Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
¿Recuerdas las imágenes de Atenas que vimos en el capítulo dedicado a los sofistas y a
Sócrates? Allí te proponíamos que imaginases a Sócrates situado en el ágora, donde solía
dialogar con sus conciudadanos, ironizando sobre la solidez de nuestros conocimientos. Tras el
declive del mundo clásico griego y el ascenso del poder romano, el debate filosófico no va a
cesar, pero en esta etapa que viene a continuación veremos que algunas cosas van a cambiar.
Si miras a la imagen de abajo, que representa una escena medieval, observarás que los
protagonistas del dibujo debaten sobre alguna cuestión y parecen apoyar sus argumentos en la
autoridad de unos textos sagrados. En la Edad Media culminará un proceso iniciado en el Bajo
Imperio romano que vincula la filosofía a la religión, subordina la verdad racional a la de la fe y
convierte las cuestiones teológicas en el centro del pensamiento filosófico.
Disputa entre eruditos cristianos y judíos
Imagen de Wikimedia Commons
Hemos asistido al recorrido llevado a cabo por la filosofía en Grecia desde su nacimiento en
Jonia hasta los planteamientos del periodo helenístico. Las corrientes filosóficas nacidas en
Grecia tienen su continuidad en Roma, su imperio extiende estas ideas por el Mediterráneo. Sin
embargo, un fenómeno histórico marca el rumbo de la Filosofía: la aparición del
cristianismo. Del encuentro entre la filosofía y el cristianismo surgen planteamientos como el
de San Agustín de Hipona, en el siglo IV, que lleva a cabo una adaptación del platonismo a
las creencias cristianas. Su obra será determinante para el mundo cristiano.
La Edad Media se caracteriza por un quehacer filosófico en el que la religión y los temas
vinculados a la misma ocuparán el lugar central, bien sea en un contexto cristiano, islámico o
judío. En el Occidente cristiano sobresale una figura: la de Santo Tomás de Aquino, en el
siglo XIII. La filosofía aristotélica es recuperada de mano de los árabes, Tomás de Aquino se
basa en ella para constituir un sistema aristotélico cristiano de referencia.
1. La irrupción del cristianismo
Por arte paleocristiano se entiende a aquél que se lleva a cabo en el ámbito cristiano
en los cinco primeros siglos de nuestra era, desde que surge el cristianismo hasta que el
Imperio romano es tomado por los bárbaros. Éste tiene su primera expresión en las
catacumbas o recintos subterráneos, donde los muros eran pintados y los sarcófagos
decorados con elementos simbólicos.
En esta secuencia de diapositivas puedes contemplar algunas de las obras más
representativas del arte cristiano en el periodo que vamos a estudiar a continuación
desde la filosofía.
Presentación de neni en Slideshare
Vamos a empezar con un sencillo repaso de los datos con los que contamos hasta ahora.
Di si son verdaderas o falsas las siguientes afirmaciones:
San Agustín, que vivió en el siglo IV, llevó a cabo una síntesis entre el platonismo y el
cristianismo.
Verdadero Falso
Verdadero Falso
Verdadero Falso
2. Cristianismo: un mundo creado por Dios
Abajo tienes la imagen de un fresco pintado por Miguel Ángel en el techo de la Capilla Sixtina.
En él se ilustra el episodio bíblico en el que Dios da vida al primer hombre, Adán, creado a su
imagen y semejanza. Para el judeocristianismo éste es el momento culminante de la creación,
una creación que es obra de un Dios eterno que construye el mundo desde la nada.
Una visión lineal del tiempo, con un principio y un final y unos acontecimientos clave
que determinan el sentido y la orientación del mismo: la creación, la llegada del Hijo de
Dios a la Tierra y el juicio final, frente a la concepción cíclica del tiempo característica del
pensamiento griego.
La creación por Dios del mundo desde la nada, que iba más allá de la idea expresada
por algunos filósofos de un dios ordenador de una materia eterna.
Un Dios paternal y providente, que interviene en los asuntos humanos, algo ajeno a la
filosofía griega.
Una visión del mundo en la que el ser humano, creado a la imagen y semejanza de
Dios, ocupa el lugar central y resucitará al final de los tiempos, lo que contrasta con
visiones de la inmortalidad como la de Platón, que queda limitada a la supervivencia del
alma y excluye al cuerpo.
Estos primeros siete siglos de filosofía cristiana suele dividirse en tres periodos:
Hasta el concilio de Nicea en el siglo IV, destacándose figuras como los
mencionados Justino y Tertuliano y el neoplatónico Orígenes.
