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Universidad de Concepción

Facultad de Humanidades y Artes


Introducción a los Estudios Geopolíticos de Chile
Dr. Juan Eduardo Mendoza Pinto

LAS REPRESENTACIONES GEOPOLÍTICAS DURANTE LA GUERRA FRÍA


Y SU PROYECCIÓN EN EL ESCENARIO AMERICANO (1970-1975)

INTRODUCCIÓN
En términos generales, una representación se refiere a una acción de representar
una imagen o concepto, pero que no es la realidad en sí misma, sino solo una percepción
psicológica que los actores tienen de ella (de ahí que pueda variar de actor en actor y de
situación en situación). Su función consiste en conceptualizar lo real, solamente a través
de lo que percibimos de él. “Estos constructos son entonces funcionales a los prismas y
perspectivas a través de los cuales el individuo mira el mundo exterior, siendo estos
prismas el producto de su propia historia, a pesar de las convenciones culturales del grupo
en el que vive”1.
Esta representación, a su vez, se refiere a periodos largos de tiempo y a temáticas
identitarias. Para el caso geopolítico, inevitablemente hacen referencia a los elementos
políticos que tienen sentido para la colectividad. Muchas veces se manifiestan en las
demostraciones de apego a un territorio, hostilidad frente a una población determinada,
lecciones en los libros de historia, símbolos, mitos, creencias, etc. “Todas ellas tienen un
gran impacto en las estrategias para el control de determinados territorios que son
disputados por dos o más grupos étnicos”2.
Muchas veces estas representaciones, en alusión a un determinado territorio o
época dorada, han hecho énfasis en la expansión del modelo propio como sinónimo de
progreso y bienestar; no obstante, muchas otras veces aquel mensaje es respondido
mediante discursos de defensa frente a tal expansión, ocupación de territorio o
determinada ideología. Cada grupo, nación o Estado crea su propia representación a
través de sus propios contextos, cuestión que muchas veces entra en conflicto,
fundamentalmente al momento de plantearse sus objetivos y las estrategias mediante las
cuales alcanzarlos.
Evidentemente, hay períodos en la historia de mayor conmoción, cuando estas
representaciones geopolíticas se hicieron manifiestas y sirvieron como base para
discursos políticos, económicos, territoriales e incluso ideológicos. En este caso, la
Guerra Fría, con el Bloque Occidental liderado por los Estados Unidos y el Bloque
Oriental liderado por la Unión Soviética, supuso quizás el mayor choque de
representaciones geopolíticas de la historia contemporánea. Como es obvio, aquella
pugna de visiones traspasaría fronteras llegando incluso al ámbito latinoamericano. Ante
ello, surgen las siguientes interrogantes: ¿cómo fueron las representaciones geopolíticas
1
Juan Eduardo MENDOZA PINTO: Razonamiento geopolítico. Construcción de representaciones y
códigos geopolíticos de Chile y sus vecinos, Editorial Universidad de Concepción, Concepción, 2017, p.
77.
2
Ibidem, p. 78.

1
en la Guerra Fría (EEUU y URSS) en el contexto americano? ¿Cómo ello profundizó las
rencillas previas en el Cono Sur, especialmente entre Perú, Bolivia y Chile? y, finalmente,
¿En qué modo se aplicó la geopolítica a un nivel interno en el Chile de mediados de la
década de 1970?
Para responder a estas preguntas, se sostendrá que las lógicas representativas
bipolares de la guerra fría en los años 70 habrían influido en el contexto americano (Cuba,
Venezuela, Perú y Bolivia), especialmente para Chile en la crisis geopolítica y
diplomática-militar del gobierno prooccidental de Augusto Pinochet. Por ello, los
objetivos de la presente investigación serán Analizar la representación geopolítica de
EEUU en el contexto de la Guerra Fría y su proyección en los regímenes militares
latinoamericanos; Analizar, a un nivel regional, las representaciones geopolíticas
peruanas y bolivianas respecto a Chile en la coyuntura de 1975; y por último, Analizar la
geopolítica aplicada del régimen militar en la coyuntura de 1975 a un nivel interno,
económico, diplomático y militar.
La presente investigación pretende enmarcarse dentro del enfoque de la
geopolítica crítica, cuyo propósito es abordar el estudio de la política mundial y del
discurso geopolítico, al mismo tiempo que se la entiende como el resultado de la relación
entre el poder y el conocimiento para revelar los mecanismos y el significado espacial de
la política exterior de las grandes potencias, aunque no exclusivamente. Para los autores
representantes de esta corriente, la geopolítica no tiene un significado único y particular,
sino que involucra una “pluralidad de prácticas representacionales”3. La geopolítica
crítica son los discursos y no el espacio geográfico, pudiendo desentrañarse en los
discursos que van construyendo el imaginario geopolítico. La geopolítica “analiza los
complejos Estado-sociedad y su interacción espacial, geográfica y ecológica [… y
también puede evocarse] a temas tradicionalmente alejados de la geopolítica (como el
medioambiente, la cultura o los estudios de género)”4. En este caso, se pretende estudiar
la figura de Chile en un determinado contexto de tensión y posible amenaza, en una
relación de un “nosotros frente a ellos”.
Finalmente, todo lo anterior se realizará mediante fuentes que reflejen los
discursos y representaciones de cada uno de los actores. En primera instancia está la
prensa, principalmente el diario El Mercurio, y las revistas de opinión como lo son
Revista Ercilla. También, ya para el caso chileno, se utilizarán los discursos políticos de
la Unidad Popular plasmado en su programa de gobierno de 1970, además de los discursos
esgrimidos por la Junta Militar a partir de 1973. Conjuntamente, se hará uso de los
archivos de las embajadas estadounidenses desclasificados por Wikileaks. Por último, la
bibliografía especializada, tanto libros como artículos de revista, ayudará a realizar una
mejor contextualización del tema, a la par que contribuyan a responder las preguntas antes
planteadas.

3
Ibidem, p. 55.
4
Ibidem, p. 62.

2
LA HEGEMONÍA DE LOS ESTADOS UNIDOS Y LOS GOBIERNOS
MILITARES
Gustavo Ruiz Ramírez
I. La Guerra Fría y el ascenso de los EEUU
Después de la Segunda Guerra Mundial, dos potencias vencedoras reorientaron
sus lineamientos estratégicos en materia de política exterior y su alcance de poder; la
lucha por el dominio geoestratégico de Estados Unidos y Rusia, la concepción
anticomunistas de las potencias occidentales por el temor ante el surgimiento de
ideologías como el nazismo en el mundo, el conflicto global que representaban los
capitalistas y su democracia versus los comunistas y su poder central como signo de un
nivel más elevado de vida, caracterizaron las relaciones internacionales. El mundo vivía
en tensión por la supervivencia de la humanidad, la carrera por la fabricación de armas
atómicas sofisticadas de ambas potencias por la destrucción mutua y asegurada.
El ambiente en Europa también contribuyó a este nuevo ordenamiento mundial,
el fin de los antiguos y poderosos imperios solicitaron el apoyo de los Estados Unidos,
consumidos por los conflictos bélicos más trascendentales en la historia contemporánea
y temerosos por las conductas provocadas por el expansionismo y la violencia de
Alemania, sumado a la cada vez más grande potencia euroasiática que arribó con sus
ejércitos desde Berlín hasta el corazón de Europa.
Al perder la supremacía a nivel económico y militar internacional a Europa solo
le quedar pensar en la unidad para contar con un radio de independencia con respecto a
las influencias norteamericanas y evitar la invasión de las URSS. La presencia de los
partidos comunistas como centro de poder aumentó el temor en la sociedad. La región
económicamente desvalijada, la tensión y presión militar en aumento, la fragmentación
política e ideológica, fueron algunas causales para proceder a la política de fuerza,
vinculada a una visión militarista y realista de las relaciones internacionales.
Para ello, las potencias más importantes a nivel global emprendieron una lucha
ideológica y política motivada por la expansión de sus intereses y el dominio de su espacio
vital, el instrumento de la diplomacia y la inteligencia tuvo que ser activado y fortalecido
ante este curso como la estrategia usada por las potencias para materializar sus objetivos
en materia de política exterior en las etapas de contención, distención y pacifismo del
conflicto que alcanzó casi la mitad del siglo XX.
Estos instrumentos permitieron la creación y financiación encubierta de
instituciones, movimientos de carácter político y cultural, fundaciones, entre otros,
contribuyendo a definir e influir las agendas políticas locales articuladas por sus intereses
y zonas de influencias. La utilización de los recursos propagandísticos también fue
empleada como medios encubiertos para la intervención y desestabilización de las
agendas políticas domésticas.
En efecto, el ordenamiento internacional de la posguerra entre 1945-1949, se
configura bajo la correlación de fuerzas en el enfrentamiento de Estados, la creación de
alianzas y armisticios, la resistencia del expansionismo y la urgente necesidad de
conferencias para la restauración de la paz y el progreso. El orden económico
internacional tuvo que configurarse bajo un marco intervencionista que imponía
condiciones financieras a los gobiernos para la promoción de la estabilidad y la
cooperación en materia monetaria internacional.
Para los Estados Unidos la época de la posguerra le permitió surgir con mayor
vigorosidad económica y militar, su expansión industrial tuvo un impresionante ascenso
al igual que la producción manufacturera mundial. En el aspecto militar, representó el

3
nuevo poder naval a escala global y su poderío aéreo aumento considerablemente. Para
Víctor García (1998), algunas de estas preeminencias fueron:

 Prestigio mundial derivado principalmente por su rol en la derrota del Eje y de


Japón
 Consolidación de la supremacía económica Mundial
 Superioridad en armamentos
 Superioridad en transporte
 Preponderancia en el Pacifico y Atlántico
 Cerco estratégico sobre la Unión Soviética

En América Latina este orden bipolar también afectó la vida política de la región,
la lucha por la influencia en los países del tercer mundo, convirtieron a la región en un
escenario cada vez más estratégico para los organismos secretos y la diplomacia soviética/
americana. La colaboración militar y con grupos políticos reaccionarios fueron algunas
de las estrategias utilizadas para derrocar gobiernos, presionar y armar grupos rebeldes
con el fin de contrarrestar cualquier amenaza que interfiera en su sistema ideológico o
zona de interés.
En la década de los 60 la región latinoamericana presentó fuertes desbalances en
su nivel político, económico y social. Golpes de Estados, militarismo y resentimiento
contra las intervenciones de Norteamérica hicieron estremecer los ligamentos más
sensibles de esta región. A su vez, la administración americana, temerosa ante la
consolidación de la figura de Castro y su influencia por todo el territorio, activaron su
sistema de inteligencia y seguridad para contrarrestar cualquier choque comunista en el
continente. En efecto, Cuba sigue siendo para la historia latinoamericana un punto
neurálgico al considerarlo el acto más desafiante para los intereses y la propia
supervivencia de los americanos; de hecho, el triunfo de la revolución cubana impulsó la
formulación suramericana de la Doctrina de Seguridad Nacional
Esta doctrina estableció como principal enemigo al comunismo internacional, con
epicentro en la Unión Soviética y representación regional en Cuba, la tarea para los
Estados Unidos fue combatir este balance de y equilibrio de poder. El desarrollo de este
dogma fue el lineamiento de la política norteamericana hacia Latinoamérica, en los años
cincuenta las políticas en materia de asuntos internacionales hacia América Latina
establecieron la concepción de inestabilidad regional gracias al comunismo, y ésta a su
vez, fue considerada como la principal amenaza para la seguridad del hemisferio.
Sin embargo, ya en la década de los setenta, la orientación exterior de la
administración norteamericana hacia América latina dio un giro esperado, las
instituciones armadas latinoamericanas tuvieron poca participación y desarrollos
tecnológicos, el TIAR había perdido importancia militar como fuerza única militar
interamericana. Incluso, el gobierno norteamericano fue restándole relevancia al apoyo
de los militares y la importancia estratégica de América Latina para el mundo, sin perder
de vista las intenciones de la URSS sobre su territorio.

