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Para los cronistas del Islam apenas fue una de tantas escaramuzas libradas por una
expedición de castigo, y los montañeses asturianos residentes en zonas de difícil acceso no
constituían un objetivo de los emires. Según la crónica de Alfonso III, Pelayo estaba con
sus fieles en el monte Aseuva, cuando el ejército musulmán llegó para atacarle, contando
con la ayuda de Algama, obispo de Oppas e hijo de Witiza, "por cuya traición habían
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perecido los godos". En el combate, también la crónica, habrían muerto 125.000 moros,
muriendo en la huida otros 73.000. En cambio, para el cronista Al Maxqqari, Pelayo fue un
hombre simplemente con fortuna, y los musulmanes desistieron por falta de interés en la
conquista de unas tierras poco propicias para su modo de vida: en aquel momento, sus
aspiraciones poco tenían que ver con el Norte, y se centraban más en el Este, camino de
Francia (hasta la derrota en el 732 de Abderramán por las tropas de Carlos Martel en
Poitiers). Pelayo, según Sánchez Albornoz, en todo caso careció de una visión de
"reconquista": ¿tiene algo que ver la clase antes propietaria de los suelos conquistados por
los musulmanes y los protagonistas de la -entonces- mal llamada "reconquista"? Pelayo y
sus fieles simplemente son un ejemplo de la resistencia a ser conquistado por las armas, y
en absoluto un representante de esa España que "se refugia" (según el relato clásico) en las
montañas intrincadas asturianas. Por lo demás, Pelayo aprovecha la disensión civil entre
los conquistadores musulmanes: los beréberes se habían sublevado contra los árabes, y
éstos llamaron a los sirios en su ayuda, provocándose una guerra civil que los cristianos
norteños aprovecharán para afianzar su dominio en las montañas asturianas.
El reino asturleonés entre los siglos VIII y X fue bastante menos deudor de los
sucesos de Covadonga de lo que la "Crónica de Albelda" o las dos versiones de la "Crónica
de Alfonso III" habían supuesto: a lo sumo es un episodio añadido a la resistencia de
cántabros, astures y vascones contra romanos y visigodos, y por tanto está en las antípodas
de la idea de una "revancha" frente a los musulmanes, una reconquista. El mito legendario
se gestará muy a posterior, ya en el siglo IX.
En realidad, los orígenes del reino asturiano hay que retrasarlos hasta mediados
del siglo VIII, coincidiendo con la gran sublevación de los beréberes y el abandono por
éstos de las guarniciones situadas frente a las tribus montañesas, siempre insumisas,
contenidas en sus territorios desde la época romana, poco o nada controladas por los
visigodos y rebeldes igualmente a los musulmanes. Covadonga es pues obra de tribus poco
romanizadas que defienden su modo de vida, su organización económica -basada en la
pequeña propiedad y en la libertad individual- frente a los musulmanes, herederos y
respetuoso con la organización económico-social de los visigodos, basada en la gran
propiedad y en la desigualdad social, en la existencia de señores y siervos.
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las crónicas que fue comido por un oso...: nada de su gobierno, de su carácter, etc.).
Probablemente, en el primer momento su reino incluía, además de Asturias, una pequeña
parte de Galicia. Por su parte, Cantabria tendría su propio dux, hasta que se produjo la
alianza de las dos familias en la persona de Alfonso I (heredando ambos territorios en el
año
757.
Por su parte, Fruela I tendría que sufrir los efectos de la pacificación del emirato,
que permitió a los musulmanes proseguir sus ataques. Pero cuando los musulmanes
desistan de la conquista de Galicia, Fruela aprovechará para repoblar Galicia hasta el límite
del Miño. Por otra parte, se producirán los primeros conflictos entre asturianos y vascones,
otra prueba más de la falta de identidad entre los reinos cristianos del norte. Sólo a
mediados del siglo, cuando Alfonso I destruye las guarniciones abandonadas por lo
beréberes y lleva consigo en la retirada a los habitantes de las zonas devastadas, puede
hablarse de los orígenes de un reino asturleonés cristianos o en vías descristianización y
con un fuete contingente hispanovisigodo que acabarán controlando política y
económicamente el nuevo reino, independiente porque las guerras civiles entre los
musulmanes impiden a los emires ocupar de los rebeldes del norte; bastará que Abd al-
Rahman I se proclame emir (756) y pacifique Al-Ándalus para que el reino asturleonés
vuelva a convertirse en vasallo de Córdoba durante los reinados de Aurelio, Silo,
Maugetano y Vermudo (768-791). La política seguida por éstos, de amistad y sumisión
hacia los musulmanes, no impidió, sino que alentó, quizá, la sublevación de los gallegos
contra Silo y de los vascos durante todo el período.
Alfonso II (791-842) reina tras Vermudo I. Por parte materna era descendiente de
vascones. La sumisión asturleonesa a Córdoba se expresa mediante la entrega de tributos.
Quienes están descontentos se agrupan en torno a Alfonso II, proclamado rey a la muerte
de Silo y obligado a refugiarse en Álava durante los años de Mauregato y del diácono
Vermudo I, quien, tras ser derrotado, volvió al estado clerical.
