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EL COMPLEJO ANIMAL-CANÍBAL
EN MELVILLE, MARX Y MÁS ALLÁ
The Cannibal-Animal Complex in Melville, Marx, and Beyond*
Greg Pollock
Abstract: This essay aims to swell the genealogy of the post-human (or
post-animal) time examining two concepts trapped between liquidation and
enforcement of the human-animal border: cannibalism and Marxist econo-
mic critique. Two novels by Melville and a choice of Marx’s works illustrate
the development of cannibalism and animality as a complex to monitor the
borders of modern capitalist consciousness – thus it shows cannibalism and
“the animal” are bound together through economic categories of production
and consumption. In contrast to Typee and Capital, this paper argues that
Moby-Dick establishes a hospitable relation to cannibalism, enabling a frien-
dlier conception of animals and ethics.
Keywords: cannibalism / Marxist economic critique / animality
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*Este artículo fue publicado en Humanimalia: A Journal of Human/Animal Interface Studies,
Volume 2, Number 1, Fall 2010, (http://www.depauw.edu/humanimalia).
El Complejo Animal-Caníbal
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1. H. Melville, Typee, New York, Penguin, 1996 (en español: Taipi - Un edén caníbal, trad. José María
Valverde, Madrid, Valdemar, 2000). [N. de los T.]
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2. W. Arens, The Man-Eating Myth, Oxford, Oxford University Press, 1979, p. 22.
3. Ibid., p. 6.
4. P. Hulme, “Introduction: the Cannibal Scene”, en F. Barker, P Hulme, M. Iversen (eds.),
Cannibalism and the Colonial World, Cambridge, Cambridge University Press, 1998, p. 2.
5. G. Obeyesekere, Cannibal Talk, New York, Norton, 2001, p. 9.
6. Idem.
7. Ibid., p. 10.
8. P. Walton, Our Cannibals, Ourselves, Urbana, University of Illinois Press, 2004, pp. 4-6.
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les9. Otra versión llama la atención sobre las pequeñas rupturas al interior
del cuerpo político moderno al concentrarse en antropófagos individuales,
como el ficcional Hannibal Lecter o los verídicos Jeffrey Dahmer y Armin
Meiwes10. Hoy “nosotros” somos los caníbales, a la vez macro- y micro-cós-
micamente, antes que “ellos”; pero se entiende que este “nosotros” lleva en
él la división que en el pasado constituyó al otro.
Un cambio similar se produce en relación con el lugar que ocupa la ani-
malidad con respecto a la humanidad. Giorgio Agamben explica de manera
ejemplar cómo lo humano se ubica en la división entre “humano” y “animal”
(del mismo modo que el ciudadano post-moderno está constituido sobre el
potencial canibalismo): “La antropogénesis es aquello que resulta de la cesu-
ra y de la articulación entre lo humano y lo animal. Esta cesura se da ante
todo en el interior del hombre”11. Es esta ruptura, entonces, la que define el
carácter específico de lo humano e, irónicamente, re-separa a los humanos
de los animales: somos animales pero también exclusivamente conscientes
de que somos otro-que los animales. Las condiciones para la emergencia de
este humanismo recuperativo, explica Akira Mizuta Lippit, reside en la des-
aparición de los animales de la vida cotidiana durante (aproximadamente)
los dos siglos pasados.
Cuando los animales desaparecieron y las nuevas tecnologías cambiaron el
mundo humano, “los animales pasaron a simbolizar no sólo nuevas estruc-
turas de pensamiento, sino también el proceso por el cual esos nuevos pen-
samientos fueron trasportados”12. La tecnología y el animal convergieron en
figuras como el cinematógrafo de Bergson: “Como un análogo híbrido para
el conocimiento, el cinematógrafo representa la mente como un aparato tec-
nológico, la máquina como una forma de animal”13. Aunque muy diferente
del método de Bergson, la teorización de Freud del inconsciente abrió de
manera similar nuevos caminos al no “exiliar la animalidad al dominio de la
alteridad (el reino de la ausencia inalcanzable) ni domesticarla en una sub-
división del orden humano”14. La interpretación post-metafísica de “lo ani-
mal” dentro de “lo humano”, a pesar de aparecer en una serie de discursos
heterogéneos, está vinculada a los cambios en la presencia y función de los
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9. C. R. King, “The (Mis)uses of Cannibalism in Contemporary Culture Critique”, en Diacritics,
vol. 30, n° 1, 2000, pp. 112-121.