II. Relaciones EEUU-Chile durante la tensión militar con Perú


Las administraciones republicanas de los presidentes Richard Nixon y Gerald
Ford prestaron valioso respaldo inicial al gobierno militar de Pinochet. Varios
documentos desclasificados muestran como la Central de Inteligencia Americana (CIA),
instó y apoyó el golpe de Estado de Pinochet. Para los Estados Unidos, Chile se convirtió
en una cuestión de seguridad hemisférica, detrás de las simples disputas ideológicas con

4
Salvador Allende, la administración norteamericana estuvo comprometida con las
empresas concesionadas e inversionistas americanos en territorio Nacional. Henry
Kissinger, planteó lo siguiente:

No se trataba simplemente de una molestia económica o de una crítica


política, sino de un desafío geopolítico […] Un Chile militante tenía la
capacidad de minar a otras naciones y apoyar una insurgencia radical
mucho mayor que la de Cuba […] Una victoria de Allende pondría en
peligro nuestros intereses en el hemisferio occidental5.
También es cierto, que la Administración de Nixon estableció medidas coercitivas
y un virtual bloqueo económico a Chile, como parte de su lineamiento global de
desestabilización al gobierno de Allende y el combate por la influencia comunista en
América Latina. Desde la toma de posición hasta el fin de su gobierno con el Golpe de
estado, ha sido reseñado y desarrollado por múltiples autores y académicos como muestra
de una estrategia intervencionista en la región.
El ascenso al poder de Augusto Pinochet significó para los Estados Unidos el
alineamiento necesario de la confrontación ideológica contra el bloque soviético y sus
aliados en la región, siendo compartido el sentimiento anticomunismo el eje central de
una postura internacional estratégica por ambas naciones. La visión de la política exterior
de Augusto Pinochet en líneas generales estuvo caracterizada al mejor estilo del realismo,
nacionalismo y aislacionismo, optando por estrechar relaciones bilaterales en pro de los
intereses del Estado, en detrimento del multilateralismo y la diplomacia regional, por
considerarlas instancias que giraban al tenor de opciones ideológicas, casi todas
contrapuestas con los principios de la política exterior del régimen.
Con respecto a sus relaciones vecinales, las relaciones con Bolivia asumieron un
instrumento estratégico y pragmatismo donde el interés político primó en relaciones
bilaterales, abriendo el debate a una discusión bibliográfica e histórica sobre aquel
intercambio de alto nivel político entre los gobiernos de Pinochet y Hugo Banzer.

El General Pinochet, fue un gobernante que tuvo pleno convencimiento de


que había que alcanzar un entendimiento con Bolivia. No sólo porque esas
eran sus intenciones, sino porque además, el conseguir el apoyo de Bolivia,
implicaría dotar a la región de cierta tranquilidad y estabilidad política para
contrarrestar los posibles enfrentamientos armados. Es por ello que la
cercanía ideológica entre Pinochet y Banzer contribuyó a que se unificaran
criterios para dar una pronta salida al encierro geográfico boliviano.6.
Sin embargo, el viraje en esta nueva relación con Bolivia dificultó las relaciones
con Perú, sobre todo por el ofrecimiento de una solución a la salida mediterraneidad. Las
dificultades geopolíticas del gobierno de Pinochet en los años 70 dejaron en evidencia las
complejas relaciones bilaterales desarrolladas su diplomacia altamente militar y realista.
Las disputas territoriales con Argentina y las "frías" relaciones con Perú, presentan un
marco político de distanciamiento creciente y un sostenido revanchismo mutuo producto
de esta nueva relación con Bolivia y la sospecha de la influencia norteamericana sobre
los asuntos del cono Sur.

5
Pascales BONNEFOY MILLARES: “Las reservadas negociaciones de los gobiernos de Allende y Nixon
sobre la nacionalización del cobre”, en Revista Instituto de Estudios Internacionales. Universidad de Chile,
n°173, 2013, p. 86.
6
Máximo QUINTRAL ROJAS: “Chile y Bolivia: entre el abrazo de Charaña y sus relaciones económicas,
1975-1990”, en Revista Universum, nº25, Vol.2, 2010, pp. 139-160, p. 144.

5
Justamente, bajo el gobierno del General Velazco Alvarado se evidenció una
importante penetración soviética en prácticamente en todos los campos de acción, Perú
se convirtió en el mejor cliente de la URSS en la compra de armamento y tecnología
militar, motivados por el balance de poder y las estrategias geopolíticas de su par chileno
con las alianzas de Bolivia y su desplazamiento con respecto a las influencias de Bolivia,
y las relaciones cercanas con los Estados Unidos ocasionó no solo la expulsión de las
delegaciones norteamericanas en Lima, también estimularon la oportunidad de entrar en
un conflicto bélico con Chile, a propósito del centenario de la Guerra del Pacífico.
Al revisar en la bibliografía sobre los principales antecedentes de la tensión militar
entre ambos países, Aquiles Gallardo (2007) señala lo siguiente:

La crisis no tiene un punto inicial marcado por una crisis de situación o


por un evento singular que la active. En la búsqueda de algo parecido es
posible identificar tres momentos. El primero es el advenimiento del
gobierno militar en el Perú en 1968, con características que conllevaban la
generación de objetivos nacionales que reivindicaban territorio de
Tarapacá. El tercero es el advenimiento de gobierno militar en Chile, que
fue visto como un elemento de cerco ideológico contra el gobierno
“revolucionario” por parte de Lima y con los peligros que se percibían
provenientes de un régimen portaliano7.

Frente a ello y preocupado por la carrera armamentística del Perú, el gobierno


chileno constituyó una estrategia defensiva, preventiva y disuasoria en Arica, zona de
gran valor geopolítico para la salida natural de sus productos hacia el pacífico y frontera
entre Chile y Perú, reforzando las unidades y soldados de las fuerzas armadas en la vista
de su fuerza antagónica, señal clara de un posible conflicto en el sur del continente, al
mejor estilo de la guerra fría.
El régimen peruano, con fuertes aspiraciones nacionalistas orientados por una
postura de izquierda, concibió una amenaza las intenciones de Chile por el balance de
poder entre Brasil y Bolivia, quienes podían constituir un eje anticomunista. Aunque ello
implicó un despliegue confrontacional, la tensión fue resuelta obedeciendo la lógica de la
diplomacia castrense y el asentimiento de sus respectivos Jefes de Estados.
Estados Unidos en la década de los setenta ya no priorizaba América Latina como
su zona estratégica de primer orden, la militancia ideológica del gobierno chileno generó
importantes tensiones con las principales democracias occidentales por sus prácticas
represivas y su estancada política exterior. La situación interna del país y la violación de
los derechos humanos contribuyeron a generar una imagen negativa dentro de sus
relaciones internacionales, el militarismo y las fuerzas ya no eran el necesariamente el
centro de preocupación en la agenda del mundo. Con ello, la administración
norteamericano resto apoyo al gobierno de Pinochet a nivel político y marco un claro
distanciamiento frente a su actuación y violencia contra los perseguidos políticos en el
exterior, sin embargo, frente al conflicto y las tensiones entre La Paz y Santiago, la
administración norteamericana tenía las intenciones de apoyar el conflicto de Chile
contra su vecino, y respaldar las operaciones militares chilenas, solo si Perú fuese quien
declarara la guerra.

7
Aquiles GALLARDO PUELMA: Crisis Internacionales en Sudamérica: Teoría y Análisis, ANEPE,
Santiago, 2007, p. 113.

6
III. Doctrina Betancourt de Carlos Andrés Pérez y distanciamiento con Chile
Uno de los elementos característicos de la política exterior del presidente Carlos
Andrés Pérez fue enarbolar el pluralismo ideológico y las banderas democráticas, así lo
expreso durante todo el primer periodo de su carrera presidencial. Muestra de ello, fue la
relación bilateral con Cuba y su rol activo en los foros políticos más importantes del
mundo. El periodo gubernamental coincide con el fin del mandato de Gerald Ford y el
inicio de Jimmy Carter. Con un demócrata en el poder en los Estados Unidos, la
reorientación ideológica compartía con Venezuela el proceso de regionalización como
proceso que incluyera los gobiernos más progresistas a favor de la construcción del
dialogo y el entendimiento en toda la región.
La actuación del CAP en el exterior fue un reflejo de su personalidad, liderando
las relaciones internacionales de América Latino, bajo un discurso que alentó la unión
latinoamericana, fomentó los valores del respeto, el principios de no intervención, la
autodeterminación de los pueblos, la solución pacífica de las controversias, el respeto a
los derechos humanos y fin del uso de la fuerza. Bajo el arma política de la bonanza
petrolera pudo centrar su protagonismo en Latinoamérica como la figura más activa
dentro de los organismos internacionales como la OEA y FUE reformador e impulsor de
esquemas multilaterales de integración.
Con respecto a los Estados Unidos, la estrategia fue mantenerlo como socio
principal, pese a se produjeron grandes contradicciones por el claro apoyo que emitía
Venezuela a favor de la reincorporación de Cuba al seno de la OEA, las denuncias contra
el sistema internacional por el sometimiento a los países del tercer mundo y la defensa de
la OPEP, (organismo que carecía de cierta confianza por el gobierno de Washington),
hicieron que existiera poca subordinación a las líneas estratégicas de Washington, sin
embargo en materia económica y de defensa se mantuvo el eje de prioridad hacia EEUU.
En tal sentido, la política exterior venezolana con respecto a la tensión militar
entre los gobiernos de Santiago y Lima, la bibliografía digital representa un desafío, pues
existe una nulidad en los contenidos formales. Sin embargo, es cierto que la presidencia
de CAP estuvo marcada por la doctrina Betancourt y que esto, podría explicar los
lineamientos de su política exterior.
La doctrina Betancourt que se fundamenta bajo el dogma de promoción a la
democracia en la región y que se enmarcar en el proceso que se desarrolla a partir de 1945
en el que tras la estructuración del orden mundial bipolar y el estallido de la Guerra Fría,
donde los Estados Unidos asumió el papel de superpotencia mundial, y en consecuencia
de la defensa del mundo libre.
Las relaciones de CAP con las dictaduras militares del cono sur, no fue una
política de acercamiento y dialogo sistemático, principalmente porque los intereses
geopolíticos y estratégicos no coincidían o se asentaban en el sur del continente. Siendo
un hombre de talante democrático y reconocido tanto por el gobierno de Estados Unidos
como los gobierno de América Latina, su principal diplomacia estuvo orientado al rescate
de los derechos humanos. Muestra de ello y tal como lo reseña Patricio Carbacho, los
primeros encuentros diplomáticos con el gobierno pinochetistas, fueron la libertad de la
dirigencia política izquierdista chilena, bajo la mediación del diplomático Diego Arria,
ocurrió la liberación de Aniceto Rodríguez y Orlando Letelier.
Queda claro que, desde estos hechos, las relaciones entre las dictaduras del cono
sur fueron distantes y opuestas al ideal que representa Venezuela, aunque con el gobierno
de Juan Velazco Alvarado y su relación fue más cercana, esto no representó un eje central
para la política exterior venezolana.

7
CHILE Y EL CONTEXTO VECINAL ENTORNO A LAS RELACIONES
CHILENO-PERUANAS (1975)
Rosa Valencia Bustos
I. La visión de Perú y Bolivia hacia Chile después de la Guerra del Pacífico
Antes de pasar de lleno a lo que significó la Guerra del Pacífico para la política
internacional de la coyuntura de 1975 y cómo repercutió, es necesario aclarar qué es una
representación geopolítica. Ésta debe entenderse como una percepción psicológica que
los actores tienen sobre ella, la cual evoca una imagen o concepto que se hace presente a
la conciencia, en forma de objeto exterior o interior. Estos constructos son funcionales a
los prismas y perspectivas a través de las cuales el individuo mira el mundo exterior,
siendo a su vez producto de su propia historia, a pesar de las convenciones culturales del
grupo en el que vive8. Aclarado, esto, procedemos.
La Guerra del Pacífico es un hito en esta parte del continente, para bien o para
mal, y es innegable su significación como “manzana de la discordia” cuando se trata de
las relaciones internacionales o diplomáticas entre Chile y los países vecinos del norte,
en una constante representación de un Perú “revanchista” y un Chile “invasor”.
En el caso de Perú, cuando se trata de su propia historia militar, José Rodríguez
Elizondo señala que esta nación ha vivido mirando hacia atrás9, y todos sus hitos
históricos, han comenzado a ser percibidos como cataclismos. Perú, como el centro del
poder monárquico hispano manifiesto en el continente, pasó de ser el sueño de la
primogenitura republicana a, luego de la Guerra del Pacífico y su derrota, a un cataclismo
de proporciones; y el mismo historiador peruano Jorge Basadre señala que Perú, como
ningún otro, tuvo una actividad bélica nutrida en todo en el siglo XX, y la guerra de 1879
sería apreciada como un bofetón especial.
Finalmente, la misma historia oficial pasaría a minimizar la presencia de los
chilenos en la historia nacional del Perú, pasando por la intervención de O’Higgins en el
proceso independentista. De esta manera, se instaló en el imaginario peruano la idea de
que la primera entrada a Lima de efectivos militares chilenos se produjo con la guerra del
Pacífico10, y serían las armas chilenas el factor “maligno” de la historia del Perú, y la
Guerra del Pacífico emergía como la madre de todas sus guerras y, por consiguiente, los
chilenos asumían el rol de “enemigo de siempre”11, contexto en el que sería Diego
Portales la figura nefasta, no por ser el inspirador de la guerra contra la Confederación
Perú-Boliviana, sino por su tesis fundamental: “la necesaria dominación chilena en el
Océano Pacífico”12, idea que tomarían otros estudiosos de la geopolítica de Chile unos
años después.
Vemos que indudablemente esta guerra trajo consecuencias en las relaciones
chileno-peruanas, a tal punto en que han sido partícipes en la construcción identitaria y
nacional de cada país13, y se ha visto desconfianza desde Perú hacia chile y desde Chile

8
Juan Eduardo MENDOZA PINTO: “El retorno de la geopolítica y sus diversos enfoques” en
Razonamiento geopolítico. Construcción de representaciones y códigos geopolíticos de Chile y sus
vecinos, Editorial Universidad de Concepción, Concepción, 2017, p. 77.
9
José RODRIGUEZ ELIZONDO: Chile-Perú: El siglo que vivimos en peligro, COPESA, Santiago de
Chile, 2004, p. 22.
10
Ibidem, p. 24.
11
Idem.
12
Idem.
13
Emilio UGARTE DÍAZ: “La Guerra del Pacífico como referente nacional y punto condicionante de las
relaciones chileno-peruanas”, Si somos americanos. Revista de Estudios Transfronterizos, vol. XIV, n° 2,
julio-diciembre 2014, p. 159.

