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LECCIÓN 3.

LA SUBJETIVIDAD INTERNACIONAL DE LAS ORGANIZACIONES INTERNACIONALES (OI) Y EL


ESTATUTO INTERNACIONAL DE OTROS ACTORES

La personalidad jurídica internacional de las OI

Ideas generales
El estado sigue constituyendo el centro de la vida social internacional y el sujeto por excelencia del DI. Sin
embargo aparecen otras entidades con fuerza propia, la Organizaciones Internacionales. Son sujetos
internacionales, que obedecen a una lógica de cooperación e integración, motivada por el hecho de que, en
un mundo como el actual, los verdaderos problemas sociales difícilmente pueden solucionarse a escala
únicamente estatal.
Las OI son la respuesta que los Estados han dado a las necesidades derivadas de la interdependencia creciente
y de las exigencias de cooperación internacional. Las consecuencias de los avances en todos los campos
provocan el surgimiento de unas nuevas necesidades que los Estados individualmente son incapaces de
satisfacer, lo que llevó a dotarse de unos mecanismos institucionalizados de cooperación permanente y
voluntaria, dando vida así a unos entes independientes dotados de voluntad propia y destinados a alcanzar
unos objetivos colectivos.
Las OI no han reemplazado a los Estados, sino que se ha producido un incremento y diversificación de los
sujetos internacionales. Otras realidades internacionales han abierto brecha en el monopolio del Estado sobre
la subjetividad internacional, destacando por su especial transcendencia las Organizaciones Internacionales.
Definición de Dr. José Manuel Sobrino Heredia de las OI: “Asociaciones voluntarias de Estado establecidas
por acuerdo internacional, dotadas de órganos permanentes, propios e independientes, encargados de
gestionar unos intereses colectivos y capaces de expresar una voluntad jurídicamente distinta de la de sus
miembros”.
Uno de los rasgos fundamentales de las OI es su autonomía jurídica, es decir, una personalidad jurídica
distinta de la de sus estados miembros y necesaria para el cumplimiento de los fines para los que fueron
creadas. Las OI son capaces de elaborar y manifestar una voluntad autónoma en los ámbitos en los que
goza de competencia. Las OI van a participar autónomamente en las relaciones internacionales pudiendo
relacionarse con otros sujetos internacionales, atribuyéndoseles derechos y deberes internacionales así como
la facultad para hacer valer internacionalmente dichos derechos y responder también internacionalmente en
caso de violación de estas obligaciones.
La personalidad de las OI va a estar afectada por el principio de la especialidad que inspira todo su régimen
jurídico (Dictamen del TIJ, de 8 de julio de 1996, sobre la licitud de la utilización de las armas nucleares
en conflictos armados, CIJ, Rec. 1996, punto 25, p.76). Esta personalidad va estar limitada al logro de
objetivos y funciones que les fueron confiados a la OI. Constituyen entidades muy individualizadas,
diferenciándose notablemente unas de otras.
El fundamento jurídico de la personalidad internacional de las OI
Por su origen y evolución histórica, el DI ha tendido a aceptar como únicos sujetos internacionales a los
Estado, sin embargo, el desarrollo de la cooperación internacional y el papel creciente que en las mismas han
desempeñado las OI, permitió a partir de la II GM y de la creación de la ONU, que se fuera abriendo
progresivamente paso el reconocimiento de su subjetividad.
La doctrina internacional
Se ha ocupado del problema de la subjetividad internacional de las OI, creando tres corrientes de pensamiento
que se han ido perfilando al respecto.
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1. Asimilar las OI a los Estados, reconociéndoles personalidad internacional plena y la competencia
general para realizar todo tipo de actos internacionales. Postura radical que no tiene en cuenta el hecho
de que sólo los Estados gozan de soberanía y que las OI son sujetos derivados y funcionales, las
competencias de los cuales se hallan limitadas por el principio de especialidad.
2. Rechazar la subjetividad internacional de las OI a las que considera meras formas de actuar
colectivamente de los Estados. Defendida por juristas socialistas hasta los años 60 y por un grupo de
juristas italianos (Escuela de Nápoles).
3. Diferenciación entre la personalidad jurídica de las OI y de los Estados, en tanto que las OI esta
circunscrita al cumplimiento de los objetivos que le han sido fijado por sus fundadores.
El contenido de la personalidad jurídica internacional no va ser únicamente aquel que resulte de las
disposiciones del tratado constitutivo que expresamente atribuyan competencias internacionales a la
Organización, sino que también podrá deducirse del mismo. El fundamento de la subjetividad internacional
de cada organización se encuentra en sus reglas particulares, que se hallan, como indica el art. 2.1. j) del
Convenio de Viena sobre el derecho de los tratados entre Estados y OI, o entre OI, básicamente contenidas en
los instrumentos constitutivos de la Organización, en sus decisiones y resoluciones adoptadas de
conformidad con éstos y en su práctica establecida.
Jurisprudencia Internacional
El importante desarrollo de las actividades internacionales de las OI estaba llamado a plantear alguna
controversia internacional que movilizara la atención del TIJ. Los sucesos que desencadenaron esta
interrogante fueron la muerte en 1948 en atentado terrorista del diplomático sueco Conde Folke Bernadotte
como mediador de la ONU. A consecuencia de ello, el Secretario General de UN tuvo que abonar en conceptos
de indemnización y otros gastos, unas sumas considerables de dinero, suscitándose a la AGNU la duda si la
ONU tenía la capacidad para presentar una reclamación internacional contra el gobierno responsable de los
daños sufridos por ella, así como por los acusados a las víctimas o sus causahabientes.
El Dictamen del TIJ de 11 de abril de 1949, respecto a la cuestión de si las UN poseían responsabilidad jurídica
internacional, respondió afirmativamente.
“La organización estaba destinada a ejercer funciones y a gozar de derecho –y así lo ha hecho- que no pueden
explicarse más que si la Organización posee en amplia medida personalidad internacional y la capacidad de
obrar en el plano internacional. Actualmente constituye el tipo más elevado de organización internacional y
no podría responder a las intenciones de sus fundadores si estuviese desprovista de la personalidad
internacional. Se debe admitir que sus miembros, al asignarle ciertas funciones, con los deberes y
responsabilidades que les acompañan, le han revestido de la competencia necesaria para permitirle cumplir
efectivamente estas funciones” (CIJ, Rec. 1949: 178)
El TIJ va a reconocer que la personalidad jurídica internacional de las OI es distinta de la que poseen los
Estados, al estimar que el hecho de afirmar que la Organización es una persona internacional.
“no equivale a decir que la Organización sea un Estado, lo que ciertamente no es, o que su personalidad
jurídica, sus derechos o deberes sean los mismos que los de un Estado, cualquiera que sea el sentido de esta
expresión. Ni si quiera implica ello que todos los derechos y deberes de la Organización deban encontrarse
en el terreno internacional, de la misma manera que no todos los derechos y deberes de los Estados, deben
encontrarse en él. Esto significa que la Organización es un sujeto de Derecho Internacional, que tiene
capacidad para ser titular de derechos y deberes internacionales y que tiene capacidad para prevalerse de
estos derechos por vía de reclamación internacional” (CIJ. Rec. 1949: 178)
El TIJ no sólo reconoce la subjetividad internacional así como la capacidad de obrar internacional de la ONU
sino que va más lejos aún, al estimar que esta personalidad internacional, por un lado, puede ser implícita,
eso es contenido de los poderes necesarios para el ejercicio de sus funciones incluso en ausencia de una
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disposición expresa en su Carta Constitutiva (CIJ., Rec. 1949: 179, 180, 182 y 184) y por otro lado, además
oponible a terceros Estados no miembros de la Organización independientemente de la existencia de un
reconocimiento por éstos de aquélla, es decir, una personalidad objetiva.
“50 estados [se refiere a los miembros originarios de las UN] que representan una mayoría muy amplia de
los miembros que integran la comunidad internacional estaban capacitados de conformidad con el DI, para
crear una entidad dotada de personalidad internacional objetiva, y no simplemente una personalidad
reconocida por ellos exclusivamente, así como facultad para presentar reclamaciones internacionales” (CIJ.,
Rec. 1949: 185)
El análisis efectuado por el TIJ, en buena medida, es transferible a la generalidad de las OI. La referencia
continua a la personalidad internacional de naturaleza funcional, permite pensar que otras Organizaciones
también poseen, para el desempeño de sus funciones de tal personalidad aunque pueda ser de diferente entidad.
El TIJ, al volver sobre la cuestión de personalidad internacional de las Organizaciones, en asunto sobre la
interpretación del Acuerdo de 25 de marzo de 1951 entre la OMS y Egipto, afirmó con rotundidad que:
“la organización internacional es un sujeto de DI vinculado en tanto tal por todas las obligaciones que le
imponen las normas generales del DI, en su acta constitutiva o los acuerdos internacionales de los que es
parte” (CIJ., Rec. 1980: 89-90)
En relación con la cuestión de la oponibilidad de esta personalidad frente a terceros, cabe recordar que el
instrumento por el que se crea una organización suele ser un tratado y por tanto está sujeto al efecto relativo a
éstos (res inter alios acta), y no obliga más que a las partes y no a los terceros que pueden o no reconocerla.
La importancia de la presencia de las OI en el trafico jurídico internacional, permite hablar de la formación de
una norma consuetudinaria internacional reconociendo la personalidad objetiva de las mismas, favorecida y
acelerada por los reconocimientos tácitos a los que da lugar la actividad cotidiana de las Organizaciones
internacionales.
La práctica internacional
Con carácter general
La generalidad de los tratados constitutivos de aquellos pertenecientes a OI anteriores a la II GM no contienen
ninguna referencia expresa a la personalidad jurídica internacional de las mismas. Por ejemplo:
 Acta adicional de 1881 del Acto Público relativo a la navegación en la desembocadura del Danubio de
1865: la comisión europea del Danubio funcionaría con total independencia del soberano territorial.
 Sociedad de Naciones: el pacto que lo crea no menciona en ningún momento su personalidad
internacional, en cambio, lo llevó a participar en diversos acuerdos internacionales.
Con ocasión de la redacción de la Carta de las UN durante la Conferencia de San Francisco de 1945, finalmente
en la redacción se adoptó una bastante ambigua en los arts. 104-105.1 de la Carta de las NU que dispone que:
“la organización gozará, en el territorio de cada uno de sus Miembros, de la capacidad jurídica que sea
necesaria para el ejercicio de sus funciones y la realización de sus propósitos” añadiendo que la organización:
“gozará de los privilegios e inmunidades necesarios para la realización de sus propósitos”.
El examen de la práctica arroja cómo este modelo fue el seguido, más tarde, en numerosos instrumentos
constitutivos de OI. Por ejemplo:
 OIT arts. 39 y 40
 UNESCO art. XII
 FMI art. IX
 FAO art. XVI
 OMS arts. 66 a 68
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 AIEA art. XV
Con posterioridad al Dictamen del TIJ que hemos precedentemente examinado, son numerosos los traados
constitutivos de OI, así como otros textos internacionales, donde ya, expresamente, se menciona esta
personalidad. Por ejemplo:
 El instrumento constitutivo de la Agencia Multilateral de las Inversiones de 1985
 La convención relativa a la constitución de un Fondo Común sobre las Materias Primas abierta a la
firma el 1 de octubre de 1980
 La convención de las NU sobre el Derecho del Mar de 1982
Desde la década de los 90, observamos como los tratados constitutivos de las OI, sí que se refieren, de manera
explícita, a la personalidad jurídica internacional de las OI que crean o modifican. Por ejemplo:
 Unión Económica del África Occidental
 Comunidad Andina
 Mercosur
 UE
 UNASUR
Con especial referencia a la Unión Europea
La disposición en el Tratado de la UE de 13 de diciembre de 2007, el art. 47, dice que la UE tiene personalidad
jurídica.
Sin embargo, ni el Tratado de Maastricht de 1992 ni las revisiones operadas a aquél en los posteriores Tratados
de Ámsterdam de 1997 y de Niza de 2001, incluyeron una mención expresa a la personalidad jurídica de la
UE.
Aunque la evolución desde el Tratado de Ámsterdam de 1997 fuera ya la línea del reconocimiento de una
personalidad internacional implícita en la misma, sobre todo a través de la afirmación de ciertas competencias
convencionales en el ámbito de la PESC y de la Cooperación policial y judicial en materia penal, el
reconocimiento de una personalidad internacional implícita a la misma. Esta cuestión constituyó uno de los
aspectos clave discutidos en la Convención Europea destinados a preparar la revisión del TUE y de la CIG
2004. En el Tratado por el que se establece una Constitución para Europa, firmado en Roma el 29 de octubre
de 2004, en cuyo artículo I-7 se establecía expresamente que: “la Unión tiene personalidad jurídica”
Con independencia de este problema, no hay que olvidar que la política internacional “civil” de la UE llevada
a cabo, durante cerca de 50 años por la Comunidad Europea le ha convertido en la Organización internacional
regional más dinámica y activa en las relaciones internacionales.
El punto de partida de la afirmación de la personalidad internacional de la CE lo encontrábamos en la escueta
declaración contenida en el art. 281 CE, a tenor de la cual “la comunidad tendrá personalidad jurídica”.
Decimos escueta porque a diferencia de lo que decía, el ahora no en vigor art. 6 del TCECA no menciona
expresamente la personalidad jurídica. La generalidad de la doctrina deduce de la comparación del citado art.
281 con el art, 282 CE, relativo a la capacidad jurídica “interna” de la Comunidad, que la fórmula amplia y
vaga contenida en la disposición examinada, en lugar de limitar su alcance al orden interno, persigue el
reconocimiento de dicha personalidad en la esfera del Derecho Internacional.
El TJCE del art. 281 CE ha deducido que “en las relaciones internacionales la Comunidad goza de la capacidad
necesaria para establecer vínculos contractuales con terceros países” (TJCE., Rec. 1971:263) y que esta
disposición colocada “al inicio de la Sexta parte del Tratado, consagrada a las disposiciones generales y
finales, significa que en las relaciones exteriores, en todo lo que se refiere al campo de los objetivos definidos
en la primera parte del Tratado” (TJCE., Rec. 1976: 1279).
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El carácter funcional de la CE va a impedir que de una afirmación genérica de la personalidad internacional
puedan desprenderse competencias determinadas en la esfera internacional, y si tan sólo la capacidad jurídica
para poder actuar en dicho orden como persona jurídica diferente de los Estados miembros que lo conforman.
Para conocer la proyección internacional de la UE es necesario acudir a las reglas particulares de esta
