La literatura gnómica o sentenciosa estuvo muy ampliamente extendida en Oriente y Egipto.
Muchas veces adquiere forma poética. Esto es particularmente claro en el caso concreto de Grecia. «En la Grecia arcaica y clásica la poesía es vehículo que se considera especialmente idóneo para las obras de contenido gnómico, puesto que el poeta es tenido por hombre sabio e inspirado por la divinidad y además el empleo del verso contribuye evidentemente a fijar en la memoria las enseñanzas que se transmiten a través de las máximas. Pero la tradición de las sentencias en prosa también conoció una larga vida en la Antigüedad griega». Toda la literatura gnómica, y en especial la escrita en prosa, parece que se generaliza en Grecia a partir de la sofística del siglo V a.C. Es conocida la importancia del movimiento sofístico en el desarrollo de las técnicas pedagógicas. Las frases sentenciosas eran a este respecto muy útiles, ya que podían ser memorizadas con facilidad, permitiendo el aprendizaje rápido de reglas de conducta por parte de los jóvenes. Las sentencias eran utilizadas en los ejercicios retóricos de los jóvenes estudiantes, los llamados progymnasmata o ejercicios retóricos preliminares, en los que los estudiantes las reproducían y explicaban con sus propias palabras y las adaptaban a diferentes formas literarias. Los filósofos, los moralistas, etc., elaboraban compilaciones de sentencias. Así, conocemos las Gnómai del poeta cómico Menandro, el Gnomologium vaticanum, que contiene sentencias epicúreas, etc.. Dentro de las sentencias se distinguían varios tipos, con delimitaciones no muy precisas entre ellos. Un tipo era la chreía, lo que cabe traducir por relato provechoso, es decir, «máxima» o sentencia práctica de gran utilidad, muy útil o máximamente útil. No olvidemos que el término chreía significa en griego, precisamente, uso, función o utilidad. Teón de Alejandría, un sofista que vivió probablemente a finales del siglo primero de nuestra Era, explica así la denominación: «Se denomina chreia debido a su excelencia, pues resulta más útil que los otros ejercicios en muchos aspectos de la vida». Lo peculiar de los chreíai es que se presentan como anécdotas o dichos instructivos, de carácter particular y referido a personas. Suelen comenzar así: «Diógenes, viendo a un joven descarriado, zarandeó a su pedagogo». La Vida de los filósofos ilustres, de Diógenes Laercio, incluye muchas máximas, sobre todo en su vida de Diógenes de Sínope. Los «proverbios» o «refranes» (paroimíai) se caracterizan por su «concisión» (syntomía) y por su «agudeza» (dexiótes), así como por su condición sorprendente, lo que a la vez hace más sencilla su memorización. Los apophthégmata o apotegmas se atribuyen, como las sentencias o gnómai a un autor concreto, pero se diferencian de ellas en que el apotegma se cita con su contexto y relata las circunstancias de su aparición, en tanto que las sentencias, no, según hemos visto antes. Además, los apotegmas suelen sobresalir por su gracia o ingenio. Esto último también es propio de los enigmas, enseñanzas en forma metafórica. Las «comparaciones» (parabolaí) o «semejanzas» (homoiomata) son sentencias breves que utilizan como recurso la antítesis. Los «entimemas» son sentencias acompañadas de una breve explicación.