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LAFLAMAPARPADEA

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1999)
LA FLAMA
PARPADEA
Félix Hompanera Beamonte
(Madrid, 1937 – Ciudad de México, 1999)

Compilado y prologado por


Félix Hompanera Velázquez
La flama parpadea

Primera edición, 2016 ©

Todos los derechos reservados © 2016, Félix Hompanera Velázquez


Número de Registro: 03-2016-040612334900-14

Indiana 217 – 7, Colonia Ciudad de los Deportes,


Delegación Benito Juárez, C. P. 03710, México, D. F.

ISBN: 978-607-00-9913-7

Edición: Etérea Editorial


Diseño de portada y formación: DMM Studios
Corrección de estilo: Angélica Aguirre

Todos los derechos reservados. Queda rigurosamente prohibida, sin la


autorización escrita del titular del copyright, bajo las sanciones establecidas por
las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o
procedimiento.

Hecho en México
Índice

Cómo nació La flama parpadea . . . . . . . . 5

Prólogo, por Félix Hompanera Velázquez . . . . . 7

¿Por qué ser masón? . . . . . . . . . . . . . 13

Determinismo y libre albedrío . . . . . . . . . 21

La conciencia . . . . . . . . . . . . . . . 31

Para qué estamos aquí . . . . . . . . . . . . 45

La inmortalidad del alma . . . . . . . . . . . 51

Peregrinos de la obra . . . . . . . . . . . . 59

Hacia un gobierno universal . . . . . . . . . . 73

Masonería y religión . . . . . . . . . . . . . 87

A los pies de Nuestra Señora . . . . . . . . . 99

La flama parpadea . . . . . . . . . . . . .135


Cómo nació La flama parpadea

Hace unos meses recibí la llamada de Félix, una de las primeras


personas que creyó en esta casa editorial. Me llamó para contarme
de un nuevo proyecto para publicación: una serie de trabajos que
su padre le había heredado. Me entusiasmé de inmediato. Una
pluma Hompanera siempre me causará interés.
Félix hijo me habló de la incursión de Félix padre en la
masonería. El Sr. Hompanera Beamonte fue miembro activo de
la Orden durante aproximadamente 18 años, periodo en el cual
expuso ante sus compañeros (se llaman Hermanos entre ellos)
una gran cantidad de reflexiones sobre ciertos temas que atañen a
los participantes en las logias. De acuerdo con sus últimos deseos,
expresados antes de morir, el registro escrito de aquellas
disertaciones pasaría a manos de su hijo: Félix Hompanera
Velázquez.
Luego de poco más de tres lustros, Félix decidió –para
beneplácito mío y suyo, estimado lector– reclamar su herencia. Se
dio entonces a la tarea de revisar aquellos textos y seleccionar los
más representativos en cuanto a la trayectoria de su padre en la
Orden y en cuanto a la relevancia de los temas tratados. Los diez
trabajos aquí compilados resumen el camino de Félix Hompanera
Beamonte como masón, al tiempo que nos ofrecen la perspectiva
del autor en torno a cuestiones que al día de hoy resultan de
enorme actualidad.
Es así que llegó La flama parpadea, primero, a mi
escritorio, y ahora, ante sus ojos, lector. Espero disfrute este libro
tanto como a mí me complace su publicación. Bienvenidos los
Hompanera a Etérea Editorial.
Angélica Aguirre
Directora editorial
Ciudad de México, junio de 2016
Prólogo

Se afirma que el conocimiento es poder, por ello durante siglos se


privó de él a la raza humana. Diversos grupos y sectas
institucionalizadas –a la vista de todos o desde la sombra–,
monopolizaron toda aquella información que pudiera empoderar a
la humanidad y emanciparla de la casta que la ha oprimido y
explotado desde el inicio de los tiempos. Una de ellas fue la
masonería, que quizá durante un tiempo protegió el conocimiento
de aquellos que pretendían imponer sus dogmas con la espada y la
cruz, pero que a partir del siglo XVIII lo utiliza sistemáticamente en
favor de la tiranía sionista que gobierna el mundo desde entonces.
De unos años a la fecha, hemos sido testigos del
surgimiento de una vasta cantidad de información que ha
favorecido la toma de conciencia de una parte de la humanidad que
se ha liberado del yugo al comprender mejor su origen, su esencia
y su potencial. El inicio de este despertar fue lento, pero ha ido
avanzando de manera firme, contundente e irreversible, y por
supuesto esto es algo que sabe la elite en el poder y por ello ha
intentado por todos los medios descalificar, falsear y manipular el
conocimiento develado para alargar su despótico y agonizante
reinado el mayor tiempo posible.
Una de las características de toda transición es la confusión
que produce el surgimiento de conocimiento que
irremediablemente confronta las ideas establecidas. Pero, ¿es lo
mismo información que conocimiento? La información alimenta el
saber, mientras que el conocimiento favorece el hacer, por tanto, la
información empodera y el conocimiento transforma. De tal suerte
que el exceso de información al que tenemos acceso en esta época
resulta contraproducente, ya que la humanidad ha sido
(mal)educada para memorizar y olvidar, no para cuestionar y
proponer. Se consulta la información inmediata, digerida,
descafeinada, y se huye de las reflexiones amplias y profundas. En
el mundo actual se privilegia la retentiva y se descalifica el
pensamiento crítico; se valoran las notas altas y la investigación

7
LA FLAMA PARPADEA

dentro de los parámetros de lo aceptado por el paradigma científico


cartesiano y lo políticamente correcto, y se desprecia todo aquello
que busca rebasar los límites establecidos por quienes se benefician
de la ignorancia y la miseria que conlleva.
Ante la vorágine de información disfrazada de
conocimiento que ofrece Google y que se eleva a la categoría de
dogma al contar con el aval de un autor best seller, de un académico
reconocido o un científico, de un tuitero con 5 millones de
seguidores, de un maestro ascendido, de un ser de novena
dimensión canalizado por un iluminado o de algún portavoz de dios
en la Tierra, representa un garbanzo de a libra toparse con textos
escritos por un hombre común y corriente que sintió la necesidad
de encontrarse a sí mismo, un ciudadano del mundo, honesto,
idealista y sin mayor pretensión que avanzar algunos pasos en su
proceso evolutivo. Un buscador obcecado que en un punto de su
vida consideró que la masonería podría aportar algo positivo a su
transformación interior y por algún momento terminó siendo a la
inversa.
Este libro se compone de diez textos que, junto con otros
tantos, guardé celosamente dentro de una caja durante 17 años. Su
curaduría y publicación no pretenden ofrecer respuestas sino
generar preguntas, así como aportar elementos que favorezcan la
construcción del criterio de cada lector y desarticular la creciente
tendencia de rechazar por defecto toda idea que provenga de una
institución vinculada al sistema opresor sin antes conocer el
contexto en que se generó. En estos textos no sólo me encontré
con una profunda reflexión y conocimiento al que no se tenía fácil
acceso cuando fueron escritos, sino con una historia fascinante que
terminaría por convertirse en una pieza clave para sanar la relación
con mi padre y la construcción de mi propia identidad.
Durante sus primeros años de vida, mi padre sufrió los
horrores de la guerra civil española, vivió en carne propia las
terribles consecuencias de enfrentarse a una dictadura fascista al
nacer en el seno de una familia republicana activa políticamente y
terminó exiliado en otro continente lejos de las personas que
amaba y de su tierra natal a la que nunca más regresaría. La vida le
mostraría desde el momento mismo de su nacimiento que la

8
PRÓLOGO

política oprime, divide y daña al ser humano, por lo que se


mantuvo alejado de ella hasta que volvió a encontrarla en su
camino, esta vez impidiendo su evolución personal dentro de la
masonería. Pero a diferencia del pasado, eligió dejar de evadir al
enemigo y confrontarlo para exorcizar sus demonios internos.
Dentro de la masonería fue un aprendiz destacado, un
compañero diligente y un maestro comprometido con la evolución
de los seres que se hallaban bajo su custodia, y pronto se encontró
dentro de un nido de alacranes que en su inmensa mayoría sólo
buscaba alimentar su narcisismo haciendo gala de su erudición o
cubrir un requisito necesario para continuar con su carrera política;
pocos son los que tienen un genuino interés de transformarse
interiormente y como consecuencia transformar positivamente su
entorno. Aquel que se muestra motivado por ello, en automático
es relegado y se le impide seguir ascendiendo y conociendo los
verdaderos secretos y objetivos de la orden.
Los excluidos reconocieron en él no sólo a un maestro,
sino a un líder. De manera que cuando llegó el momento de
enfrentarse contra el monstruo de las mil cabezas desde una
postura eminentemente personal, se dio cuenta de que no estaba
solo y lo apoyaban un puñado de idealistas, que al igual que él,
creían que el conocimiento debía ser empleado para emancipar a la
humanidad. Como era de esperarse, perdieron la batalla y fueron
exiliados. Nuevamente el destierro se hacía presente en la vida del
capitán del barco, pero había quedado patente que no estaba solo
y una vez que sanaron las heridas, su tripulación lo impulsó a
continuar con su búsqueda “en sueños”, es decir, sin estar afiliados
a alguna logia de manera temporal o permanente.
La historia de este pequeño grupo de disidentes que
comenzaron a reunirse de manera clandestina en la planta alta de
un restaurante que se encontraba semivacía, sucia y a oscuras, es
muy parecida a la de los antiguos masones –trabajadores de la
construcción principalmente– que se reunían en tabernas. Por lo
que tengo entendido, esos hombres volvieron a considerar su lugar
de reunión como un taller en el que ellos eran a la vez materia
prima y artesanos abocados a pulir la cantera de su Ser hasta
descubrir su propia Sustancia. Fueron tiempos luminiscentes para

9
LA FLAMA PARPADEA

ellos donde no sólo compartieron e intercambiaron conocimiento,


sino también lo generaron y lo pusieron al servicio de su pequeña
comunidad y su entorno.
A pesar del entusiasmo y los avances que alcanzaron
trabajando de manera independiente, la naturaleza del alacrán tarde
o temprano sale a relucir y un buen día surgió en el seno del grupo
la iniciativa de volver a la institucionalidad y fundar una logia que
cumpliera con todas las de la ley (masónica). Los masones a lo largo
de la historia han dejado constancia de su extraordinaria habilidad
para fraguar conspiraciones, así que aquellos que perseguían
intereses distintos a los del grupo pusieron manos a la obra para
destruirlo. Todo era cuestión de institucionalizar el movimiento
para liquidarlo. A pesar de la oposición de quienes creían realizable
la utopía, los traidores lograron su cometido en relativamente poco
tiempo.
Sólo quienes formaron parte de esta historia podrían dar
testimonio de lo sucedido en aquellos días; sin embargo, recuerdo
que de pronto mi padre dejó de asistir a sus reuniones y su estado
de ánimo cambió. Una tarde mientras escuchaba un disco de gaitas
escocesas tuvo un arrebato de decepción y comenzó a romper todas
las fotografías que tenía con sus hermanos y a deshacerse de
algunos de sus arreos masónicos. Mi madre y yo presenciamos
estupefactos aquella escena. Nunca más volvería a pisar una logia
ni a escribir un trabajo, incluso nos hizo prometerle que no
permitiríamos que se realizara ningún ritual masónico cuando
llegara el momento de su muerte. No obstante, entre los
documentos que escribió y me heredó en medio de su agonía
tendido en una cama de hospital, encontré un último texto que
redactó pocos meses antes de abandonar el cuerpo en el que
realizaba una dura crítica a la masonería como institución al
servicio de la oligarquía global y a los masones como simples
marionetas con pretensiones intelectuales y corazones vacíos.
La logia que fundó aquel grupo de idealistas llevó por
nombre Amanecer, una palabra que remite a una nueva
oportunidad, un nuevo comienzo, la luz del día que sucede a la
oscura noche. De ahí que el momento en que se publica este libro
resulta inmejorable, precisamente porque nos encontramos en el