10. P. Walton, Our Cannibals, Ourselves, ed. cit., pp. 125-126.
11. G. Agamben, The Open: Man and Animal, trad. Kevin Attell, Stanford, Stanford University
Press, 2003, p. 79 (en español: Lo abierto. El hombre y el animal, trad. Flavia Costa y Edgardo
Castro, Buenos Aires, Adriana Hidalgo ed., 2007, p. 145).
12. A. M. Lippit, Electric Animal, Minneapolis, University of Minnesota Press, 2008, p. 2.
13. Ibid., p. 91.
14. Ibid., p. 94.
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15. D. Pettman, Love and Other Technologies, New York, Fordham University Press, 2006, p. 18.
16. Ibid., p. 17.
17. K. Perlo, “Marxism and the Underdog”, en Society and Animals, vol. 10, n° 3, 2002, pp. 306-307.
18. T. Benton, “Marxism and the Moral Status of Animals”, en Society and Animals, vol. 11, n°
1, 2003, pp. 77-78.
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19. Ibid., pp. 74-79.
20. C. Wolfe, Animal Rites: American Culture, the Discourse of Species, and Posthumanist
Theory, Chicago, University of Chicago Press, 2003, p. 102.
21. B. Massumi, Parables for the Virtual, Durham, Duke University Press, 2002, pp. 2-3.
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22. J. Hribal, “Jesse, a Working Dog”, Counterpunch, 11 de noviembre de 2006. Disponible en:
http://www.counterpunch.org/hribal11112006.html (Fecha de consulta: 20/1/2010).
23. C. Bartolovich, “Consumerism, or the Cultural Logic of Late Cannibalism”, en F. Barker et
alt., Cannibalism and the Colonial World, ed. cit., pp. 211-214.
24. M. Klarer, “Cannibalism and Carnivalesque: Incorporation as Utopia in the Early Image of
America”, en New Literary History, vol. 30, n° 2, 1999, p. 391.
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25. G. Agamben, The Open…, trad. cit., pp. 1-3.
26. M. Klarer, “Cannibalism and Carnivalesque: Incorporation as Utopia in the Early Image of
America”, art. cit., pp. 390-391.
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27. L. Althusser, For Marx, trad. Ben Brewster, Londres, Verso, 2005, pp. 89-92.
28. A. Gordon, Ghostly Matters, Minneapolis, University of Minnesota Press, 2008, pp. 45-49.
29. M. Ziser, “Animal Mirrors”, Angelaki, vol. 12, n° 3, 2007, pp. 14-20.
30. S. Zˆ i zek,
ˆ The Sublime Object of Ideology, trad. John Barnes, Londres, Verso, 1999, p. 12.
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31. G. Deleuze, “Cours Vincennes: Spinoza”, curso del 24 de enero de 1978, trad. Timothy Murphy,
en Les Cours de Gilles Deleuze, p. 3. Disponible en: http://www.webdeleuze.com/php?cle=14&grou-
pe=Spinoza&langue=2 (Fecha de consulta: 23/8/2010).
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32. W. Dimock, Empire for Liberty, Princeton, Princeton University Press, 1991, pp. 7-8.
33. H. Melville, Typee, ed. cit., p. 234.
34. Ibid., pp. 24-25.
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35. S. Otter, Melville’s Anatomies, Berkeley, University of California Press, 1999, p. 16.
36. Se refiere al procedimiento de reducción de cabezas, práctica ritual atribuida a algunas tri-
bus indígenas. [N. de los T.]
37. H. Melville, Typee, ed. cit., p. 231.
38. Ibid., p. 233.
39. Ibid., p. 231.
40. G. Obeyesekere, Cannibal Talk, ed. cit., p. 9.
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41. H. Melville, Typee, ed. cit., p. 238.
