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en la Argentina
Adriana Chiroleu, Claudio Suasnábar
y Laura Rovelli
Política universitaria
en la Argentina:
revisando viejos legados
en busca de nuevos horizontes
Chiroleu, Adriana
Política universitaria en la Argentina : revisando viejos legados en
busca de nuevos horizontes / Adriana Chiroleu ; Claudio Suasnábar ;
Laura Rovelli. - 1a ed. - Los Polvorines : Universidad Nacional de General
Sarmiento; Buenos Aires: IEC - CONADU, 2012.
136 p. ; 21x15 cm. - (Educación. Universidad; 4)
ISBN 978-987-630-141-1
Colección: Educación
Serie: Universidad
Comité Editorial:
Directores: Pedro Sanllorenti, Eduardo Rinesi, Mónica Marquina y Yamile Socolovsky
Coordinación editorial: Heber Ostroviesky y Darío Stukalsky
Presentación ............................................................................................... 9
Capítulo 1. La política universitaria como política pública........................ 13
Política y políticas públicas: un encuadre general para la política
universitaria ........................................................................................ 13
La política universitaria como política pública...................................... 18
Las singularidades de la política universitaria para el caso argentino...... 26
Capítulo 2. El marco normativo de las universidades y el debate sobre la
autonomía: una lectura desde la producción académica............................. 33
La normalización universitaria durante la transición democrática:
el retorno al patrón histórico y la autolimitación estatal........................ 36
La cuestión universitaria en la Convención Constituyente de 1994...... 40
La Ley de Educación Superior: marco normativo reglamentarista
y autonomía regulada........................................................................... 43
La discusión normativa posterior a 1995 y la reapertura del
debate sobre una nueva ley para el sector.............................................. 47
7
Capítulo 3. Dinámicas históricas y lógicas de expansión
universitaria en la Argentina ..................................................................... 49
Política y políticas públicas de expansión universitaria entre
los años cincuenta y setenta.................................................................. 51
Un nuevo ciclo de políticas y de expansión: la creación de
nuevas universidades en los años noventa............................................. 57
Capítulo 4. Dimensiones, actores y dilemas de gobierno del sistema
y de las universidades públicas en la Argentina ......................................... 69
Breve geopolítica regional del gobierno de la educación superior.......... 71
Dimensiones formales e informales del gobierno universitario
central en la Argentina......................................................................... 73
Reformas y cogobierno universitario.................................................... 75
Participación política, representación y regímenes electorales ............... 81
Dilemas de gobierno............................................................................ 83
Capítulo 5. Expansión de las oportunidades, inclusión y
democratización universitaria.................................................................... 87
Democratización e inclusión................................................................ 88
Expansión, democratización e inclusión en la Argentina:
¿reduciendo las desigualdades sociales? ................................................ 91
Capítulo 6. La larga marcha de una nueva/vieja idea: de la “calidad”
como problema a la “evaluación de la calidad” como forma de regulación.... 99
De las políticas de calidad al Estado evaluador: la experiencia
europea en las décadas del ochenta y del noventa................................ 101
Crisis, calidad y evaluación en las universidades latinoamericanas....... 106
Resistencia, cambio y adaptación en las universidades argentinas:
“debates y combates” sobre la evaluación de la calidad........................ 112
Capítulo 7. Horizontes para una nueva política universitaria................... 119
Bibliografía.............................................................................................. 123
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Presentación
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Capítulo 1
La política universitaria
como política pública
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En este mismo sentido, Castell (2010: 27) distingue entre individuos por exceso y por defecto;
los primeros provistos de tal cantidad de recursos y bienes que se encierran en sí mismos hasta
olvidar que viven en sociedad, y los segundos, desprovistos de los soportes necesarios para gozar
de un mínimo de independencia social.
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en una actitud más activa del Estado con relación al sector y la generación de
mecanismos de regulación que asumen el formato de políticas públicas.
La utilización del término “regulación” en el ámbito de la educación (su-
perior) es relativamente reciente y, en términos de Maroy y Dupriez (2000),
se enmarca en torno al rol del Estado moderno en escenarios de modelos
socioeconómicos con mayor presencia de relaciones de mercado. Al respecto,
señala Barroso (2005) que muchas de las referencias que se hacen al nuevo papel
regulador del Estado sirven para diferenciar las propuestas de modernización de
la administración pública de las prácticas tradicionales de control burocrático
a través de normas y reglamentos, procedimientos clásicos de intervención
estatal.12 En este sentido, puede decirse que todo sistema (educativo) tiene
una determinada forma de regulación en la medida en que esta garantiza su
equilibrio detectando los factores de perturbación.
Para Musselin (1997), regulación remite a los modelos de orientación,
coordinación y control del sistema universitario atendiendo al relacionamiento
entre las autoridades públicas y las instituciones; hace referencia al proceso de
producción de reglas y de orientación de las conductas de los actores, así como
a la apropiación de dichas reglas por parte de los actores y de su consiguiente
transformación de acuerdo con los márgenes de maniobra que autoriza cada
contexto (Dutercq y Van Zanten, 2001).13
En el clásico triángulo de coordinación de Clark, los tres vértices están ocu-
pados, respectivamente, por la “oligarquía académica”, el Estado y el mercado;
da cuenta así de las modalidades de organización utilizadas para integrar los
sistemas de educación superior en el mundo. Esto se da a través de una com-
binación que supone dosis variadas de las tres formas, aunque en las últimas
décadas tiende a darse una mayor primacía del Estado y el mercado.14
Sin embargo, Dutercq y Van Zanten sostienen que la regulación de los
sistemas educativos complejos no se reduce (ni debe reducirse) a la delimitación
12
En este sentido, dice el autor, la regulación, más flexible en la definición de los procesos y rígida
en la evaluación de la eficiencia y eficacia de los resultados, sería lo opuesto de la reglamentación,
centrada en la definición y control a priori de los procedimientos y relativamente indiferente a
cuestiones de calidad y eficacia de los resultados (Barroso, 2005).