Organización, a lo que dispone su tratado fundacional, con sus protocolos y anexos, los actos de las
instituciones, la práctica de la Unión y la interpretación que le ha dado el Tribunal de Justicia de la Unión
Europea.
El examen de estas reglas refleja las importantes competencias internacionales de las que disfruta la Unión,
algunas de las cuales aparecen recogidas expresamente en el propio instrumento constitutivo (Tratado de
Lisboa reconoce expresamente en numerosas disposiciones competencias internacionales a la UE), otras, en
cambio se deducen del mismo (Política Comercial Común [arts. 206-207]; Cooperación para el desarrollo
[arts. 208-2011]; Cooperación Económica, Financiera y Técnica con terceros países [arts. 212-213]; Ayuda
Humanitaria [art. 214]; Medidas restrictivas [art. 215]; Acuerdos Internacionales [arts.216-219]; etc.)
El TJUE, en una amplia y consolidada jurisprudencia ha consagrado la teoría de las competencias
internacionales implícitas de la Comunidad ampliando considerablemente su proyección internacional. Esta
interpretación consagrada en su Dictamen 1/76 de 26 de abril de 1977, al establecer que:
“cada vez que el derecho comunitario ha establecido para la instituciones de la Comunidad competencias en
el Plano interno para el logro de un objetivo determinado, la Comunidad es competente para asumir los
compromisos internacionales necesarios para la realización de dicho objetivo, incluso en ausencia de
disposición expresa al respecto” (TJCE., Rec. 1977:755)
Ha sido reafirmada reiteradamente en una serie de dictámenes pronunciados durante los años noventa (TJCE
Rec. 1992: I-6079; Rec. 1992: I-1061; Rec. I-5267)
El contenido jurídico de la personalidad internacional de las organizaciones internacionales
Las OI debido a su naturaleza funcional y al principio de especialidad que informa su personalidad
internacional, sólo van a poseer aquellas competencias que son necesarias para ejercer las funciones y alcanzar
los objetivos que le fueron fijados por sus creadores, tal y como aparecen enunciados o se deducen de las
reglas pertinentes de cada Organización.
Las competencias internacionales van a variar necesariamente de una a otra OI, lo que exige descender a cada
Organización en concreto para saber, en cada caso, qué competencias internacionales es capaz de ejercer y
cuál es el grado de efectividad que ha alcanzado en la vida internacional. La doctrina suele identificar unos
derechos y obligaciones internacionales que conforman el contenido mínimo de la personalidad internacional
de las OI que explicaremos a continuación.
Derecho a celebrar Tratados Internacionales
La celebración de tratados es una de las formas más importantes de relacionarse y cooperar de los sujetos
internacionales, constituye también un test fundamental para apreciar la subjetividad internacional de un
determinado ente. Son pocos los tratados constitutivos que atribuyen a las OI una competencia general para
celebrar tratados, son mucho más frecuentes los que les atribuyen competencias para celebrar ciertos tipos de
acuerdos. Si observamos la práctica convencional internacional, llama rápidamente la atención el
transcedental lugar que en la misma ocupa la actividad de las OI. Son muy numerosos los acuerdos bilaterales
o multilaterales concluidos por las OI, tanto con sus propios estados miembros, como con terceros Estado,
como, con otras OI.
El alcance e importancia de estos tratados es muy variable, así algunos son necesario para el propio
funcionamiento de la organización (convenios de sede, sobre privilegios e inmunidades o de coordinación o
de cooperación con otras OI), mientras que otro son el resultado de la intensa participación de las OI en el
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tráfico convencional internacional y reflejan la proyección externa de las competencias que les han sido
atribuidas o que se deducen de sus tratados fundacionales.
El Convenio de Viena sobre el Derecho de los tratados entre Estados y OI o entre OI con otra OI, abierto a la
firma el 21 de marzo de 1986, se reconoce el ius cotrahendi internacional de las OI. En cuanto a la capacidad
de las OI para celebrar acuerdos internacionales, el Convenio de Viena de 1986 reconoce el carácter
particular y diferenciado de cada OI. En el art. 6 dispone que: “La capacidad de una OI para celebrar
tratados se rige por las reglas de la organización”. Esta remisión a las reglas de la organización no hace más
que reconocer la naturaleza funcional de la personalidad de las OI (en este sentido, el Preámbulo del propio
Convenio reconoce que “las organizaciones internacionales poseen la capacidad para celebrar tratados que
es necesaria para el ejercicio de sus funciones y la realización de sus propósitos”, y la necesidad de examinar
su instrumento constitutivo, las normas derivadas y la práctica de las OI, para saber si la OI en concreto disfruta
de esta capacidad convencional internacional.
La afirmación contenida en el art. 6 permite apreciar la capacidad convencional de una OI en relación con: las
disposiciones que expresamente regulan tal capacidad, con los poderes que se deducen implícitamente, con
los actos adoptados por las instituciones en el marco de aquéllos tal y como se plasma en la práctica, y en los
supuestos de existencia en la OI de un tribunal de justicia, con la interpretación que éstos hagan de las citadas
disposiciones y actos.
Una segunda peculiaridad de las OI en el ámbito de la celebración de tratados resulta de su naturaleza de
sujetos derivados, frutos de un acuerdo internacional suscrito por otros sujetos y a través del cual se les da
vida internacional. Ello plantea el problema de la autonomía de la personalidad jurídica de las OI respecto de
sus Estados miembros, lo que en la materia estudiada se concreta en la cuestión de los efectos de los tratados
concluidos por la OI sobre sus Estados miembros.
La Comisión de Derecho Internacional durante los trabajos de codificación, al plantearse respecto de los
Estado miembros si éstos deberían considerarse como partes en el acuerdo, como terceros Estado, o como una
categoría intermedia. El resultado concluye en que Los Estado miembros no son parte en los Tratados
celebrados por las OI, a no ser que hayan participado en el mismo en calidad de Estado soberano, por lo que
el Tratado no produce efectos internacionales directos sobre los mismos. Ahora bien, tampoco pueden ser
considerados terceros en el sentido habitual del término, esto es, como sujetos completamente ajenos al
tratado. Se tratan en suma de terceros en sentido impropio, esto es terceros frente al tratado pero no frente a la
OI que concluye el tratado, por lo que los eventuales efectos sobre los Estados miembros no provienen del
tratado mismo, sino que son fruto de su condición de miembros de la Organización.
Derecho a establecer relaciones internacionales
Una de las manifestaciones más palpables de la subjetividad internacional de las OI es la derivada de su
participación en las relaciones diplomáticas internacionales, y al respecto vemos como éste gozan del derecho
de legación pasiva y activa, esto es, de la facultad de recibir o enviar representantes diplomáticos. Esta
práctica ha sido objeto de codificación en el Convenio de Viena de 14 de marzo de 1975 sobre la
representación de los Estados en sus relaciones con las OI de carácter universal y también en el Proyecto de
artículos sobre el estatuto de correo diplomático y de la valija no acompañada adoptado en 1989 por la CDI,
donde en un protocolo adicional se contempla el caso específico de las OI.
Estamos ante una práctica jurídica muy desarrollada, que ofrece numerosos ejemplos de misiones permanentes
de Estados acreditados ante las OI universales o regionales. En la Comunidad Europea, por ejemplo, hay
acreditadas ante ella más de 160 representaciones diplomáticas de Estados que no son miembros de la misma
y de otros entes internacionales.
Cuando tratándose de legación pasiva interviene una OI se produce una relación triangular y no bilateral,
puesto que intervienen:
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 La organización
 El estado huésped
 El estado que envía la representación
Las misiones permanentes se acreditan ante el órgano competente en la materia en la OI mientras que el Estado
donde la Organización tiene su sede concederá, en el marco de las estipulaciones contenidas en el acuerdo de
sede, a las citadas misiones las facilidades diplomáticas usuales.
Las OI también gozan del derecho de legación activo, si tal derecho se extrae de la “reglas particulares de la
Organización”. Es frecuente que las Organizaciones establezcan una representación permanente ante la ONU
y los organismos especializados de NU; también, suelen acreditar representaciones ante sus propios Estados
miembros, bien para coordinar determinadas operaciones, o bien para informar sobre sus actividades. Menos
frecuente es el establecimiento de representaciones diplomáticas permanentes de la OI ante terceros Estados,
en relación con ello, el ejemplo más avanzado lo encontramos en la práctica de la Comunidad Europea que ha
establecido una densa red de delegaciones, representaciones y oficinas de la Comisión en más de 110 Estado
y OI, en las que desarrollan las funciones propias de la diplomacia tradicional.
La evolución de esta práctica ha llevado a la creación, prevista en el art. 27.3 TUE de un servicio europeo de
acción exterior, muy cercano, en su configuración y contenido, a los servicios diplomáticos de los Estados,
formado por funcionarios de los servicios competentes de la Secretaría General del Consejo y de la Comisión
de la UE y por personal en comisión de servicio de los servicios diplomáticos nacionales.
Derecho a participar en los procedimientos de solución de las diferencias internacionales
En sus relaciones con otros sujetos internacionales las Organizaciones pueden entrar en desacuerdo con éstos
suscitándose una controversia internacional.
Las controversias pueden surgir en las relaciones entre OI, entre OI y terceros Estados y, finalmente, entre OI
y sus Estado miembros.
Controversias entre OI
 Una diferencia entre OI puede darse, por ejemplo como consecuencia del reparto de actividades entre
OI que abarcan un mismo campo de actuación y están sometidas al principio de coordinación. En estos
casos habrá que acudir a lo que dispongan los tratados celebrados entre las mismas donde pueden
haberse previsto la existencia de tales controversias y las vías de solución, que en general descartan el
sometimiento a través del procedimiento consultivo de la diferencia al TIJ.
 Pueden surgir también controversias entre las Organizaciones regionales y la ONU con ocasión a la
aplicación del art. 52.2 de la Carta de NU y a la hora de repartirse la tarea de tratar de solucionar los
conflictos de carácter local.
 Pueden aparecer dificultades en las relaciones entre organizaciones regionales respecto de la aplicación
de un acuerdo entre ellas, para cuya solución habrá que pasar primeramente por lo que disponga el
propio acuerdo.
Controversias entre OI y un tercer Estado
En estos casos su arreglo puede confiarse bien a las propias partes en la diferencia, a través de la negociación
que puede o no estar institucionalizada, o bien puede precisar la intervención de un tercero; en este caso sus
decisiones pueden tener o no tener valor jurídico obligatorio.
 Las decisiones que carecen de obligatoriedad jurídica se producen en los supuestos de buenos
oficios, mediación, investigación y conciliación.
 A veces la solución de la diferencia va a suponer la sumisión de las partes a un órgano de
naturaleza arbitral o jurisdiccional cuyas decisiones tendrán valor jurídico obligatorio.
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 La solución jurisdiccional puede ser encargada a un órgano judicial, pertenecientes a una de
las partes o totalmente ajeno a las mismas.
o El primero de estos supuestos, aparece, por ejemplo, recogido en los acuerdos de
asociación entre la CEE y Grecia (art. 67) y entre la CEE y Turquía (art. 25) en los que
se facultaba al TJCE para conocer de las eventuales diferencias que surgieran entre las
partes en relación con la aplicación de dichos acuerdos.
o Próxima a esa situación es la recogida en determinados tratados que establecen un
órgano judicial compuesto por representantes de las partes en los mismos (por ejemplo:
el Tribunal del Fondo Europeo de Inmovilización de la Navegación Interior, previsto
en el art. 43 del Proyecto de Acuerdo relativo a la institución de un Fondo Europeo de
la navegación interior)
o La institución judicial encargada de solucionar la controversia puede ser un Tribunal
Internacional específico ajeno a las partes, al respecto se plantean dos posibilidades:
 Que la comparecencia ante los mismos esté abierta a las OI
 Que dicha comparecencia sea selectiva y sólo puedan acceder a los mismos
determinadas organizaciones y sólo en el marco del procedimiento consultivo y
no del contencioso, tal y como sucede respecto del TIJ, puesto que sólo ciertas
Organizaciones pueden solicitar un dictamen consultivo al mismo.
Controversias entre OI y alguno de sus Estados miembros
 Si la controversia afecta al derecho interno de la Organización
o Tendrán que examinarse los medios de solución previstos en el mismo, que pueden llegar hasta
el sometimiento del desacuerdo a un órgano arbitral o judicial propio de la Organización
 Si la controversia afecta a un situación exterior al orden jurídico interno pero está relacionado con el
funcionamiento de la Organización
o Por ejemplo: problemas conectados con la aplicación de los acuerdos de sede.
o En este caso lo usual es que la posible diferencia sea sometida a arbitraje.
Derecho a participar en las relaciones de responsabilidad internacional
Otra de las manifestaciones principales de la subjetividad internacional de las Organizaciones es la facultad
que tienen éstas de hacer valer internacionalmente los derechos derivados de su participación en las relaciones
internacionales y de responder también internacionalmente en caso de violación de las obligaciones surgidas
de dicha participación. Las OI poseen aptitud general para participar activa y pasivamente en las relaciones
jurídicas de responsabilidad internacional que surgen de la inobservancia injustificada de una obligación
internacional de origen consuetudinario, convencional u otro.
Cuando el hecho ilícito, consecuencia de la citada inobservancia, proceda al comportamiento de la
organización, el tercero podrá invocar la responsabilidad de la misma y viceversa. En el origen de la
responsabilidad internacional de una OI puede haber una gran pluralidad de hechos: los derivados de sus actos
normativos, de sus actividades internacionales, de los actos cometidos por personas que actúan en su nombre
en el territorio del Estado huésped, de la violación de obligaciones convencionales o de origen
consuetudinario, o de hechos no prohibidos pero que generan daños.
Frente a estas posibilidades, la doctrina se inclina mayoritariamente en favor del reconocimiento a las OI de
la capacidad para ser sujetos activos o pasivos de la relación jurídica de responsabilidad, y de la aplicación,
mutatis mutandis, a las mismas de las normas internacionales que regulan la responsabilidad internacional de
los Estados. Esto también aparece en el art. 74.2 del Convenio de Viena sobre el derecho de los Tratados de
1986:

