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La idea de una “segunda independencia” en América Latina surge poco después del
período comprendido entre 1810-1823, vale decir el de la “primera independencia”. En el
caso chileno, el primero en hablar de “segunda independencia” fue el ministro Diego
Portales para referirse a la guerra contra la confederación Perú-Boliviana (1836-1839).
Conflicto que fue crucial en la consolidación del Estado chileno y de la identidad nacional1.
Posteriormente, el concepto fue retomado en 1844 por los intelectuales José Victorino
Lastarria y Francisco Bilbao. Ambos manifestaron “la misma preocupación por pasar de
una cultura de las armas (Primera Independencia) a una de las letras (Segunda
Independencia), para alcanzar la emancipación (espiritual, literaria, cultural) y construir
una literatura latinoamericana propia, que permita valorizar a América Latina”2.
La consigna volvió a dar vueltas entre los intelectuales con ocasión de los centenarios de
cada república latinoamericana en 1910. Pero recobró fuerza a mediados de los ´60, tras
el triunfo de la Revolución Cubana. Fidel Castro buscó expandir la revolución a lo largo de
América Latina bajo la consigna de realizar la “segunda independencia”, que concretara la
1 Gabriel Cid, “Nacionalizando la “segunda independencia” chilena. Fiestas y discurso cívico-religiosos en torno a la
guerra contra la confederación Perú-Boliviana, 1836-1851”, en Bicentenario. Revista de historia de Chile y América, Vol.
7, Santiago, Centro de Estudios Bicentenario, 2008, p.8.
2 Javier Pinedo, “El concepto Segunda Independencia en la historia de las ideas en América Latina: Una Mirada desde el
Bicentenario”, en Atenea, N° 502, Concepción, Instituto de Estudios Humanísticos de la Universidad de Talca, 2010,
p.155.
independencia de estas naciones del neocolonialismo y el imperialismo yankee3. Discurso
que hizo eco en la izquierda chilena y que, asimismo, sería reciclado posteriormente por
la derecha del mismo país.
En este contexto, Allende rebautizó al Parque Cousiño con el nombre aún vigente de
Parque O´Higgins. La interpretación tradicional de este acto es que el apellido Cousiño se
asociaba a una familia burguesa, una de las fortunas más grandes de la historia de Chile,
en una época en que el gobierno buscaba combatir la desigualdad mediante la
redistribución de las riquezas. No obstante, tampoco hay que olvidar que este espíritu
refundacional, también buscaba entroncar con la gesta independentista, y el nombre de
O´Higgins, en su calidad de padre de la patria, era un símbolo de unidad para los
chilenos. Asimismo, es interesante señalar ciertos puntos en común entre ambos líderes.
Mientras que Allende era masón, O´Higgins pertenecía (al igual que Bolívar y otros
próceres latinoamericanos) a una logia de inspiración masónica, la Logia Lautarina. Punto
que el mismo Allende planteó en un discurso ante la Gran Logia de Colombia durante su
3 Tanya Harmer, Chile y la Guerra fría interamericana, Santiago, Ediciones Universidad Diego Portales, 2013, p.57
4 Mario Amorós, Allende, la biografía, Santiago, Ediciones B, 2013, p.277.
visita al país cafetero5. Asimismo, el prócer de la independencia emprendió un gobierno
de corte liberal, cuyas reformas fueron fuertemente rechazadas por la elite conservadora.
Estos elementos en común, motivaron a que el presidente socialista se identificara con el
general chillanejo, al cual aludió en distintos discursos. Algo que terminó criticando la
oposición al gobierno, en boca del senador Juan Hamilton durante una intervención en el
congreso: “Reiteradamente y con poco respeto por los valores históricos, la Unidad
Popular ha comparado al Presidente Allende con Bernardo O´Higgins y Balmaceda”6.
Pero O´Higgins no fue el único prócer reciclado por la Unidad Popular. José Miguel
Carrera contó con un billete propio, el de mil escudos, donde figuraba su imagen junto a
unos versos de Pablo Neruda del Canto General: "Dijiste libertad antes que nadie/Cuando
el susurro iba de Piedra en Piedra/ Escondido en los patios, Humillado". Nuevamente
apreciamos el concepto de libertad, ligado a la independencia, en el discurso oficialista,
ahora expresado a través de los versos del vate comunista9.
