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Gerald J. Massey
[título original: “The Fallacy behind the Fallacies”. La version traducida se encuentra
en Fallacies: Classical and Contemporary Readings, Hans V. Hansen y Robert C.
Pinto (eds.), Pennsylvania State University Press, 1995, pp. 159-171]
Estado de la cuestión
Descubre su hábitat natural y aprenderás mucho acerca de un animal, lo mismo vale para
las cuestiones lógicas. Simplemente observando los lugares donde un determinado tópico
se trata, podemos llegar a saber mucho acerca de ese tópico. Tomemos por ejemplo a las
falacias, rarezas aparte (incluso los protonotaria citrea [reinita cabecidorada] son a veces
vistos en Maine), las falacias no forman parte de los tópicos de las revistas especializadas,
tratados académicos, o los libros de texto avanzados; son los textos introductorios, sobre
todo aquellos textos que versan sobre la llamada lógica informal, donde las falacias
encuentran su hábitat natural. ¿Qué es lo que cabe esperar de este hecho sobre la
distribución de la discusión acerca de las falacias?
Empecemos por lo obvio. Los manuales son parasitarios de las revistas especializadas y
los volúmenes académicos, y lo son en justa medida. Así pues, si se extirpan de su origen
natural, los manuales sufrirían de malnutrición conceptual, algunos de sus síntomas son:
una falta de pensamiento desordenado [aimless or directionaless], una fascinación
exagerada con la clasificación así como la presencia de razonamientos defectuosos. Por
lástima pero no con sorpresa, los manuales que tratan con falacias exhiben estos tres
síntomas.
Una explicación posible se sugiere de por sí: quizás la ciencia de las aún está por emerger
de su etapa histórica natural. En esta etapa de juventud el progreso consiste mayormente
en coleccionar especímenes y organizarlos de formas sugerentes. Nótese pues, cómo esta
1
explicación da cuenta “de un tirón” de la predilección (obsesiva) por parte de los lógicos
informales, de engrosar el denso catálogo existente de falacias documentadas, así como
también explica su preocupación por los esquemas clasificatorios.
Falacias Formales
Las llamadas falacias formales parecen falsar mi pretensión de que no hay, en ningún
sentido, una teoría detrás del tratamiento de las falacias1. ¿Por qué? Porque las falacias
formales están fundadas en patrones de inferencia proscritas por la teoría lógica. Por
ejemplo, el patrón de inferencia o esquema argumental (1)
(1)
(p → q)
____
Una explicación ingenua podría ser la siguiente. El esquema argumental2 (1) es inválido,
por lo que cualquier argumento de esa forma es también inválido. Por lo tanto, cualquier
argumento así será considerado como un argumento que comete la falacia de afirmación
1
Curiosamente, ninguna de las falacias trabajadas por Kahane (Logic and Contemporaty Rehtoric
[Belmont, Calif. 1971]) son falacias formales.
2
Traduzco “argument form” como “esquema argumental” (N. del T.).
2
del consecuente. Esta explicación ingenua gana plausibilidad a partir de los ejemplos que
aparecen en los manuales, tales como (2)
(2)
__________________________________
El argumento (2) es claramente inválido (sus premisas son verdaderas pero su conclusión
es falsa). ¿Es inválido en virtud de instanciar (1)? Seguramente no, porque en ese caso
todo argumento que instancia (1) sería inválido. Sin embargo, (3)
(3)
Si algo ha sido creado por Dios, entonces todo ha sido creado por Dios.
_________________________
es un argumento que instancia (1), pero el mismo es válido. Por lo tanto, la explicación
ingenua debe estar equivocada.
(4)
(5)
Permite que el principio de la forma lógica sea empleado para mostrar [show] si los
argumentos expresados en lenguaje natural son válido. Primero, uno traduce el argumento
formulado en lenguaje natural a un lenguaje formal como el de la lógica proposicional.