Hasta la caída del Imperio Romano de Occidente en el siglo V, donde se sitúan
figuras como la de San Ambrosio o San Agustín, filósofo al que dedicaremos el
siguiente capítulo.
Hasta mediados del siglo VIII, periodo en el que se encuentran Pseudo-Dionisio
Areopagita, Boecio y San Isidoro de Sevilla.
Contesta verdadero si entiendes que las siguientes afirmaciones se corresponden con el
pensamiento cristiano y falso en el caso contario:
Verdadero Falso
Verdadero Falso
Dios no conoce nada fuera de él, pues de ser así esto significaría su imperfección y
dependencia respecto al mundo
Verdadero Falso
Verdadero Falso
3. San Agustín de Hipona
Seguro que puedes recordar diferentes momentos en los que has estado firmemente
convencido de algo, aunque no supieras explicar muy bien por qué: que saldrías de una mala
racha, que cierta persona se pondría en contacto contigo, etc. Tener fe significa estar en la
firme convicción de que algo es verdad. Quien tiene fe religiosa posee un conjunto de creencias
sobre la existencia y sobre un orden sobrenatural. En este sentido puede afirmarse que San
Agustín era un hombre de fe. En un momento de su vida se adhirió al cristianismo y defendió la
verdad de su doctrina. Al igual que en muchas ocasiones buscamos el fundamento racional de
nuestras convicciones, Agustín de Hipona se esforzó por explicar qué sentido tenían sus
creencias religiosas, y creyó sentir la experiencia de estar ante un círculo perfecto en el que
sus creencias y razonamientos se reforzaban cada vez más recíprocamente.
Pero San Agustín no mantuvo tales convicciones desde el principio, y aunque al llegar el
momento tomó una determinación firme y se entregó por completo a profundizar en la doctrina
cristiana y defenderla, es cierto que su vida fue la de un filósofo que nunca dejó de hacerse
preguntas: ¿Cuál es el origen del mal?, ¿de dónde proceden nuestros conocimientos?, ¿qué nos
conduce a hacer el bien?, ¿qué realidad tiene el tiempo?...
A pesar de las diferencias entre los planteamientos de la filosofía griega y las nuevas
creencias defendidas en el cristianismo, muchos pensadores cristianos se sirvieron del
discurso filosófico para adaptarlo a la religión. Es el caso de San Agustín, quien encontró en
el estoicismo y el platonismo elementos que formarían parte de su visión filosófica. Así
respecto a Platón, su división de la realidad en dos mundos, el papel del Demiurgo en la
constitución del Cosmos, la visión dualista del ser humano como cuerpo y alma, junto con la
creencia en la inmortalidad de esta última y la decisión de su destino tras un juicio final,
sirvieron a San Agustín como punto de encuentro para
elaborar, a partir de ahí, un planteamiento filosófico
cristiano fuertemente platonizado.
San Agustín desarrolló una inmensa obra filosófica y
religiosa a favor del cristianismo y en contra de las diversas
herejías a las que éste se enfrentaba en su momento. Su
obra, que tuvo una gran repercusión en el mundo cristiano,
cuenta con obras maestras como Confesiones o La ciudad
de Dios.
San Agustín nació en el 354 en Tagaste, una pequeña ciudad bajo administración
romana situada actualmente en Argelia; perteneció a una familia rural con una situación
económica lo suficientemente desahogada como para permitirse su educación. Al nacer
su padre era pagano, pero Mónica, su madre, poseía una firme convicción cristiana e
intentó transmitirle ésta sin éxito a su hijo durante su juventud. Este periodo de su vida
y su conversión al Cristianismo es narrada por el mismo Agustín de Hipona en su obra
Confesiones: estudió filosofía y retórica en Cartago y durante este periodo vivió con
apego a los placeres terrenales, convivió con una mujer al margen del matrimonio y
como resultado de esa unión nació su hijo Adeodato en 372. La lectura de Cicerón le
llevó a adherirse inicialmente al maniqueísmo y más tarde al escepticismo. En Milán
los sermones de San Ambrosio le acercan al cristianismo en un periodo de su vida en el
que descubre la obra del neoplatonismo y se decide por la vida ascética; se convierte
al cristianismo y se bautiza, transformándose y encomendándose desde ese momento
a la proclamación y defensa de su religión, lo que le ocupará hasta el final de su vida en
Hipona, ciudad en la que encuentra la muerte en el 430, tras la descomposición del
Imperio romano y cuando ésta ciudad se encontraba sitiada por los vándalos.