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de "las Cien Doncellas"?); independencia de la iglesia astur respecto a Toledo; creación de
una extensa tierra de nadie a orillas del Duero, que separará durante siglos a cristianos y
musulmanes. Alfonso II pudo negarse a pagar tributos gracias a las continuas
sublevaciones contra los muladíes de Mérida y Toledo, apoyadas por beréberes y
mozárabes, que impidieron a los cordobeses lanzar sus campañas e intimidación. En
cambio, la leyenda atribuye el fin de los tributos a las victorias de Alfonso II en batallas
dudosas como la de Clavijo, auxiliado milagrosamente por el apóstol Santiago, cuyo
sepulcro se cree haber descubierto por estos años. Poco importa que Santiago difícilmente
pudiera venir en vida a la Península: la creencia en este hecho es suficiente para que
Compostela se convierta en lugar de peregrinación, y ofreciéndosele un tributo.
La ruptura eclesiástica con Toledo, propiciada por los escritos del obispo de Osma
Eterio, fue acompañada de una fuerte visigotización, a la que no fue ajena la identificación
en las crónicas de los reyes astures con los visigodos: se copia su organización y su código,
el Liber Iudiciorum es adoptado como norma jurídica. Se traslada la metrópoli episcopal de
Braga a Lugo, se crean numerosos monasterios, un obispado en la capital del reino,
Oviedo, etc.
Pese a los ataques musulmanes, Alfonso II inicia una política ofensiva, reforzado
su control en Galicia y llegando a conquistar momentáneamente Lisboa (gracias al botín
Oviedo se puebla de palacios, baños, iglesias y monasterios).
Aprovechando una nueva guerra entre muladíes y las tropas de Córdoba, Alfonso
III ampliará sus dominios por el norte de Portugal en el 883, seguidas de repoblamientos.
Ya en los primeros años del siglo VIII se habían producido las primeras ocupaciones o
presuras a cargos de particulares que se hacen con tierras yermas: pero, allí donde no hay
protección oficial y reconstrucción de murallas y nuevas fortalezas, estas repoblaciones
están destinadas a volver a caer en manos árabes. Ordoño se encargará personalmente de la
repoblación de León, encargará la de Astorga a su hermano Gatón, Amaya al conde Castilla
Rodrigo...; Alfonso II repuebla la tierra orensana en vida de su padre, y encarga a otros
nobles la repoblación de Porto, Coimbra, Burgos... En otros casos, lo reyes ceden a los
nobles o eclesiásticos determinadas tierras con la obligación de ponerlas en cultivo, y de la
modalidad de la repoblación dependerá la organización social. La presura individual dará
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lugar a la aparición de campesinos libres y pequeños propietarios; la colectiva, a extensas
propiedades cultivadas por colonos o siervos, y serán éstas las que acaben imponiéndose y
absorbiendo a los pequeños campesinos más o menos rápidamente, según el número e
importante de las grandes propiedades existentes en cada zona.
B- LA MARCA HISPÁNICA.
En unión a los Banu Qasi del Ebro, los pamploneses mantendrán su independencia
frente a Córdoba y contra Aquisgrán. Cuando en el 806 se acabe la revuelta muladí,
Pamplona deberá aceptar la presencia franca para protegerse de los ataques musulmanes,
sólo hasta que de nuevo los Banu Qasi se sacudan la tutela omeya y ayuden a los vascos a
expulsar a los conde francos en el 824.
El uso de la expresión marca hispánica por los textos del siglo IX y la posterior
unión política de los condados catalanes han hecho creer a los historiadores que se trataba
de una unidad administrativa bajo un mando militar único (con capital en Barcelona). Pero
dicho concepto más bien es una referencia geográfica: no existe una marca (zona de
frontera a cargo de un marqués) como tal. Cada condado tiene su conde, que sólo ejerce su
autoridad en un condado, excepto allí donde es necesaria una mayor coordinación militar
(Bera es conde de Barcelona y Gerona cuando son atacadas por los musulmanes)
Dentro del imperio carolingio cada conde aspirará durante el siglo IX a convertir
en hereditario su cargo y las posesiones recibidas con él. Teóricamente, el emperador
encarna toda la autoridad y todo el poder, gobierna a través de los administradores locales
-los condes- y por mediación de los missi o delegados del rey con funciones inspectoras. Al
conde se confían la administración, justicia, política interior y defensa si es necesario, pero
su autoridad es dependiente de la voluntad del rey. Las guerras civiles, provocadas por Luís
el Piadoso al dividir el reino entre sus hijos, obligan a los condes a tomar partido y a los
aspirantes al trono a otorgar prerrogativas a sus partidarios: de ese modo, la Monarquía sale
debilitada. Como compensación a la fidelidad, el emperador dio Barcelona, Gerona,
Narbona, Rosellón y Ampurias a Berenguer: sin embargo, éste será incapaz de mantener
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tantas posesiones. Los nuevos condes lograrán arrancar al monarca el que los condados
sean hereditarios, lo que a su vez suponía que los condes llegaran a tener un poder
suficiente como para inquietar al rey. Por otra parte, la amenaza de los normando y
musulmanes también otorga gran protagonismo a los condes, ante la incapacidad de los
reyes de proteger dichas posesiones.