El Principio de Traducción garantiza que el argumento en lenguaje natural y su traducción
3
formal reciben un tratamiento uniforme en relación a su validez. Luego, uno inspecciona
la forma del esquema para chequear su validez; si se demuestra su validez, entonces el
Principio de la Forma Lógica nos habilita a concluir que el argumento original formulado
en lenguaje natural es también válido.
Hay pues tres fuentes de este error que mutuamente lo afianzan. El primero es la práctica
común; tanto los filósofos, los lógicos así como sus estudiantes, usualmente simulan
condenar a la invalidez los argumentos que instancian esquemas argumentales inválidos
por ellos producidos. Los manuales introductorios son cómplices y promotores de esta
práctica perniciosa. Así, luego de caracterizar una teoría, ellos proponen ejercicios que
les exigen a los estudiantes demostrar que ciertos esquemas argumentales son inválidos.
¿Cómo lo hacen? Traduciendo los argumentos (del modo más completo posible) a un
lenguaje formal de turno para luego mostrar que la teoría recién introducida sanciona al
esquema argumental del argumento en cuestión como inválido. Así, el método aparenta
funcionar pero sólo porque los autores escogen sus ejemplos cuidadosamente, ofreciendo
sólo argumentos intuitivamente inválidos cuando buscan un veredicto de invalidez3. Pero
qué confusión debe acoger el estudiante esforzado quien aplica el método a los ejercicios
de los capítulos ulteriores! Argumentos intuitivamente válidos certificados como válidos
por la siguiente parte que debe estudiar terminan por ser inválidos! Sólo el letargo protege
a los estudiantes de este trauma.
3
La mayoría de los autores son insensibles respecto de la incapacidad del método de la forma ináliva al
mostrar la invalidez de un argumento. Una excepción feliz aunque no intachable es la de Copi, (Introduction
to Logic, 4ta edicióin [NY, 1972]); lo que Copi denomina refutación por analogía lógica (pp. 268-75) es
esencialmente el desacreditado método anteriormente mencionado. Sin embargo, cuando las circunstancias
lo requieren, Copi agrega una nota a pie de página a su explicación de la refutación por analogía lógica, la
pretensión de esas notas es restringir la aplicación del método, en teoría, sólo a aquellos argumentos para
los cuales el método arrojaría el veredictoscorrecto. (ver p. 185, 268 y 338). Estas notas a pie de página que
la refutación por analogía lógica sólo funciona bajo ciertas circunstancias, p.ej. , que la única relación lógica
que se obtiene entre los enunciados no analizados son las afirmadas o implicadas por las premisas. Pero
como el establecimiento de estas condiciones es equivalente al problema de mostrar la invalidez de los
argumentos, las notas al pie no logran apaciguar los problemas del método.. En los ejercicios, así como en
el cuerpo del texto, Copi ignora las puntualizaciones de sus propias notas al pie.
4
Robert J. Fogelin. Understanding Arguments: An Introduction to Informal Logic (New York, 1978), 312.
4
discutido anteriormente. Semejante respaldo adopta la forma de una falsa afirmación de
Fogelin acerca de que la técnica de “tablas de verdad” constituye un “procedimiento de
decisión para determinar la validez de cualquier argumento que involucre conjunción,
disyunción, negación y condicionales”5Las tablas de verdad efectivamente proveen de de
un procedimiento de decisión para la validez de los esquemas argumentales
proposicionales; pero no proveen de uno para la validez argumental.
(6)
La Tesis de la Asimetría
Nótese, en primer lugar, que los argumentos falaces son inválidos, allí reside el problema.
Pero como he sostenido más arriba y argumentado en otro momento, una teoría de la
invalidez aún aguarda a ser desarrollada (Massey, 1975a; 1975b). No es de sorprender,
entonces, que el tratamiento de las falacias sea teóricamente elusivo. No hay una teoría
en la que éste pueda estar basado.
5
Ibid. 134
5
[trivial logic-indifferent] de demostrar la invalidez. Este método trivial para mostrar
invalidez es claramente independiente de la teoría lógica; por supuesto que a veces la
teoría lógica es de utilidad para la empresa los valores de verdad, aunque difícilmente
hace de este método trivial para mostrar invalidez una cuestión de lógica. En algunas
circunstancias la Física es también relevante para la determinación de los valores de
verdad (de los enunciados), pero nadie negaría por esta razón que el método trivial es
indiferente en relación a la teoría física6.