8
hacia Perú, y no sólo por la guerra en sí misma sino por la “chilenización” de las
provincias Tacna y Arica, consolidándose la desconfianza y el resquemor como
elementos centrales de la relación; situación que permanece hasta hoy; y
consecuentemente, “Chile y Perú han vivido bajo la lógica de rivalidades, desconfianzas,
resquemores, resentimientos y desconocimiento mutuo, que ha terminado por condicionar
la relación bilateral, haciéndola un juego de suma-cero, en donde el éxito del uno es el
fracaso del otro”14. Bajo esta lógica, ha sido la guerra el mayor elemento identitario con
más profundidad histórica y social, lo que ha contribuido a generar este espacio colectivo
llamado identidad y nación15, lo que consecuentemente, además de verse forzada la
integración de la nación en el caso de guerra, la visión del otro toma una dimensión aún
mayor. La nación se reunifica a sí misma, provocando o acentuando la exclusión de la
otredad. Al final, la Guerra del Pacífico ha perpetuado in sinnúmero de desencuentros
entre ambas naciones, que junto a la demanda permanente de un reconocimiento desde
Perú para que Chile efectúe gestos, se mezcla con la visión chilena de un supuesto
revanchismo peruano.
Al final, la relación bilateral Chile-Perú ha estado, desde hace mucho tiempo por
la rencilla que significó la guerra, cargada de un elemento emocional.
II. Pensamiento geopolítico de Chile y Perú
Cuando hablamos de la geopolítica en el Cono Sur, Argentina, Brasil y Chile salen
a relucir inmediatamente por el nivel de aplicación los tres países han logrado en sus
distintas realidades, pues han sabido trasladar a su ambiente político los conocimientos y,
especialmente, las teorías geopolíticas europeas y americanas, para el manejo de las
relaciones internacionales y de la política externa, e incluso para un encauzamiento
correcto de los problemas a nivel nacional16. Para Chile, tal como señala Genaro
Arriagada, su percepción geopolítica es de conformidad, y de hecho “Entre las Fuerzas
Armadas del Cono Sur, el pensamiento geopolítico desarrollado por los oficiales del
Ejército de Chile es el que se ajusta en mayor medida a la escuela geopolítica alemana.
Aún más, podríamos decir que en esencia los trabajos de los militares chilenos sobre el
tema son una aceptación de los conceptos políticos que están en el centro de la escuela
alemana”17. Sin embargo, el pensamiento geopolítico de Chile, como dice Lester Cabrera
Toledo, no califica como una “escuela”, y sin embargo “posee interesantes ideas
geopolíticas”18.
En el caso chileno, los principales lineamientos y estructura de la acción
geopolítica de Chile son la protección de ganancias territoriales logradas en la Guerra del
Pacífico; el control de los pasos y estrechos bioceánicos australes; la mantención de los
intereses nacionales en la Antártida y lograr mantener un poder marítimo considerable en
el Pacífico Sur19.
En el caso de Perú, éste ha estado de alguna forma centrado en un punto de vista
institucional. En este plano, es posible apreciar la notable influencia que ha ejercido el
Centro de Altos Estudios Nacionales (CAEN), desde un aspecto tanto teórico como
práctico. Fue en este centro académico donde aquellos oficiales que participaron en el
14
Ibidem, p. 161.
15
Ibidem, p. 173.
16
Adolfo CLAVIJO ARDILA: “La geopolítica en el Cono Sur”, Revista FF. AA, n° 115, abril-junio,
1985, p. 441.
17
Genaro ARRIAGADA: El pensamiento político de los militares. Estudios sobre Chile, Argentina,
Brasil y Uruguay, Centro de Investigaciones socioeconómicas (CISEC), Santiago de Chile, 1980, p. 128.
18
Lester CABRERA TOLEDO: “Chile-Perú: discursos contrapuestos y sus manifestaciones
geopolíticas”, Íconos. Revista de ciencias sociales, n° 38, septiembre 2010, p. 98.
19
Idem.

9
gobierno del General Velasco se prepararon en materias geopolíticas. El rol académico
desempeñado por el general Edgardo Mercado Jarrín fue muy relevante, quien tenía,
además, influencia notable de la geopolítica de Ratzel. Sin embargo, el pensamiento de
Perú, a diferencia de Chile, más que geopolítico, es estratégico. Domina una visión de
espacios con respecto al territorio. Siendo así, es posible apreciar un pensamiento en torno
a la selva y cuenca Amazónica, su posición marítima y las vinculaciones históricas co-
territoriales tanto con Chile como con Ecuador20.
Y necesariamente hemos de volver a la Guerra del Pacífico para explicar la
coyuntura de 1975. El mismo autor Lester Cabrera Toledo reconoce el enfrentamiento
bélico del siglo XIX como “la primera manifestación geopolítica”21, y la califica como
una eventual dominación de la cuenca sur del océano Pacífico por parte de Chile, en
directo desmedro de Perú, discurso que se ve plasmado por primera vez en una carta del
ministro Diego Portales de 1836, señalando que “Chile debe dominar para siempre el
Pacífico: ésta debe ser su máxima ahora, y ojalá fuera la de Chile para siempre”22. Esta
visión de Portales hacía ver la dominación chilena del Pacífico como un “llamado del
destino” sobre el cual debe realizar sus acciones en pos de un mejor bienestar, mientras
que para Perú aquello era el comienzo del “expansionismo” en territorios en era Perú el
que ejercía notable influencia. Consecuentemente, esta manifestación geopolítica no sólo
posee un contexto y aplicación en el pasado, sino que también se refleja a partir de ese
momento en diferentes épocas y, como elemento militar destacable, el factor naval. Al
final, “la ‘dominación’ por parte de Chile se logró gracias a una ‘guerra victoriosa que le
permitió asegurar el predominio local por casi un siglo, hasta inicios de la década de 1970,
en la que el balance estratégico comienza a cambiar’”23. Bajo este panorama, uno de los
dos países va a ser el dominador, mientras que el otro tendrá el apelativo de dominado,
colocándolos en una lógica de conflicto de suma cero.
También existe el factor económico-comercial, como señala Cabrera Toledo,
siendo esto el directo sustento del primer elemento. Finalmente, se establecía un
monopolio de la seguridad nacional en torno a las instituciones armadas y sostenían que
los principales factores de amenaza a la seguridad provenían de Estados con similares
objetivos; discurso que marca, además, “el inicio de percepciones geopolíticas
contrapuertas: dominador/dominado, o en su defecto, de la acción chilena y la reacción
peruana en la relación bilateral”24.
III. Las Relaciones Exteriores del gobierno militar del Gral. Velasco Alvarado
La situación política de Perú a fines de los años sesenta era crítica. El gobierno
constitucional de Fernando Belaúnde Terry se vería envuelto en varios misterios que a
ojos de la ciudadanía y las Fuerzas Armadas no resultaban gratos. El menos grave de
todos era la renuncia de doce ministros, acción que tomó por sorpresa al presidente,
agravando aún más la deslegitimación que ya experimentaba la clase política. Luego está
el escándalo de las maniobras en los contratos petrolíferos del gobierno con la
International Petroleum Company25. Sin embargo, la polémica no llegó hasta ahí, pues
sería el problema petrolero de Perú lo que sería el factor principal en la caída de Belaúnde,
aunque en primera impresión haya estado bajo control por el Acta de Talara, donde Brea
y Pariñas pasaron al poder peruano. Pero no fue suficiente para quienes querían

20
Idem.
21
Ibidem, p. 99.
22
Idem.
23
Ibidem, p. 100.
24
Idem.
25
El Mercurio, 4 de octubre de 1968, p. 33.

10
nacionalizar los yacimientos petrolíferos. Se da, entonces, el golpe de Estado de 1968
encabezado por el General Juan Velasco Alvarado.
El poder le había sido arrebatado a Belaúnde Terry. “La fuerza armada se ha hecho
cargo del control político y militar del país. La suspensión de las garantías
constitucionales continúa en vigencia. Todo intento de alteración del orden público será
reprimido enérgicamente. La fuerza armada garantiza el normal desarrollo de las
actividades en todo el país”26. Se declaró la nacionalización del petróleo, de los
yacimientos y la refinería de Talara, se puso en marcha la Reforma Agraria27 y todas estas
medidas fueron apoyadas por los dos pilares de la izquierda internacional: Cuba y la
Unión Soviética.
Las relaciones diplomáticas del Perú, país que siempre había sido considerado
como parte del occidente cristiano, se mantuvieron en concordancia con el presidente
socialista electo Salvador Allende, a diferencia de lo que había sido antes, con Frei
Montalva, por la carrera armamentista que se libraba en el continente, incluso,
ubicándonos en contexto, Chile sentía amenaza tanto desde Perú como desde Argentina,
país que además de Brasil, comenzaron a invertir en material bélico moderno28, pero con
Allende había un acercamiento ideológico entablado por ambos países, lo que era
considerado como un éxito del gobierno del presidente socialista en la política exterior de
su entorno inmediato29, e incluso, por un momento, la ideología del gobierno peruano
supo ponerse por encima del factor histórico, cosa que sin dudas es digna de destacar. Las
relaciones diplomáticas entre ambos mandatarios eran tan notablemente concordes, que
se llamaban por sus apelativos, el “chino” y el “chicho”30.
Pero aquello no duraría mucho más, pues con el golpe de Estado de 1973, las
relaciones chileno-peruanas se tensan otra vez. “Sólo quedamos dos generales que
participamos en la Revolución del 3 de octubre de 1968. El General Velasco, presidente
del Perú, y yo. Esto me permite hablar con toda franqueza”31, así hablaba Rolando Gilardi
Rodríguez, comandante en jefe de la Fuerza Aérea del Perú. Sería luego que el general
Pinochet viajaría a Lima para visitar a su homólogo peruano, en un clima de gran amistad,
contrastando con los rumores de un inminente conflicto bélico entre ambas naciones
propagados por las agencias informativas internacionales, y desde la nación peruana,
Gilardi sostiene que Perú sólo busca la paz32.
Pero una cosa era clara: negar la rivalidad claramente existente no la hacía
desaparecer, y como manifiesta la Revista Ercilla, el fantasma de la guerra seguía
presente, rondando en los medios periodísticos y diplomáticos del continente33, tal como
lo señalaban los argentinos y los bolivianos, países que veían con interés el conflicto de
carácter prácticamente bélico y lo señalaban como el empeño de dos jefes de Estado
ensimismados en una de las carreras armamentistas más violentas de su historia.

