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La historikerstreit en Alemania (1986) y el Manifiesto de Historiadores en

Chile (1999): Reflexiones en torno a los usos públicos del pasado.

The historikerstreit in Germany (1986) and the Historians' Manifest in Chile


(1999): Reflections concerning the public uses of the past.

Jorge Campos T.*

Resumen

El presente artículo es un trabajo de carácter comparativo entre lo que fue la


historikerstreit en Alemania y el Manifiesto de Historiadores en Chile. Intenta dar
cuenta de las controversias historiográficas, de las mutuas acusaciones de
normalización e instrumentalización en torno a los usos públicos del pasado
propios de cada caso. Ambos debates serán analizados bajo perspectiva histórica
poniendo énfasis en los complejos procesos de normalización historiográfica,
pero también serán abordados desde su perspectiva pública, al considerar
aquellas zonas de performatividad mediática que los caracterizó. Poder
reflexionar –a partir del estudio de ambos debates- en torno a los usos públicos
del pasado es fundamental para las pretensiones de este trabajo.

Palabras claves: historikerstreit – manifiesto de historiadores – normalización –


público – pasado.

Abstract

The present article is a work of comparative character between what it was the
historikerstreit in Germany and the Historians' Manifest in Chile. It tries to realize
of the controversies historiográficas, of the mutual accusations of normalization
and instrumentalización concerning the public own uses of the past of every
case. Both debates will be analyzed under historical perspective putting
emphasis in the complex processes of normalization historiográfica, but also
they will be approached from his public perspective, on having thought those
zones of performatividad media that it characterized them. To be able to think -
from depart from the study of both debates - concerning the public uses of the
past is fundamental for the pretensions of this work.

Key words: historikerstreit - historians' manifest - normalization - public - past.

*Actualmente se desempeña como profesor del Taller de Historia Local en el Liceo Polivalente de Dalcahue y
como profesor del Liceo Politécnico de Castro (Chiloé). Egresado de Pedagogía en Historia y Geografía de la
Universidad del Bío-Bío (UBB), “Diplomado en Patrimonio, Comunidad y Cultura Local” de la Universidad
de Santiago de Chile (USACH) y candidato a “Magíster en Historia y Memoria” en la Universidad Nacional de
la Plata (UNLP), Argentina. Jorge.campos.tapia@gmail.com
I.- Ideas preliminares

El presente trabajo tomará como punto de partida el debate político-intelectual


ocurrido en Alemania durante el verano de 1986, allí se produjo un debate de intensas
proporciones -conocido como Historikerstreit1 - en el que participaron destacados
intelectuales que discutieron sobre el régimen nazi, el genocidio antisemita, la singularidad
del pasado alemán y todo lo que significó el Holocausto, también conocido como Shoah.
Pero, ¿qué relación puede tener este debate en Alemania con el caso chileno? En
primer lugar, habría que dejar en claro para qué estudiar el genocidio nazi y en ese sentido,
el estudio de su memoria es primordial, ya que resulta modélico para la reflexión de otras
latitudes. El punto en cuestión es otorgar más espacio a la discusión sobre esas “otras”
latitudes, de ahí nace la convicción de este trabajo, es decir, se toma como punta medular
la experiencia alemana pero con el fin de modelar la reflexión en torno a la historia del
pasado reciente chileno y a los usos públicos del pasado propios de cada debate.
La historikerstreit alemana y el Manifiesto de Historiadores en Chile (1999) 2 serán
analizados en la perspectiva de la disciplina histórica, pero también desde la perspectiva
pública a través del compromiso ciudadano con la defensa de los derechos humanos y de
aquellas zonas de performatividad mediática que produjo el acontecimiento-Pinochet3, más
específicamente, a través de: su polémica “Carta a los chilenos” redactada mientras
permanecía detenido en Londres; de los “Fascículos” de historia de Chile publicados por el
historiador Gonzalo Vial en el diario La Segunda; y de las respuestas “ante las cámaras” que
dieron en su momento la clase política civil y la clase política militar. “Tres formas y
manifestaciones distintas de un mismo tipo de manipulación de la Historia”4, ante las cuales
un grupo de once historiadores deciden redactar un manifiesto en refutación a dichas
interpretaciones sobre las últimas décadas de la historia nacional.
Si bien este trabajo se sustenta en el método comparativo, ya nos advertía Enzo
Traverso que:

1
Véase: "Historikerstreit". Die Dokumentation der Kontroverse um die Einzigartigkeit der
nationalsozialistischen Judenvernichtung, München, séptima edición, 1989; Peter Baldwin, "The
Historikerstreit in Context," in Peter Baldwin, ed. Reworking the Past: Hitler, the Holocaust and the Historian's
Debate, Boston, Beacon, 1990.
2
Grez, Sergio y Salazar, Gabriel (Compiladores), 1999, “Manifiesto de Historiadores”, Santiago, LOM.