Más allá del método trivial y lógicamente indiferente, sostengo que no hay método alguno
para establecer la invalidez que sea teóricamente legítimo. Para refutar esta afirmación
basta un simple contra-ejemplo, pero hasta donde sé, ninguno de mis críticos ha
proporcionado uno.
¿Qué evidencia positiva puede dirigirse para mi afirmación, la cual Bencivega (1979,
249) ha apodado tesis de la asimetría, como un recordatorio de que nuestra habilidad para
demostrar invalidez es enfáticamente más circunscrita que nuestra habilidad para
demostrar validez? Supongamos que uno acepta tanto el principio de la forma lógica
como su recíproco —i.e. principio (4) y (6). (Mi argumento deviene incluso más fuerte
cuando el principio recíproco es abandonado). Luego, un argumento es inválido si y sólo
si no hay un esquema argumental válido que éste instancie. Por mor del argumento, estoy
dispuesto a conceder que uno puede reconocer una traducción correcta de un argumento
de un lenguaje natural a un lenguaje formal, de este modo establecer que el argumento
instancia un esquema argumental en particular. Si esa traducción arroja un esquema
argumental válido, el principio de la forma lógica nos habilita a concluir que el argumento
original es válido. Pero supóngase que la traducción conduce a un esquema argumental
inválido. Ese hecho por sí mismo no implica nada respecto a las bondades del argumento
original. Supongamos, además, que toda traducción que podamos hacer en todo lenguaje
formal que conozcamos y respetemos arroja un esquema de argumento inválido. ¿Qué se
puede inferir respecto a la invalidez del argumento original? Nada! ¿Por qué? Primero,
alguien más mentalmente agudo que nosotros podría haber sido capaz de de obtener, con
una traducción ingeniosa, un esquema argumental válido. En segundo lugar, incluso si
fuera imposible en algún sentido, obtener un esquema argumental válido por medio de
una traducción del argumento original en cualquier lenguaje lógico conocido y respetado,
o incluso en cualquier extensión de un lenguaje formal conocido y respetado, podría aún
haber hasta el momento lenguajes formales no imaginados, pero adecuados para nosotros,
tales que una traducción en ellos podría arrojar una esquema argumental válido.
Examinemos estas dos consideraciones más detenidamente. Para apreciar que la primera
no es solamente un escrúpulo escéptico, considérese los argumentos (7) y (8).
6
Este punto ha sido insuficientemente apreciado por Bencivega (1979, 249).
6
(7)
_________________________
(8)
_____________________________
Davidson merece el crédito por mostrar cómo traducir (7) en el lenguaje estándar de la
lógica de predicados de modo tal de obtener un esquema argumental válido.7 )La
traducción de Davidson emplea una cuantificación sobre eventos, algo que algunos
filósofos ha encontrado objetable, pero eso es otro asunto). Ante Davidson, nadie parecía
ser capaz de suplementar tal traducción, y así el argumento (7) había sido considerado
inválido. Para apaciguar la intuición favorable al argumento, los filósofos pre-
davidsonianos consideraron a (7) como un entimema válido representado con una premisa
suprimida relacionando al predicado “tomó un paseo por el río” con el predicado
lógicamente independiente “tomó un paseo” (he discutido en otro lugar la falsedad y
futilidad de este engañoso entimema de forma extensiva8).
De un modo similar, antes de 1940 juzgaron inválido al argumento (8), a menos que fuera
un entimema, a falta de una traducción en un lenguaje formal que arrojara un esquema
argumental válido. Pero cuando los talentos combinados de Leonar y Goodman
produjeron esa traducción en el lenguaje de predicados mereológicos, ellos revirtieron el
veredicto9. El ingenio de Leonard y Goodman le permitió a los filósofos tratar a (8) como
un argumento suficientemente robusto como para ser válido por sí mismo, más que serlo
por estar apoyado en un anémico entimema.