26
Ibidem, p. 29.
27
El Mercurio, 10 de octubre de 1968, p. 12.
28
El Mercurio, 25 de febrero de 1970, p. 25.
29
Daniel CASTILLO y Vladimir ZARZURI: Rumores de guerra en Arica. 1974 a 1980: años de tensión
y conflicto. Las relaciones político – sociales de Chile con sus vecinos. Seminario para optar al título de
profesor de educación media en Historia y Geografía, Universidad de Tarapacá, 2005, p. 50.
30
“Chile: Los años que vivimos en peligro, 1975-1978”. Informe Especial. Disponible en
https://www.24horas.cl/programas/informeespecial/informe-especial-los-anos-que-vivimos-en-peligro-
1975-1978-2895510 Visitado el 10 de diciembre de 2018.
31
Revista Ercilla, Año XLI, n° 2043, semana del 25 de septiembre al 1 de octubre, 1974, p. 17.
32
Idem.
33
Revista Ercilla, Año XLI, n° 2063, semana del 12 al 18 de febrero, 1975, p. 13

11
Entre los soldados y los ciudadanos, respecto a los hechos históricos que significa
la Guerra del Pacífico, están, por Perú, la remembranza de los territorios perdidos,
mientras que para Chile se alaba el centenario de la victoria.
Otro asunto que condicionó la relación entre Chile y Perú fue la mediterraneidad
de Bolivia. Era hacia 1975 que se afirmaba que el país tendría una salida al Pacífico antes
de 1980, Perú, dispuesto a sostener consultas con ambos gobiernos, querían llegar a firmar
un acuerdo para impedir el surgimiento de conflictos adicionales. Bolivia,
individualmente en sus relaciones diplomáticas con Chile, afirmaban que “si saliéramos
al Pacífico gracias a alguna fórmula de nuestros gobiernos sería una jornada de gloria. No
podemos desconocer que durante muchos años nuestro pueblo tuvo resentimiento hacia
Chile”34, y por lo que se ve, había intenciones de negociar.
Vemos, por tanto, que es indudable que las rencillas, o el llamado fantasma de los
cien años, aún perduraba entre ambas naciones pese a las numerosas muestras que decían
lo contrario; una permanente situación de desconfianza del vecino, lo cual se agravaba
todavía más con la situación individual de Bolivia y con las discrepancias entre Chile y
Perú, que se hicieron mucho más evidentes cuando Pinochet tomó el mando del gobierno.
Al final, Chile temía una invasión desde el norte, Perú temía una desde el sur, a la vez
que Bolivia estaba en el limbo en el que podía apoyar a Chile (sólo si éste cedía la salida
soberana al mar) o a Perú.
Es en la década de 1970 cuando las dificultades geopolíticas se vuelven
evidenciar, y las relaciones diplomáticas bilaterales con Perú se evidencian, haciendo que
los encuentros de Pinochet y Bolivia se apresuraran, para luego, en 1979, las relaciones
fueron suspendidas por embajadores y rebajados al rango de “encargados de negocios”
luego de que el embajador chileno en Lima fuera declarado persona non grata a raíz de
acusaciones de supuesto espionaje realizado en Perú por varios miembros de las Fuerzas
Armadas chilenas35.
Por tanto, hay un evidente cambio en los códigos geopolíticos entre Chile y Perú,
que indudablemente repercutieron en las relaciones bilaterales. Es menester señalar que
las relaciones con Chile no se modificaron dentro de los planteamientos generales ni la
retórica, pese a las características disímiles de los gobiernos (democrático en Chile y
Militar en Perú), y a fines de la década de los ’60, se aprecia un ánimo cordial en la
relación con el stablecimiento del Pacto Andino, y la voluntad conjunta de proteger el
régimen jurídico del Pacífico Sur en torno a las 200 millas marinas36. Por tanto la llegada
al poder de Salvador Allende marca un nuevo código geopolítico, en el sentido de que
sus afinidades socialistas hacia la URSS generaron una nueva forma de gestionar las
relaciones exteriores del país. “La relación con el gobierno revolucionario del General
Velasco Alvarado se intensificó, principalmente en el plano ideológico y retórico por
parte de Allende […]. Por lo tanto, y desde el punto de vista chileno, la forma de percibir
a los aliados y los eventuales enemigos, estaba altamente influenciada por la ideología
política imperante dentro del gobierno, tomando como una variable de importancia en el
entorno la dialéctica ideológica-política característica del periodo de la Guerra Fría”37.
Este panorama cambió en 1973, con la asunción de la Junta Militar del Gobierno
de Chile, y más específicamente con la figura del General Pinochet. Esto porque, como

34
Revista Ercilla, Año XLII, n° 2095, semana del 24 al 30 de septiembre, 1975, p. 53.
35
Máximo QUITRAL ROJAS: “Chile y Bolivia: entre el abrazo de Charaña y sus relaciones económicas,
1975-1990”, Revista UNIVERSUM, n° 25, vol. 2, 2010, p. 147.
36
Lester CABRERA TOLEDO y Christopher MARTINEZ NOURDIN: “Percepción mutua y códigos
geopolíticos en la relación Chile-Perú: aplicación al caso de la delimitación marítima”, p. 11. Disponible
en http://paperroom.ipsa.org/papers/paper_1640.pdf visitado el 11 de diciembre de 2018.
37
Idem.

12
se ha señalado, más que porque ambos eran militares, representaron los bandos opuestos
en el mundo. El comportamiento de ambos países pasó a la lógica de la acción-reacción
por parte de cada uno.
Desde el punto de vista chileno, el entorno vecinal fue muy complejo durante los
’70. Sin embargo, y pese al aislamiento que sufrió el régimen militar, éste tuvo en gran
parte un carácter meramente político, manifestándose en actos de desagravio al General
Pinochet, o en diversas resoluciones de organismos internacionales multilaterales, donde
la condición democrática imperaba en algunos aspectos como determinante para las
relaciones exterior dentro del bloque occidental. Y pese a aquello, la interacción
económica que tenía Chile con otros Estados, principalmente asiáticos, otorgó un cariz
distinto en su política exterior que se ha profundizado hasta hoy, en el sentido de que se
trata una agenda exterior económico-comercial por un lado, mientras que por el otro se
trata el aspecto político. Y debido a la implantación de un modelo económico basado en
las políticas de libre mercado de Milton Friedman y sus discípulos, y la germinación
positiva de estas iniciativas a fines de la década de los ’70, se puede establecer una
modificación en el código geopolítico del Gobierno Militar, o en su defecto, el nacimiento
de una nueva agenda geopolítica paralela: “por un lado las materias ajenas a América
Latina y la expansión comercial; y por otro muy distinto el aspecto político y los asuntos
regionales”38. Pero sin el perjuicio de lo anterior, Heraldo Muñoz, analizando algunos
postulados básicos en lo relativo a la política exterior del Régimen Militar chileno, da
cuenta de una categorización de los denominados “estilos diplomáticos”, los cuales si
bien no pueden ser considerados tácitamente como un cambio en la forma en que se ha
conceptualizado un determinado código geopolítico, ayuda a comprender mejor la
transformación en la forma de cómo se llevaba la política exterior por parte del Gobierno
Militar. En este sentido, conviene señalar se sostiene que dicho Gobierno mantuvo dos
grandes estilos diplomáticos: de 1973 a 1978 un estilo pretoriano-ideológico; y de 1978
a 1989, un estilo civil pragmático39.
IV. La casi guerra entre Perú y Chile
La carrera armamentista en el continente durante los años ’70, posterior al golpe
de Estado en Chile, pone de manifiesto las percepciones de amenaza por conflictos
territoriales no resueltos y hacen a su aparición los primeros síntomas de crisis entre
ambos países, dando paso, así, a la intención de invasión del general Velasco a las
ciudades chilenas e, incluso, llegar a la capital.
Era en 1975 cuando en el norte de Chile, en Arica, el ejército se preparaba para
detener una ofensiva peruana. Específicamente el 6 de agosto, donde los estrategas
planeaban atacar Arica, Iquique, e incluso Antofagasta. Con el Golpe de Estado, la
hipótesis de conflicto se agravó todavía más y el canciller Edgardo Mercado Jarrín
procedió a la compra de armas a la Unión Soviética, buscando así no sólo equiparar el
potencial militar chileno, sino superarlo por primera vez40. Se liberó Velasco, entonces,
de la “amistad” que lo encadenaba a Chile a través de Allende, y toda la información
bélica estaba disponible para Perú. Esta idea de “recuperar lo perdido” estaba bien
aceptado y acordado entre Velasco y sus hombres posicionados en el poder.
La invasión se haría desde el mar y desde el aire. La primera división blindada
atacaba Arica, la segunda y tercera por la Cordillera y la cuarta división mecanizaba
bajaba de Puno a Putre avanzando hacia Arica una vez más. Se incluía además
paracaidistas para neutralizar los puntos débiles de la ciudad. Los peruanos esperaban que
38
Ibidem, p. 12.
39
Ibidem, p. 13.
40
“Chile: los años que vivimos en peligro, 1975-1978”, op. cit.

13
el primer enfrentamiento serio sería en la quebrada de Camarones41. Para frenarlos, el
ejército chileno desplazó tanques, pero principalmente cambiaron el paisaje para construir
lomos de toro para dificultar el paso de los tanques peruanos y asegurar el éxito de las
armas caza-tanques y las minas. Cuba y la Unión Soviética, así como aprobaron las
medidas de Velasco, apoyaron la posición peruana en el posible enfrentamiento, contrario
a Chile que miraba hacia la derecha y Estados Unidos. Se dijo, incluso, que Cuba estaba
dispuesto a enviar soldados si los soldados norteamericanos intervenían.
Las ventajas del Perú eran notables, pues sus armas y vehículos de guerra eran
mucho más modernos que los chilenos, propios casi de la Segunda Guerra Mundial.
Además, Chile no tenía profundidad estratégica, es decir, “estamos cerca de la frontera
pero no podemos retroceder”42. Con todo, la política interior respecto a los derechos
humanos en Chile opacaba los ánimos de sus aliados y potenciales aliados al apoyo. Ante
eso, Pinochet manifestó su preocupación señalando cómo Perú se estaba armando, al
momento de hablar con Henry Kissinger, pero alabando al mismo tiempo la tradición del
ejército chileno invicto. Sin embargo, que Estados Unidos habría apoyado a Pinochet en
una guerra significaba un punto demasiado peligroso en plena Guerra Fría desde el punto
de vista de la política internacional, pero, por otro lado, que no apoyara a Chile y que eso
consecuentemente trajera una victoria peruana y por ende el triunfo de las armas
soviéticas, también era inaceptable. Por tanto, la posición de Estados Unidos era ambigua.
Así que sólo quedaba fortificar Arica en la medida de lo posible. Sembraron minas
de fabricación belga y norteamericana (y pronto serían de producción chilena), se
habilitaron posiciones, trincheras, bunkers, refugios subterráneos a todo lo ancho de la
frontera con Tacna, montando defensas “culebreantes”. El ambiente era tenso, además,
porque los soldados peruanos decían que cumplido el centenario de la Guerra del Pacífico,
iban a tomarse Arica43, ciudad que de todas formas pretendían defender “casa por casa”.
La potencial guerra con Perú gatillaría también la esperable participación de
Bolivia, por lo que el gobierno militar pretendió buscar un arreglo y lo encontraron: “llegó
un oficio de Pinochet a la cancillería diciendo que se buscara un método para neutralizar
a Bolivia por seis meses”, la oferta era aparentemente irresistible: “mar propio al norte de
Arica junto al límite con Perú y un canje territorial”44, a lo que la nación estuvo de
acuerdo, pero hubo fuerte oposición y los peruanos ofrecieron algo también y todo quedó
en nada. Tal cosa era para Perú dejar de tener frontera con Chile, pero de todas formas
Bolivia logró ser neutralizada.
El día del ataque llegó y Velasco posicionó a su ejército en Arequipa, pero la salud
del general empeoraba. Sufrió una aneurisma que implicó la amputación de su pierna con
un deterioro en su salud física y mental. El golpe contra Velasco estaba listo liderado por
Francisco Morales Bermúdez, mientras el atrincheramiento de los soldados chilenos
continuó por meses y años, absolutamente atentos a lo que Morales Bermúdez llamó “la
segunda fase de la revolución militar peruana”. Rearmó las filas y sacó los elementos
castristas, y cuando llegó al poder dejó en claro que su proyecto no era la guerra contra
Chile, momento en el que se ganó el apodo de “el felón”45, es decir, “traidor”, y varios
oficiales intentaron asesinarlo, sin éxito. Al final, Morales Bermúdez, mientras evadía la
guerra con Chile, siguió comprando armas a la URSS y cambió el panorama económico
del país. Y mientras tanto, se conoce el fallo arbitral que reconoce y reafirma los derechos
de Chile en el canal Beagle y su soberanía sobre las islas Picton, Lennox y Nueva, lo cual

