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LA EUTANASIA VISTA DESDE LA OTRA CARA DE LA MONEDA

SANTIAGO JIMÉNEZ BEDOLLA

STEFANÍA CELÍN SANTA

KAROLAYN RAMÍREZ ARREDONDO

GRUPO: 621
NOCTURNO

FUNDACIÓN UNIVERSITARIA DEL ÁREA ANDINA


FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS, SOCIALES Y HUMANÍSTICAS
PROGRAMA DE DERECHO
PEREIRA, 2018
La eutanasia vista desde la otra cara de la moneda

Actualmente, Colombia cuenta con alrededor de 92.000 médicos entre especialistas y


generales, los cuales trabajan arduamente para buscar por encima de las adversidades del
sistema de salud, la protección de la vida del paciente. Durante este siglo se ha venido dando
una controversia frente a la decisión que tienen los pacientes para vivir dignamente con una
enfermedad y por ende la potestad que se tiene para morir de igual manera, no obstante, la
eutanasia es considerada como una forma de terminar con la vida poniendo como
justificación una enfermedad, generalmente progresiva y por tanto degenerativa, sin embargo,
los profesionales en medicina consideran que las expectativas de vida se pueden aumentar
con todo lo que ofrece la ciencia. A raíz de lo anterior, nace una discusión frente al derecho
que tiene una persona de morir dignamente pero que es cobarde para afrontar el suicido, para
morir sin tener algún tipo de culpa y/o temor, conllevando a la solicitud de que sea un médico
quien realice este difícil procedimiento, el cual se dificulta para un ser humano que juró
proteger la vida del paciente durante su grado como estudiante de medicina a puertas de salir
a su vida profesional, para una persona que puede comulgar con una religión donde se castiga
el terminar con la vida de alguien más y que enfrenta una sociedad que rechaza estas
conductas. Por lo anterior, se plantea la pregunta: ¿Si es una decisión del paciente terminal
morir dignamente, debería ser también una decisión del médico ejecutar esta petición?
A lo largo del mundo, independiente de la religión que se profese o de las normas sociales y
éticas en las cuales haya sido criado, se entiende que el hecho de quitarle la vida a una
persona va en contra de las reglas establecidas por la humanidad. En la antigua Grecia se
consideraba que la eutanasia era una forma de morir dignamente, sin la necesidad de esperar
que la condición que se padecía generara un sufrimiento tal que no le permitiera llevar una
vida plena al enfermo. Pero a medida que han ido evolucionando las sociedades, estas
adoptaron diferentes creencias religiosas, fueron forjando una moral y una ética donde en
algunas, prima la protección de la vida y donde se tienen castigos divinos atentar contra esta.
La medicina en las épocas clásica, medieval y moderna fue ejercida por personas que estaban
al servicio de diferentes creencias religiosas y espirituales, quienes buscaban dar una
protección a la vida mediante una combinación de tratamientos herbolarios, físicos y
religiosos o espirituales, los cuales trataban de darle una sanación total al paciente, de lo
contrario, se daba a entender que no era la voluntad divina su recuperación y se esperaba a
que se diera el deceso. A medida que han ido transcurriendo los siglos, la tecnología junto
con la ciencia se han ido apoderando de la medicina, llegando a un acercamiento frente a la
situación real del enfermo y cuál es el panorama que tiene respecto a su enfermedad, no
obstante, para muchos médicos sigue siendo una tarea divina el hecho de terminar con la vida
de un paciente, debido a que va en contra de sus creencias personales.
Actualmente, en el momento que un estudiante de medicina finaliza sus estudios en pregrado,
este hace un juramento hipocrático, que tiene su existencia desde el siglo V antes de cristo
donde el médico Hipócrates creó un texto en el cual hace que todas las personas de la salud
juren ante un Dios, o dioses según la religión, que van a proteger por encima de todo la vida y
el bienestar del paciente, de ser lo contrario deberán ser castigados por la ley terrenal y la ley
divina a la que sean devotos. El juramento como tal ha sufrido diversas modificaciones por
los distintos episodios históricos que han tenido relevancia en el mundo, pero sin dejar a un
lado su esencia de brindar una protección integral a todas aquellas personas que estén
padeciendo algún quebranto de salud.
Es preciso establecer entonces, que la eutanasia es ese último recurso que se puede utilizar
para los pacientes terminales que no cuentan con una segunda opción de vida, que tiene algún
tipo de falla sistémica y que la medicina o la ciencia no encuentran una solución, dicho esto,
la eutanasia no es un medicamento que se consigue en las farmacias, tampoco es para
aquellas personas que no le encuentran sentido a su vida por alguna distorsión cognitiva que
les genera algún trastorno depresivo, porque no es solo una decisión por parte del enfermo,
sea por causa mental o física, es también una lucha constante entre los principios y valores
con los que se rige la sociedad y los profesionales en medicina, ellos son seres humanos que
estudian y se enamoran de la carrera porque pueden salvar vidas, no porque pueden terminar
con estas.
La eutanasia se entiende como una práctica mediante la cual, por razones humanitarias,