Los ejemplos de arriba muestran que subyace algo más que un capricho escéptico en la
preocupación acerca de que el fracaso en fortalecer las traducciones de formas válidas
puede reflejarse más severamente en los traductores que en los argumentos en lenguaje
natural traducidos. Pero podría objetarse que a través de la elección de estos ejemplos, he
manipulado los dados en contra del buen sentido lógico. Después de todo, mi ejemplos
7
Donald Davidson, “The Logical Form of Action Sentences”, en The Logic of Decision and Action,
Nicholas Rescher (ed.), Pittsburgh, 1968.
8
Ver Massey “Are there any good arguments that bad arguments are bad?”, en Philosophy in Context, 4,
pp. 61-77, 1975. También “In defense of the asymmetry thesis”, en Philosophy in Context (Supplementary),
4, pp. 44-55, 1975. Finalmente, ver además mi “Tom, Dick and Harry, and All the King’s Men”, en
American Philosophical Quarterly, 13, pp. 89-107, 1976.
9
Henry Leonard y Nelson Goodman, “The Calculus of Individuals and its Uses”, en Journal of Symbolic
Logic, , 5, pp. 45-56, 1940. Cfr. Mi “Tom, Dick and Harry”, passim.
7
(7) y (8) representan argumentos intuitivamente buenos. Cuando esos argumentos están
sobre la mesa, ¿acaso la prudencia no dictaría que el fracaso en encontrar traducciones
que arrojen esquemas argumentales validos debería, como mucho, resultar en
conclusiones provisionales sobre la invalidez del argumento en cuestión? Por otro lado,
cuando nos enfrentamos con argumentos intuitivamente malos como (9)
(9)
__________________________________
el fracaso universal al querer encontrar un esquema argumental válido, debe contar como
evidencia conclusiva de su invalidez para cualquiera que no haya sucumbido al
escepticismo.
Una teoría confiable de la invalidez debe ofrecer una explicación ejemplar de por qué el
fracaso universal en encontrar un esquema argumental válido de (9) muestra que el mismo
es inválido, mientras que precisamente el mismo tipo de fracaso para el caso de los
argumentos intuitivamente válidos garantiza tan solo la suspensión del juicio. El método
para mostrar la invalidez de un argumento, propuesto en los párrafos precedentes,
involucra una poco ejemplar apelación a la intuición. Una explicación de la invalidez que
evalúa casos particulares apelando a la intuición pierde todo derecho de recibir el título
de “teoría de la invalidez”. No hay nada equivocado en este apelo a la intuición, pero no
puede permitirse que esa apelación se maquille para hacerlo parecer a una teoría.
Sin embargo, uno podría objetar que ninguna ciencia está completada, por lo que
cualquier asimetría a la cual el aparente estado inacabado de la lógica daría lugar, debería
ser replicada en todas las otras ciencias. Precisamente, la objeción podría se expresada de
la siguiente manera: es debido a que la física está incompleta, que cualquier
pronunciamiento acerca de qué cosas son físicamente imposibles debe ser tomada como
provisional. De modo análogo, en el entendido de que la lógica está incompleta, los
veredictos de invalidez proporcionados por la lógica contemporánea están sujetos a
revisión producida por el desarrollo teórico de la disciplina.
8
Ésta última objeción contiene varias confusiones. Liderando entre estas está la creencia
de que la tesis de la asimetría es equivalente únicamente a la precaución empirista de no
cincelar en granito los pronunciamientos de las teorías contemporáneas más arraigadas.
Pero la tesis de la asimetría no atribuye a los veredictos de invalidez la clase de
provisionalidad exigida por la inducción de segundo orden acerca de las afirmaciones
científicas del pasado. De esta manera, si los veredictos de invalidez sufrieran
simplemente de de la duda que infecta a todos los juicios humanos, entonces los
veredictos de validez e invalidez estarían perfectamente a la par. Pero mientras la teoría
lógica garantiza los veredictos de validez, esto no ocurre con los veredictos de invalidez
(donde el método trivial no es aplicable), los cuales descansan en último término, sobre
juicios de invalidez intuitivos completamente carentes de teoría.