La repoblación fue hecha por el sistema de aprisio o presura controlada por los
condes y por sus funcionarios y en ella colaboraron activamente la sede episcopal de Vic y
los monasterios de Ripoll y de San Juan de las Abadesas, a los que se unen los nobles con
sus siervos y vasallos y grupos de pequeños campesinos cuya situación sería de bastante
libertad.
Pese a la discontinuidad y fragmentación política, a lo largo del siglo X es patente una
tendencia una unidad ya manifestada en el reconocimiento de un prestigio y de una
autoridad eclesiástica común. Se realizan importantes esfuerzos para poner fin a la
anarquía existente mediante la fijación de los deberes y derechos de señores y vasallos
feudales, mientras en el campo eclesiástico surge la institución de la paz y tregua de Dios
por la que se tiende a proteger los bienes eclesiásticos en todo tiempo y las personas de los
fieles entre las últimas horas del sábado y primeras del lunes para facilitar el cumplimiento
de los deberes religiosos.
C- ARAGÓN Y PAMPLONA.
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El valle del Ebro se sometió a los musulmanes sin apenas resistencia. Pamplona,
Huesca y Zaragoza se islamizaron rápidamente, mientras las zonas montañosas no fueron
en realidad ocupadas, aunque sí pagan tributos a los musulmanes: los valles de Pirineos
representan la libertad política -escasa islamización- dentro de una economía agrícola-
pastoril basada en la propiedad individual; en el llano, prevalece la gran propiedad
heredada de la dominación romanovisigoda. Ambos grupos de habitantes, los de las
montañas y los de los llanos alejados de las ciudades, pese a sus divergencias, tienen en los
carolingios y musulmanes a un enemigo común. Tras la intervención carolingia, el primer
conde aragonés será un franco, pronto sustituido (810) por el indígena Aznar Galindo, tal
vez para lograr la adhesión de los aragoneses: pronto los carolingios serán rechazados una
vez que se hayan librado de los musulmanes. Aznar se verá obligado a buscar el apoyo del
monarca navarro García Íñiguez para combatir la presión musulmana y carolingia. Pero la
posterior expansión de Navarra corta toda posibilidad de expansión aragonesa, hasta que
Sancho Garcés I de Navarra, con ayuda de los asturleoneses, ocupa zonas del sur de
Aragón: finalmente, por medio de una alianza matrimonial ambas regiones se unirán,
manteniendo Aragón cierta autonomía. La independencia de los navarros respecto a los
carolingios se traduce en que nombraron a sus jefes con el título de reyes, aunque su poder
era muy limitado. Además, dependía su independencia de la ayuda de los muladíes banu
Qasi (especialmente en tiempos de Musa ben Musa, hasta que a su muerte -862- acaba este
efecto de barrera respecto a los musulmanes de Córdoba)
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hegemonía real durante la segunda mitad del siglo X correspondió al reino de Navarra,
cuyos monarcas intervienen en el nombramiento y deposición de reyes leoneses. Además,
éstos fueron incapaces de mantener la unidad de sus dominios, de los que se independizaría
Castilla y en los que los condes gallegos actuarían con gran independencia contando, en
algunos momentos, con el apoyo de los musulmanes, que actúan de árbitros entre los
aspirantes al trono leonés.
Las diferencias entre los territorios que forman el reino surgen de nuevo en los
años finales de Alfonso III, cuyos hijos se sublevan contra el monarca y, a su muerte, se
proclaman reyes de León, Asturias y Galicia (años más tarde, los hijos de Ordoño II
reinarán en León, Galicia y Portugal), aunque reconociendo la superioridad leonesa.
Cuando Ordoño II (914924) reconstruya la unidad del reino, los castellanos se negarán a
secundar la política real de alianzas con Navarra por entender que favorecen la expansión
de este reino por La Rioja a costa de los castellanos, cuyos condes son destituidos por no
participar en la batalla de Valdejunquera (920), con la que Abd al-Rahman III reanudó las
hostilidades a los cristianos, y que impediría en adelante la repoblación de lugares
estratégicos como San Esteban de Gormaz, Osma, Viguera, etc.
Cuando Ordoño II muera se produce una guerra civil, y León no recobra su unidad
hasta el reinado de Ramiro II (931-951), que intenta unir a los cristianos contra el califa,
apoya a los rebeldes toledanos, refuerza la alianza con Navarra y derrota a Abd al-Rahman
en Simancas (939), lo que consolida las posiciones de los leoneses en el Valle del Duero y
permite repoblar Sepúlveda, Ledesma y Salamanca. Pero esto no impide que el conde
castellano Fernán González se sublevara y pusiera las bases de la independencia del
condado, efectiva a la muerte de Ramiro. Con ella se inicia la decadencia del reino leonés,
cuyos reyes son nombrados por castellanos y navarros, y dependientes de los omeyas para
protegerse de las destituciones de éstos (el propio Sancho I "el Craso" fue curado de la
obesidad que padece por los médicos cordobeses), pagando tributos a los califas. Sin
embargo, esta sumisión a Córdoba no evitará que la llegada de Almanzor se traduzca en la
destrucción de Zamora en el 981, o la derrota de castellanos, navarros y leones en Rueda,
el saqueo de Sahagún, la campaña contra Santiago de Compostela, etc. Pese a lo cual
frecuentemente Almanzor será llamado a arbitrar entre el conde castellano y el portugués
Menendo González sobre la disputa por la tutela del nuevo rey, Alfonso V.