3
Richard, Nelly, 2010, “Crítica de la Memoria (1990-2010)”, Santiago, Ediciones Universidad Diego Portales.
pp. 54-55. La autora coincide con M. Vicuña, quien reconoce, en los signos del “accidente Pinochet”, la fuerza
de “un acontecimiento desencadenante que irradia su resonancia con una intensidad máxima” y que “más
allá de la alteración de las prácticas y los modos de pensar corrientes, movilizó la proliferación de argumentos
y palabras, de discursos y dichos, de grafismos y cosas de la dicha y la desdicha”. Véase Uribe, Armando y
Vicuña, Miguel, 1990, “El accidente Pinochet”, Santiago, Editorial Sudamericana, p.170.

4
Grez, Sergio y Salazar, Gabriel (Compiladores), 1999, “Manifiesto de Historiadores”, p.8.
“Una vez erigido Auschwitz como modelo de la violencia del siglo
XX, cualquier comparación puede parecer una tentativa de empequeñecer
su alcance o de amplificar la importancia de otros acontecimientos
asesinos. Por una parte, la historiografía y la conciencia histórica no
pueden prescindir del método comparativo; por otra parte, el
comparativismo se expone siempre a los abusos de la instrumentalización
política.” 5

Y claro que los debates por los usos del pasado tienen esa impronta política en
donde se busca la legitimidad en una memoria oficial o nacional. En consonancia con Pollack
(2006), la memoria es un campo en disputa en el que se producen choques y batallas entre
diversas memorias, principalmente entre aquellas hegemónicas o dominantes y las
memorias subterráneas. Tanto el caso alemán como el chileno dan cuenta de esta disputa
por el uso público del pasado y de procesos complejos de “normalización” historiográfica.
Lo verdaderamente importante desde el punto de vista epistemológico, es que la historia
cultural de la memoria del Holocausto, permita iluminar el camino trazado por los debates
en torno a la memoria del pasado reciente en Chile y de todas aquellas “otras” latitudes
victimizadas.

II.- Historikerstreit o “debate de los historiadores” en Alemania

Como ya había mencionado, la historikerstreit fue un debate político-intelectual que


se desarrolló a mediados de los ochenta en Alemania, discusión que giró en torno al
nazismo, la singularidad de Auschwitz, la trivialización del holocausto, el problema de la
culpa y otros temas referidos al impacto de la shoah, los que en conjunto dan forma al
pensamiento e interpretación de aquel pasado que no quiere pasar.
Si bien la discusión tuvo como principales contendores al historiador conservador
Ernst Nolte y al filósofo Jürgen Habermas, habría que precisar que el “debate de los
historiadores”, en palabras de Massimo Savatori, fue llevado a cabo no “en el templo de
Clío, sino en todas las plazas de mercado, es decir, a través de los medios”6. He aquí el
carácter de “público” que adquiere la discusión, pues si hubo un patrón que caracterizó el
debate alemán, fue que “en esta nueva polémica se han visto involucrados no sólo
historiadores sino también periodistas, políticos, politólogos, representantes de las iglesias
y de muchas entidades públicas, del interior del país y del extranjero” 7.

5
Traverso, Enzo. 2004. “La singularidad de Auschwitz. Un debate sobre el uso público de la historia”, México,
Revista Cuicuilco, Vol. 11, N°31, p.11.

6
Salvatori, Massimo. 1988. “Perché un certo passato possa passare senza che lo si dimentichi”, en Storia
Contemporánea N° 2, p. 251. Citado de: Eduardo Araya Leüpin. 2002. “El pasado ominpresente: guerra,
holocausto y culpa en la historiografía alemana”, Viña del Mar, Chile, Revista Archivum, Año III, N°4, p. 270.

7
Bernecker, Walter. 1992. “La historiografía alemana reciente”, España, Revista Historia Contemporánea, N°
7, p.44.
Como bien podemos apreciar, este fue un debate que acaparó una serie de puntos
en discusión y a su vez, una multitud de voces que se pronunciaban desde distintas
disciplinas y lugares. Como tal, abarcar in extenso este debate escapa a los propósitos de
este trabajo, por lo que expondré brevemente los motivos de esta polémica y me centraré
en la vertiente política de la historia, es decir, en la utilización política de la memoria de
Auschwitz como uso público del pasado, lo que permitirá llevar de mejor manera el método
comparativo con el caso chileno.
Vamos por parte. En primer lugar, ¿qué fue lo que incitó esta polémica? Pareciera
existir un consenso al respecto, en la que dicha polémica surge de la publicación de unos
artículos por parte del historiador Ernst Nolte, quien –resumidamente- afirmaba que:

“la política nazi de exterminio de razas (ante todo el exterminio de los


judíos, pero también de los gitanos, etc.) tenía como ejemplo la política
de exterminio de clases, practicada por los bolcheviques en la guerra civil
rusa y después en la fase estalinista, siendo la política nazi una reacción
surgida del miedo frente a los exterminios bolcheviques y los «actos
asiáticos» de Stalin. Probablemente, afirmaba entre Auschwitz y Gulag
existía «un nexo causal»”8