El premio nobel de literatura de Neruda en 1971 fue sólo uno más de los logros de la
Unidad Popular en el área de las artes. En términos culturales, ésta significó una época
de enorme creatividad y producción artística. El cine no escapó de este boom, como
podemos apreciar en el Manifiesto de los cineastas de la Unidad Popular (1970). En dicho
texto, el cineasta Miguel Littin destacó la importancia de las luchas sociales y de los
próceres de la Independencia como "herencia legítima y necesaria para enfrentar el
presente y proyectar el futuro"10.
De ahí que uno de los principales proyectos cinematográficos del gobierno de Allende, a
cargo de Patricio Guzmán, fue un film sobre el guerrillero Manuel Rodríguez, el héroe
independentista con quien la izquierda sentía mayor afinidad. Por algo, en 1964, cuando
se compuso la música incidental de la película muda El Húsar de la Muerte (1925), el
encargado de su realización fue el músico Sergio Ortega, miembro del grupo
Quilapayún11. No obstante, debido a la falta de recursos de la estatal Chile Films, y la
grave situación económica del país, Guzmán debió centrar sus esfuerzos en grabar el
documental La Batalla de Chile. “Asediados por diferentes frentes, los cineastas cercanos
a la UP habían visto en Manuel Rodríguez -el líder de la resistencia contra la reconquista
española- un tropo de su propia situación”12.
9 Luis Hernán Errázuriz y Gonzalo Silva Quijada, El Golpe Estético. Dictadura militar en Chile 1973-1989, Santiago, Ocho
libros, 2012, p.66.
10 Ignacio Del Valle y Julien Belem, “Independencia y cine histórico en Argentina, Cuba y Chile (1968-1976):
Reinterpretando el mito nacional” en Cinémas d´Amérique Latine, N°18, Touluse, Presses Universitaires du Midi, 2010,
p.14.
11 Eliana Jara y Carmen Maturana, “Acercamiento a cuatro creaciones relativas a Manuel Rodríguez desde la crítica
periodística de la época del cine mudo y de la era pre cinematográfica” en Comunicación y medios, N°26, Santiago,
Instituto de Comunicación e Imagen. Universidad de Chile, 2012, p.104.
12Del Valle y Julien Belem, op. cit., p.14.
En suma, el proyecto ideológico de la Unidad Popular buscó hacer el link con la lucha que
encabezaron O´Higgins, Carrera y Rodríguez, reinterpretando la independencia como el
antecedente fundacional que legitimaba el proyecto de revolución socialista de su
gobierno. De ahí que Salvador Allende, durante la clase inaugural del año académico de
1972 en la Universidad de Concepción, criticó a “algunos revolucionarios que no sienten
el contenido de nuestra propia historia, que no les dan los valores reales que tienen a los
hombres que en esos momentos hicieron posible una lucha para nuestra independencia,
que no vibran con las gestas heroicas, que nacieron de la pujanza del pueblo, a través de
O´Higgins, los Carrera y Manuel Rodríguez, guerrillero del pueblo que ha hecho posible el
perfil nacional que desde entonces tenemos”13.
Y es que este gobierno venía antecedido por el movimiento de la Nueva Canción Chilena
y el Nuevo Cine Chileno, donde realizadores de ambas plataformas, musical y
audiovisual, trabajaron sobre la base de un profundo compromiso social con el espíritu
revolucionario imperante, y promulgaron la necesidad de que esta independencia
económica se tradujera también en una independencia cultural (tema que trascendería
hasta la década de los ´80, cuando Los Prisioneros sacaron la canción “Independencia
cultural”). El grupo Inti Illimani, por ejemplo, incluyó en su álbum Viva Chile! una canción
titulada La segunda independencia. Entre sus estrofas, se escuchan los versos “Que los
países hermanos/ de Centroamérica y sur/ borren las sombras del norte/ a ramalazos de
luz”15. Aquí se evidencia la dimensión latinoamericana de esta lucha, resaltando la
Ya desde antes del golpe militar del 11 de septiembre de 1973, que el emergente
gremialismo liderado por Jaime Guzmán llamaba a las Fuerzas Armadas a intervenir, pero
no para reponer el orden institucional anterior, sino para instaurar uno totalmente nuevo.
Tesis que terminó imponiéndose en el nuevo gobierno17.