En el mapa de abajo aparecen marcadas algunas de las ciudades más relevantes en su
vida. Pica sobre ellas para ampliar la información.
¿Piensas que las creencias religiosas están reñidas con la razón o, por el contrario, entiendes
que razonando podemos llegar a convencernos de las afirmaciones de una religión? En el
segundo caso, ¿de todas sus creencias o sólo de algunas? Estas cuestiones preocupaban en la
sociedad romana, donde los defensores del cristianismo se dedicaban a organizar racionalmente
sus convicciones y las disputas con sus contarios eran frecuentes.
Lee los párrafos de abajo y rellena los huecos en blanco con F o R (siglas de fe y razón).
Comprobar
Tanto san Agustín como Santo Tomás defendieron con firmeza la racionalidad de sus
convicciones religiosas. La ciencia de nuestro tiempo es el
ámbito principal en el que el ser humano busca las Bertrand Russell
respuestas a sus interrogantes. Con su amplio desarrollo, Bertrand Russell, 1950
ésta permite hoy una explicación mucho más amplia y fiable Imagen de Wikemedia Commons
que cuando la religión dominaba en el mundo del saber. Sin
embargo las convicciones religiosas siguen estando
presentes en un importante sector de la población, incluido el intelectual.
En 1948 la cadena británica BBC ofreció a sus oyentes un interesante encuentro entre
dos grandes pensadores: Bertrand Russell, filósofo neopositivista y agnóstico, y el
jesuita e historiador de la filosofía F. C. Copleston. Ambos debatieron en torno a un
asunto que sigue ocupando nuestra atención: La existencia de Dios. Aquí tienes el
debate al completo en este enlace de filosofía.com.mx
3.2. La verdad interior
En la imagen de abajo podemos ver un retrato a carboncillo que representa a San Agustín.
Sosteniendo una pluma en una mano y un corazón en llamas en la otra, contempla una imagen
de naturaleza divina que lo ilumina con sus destellos. En el centro de esa imagen aparece la
palabra veritas, verdad. El artista ha reflejado con acierto la explicación que Agustín de Hipona
encuentra para el conocimiento: al igual que en Platón la idea de bien, representado por el sol,
hacía visibles las ideas, en San Agustín es Dios quien ilumina nuestra alma; esa iluminación da
el conocimiento, la pluma, y transforma la voluntad, el corazón. Es en el interior del alma
donde debemos buscar la verdad.
San Agustín llegó a simpatizar con el escepticismo en un momento de su vida, pero lo rechazó
cuando se convenció de la existencia de la verdad. Frente a un planteamiento que niega la
posibilidad de la certeza, anticipa un argumento que será empleado más tarde por Descartes en
un contexto diferente: aunque pueda equivocarme en todo, no puedo dudar de mi propia
existencia, si me equivoco existo. Esta certeza indudable niega la máxima del escepticismo.
Distingue entre el conocimiento sensible, que tiene su origen en los sentidos y se refiere a los
objetos de este mundo, y el racional, que se ocupa de lo ideal. Como Platón, también Agustín
de Hipona entiende que el verdadero conocimiento no puede referirse a los objetos
sensibles de este mundo, siempre cambiantes y respecto a los cuales no cabe un conocimiento
universal y necesario, sino a las ideas, que siendo eternas, necesarias e inmutables, son la
expresión de lo verdadero.
Recordarás que Platón se planteó el siguiente problema: ¿cómo conocemos las ideas si
pertenecen a un mundo (el inteligible) en el que el hombre no está porque vive en el sensible?
Su respuesta fue la siguiente: conocemos porque recordamos unas nociones que al unirnos al
cuerpo olvidamos. Como cristiano, Agustín de Hipona no comparte el concepto de preexistencia
del alma, entonces, ¿cómo explica nuestro conocimiento de las ideas?
Al igual que en Platón, las ideas son esencias inmutables y existen eternamente,
pero para Agustín de Hipona, éstas no son independientes, sino que están contenidas
en la misma inteligencia divina.