En su opinión, el autor, otorga a la ideología nacionalsocialista un carácter que la


define esencialmente, este es, el anti-marxismo. El problema es que la mayoría de los
estudios sobre la ideología nazi señalan como rasgo fundamental el anti-semitismo, lo que
claramente es minimizado por Nolte. Uno de los que refutó tajantemente esta idea fue el
historiador Saul Friedländer, para él, es el anti-semitismo y no el anti-marxismo el que ocupa
un lugar central en la ideología nacionalsocialista comandada por Hitler. En sus palabras:

“Los judíos y no los marxistas fueron la clave de las declaraciones


ideológicas de Hitler de principio a fin; la Unión Soviética y hasta los
partidos comunistas europeos fueron por breve tiempo aliados de Hitler,
y la idea de una posible paz separada con Stalin resurgió en Hitler al final
de la guerra, en tanto que cualquier pacto con los judíos resultó siempre
impensable para Hitler…”9

Habría que entender a Nolte desde su posicionamiento y tesis sobre la guerra civil
europea10, desde la cual incorpora un nuevo marco de comprensión sobre el periodo que
abarca desde 1914 a 1945, entendiendo la actitud del Tercer Reich como parte de un

8
Ídem.

9
Friedländer, Saul. 1986. “Nazism: Fascism or Totalitarianism”, en, Charles S. Maier, ed., The Rise of the Nazi
regime: Historical Reassessments (Boulder: Westview Press), pp. 25-34.

10
Nolte, Ernst. 1994. “La guerra civil europea, 1917-1945. Nacionalsocialismo y bolchevismo”, México, Fondo
de Cultura Económica (FCE).
proceso mayor que se vivía en la historia europea. Bajo este marco el nacionalsocialismo y
la violencia en la cual incurrió, no es una excepcionalidad representada por el holocausto
judío. Siguiendo esta lógica, Nolte presenta al nacionalsocialismo como un nexo causal y en
contraposición al bolchevismo, en donde la Alemania nazi liderada por Hitler responde
como potencial víctima de una acción “asiática”, que al autor lo hace preguntarse si ¿El
archipiélago Gulag no fue un antecedente de Auschwitz?, de esta forma va sentando las
bases para interpelar la violencia de la U.R.S.S. como antecedente de la violencia nazi. Y
aquí lo importante, según Nolte, no es caer en una justificación del actuar alemán, sino que
equiparar interpretativamente a ambos gobiernos como totalitarios y genocidas, por ello
considera pertinente hablar de una “responsabilidad compartida”, en la cual se entienda al
nazismo bajo un marco de comprensión mayor, circunscrito a la historia de Europa en
general.
Las reflexiones de Nolte sin duda que tocaron nervios sensibles y despertaron una
serie de opiniones que el autor intenta responder más tarde en su libro Después del
Comunismo11. En aquel texto, responde sarcásticamente a sus críticos, a los que los acusa
de falta de comprensión lectora, de apasionados y por sobre todo, de falta de cientificidad
historiográfica, lo que generaría en ellos una lectura del pasado aún no distanciada, y por
lo tanto desvirtuada, propagandística, emocional, más bien, de poco rigor “científico”.
Habría que considerar la influencia de la filosofía de Heidegger en Nolte, quien incluso
escribiera un libro en defensa del filósofo12. Una defensa poco eficaz, ya que el mismo
Heidegger tenía una actitud –en relación a los crímenes nazis y las responsabilidades
morales y políticas de los alemanes en general- claramente evasiva, de silencio y en algunas
ocasiones deliberadamente negacionista e inclusive, agresiva.
Pero quien salió, enérgicamente, al paso de los postulados de Nolte, fue Jürgen
Habermas, acusándole de haber trivializado el Holocausto de los judíos por parte de los
nazis, al intentar reducirle a un genocidio más, en el fondo “como otros”, en la larga lista de
crímenes de la época moderna. Según Habermas, Nolte hacía un uso ilegítimo de los
estudios históricos con un propósito ideológico-apologético, frente a lo cual el filósofo
reivindicaba una concepción de la crítica histórica orientada a “desatar el poder de la
memoria reflexiva.” 13 Y es que, si bien, historia y memoria no son lo mismo, están
entrelazadas, en palabras de Traverso nacen de una misma preocupación y comparten un

11
Véase Nolte, Ernst. 1995. “Reflexiones finales sobre la denominada polémica historiográfica”, en: Después
del comunismo. Aportaciones a la interpretación de la historia del siglo XX, Barcelona, Ariel.

12
Nolte, Ernst. 1998. “Martín Heidegger. Politik und Geschichte im Leben und Denken”, Berlín, Propylaen,
1992. [Ed. Castellano] “Martín Heidegger. Política e historia en su vida y pensamiento”, Madrid, Tecnos.