Tras derrocar a Allende, la Junta Militar encabezada por el general Augusto Pinochet,
recibió una primera oleada de colaboradores civiles que emitió la “Declaración de
principios del gobierno de Chile” en octubre de 1973. En ella, se clamaba por un gobierno
nacionalista, y un Estado portaliano y autoritario. Su lucha antimarxista no sólo estaba
orientada a la reconstrucción moral y material de la nación, sino que también a “cambiar la
mentalidad de los chilenos”. Dicha declaración se presentaba como “irreformable, lo que
acentúa su carácter de fundacional”18. Si bien dicha declaración no fue asumida en su
totalidad por la Junta, sí hizo eco del espíritu refundacional que rodeaba al cambio de
régimen: la construcción de un nuevo Chile pasaba por la destrucción del otro. De ahí que
para el primer aniversario del golpe de Estado en 1974, Pinochet declaró en un discurso
que “por primera vez en este siglo, Chile tiene un gobierno únicamente nacional [que] se
16 Horacio Salinas, La canción en el sombrero: historia de la música de Inti-Illimani, Santiago, Catalonia, 2013, p.89.
17 José Manuel Castro, Jaime Guzmán, ideas y política 1946-1973. Corporativismo, gremialismo y anticomunismo,
Volumen I, Santiago, Centro de Estudios Bicentenario, 2016, p.188.
18 Raúl Retting (presidente de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación), Informe de la Comisión de Verdad y
Esta declaración fue redactada por el mismo Puga y Jaime Guzmán. Y es que los
gremialistas, junto a los Chicago Boys, constituyeron una segunda oleada de
colaboradores que le dieron sustrato ideológico y programático al discurso refundacional
de la dictadura. El proyecto del nuevo Chile ya estaba escrito, sólo faltaba la gesta
independentista que lo legitimara.
Esta vez la independencia no era del imperio español, ni del imperialismo yankee, sino del
marxismo internacional. La guerra era contra el terrorismo y los grupos subversivos
financiados por Cuba y la Unión Soviética, y la Unidad Popular el oscuro pasado con el
que había que romper. Pocas figuras históricas del antiguo Chile se salvaron, la más
conocida, era nuevamente el general Bernardo O´Higgins. “Como pocas veces Chile se
pobló de bustos con su figura y calles con su nombre. No hubo ninguna otra personalidad
–de uniforme o civil– que estuviera a la altura, a excepción de una que estaba viva y
gobernaba el país con celo y personalismo”21.
19 Juan Cristóbal Peña, La secreta vida literaria de Augusto Pinochet, Santiago, DeBolsillo, 2013, p.108.
20 Ibid., p.108-109.
21 Juan Cristóbal Peña, “Pinochet detrás de los lentes”, en Dossier, N° 21, Santiago, Facultad de Comunicación y Letra.
Como era de esperarse, el billete de Carrera con los versos de Neruda fue suprimido por
la dictadura. No obstante, los versos del vate fueron incorporados en el efímero billete de
cinco mil escudos, también con la efigie de José Miguel Carrera. Esta aparente
contradicción, se da en el contexto del duelo nacional decretado por la muerte de Neruda,
pero también puede ser interpretado como una forma de resaltar la idea de “liberación
nacional”. Para Errázuriz, “este texto se mantiene como una trágica ironía después del
golpe, posiblemente como un intento de justificar que el alzamiento en armas fue en
respuesta a un llamado a voces del pueblo (‘Cuando el susurro iba de piedra en
piedra’)”23. No por nada, una de las canciones favoritas del régimen, y que de hecho fue
cantada durante la inauguración de la Llama de la Libertad el 11 de septiembre de 1975,
fue Libre, del español Nino Bravo. La libertad ya no era de la opresión capitalista-
imperialista, sino del marxismo internacional, y del régimen proto-totalitario que estaba
gestando la UP.
Si bien no se siguió una política cultural definida o constante en el tiempo, los primeros
tres años del régimen estuvieron caracterizados por el uso intensivo de la Editorial
22 Idem.
23 Luis Hernán Errázuriz y Gonzalo Silva Quijada, El Golpe Estético. Dictadura militar en Chile 1973-1989, Santiago, Ocho
libros, 2012, p.23.
Nacional Gabriela Mistral (ex Quimantú), donde se buscó mitificar el 11 de septiembre
como un día “heroico y festivo”, uno más dentro de las celebraciones del mes de la patria,
sólo una semana antes del 18 de septiembre. A través de la producción de la misma
editorial (libros y suplementos) se buscó explicar a la población la necesidad del golpe,
detonador de una “segunda independencia”, y del proyecto refundacional y mesiánico
llevado a cabo por las Fuerzas Armadas “herederas del legado independentista
ohigginiano, de acuerdo al pensamiento conservador, nacionalista y militarista”24.