En la obra de San Agustín hay argumentaciones que buscan probar la existencia de Dios
partiendo tanto de la realidad exterior, como del interior del alma. En el primer caso razona
que el orden del universo prueba la grandeza de su creador, también apunta a favor de su
existencia el consenso alcanzado por una mayoría que la acepta. Pero en todo caso, la
argumentación más desarrollada y característica de su pensamiento es aquélla que parte de la
vía interior y que entiende que la presencia en nuestra alma de ideas y principios
inmutables y necesarios presupone la existencia de un fundamento inmutable y
necesario, esto es, Dios, única razón posible de la iluminación de nuestra mente.
Todo parte de Dios, que es considerado como la “Suma esencia”. El dualismo platónico entre el
mundo inteligible y sensible es adaptado por él a un dualismo entre Dios y lo creado. Dios,
inmutable y eterno, es la razón de la existencia de los seres creados, sujetos al devenir y a
la temporalidad. Los seres creados lo son por participación y necesitan de él para existir.
San Agustín entiende de este modo el concepto de creación: Dios creó el mundo desde la nada
por un acto libre y voluntario, en éste se originó el tiempo. Todas las cosas de este mundo se
encontraban ya presentes en la mente de Dios como ejemplares o modelos, tanto las presentes
en el momento inicial, como aquellas que se desarrollarían con posterioridad.
Aristotelismo
Epicureismo
Platonismo
Ver solución
Ver solución
El autotrascendimiento:
Ver solución
Dios:
Creó el mundo desde la nada a partir de modelos que ya estaban presentes en su
mente.
Ver solución
3.3. La ciudad de Dios
Mas los hombres que no viven de la fe buscan la paz terrena en los bienes y
comodidades de esta vida. En cambio, los hombres que viven de la fe esperan en los
bienes futuros y eternos, según la promesa. Y usan de los bienes terrenos y temporales
como viajeros. Éstos no los prenden ni los desvían del camino que lleva a Dios, sino que
los sustentan para tolerar con más facilidad y no aumentar las cargas del cuerpo
corruptible, que incordia al alma. Por tanto, el uso de los bienes necesarios a esta vida
mortal es común a las dos clases de hombres y a las dos casas; pero, en el uso, cada
uno tiene un fin propio y un pensar muy diverso del otro.
Así, la ciudad terrena, que no vive de la fe, apetece la paz terrena y fija la concordia
entre los ciudadanos que mandan y los que obedecen en que sus quereres estén acordes
de algún modo en lo concerniente a la vida mortal. Empero, la ciudad celestial, o mejor,
la parte de ella que peregrina en este valle y vive de la fe, usa de esta paz por
necesidad, hasta que pase la mortalidad, que precisa de tal paz. Y por eso, mientras que
ella está como viajero cautivo en la ciudad terrena, habiendo recibido ya la promesa de
su redención y el don espiritual como prenda de ella, no duda en obedecer las leyes de
la ciudad terrenal que reglamentan las cosas necesarias y el mandamiento de la vida
mortal. Y como ésta es común, entre las dos ciudades hay concordia con relación a esas
cosas. Pero resulta que la ciudad terrena tuvo ciertos sabios condenados por la doctrina
de Dios, que, o por sospechas o por engaño de los demonios, dijeron que debían amistar
muchos dioses con las cosas humanas. Y encomendaron a su tutela diversos seres, a uno
el cuerpo, a otro el alma; y en el mismo cuerpo, a uno la cabeza y a otro la cerviz; y de
las demás partes, a cada uno la suya. Y de igual modo en el alma: a uno encomendaron
el ingenio, a otro la doctrina, a otro la ira, a otro la concupiscencia; y en las cosas
necesarias de la vida, a uno el ganado, a otro el trigo, a otro el vino, a otro el aceite, a
otro las selvas, a otro el dinero, a otro la navegación, a otro las guerras y las victorias, a
otros los matrimonios, a otro los partos y la fecundidad, y a otros los otros seres.
La ciudad celestial, en cambio, conoce a un solo Dios, único, al que debe el culto y esa
servidumbre, que en griego se dice latreia, y que piensa con piedad fiel que no se debe
más que a Dios. Estas diferencias han motivado el que esta ciudad no pueda tener
comunes con la ciudad terrena las leyes religiosas. Y por éstas se ve en la precisión de
disentir de ella y ser una carga para los que sentían en contra y soportar sus iras, sus
odios y sus violentas persecuciones, a menos de refrenar alguna vez los ánimos de sus
enemigos con el terror de su multitud y siempre con la ayuda de Dios.