13
Véase Brockmann, Stephen. 1990. “The Politics of German History”, History and Theory, Vol. 29, N° 2, pp.
182-183. Citado de: Romero, Aníbal. 2010. “El debate de los historiadores alemanes y el problema de la
culpa”, en “Sobre historia y poder. Estudios de teoría política”, Venezuela, Editorial Equinoccio, Universidad
Simón Bolívar, p. 487.
mismo objeto: la elaboración del pasado. Por lo que en resumen, la memoria, sea individual
o colectiva, es una visión del pasado siempre mediada por el presente” 14.
Como se mencionó anteriormente este fue un debate de grandes proporciones y
con una variedad de puntos a discusión que son inabarcables en estas páginas, por ende, el
enfoque se centra más en el uso público de ese pasado y en la utilización política de la
historia y memoria de Auschwitz. Sintetizando los agentes en disputa, podríamos sostener
que había dos bandos claramente identificables. Por un lado los historiadores
conservadores y por otro, los defensores del llamado “patriotismo de la Constitución”. En
palabras de Reyes Mate, los conservadores abogaban por que el pueblo alemán pudiera
olvidar, tal como lo han hecho otros pueblos, entendiendo Auschwitz como un accidente
en el seno de una vasta historia de la que cabe gloriarse. En ese sentido, la identidad
alemana tiene que ser definida en base a esa historia común y no desde las consecuencias
de la derrota. Por otra parte, estaban los defensores del llamado "patriotismo de la
Constitución". El punto central de su crítica al nacionalismo es la valoración que hacen de
un acontecimiento histórico capaz de quebrar irremisiblemente la continuidad de toda una
historia. Más concretamente: se entiende que la barbarie nazi es un acontecimiento,
particular sí, pero singular. No es sólo un evento único, como lo son todos los que
componen la historia, sino singular, en el sentido de que con él la humanidad alcanza un
grado hasta entonces desconocido de inhumanidad. 15
Sin duda que uno de los temas más complejos de este debate es la discusión en
torno a la singularidad, desde la cual se proyectan usos de la memoria en particular. Uno
de estos usos lo encabeza Primo Levi diciéndonos que es posible conocer pero no
comprender, ya que comprender conlleva el peligro de justificar lo injustificable, o el mismo
Claude Lanzmann –autor de la famosa película Shoah- para quien no hay nada que explique
el genocidio. En síntesis, “La tesis de la singularidad es uno de los dogmas sobre los que se
construye la memoria... Según este dogma, Auschwitz constituye un acontecimiento que
trasciende la historia, que no se deja enmarcar en ella por ser el fruto de la irracionalidad y
la expresión del mal absoluto” 16. A dicha singularidad e incomprensibilidad de un
acontecimiento indecible, se nos propone otro uso de la memoria, en donde la visión de
“Auschwitz, es la de cualquier otro acontecimiento histórico, que debe ser inscrito en las
coordenadas del saber histórico y filosófico, es decir, debe ser objeto de conocimiento y,
por tanto, analizado con el objetivo de generar propuestas plausibles de explicación del
fenómeno” 17. Desde esta perspectiva – para Fernández- la singularidad es aceptable como
propuesta mientras sea discutible, no si se presenta como un dogma que limita la reflexión.

14
Traverso, Enzo. 2007. “Historia y memoria. Notas sobre un debate”, en Marina Franco y Florencia Levín
(Compiladoras), “Historia reciente. Perspectivas y desafíos para un campo en construcción”, Buenos Aires,
Paidós, pp. 67-96.

15
Reyes Mate. 2004. “La singularidad del holocausto”, véase: “En defensa de Israel”, España, Libros Certeza,
pp. 123-151.

16
Fernández, Paco. 2013. “Una reflexión crítica sobre la tesis de singularidad de Auschwitz”, España,
Individualia, N° 1, pp. 5-6.

17
Ibídem.
Para ir cerrando este apartado sobre la historikerstreit y sus repercusiones, creo que
es fundamental comprender que adentrarnos en la esforzada tarea de comprender un
hecho histórico no necesariamente implica justificarlo. Siguiendo los postulados de Hannah
Arendt “comprender Auschwitz no sería indultar o perdonar, ni empatizar con los verdugos,
sino, más bien, a partir de un conocimiento riguroso del acontecimiento Auschwitz
reconciliarnos con un mundo en el que los campos de concentración y de exterminio fueron
posibles”. 18 En palabras de Fernández esto significa afrontar la cuestión no desde la
perspectiva de su singularidad (absoluta), sino desde sus elementos propios (especificidad).
En esa misma lógica, concuerdo con Todorov y su lógica de ver el genocidio como un
exemplum de memoria que nos permita comprender otras barbaries, sin minimizar o
amplificar su importancia.
Si hay algo en concreto que podemos mencionar de este inacabado debate, es que,
sus participantes nos han iluminado lo importante que es el estudio de la historia y la
memoria para nuestras sociedades, para la configuración de nuestra identidad nacional, la
cual no debe aflojar su compromiso con la defensa de los derechos humanos y menos,
permitir que los usos públicos de la historia intenten imponer una memoria de “olvido”, ya
que es ajena a nuestra memoria social y popular. Pues, la historia no es sino el ejercicio de
esa soberanía y la revalidación continua de esos derechos19.