E- LA CASTILLA INDEPENDIENTE.
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individual frente a la servidumbre astur-leonesa (de tipo gótico) será la primera
característica: pues en Castilla se alternará la agricultura con el ejercicio de las armas,
dado el carácter fronterizo, mientras en Asturias y León la guerra es fundamentalmente
una fundación nobiliaria.
Desde las fortalezas que desde el principio los condes castellanos se ven obligados
a erigir para paliar la inexistencia de defensas naturales, dichos nobles desafiarán
frecuentemente la autoridad de los reyes leoneses. El proceso de independencia de Castilla
es en muchos puntos similar al de los condados catalanes; zona fronteriza y con una
población que por sus orígenes y modos de vida distintos de los leoneses tienden a
manifestar políticamente sus diferencias. La división de Castilla en numerosos condados,
cuyos dirigentes no siempre actúan de acuerdo, permite a los monarcas de León mantener
su autoridad sobre la zona, pero las necesidades militares exigen un poder unificado al que
se llega cuando Fernán González recibe los condados de Burgos, Lantarón, Álava, Lara y
Cerezo, con lo que tiene fuerza suficiente como para enfrentarse al rey leonés.
Combinando la sublevación con la sumisión y la ingerencia en el nombramiento de reyes
leoneses, apoyado por Navarra, conseguirá mantener unidos los condados castellanos, y
transmitirlos a su hijo García González (970-995), que actúa ya como señor independiente
aun cuando reconozca la superioridad jurídica del rey leonés.
Para combatir a los musulmanes, el conde castellano favorece a los campesinos
que dispongan de un caballo apto para la guerra, les concede el título de infanzones
(miembros de la nobleza de segundo grado) y con su ayuda ocupa diversas plazas en la
zona del Duero.
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A la muerte de Sancho (1017), Castilla ya ha alcanzado cierta madurez, y puede
ser gobernado por un menor de edad, García. El posterior asesinato de García en León
llevaría a los castellanos a entregar el condado a Sancho el Mayor de Navarra.
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En los reinos occidentales Sánchez Albornoz ha podido probar la existencia de
pequeños propietarios. El pago de la deudas de los daños causados a terceros, de los
derechos y penas judiciales, obligan a desprenderse de las tierras o a buscar un prestamista
que exige como contrapartida la cesión voluntaria de las tierras que poseían los pequeños
propietarios, quienes desprovistos de otros medios de subsistencia se ven obligados a
emigrar siguiendo el avance repoblador o a entrar al servicio de monasterios y nobles como
colonos.
Jurídicamente distintos de los libertos y colonos, los siervos pueden ser vendidos
como cosas, y su situación es parecida a la de los colonos por cuanto el señor prefiere
liberar a los siervos y entregarles unas tierras para que las cultiven, pagando los censos y
prestaciones habituales. Liberándolos, el señor actuaba de acuerdo con las enseñanzas de la
Iglesia, y dándoles tierras para que las pusieran en cultivo aumentaba sus ingresos, evitaba
los gastos de manutención de los siervos, obtenía unos censos suplementarios, y podía
disponer del trabajo de esos siervos en las épocas necesarias.
Entre los grupos privilegiados figuran los nobles y eclesiásticos que poseen la
tierra, los censos y prestaciones debidas por los campesinos que la cultivan y, en ocasiones,
los derechos públicos. En los condados catalanes a principios del IX coexisten dos
estructuras administrativas: la de la población autóctona, agrupad en valles en los que
predomina la pequeña propiedad y la igualdad social, y la impuesta por Carlomagno, que
divide el territorio en condados y confía su defensa a hispanos o francos. La aproximación
entre ambas formas de vida es lenta, y sufre avances y retrocesos: pero en el siglo XI-XII
triunfa la gran propiedad.
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servicios personales de los súbditos...). Como jefe militar se encarga de reclutar y dirigir
las tropas y dispone de contingentes permanentes a sus órdenes. El cumplimiento de estas
funciones exige la creación de un cuerpo de funcionarios que actúan como delegados del
conde -vizcondes, vegueres, jueces, recaudadores y procuradores-.
Los reinos cristianos tuvieron en general una economía agraria y pastoril carente
de moneda propia, sin proyección exterior, de tipo autosubsistencia y destinada la
alimentación, vestido y calzado. En los primeros tiempos debió predominar la ganadería
sobre la agricultura. Los avances hacia el sur permiten el cultivo de tierras de cereal y
viñedo. La abundancia de tierras de pastos llevará a una depreciación de los productos
ganaderos, mientras que la falta de mano de obra especializada y la necesidad de dedicar
todas las fuerzas a la producción agraria y a la defensa del territorio dificultaron la
fabricación de objetos manufacturados. Los pagos suelen ser en productos, especialmente
allí donde no subsisten monedas de épocas preexistentes o carolingias. Esto no quiere decir
que no haya centros urbanos de cierta importancia, como lugar de residencia de las
autoridades eclesiásticas y centros de la administración, especialmente en Cataluña, y que
se constituyen en centros de demanda de productos agrícolas, base del despegue artesanal
de los condados catalanes a partir del año 1000.