10
PRÓLOGO

periodo que los mayas denominaron como el Amanecer de la


Galaxia, una Nueva Era en la que la luz comienza a iluminar la
oscuridad, tiempos en los que la opacidad comienza a volverse
transparente y de a poco emerge a la superficie todo aquello que
permanecía oculto en las oscuras profundidades de nuestra mente
y nuestra civilización. Pero como todo amanecer, la luz no llegará
de golpe sino paulatinamente, siguiendo un proceso que permita a
nuestros ojos ir adaptándose a ella sin cegarnos, ya que, tal y como
afirmaba el autor de este libro, “la luz súbita deslumbra, la luz
graduada ilumina.”
Por último, mención aparte merece mi madre, que no sólo
ha sido una pieza fundamental para que estos textos vean la luz,
sino para que mi padre y yo pudiéramos emprender nuestra
búsqueda interior y andar el camino que cada uno eligió para hacer
lo que vino a hacer. Tal vez el propósito de esta gran mujer fue
impulsar el nuestro y nada de esto sería posible sin su aporte.
En suma, Félix Hompanera Beamonte (1937-1999) murió
en combate y con la dignidad intacta. Si bien no logró iluminar la
oscuridad que prolifera en las logias masónicas y en los corazones
de la mayoría de los masones, dejó constancia de su integridad y de
su convicción de poner el conocimiento al servicio de la evolución
de la humanidad y de la liberación de este planeta. Así que si en
este libro encuentras algo, cualquier cosa, que aporte a tu
crecimiento personal o el de tu entorno, en definitiva, cumplió con
su propósito.
Félix Hompanera Velázquez
Ciudad de México, junio de 2016

11
¿Por qué ser
masón?
30 de junio de 1980
S
e ha dado en llamar a la época en que vivimos, el siglo del
átomo. Otros prefieren nombrarla la era del petróleo. Yo
creo que esto sólo refleja el salto gigantesco que han dado la
mayoría de las ciencias y la tecnología en los últimos cuarenta años.
Una de tantas consecuencias directas de esta evolución es
el avance logrado en materia de comunicaciones. Vale la pena
recordar los satélites que nos hacen llegar imágenes de los hechos
que ocurren al otro lado del mundo en el mismo instante en que
éstos se producen; la radio, el télex, el videoteléfono, etcétera.
Me admira pensar que si el hombre necesitó más de tres
mil años para llegar de la piragua al submarino atómico, le ha
tomado menos de cien dejar su huella en la luna, desde que se elevó
en el aire por primera vez. Entre los 700 km/hora a los que volaban
los aviones más rápidos en la Segunda Guerra Mundial y la
velocidad que desarrolla el Concorde, hay una distancia fabulosa.
La magia de la comunicación instantánea y la velocidad
han encogido al mundo, y han reducido el tiempo y la distancia de
tal manera que han cambiado muchos conceptos, o por lo menos
debieron haberlo hecho.
En esta época es anacrónico encerrarse en un nacionalismo
que ya resulta estrecho y es absurdo aferrarse a la diminuta imagen
de la patria chica. Cuando el hombre está pensando en números
más grandes que el infinito y sus naves van en busca de otros
planetas, se hace necesario pensar y sentir no como habitante de
una ciudad o una nación; hay que hacerlo como hombre de la
Tierra, como ciudadano del mundo.
No todos los hombres tienen esta capacidad. Vivimos en
el mismo planeta los indígenas de las riberas amazónicas y los
creadores de la cibernética. Pero los que tienen la capacidad para
comprender el cambio debieron modificar su mentalidad.

15
LA FLAMA PARPADEA

Es natural que un hombre conserve un fuerte cariño por


la tierra donde nace y por los seres que le dieron vida, pero la
rapidez con que llegan hasta él los sucesos del mundo debieran
hacerle abandonar su actitud de espectador y convertirle en actor
de los cambios que se están efectuando a su alrededor. Pero antes
debe abandonar sus egoísmos y dar mayor dimensión a su espíritu
para abrazar al mundo y no solamente a un pedazo de tierra.
Y ya que mencioné el espíritu, creo que éste es eterno y
que su mayor enemigo somos nosotros mismos. Es irónico que en
los últimos cincuenta años el hombre haya alcanzado alturas
insospechadas en su ansia de saber y se haya olvidado de sí mismo.
Si se quiere dar algo a los demás, primero hay que
adquirirlo. Pero ¿dónde?, ¿cómo? La respuesta no es fácil. Se me
ocurre pensar que la filosofía, la psicología y las propias
experiencias, podrían ser el comienzo. Pero aunque se tuviera la
paciencia y los años necesarios, ¿cómo podrían sacarse enseñanzas
prácticas, aplicables en la vida diaria, entre toneladas de literatura
pesada, farragosa, ininteligible sin la ayuda de un guía? Sin señales
que nos indiquen la dirección correcta, es imposible progresar y se
queda uno encerrado en un laberinto de ideas.
¡Debe haber formas más sencillas y más rápidas para
fortalecer nuestro espíritu y elevar, realmente, nuestra alma por
medio del amor a nosotros mismos hasta el amor universal!
Sin embargo, todas las sectas, sociedades o como quiera
llamárseles, de que tengo noticia, empezando por la dianética y
acabando por las llamadas filosofías orientales, prometen el
bienestar y la ventaja para el individuo que las practica. No hablan
de dar nada a los demás.
Las que podrían hacerlo serían las religiones. Pero todas
se proclaman como la única poseedora de la verdad y amenazan
innecesariamente: “El que no está conmigo está contra mí.”
Resultado: Me acerqué a Dios en la misma medida que me
alejé de la iglesia.
Pero esto no resuelve el problema; al menos no el mío. No
soy un místico que pueda esperar una revelación divina.
Aparentemente, los caminos están cerrados, pero me rehúso a creer
que no haya una puerta abierta.

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¿POR QUÉ SER MASÓN?

Alguien trató recientemente de abrir una puerta para mí y


me llevó a una Tenida Blanca 1. Posteriormente tuve ocasión de
hojear un libro editado hace cuarenta años. Acudí a este acto con
enorme curiosidad, no exenta de respeto y el espíritu abierto. Hubo
informalidad y dos oradores: una excepcional y otro decepcionante.
Me hice muchas preguntas que traté de responder yo
mismo después de hojear el libro “Historia de la masonería”,
puesto que nadie podía contestarlas. Por lo poco que leí y lo que
escuché aquel día, la historia muestra desavenencias ideológicas
que hicieron daño en el pasado a la idea original. Sin estar claro
para mí cuál era la idea original, una sociedad que no guarda sus
preceptos y se muestra desunida, se debilita, degenera y acaba por
descomponerse, como ocurrió con la Golden Dawn y la Rosacruz.
Sin embargo, los cambios de dirección son explicables en
toda idea recién generada. En cuanto a las modificaciones –de
forma, no de espíritu–, son necesarias de acuerdo a las
circunstancias de aquella época y lugar.
Al parecer existen también objetivos que varían de país a
país, e incluso entre logias de un mismo país. Lo encuentro
natural. Las circunstancias y las necesidades de cada país son
diferentes en cada época. No era igual la necesidad de libertad de
los pueblos de la América española en el siglo XVIII, que las
condiciones que prevalecían en Inglaterra en la misma época. Lo
que aparentemente son objetivos distintos, son en realidad
caminos diferentes hacia una misma meta. La diferencia de
objetivos entre las logias 2 pudiera ser solamente especialidades de
una misma rama, como la medicina y la ingeniería.

1 La Tenida Blanca es una antigua ceremonia masónica que en la actualidad se


utiliza como instrumento de difusión, ya que se permite el ingreso a mujeres y
hombres que no son masones (llamados “profanos” por los masones) que están
interesados en saber qué es la masonería. No posee ninguna característica del
trabajo que se realiza dentro de la Logia (templo masónico), es decir, no se emplea
ningún signo que pueda delatar los secretos de la Orden.
2 Se le llama Logia masónica tanto al grupo de personas que forman un cuerpo

masónico independiente como al lugar de reunión del grupo, el cual recibe


también los nombres de Taller y de Templo masónico.

17
LA FLAMA PARPADEA

En la Tenida Blanca a la que asistí, uno de los oradores


atacó a sus compañeras, aunque el acto estaba dedicado a
enaltecerlas. ¿Por qué? Pensé en principio que todas las ideas
tienen cabida dentro de un avanzado sistema de democracia, pero
no al grado de agredir verbalmente a sus compañeras y negar en
ellas la inteligencia y el derecho de ser, como lo tiene cualquier ser
humano, tratando además de establecer una analogía imposible.
Me di cuenta de que los niveles intelectual e ideológico en
ese acto eran muy desiguales. Supongo que cada quien aporta lo
que tiene. Pero, ¿por qué algunos tienen tan poco? La voluntad de
hacer no es suficiente, es necesario poder hacer. Ocurre igual que
con las ideas: son necesarias, pero también hacen falta los hombres
que puedan llevarlas a cabo.
La única explicación que se me ocurre es que no sólo se
admite a la masonería a quien pueda dar, sino también a quien
tiene la necesidad de recibir. Pero en este caso no pude menos que
pensar, que aprender a dar y tener que dar son cosas diferentes.
Una interrogante curiosa que no pude contestarme: Los
arquitectos y canteros masones construyeron las catedrales góticas,
cuyas piedras están cuajadas de símbolos alquímicos. No imagino a
los masones tratando de transmitir mensajes en clave a los
alquimistas del futuro. En el siglo XVII, los masones tuvieron
contacto con los Rosa Cruz, entre los cuales se practicaba la
alquimia. Podría pensarse que en ese breve contacto se inscribieron
fórmulas de alquimia en la piedra, pero las catedrales se erigieron
antes de que la historia registre esa relación. Entonces, ¿qué
relación existió entre la alquimia y los masones?
Independientemente del ambiente exotérico que envuelve
la alquimia, no cabe duda de que la química moderna como ciencia
debe mucho a los alquimistas. ¿Acaso los masones se interesaron
en esa época por la parte científica de la alquimia, haciendo a un
lado el aspecto místico? Porque intuyo que la masonería, si bien
puede ser espiritual, no creo que tenga nada de mística.
Quisiera abordar ahora preguntas más importantes para
mí, de las que desgraciadamente careceré de respuesta. Así que iré
tanteando cuidadosamente las paredes con mi intuición, a falta de
luz, para no perderme en la oscuridad de lo desconocido.

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¿POR QUÉ SER MASÓN?

El problema inicial consiste en saber cuál es el propósito,


la finalidad de la masonería. Guiarme por las frases veladas de un
libro escrito para los masones por un masón, sería tanto como ir
derecho a un error.
Recuerdo una frase atribuida a los alquimistas chinos:
“Los que saben no hablan. Los que hablan no saben.” ¿Entonces?
No tengo más remedio que guiarme por otra frase: “Por sus obras
los conoceréis.” Creo que esta es la dirección correcta. El libro que
hojeé es la historia de la masonería desde su aparición oficial en
1717, sus estatutos en 1723, hasta finales del siglo pasado.
Los nombres que se mencionan en ese libro son de
hombres que transformaron el mundo en la época que les tocó
vivir. Todos ellos, sin excepción, dieron a los hombres de su patria
bienes tan importantes, que saltando la barrera del tiempo han
trascendido sus efectos hasta nuestros días, modificando la historia
e influyendo en el desarrollo de la humanidad en los siglos
posteriores. Esto revela una elevación de miras y una grandeza de
espíritu nada comunes. Se adivina también un estudio profundo
del pasado, un conocimiento superior de la naturaleza humana y la
unión de un grupo de inteligencias dirigidas a una meta común.
Ignoro si en la actualidad existan hombres así, pero es
posible. Sobre todo si pensamos que los efectos de designios tan
altos tardan años en manifestarse, porque resulta obvio que si bien
los contemporáneos de esas obras resultan beneficiados con ellas,
han sido construidas para servir a un mayor número de hombres
en épocas posteriores. Eso es, precisamente, lo admirable. Quizá
esta es la causa por la que muchos de los hombres valiosos de su
tiempo tenían el deseo de pertenecer a la masonería.
Se puede ser un genio, pero aislado no puede lograrse nada
relevante para la humanidad. Es necesario el continuo
confrontamiento con otras ideas para pulir las propias y la reunión
con otras almas del mismo temple para ir adquiriendo la fuerza y
la determinación que hacen falta para terminar una obra
perdurable, a pesar de todos los obstáculos.
Mucha gente piensa que ser sabio es sinónimo de ser ateo.
No lo creo. Lo que ocurre es que el que no sabe nada se conforma
con su fe. A medida que acrecienta su sabiduría trata de explicar

19
LA FLAMA PARPADEA

las cosas del espíritu por medio de la ciencia y sus creencias vacilan
y se pierden. Pero cuando se pasa del saber al conocimiento,
cuando se llega a tal grado que la misma ciencia nos demuestra que
la belleza, el equilibrio y la perfección que nos rodean no pueden
ser casuales, renace la creencia en Dios más fuerte que nunca. La
mayoría de los grandes científicos no han escapado a estas
mutaciones del espíritu.
En cuanto a los milagros, no creo que existan, no en la
forma en que el vulgo entiende la palabra milagro. Me limito a
aceptar hechos que algún día explicará la ciencia y que hoy están
fuera de su alcance. Hace falta humildad para decir “no sé” y no
tratar de disculpar la ignorancia con la palabra que sirve para todo
y no dice nada: milagro.
Ahora, trataré de decir algo. Tomemos un hombre de
nuestro tiempo, un ciudadano del mundo. Es un hombre libre,
libre de prejuicios, con una mente despejada, con la humildad
necesaria para aprender y dispuesto a aportar lo que tiene.
Depositemos este hombre en la fraternidad de una democracia,
donde aprenda a usar su inteligencia, donde aprenda a conocerse a
sí mismo, donde adquiera un conocimiento profundo de la
naturaleza humana, donde fortalezca su espíritu, donde aprenda a
luchar empleando toda su energía contra la adversidad, donde
pueda luchar calladamente en beneficio de hombres que no
conocerá y pueda iniciar una obra que otro terminará cuando él
desaparezca. Si este hombre termina pareciéndose al retrato de un
masón, yo desearía serlo y, realmente, lo consideraría un privilegio.
Lo importante es: ¿Qué puedo aportar yo?
Lamentablemente, no puedo responder a esta pregunta. Pero es
una pregunta necesaria, yo que ignoro si en la fraternidad todos
son aptos, o todos son necesarios, y tampoco puedo saber cómo se
eligen los candidatos y qué cualidades necesitan poseer éstos.