41
Idem.
42
Idem.
43
Idem.
44
Idem.
45
Idem.

14
le daba derecho al mar circundante. Ocho meses después, Argentina declara nulo tal fallo.
Al igual que Perú, la nación trasandina también estaba armada. Chile estaba
evidentemente debilitado.
En vista de las violaciones a los derechos humanos no sólo dentro del país sino en
el extranjero y en la capital estadounidense, Chile no tenía aliados y varios de éstos se
negaron a venderle armamento a precios oficiales, por lo que debía hacerlo a sobre-pecio,
buscando apoyo en los países asiáticos. Antes, en 1975, Chile compró aviones a Estados
Unidos los que para fortuna del Ejército llegaron antes del conflicto ocurrido en 1978.
Lo cierto es que Argentina intentó atraer a Perú para hacerle una encerrona a Chile,
precisamente ese año. Fue el mismo embajador argentino el que visitaba la casa de
gobierno en Lima para pedir apoyo a la invasión, pero Morales Bermúdez lo rechazó,
afortunadamente, pues es ésta precisamente la “peor pesadilla de Chile: la Hipótesis
Vecinal Tres”46, una guerra simultánea con Argentina, Bolivia y Perú. Luego, en el punto
más alto de la tensión, el papa Juan Pablo II actuó requerido por Estados Unidos para
detener las acciones, y el ejército argentino encabezado por Videla, católico, debió
ordenarle a sus tropas que detuvieran el asalto contra Chile. Se inician las negociaciones
en una reciente paz.
En la negociación, ni Argentina ni Chile lograron todo lo que querían, pues Chile
pretendía las islas y la proyección oceánica que le daba el derecho del mar. Por otro lado,
Argentina deseaba por lo menos una isla y rechazaba la proyección chilena hacia el
Atlántico. La situación hizo a Chile mantenerse firme con las islas, sin embargo las
provocaciones de Argentina continuaron hasta 1982, cuando la Guerra de las Malvinas
acabó con el triunfo del Reino Unido sobre el país latinoamericano.
Esa era la posición de Argentina respecto a Chile, mientras desde el norte, la
amenaza peruana era también perceptible. Los años de 1975 a 1978 puede decirse que
fueron uno de los momentos más tensos en cuanto al panorama internacional en el
continente, donde las representaciones geopolíticas se transformaban desde una
cordialidad aceptable por las ideologías de los gobernantes Salvador Allende y Juan
Velasco, a un escenario de tensión entre un gobierno marcadamente derechista y pro-
estadounidense como lo era el del general Augusto Pinochet, versus el gobierno de la
Junta Militar peruana, apoyada por la URSS y Cuba.
Tal como se ha visto más arriba, la Guerra del Pacífico no sólo trajo consecuencias
económicas a los países participantes, pues las guerras siempre significan desgracias, sino
que en el caso de Perú, Chile y Bolivia, se convirtió en un fantasma que ha sido difícil de
superar. Se ha hecho manifiesto en las relaciones diplomáticas, en los escenarios de
tensión, al momento de negociar e incluso se ha visto presente en el panorama mundial.
La Guerra del Pacífico repercutió en todos los niveles la diplomacia, y se vio
notoriamente cuando el general Velasco asume el poder, cuando su discurso hacia Chile
se volvió tenso entorno al golpe de Estado de 1973, luego de que haya congeniado a nivel
ideológico con el presidente socialista Salvador Allende. Es en ese momento cuando el
“compromiso de lealtad” hacia Chile desaparece, pues Pinochet está al otro lado del
bando en la plena Guerra Fría y Velasco simpatizaba mucho más con un gobierno de tipo
izquierdista. El punto más álgido y crítico fue en 1975 cuando la invasión de Perú a Chile
era inminente y una victoria chilena era algo complicado de conseguir, pues el armamento
peruano era muchísimo más actualizado y Chile contaba con armas antiguas, mientras
además la imagen del gobierno militar en el extranjero era mal mirada por la violación a
los derechos humanos y nadie quería venderle armas, no a los precios oficiales al menos.

46
Idem.

15
Vemos en este panorama general que los códigos geopolíticos, y por ende, las
representaciones geopolíticas, se fueron transformando desde una cordialidad a una
tensión. Con Chile y Perú estado de alerta, mientras el fantasma de la guerra aún ronda
(y ronda hasta hoy) en el imaginario colectivo de los países involucrados pero más de los
países vencidos, el escenario geopolítico no es otro distinto al de un conflicto inminente,
a las puertas de una guerra que afortunadamente no llegó a suceder, pero que sí logró
implantar en el gobierno militar la posibilidad de una derrota. En este contexto, Chile
ofrece a Bolivia una alternativa para neutralizarla, cerca también de una posible guerra
con Argentina en 1978, produciendo así la llamada Hipótesis Vecinal Máxima, lo cual
había que evitar a toda costa. Esto porque Argentina le había solicitado ayuda ya al nuevo
jefe de Estado peruano, Francisco Morales Bermúdez, quien se negó. El respiro volvió a
Chile por un momento.
La coyuntura de 1975 deja ver cómo es que los códigos geopolíticos se volvieron
hacia el conflicto, y las representaciones geopolíticas de ambos Estados confluyeron en
un escenario de tensión, una latente percepción de amenaza entre uno y otro actor, y no
sólo percepción sino una seguridad de que la guerra sería inminente. Es la participación
de otros agentes, como la misma Iglesia, la que pudo calmar las aguas y hacer que entre
los Estados la paz regresara.
Si bien es cierto que estas representaciones geopolíticas interactuaron en un
escenario tenso, el continente volvió a verse en paz una vez más, la cual se hizo aún más
palpable con los regresos de la democracia. Sin embargo, es innegable que escenarios
como estos repercuten en problemáticas actuales, como lo fueron las recientes demandas
de Perú y Bolivia en la Corte Internacional de la Haya, donde pudo entreverse la imagen
del país “revanchista” y el país “invasor”.

16
LA GEOPOLÍTICA APLICADA DE PINOCHET (1970-1975)
Ángelo Castro González
Hasta el momento ya se ha analizado las representaciones geopolíticas de los
Estados Unidos en el contexto bipolar de la Guerra Fría y su incidencia en el surgimiento
de los regímenes militares latinoamericanos, especialmente en Chile y los demás países
del Cono Sur. También, en un nivel más regional, se han analizado las representaciones
peruanas y bolivianas respecto a Chile a un nivel histórico y su culminación en el punto
álgido de mediados de la década de 1970. Ahora, conjuntamente, se pasará a realizar un
detallado análisis geopolítico aplicado en el plano chileno allá por la década de 1970, en
el que se partirá desde la visión práctica de Salvador Allende y la Unidad Popular para
seguir con la apreciación de Augusto Pinochet y la Junta Militar enfocándose en cuatro
elementos esenciales: el factor interno, el factor económico, el factor diplomático y el
factor militar. De esta manera se espera ver el contraste entre ambas visiones y aplicación,
además de su incidencia en la coyuntura crítica del año de 1975.
Respecto al análisis interno, se puede decir que “el poder de una nación depende
no solamente de la destreza de sus diplomáticos y la fuerza de sus ejércitos, sino que
también hay que tener en cuenta el atractivo que su filosofía política, sus instituciones y
sus actividades políticas puedan ejercer sobre la opinión de otras naciones”47. Por ello se
considerará la capacidad del Estado por equilibrar los elementos de su poder, de lograr
sus objetivos, si cuenta con el apoyo popular, el cual le servirá de respaldo para sus
políticas externas e internas. Aquellos elementos internos estarán estrechamente ligados
a la capacidad económica del Estado en cuestión para proyectarse en el sistema
económico internacional y solventar sus metas internas.
A ello le sigue el impacto de las representaciones geopolíticas, especialmente en
el ámbito diplomático, pues diferentes concepciones de un territorio hacen surgir
tensiones o conflictos entre los grupos debido a la rivalidad de estas representaciones.
Para el caso de la crisis de 1975, estas representaciones, transmitidas a través de discursos
políticos, normalmente hicieron alusión a una “época dorada” por parte del lado peruano,
en la que la nación controlaba determinados territorios y el progreso y el bienestar iban
de la mano con ello. Desde ahí surge el discurso de recuperar lo perdido, de expandir su
influencia política para recuperar el poder y la grandeza. No es de extrañar que este tipo
de mensajes tenga su contraparte en los argumentos chilenos de “defender su derecho” a
ocupar tal territorio, o que se den en momentos de confusión política e identitaria como
lo fue la segunda mitad de la década de 1970. Finalmente, están los medios por los cuales
llevar a cabo sus objetivos, los cuales van desde lo económico hasta lo militar. Este último
“nace de la necesidad de organizar la defensa y la utilidad de la agresión” 48. Proviene de
las instituciones de seguridad y defensa del Estado, y muchas veces se ve personificado
en una élite militar que participa de diversas burocracias estatales. Estas mismas
burocracias son capaces de disponer de una gran cantidad de recursos estatales, incluso
pueden asumir el mando del aparato estatal por completo, tal como ocurrió en Chile.

47
Juan Eduardo MENDOZA PINTO: Op. Cit., p. 97.
48
Ibidem, p. 72.

17
I. Factor Interno
La Visión que el gobierno de la Unidad Popular tenía de Chile se enmarcaba
dentro de una perspectiva completamente pesimista del país 49. Para Allende, Chile se
hallaba en “una crisis profunda que se manifiesta en el estancamiento económico y social,
en la pobreza generalizada y en las postergaciones de todo orden que sufren los obreros,
campesinos y demás capas explotadas, así como en las crecientes dificultades que
enfrentan empleados, profesionales, empresarios pequeños y medianos y en las mínimas
oportunidades de que disponen la mujer y la juventud”50. Sin duda tener presente esto
último es esencial para comprender la representación y proyecto que la Unidad Popular
tenía de Chile.
Conjuntamente, la política económica del gobierno de Allende se enmarcaba en
el inicio del tránsito hacia una economía socialista, en la que no se esperaba asegurar
cambios estructurales en el sistema económico anterior, sino alterar profundamente las
pautas del sistema económico51. El diagnóstico geopolítico coincide con la apreciación
del gobierno en relación con la existencia de intensos y profundos desequilibrios entre las
diversas regiones tanto en términos económicos como sociales como consecuencia directa
del patrón de desarrollo capitalista que ha imperado en el país. Sostenían que el uso del
espacio no había sido pensado en términos del beneficio global, sino exclusivamente en
el desarrollo de la libre empresa, que ha buscado los beneficios más altos: “La dinámica
del sistema, al requerir mayores recursos, capital e infraestructura en los lugares en que
se localizan las empresas, genera mayor concentración y en consecuencia acrecienta los
desequilibrios regionales”52.
Se pensaba que tal problemática sería solventada con el paso a la economía
socialista y una mayor redistribución de los recursos. El modelo de regionalización
propugnado por Allende se apartaba de la Teoría de los Polos de Desarrollo 53,
decantándose más por una regionalización entendida como parte esencial de la estrategia
global de desarrollo en el marco de un sistema de planificación. Así se exponía en su
programa de gobierno: “Asegurar un crecimiento económico rápido y descentralizado
que tienda a desarrollar al máximo las fuerzas productivas, procurando el óptimo
aprovechamiento de los recursos humanos, naturales, financieros y técnicos
disponibles”54. De esta manera, la visión geopolítica de la Unidad Popular se basaba
enteramente en el tránsito de una economía capitalista a una socialista; sin embargo, ello
no implicaba la alteración de la estructura político-administrativa del país.
Los sucesos del 11 de septiembre de 1973, y el posterior asenso de las Fuerzas
Armadas al poder, echarían por tierra la proyección geopolítica de Allende y las reformas
impulsadas hasta el momento. Se argumentaba que las políticas y medidas adoptadas en
el gobierno de Salvador Allende habían traicionado el alma nacional y que, inspirado en
ideas foráneas, había conducido al país al caos y al borde de la guerra civil. Ante este
escenario, la situación era de fuerza, y en conjunto al derrocamiento del gobierno se
iniciaba una tarea de depuración que llegó hasta los proyectos geopolíticos.

49
Gonzalo ROJAS SÁNCHEZ: “Programa y Candidato de la Unidad Popular”, en Revista Chilena de
Derecho, Vol. 9, n°2, 1982, p. 259.
50
UNIDAD POPULAR: Programa básico de gobierno de la Unidad Popular: candidatura presidencial
de Salvador Allende, Santiago, Instituto Geográfico Militar, 1970, p. 3.
51
Jorge CHATEAU: Geopolítica y Regionalización. Algunas Relaciones, FLACSO, Santiago, 1978, p. 84.
52
Ibidem, p. 86.
53
Ibidem, p. 88.
54
UNIDAD POPULAR: Programa básico de gobierno de la Unidad Popular: candidatura presidencial
de Salvador Allende¸ p. 24.

