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0. INTRODUCCIÓN
La Espiritualidad o Teología Espiritual es la disciplina
teológica que reflexiona, explica, ayuda al discernimiento, a
vivir razonablemente en clave cristiana, esto es, según los
impulsos del Espíritu Santo de Jesús que habita en todo
creyente y hace realidad el don de la fe, de la relación viva
con Dios.
Y como no hay teología que no se asiente con fuerza y
decisión sobre la Palabra de Dios, sobre la revelación que Él
nos ha hecho en Jesús de su gracia y de su voluntad, el
estudio tiene que empezar siempre por aquí. Por ir a las
fuentes: qué dice la Biblia, en este caso, el Nuevo
Testamento sobre el tema que nos ocupa, cuál es su
mensaje espiritual.
Realmente podemos suponer antes de comenzar que esta
parte de la materia es crucial. Pues si el Nuevo Testamento
revela y manifiesta el último y definitivo modo de nuestra
relación con Dios, nuestro Padre, en Jesús y a impulsos del
Espíritu, será entonces precisamente en el Nuevo
Testamento donde encontraremos las claves para orientar,
vivir y discernir la vida cristiana a la luz del Espíritu.
Intentaremos, en esta línea, de señalar, descubrir –si es
preciso–, matizar, reinterpretar el mensaje del Nuevo
Testamento, que es la Palabra de Jesús. Ante todo
buscamos comprender desde la base qué nos da el Padre en
Cristo, qué nos pide y cómo nos lo pide.
En el fondo esta es también la pregunta fundamental que
recorre toda la Biblia: ¿cómo y dónde encuentro al Señor y
cómo puedo discernir su voluntad? ¿Quién es Él y quién soy
yo? Para responder hay que ocuparse, en primer lugar, de
la experiencia espiritual que pone de manifiesto la Biblia1.
Esto en el trabajo que nos ocupa significa examinar cómo
ven los textos del Nuevo Testamento la relación de la
persona con Dios, con sus semejantes y con la historia. Y
no basta un examen a grandes rasgos o de las estructuras;
es indispensable ver también su crecimiento, cómo se ha
formado, bajo el impulso de qué factores, cuáles son sus
constantes y su variantes. En consecuencia hay que poner
en claro, por un lado, loa factores que han originado,
estimulado y exigido la experiencia espiritual del creyente
bíblico, y por otro lado, observar las expresiones concretas
en las que necesariamente fue cristalizando.
A este respecto y desde el Nuevo Testamento, podemos
afirmar que se da al mismo tiempo una continuidad en
relación al Antiguo así como una novedad respecto de la
experiencia de la primera alianza, unida a una relación –a
menudo polémica– con la espiritualidad ambiental, judía o
pagana. De la experiencia de fe y verdad de Jesús y su
grupo de discípulos nacieron las diversas comunidades
cristianas, las cuales vivieron con tonos originales lo que era
una experiencia común; vivencia y testimonio que quedaron
plasmadas en los escritos sinópticos, paulinos, joánicos. Se
va viviendo y avanzando en la experiencia en diálogo
constante con el contexto judío y pagano, que a veces
1
Cfr. B. MAGGIONI, Experiencia espiritual en la Biblia en Nuevo Diccionario
de Espiritualidad, Paulinas, 1983, Pág. 689ss.
sentido común, que son las que podemos utilizar con más
garantía como punto de partida. En este sentido, hay que
entender la experiencia de Jesús esencialmente como una
experiencia humana, eso sí, especial en lo que las fuentes
evangélicas nos van señalando como importante para
nuestra propia comprensión de creyentes, en otras palabras,
en lo que su naturaleza de Hijo de Dios interviene, aunque
siempre humanamente en su única forma de ser personal3.
La experiencia humana, pues, de Jesús es normal, aunque
no vulgar, y al mismo tiempo es especial y los Evangelios
son los que nos ayudan a valorar lo que tiene precisamente
de especial y en consecuencia, de más significativo.
Queremos decir con esto que Jesús fue como uno de
nosotros y por tanto su experiencia nos sirve, nos dice, nos
comunica pero también nos aporta algo nuevo, algo diferente,
algo muy importante.
A este respecto, la moderna interpretación bíblica tiene algo
que decirnos. Desde hace un siglo y medio, más o menos,
se estudia de un modo histórico y crítico la historia y
redacción de los Evangelios. Esta investigación ha señalado
que Jesús se autocomprendía como un Profeta, en el más
puro sentido del Antiguo Testamento. Tenía una conciencia
profética muy marcada, se veía incluso como el Último de
los Profetas, el Profeta Último, Escatológico o de los
Tiempos Finales4.
