahora «hombres», el sentido de la misma
actividad es totalmente otro.
Se sigue haciendo, quizá lo mismo o parecido, pero ahora
es con hombres, por los hombres, es una ocupación
humana de verdad. En la versión de Lucas, encontramos un
matiz interesante: la palabra que indica la «pesca» viene de
un verbo que significa «pescar o cazar vivo»: pescar, por
tanto, de la vida y para la vida. Esta es la transformación
vital que Jesús propone a quienes llama.
Así se veían los primeros cristianos al elaborar los relatos
históricos de las llamadas de los primeros seguidores: sobre
una barca, pescando de las tormentosas aguas del mundo,
a los destinados a salvarse. Pescar es también sinónimo de
«rescatar». Y nos invitan a todos, desde estos textos a que
dediquemos tiempo a ver nuestra vida desde esta luz,
buscando signos de este encuentro. Para algunos habrá
sido una situación concreta, más o menos decisiva; para
otros, más de una; casi siempre es un proceso de
encuentro, un desvelamiento progresivo. Quien no lo vea
claro, es cuestión de que se aplique a descubrirlo. Ayuda a
aguantar en el camino.
Es preciso, con todo, recordar algo y tenerlo presente
siempre: es Jesús quien llama, no es un ofrecimiento de
cada uno (cfr. Mc 8, 25ss.). Los que se ofrecen a Jesús,
empiezan mal y por ello ni siguen, les falta lo que decide y
explica todo en última instancia: la llamada.
Otros textos abundan en la idea de que ser discípulo es ir
con los otros discípulos. Nos presentan a Jesús, seguido por
una multitud (cfr. Mt 14, 13; 19, 2; 20, 29; Mc 2, 15; 3, 7; 5,
24; 6, 1; 9, 38; 10, 32; 10, 52; 11, 9; Lc 7 9; 9, 11. 49; 22, 39;
Jn 6, 2; etc.). A Jesús siempre se le sigue en grupo, en
compañía, en comunidad.
Por supuesto que dentro del grupo hay muchas formas de
seguirle, muchos grados de compromiso. Desde los
mirones, interesados, buscadores de novedades, los
deseosos de cambiar, los que sólo quieren subir, los que se
han comprometido un poquito, los grandes comprometidos,
las mujeres, los apóstoles.
La primera prueba del discipulado es aprender a convivir
pacientemente con los otros llamados, y con sus diversos
modos de entender el compromiso, aguantar motivaciones
que a primera vista no son muy claras, niñerías, enfados,
lograr que, también, nos aguanten a nosotros.
ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 47

Otros le siguen «desde fuera», podíamos decir, como aquel


hombre que los discípulos descubren echando demonios en
nombre de Jesús, aunque sin ser del grupo (Mc 9, 38 par.).
Hasta esto vale, al menos para empezar. Las posibilidades
del seguimiento son, pues, tantas como las de la vida. El
grupo de Jesús no es cerrado, ni mucho menos. Sus únicas
fronteras son el abrirse del corazón a Dios y la necesidad de
un cambio mejoría en la vida.
Pero, a la vez, este camino es un criba, un discernidor, un
separador de la paja de la motivaciones egoístas o
equivocadas del grano del verdadero seguimiento. El
camino mismo, poco a poco, ira eligiendo a los
verdaderamente elegidos71
El camino no perdona ni a los mismos doce Apóstoles.
Jesús no deja un sucesor, sino una comunidad detrás de Él,
en medio de la cual encontrarse (Jn 17, 6-8).
Este proceso de discernimiento y criba se hace
espacialmente visible cuando aparece ante los ojos del
seguidor que ser discípulo es ir hasta Jerusalén con Jesús.
Esto significa que la más importante prueba del seguimiento
la constituye el mismo Jesús. Es al mismo tiempo muy difícil
e imprescindible poder creerle, entenderle mínimamente
como para no dar media vuelta y salir corriendo cuando se
vislumbra el terrible fin de su misión.
De hecho, momento clave de todos los Evangelios es la
pregunta de Jesús, ¿Quién dice la gente que soy yo?, ¿Quién
decís vosotros que soy yo?». Sólo a partir del mínimo
reconocimiento de Pedro y los discípulos, es posible que
Jesús se revele. Sólo entonces puede empezar compartir
con los apóstoles que el Hijo del Hombre va a ser entregado.
Continúa avanzando en primer lugar. Tal entrega marca el
destino de todos aquellos que quieren vivir como el Hijo del
Hombre, como hombres, encontrando la felicidad en hacer
felices a los otros. Normalmente -revela Jesús- acabarán
mal.
Para los discípulos aquí el camino se estrecha, ya no es
cómodo de andar ni hermoso de recorrer. Hay que empezar
a optar. La cosa va a ir a peor conforme más se vayan
acercando a Jerusalén. Por ello la Palabra de Jesús se hace
muy clara: el que quiera seguirme, que venga detrás de mí, coja su
cruz y me siga. El seguimiento y la cruz van de la mano en el
Evangelio. La reflexión sobre la vida y el destino del Maestro
pone aquí la clave del seguimiento (cfr. Mt 10, 38; 16, 24;
Mc 8, 34; Lc 9,23; 14,27). Es necesario avanzar detrás del
Maestro para ir subiendo peldaños en calidad humana y
cristiana.
El camino de la cruz es proceso de humanización. «Coger la
cruz» no significa buscarse un mal inventado o un
sufrimiento adicional, por si ya fuesen pocos; ,mucho menos
es dejar de lado la propia y sana felicidad para llenarse de
penas. La cruz es una realidad que ya tenemos, es nuestra
propia vida, con su peso, con su responsabilidad: la
convivencia familiar, el estudio, el novio o la novia. Jesús
nos revela que para seguirle hemos de cogerla, es decir,
levantarla con decisión, hacernos responsables de ella,
sostenerla y empezar a
71
En la elección irrevocable, hecha por el Padre, entra como presupuesto
la respuesta y la acogida, sin las cuales aquella queda sin efecto.

ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 48

caminar. Asumir nuestras responsabilidades sin miedo y


prepararse a lo que pueda pasar. El ser seguidor de Jesús,
cruz en ristre, no es una carga adicional, sino una actitud,
una Presencia que ayuda a tomar y sostener, con decisión y
responsabilidad, las propias cargas, que son, jamás lo
olvidemos, al mismo tiempo, las ilusiones de la vida y los
momentos que le dan sentido y sabor, pues nos hacen
crecer y superarnos
Los textos evangélicos también nos hablan, y desde el
principio, de la recompensa, de lo que se gana en el
seguimiento. Ser discípulo es ir con Jesús a través de la muerte
hasta la vida. El Señor paga puntualmente y con creces.
Veremos un poco más de cercados episodios evangélicos
unidos como en un díptico (cfr. Mt 19, 27ss. par.): el del
«joven rico» y el de la recompensa prometida al
seguimiento.
En el primero de ellos, un joven se presenta a Jesús,
buscando el consejo del Gran Maestro para mejorar de vida.
Él ya tiene muchas cosas, es sensato, culto, educado,
religioso a más no poder. Viene a ver qué de nuevo puede
decirle el predicador de moda. «Maestro bueno:, ¿qué he de
hacer para heredar la vida eterna?» Es decir, qué he de hacer
para entrar en la bienaventuranza, en la felicidad (objetivo
de toda fe, religión o ciencia humana que se precie de ser
tal). El uso de la palabra «heredar» indica un gran respeto al
considerar esta felicidad como un don, algo que no puede
lograrse con las solas fuerzas M hombre. Está preguntando:
¿qué disposición es la mejor para recibir este inmenso don?
Jesús le recuerda la Escritura: condúcete según los
mandamientos, que ellos modelen tu vida. Seguirlos es
camino de humanidad, prudencia y felicidad.
Todo ello ya es un logro para el muchacho. El chico es
sensato y a Jesús le cayó bien, tanto que le amó, dice el
texto. Estaba en buen camino, pero quería mas, no se
contentaba con la propia felicidad, el desear siempre más es
buena señal, la mejor. «Una cosa te falta» Jesús pasa al
ataque, siempre nos falta algo, siempre es posible ir más
lejos en la entrega de amor: da cuanto tienes a los pobres;
esta entrega es signo de la auténtica entrega que el
discípulo hace de su vida.
Es todo un signo: uno se debe dar con lo que es y tiene, no
que la riqueza sea molesta o mala -la podría haber dejado a
un pariente-, se ha entregar a los pobres, para intentar que
las cosas cambien. En consecuencia, Jesús le dice: Ven y
sígueme. Cuando ya no puedas hacer más con lo que tienes,
haz la verdadera entrega, da tu vida, como el único modo
radical de cambiar el mundo y encontrar la felicidad en el
intento.
Pero esto, al parecer, era demasiado para el chico, «se puso
triste, porque era muy rico», y no tenía el deseo de ayudar a
cambiar las cosas con su riqueza.
El otro texto, el de la recompensa, forma como un díptico
con éste: Pedro pregunto: «Y nosotros, lo que hemos dejado
todo y te hemos seguido ... ». la pregunta aparece tarde o
temprano, consciente o inconscientemente, en el discípulo.
¿Y nosotros, qué? Jesús no oculta lo malo, el riesgo pero
tampoco lo
ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 49

bueno y positivo. Recibiréis el ciento por uno, en esta vida,


todo lo que hayáis dejado multiplicado, donde menos lo
esperéis, la felicidad que parecía sacrificada, se ha
multiplicado, y después, la Vida Eterna. Eso sí, todo con
persecuciones, pues la recompensa se subordina, depende
siempre del proyecto del Reinado de Dios, que a veces pide
estar a las duras y otras veces, a las maduras.
Pero, sea como sea, el seguimiento es siempre camino de
transformación, camino pascual. Tras Jesús, con Jesús -
solos sería imposible- se pasa de la Muerte a la Vida, de
una existencia común, anodina, sin más metas o fines que
uno mismo que a la larga destroza el ser, a ser una persona
con un objetivo en la vida: ser feliz haciendo felices a los
demás, contando para ello con el mejor de los Maestros
(Jesús) y con la-más grande de las Ayudas (el Espíritu
Santo).
6. «Exhalósualientosobreellosydijo:RecibidelEspírituSanto...»
En nuestra reflexión sobre Espiritualidad, es decir sobre la
vivencia real e histórica de la fe, en el Nuevo Testamento
llegamos al punto clave, a la cima más alta al hablar,
precisamente, del Espíritu Santo.
En cristiano, Espiritualidad, precisamente, se escribe con
mayúsculas, porque viene de Espíritu. Es Él, el Espíritu
Santo, Don del Padre a través de Jesús, el Hijo entregado a
la muerte y resucitado para nuestra justificación, el que
posibilita, provoca, discierne en nosotros la vivencia de la fe.
Hay que decirlo claro y desde el principio: si tenemos fe, si
hacemos experiencia de Dios, de su perdón, de su
misericordia, de su ayuda, de su presencia, es gracias y en
el Espíritu Santo que Él nos ha dado. Así lo expresan
claramente los discursos de despedida de Jesús, según el
IV Evangelio:
«(...) El Espíritu de la Verdad (...) que mora con vosotros... Él os lo enseñará todo
y os recordará todo lo que yo os he dicho. Él dará testimonio de mí... os guiará
hasta la verdad completa» (Jn 14,17.26; 15,26; 16,13)

Es el Espíritu, connotado, revelado y manifestado tal y como


hemos intentado ver, en sus relaciones salvíficas con Dios y
con Cristo, constituye el contacto de ambos, Padre e Hijo,
con el creyente.
No nos ocuparemos de los textos neotestamentarios que
hablan de la revelación del Espíritu en el nacimiento de
Jesús o durante su vida terrena o en la vida de las nacientes
comunidades. Eso lo dejamos para un trabajo que se
dedique propiamente a la pneumatología72. Nos dirigimos
directamente a examinar la presencia del Espíritu, según el
NT, en la vida del cristiano en tanto que creyentes y
miembro de la Iglesia.
Desde este punto de vista del Espíritu se afirma que es
enviado (Gal 4,6), derramado (Hch 2,17ss.33; Rm 5,5; 1Cor
12,13; Tt 3,6), dado (Jn 19,30; 2Cor 1,22; 5,5; Ef 1,17; 1Ts
4,8; 1Jn 3,24), otorgado (Gal 3,5; Flp 1,19).
72
Por analogía con Cristología y Eclesiología, dícese de la reflexión
teológica acerca del Espíritu Santo de Dios y su manifestación en la vida
de los creyentes.

ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 50

Y por parte del creyente, es recibido (tiene que ser recibido):


Rm 8,15; 1Cor 2,12. Y de ahí, los efectos: estar llenos de Él
(Ef 5,18), habita en nuestro interior (Rm 8,9.11; 1Cor 3,16) o
inhabita (Rm 8,11), como algo que se tiene.
Es Pablo, como fácilmente puede deducirse de lo dicho, el
que más se ocupa de esta auténtica antropología sobrenatural.
El fundamento es la fe en Cristo Resucitado (Gal 3,2ss.),
que por el bautismo (Jn 3,5-8) no solo provoca el encuentro
con Dios sino que nos entrega de modo que nos redefina
por dentro, desde dentro, nos vaya haciendo criaturas
nuevas.
Quizá el texto más explícito de los podemos ver sea Gal 4,6
(ver tb. Rm 8,15): la filiación divina es la analogía que más
se acerca a la novedad que constituye la presencia del
Espíritu en la vida del cristiano. Veamos qué significa todo
esto.
Ante todo, la misma filiación divina, es decir, la nueva
relación de Dios con el hombre, que ya no es religiosa sino
familiar, es la superación de todas las anteriores relaciones
(ver 4,1-3.7, la ilustración paulina). La fe es determinante, y
es un camino hacia la extrema y radical intimidad y
familiaridad con Dios, al irnos conformando al Hijo por
naturaleza.
Es el Espíritu quien la provoca y constituye; forma
ontológicamente a la persona en su nueva existencia
cristiana. El Espíritu es también el Espíritu del Hijo,
conforma su relación con el Padre y mediatiza la nuestra,
nos transforma en hijos por adopción. A la vez es don
divino, pura gracia por tanto.
Donado y recibido en el corazón de la persona, es decir, se
dirige, se acepta, se vive en la misma profundidad personal
del hombre, su corazón. No está en la superficie, se debe
vivir de todo corazón. Transforma al creyente en su Templo
(1Cor 6,15; 3,16: cumplimiento Promesa, presencia de Dios.
Templo del Espíritu es decir que el Templo es el Espíritu
(ver 2Cor 3,18).
El bautizado se integra en el mismísimo misterio trinitario
(Rm 8,26). El Espíritu, enviado por el Padre mediante el
Hijo, retorna a Él en forma de grito, de oración, de
necesidad de la presencia del Padre. La Trinidad misma
asume así al cristiano en su misma realidad y toda la vida se
transforma, pues, según el Espíritu.
Los cristianos son, precisamente, aquellos que se dejan
guiar por el Espíritu de Dios (Rm 8,14), los que son
empujados por su fuerza y caminan según Él (Gal 5,25). El
Pneuma no es una presencia estática en el interior del
creyente; todo lo contrario, es dinámico a más no poder y su
presencia estimula, crea vida y movimiento73. Esto se
expresa también con el destronamiento del principio que
hasta ahora guiaba a la persona, la carne. Se trata de la Ley
del Espíritu (Gal 5,14; Rm 13,8-10)74. Esta Ley es el Amor,
el Ágape, primero fruto
73
Basta recordar las imágenes usadas, como la del viento, y los verbos:
caminar, guiar, dirigir... 74 Comenta Sto. Tomás el texto Jer 31,31-34. Et
hoc modo datum est Novum Testamentum, quia consistit in infusione Spiritus
Sancti (Sto. Tomás, In Romanos, 8,2). Ver también lo dicho en el punto 2
de estas reflexiones.
ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 51

del Espíritu (Gal 5,22), que compendia toda la ley que ahora
no es para el cristiano un mandamiento sino un principio
interior de actuación75. La libertad misma, también fruto del
Espíritu (2Cor 3,17), se orienta al servicio de este mismo
amor (cfr. Gal 5,1.13).
Esta vida en el Espíritu o según el Espíritu es para el cristiano
como un sello o un signo (2Cor 1,22; Ef 1,13; 4,30) que lo
marca en su nueva naturaleza y le recuerda y le permite
vivir en conformidad con su nuevo estado. Como dice 1Jn
2,20.27 es una unción que hace activo y operante la
escucha de la Palabra de Dios.
Pero el Don de la Nueva Alianza, el Espíritu Santo, no es un
hecho individual y mucho menos se disfruta de modo
personalista. El Regalo es para vivirlo en fraternidad, en
familia, en comunidad, en Iglesia. Hace, construye, significa
comunidad eclesial, según el deseo de Jesús.
Es así desde el principio mismo, como relata el día de
Pentecostés el libro de los Hechos (2,1-12). Usando motivos
veterotestamentarios y judíos, como la imagen del viento, el
fuego76 y, sobre todo, la explícita citación de Jl 3,15 en el
discurso de Pedro (2,17-21), se nos comunica que ha tenido
lugar la efusión escatológica prometida del Espíritu de Dios.
Y tal efusión da consistencia a la nueva comunidad de la
Alianza, destinada, según el relato, a que todo el universo
comprenda lo que está pasando y tengan ocasión de
participar de las maravillas de Dios77.
El Espíritu es personaje central del libro de los Hechos (más
de sesenta veces aparece la palabra pneuma con valor
teológico), aunque siempre es posible discutir si es
entendido como persona o como simple fuerza sobrenatural
que mueve y guía a la Iglesia. Lo que si está claro es que el
acontecimiento de Pentecostés representa para la
comunidad lo mismo que el Bautismo para Jesús de
Nazaret: la pone en movimiento como comunidad misionera.
Él es la fuerza de lo alto, fuerza para ser testigos hasta los
confines de la tierra (Hch 1,8): De estas cosas somos testigos
nosotros y el Espíritu Santo que Dios da a los que le obedecen
(5,32; 15,28).
Después el Espíritu llenará y conducirá a los diáconos
(6,3.10; 7,55), a los samaritanos convertidos por Pedro y
Juan (8,15-17), ilumina a Felipe (8,29.39), confirma el
cambio sucedido en Saulo-Pablo (9,17), aconseja a Pedro
(18,19), se da a los primeros paganos que creen (10,44-47),
caracteriza las figuras de Bernabé (11,24) y del profeta
Agabo (11,28), conduce la misión de Pablo (13,9; 16,6-7;
20,23) y es corresponsable de las importantes decisiones
tomadas en el llamado Concilio de Jerusalén (15,28).
75
Sto. Tomás In 2Cor 3,6: Spritus Sanctus, dum facit in nobis caritatem, quae
est plenitudo legis, est Testamentum Novum.
76 Toda la parafernalia de los
signos del Sinaí, cuando el don de la primera Ley: cfr. Ex 19,1.8.16.17.18;
20,18; Dt 4,6. Para el tema de las lenguas de fuego, hay alusiones
parecidas en Filón, Decal. 44-49.
77
Por supuesto nos referimos a la exhaustiva lista de pueblos que
escuchan y comprenden el discurso de los apóstoles.

ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 52

El Espíritu, queda claro, es el gran Don de la Iglesia para


llevar a cabo su misión, que fue la de Jesús. Por eso, la
comunidad escucha continuamente lo que él tiene que
decirle (Ap 2,7.11.17.29; 3,6.13.22), que la saca de sus
dudas y sus tibiezas para empujarla continuamente al
testimonio78, para que sea capaz de escuchar en la vida el
Evangelio y testimoniarlo, hacerlo descubrir.
Los Hechos nos hacen ver al Espíritu en acción y las cartas
de Pablo nos ofrecen la mejor y más profunda reflexión y
enseñanza sobre las relaciones entre el Espíritu y la Iglesia.
Resumimos lo que ya vimos:
El Espíritu es la base común para todos los bautizados, es
el factor principal de unidad en la Iglesia79. No hay
diferencias de clase en la Iglesia (Corinto). El perdón y del
Don del Padre igualan en la raíz a todos los creyentes. Ver
también 2Cor 3,3 (Espíritu, cemento que une a los
cristianos). Hace compartir una misma filiación divina, la
transforma en fraternidad. Es el vínculo de la paz (Ef 4,3).
Al mismo tiempo, y paradójicamente, el Espíritu es también
la fuente de la diversidad en la Iglesia, a nivel de los
ministerios y carismas que significan la acogida personal de
Dios a cada creyente y el darle un puesto y un cometido en
la comunidad (1Cor 12,4.7.11.8-10. El Espíritu es
personalmente responsable de esa riqueza y multiplicidad,
Él interviene de modo diferente sobre cada parte del tejido
eclesial (1Ts 5,19). Al mismo tiempo, alcanza a cada
bautizado (1Cor 12,7.11; Ef 4,7), y cada uno ha de
demostrarlo creciendo y madurando en su fe, ofreciendo el
testimonio de una vida entregada que recibe y otorga amor.
Pero todas estas manifestaciones van orientadas a la
utilidad común80.
Examinemos lo dicho más en detalle descendiendo al
análisis que hace Pablo de la situación en la comunidad de
Corinto. Nos referimos al texto de 1 Cor 12-13. El apóstol
estudia y reflexiona con máximo interés sobre la situación
de esta comunidad. Los cristianos corintios están
perfectamente «inculturados» en su ciudad, son una
muestra perfecta de lo que la misma ciudad es: se da en ella
una actividad desbordante. Los cristianos, así, «no carecen de
ningún don» (1Cor 1, 5.7). Es una vitalidad acosada por
muchos peligros. Unos creen ya vivir la vida del eón
definitivo (1Cor 4, 8. 10). Otros gozan de los dones del
Espíritu sin preocuparse de la unidad de la comunidad ni de
su bienestar (problemas y laxismo práctico).
Pablo pone fronteras y aclara sin quitar nada a las
manifestaciones del Espíritu. No existe la Iglesia del Espíritu
para el individualismo inspirado y el gozo glotón y personal
de sus dones. Todo don ha de relacionarse con el todo
78
Momento especialísimo para esta escucha del Espíritu es la
celebración, como afirma el contexto del libro del Apocalipsis. La
comunidad se reunía para discernir su realidad, su fe y lo que convenía
hacer para testimoniar a Jesucristo. De todo ello queda rastro en las
introducciones litúrgicas a la celebración y a la liturgia de la Palabra...
79
Es sintomático que siempre que habla del Espíritu en la comunidad,
emplee el plural: Rm 9,1; 1Cor 7,10. Sobre todo, el pronombre todos: 1Cor
12,13; Rm 8,14.
 80 Cfr. 2Cor 3,6.8. El Apóstol habla de una diakonía
pneumatos, es decir, de un ministerio del Espíritu que consiste en servir el
Espíritu a la comunidad cristiana, como elemento para darle vida.

ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 53

del cristianismo, Cristo, de quien viene y a quien se dirige


toda la acción del Espíritu (cfr. 3, 11; 1, 30-31; 10, 4; 4, 4-5).
Y Cristo es el Crucificado, la Sabiduría es la de la Cruz; el
espiritual es aquél que tiene el pensamiento de Cristo (cfr. 2,
16).
Después, subraya que el Espíritu es sujeto soberano: los
corintios se aferran más a los dones que al Espíritu mismo,
verdadero sujeto de la construcción de la comunidad, de lo
que los dones sólo es un indicio. También, Pablo relaciona
los dones con la utilidad común (cfr. 12, 7; tb. Rm 12, 6). En
el centro mismo, el mejor de los dones es el Amor, sin
discusión, de un modo muy lírico que no oculta, sin
embargo, la crítica. No hay que dar un valor excesivo a las
experiencias extraordinarias, individuales e inmediatas. Hay
que usarlos como personas responsables, desde tres
exigencias: la disciplina comunitaria (14, 27-33); la
preocupación de resultar útil e iluminador para los otros y el
discernimiento.
Precisemos ahora el sentido de karisma. La expresión se
emplea 17 veces, casi todos en Pablo81 y en Rm y 1Cor.
Ante todo, hay que despejar los falsos problemas82. En
primer lugar, karisma no significa ‘don del Espíritu’, aunque lo
sea. Se refieren por su naturaleza a la Karis, a la gracia83.
Son dones diversos que dependen de la única Gracia. Son,
ante todo, los dones de la salvación y la vida cristiana, la
comunicación fundamental de parte de Dios, no habilidades
personales84. Corresponden a la vocación de cada uno85, y
en ese sentido son personales, vividos en y desde la
relación personal, la Gracia fundamental.
Sobre ellos, Pablo afirma: que los distribuye el Espíritu
según su voluntad, que son diversos86, que los da para que
sirvan al bien de todos y la construcción de la comunidad,
que tienen por encima el Don del Amor (a su lado, los
carismas estrella de Corinto, el don de lenguas y la profecía,
quedan muy en segundo plano)87 .
Hay, sin duda, una tensión teológica e histórica entre
pneumatología y eclesiología que habrá que resolver y
discutir. El Vaticano II (LG 12 y AA 3) los ha recuperado en
el sentido paulino, lo que permite una reinterpretación de los
ministerios ordenados como carismáticos, dones para la
construcción del
81
Excepto 1Pe 4, 10.
 82 A saber, la falsa oposición entre carisma e
institución, heredada de Harnack, Sohm, producto de la degeneración del
problema teológico entre pneumatología y eclesiología en la sociología de
la religión. O pensar que el carisma es un don particular del Espíritu,
orientado a un registro especial de actividades.
 83 Cf. Rm 4, 16: «teniendo
dones diferentes según la gracia que nos ha sido dada»; los dones o carismas
existen en referencia y, por tanto, en dependencia a la Gracia.
 84 Cf. Rm
5, 15-16 y 1Cor 3, 10.
 85 En lenguaje algo más antiguo, gracia de
estado.
86 En las cartas de Pablo encontramos varias listas, ninguna
exhaustiva, lo que nos lleva a pensar que no hay número fijo y que
tampoco importa.
 87 Con el tiempo y la reflexión teológica, se impondrá el
significado de don extraordinario, refutado y reasumido más tarde por la
crítica protestante en la polémica entre carisma e institución. A este nivel
paulino, todos son carismas, en tanto que cumplan esas condiciones
fundamentales. Unos, estructurales o provenientes directamente de la
revelación o la primera iglesia, otros, descubiertos y vividos con el tiempo,
Vg. La vida religiosa...

ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 54

Cuerpo de Cristo. Pero nos queda aun camino para


reconocer a los carismas su lugar verdadero88.
Hay un último aspecto que tenemos que examinar y que nos
deja ya muy cerca de la conclusión de estas reflexiones
pues si bien es verdad que el Espíritu califica y da sustancia
al hoy del creyente y de la Iglesia, se constituye también en
la gran esperanza que mantiene abierta la puerta del futuro
escatológico, del cual es una anticipación y una garantía.
En efecto, el Espíritu es la primicia89 y, al mismo tiempo, las
arras90, que es el anticipo de nuestra herencia (cfr. Ef 1,14).
El Espíritu, pues, constituye el común denominador, el punto
de unión entre la vida cristiana presente y la futura.
Representa la continuidad cualitativa entre ambas (2Cor
5,5).
Su función no se limita a una dimensión interior, embiste
(cfr. Ez 37) también la corporalidad de la persona (Rm 8,11),
para dar la vida eterna, para llevarlo adelante, a su destino
escatológico de vida y felicidad que no se acaban. Cuanto al
cómo del fenómeno, recurrimos de nuevo al Apóstol Pablo
se expresa siempre en términos misteriosos, aunque
originales:
Un texto, sobre todo, nos ilustra la cuestión; es 1Cor 15,42-
49: hablando del cómo de la resurrección se alude a que se
siembra un cuerpo mortal y renace uno espiritual, así como
lo que se entierra en debilidad renace en fuerza y gloria:
42
Así es también la resurrección de los muertos. Se siembra un {cuerpo}
corruptible, se resucita un {cuerpo} incorruptible; 43se siembra en deshonra, se
resucita en gloria; se siembra en debilidad, se resucita en poder; 44se siembra un
cuerpo natural, se resucita un cuerpo espiritual. Si hay un cuerpo natural, hay
también un {cuerpo} espiritual. 45Así también está escrito: El primer hombre,
Adán, fue hecho alma viviente. El último Adán, espíritu que da vida. 46Sin
embargo, el espiritual no es primero, sino el natural; luego el espiritual. 47El
primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre es del cielo. 48Como es
el terrenal, así son también los que son terrenales; y como es el celestial, así son
también los que son celestiales. 49Y tal como hemos traído la imagen del terrenal,
traeremos también la imagen del celestial.
88
CONGAR , El Espíritu Santo, Pág. 65-66, cita un ejemplo muy interesante:
la fórmula de inicio de las celebraciones litúrgicas importantes, El Señor
esté con vosotros; hay reminiscencias de Gal 6, 18; Flm 25; 2Tm 4, 22.
Significa algo más que el Señor esté contigo. La fórmula el Señor esté...es
frecuente en el AT y concierne a un acto que debe realizarse según el
plan de Dios, dónde está en juego el hacer su voluntad, ligado a la
presencia del Espíritu en aquél que debe actuar. En el NT, el Espíritu está
especialmente activo en la celebración y la oración. En este breve diálogo,
se asegura, se confiesa, la presencia del Espíritu para el acto litúrgico, se
está diciendo: el Señor esté contigo ya que tienes el carisma del Espíritu para
hacer esto. El ministro ordenado lo ha recibido en el Sacramento, pero nada
es automático, se requiere confesarlo y orarlo en la epíclesis.
89
En griego aparjé: «Tenemos el primer don del Espíritu... en la espera de
la adopción como hijos, del rescate de nuestro cuerpo; fuimos, de hecho,
salvados en esperanza» (Rm 8,23).
 90 2Cor 1,22: «Nos ha dado el sello y
el arra (arrabôn) del Espíritu en nuestros corazones».

ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 55

Pablo utiliza la frase soma pneumatikón91 para hablar de la


realidad personal de los resucitados, una expresión
contradictoria que expresa juntas dos ideas: por una parte,
la conservación futura de la corporalidad humana, de lo que
es y tiene, tal y como lo entendemos, pero completamente
transformado (1Cor 15,23) por el Pneuma en un cuerpo
espiritual, que no es lo mismo que espiritualizado... Conserva,
por decirlo así, todo lo humano excepto sus limitaciones en
tiempo, espacio, etc. Pero sigue siendo una individualidad
aunque plenamente consciente también de su ser
comunitario.
7. Hacialaconsumación...
Con lo dicho, está casi todo lo importante, al menos lo
esencial, expuesto. Hemos llegado al punto de recordar, una
vez más, que sirvan a ello estas palabras, cómo la vida
nueva de Dios en Cristo está ya injertada en nuestra
humanidad de modo irreversible e irrevocable.
Este es también el anuncio del Evangelio, el que hemos
recibido y nos está salvando (cfr. 1Cor 15,1ss): que la
entrega de Cristo nos quiere transformar interiormente la
vida física en vida del Espíritu. Qué falta... creerlo, acogerlo
con todo el corazón y con toda la vida: el anuncio vivo del
Dios Encarnado que se desvive en Jesucristo para renovar
nuestra esperanza, para que cada día de nuestra existencia
seamos, personas... No más pero tampoco menos. He aquí
el mensaje central, espiritual, que nos pone en las manos el
Nuevo Testamento.
91
eiv e;stin sw/ma yuciko,n( e;stin kai. pneumatiko,nÅ
También es muy interesante el juego de palabras que se establece entre
el primer Adán, alma viviente, frente al segundo,

Cristo, Espíritu que da vida: VEge,neto


o` prw/toj a;nqrwpoj
VAda.m eivj yuch.n zw/san( o` e;scatoj VAda.m eivj pneu/ma
zw|opoiou/n
ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 56

III. APÉNDICES
Una vez finalizado nuestro recorrido –necesariamente
parcial– por el mensaje espiritual del Nuevo Testamento,
han quedado muchas cosas en el tintero.
Por ello incluimos en apéndice estos dos capítulos del libro
de Virgilio Pasquetto, Espiritualidad Bíblica, publicado por el
Instituto de Espiritualidad a distancia y que completan lo
dicho exponiendo que la vida cristiana es peregrinaje, según
las cartas de Santiago y primera de Pedro. También lo que
hemos afirmado de pasada sobre la vida de la Iglesia se
completa al hablar de la experiencia espiritual según el libro
del Apocalipsis.

SOMOS PEREGRINOS. EXPERIENCIA ESPIRITUAL EN LAS


EPÍSTOLAS CATÓLICAS (ST, 1PE)

Por lo que concierne al Nuevo Testamento, la idea de la


vida terrena como peregrinación emerge, entre otras, de
todas aquellas expresiones donde se afirma que los
cristianos son peregrinos y forasteros en este mundo (1Pt
2,1 1); que, aun encontrándose en el mundo, no pertenecen
a él (Jn 17,14.16); que son exiliados, lejos del Señor (Hb 11,
13-14) y en un país que no es el suyo (IR 2, 11); que la
tierra no es una morada permanente, sino provisional y
precaria (1Co 7,26; Hb 13,14; 1Pt 1,17); que el tiempo
presente es tiempo de prueba y de paso por el desierto (1Co
10, 1-6; Hb 3, 7-19); que la verdadera patria está en el cielo
(Flp 3,20) y en el encuentro definitivo con el Cristo
Resucitado (Flp 1,23; 2Co 5,8); que en el período
precedente está en camino hacia la patria (Hb 11, 13-14), la
Jerusalén celestial (Hb 12,28), la bienaventurada esperanza
(Tt 2, 12-13), la herencia prometida (Flp 1,6), la felicidad
plena (Mt 25,21) y el eterno descanso (Hb 3, 11-18).
Con todo, en los escritos del N.T. no encontramos
únicamente indicios. En algunos de ellos, el tema de la vida
cristiana como peregrinación se afronta de modo directo y
con abundancia de sugerentes reclamos espirituales. Entre
dichos escritos neotestamentarios, se hallan la Carta de
Santiago y la Primera Carta de Pedro.
a) La Carta de Santiago
Aunque es un escrito parenético-sapiencial, compuesto en
gran parte de exhortaciones aisladas entre sí, la Carta de
Santiago nos brinda dos puntos de referencia, bien precisos,
acerca del tema indicado: 1) el tiempo presente como
tiempo de espera; 2) compromisos del cristiano durante el
tiempo de la espera.
1. El tiempo presente como tiempo de espera
El texto de St 5, 7-9 recuerda que el cristiano, mientras vive
en este mundo, se encuentra "en situación de espera":
ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 57

"Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor Mirad cómo


el labrador aguarda el valioso fruto de la tierra esperando con
paciencia hasta que haya recibido las lluvias tempranas y tardías.
Tened también vosotros paciencia, fortaleced vuestros corazones
porque está cerca la venida del Señor No os quejéis, hermanos,
unos de otros para no ser juzgados ".
Es digna de notarse, la imagen que usa el autor, en el texto
citado, para dar mayor relieve a lo esencial de su
enseñanza. Presenta la imagen de un campesino que,
después de haber sembrado, espera confiadamente la lluvia
y la maduración de la semilla.
Al introducir esta imagen, la Carta quiere subrayar que la
existencia terrena del cristiano es un tiempo intermedio
entre el "ya" y el "todavía no" de la salvación. Mediante el
bautismo, el cristiano ha entrado a formar parte de la
multitud innumerable de los salvados (tema de la semilla);
sin embargo, mientras se encuentra en este mundo,
participa de la realidad soteriológica de modo limitado y en
medio de numerosas pruebas; sólo después de la muerte y
del juicio divino que la sigue será plena y total la salvación
(tema de la maduración de la semilla).
Otro elemento a precisar, en el contexto de la situación
entre el "ya" y el "todavía no" de la salvación, es el que nos
sugieren los pasajes de St 1, 18.21:
"Por propia iniciativa nos engendró con una palabra de verdad,
para que fuésemos como la primicia de sus criaturas "(1, 18)
"Desechada toda suciedad y todo residuo de malicia, acoged
dócilmente la palabra sembrada en vosotros, que es capaz de salvar
vuestras almas" (1,21).
Ateniéndonos a los textos citados, entendemos que la
salvación que el cristiano recibe en el momento del
bautismo es, juntamente, don de Dios (v. 18) y lazo de unión
con la escucha de su Palabra (vv. 18.21).
No basta, pues, ser bautizados para considerarse con
titularidad plena en "estado de salvación". La salvación está
presente y operante sólo en los que llevan a la vida real el
propio bautismo y se ponen a la total disposición de Dios.
Por otra parte, sólo a estos cristianos les asiste el derecho
de esperar con paciencia y confianza el juicio divino y de
aguardar la justa recompensa (Jb 5,7-11).
2. Compromisos del cristiano durante el tiempo de la Espera
Ciñéndonos a los principales, podríamos redactar el
siguiente elenco: a) fe laboriosa; b) observancia de tres
leyes particulares: oración, adquisición de la sabiduría
verdadera, paciencia resignada ante las pruebas de la vida;
d) severas advertencias a los ricos.
a. Fe laboriosa
ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 58

De este deber específico habla expresa y ampliamente el


contenido de la Carta:
"¿De que sirve, hermanos míos, que alguien diga: 'Tengo fe', si no
tiene obras?. ¿Acaso podrá salvarle la fe?. Si un hermano o una
hermana están desnudos y carecen del sustento diario y uno de
vosotros les di- en paz, calentaos y hartaos' pero no les dais lo
necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve?. Así también la fe, si no
tiene obras, esta realmente muerta. Y al contrario, alguno podrá
decir: ¿Tú tienes fe?; pues yo tengo obras. Pruébame tu fe sin
obras y yo te probaré por las obras mi fe. ¿Tú crees que hay un
solo Dios?. Haces bien. También lo creen los demonios y tiemblan.
¿Quieres saber, necio, cómo la fe sin obras carece de valor?.
Abrahán, nuestro padre, ¿no fue justificado por las obras cuando
ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ( ... ) De igual modo, Raab, la
prostituta, ¿no quedó justificada por las obras, al dar hospedaje a
los mensajeros y haciéndoles volver por otro camino?. Como el
cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está
muerta". (St 2, 14-21.25-26).
b. Observancia de "tres leyes particulares"
Las tres leyes a que se alude aquí toman comúnmente el
nombre de "ley de la moderación", "ley de la totalidad", "ley
de la libertad".
La "ley de la moderación de la lengua" (3, 1-12) tiene como
destinatarios directos, tanto a los cristianos que muestran
excesivo afán en escalar puestos importantes en el seno de
la comunidad (3, 1-2), como a los que con demasiada
locuacidad dañan la caridad fraterna y causan perjuicio a la
convivencia mutua (3, 3-12).
En efecto, la lengua es como un caballo indómito, una barca
a merced del oleaje o una chispa que se escapa en el
bosque. Quien desea evitar lo que sería irreparable, está
obligado a embridar el caballo, poner timón a la nave y
cuidar de apagar, apenas brotan, las causas de eventuales
incendios.
Función de la "ley de la totalidad" es urgir a los cristianos al
deber de entregarse totalmente al Señor y no poseer nada
para sí. En concreto: a la obligación de no seguir la
mentalidad del mundo (4, 4-5), de no abandonar al propio
Dios por otros dioses (4, 4-5), de arrojar del propio corazón
todo deseo de opresión y de abuso de poder (1,27; 2,5), de
ser instrumentos dóciles en las manos del Señor (4, 7-8), de
cultivar sentimientos de humildad (4, 6- de oponerse con
fuerza a los asaltos del demonio (4,7) y de asumir una
actitud resignada en relación con las pruebas de la vida (4,9;
5, 7-1 1).
Pertenece también a la "ley de la totalidad" inducir a los
cristianos a cumplir los mandamientos divinos sin distinción
ninguna (4, 11-12). El motivo es claro. Si juzgan legítimo
faltar a un solo precepto, esto significa que el único
legislador al que se debe obedecer son ellos, no Dios (4,
11.12).
ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 59

La "ley de la libertad" (1,25; 2,12), llamada también "ley regia"