18
Ahora, como lo dirían las Fuerzas Armadas, se buscaría normalizar el país, cosa
que “supone devolverlo a la senda de la que nunca se debió apartar, implica reencauzarlo
hacia lo que debe ser”55. Este “deber ser” del país, indudablemente, iría apegado a una
nueva institucionalidad y la economía de mercado, todo ello decidido por el alto mando
chileno. El nuevo proyecto geopolítico de la Junta Militar, como lo aclaraba Augusto
Pinochet Ugarte, conllevaba un fuerte predominio del pensamiento pregeopolítico de
Portales. Este pensamiento se configuraba a través del principio de “orden y progreso”,
el cual orientaba la acción “restauradora” del Régimen Militar y sus objetivos a futuro.
Esta nueva aplicación de la geopolítica estaba exclusivamente orientada al control del
espacio terrestre y marítimo poseído mediante actos administrativos56.
Paralelamente se decidió impulsar la regionalización como tarea para solucionar
el defecto estructural de la geografía chilena y la división administrativa. A través de ella
se buscaba establecer una organización administrativa descentralizada, una
jerarquización de las unidades territoriales, la participación de todos los sectores
regionales, el aprovechamiento de los recursos naturales de las regiones y consolidar los
espacios vacíos del territorio nacional57.
Esta nueva división político-administrativa del país y la nueva organización del
Estado permitió una mayor eficiencia en el ejercicio del poder y, consecuentemente, en
la implementación de las políticas que se deseaban implementar. La división del país en
trece regiones y las amplias facultades que se otorgaron a las autoridades regionales hacía
mucho más expedita la contribución y administración por parte del gobierno Central. Esta
mayor eficiencia en el manejo de las regiones también estaba destinada a la agilización
de los trámites burocráticos para la actividad comercial o industrial privada. Por ello, no
sería exagerado decir que fue en este punto donde la regionalización fue un apoyo
importante en la implementación del modelo económico58.
Por otro lado, estaba el factor ideológico que primó en la visión que tenían los
militares respecto a los asuntos interiores chilenos: “El Estado Chileno luchará por la
unificación espiritual de todos sus hijos, hermanándolos bajo un solidario concepto de
nacionalidad que lo hará revalorizar lo patriótico, histórico y moral de una Patria que ha
sido señera en el concierto americano […] Chile será restaurado bajo una inspiración
nacionalista, realista y pragmática para hacer del país una Gran Nación”59.
Como materialización de estos postulados se instauró un gobierno de carácter
autoritario que, además de evocar los elementos de disciplina y jerarquía propios de los
círculos militares, era concordante con la noción del “deber ser” del Estado y la necesidad
de evitar los descarríos que, según ellos, habían ocurrido en el gobierno de Salvador
Allende.
La sensación de amenaza se cernía sobre los militares, cosa que los llevaría a
tomar una postura completamente anticomunista como ideología política y de guerra
contra el enemigo interno. Como lo dice Joaquín Fermandois, “la herencia del
pensamiento geopolítico de comienzos de siglo, su sentido de depositario del interés
‘esencial’ de la nacionalidad y el potencial anticomunista reforzado por su vinculación
con el Sistema Interamericano […], llevan a este novel actor político a concebir el rol

55
Jorge CHATEAU: Op. Cit., p. 99.
56
Augusto PINOCHET UGARTE: “Visión Geopolítica de Chile. Pensamiento y Acción”, en Memorial del
Ejército de Chile, n°456, 1997, p. 154.
57
Ibidem, p. 157.
58
Jorge CHATEAU: Op. Cit., p. 235-236.
59
Herbert ORELLANA HERRERA: “La Política y Relaciones Internacionales. Introducción a su Estudio”,
en Memorial del Ejército de Chile, n°382, 1975, p. 357-358

19
internacional de Chile en estrecha relación con su autorrepresentación interna” 60. Una
doctrina de seguridad nacional y fuertemente anticomunista. Más importante aún, la
Unidad Popular, nos dice Fermandois, llegó a convertirse en una “utopía” y ejemplo para
los demás países de la región respecto a la llegada democrática al poder; sin embargo, lo
que seguiría después de 1973 tendría un fuerte carácter pretoriano y decididamente “anti-
utópico”. De ahí su amplia y despiadada persecución de los opositores, cuestión que
traería fuertes consecuencias a un nivel diplomático.
En suma, la necesidad de superar la crisis tras el Golpe de 1973 implicó una fuerte
determinación para eliminar las causas de ella, así como los efectos que perduraban en el
país. Medidas que iban desde la proscripción de los partidos políticos o movimientos de
izquierda hasta la guerra contra la subversión pretendían suprimir la “causa inmediata”
del problema al mismo tiempo que se eliminaban las “ideologías foráneas”.

II. Factor Económico


En lo tocante al ámbito económico, la visión de Allende pasaba por ver a
Chile como un país subdesarrollado, condición que era resultado de un modelo
económico capitalista que, según ellos, ya estaba agotado. La transición de este sistema
capitalista a uno de orden socialista se haría pausadamente y, por lo tanto, durante mucho
tiempo coexistirían formas socialistas con formas capitalistas. Finalmente, se proponían
objetivos específicos para la economía chilena: el lograr una mayor independencia
económica, paso de una economía excluyente a una de participación popular,
mejoramiento de la distribución del ingreso, reestructuración del aparato productivo en
vista de mejorar el nivel de vida, incremento de la acumulación y reorientación de su
destino, ampliación del área de propiedad social, aumento de la producción con el fin de
pasar a una economía de desarrollo sostenido y una economía más equilibrada en el
ámbito espacial61.
Sin embargo, las reformas emprendidas por Salvador Allende alienaron a gran
parte de la población, al mismo tiempo que se revelaban como incapaces de fomentar un
crecimiento económico sostenido. A más de un año de que la Unidad Popular asumiera
el mando, el Estado chileno enfrentaba una seria crisis de liquidez, una inflación que no
paraba de crecer, crecientes demandas sociales y una fuerte y declarada oposición por
parte de los Estados Unidos. El 11 de septiembre, y la salida involuntaria de Allende del
poder, conllevó a la anulación de la mayoría de las reformas implementadas durante los
tres años de gobierno, con lo cual se encaminó hacia el establecimiento de un Estado
autoritario y un modelo económico liberal62.
Se entendía la crisis de la situación económica como el resultado de las políticas
socializantes que llevaban al Estado a tener un rol protagónico en la economía nacional,
lo que, además de ser ineficiente, argumentaban, implicó un ahogo en la libertad en
sentido de que anularía las iniciativas privadas. Ello quedaba más que claro en la
Declaración de Principios de 1974:

La posibilidad de que los particulares puedan emprender actividades


productivas, aparte de constituir un derecho que el Estado no puede ni
debe eliminar conforme a los principios expuestos, es además el único

60
Joaquín FERMANDOIS H.: “Ideología y Pragmatismo en la política exterior chilena durante la crisis
del sistema político 1970-1975” en Revista de Ciencia Política, Vol. 7, n°2, 1985, p. 175.
61
Jorge CHATEAU: Op. Cit., p. 85-86.
62
Víctor TORRES LACA: Las Armas de la revolución: armamentismo durante el Gobierno
Revolucionario de la Fuerza Armada 1968-1980, Tesis para optar el título de Licenciado en Historia,
Universidad Católica del Perú, 2008.

20
camino que permite un verdadero desarrollo de la economía. La
centralización excluyente de toda actividad económica por el Estado, no
solo conduce a una sociedad estatista que termina por negar prácticamente
la libertad personal, sino que además prescinde de la capacidad creadora
de los particulares en el terreno empresarial, cuyo reemplazo por el
burócrata perjudica el surgimiento de nuevas fuentes de producción y
trabajo63.
Se consideraba que tal ordenamiento económico constituía no solo el mejor, sino
el único medio por el cual llegar a un verdadero desarrollo económico, el cual era una de
las grandes metas del gobierno.
Se adoptaría una política de “Shock”, destina a forzar la recuperación de los
equilibrios macroeconómicos, empujando al mismo tiempo el comercio exterior hacia
una apertura unilateral de importaciones y una fuerte promoción de exportaciones64. Pero
como lo decía Bernard Laffittb, la situación económica que imperaba en Chile una vez
que Pinochet toma el poder aún no se resolvía en 1975, en gran parte por la crisis
económica internacional. Incluso reducida a la mitad, la inflación seguía siendo de 300%
al año. “Esta inflación, tanto por las reacciones económicas como las psicológicas
difícilmente controlables que ella provoca, constituye la plaga más grande de que padece
Chile”65. El producto nacional bruto, que había experimentado un aumento del 4.3% en
1974, cayó al 14.7% en 1975; el índice general de la producción industrial bajó
notablemente al 23%. Por su parte, las tasas de desempleo no iban mejor y llegaba al
16.5% a fines de 1975 tan solo en Santiago, esto aún con la garantía del Empleo Mínimo,
lo cual solo constituyó un pequeño paliativo. La balanza de pagos, que había tenido una
ligera mejoría en 1974, acusaba en 1975 el mismo déficit que en 1973 (278 millones de
dólares), el servicio de la deuda externa y la baja del precio del cobre eran los principales
responsables de ello.
La promulgación, y posterior ejecución del Decreto-Ley 600 en 1974 liberalizó el
régimen de inversiones extranjeras, la cual iba en contra de la política nacional-estatista
promulgada e impulsada por el Pacto Andino, institución en la que Chile jugó un
importante papel en los años del gobierno de los presidentes Frei Montalva y Salvador
Allende, pero que, sin embargo, abandonaría en 1976. Por otro lado, también se iniciaría
una política de desregulaciones y privatizaciones en diversos ámbitos y sectores
productivos de la economía nacional, originándose una división de posiciones frente a la
situación chilena al interior de los países desarrollados, pues, a pesar de que muchos
rechazaron el accionar del régimen en materia de Derechos Humanos, el factor económico
hacía entablar fuertes lazos con Chile.
Así, por ejemplo, en la década de 1970 las relaciones con España distaban en
demasía de ser buenas; no obstante, paradójicamente, se produjo un aumento de las
relaciones económicas entre los dos países. Las razones principales fueron la cooperación
de gobierno a gobierno y el aporte financiero a las organizaciones no gubernamentales
chilenas. Después de todo, “el aislamiento fue político y no económico”66. Similar fue lo
ocurrido con Italia. Sin embargo, tras el golpe del 11 de septiembre, Chile había roto

63
Junta Militar: Declaración de Principios del Gobierno Militar, 11 de noviembre de 1974. Disponible en:
http://www.archivochile.com/Dictadura_militar/html/dic_militar_doc_junta.html
64
Manfred WIHELMY; Roberto DURÁN: “Los principales rasgos de la Política exterior chilena entre
1973 y el 2000”, en Revista de Ciencia Política, Vol. 23, n°2, 2003, p. 275.
65
Bernard LAFFITTB: “Chile: Tres Años Después”, en Memorial del Ejército de Chile, n° 349, 1977, pp.
21-22
66
Elizabeth Abigail SAMPSON: “Pinochet y la Política Exterior: ¿Política de Progreso y Productividad o
Política de Regresión y Represión?”, Revista Estudios, n°29, 2014, p. 19.

21
relaciones con la Unión Soviética, la República Democrática Alemana, Polonia, Hungría,
Checoslovaquia, Yugoslavia, Bulgaria y Vietnam del Norte. Chile debió buscar nuevos
socios comerciales en el mundo.
Ante ello “Chile deberá proyectar su acción de amistad y complementación
comercial -en su calidad de país marítimo continental-hacia los países ribereños del
Océano Pacífico” 67. Tanto Corea del Sur, China, Tailandia, Indonesia, Japón y Singapur
estuvieron en la mira chilena. Estas nuevas relaciones comerciales respondían,
principalmente, a que la región pacífica era el ámbito más próximo y natural para la
expansión y crecimiento geopolítico chileno. También estaba el factor de universalizar
las relaciones bilaterales para contrarrestar el aislamiento que se verificaba en ámbitos
multilaterales. De esto se desprendía la negación de la práctica de “desarrollo hacia
adentro” y la apertura del modelo “abierto” de la economía, en la que el Estado disminuía
su rol proteccionista y empresarial. El principio de la “Era del Pacífico” fue adoptado casi
al pie de la letra en el gobierno de Pinochet.
La restauración de la economía chilena en el nuevo Régimen se organizó en un
proceso lento, con sus vaivenes, pero continuo. “El gobierno parece haber tomado
conciencia de los límites soportables de su política en el plano social”68, volviendo
notablemente a un sistema de fijación drástica de precios para cierto número de productos
básicos, restituyendo el crédito a las empresas industriales y a determinadas inversiones.
Desde el punto de vista exterior, se realizan esfuerzos para presentar perspectivas
atrayentes indispensables para el cambio de la situación económica, propiciando el viraje
a la economía liberal. Mientras unos sectores observaban estos drásticos cambios y
denunciaban el costo político y social, otros, en cambio, vieron las políticas económicas
de la nueva administración como una promesa de superar el estancamiento económico y
la persistente hiperinflación, así como el surgimiento de excelentes perspectivas
comerciales y oportunidades de inversión.