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“las disposiciones de la presente Convención no prejuzgarán ninguna cuestión que con relación a un tratado
pueda surgir como consecuencia de la responsabilidad internacional de la OI […]”
La práctica internacional ofrece diversos ejemplos en los que se ha reconocido a las OI la capacidad para
participar en las relaciones de responsabilidad internacional: por ejemplo: el TIJ en el Dictamen de 11 de abril
de 1949 afirmó el derecho de la ONU a interponer una reclamación internacional por los daños sufridos, como
consecuencia de la violación de una norma internacional, por sus agentes en el ejercicio de la función
encomendada por ella. También la ONU ha recibido reclamaciones en relación a la intervención de sus fuerzas
de urgencia en el Congo, y que tuvo que indemnizar a la RDC.
Recientemente, la Comisión de Derecho Internacional, el año 2002 creó un Grupo de Trabajo sobre esta
cuestión. Fruto de esta iniciativa ha sido un primer informe presentado en junio de 2002. Además, han
continuado con ocho informes consecutivos, el último de los cuales ha sido remitido a la AGNU.
 Como sujeto pasivo, la cuestión esencial que se plantea al atribuir el hecho ilícito a la Organización
será la del deslinde de responsabilidades entre ésta y sus Estados miembros. Si la Organización es la
única responsable, o si también sus estados miembros, y en caso de que así sea, a título subsidiario o
solidario. En el supuesto de violación de obligaciones convencionales, el tercero contratante del
acuerdo podrá llevar a cabo distintas acciones dependiendo del tipo de acuerdo:
 En el supuesto de que se trate de un acuerdo puramente de la Organización, va a ser ésta la que
responda directamente, tanto por los actos u omisiones de sus agentes como por los realizados por
los servicios de alguno de sus Estado miembros. El art. 61 del Proyecto de artículos sobre
responsabilidad de las OI, considera que en estos supuestos, se presume que la responsabilidad
internacional de un Estado tiene carácter subsidiario.
o Casos singulares: si la OI carece de los medios que le permitan hacer frente a esta
responsabilidad, el tercero podría dirigirse directamente contra los Estados miembros, al
considerarlos “garante internacional” del cumplimiento de las obligaciones derivadas de la
nueva relación de responsabilidad. Hay ejemplos en la práctica de casos parecidos en las
que las OI entran en suspensión de pagos y la reclamación pasa directamente a sus Estados
miembros (ejemplos: Consejo Internacional del Estaño o la Organización Árabe para la
Industrialización)
 En el caso de acuerdos mixtos, hay que distinguir entre:
o La responsabilidad exclusiva de los Estados miembros derivadas de la violación de
disposiciones convencionales que están cubiertas por sus competencias
o La responsabilidad de la OI surgida de la inobservancia de disposiciones convencionales
que entran dentro de su ámbito competencial.
o En ambos casos se dan situaciones de incertidumbre para el tercero que no sabrá a quien
imputar la violación de las obligaciones internacionales. Sin embargo, para tratar de
solucionar estos conflictos, cada vez es más frecuente el establecer cláusulas de deslinde
de responsabilidades donde se establecen sistemas de responsabilidad alternativa, conjunta
solidaria o subsidiaria (por ejemplo: art. XXII. 3 del Convenio sobre la responsabilidad
internacional por daños causados por objetos espaciales de 1972)
 Como sujeto activo, hoy en día se le reconoce la capacidad para presentar reclamaciones
internacionales cuando sea necesario para el ejercicio de sus funciones, y exigir, consiguientemente,
la reparación del daño.
 El daño puede haber sido sufrido por un particular que actúa como agente al servicio de la
Organización
o La organización podrá aplicar la protección funcional, presentado una reclamación por el
daño sufrido por su agente y lo va a hacer invocando “el incumplimiento de una obligación
que existe respecto a ella” (TIJ Dictamen de 11 de abril de 1949, CIJ., Rec. 1949:181-182)