42. Idem.
43. Ibid., p. 239.
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44. S. Otter, Melville’s Anatomies, Berkeley, University of California Press, 1999, p. 10.
45. C. Adams, The Sexual Politics of Meat, New York, Continuum, 1990, pp. 74-75.
46. H. Melville, Typee, ed. cit., p. 234.
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47. E. Fromm, Marx’s Concept of Man, trad. T. B. Bottomore, New York, Continuum, 1994, p. 102.
48. K. Marx, The German Ideology, Amherst, New York, Prometheus Books, 1998, p. 37.
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animales. El animal cuya “relación con otros no existe como una relación” es
la figura recíproca de lo humano constituido alrededor de la ruptura ontológi-
ca, cuya no-relación con otros existe como una relación.
Incluso en El Capital, después del supuesto quiebre entre el “joven” Marx y el
“maduro”, encontramos un dogma cartesiano acrítico respecto de los animales.
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49. K. Marx, Capital, trad. Ben Fowkes, New York, Penguin, 1992, pp. 283-284.
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50. J. Derrida, Specters of Marx, trad. Peggy Kamuf, London, Routledge, 2004, pp. 152-153 (en
español: Espectros de Marx. El Estado de la deuda, el trabajo del duelo y la nueva Internacional,
trad. José Miguel Alarcón y Cristina de Peretti, Madrid, Ed. Trotta, 2012),
51. K. Perlo, “Marxism and the Underdog”, art. cit., pp. 304-305.
52. J. Phillips, “Cannibalism qua Capitalism: the Metaphorics of Accumulation in Marx, Conrad,
Shakespeare, and Marlowe”, en Barker et alt., Cannibalism and the Colonial World, ed. cit., p. 185.
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Mientras que Marx sustrae a los animales del proceso de trabajo en-sí,
Moby-Dick cuenta una historia sobre la producción con un exceso de anima-
les. Moby-Dick puede ser leído con algún éxito como una alegoría. De tal
manera, contaría cómo el capital emerge a partir de la exclusión de una mer-
cancía para servir como equivalente universal (dinero, en una palabra) de
todo el resto54. Las ballenas cumplen el papel de las mercancías; Moby-Dick,
el papel del capital. Así, los productos y derivados hechos con ballenas de-
sempeñan las funciones normalmente efectuadas por diferentes mercancí-
as: huesos de ballena han reparado el Pequod55; el marfil de ballena reem-
plaza la pierna de Ahab56; hombres fríen sus pastelillos en aceite de balle-
na57, o lo comen como bife58; el aceite de ballena proporciona luz59; y la
ballena provee la prenda protectora para el trinchador60.
Si las ballenas procuran diferentes valores de uso, el aceite de ballena ocupa
el lugar del dinero, una mercancía diferenciada por su posición única como
equivalente general. El aceite de ballena es energía potencial: puede ser que-
mado para producir energía y así crear trabajo, puede ser liquidado en el mer-
cado para obtener ganancias, o también ser reinvertido como capital en el pro-
ceso de producir más aceite. La economía de la caza de ballenas que Melville
presenta se mueve naturalmente desde valores de cambio relativos entre dife-
rentes valores de uso, hacia un equivalente universal que colapsa el uso –y el
valor de cambio (el dinero es útil en el sentido de que puede comprar algo
útil)– y sugiere una forma de ballena singular: Moby Dick. Que el aceite sea
derivado de ballenas reales se adecua a la conexión persistente entre la forma-
dinero y su génesis entre las mercancías. El capital difiere del dinero al llevar
este proceso un paso más lejos, exceptuándose incluso de la materialidad.
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53. Idem.
54. K. Marx, Karl, Capital, trad. cit., pp. 159-162.
55. H. Melville, Moby-Dick, New York, Norton, 2001, p. 70. (en español: Moby Dick. Edición ilus-
trada por Rockwell Kent, trad. José Rafael Henández Arias, Madrid, Valdemar, 2011). [N. de los T.]
