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QUERER NO ES PODER
los jueces, al momento de decidir en un caso, deben necesariamente actuar como legisladores
dado que las normas legales vigentes no pueden restringirlo se debe dar al juez la libertad de
movimiento, libertad para decidir que el caso que está analizando requiere que se aplique
cierto principio o política en lugar de otro, La idea de que en el proceso de adjudicación existe
un elemento Si los jueces son legisladores y no adjudicadores que simplemente aplican las
normas que están autorizados a aplicar en los casos que se les presentan, ¿qué es lo que da
legitimidad o autoridad a sus decisiones? puede haber interpretaciones diferentes y
contradictorias de las normas en sí mismas, y también llenan mucho del espacio de
discrecionalidad que existe incluso cuando han sido tenidas en cuenta todas las normas. Por lo
tanto, el juez que tiene la obligación de aplicar el Derecho, considerando que éste implica no
sólo normas sino también políticas y principios, tiene una discrecionalidad considerablemente
menor que la que podría decirse que tiene si juez decide un caso, lo hace no como un
individuo aislado sino como miembro de una comunidad profesional que carga en sí misma
una tradición intelectual y moral. Profundamente inmerso en esa tradición, el juez se ve a él
mismo como habilitado a decir sólo ciertas cosas e inhabilitado a decir otras. La tradición de
pensamiento en la que está situado
No pocas veces las decisiones judiciales suelen ser “justificadas” con el manido recurso del
“criterio de conciencia” o la consabida “discrecionalidad judicial”. Ésta, sin embargo,
Los jueces gozan de un margen discrecional para tomar sus decisiones, pero esa
discrecionalidad o potestad de elegir una entre varias alternativas, o de decidir en base a la única
solución legítima al conflicto, no debe ser ejercida de manera arbitraria. La razonabilidad es el
criterio demarcatorio de la discrecionalidad frente a la arbitrariedad[4]. Y como la motivación es
el vehículo por el cual el juez manifiesta la razonabilidad de su decisión, ella debe reflejar su
raciocinio y la justificación del resultado. El juez debe decidir dentro de los límites en los que
puede motivar; no aquello sobre lo que no puede dar razones[5]. ARCOS coincide con esta
posición, cuando resalta que la clave para hablar de ausencia de arbitrariedad es el concepto de
razón o –con cita a FERNÁNDEZ- el de motivación. “Dada una motivación, una razón de la
elección –explica-, esa razón debe ser plausible, congruente con los derechos de los que
necesariamente ha de partirse, sostenible en la realidad de las cosas y susceptible de ser
comprendida por los ciudadanos, aunque no sea compartida por todos ellos”[6]. El asunto es:
¿cuándo la discrecionalidad judicial sobrepasa la frontera de lo razonable para convertirse en un
proceder arbitrario? o, mejor, ¿cuándo podemos sostener que estamos en presencia de una
solución irrazonable?
Una decisión judicial es irrazonable, en términos amplios, cuando no respeta los principios de la
lógica formal; contiene apreciaciones dogmáticas o proposiciones sin ninguna conexión con el
caso; no es clara respecto a qué decide, por qué decide y contra quién decide; no se funda en
los hechos expuestos, en las pruebas aportadas, así como en las normas o los principios jurídicos;
y, en general, cuando contiene errores de juicio o de procedimiento que cambian los parámetros
y el resultado de la decisión.
El concepto que acabamos de pergeñar debe ser cotejado necesariamente con el caso concreto,
a fin de concluir si el resultado del mismo es o no arbitrario. Y es que, cuando se utiliza el criterio
de la razonabilidad como indicador de la discrecionalidad o la arbitrariedad de un acto
jurisdiccional, debe repararse en su naturaleza de concepto jurídico indeterminado, la cual
responde a un contexto tempo – espacial que se enmarca en el propio proceso donde se evalúa
el petitorio y su causa[7]. El arbitrio – como anota DWORKIN- es como el centro de un anillo, no
existe más que como un campo abierto rodeado por un cinturón circundante de limitaciones.
El primer límite que debe observar el Juez está constituido por las peticiones y los hechos
alegados por las partes. No tendría objeto que las partes expongan lo conveniente a su derecho,
que cada una contradiga las alegaciones de su contraria y ofrezca pruebas para acreditar sus
afirmaciones, si el Juez prescinde de todo ello y, traspasando la aduana de la controversia,
decide sobre la base de hechos no expuestos o pretensiones no deducidas en el proceso. Las
resoluciones judiciales, por tanto, deben proferirse de acuerdo con el sentido y alcance de las
peticiones formuladas por las partes, para que exista identidad jurídica entre lo que se resuelve
y lo pretendido[8], y no pierda sentido toda la etapa de postulación y pruebas que sirvió de
antesala a la sentencia.