Una tonada popular de los años 1940 insta a acentuar lo positivo y eliminar lo negativo;
aplicado a la falacia e invalidez, el consejo es sólido. ¿Implica nuestra incapacidad general
para demostrar invalidez algún tipo de parálisis, ya sea al construir argumentos para
nosotros, o evaluar argumentos de otros? La respuesta es ‘no’, si acentuamos el lado
positivo, cualquiera de nosotros suele intentar proponer buenos argumentos. La validez
es, por supuesto, es uno de los elementos de la bondades buscadas en un argumento; así,
si proponemos un argumento aparentemente bueno sólo encontrar que su validez es
puesta a prueba, entonces nosotros podemos echar mano de la teoría lógica, la cual
usualmente establecerá su validez para satisfacción de todos.
Pero supóngase que ninguno de los argumentos propuestos en favor de una proposición
p se nos presenta como válido. ¿Qué ocurre entonces? ¿Necesitamos de una teoría de la
invalidez que los desacredite? De ningún modo! Que estos argumentos parezcan ser,
sobre la base de una reflexión cuidadosa, inválidos es una razón suficiente para dejarlos
de lado, y buscar así en otro lugar un buen argumento para p. Algo similar ocurre con
los argumentos propuestos por otros, podemos así invocar a la teoría lógica para validad
aquellos argumentos que parecen buenos a nuestros ojos. Aquellos argumentos que, bajo
un escrutinio cuidadoso parecen ser inválidos, es mejor dejarlos de lado a menos que sus
proponentes o admiradores provean evidencia aceptable para su validez. En pocas
palabras, la asimetría inherente en mostrar validez e invalidez es contrabalanceada por
una asimetría pragmática referida a la carga de la prueba. Consecuentemente, la tesis de
la asimetría no genera ninguna dificultad especial para los usos prácticos de la lógica.
10
Esta nomenclatura es exitosa sólo cuando las reglas lógicas han sido formuladas de forma tal que, un
esquema de argumento es inválido si y sólo si, al menos una regla es violada. Debido a que la formulación
de las reglas silogísticas comúnmente satisfacen este criterio, las falacias silogísticas obtienen sus nombres
de la regla o reglas que violentan. Hamblin afirma que a menos que las reglas sean así formuladas, de modo
9
(10)
________________________
se dice que comete la falacia del término medio no distribuido, dado que viola la regla
silogística que proscribe que, el término medio debe tomarse al menos una vez en toda su
extensión.
La antedicha práctica pasa por alto las distinciones entre argumentos, esquemas
argumentales y sus respectivas nociones de validez. Nótese que, comparado con el
estándar de validez clásico, —viz.la imposibilidad de tener premisas verdaderas y
conclusión falsa, el argumento (10) califica como válido debido a que su conclusión es
necesariamente verdadera11. Y dado que hemos considerado a las falacias como
argumentos inválidos, se sigue de allí que (10) no es en absoluto falaz; lo que es
“falacioso” en el sentido de ser inválido no es (10), sino el esquema argumental (11)
(11)
______________
Pero supóngase que tomamos a (11) como una regla de inferencia más que como un
esquema argumental (claro que se trata de una mala regla debido en algunos casos
autoriza a que una falsedad se infiera de verdades). Supóngase además que alguien
propone el argumento (10) por medio de aplicar la regla (11) a sus premisas. Luego,
tal que no más de una regla pueda ser violada por un esquema de argumento, entonces la clasificación
resultante de las falacias no tendría sentido (Hamblin 1970, p. 201). Él parece pensar de que las falacias
estarían insuficientemente individuadas si un solo esquema argumental instanciara varias de ellas. Sin
embargo es suficiente para individuar una falacia que el conjunto de esquemas instanciando cada falacia
sea distinto. (El tratamiento de Hamblin también adolece del problema de mantener separados la validez
de los argumentos, de la validez de los esquemas argumentales. Por ejemplo, afirma que el conjunto de las
reglas silogísticas definen el conjunto de argumentos silogísticamente válidos en vez de lo esquemas
argumentales silogísticamente válidos.