San Agustín, La ciudad de Dios, B.A.C., Madrid. Extraido de Cantemar
Para completar este recorrido por la filosofía de San Agustín, te recomendamos que
prestes atención a esta secuencia de diapositivas realizado por Concepción Pérez García
donde resumen las ideas principales del autor: (Pica sobre la imagen)
Seguro que en más de una ocasión te has preguntado por la procedencia de las cosas que
existen en la actualidad. Todo ha de tener un origen; en nuestro caso, los seres vivos, éste está
en nuestros padres, el de nuestros padres en los suyos... y así sucesivamente. Podemos seguir
hacia atrás más y más, pero ¿indefinidamente? Si todo proviene de algo, ¿de dónde procede lo
primero?, ¿puede concebirse que no haya nada inicial? Si pinchas en la flecha verás una
secuencia indefinida: por más que busquemos hacia atrás nunca llegaremos a un punto de
partida. Cuando Santo Tomás intenta comprender la realidad del mundo, piensa que las
cadenas causales no pueden ser infinitas... lo veremos en su razonamiento sobre la existencia
de Dios
Fíjate en el cuadro de abajo: la obra maestra de Zurbarán representa a Santo Tomás dispuesto
a escribir la Suma Teológica iluminado por el Espíritu Santo. Su obra llegó a ser percibida en la
Iglesia como la culminación de un desarrollo doctrinal iniciado por otros filósofos que le
acompañan en el cuadro, como San Agustín y San Ambrosio. El pensamiento de Santo Tomás
fue considerado como una obra monumental que daba cuenta de un orden perfecto en el que
Dios se constituía como el principio absoluto. Su esfuerzo consistió en dar expresión racional de
ello, la razón iba poco a poco encajando todas las piezas…
Santo Tomás desarrolló una inmensa obra en la que destacan escritos como la Suma
Teológica, y la Suma contra gentiles, obras de carácter teológico y apologético de la fe
cristiana. Con su robusta construcción filosófica, en la que se sintetizan elementos platónicos
y aristotélicos con los principios cristianos, llegó a ser el máximo representante de la
Escolástica, esto es, el mayor referente de las escuelas medievales.
Tomás de Aquino nació en el seno de una familia noble en Roccasecca, Italia, en el año
1225 y murió en Nápoles en 1274. Vivió en el siglo XII., una época en la que los
reyes habían logrado imponerse sobre los señores feudales, la Iglesia mantenía su
predominio y crecían las ciudades y la actividad comercial. El mundo de la cultura
protagonizó un gran apogeo con el nacimiento de las universidades, el encuentro con el
pensamiento filosófico y científico árabe y judío y la recuperación de la obra de
Aristóteles.
Con la proclamación del Califato de Córdoba por Abderramán III en el siglo X, esta
ciudad llegó a adquirir una gran prosperidad, convirtiéndose en la ciudad de referencia
de Europa Occidental y a rivalizar con otras como Constantinopla o Bagdad. Una escuela
de traductores hizo que numerosas obras fueran traducidas del hebreo y del griego al
árabe. Aquí vivieron filósofos de gran prestigio en la Historia de la Filosofía como
Averroes, Abentofail, Ibn Masarra o el filósofo judío Maimónides.
Todas forman parte del credo cristiano, ahora bien, ¿ves alguna diferencia entre ellas?
Imagínate a un filósofo de una época anterior, o ignorante de esta religión, al que le
comunicaran estas ideas. ¿Crees que estaría en condiciones de reflexionar del mismo
modo sobre la posible verdad de cada una de ellas, o distinguiría entre las que puede
abordar como filósofo y las que se le escapan a su entendimiento? Te sugerimos que
distingas entre las afirmaciones que podrían ser discutidas filosóficamente, y las que
solo pueden ser tratadas en un contexto de fe.
Hasta ahora fe y razón eran empleadas conjuntamente a favor de una verdad única, Tomás de
Aquino se propone esclarecer cuáles son los contenidos específicos de cada uno de estos
ámbitos y qué relación guarda la una con la otra. Contenidos de la fe son aquellos
transmitidos por medio de la revelación divina, los de la razón son los que el ser humano
puede llegar a alcanzar mediante el uso del entendimiento. La teología se basa en la
revelación, la filosofía en la argumentación racional.
Entiende que hay cuestiones cuyo tratamiento corresponde al ámbito de la fe, otras son
exclusivas de la razón, pero a la vez existen determinados asuntos de relevancia tanto para
una, como para la otra. Por ejemplo, la idea de la Trinidad divina sería un concepto exclusivo de
la fe, la distinción aristotélica entre sustancia y accidentes, una argumentación puramente
racional, pero la cuestión del alma y su inmortalidad sería algo que competería tanto a la fe
como a la razón y por lo tanto es tratado tanto como dogma religioso como problema filosófico.