III.- El acontecimiento-Pinochet y el Manifiesto de Historiadores en Chile.

Muchas son las lecciones que nos entrega el debate de historiadores acaecido en
Alemania, y como veremos, muchas de ellas son aplicables a nuestra historia nacional. Tal
vez, podríamos tomar como punto de partida la importancia de la historia como reflexión
crítica y prospectiva del pasado, en ese sentido, el uso público de la historia y del pasado en
cuestión no está exento de intereses hegemónicos en pos de legitimación de proyectos de
clase, por lo que se libran “batallas por la memoria”, al no ser reconocido el derecho de los
ciudadanos para construir soberanamente su realidad futura, azuzando además -a través
del olvido- un discurso oficial que ha buscado “hacer borrón y cuenta nueva” en aras de una
artificial y poco consistente reconciliación entre los chilenos20. Por ello, esta tarea no es
exclusiva de los historiadores, sino de toda la sociedad chilena que necesita comprender y
asimilar una conciencia pública sobre nuestra historia reciente. En esa misma línea, el
acontecimiento-Pinochet y el Manifiesto de Historiadores estimularon el debate político
chileno más que ningún otro hecho durante la década de los 90. Fue así como aquel
documento firmado por once historiadores se convirtió en referencia importante en los
debates sobre nuestra historia del tiempo presente. Aquí podemos evidenciar el primer

18
Arendt, Hannah. 2002. “Comprensión y Política”, Revista de Filosofía, N° 26, pp. 17-30.

19
Manifiesto de Historiadores (1999), óp. Cit., p. 18.

20
Manifiesto de Historiadores (1999), óp. Cit., p. 52.
punto en común entre la historikerstreit de Alemania y el debate chileno, pues ambas
polémicas se inscriben mediante los “usos públicos” del pasado.
Vamos por parte. ¿Cuál era el contexto nacional en el que se produjo el
acontecimiento-Pinochet? Debiéramos partir de la premisa que no hace mucho se había
iniciado la anhelada “transición” a la “democracia” y en ese sentido, la captura de Pinochet
supuso un terremoto político para el gobierno chileno de la transición liderado por la
Concertación de Partidos por la Democracia. Habría que considerar que:

“El gobierno chileno de la transición que asumió en 1990 diseñó su


horizonte político del consenso en base a ciertas gramáticas de la
moderación (…) y así fue desde que la Concertación pactó la fórmula de
su “democracia vigilada” con los guardianes uniformados del orden
institucional que custodiaron el pacto de mutua conveniencia firmado
entre gobierno político y fuerzas militares” 21

Considerando lo anterior, el 16 de octubre de 1998 es detenido en Londres el


dictador Augusto Pinochet, hecho que tuvo importantes consecuencias para el sistema
político chileno y para el mismo Pinochet que vio mermada su impunidad. Esto a causa del
conocimiento del Juez Baltazar Garzón de la presencia de Pinochet en Londres, por lo que
solicitó su localización a fin de poder interrogarlo por delitos de genocidio, terrorismo y
tortura22. Sin embargo, la defensa del general acusó problemas de salud que le impedían
ser enjuiciado, sosteniendo la argucia jurídica de padecer locura y demencia senil.
Para la autora la sorpresiva captura y detención en Londres del entonces senador
vitalicio, supone algo irruptor y disruptor que trastocó la rutina de lo previsible, por lo que
fue un suceso que advino y sobrevino fuera de los acomodos del régimen transicional. En
relación a dicha idea sostiene lo siguiente:

“Cuando el paisaje de la transición parecía ya definitivamente saturado de


previsibilidad y de rutinario conformismo, clausurado en sus horizontes
de cambio por la medianía centrista de una democracia moderada que le
impuso a la sociedad sus criterios de razonabilidad, el acontecimiento-
Pinochet disparó una sorpresa que escapó de las serializaciones del poder

21
Richard, Nelly, Óp. cit., p. 54. Por mi parte agregaría que si para el periodo de la dictadura militar, Jorge
Vergara trabaja la idea de ”La democracia protegida en Chile”, sosteniendo que esta fue elaborada por la
dictadura militar de Pinochet y que continua vigente en sus aspectos centrales, mediante la constitución de
1980 y sus leyes políticas adjuntas, podríamos sostener que esa vigencia se explica por ciertas continuidades
o persistencias mutadas que se reflejan en esta nueva fórmula pactada por la Concertación, es decir por esta
transición democrática que va de la “democracia protegida” a la “democracia vigilada”.