13
Maroy y Dupriez (2000) definen la regulación como el “conjunto de acciones dispuestas por una
instancia (gobierno, jerarquía de una organización) para orientar las acciones y las interacciones
de los actores sobre los cuales tiene una cierta autoridad”.
14
Reyanud (1988) distingue entre regulación de control (top-down) y regulación autónoma
destacando la necesaria participación de los destinatarios de las normas para su efectiva aplicación.
En este sentido, las regulaciones más efectivas surgirían de los compromisos (inestables) que se
establecen entre esas dos fuentes concurrentes y asimétricas de poder.
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Los autores señalan que esto es más vívido en los países anglosajones, pero la apropiación por
parte de los organismos internacionales ha generado su expansión a buena parte del mundo,
incluyendo los países periféricos. Desde esta perspectiva, se supone que procede del ajuste
local de las demandas de los usuarios (padres, alumnos, empresas) y de la oferta educativa en
los establecimientos de enseñanza y de la formación concebidas como pequeñas unidades de
producción (Dutercq y Van Zanten, 2001).
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Probablemente, la política universitaria puede compartir algunas de estas singularidades con
otras políticas sectoriales, tema que no abordaremos en el presente texto.
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modelos exógenos de desarrollo del sector. Y esto se ha dado aun en los casos
en que no venían asociados a préstamos o financiamientos especiales.
Estas transformaciones se dieron casi siempre sin tener en cuenta ni los
rasgos estructurales ni las necesidades de los respectivos sistemas e instituciones;
tampoco se insertaron en estrategias de desarrollo nacional o regional. Por otra
parte, también tendió a ignorarse la existencia (o inexistencia) de una capacidad
técnica suficiente para la implementación de los dispositivos de cambio, factor
indispensable para la implementación de políticas públicas.
Existen, sin embargo, también factores institucionales que coadyuvan a confor-
mar esa situación. La escasa densidad de la comunidad universitaria, especialmente
en el sector académico, en parte vinculada a las discontinuidades institucionales,
actuó en un sentido disruptivo en la medida en que no existen metas comunes que
puedan establecerse más allá de las contingencias político-partidarias.
Al respecto, la comparación entre los alcances del proceso de moderniza-
ción universitaria desarrollado en los años sesenta y noventa puede brindarnos
algunas pistas de valor heurístico. Este tema ingresa a la agenda del gobierno
argentino hacia fines de los años cincuenta y durante algo más de una década
constituirá una meta común para las gestiones que se sucedieron y que procu-
raron aplicarla con resultados disímiles. En los años noventa, en un contexto
nacional e internacional diferente, la temática vuelve a acceder a la agenda, esta
vez para desarrollarse sin trabas promoviendo una transformación institucional
y sistémica. Ambos casos, aunque distanciados temporalmente, constituyen,
sin embargo, expresiones de un mismo proyecto modernizador de carácter
excluyente y diferenciador, que presenta resultados distintos en cada momento
por la particular articulación que asumen el contexto internacional, el interno
y el de la propia institución (Chiroleu, 2004).
De hecho, en ambos momentos se da la articulación de diferentes factores
cuya particular combinación genera resultados y efectos diversos. En los años
sesenta, la existencia en las universidades de proyectos autónomos de moder-
nización actuó como freno y equilibrador de los condicionamientos de los
organismos multilaterales de crédito y otros organismos internacionales. Dicho
proyecto reformador, aunque no tuvo alcance nacional, sí resultó prevaleciente
en algunas de las instituciones de mayor peso del país y sirvió en estos casos
como base articuladora o contenedora de las propuestas de transformación
provenientes del ámbito internacional.
En los noventa, en cambio, no se da a nivel de las instituciones un proyecto
autónomo renovador que pueda contrarrestar las presiones ejercidas desde el
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Un análisis similar puede hacerse con relación a la creación de universidades privadas en los
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Capítulo 2
El marco normativo de las universidades
y el debate sobre la autonomía: una
lectura desde la producción académica
Una mirada panorámica de los distintos debates sobre los marcos legales de
la universidad desarrollados desde el retorno a la democracia nos revela una
fuerte presencia de diversos enfoques que, ciertamente, marcaron la tónica
de las discusiones de política educativa y política universitaria en las décadas
precedentes. En este sentido, consideramos oportuno realizar una breve sín-
tesis del proceso de constitución y evolución reciente de este campo, el cual
reconoce por lo menos tres grandes tradiciones o corrientes que, en diferentes
momentos históricos, y con diversos grados de inserción en nuestro medio,
han contribuido a configurarlo.
Así, en un primer momento, el estudio de la política educativa se asimiló al
análisis de la normativa legal que la regula; esto, como señala Bobbio (1989),
hizo que, durante muchos años, los juristas y abogados fueran –en la medida
en que se fue tecnificando el derecho público– los especialistas que monopoli-
zaron la reflexión sobre el Estado y la política. La concepción del Estado como
Estado de derecho lo identificó no solo como una organización jurídica, sino
como un órgano o agente de producción jurídica, la cual se consideraba era
la principal herramienta de la acción política. En nuestro país, la expresión
de esta corriente tuvo en las figuras de Américo Ghioldi, Emilio Mignone y
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Héctor Félix Bravo los representantes más destacados de esta forma de pensar
la política educativa.18
Posteriormente, en los años de auge del desarrollismo y bajo el influjo de las
teorías del capital humano, se asimiló la esfera de la política educativa al planea-
miento educativo. Esta visión que hoy denominaríamos estado-céntrica suponía
la acción estatal como la única y excluyente dadora de sentido de las actividades
sociales. El cambio de una sociedad tradicional a una moderna fue visto como
una tarea de secularización de la vida social a partir de una racionalidad técnica
que podría constituir a los actores que este nuevo estadio social demandaba.