solidarias o compasivas relacionadas con el sufrimiento, el dolor o la calidad de vida del
paciente, se provoca intencionalmente la muerte del mismo, ya sea mediante acción directa,
durante la cual se induce intencionalmente a la muerte, o por omisión, cuando se decide no
hacer nada por salvar la vida del paciente, no se le proporciona reanimación ni se le
suministran los medicamentos pertinentes para la prolongación o perduración de la vida. La
manera de morir establecida por la eutanasia, supone un cambio de escenario, puesto que, ya
no se concebiría entonces la muerte como un estado natural de la persona, sino una decisión
de la misma, dejando a un lado al galeno, debido a que el médico como tal no se percibe
como una herramienta para mejorar y preservar la salud, sino como un instrumento que lleva
directamente a la muerte a una persona, sin tener en cuenta los conflictos morales, sociales y
religiosos del médico ante tal hecho. Razón por la cual se solventa, en cuanto se procede a
analizar estos conflictos en conjunto; la parte moral, la cual indica el deber ser de la conducta
del médico, quien en su ejercicio como profesional de la salud es resguardar la vida de los
demás, empezando con el juramento hipocrático explicado con anterioridad, en compañía de
factores constitucionales, tratándose en este caso, del derecho inherente, inalienable e
inviolable del respeto a la vida.
Generalmente cuando se habla de eutanasia se tiende a pensar que es morir dignamente,
siendo solo un silogismo desprendido de la interpretación hermenéutica que la Corte
Constitucional le ha brindado al concepto de la muerte digna, sustentado en su artículo
primero la dignidad humana y en su artículo once el derecho a la vida, pero por conexidad se
tienden a tener unas mínimas condiciones para permanecer en vida con tal dignidad.
Sin embargo, no es suficiente el motivo de morir con dignidad para terminar con la vida de
una persona y más aún si exclusivamente se analiza desde este ámbito, puesto que, estos
términos aplicados a la vida de un doctor que no quiera ejercer este procedimiento, no tiene
validez absoluta, especialmente cuando la misma Corte Constitucional indica que la ausencia
legislativa no es razón para negar la práctica de la eutanasia, lo cual complementa el factor
social que viene a conformar una problemática cuando se enfrenta esta situación, puesto que
el efecto que causa en la colectividad la ejecución de la eutanasia no es positivo, por ejemplo,
el caso de Ovidio González, papá del caricaturista Pereirano ‘Matador’ en dónde uno de los
matices fuertes en la discusión respecto a la aplicación de dicha eutanasia fue precisamente la
aprobación médica, ya que le negaron la práctica quince minutos antes de la fecha y hora
acordada en un principio, y donde manifiesta el caricaturista la influencia de un médico para
determinar la no aplicación de la eutanasia debido a que podía alargar su vida vivir por otro
tiempo.
La postura religiosa, en cambio resulta ser más sencilla de explicar, por ejemplo, en
Colombia el 45,3% de las población se consideran ser católicas, quiere decir, que es uno de
los países con mayor población creyente al catolicismo en el mundo, lo cual no sorprende que
una gran cantidad de médicos, tanto especialistas como generales, sean practicantes de esta
religión y sean seguidores de sus leyes divinas, como los diez mandamientos, donde se
prohíbe a toda costa la acción de matar, sustentado también en la Constitución Política de
Colombia cuando dice en su artículo once, que incluso no habrá pena de muerte puesto que el
derecho a la vida es inviolable.
Si bien es cierto que el enfermo terminal tiende a querer acelerar su muerte, ejerciendo
libremente su voluntad, no debe ser una orden para el galeno, puesto que, es éste quien debe
decidir si le realiza o no el procedimiento de la eutanasia debido a que es en ese momento
donde las convicciones ideológicas, filosóficas, éticas y sociales del mismo juegan un papel
importante y decisivo, ya que sus principios, deben también ser considerados y respetados
absolutamente, por ende, se entiende que la vida es rotundamente irrenunciable, por lo que se
concluye que también es una decisión del médico ejecutar la eutanasia.
El médico tanto a nivel internacional como nacional, tiene como deber ético fundamental,
proteger la vida de sus pacientes, desde el momento en que decide entregarse a su profesión y
darlo todo por la misma; esto conlleva a que el médico deba mantener la vida de su paciente a
toda costa, deduciendo que el médico no puede disponer de la vida de un paciente ni siquiera
de la manera que el mismo lo pretenda o en ultimas su familia o el Estado.

La vida como un acto biológico se comprende desde el momento en el que el ovulo y el


espermatozoide encuentran conexidad, que genera lo que se conoce como concepción, dando
origen a un nuevo individuo, en el caso en cuestión, lo que cabe resaltar es que el individuo
no puede tener poderío sobre el hecho biológico de su vida, si este no hizo parte de lo que fue
la génesis de la misma, por esta misma razón no posee potestad alguna sobre la dignidad que
le confiere el solo hecho de estar vivo, su derecho recae sobre la singularidad que posee, es
decir, la independencia que tenga como persona, pero sobre su vida no la tiene.