Así, como Profeta Último anuncia la inminente venida del
Reinado de Dios (ver Mt 4,17; Mc 1,14-15; Lc 4,14-22;
también Mt 5,1-12; Lc 6,20-26), mientras que en su actividad
milagrosa lo ve llegar (ver, entre otros, Lc 10,17).
La Espiritualidad judía de Jesús
Quizá sorprenda este título, pero es una consecuencia
inevitable de lo que acabamos de afirmar y, además,
aparece por doquier en los relatos evangélicos: Jesús se
comporta y actúa como un piadoso judío de su tiempo,
tomando unas posturas que se entienden solo si tienen
como fondo esta realidad. Frecuentemente, todo esto se ha
despreciado, separando a Jesús de su época.
Ante todo, su experiencia humana es una experiencia de fe:
Jesús cree5 y lo hace según los moldes de la espiritualidad
judía, a veces aceptándolos, a veces corrigiéndolos o
negándolos.
3
De fondo suena la formulación dogmática de Calcedonia: «dos naturalezas
unidas, sin mezcla ni división, en unidad hispostática o personal». Dentro de una
comprensión teológica más antigua se tendía a privilegiar la influencia de la
naturaleza divina (omnisciencia, p.e.) sobre la humana. Hoy día, como
orientación general, se valora más la experiencia humana, como
consecuencia de la Encarnación, símbolo y sacramento del ser salvífico
divino (cfr. Flp 2, 6-11). 4 Cuán cerca está esto de los que confiesan los
creyentes: Jesús es el Hijo de Dios... Decir el Profeta Escatológico es todo
lo que se puede afirmar desde la experiencia humana, sentando al mismo
la base para la confesión creyente: Tú eres el Hijo de Dios...
5
Disparo directo a los postulados de la rancia teología tradicional según la
cual Jesús no cree, sino que disfruta en plenitud y desde su existencia
humana, de la visión directa de Dios, del cielo, etc. Hoy día no
comprendemos bien como una experiencia así pueda llamarse humana.
Resumiendo:
El Padre, en el ambiente judío y familiar que vivió Jesús,
significa autoridad e instrucción. Él es el guía en los caminos
de la vida.
El hijo recibe todo de él, le pertenece, le debe obediencia,
debe observar sus preceptos y tener como norma de su vida
su voluntad15. Recibe del padre, incluso, misiones, encargos
que debe cumplir.
Primer intento: Jesús llama a Dios Abba
Los Evangelios testifican que Jesús se dirigía a Dios con
esta expresión aramea10. Él llamaba a Dios Padre, e incluso
usaba esta expresión que es un balbuceo infantil, los niños
pequeños se dirigen así a sus padres, como amma y abba,
dice el Talmud. Tiene también un uso normal, entre los
adultos; en cualquier caso es un término familiar11. Jesús se
dirige a Dios con una familiaridad extraña en el judaísmo
envarado y formalista de su tiempo12.
Con todo, eso no es suficiente. Que Jesús tratase a Dios
más familiarmente que la mayoría de sus contemporáneos
no significa más que eso. Algo más significativo es que esta
costumbre pase a los cristianos (Rm 8,15; Gal 14,6) ya que
comunidades de habla griega entienden, conservan y usan
una expresión aramea13.
Lo más importante es que Jesús usa un nombre familiar,
profano –si se quiere- para dirigirse a Dios... ¿Qué quiere
decir? En el ambiente familiar, el abba se refiere sobre todo a
la autoridad paterna; el padre es, ante todo, el superior que
tiene autoridad (exousia). A él le deben respeto sobre todo
los hijos, cuya mayor virtud es la obediencia. El Padre, por
su parte, debe ser para ellos quien asiste y protege a los
hijos, carga con todas las responsabilidades, es el consejero
natural de todos, el patriarca. Es, en realidad, el centro de
toda la familia, el origen, sostenedor de la unidad en la
comunidad familiar. Su autoridad es incontestable y los hijos
deben alegrar sus días (Prov 15,20; 23,22-25); cuánto
pertenece al padre pertenece a los hijos y viceversa14. El
Padre debe instruir a los hijos (Prov 1,8; 6,20; 10,1) y los
hijos acoger estas enseñanzas (Prov 2,1; 3,1; 4,1-2; 5,1;
7,1). «Padres» en este sentido son también los Maestros y
los sacerdotes. Las enseñanzas paternas se observan
siempre, incluso tras la mayoría de edad (el cuarto
mandamiento).
10
En realidad, la expresión abba solo aparece en tres ocasiones, Mc 14,36
(Getsemaní), Rm 8,15 y Gal 4,6, pero son muchos otros los textos en los
que Jesús llama a Dios Padre y que pueden entenderse asociados a la
expresión. Estos serían ipssisima verba Iesu (cfr. JEREMÍAS, J. Abba. El
mensaje central del Nuevo Testamento. Sígueme, Salamanca, 1981.