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 El daño puede haber sido sufrido por un particular que no actúa como agente al servicio de la
Organización
o En determinadas OI y en especial en la Comunidad Europea, se suscita la cuestión de saber
si dicha organización puede llegar a ejercer la asistencia diplomática o una acción de
naturaleza similar en tal caso.
 El ejercicio de la protección diplomática está condicionada por una serie de
requisitos entre los cuales está el de la nacionalidad (excepto para refugiados y
apátridas), por lo que esta posibilidad está reservada exclusivamente a los
Estados, en principio.
 Sin embargo, podría reconocerse a la CE una acción de protección similar a la
diplomática sobre los nacionales de sus Estados miembros. En esta línea se
podría inscribir el art. 20.2. c) del Tratado de Funcionamiento de la UE, el art.
16 del mismo texto y el 30.9 del Acta Única Europea, así como determinadas
disposiciones de acuerdos firmados por la Comunidad que atribuye a las
delegaciones de la Comisión establecidas en el país contratante cierta funciones
cercanas a la asistencia diplomática.
Privilegios e inmunidades
La efectiva realización de las actividades internacionales de la OI, pasa, por el disfrute de un elemento
consustancial a su subjetividad internacional. Este elemento viene representado por el disfrute de una serie de
privilegios e inmunidades destinados a garantizar la independencia necesaria de la OI para el ejercicio de las
funciones que le han sido conferidas.
Estos privilegios e inmunidades suelen estar mencionados en los instrumentos constitutivos (por ejemplo: art.
15 de la Carta de NU), en los acuerdos de sede en los que la Organización define su estatuto en el país huésped
y en los convenios multilaterales. Y desarrollados, a veces en legislaciones internas. La doctrina considera
que las disposiciones contenidas en las Convenciones de las NU de 1946 y 1947, tiene valor consuetudinario
y se aplican también a los Estados no miembros de la ONU.
Entre los privilegios concedidos a las OI cabe mencionar:
 Inviolabilidad de sus locales (Sección 3ª de la Convención general de 1946 en el caso de ONU), salvo
casos de extrema necesidad, como por ejemplo, un incendio.
 Inviolabilidad de sus archivos (Sección 2.4 de la Convención general de 1946 de la ONU)
 De naturaleza financiera y fiscal: posibilidad de tener fondos propios, transferir divisas al extranjero,
exenciones fiscales y aduaneras, etc.
 Derechos destinados a facilitar su funcionamiento: facilidad en materia de inmigración y registro de
extranjeros, trato favorable en materia de telecomunicaciones, etc.
Privilegios concedidos a los funcionarios de las OI:
 Su salario no está gravado por un impuesto nacional
 Etc.
La OI va disfrutar igualmente de la inmunidad de jurisdicción, que les permitirá, salvo renuncia expresa, no
comparecer ante los tribunales nacionales (Sección 2 de la Convención General de 1946 de la ONU). Sus
agentes podrán igualmente acogerse a esta inmunidad respecto de todos los actos que realicen en el ejercicio
de sus funciones, esto es, con carácter oficial (Sección 11 de la Convención General de 1946 de la ONU)
Los representantes de los Estado miembros de la OI, a fin de poder cumplir eficazmente con su misión ante la
Organización, van a gozar de ciertas inmunidades respecto del Estado donde tiene ésta su sede. Dadas las
características de la subjetividad internacional de las OI, entre ellas la ausencia de una base territorial, éstas