No es casual, entonces, que la política educativa tendiera a ser pensada desde
la perspectiva de la planificación económico-social perdiendo, de esta manera,
los rasgos específicos y complejos que caracterizan la intervención estatal en
materia educativa. Quizás los representantes más connotados de esta corriente
sean Norberto Fernández Lamarra e Inés Aguerrondo, quienes, además, fueron
los principales difusores del planeamiento educativo en nuestro medio.19
A comienzos de los años setenta, la difusión de los trabajos sociológicos
de los llamados “críticos reproductivistas” empezó a erosionar el enfoque del
planeamiento educativo en la medida en que cuestionaban esta visión por
considerarla excesivamente tecnocrática, funcional y acrítica. Así, al analizar
los sistemas educativos nacionales desde la perspectiva de su contribución a los
procesos de reproducción y cambio de las sociedades, el estudio de las políticas
educativas pasó a delimitar el espacio de articulaciones entre el sistema educativo
y las relaciones de poder que atraviesan y se desenvuelven en el todo social.
En este marco, una de las contribuciones más importante de estas corrientes
se expresó en el concepto de “autonomía relativa”, que parte de considerar los
sistemas educativos como construcciones históricas en las que convergen, no
sin conflicto, los condicionantes estructurales (sociales, políticos y económicos)
y las acciones de los diferentes sujetos sociales.20 Ciertamente, la recepción del
18
A modo de ejemplo, pueden mencionarse los libros clásicos de Mignone, 1954, Ghioldi, 1972
y Bravo, 1972.
19
Una mirada retrospectiva sobre la difusión e impacto de esta visión puede encontrarse en
Fernández Lamarra y Aguerrondo, 1977.
20
Sin lograr demasiado peso en nuestro medio, los enfoques sistémicos derivados de los trabajos
de Easton y Almond han aportado una respuesta en algunos puntos similar a la de las corrientes
crítico-reproductivistas, pero, por esto mismo, también arrastran las limitaciones teóricas que luego
señalaremos. Para estas visiones, los sistemas educativos, como parte del todo social, participan y
responden a los procesos y demandas que se desarrollan en la totalidad afectando sus funciones y
dinámicas internas. A su vez, como contrapartida, lo que sucede en el interior de las instituciones
escolares afecta al conjunto del todo social. Las relaciones entre el todo y las partes se resumen en el
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modelo demandas-respuestas o input-output generando un juego de espejos entre las distintas partes
en el que el sistema escolar es solo un subsistema del conjunto del sistema social en sentido amplio.
21
Véanse los siguientes trabajos: Paviglianiti, 1991 y Paviglianiti, Nosiglia y Marquina, 1996;
también, Braslavsky, 1982 y1985.
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Véase el capítulo “La Ley Federal de Educación como transición entre dos ministerios, vertientes
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Véanse el Documento del CIN “Lineamientos para una Ley de Educación Superior” de 2008,
el cual retoma y profundiza la Declaración de Horco Molle en Tucumán (Acuerdo Plenario
537/04), y “Análisis de la Ley de Educación Superior” (Acuerdo Plenario 640/07).
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Capítulo 3
Dinámicas históricas y lógicas
de expansión universitaria en la Argentina
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miento del sector privado universitario.31 Con todo, cabe destacar que, en esos
años, la demanda de educación superior universitaria y su descentralización, si
bien constituyeron problemas colectivos de la sociedad argentina de la época,
no alcanzaron mayor tratamiento público. En efecto, las preocupaciones cen-
trales en los planes de gobierno referidos a la educación universitaria giraron
en torno de la distribución de la matrícula (excesivamente direccionada hacia
carreras tradicionales como abogacía, medicina e ingeniería) y a los bajos por-
centajes de graduación. Así, durante el período 1958-1966, esa demanda fue
canalizada principalmente a través de tres procesos convergentes: el crecimiento
de las instituciones tradicionales ya existentes, un vertiginoso desarrollo del
sector terciario no universitario y, en menor medida, mediante la creación de
universidades privadas. Estas dos últimas alternativas reforzaron la tradición
de estudios de corte profesional de la universidad pública argentina, que se
desentendió en gran medida de la producción científica y tecnológica.
Hacia fines de los años sesenta, por fuera del Estado, aunque con amplias
redes de relaciones con miembros de la dictadura institucional de la autode-
nominada Revolución Argentina, un grupo de personalidades planteó que el
crecimiento de la matrícula debía acompañarse con un cambio en la oferta
universitaria. La modernización debía orientarse en dos sentidos: la división
de las universidades existentes en conglomerados más o menos uniformes y la
creación de nuevas universidades. El diagnóstico alertaba sobre la incompa-
tibilidad entre la universidad de masas y la universidad científica. Por tanto,
frente a la expansión numérica de los estudiantes universitarios –en un clima
de alta contestación social y deslegitimación estatal–, proponían descentralizar
el sistema de educación superior y extender el número de instituciones que lo
integraban.