(2,8), se identifica en la práctica con la palabra evangélica
sembrada en el corazón del hombre como principio de vida
nueva (1,18.21) y que actúa, sobre todo, mediante la
caridad, el amor (2,1-26).
En tal contexto, podría denominarse igualmente "nueva
alianza" (Jr 31, 31-34; Ez 36, 25-28) o "ley interior", o sea,
aquel tipo de ley que sugiere desde dentro y sin necesidad
de tantos preceptos externos qué se debe o no se debe
hacer.
c. Oración
Según la Carta de Santiago, el cristiano está obligado a orar
en cualquier circunstancia de su vida, sea gozosa o triste (5,
13-19).
En los casos de enfermedad grave se ordena además una
oración especial, en base a la siguiente norma: "¿Está
enfermo alguno de vosotros?. Llame a los presbíteros de la Iglesia,
que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor Y la
oración de la fe salvará al enfermo. El Señor hará que se levante, y
si hubiera cometido pecados, le serán perdonados. Confesaos,
pues, mutuamente vuestros pecados y orad los unos por los otros,
para que seáis curados. La oración ferviente del justo tiene mucho
poder" (5, 14-16).
Siempre en tema de oración, la Carta concede asimismo
gran importancia a las exigencias requeridas por Dios para
que el orante obtenga cuanto le pide. En realidad, el Señor
escucha al orante cuando éste demuestra confianza en El
(1, 6-8), lo sirve con corazón indiviso (1,8), se arrepiente de
los propios pecados (5,16) y posee una fe inconmovible (1,
5-8).
d. Adquisición de la sabiduría verdadera
Una llamada apremiante a los cristianos para que adquieran
la verdadera sabiduría y, una vez adquirida, se dejen guiar
realmente por ella, nos viene de los textos que siguen:
"Si alguno de vosotros está falto de sabiduría, pídalo a Dios, que
da a todos generosamente y sin echarlo en cara y se la dará" (1,5)
"¿Quién de vosotros es sabio y docto?. Muestre con la buena
conducta sus obras hechas con la dulzura de la sabiduría. Mas si
tenéis en vuestro corazón envidia amarga y espíritu de contienda,
no os jactéis ni mintáis contra la verdad. Tal sabiduría no
desciende de lo alto, sino que es terrena, irracional, diabólica, pues
donde hay envidia y espíritu de contienda, allí hay desconcierto y
toda clase de maldad. En cambio, la sabiduría que viene de lo alto
es, ante todo, pura, y además pacífica, afable, dócil, llena de
misericordia y de buenos frutos, imparcial, sin hipocresía. Frutos
de justicia se siembran en la paz para los que procuran la paz " (3,
13-18).
ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 60

e. Paciente resignación ante las pruebas de la vida


La carta de Santiago distingue un doble género de pruebas:
interiores, o tentaciones estrictamente dichas (1, 13-15), y
exteriores, ligadas a cuanto en la vida es causa de dolor y
de sufrimiento (1, 2-4.12; 5, 10-1 1).
Respecto a las pruebas interiores, el único remedio que
puede oponer el cristiano es un cambio radical del corazón
(1, 18-25) y una lucha sin cuartel contra toda forma de
concupiscencia (1, 14-15).
En cambio, frente a las exteriores, el cristiano ha de asumir la
actitud de una paciente y constante aceptación. El texto de
St 5, 7-11, que ya en parte hemos citado, nos recuerda:
"Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor Mirad cómo
el labrador espera el valioso fruto de la tierra esperando con
paciencia a que haya recibido la lluvia temprana y tardía. Tened
también vosotros paciencia, fortaleced vuestros corazones porque
la venida del Señor está cerca. No os quejéis, hermanos, unos de
otros para no ser juzgados; mirad que el Juez ya está a la puerta.
Tomad, hermanos, como modelo de sufrimiento y de paciencia a
los profetas, que hablaron en nombre del Señor Llamamos
dichosos a los que sufrieron con paciencia. Habéis oído la
paciencia de Job en el sufrimiento y sabéis el final que el Señor le
reservó, porque 'el Señor es compasivo y misericordioso' (Sal
103,8).
Precisando mejor, en una perspectiva de conjunto, la
naturaleza de esta paciencia de la que habla la Carta,
escribe Rinaldo de Fabris:
"La primera cualidad que define la existencia del cristiano en
el mundo es la espera paciente de la venida del Señor. Por
desgracia, cuando hoy se oye hablar de "paciencia", se
piensa, como por instinto, en el sufrimiento pasivo y
resignado de las adversidades de la vida. El lenguaje de
Santiago, inspirado en la tradición bíblica, sugiere, en
cambio, la idea de "magnanimidad", que es la capacidad de
estar abiertos al futuro de Dios, en un contexto de paciente
espera y sin abatirse por el desengaño, el temor o la pereza
( ... ).
Igualmente importante, para evitar que la paciencia se
transforme en turbación o miedo, es la llamada a contemplar
en -el Juez divino al "Señor rico en el amor y en la
misericordia" (5,1 1). Si el Dios que nos aguarda al final de
la vida es un Dios bueno y de gran corazón, se ha de hablar
de paciencia sólo en sentido impropio. Sería más exacta la
expresión "espera amorosa" o ,,amor que espera".
Recuerda también la Carta que las pruebas exteriores,
aunque generen tanto sufrimiento, han de ser aceptadas por
los cristianos para verificar la autenticidad de su fe (1,3) y
como medio de purificación (1,4.12) y de maduración
espiritual (1,4).
ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 61

f. Severas advertencias a los ricos


El vocabulario que usa Santiago para describir la sociedad
de su tiempo trae indudables resonancias del influjo de la
literatura profética y de la tradición apocalíptico-sapiencial.
Su reiterada insistencia sobre los temas de la riqueza y de la
pobreza deja traslucir, sin embargo, que el ambiente en que
viven los destinatarios de la Carta está contaminado por la
presencia de demasiadas injusticias y que los primeros en
sufrirlas son precisamente los cristianos.
En efecto, estamos frente a una situación social que
contempla a los ricos devorados por un apetito insaciable de
dinero (4,13), orgullosos por su excesivo bienestar (4,16),
entregados a una vida de lujo y despilfarro (5,5), insensibles
a las justas reivindicaciones de quienes escasean de todo
(5,4) e inclinados a abusar del propio poder, especialmente
contra los pobres y necesitados (5, 4-5).
Teniendo que denunciar tal estado de cosas, ¿qué avisos
destina la Carta a los ricos, para emplear honestamente los
bienes que poseen?.
Para dar una respuesta adecuada conviene analizar,
brevemente siquiera, los textos que afrontan de modo
directo el problema.
St 1, 9-11. El autor asegura que el pobre es un privilegiado,
en cuanto que los ojos de Dios se vuelven justamente sobre
él. El rico, en cambio, es una persona más digna de
compasión que de honores, ya que su riqueza está
destinada a perecer como la flor del campo y llegará el día
en que no quedará nada de cuanto se había procurado
antes con laboriosa sagacidad (vv. 10-11).
St 4, 13-17. Se reprende con dureza la tendencia de los
ricos negociantes a la voluntad de disponer con autonomía
de sí mismos, como si fueran ellos los garantes de cuanto
ocurre en el mundo (v. 13). Obrar así equivale a
comportarse como necios, puesto que la vida pasa
rápidamente y nadie es capaz de alargarla a su gusto (4, 14-
16). Mucho más sensato es confiarse a las manos de Dios
(4,15), dejarse de turbios negocios y dedicarse únicamente
a hacer el bien (4,17).
St 5, 1-6. El texto va dirigido a las personas que usan
réprobamente los bienes que poseen y les recuerda la
gravedad del "juicio divino", al que deberán someterse un
día no muy lejano. Las culpas que se toman en mayor
consideración son, además del fraude respecto de los
salarios que se adeudan a los obreros (5,4), cerrar los oídos
a las reclamaciones legítimas (5,4), el lujo insultante (5,5), y
el intento de aprovecharse, por ciego egoísmo, de la
debilidad y de la no-violencia de los pobres (5,6).
Si se tiene presente esta serie de datos ofrecidos por la
Carta, se hace difícil, sin duda, determinar cual es la
posición que mantiene respecto de la pobreza.
No se entiende, por ejemplo, por qué la riqueza deba ser
reprobada en base al simple hecho de su caducidad (2, 10-
11). También es muy discutible el
ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 62

texto donde se afirma que los pobres son dichosos porque


constituyen la clase privilegiada por el amor de Dios (1,9).
Es indudable que el Señor los ama, pero no se comprende
el motivo, ya que parece impotente ante la difusión de la
injusticia.
A complicar todavía más las cosas contribuye la tendencia
del autor sagrado, a diferir la solución del problema de la
riqueza y de la pobreza al mundo que habrá de venir. Por
tanto, es simplemente inútil y hasta "absurdo",
comprometerse, en este mundo, a favor de la justicia.
Por último, perturba notablemente la serena lectura del texto
el hecho de ver las relaciones del cristiano con la riqueza,
más a nivel escatológico - religioso, que a nivel social. Esto
aparece sobre todo en el texto que sigue:
"Y ahora a vosotros, ricos. ¡Llorad y dad alaridos por las
desgracias que están para caer sobre vosotros!. Vuestra riqueza
está podrida y vuestros vestidos, apolillados; vuestro oro y vuestra
plata están tomados por la herrumbre y su herrumbre será
testimonio contra vosotros y devorará vuestras carnes como fuego.
Habéis acumulado riquezas en estos días que son los últimos. ( ... )
Habéis vivido sobre la tierra regaladamente y os habéis entregado a
los placeres, engordando para el día de la matanza " (St 5, 1-3.5).
Junto a estas limitaciones y ambigüedades se encuentran,
en todo caso, al menos en el plano de las exigencias, otros
elementos sumamente positivos, como la explícita denuncia
del abuso del dinero y del poder, la invitación repetida a la
no-violencia y la llamada frecuente al ejercicio de la caridad
para con todos (2, 1-13; 5, 1 -11).
Concluyendo, se puede afirmar que la Carta de Santiago es
más una voz que invita a meditar sobre los peligros de la
riqueza y a mirarla con una cierta desconfianza. Pero, desde
luego, no es una proclama o un proyecto de rebelión social.
Rinaldo Fabris enmarca y compendia atinadamente todo
esto, al escribir:
”La predicación de Santiago trasluce, sin duda, la influencia de la gran tradición
bíblica y judaica que, partiendo de los profetas hasta los apocalípticos, afronta el
problema de las riquezas y de las diferencias sociales entre ricos y pobres en clave
religiosa. No se excluye que exista una cierta sospecha apriorística en relación con
los ricos, comerciantes, empresarios, grandes propietarios de terrenos; sospecha
alimentada también por una experiencia histórica que ve, de una parte, la masa de
pobres y, de la otra, una minoría de ricos. Pero se debe puntualizar enseguida que
el juicio de Santiago sobre los bienes y las diferencias sociales no deriva de un
análisis socio-económico, sino más bien de una perspectiva religiosa. Dicho con
otras palabras, nuestro autor no propone un modelo social y económico a causa de
un atento examen de los mecanismos que originan riqueza o pobreza en su
ambiente. El comprueba que existen ricos que se comportan de un modo
determinado, y pobres que viven en condiciones de precariedad. Asimismo es
difícil precisar, siguiendo al texto, si el autor está emotivamente o porque asume
una actitud, del lado de los pobres contra los ricos. Más que dar desahogo a una
reacción

ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 63

personal o elegir un alineamiento social, sus palabras intentan que los lectores
tomen conciencia de la manera equivocada con que los ricos, en general, afrontan
la vida y del peligro que corren quienes se meten en ese camino".

b) La primera Carta de Pedro


Como en la Carta de Santiago, también en la primera Carta
de Pedro los cristianos que habitan en la tierra viven como
peregrinos que caminan hacia la patria celestial (1Pt 1.17;
2,11). A partir de este dato real, hemos de preguntarnos qué
se dice de su condición de exiliados y de los deberes que
les son inherentes.
1. Cristianos en exilio: personas "renacidas"
La Carta lo menciona expresamente, mediante las fórmulas:
"Dios nos ha hecho nacer de nuevo" (1,3), "habéis sido
reengendrados". Con el hecho, se indican además los
elementos que dan origen a este nuevo nacimiento y las
consecuencias que de él derivan.
a. Elementos constitutivos del nuevo "nacimiento"
Son cuatro los que enumera la Carta: la muerte y
resurrección de Jesús, el bautismo, la Palabra de Dios. La
muerte y la resurrección de Jesús están destinadas a librar al
hombre del pecado (1, 18-20), a encaminarlo por el camino
recto (1,2), a purificarlo (3,21), a justificarlo (1, 15-16;
2,43.24) y a reavivar en él la esperanza de la vida eterna
(1,3).
Tarea del bautismo es aplicar a cada persona la eficacia
salvadora y liberadora de la muerte y resurrección de Jesús.
Lo señala la 1a Pt:
"En el espíritu (Cristo) fue a predicar la salvación a los espíritus
encarcelados, en otro tiempo incrédulos, cuando les esperaba la
paciencia de Dios, en los días en que Noé construía el Arca, en la
que unos pocos, es decir, ocho personas, se salvaron a través del
agua; a ésta corresponde ahora el bautismo que os salva y que no
consiste en quitar la suciedad del cuerpo, sino en pedir a Dios la
salvación, mediante una buena conciencia, en virtud de la
resurrección de Jesucristo, a quien están sometidos los Ángeles, las
Dominaciones y las Potestades, y después de haber vuelto al cielo
está a la diestra de Dios" (3, 19-22).
De la Palabra de Dios y de su relación con el nuevo
nacimiento de los cristianos, se trata directamente en la
declaración de 1,23: "... habiendo sido reengendrados de
nuevo, no de un germen corruptible sino incorruptible,
mediante la Palabra de Dios, viva y permanente' .
La idea de que una persona pueda nacer gracias al germen
de la palabra divina esta presente en la literatura iniciática,
en Filón y en las llamadas religiones mistéricas. En
cualquier caso, no parece necesario apelar a dichos escritos
o prácticas para interpretar nuestro texto. Bastan para
legitimarlo los
ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 64

numerosos paralelismos que se hallan en el seno de la


tradición bíblica. Valga por todos la parábola evangélica del
sembrador (Mt 13, 3-9, 18-23).
Al margen del problema de su origen, el texto de IR 1,23
posee una característica singular en lo que atañe a la
naturaleza específica del germen. De acuerdo con el léxico
que usa el autor, el germen es vivo ("zontos") creativo
("anaghemiemenoi") e incorruptible ("aplithartou"). Creativo,
ya que comunica la misma vida de Dios y hace pasar al
hombre de una filiación puramente humana a una filiación
divina; vivo, ya que tiende por su naturaleza a conferir la
vida; incorruptible, puesto que desemboca en la vida de
eterna bienaventuranza.
En IR 2,2, la imagen de la semilla se complementa con
aquella otra no menos expresiva de la "leche espiritual".
Para la antigua mitología, la leche es, con la miel, alimento
de los dioses; para el Antiguo Testamento simbolizan, en
cambio, la presencia de una copiosa abundancia de bienes
y la salvación mesiánica (Ex 3, 8-17; Is 60,16; Jl 4, 1 S).
Aun sin excluir los contactos con estas tradiciones
anteriores, en IR 2,2, la leche adquiere un significado propio.
Se identifica con la palabra de Dios que penetra siempre
con mayor intimidad en el alma del bautizado para
conducirla, paso a paso, desde la infancia hasta la edad
adulta. El texto aludido, 1Pt 2,2, afirma, además, que la
leche es alimento del alma y la ayuda a crecer, si es íntegra -
pura (adolon), es decir, si contiene la palabra de Dios en su
autenticidad y en su frescura originaria.
Hay que interpretarlo, pues, a la luz de la exhortación
paulina: "Ten por norma las palabras sanas que oíste de mí en la
fe y en la caridad de Cristo Jesús. Conserva el buen depósito con la
ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros" (2Tm 1, 13-14).
Otra peculiaridad de 1Pt 2,2 y del texto que le sigue de
inmediato (2,3), es poner el acento en el deber de "desear
ardientemente " (epipothesate) este tipo de leche (2,2) que, una
vez acogido y deglutido, además de la nutrición, aporta
consigo la experiencia de un gran gozo interior (IN 2,3).
Ya lo había hecho presente el Salmista al exclamar,
volviéndose a Dios:
"Mi alma se consume deseando continuamente tus preceptos" St
18,20); "En el camino de tus mandamientos me recreo, más que en
toda riqueza. Quiero meditar tus decretos y fijarme en tus sendas.
En tu voluntad está mi delicia, no olvido tu palabra" (SI 118, 14-
16); "Tus leyes eran mi canción en tierra extranjera" (SI 118,54).
b. Consecuencias del "nuevo nacimiento
En el momento de "nacer de nuevo", los cristianos entran en
posesión de numerosos bienes espirituales, de los que
algunos les afectan como personas individuales, y otros
como grupo, comunidad, iglesia.
ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 65

