Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
De la mano de este pilar de nuestra evolución, caminando a la par, las enfermedades de transmisión
sexual han acompañado desde siempre a esta cualidad humana y han constituido uno de los
primeros problemas de salud pública que se conocen.
Las infecciones de transmisión sexual (ITS) –término preferido por la Organización Mundial de la
Salud–, o enfermedades de transmisión sexual (ETS), son conocidas desde épocas muy remotas. Se
presume inclusive que ya Hipócrates podría haber realizado la descripción de una de ellas a lo largo
de su vida, como es el caso de la sífilis. Las más conocidas a lo largo de la historia han sido esta
última y la gonorrea, enfermedades que desde la Edad Media hasta hace relativamente poco han
generado elevadas tasas de morbilidad y mortalidad. Clásicamente se las ha denominado bajo el
término de enfermedades venéreas, apelativo que deriva de la palabra Venus, en referencia a la
diosa mitológica del amor, la belleza y la fertilidad.
Es muy difícil establecer con precisión la incidencia y la prevalencia histórica de las ITS, debido a que
muchas de ellas cursan asintomáticas, pueden tener resolución espontánea o manifestarse en
etapas avanzadas. Es decir, el número de personas infectadas es mucho mayor que el que
históricamente reflejan los registros de salud.
Antes del advenimiento del remedio moderno, la falta de conciencia por parte de las sociedades
antiguas llevó a una dispersión exponencial de estas infecciones. Se dice que la sífilis fue extendida
a América y Oceanía por los diversos viajes de exploradores europeos como Cristóbal Colón.
En el siglo XVIII y XIX, el mercurio, el arsénico y el azufre eran los fármacos que se usaban para tratar
las enfermedades venéreas. El empleo de estas sustancias dio lugar a serios efectos secundarios,
con un epílogo trágico en el que muchas personas encontraban la muerte por envenenamiento. El
ingenio popular de la época acuñó una frase que resumía satíricamente las consecuencias del placer
sexual negligente y de la sustancia que se aplicaba para dar remedio: “Una noche con Venus, toda
la vida con Mercurio”. Fue recién a comienzos del siglo XX cuando surgieron los primeros
tratamientos efectivos.
Debido al estigma social que estas patologías producían, muchos enfermos se negaban a buscar
ayuda sanitaria y continuaban dispersándolas entre sus ocasionales parejas sexuales. Esto provocó
que, posteriormente, muchas clínicas tomaran como parte de un protocolo operativo el rastrear a
los probables compañeros sexuales de los infectados para prevenir la extensión al resto de la
población.
Se sabe que con el surgimiento de los antibióticos y, en las últimas décadas como respuesta ante la
aparición del SIDA, con el incremento del uso del preservativo, muchas de estas patologías –en
especial, la sífilis y la gonorrea– han reducido su incidencia. Pero, con el correr del tiempo, esta
reducción ha demostrado ser transitoria. Muchas son las causas, todas bastante relacionadas con la
disminución de las prevenciones sanitarias. El auge de las pastillas anticonceptivas y el mayor y
mejor tratamiento de la infección por VIH ha ocasionado la relajación de prácticas seguras en
materia sexual, con el consecuente incremento de ITS, incluyendo nuevos casos de HIV/SIDA, sífilis,
gonorrea, clamidia y el herpes genital, entre otras.
Como se observa, estas patologías han sido un producto de la conducta sexual de las personas y
seguirán existiendo en tanto no se tomen precauciones a la hora de mantener relaciones sexuales.
Si bien muchas de estas enfermedades son hoy tratables, es fundamental realizar su prevención
para evitar contraerlas y diseminarlas, por lo que se recomienda permanentemente el uso de
preservativos desde el comienzo hasta el fin del acto sexual.
Panorama actual.
FACULTAD DE CIENCIAS MÉDICAS SUPLEMENTOS ETS / por Doctora Silvia Atorri, médica
infectóloga, jefa de Servicio de Infectología, Hospital Luis Lagomaggiore. / Publicado el 11 DE
NOVIEMBRE 2015
Según datos de la OMS (Organización Mundial de la Salud), las infecciones de transmisión sexual
(ITS) tienen efectos profundos en la salud sexual y reproductiva mundial, y están entre las cinco
principales categorías que motivan consultas médicas en adultos.
Cada día, más de un millón de personas contraen una infección de transmisión sexual. Se estima
que, anualmente, unos 500 millones de personas contraen alguna de las cuatro infecciones de
transmisión sexual siguientes: clamidiasis, gonorrea, sífilis o tricomoniasis. Más de 530 millones de
personas son portadoras del virus que provoca el HSV2 (herpes genital) y más de 290 millones de
mujeres están infectadas con el virus del papiloma humano (VPH).
Se cree que aproximadamente 1 de cada 10 jóvenes de entre 15 y 24 años tiene una enfermedad
de transmisión sexual (ETS). La más frecuente de estas –para sorpresa de muchos– es la infección
por clamidia. Le siguen en frecuencia la infección por VPH (virus del papiloma humano) –causante
de verrugas genitales y de cáncer de cuello uterino–, sífilis, VIH, gonorrea y herpes.