Aunque la citada verdad de la fe exceda la capacidad de la razón humana, no por eso las
verdades racionales son contrarias a las verdades de la fe.
1) Lo naturalmente innato en la razón es tan verdadero que no hay posibilidad de
pensar en su falsedad. Y menos aún es lícito creer que es falso lo que poseemos por la
fe, ya que ha sido confirmado de modo tan evidente por Dios. Luego, puesto que
solamente lo falso es contrario a lo verdadero, como claramente prueban sus mismas
definiciones, no es posible que los principios racionales sean contrarios a la verdad de la
fe.
2) Además, lo que es infundido por el maestro en el alma del discípulo pertenece a la
ciencia del doctor, a no ser que enseñe con engaño, lo cual no es lícito afirmar de Dios.
Ahora bien, el conocimiento natural de los primeros principios ha sido infundido por Dios
en nosotros, ya que El es autor de nuestra naturaleza. Luego estos primeros principios
están contenidos en la Sabiduría divina. Por consiguiente, todo lo que sea contrario a
ellos será también contrario a la sabiduría divina. Esto no es posible en el caso de Dios.
En consecuencia, las verdades que poseemos por revelación divina no pueden ser
contrarias al conocimiento natural.
3) Además, nuestro entendimiento no puede alcanzar el conocimiento de la verdad
cuando está atenazado por razones contrarias. Si Dios nos infundiera conocimientos
contrarios entre sí, nuestro entendimiento se encontraría impedido para la captación de
la verdad. Lo cual no puede ser tratándose de Dios.
4) No es posible que algo natural cambie y que permanezca su naturaleza. Ahora bien,
en un mismo sujeto no pueden coexistir opiniones contrarias acerca de una misma cosa,
luego Dios no infunde en el hombre una certeza o fe contraria al conocimiento natural.
En el texto de arriba Santo Tomás reflexiona sobre la coincidencia que se da entre las
verdades de la revelación y las racionales. Te sugerimos una breve redacción en la que,
haciendo uso de alguna expresión recogida del texto, compares la posición tomista con
la sostenida por el averroísmo latino y digas si en este aspecto serían coincidentes o no
las posiciones de Tomás de Aquino y Agustín de Hipona. El texto está recogido de la obra
Suma contra gentiles en la página de cantemar:
Antes de continuar, te proponemos que compruebes que las cosas están claras en este punto:
4.2. Del conocimiento del mundo a Dios
Imposibilidad de una
Hecho de experiencia Principio de causalidad
cadena infinita
Movimiento Lo que se mueve es movido por otro
Orden de causas Nada es causa de sí mismo
Lo que tiene posibilidad de no existir
Seres contingentes
alguna vez no existe
Lo más y el menos lo es por
Cosas más o menos perfectas
aproximación a un máximo
Seres sin conocimiento obran
Deben ser dirigidas por un ser inteligente
con un fin
Puedes repasar el argumento de Santo Tomás con este sencillo ejercicio consistente
en arrastrar los elementos de la derecha al bloque correspondiente de la izquierda.
En la izquierda tienes el punto de partida del argumento, en la derecha la conclusión.
La tercera vía tomista trata sobre la diferencia entre los seres creados y Dios,
mientras los primeros somos contingentes, existimos pero podemos no existir, Dios
es necesario: su existencia se da necesariamente. La diferencia se basa en la
distinción desarrollada por Avicena entre esencia y existencia; puedes aclarar el
significado de estos conceptos siguiendo detenidamente esta presentación de
diapositivas:
Recurso propio en Slideshare
natural
positiva
eterna
Comprobar
Santo Tomás interpreta que la ley positiva debe fundamentarse en la ley natural, la cual
a su vez deriva de la ley eterna o mandato divino. Esta visión del derecho tuvo una gran
influencia en el mundo cristiano medieval. ¿Crees que tiene hoy sentido plantear en
estos términos el fundamento del derecho?
Para acabar el recorrido por la filosofía de Santo Tomás, mira con detenimiento la
secuencia de diapositivas realizadas por Concepción Pérez García. En ellas encontrarás
un resumen del pensamiento del autor, al igual que una introducción final a nuestro
próximo tema: Guillermo de Ockham.
Diapositivas de Minervagigia en slideshare