Entre los primeros, la Carta indica la salvación, el derecho a


la vida eterna y a la esperanza; y, entre los segundos, la
elevación a la calidad de "casa de Dios" y de "pueblo
sacerdotal".
La salvación estrictamente dicha (1,5), en conseguir la vida
propia de los bienaventurados del cielo (1, 4-5.9; 5,4) y en la
plena participación del destino glorioso de Cristo (1, 7.13; 4,
2.7.13; 5,4). Si se la considera, en cambio, en su desarrollo
histórico, forma parte de un camino que es, a un tiempo,
espera y compromiso. Espera, en cuanto los cristianos que
viven en el mundo todavía no la han alcanzado totalmente
(1, 3-5); compromiso, ya que para obtenerla es preciso seguir
el ejemplo de Jesús (2,21), llevar una vida santa y piadosa
(1, 15.17), amar a los hermanos (3, 8-9), luchar contra las
reiteradas asechanzas del demonio (5, 8-9), ser sobrios
(1,13; 4,17) y vigilantes (5, 8-9).
El derecho a la vida eterna, llamado también herencia (1,4), es
un privilegio que los cristianos reciben directamente por su
"nacimiento de Dios" (3,7) y que, a nivel de perspectiva,
enlaza con el texto de Pablo:
"No habéis recibido un espíritu de esclavos para recaer en el temor;
antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace
exclamar. ¡Abba, Padre!. El Espíritu mismo se une a nuestro
espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si
hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos de
Cristo" (Rm 8, 15-17).
En 1Pt 1,4 se precisa aún que esta herencia es incorruptible
(aphtarton), incontaminada (amianton) e inmarcesible
(amaranton). Incorruptible, porque se refiere al don de la
inmortalidad, propio del estado paradisíaco (1,23; 3,4);
incontaminada, pues sólo afecta a las personas santas (1,
22-23); inmarcesible, ya que se opone a todo lo que es
efímero y pasajero (1,24; 5,4).
La esperanza (1,3) tiene por objeto los bienes eternos y el
encuentro definitivo con el Cristo resucitado (1, 5.7-9.13).
Con todo, en la Carta se hace observar que todas estas
realidades futuras son, en cierto sentido, "ya presentes " en el
momento del bautismo (2, 4-5; 5,10.14) y que la esperanza
no es una virtud por sí misma, sino parte integrante de la fe
(1, 3.21; 3,5).
La doctrina acerca de los cristianos como "edificio de Dios" y
"asamblea sacerdotal la ha formulado Pedro así:
"Acercándoos a él, piedra viva, desechada por los hombres, pero
elegida y preciosa ante Dios, también vosotros, como piedras
vivas, entrad en la construcción de un edificio espiritual, para un
sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a
Dios, por mediación de Jesucristo. Pues está en la Escritura: «He
aquí que coloco en Sión una piedra angular, elegida, preciosa y el
que crea en ella no será confundido» (Is 28,16). Para vosotros,
pues, creyentes, el honor; mas para los incrédulos, la piedra que los
constructores desecharon, se ha convertido en piedra de tropiezo y
roca de escándalo. Tropiezan en ella porque no creen en la Palabra;
a esto han sido destinados. Pero vosotros sois estirpe elegida,
sacerdocio real, nación santa, el pueblo que Dios ha adquirido para
anunciar las alabanzas de Aquel
ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 66

que os llamó de las tinieblas a su admirable luz; vosotros, que un


tiempo erais no-pueblo, ahora en cambio sois el pueblo de Dios,
de los que antes no se tuvo compasión, pero ahora son
compadecidos 1Pt 2, 410).
Al leer este párrafo, notamos enseguida que el autor
sagrado, si bien llama "edificio de Dios" a los cristianos,
distingue netamente su posición de la posición de Jesús.
Mientras ellos componen el edificio en su conjunto (v. 5),
Jesús es la "piedra angular", sobre la que se alza el edificio,
al que confiere unidad y estabilidad en toda su estructura (v.
7).
Notamos asimismo que los cristianos son llamados "edificio
de Dios", en sentido dinámico y no estático.
Esto significa que, a través del bautismo, los cristianos son,
en efecto, edificio del Señor, pero un edificio sin acabar,
todavía incompleto. Para que sea la morada perfecta que
debe ser, se necesita crear una comunión cada vez más
íntima con la persona de Jesús (vv. 4-7) y trabajar para
comportarse como auténtico pueblo de Dios (vv, 9-10).
Por lo que concierne a los cristianos como "pueblo sacerdotal"
(vv. 5.9-10), el texto se halla relacionado con aquel género
de tradición que, a partir de los profetas en adelante, se
denomina "culto espiritual" o "culto de las obras". Los
cristianos pueden llamarse "pueblo sacerdotal" por cuanto
Jesús les ha dado la facultad de transformar la propia vida
en una ofrenda agradable y continua al Padre celeste (v. 5).
Por otra parte, tratándose de un culto que se funda en las
obras, sólo puede decirse que existe, si existen las obras;
en particular, si los cristianos traducen en testimonio veraz y
cotidiano estos avisos:
"Como hijos obedientes no os amoldéis a las apetencias de antes,
cuando vivíais en la ignorancia. Más bien, igual que es Santo quien
os ha llamado, sed también vosotros santos en toda vuestra
conducta, como dice la Escritura: 'sed santos, porque también
Yo soy santo' (Lv 19,2). Y si llamáis Padre a quien, sin acepción
de personas, juzga a cada cual según sus obras, comportaos con
respeto en el tiempo de vuestra exilio" (1, 14-17) "El final de todo
está cerca. Sed, pues, sensatos y sobrios para daros a la oración.
Sobre todo, mantened entre vosotros un intenso amor, porque el
amor cubre la multitud de los pecados. Sed hospitalarios unos con
otros. Que cada uno ponga al servicio de los demás la gracia que
ha recibido, como buenos administradores de las diversas gracias
de Dios. Quien habla, lo haga con palabras de Dios; si ejercita un
oficio, hágalo con la fuerza recibida de Dios, para que Dios sea
glorificado en todo por medio de Jesucristo " (4, 7- 11).
2. Cristianos en exilio: un itinerario preciso e inevitable
Durante el tiempo del exilio, los cristianos, llamados a nacer
de nuevo, han de recorrer un camino ético-espiritual bien
preciso. Visto en su conjunto y en sus diversas fases,
presenta los aspectos que siguen:
ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 67

a) Darse cuenta que, en virtud del bautismo, se tiene el deber


moral de ponerse por entero al servicio del Señor (1, 2.14),
de escuchar la voz del Espíritu (1,2) y de tender a la
santidad (1,2);
b) Evitar toda clase de pecado (2, 1); en especial, el engaño, la
hipocresía, las envidias, la maledicencia (2, 1), las
apetencias carnales (2,1 1), el libertinaje, los desenfrenos,
las liviandades, la idolatría (4,3), la ceguera y la soberbia del
corazón (4,17; 5,6);
c) Practicar el bien en todo y sin limitaciones (1, 15-16). Dicho
de otro modo: llevar una vida marcada por el signo de la fe
(1, 5.7; 2,7), la esperanza (1,3) y el amor (1, 8.22); buscar
siempre una más íntima unión con Cristo (2,4), acoger e
interiorizar su palabra (1, 3.23; 2,7), abandonarse
confiadamente a Dios sin límites, a ojos cerrados (1,17; 5,7),
revestirse de buenas obras (3, 3-6) y administrar con
prudente sagacidad los dones del Señor (4,10).
d) Vivir la relación con el prójimo a la luz de 1Pt 3, 8-12: "En fin,
tened todos unos mismo sentimientos, sed compasivos,
amaos como hermanos, sed misericordiosos y humildes. No
devolváis mal por mal, ni insulto por insulto; al contrario,
bendecid, pues habéis sido llamados a heredar la bendición.
En efecto: 'Quien quiera amar la vida y ver días felices,
guarde su lengua del mal y sus labios de palabras
engañosas, apártese del mal y haga el bien, busque la paz y
corra tras ella'. Pues los ojos del Señor miran a los justos y
sus oídos escuchan su oración, pero el rostro del Señor
hace frente a los que obran el mal" (SI 34, 13-17).
3. Cristianos en exilio: deberes en relación con el estado
Cómo debe ser el comportamiento de los cristianos respecto
del Estado, lo describe el texto de 1Pt 2, 13-17:
"Sed sumisos a toda institución humana por amor del Señor, lo
mismo al emperador como a soberano, que a los gobernadores
como delegados suyos para castigar a los que obran el mal y
premiar a los que hacen el bien. Pues esta es la voluntad de Dios:
que obrando el bien, cerréis la boca a la estupidez de los
insensatos. Obrad como hombres libres y no como quienes hacen
de la libertad un pretexto para la maldad, sino como siervos de
Dios. Honrad a todos, amad a los hermanos, honrad al emperador".
Comentando y adaptando a nuestros días el pensamiento
de Pedro, observa con acierto y competencia pastoral
Rinaldo Fabris:
"Acerca de la relación con la autoridad del Estado y el poder político, el discurso
de Pedro puede parecer, más bien reaccionario y anticuado, a un lector de nuestros
días. Pero, en honor de la verdad, es necesario afirmar que el texto de IR es, a este
respecto, menos ideológico de aquel otro de Pablo en Rm 13, 1-7. Pedro refleja la
ética civil del ambiente, sin hacer explícitamente suya la ideología que hace
derivar de Dios las estructuras sociales y la autoridad constituida Su llamada a la
sumisión o subordinación corresponde al ideal ético difundido en el ambiente
antiguo, donde se privilegia el 'recto orden', que para ser obtenido exige que cada
uno ocupe su puesto. Dicho esto, debe añadirse de inmediato que la propuesta de

ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 68

Pedro no se reduce a un obtuso servilismo político, ni a un conformismo acrítico.


Si, por una parte, se afirma que los cristianos deben someterse al Estado por
explícita voluntad del Creador (vv. 13.15), por otra, se puntualiza que es tarea del
Estado favorecer el bien común (v. 14) y que sólo en tal contexto se tiene derecho
de exigir de los cristianos la obediencia debida. En caso contrario, los cristianos
pueden considerarse libres de cualquier vínculo (v. 16) y debatir el hecho de que,
todavía antes de ser ciudadanos del mundo, son ciudadanos del cielo".

4. Cristianos en exilio: actitud ante el sufrimiento


Tratan directamente este argumento los textos de 1Pt 2, 18-
25; 3, 13-17; y 4, 12-19.
2, 18-25: "Criados, sed sumisos con todo respeto a los
amos, no sólo a los buenos y comprensivos, sino también a
los severos. Porque, para quien conoce a Dios, es una
gracia soportar penas y sufrir injustamente. Pues, ¿qué
gloria hay en soportar los golpes cuando habéis faltado?.
Pero si obrando el bien soportáis en paz el sufrimiento, esto
será grato a Dios. Pues para esto habéis sido llamados, ya
que también Cristo sufrió por vosotros, dejándoos ejemplo
para que sigáis sus huellas. 'El no cometió pecado ni en su
boca se encontró engaño'; cuando lo insultaban no devolvía
el insulto; al padecer, no amenazaba, sino que se ponía en
manos del que juzga rectamente. Sobre el madero, El llevó
nuestros pecados en su cuerpo, a fin de que, muertos a nuestros
pecados, viviéramos para la justicia; con cuyas heridas habéis
sido curados. Erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis
vuelto al pastor y guardián de vuestras almas".
3, 13-17: "Y ¿quién os hará mal si os afanáis por el bien?.
Mas, aunque sufrierais a causa de la justicia, dichosos
vosotros. No les tengáis miedo ni os turbéis. Al contrario, dad
culto al Señor, Cristo, en vuestros corazones, siempre
dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de
vuestra esperanza. Pero hacedlo con dulzura y respeto, con
recta conciencia, para que aquello mismo que os echen en
cara, sirva de confusión a quienes critican vuestra buena
conducta en Cristo. Pues más vale padecer por obrar el
bien, si esa es la voluntad de Dios, que por obrar el mal".
4, 12-19: "Queridos, no os extrañéis del fuego que ha
prendido en medio de vosotros para poneros a prueba,
como si os sucediera algo extraño, sino alegraos en la
medida en que participáis en los sufrimientos de Cristo, para
que también os alegréis alborozados en la revelación de su
gloria. Dichosos vosotros, si sois injuriados por el nombre de
Cristo, pues el Espíritu de gloria, que es el Espíritu de Dios,
reposa sobre vosotros. Que ninguno de vosotros tenga que
sufrir ni por homicida ni por ladrón ni por malhechor o
entrometido. Pero si uno sufre por ser cristiano, que no se
avergüence, que glorifique a Dios por llevar este nombre.
Porque ha llegado el tiempo de comenzar el juicio por la
casa de Dios. Pues si comienza por nosotros, ¿qué fin
tendrán los que no creen en el evangelio de Dios?. Si el justo
se salva a duras penas, ¿qué va a ser del impío y del pecador?. De
modo que, aun los que sufren la voluntad de Dios, confíen
sus almas al Creador fiel, haciendo el bien".
ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 69

