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Resumen
Abstract
The present article is a work of comparative character between what it was the
historikerstreit in Germany and the Historians' Manifest in Chile. It tries to realize
of the controversies historiográficas, of the mutual accusations of normalization
and instrumentalización concerning the public own uses of the past of every
case. Both debates will be analyzed under historical perspective putting
emphasis in the complex processes of normalization historiográfica, but also
they will be approached from his public perspective, on having thought those
zones of performatividad media that it characterized them. To be able to think -
from depart from the study of both debates - concerning the public uses of the
past is fundamental for the pretensions of this work.
*Actualmente se desempeña como profesor del Taller de Historia Local en el Liceo Polivalente de Dalcahue y
como profesor del Liceo Politécnico de Castro (Chiloé). Egresado de Pedagogía en Historia y Geografía de la
Universidad del Bío-Bío (UBB), “Diplomado en Patrimonio, Comunidad y Cultura Local” de la Universidad
de Santiago de Chile (USACH) y candidato a “Magíster en Historia y Memoria” en la Universidad Nacional de
la Plata (UNLP), Argentina. Jorge.campos.tapia@gmail.com
I.- Ideas preliminares
1
Véase: "Historikerstreit". Die Dokumentation der Kontroverse um die Einzigartigkeit der
nationalsozialistischen Judenvernichtung, München, séptima edición, 1989; Peter Baldwin, "The
Historikerstreit in Context," in Peter Baldwin, ed. Reworking the Past: Hitler, the Holocaust and the Historian's
Debate, Boston, Beacon, 1990.
2
Grez, Sergio y Salazar, Gabriel (Compiladores), 1999, “Manifiesto de Historiadores”, Santiago, LOM.
3
Richard, Nelly, 2010, “Crítica de la Memoria (1990-2010)”, Santiago, Ediciones Universidad Diego Portales.
pp. 54-55. La autora coincide con M. Vicuña, quien reconoce, en los signos del “accidente Pinochet”, la fuerza
de “un acontecimiento desencadenante que irradia su resonancia con una intensidad máxima” y que “más
allá de la alteración de las prácticas y los modos de pensar corrientes, movilizó la proliferación de argumentos
y palabras, de discursos y dichos, de grafismos y cosas de la dicha y la desdicha”. Véase Uribe, Armando y
Vicuña, Miguel, 1990, “El accidente Pinochet”, Santiago, Editorial Sudamericana, p.170.
4
Grez, Sergio y Salazar, Gabriel (Compiladores), 1999, “Manifiesto de Historiadores”, p.8.
“Una vez erigido Auschwitz como modelo de la violencia del siglo
XX, cualquier comparación puede parecer una tentativa de empequeñecer
su alcance o de amplificar la importancia de otros acontecimientos
asesinos. Por una parte, la historiografía y la conciencia histórica no
pueden prescindir del método comparativo; por otra parte, el
comparativismo se expone siempre a los abusos de la instrumentalización
política.” 5
Y claro que los debates por los usos del pasado tienen esa impronta política en
donde se busca la legitimidad en una memoria oficial o nacional. En consonancia con Pollack
(2006), la memoria es un campo en disputa en el que se producen choques y batallas entre
diversas memorias, principalmente entre aquellas hegemónicas o dominantes y las
memorias subterráneas. Tanto el caso alemán como el chileno dan cuenta de esta disputa
por el uso público del pasado y de procesos complejos de “normalización” historiográfica.
Lo verdaderamente importante desde el punto de vista epistemológico, es que la historia
cultural de la memoria del Holocausto, permita iluminar el camino trazado por los debates
en torno a la memoria del pasado reciente en Chile y de todas aquellas “otras” latitudes
victimizadas.
5
Traverso, Enzo. 2004. “La singularidad de Auschwitz. Un debate sobre el uso público de la historia”, México,
Revista Cuicuilco, Vol. 11, N°31, p.11.
6
Salvatori, Massimo. 1988. “Perché un certo passato possa passare senza che lo si dimentichi”, en Storia
Contemporánea N° 2, p. 251. Citado de: Eduardo Araya Leüpin. 2002. “El pasado ominpresente: guerra,
holocausto y culpa en la historiografía alemana”, Viña del Mar, Chile, Revista Archivum, Año III, N°4, p. 270.
7
Bernecker, Walter. 1992. “La historiografía alemana reciente”, España, Revista Historia Contemporánea, N°
7, p.44.