III. Factor Diplomático


Como nos lo dice Elizabeth Sampson, El factor diplomático es de suma
importancia para un Estado, porque ningún país es una isla. Ningún país puede existir sin
el intercambio, la cooperación y/ o los esquemas de integración regional. Ningún país
tiene todos los recursos en el mundo69. Chile, en la década de 1970, no era la excepción.
De esta manera, la política exterior de la Unidad Popular persiguió estos objetivos, aunque
con un fuerte sentido ideológico. Se argumentaba que la posición tercermundista de chile
lo obligaba, moral e históricamente, a una transformación antimperialista y un enfoque
antagónico a éste. También se ostentaban ciertos paradigmas (Cuba en el ámbito cercano
y la URSS en el mundial) que presentaban aquel estado superior de las relaciones
internacionales. Principalmente es desde ahí que este movimiento antiimperialista
suponía un acercamiento automático de Chile con el Bloque socialista70. Así lo aclaraban
en el programa de la Unidad Popular de 1970:

Se promoverá un fuerte sentido latinoamericanista y antiimperialista por


medio de una política internacional de pueblos antes que de cancillerías

67
Herbert ORELLANA HERRERA: Op. Cit., p. 373.
68
Elizabeth Abigail SAMPSON: Op. Cit., p. 23.
69
Ibidem., p. 2.
70
Joaquín H. FERMANDOIS: Op. Cit, p. 171.

22
[…] Se reforzarán las relaciones, el intercambio y la amistad con los
países socialistas71.
Este intercambio se inicia precisamente con el gobierno de la UP, pues antes de
1970 eran casi inexistentes. Pero no alcanzaron a tomar un gran volumen: las
exportaciones pasaron de casi cero en 1970 a 51,76 millones de dólares en 1972 (4,3%
del total) y las importaciones a 20,19 millones (1,1% del total). Además, estos países
concedieron créditos por 445,4 millones de dólares, pero no en moneda fresca, sino en
montos disponibles para adquirir alimentos o maquinarias producidas por ellos (Jorge
Magasich, p. 19). Por otro lado, el panorama político en América latina durante 1970-73
era más bien desfavorable. Tanto Brasil como Argentina estaban gobernados por
dictaduras militares derechistas, igual que Bolivia, mientras que Uruguay de Bordaberry
se asemejaba a ellas. Por su parte, Ecuador conocía la quinta presidencia del caudillo
Velasco Ibarra, esta vez enfrentado con Estados Unidos por los ingresos del petróleo; en
Colombia gobernaba el conservador Misael Pastrana y en Venezuela el socialcristiano
Rafael Caldera, más bien hostil al gobierno chileno. Solamente el gobierno mexicano de
Luis Echeverría y el peruano de Velasco Alvarado mostraron cierta simpatía por la
experiencia chilena.
Pero, de manera obvia, si se desea analizar el ámbito diplomático chileno en la
región en la década de 1970 es obligación remontarse a los sucesos que conllevaron la
creación de imágenes y representaciones mutuas entre Chile y sus vecinos: La Guerra del
Pacífico (1879-1884). Un suceso que ha propiciado suspicacias y confianzas difíciles
entre Chile y sus vecinos más cercanos, pues, “La crisis entre Chile y el Perú en la década
de 1970 tiene un fuerte componente emocional y, atípicamente, no tienen su origen en
una diferencia por asuntos de límites”72. Si bien tanto el Régimen del presidente Velasco
Alvarado como el gobierno presidido por Salvador Allende concordaron en variados
puntos respecto a su política exterior, en especial en lo referente a la nacionalización de
los recursos naturales, ello no significaba que los conflictos entre Perú y Chile se hayan
acabado. Solo cabe recordar que la carrera armamentista peruana comenzó en el gobierno
de Belaúnde Terry, pero que se acrecentó en gran medida bajo la dirección de Juan
Velasco Alvarado.
“Los primeros años del régimen militar [peruano] fueron un periodo
particularmente favorable en las relaciones peruano-chilenas, ambos países compartían
objetivos similares, así como un común antagonista en los Estados Unidos, de manera
que optaron por las vías de la acción conjunta y la integración”73. Y aunque había mutuas
acusaciones de armamentismo por ambas partes, las relaciones se veían sólidas. Pues
como se especificaba en el programa de gobierno de la Unidad Popular, “La integración
latinoamericana deberá ser levantada sobre la base de economías que se hayan liberado
de las formas imperialistas de dependencia y explotación”74.
Empero, “el fantasma de la guerra” con Chile se hizo manifiesto como resultado
de la inestabilidad política interna del gobierno de Allende (tras la crisis y la oposición de
Estados Unidos). El gobierno de Allende, con el fin de mantener a los militares contentos,
al igual que lo hizo Belaúnde Terry en su momento, aceptó petitorios de compra de armas
presentados por las instituciones castrenses. Los desarrollos políticos y militares en Chile
fueron causa de preocupación para el gobierno peruano; “pues, si bien Allende se había
mostrado como un personaje amistoso, su permanencia en el cargo estaba lejos de ser
71
UNIDAD POPULAR: Programa básico de gobierno de la Unidad Popular: candidatura presidencial
de Salvador Allende, p. 32.
72
Aquiles GALLARDO PUELMA: Op. Cit., p. 103.
73
Víctor TORRE LACA: Op. Cit., p. 30.
74
Aquiles GALLARDO PUELMA: Op. Cit., p. 34.

23
segura”75. Las compras de armas por parte de Chile complicaron todavía más la situación.
A la par del incremento de las tensiones, las relaciones peruano-soviéticas iban
aumentando, dado que la URSS era vista como una fuente alternativa de capitales,
tecnología y mercados ante posibles represalias estadounidenses.
Ya en 1973, tras el derrocamiento de Allende, comenzaron las complicaciones
entre ambas naciones. El golpe de Estado “generó una serie de problemas inmediatos,
empezando por la falta de información sobre los propósitos del nuevo gobierno en chile
y qué ocurriría al interior del país”76. También afectaba la tendencia misma del gobierno
y la visión geopolítica de Pinochet, pues como decía el general Javier Tantaleán: ‘los
problemas vinieron después’, específicamente con Pinochet y se vinculaban directamente
con ‘algunos libros (suyos) relacionados con la geopolítica’, especialmente al tomar la
tesis de autores como Kjellén, Haushoffer y Ratzel sobre el carácter orgánico del Estado,
incluyendo al expansionismo como tendencia natural. Por otro lado, como lo percibía el
general Miguel Ángel de la Flor, la filiación portaliana de Pinochet demostró que había
que tener en cuenta la seguridad nacional, dado que Portales fue un permanente enemigo
del Perú77.
Por otro lado, las compras de armas en Francia y el llamado al servicio activo de
las reservas de las Fuerzas Armadas, fueron interpretados como acciones contra el Perú.
En Chile se tenía la misma preocupación, de que la inestabilidad del país propiciara un
ataque peruano. En suma, ambas naciones se temían mutuamente. Esto se agravaría aún
más con la tendencia anticomunista del Régimen de Pinochet, en la que se buscaba la
confrontación ideológica con el bloque soviético y sus aliados, por ello de ahí en adelante
el eje de su postura internacional sería el anticomunismo78. Y si bien existió un
acercamiento entre los Estados Unidos y Chile, las políticas de represión y regresión que
Pinochet implementó en el país dieron como resultado el alejamiento y una serie de
sanciones por parte del país del norte, aunque muchas veces mostró una actitud
ambivalente, pues mientras en un comienzo mostró su apoyo, más tarde le denunciaría.
Fuese como fuese, “La actitud de Pinochet, sus políticas de represión y regresión y su
política exterior redujeron sus socios”79. Incluso cuando el recién nombrado ministro
Oscar Bonilla Bradanovic se preguntaba: could it possibly be said that usg was more
favorable to a marxist than an anti- marxist regime? And in these same ideological terms,
was it fair to consider chilean and peruvian requests for us arms on a more or less even
basis?”, la respuesta de los los Estados Unidos fue: “they prefer democratic governments
and institutions to dictatorships or other authoritarian regimes, and this inevitably
influences members of congress and organs of public opinion. Human rights problems
are very real factor in chile, and there is no doubt they increase our difficulties in meeting
chilean needs”80.
Sin embargo, la problemática de la mediterraneidad boliviana, que nuevamente
salía a flote, ofrecía oportunidades al Régimen chileno. Bolivia también se mostraba
dispuesta a entablar negociaciones: “Si saliéramos al Pacífico gracias a alguna fórmula
de nuestros gobiernos sería una jornada de gloria. No podemos desconocer que durante

75
Víctor TORRE LACA: Op. Cit., p. 31.
76
Ibidem, p. 35.
77
José RODRÍGUEZ ELIZONDO: Chile-Perú. El siglo que vivimos en peligro, La Tercera Mondadori,
Santiago, 2004, pp. 62-73.
78
Roberto DURÁN: “Lo Constante y lo variable de la política exterior chilena durante los años 1974-1984:
Un Análisis Introductorio”, en Revista de Ciencia Política, Vol. 7, n°2, 1985, p. 174.
79
Elizabeth Abigail SAMPSON: Op. Cit., p. 15.
80
New Defense Minister complains Re US arms Deliveries: 17 de julio de 1974. Declassified/Released US
Department of State EO Systematic Review 30 JUN 2005: Disponible en:
https://search.wikileaks.org/plusd/cables/1974SANTIA04226_b.html

24
muchos años nuestro pueblo tuvo resentimiento hacia Chile. No de ustedes hacia
nosotros, porque el vencedor jamás odia. Ahora, con la reanudación de relaciones, los
bolivianos tienen optimismo, paciencia y esperanzas. El resentimiento se ha disipado”81.
En suma, se muestra la plena disposición boliviana con tal de negociar, incluyendo una
compensación lógica tanto para el pueblo como para el gobierno chileno; no obstante, al
igual que las relaciones con Perú. Pero ¿qué es lo que Bolivia ofrecía a cambio de una
salida soberana al mar? “Tenemos gas, tenemos petróleo, podemos hacer complejos
petroquímicos en la costa o donde quiera. Podemos surtir de carne, de alimentos. Todo lo
que Chile necesita nosotros lo tenemos aquí, y no necesitaría recurrir a ninguna otra parte,
porque está ahí a la mano”82.
No obstante, ¿ello cómo ayudaba en las relaciones exteriores chilenas, más si
consideramos que Perú tenía la mayor disposición ante el problema boliviano y un amplio
interés en participar en las negociaciones? Es el mismísimo presidente Banzer quien se
encarga de responder: “ofrecemos cinco millones de hermanos. Cinco millones de
amigos. ¿Usted cree que eso no es? ¡Eso es mucho! Y están también los amigos de
Bolivia, amigos que estarían dispuestos a ayudar a Chile. Estoy seguro que de encontrarse
una solución, Chile encontraría muchos amigos, aparte de Bolivia, lo que le ayudaría en
su posición internacional”83. En otras palabras, si Chile cedía a las demandas bolivianas
se ganaría su apoyo. “Chile intenta neutralizar la tensión con Perú estableciendo con
Bolivia una relación especial”84, materializada en un “proyecto de corredor”, el cual
pretendía dar cabida a las expectativas bolivianas.
De esta manera, Chile procura anticiparse a una eventual alianza peruano-
boliviana. Logrando entablar relaciones con Banzer, Pinochet realiza un movimiento
hacia Brasil, percibiendo una oportunidad de éxito para el cerco en que se hallaba: “En
aquella oportunidad, por cierto, se gestaron las bases del entendimiento que terminaría
por sacar a Bolivia, al menos momentáneamente, de la zona de influencia peruana, en
consideración a una eventual solución al problema de la mediterraneidad”85.
Fue así como en 1975 los presidentes Pinochet y Banzer lograban restablecer las
relaciones diplomáticas en Charaña, interrumpidas desde 1962. Incluso muestras de
amistad quedaron de manifiesto en el Acta de Charaña, con la cual “expresan la voluntad
de llegar a entendimientos globales y de continuar el diálogo a diversos niveles para
buscar fórmulas de solución a los asuntos vitales que confrontan Chile y Bolivia”.
Conjuntamente, el presidente Banzer declaró que la solución para la aspiración boliviana
a una salida al mar podría ser resuelta en una reunión cumbre en la cual participaran los
presidentes de Perú, Chile y Bolivia: “no sólo tendríamos, sino que debemos encontrar
una solución tripartita”86.
De forma paralela, el Presidente chileno evita entrar en roses con Argentina, por
lo que se entrevistaría con Juan Domingo Perón en su regreso del viaje de Brasil. Así, el
factor de equilibrios (con Argentina, Brazil y Bolivia), o manejo del frente diplomático
resultó fundamental en su manejo de la crisis con el Perú, en la que se esperaba construir
un eje anticomunista (Santiago, La Paz y Brasilia)87. Incluso la prensa argentina daba

81
Bolivia y su aspiración al mar. Revista Ercilla, Año XLII, n° 2095, semana del 24 al 30 de septiembre,
1975, p. 53.
82
Ídem., p. 54-55.
83
Ídem., p. 55.
84
Roberto DURÁN: Op. Cit., p. 180.
85
Aquiles GALLARDO PUELMA: Op. Cit., p. 105.
86
Relaciones entre Chile y Bolivia. El Mercurio, 9 de febrero de 1975, pp. 23. 26..
87
Aquiles GALLARDO PUELMA; Op. Cit., p. 105.