Mejor suerte corrió el diario de José Miguel Carrera. Si bien no estaba en La Moneda al
momento del golpe, se le creyó perdido durante mucho tiempo, hasta que Pinochet
declaró a un historiador que el diario lo tenía “muy guardado en mi velador. Lo tengo
como libro de consulta”. Tras varias presiones para que Pinochet entregara el libro a la
DIBAM, el general finalmente lo cedió en 2005, un año antes de su muerte26. Así, el
“príncipe de los caminos” perdió su billete, pero recuperó su diario.
24 Isabel Jara, “Graficar una "Segunda Independencia": El Régimen Militar Chileno y las ilustraciones de la Editorial
Nacional Gabriela Mistral (1973-1976)”, en Historia, N°44, Santiago, Instituto de Historia. Pontificia Universidad Católica
de Chile, vol. 1, enero-junio, 2011, p.161.
25 Juan Cristóbal Peña, La secreta vida literaria de Augusto Pinochet, Santiago, DeBolsillo, 2013, p.200.
26 Ibid., 108-109.
La reliquia de la independencia que vivió el periplo más complicado fue la bandera chilena
sobre la que se juró la independencia, el 12 de febrero de 1818. Dicha bandera
permaneció en el Museo Histórico Nacional hasta que fue robada por el comando Javiera
Carrera del Movimiento Izquierdista Revolucionario (MIR) en marzo de 1980.
El hecho enfureció a las autoridades de la época, pero por más esfuerzos que hizo la
dictadura, nunca logró ubicar el preciado objeto, y los miristas anunciaron que lo
mantendrían bajo su poder “hasta que Chile sea democrático de nuevo”. Fue recién en
2003, poco después de la conmemoración de los 30 años del golpe, que el ex secretario
general del MIR, Andrés Pascal Allende, devolvió el objeto al museo, a través de
familiares de Detenidos Desaparecidos, en una ceremonia pública27.
La carga histórica y metafórica de esta sustracción es más que evidente. El MIR vino a
cuestionar el discurso independentista de Pinochet. Él no vino a liberar Chile, sino todo lo
contrario. Y los símbolos de la gesta de 1810 debían ser usados en contra suya, no dejar
que la dictadura se apropiara de ellos.
El nombre Javiera Carrera, quien según la tradición bordó la bandera de la Patria Vieja,
no era azaroso; del mismo modo que otro grupo guerrillero, el Frente Patriótico Manuel
Rodríguez (FPMR), escogió el nombre de la figura del prócer por la carga simbólica que
implicaba. El patrono del grupo guerrillero no podía ser otro que un guerrillero, maestro
del disfraz y del contraespionaje durante la Reconquista. Así como la derecha pinochetista
interrumpió bruscamente el primer gobierno marxista de Chile, la invasión de 1813 barrió
con el primer gobierno nacional en la historia de Chile. El imperio español recuperando
terreno, al igual que el imperialismo yankee. Y al igual que hace más de siglo y medio,
debía ser una situación transitoria. La etapa más oscura de la noche antes del amanecer,
y que Rodríguez logró vencer, así como la guerrilla marxista lograría vencer a la
dictadura, bajo la lógica del MIR.
Las consonancias son mayores de lo que parecen: en vida Rodríguez buscó empoderar a
las bases populares y fue un gran crítico del autoritarismo del gobierno de O´Higgins, lo
que motivó, según se cree, que fuera asesinado por orden del director supremo. Para
muchos se convirtió en el “primer detenido desaparecido de la historia”, por la
incertidumbre que ronda sobre la autenticidad de sus restos ubicados oficialmente en el
27Alejandra Matus, “El saludo del MIR a la bandera”, en Los archivos del cardenal. Casos reales, Andrea Insunza y Javier
Ortega editores. Santiago, Catalonia, 2011, pág 27-34.
Cementerio General28. Una trágica sincronía que actualizaba el mito de la independencia:
el Capitán General (Pinochet/O´Higgins), quien gobierna con puño de hierro, y no tolera la
rebeldía, ordena acribillar a Manuel Rodríguez (guerrillero/guerrilla). El círculo estaba
completo, y el final debía ser el mismo: Pinochet debía renunciar, o ser eliminado.
Por lo menos ese era el diagnóstico del FPMR y del MIR. Del cual se desprendía su
estrategia: establecer una guerrilla urbana que, mediante actos terroristas desestabilizara
la dictadura y generara un levantamiento popular en su contra, tal y como ocurrió a fines
de la Reconquista. Esto último no ocurrió, pero los miristas pudieron darse el lujo de fijar,
simbólicamente, cuándo se acabó la dictadura. No fue con la transición pactada iniciada
en 1990, sino recién en 2003 cuando Chile fue “democrático de nuevo”, en pleno gobierno
del socialista Ricardo Lagos, y ad portas de la reforma a la constitución de 2005.