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A-CASTILLA-LEÓN.
En el período comprendido entre principios del XI y la segunda mitad del siglo
XIII se produjo un cambio fundamental en la correlación de fuerzas entre el Islam y la
Cristiandad. Las disensiones producidas a la muerte de Almanzor fueron el anuncio del
agotamiento del Califato, y el primer paso hacia la fragmentación en reinos taifas. El
núcleo cristiano se extendía en los albores del 1000 desde Galicia hasta la Rioja, y desde el
Cantábrico hasta el Duero. Pero las transformaciones que se produjeron en la primera
mitad del siglo XI, a partir de la creación de Castilla y fusión con León transitoria: pues la
definitiva sólo se alcanza en el siglo XIII) permitirán que hacia 1250 el reino castellano-
leonés se asome al Atlántico en el golfo de Cádiz.
Las causas son múltiples. En primer lugar se elevó la tasa de natalidad, lo que
permitirá la repoblación del territorio comprendido entre el Duero y la Bética, aunque en
muchas regiones continuarán sus antiguos pobladores (como en el reino de Toledo). La ruta
jacobea también se beneficiará de la llegada de peregrinos (y por tanto aumento de la
demanda). El armamento militar cambia, debido a las nuevas exigencias de la conquista
castellana: hay que enfrentarse a ciudades amuralladas, lo que implicó cambios como la
sustitución de la caballería ligera por la pesada, el uso creciente del hierro, la introducción
y generalización del estribo, espuelas y herraduras, la saetas -aunque se emplean
sistemáticamente sólo a partir del XIII-, cambiando también las tácticas de ataque: se
recurre al asedio y se potencia el ataque frontal llevado a cabo por la caballería pesada,
protegida por loriga. De esta forma, la guerra se ceñía a un sector muy reducido de la
población, que tenía plena disposición para las tareas bélicas y posibilidades económicas
para pagar costosísimos ajuares guerreros.
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para proteger al poblador, regulando las obligaciones militares, exenciones (como las
posadas o mañería), evitando la ingerencia de nobles y eclesiásticos.
El grupo dominante en Extremadura eran los caballeros, que corrían con el peso
fundamental de las tareas militares, participando también las "cabalgadas" o expediciones
ofensivas, en las que obtenían un quinto del botín.
La segunda mitad del siglo XII ve llegar la penetración de los almohades, que
supuso una amenaza para la extensión castellana, coincidente con la separación de Castilla
y León a la muerte de Alfonso VII. En contrapartida, las Órdenes Militares, nacidas años
atrás en relación con las cruzadas a Tierra Santa, posibilitarán frenar a los mulsulmanes.
Órdenes como las de Santiago, Calatrava y Alcántara serán también las que repueblen la
frontera sur de los reinos de Castilla y León, que se consolidará tras la decisiva victoria de
Alfonso VIII en las Navas de Tolosa, que además supuso la desintegración del poder
almohade.
Andalucía Bética y Murcia pudieron ser pobladas a partir de dicha victoria. Pero
sólo con la reunificación de Castilla y León en Fernando III se reanudó la marcha hacia el
sur: en 1236 se conquista Córdoba inesperadamente, Jaén en 1246, Sevilla en 1248... En
Andalucía urgía proceder a una castellanización urgente, pese al denso poblamiento
musulmán. Allí donde la resistencia a la presencia castellana fue mayor, como en Jaén, se
procedió sin más a expulsar a la población musulmana, e incluso donde la oposición había
sido menor se obligó a los musulmanes a abandonar las ciudades, centros desde los que se
pretende dominar el territorio. Los bienes de los musulmanes desplazados eran ofrecidos a
los repobladores. De ahí que el sistema predominante fuera el del repartimiento, a cargo de
comisiones formadas al efecto. Pero las zonas más peligrosas, como las colindantes con
Granada, fueron encomendadas a las órdenes militares. El otro objetivo básico que
impulsaba la política repobladora de los monarcas castellanos era la potenciación de los
conejos, organizados sobre la base de las antiguas ciudades de la época musulmana y
respetando, por lo general, los términos que aquellas habían tenido en el pasado. En la zona
oriental destacan los concejos de Baeza, Úbeda, Andújar y Jaén.
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caballo en el lugar. En general los pobladores del concejo sevillano son caballeros de
linaje, pero también los no nobles reciben, en el caso de Sevilla, una casa y una heredad,
por lo que no es de extrañar que judíos y genoveses se sumasen a la repoblación.