Otra limitación – tal vez la más importante- viene dada por la racionalidad de la decisión, como
filtro para evitar decisiones absurdas.
Una de las técnicas argumentativas más importantes[9] tiene que ver con el argumento por
reducción al absurdo, a través del cual se conduce a quien niega la verdad de la tesis cierta, a
consecuencias ilógicas e inconvenientes. Es principio de la lógica formal (tercio excluido) que
entre dos proposiciones de las cuales, una niega y la otra afirma, una de ellas es verdadera si se
ha reconocido o demostrado que la otra es falsa; no siendo posible que exista una tercera
alternativa[10]. A través del argumento por reducción al absurdo, precisamente, lo que se busca
es demostrar la falsedad de una proposición, desnudando que ella posee elementos
incompatibles o contradictorios que derivan en un razonamiento incorrecto y, por tanto, la
eliminan, dejando como única solución a la tesis cierta, de la cual el contrario postulaba su
falsedad.
“Lo absurdo -explica el profesor LUJÁN TÚPEZ[11]- es aquello que viola las leyes lógicas
quebrantando el principio de no-contradicción, pues establece la existencia de un fenómeno y
su contradictorio en idéntico tiempo y lugar, como el clásico ejemplo del “círculo cuadrado” que
objetaron los escolásticos”. En efecto, como el círculo es una figura geométrica cuyo centro
equidista de cualquier punto de su perímetro, resulta incompatible con la figura geométrica del
cuadrado, cuya distancia del centro hacía uno de sus lados es menor que la del centro hacia una
de sus aristas. Un círculo y un cuadrado, por tanto, no pueden existir en un mismo tiempo y
lugar.
Para explicar mejor el absurdo vamos a seguir al profesor trujillano antes citado, y señalar que
todo significado[12] se encuentra formado por notas características que se agrupan en su
género próximo y en su diferencia específica. En el concepto “hombre”, por ejemplo, el género
próximo es “animal”, porque le identifica con otras especies vivas del género animado. La
diferencia específica es “racional” (vinculamos este concepto al de libertad), porque es un
atributo propio y exclusivo de los seres humanos. El género próximo se encuentra, a su vez,
formado por varias notas características o conceptos que identifican a la categoría “animal”, que
son: vivo – corpóreo – sensible. Estas notas identifican a todo animal, y si además agregamos el
término racional, habremos formado el significado: persona. Si al definir un signo (Vg. persona),
en relación con un determinado significante (Vg. persona violada) se incluye entre sus
características un concepto contradictorio o incompatible con los que le son propios (Vg.
muerta) incurrimos en un absurdo. Por este motivo, no es posible la comisión del delito de
violación contra un muerto. Y si a alguien se le ocurre sostener esta tesis, incurriría en un
absurdo. Sólo los vivos pueden ser violados; tesis que subsiste por eliminación de su opuesta.
Del mismo modo, no cabe revocar una resolución remitiéndose a sus propios fundamentos, pues
ellos sustentan la decisión que precisamente se revoca[13]; declarar que la construcción en
terreno ajeno se hizo de buena fe; y, a la vez, ordenar la demolición de lo construido[14]. Por el
lado de los justiciables (en este caso es una carga procesal), no es posible –desde el punto de
vista de la lógica- alegar el ejercicio del derecho de retención en una demanda de reivindicación,
pretender la inconstitucionalidad de un contrato – ley, etc[15].
Si, como señala ADOMEIT: “[…] de lo falso, de lo contradictorio, es posible deducir lo que se
quiera”[16], para los Jueces querer no es poder. No pueden declarar la sinrazón de una
pretensión sobre la base de “círculos cuadrados” o razones contradictorias. Éstas, al igual que
las aparentes, no pertenecen al mundo jurídico; son como los caminos de Alicia en el País de las
Maravillas: llevan a cualquier sitio a donde el Juzgador que incurra en tales vicios quiera llegar.
Como acaba de sugerirse, los teóricos del Derecho han ido despertando del
Muy sintéticamente, dichas críticas han mostrado que en algunas oportunidades el Derecho no
ofrece normas capaces de dar una respuesta para cada caso que se presenta
En concreto, sugiere que hay una laguna jurídica cuando algunas cuestiones jurídicas sujetas
a la jurisdicción competente no tienen una respuesta completa. Como puede observarse,
este concepto parece incorporar toda causa de indeterminación jurídica. Así, la laguna no es
una de las causas de la indeterminación jurídica, sino que es la noción que engloba todas las
causas de indeterminación jurídica. Por ello, afirma que existen diferentes tipos de lagunas
jurídicas. Específicamente, distingue las lagunas que surgen por la vaguedad de los conceptos
jurídicos, de las que surgen por la existencia de conflictos normativos el Derecho ofrece dos o
más normas jurídicas positivas que pueden ser aplicadas a un caso y que conllevan a soluciones
incompatibles entre sí antinomias.