Profano 3,
Félix Hompanera Beamonte (1937–1999)

3 De esta manera se refieren los masones a quienes no lo son.

20
Determinismo y
libre albedrío
8 de abril de 1983
M
i padre fue un obrero y mi abuelo, campesino. Siendo
niño aún, tuve ocasión de ver algunas de la obras de
mi padre: modelando el hierro con sus manos y con
la ayuda del fuego, extraía en su juventud la belleza oculta de la
materia convirtiéndola en verdaderas obras de arte. Después sus
ideales le condujeron al destierro y yo viví mi infancia al lado de
mi abuelo.
Todavía recuerdo a aquel anciano de baja estatura, de
hombros anchos y de andar pausado, con las manos grandes,
fuertes, del color de la tierra que amaba, que empleaba con la
misma habilidad para manejar una tosca herramienta que para
acariciar a un niño. No he vuelto a ver en el rostro de un hombre,
unos ojos tan bondadosos y sonrientes como los que mi abuelo
tenía.
Era un hombre de escasa instrucción, pero dotado de una
aguda inteligencia y una rara intuición que le permitían dilucidar
claramente los más intrincados problemas del comportamiento
humano.
Modesto por naturaleza, poseía un fuerte carácter
templado en la adversidad que le permitía ser bondadoso y justo.
Respetado por todo el mundo, conocía el valor del silencio y era
parco en sus palabras, como los hombres que piensan mucho y
sienten hondo. Y aunque nunca le vi entrar en una iglesia, era,
sin saberlo, un hombre profundamente religioso.
Él me llevó de la mano para trazar mis primeras letras y
con infinita paciencia me enseñó a leer y todo cuanto sabía. A su
lado aprendí a observar la naturaleza y el equilibrio que existe en
ella. “Mira”, me dijo un día, señalando las hojas que se pudrían
en el lodo, “todo es necesario para que exista la vida, incluso la
muerte”.

23
LA FLAMA PARPADEA

Yo no le comprendía entonces, como tampoco entendía


muchas otras cosas, pero crecí un poco, empecé a darme cuenta
de la verdad que encerraban sus palabras y de la armonía que
existe en todo lo creado. El perfecto equilibrio que observaba a
mi alrededor, sólo alterado por el hombre, no podía ser casual. La
relación existente entre los complicados mecanismos de vida no
podía ser obra del azar. Así nacieron mis primeras inquietudes
acerca de la existencia de un supremo creador.
Dadas la perfección y armonía de la naturaleza, es lógico
pensar que está sujeta a leyes que la gobiernan y que han previsto
todo, incluyendo el desorden que el hombre introduce en ella. Y
tal vez podría aventurarse que incluso esas alteraciones sean
necesarias en sus planes.
Sabemos por la geología que el mundo ha sido destruido
más de una vez y que después de cada cataclismo surgieron
condiciones en nuestro planeta que permitieron nuevas y más
elevadas formas de vida. Al ir desenterrando el pasado,
arqueólogos y antropólogos nos muestran que la vida evolucionó
lentamente en un proceso que abarcó millares de años y nos van
descubriendo la borrosa huella del hombre a través del tiempo.
Desde un principio, el hombre dispuso de capacidades
espirituales y corporales que le situaban por encima del mundo
animal, por lo que la aparición de los primeros hombres está
relacionada con el nacimiento de la cultura. Al contemplar los
escombros del tiempo y apilar las piedras sueltas para construir la
historia del hombre, podríamos sentir la tentación de considerar,
igual que algunos filósofos, la brevedad de sus vidas y lo vano de
sus obras. Pero, nada más equivocado, porque si bien es cierto
que los hombres han sido olvidados, sus hechos y conocimientos
se fueron acumulando, y sobre esta base, la evolución ha sido
posible y sus obras permanecen aunque ellos se hayan ido.
El pasado del hombre y la sociedad actual parecen
decirnos, en su mudo lenguaje, que todos tenemos un puesto y
una misión que cumplir en la espiral evolutiva, y que si es verdad
que la vida de algunos hombres ha dejado huellas profundas en la
historia, también es cierto que la inmensa mayoría ha de

24
DETERMINISMO Y LIBRE ALBEDRÍO

conformarse con una participación mucho más modesta, a


menudo dolorosa y casi siempre incomprendida.
No obstante, han existido hombres en todas las épocas
que se han preguntado cuál es el propósito de la evolución, cuál
es su intervención en ella y hasta qué punto son libres de elegir el
papel que han de desempeñar, o hasta qué grado sus actos han
sido determinados de antemano. Estas preguntas sobre las que
tanto se ha discutido son fundamentales para todo masón,
debiendo hallar cada uno su propia respuesta, porque ella le dirá
si la causa a la que dedica su vida tiene una razón de ser.
Mientras los seres viven instintivamente, lo hacen
obedeciendo a sus impulsos y los actos de su vida no van más allá
de satisfacer las necesidades propias de su especie, pero desde el
momento en que el ser razona y toma sus determinaciones, obra
en consecuencia de su juicio, y aunque esté propenso al error,
éste no deja de ser un privilegio.
Sin embargo, de hacer caso a las ciencias humanas, nos
encontraríamos con que nuestra vida ya fue programada en
nuestros genes y cromosomas, con que nuestra conducta depende
de un inconsciente formado en una existencia intrauterina, y que
nuestra manera de ser está condicionada por los modelos
familiares y culturales del medio en que nacimos. Estas llamadas
ciencias parecen decirnos que la intuición espiritual no existe y
que la voluntad y el discernimiento propio se anulan, igual que la
voluntad interior. Si hacemos caso del determinismo que
encierran estas teorías, hijas de nuestro siglo, el hombre no tiene
oportunidad de cambiar el mundo en que vive ni el suyo propio.
Obviamente, los políticos son partidarios ardientes de
estas teorías, puesto que convencer a los hombres de que son una
masa sin existencia propia, facilita el dominio sobre ellos.
¡Siento contradecirles! Porque creo que tengo un alma,
mejor dicho: creo que mi alma tiene un cuerpo y creo que mi
alma es inmortal. Y también creo que existe un orden establecido
en todos los aspectos de la creación que se mantiene inalterable a
pesar de todas las calamidades inventadas por el hombre.
El edificio que estamos construyendo se basa en estas
mismas ideas. Si las aceptamos tentativamente como punto de

25
LA FLAMA PARPADEA

partida hasta que podamos comprobarlas, es lógico pensar que el


orden universal está controlado por una serie de leyes. Y si existe
el orden y las leyes que mantienen el orden del universo, debe
deducirse también que ambas cosas obedecen a un propósito al
que el hombre no puede ser ajeno.
A pesar de las limitaciones que nos imponen las lagunas
de la historia, resulta evidente que cíclicamente se han producido
cambios notables en nuestro planeta y que el hombre ha
evolucionado en todos los aspectos. Este hecho refuerza la idea de
que la evolución del hombre es parte de la voluntad de Dios, y
que los esfuerzos de la naturaleza tienden a proporcionar los
medios más apropiados para este fin.
Siendo el hombre una simple obra de Dios, no está a su
alcance conocer a su creador. Lo único que puede hacer es tratar
de imaginarlo a través de sus obras y sus leyes; leyes que además
de ser eternas son inmutables, porque la naturaleza no podría
infringir ninguna de ellas sin alterar su equilibrio y caer en el
caos.
La evolución del hombre tiene por objeto su evolución
espiritual, que se lleva a cabo mediante leyes que la conducen en
una espiral ascendente hacia la perfección del alma. Las leyes
impulsan al hombre a progresar cuanto quiera en este sentido y
no permiten que permanezca siempre en el mismo estado, por lo
que primero actúa el propósito de evolución, cuya tendencia es
colocar al hombre en las mejores condiciones posibles de
desarrollar las facultades que necesita. Sin embargo, la evolución
está condicionada por la Ley de causa y efecto.
La mencionada Ley se basa en el principio de que cada
acción o pensamiento del hombre provoca automáticamente una
reacción de la misma magnitud. El que emite un buen
pensamiento o ejecuta una buena acción, recibe el bien a cambio.
Por el contrario, quien emite un mal pensamiento o hace una
mala obra, recibe exactamente el mismo mal; pero no como
premio o castigo, porque en la naturaleza no hay premios ni
castigos, sino causas y efectos, ya que en virtud de la Ley, no
existe efecto sin causa y toda causa ha de producir un efecto.

26
DETERMINISMO Y LIBRE ALBEDRÍO

Como en todos los preceptos que provienen del Gran


Arquitecto 1, la Ley de causa y efecto es eterna e inflexible y la
ignorancia de la misma no exime al hombre de su cumplimiento.
No obstante, aunque no puede alterarse el resultado de una
acción o pensamiento negativos, se puede apresurar o diferir este
resultado y la forma de realizarse, porque de no ser así, el hombre
podría cometer tan serios errores que no tendría la capacidad ni
las fuerzas necesarias para sufrir las consecuencias de una sola vez.
De aquí se desprende que las condiciones de nuestra vida
presente son el resultado de nuestras vidas pasadas y que, por lo
tanto, nuestras acciones en nuestra vida determinarán las
condiciones en que viviremos en vidas futuras. Además, de
reconocer implícitamente el concepto de reencarnación, se
empieza a notar que el libre albedrío no existe como tal, puesto
que para que sea realmente libre debe serlo totalmente y la
libertad para usarlo está restringida a causa de la ignorancia del
hombre, primero: porque la inmensa mayoría de los seres
humanos ni siquiera conoce la ley, y segundo: porque un velo de
olvido cubre el recuerdo de sus vidas anteriores y los hechos que
les colocaron en su actual situación. Obviamente, en la medida en
que se restringe la libertad, aumenta el determinismo.
También es necesario pensar que no puede sernos
concedido el albedrío en forma total, es decir: libre, ya que quizá
no sabríamos usarlo a causa de nuestras imperfecciones. Parece
lógico creer que conforme vamos evolucionando, vamos gozando
de mayor grado de albedrío y que si hacemos buen uso de él,
tendremos cada vez más oportunidades de opción. Pero si las
utilizamos mal, dichas opciones se verán restringidas, además de
pagar las consecuencias de nuestras malas acciones. Esto significa
que al hombre le corresponden cierta cantidad de sufrimientos y
alegrías que ha de experimentar inevitablemente, y que lo que
queda a su elección es la forma de enfrentar su presente destino,
que ha sido determinado en gran parte por actos que desconoce
cometidos en otras vidas. Así, encontramos que nuestro albedrío

1 “Gran Arquitecto del Universo” es el nombre simbólico con el que suelen


referirse al Creador en la masonería y otras órdenes secretas.