La conclusión principal que puede sacarse del análisis del repartimiento de Sevilla
es que en modo alguno puede establecerse una relación de causa a efecto entre el sistema
puesto en práctica para la repoblación y la constitución de grandes latifundios en
Andalucía, contrariamente a lo que se ha venido afirmando. Aunque no faltaban grandes
donaciones a magnates, Órdenes Militares o instituciones eclesiásticas, prevaleció mediana
o pequeña heredad: el proceso de concentración de la tierra es básicamente posterior, y
tiene que ver con el desencanto de los colonos (muchas tierras estaban destruidas, fueron
frecuentes las razzias, se produjo una rebelión mudéjar en el 1264, etc. Despoblación, ésta,
que produjo acaparamiento de tierras y bienes inmuebles.
Mientras los navarros eligen rey a García y los aragoneses a Ramiro, los
zaragozanos entregan el reino a Alfonso VII de Castilla, que es el primer beneficiado por la
muerte de Alfonso el Batallador: obedece a la necesidad de hacer frente a los ataques
almorávides, contra los que nada pueden hacer navarros y aragoneses divididos. En la
decisión de los nobles influyó su interés en hacer hereditarios los honores y tenencias
concedidos de forma vitalicia por Alfonso el Batallador, lo que otorgará el rey castellano.
Frente al reino más poderoso, Aragón, Alfonso VII apoya a los navarros, cuyo rey
se declaró vasallo del castellano, de que recibió en feudo el reino de Zaragoza, pero cuando
del matrimonio de Ramiro II nació una niña, que según las leyes aragonesas podía
transmitir los derechos a sus hijos varones pero no reinar, Alfonso VII modificó su política:
entregó al Ramiro II de Aragón Zaragoza, previo el vasallaje correspondiente, y ofreció a
su primogénito para casarle con Petronila, lo cual hubiera supuesto, de ser aceptado, la
unidad de los reinos castellano y aragonés.
Pero la tendencia unitaria esbozada por el Imperio no sobrevive a Alfonso VII: sus
dominios son divididos entre Sancho III (Castilla) y Fernando II (León). Sus reinados y los
de sus herederos, Alfonso VIII y Alfonso IX, respectivamente, transcurren entre alianzas
contra Portugal y guerras entre sí en las que cada uno busca aliados estratégicamente
colocados: Aragón, al lado de los leoneses, y Portugal con los castellanos. Navarra
mantendrá su independencia gracias a la falta de acuerdo entre ambos contendientes.
Alfonso VIII orienta su política a recuperar las tierras perdidas durante su minoría
en favor de León (Tierra de Campos) y de Navarra (Rioja), y a evitar que Aragón se
extienda por tierras musulmanas de influencia castellana.
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La ocupación de Murcia por Alfonso en el 1243 fue mediante pacto, por lo que los
musulmanes pudieron seguir disfrutando de sus propiedades, limitándose la presencia
castellana a guarniciones militares en las principales fortalezas del territorio. No obstante,
el atractivo de la huerta murciana atrajo a pobladores originarios de Castilla, lo que
impulsó a Alfonso X a efectuar en el 1257 un primer repartimiento de heredades. La
rebelión mudéjar del 1264 tuvo mucha fuerza en Murcia. El rey aragonés Jaime I sofocó la
revuelta, procediendo después a repartir grandes donadíos entre caballeros de su hueste. Al
ser devuelta Murcia a los castellanos, Alfonso X decidió su castellanización, repoblando
Murcia mediante grandes donadíos a las Órdenes Militares, Iglesia y casa real.
Las parias que los débiles reinos taifas ofrecen atraen a los reyes cristianos, tanto
por su valor económico directo como por su importancia política, nada despreciable: el
cobro va unido generalmente al vasallaje de los reyezuelos musulmanes, y de hecho quien
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cobra parias considera las tierras como zona de influencia y de futura conquista cuando las
circunstancias lo aconsejen o permitan sustituir la protección pagada por la guerra abierta.
C- INDEPENDENCIA DE PORTUGAL.
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cristianos pusieron fin al sueño imperial y unitario, por lo que el reino castellano-leonés
entra en una crisis que desembocará en la separación del condado portugués, además de
una guerra entre castellanos, leoneses y gallegos, esta vez con injerencias navarras y en una
serie de revueltas sociales apoyadas por el monarca navarro-aragonés Alfonso el
Batallador.
La muerte del hermano de Alfonso VI, Raimundo, a quien el rey había confiado el
gobierno de Portugal, dejaba en manos de su viuda Urraca un territorio que se encontraba
entonces amenazado. El rey, poco antes de morir (1109), concertará el matrimonio de
Urraca con Alfonso el Batallador, rey de Aragón y Navarra.
D- LA EXPANSIÓN CATALANOARAGONESA.
Una vez desviados sus intereses de las ricas tierras del sur de Francia, y cambiada
la tónica del reino de Aragón de un Estado con los Pirineos como espina dorsal a un Estado
peninsular, Jaime I se vio animado e incitado por la Iglesia a concentrar sus esfuerzos en la
expansión meridional. Con la ayuda de capitales que huían del sur de Francia, y por medio
de los navíos de los puertos catalanes, los caballeros de Aragón y Cataluña conquistaron
bajo su mando Mallorca en el 1229. Los musulmanes que la habitaban fueron expulsados o
reducido a la esclavitud. Mallorca fue repartida entre los conquistadores cristianos,
caballeros y mercaderes, cuyos esclavos musulmanes cultivarán ahora las tierras o bien
trabajarían en sus obradores, al paso que la colonia judía podía subsistir en la ciudad
principal de la isla.