Como bien podemos apreciar, este fue un debate que acaparó una serie de puntos
en discusión y a su vez, una multitud de voces que se pronunciaban desde distintas
disciplinas y lugares. Como tal, abarcar in extenso este debate escapa a los propósitos de
este trabajo, por lo que expondré brevemente los motivos de esta polémica y me centraré
en la vertiente política de la historia, es decir, en la utilización política de la memoria de
Auschwitz como uso público del pasado, lo que permitirá llevar de mejor manera el método
comparativo con el caso chileno.
Vamos por parte. En primer lugar, ¿qué fue lo que incitó esta polémica? Pareciera
existir un consenso al respecto, en la que dicha polémica surge de la publicación de unos
artículos por parte del historiador Ernst Nolte, quien –resumidamente- afirmaba que:
Habría que entender a Nolte desde su posicionamiento y tesis sobre la guerra civil
europea10, desde la cual incorpora un nuevo marco de comprensión sobre el periodo que
abarca desde 1914 a 1945, entendiendo la actitud del Tercer Reich como parte de un
8
Ídem.
9
Friedländer, Saul. 1986. “Nazism: Fascism or Totalitarianism”, en, Charles S. Maier, ed., The Rise of the Nazi
regime: Historical Reassessments (Boulder: Westview Press), pp. 25-34.
10
Nolte, Ernst. 1994. “La guerra civil europea, 1917-1945. Nacionalsocialismo y bolchevismo”, México, Fondo
de Cultura Económica (FCE).
proceso mayor que se vivía en la historia europea. Bajo este marco el nacionalsocialismo y
la violencia en la cual incurrió, no es una excepcionalidad representada por el holocausto
judío. Siguiendo esta lógica, Nolte presenta al nacionalsocialismo como un nexo causal y en
contraposición al bolchevismo, en donde la Alemania nazi liderada por Hitler responde
como potencial víctima de una acción “asiática”, que al autor lo hace preguntarse si ¿El
archipiélago Gulag no fue un antecedente de Auschwitz?, de esta forma va sentando las
bases para interpelar la violencia de la U.R.S.S. como antecedente de la violencia nazi. Y
aquí lo importante, según Nolte, no es caer en una justificación del actuar alemán, sino que
equiparar interpretativamente a ambos gobiernos como totalitarios y genocidas, por ello
considera pertinente hablar de una “responsabilidad compartida”, en la cual se entienda al
nazismo bajo un marco de comprensión mayor, circunscrito a la historia de Europa en
general.
Las reflexiones de Nolte sin duda que tocaron nervios sensibles y despertaron una
serie de opiniones que el autor intenta responder más tarde en su libro Después del
Comunismo11. En aquel texto, responde sarcásticamente a sus críticos, a los que los acusa
de falta de comprensión lectora, de apasionados y por sobre todo, de falta de cientificidad
historiográfica, lo que generaría en ellos una lectura del pasado aún no distanciada, y por
lo tanto desvirtuada, propagandística, emocional, más bien, de poco rigor “científico”.
Habría que considerar la influencia de la filosofía de Heidegger en Nolte, quien incluso
escribiera un libro en defensa del filósofo12. Una defensa poco eficaz, ya que el mismo
Heidegger tenía una actitud –en relación a los crímenes nazis y las responsabilidades
morales y políticas de los alemanes en general- claramente evasiva, de silencio y en algunas
ocasiones deliberadamente negacionista e inclusive, agresiva.
Pero quien salió, enérgicamente, al paso de los postulados de Nolte, fue Jürgen
Habermas, acusándole de haber trivializado el Holocausto de los judíos por parte de los
nazis, al intentar reducirle a un genocidio más, en el fondo “como otros”, en la larga lista de
crímenes de la época moderna. Según Habermas, Nolte hacía un uso ilegítimo de los
estudios históricos con un propósito ideológico-apologético, frente a lo cual el filósofo
reivindicaba una concepción de la crítica histórica orientada a “desatar el poder de la
memoria reflexiva.” 13 Y es que, si bien, historia y memoria no son lo mismo, están
entrelazadas, en palabras de Traverso nacen de una misma preocupación y comparten un
11
Véase Nolte, Ernst. 1995. “Reflexiones finales sobre la denominada polémica historiográfica”, en: Después
del comunismo. Aportaciones a la interpretación de la historia del siglo XX, Barcelona, Ariel.