27
LA FLAMA PARPADEA

no es totalmente libre y que nuestra actual existencia ha sido


parcialmente determinada antes de nuestro nacimiento.
Es obvio que los humanos no somos iguales ni todos
tienen las mismas oportunidades al nacer. Ya desde la cuna la
mayoría de los hombres encuentran limitado su albedrío por
condiciones que han sido determinadas de antemano por la Ley
de causa y efecto. Existe un número casi infinito de condiciones
en las que puede colocarse un ser humano en el momento de su
nacimiento: condiciones de salud, de pobreza, de riqueza, de
nacionalidad, de familia, que representan facilidades o dificultades
para su evolución individual.
Entre las innumerables situaciones posibles, el propósito
de evolución trata de que el hombre sea colocado en las más
convenientes a la etapa de evolución en que se encuentra. Sin
embargo, las obras del hombre pueden haber sido tales en sus
vidas anteriores, que no merezca ser situado entre las mejores
posibilidades de adelanto. Esto se debe a que en su pasado, quizá
pudo haber causado ciertas reacciones cuyo resultado es la
limitación de oportunidades y haya de conformarse con
oportunidades secundarias.
Una de las condiciones que influyen notablemente para
bien o para mal, es la influencia que tienen en un ser los lazos de
amor o de odio que contrajo en vidas pasadas con otros seres, es
decir, con todas aquellas almas a quienes ha de encontrar de
nuevo a causa de los lazos que anudó con ellas en el pasado.
Dichos lazos son un factor importante para determinar dónde y
en qué condiciones ha de renacer.
Si es cierto lo que acabo de expresar, nuestra posición
actual estaría determinada no sólo por lo que pensamos y
hacemos en esta vida, sino por pensamientos y actos cometidos
en otras existencias y que han sido borrados de nuestra memoria.
Por lo tanto, el determinismo existe en la misma medida en que
no podemos ejercer totalmente nuestro albedrío.
Pienso que el hombre fue creado con la libertad necesaria
para elegir únicamente entre dos caminos en su vida humana, y
aquellos que conocen la Ley y logran armonizar su vida con ella,

28
DETERMINISMO Y LIBRE ALBEDRÍO

tienen la oportunidad de pasar parcialmente de la fatalidad,


propia del instinto, a la libertad implícita en su naturaleza divina.
Aunque el hombre siempre estará propenso al error
mientras sea hombre, es imperativo que reconozca sus errores,
porque el hecho de reconocer sus equivocaciones lleva consigo el
esfuerzo para lograr un mayor discernimiento y la aspiración a no
equivocarse más. Cuando el hombre persigue la verdad es cuando
comprende que ésta escapa a su entendimiento, pero el corazón
de quien la busca permanece tranquilo y confiado, pues sabe que
el propósito de evolución le lleva consciente o inconscientemente
en pos de esa luz de espíritu que sabe distinguir lo verdadero de
lo falso.

Maestro Masón,
Félix Hompanera Beamonte (1937–1999)

29
La conciencia
Marzo de 1985
“Medita lo grandioso del universo, tu finitud y mira
fijamente hacia arriba considerando cómo en tu pupila se
dan cita todas las luces de todos los espacios y de todos los
tiempos, aquí y ahora.”
Raúl Estrella

R ecientemente, uno de nuestros Queridos Hermanos nos


ofreció un magnífico trabajo en el que se refería a tres
hermanas: religión, ciencia y filosofía. Aunque resulta
muy difícil lograr que las tres hermanas –que debieran ser
inseparables– caminen juntas y en la misma dirección, voy a
invocarlas, comenzando por la religión y la filosofía, para que me
auxilien en este modesto trabajo sobre la conciencia.
El hombre primitivo sabía muy poco del mundo exterior,
pero creía muchas cosas sobre el mundo interior y sobre el otro
mundo. A nosotros, los hombres de nuestro tiempo, nos ocurre
justamente lo contrario: en realidad parece como si nuestras
creencias se hubieran invertido respecto a las de los hombres que
nos precedieron en la historia. Hemos llegado a perder la
capacidad de asombro y aceptamos como normales,
acontecimientos técnicos que hubieran sobrecogido a la
humanidad hace unos siglos. Pero este esfuerzo por conquistar la
realidad material parece acompañar el olvido por cuanto se refiere
al mundo del espíritu, como si la conquista del mundo exterior
distanciara al hombre de sí mismo. Es indudable que se ha
avanzado en el conocimiento del hombre, pero aún estamos muy
lejos de conocernos a nosotros mismos y quedan muchos
misterios por resolver. Uno de ellos es precisamente la
conciencia.
Para comenzar, “consciencia” y “conciencia” son
exactamente la misma cosa. Si buscamos la palabra consciencia, el
diccionario nos remite a la palabra conciencia. Y ahí nos
enteramos de que existen muchas clases de conciencia: desde la
conciencia moral y teológica hasta ciertos estados de la mente,
pasando por algunas etapas del conocimiento. Pero ninguna de
estas formas de conciencia es posible sin la conciencia

33
LA FLAMA PARPADEA

propiamente dicha, que es a la que me referiré exclusivamente en


estas páginas y cuya mejor definición acaso podría ser la siguiente:
“Propiedad del espíritu humano de reconocerse, en sus atributos
esenciales y en todas las modificaciones que en sí mismo
experimenta.”
Esta definición menciona al espíritu. Pero, ¿qué es el
espíritu? En Génesis 2:7 podemos leer: “Formó pues Jehová,
Dios, al hombre con el polvo de la tierra y alentó en su nariz
soplo de vida: y fue el hombre en alma viviente.” Más adelante,
en Génesis 7:22 se aclara a qué se refiere este soplo de vida:
“Todo lo que tenía aliento de vida en sus narices, de todo lo que
había en la tierra, murió.”
Precisamente, para definir el espíritu, los griegos
utilizaban la palabra pneuma, que significa aliento, espíritu divino.
Todo coincide.
Ese aliento, ese espíritu divino, de que nos hablan en
Génesis y los antiguos griegos, hace pensar que habiendo sido
creado el universo a partir de la misma fuente de energía divina,
hay debido a esa paternidad una comunión entre todas las cosas
del mundo.
De donde proviene una cosa, allí vuelve. Por eso la razón
busca a la razón, el espíritu al espíritu y el hombre se siente
atraído a lo largo de su vida por aquello a lo que se asemeja,
guiado por una inteligencia oculta que aparece como instinto:
palabra que el diccionario define como “el estímulo interior que
determina a los animales a una acción dirigida a su conservación o
reproducción”.
Acabamos de mencionar la palabra “inteligencia”, y
deberíamos aclarar que existe una diferencia básica entre la
inteligencia cerebral y la inteligencia innata que llamamos
conciencia. A la inteligencia cerebral le es imposible concebir una
abstracción sin definirla a través de una imagen concreta porque
depende de los sentidos. Los filósofos antiguos hacían
corresponder los cinco sentidos a cuatro elementos y una fuerza
divina: el tacto a la tierra, el gusto al agua, el olfato al aire, la vista
al fuego y la fuerza que es el verbo, al oído.

34
LA CONCIENCIA

Según las teorías, los cuatro elementos llegan a la


inteligencia cerebral, mientras que la fuerza, el verbo, penetra
directamente en la conciencia. Así, el sentido espiritual sería la
conciencia, que pertenece al complejo llamado vida en su sentido
más profundo y que es independiente de la inteligencia cerebral,
aunque se relaciona estrechamente con ella.
Inmediatamente podemos notar que la línea de
pensamiento ocultista y filosófico manifiesta una dualidad entre la
inteligencia cerebral y la conciencia. Este dualismo cognoscitivo-
afectivo que ocasionó tantos dolores de cabeza a los teólogos y
pensadores antiguos, resulta fácil explicarlo a la luz de la
antropología.
Los primeros antepasados del hombre aparecieron en la
Tierra hace aproximadamente un millón de años. Se trata de los
australopitecos, cuyo aspecto no se diferenciaba mucho de los
grandes monos, pero que ya marchaban erguidos sobre sus
extremidades inferiores.
Los fósiles hallados por los paleontólogos muestran que
el cerebro de los homínidos no experimenta grandes cambios
hasta los comienzos de la era glacial, que empezó hace 600 mil
años y terminó, apenas, unos ocho mil años antes de Cristo.
Desde hace 500 mil años, la corteza del cerebro, el córtex,
experimentó un súbito y acelerado desarrollo, mientras que el
cerebro interno permaneció casi al mismo nivel primitivo que
básicamente había alcanzado millares de años atrás.
El cerebro interno es principalmente responsable de la
vida instintiva y visceral del hombre, así como sus impulsos,
agresividad y apetitos, mientras que las funciones más
intelectuales y nuestra vida de relación son ejercidas por los
estratos más recientes y desarrollados del córtex.
Esta falta de sincronización evolutiva de las estructuras
neocorticales, es la causa de que el hombre posea una capacidad
intelectual más desarrollada que la afectiva, dominada por un
sistema primitivo. Dicha circunstancia hace que el avance
científico y técnico del hombre supere netamente su progreso
moral, artístico y espiritual. También aclara la diferencia entre lo
que nos dice el instinto y lo que exige el entendimiento, y

35
LA FLAMA PARPADEA

contribuye a explicar esas contradicciones entre el “ángel” y la


“bestia” que todo ser humano lleva consigo en esencia. Puede que
también a la misma esencia de lo humano pertenezca ese radical y
eterno conflicto entre la carne y el espíritu, en el que reside, al
parecer, el terrible y grandioso misterio de la libertad.
Ahora, devolviendo la palabra a los filósofos, ellos
aseguran que para conocer la conciencia debemos escucharla
sirviéndonos del oído, el sentido del espíritu, por muy difícil que
sea escuchar lo que sólo es un silencio físico. La facultad de
escuchar y traducir cerebralmente el resultado es la intuición:
palabra que el diccionario define como “el conocimiento de
aquello que el cerebro no ha clasificado todavía en saber”, o como
“percepción clara e instantánea de una verdad sin el auxilio de la
razón”.
El conocimiento así obtenido es real, si por realidad
entendemos la unión de la conciencia con el objeto.
Naturalmente, hay que transcribir en la conciencia cerebral y
objetiva lo que está ocurriendo en nosotros, relacionando nuestra
vida interior con la vida en la naturaleza.
Cuando se relaciona la conciencia innata con la
observación del hecho, se establece una identificación que es vivir
con y en el hecho observado, tratando uno mismo de ser ese
hecho: finalidad perseguida por la meditación en las diferentes
escuelas de pensamiento oriental, y lograda también en Occidente
por otros medios.
Por su parte, los egipcios definían a la conciencia como la
inteligencia del corazón, y designaban así el aspecto del hombre
que nos permite ir más allá de nuestra limitación animal y que
constituye la característica necesaria del hombre humano para
dirigirse al hombre divino, es decir: el despertar del principio
original que dormita en cada ser humano. Este despertar, es el
despertar de la conciencia.
Cuando queremos pasar del saber clásico al
conocimiento, hay que recurrir a la magia, a la magia de la
evocación, es decir: provocar un impulso por evocación, y son los
hechos constatados sensorialmente los que provocan los
recuerdos. Lo que se busca son los elementos provocados por las

36
LA CONCIENCIA

sensaciones, haciendo a un lado su conexión racional, para crear


medios, imágenes y formas que evocan un sentimiento, una
emoción, que provoquen una reacción vital como ocurre en todos
los ritos de iniciación.
En filosofía, se emplea en diversas formas el término
“conciencia”, pero esta palabra implica invariablemente una
relación de dos elementos y la facultad del recuerdo.
Y ya que hablamos de evocación de recuerdos, debemos
tener presente que en el hombre existe una cantidad de
experiencias sumamente corporales, pero que también hay una
herencia en el hombre y en los grupos. Esta herencia de
conocimientos proviene de dos fuentes: una genética y otra
kármica, y ambas deben ser forzosamente consideradas.
La herencia de que hablamos se inscribe en la materia en
forma de conciencia innata y experimenta todas sus
transformaciones, nacimiento y muerte, conservando sus
características esenciales, las cuales se transmiten al mismo
individuo.
Ahora, si mis Queridos Hermanos lo consienten,
dejaremos hablar a la ciencia y después permitiremos que las tres
hermanas nos ofrezcan juntas sus conclusiones.
Hace dos mil años, el estadista y filósofo romano Lucio
Anneo Séneca declaró con toda seriedad: “El hombre es un
animal que piensa.” Desde entonces, el ser humano se viene
preguntando qué es el pensamiento. Claramente, el pensar tiene
algo que ver con la conciencia, ya que no pensamos –en el
sentido popular de la palabra– cuando estamos inconscientes.
Esto suscita otro problema que no ha sido resuelto todavía: ¿Cuál
es la naturaleza de la conciencia?
Uno de los mejores neurólogos que ha existido, el
médico griego Galeno, realizó en el siglo II algunos de los
primeros experimentos sobre el sistema nervioso que nadie fue
capaz de continuar. Hubo que esperar mil 400 años para que el
matemático y filósofo francés Descartes tratara de explicar
movimiento y sensación a partir de los descubrimientos de
Galeno. Descartes murió en el siglo XVII, y aunque otros

37
LA FLAMA PARPADEA

continuaron sus trabajos, el hombre aún se sigue preguntando:


¿Qué es la conciencia?
Me pregunto si desaparecerán todos los misterios en el
supuesto caso de que lleguemos a descubrir algún día el complejo
funcionamiento de la estructura anatómica que denominamos
sistema nervioso, o si entonces nos encontraremos con la sorpresa
de que la mente posee sus propios misterios.
No serán tan ingenuos mis Hermanos como para creer
que voy a resolver este enigma en este modesto trabajo. No, nada
de eso, aún no me siento preparado para recibir el premio Nobel.
Pero, como masón, tengo la sana curiosidad de indagar un poco
sobre la palabra “conciencia” que utilizamos tan
despreocupadamente en nuestros trabajos masónicos y en nuestra
vida profana 1.
Los alquimistas y los filósofos medievales creían en la
existencia de una sustancia maravillosa en la que están inmersos
los mundos y que con diversos nombres alude en última instancia
a una fuerza vital.
Es relativamente fácil tratar de explicar en un café la
maravilla que es el hombre, partiendo de la existencia de esa
misteriosa fuerza vital, sin hacer otro tipo de consideraciones.
Pero, aun suponiendo que exista esa fuerza maravillosa, puesto
que no hay pruebas fehacientes de lo contrario, los supuestos,
como las fuerzas vitales y las distinciones entre lo orgánico y lo
inorgánico, lo celeste y lo terreno, deberían advertirnos que las
suposiciones fáciles y gratuitas casi siempre son destruidas por el
primer análisis escrupuloso de lo que ya existe.
La conciencia nos enseña que detrás de lo simple y
visible, está lo invisible y complicado. Bebemos un vaso de agua y
olvidamos que el universo está contenido en una gota;
contemplamos una noche estrellada y no pensamos que tal vez
nuestros ojos reciben el último destello de luz de una estrella
muerta.