Aunque pertenecen a contextos diversos, las citas aducidas


concuerdan en atribuir un gran valor a los sufrimientos de
los cristianos. La valoración del dolor que dichos pasajes
ponen de relieve, no tiene, desde luego, nada de cínico o de
sádico. Como claramente dejan entender algunos de ellos
(3, 14.16-17; 4, 12-17), también aquí el dolor es considero,
en cuanto dolor, un mal para el hombre. Si se le conceptúa y
se acepta como oportunidad de gracia, es por un doble
motivo: porque, mediante su muerte redentora, Jesús lo
santificó y transformó en instrumento de salvación (2, 21-
25); a fin de que, participando en los sufrimientos de Cristo,
se participe también un día en su destino glorioso (4, 13-
14.19).
c) Complemento final: algunos textos de la Carta a los Hebreos
Los anteriores apuntes sobre la vida cristiana como
"peregrinación" y sobre la forma de comportarse para llegar,
de la mejor manera, al término de este fascinante viaje,
encuentran nuevos puntos de reflexión en varios textos de la
Carta a los Hebreos, que transcribimos aquí:
Hb 3, 7-14: "Por eso, como dice el Espíritu Santo: 'Si
escucháis hoy su voz, no endurezcáis el corazón como en la
Querella, como el día de la rebelión en el desierto, donde me
tentaron y me pusieron a prueba vuestros padres, aunque habían
visto mis obras durante cuarenta años. Por eso me irrité contra
aquella generación y dije: Es un pueblo de corazón extraviado. No
han conocido mi camino. Por eso he jurado en mi cólera: No
entrarán en mi descanso' (SI 95, 7-11; Nm 14, 21-23). Mirad,
pues, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros un
corazón dañado por la incredulidad que le haga desertar del
Dios vivo; más bien, exhortaos mutuamente cada día,
mientras dura este hoy, para que ninguno de vosotros se
endurezca seducido por el pecado. Pues hemos venido a
ser partícipes de Cristo, a condición de que mantengamos
firme hasta el fin la confianza que recibimos desde el
principio".
Hb 4, 1-2: "Temamos, pues, no sea que mientras todavía
permanece en vigor la promesa de entrar en su descanso,
resulte que alguno de vosotros quede rezagado. También
nosotros, lo mismo que ellos (nuestros padres) hemos
recibido una buena nueva. Pero la palabra que oyeron no
aprovechó nada a aquellos que no estaban unidos por la fe
a quienes la escucharon".
Hb 12, 1-4: "Sacudamos todo lastre y el pecado que nos
asedia, y corramos con fortaleza la prueba que se nos
propone, fija la mirada en Jesús, el que inicia y consuma la
fe; el cual, en lugar del gozo que se le proponía, soportó la
cruz sin miedo a la ignominia, y está sentado a la diestra del
trono de Dios. Pensad en aquel que soportó tal oposición de
parte de los pecadores, para que no desfallezcáis faltos de
ánimo. Todavía no habéis resistido hasta llegar a la sangre
en vuestra lucha con el pecado".
Hb 13, 14-16: "No tenemos aquí ciudad permanente, sino que
andamos buscando la del futuro. Por medio de él (de Jesús)
ofrezcamos sin cesar a Dios un sacrificio de alabanza, ( ... ) No os
olvidéis de hacer el bien y de ayudaros mutuamente; esos
son los sacrificios que agradan a Dios".
ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 70

LA IGLESIA, COMUNIDAD EN EL MUNDO SEGÚN EL LIBRO


DEL APOCALIPSIS

Al presentar al público el libro del Apocalipsis, escribía hace


algunos años Ugo Vanni: "La Apocalíptica nos habla de Dios,
de los acontecimientos de la historia, de los juicios divinos, del mal
que intenta prevalecer, del bien que alcanza con fatiga la vía del
éxito y de la esperanza en el único Señor. De todo ello ofrece una
síntesis ideal y perfecta el Apocalipsis de San Juan. En este libro se
habla de una comunidad eclesial que vive unida a Jesucristo, a la
que El santifica, que junto a El lucha contra las fuerzas del mal y
que mira al futuro con la esperanza de quien está seguro de que el
bien, antes o después, acabará por lograr la victoria definitiva".
Saber que el Apocalipsis de Juan describe el desarrollo de
la historia humana y las diversas fuerzas que la regulan bajo
el signo de la esperanza, como anota Vanni, es, sin duda,
motivo de gozo para el cristiano. Con todo, pecaríamos de
ingenuidad si, radicalizando con optimismo tan excesivo
como inoportuno, el valor de la esperanza, no tuviéramos en
cuenta que la historia es, a la vez, drama, lucha y
compromiso.
a) Presencia del mal en el Mundo
Si bien, en cualquier página del Apocalipsis se encuentran
prácticamente referencias a la presencia del mal en el
mundo, de este hecho se ocupan sobre todo las secciones
relativas a ¡m "sellos" (6, 1-17), a las "trompetas" (8, 2-9, 2
1), al "dragón " (12, 1-18), a las dos bestias " que lo siguen (13,
1-18) y a "Babilonia" (17, 1-18-24).
1. Los "Seis Sellos" (6, 1-17) y las "Seis Trompetas" (8, 2-9, 21)
Bajo el símbolo de los seis sellos se presentan las diversas
calamidades que se abaten sobre la tierra: las guerras
provocadas por la insaciable sed de conquistar grandes
imperios (6, 1-2); las guerras civiles (6, 3-4), las carestías (6,
5-6), la muerte por la espada, por el hambre y por la peste
(6, 7-8), las persecuciones contra los cristianos (6, 9-11), y
los terremotos de los últimos tiempos (6, 12-17).
En el ámbito de este elenco, es particularmente viva la
descripción del quinto y sexto sello:
"Cuando el Cordero abrió el quinto sello, vi debajo del altar
las almas de los degollados por proclamar la Palabra de
Dios y por el testimonio que mantuvieron. Clamaban a
grandes voces: «¿Hasta cuándo, Señor santo y veraz, dejas
el juicio de los habitantes de la tierra y la venganza de
nuestra sangre?». Entonces se les dio a cada uno un
vestido blanco y se les dijo que esperasen todavía un poco,
hasta que se completara el número de sus compañeros de
servicio y hermanos suyos que iban a ser muertos de igual
modo" (6,9: quinto sello) "Entonces los reyes de la tierra, los
magnates, los tribunos, los ricos, los poderosos y todos,
esclavos o libres, se ocultaron en las cuevas y en las peñas
de los montes, diciendo a los montes y a las peñas:
ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 71

«Caed sobre nosotros y ocultadnos de la vista del que está


sentado en el trono y de la cólera del Cordero. Porque ha
llegado el gran día de su cólera y ¿quién podrá
sostenerse?» (6, 15-17: sexto sello).
Cuanto se dice a propósito de las "seis trompetas" (8, 2-9, 2
1), no añade nada sustancialmente nuevo al simbolismo
expresado por los seis sellos. La única novedad consiste en
hablar de los mismos males recurriendo al motivo histórico
literario de las "plagas de Egipto" (Ex 7,14; 12,34), indicando
su causa. Si todo esto sucede, es porque los hombres no
ponen ninguna atención en evitar el pecado y en dar a Dios
el culto que le es debido (9, 20-21).
2. El "dragón" (12, 1-18) y las "dos bestias que lo siguen (13, 1-18)
Según el texto de Ap 12, 1-18, el dragón representa
directamente la "Serpiente antigua, es decir, Satanás" (v. 9);
de modo indirecto y bajo su influjo, es el símbolo de todas
las fuerzas demoníacas que hacen la guerra a todos los
creyentes en Dios (vv. 13-17). En cambio, la identidad de las
dos bestias que siguen al dragón la tenemos descrita en Ap 13,
1-10 y Ap 13, 11-18 respectivamente. Respecto de la
primera bestia, el autor pone de relieve que surge del mar (v.
1); tiene diez cuernos, siete cabezas, diez diademas y un
título blasfemo sobre cada cabeza (v. 1); es semejante a
una pantera, con patas de oso y fauces de león (v. 2); está
revestida de los mismos poderes del dragón (v. 4); profiere
palabras blasfemas contra Dios y contra sus siervos (vv. 5-
6) e intenta someter el mundo entero a su poderío (vv. 7-
10). Por lo que concierne a la segunda bestia: surge, no del
mar, sino de la tierra (v. 11); lleva dos cuernos de cordero
pero habla como un dragón (v. 11); está al completo servicio
de la primera bestia (posee dotes taumatúrgicas (v. 13) y las
usa para inducir a los habitantes de la tierra a adorar la
bestia de la que depende (vv. 14-17); representa una
determinada persona histórica o, en cualquier caso, una
determinada categoría de personas que han existido
realmente.
Si nos preguntamos ahora cuál es el significado que ha de
atribuirse a esta doble identidad, la respuesta,
evidentemente, es sólo parcial, dada la oscuridad y la
complejidad del simbolismo.
En lo que atañe a la naturaleza de la primera bestia, los
autores tienden a identificarla con el poder político y con todo
lo que él implica, sea a nivel de auto divinización o a nivel de
dominio opresivo en relación con los demás. En efecto, las
afirmaciones de los vv. 4-8 no parecen permitir otro tipo de
lectura:
"Los hombres adoraron el dragón por haber dado el poder a la
bestia y se postraron ante la bestia diciendo: '¿Quién como la
bestia?'. ,¿Quién puede luchar contra ella?'. Le fue dada una boca
para proferir blasfemias, con el poder de actuar durante cuarenta y
dos meses. Ella abrió su boca para blasfemar contra Dios, para
injuriar su nombre y su morada y a los que habitan en el cielo. Le
fue permitido hacer la guerra contra los santos y vencerlos; se le
concedió poderío sobre toda raza, pueblo, lengua y nación. Y lo
adoraron todos los habitantes de la tierra".
ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 72

Por lo que refiere a la identificación de la segunda bestia,


escribe Bruno Maggioni:
"Hay quien piensa en la clase sacerdotal que, en el Asia Menor
especialmente, se dedicaba al servicio del culto al emperador; y
hay quien ve en ella, de modo más genérico, una especie de
personificación de la "propaganda". En cualquier caso, lo esencial
del tema es que la segunda bestia se pone totalmente al servicio de
la primera, dándole, en la opinión de los hombres culturalmente
empobrecidos, una vida y una solidez que de otro modo no tendría
por sí sola. Consiste, pues, en todo aquello que intenta hacer
creíble el poder elevado a divinidad".
( ... ) "Después de todo lo dicho, hay que considerar la primera y la
segunda bestia conjuntamente, desde una perspectiva unitaria.
Juntas constituyen la falsificación de Dios y juntas representan la
encarnación histórica del dragón. Juntas exigen ser adoradas y
juntas pretenden un dominio universal. Por esto; llegan a ser un
esquema de teología política, válido para todo tiempo y lugar".
3. "Babilonia" (17, 1-18, 24)
La descripción de los vicios y de la caída de Babilonia,
contenida en Ap 17, 1-18, 24 se refiere, casi con certeza, al
imperio romano contemporáneo del autor. Las numerosas
afinidades literarias e históricas con otros escritos bíblicos
inducen, sin embargo, a pensar que dicha descripción
implica también, con Roma, a todos aquellos que imitan sus
hechos y su cultura.
El texto anota detalladamente un elenco de los varios
sectores, dentro de los cuales se realizan tales hechos o en
los que se inspira aquella cultura: lujo desenfrenado y
placentero (17, 4-8; 18, 3-17), ansia de poder (17, 9-11.18;
18, 2-10), crueldad despiadada hacia los súbditos (17,6; 18,
13.24), prácticas de idolatría (17, 1-5.15; 18, 2-3), absoluta
carencia de sentido moral (18,5), seguridad excesiva en las
propias fuerzas (18,7).
En el conjunto del elenco hay que notar especialmente dos
textos: "Ya nadie compra de ella (Babilonia) sus mercancías:
cargamentos de oro, plata, piedras preciosas y perlas, lino y
púrpura, seda y escarlata; toda clase de maderas olorosas;
objetos de marfil y de maderas preciosas, de bronce, hierro
y mármol; la canela, el clavo y las especias, perfumes e
incienso, vino y aceite, flor de harina y trigo, ganado mayor y
menor, caballos, carros, esclavos y siervos" (18, 11-13)
"(Babilonia) estaba ebria con la sangre de los santos y de
los mártires de Jesús"(l7,6).
b) Presencia de la actividad salvadora y liberadora de Cristo
Si el mal está presente con tanta virulencia, no por eso el
mundo se halla a merced de las fuerzas del mal. A pesar de
las apariencias, la historia, dentro de la cual viven los
cristianos, es una historia de hombres salvados por Cristo y
ya en camino hacia la vida eterna.
ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 73