22
Considérese que: “ha sido el derecho internacional el que ha debido hacerle ver al gobierno y a las más
importantes instituciones del Estado, que no puede haber impunidad frente a quienes violaron los derechos
humanos y que una sociedad no sale inmune luego de una experiencia traumática como la que vivimos los
chilenos a partir del golpe de Estado de 1973”. Mario Garcés, “En torno al <<pesado trabajo>> del historiador
en el Chile contemporáneo”, en Manifiesto de Historiadores, Óp. Cit., pp. 52-53.
y de las definiciones hegemónicas del ejercicio administrativo de la
política”. 23

Agregando que con el acontecimiento-Pinochet, la historia del golpe militar y la


memoria de sus funestas consecuencias se volvieron zonas de performatividad mediática,
de enunciación política y de intervención social. Además removió silenciosas capas de
recuerdos, sacando a la Concertación de su concertada rutina de la no-memoria. Fue en
este contexto en el que Pinochet vio trastocada su inmunidad diplomática. Preocupado por
su imagen histórica, durante sus más de 500 días de presidio aprovechó de redactar –a fines
de 1998- su misiva dedicada a los chilenos. Según el historiador Villalobos, en las páginas de
la carta elaborada por Pinochet, se ve al personaje preocupado de su gloria, en donde jamás
se desprende de su egolatría, obedeciendo al propósito de tomar una pose histórica ligada
al monumento. Después de todo no debe extrañarnos. Pues, dice Villalobos, ahí están la
mentalidad y la arrogancia del estamento militar24.
Pero ¿dónde se hace evidente la manipulación histórica? ¿Qué aspectos hay en
común entre la “carta a los chilenos” y los “Fascículos” de historia publicados por Gonzalo
Vial en el diario La Segunda? Por una parte, la “carta a los chilenos” del ex-general Pinochet
plantea, entre otras, tres “verdades históricas”: a) que la intervención dictatorial de los
militares entre 1973 y 1990 fue una “gesta, hazaña o epopeya” de carácter nacional; b) que
la crisis política de la anterior democracia fue obra exclusiva del gobierno de la Unidad
Popular, cuyo programa se proponía con la “prédica del odio, la venganza y la división” y la
“siniestra ideología del socialismo marxista”, imponer una “visión atea y materialista…con
un sistema implacablemente opresor de sus libertades y derechos…; c) que “los hombres
de armas” actuaron como “reserva moral de la nación” para reimplantar la “unidad del
país…no para un sector o para un partido”, el “respeto a la dignidad humana”, la “libertad
de los chilenos”, y dar “verdaderas oportunidades a los pobres y postergados” 25. Por otra
parte, las publicaciones del historiador conservador Gonzalo Vial, postula las siguientes tesis
históricas: a) la polarización de la política chilena se produjo a partir de los años 60, al
implementarse las “planificaciones globales” de la Democracia Cristiana y la Unidad
Popular, de preferencia “contra” los agricultores y otros sectores patronales vinculados a la
Derecha; b) la “violencia” se introdujo en Chile por la vía del “guevarismo” y tuvo como
objetivo “la división de las Fuerzas Armadas”, la “colonización” del Centro Político y la
profundización del ataque “contra” los patrones; c) ante todo eso, la Derecha se polarizó,
entrando también en el juego de la violencia, dada la “horrible perspectiva” del triunfo de
Allende; d) las Fuerzas Armadas eran legalistas, pero debieron intervenir cuando la
“ilegalidad se usó como sistema” y diversos sectores, ante la crisis, buscaron soluciones de
fuerza (“guerra civil”), y e) por omisión-dado que sus fascículos abarcan sólo el período
1964-1973- el historiador Vial excluye todo juicio histórico sobre el “terrorismo de Estado”