1Se refiere a la vida cotidiana que tiene cualquier persona fuera del Templo
masónico.

38
LA CONCIENCIA

Estos ejemplos no son muy agradables: la posibilidad de


que se nos pueda explicar que estamos construidos de materiales
terrestres y que no contengamos ninguna sustancia de origen
celeste, tal vez pueda crear cierta incomodidad en alguno de mis
Hermanos porque la desaparición del misterio posiblemente
destruya en ellos algo muy valioso. Pero, ¡tranquilícense, siempre
habrá misterios por resolver! Y acaso el mayor misterio sea el
hombre mismo.
Durante muchos siglos se ha hablado seriamente acerca
de los sentimientos del corazón, creando un mito que ha
perdurado hasta nuestros días. Aristóteles, mi admirado
Aristóteles, identificó al corazón como la sede del intelecto
asignando al cerebro la función de un simple sistema de
enfriamiento. Podemos conservar la ironía de nuestra sonrisa,
pero lo cierto es que Aristóteles tenía razón en algo: el cerebro
siempre enfría.
El cerebro pesa aproximadamente el 2% de lo que pesa el
cuerpo humano normal y, para que funcione, necesita casi un
tercio de la energía de un adulto. La disipación de las 600
kilocalorías diarias que consume el cerebro, se logra mediante una
enorme red capilar que lo envuelve y que, de hecho, funciona
como un notable sistema de enfriamiento que requiere el 20% de
la sangre que fluye del corazón.
Así pues, el cerebro resulta un instrumento complejo y
desconcertante que hasta la fecha ha conservado sus secretos. Se
compone de un enorme número de células llamadas neuronas que
son alimentadas y están unidas por diferentes estructuras de
apoyo, vasos sanguíneos y células gliales (“aglutinantes”). Se cree
que las funciones de almacenamiento y proceso de información
del cerebro se verifican mediante las neuronas y que los demás
tejidos se ocupan fundamentalmente de lo que podríamos llamar
“funciones domésticas”.
Plásticamente hablando, las neuronas tienen cierto aire
de árboles, y una red de neuronas es algo así como capas de
árboles superpuestas. La información viaja en forma de voltajes
eléctricos que se transmite desde las ramas de una capa de
neuronas, llamadas axonas, a las dentritas, que son las raíces de la

39
LA FLAMA PARPADEA

siguiente capa. La información eléctrica de una neurona


determinada se reúne para producir un voltaje a través del cuerpo
de la célula, que sería el tronco del árbol, y este voltaje determina
la señal eléctrica enviada hacia los extremos de todas las ramas
axonales.
Los extremos de las ramas axonales se encuentran muy
cerca de las dentritas de la siguiente capa de neuronas, y la
información eléctrica que llega a las puntas de las ramas axonales
de una neurona se transmite químicamente a través de los
pequeños espacios llamados fisuras sinápticas que existen entre las
puntas de las ramas axonales y las raíces dentríticas de la siguiente
neurona.
El proceso se repite interminablemente, y los impulsos
electroquímicos pasan por estas vías a velocidades que varían de 3
a 300 kilómetros por hora remitiendo información hacia y desde
el cerebro.
Las neuronas no se comunican sólo con otras neuronas,
sino que cada una está conectada con muchas otras. Si
consideramos que se calcula que hay en el cerebro diez mil
millones de neuronas, empezaremos a tener idea de la magnitud
de la complejidad de este circuito.
Aunque las propiedades de las neuronas se comprenden
relativamente bien por separado, el modo como las grandes redes
de estas células nerviosas producen en interacción recíproca la
actividad mental, es aún un misterio casi total. Esto se debe a la
complejidad del sistema nervioso central en los animales
superiores y a la dificultad de estudiarlo sin destruirlo.
El sistema nervioso está completamente sellado y sus
células no se regeneran. Si se interrumpe durante 15 segundos el
flujo del torrente sanguíneo al cerebro, resulta la pérdida de
conciencia, y si la ausencia de sangre se prolonga a 4 minutos, se
causa daños irreversibles a la mayoría de las células cerebrales.
Hasta ahora la fisiología desconoce los medios por los
cuales pueden interactuar un gran número de neuronas para
desempeñar funciones tales como pensamiento, conciencia,
memoria y aprendizaje; términos que indican que la vida mental
incluye dos cosas: el sentido y la comprensión.

40
LA CONCIENCIA

El hecho de que la memoria de un animal no sepa dónde


se almacenan o cómo se ordenan sus recuerdos, impone a la
ciencia muchas limitaciones para elaborar sus teorías; limitaciones
que la filosofía no tiene.
En años recientes se viene creyendo que el almacén de la
memoria no está localizado sino distribuido por el sistema
nervioso central, y que la memoria distribuida se almacena en
grandes regiones de la red neuronal por pequeñas pero coherentes
modificaciones de grandes números de uniones sinápticas.
La verdad es que no ha sido posible estudiar físicamente
a fondo el cerebro. Si bien podría considerarse desde el punto de
vista biológico como un músculo o un ojo, las funciones
asociadas al cerebro –como son el pensamiento, la conciencia, el
comportamiento del YO y otras características humanas de lo más
valiosas–, la ciencia ya no las atribuye tan fácilmente a la materia
terrenal en que pudieran o no haberse originado.
Aún se está bastante lejos de una teoría que explique en
forma total el fundamento físico de la actividad mental. Pero con
seguridad nuestro pensamiento proviene del material que
llevamos en la cabeza.
Es muy probable que lo que llamamos pensamientos,
ideas o sentimientos sean juegos de actividad eléctrica en redes
neurales. La gran incógnita es la forma en que los impulsos
electroquímicos generan esa variedad de efectos, pues algunos de
los circuitos nerviosos llevan claramente la información sensorial
que llega del exterior y la hacen penetrar en nuestra conciencia.
Lo que llamamos conciencia, ese inapreciable YO
individual, bien puede ser la consecuencia particular y valiosa de
leyes universales y generales. Un sabio, humanista y eminente
científico, Viktor Weisskopf, admite al hablar de los fenómenos
de la mente: “Hay algo acerca de la experiencia de estos
fenómenos que cae fuera de la ciencia.”
Pero no todos piensan como el doctor Weisskopf. En
general, los científicos afirman con optimismo que, cuando
menos potencialmente, la ciencia reclama para sí la capacidad de
entender cualquier fenómeno observable. Lógicamente, piensan

41
LA FLAMA PARPADEA

que los problemas relacionados con la mente deben tener una


explicación.
Sin embargo, cabe preguntarse si estas explicaciones
fueran tan complejas que no pudieran ser vistas o imaginadas por
el ser humano. No puede haber garantía de que las explicaciones
que esperamos se den siempre. Pudiera haber un conocimiento
sin reglas que fuese esencialmente historia, aún más diversa y
confusa que la humana. Y es sumamente probable que exista un
ordenamiento en el pasado, cuando menos para cierta porción de
nuestra conciencia.
Quizá un científico no acepte la posibilidad de lo
inexplicable, pero yo estoy de acuerdo con Einstein cuando decía
que lo más incomprensible de la naturaleza, es que fuera
comprensible.
Queridos Hermanos, el sistema nervioso no se limita a
coordinar la estimulación sensorial que viene de afuera y de
dentro del organismo. El proceso comienza siendo material;
empieza por unas sensaciones y continúa en unos circuitos
bioeléctricos que existen en el cerebro. Lo que ocurre es que
luego, a partir de ellos –aunque no sepamos cómo– emerge una
experiencia mental, subjetiva, en la que alguien, un sujeto que se
posee a sí mismo y se conoce como una realidad personal que es
dueña de sus actos y tiene sus propios fines, se apropia
intencionalmente de la realidad exterior, de la cual sus vivencias
son un reflejo vertical. Por eso es que las reacciones del hombre
son impredecibles, aun ante las mismas circunstancias.
En qué consisten en definitiva esos procesos mentales
superiores, no lo sabemos. En su origen interviene la materia,
pero una vez constituidos no puede decirse que continúen siendo
materiales; no, al menos, en el mismo sentido en el que lo son
los objetos. Las vivencias son fenómenos que se dan en el tiempo
y en el espacio, pero nadie puede experimentar otras vivencias que
las suyas, las que aparecen en ese reducto privadísimo e
infranqueable de su propia conciencia, porque cada ser humano es
irrepetible y único.

42
LA CONCIENCIA

Sin cerebro no hay conciencia, pero la conciencia no es el


cerebro. La conciencia es una función cerebral que trasciende a su
propio origen y que es capaz de enfrentarse a él.
Del culto primitivo a los espíritus y las especulaciones
medievales del alma, no hemos avanzado mucho en el
conocimiento íntimo del hombre. Cada vez que pienso en los
secretos que encierra el ser humano, recuerdo las palabras de
Hamlet en el acto II de la obra:

¡Qué obra maestra es un hombre!


¡Cuán noble en su razón!
¡Cuán infinito en sus facultades!
¡En su forma y movimientos, cuán expresivo y admirable!
¡En sus acciones cómo se asemeja a un ángel!
¡Y en su inteligencia, cómo se parece a un Dios!
¡La maravilla del mundo, el dechado de los seres!

Maestro Masón,
Félix Hompanera Beamonte (1937–1999)

43
¿Para qué
estamos aquí?
L
a mayoría de los seres humanos transita por este mundo
con un equipaje muy ligero compuesto de algunos
conocimientos, un manojo de creencias y unas cuantas
opiniones, que en la mayoría de los casos ni siquiera son suyas.
Estos seres son en el río de la vida como troncos a la deriva que
acaban pudriéndose en cualquier orilla.
Otros seres, a los que el vulgo aclama como triunfadores,
se fijan metas en su juventud y dedican su vida a alcanzarlas
haciendo a un lado cualquier otra cosa. Son seres despiadados que
ven la vida como una selva en la que el fuerte se alimenta y crece
con los despojos del débil, y convierte el mundo en su coto de
caza particular en el que acaba matando a veces sin necesidad,
sólo por el placer de hacerlo. Sus motivaciones suelen ser
materiales y casi siempre tienen que ver con la ambición insana
del poder o del dinero. Y cuando por fin lo logran, no son felices
y encuentran que han gastado inútilmente su vida, porque hay
cosas que su dinero no puede comprar y porque siempre hay
alguien más poderoso que ellos.
Cuando los acontecimientos dolorosos llaman a la puerta
de estos seres, como tarde o temprano nos ocurre a todos, unos
buscan refugio en la religión, no para comprender y aprovechar la
lección que les da la vida, sino como una droga que les haga
olvidar; otros, en su desesperación increpan al ser supremo: si su
poder es infinito, ¿por qué permite que les ocurra una desgracia
que no merecían? Reclaman: ¿Por qué yo? ¿Por qué a mí? ¿Por
qué a mis seres queridos? Y niegan a Dios, si es que alguna vez
creyeron en él.
Otros seres creen en la existencia de una verdad y una
justicia absolutas, y conscientes de las limitaciones que les
impone su condición humana, buscan la verdad y tratan de vivir