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El fortalecimiento de la posición real fue extraordinario, puesto que con la toma
de Valencia en 1238 más pronto o más tarde el reino entero vendría a añadirse a la
monarquía. Ante la oposición, más o menos velada, de los magnates de sus reinos, Jaime I
tendría que adoptar pronto una posición que, evitando susceptibilidades entre los
conquistadores catalanes y aragoneses, le permitiese organizar el nuevo reino de forma que
dependiera más directamente de la Corona. Por ello, creó una nueva legislación, el llamado
"Fuero de Valencia", superador del régimen feudal y muy influido por el derecho romano.
Las milicias concejiles del Bajo Aragón desempeñaron, por lo general, un papel
importante en la conquista. En cuanto a personajes de mayor peso específico, también es de
destacar el contingente de nobles aragoneses que, como los nobles y prelados catalanes,
buscaban en la acción guerra un incremento de sus haciendas. Tampoco faltó el apoyo de
los caballeros templarios y hospitalarios.
Allí donde la resistencia fue mayor, los musulmanes emigraron en mayor número.
Fue el caso de la zona que va desde Castellón a Sagunto. En la parte central y sur, sin
embargo, predominaron ya las rendiciones voluntarias y la población autóctona permaneció
en sus propias tierras, siendo respetada su libertad y propiedad, así como su religión. Los
cristianos que repoblarán Valencia se asentarán en las zonas vacías del campo, y en las
ciudades como Valencia, Morella, Segorbe, Sagunto, Alcira, Xàtiva, Gandía, Orihuela, etc.,
donde los musulmanes son confinados en barrios especiales. Los repobladores provenían
de los llanos de Lérida y de Urgel, por lo que el habla de este sector del reino derivaría del
catalán occidental, excepto en su zona norte, donde hubo mayor influencia del catalán
oriental.
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apoderará del nuevo territorio. Ni las amenazas francesas ni la diplomacia papal lograron
disuadir a Pedro III de sus conquistas, que se extienden hacia las islas de Malta, Gozzo y
Gerbal, y una parte de la región italiana de Calabria.
El Papa excomulgó a Pedro III, y predicó una cruzada para arrebatarles sus
posesiones. El rey de Francia invadió Cataluña en 1285, y maltrató a las poblaciones del
Rosellón, llegando a puertas de Gerona. Mientras, la flota catalana derrotaba a la francesa
y, afectado por la peste, el ejército francés hubo de retirarse. Mallorca, que había apoyado a
los franceses, perderá algunos de sus privilegios, mientras que los nobles catalanes que
ayudaron al rey ganarán concesiones en detrimento de las condiciones de vida de los
campesinos.
Jaime II, hijo de Pedro III, aceptará en 1295 renunciar al reino de Sicilia, a cambio
de la concesión del derecho a conquistar Cerdeña y Córcega, lo que equivaldrá a justificar
su conquista.
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musulmanes. Los fueros de Sahagún y las disposiciones de Santiago de 1095 son
indicativos de la importancia económica de estos núcleos de población. Santiago fue sin
duda una de las ciudades comerciales más importantes de la Península, como lo prueba la
llegada en 1130 de un grupo de peregrinos ingleses con mercancías por un valor de 22.000
marcos plata, la presencia de comerciantes de paño de Flandes, etc.
Las parias siguen cobrándose en los siglos XII y XIII al desintegrarse los Imperios
almorávide y almohade, respectivamente, pero los ingresos de la guerra proceden entonces
fundamentalmente de la conquista de tierras, sin contar el botín que pertenece a los
combatientes (descontado un quinto, para el rey) y las soldadas percibidas por los
mercenarios, como los almogávares. Las grandes conquista del XIII fueron seguidas de la
entrega de tierras a los combatientes, y en algunos casos, como Mallorca, el reparto fue en
función de la contribución militar. Jaime I se reservó la mitad de la isla.
Pero la guerra con los musulmanes tiene como efecto reconocer una mayor
categoría a quienes dispongan de caballo de guerra, teniendo derecho a tierras más
numerosas para el pastoreo extensivo. La superioridad militar de los pastores guerreros
sobre los campesinos sedentarios provoca una diferencia social que los fueros reconocen al
establecer un estatuto distinto para los caballeros y encomendarles la defensa del territorio
y la protección del ganado comunal: en la práctica, supone reservarse el gobierno de los
municipios.
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repobladas por ellas, ya que sus dominios eran inmunes en la mayoría de los casos y
estaban exentos de la tutela episcopal. En estas comarcas, Extremadura y La Mancha, no
hubo ni grandes concejos ni establecimientos monásticos de importancia, y las Órdenes
colonizaron sus propiedades mediante la concesión de derechos a algunos nobles,
reservándose privilegios señoriales que coartaban la libertad.