11
No echemos las campanas al vuelo, puesto que la familia del s.I no era
exactamente igual que la nuestra actual, ni para bien ni para mal.
12 Sin
duda, algo novedoso, pero que será una tendencia del judaísmo griego en
el s.I. La expresión Padre referida a Dios aparece en el A.T. no menos de
14 veces, pero se temía debido al ambiento de ideas paganas, donde la
paternidad divina se entendía en un sentido sexual.
13
Según los Evangelios, Jesús distingue y usa la expresión abba o sus
equivalentes griegos (o pater mou) cuando Él se dirige a Dios; para los
demás, habla de Padre del cielo, etc.
14 Son «fórmulas técnicas» familiares.
Cfr. Lc 15, 11-32.
15 Cfr. también Sir 3,2-6; 7,27; Prov 1,7-8. Desobedecer
al padre es desobedecer a Dios.
Lc 10,21-22
21
En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo: «Yo te
bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a
sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha
sido tu beneplácito. 22Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce
quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el
Hijo se lo quiera revelar».
eso, cuando resucitó de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que ya lo
había dicho, y creyeron en la Escritura y en la palabra de Jesús.
47
Esta es la Verdad, verdad de Cristo y verdad que es Cristo. A esto se
refieren las expresiones Verdad y Espíritu de verdad.
celoso, que castigo la iniquidad de los padres en los hijos hasta la tercera
y cuarta generación de los que me odian.
53
Cfr. Is 40,2: Hablad al corazón de Jerusalén y decidle bien alto que ya
ha cumplido su milicia, ya ha satisfecho por su culpa, pues ha recibido de
mano de Yahvé castigo doble por todos sus
prostituta.
21
Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados.
CONSUELO.
66
Como dice una amiga mía, quizá no conocemos el camino concreto para ser
felices pero sí qué hacer para no serlo jamás: intentar contentar a todos.
ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 41
25
¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre.
del otro lado, Jesús, un hombre, como ellos, que pasa, que
va de camino, llevando a cabo una misión, dada por el
Padre, que le constituye; una vida encauzada, con un
sentido, una finalidad que se roza con otra, ¿Qué
significa este simple imperativo, Sígueme? Ante todo es
Palabra de Jesús, Palabra de Dios desde la carne de
Jesús, palabra poderosa, capaz de actuar lo que pide,
cambiando la vida y dándole un nuevo sentido.
Palabra, por tanto, que habla al oído educado por la fe,
del que escucha al corazón preparado por la acción del
Padre a través de las circunstancias de la vida.
del Espíritu (Gal 5,22), que compendia toda la ley que ahora
no es para el cristiano un mandamiento sino un principio
interior de actuación75. La libertad misma, también fruto del
Espíritu (2Cor 3,17), se orienta al servicio de este mismo
amor (cfr. Gal 5,1.13).
Esta vida en el Espíritu o según el Espíritu es para el cristiano
como un sello o un signo (2Cor 1,22; Ef 1,13; 4,30) que lo
marca en su nueva naturaleza y le recuerda y le permite
vivir en conformidad con su nuevo estado. Como dice 1Jn
2,20.27 es una unción que hace activo y operante la
escucha de la Palabra de Dios.
Pero el Don de la Nueva Alianza, el Espíritu Santo, no es un
hecho individual y mucho menos se disfruta de modo
personalista. El Regalo es para vivirlo en fraternidad, en
familia, en comunidad, en Iglesia. Hace, construye, significa
comunidad eclesial, según el deseo de Jesús.
Es así desde el principio mismo, como relata el día de
Pentecostés el libro de los Hechos (2,1-12). Usando motivos
veterotestamentarios y judíos, como la imagen del viento, el
fuego76 y, sobre todo, la explícita citación de Jl 3,15 en el
discurso de Pedro (2,17-21), se nos comunica que ha tenido
lugar la efusión escatológica prometida del Espíritu de Dios.
Y tal efusión da consistencia a la nueva comunidad de la
Alianza, destinada, según el relato, a que todo el universo
comprenda lo que está pasando y tengan ocasión de
participar de las maravillas de Dios77.
El Espíritu es personaje central del libro de los Hechos (más
de sesenta veces aparece la palabra pneuma con valor
teológico), aunque siempre es posible discutir si es
entendido como persona o como simple fuerza sobrenatural
que mueve y guía a la Iglesia. Lo que si está claro es que el
acontecimiento de Pentecostés representa para la
comunidad lo mismo que el Bautismo para Jesús de
Nazaret: la pone en movimiento como comunidad misionera.