47
LA FLAMA PARPADEA

de acuerdo a la justicia. Ellos se preguntan por qué están aquí y


cuál es la razón de sus tormentos, de sus luchas y de sus
conflictos; tratan de investigar qué misión realizan en este mundo
en medio de la maldad y de la escoria, haciendo un esfuerzo
sincero por explicarse cómo encajan en todo esto el amor y la
justicia.
Ciertamente hay momentos en que las cosas crueles y
desconcertantes del mundo material adquieren tanta importancia
para nosotros que perdemos la esperanza de alcanzar mayor
felicidad y provecho de nuestro paso por la vida. Es entonces
cuando nos preguntamos para qué estamos aquí y quisiéramos
saber si hay un propósito que justifique nuestras luchas, nuestras
privaciones y nuestro sufrimiento. Esto no es nuevo; desde la
alborada de la civilización, el hombre se ha hecho la misma
pregunta: ¿Para qué estamos aquí?
Los teólogos tienen una respuesta, pero se ha ido
complicando tanto al paso del tiempo, que no es una respuesta
clara, sino una serie de afirmaciones que constituyen un dogma, y
sabemos que hay tantos dogmas como creencias existen. La
ciencia también tiene su contestación, pero incompleta; no
incluye cosas que son más importantes para el hombre que un
problema de biología.
Tampoco resulta convincente escuchar que estamos en
este mundo gracias a un propósito divino que sólo Dios conoce.
No hay nada en la historia de la humanidad que permita suponer
que al hombre le esté negado para siempre el conocimiento de
algunas leyes de Dios o de la naturaleza. Pero, ya que las iglesias
nos dicen que Dios nos creó para vivir aquí, tenemos el derecho
de exigir que nos digan claramente por qué y para qué. Sabemos
que no lo van a hacer, porque basta recordar que las pugnas
teológicas han surgido del esfuerzo por conciliar el fatalismo de la
teología con el espíritu de la justicia, y eso sin contar con que no
han resuelto aún los conflictos entre la predestinación y el libre
albedrío.
Es un hecho aceptado desde la más remota antigüedad
que el hombre posee una triple naturaleza: cuerpo, mente y alma,
y que la ciencia tradicional ha dejado en manos de la teología los

48
¿PARA QUÉ ESTAMOS AQUÍ?

problemas que atañen a la conciencia infinita y espiritual del


hombre.
Por su parte, los materialistas niegan al hombre el poder
de razonar, la fuerza de su voluntad y el derecho de elegir,
limitándose a aceptar que estamos en este mundo por verdadera
casualidad o por meras acciones químicas y fisiológicas. Esto
tampoco se puede aceptar. No es posible pensar que algo tan
importante como el proceso de la vida, carezca de finalidad. La
eterna renovación de vida debe tener un propósito de acuerdo al
orden general del universo. No es lógico que Dios haya
establecido algo por simple ociosidad, sin un motivo definido.
El hombre inteligente debe buscar sus propias respuestas.
Para él, la meditación será su escuela; y los misterios de la vida, el
maestro que plantea los problemas y las preguntas:

• ¿Hay algo en el hombre o en la naturaleza que sea


inmortal o eterno?
• ¿Es cada uno de nosotros una entidad individual?
• ¿Es nuestro cuerpo físico una envoltura de lo que
llamamos alma?
• ¿Es nuestra presente individualidad algo que tratamos de
perfeccionar eliminando de ella características
indeseables? ¿Por qué lo hacemos?
• ¿Es este mundo un escenario en el que en cada existencia
representamos un papel diferente en un drama temporal?
• ¿Es el hombre un títere del destino como aseguran los
fatalistas, o realmente tenemos una misión en la vida que
está a nuestro alcance descubrir y comprender, para tener
entonces la libertad de aceptarla o rechazarla?

Si no nos preocupamos de indagar para qué estamos aquí,


cuando realmente haya llegado nuestra última hora, difícilmente

49
LA FLAMA PARPADEA

podremos hacer el testamento a que se refiere el Triangular del


Cuarto de Reflexiones 1.

Maestro Masón,
Félix Hompanera Beamonte (1937–1999)

1 Fórmula usada en las iniciaciones de la francmasonería con el doble objeto de


dar a comprender al aspirante a masón que muere para el mundo profano, para
nacer a una vida nueva y para conocer los más íntimos sentimientos de su alma.
El testamento, junto con las preguntas, se formulan para que el aspirante las
conteste por escrito mientras se halla en el cuarto de reflexión; tienen una
importancia real y mucho mayor de lo que a primera vista parece. El testamento
se escribe sobre un papel cortado en forma de triángulo equilátero, al cual se le
da el nombre de triangular. Paralelamente a cada uno de los lados, suelen
escribirse las tres preguntas siguientes u otras análogas: ¿Qué debe el hombre a
Dios? ¿Qué se debe el hombre a sí mismo? ¿Qué debe el hombre a sus
semejantes? Y en el vértice del triángulo se encuentra escrita la siguiente
prevención: “Formulad vuestro testamento”.

50
La inmortalidad
del alma
22 de abril de 1995
“Nadie puede comprobar si una tradición es eterna, o si
alguien es inmortal.”
Magister Perfectabilis

V enerados Hermanos, frente a mí se extiende un camino


por el que debo andar solo y sin saber hasta dónde ni
hasta cuándo. A mi espalda quedan como huellas
titubeantes en el polvo los mejores años de mi vida y tengo las
manos casi tan vacías como antes. No sé cuánto he avanzado,
pero me siento cansado, muy cansado, y ese cansancio no es tan
sólo físico.
A mi paso por este mundo he visto que todo nace, vive y
muere para renacer en un estado más elevado. Muchos llaman
palingenesia a esta regeneración; yo prefiero llamarla simplemente
evolución.
Todos sabemos, Venerados Hermanos, que la ciencia
demuestra que para que la evolución se produzca es necesaria la
continuidad casi infinita de muertes y renacimientos. De esta
manera la continuidad se torna en una realidad indiscutible en el
universo, en el que nada ocurre que no deje una huella, por
pequeña que sea: aun yo, humilde gota de agua en el inmenso
océano de vida, soy parte de esta continuidad.
Venerados Hermanos míos, si nos despojamos de la
vanidad, debemos reconocer que poseer el grado de Maestro no
nos autoriza a creer que por este sólo hecho ya hemos
transformado nuestra piedra en bruto en una perfecta piedra
cúbica en punta. Labrar la piedra que todos llevamos dentro lleva
muchas vidas, no basta una sola. El Gran Arquitecto 1 en su
infinita sabiduría, ha dispuesto que la luz del conocimiento sea
graduada cuidadosamente a través de un camino de
perfeccionamiento.

1 “Gran Arquitecto del Universo” es el nombre simbólico con el que suelen


referirse al Creador en la masonería y otras órdenes secretas.

53
LA FLAMA PARPADEA

Si mencioné al Gran Arquitecto es porque sé que existe,


y que sin Él nada tendría sentido, ni siquiera mi pobre y oscura
existencia. Debo doblar la rodilla ante el Eterno y aceptar que soy
parte de un proceso de vida que se encuentra dentro de mí.
Ahora me doy cuenta de que la letra “G” dentro de la estrella que
simboliza al hombre terminado, al hombre perfecto, también lo
indica así 2.
Amo entrañablemente esta vida. Quizá por eso me resulta
maravilloso tener la certeza de que no vivo solamente en el
calendario, sino también en un mundo espiritual que no está
sujeto al deterioro físico. No hablo así por la humana esperanza
de perpetuarme, porque puedo afirmar que este cuerpo físico que
tanto temen perder algunos, es tan sólo un cascarón que encierra
la sustancia inmortal de nuestro ser que llamamos alma.
Los diccionarios hacen provenir la palabra alma del latín
ánima, soplo, vida. Principio de la vida. Sustancia espiritual e
inmortal que constituye la esencia del hombre. A mi juicio, son
ciertas estas definiciones y en el curso de este modesto trabajo
iremos viendo por qué.
Comencemos por recordar que todas las grandes
religiones afirman que la existencia no concluye aquí, que
poseemos una esencia inmortal y que después de la muerte
nacemos a una nueva vida. La vida sigue, dicen todas las
doctrinas, y el ser humano avanza en ella hacia niveles cada vez
más altos y más vastos, y esta vida física que tanto apreciamos no
es más que una etapa: quizá la más breve y oscura de la existencia.
Venerados Hermanos, respeto a los hombres de Dios,
pero a pesar de sus amenazas no creo en un paraíso ni temo un

2 La Estrella Flamígera y la letra “G” aparecieron en los rituales masónicos hasta


el año 1737. En aquel entonces la G se relacionaba con “Gloria, Grandeza y
Geometría”. La letra G representa tanto al Gran Arquitecto del Universo como
al centro del microcosmos humano. Es la séptima letra del alfabeto y se
relaciona directamente con el simbolismo del número 7, así como la Estrella
Flamígera se relaciona con el simbolismo del número 5. La Estrella Flamígera
antaño representaba “la imagen del hijo del Sol, de Horus, hijo de Isis, de la
primera materia, fuente de vida inagotable, la chispa de fuego increado,
cimiento universal de todos los seres”.

54
LA INMORTALIDAD DEL ALMA

infierno en el “más allá”. En lo que creo es en el momento que


vivo, aquí y ahora, ya que el futuro depende del presente.
Nada os obliga a creerlo, pero permitidme que os diga
que la vida no empieza con el nacimiento ni termina con la
muerte como los conocemos en este mundo; que hay continuidad
entre una vida pasada y otra, y que he llegado a la extraña
conclusión de que igual que ocurre con la materia y la energía, la
vida es INDESTRUCTIBLE.
Si la materia y la energía no desaparecen y sólo cambian
de una a otra, también la vida cambia de estado, mas no por eso
desaparece. Si aceptamos esto en un principio, podemos pensar
qué hay de mortal en el ser humano y qué es lo que hay en él de
imperecedero. Y ya que a nuestra muerte desaparece con tanta
rapidez el cuerpo físico, es preciso aceptar que sólo el alma,
nuestra sustancia inmortal, es lo que sobrevive.
Más conocida es la forma en que el alma evoluciona.
Nada en nuestra vida pasa inadvertido al orden del que nuestra
existencia forma parte; nada de lo que hacemos, pensamos o
sentimos es ajeno al orden universal: todo nos conduce a una
situación futura afín con la circunstancia que la creó y nos
enfrenta al resultado de nuestros actos para aprender de esa
experiencia. No se trata de un juez que nos juzga; es una Ley que
garantiza el progreso espiritual.
La vida terrenal no es algo fortuito derivado del azar, sino
circunstancias previstas que el alma necesita; pueden ser nuevas
oportunidades de ampliar la conciencia o detenerse a
compromisos kármicos que aún no han sido resueltos. Lo cierto
es que el alma tiende a perpetuarse en una serie de vidas y
muertes que no sabemos en realidad cuándo o en qué termina.
Hace un momento mencioné que estoy seguro de que la
vida es indestructible, que sólo cambia de estado. Os recuerdo
esto porque algunos de nosotros hemos conocido a personas que
vuelven a la vida después de haber sido declaradas clínicamente
muertas. Es indudable que la vida de estas personas cambió de
forma durante algunos minutos y que entró en otro estado que se
rige por un tiempo y un espacio distintos a los que conocemos.