Cuando el Derecho parece decir más de lo necesario para un caso en concreto y no prevé un
sistema de prelación entre dichas normas, nuevamente el operador jurídico encargado de
resolver la cuestión debe hacerlo con base en argumentos o razones que van más allá de los que
le proveen las normas
El tema de las lagunas y de las antinomias
autores hablan de lagunas normativas cuando el Derecho no ofrece una solución a un caso,
permiten saber qué norma se le aplica, o de lagunas de reconocimiento cuando hay dudas
Como se verá, para cada tipo de problemas se han intentado soluciones diferentes sin que
ninguna logre eliminar por completo toda indeterminación jurídica. Por ejemplo, para
resolver los problemas observados en las lagunas normativas se proponen reglas generales
etcétera.
DISCRECIONALIDAD JUDICIAL
algunos casos no tienen una respuesta jurídica completamente determinada y otorgar a los
DISCRECIONALIDAD JUDICIAL
justifiquen su decisión…”
Alexy avanza nuevamente un poco más sobre estas ideas hasta defender la denominada
“fórmula de Radbruch”.66 Según la versión más abreviada de esta fórmula, desde el punto de
vista del funcionario que ha de resolver un caso conforme a
Derecho o del ciudadano que ha de obedecerlo (el participante de la práctica jurídica) “la
extrema injusticia no es Derecho”. Obviamente, la injusticia extrema es un
nunca, bajo ninguna circunstancia, puede justificarse una extrema injusticia. Justamente por
esto, para Alexy, este límite se define sustancialmente por el núcleo de los
derechos humanos cuya validez es considerada “eterna” —es decir, que serían válidas para
todos los seres humanos con independencia del tiempo y el espacio—.67
por falta de acuerdo sobre la aplicación de una norma —sea porque el caso
no está claramente previsto en su supuesto de hecho, o porque varias normas hayan previsto
el caso y ofrezcan soluciones incompatibles, o porque el
modo en que ha sido enunciada una norma admite varios contenidos posibles—, no es
necesario detener el razonamiento de determinación judicial y
Una vez tenidas en cuenta las reglas lingüísticas y las reglas que buscan
partida o piso que exige que el fin pragmático que se escoja sea coherente
segundo lugar, la búsqueda del fin pragmático también está limitada por la
CONCLUSIONES
las normas jurídicas positivas a veces resulten incapaces de ofrecer una única respuesta
correcta
básicamente tres son las causas por las que inevitablemente algunas cuestiones jurídicas
terminan siendo indeterminadas: las lagunas, las antinomias y la textura abierta del lenguaje
por medio del cual se expresa el Derecho
a. reconocen la necesidad de incorporar principios para superar los llamados defectos lógicos
del ordenamiento jurídico;
recogidos en principios que vinculan a los poderes ejecutivo, legislativo y judicial y sistemas de
control de constitucionalidad
(v)
“elección debida entre alternativas abiertas”, es decir, un acto voluntario que consiste en optar
por seguir un curso de acción determinado cuando existen por lo menos dos posibilidades
reales
de actuación mutuamente excluyentes y entre las cuales el Derecho no ofrece razones que
hagan más correcta una de ellas
DISCRECIONALIDAD JUDICIAL
puede parecer contradictorio, por un lado, afirmar que las decisiones discrecionales han de
tomarse “eligiendo entre alternativas abiertas” y, por el otro, simultáneamente sostener que
deben fundarse en razones generales y que al menos en algunas
cosas:
a. por la dimensión esencialmente contingente que suelen tener todos los problemas prácticos
la discrecionalidad judicial en alguna medida puede ser considerada una función productora de
reglas comparable con las
particular
humanos
que le imponen las reglas lingüísticas y las reglas que buscan solucionar los problemas antes
mencionados (reglas de colisión,
presunciones, etc.), hacia el techo impuesto por el fin o la intención pragmática de la o las
normas aplicables que también está
decisión discrecional (que parte del piso dado por las reglas lingüísticas y hacia el techo o ideal
delimitado por los fines del Derecho) puede ser mejor explicada desde las teorías de las
virtudes judiciales, que permitan desentrañar el espacio intermedio
V.