La propuesta –conocida como Plan de Nuevas Universidades o Plan Taquini,
como resultado de la identificación con su principal mentor– sentó las bases de
la política universitaria del régimen autoritario (1971-1973), lo que dio lugar
a la creación de trece nuevas universidades nacionales mediante la fundación
de nuevas casas de estudio, la subdivisión de instituciones preexistentes o la
31
Corresponde señalar que entre 1959 y 1969 se fundaron diecisiete universidades privadas:
Católica de Córdoba, del Salvador, Católica de Santa Fe, Pontificia Católica Argentina, Centro
de Altos Estudios en Ciencias Exactas (CAECE), Católica de Cuyo, del Museo Social Argentino,
Juan Agustín Maza, de Morón, Argentina de la Empresa, Católica de Salta, Católica de La Plata,
Católica de Santiago del Estero, de Belgrano, Notarial Argentina, del Norte Santo Tomás de
Aquino y del Aconcagua
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lidad hacia estos nuevos entornos, lo que predominó en muchas de las noveles
universidades –y particularmente en el Área Metropolitana de Buenos Aires–
fue la figura del “profesor itinerante”, quien se trasladaba de su universidad de
residencia hacia la nueva institución con el propósito de dictar cursos y semina-
rios docentes, pero sin asentar allí una tarea investigativa significativa (Rovelli,
2011). A pesar de las dificultades, se fueron desarrollando algunos nichos de
investigación, aunque generalmente en el marco de modelos institucionales con
escasas dedicaciones exclusivas para el desarrollo de la investigación.
En suma, durante este período, la matrícula universitaria y de educación
superior se expandió al tiempo que las instituciones se diversificaron sin lograr
alterar significativamente la estructura académica y la orientación tradicional
de los estudios, como tampoco la relación con el Estado (Krotsch, 2001: 149).
Luego, y a excepción de cierta fundación universitaria específica, desde me-
diados de los años setenta y hasta finales de los años ochenta, los gobiernos
democráticos y autoritarios coincidieron –aunque con motivaciones distintas–
en la implementación de una política de suspensión de creación de nuevas
universidades públicas y privadas. Por otra parte, a diferencia de otros países
de América Latina, como México y Brasil, donde el pasaje de la universidad
de elites a la de masas coincidió con un proceso intenso de modernización de
los sistemas educativos y de ampliación y consolidación del nivel de posgrado,
en la Argentina proliferaron diversas fuerzas de modernización –con alcances
disímiles según las universidades y las áreas de conocimiento– en el marco de
una planificación estatal débil.
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Las restantes universidades nacionales surgidas en ese período fueron resultado de la
nacionalización de la Universidad de La Rioja y la creación de las universidades nacionales
de Formosa, Patagonia Austral y Villa María. Las universidades privadas creadas durante el
período 1989-1995 fueron las universidades de San Andrés, Adventista del Plata, Blas Pascal, de
Palermo, Maimónides, de Ciencias Empresariales y Sociales, Austral, FASTA, Torcuato Di Tella,
Champagnat, del Centro Educativo Latinoamericano, Favaloro, del CEMA, de la Cuenca del
Plata, del Cine, Atlántida Argentina, de Flores, de Congreso, Abierta Interamericana, Empresarial
del Siglo XXI y los institutos universitarios de la Fundación ISALUD y de la Fundación Barceló.
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En relación con estas últimas, si bien gran parte de las nuevas instituciones se
orientaron hacia la captación de una demanda creciente por educación supe-
rior, en otros casos se conformaron circuitos universitarios “seculares de elite”,
caracterizados por sus altos aranceles, pero también por una fuerte apuesta al
desarrollo de nichos de investigación científica y de una sólida oferta de posgrado
(Del Bello, Barsky y Giménez, 2007). La fundación de universidades públicas,
por otra parte, compartía con la expansión universitaria de los años setenta la
voluntad de descentralizar la oferta universitaria del país. Pero a diferencia del
carácter regional de sus predecesoras, las nuevas casas de estudio se caracterizaron
por su emplazamiento en diversas localidades, predominantemente en el Área
Metropolitana de Buenos Aires. Tomando en cuenta los procesos reunidos bajo
el concepto de globalización, las propuestas planteaban tomar como referencia
los contextos locales y globales-universales, lo cual expresaba, como parte del
cambio de época, diferentes racionalidades relativas a la misión universitaria.
Coincidentemente con los planteos de los años setenta, el surgimiento de
nuevas casas de estudio intentó dirigirse hacia una diversificación gradual de
la oferta universitaria a través del surgimiento de una oferta de carreras más
cortas y variadas en relación con la oferta tradicional, lo que favoreció cierta
diversificación gradual de los títulos, aunque con diversos alcances según los
proyectos institucionales.
En esa dirección, aunque con diversos alcances según los proyectos insti-
tucionales, algunas de las instituciones procuraron ser identificadas como una
alternativa de excelencia para las poblaciones locales, por lo que apostaron a
la conformación y desarrollo de nichos de investigación científica.35 Varias
de las instituciones creadas en el período recuperaron la idea de universidad
innovadora propia del clima de época de sus respectivas fundaciones, aunque
la noción adquirió características singulares en cada una de ellas. Originada
en los países centrales y en el marco de las transformaciones económicas neo-
liberales y las tendencias globalizadoras, la noción fue capturada, incorporada
y asimilada de manera singular en cada escenario institucional acompañando
el surgimiento y la consolidación de tradiciones institucionales y de estilos de
investigación particulares. En ciertas instituciones, como en la Universidad
Cabe recordar que otros dos proyectos universitarios de la época impulsados principalmente
por entidades financieras cerraron tempranamente sus puertas. Nos referimos a la Universidad
Hebrea Bar Ilán y al Instituto Universitario Patricios, vinculados con el Banco Mayo y el Banco
Patricios, respectivamente.
35
Entre los más destacados, nos referimos particularmente a los proyectos institucionales de las
universidades nacionales de General Sarmiento, Quilmes y General San Martín.
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Las estimaciones porcentuales están elaboradas sobre el rango poblacional de 20 a 24 años
utilizado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
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Matrícula universitaria
1986 1996 2006 2009
Sector público 581.813 812.308 1.306.548 1.312.549
Sector privado 85.643 152.314 249.972 337.601
Total 667.456 964.622 1.586.520 1.650.150
Crecimiento %
100 144,5 237,6 247,2
(Año base: 1986)
Fuente: Anuario estadístico 2009, Secretaría de Políticas Universitarias, Ministerio de Educación.