11
Los lógico relevantistas por ejemplo, sostienen un estándar de validez mucho más fuerte.
10
podríamos decir que (10) es una falacia, más precisamente la falacia de la no distribución
del término medio, en este nuevo sentido de ser un argumento generado por la aplicación
de una regla inválida. A mi entender, una explicación tal se haya detrás de muchas de las
caracterizaciones de falacias.
Esta explicación de las falacias basada en reglas presupone dos cosas: que tiene sentido
hablar de la noción de aplicación de reglas en la práctica inferencial, y que dicho sentido
nos permite evaluar qué reglas las personas emplean actualmente en la construcción de
argumentos particulares. A la hora de que alguien intente proveer una explicación tal,
sólo puede especularse sobre qué forma adoptaría dicha explicación. Aquí están mis
explicaciones.
Las reglas para razonar que una persona P acepta se reflejan en la práctica inferenical de
P —i.e. los argumentos que P presenta (el corpus inferencial positivo), así como los
argumentos que P rechazaría (o corpus inferencial negativo). Así pues, las reglas que P
acepta constituyen una explicación teórica de la conducta inferencial total de P. Por lo
tanto, las reglas que P acepta actualmente están determinadas por medio de la mejor
explicación de la conducta inferencial de P. Por ejemplo (simplificando bastante las
cosas), si el corpus inferencial positivo contiene numerosos casos que se ajustan al
esquema (12)
(12)
(p → q)
______
11
Sin embargo, saber cuáles son las reglas que P acepta dista mucho de saber cuáles reglas
P aplica actualmente en la construcción de algún argumento en particular. Considérese
por ejemplo, a una persona Q que acepta el modus ponens y que propone un argumento
como (13)
(13)
_____________________________
Supóngase ahora que Q propone (9), que Q deba estar con vida para proponer un
argumento elimina virtualmente a la afirmación del consecuente como la regla que Q
aplicó para construir (9). Supóngase además, y de un modo realista, que el repertorio de
reglas de Q no contiene una ruta que proporcione la conclusión de (9) a partir de sus
premisas. ¿De dónde ha extraído (9) entonces?
Para responder a esta pregunta necesitamos una patología. Sea Δ el subconjunto del
cuerpo inferencia positivo de Q que contiene todas, y solamente aquellos argumentos que
no pueden ser explicados por el repertorio de reglas de Q; nuevamente, estamos en busca
de la mejor explicación, que para el caso sería el conjunto F de reglas más simples que,
en conjunción con el repertorio de reglas de Q, genera Δ. A diferencia de aquellas reglas
que están en el repertorio de “, las reglas en F no son aceptadas por Q; más bien, ellas
podrían ser descriptas como reglas que Q emplea ocasionalmente pero que no acepta.
Dado que un miembro ordinario de F es una regla inválida (como la afirmación del
consecuente o negación del antecedente), F puede ser llamado el repertorio patológico
de Q (análogamente, un miembro ordinario del repertorio de reglas de Q es una regla
válida, como el modus ponens o la simplificación). Incluso podríamos denominar a los
miembros de F falacias.
12
Finalmente, entonces, podemos explicar los argumentos en Δ como falacias, i.e. como
argumentos construidos por Q por medio de la aplicación de falacias. ¿Cuáles falacias?
Aquellas que pertenecen a la ruta más simple y directa en F para un determinado
argumento dado. Por ejemplo, la plausible explicación que hace de (9) un caso de una
afirmación del consecuente por parte de Q, .i.e. un argumento generado por la aplicación
de la regla (1), la cual pertenece a F.
12
David D. Bruns, M. D., “How to Break Out of your Bad Moods”, Self (Junio de 1980): 121-31.
13
Durante la escritura de este artículo me he beneficiado de las discusiones con Brbara Alpern y Robert
Brandom.
13