23
Richard, Nelly, Óp. Cit., pp. 54-55.

24
Villalobos, Sergio. “El dilema de la historia”, Manifiesto de Historiadores, Óp. Cit., p. 67.

25
Manifiesto de Historiadores, Óp. Cit., p. 7.
que la Junta Militar desplegó durante y después que logró controlar militarmente la
situación26.
Ahora bien, las ideas en común en las que podemos evidenciar esta lógica de
manipulación histórica, que incitó un desafío ineludible para los firmantes del Manifiesto,
se aprecian y coinciden plenamente en los siguientes puntos: la reducción del proceso
histórico al período en que es posible justificar el Golpe de 1973; el silenciamiento de los
procesos históricos estructurales y de la correspondiente responsabilidad oligárquica
acumulada; la atribución de la crisis política de 1973 a la implementación de reformas
económicas y sociales; la ineludible y moralista intervención armada de los militares, y el
acallamiento de los excesos faccionales cometidos por el gobierno militar después de
197327.
A ello habría que sumar la serie de intervenciones públicas por parte de miembros
de la clase política civil y la clase política militar, en donde muchos han optado por una
férrea defensa del dictador. Resultado posterior a toda esta serie de declaraciones es la
conformación de una Mesa de Dialogo28 por iniciativa del gobierno y del ejército (bajo la
fórmula pactada de la “democracia vigilada”). Si bien hubo participantes de diferentes
“bloques”, habría que destacar la postura de la Agrupación de Familiares de Detenidos-
Desaparecidos, de algunos abogados de derechos humanos y del Partido Comunista que
expresaron su rechazo tajante a la iniciativa29.
Sumados estos tres niveles en que se pretende “manipular y acomodar la verdad
pública sobre el último medio de siglo de la historia de Chile”, los firmantes del Manifiesto
establecen una tesis central que sale a refutar dichas interpretaciones, permitiendo explicar
lo que a su entender es la verdadera y profunda causa de la crisis económica, social y política
que culminó en 1973. Según esta, no se puede culpar a la Unidad Popular de un quiebre
que se comenzó a gestar hace más de un siglo debido a “la longeva rotación e inepcia
gubernamental de las élites oligárquicas de este país” 30. Si bien la tesis del Manifiesto contó
con una importante adhesión, tanto de académicos nacionales como extranjeros y de
organizaciones estudiantiles, por otra parte, también existieron algunos disensos. Ahora
bien, lo preocupante de las críticas al Manifiesto es sostener una posición neutral ante las
aberrantes violaciones a los derechos humanos y del terrorismo de Estado aplicado en
dictadura, como también, caer en la indiferencia ante aquellos que han intentado desplegar

26
Manifiesto de Historiadores, Óp. Cit., p. 13.

27
Manifiesto de Historiadores, Óp. Cit., p. 16.

28
La Mesa de Diálogo sobre Derechos Humanos funcionó en Chile entre el 21 de agosto de 1999 y el 13 de
junio del año 2000.

29
“Quienes se oponían a la Mesa sostenían, entre otras razones, que esta medida buscaba frenar la creciente
acción de los tribunales de justicia en casos de derechos humanos y obtener el retorno de Augusto Pinochet a
Chile”. José Zalaquett, “La Mesa de Dialogo sobre derechos humanos y el proceso de transición política en
Chile”, Estudios Públicos, N° 79, Santiago, 2000, p. 14.

30
Moraga, Fabio. “Responsabilidades Históricas”, Manifiesto de Historiadores, Óp. Cit., p. 80.
políticas de olvido, con el fin de una supuesta reconciliación. Y esto corre tanto para
historiadores, intelectuales y por sobre todo, para la soberanía ciudadana y su legítima
posibilidad de construir socialmente su realidad futura. Para ir cerrando este breve resumen
sobre el acontecimiento-Pinochet y el Manifiesto de Historiadores, voy a tomar una cita que
me parece, resumen muy bien las implicancias de esta polémica y el deber que tenemos
aquellos que -de una u otra manera- aportamos en la labor de reconstruir la historia de
Chile. Por ello hay que tener presente que:

“Al final de cuentas, lo que se nos enseñó y se nos enseña es que en Chile
hay dos historias: la que se conoce y la real. Con pequeños golpes de
mano, con actos dignos del mejor malabarista, a veces con la astucia del
mago y otras con la brutal fuerza del Estado, se fue construyendo una
memoria pública que se ajusta globalmente a la imagen que de sí desean
tener los que han sustentado y sustentan el poder. Pacientemente, se
aherrojaron los hechos, se truncaron los testimonios, se quemaron los
documentos, hasta quedar con una historia más o menos pulcra; no se
titubeó en omitir, desterrar, cercenar o mentir respecto a la parte más
importante de los procesos que afectaron a nuestra nación: lo que
importaba era construir una historia oficial que nos hiciera sentir
orgullosos de ser chilenos. Sin duda, el resultado final no logró ocultar
totalmente las manipulaciones, las distorsiones, las inconsistencias.”31

La importancia que tenemos como ciudadanos pasa precisamente por


empoderarnos (emporwment) de los espacios públicos, tomar la palabra y comprometerse
con que Chile reencuentre su verdad. En ese sentido, la tarea del historiador pasa por
ayudar a reencontrar ese camino.

Ideas Finales

El uso público de la historia: Ambos debates dan cuenta de controversias


historiográficas, de mutuas acusaciones de normalización e instrumentalización en torno a los
usos públicos del pasado, algo que pareciera inevitable, más cuando está en juego la
(des)legitimación del sistema político. Lo que ha impulsado estas polémicas, tanto en Alemania
como en Chile, es la compleja experiencia que han tenido que enfrentar estas naciones ante
acontecimientos traumáticos que han determinado una fisura en la memoria colectiva de
ambas naciones. En relación a estos usos de la historia y del recuerdo, existen contiendas
ideológicas que nos dividen. Para el caso chileno, nos dividen –advierte Nelly Richard- porque
oponen, por un lado, a los vencedores de las guerras interpretativas que controlan el sistema
de denominación oficial a través del cual interpretan el pasado y, por otro, a los vencidos de la
historia: a los que deben batallar por inscribir su letra rota o tachada en algún sub-relato que le
dispute autoridad a la narrativa dominante de la memoria oficial32. El control de los medios de