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El ARCU-SUR refiere al acuerdo sobre la creación e implementación de un sistema de
acreditación de carreras universitarias para el reconocimiento regional de la calidad académica
de las respectivas titulaciones en el MERCOSUR y Estados Asociados.
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Por otra parte, si bien la LES procuró lograr una mayor coordinación
entre las universidades y las instituciones de educación superior (IES) no
universitarias, hasta el presente ambos subsistemas se mantienen bastante
desarticulados. En ese sentido, las universidades contaron con distintos orga-
nismos de articulación y consulta: el CIN, conformado por los rectores de las
universidades nacionales, el CRUP, los CPRES, en los que participan los rectores
de las universidades estatales y privadas y los ministros de Educación de las
diferentes regiones geográficas del país, quienes –además– son responsables por
los institutos de educación superior no universitarios. Como resultado de las
atribuciones asignadas por la LES al CIN –y en virtud de su propia y compleja
dinámica institucional–, el papel del organismo sufrió cierto desplazamiento al
quedar sus funciones circunscriptas al asesoramiento y a la deliberación, pero sin
relaciones vinculantes con el Ministerio de Educación o con las universidades
en él representadas. Tanto es así que solo debe ser consultado obligadamente
por el Congreso Nacional en relación con la creación o cierre de universidades
nacionales, pero su dictamen no es prescriptivo.
Por su parte, el Consejo de Universidades (CU), diseñado siguiendo el
modelo de una especie de “parlamento universitario”, se encuentra presidido
por el secretario de Políticas Universitarias, en representación del ministro de
Educación, y está compuesto por el Comité Ejecutivo del CIN, la Comisión
Directiva del CRUP, un representante de cada CPRES y un representante del
Consejo Federal de Cultura y Educación, entidad que reúne a los ministros de
Educación de las provincias y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. No
obstante, una de la mayores dificultades que enfrentó el organismo se asocia
a una dinámica de negociación del presupuesto universitario que tradicional-
mente acontece por fuera de ese espacio, a lo que se sumó el hecho de que los
compromisos y alianzas asumidos por el CIN, el CRUP y los CPRES no son
vinculantes para las universidades como resultado de su autonomía institucio-
nal, garantizada en la Constitución Nacional Argentina y ratificada por la LES.
En contraposición, las instituciones de educación superior públicas y priva-
das carecen de autonomía y dependen de los gobiernos locales del lugar donde
se emplazan. La Ley de Educación Nacional –sancionada en 2006– estableció
que el Ministerio de Educación, en acuerdo con el Consejo Federal de Educa-
ción, tiene competencias sobre los IES para desarrollar políticas, mecanismos
de regulación y criterios de evaluación y articulación. Pero, a la vez, le otorgó
al Estado, a las provincias y a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires facultades
para planificar la oferta de carreras y de postítulos, diseñar planes de estudio,
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Quizá el caso más extremo haya sido la crisis político-institucional que se inició en 2003 en la
Universidad Nacional de Quilmes y que dio lugar, un año más tarde, a una reforma estatutaria
por la cual se suprimió la estructura de cargos de vicerrectorados al ser suplantados por el clásico
modelo de rector y vicerrector y se modificó el régimen electoral para acabar con la posibilidad
de reelección indefinida del rector.
45
La “Nueva Gestión/Gerencia Pública” (New Public Management) refiere a la transformación
del aparato estatal en su conjunto y a la “hechura” de las políticas públicas. Supone el pasaje
desde un paradigma tradicional (weberiano) hacia otro basado en un enfoque gerencial o
posburocrático que redefine la idea misma de gobierno en términos de eficacia, efectividad y
calidad. Sus postulados aspiran a la reducción de las estructuras jerárquicas; la descentralización
de las decisiones y los recursos; la reducción de la excesiva división del trabajo; la integración
de metas al cumplimiento de reglas y legislaciones; la incorporación de la “externalización” de
las funciones públicas a través de organizaciones privadas y sociales; la orientación hacia un
ciudadano usuario y la introducción de sistemas de información y medición o evaluación del
desempeño (Cfr. Aguilar Villanueva, 2007: 319-320).
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obstante, aun cuando estos sistemas hayan sido efectivamente diseñados para
restablecer la confianza pública, se observó que en algunos casos restringieron
la participación o la redujeron a un papel poco significativo.
Si bien tempranamente muchas universidades adhirieron fuertemente al
modelo de gestión altamente profesionalizada de sus asuntos académicos, más
recientemente algunas rescataron la importancia de una gestión “ampliada” que
pueda contrarrestar cualquier manejo personalista de los recursos o distancia-
miento de las autoridades de la base departamental y disciplinar y que, a la vez,
favorezca la integración institucional. A través de distintos niveles de participa-
ción de los profesores, ciertas instituciones apostaron a modelos mixtos o más
cercanos a la autogestión, lo que supone una baja presencia de administradores
y gestores en la universidad. De acuerdo con un estudio de Marginson sobre la
implementación de los principios de la nueva gestión pública en universidades
australianas, el robustecimiento del núcleo de autoridad central podría limitar
el dinamismo de las culturas académicas en vez de operar “en conjunción con
aquellas” (1999: 12). Según el autor, estas se hallan sometidas a una vigilancia
incesante y a una progresiva estandarización, lo que resulta en un deterioro
de su identidad universitaria y en un impedimento a su capacidad innovativa.
En contraste con las reformas de gobierno propuestas hace casi dos décadas,
un estudio de caso sobre universidades públicas innovadoras en la Argentina
afirma que las instituciones que apuestan a consolidar instancias y mecanismos
de toma de decisiones más deliberativos y una gestión ampliada de sus asuntos
internos, si bien tienden a pausar o escalonar las transformaciones, también
pueden contribuir con modelos académicos más integrados y participativos
(Rovelli, 2011).