12
Nolte, Ernst. 1998. “Martín Heidegger. Politik und Geschichte im Leben und Denken”, Berlín, Propylaen,
1992. [Ed. Castellano] “Martín Heidegger. Política e historia en su vida y pensamiento”, Madrid, Tecnos.
13
Véase Brockmann, Stephen. 1990. “The Politics of German History”, History and Theory, Vol. 29, N° 2, pp.
182-183. Citado de: Romero, Aníbal. 2010. “El debate de los historiadores alemanes y el problema de la
culpa”, en “Sobre historia y poder. Estudios de teoría política”, Venezuela, Editorial Equinoccio, Universidad
Simón Bolívar, p. 487.
mismo objeto: la elaboración del pasado. Por lo que en resumen, la memoria, sea individual
o colectiva, es una visión del pasado siempre mediada por el presente” 14.
Como se mencionó anteriormente este fue un debate de grandes proporciones y
con una variedad de puntos a discusión que son inabarcables en estas páginas, por ende, el
enfoque se centra más en el uso público de ese pasado y en la utilización política de la
historia y memoria de Auschwitz. Sintetizando los agentes en disputa, podríamos sostener
que había dos bandos claramente identificables. Por un lado los historiadores
conservadores y por otro, los defensores del llamado “patriotismo de la Constitución”. En
palabras de Reyes Mate, los conservadores abogaban por que el pueblo alemán pudiera
olvidar, tal como lo han hecho otros pueblos, entendiendo Auschwitz como un accidente
en el seno de una vasta historia de la que cabe gloriarse. En ese sentido, la identidad
alemana tiene que ser definida en base a esa historia común y no desde las consecuencias
de la derrota. Por otra parte, estaban los defensores del llamado "patriotismo de la
Constitución". El punto central de su crítica al nacionalismo es la valoración que hacen de
un acontecimiento histórico capaz de quebrar irremisiblemente la continuidad de toda una
historia. Más concretamente: se entiende que la barbarie nazi es un acontecimiento,
particular sí, pero singular. No es sólo un evento único, como lo son todos los que
componen la historia, sino singular, en el sentido de que con él la humanidad alcanza un
grado hasta entonces desconocido de inhumanidad. 15
Sin duda que uno de los temas más complejos de este debate es la discusión en
torno a la singularidad, desde la cual se proyectan usos de la memoria en particular. Uno
de estos usos lo encabeza Primo Levi diciéndonos que es posible conocer pero no
comprender, ya que comprender conlleva el peligro de justificar lo injustificable, o el mismo
Claude Lanzmann –autor de la famosa película Shoah- para quien no hay nada que explique
el genocidio. En síntesis, “La tesis de la singularidad es uno de los dogmas sobre los que se
construye la memoria... Según este dogma, Auschwitz constituye un acontecimiento que
trasciende la historia, que no se deja enmarcar en ella por ser el fruto de la irracionalidad y
la expresión del mal absoluto” 16. A dicha singularidad e incomprensibilidad de un
acontecimiento indecible, se nos propone otro uso de la memoria, en donde la visión de
“Auschwitz, es la de cualquier otro acontecimiento histórico, que debe ser inscrito en las
coordenadas del saber histórico y filosófico, es decir, debe ser objeto de conocimiento y,
por tanto, analizado con el objetivo de generar propuestas plausibles de explicación del
fenómeno” 17. Desde esta perspectiva – para Fernández- la singularidad es aceptable como
propuesta mientras sea discutible, no si se presenta como un dogma que limita la reflexión.
14
Traverso, Enzo. 2007. “Historia y memoria. Notas sobre un debate”, en Marina Franco y Florencia Levín
(Compiladoras), “Historia reciente. Perspectivas y desafíos para un campo en construcción”, Buenos Aires,
Paidós, pp. 67-96.
15
Reyes Mate. 2004. “La singularidad del holocausto”, véase: “En defensa de Israel”, España, Libros Certeza,
pp. 123-151.
16
Fernández, Paco. 2013. “Una reflexión crítica sobre la tesis de singularidad de Auschwitz”, España,
Individualia, N° 1, pp. 5-6.
17
Ibídem.
