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Se trata de un ensayo acerca de la función del falo en la Roma imperial, alejándonos de las
orgías y las perversiones que habitualmente creemos que tuvieron lugar en el Imperio
romano, cuando decimos espanto nos referimos a "el espanto" de la esterilidad, de la
impotencia, de la pérdida representada por la eyaculación y vivida bajo la forma de una
extrema tristeza.
“El esclavo no podía sodomizar a su amo. La norma era que los patricios sodomizaran a sus
esclavos”, escribe Quignard, lo que en la práctica implicaba la violación como norma, la
sexualidad romana era el de la dominación del “dominus” (señor) sobre el prójimo que es
inferior a él.
Por eso “el poder” es el problema masculino más grande, el espanto que producía el sexo
giraba en torno a la potencia y a la impotencia, la segunda intentada evadir a toda costa, se
evitaba todo lo que no ayudara a mantener el falo erecto como el cansancio, la rutina y el
hastío, estas son algunas de las costumbres en Roma de esa época, pero de donde viene
realmente el espanto, planteado como el miedo y la moral que crea prejuicios desde donde
todo empezó a cambiar, el autor dice que las antiguas tradiciones no fueron útiles para un
tiempo nuevo, donde antiguos emperadores como Tiberio y Nerón practicaban una
sexualidad pervertida que fraqueo limites, hasta el mismo límite de la vida, donde se
llegaba a correr el riesgo de morir en el intento, el autor plantea esto como “La sexualidad
romana no fue reprimida por la voluntad de un emperador ni por una religión ni por las
leyes. La sexualidad romana se reprimió a sí misma” .
“El cuerpo se sintió desnudo ante la mirada ajena, para luego asustarse ante la mirada de
Dios y terminar asustado ante su propia mirada” Esta frase que señala Quignard, nos habla
de lo que vivimos en esta época que a pesar de ser tan liberal, nos sigue asustando esas
"miradas", donde aunque se puede hacer, solo lo hacemos escondido y no de cualquier
mirada, de una mirada que nos produce miedo, vergüenza y culpa, por el placer, por el
sexo, por la desnudez de nuestro propio cuerpo, es la mirada que impulsa el deseo y busca
lo que se esconde detrás de la apariencia. Esta clase de mirada, y de la que ya no se pueden
apartar los ojos, es una de las claves del erotismo, pero en este tiempo llevo a todos los
romanos a abandonar sus tradiciones nacionales, su valor guerrero, su historia y sus dioses,
lo que los llevo a convertirse en monolatras y antropomórficos.
Lo más impactante del libro es como la moral permea de una manera tan total una cultura
donde no estaba "satanizado" el sexo, donde las reglas eran más bien jerárquicas no
morales del disfrute del sexo, más bien de la sexualidad de la persona, como se sobrepone
el pudor del cuerpo, en la morfología misma; La moral es uno de los límites a esa
sexualidad, somos las propias personas las que se autocritican y reprimen su sexualidad. La
sexualidad es libre; quiere decir que hay múltiples formas de disfrutar, en la actualidad
sabemos que existen muchas formas que varían de cultura en cultura de vivir y de
experimentar el sexo, pero la religión católico-cristiana que es la predomínate en todo el
mundo es la principal causa de eso que ahora llamamos moral sexual que claramente tiene
una notable crisis de credibilidad.
“El amor es eso: la vida secreta, la vida alejada y sagrada, la vida apartada de la
sociedad”