Cabe recordar que, en nuestro país, los diagnósticos de distintos especialis-
tas y funcionarios reformadores se dirigieron a transformar la estructura de los
órganos colegiados de gobierno de las universidades públicas, a la que conside-
raron tanto una de las mayores fuentes de problemas de gobernabilidad como
un factor limitante de la capacidad de innovación y de reforma institucional.
En ese sentido, la LES siguió la estructura tradicional de cuerpos unipersonales
de gobierno –rector y decanos– y colegiados –Asamblea, Consejo Superior y
Consejos Directivos–, pero asignó de manera general las funciones ejecutivas
a los primeros y las normativas, de definición de políticas y de control de sus
respectivos ámbitos, a los segundos. Tal separación entre los órganos colegiados
y las autoridades universitarias pareció ajena a las formas de gobierno hereda-
das de la Reforma Universitaria de 1918, en la cual las máximas autoridades
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En el caso de que los auxiliares docentes superen el 33% del padrón de graduados tendrán,
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Dilemas de gobierno
Para concluir, presentamos cinco dilemas de gobierno que, sin pretender ser
exhaustivos, resultan comunes a las instituciones universitarias a nivel global y
atraviesan con caracteres más específicos a las universidades públicas argentinas.47
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Capítulo 5
Expansión de las oportunidades, inclusión
y democratización universitaria
Un excelente abordaje del contrapunto entre las dos perspectivas de análisis puede encontrarse
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Democratización e inclusión
La democratización en la universidad hace referencia al menos a dos planos
distintos: la democratización interna, que da cuenta de la participación de
los estamentos en el gobierno universitario (docentes, graduados, estudiantes,
empleados), y la democratización externa, que designa la representación que
las diversas clases sociales tienen en la población universitaria. Esta última se
traduce en un reclamo de ampliación de las bases sociales de la universidad
que, aunque en el discurso incluye el ingreso, permanencia y egreso de las
instituciones, muy frecuentemente es entendida en términos formales y se re-
duce a la ampliación del acceso. Esta perspectiva de análisis procura contener
las demandas de la sociedad en su conjunto en instituciones de nivel superior
clásicas, tanto en su estructura y organización como en los requerimientos
académicos, desentendiéndose del hecho de que grupos sociales con capital
económico, escolar y social diverso tienen diferentes posibilidades de éxito en
el circuito educativo.
La noción de inclusión, en cambio, parte del reconocimiento de que la
sociedad no es homogénea y la diversidad constituye un componente que
merece ser revalorizado. Esta noción aplicada a la educación superior implica
Esta discusión, por otra parte, se inserta en una más amplia sobre la articulación entre educación
49
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beneficiaron con el acceso, esto no supuso que las brechas entre jóvenes con
diverso rendimiento –asociado con orígenes sociales disímiles– se redujeran
significativamente.
El reclamo por igualdad de tratamiento y de resultados en las instituciones
educativas es, pues, una exigencia democrática de segunda generación; se
pasa así de un estadio de universalidad e igualdad de la oferta educativa a la
exigencia de igualdad de resultados, esto es, educación de calidad para todos,
lo que conduce, inevitablemente, a la desigualdad de tratamientos (compen-
sación) y a la exigencia de integración de todos en la misma institución (García
Huidobro, 2007).
Estos requerimientos, sin embargo, no solo tienden a ser cuestionados
desde la lógica de las instituciones de elite (que ya no tienen existencia real pues
desaparecieron como consecuencia del proceso de masificación), sino que se
introducen mecanismos de diversificación y diferenciación entre establecimien-
tos y diplomas que anulan o reducen los efectos democratizadores de aquellas
posturas y mantienen, de esa manera, las distancias sociales.
Constatamos entonces, por una parte, una ampliación de las oportunida-
des en el ámbito universitario que supone el acceso de nuevos grupos: resulta
oportuno preguntarse, sin embargo, si toda ampliación de las oportunidades
tiene efectos democratizadores de igual alcance o, en todo caso, cómo estos
pueden ser potenciados.
En una primera lectura, puede decirse que toda expansión matricular o
institucional supone una cierta democratización, aunque la sociología francesa
reconoce la existencia de diversos tipos de democratización. Prost (1986) distin-
gue entre democratización cualitativa y cuantitativa. La primera implica el
debilitamiento del lazo entre orígenes sociales y destino escolar y la cuantitativa
es aquella que alcanza a todas las clases sociales.50
Merle (2004) remarca, no obstante, que el uso corriente del término
democratización remite más a un fenómeno de difusión de bienes que a uno
de igualación de condiciones escolares; por eso, es importante afinar la matriz
conceptual. En este sentido, la democratización puede ser uniforme (Goux y
Maurin, 1997) cuando los diferentes grupos sociales se benefician de manera
más o menos equivalente del esfuerzo de apertura realizado a cada uno de los
escalones del sistema educativo. En la medida en que el proceso de expansión
50
Por ejemplo, dice el autor, el automóvil está hoy democratizado cuantitativamente porque
tanto los obreros como los gerentes pueden acceder a él. Sin embargo, como no todos compran
los mismos autos, no puede decirse que exista una democratización cualitativa pues subsisten
formas de desigualdad para acceder a ciertos vehículos.
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García de Fanelli (1997) señala al respecto que uno de los objetivos era contribuir a la formación
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sector público se hace menos efectivo para las elites en su afán de sostener las
distancias sociales (Levy, 1995).