Durante el siglo XIII, los efectos sociales de las repoblaciones son semejantes a
los del período anterior. También ahora las consecuencias de la repoblación se harán sentir
no sólo en las zonas ocupadas, sino que se extenderán a las comarcas de origen de los
repobladores (el vacío humano supone un problema económico y social para un sistema de
producción basado en la mano de obra gratuita) y a veces modificarán profundamente su
fisonomía. La fertilidad de las tierras conquistadas y las facilidades dadas por los soberanos
deberían haber atraído a la gran masa de campesinos semilibres, pero sabemos que el
número de gallegos, asturianos y leoneses instalados en Sevilla fue considerablemente
inferior al de castellanos y leoneses procedentes de los concejos creados en los siglos XI y
XII y de las zonas castellanas de Burgos, Palencia y Valladolid, donde el control nobiliario
era menor; no obstante, el control de reino por los nobles no fue total y resultó imposible
evitar la huida de los campesinos, según se desprende de la exigencia, presentada en 1271
por los nobles sublevados contra Alfonso X, de que cesaran la creación de nuevas
poblaciones reales porque hacían disminuir las rentas y los vasallos que la nobleza tenía en
León y en Galicia; si no se permite la emigración interna, mucho menos podían permitir los
nobles que fueran abandonadas sus tierras para acudir a Andalucía, y sólo aceptando este
supuesto puede entenderse la permanencia de la población musulmana, hasta 1264, y la
relativa despoblación posterior de las tierras conquistadas por los monarcas castellano-
leoneses.
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donde la población era escasa.
Los fueros otorgados a los concejos castellanos, leoneses y portugueses entre los
siglos XI y XIII son una fuente inestimable para el conocimiento de la producción. El
predominio de la ganadería sobre la agricultura puede observarse en el continuo descenso
de los precios ganaderos respecto a los cerealistas, fenómeno explicable por razones de tipo
demográfico y militar. Entre los siglos XI y XIII los reinos occidentales adquieren
importantes extensiones de tierras, pero carecen de hombres para repoblarlas, mientras que
la ganadería, que precisa menos manos de obra, adquiere un gran desarrollo. Pero también
la ganadería es más fácilmente defendible contra los ataques enemigos, por lo que se la
dará preferencia incluso cuando se repueblen frente a los almorávides numerosos lugares
situados a orillas del Duero. El predominio ganadero no excluye la existencia de una
agricultura imprescindible: la de las poblaciones nuevas situadas en zonas poco aptas para
la comunicación con el interior,
o en regiones conflictivas.
Junto a los cereales mayores (trigo, cebada y centeno) se produce mijo y avena,
aceite, garbanzos, algarrobo, lino y cáñamo, frutas y hortalizas, así como miel y cera.
Prácticamente se ignora todo cuanto se refiera a los sistemas de cultivo, a las técnicas y a
los instrumentos agrícolas. De las escasas noticias que ofrecen los documentos podemos
deducir que en algunos concejos la tierra de labor se dividía en dos partes y hojas, cada una
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de las cuales era sembrada cada dos años, es decir, mediante el sistema de rotación bienal,
pero es posible que fueran numerosas las tierras incultas durante tres o más años. Según
algunos textos, se ara entre tres y cinco veces antes de sembrar, en tanto no se menciona el
abono al hablar de las de los cereales. Yugos, arados y trillos, coyundas de cuero o de
esparto y rejas constituyen el rudimentario instrumental agrícola. El policultivo es
practicado prácticamente por cada agricultor. Allí donde no existe la obligación de usar los
servicios colectivos señoriales (molino, lagar, bodega, etc.), los concejos tienen también un
sistema de reparto de los respectivos usos.
Junto al ganado y la agricultura, son fuentes de ingreso la pesca, las minas y las
salinas. La ganadería lanar se remonta en los reinos occidentales a los siglos IX y X,
aumentando su importancia con la extensión de la frontera. En el siglo XII, al conquistarse
definitivamente y pacificarse las llanuras de la Mancha y Extremadura, la ganadería
adquiere un gran desarrollo, que en el siglo XIII-XIV, con la aclimatación de la oveja
merina (procedente del norte de África) se crea una producción muy lucrativa; que, sin
embargo, va fundamentalmente destinada a la exportación, más que a la producción
nacional, y vendida la lana a cambio de dinero o productos agrícolas, lo que evidentemente
va en detrimento de la agricultura hispana.
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mediante procedimientos que iban desde la compra de pastizales hasta la obtención de
privilegios que les autorizaban a llevar sus ganados a otras tierras, que se generaliza en la
segunda mitad del XII, siendo sus principales beneficiarios monasterios e iglesias
catedralicias, siendo eximidos de pago de derechos de pasto o de tránsito como los
herbazgos y montazgos. También las Órdenes Militares se verán beneficiadas. Al
generalizarse la trashumancia, los fueros locales que protegían algunos derechos de los
agricultores verán en la práctica su insuficiencia ante una organización, también en lo
militar, de gran poder. En 1273 Alfonso X crea la Mesta, para arbitrar los intereses
respectivos de agricultores y ganaderos, si bien se limita a reconocer una organización ya
existente, dando formalidad general a acuerdos parciales sobre las cañadas o caminos entre
los pastos de invierno y los de verano.
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