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Desde una perspectiva humanística: formación de educadores

en salud mental, una necesidad emocional incidente en el


proceso de enseñanza–aprendizaje

Luz Mery Vivas Borda1

Resumen
A través de la experiencia profesional, se logra visualizar una realidad humana
inestable en cuanto al tema de formación humanística de educadores y
fortalecimiento humano, articulado a los procesos de enseñanza–aprendizaje.
Es preciso advocar cómo la formación emocional constituye un elemento de
cualificación, no solo de educandos sino además de educadores en proceso de
formación, que propenden por un óptimo desarrollo humano. En la medida que
las prácticas educativas estén cargadas de gran contenido humanístico, la
calidad educativa dependerá de la calidad humana. Meritorio será educar
desde el corazón, sin perder de vista la perspectiva cuerda que alude a la
razón. Por tanto la actividad educativa inicia desde el descubrimiento de las
necesidades del propio ser. La acción académica de formar personas, es un
tema de responsabilidad social. En efecto, la socialización del conocimiento
conforme de ser educativa y pedagógica, además es humanística; fundamental
para formar seres integrales, resultantes de una educación humanizada,
asentada en un saber pensado y un saber afectivo. No obstante, será
necesario indagar hasta qué punto los educadores inciden en el proceso de
aprendizaje y sus resultados, inquiriendo un análisis en la estructuración intra e
interpersonal. Con más motivo es claro que el factor “salud mental” de quienes
educan, es transcendental en el proceso de enseñanza-aprendizaje.

Palabras clave: calidad educativa, formación humanística, proceso de


enseñanza–aprendizaje, saber afectivo, salud mental.

Introducción

1
Psicóloga – Especialista en Educación – Neuropsicóloga. Docente de la Fundación Universitaria Juan
de Castellanos. Facultad; Ciencias de la Educación y Humanidades – Psicóloga ESCUELA DE
FORMACIÖN – INPEC. Correo electrónico: meryinteractivepsychology@gmail.com
La formación de maestros es la columna vertebral en una educación de
calidad. De ahí la eficacia de una adecuada formación humana y profesional,
sin olvidar que esta debe ser coherente a las necesidades detalladas en un
contexto, es decir, que la formación de lo humanístico y la innovación en las
prácticas educativas son parte del resultado de una adecuada salud mental.
Es habitual rotular al docente como aquel ser con una autoestima
adecuada y sensatez suficiente para enfrentar las diversas solicitudes que
demanda el sistema educativo. Cabe señalar que en este escenario la
incertidumbre del cómo abordar las adversidades educativas se convierte en un
problema formativo. Ahora bien, el requisito de ingreso laboral del docente
acerca del tema de evaluación psicológica, por lo menos anual, en pocas
ocasiones se brinda. Luego resulta preocupante, la salud mental del educador,
sin obviar asimismo la salud mental del educando.
Constantemente en la modernidad se cuestiona el profesionalismo del
docente y se habla de la preocupación de los estándares de calidad educativa,
de los nefastos resultados en el último informe del Programa Internacional para
la Evaluación de Estudiantes PISA e incluso del estancamiento de la calidad de
educación.
En consecuencia, los profesionales de la salud mental evalúan dichos
acontecimientos y las circunstancias que giran en torno a esta problemática del
sistema educativo. Se habla de los problemas frecuentes en el área de salud
mental como: estrés, depresión, ansiedad, problemas de concentración,
insomnio, déficit en las habilidades sociales, incompatibilidad, bajo rendimiento
laboral, entre otros; asociados a los procesos mentales del ser humano. Estas
crisis psicológicas asociadas a la salud mental son innegables en el sistema
educativo, es un indicador de que el docente se siente exhausto ya sea por
exceso laboral e incapacidad de solventar algunas situaciones dificultosas
relacionadas con el clima escolar o naturalmente porque psicológicamente
requiere asistencia.
Del mismo modo, los aspectos emocionales del hombre han sido
siempre una preocupación para los que se han dedicado a descifrar el
comportamiento. Hoy por hoy en escenarios educativos el actuar emocional del
educador dentro de una comunidad educativa no es más que el reflejo del “Yo”,
representado en una sociedad que propende por una mejor calidad educativa.
A partir de ello, pudiese pensarse que los educadores deberían formarse en
cuanto al tema de salud mental y manejo de estados emocionales.
En el marco del PREAL (2001) según Marcela Gajardo en el programa
de promoción de Reformas educativas en América Latina, menciona que: ¡Sin
docentes, los cambios educativos no son posibles! Evidenciándose la dura
realidad de la mayoría de países de América Latina, dando así espacio a la
reflexión al qué hacer frente a esta problemática. Al igual, la UNESCO (2010)
plantea la problemática actual de la docencia y su capacitación profesional: “La
calidad de los docentes y su capacitación profesional permanente sigue siendo
fundamental para lograr una educación de calidad” […] (MEN, P.16). Se infiere
que la “educación”, tema de preocupación; por consiguiente a “educadores”,
tema de desvelo.
Ross (1966) encontró que “Las tareas de los educadores son múltiples
y diversas” (p, 108). En efecto, sorprende comprobar que estos además de
formadores, son seres vulnerables a las múltiples adversidades que trae el hoy.
Vislumbrar la responsabilidad, compromiso e implicación del docente en la
sociedad de conocimiento, genera expectativas. El proceso de enseñanza–
aprendizaje, inicia desde la proyección de nuestro “YO”. Con más motivo ha de
considerarse pertinente evaluar la práctica educativa y el quehacer de sus
protagonistas. No obstante, implementar un plan de diagnóstico, prevención e
intervención en el área de salud mental, bien podría ser una estrategia para
humanizar, sensibilizar y educar emocionalmente, reevaluando la labor
psicoafectiva; su incidencia, proyección y resultados en el proceso de
enseñanza–aprendizaje. Parra (1997) señala que:

La conquista de lo humano se caracterizó no solo por inventar el pensamiento, sino por


inventar también el amor, […]. Lamentablemente, hemos avanzado mucho más en la
creación de un mundo de ideas, del saber pensando y, mucho menos en la creación de
un saber afectivo. […] La mayoría de las tragedias de nuestro mundo no han sido
ocasionadas por ausencia de conocimiento – debilidad en el saber pensado – sino por
precariedad en el saber afectivo (p, 66).

En este sentido, se requiere reevaluar el perfil afectivo del educador en


la complejidad del ser, pues no hay tragedia más grande que la del no poder
ser, convertirse en caminantes inestables en un mundo excluyente y apático al
futuro aleatorio del ser. Pudiese pensarse que las instituciones educativas
contemplan la misión y la visión del ser representado en el educando, sin tener
en cuenta la incidencia del educador sobre este. Es un verdadero campo de
supervivencia escolar, donde pareciera que quien tiene el poder es quien
enseña y aprende mejor; obteniendo los más altos galardones a la excelencia
académica. o obstante, con base en lo anterior surge la necesidad de
contemplar la posibilidad de medir a través de instrumentos psicológicos la
salud mental del educador e ir más allá de un saber pensado.
Ahora bien, para comprender la complejidad de los actores
involucrados en el proceso de enseñanza aprendizaje, ha de integrarse la
pedagogía, la didáctica, la psicología y por qué no decirlo; la neuropsicología.
Según Davidson (citado por Begley, 2008, p. 277), “todo lo que la mente es,
hace y siente, puede rastrearse y reducirse al cerebro”. Dime lo que sientes y
te diré cómo se configuran las redes y circuitos neuronales de tu cerebro.
Cabe también señalar, que los pensamientos pueden modificar las
emociones y los sentimientos. La mente es tan ininteligible que logra modificar
la conducta humana, es decir, trabajar afectiva y efectivamente. “De hecho es
necesario que las practicas […] se desarrollen, fortalezcan los valores
relacionados con el afecto, con el amor, […].” (Jiménez, 2005, p. 187).
De acuerdo con Ortiz (1968) “Es importante que los estudiantes
desarrollen procesos metafectivos por cuanto el conocimiento está mediado por
la afectividad, sin afectos no se aprende” (p, 79). De la misma manera podría
decirse que sin inspiración no se enseña. Luego las destrezas afectivas e
interpersonales e incluyendo la inteligencia emocional, condicionan el proceso
de enseñanza–aprendizaje, incidiendo así en el desempeño efectivo y afectivo.
Por lo que sigue, evocar la importancia de inyectar en el educador una alta
dosis de afectividad y emocionalidad; que conduzca como producto final a un
deleite en el desarrollo de este proceso. Bien podría ser la ejecución de una
estrategia, que propenda por una calidad educativa dignificada.
Conclusiones
En suma, el educador requiere formación y asesoría psicológica frente
a sus estados emocionales, manejo de su “YO” y la repercusión de este en el
desarrollo integral de los demás. En consecuencia es un proceso humanizador
que propenderá por una excelente calidad educativa. El propósito, avanzar día
a día en el mejoramiento del ser humano. Que el escenario educativo sea el
punto de encuentro del “SER” y el “YO”. En efecto, se anhela obtener la
suficiente asertividad frente a los actos educativos, de ahí que la aplicación del
juicio imperioso del educador sea ineludible, sin temor a equivocarse ante los
diferentes desafíos educativos. De esta forma se considera que el proceso de
formación humana, no solo depende de quién aprende, sino igualmente de
quien enseña. Si la salud mental de un estudiante establece la pauta de
rendimiento para su aprendizaje, con más motivo la salud mental de un
educador, constituirá el resultado de aprendizaje del educando en el ejercicio
de su enseñanza.

Referencias
Álvarez, A. (1996). … Y la Escuela se Hizo Necesaria. En Busca del Sentido
Actual de la Escuela. Edición. SOCOLPE, Sociedad Colombiana de
Pedagogía. Bogotá, D.C., Colombia: Cooperativa Editorial Magisterio.
Jiménez, C. (2005). Inteligencia Lúdica: juego y Neurociencia en tiempos de
transformación. Bogotá, D.C., Colombia: Editorial Magisterio.
Ortiz, A. (2009). Aprendizaje y Comportamiento Basados en el Funcionamiento
Humano: Emociones, procesos cognitivos, pensamientos e inteligencia.
Colección: Neuropsicología didáctica y pedagogía del cerebro 2. Editorial
Litoral.
Parra, J. (1997). Inspiración. Asuntos Íntimos sobre Creación y Creadores.
Primera Edición. Colección Mesa Redonda. Bogotá, D.C., Colombia:
Editorial Magisterio.
Ross, D. (1996). Psicología de la Enseñanza. Manuales Uteha–México.
Editorial Hispano Americana.
Sanín, G. (1982). Filosofía. Ontología – Filosofía de la Religión – Ética Axiología. Segunda
Edición. Medellín–Colombia: Editorial Bedout S.A.

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