Para ir cerrando este apartado sobre la historikerstreit y sus repercusiones, creo que
es fundamental comprender que adentrarnos en la esforzada tarea de comprender un
hecho histórico no necesariamente implica justificarlo. Siguiendo los postulados de Hannah
Arendt “comprender Auschwitz no sería indultar o perdonar, ni empatizar con los verdugos,
sino, más bien, a partir de un conocimiento riguroso del acontecimiento Auschwitz
reconciliarnos con un mundo en el que los campos de concentración y de exterminio fueron
posibles”. 18 En palabras de Fernández esto significa afrontar la cuestión no desde la
perspectiva de su singularidad (absoluta), sino desde sus elementos propios (especificidad).
En esa misma lógica, concuerdo con Todorov y su lógica de ver el genocidio como un
exemplum de memoria que nos permita comprender otras barbaries, sin minimizar o
amplificar su importancia.
Si hay algo en concreto que podemos mencionar de este inacabado debate, es que,
sus participantes nos han iluminado lo importante que es el estudio de la historia y la
memoria para nuestras sociedades, para la configuración de nuestra identidad nacional, la
cual no debe aflojar su compromiso con la defensa de los derechos humanos y menos,
permitir que los usos públicos de la historia intenten imponer una memoria de “olvido”, ya
que es ajena a nuestra memoria social y popular. Pues, la historia no es sino el ejercicio de
esa soberanía y la revalidación continua de esos derechos19.
Muchas son las lecciones que nos entrega el debate de historiadores acaecido en
Alemania, y como veremos, muchas de ellas son aplicables a nuestra historia nacional. Tal
vez, podríamos tomar como punto de partida la importancia de la historia como reflexión
crítica y prospectiva del pasado, en ese sentido, el uso público de la historia y del pasado en
cuestión no está exento de intereses hegemónicos en pos de legitimación de proyectos de
clase, por lo que se libran “batallas por la memoria”, al no ser reconocido el derecho de los
ciudadanos para construir soberanamente su realidad futura, azuzando además -a través
del olvido- un discurso oficial que ha buscado “hacer borrón y cuenta nueva” en aras de una
artificial y poco consistente reconciliación entre los chilenos20. Por ello, esta tarea no es
exclusiva de los historiadores, sino de toda la sociedad chilena que necesita comprender y
asimilar una conciencia pública sobre nuestra historia reciente. En esa misma línea, el
acontecimiento-Pinochet y el Manifiesto de Historiadores estimularon el debate político
chileno más que ningún otro hecho durante la década de los 90. Fue así como aquel
documento firmado por once historiadores se convirtió en referencia importante en los
debates sobre nuestra historia del tiempo presente. Aquí podemos evidenciar el primer
18
Arendt, Hannah. 2002. “Comprensión y Política”, Revista de Filosofía, N° 26, pp. 17-30.
19
Manifiesto de Historiadores (1999), óp. Cit., p. 18.
20
Manifiesto de Historiadores (1999), óp. Cit., p. 52.
punto en común entre la historikerstreit de Alemania y el debate chileno, pues ambas
polémicas se inscriben mediante los “usos públicos” del pasado.
Vamos por parte. ¿Cuál era el contexto nacional en el que se produjo el
acontecimiento-Pinochet? Debiéramos partir de la premisa que no hace mucho se había
iniciado la anhelada “transición” a la “democracia” y en ese sentido, la captura de Pinochet
supuso un terremoto político para el gobierno chileno de la transición liderado por la
Concertación de Partidos por la Democracia. Habría que considerar que:
21
Richard, Nelly, Óp. cit., p. 54. Por mi parte agregaría que si para el periodo de la dictadura militar, Jorge
Vergara trabaja la idea de ”La democracia protegida en Chile”, sosteniendo que esta fue elaborada por la
dictadura militar de Pinochet y que continua vigente en sus aspectos centrales, mediante la constitución de
1980 y sus leyes políticas adjuntas, podríamos sostener que esa vigencia se explica por ciertas continuidades
o persistencias mutadas que se reflejan en esta nueva fórmula pactada por la Concertación, es decir por esta
transición democrática que va de la “democracia protegida” a la “democracia vigilada”.