55
LA FLAMA PARPADEA

Haciendo a un lado las pequeñas diferencias entre cada


caso, todos los relatos tienen varios puntos en común. Los seres
se sienten flotar o deslizar por un largo túnel o un pozo oscuro y
frío. Al final del túnel hay una luz muy blanca, diferente a todo lo
que conocemos: se trata de una luz cálida, amorosa, que provoca
una sensación de paz y felicidad. Antes de morir, tal vez tuvo la
persona grandes dolores físicos; sin embargo, el momento de
morir no es doloroso, no hay fatiga, no hay dolor y sienten que
su cuerpo es diferente y ligero. Su vida terrena desfila en
imágenes ante ella y en algunos casos, familiares o amigos que la
precedieron en el viaje la esperan del otro lado de la luz. Pronto
se encuentra a punto de atravesar una invisible barrera hacia la
luz, en la que casi siempre hay un amplio paisaje y un río que hay
que atravesar. Sabe que atravesar el río y el umbral luminoso es
incorporarse a la luz y pasar a existir en otros mundos. Algo la
detiene antes de cruzar y siente que debe regresar aunque no le
guste y se resista. Cuando vuelve, siente una fuerte sacudida y
despierta en su cuerpo físico en medio de los padecimientos y
limitaciones de que se había desprendido.
Permitidme, Venerados Hermanos, que os señale una
coincidencia que suele pasar inadvertida. Mencioné que después
de que una persona es declarada clínicamente muerta aparecen en
escena un túnel, un río, una luz, cambios en el cuerpo y el acceso
a otra forma de vida.
En sentido inverso, en el momento de nacer también hay
un túnel, un medio acuoso, cambios en el cuerpo, una luz y una
forma diferente de vida a la que nos incorporamos. Curiosa
coincidencia, ¿verdad? Y esto sin mencionar la primera
inspiración al nacer y la última expiración: el aliento de vida que
entra y escapa de nuestro cuerpo.
Por su parte, cuando la Tradición habla del simbolismo
de la montaña, dice que además de la idea de elevación a un lugar
sagrado, participa igualmente de la idea de centro, con un túnel y
un río que penetra en él para conducirnos a lo más recóndito de
la montaña.
En mi opinión, esto otorga la razón a quienes piensan
que la vida es continua y que es el alma quien vive la continuidad;

56
LA INMORTALIDAD DEL ALMA

nuestro propio YO, nuestra parte inmortal, puesto que nuestro


cuerpo físico es perecedero. Son nuestras ideas, nuestros
pensamientos, nuestra inteligencia quienes viven la aventura de la
vida sobreviviendo a la muerte del cuerpo físico, y que suele
aceptarse que si no son el alma propiamente dicha, por lo menos
son propiedades del alma.
La cadena de la Tradición no se rompe. El masón
interpreta en Logia la palabra metempsicosis como la
inmortalidad del alma, mientras que en el diccionario dicha
palabra define la transmigración de las almas de un cuerpo a otro.
La acacia que conocí en la fosa de nuestro maestro
Hiram 3, transmite el conocimiento de cómo se logra la
inmortalidad. Aunque con mayor sencillez aún, se lo dice el
propio Hiram a uno de sus asesinos: “Sólo es posible alcanzarla
con el tiempo, el trabajo, el estudio y la virtud.” ¿No es cierto,
Venerados Hermanos?

Maestro Masón,
Félix Hompanera Beamonte (1937–1999)

3Hiram Abiff es una figura alegórica del ritual masónico que refigura al maestro
constructor del Templo de Salomón (construido alrededor del año 988 a.C.).
Según una versión de esta leyenda, Abiff era el único conocedor de los secretos
de los maestros masones, entre los cuales se hallaba la palabra secreta masónica.

57
Peregrinos
de la obra
6 de diciembre de 1982
“¡Oh razonadores! Un sencillo gremial de antaño encontraba enseguida, en
sí mismo y en la naturaleza, esa verdad que vosotros buscáis en las
bibliotecas. Y esa verdad era Reims, era Soissons, era Chartres, eran las
rocas sublimes de todas nuestras grandes ciudades. A menudo sueño que los
veo, que los sigo de ciudad en ciudad, a esos peregrinos de la obra, aquejados
del mal ardiente de creación. Con ellos me detengo en casa de la madre que
reuniera a los Compagnons du Tour de France… Me gustaría sentarme a
la mesa de esos canteros.”
Auguste Rodin

D
urante la Alta Edad Media, Europa estaba dividida en
numerosos señoríos o feudos. En esa época, entre los
años 843 y 1050, se produjeron las invasiones
normandas, eslavas, húngaras y árabes que establecieron la
supremacía feudal en la sociedad de los reinos cristianos.
Contrastando con Bizancio y el islam que eran verdaderas
potencias, Europa occidental estaba empobrecida, sin destellos
siquiera de su antiguo esplendor.
El señor feudal ejercía el poder absoluto, mientras que
los siervos sobrevivían malamente agobiados por sus cargas.
Agotados por el trabajo de tierras sin fruto, mal alimentados y
perturbados por la inseguridad de sus vidas, muchas veces se
rebelaron los siervos contra el poder feudal, pues su vida no era
más que una sucesión de abrumadores esfuerzos cotidianos para
poder subsistir, con un sólo consuelo: la religión.
Al terminar las invasiones a finales del siglo XI, se
produjeron cambios notables en la tecnología de la explotación de
la tierra que provocaron una verdadera revolución agrícola.
Mejoraron la alimentación y las condiciones de vida, dando
origen a un brutal aumento en la población y a una gran
expansión económica. La vida urbana, las artesanías y el comercio
se expandieron; se crearon nuevas ciudades y las antiguas
crecieron.
Una parte del excedente de población se aplicó a otras
actividades, distintas a la agricultura: construcciones, comercio,
artesanía e industria. Otra parte escapó de los feudos huyendo del

61
LA FLAMA PARPADEA

vasallaje para ir a ocupar otras tierras, donde no se les hicieran


muchas preguntas, convirtiéndose en campesinos libres.
En las ciudades nació un nuevo grupo social integrado
por comerciantes y artesanos: los burgueses (derivado de burgo,
ciudad), que convirtieron el dinero en un símbolo de poder que
rivalizaba con el de la posesión de la tierra.
Por su parte, los monarcas se enfrentaban a la nobleza,
tratando de afirmar su autoridad sobre los señores feudales. En
esta lucha la Iglesia tomaba partido, pues los soberanos imponían
el nombramiento de las altas autoridades eclesiásticas, incluyendo
al papa, o por lo menos debía sujetarse a su aprobación. La pugna
enfrentaba los intereses de señores feudales, burgueses, monarcas
y clero. A esta confusión deben agregarse las disputas entre reinos
fundados por las nuevas dinastías que surgían.
Pero si en lo político la situación era complicada, el
sentimiento religioso estaba profundamente arraigado y
unificado, por lo que era común el peregrinaje a los lugares de
veneración cristiana, como Roma y Santiago de Compostela,
aunque la mayor atracción era Jerusalén.
Los árabes nunca obstaculizaron el acceso a la antigua
ciudad, hasta que a mitad del siglo XI, un grupo musulmán turco,
los selyúcidas, limitaron el poder de los califas árabes al ámbito
religioso y reiniciaron las guerras santas, arrebatando el Asia
menor a Bizancio, amenazando otra vez con invadir Europa y
cerrando el acceso a Jerusalén.
Esta era la oportunidad que esperaba el papa Gregorio VII
para desembarazarse de la tutela de los monarcas europeos, y
lanzó la idea de marchar unidos contra los musulmanes que
ocupaban Tierra Santa. Sin embargo, el proyecto no pudo
realizarse a causa de los conflictos que existían entre Roma y el
Sacro Imperio Romano Germánico, que se negó rotundamente a
permitir el paso de cualquier expedición.
Es hasta el año 1095 cuando en el Concilio de Clermont,
otro papa, Urbano II, antiguo prior de Cluny, convence a los
cristianos de que olviden sus disputas y marchen a Jerusalén. La
respuesta de la asamblea: el grito de “Dios así lo quiere” es
repetido en cada templo de la cristiandad.

62
PEREGRINOS DE LA OBRA

Mientras los nobles organizaban sus fuerzas, se adelantó


un extraño personaje: un monje llamado Pedro el Ermitaño que
arrastró a Jerusalén con el fuego de su palabra a una enorme masa
de campesinos que llegaban de todos los poblados de Europa con
una cruz cosida a sus ropas.
Mientras esa masa popular, fanática, hambrienta, mal
armada y sin jefes encontraba la muerte y la esclavitud en Nicea,
se organizaba en Europa un verdadero ejército compuesto por la
nobleza feudal. A este ejército se incorporó un caballero francés
llamado Hugo de Payns, que pertenecía a la casa de Champaña.
Jerusalén fue tomada en julio de 1099. Cumplida su misión,
muchos caballeros regresaron a sus lugares de origen, pero otros
permanecieron guardando Jerusalén.
Hay otro Hugo, relacionado con el primero, pero este es
el conde de Champaña, que no ha tomado parte en la cruzada.
Este personaje viajaba a Jerusalén en 1104 para encontrarse con
Hugo de Payns. A su regreso a Francia en 1108 tuvo una serie de
entrevistas con el cisterciense Esteban Harding, abad de Citeaux.
Regresó a Tierra Santa en 1114 y retornó a Francia para reunirse
de nuevo con Esteban Harding y ofrecer a la orden de Císter el
terreno necesario para que se edificara una abadía en sus dominios
de Champaña.
Para dirigir la fundación, Esteban Harding designó a un
monje de 25 años llamado Bernardo, que partió con doce
compañeros a erigir la abadía de Clairvaux. A pesar de su
juventud, Bernardo, que más tarde se conocería como San
Bernardo, tenía un poderoso ascendiente sobre los hombres y no
tardaría en tomar las riendas de toda la política de Europa
occidental. “Los asuntos de Dios son los míos –decía– y nada de
lo que a Él se refiere me es ajeno.” Lo curioso es que así lo
creyeron todos los que le rodeaban. Hugo de Payns era su vecino
y mantenía largas conversaciones con él y con el otro Hugo, el
conde de Champaña.
En 1118 ocurrieron dos hechos que aparentemente no se
relacionan entre sí: Procedente de la lejana Irlanda, llega a
Clairvaux para morir tiempo después en brazos de Bernardo,
Meal O´Morgair, arzobispo de Armahg, que luego fue San

63
LA FLAMA PARPADEA

Malaquías y que era un profundo conocedor de las tradiciones


celtas y druidas. El mismo año se presentaron ante Balduino II,
rey de Jerusalén, nueve caballeros encabezados por Hugo de
Payns y obtuvieron como vivienda el emplazamiento del templo
de Salomón, del que fueron los únicos ocupantes durante diez
años. Durante esos diez años habitaron el templo de Salomón y,
cosa extraña, no tomaron parte en los numerosos combates de esa
época contra los musulmanes; en 1125 se les unió el conde Hugo
de Champaña.
En 1128, San Bernardo preparó un concilio en Troyes,
muy cerca de Payns, de Cluny y de Clairvaux. El conde Hugo de
Champaña se quedó en Jerusalén con dos compañeros; otros dos
partieron a Roma, llevando al papa un mensaje de Balduino II, y
los otros cinco acudieron al Concilio de Troyes en el que San
Bernardo fundaba oficialmente la orden de los Caballeros del
Temple, con Hugo de Payns como Gran Maestre, y les otorgaba
sus hábitos y sus reglas. Curiosamente, dichas reglas estaban
redactadas en triadas, como estableciendo una cadena que
enlazara esta caballería militar y religiosa con las antiguas órdenes
celtas.
Existieron otras órdenes místicas y guerreras, como la de
los Hospitalarios, íntimamente ligada a la del Temple y la de
Calatrava, pero ninguna de ellas alcanzó la importancia histórica
de la orden instituida por San Bernardo.
A partir de su fundación se observó en Europa una
explosión de sabiduría como no se había conocido hasta entonces.
Aparecieron las universidades, no como las conocemos hoy,
porque la palabra universitas tenía en el latín medieval un
significado muy amplio. El idioma utilizado era el latín y en él se
enseñaban las siete artes libres.
En las ciudades, como respuesta a los burgueses, los
constructores y artesanos volvieron a agruparse en gremios que
dieron origen a las corporaciones. Verdadera entidad social y
política, además de fijar la actividad de los gremios, la
corporación velaba por la seguridad de sus miembros en una
época en la que nadie era libre ni salvaguardaba a sus familias en
caso de fallecimiento.