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se ven reforzadas para poder actuar, a concluir acuerdos de sede con Estado miembros o con Estados ajenos a
la Organización, pero como además la OI está conformada por un colectivo, más o menos numeroso, de sujeto
de DI, es necesario que estos acuerdos de sede u otros convenios contengan disposiciones definiendo los
privilegios e inmunidades de los que gozarán los representantes de dichos sujetos internacionales ante la OI
(Convención de Viena sobre la representación de los Estados en sus relaciones con la Organización
internacional de carácter universal, de 14 de marzo de 1975). También ha habido controversias internacionales
en los que ha intervenido el TIJ (Dictamen sobre la aplicabilidad de la obligación de arbitraje en virtud de la
sección 21 del acuerdo de 26 de junio de 1947 relativo a la sede de la ONU, de 26 de abril de 1988. CIJ., Rec.
1988: 24 y ss)
Situaciones históricas: Los movimientos de liberación nacional, s beligerantes, la Santa sede y la Iglesia
Católica.

Los Movimientos de Liberación Nacional


Un sector de la doctrina, desde una perspectiva técnico-jurídica, los pueblos no son sujetos de DI porque ni
tienen posibilidad de reivindicar sus derechos ante instancias internacionales ni incurren en responsabilidad
internacional. Tal punto de vista puede ser rectificado si se parte de la consideración de que, en su proyección
internacional, los pueblos suelen actuar a través de órganos propios que los representan en la esfera de las
relaciones internacionales. Esto es cierto respecto de aquellos pueblos que pugnan por sacudirse el yugo
colonial, racista o extranjero luchando por su liberación a través del esfuerzo bélico conducido por los
llamados movimientos de liberación nacional.
Los MLN pueden responder a muy distintas finalidades, lo cual dificulta un tratamiento unitario del fenómeno.
Aquellos MLN empeñados en “conflictos armados en que los pueblos luchan contra la dominación colonial y
la ocupación extranjera y contra los regímenes racistas, en el ejercicio del derecho de los pueblos a la libre
determinación”, según la caracterización del art. 1 apartado 4, del Protocolo I adicional a los Convenios de
Ginebra de 1949 relativo a la protección de las víctimas de los conflictos armados internacionales, de 8 de
junio de 1977.
La consideración de las guerras de liberación como conflictos armados internacionales (art. Apartado 4) y, en
consecuencia, la atribución a los miembros de los MLN empeñados en la lucha armada del estatuto de
combatientes y, en caso de caer en poder de la parte adversa, del de prisionero de guerra (art. 44 apartado 3).
A estos movimientos les son de aplicación las reglas convencionales del ius in bello en la medida que, como
se dice en el apartado 3 del art. 96 del citado Protocolo “la autoridad que representa a un pueblo empeñado
contra una Alta Parte contratante en un conflicto armado del tipo mencionado en el apartado 4 del artículo 1”
del Protocolo, se comprometa a aplicar los Convenios de 1949 y el propio Protocolo en relación con ese
conflicto por medio de una declaración unilateral, declaración que tendrá por efecto la entrada en vigor de los
Convenios y del Protocolo respecto de esa autoridad. Desde entonces, ejercerá los mimos derechos y asumirá
las mismas obligaciones que los Estados partes de dichos instrumentos convencionales.
Cabe recordar que diversons MLN han concluido con la potencia colonial u ocupante, una vez coronado con
éxito su lucha, acuerdos poniendo fin al conflicto y regulando, con carácter transitorio o definitivo, el nuevo
estatus del pueblo al que aquéllos representan. Ejemplos: Acuerdos de Evian de 1961 entre Francia y el FLN
argelino, los acuerdos de 1974 entre Portugal y el FLN mozambiqueño y los acuerdos de Washington de 1993
entre Israel y la Organización para la Liberación de Palestina.
Desde el punto de vista del ius representationi, es verificable en la práctica el hecho de que varios MLN,
cuentan con representaciones de distinta naturaleza y rango en el extranjero. En España, reconoció en 1977
reconoció con carácter oficial la representación de la OLP en Madrid. A partir de los acuerdos de Washington
antes citados, pasó a ser designada por Delegación General de Palestina y desde 2010 ha sido elevado a
Embajada de Palestina.

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Lo destacable es la participación de los MLN en las tareas de algunas organizaciones internacionales. La
personalidad jurídica internacional de estos movimientos ha obtenido carta de naturaleza a través, sobre todo,
del reconocimiento dispensado a los mismos en el marco de organizaciones regionales como Unión Africana
o la Liga de Estado Árabes o universales como NU y diversos organismos especializados. Los órganos de la
ONU han solido reconocer sólo a aquellos movimientos previamente reconocidos por dichas organizaciones
regionales. La calidad de observador en las respectivas organizaciones convierte a estos movimientos en
interlocutores privilegiados de la organización, facultándolos para participar en las deliberaciones de algunos
de sus órganos sobre temas de su interés. En concreto, la AGNU a invitado en su día a la SWAPO (South
West Africa People Organization) y la OLP sin proceder en estos casos a consulta previa con las dos
organizaciones regionales apuntadas, a participar en sus deliberaciones y en las conferencias internacionales
organizadas bajo los auspicios de las NU: Resolución 3210 (XXIX), de 14 de octubre de 1974, en relación a
la OLP.