22
Considérese que: “ha sido el derecho internacional el que ha debido hacerle ver al gobierno y a las más
importantes instituciones del Estado, que no puede haber impunidad frente a quienes violaron los derechos
humanos y que una sociedad no sale inmune luego de una experiencia traumática como la que vivimos los
chilenos a partir del golpe de Estado de 1973”. Mario Garcés, “En torno al <<pesado trabajo>> del historiador
en el Chile contemporáneo”, en Manifiesto de Historiadores, Óp. Cit., pp. 52-53.
y de las definiciones hegemónicas del ejercicio administrativo de la
política”. 23
23
Richard, Nelly, Óp. Cit., pp. 54-55.
24
Villalobos, Sergio. “El dilema de la historia”, Manifiesto de Historiadores, Óp. Cit., p. 67.
25
Manifiesto de Historiadores, Óp. Cit., p. 7.
que la Junta Militar desplegó durante y después que logró controlar militarmente la
situación26.
Ahora bien, las ideas en común en las que podemos evidenciar esta lógica de
manipulación histórica, que incitó un desafío ineludible para los firmantes del Manifiesto,
se aprecian y coinciden plenamente en los siguientes puntos: la reducción del proceso
histórico al período en que es posible justificar el Golpe de 1973; el silenciamiento de los
procesos históricos estructurales y de la correspondiente responsabilidad oligárquica
acumulada; la atribución de la crisis política de 1973 a la implementación de reformas
económicas y sociales; la ineludible y moralista intervención armada de los militares, y el
acallamiento de los excesos faccionales cometidos por el gobierno militar después de
197327.
A ello habría que sumar la serie de intervenciones públicas por parte de miembros
de la clase política civil y la clase política militar, en donde muchos han optado por una
férrea defensa del dictador. Resultado posterior a toda esta serie de declaraciones es la
conformación de una Mesa de Dialogo28 por iniciativa del gobierno y del ejército (bajo la
fórmula pactada de la “democracia vigilada”). Si bien hubo participantes de diferentes
“bloques”, habría que destacar la postura de la Agrupación de Familiares de Detenidos-
Desaparecidos, de algunos abogados de derechos humanos y del Partido Comunista que
expresaron su rechazo tajante a la iniciativa29.
Sumados estos tres niveles en que se pretende “manipular y acomodar la verdad
pública sobre el último medio de siglo de la historia de Chile”, los firmantes del Manifiesto
establecen una tesis central que sale a refutar dichas interpretaciones, permitiendo explicar
lo que a su entender es la verdadera y profunda causa de la crisis económica, social y política
que culminó en 1973. Según esta, no se puede culpar a la Unidad Popular de un quiebre
que se comenzó a gestar hace más de un siglo debido a “la longeva rotación e inepcia
gubernamental de las élites oligárquicas de este país” 30. Si bien la tesis del Manifiesto contó
con una importante adhesión, tanto de académicos nacionales como extranjeros y de
organizaciones estudiantiles, por otra parte, también existieron algunos disensos. Ahora
bien, lo preocupante de las críticas al Manifiesto es sostener una posición neutral ante las
aberrantes violaciones a los derechos humanos y del terrorismo de Estado aplicado en
dictadura, como también, caer en la indiferencia ante aquellos que han intentado desplegar
26
Manifiesto de Historiadores, Óp. Cit., p. 13.
27
Manifiesto de Historiadores, Óp. Cit., p. 16.
28
La Mesa de Diálogo sobre Derechos Humanos funcionó en Chile entre el 21 de agosto de 1999 y el 13 de
junio del año 2000.
29
“Quienes se oponían a la Mesa sostenían, entre otras razones, que esta medida buscaba frenar la creciente
acción de los tribunales de justicia en casos de derechos humanos y obtener el retorno de Augusto Pinochet a
Chile”. José Zalaquett, “La Mesa de Dialogo sobre derechos humanos y el proceso de transición política en
Chile”, Estudios Públicos, N° 79, Santiago, 2000, p. 14.