Conclusiones
Así como O´Higgins era el Padre de la Patria, Pinochet debía ser el Padre del nuevo
Chile. En su afán por equipararse con el libertador, se tendió a descuidar la figura de otro
reinvención del imaginario nacional chileno durante la dictadura militar (1978-1979)”, en Seminario Simon Collier 2016,
Santiago, Instituto de Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, 2017, p.202.
prócer de la independencia, José Miguel Carrera, para muchos el verdadero padre de la
patria, cuyo legado ya había sido puesto en segundo plano (tras la figura de O´Higgins)
por distintos gobiernos, incluso desde antes de la Unidad Popular31.
Destacar que mientras que la Unidad Popular llegó al gobierno con un programa definido
de refundación del país, el de la dictadura se fue forjando en el camino. Fue gracias a las
gestiones de Álvaro Puga y la segunda oleada de colaboradores civiles del régimen que
se pudo definir, recién en 1974, su proyecto para la nación. El slogan de la “segunda
independencia”, fue vaciado de contenido, e instrumentalizado en favor de la dictadura.
Arturo Fontaine señala en su libro Todos querían la revolución, que hacia los ´60, la
pregunta no era si la revolución vendría o no. La pregunta era cuándo. Fue justamente
con la intención de contener a la revolución marxista, que la derecha terminó apoyando al
programa de la “revolución en libertad” de Frei Montalva en 1964. No obstante, contrario a
lo que se esperaba, lejos de contenerla, la revolución en libertad terminó arando el camino
a la vía chilena al socialismo32. Un proyecto que apostaba por estar a la altura de la
revolución de 1810, que consagró la independencia de Chile. La de Allende no podía ser
cualquier revolución, tenía que ser ni más ni menos que una independencia.
Pero tras sólo tres años, el concepto de “independencia” fue resignificado, cambiando el
enemigo o potencia extranjera que amenazaba la soberanía nacional (de Estados Unidos
a la Unión Soviética); al igual que la noción de “libertad”, que ya no era libertad en
términos políticos, sino libertad económica. Concepto introducido por la revolución
neoliberal que significó el desembarco de los Chicago Boys al gobierno y la
despolitización de la sociedad que promulgaba el gremialismo de Jaime Guzmán. Lo que
habría permitido, a la larga, el despegue económico de Chile, y una lucha más eficaz
contra la pobreza, como sostiene el excandidato presidencial gremialista Joaquín Lavín en
su libro Chile: revolución silenciosa33. Así, la “revolución” finalmente no fue marxista, sino
neoliberalista. Y la nueva “independencia” de Chile, fue del marxismo internacional.
En nuestro continente, son varios los gobiernos, civiles y militares, que han abusado y
reciclado el discurso independentista en un afán por legitimar sus proyectos
refundacionales, como algo revolucionario, pero al mismo tiempo coherente con una
tradición que apela a la esencia misma de la nación. Una suerte de batalla o
“independencia” que quedó inconclusa a principios del siglo XIX, y que el actual gobierno
viene a concluir, cerrando el ciclo. Lo que ha llevado a resucitar la memoria de próceres
independentistas en distintos contextos históricos. San Martín ha sido usado tanto por
peronistas como izquierdistas y hasta por la dictadura de 1966 en Argentina36, y en la
actualidad Simón Bolívar es el gran gurú y caballo de batalla de la Revolución Bolivariana
En Cinémas d´Amérique Latine, N°18, Touluse, Presses Universitaires du Midi, 2010, p.29-37.
en Venezuela37. “La obsesión por la historia”, como la ha llamado Andrés Oppenheimer,
es común a lo largo de Latinoamérica, y cobra especial fuerza con gobiernos de corte
populista, convirtiendo en una práctica común el “pasear ataúdes” de líderes como Perón,
Bolívar, Alfaro, Artigas y Morazán, junto con proyectos de erigir a cada prócer nuevos
mausoleos38. Rituales similares al traslado que organizó Pinochet de los restos de
O´Higgins, desde el Cementerio General, pasando por el Templo Votivo de Maipú, hasta
la nueva Cripta de la Patria. Si bien este vicio refundacional, o incluso de “necrofilia”
política es algo que nuestro país parece haber superado, también nos dejó varios asuntos
sin resolver.