56. Ibid., p. 109.
57. Ibid., p. 241.
58. Ibid., p. 235.
59. Ibid., p. 236.
60. Ibid., p. 325.
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Por ende también Moby Dick tiene las “sutilezas metafísicas y exquisiteces
teológicas” del capital61. Él está en todos lados y en ningún lado, organizando
la cacería e impidiendo su compleción. Moby Dick es una ballena legendaria;
es el libro mismo; es un capítulo titulado “Moby Dick” [Cap. XLI]; es el tema de
una anécdota en “La historia del Town-Ho” [Cap. LIV]; es un espejismo en “El
chorro fantasma” [Cap. LI] y es la imagen virtual evocada por su doble/opuesto
[doppelgänger62/foil], el calamar blanco gigante63. Irónicamente, el calamar, el
enemigo natural del cachalote, es aquello que representa mejor a Moby-Dick,
condensando en sus furiosos tentáculos la heterología del propio cuerpo de
Moby Dick. Ese Moby Dick es más visible en toda su [its/his] multiplícita gloria.
A tal punto que, como prueba el calamar, Moby Dick es definido por exclusión
de su contexto genético, de la misma manera que el capital surge desde y es
excluido del mundo de las mercancías.
Moby-Dick puede ser leído, por consiguiente, como una alegoría del capi-
tal (o de El Capital) de la misma manera que Lippit encuentra “la historia
del capital descubierta en la narrativa de relaciones humano-animal” en la
masacre/sacrificio de la película Strike de Eisenstein64. Según esta interpre-
tación, las ballenas serían sacrificios en el movimiento de la metáfora: Moby-
Dick trata en realidad acerca del capital. O, el capitalismo trata en realidad
acerca de la violencia contra los animales. Una lectura alegórica tal es útil
como punto de partida para marcar cómo la novela evoca exitosamente la
incorporación de los animales en el capitalismo. También es útil para mos-
trar el fracaso de tal lectura alegórica o sacrificial.
En primer lugar, Moby-Dick se esfuerza en trastocar la posibilidad de rela-
ciones unívocas de significante-significado, más agresivamente en “La blan-
cura de la ballena” [Cap. XLII], pero sin lugar a dudas a lo largo de toda la
obra. En segundo lugar, Melville presta considerable atención a las ballenas
como cosas en sí mismas, primero a través de la extensa “Etimología” y luego
en capítulos sobre la historia de la caza de ballenas y sobre la fisiología y taxo-
nomía de estos cetáceos. Las ballenas mismas, no sólo la “verdad” que uno
puede producir a partir de ellas, son valoradas en Moby-Dick. En tercer
lugar, Melville discurre sobre el canibalismo no sólo cuestionando la estruc-
tura sacrificial de las relaciones humano-animal, sino transformándola en
una verdadera cinta de Möbius. El humano y el animal o la economía y la
naturaleza se vuelven como el contenido manifiesto y latente: descripciones
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61. K. Marx, Capital, trad. cit., p. 163.
62. El vocablo alemán Doppelgänger aparece en varias obras literarias para designar el doble o
sosias de una persona. La palabra proviene de doppel (“doble”, “duplicado”) y gänger (“viajero”,
“andante”). [N. de los T.]
63. H. Melville, Moby-Dick, ed. cit., pp. 225-226.
64. A. M. Lippit, “The Death of an Animal”, en Film Quarterly, vol. 56, n° 1, otoño de 2002, p. 14.
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65. P. Armstrong, What Animals Mean in the Fiction of Modernity, Londres, Routledge, 2008,
pp.102-103; y E. Schultz, “Melville’s Environmental Vision in Moby-Dick”, en Interdisciplinary
Studies in Literature and Environment, vol. 7, n°1, 2000, pp. 104-106.
66. H. Melville, Moby-Dick, ed. cit., p. 27.
67. Ibid., p. 33.
68. Ibid., p. 34.
69. Idem.
70. Ibid., p. 36.
71. Idem.
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72. Idem.
73. Ibid., p. 37.
74. Ibid., p. 70.
75. Ibid., p. 158.
76. Ibid., p. 222.
77. Ibid., p. 225.
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78. N. O. Brown, Apocalypse and/or Metamorphosis, Berkeley, University of California Press,
1991, p. 16.