30
Moraga, Fabio. “Responsabilidades Históricas”, Manifiesto de Historiadores, Óp. Cit., p. 80.
políticas de olvido, con el fin de una supuesta reconciliación. Y esto corre tanto para
historiadores, intelectuales y por sobre todo, para la soberanía ciudadana y su legítima
posibilidad de construir socialmente su realidad futura. Para ir cerrando este breve resumen
sobre el acontecimiento-Pinochet y el Manifiesto de Historiadores, voy a tomar una cita que
me parece, resumen muy bien las implicancias de esta polémica y el deber que tenemos
aquellos que -de una u otra manera- aportamos en la labor de reconstruir la historia de
Chile. Por ello hay que tener presente que:
“Al final de cuentas, lo que se nos enseñó y se nos enseña es que en Chile
hay dos historias: la que se conoce y la real. Con pequeños golpes de
mano, con actos dignos del mejor malabarista, a veces con la astucia del
mago y otras con la brutal fuerza del Estado, se fue construyendo una
memoria pública que se ajusta globalmente a la imagen que de sí desean
tener los que han sustentado y sustentan el poder. Pacientemente, se
aherrojaron los hechos, se truncaron los testimonios, se quemaron los
documentos, hasta quedar con una historia más o menos pulcra; no se
titubeó en omitir, desterrar, cercenar o mentir respecto a la parte más
importante de los procesos que afectaron a nuestra nación: lo que
importaba era construir una historia oficial que nos hiciera sentir
orgullosos de ser chilenos. Sin duda, el resultado final no logró ocultar
totalmente las manipulaciones, las distorsiones, las inconsistencias.”31
Ideas Finales
31
Leonardo León, “Los combates por la historia”, Manifiesto de Historiadores, Óp. Cit., p. 111.
32
Richard, Nelly, Óp. Cit., p. 64.
comunicación por parte de la élite oligárquica no es azaroso y el papel que juegan en la tarea
de controlar el sistema de denominación oficial es fundamental, como también, el apoyo de la
historiografía conservadora que satura sus páginas de “normalización”. Véase que, tanto el
Frankfurter Allgemeine Zeitung -donde fue publicado el artículo con que el historiador alemán
Ernst Nolte incitó la polémica durante la historikerstreit- como La Segunda -donde fueron
publicados los Fascículos de historia escritos por Gonzalo Vial- son de ideología liberal-
conservadora. Ante ello es el “espacio público” el que hay que recuperar como lugar de opinión,
de cohesión social, de construcción y asociatividad. Baste recordar que el espacio público
también está en disputa, así lo evidenció el acontecimiento-Pinochet que vio en las calles de
Santiago y Londres, como se enfrentaban los pinochetistas, liderados por los comandos de
mujeres pinochetistas y los familiares de detenidos desaparecidos, también liderados por la
presencia femenina. En ese sentido, el “boom de la memoria” –en términos de Huyssen- nos
lleva a rescatar aquella proliferación de oralidad y testimonio que dan cuenta de los daños
acontecidos en las víctimas de las experiencias traumáticas en cuestión, por ello, se irgue como
fundamental activar el poder de la memoria reflexiva, ya que la memoria pública e
historiográfica no son, sin embargo, ni la única memoria, ni el único criterio de verdad. A la
larga, de mayor peso y trascendencia es la memoria social. Sobre todo, la memoria –privada
pero colectiva- de las mayorías ciudadanas que han estado sujetas, por décadas y aún siglos, a
la exclusión, la pobreza, el empleo precario y la represión33.
33
Réplica a las “Reflexiones sobre un Manifiesto”, Manifiesto de Historiadores, Óp. Cit., p. 35.
34
Villalobos, Sergio, “El dilema de la historia”, Manifiesto de Historiadores, Óp. Cit., p. 65.
palabras: “Extrañamente la acción de Gonzalo Vial se parece certeramente a la que cumplió el
alemán Martín Heidegger (militante nazi) sustentando filosóficamente el más cruel e inhumano
sistema político que haya conocido la civilización desde el comienzo de los tiempos. Si
analizamos cuidadosamente la labor de Vial es exactamente la misma hacia nuestra versión
criolla del Holocausto”35. Habrá que meditar sobre el pesado trabajo del historiador, sobre su
capacidad de denuncia, de compromiso con los derechos humanos, tanto de las víctimas de la
dictadura como de las víctimas de la democracia. Sobre todo cuando las manipulaciones que
promueven el olvido, lo indecible y la incomprensibilidad siguen vigentes, y cuando aún nos
preguntamos cómo pensar historiográficamente el terror de Estado. El debate es inacabado.
35
Moraga, Fabio, “Responsabilidades Históricas”, Manifiesto de Historiadores, Óp. Cit., p. 83.
BIBLIOGRAFÍA
TRAVERSO, ENZO. 2004. “La singularidad de Auschwitz. Un debate sobre el uso público
de la historia”, México, Revista Cuicuilco, Vol. 11, N°31.