Los gobiernos autoritarios posteriores tuvieron como rasgo común la
clausura de las instituciones en procura de la reducción matricular a través de
procesos selectivos para el ingreso a la universidad; durante el último gobierno
militar (1976-1983), este procedimiento se combinó con la imposición de aran-
celes y cupos, lo que encorsetó por diversas vías a la institución en un estricto
control ideológico. Ambas experiencias de facto se distinguen, en cambio, por
proyectos diversos con relación a la oferta institucional: como vimos en capítulos
anteriores, en los setenta, el Plan Taquini crea trece universidades nacionales,
mientras que, promediando esa década, no solo no hay nuevas creaciones, sino
que se cierra la Universidad Nacional de Luján.
En 1983, con el retorno a la democracia, la demanda de acceso a la univer-
sidad pública se convirtió en una bandera política que sintonizó con el reclamo
social por una ampliación de la participación política y una incorporación activa
de la sociedad civil. Se restablece entonces el ingreso directo, modalidad que
gozaba de un amplio consenso social, aunque su aplicación generó problemas
operativos, especialmente en algunas instituciones que debieron absorber
la enorme demanda insatisfecha de los años del gobierno militar. Algunas
universidades, entonces, elaboraron reglamentaciones que, aun reconocien-
do el principio general, trataron de limitarlo, en algunos casos para toda la
universidad, en otros para algunas facultades.53 Esta diferente reglamentación
responde en buena medida a la heterogeneidad de situaciones que experimentan
las instituciones y no puede desvincularse de la intensidad de la movilización
estudiantil y la presión y sentido de la demanda social en cada situación par-
ticular. Al respecto, la masificación no es un fenómeno verificable en todas las
universidades, sino que refleja la realidad de unas pocas instituciones y, dentro
de ellas, de ciertas carreras.
No obstante, en el caso de la universidad pública (y gratuita), esta nueva
etapa del proceso de democratización se circunscribió, una vez más, a una
demanda de acceso formal a las instituciones, la cual no se vio acompañada
por la generación de condiciones adecuadas para que clientelas sociales tra-
dicionalmente alejadas de la universidad pudieran efectivamente acceder al
conocimiento y también al diploma universitario. Esto se expresa con claridad
a través de las elevadas tasas de deserción y las bajas tasas de graduación.
53
En este contexto surge, por ejemplo, el Ciclo Básico Común de la Universidad de Buenos Aires.
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El presupuesto pasó de $7.200.000 en 2002 a más de $185 millones en 2009. La mayor
incidencia la tiene el PNBB que tiene un financiamiento del orden de $140 millones (SPU,
2010: 265).
58
Desde su surgimiento se plantea la existencia de una enorme brecha entre oferta y demanda de
becas. Por ejemplo, en 2006 se presentaron 29.142 candidatos, de los cuales 15.442 reunían los
requisitos solicitados, pero solo fueron aprobados 6.966 y finalmente se adjudicaron 6.528 becas.
En este momento, los datos publicados por la SPU en el Anuario de Estadísticas Universitarias
no suministran información sobre la cantidad de estudiantes que solicitan becas a través de la
inscripción en los programas, lo que permitiría dar cuenta de la relación entre demandantes y
oferta puntual.
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Estudiantes Graduados
Quintil 1 15,0 5,1
Quintil 2 18,3 10,5
Quintil 3 21,3 17,8
Quintil 4 24,4 25,0
Quintil 5 20,8 41,6
Fuente: EPH
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Terciario Universitario
Quintil 1 28,7 71,2
Quintil 2 25,9 74,1
Quintil 3 21,9 78,0
Quintil 4 19,0 81,0
Quintil 5 13,0 87,0
Fuente: EPH
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Este breve recorrido por el caso argentino permite algunas reflexiones finales
tomando como clave analítica el encuadre teórico presentado:
1- En los últimos años ha operado un doble pasaje: de una demanda de
ampliación del acceso a una que contemple también la permanencia y el egreso,
esto es, comienza de manera incipiente a operar un reconocimiento de esta
exigencia democrática de segunda generación. Asimismo, se da el tránsito de
una atención de la demanda social como si la sociedad fuera homogénea a una
que procura salvaguardar los derechos de minorías tradicionalmente excluidas
del nivel por causas económicas, étnicas u otras situaciones particulares.
2- Estas políticas son de reciente implementación y, por lo tanto, no es
factible concluir taxativamente sobre sus efectos puntuales. Sin embargo, un
primer análisis permite señalar que sería oportuno incentivar mecanismos de
discriminación positiva que generen condiciones para una igualación de los
resultados en el tránsito escolar.
Por otra parte, el bajo porcentaje de la matrícula que es auxiliado por la
política de becas da cuenta de que aún esta ocupa un lugar secundario en el
contexto general de las políticas sectoriales. Las becas, tradicionalmente, es-
tuvieron orientadas por el principio de generación de iguales oportunidades
para el acceso al tercer nivel y solo a partir de las Becas Bicentenario comienza
a esbozarse –de manera aún incipiente– un carácter más inclusivo al reconocer
que orígenes sociales diversos conducen a resultados diferentes.
3- La expansión institucional y/o matricular, si bien constituye una forma de
democratización, no garantiza per se una reducción de las desigualdades sociales.
Son en sí mismas formas de ampliación de la oferta que se traducen en efectos
positivos en una multiplicidad de aspectos de la vida individual y social; el trán-
sito por estas instituciones (independientemente de la graduación) posiblemente
brinde herramientas útiles para una mejor inserción en la estructura ocupacional.
En el caso de los egresados, cabe indagar, sin embargo, la probable correlación
entre instituciones que otorgan el diploma y destinos ocupacionales.
4- En lo que respecta a los efectos de la diferenciación y segmentación ins-
titucional, la calidad académica de las universidades públicas constituye la llave
maestra para garantizar que las políticas de democratización e inclusión tengan
los efectos buscados en términos de reducción de las desigualdades sociales. Y
dentro de estas instituciones, la generación de mecanismos de discriminación
positiva que favorezcan a los estudiantes provenientes de sectores sociales más
modestos constituye una herramienta de fundamental importancia.