Que la historia actual sea, en efecto, por obra de Jesucristo,


historia de salvación, lo descubrimos a través de numerosos
indicios, en especial de cuanto afirma lo que se ha escrito
sobre la figura y la obra de Jesús.
Ha sido Jesús quien ha dado cumplimiento a la alianza
establecida por Dios con la casa de David (1,5); quien con
su sangre nos ha salvado de nuestros pecados y ha hecho
de nosotros un reino de sacerdotes para su Dios y Padre (1,
5-6); el que, después de haber resucitado, ha hecho posible
también la resurrección de los demás hombres y por eso es
llamado, con todo derecho, el "Primogénito de los muertos
(1,5); el que "primero estuvo muerto, pero ahora vive para
siempre y tiene las llaves de la muerte y del abismo" (1,18);
quien "retribuye a cada uno según sus obras" (2,23) e
introduce a los justos "en la ciudad de "Dios", en la
Jerusalén celestial" (3,12); el que "con su sangre ha
rescatado hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación"
(5,9); el que "nos ha hecho partícipes de la salvación' y "ha
precipitado (en el infierno) al acusador de los cristianos, es
decir, al demonio" (12,10); el que ha capturado a las "dos
bestias" y a sus secuaces y los ha arrojado "en el lago de
fuego y azufre" (19, 19-2 1).
En lo que atañe al cumplimiento definitivo de la salvación, el
libro distingue tres momentos: a) el del juicio (14, 7, 14-19;
20, 11-15); b) el del castigo de los malos (14, 9-11; 19, 11-2
1; 20, 1 - 10); c) el del premio a los buenos (7, 1-17; 14,13;
21,1; 22,5).
Es obvio que las imágenes utilizadas para describir estos
momentos, tienen carácter puramente simbólico, al menos
en lo que se refiere a la forma de desarrollarlos. En todo
caso, vale la pena recordar los pasajes que siguen, para
darse cuenta personalmente, que la historia y su destino no
están en las manos de las fuerzas demoníacas, sino en las
de Cristo:
- "Miré entonces y había una nube blanca y sobre la nube estaba
sentado uno como Hijo de hombre, que llevaba en la cabeza una
corona de oro y en la mano una hoz afilada. Luego salió del
santuario otro ángel, gritando fuerte al que estaba sentado sobre la
nube: 'Arrima tu hoz y siega; ha llegado la hora de segar; la mies
está madura'. Y el que estaba sentado en la nube acercó su sierra y
la segó" (14, 14-16).
- "Lo siguió otro ángel ( ... ) clamando: Quien adora a la bestia y su
estatua y reciba su marca en la frente o en la mano, ese beberá el
vino de la ira de Dios, que está preparado, sin rebajar, en la copa
de su cólera. Será atormentado con fuego y azufre, delante de los
ángeles santos y del Cordero. Y la humareda de su tormento se
eleva por los siglos de los siglos; no tendrán reposo ni de día ni de
noche los que adoran a la bestia y a su estatua ni los que reciben la
marra con su nombre" (14, 9-11).
- "Las dos (bestias) fueron arrojadas al lago de fuego que arde con
azufre. Todos los demás (sus adoradores) fueron exterminados por
la espada que sale de la boca del que monta el caballo, y todas las
aves se hartaron de sus carnes" (19, 20-21). ( ... ) "Y el diablo, su
seductor, fue arrojado al lago de
ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 74

fuego y azufre, con la bestia y el falso profeta. Y serán


atormentados día y noche por los siglos de los siglos" (20,10).
- "Luego oí una voz que decía desde el cielo: 'Escribe: Dichosos
los muertos que mueren en el Señor Desde ahora, sí -dice el
Espíritu– descansarán de sus fatigas, porque sus obras les
acompañan" (14,13).
- “ya no tendrán más hambre ni más sed, ya no les molestará el sol
ni bochorno alguno. Porque el Cordero que está en medio del trono
los apacentará y los guiará a los manantiales de las aguas de la
vida. Y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos " (7, 16-17).
c) Condiciones para la salvación
Para que los cristianos participen de hecho y no sólo de
derecho, en la salvación actual del mundo, no basta que
Jesús haya realizado y continúe realizando cuanto le
corresponde en su calidad de autor principal de la salvación.
Esta es activa y operante aquí y ahora en la medida en que
es acogida por el hombre, quien ha de asumir el
compromiso de ser fiel a todas las exigencias que se
derivan de ella. He aquí las principales:
Para considerarse salvados con plenitud total, es necesario
huir del pecado (1,5; 3,5; 19, 11-20, 10), poseer un corazón
limpio (7, 9.14), mantener la adhesión a la propia fe, aun a
riesgo de la propia vida (7, 9.14), evitar la idolatría y la
inmoralidad (21, 8.27), practicar el amor fraterno (2,19), ser
pacientes (2,119; 6,1 1), escuchar y meditar de continuo la
palabra de Dios (1,3; 3,10.20; 22,7), convertirse
interiormente (2,16; 3, 2-3.19), no ser tibios (3, 15-16),
actuar las obras de la fe (1,3), velar sobre sí mismos
(16,15), prepararse adecuadamente a las nupcias con el
Cordero (22,14) y ser fieles para no quedar en el grupo de
los excluidos de estos desposorios (21,8.27).
A propósito de este último aviso, observa atinadamente el
citado Bruno Maggioni: "El Apocalipsis no es sólo anuncio y
consuelo, sino también severa advertencia, ya que pueden
existir excluidos del reino de la vida. Se hace notar en Ap 21,
8.27 que dicha exclusión tiene su raíz en la "mentira" o
"idolatría" El Apocalipsis enseña con frecuencia que la
"mentira" no indica simplemente la falta de sinceridad, sino
una falsedad existencial, un modo incorrecto de plantear la
vida entera; en otras palabras, una vida fundada en
pseudovalores y en ideales que, lejos de servir al hombre,
tienden a su destrucción. Por ello, están en plena sintonía
con la naturaleza propia de la Jerusalén celestial las
afirmaciones: "Nada profano entrará en ella" (21,27); "Fuera
los cobardes, infames, asesinos, hechiceros e idólatras y
todo el que ama y practica la mentira" (21,8).
d) Identidad de la Iglesia de Cristo
Frente a la salvación presente en el mundo, el Apocalipsis,
además de exhortar a una respuesta tajante y
comprometida, traza con extraordinario realismo, los rasgos
de identidad que han de caracterizar a la Iglesia durante su
peregrinación terrena. Veámoslo.
ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 75

1. La iglesia de cristo: una comunidad llamada a convertirse


De esta característica de la Iglesia hablan sobre todo las
Cartas enviadas respectivamente al obispo de Sardes y al
obispo de Laodicea. En concreto, los textos de Ap 3, 1-6 y
Ap 3, 14-22. Dicen así:
"Escribe al Ángel de la Iglesia de Sardes: Esto dice el que tiene los
siete Espíritus de Dios y las siete estrellas: Conozco tu conducta;
tienes nombre como de quien vive, pero estás muerto. Ponte en
vela, reanima lo que te queda y está a punto de morir Pues no he
encontrado tus obras perfectas a los ojos de mi Dios. Acuérdate,
por tanto, de cómo recibiste y oíste mi Palabra: guárdala y
arrepiéntete. Porque, si no estás en vela, vendré como ladrón y no
sabrás a qué hora vendré sobre ti. A pesar de todo, tienes en Sardes
unos cuantos que no han manchado sus vestidos. Ellos andarán
conmigo vestidos de blanco, porque lo merecen. El vencedor será
revestido de blancas vestiduras y no borraré su nombre del libro de
la vida, sino que me declararé por él delante de mi Padre y de sus
Ángeles. El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las
Iglesias" (Ap 3, 1-6).
- "Escribe al Ángel de la Iglesia de Laodicea: Así habla el Amén,
el Testigo fiel y veraz, el Principio de las criaturas de Dios.
Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fieras frío o
caliente! Ahora bien, puesto que eres tibio y no frío ni caliente, voy
a vomitarte de mi boca. Dices: soy rico y me he enriquecido; nada
me falta. Y no te das cuenta que tú eres un desgraciado, digno de
compasión, pobre, ciego y desnudo. Te aconsejo que me compres
oro acrisolado al fuego para que te enriquezcas, vestidos blancos
para que te cubras, y no quede al descubierto la vergüenza de tu
desnudez, y colirio para aplicarlo en los ojos y recobres la vista.
Yo reprendo y corrijo a los que amo. Sé, pues, ferviente y
arrepiéntete. Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi
voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él
conmigo. Al vencedor le concederé sentarse conmigo en mi trono,
como yo también vencí y me senté con mi Padre en su trono. El
que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias" (Ap 3,
14-22).
2. La iglesia de cristo: una comunidad que celebra "el Día del
Señor"
Subraya esta importante dimensión de la vida de la Iglesia el
texto de Ap 1,9-11:
"Yo, Juan, vuestro hermano y compañero de la tribulación, del
linaje real y de la paciencia de Jesús, me encontraba en la isla de
Patmos para proclamar la Palabra de Dios y dar testimonio de
Jesús. Caí en éxtasis un día del Señor, y oí detrás de mi una gran
voz, como de trompeta, que decía: Escribe en un libro lo que veas
y envíalo a las siete Iglesias: a Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira
Sardes, Filadelfia y Laodicea ".
Como se echa de ver, el autor describe en este pasaje el
momento y el modo en que él, estando en la isla de Patmos,
fue elegido por Dios para
ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 76
anunciar su Palabra a las diversas comunidades cristianas
circunvecinas, las de "las siete Iglesias".
Respecto al modo, afirma haber oído "una voz potente,
como de trompeta" y en lo relativo al momento, señala que
se encontraba reunido en asamblea con los hermanos "en el
día del Señor"
Casi con toda certeza, la fórmula "día del Señor" designa lo
que después se llamaría el Día del domingo". Mediante la
referida expresión, sabemos que los cristianos de Patmos
acostumbraban a reunirse en domingo para celebrar juntos
la liturgia de la Palabra y de la Eucaristía.
Indicaciones todavía más precisas acerca de la forma en
que se desarrollaba esta liturgia dominical, se encuentran en
el texto que precede de modo inmediato a la perícopa de Ap
1, 9-11:
- "Juan, a las siete Iglesias de Asia. Gracia y paz a vosotros, de
parte de «Aquel que es, que era y que viene», de parte de los siete
Espíritus que están ante su trono, y de Jesucristo, el Testigo fiel, el
Primogénito de entre los muertos, el Príncipe de los reyes de la
tierra. Al que nos ama, nos ha lavado con su sangre de nuestros
pecados y ha hecho de nosotros un Reino de sacerdotes para su
Dios y Padre, a él la gloria y el poder por los siglos de los siglos.
Amén. Mirad, viene acompañado de nubes; todo ojo le verá, hasta
los que le traspasaron, y por él harán duelo todas las naciones de la
tierra. Sí. Amén. Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios.
Aquel que es, que era y que va a venir, el Todopoderoso" (Ap 1, 4-
8).
De acuerdo con los escrituristas, el texto narra el diálogo
que el lector mantenía con la asamblea reunida en oración
el "día del Señor" y que se alternaba del modo siguiente: en
primer lugar intervenía el lector con una serie de ruegos o,
bendiciones (vv. 4-5a: "Gracia y paz a vosotros, de parte de
Aquel que es, que era y que viene, de los siete Espíritus que están
ante su trono, y de Jesucristo, el Testigo fiel, el Primogénito de
entre los muertos y el Príncipe de los reyes de la tierra); después,
los presentes respondían al lector con un explícito acto de fe
y de gratitud por cuanto el Señor había realizado en favor
suyo (vv. 5b-6: "Al que nos ama, nos ha lavado con su sangre de
nuestros pecados y ha hecho de nosotros un Reino de sacerdotes
para su Dios y Padre, a él la gloria y el poder por los siglos.
Amén"); a continuación, el lector volvía a tomar la palabra,
dirigiendo la mirada al juicio divino de los últimos tiempos y
a la necesidad, por parte de los cristianos, de prepararse del
mejor modo posible (v. 7: "Mirad, viene acompañado de nubes;
todo ojo le verá, hasta los que le traspasaron, y por el harán duelo
todas las naciones de la tierra"); por último, el lector concluye el
diálogo con una solemne doxología donde se reitera, en
síntesis, todo lo que se había expresado con anterioridad (v.
8: "Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Aquel que es, que era
y que va a venir, el Todopoderoso").
Junto con el carácter litúrgico de la celebración del "día del
Señor", es importante poner en evidencia su enlace con la
historia de la salvación y el compromiso que deriva de esta
realidad histórica.
ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 77

Respecto al enlace con la historia de la salvación,


comprobarnos que la comunidad cristiana se reúne en el
"día del Señor" para profesar públicamente su fe en Dios, en
el Espíritu Santo y en Jesucristo. En Dios, en cuanto fuente
originaria de la historia de la salvación y Señor del tiempo
(vv. 4-8); en el Espíritu Santo, en cuanto fuerza que
acompaña y vivifica toda acción salvadora de Dios (v. 4); en
Jesucristo, en cuanto ha anunciado al mundo la Palabra de
Dios, ha resucitado de entre los muertos, ha sido investido
de poderes divinos, ha lavado con su sangre los pecados de
los hombres y al final de la historia reaparecerá como Juez
universal (vv. 5-7).
En lo que se refiere a los compromisos de orden ético, se
hallan bien indicados en la solemne aclamación que inicia el
diálogo litúrgico: "Dichoso el que lea y los que escuchan las
palabras de esta profecía y guarden lo escrito en ella" (v. 3).
Los cristianos que se congregan en asamblea para celebrar
el "día del Señor'', deben, no sólo profesar su fe en Dios y
darle gracias por cuanto El ha hecho, hace y hará en orden
a la salvación, sino que han de vivir también con fidelidad
las exigencias de su Palabra.
En otras ocasiones, el autor del Apocalipsis especifica
todavía mejor la esencia de este aviso, valiéndose de la
fórmula: "El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las
Iglesias (2, 7-1 1). Las llamadas más resonantes son aquellas
que enlazan directamente la escucha de la Palabra de Dios
con la demanda de la conversión. Por ejemplo, cuando dice:
"Guarda mi Palabra y arrepiéntete" (Ap 3,3).
Quien participa en la liturgia dominical, además de escuchar
la Palabra, ha de dejarse interpelar, transformar y regenerar
por ella. En tal sentido, adquiere valor de principio la
reprensión al Ángel de la Iglesia de Sardes: 'Tienes nombre
como de quien vive, pero estás muerto. Ponte en vela, reanima lo
que te queda y está a punto de morir, pues no he encontrado tus
obras perfectas a los ojos de mi Dios" (Ap 3, 1-2).
3. La iglesia de cristo: una comunidad que adora, alaba y agradece
La Iglesia que se recoge unida para celebrar el "día del
Señor" tiende a vivir su relación con Dios como una actitud
de adoración permanente, de alabanza y de agradecimiento.
Para captar el alcance de esta situación, son fundamentales
los textos que siguen:
"Los cuatro Seres ( ... ) repiten sin cesar día y noche: Santo, Santo,
Santo, Señor Dios Todopoderoso, Aquel que era, que es y que va a
venir Y cada vez que los seres dan gloria, honor y acción de
gracias al que está sentado en el trono y vive por los siglos de los
siglos, los veinticuatro Ancianos se postran ante el que está
sentado en el trono y adoran al que vive por los siglos de los siglos
y arrojan sus coronas delante del trono diciendo: Eres digno, Señor
y Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque tú
has creado el universo; por tu voluntad, lo que no existía fue
creado" (Ap 4, 8-11);
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"Los cuatro Seres vivientes y los veinticuatro Ancianos se