Anualmente, la infección del VPH provoca 530 mil casos de cáncer cervicouterino y 275 mil
defunciones. Otro dato interesante es que algunas de las ITS, como la sífilis y el herpes genital,
favorecen la transmisión del VIH. A toda esta problemática se le agrega el aumento significativo y
progresivo de la resistencia a los antibióticos, lo cual hace más difícil su control y su curación y, por
supuesto, se incrementan los costos en diagnóstico y tratamiento.
Los problemas de las ITS no afectan sólo a los adultos sino que también repercuten en los niños y
en los recién nacidos. La transmisión de la madre al niño puede dar lugar a muerte prenatal, muerte
neonatal, insuficiencia ponderal al nacer y prematuridad, septicemia, neumonía, conjuntivitis
neonatal y deformidades congénitas. Cada año, la sífilis durante el embarazo provoca
aproximadamente unas 305 mil muertes fetales y neonatales, y deja a 215 mil lactantes en grave
riesgo de defunción por prematuridad, insuficiencia ponderal o enfermedad congénita.
Dentro de los factores de riesgo para contraer ITS encontramos la adolescencia, la falta de uso del
preservativo, el uso de pastillas anticonceptivas, tener múltiples parejas sexuales, el consumo de
alcohol y drogas, el antecedente de haber tenido otra ITS, entre otros. Una vez contraída la
infección, una persona puede tener signos y/o síntomas o bien estar mucho tiempo sin
manifestaciones clínicas, por lo que es fundamental la prevención y el testeo si se reconocen
conductas de riesgo, para iniciar el tratamiento adecuado y evitar su propagación.
La combinación de factores de riesgo y manifestaciones clínicas en una persona debería motivar una
consulta médica. Entre los múltiples síntomas encontramos: flujo abundante, sangrado anormal
entre los períodos menstruales o durante el acto sexual, dolor al tener relaciones o al orinar, dolor
en la parte baja del abdomen (en mujeres) y la salida de un líquido blanco o amarillento por la uretra
y dolor al orinar o en los testículos (en los hombres). Además puede haber, en ambos, lesiones en
la piel del área anogenital. Sin embargo, como se mencionó anteriormente, la gran mayoría pasa
desapercibida por el portador y es por esta razón que siempre se debe practicar el sexo protegido,
esto es, uso del preservativo desde el comienzo hasta el fin del acto sexual.
Otro medio de prevención, en los hombres, es la circuncisión. Esta reduce el riesgo de infección por
VIH adquirida por vía heterosexual en aproximadamente el 60 % y proporciona alguna protección
contra el herpes y el VPH.
También sería muy útil entender el embarazo como una oportunidad de testeo, no sólo de la mujer
para evitar transmisión al niño, sino aprovechar esta instancia para testear a la pareja. Asímismo, el
control prenupcial obligatorio debería ser ampliado a otras enfermedades de transmisión sexual y
no sólo limitarse a sífilis, sino también testear VIH y Hepatitis B, que sólo necesitan pruebas
serológicas sencillos.
Se dice que si existiese una educación sexual integral, asesoramiento antes y después de las pruebas
de ITS y VIH, asesoramiento sobre prácticas sexuales más seguras y reducción de riesgos, promoción
del uso de preservativos e intervenciones dirigidas a grupos de población claves y vulnerables –
incluidos adolescentes, trabajadores sexuales, hombres homosexuales y consumidores de drogas
inyectables–, la incidencia de estas patologías disminuiría sustancialmente.
Además, el asesoramiento podría mejorar la capacidad de las personas para reconocer los síntomas
de las ITS, con lo que aumentarían las probabilidades de que soliciten atención o alienten a sus
parejas sexuales a hacerlo. Lamentablemente, la reducida sensibilidad pública, la falta de
capacitación del personal sanitario, el poco presupuesto en materia de salud de los países más
afectados y el arraigado estigma en torno a las ITS siguen dificultando este tipo de actividades.
Tratamiento
Tres ITS bacterianas (clamidiasis, gonorrea y sífilis) y una parasitaria (tricomoniasis) son
generalmente curables con un adecuado tratamiento antibiótico. Para el herpes y el VIH
(infecciones virales) los tratamientos no son curativos pero pueden atenuar la enfermedad, y
permitirle a la persona tener una vida totalmente normal. Para la hepatitis B se cuenta con
inmunomoduladores que pueden disminuir la carga viral y atenuar las complicaciones crónicas de
la enfermedad.
Es necesario saber que las ITS no discriminan y que cualquier persona que no tenga sexo protegido
puede estar en riesgo de adquirirla. El uso de preservativo debe ser parte de la educación sexual
que reciben las personas, y es importante conocer el modo de uso aún antes del inicio de las
relaciones sexuales, que en la Argentina en promedio se produce a los 12 años.
Hay otro factor cultural que incide en el uso del profiláctico y es que los varones, especialmente
adultos, son reticentes a su uso. Consideran en general que la utilización depende de su exclusiva
decisión y no participan a la otra persona, sea ocasional o estable, si bien hay que tener en claro que
las dos personas tiene responsabilidad en el cuidado individual y social