Los Beligerantes
En el contexto de los conflictos armados internos, a veces los terceros estados han reconocido como
beligerantes a los grupos o facciones organizados que, en el seno de un Estado, se alzan contra el poder
constituido a través de actos de hostilidad. Este tipo de reconocimiento, que hace su aparición a principios del
siglo XIX y se consolida a partir de 1861 al reconocer varias potencias europeas a los confederados sudistas
en tanto que beligerantes en el contexto de la Guerra de Secesión norteamericana (1861-1865), tiene efectos
limitados y temporales, pues su único objetivo es reconocer a las fuerzas insurgentes los derechos necesarios
para llevar a cabo su esfuerzo bélico durante la contienda.
Si el gobierno en el poder el que lleva a cabo el reconocimiento de beligerancia, para él supone aceptar la
aplicación integral de las normas del ius in bello en sus relaciones con los rebeldes, y si son los terceros los
que lo otorgan, ello les permitirá exigir el ser considerados como neutrales por ambas partes beligerantes.
Siendo el reconocimiento de beligerancia un acto discrecional, rara vez se ha hecho uso de él en la práctica.
En particular el control territorial ha sido considerado por el IDI como una condición esencial de
reconocimiento, a fin de que el mismo no sea tenido por un acto de injerencia en los asuntos internos del
Estado en el que el conflicto bélico se desarrolla. El reconocimiento de la beligerancia por parte de los terceros
Estados se refiere a los aspectos “exteriores” del conflicto, y en este sentid, no vincula al gobierno en el poder
y no afecta a las relaciones bélicas entre las dos partes beligerantes.
El grupo rebelde que goza del estatuto de beligerantes es titular de unos ciertos derechos y obligaciones
derivados del orden jurídico internacional. Poseen un cierto grado de subjetividad internacional, si bien está
destinada a desaparecer, bien una vez la sublevación es sofocada, bien cuando la suerte final de la contienda
bélica le es favorable a dicho grupo.
Desde la perspectiva de la responsabilidad internacional, el proyecto de la CDI sobre responsabilidad de los
Estado aprobados en 2001, en su art. 10 establece que se considerará hecho del Estado, según el DI, el
comportamiento de un movimiento insurreccional que se convierta en el nuevo gobierno del Estado.
La Santa Sede y la Iglesia Católica
Desde que en el año 380 Teodosio I hace del cristianismo la religión oficial del Imperio, la Iglesia Católica
viene participando activamente en las relaciones internacionales. La práctica actual avala el hecho de que, en
cuanto se refiere al trato diplomático, la celebración de concordatos y la participación en las organizaciones
internacionales, la Iglesia Católica se rige por las normas de DI y en tal sentido puede ser considerada como
un sujeto de este orden jurídico.
Para algunos autores, la Iglesia Católica, por su naturaleza y por los fines que persigue, no participa en las
relaciones jurídicas internacionales, correspondiéndole a la Santa Sede llevar a cabo esas relaciones. Para otros
autores, teniendo en cuenta la organización de la Iglesia y el contenido de los concordatos y otros acuerdos,
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resulta que la Iglesia aparece como una comunidad cuyos órganos están constituidos por la Santa Sede: así
como en los Estados existen órganos de gobierno que actúan en representación suya, así también la Santa Sede
actuaría como órgano de la Iglesia Católica, que sería el verdadero sujeto de DI.
Lo cierto es que la Santa Sede, aún en época en que la Iglesia estuvo privada de base territorial entre los años
1870-1929, siguió actuando en calidad de sujeto internacional a través del ejercicio del derecho de legación
pasiva y activa y de la conclusión de genuinos negocios jurídicos internacionales, los concordatos. En el básico
tratado político de Letrán de 11 de febrero de 1929 Italia reconoce la soberanía de la Santa Sede en el orden
internacional (art. II) y su plena propiedad, poder exclusivo y soberana jurisdicción sobre el Vaticano (art.
III). España, en virtud del Concordato de 27 de agosto de 1953, garantizaba la Iglesia Católica el libre y pleno
ejercicio de su poder espiritual y de su jurisdicción (art. 2), reconocía a la Santa Sede y al Estado de la Ciudad
del Vaticano la personalidad jurídica internacional (art. 3).
La Ciudad del Vaticano
A la situación generada por la Ley de Garantías italiana de 1871, con la que se consagraba la desaparición de
la soberanía de la Santa Sede incluso sobre los Estados Pontificios, se le puso fin con los acuerdos de Letrán
de 11 de febrero de 1929. El art. III del tratado político de Letrán dice:
“Italia reconoce a la Santa Sede la plena propiedad, el poder exclusivo y la soberana jurisdicción sobre el
Vaticano, tal como actualmente está constituido con todas sus dependencias y dotaciones, creando de este
modo la Ciudad del Vaticano para los fines especiales y con las modalidades que contiene el presente
tratado”
De acuerdo con el art. XXVI del propio tratado político, la entidad que se crea es reconocida por Italia como
Estado (Estado de la Ciudad del Vaticano) bajo la soberanía del Sumo Pontífice.
De acuerdo con los objetivos de este convenio bilateral, la Ciudad del Vaticano aparece como un medio
jurídico necesario para asegurar la libertad y la independencia de la Santa Sede en función de lo cual el art.
XXIV declara que la Ciudad del Vaticano será siempre y en todo caso como territorio neutral e inviolable.
El 7 de junio de 1929 fueron dictadas por el Vaticano seis leyes orgánicas que constituyen las bases jurídicas
sobre las cuales se asienta el nuevo Estado. Destaca la ley fundamental que en su art. 1 dispone que el Sumo
Pontífice es el soberano de la Ciudad del Vaticano y posee la plenitud del poder legislativo, ejecutivo y judicial
y en sus restantes artículos regula todo lo relativo a los diversos órganos constitucionales del Estado y a las
garantías jurídicas de los derechos e intereses de los particulares.
Aparte de la organización política, el Estado de la Ciudad del Vaticano posee un territorio propio, constituido
por un espacio geográfico bien definido en el tratado político de Letrán (art. III y anexo I), sobre el cual no
podrá ejercer ninguna autoridad que no sea la de la Santa Sede (art. IV), y posee una población, formada por
los ciudadanos que tengan su residencia estable en la Ciudad del Vaticano (arts. X y XXI del tratado político
y art. 3 de la ley fundamental), derivando la residencia de la relación de dignidad, cargo, oficio o empleo (art.
IX del tratado político), siempre que se trate de dignidades eclesiásticas para las cuáles está prescrita la
concesión de la ciudadanía (art. X)
La Ciudad del Vaticano se crea con el objeto de asegurar la libertad y la independencia de la Santa Sede,
resulta que el Estado de la Ciudad del Vaticano, según señala Diez de Velasco, es un ente con la especial
misión de servir de base territorial a otro, la Santa Sede, y en el que se dan los elementos que caracterizan al
Estado y que el DI toma como base para subjetividad internacional de éste.
El Estado de la Ciudad del Vaticano ha sido reconocido por una gran cantidad de Estado. Su representación
exterior pertenece al Sumo Pontífice, quien se sirve para ello de la Secretaría del Estado (art. 3 ley
fundamental). El Estado de la Ciudad del Vaticano ha celebrado una serie de tratados internacionales con Italia
y con otros Estados, además de pertenecer a OI como la Unión Postal Universal. No posee representaciones
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diplomáticas propias, de modo que las relaciones de esta naturaleza se hallan a cargo de la Santa Sede, incluida
la participación en conferencias internacionales.
La relación existente entre la Iglesia Católica o la Santa Sede, por una parte, y la Ciudad del Vaticano, por
otra. Una corriente doctrinal niega la existencia de dos sujetos de DI distintos. Otra, sin embargo, sostiene la
subjetividad internacional diferenciada de dichos entes, variando aquí las concepciones en lo que se refiere a
la naturaleza jurídica de su relación. Según Diez de Velasco, ninguna de las concepciones aludidas es
satisfactoria, considerando que la relación de subordinación entre la Ciudad del Vaticano y la Santa Sede hace
que la unión entre estos dos peculiares sujetos de DI, aunque pueda llevarse a la figura general de las uniones
internacionales, no sea clasificable, dadas las características y sus finalidades. Ello no es obstáculo para que
se reconozca la subjetividad internacional del Estado de la Ciudad del Vaticano, que se presenta como la libre
creación en un tratado de un sujeto internacional por otros dos sujetos internacionales (La Santa Sede e Italia),
sujeto, aquél, reconocido por la generalidad de los miembros de la Comunidad Internacional y con la finalidad
de que cumpliera la misión primordial de dar base territorial a un sujeto internacional preexistente (La Santa
Sede) y facilitara con ello el cumplimiento por este último de su cometido de orden preferentemente religioso.