postraron delante del Cordero ( ... ) y cantaban un canto nuevo: Tú
eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos, porque fuiste
degollado y con tu sangre compraste para Dios hombres de toda
raza, lengua, pueblo y nación y has hecho de ellos para nuestro
Dios un reino de sacerdotes que reinan sobre la tierra" (5, 8-10).
Aparte de la presencia de los cuatro "Seres vivientes" y de
los "veinticuatro Ancianos", cuya identidad permanece
todavía desconocida, los dos textos expresan con gran
claridad y eficacia cuál es la actitud de oración asumida por
la Iglesia peregrinante y por la Iglesia celeste en relación a
la persona de Dios y a la persona de Cristo.
En la práctica, se observa una doble actitud. En Ap 4, 8-11
nos hallamos frente a una Iglesia que canta su admiración a
Dios Creador y Señor de la historia; en Ap 5, 8-10, ante una
Iglesia que alaba y agradece a Jesús por haber redimido,
mediante su muerte, a la humanidad entera.
Es obvio que lo que más interesa a Juan y atrae sus
simpatías, es esta segunda actitud. Vuelve sobre el tema en
otras ocasiones como, por ejemplo:
"Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la
sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza" (5,12) "Al
que está sentado en el trono y al Cordero, alabanza, honor y
potencia por los siglos de los siglos" (5,13) "Todos estaban de pie
delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y
con palmas en las manos. Y clamaban con fuerte voz: La salvación
es de nuestro Dios y del Cordero" (7,9-10).
Igualmente instructivos a este propósito resultan los textos
donde los cristianos son equiparados a personas que cantan
sin cesar, junto al trono del Cordero, el "cántico nuevo de los
salvados" (14,3) o que, en espera de unirse definitivamente a
Jesús en la Jerusalén celestial, repiten sin pausa: "¡Aleluya!
( ... ) Con alegría y regocijo demos gracias al Señor, porque han
llegado las bodas del Cordero y su esposa se ha engalanado" (19,
6-7).
4. La iglesia de Cristo: una comunidad que pide justicia
Resaltan este tipo de oración los pasajes en los que la
comunidad cristiana, obligada a soportar la arrogancia
opresiva y esclavizante de un poder socio-político sin otras
miras, suplica a Dios que venga en su ayuda y castigue con
equidad a los responsables directos. Entre otros, merecen
especial atención los dos textos que siguen (Ap 4, 8-11; Ap
5, 8-10):
- "Cuando el Cordero abrió el quinto sello, vi debajo del altar las
almas de los degollados a causa de la Palabra de Dios, y del
testimonio que mantuvieron. Y clamaron con fuerte voz: ¿Para
cuándo, Señor santo y veraz, vas a dejar el juicio de los habitantes
de la tierra y la venganza de nuestra sangre?" (6, 9-10);
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- "Después oí en el cielo como un gran ruido de muchedumbre


inmensa que decía: ¡Aleluya!. La salvación y la gloria y el poder
son de nuestro Dios, porque sus juicios son verdaderos y justos. El
ha condenado a la gran Ramera que corrompía la tierra con su
prostitución y ha vengado en ella la sangre de sus siervos" (19, 1-
2);
El sentido de ambas citas es claro y, a la vez, intensamente
dramático. Los cristianos se consideran obligados a rogar a
Dios para que castigue, como es justo, sea a quienes les
persiguen inicuamente o, incluso, les quitan la vida a causa
de la propia fe, sea a quienes por una razón o por otra,
demuestran que son seguidores de la "gran Ramera que
con su prostitución, corrompe la tierra y lucha sin cuartel
contra los adoradores del verdadero Dios" (19, 1-2).
Quienes leen los dos textos profundizando más allá de la
mera y simple formulación externa, advierten además que el
deseo de venganza, manifestado en ellos, reviste un
aspecto mucho más noble del que, instintivamente, cabría
hipotizar.
Si los cristianos suplican a Dios que defienda a sus siervos,
esto no sucede por deseo de venganza, sino porque
anhelan un mundo más justo y libre de cualquier poder
despótico.
Que, en realidad, sean estos los motivos que los inducen a
pedir al Señor castigos ejemplares contra sus
perseguidores, se infiere de una sencilla constatación.
En Ap 19, 1-2, ya citado, los perseguidores de los cristianos
tienen un nombre bien concreto. Es el nombre de Babilonia.
¿Que significa Babilonia?.
Estricta y directamente, el Imperio Romano. Indirectamente,
todas las instituciones o grupos de personas que sólo se
preocupan de su provecho (16, 18), se entregan en cuerpo y
alma al lujo desenfrenado y a los placeres (18, 3-14),
gobiernan como tiranos (17,6; 18,13.24), rechazan toda
dependencia de Dios (17, 1-5) y se consideran a sí mismos
como los únicos árbitros de la historia (18,7).
En el nutrido elenco de sus maldades y fechorías de
Babilonia, destacan de modo emblemático los pasos que
aquí se citan:
- "La mujer (Babilonia) estaba vestida de púrpura y escarlata,
resplandecía de oro, piedras preciosas y perlas " (17,4);
- "Y vi que la mujer (Babilonia) se embriagaba con la sangre de los
mártires de Jesús " (17,6);
- ''Pagadle (a Babilonia) con su misma moneda, devolvedle el
doble de lo que ha hecho. Preparadle doble medida en la copa que
ella preparó. En proporción a su ostentación y lujo, dadle tormento
y duelo. Ya que solía decir.- Estoy sentada como una reina, no soy
viuda y nunca veré el duelo" (18, 6- 7).
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Para quien tiene ante sus ojos este desabrido catálogo de


vilezas, no deberían existir más dudas sobre la legitimidad y
seriedad de la oración que los cristianos del Apocalipsis
elevan a Dios contra Babilonia y contra quienes repiten
iguales acciones.
En el fondo, más que de una oración contra alguien, se trata
de una oración ordenada a restablecer la justicia y a preparar
la venida de un mundo en que el hombre se sienta a su
gusto.
La oración asume todas las connotaciones de un verdadero
y propio desafío contra todo abuso de poder y contra
cualquier forma de la gestión pública, que tienda a
salvaguardar intereses particulares y no los intereses de
todo el pueblo.
Desde esta verdad, es plenamente legítimo también el texto
de Ap 18,20, que el autor introduce después de haber
hablado de la caída de Babilonia, la enorme ciudad,
adornada de "oro y de piedras preciosas"; "Alégrate, por ella,
oh cielo, y vosotros, los santos, los apóstoles y los profetas, porque
al condenarla a ella (Babilonia), Dios ha juzgado vuestra causa"
(18,20).
En cambio, sería menos justo dicho texto, si nos dejase
indiferentes y dispuestos a repetir, como los enemigos de
Jesús ante Pilato: "No tenemos más Rey que el César" (Jn
19,15).
Pertenecer a aquella ralea de individuos que, por mezquinos
intereses personales, están dispuestos a lamer servilmente
los pies de los poderosos, sería ciertamente una ignominia.
Acerca de los gobernantes y de la autoridad pública, se ha
escrito: "Los que ejercen el poder, juegan con frecuencia un
papel idéntico, en el sentido de que son más sensibles a las
ventajas que esperan obtener del orden constituido, antes
que a las injusticias que dicho orden aporta a las clases
populares
Trocmé anota certeramente: "Durante el Concilio de Nicea,
la Iglesia creía haber encontrado en el emperador
Constantino un amigo de posición influyente; en realidad, se
había puesto en manos de un dueño".
Cuando el poder no acepta ser controlado ni censurado,
tiende por su propia naturaleza, no a servir sino a dominar,
no a dar sino a recibir, no a beneficiar sino aprovecharse.
Por esto, los cristianos están obligados a respetar a quien
está revestido de autoridad, pero sin eludir el deber de
llamarlo con frecuencia al orden y de impedirle fáciles
desviaciones. En particular, sin considerar nunca inactuales
los informes de los profetas Amós y Miqueas acerca de la
sociedad de su tiempo:
- Venden al justo por dinero y al pobre por un par de sandalias;
pisotea la cabeza del desvalido y tuercen el camino de los
humildes" (Am 2, 6- 7) - "(Los
ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 81

jefes de Israel) devoran la carne de mi pueblo, lo despellejan, le


rompen ¡os huesos, y lo trocean como carne para la olla y el
puchero" (Mi 3,3).
e) "Ven, Señor Jesús" (Ap 22,20)
Al comienzo de este capítulo, poníamos de relieve que Juan
escribió el Apocalipsis para anunciar a los cristianos que su
vida, no obstante los numerosos contratiempos y las
apariencias adversas, se concluiría con toda felicidad. En
concreto, con la entrada en la Jerusalén celeste y con el
gozo de una bienaventuranza eterna. Advertimos entonces
que la raíz y la garantía de este anuncio consolador, es el
hecho de la resurrección de Cristo (1, 17-18).
Contemplar la salvación desde una óptica de esperanza es,
por tanto, más la consecuencia obligada del mensaje global
del Apocalipsis, que una tesis que requiere prueba o
verificación.
Con todo, no se puede silenciar el hecho de que en nuestro
escrito se encuentra una invocación, especialmente atinada
para expresar concisa y eficazmente el deseo y el camino
para alcanzar la plenitud de la felicidad. Viene a ser el
clamor final del Apocalipsis: "¡Ven, Señor Jesús!" (Ap 22,20).
Tal como suena, la invocación se limita a recoger el grito de
la Iglesia peregrinante, que, llegada ya al término de su
historia, suplica al Cordero que la reciba como Esposa en el
reino de los bienaventurados. Mas para comprender las
varias implicaciones doctrinales y espirituales, es oportuno
precisar con exactitud, tanto el motivo inspirador, en tomo al
cual gravita el libro entero del Apocalipsis, como su contexto
inmediato.
Con relación al motivo inspirador del libro, notamos que el
Apocalipsis aparece como una continua tensión entre lo que
sucede en el presente actual y lo que ha le suceder en un
próximo futuro (1, 1. 19; 4, 1; 22,6). Advertimos también que
es cabalmente esta tensión entre presente y futuro, la causa
que alienta a los cristianos y les convence de que el mundo
está destinado a sufrir, más pronto o más tarde, una
transformación radical (21, 1-22, 15).
Leído en este contexto, el grito "¡Ven, Señor Jesús!", muestra
que es mucho más que un simple acto de fe. En realidad,
manifiesta el irrefrenable anhelo de justicia que brota del
corazón de aquellos que, aun escogiendo el camino del
bien, de la dócil sumisión a la palabra de Dios, de la
humildad, de la paz y del amor, se sienten continuamente
oprimidos por la soberbia de los que detentan el poder y de
cuantos rechazan ver en la sociedad humana una sociedad
de hermanos.
Mantiene así una estrecha relación con la afirmación de Ap
18,20: "Alé- grate, 1 , cielo, y vosotros, los santos, los apóstoles y
los profetas, porque al condenar a Babilonia, Dios ha juzgado
vuestra causa".
Junto a la demanda de justicia, en la fórmula se halla
también el ansia de entrar, finalmente, en aquel estado de
bienaventuranza al que alude el texto del Apocalipsis:
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"Oí una fuerte voz que decía desde el trono: Esta es la morada de
Dios con los hombres. Pondrá su morada entre ellos y ellos serán
su pueblo y él, Dios-con-ellos, será su Dios. Y enjugará toda
lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte ni luto ni llanto ni dolor,
pues todo lo de antes ha pasado" (Ap 21, 3-4).
El contexto inmediato de la fórmula "¡ven, Señor Jesús!", está
descrito en las palabras:
"Mira: pronto vendré y traeré mi recompensa conmigo para pagar a
cada uno según su trabajo. Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y
el Ultimo, el Principio y el Fin. Dichosos los que laven sus
vestiduras para tener derecho al árbol de la vida y entrar por las
puertas de la ciudad. Fuera los perros, los hechiceros, los impuros,
los asesinos, los idólatras y todo el que ame y practique la
mentira!" (22, 12-15) "¡Sí, vendré enseguida!" (22,20a).
En términos estrictos, dicho contexto no hace sino confirmar
la doctrina global del libro, puesta de relieve en el
comentario precedente. En realidad, nos encontramos con
el juicio que dicta Jesús al final de la historia humana y que
desemboca en una doble sentencia: condena para los
malvados y recompensa para los justos. Respecto a la
sentencia que afecta a estos últimos existe, sin embargo,
una novedad. Quien la pronuncia, es Jesús en su condición
de Esposo de la Iglesia (22,20 = 22,17).
Se trata, pues, de una frase que concluye el diálogo de
amor mantenido a lo largo de la peregrinación terrena y que
sanciona de manera definitiva el tránsito a la plena fruición
de dicho diálogo.
Jesús-Esposo y la Iglesia-Esposa pueden finalmente abrazarse,
unirse y comenzar aquella gozosa experiencia eterna que
ambos habían esperado tanto en el pasado y que ahora se
hace realidad, gracias a las promesas irrevocables del
Señor:
"Te desposaré conmigo para siempre en justicia y equidad, en
amor y benevolencia" (Os 2,21) "No se dirá jamás de ti
«Abandonada» ni de tu tierra se dirá jamás «Desolada» sino que a
ti se te llamará «mi Complacencia» y a tu tierra, «Desposada»,
porque Yahvé se complacerá en ti y tu tierra tendrá un marido.
Porque como se casa un joven con una doncella, se casará contigo
el que te construyó; la alegría que encuentra el marido con su
esposa la encontrará tu Dios contigo" (Is 62, 4-5).
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