Cuando hablamos de la dignidad de una persona relacionada directamente con el hecho


netamente biológico es diferente a expresar la dignidad como una capacidad que tiene la
persona de poseer autonomía y libertad, y no como lo menciona la Corte Constitucional, que
el Estado no se debe oponer a las decisiones que tome una persona al elegir si quiere o no
seguir con su vida bajo las circunstancias que presente, y de pedir a un profesional que le
ayude en ultimas a morir, sin tener en consideración la decisión del galeno y sin estimar que
el ser humano ya es un ser digno.

Basta decir que lo que se considera en lo hablado no son pensamientos religiosos, solo se
expresa planteamientos desde la parte académica y científica, que nos canaliza con una
realidad ampliamente ignorada en muchos aspectos en cuando a la perspectiva que se tiene de
la dignidad, entendida en términos del paciente. Se podría considerar que un enfermo
terminal es una persona que está en una etapa de vulnerabilidad física y psicológica lo que
puede afectar cualquier decisión que pueda tomar, como el de llevar a cabo el procedimiento
de la aplicación de la eutanasia, puesto que no se siente en la capacidad de someterse a otras
alternativas médicas que puedan hacer parte si bien no de su recuperación totalmente, si de un
método que pueda mitigar el daño en su cuerpo físico, el dolor y el sufrimiento del mismo.
Teniendo conocimiento que para eso existen personas altamente capacitadas, por ejemplo, en
tipos de trastornos que conllevan a detrimentos, brindando un acompañamiento profesional,
tanto para concebir una fuerza mental, como física evitando consigo que su solución final sea
acabar con su existencia.
Trayendo a colación la figura familia en cada individuo que se encuentra en un estado de
decadencia, es normal pensar que encontrar un ser querido destruido por una enfermedad que
día a día se está llevando su vida, su esencia como persona y cada segundo que pasa solo es
dolor y sufrimiento, lleva a un desespero total donde solo se desea obtener un respiro de paz y
tranquilidad para esa persona, es decir, erradicar el sufrimiento que padece el familiar. Sin
embargo, se piensa que la solución es acabar con su existencia, cuando la ciencia día a día
avanza y se podría decir que ahora se tienen muchas oportunidades para continuar con su
vida, un claro ejemplo de esto es el avance de la ciencia en cuanto al manejo de enfermedades
neurodegenerativas con la implementación de células madres. Como tampoco es posible
concebir la idea que se tiene derecho a decidir sobre la vida de otra persona, solo porque es
un familiar y le genera desespero el sufrimiento ajeno, aunque es poco frecuente que se
tomen este tipo de decisiones sin el consentimiento del paciente, se generaliza la idea de
decisión propia sobre la muerte de sí mismo o de alguien más, pero no se generaliza consigo
la idea de decisión propia para el médico de ser un instrumento mediador para la muerte de
alguien más por el cual quizás haya otra solución.

De lo anterior, si el galeno se sustenta cotidianamente en la ciencia médica y en sus avances


para llevar a cabo su profesión y el amor por la misma, ¿por qué mejor no brindar miles de
posibilidades para mejorar la vida de una persona, en vez de solo pensar que la mejor o única
solución es morir? Así como el paciente tiene la opción de elegir la aplicación de la
eutanasia, el médico puede ser un dirigente hacia la ampliación de otras posibilidades y
métodos de menguar el quebranto en cuanto a la salud y decidir ser un camino de luz hacia
esa persona sin esperanza, sin necesidad de ser obligado a realizar un procedimiento con el
que no está de acuerdo. Si el Estado desea brindar una muerte digna a un paciente que se
encuentra en un período de carencia emocional y física, podríamos pensar en que los médicos
pueden retirarse de tomar esa decisión debido a que esto va en contra de su ética profesional
porque al juramentar proteger la vida no quiere decir brindar un suicidio legalizado.

La práctica de la eutanasia en Colombia si bien no es frecuente, es necesario preparar a los


médicos y estudiantes para que puedan afrontar este tema de la mejor manera, para que
arraiguen sus creencias, ideologías y la ética del médico afrontando una postura realista y
determinada, dejando a un lado la obstinación y el misticismo referente a lo que se pueden
enfrentar respecto al tema tratado, puesto que es necesario general un análisis aterrizado de
esta realidad patente, humana y nuestra como lo es el sufrimiento humano y el deseo del
paciente de terminar con este sufrimiento a través de la muerte sin tener a consideración otras
opciones de alargamiento de vida ni tampoco la voluntad del médico como tal.

La eutanasia entonces, no se precisa como un acto médico, puesto que, como se menciona
anteriormente, atenta contra la

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