Los pueblos
A. Los pueblos en el Derecho Internacional Actual
En el Derecho Internacional clásico los pueblos no eran de especial relevancia, aunque a partir de la pujanza
de las naciones del siglo XIX y XX se presentó como un principio de aplicación europea. Esto se transformó
en unidades nacionales como la alemana y europea, constituyéndose en Estados, al igual que muchas minorías
nacionales que recibieron protección en virtud a los tratados que pusieron fin a la Primera Guerra Mundial (14
puntos de Wilson).
Los pueblos coloniales quedaban al margen de esto. La Sociedad De Naciones (SDN) incorporó un régimen
administrativo para los países vencidos en la 1GM que solo comportaba el informe a la SDN sobre las colonias
y atenerse al principio de bienestar de los territorios que administraban y su desarrollo.
Después de la 2GM, la Carta de las Naciones Unidas incorporo entre sus propósitos el fomento de relaciones
de amistad entre naciones y el principio de libre determinación de los pueblos. Esto no está desarrollado en la
propia carta debido a razones políticas (es decir, la resistencia de potencias vencedoras de la guerra como
Reino Unido y Francia, que tenían grandes posesiones coloniales). Por ello, la solución pasó por hacer dos
regímenes administrativos diferenciados: uno para las colonias de las potencias vencedoras o estados no
enemigos (territorios no-autónomos) y otro “de administración fiduciaria”, para los territorios entonces bajo
mandato, los segregados de los países vencidos a resultas de la Segunda Guerra Mundial y los que
voluntariamente quisieran poner bajo tal régimen las potencias coloniales (territorios fideicometidos). Para
los últimos se preveía un sistema administrativo controlado por las Naciones Unidas sobre acuerdos entre el
Consejo de Seguridad y las potencias administradoras, y la vigilancia de un órgano de las Naciones Unidas
(Consejo de Administración Fiduciaria). Para los territorios no-autónomos no se estableció en la Carta ningún
órgano para controlar su gestión, excepto hacer un informe regular al Secretario General.
La evolución de la Sociedad Internacional y factores políticos favorecerían a que en pocos años la regulación
de la Carta se desarrollara en favor de los pueblos dependientes y su consiguiente eliminación de situaciones
coloniales en el mundo.
B. El derecho de los pueblos coloniales
El principio de autodeterminación “supone para un pueblo colonial su derecho a ser consultado, a expresar
libremente su opinión sobre como desea conformar su condición política y económica, y si tal fuera su deseo,
el derecho a convertirse en un Estado soberano e independiente”. Su consagración como principio
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perteneciente al Derecho Internacional comenzó con la Resolución 1514 (XV) de la AG el 13 de diciembre
de 1960 llamada la “Carta Magna de la Descolonización”. En este texto se expresa el derecho de los pueblo a
decidir en libertad y sin trabas su destino político y de perseguir en igualdad de condiciones su desarrollo sin
que su falta de preparación pueda servir de excusa para retrasar el ejercicio de este derecho.
En la resolución 1541 (XV), aprobada un día después de la anterior, se define el concepto de pueblo colonial
considerando este como “aquel que no ha alcanzado aún la plenitud del gobierno propio pero se encuentra
en progreso hacia este objetivo, y habita en un territorio que está separado geográficamente del país que lo
administra y es distinto de este en sus aspectos étnicos o culturales, sin perjuicio de poder tener en cuenta
otros elementos, de carácter administrativo, político, económico o histórico, susceptibles de influir en las
relaciones entre la metrópoli y el territorio y reflejar que este se encuentra colocado arbitrariamente en una
situación de subordinación.” En la práctica la identificación de una situación como colonial vino dada por su
inclusión en una lista confeccionada por el ya citado Comité de Descolonización. Esta resolución también
reconoce otro desenlace posible a la frecuente independencia, como la libre asociación con un Estado
independiente o la integración en un Estado independiente. Lo importante en definitiva es que el resultado sea
fruto de la libre elección del pueblo a través de procedimientos democráticos con vigilancia de las Naciones
Unidas.
Posteriormente en la Resolución 2625 (XXV) de la Ag de 24 de octubre de 1970, el derecho de
autodeterminación fue precisado. En esta Declaración de principios se concibe la doble faceta del derecho de
los pueblos y el deber de los Estados. Se remarca el deber de todos los Estados de respetar el derecho del que
desprende el deber de asistir a la ONU para “poner fin al colonialismo, teniendo debidamente en cuanta la
voluntad libremente expresada de los pueblos de que se trate” y por otra parte el deber de “abstenerse de
recurrir a cualquier medida de fuerza que prive a los pueblos de su derecho a la libre determinación”. Esta
última prohibición de coacción es importante, ya que esta Declaración reconoce que los pueblos, en base a la
resistencia que opongan a esa coacción, podrán pedir y recibir apoyo de conformidad con los principios de la
Carta. Esto equivale indirectamente a que la fuerza armada no es tenida por ilícita y legitima las luchas de
liberación colonial y las acciones de ayuda a estas por parte de terceros Estados. Esta Declaración por otra
parte declara que una colonia tiene una condición jurídica distinta y separada de la del territorio del Estado
que lo administra. Con esto la resolución quiere desvirtuar la estrategia de las potencias coloniales de
interiorizar la relación de dependencia calificando de provincias o circunscripciones internas a dichos
territorios, y por otro lado subrayar el carácter internacional de las luchas de liberación (luchas que no solo
pueden ser sujetas por pueblos con dominación colonial sino también por aquellos que luchan contra
ocupación extranjera, como Palestina. O contra regímenes racistas, como Sudáfrica).
El derecho de autodeterminación es por tanto un derecho subjetivo del que son titulares los pueblos y que
puede ser ejercido a través de la resistencia armada. Es un derecho además vinculado al terreno de los derechos
humanos, ya que varias resoluciones de la AG (las citadas anteriormente) consideran que la subyugación y
explotación extranjeras constituyen una denegación de los derechos humanos fundamentales. Además este
derecho en cuestión posee una evidente naturaleza consuetudinaria en el plano jurisprudencial por el TIJ.
Aunque resulte esencial el ejercicio de la libre expresión de voluntad, existen situaciones en las que puede
resultar innecesaria (Ifni y Marruecos, China y Hong Kong) ya que la población del territorio afectado es
idéntica a la del Estado que lo reclama.
Respecto a la aplicación de este derecho en situaciones no coloniales, la resolución 2625 y otros textos
internacionales aclaran que todos los pueblos tienen el derecho de libre determinación. El derecho a la
autodeterminación es un principio universal que trasciende en su aplicación de las situaciones coloniales y
alcanza a los pueblos de cualquier Estado. Aun así, hace falta aclarar que el Derecho Internacional es fruto de
los Estados soberanos y que estos no respaldarían un intento de colectividades internas a separarse de ellos,
por lo que han matizado y puesto limites a esta afirmación. Por ejemplo, en las resoluciones 1514 y 2625
establecen contrario a la Carta todo intento dirigido a quebrantar la unidad nacional y la integridad territorial

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de un país, y que ninguna de las disposiciones incluidas en esta resolución bajo el principio de igualdad de
derechos y libre determinación se entenderá en el sentido de que autorice o propicie acción alguna encaminada
a quebrantar esta integridad territorial de Estados y este, dotados de un gobierno que represente a la totalidad
del pueblo perteneciente al territorio sin distinción por motivos de raza, credo o color. Esta frase cursiva vino
a ser interpretada como el derecho de secesión para poblaciones dependientes de un estado carente de
instituciones democráticas. Aunque por otra parte, la propia resolución 2625 acepta “la adquisición de
cualquier otra condición política libremente decidida por un pueblo”, por lo que se abren las puertas para un
grado aceptable de autonomía política. La cuestión de Kosovo, que fue apoyada por el TIJ reavivó el debate
declarando que la declaración de independencia de Kosovo no vulnero el derecho internacional al
independizarse unilateralmente de Serbia (España argumentó descartando el derecho de secesión como
remedio), atendiendo a la grave situación de violación de los derechos humanos, de las minorías y del Derecho
internacional humanitario. Las poblaciones indígenas por otra parte son reconocidas como sujetos con derecho
a la autodeterminación pero con una forma matizada, es decir, en lo que se refiere a su autogobierno,
autogestión y participación en las decisiones del Estado que les conciernan en alguna medida.
C. Otros derechos de los pueblos
El derecho de libre determinación opera en los planos político, social, económico, cultural y humanitario. Por
ejemplo, como ya hemos visto en los pueblos coloniales los cuales tienen derecho a luchar contra la ocupación
extranjera y contra los regímenes racistas, teniendo derecho a solicitar apoyo. Por otro lado, también se
reconoce la voluntad del pueblo en su autoridad en el poder público con la celebración de elecciones libres y
periódicas; y también el derecho a su propia supervivencia mediante la condena de actos que tengan como
objetivo destruir grupos nacionales, étnicos, raciales, etc.
En el orden socioeconómico, se ha propiciado la exaltación del derecho de los pueblos a la soberanía
permanente sobre sus riquezas y recursos naturales mediante resoluciones softlaw (1803 (XVII) y 2158 (XXI)
de la AG). Esto llega incluso a la hora de fijar el alcance de la indemnización a cargo de un Estado de reciente
independencia por la nacionalización de bienes extranjeros, de manera que podrán tenerse en cuenta entre
otros factores las ganancias excesivas obtenidas por el inversor extranjero durante el periodo colonial.