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Capítulo 6
La larga marcha de una nueva/vieja idea:
de la “calidad” como problema
a la “evaluación de la calidad” como
forma de regulación
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Por el contrario, la expansión de la educación superior en los Estados Unidos fue más bien
el resultado de la promoción estatal hacia la conformación de un mercado competitivo de un
amplio abanico de instituciones de educación superior, altamente diferenciadas en sus ofertas
académicas y cantidad de años de estudio.
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Desde una perspectiva histórica, Guy Neave (2001) señala que la cuestión de
la calidad no es una novedad en la historia de la universidad ya que constituyó
desde sus orígenes el núcleo central de su actividad. En ese sentido, la misión
de certificar los estudios no solo fue la modalidad histórica de lo que hoy llama-
ríamos “control de calidad”, sino también el objeto de disputa entre distintos
poderes sobre quién tenía autoridad para conferir esa misión a las universidades.
Así, en la Edad Media fue la autoridad pontificia la que dotaba de legitimidad
a la tarea de otorgar grados, la cual posteriormente se desplazaría a la autoridad
real. En la modernidad, el surgimiento de los Estados nacionales y la expansión
de la burocracia marcarían el pasaje hacia la autoridad estatal estableciendo
una suerte de “control de calidad dual” por el cual las universidades mantienen
su competencia sobre los contenidos académicos, mientras que el Estado se
reserva –por medio de exámenes– la función de selección e ingreso al servicio
público de los graduados universitarios. Esta tendencia hacia la separación entre
los títulos académicos otorgados por las universidades y los títulos nacionales
o estatales adoptó diferentes modalidades en los países europeos y en Estados
Unidos, según las relaciones de fuerza y/o alianzas entre, por un lado, las cor-
poraciones profesionales y, por otro, la capacidad de regulación del Estado y
el grado de autonomía de las universidades tal como analiza Michael Burrage
(1996) en su estudio comparativo sobre el desarrollo profesional de médicos,
ingenieros y abogados en Francia, Inglaterra y Estados Unidos.
Ciertamente, la regulación estatal del acceso y selección del funcionariado
público también cumplió indirectamente la función de control de calidad para
el sector “privado” del mercado laboral en la medida en que los títulos estatales
establecieron parámetros de referencia. Este fuerte control estatal sobre la expan-
sión del credencialismo, como lo denomina Randall Collins (1988), continuó
en buena medida la tendencia histórica de los países europeos de regulación
del acceso a los estudios superiores por medio también de exámenes de Estado
que certifican aptitudes y conocimientos al final del nivel secundario, como el
Abitur en Alemania, el Baccalauréat en Francia o el examen de Maturità en Italia,
los cuales resultan condición necesaria para la continuación de los estudios.
Este breve racconto de las formas históricas que adoptó la misión de certifi-
cación de las universidades no solo refuta el carácter novedoso del debate sobre
la calidad, sino que también revela un rasgo que progresivamente desaparecerá
en el discurso y prácticas de las políticas gubernamentales que se desplegaron
hacia fines de los ochenta. En rigor, el control de calidad establecido por la
separación de las titulaciones se orientaba a certificar las competencias y con-
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que adquiere la tradición del cogobierno, que agrega otro rasgo de tensión a
partir del juego propiamente político como principio de legitimación de los
procesos de toma de decisiones.
Lejos de una mirada esquemática, Krotsch considera que la evaluación
puede constituirse en una innovación educativa y en mecanismos de cambio
institucional a condición de ser asumidos y apropiados por los actores univer-
sitarios, esto es, que la práctica de la evaluación se constituya como un aspecto
central en los espacios de negociación y conflicto. Este posicionamiento no
invalida la posibilidad de evaluaciones externas a la universidad siempre que
surjan de un proceso de reflexión en la base del sistema que progresivamente
se concretice en instancias intermedias cuyo carácter y sentido necesariamente
debe ser negociado con el nivel central. Así, la necesidad de pensar el cambio
institucional como un proceso endógeno sustenta su crítica a la concepción
burocrática y centralizadora de las políticas de evaluación que conllevaría a dos
situaciones igualmente negativas para las universidades: la cristalización de una
“evaluación formal” (un como si) que termine reforzando la inercia institucional
y la instalación de una dinámica de premios y castigos que no solo debilitan la
autonomía, sino también impulsan comportamientos adaptativos.
Después de casi quince años, el balance de estas políticas resulta bastante
modesto respecto de las promesas de mejoramiento de la calidad tal como
evidencia la investigación reciente sobre los procesos de evaluación, los cuales
confirman en buena medida las preocupaciones enunciadas a comienzos de
los años noventa. Esto es lo que se desprende del libro Evaluando la evaluación
(Krotsch, Camou y Prati, 2007), en el que el análisis de tres experiencias de
evaluación institucional en universidades nacionales revela, por un lado, que en
el plano de los actores se desarrolló una variedad de comportamientos “formales”
e “informales” que oscilan entre estrategias de adaptación, de adopción y de
resistencia. A su vez, en el nivel institucional, si bien se constata la emergencia
de ciertas prácticas y procesos, como la sistematización de información y la
instalación de ámbitos de discusión, estas muchas veces expresan “ensamblajes
conflictivos” entre diferentes actores que disputan poder en la institución, o
bien que encuentran en la evaluación una oportunidad para acceder a ciertas
fuentes de financiamiento estatal. Las diferentes dimensiones de la evaluación
al sumar los diversos niveles marcan la complejidad para analizar estos pro-
cesos que ciertamente también han producido cambios de carácter localizado
(en áreas de conocimiento y departamentos) antes que en el conjunto de la
institución (Araujo, 2007).
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Capítulo 7
Horizontes para una nueva política
universitaria
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