Él es la fuerza de lo alto, fuerza para ser testigos hasta los
confines de la tierra (Hch 1,8): De estas cosas somos testigos
nosotros y el Espíritu Santo que Dios da a los que le obedecen
(5,32; 15,28).
Después el Espíritu llenará y conducirá a los diáconos
(6,3.10; 7,55), a los samaritanos convertidos por Pedro y
Juan (8,15-17), ilumina a Felipe (8,29.39), confirma el
cambio sucedido en Saulo-Pablo (9,17), aconseja a Pedro
(18,19), se da a los primeros paganos que creen (10,44-47),
caracteriza las figuras de Bernabé (11,24) y del profeta
Agabo (11,28), conduce la misión de Pablo (13,9; 16,6-7;
20,23) y es corresponsable de las importantes decisiones
tomadas en el llamado Concilio de Jerusalén (15,28).
75
Sto. Tomás In 2Cor 3,6: Spritus Sanctus, dum facit in nobis caritatem, quae
est plenitudo legis, est Testamentum Novum.
76 Toda la parafernalia de los
signos del Sinaí, cuando el don de la primera Ley: cfr. Ex 19,1.8.16.17.18;
20,18; Dt 4,6. Para el tema de las lenguas de fuego, hay alusiones
parecidas en Filón, Decal. 44-49.
77
Por supuesto nos referimos a la exhaustiva lista de pueblos que
escuchan y comprenden el discurso de los apóstoles.
III. APÉNDICES
Una vez finalizado nuestro recorrido –necesariamente
parcial– por el mensaje espiritual del Nuevo Testamento,
han quedado muchas cosas en el tintero.
Por ello incluimos en apéndice estos dos capítulos del libro
de Virgilio Pasquetto, Espiritualidad Bíblica, publicado por el
Instituto de Espiritualidad a distancia y que completan lo
dicho exponiendo que la vida cristiana es peregrinaje, según
las cartas de Santiago y primera de Pedro. También lo que
hemos afirmado de pasada sobre la vida de la Iglesia se
completa al hablar de la experiencia espiritual según el libro
del Apocalipsis.
personal o elegir un alineamiento social, sus palabras intentan que los lectores
tomen conciencia de la manera equivocada con que los ricos, en general, afrontan
la vida y del peligro que corren quienes se meten en ese camino".
"Oí una fuerte voz que decía desde el trono: Esta es la morada de
Dios con los hombres. Pondrá su morada entre ellos y ellos serán
su pueblo y él, Dios-con-ellos, será su Dios. Y enjugará toda
lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte ni luto ni llanto ni dolor,
pues todo lo de antes ha pasado" (Ap 21, 3-4).
El contexto inmediato de la fórmula "¡ven, Señor Jesús!", está
descrito en las palabras:
"Mira: pronto vendré y traeré mi recompensa conmigo para pagar a
cada uno según su trabajo. Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y
el Ultimo, el Principio y el Fin. Dichosos los que laven sus
vestiduras para tener derecho al árbol de la vida y entrar por las
puertas de la ciudad. Fuera los perros, los hechiceros, los impuros,
los asesinos, los idólatras y todo el que ame y practique la
mentira!" (22, 12-15) "¡Sí, vendré enseguida!" (22,20a).
En términos estrictos, dicho contexto no hace sino confirmar
la doctrina global del libro, puesta de relieve en el
comentario precedente. En realidad, nos encontramos con
el juicio que dicta Jesús al final de la historia humana y que
desemboca en una doble sentencia: condena para los
malvados y recompensa para los justos. Respecto a la
sentencia que afecta a estos últimos existe, sin embargo,
una novedad. Quien la pronuncia, es Jesús en su condición
de Esposo de la Iglesia (22,20 = 22,17).
Se trata, pues, de una frase que concluye el diálogo de
amor mantenido a lo largo de la peregrinación terrena y que
sanciona de manera definitiva el tránsito a la plena fruición
de dicho diálogo.
Jesús-Esposo y la Iglesia-Esposa pueden finalmente abrazarse,
unirse y comenzar aquella gozosa experiencia eterna que
ambos habían esperado tanto en el pasado y que ahora se
hace realidad, gracias a las promesas irrevocables del
Señor:
"Te desposaré conmigo para siempre en justicia y equidad, en
amor y benevolencia" (Os 2,21) "No se dirá jamás de ti
«Abandonada» ni de tu tierra se dirá jamás «Desolada» sino que a
ti se te llamará «mi Complacencia» y a tu tierra, «Desposada»,
porque Yahvé se complacerá en ti y tu tierra tendrá un marido.
Porque como se casa un joven con una doncella, se casará contigo
el que te construyó; la alegría que encuentra el marido con su
esposa la encontrará tu Dios contigo" (Is 62, 4-5).
ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO Pág. 83