79. H. Melville, Moby-Dick, New York, Columbia University Press, 1996, p. 17.
80. M. Calarco, “Deconstruction is not Vegetarianism: Humanism, Subjectivity, and Animal
Ethics”, en Continental Philosophy Review, vol. 37, n° 2, junio de 2004, pp. 197-198.
81. H. Melville, Moby-Dick, ed. cit., p. 21.
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do]82, cocinero del barco y esclavo, que le prepare un bife de ballena. Stubb
lo reprende más tarde por su ineptitud, lo que da pie al viejo para que le diga
que es “más tiburón que el mismo compadre Tiburón”83. La construcción
común no es coincidencia. En ambos casos el punto de comparación (caní-
bal-tiburón) está excluido de la humanidad civilizada, como su punto arqui-
médico. Pero Ismael no dice que Stubb sea un caníbal o un tiburón, y de este
modo basa su crítica en la presuposición de que ambos son naturalmente
aborrecibles. La batalla moral de Ismael –¿eres mejor que un caníbal o un
tiburón?– funciona sin presuponer ninguna figura de inmoralidad (humana)
absoluta o amoralidad (animal).
Por el contrario, una construcción de juicio requiere que uno establezca de
qué manera la acción de un tiburón o de un caníbal es funcionalmente mejor
o peor que una acción civilizada alternativa. En el caso de los tiburones,
“[comer] hasta que aquellas vísceras parecían tragadas una y otra vez por la
misma boca, [para] ser evacuadas a su vez por la enorme herida abierta”84, el
apetito insaciable sugiere una comparación entre Stubb y los tiburones. Por
un lado esta es simplemente la lógica cristalizada del canibalismo universal;
pero por otro lado, como Fleece parece pretender, la falta de consideración y
la velocidad del auto-consumo de los tiburones debería ser evitada tanto por
los humanos como por los tiburones. “Por su voracidad, hermanos animales,
yo no los culpo; es su naturaleza, y no puede ser evitada; pero gobernar esa
retorcida naturaleza, esa es la cosa”, Fleece sermonea a los tiburones85. El jui-
cio “más tiburón” [“more of a shark”] aquí tiene menos que ver con cualida-
des únicas de los tiburones –ellos parecen estar exactamente en la misma
situación moral post-lapsariana que nosotros– que con su personificación del
consumo desenfrenado. La descripción de Fredrick Jameson de la stasis capi-
talista a través del cambio constante podría igualmente describir a los tiburo-
nes cuando ellos se convierten en una boca y una herida: “una corriente regu-
lar de potencia y variación que en algún límite externo parece estable y quie-
to”86. De hecho, las mandíbulas de los tiburones continúan abriéndose y
cerrándose incluso después de que “la vida del individuo había partido”, lo
que sugiere una automatización del consumo peligrosa para el grado de auto-
nomía propia e incluso más para quienes viven entre ellos: “uno de estos tibu-
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82. El personaje “Fleece” suele encontrarse en las traducciones al español como “el viejo
Nevado”. [N. de los T.]
83. Ibid., p. 240.
84. Ibid., p. 243.
85. Ibid., p. 238.
86. F. Jameson, The sedes of Time, New York, Columbia University Press, 1996, p. 17.
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Conclusión
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87. H. Melville, Moby-Dick, ed. cit., p. 243.
88. Greg Pollock comienza su Maestría en Artes en el área de Literatura, desde 2009, en la UC
Santa Cruz, en Santa Cruz, California, Estados Unidos. [N. de los T.]
89. D. Haraway, When Species Meet, Minneapolis, University of Minnesota Press, 2008, pp. 293-294.
90. Ibid., pp. 296-298.
91. Ibid., p. 298.
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92. A. Hall, “World's Most Famous Cannibal Becomes a Vegetarian”, Mail Online. The Daily Mail,
20 de noviembre de 2007. Disponible en: http://www.dailymail.co.uk/news/article-495132/Worlds-
infamous-cannibal-vegetarian.html
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