31
Leonardo León, “Los combates por la historia”, Manifiesto de Historiadores, Óp. Cit., p. 111.
32
Richard, Nelly, Óp. Cit., p. 64.
comunicación por parte de la élite oligárquica no es azaroso y el papel que juegan en la tarea
de controlar el sistema de denominación oficial es fundamental, como también, el apoyo de la
historiografía conservadora que satura sus páginas de “normalización”. Véase que, tanto el
Frankfurter Allgemeine Zeitung -donde fue publicado el artículo con que el historiador alemán
Ernst Nolte incitó la polémica durante la historikerstreit- como La Segunda -donde fueron
publicados los Fascículos de historia escritos por Gonzalo Vial- son de ideología liberal-
conservadora. Ante ello es el “espacio público” el que hay que recuperar como lugar de opinión,
de cohesión social, de construcción y asociatividad. Baste recordar que el espacio público
también está en disputa, así lo evidenció el acontecimiento-Pinochet que vio en las calles de
Santiago y Londres, como se enfrentaban los pinochetistas, liderados por los comandos de
mujeres pinochetistas y los familiares de detenidos desaparecidos, también liderados por la
presencia femenina. En ese sentido, el “boom de la memoria” –en términos de Huyssen- nos
lleva a rescatar aquella proliferación de oralidad y testimonio que dan cuenta de los daños
acontecidos en las víctimas de las experiencias traumáticas en cuestión, por ello, se irgue como
fundamental activar el poder de la memoria reflexiva, ya que la memoria pública e
historiográfica no son, sin embargo, ni la única memoria, ni el único criterio de verdad. A la
larga, de mayor peso y trascendencia es la memoria social. Sobre todo, la memoria –privada
pero colectiva- de las mayorías ciudadanas que han estado sujetas, por décadas y aún siglos, a
la exclusión, la pobreza, el empleo precario y la represión33.

La historia como reflexión crítica y prospectiva del pasado: En la Presentación del


Manifiesto los firmantes advertían sobre las manipulaciones de la historia nacional que por
aquel entonces había suscitado la detención de Pinochet en Londres y expresaban que para
quienes se han consagrado profesionalmente a la labor de reconstruir la historia de Chile,
resulta inadmisible eludir el desafío que dichos hechos constituyen, sobre todo por el
compromiso que existe con las grandes mayorías. Y esto es lo que hay que destacar a las nuevas
generaciones, pues parece infértil sembrar la duda cuando las manipulaciones históricas son
evidentes. Si en relación al argumento anterior, nos preguntamos si existe un punto en común
entre los dos debates analizados, veremos que no será tan difícil encontrar ejemplos.
Comencemos con el “anti-marxismo” y las ideas que enfatizan una “responsabilidad
compartida” producto del nexo causal entre Gulag y Auschwitz que propone Nolte o las “dos
tormentas catastróficas” que azotaron la nación según Villalobos. No es casual que la
historiografía conservadora, a la cual pertenecen tanto Vial como Nolte y el mismo Villalobos,
argumente un discurso que intenta justificar el accionar represivo librándolo de culpas o
empatando las responsabilidades. Así lo demuestra el historiador Sergio Villalobos, quien en su
consagrado conservadurismo sostiene que desde el golpe militar el país ha vivido entre dos
traumas que no puede superar: el del marxismo y el de la dictadura, llamando a la ciudadanía a
reconocer que ambas tormentas fueron catastróficas para la nación34. Una vez que son
refutados sus intenciones de manipulación histórica, dichos historiadores caen en el
desacreditado argumentum ad hominem, dado que su causa argumental es irremisiblemente
débil. Otro punto en común se deja ver en el mismo Manifiesto, y se advierte en las siguientes

33
Réplica a las “Reflexiones sobre un Manifiesto”, Manifiesto de Historiadores, Óp. Cit., p. 35.

34
Villalobos, Sergio, “El dilema de la historia”, Manifiesto de Historiadores, Óp. Cit., p. 65.
palabras: “Extrañamente la acción de Gonzalo Vial se parece certeramente a la que cumplió el
alemán Martín Heidegger (militante nazi) sustentando filosóficamente el más cruel e inhumano
sistema político que haya conocido la civilización desde el comienzo de los tiempos. Si
analizamos cuidadosamente la labor de Vial es exactamente la misma hacia nuestra versión
criolla del Holocausto”35. Habrá que meditar sobre el pesado trabajo del historiador, sobre su
capacidad de denuncia, de compromiso con los derechos humanos, tanto de las víctimas de la
dictadura como de las víctimas de la democracia. Sobre todo cuando las manipulaciones que
promueven el olvido, lo indecible y la incomprensibilidad siguen vigentes, y cuando aún nos
preguntamos cómo pensar historiográficamente el terror de Estado. El debate es inacabado.

35
Moraga, Fabio, “Responsabilidades Históricas”, Manifiesto de Historiadores, Óp. Cit., p. 83.
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