25
testimonio de aquello: “la formación de un eje ideológico entre Chile, Bolivia y Brasil; el
destino aparente de este bloque sería aislar a Perú y Argentina”88.
De hecho, para este último caso es que se impuso lo que Aquiles Gallardo Puelma
ha denominado Diplomacia Castrense, la cual era la tendencia de los gobiernos militares
a sostener lazos directamente desde los niveles uniformados. Paralelamente a los
contactos entre cancillerías y las instancias formales, este tipo de diplomacia era llevada
a cabo ‘por los mismos comandantes chilenos que de noche despliegan las tropas en la
frontera. Primero el comandante Odlanier Mena y después el comandante Jorge Dowling
[…] establecen estrechas relaciones con el mando militar de Tacna […] tratando de
apaciguar la llamada ‘zona caliente’, la gran amistad que surge ayudaría en más de alguna
ocasión a aquietar el polvorín fronterizo’89.
IV. Factor Militar
En los elementos militares, el Programa de gobierno de la Unidad Popular
procuraba definir las Fuerzas Armadas en función de su contribución “al desarrollo
económico del país sin perjuicio de su labor esencialmente de defensa de la soberanía”90.
Desde un primer momento, Allende precisó que la renovación del sector militar no iba a
consistir en sustituirlas ‘por milicias populares o por ejército popular’91, aunque indicaba
que esperaba que aquel sector estuviera mucho más cercano al gobierno respecto al
proceso revolucionario. No obstante, como lo sostiene J. Fermandois, desde 1972 la
sociedad civil y la militar vivió “una suerte de cultura política paramilitar”92. Esto mismo
activaría a las Fuerzas Armadas como un actor político de consideración y que podía
decidir en medio de un entorno de radical e irremediable polarización.
Fue precisamente para garantizar el orden que el gobierno procuró contar con su
apoyo, las cuales mantenían una tradición de no-intervención en asuntos políticos, pero
eran cortejadas por sectores de derecha para intervenir para derrocar a la Unidad Popular.
Una de las formas empleadas por el gobierno para contrarrestar estas acciones fue aceptar
los requerimientos de compras de armas de los institutos castrenses a fin de mantenerlos
satisfechos y ocupados en asuntos profesionales. Aunque ya esto venía como propuesta
desde el comienzo del gobierno:

Sobre estas bases, es necesario asegurar a las Fuerzas Armadas los medios
materiales y técnicos y un justo y democrático sistema de remuneraciones,
promociones y jubilaciones que garanticen a oficiales, suboficiales, clases
y tropas la seguridad económica durante su permanencia en las filas y en
las condiciones de retiro y la posibilidad efectiva para todos ascender
atendimiento sólo a sus condiciones personales93.
Esta tendencia de participación de los militares en la toma de decisiones pronto
fue total y, por otro lado, la creciente compra de armas pasó de estar destinada al elemento
interno a lo completamente externo. Incluso con este balance en los aspectos diplomáticos
durante el mandato de Augusto Pinochet, la cuestión bélica fue una constante para el

88
Sin Pactos ni agresión. Revista Ercilla, Año XLII, n° 2097, semana del 8 al 14 de octubre, 1975, pp. 8-
9.
89
Aquiles GALLARDO PUELMA; Op. Cit., p. 111.
90
UNIDAD POPULAR: Programa básico de gobierno de la Unidad Popular: candidatura presidencial
de Salvador Allende, pp. 18-19
91
Gonzalo ROJAS SÁNCHEZ: Op. Cit., p. 262.
92
Aquiles GALLARDO PUELMA: Op. Cit., p. 175.
93
UNIDAD POPULAR: Programa básico de gobierno de la Unidad Popular: candidatura presidencial
de Salvador Allende, p. 19.

26
gobierno de Chile, y es que “Durante 1974 y 1975 la tensión prebélica ha subido y bajado
en Chile, como un tobogán. Desde que el general Juan Velasco Alvarado iniciara en el
Perú el mayor rearme de su historia, el gobierno del general Pinochet se prepara para
enfrentar un posible ataque peruano. Y aunque pocas declaraciones bélicas se han
cruzado, en Chile persiste la certeza de que, si puede, Velasco va a intentar recuperar la
zona de Arica, perdida en la Guerra del Pacífico”94.
En 1970, el Perú, ahora el mayor antagonista de Chile, había comenzado a
abastecerse de equipo militar en la Unión Soviética y ya en 1974 era el mejor cliente
latinoamericano de Moscú. ‘En diciembre de 1974, la revista alemana Stern publicó un
artículo donde sostenía que ‘la cantidad de armas entregadas por Rusia al Perú iguala
aquella que fuera entregada por los soviéticos a Vietnam del Norte’. Y citando un
documento secreto en su poder; la revista agregaba: ‘la compra de armas por parte del
Perú está dirigida contra Chile’95. Los militares chilenos estaban al tanto que todas
aquellas situaciones estaban dirigidas hacia el sur.
Por esto mismo, el gasto militar estaba enteramente dirigido a igualar las
adquisiciones peruanas. Entre 1974 y 1975 Pinochet duplicó el gasto de defensa, aumentó
los años el servicio militar; multiplicó por ocho el contingente en el norte y ordenó el
mayor desplazamiento estratégico de la historia moderna de Chile.
Todas las fuerzas chilenas, en un movimiento de hombres y armas, fueron
emplazadas en el norte. En una mudanza que duraría más de año y medio, todo el material
bélico y personal se trasladó al norte: ‘Los viejos fusiles ‘mauser’ de los regimientos del
norte viajaban al sur, para ser cambiados por el armamento más moderno que tenían esas
unidades. Los escasos tanques -incluyendo a los que ya no caminaban, pero podían
disparar desde un posición estática-partieron, al igual que las municiones, las armas
antiblindajes y antiaéreas’96.
En el mismo período se construyó una base aérea en Chucumata, en las cercanías
de Iquique. Por el mar se realizaban las mismas operaciones: toda la escuadra, los
submarinos y las fuerzas anfibias se estacionaron desde 1974 en adelante desde Puerto
Aldea hacia el norte. Buques con municiones y buques-hospitales se fondearon en los
recodos de bahías y ensenadas.
No obstante, pese a estos preparativos, las Fuerzas Armadas no estaban en
condiciones para enfrentar un conflicto bélico con el Perú, el cual le llevaba al menos
cinco años de ventaja en la adquisición de armamento. Reuniendo todos los tanques
chilenos, no se alcanzaba a completar una sola unidad. La escasez de munición también
era problemática, al punto que un oficial de blindados en Antofagasta recuerda haber
disparado solo un proyectil de adiestramiento en todo el año de 1974. Misma situación
que hacía que los nuevos reclutas debieran practicar con balas de cañón de madera97.
Chile inició, entonces, el mayor gasto de defensa de las últimas dos décadas. A
pesar de encontrarse en una difícil situación económica, el gasto militar saltó de un 3.3%
de PGB en 1973 a un 5.3% en 1974. Al año siguiente se empinó al 5.7%. Ni siquiera en
la crisis de 1978 con Argentina, cuando se estuvo al borde de la guerra, Chile volvería a
gastar tanto en defensa; sin embargo, estas cifras no fueron suficientes para cubrir las
necesidades militares del país, pues el gobierno estadounidense suspendió completamente
el abastecimiento de repuestos e implementos militares98. La posibilidad de un ataque y
derrota chilena parecía inminente:

94
Percy ZAPATA MENDO: Los Días en que Chile Estuvo a Punto de Ser Invadido por el Perú, p. 3.
95
Citado por Aquiles GALLARDO PUELMA: Op. Cit., p. 108.
96
Idem.
97
Ibidem, p. 109.
98
Roberto DURÁN: Op. Cit., p.182

27
Chilean armed forces are alarmed over the russian weapons and
technicians in Peru and rightly or wrongly consider them a direct threat
to northern Chile99.
Por ello mismo, y dada la superioridad técnica y material de su adversario,
Pinochet no podría optar a la gloria del triunfo de producirse un conflicto, sino solo evitar
la guerra (hipótesis máximas) o perderla por poco, elevando el coste de los atacantes100.
De esta manera, el factor militar, a pesar de estar presente en las proyecciones geopolíticas
que Chile concebía del territorio y los vecinos más cercanos, durante la década de los 70,
especialmente hacia 1975, Chile mostró una voluntad negociadora en momentos de
debilidad política interna y externa, y es que “la guerra tocaba a la puerta justo cuando
estábamos más débiles y políticamente divididos, con miles de exiliados y torturados, con
pocos amigos en el mundo, con tradicionales aliados que no nos vendían repuestos ni
municiones. Más aislados que nunca, solos y esperando”101.

99
Arms and the Chilean Army: 21 de marzo de 1974. Declassified/Released US Department of State EO
Systematic Review 30 JUN 2005: Disponible en:
https://search.wikileaks.org/plusd/cables/1974SANTIA01385_b.html
100
José RODRÍGUEZ ELIZONDO: Op. Cit., p. 166.
101
: “Los años en que vivimos en peligro, 1975-1978”. Informe Especial.

28
CONCLUSIÓN
América latina representó para EEUU y Rusia el centro de disputas geográficas,
política y estratégicas para la defensa de sus ideas e intereses. Con respecto a los aspectos
militares y de seguridad ambas potencias establecieron una compleja red de bases
militares y de inteligencia para fortalecer el alcance de su dominio y poder, en detrimento
de las fuerzas y el contenido ideológico de su adversario. Justamente el factor político
jugo un rol clave para contrarrestar la esfera de dominio político en la región a través de
la diplomacia y la lucha contra el enemigo interno. La geografía y los recursos también
son elementos estratégicos que necesitaban ambas potencias para satisfacer su producción
y demandas.
Perú, por su parte, tenía un gobierno que simpatizaba con la izquierda, así como
Chile desde 1970. Esta relación de cordialidad se quebró permanentemente en 1970 para
dar paso a un escenario de tensión: ambos gobiernos militares defendían ideologías
diferentes. Pinochet con su gobierno prooccidental y Velasco con un gobierno cercano a
la izquierda, fue un reflejo de lo que ocurría a nivel mundial entre las dos superpotencias
que se dividían el mundo en aquel momento. Velasco y la población peruana, aún
asechada por el fantasma de la Guerra del Pacífico, se embarcaron en un escenario de
tensión que estuvo a punto de llegar a las armas, esto porque la Unión Soviética y Cuba,
como sus principales aliados, le prestaron apoyo diplomático y militar, mientras Chile,
que si bien su gobierno era del bloque occidental, su reputación en el plano internacional
no era la mejor. Al final, la repercusión de la Guerra Fría manifiesta en el mundo llegó
también a materializarse en la crisis geopolítica de la diplomacia militar entre ambos
países, donde Bolivia también alcanzó a intervenir, aunque su figura haya sido
neutralizada.
Por otro lado, el plano chileno no se libró de las representaciones y estrategias que
los dos bloques líderes en la Guerra Fría plantearon para América Latina; de hecho, estas
vinieron a agravar aún más las ya centenarias tensiones en la región. En el plano interno
la cuestión no fue diferente, pues el gobierno de la Unidad Popular, bajo la presidencia
de Salvador Allende, procuró estar acorde con ciertas perspectivas del bloque soviético,
especialmente en lo económico y las cuestiones internas; más no así con lo militar y
diplomático, dotando a este último aspecto de un fuerte sentido ideológico. Por su parte,
el gobierno de la Junta Militar aplicó una geopolítica que le permitiera salir del
aislamiento en que Chile se encontraba: en el plano interno impulsó la regionalización
para salir de la crisis económica y también se abrió hacia el pacífico en busca de nuevos
socios comerciales. En lo diplomático se buscó el neutralizar a los principales adversarios
(Perú), estableciendo un verdadero eje anticomunista (Santiago, La Paz y Brasilia),
mientras que lo militar fue, paradójicamente, el principal dolor de cabeza. De tal manera,
que la geopolítica aplicada de Pinochet estaba orientada solventar los principales
problemas que aquejaban a Chile tras el gobierno de la UP e impedir que nuevos surgieran
en el futuro (conflicto vecinal).

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FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA

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