Para Elizabeth Jelin, todos los relatos nacionales son selectivos. Se escogen a los héroes
que después saldrán en los libros escolares. Y también “se constituyen en los blancos
para intentos de reformas, revisionismo y relatos alternativos”. Pues la historia tiende a
ser la de los vencedores, pero también habrá “relatos disidentes como resistencia al
poder”39. Quien compare al Chile del 4 de septiembre de 1970, con el del 11 de marzo de
1990 podrá apreciar un cambio sustancial. El país es radicalmente distinto, una auténtica
revolución (o contrarevolución) se llevó a cabo entremedio. Miles de muertos cayeron en
el camino. Militares y guerrilleros se batieron en enfrentamientos a lo largo del país. ¿Fue
una guerra? ¿una independencia? ¿una reconquista? ¿la ganamos o la perdimos?
El período referido es sin lugar a dudas el más complejo en la historia de Chile, junto con
el detonado por la Primera Junta Nacional de gobierno en 1810, y ha concitado como
ningún otro la atención de historiadores y aún de aficionados40. El sentido discursivo que
se le dio al primer proceso (1810-1818), fue bastante fácil de narrar a la hora de plasmarlo
en los libros escolares. El segundo (1970-1990), dado su naturaleza bipolar y
contradictoria, tardará mucho más en cuajar en un discurso oficial que logre concitar una
narrativa unánime. En cuanto a la noción de “segunda independencia”, dada la conflictiva
connotación que le dio Pinochet, y el fracaso que significó para la Unidad Popular, lo más
probable es que sea destinada, junto con los amarillentos borradores de los discursos
donde figuraba, al baúl de los recuerdos.
37 Bernardo Subercaseux, Simón Bolívar y la Carta de Jamaica, Santiago, LOM Ediciones, 2016, p.59-66.
38 Andrés Oppenheimer, ¡Basta de historias! La obsesión latinoamericana con el pasado y las 12 claves del futuro,
Buenos Aires, Debate, 2010, p.32-37.
39 Elizabeth Jelin, Los trabajos de la memoria, Madrid, Siglo XXI, 2002, p.41.
40 Joaquín Fernandois, La revolución inconclusa. La izquierda chilena y el gobierno de la Unidad Popular, Santiago, Centro
- Ignacio Del Valle y Julien Belem, “Independencia y cine histórico en Argentina, Cuba y
Chile (1968-1976): Reinterpretando el mito nacional” en Cinémas d´Amérique Latine,
N°18, Touluse, Presses Universitaires du Midi, 2010.
- Luis Hernán Errázuriz y Gonzalo Silva Quijada, El Golpe Estético. Dictadura militar en
Chile 1973-1989, Santiago, Ocho libros, 2012.
- Arturo Fontaine, Todos querían la revolución. Chile 1964-1973, Santiago, Zig-Zag, 2000.
- Joaquín Gutiérrez Castro, “Bernardo O´Higgins entre el altar y el exilio: uso y abuso de la
memoria del héroe en la reinvención del imaginario nacional chileno durante la dictadura
militar (1978-1979)”, en Seminario Simon Collier 2016, Santiago, Instituto de Historia,
Pontificia Universidad Católica de Chile, 2017.
-Tanya Harmer, Chile y la Guerra fría interamericana, Santiago, Ediciones Universidad
Diego Portales, 2013.
- Isabel Jara, “Graficar una "Segunda Independencia": El Régimen Militar Chileno y las
ilustraciones de la Editorial Nacional Gabriela Mistral (1973-1976)”, en Historia, N°44,
Santiago, Instituto de Historia. Pontificia Universidad Católica de Chile, vol. 1, enero-junio,
2011.
- Alejandra Matus, “El saludo del MIR a la bandera”, en Los archivos del cardenal. Casos
reales, Andrea Insunza y Javier Ortega editores. Editorial Catalonia, 2011.
- Juan Cristóbal Peña, La secreta vida literaria de Augusto Pinochet, Santiago, DeBolsillo,
2013.
- Juan Cristóbal Peña, “Pinochet detrás de los lentes”, en Dossier, N° 21, Santiago,
Facultad de Comunicación y Letra. Universidad Diego Portales, 2013.
- Javier Pinedo, “El concepto Segunda Independencia en la historia de las ideas en
América Latina: Una Mirada desde el Bicentenario”, en Atenea, N° 502, Concepción,
Instituto de Estudios Humanísticos de la Universidad de Talca, 2010, p.155.