Las personas jurídicas


a. Las ONG
Las ONG se han definido como organizaciones integradas por asociaciones, fundaciones e instituciones
privadas, fruto de la iniciativa privada o mixta con exclusión de todo acuerdo intergubernamental, constituidas
de manera duradera, espontánea y libre por personas privadas o públicas, físicas o jurídicas, de diferentes
nacionalidades, que, expresando una solidaridad transnacional, persiguen sin espíritu de lucro un objetivo de
interés internacional y han sido creadas de conformidad con el Derecho internacional de un Estado. Una de
las características de estas organizaciones es su colaboración con organizaciones internacionales de naturaleza
interestatal alcanzando la naturaleza de un estatuto consultivo ante ellas como por ejemplo ante la ONU, o
con organizaciones regionales como el Consejo de Europa. La conclusión respecto a estas es la que expresaba
Miaja en 1979, es decir, que en general las organizaciones no creadas por un pacto entre estados carecen de
la condición de sujetos del derecho internacional, lo que, de ninguna mantera significa minimizar el papel
sociológico que, en cuanto grupos de presión, pueden desempeñar fuera de los límites del Estado en que
nacieron.
b. Las empresas transnacionales
A las entidades con fines económicos, refiriéndose a las empresas privadas de alcance internacional
constituidas por actos internos (multinacionales con filiales o sociedades controladas en diversos países), se
les suele negar la personalidad internacional. Aun así hay autores que por la confluencia entre público y
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privado con la eventual asociación que tienen estas entidades con los gobiernos para efectuar operaciones
económicas mixtas sobre la base de acuerdos o contratos que designan entre otras fuentes de su regulación al
Derecho internacional, han visto en ellas una personalidad restringida y ad hoc. Aun así, se ha admitido la
subjetividad internacional a entidades desarrolladas sobre bases multinacionales con el fin de prestar servicios
públicos bajo un régimen internacional.

El individuo
a. La cuestión de la subjetividad internacional del individuo en el terreno doctrinal
Se sigue discutiendo en el ámbito del derecho internacional si las personas privadas o individuos son sujetos
de derecho internacional. No basta con ser beneficiario de un derecho o estar afectado de una obligación para
ser considerado sujeto del orden jurídico internacional, sino que se requiere una aptitud para hacer valer el
derecho ante instancias internacionales o para ser responsable en el plano internacional en caso de violación
de esta obligación. Por ello, no puede reconocerse realmente al individuo como un sujeto de Derecho
internacional en el estado actual de la sociedad internacional, aunque en algunas organizaciones es posible
encontrar alguna posibilidad para llegar a la subjetividad internacional del individuo en un sentido amplio. A
partir del siglo XX, con la irrupción de prácticas de intervención humanitaria o protección de minorías, ha
habido un proceso humanización en el cual han contribuido diversas organizaciones internacionales con la
creación de técnicas de protección de los derechos individuales y grupales a través de órganos de garantía y
control para estos. Aunque, la escuela sociológica francesa no admite otro sujeto de Derecho internacional
que el individuo.
b. La protección de los derechos del individuo y la capacidad de este para acceder a las instancias
internacionales
Los Estados han ido estableciendo normas dirigidas a la protección de intereses individuales o de grupo. Esto
no significa que le individuo se convierta en sujeto de Derecho internacional, pero tampoco se le puede reducir
por ello a la condición de mero objeto por ello. Entre estas normas podemos encontrar normas que protegen
al individuo en su vida (prohibición de la piratería, reglas de Derecho de la guerra, prohibición de gases
tóxicos, sanción del genocidio), en su libertad (abolición de la esclavitud, abolición del trabajo forzado, trata
de seres humanos), en su salud (reglamentación de producción y tráfico de drogas). Esto se ve desarrollado
por el conjunto de normas adoptadas en el ámbito internacional por la ONU, UNESCO, OMS, etc. y en el
regional por la UE, UA, OEA, etc. con el fin de la protección internacional de los derechos humanos
Ante un ilícito internacional de un Estado en perjuicio de un individuo que no ostenta su nacionalidad, el
individuo perjudicado no puede presentar ninguna petición ni acción ante órganos internacionales contra el
Estado infractor. La alternativa es recurrir contra el acto en el plano del derecho interno del Estado infractor
y en caso de no obtener satisfacción por esa vía, acudir al Estado del que es nacional a fin de que este sea
quien resuelva la cuestión vía diplomática. Aun así, ha habido una evolución jurídica que concediendo a ciertos
individuos el acceso a tribunales internacionales de arbitraje o a órganos de garantía y control en temas de
protección de los derechos humanos.
En la práctica hay diversos casos de concesión a los particulares de la posibilidad de acceder en defensa de
sus derechos a órganos internacionales algunos de carácter judicial. Los precedentes a esto podemos
encontrarlos en la Convención de la Haya en el que se creaba un Tribunal Internacional de Presas, la
Convención de Washington donde se estableció el Tribunal de Justicia Centroamericano donde podían acudir
los individuos que hubieran agotado antes los recursos internos del Estado contra el que pretendieran dirigir
su acción, y en los Tratados de paz concluyentes de la 1GM. Aunque en la actualidad cabe nombrar la
posibilidad de las personas físicas y jurídicas a dirigirse al Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas
a través de varias vías procesales. Aun así, los particulares tienen vedado el paso al TIJ, por cualquiera de las
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dos vías (contenciosa y consultiva). También lo tienen vedado en el marco regional de protección de derechos
humanos a órganos judiciales como la Corte Interamericana de Derechos Humanos, a excepción, del sistema
europeo de protección de derechos humanos, donde existe la posibilidad de los particulares para presentar
reclamaciones ante el Tribunal de Derechos Humanos (véanse apuntes de Derecho Constitucional II).
Refiriéndonos a órganos sin carácter judicial, la práctica es mucho más amplia. El precedente a esto lo
encontramos en el derecho a petición de las minorías en la SDN. Actualmente, hacemos referencia a la
protección universal de los derechos humanos mediante mecanismos convencionales y extraconvencionales a
través de órganos de las Naciones Unidas, la UNESCO y la OIT.
c. La vertiente pasiva de la subjetividad: la capacidad del individuo para verse atribuida
responsabilidad en el plano internacional
No existe en principio obstáculo para considerar al individuo como sujeto de una conducta que constituya en
sí misma un acto internacionalmente ilícito, es decir una violación a una obligación derivada de una norma de
Derecho internacional. Aun así, el Derecho internacional establece casos, por vía de tratados internacionales
los tipos penales aparejados a estas transgresiones, dejando a los Estados su punición. Dejando aparte casos
como Núremberg, Tokio, Yugoslavia y Ruanda, lo habitual es que sea el derecho interno a través de
procedimientos estatales el que se encargue de dilucidar las consecuencias penales de los delitos
internacionales. La conclusión a esto sería que le individuo puede verse exigida una responsabilidad
internacional directa por actos que por su gravedad atenten contra ciertos intereses básicos de la comunidad
internacional.

La Humanidad
La Humanidad es un concepto que se encuentra recogido en normas de Derecho internacional público como
beneficiario de determinados derechos. Básicamente, hasta ahora, cuando se ha hecho referencia a un Tratado
sobre la humanidad, se habla del medio ambiente, de los océanos, de derechos sobre riquezas, determinados
bienes comunes de la humanidad que no pueden ser privatizados puesto que pertenecen al conjunto de la
humanidad. Es un concepto en crisis que nace de la idea de patrimonio común de la humanidad, un concepto
muy progresista, es decir, un espacio que en principio puede disfrutar toda la humanidad del que ninguno se
puede apropiar. Se tiene que gestionar internacionalmente, sus beneficios se han de repartir de manera
equitativa por toda la humanidad, no se puede militarizar, etc. Se puso muy de moda en los años 70-80. Son
espacios internacionalizados. Se habló de la humanidad como destinataria de algunos derechos. Hay
organizaciones encargadas de gestionarlo como la UNESCO. La humanidad entonces entró como nuevo sujeto
de Derecho internacional, pero ahora esta idea comienza a estar en decadencia. Ahora mismo, en los fondos
marinos, después de la reforma del 95, se han quedado prácticamente en nada. En el 89 se estableció que el
50% de los fondos marinos eran patrimonio de la humanidad.

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