64
PEREGRINOS DE LA OBRA

Floreció la música y surgieron los poetas caballerescos


llamados trovadores (del latín trovare, encontrar) que usaban la
lengua provenzal. Proliferó la literatura en la que el latín, la
lengua oficial y culta, era reemplazada por las lenguas regionales,
y un nuevo espíritu, apoyado y alentado por la iglesia, se apoderó
de las construcciones de la época.
Ya desde el año 1000, la piedra había sustituido a la
madera en las construcciones y el románico era el sello de la
época, cuyo uso se prolongaría hasta el siglo XII. Se trata de
construcciones de sólidos muros para soportar las bóvedas de
medio punto, con techos de dos aguas sobrepasados por torres o
cúpulas que les dan cierta esbeltez.
Pero a partir del Concilio de Troyes apareció el estilo
gótico como nuevo concepto en arquitectura, en el que la bóveda
ya no pesa sobre los muros, sino que es proyectada hacia arriba.
Los muros adquieren una importancia relativa, se adelgazan y
aparecen las inmensas vidrieras. En el gótico, es el peso propio de
la piedra el que la lanza hacia arriba, como si el peso se negara a sí
mismo en un milagro de levitación. En la construcción gótica
existe una constante vibración que es el resultado de la tensión a
que está sometida la piedra a causa de las fuerzas opuestas que la
mantienen en equilibrio.
Es en esta época cuando comienza mi historia en una
región situada alrededor de París, que es el núcleo del estado
francés, la llamada “Ile-de-France”. En una ciudad cercana se
construye una abadía. Cierto día, a principios del siglo XI, un
joven que nació libre observa de lejos las obras y la cantera. En
principio, admira la facilidad con la que los obreros labran las
piedras y las colocan en el sitio exacto del edificio. Fascinado por
el espectáculo, expresa su deseo de participar en la construcción
de la abadía. La respuesta es lo suficientemente ruda como para
disuadirlo: se le informa que la vida en la cantera implica muchos
riesgos y es en extremo penosa.
A pesar de las advertencias, persiste en sus intenciones y
unos días después es admitido en una casa vecina a la cantera en
la que los obreros tallan la piedra al abrigo de la intemperie. En
una sencilla ceremonia es contratado por el maestro de obras,

65
LA FLAMA PARPADEA

después de haber escuchado la lectura de los reglamentos a los


que ha de someterse. El contrato tiene una duración de cinco
años y el aprendiz ha de pagar el costo de su educación.
La jornada es dura para el aprendiz; se levanta con el sol
y se acuesta con él. En lugar de la tarea exaltadora que esperaba,
se le obliga a cuidar herramienta, levantar bloques de piedra,
arrastrar carretillas y limpiar la indumentaria de sus maestros. El
cansancio le hace desesperarse y, también, se siente decepcionado.
Sin embargo, hay un misterio en la cantera cuya sustancia apenas
logra percibir sin alcanzar a explicárselo: aquellos maestros tan
severos con él, trabajan sin descanso, pero ríen y bromean entre
ellos formando una fraternidad aparte hacia la que se siente
atraído.
Al cabo de algunos meses es autorizado por el maestro de
obras a dirigirse a la caída de la noche a una pequeña casa que
siempre está cerrada y que ha sido levantada junto al muro de la
abadía en construcción. En esa casa se reúnen pintores, escultores
y talladores para presentar y discutir los dibujos y los modelos
que habrán de ejecutar después. En los muros están dibujados los
signos con que los maestros talladores de piedra identifican el
trabajo hecho por ellos. El maestro de obras tiene un banco
situado al oriente del recinto, lugar que nadie puede ocupar más
que él, y es ayudado a dirigir los trabajos por dos supervisores.
Creyendo que ha sido objeto de una distinción, pronto se
da cuenta de que se exige de él un trabajo adicional sin que por
ello se le conceda mayor descanso, pues no se le tolera el menor
retraso.
A veces llegan obreros de otras regiones para incorporarse
a la obra, pero antes de ser recibidos son examinados durante una
semana y más. Después de reconocer la calidad de su trabajo, son
aceptados por el común asentimiento del maestro de obras y los
dos supervisores.
Casi a punto de finalizar su contrato, se le pide que
prepare una obra en la que pueda hacer una demostración de sus
conocimientos, de su sensibilidad artística y de su sentido
simbólico. Prepara la maqueta de un edificio y durante toda la
noche presenta su trabajo en presencia de una asamblea formada

66
PEREGRINOS DE LA OBRA

por rostros graves. Sus ideales y su destino están en juego. No


hay elogios y los maestros le muestran sus defectos sin hacer
cumplidos. No tiene éxito en su defensa, siente el sabor amargo
del fracaso, pero su maqueta es aceptada.
Han concluido los cinco años consagrados a servir. Es
aceptado en el gremio y declarado libre. Jura que trabajará
activamente, sin engaño o simulación, de acuerdo a su capacidad;
que no cambiará jamás la marca que permite identificar su trabajo
y que no divulgará aquello que le sea revelado. Se le enseña la
manera de saludar para ser reconocido, el santo y seña y la forma
de pedir auxilio a sus compañeros. Al día siguiente ofrece un
sencillo banquete y paga los guantes a sus compañeros.
Entonces comienza la ronda de los oficios que habrá de
practicar para convertirse en un artesano completo: vidriería,
carpintería, tallado de piedra, emplomado, escultura, pintura,
etcétera. Quiere convertirse en maestro de obras y su deseo crece
a medida que pasa el tiempo.
Viaja, conoce otras canteras, otras obras y otros hombres.
En todas partes observa que el maestro de obras es el alma de las
construcciones. En su compañía aprende poco a poco a crear
diseños, a concebir el edificio en el pensamiento antes de
manifestarlo en piedra y descubre que si el hombre hace
convenientemente su oficio, el oficio hará su hombre.
Todos le dicen que si el arquitecto es ignorante, la obra
carece de armonía y, por eso, viaja para conocer eruditos y toma
lecciones de humildad en los monasterios. Llega a la conclusión
de que no puede construir una catedral sin erigir al mismo
tiempo un templo en su interior y que, para ello, tiene dos
herramientas inseparables: la llamada “especulativa”, la del
espíritu, y la denominada “operativa”, la de la mano, y que ambas
son como los ojos de un rostro que han de estar abiertos al
mismo tiempo, si queremos conocer la realidad en toda su
plenitud.
Hojeando viejos textos, aprende en la soledad de los
conventos a usar la fuerza viva del pensamiento humano, sin
importar de dónde proceda; que en simbolismo, las ideas y la

67
LA FLAMA PARPADEA

belleza no pertenecen a nadie y que debe usarse el pasado para


construir el futuro.
A su paso por los caminos, observa la naturaleza y
concluye que ésta es una palabra de Dios y que su deber consiste
en escucharla, meditarla y transmitirla. Cuanto más avanza hacia
la espiritualidad, más le parece el mundo material repleto de
enseñanzas: la vida del manantial, la colmena de las abejas, la
belleza de la rosa, el poderío del roble, el perenne verdor de la
acacia y la solidez de la piedra no le provocan una contemplación
pasiva, pues percibe que fueron colocados en este mundo para
enseñarle algo y deduce que el hombre es más real cuanto mayor
sea su participación en cuanto le rodea.
Un buen día se le convoca a la casa de los maestros de
obras: una casa celosamente guardada en el bosque en la que sólo
penetran algunos elegidos. Allí, de acuerdo a un ritual que habrá
de mantener en secreto, queda entronizado maestro de obras por
sus iguales. Ya sabe que en su fuero interno siempre será un
aprendiz en relación a Dios, pero que habrá de asumir su función
en relación a la hermandad de obreros de su gremio, a quien está
encargado de educar y hacer trabajar.
En la Europa de su siglo, pronto recibe un encargo y se
traslada a la ciudad que le ha llamado. Convoca a los notables de
la ciudad a un consejo y se convienen el carácter y las
dimensiones del edificio. Inaugura la cantera y pone en marcha la
aventura en la que tantas veces ha participado y de la que ahora es
el único responsable.
En ningún momento separa el trabajo material del
espiritual. Pasa por la materia para alcanzar el espíritu; esa es la
mística de su pensamiento. El hombre que no siente en su carne
la verdad de los símbolos, no es digno de su consideración y
prefiere la belleza de la expresión a las tinieblas de la vanidad de
los artistas inconscientes. No es el hombre quien ha de enseñar,
sino la luz que hay en él. Toda su atención se concentra en la
manera de hacer: si un gremial hace su talla con habilidad pero
sin sentir su trabajo, le amonesta severamente. El escultor que
talla un capitel no debe demostrarnos su valía personal, sino que
debe poner a prueba la virtud de su arte. Por el contrario,

68
PEREGRINOS DE LA OBRA

disculpa con la mirada al aprendiz que lo echa todo a perder a


causa de su impaciencia.
Con su bastón y sus guantes, tocando con el bonete
simbólico y vistiendo el largo traje tradicional, vela para que cada
participante cumpla su función y se integre de manera perfecta a
la empresa colectiva. Les exhorta sin cesar a que encuentren la luz
oculta en sus manos y en el material que rectifican. En todo
momento trata de no alabar al artista, pues lo que importa es su
obra, ya que sólo ella es quien irradia la belleza, porque sabe
perfectamente que la obra sólo es bella cuando es justa y cuando
expresa la sabiduría sin deformarla.
Su rostro hierático transmite la verdad encerrada en la
obra emprendida. Las palabras que salen de sus labios se
convierten en actos y de él se desprende un calor humano, tan
discreto como constante. Alterna el trabajo con la meditación, la
severidad con la risa y la soledad del mando con el calor de la
fraternidad.
Al joven escultor que llega a incorporarse a la obra le
aconseja que no exprese su fantasía, porque tan sólo a él
concierne, y que dé vida en sus trabajos a las verdades espirituales
que permitirán a los demás meditar en ellas y perfeccionarse.
No se engaña. Sabe que el hombre no está terminado y
que su obra tampoco es perfecta. No importa; ya tendrá la
oportunidad de construir otro edificio y acercarse un poco más a
la perfección.
Ahora que tiene a su cargo esa colmena humana, piensa
en la Torre de Babel y se pregunta: ¿Era necesaria la diversidad, o
es que sólo Dios puede coronar la obra con la última piedra? Sin
duda dos verdades inseparables. Al confrontar los mitos y los
rituales, se interroga: ¿Qué debo utilizar en la obra y qué debo
excluir de ella? La respuesta llega en sus meditaciones: no hay
que excluir nada, sino superarlo e integrarlo todo.
Jamás excluye de su obra un elemento antiguo, tanto si
se trata de un símbolo o de unas piedras usadas en construcciones
paganas, pues son usadas en tal forma que no se pierda su
testimonio: todos los aspectos encierran valores diversos que se
yuxtaponen sin anularse. Construir un templo es, en primer

69
LA FLAMA PARPADEA

lugar, utilizar de nuevo las piedras del edificio anterior


introduciéndolas en los cimientos. No se desdeña nada; así, se
suprimen las distancias y se mantiene la cadena simbólica.
En el trabajo de la cantera se nace, crece y muere todos
los días. Dar nacimiento es extraer la belleza oculta en la masa
informe de la piedra; hacer crecer es extender la construcción de
forma nivelada sobre la tierra y elevar sus muros hacia el cielo;
hacer morir es sobrepasar las experiencias y lanzarse a lo
desconocido.
El maestro de obras edifica y reúne. El edificio no es tal;
es un crisol donde el hombre honesto y sincero descubre su
propio camino. Sabe que no es el maestro de la obra; está
consciente de que es la obra quien se ha apoderado de él y le
conduce por encima de las debilidades con que lucha cada día.
Con su sonrisa confiada concibe los planos y la ejecución, hunde
los cimientos lo más profundamente posible en la tradición y
proyecta las flechas hacia el cielo.
Un día se siente particularmente alegre. La obra ha sido
terminada y ha visto un aprendiz en el que parece apuntar un
nuevo arquitecto. Dobla el largo manto, emblema de sus
funciones, y guarda el bastón y las herramientas que le sirvieran
para descifrar el libro abierto de la naturaleza y el libro cerrado de
la divinidad.
Sube al amanecer a una loma cercana y contempla la obra
a la luz de los primeros rayos de sol que aparecen por el Oriente.
Recuerda los arduos caminos de misterio y sacrificio por los que
ha transitado desde su juventud, en busca de la luz que ahora
ilumina con rayos dorados las altas flechas y la cúpula de piedra.
¡Cuántas veces ha sido necesario convencer a los
poderosos de que abrieran el cordón de sus bolsas! ¡Cuántos
discursos ha pronunciado para despertar las conciencias dormidas!
¡Cuántos reproches ha tenido que hacer a trabajadores
negligentes!
Todo queda atrás. La piedra labrada le devuelve el calor
de su sonrisa grave y su mirada bondadosa se dirige al cielo en
una muda oración de gracias. Luego, vuelve en silencio la espalda,
el camino espera.

70
PEREGRINOS DE LA OBRA

El viejo maestro de obras se ha ido. Pero a través de los


siglos la piedra sigue llamando a las cosas por su verdadero
nombre, y aquellos que tienen oídos preparados aún pueden
escuchar las palabras que retumban bajo las bóvedas y repercuten
en su eco de símbolo en símbolo, de capitel en capitel.
Nosotros, como el viejo maestro, sabemos que no
llegaremos al final del sendero y que lo único que conseguiremos
será cambiar de horizonte; pero también sabemos que no
debemos detenernos en nuestro propósito de alcanzar esa luz que
brilla, delante y por encima de nosotros.

Compañero Masón,
Félix Hompanera Beamonte (1937–1999)

71
Hacia un gobierno
universal
21 de diciembre de 1980
L
a llegada de un nuevo siglo siempre se ha caracterizado
por el temor y las convulsiones dramáticas que aquejan al
mundo en esas fechas. Las nubes sombrías que se ciernen
sobre el siglo que se avecina parecen confirmarlo así; máxime que
el año 2000 ha sido señalado por algunos estudiosos del
esoterismo como el fin de la humanidad y, por otros, como el
principio de una nueva era. Intuyo que, al menos en cierto
sentido, ambas predicciones son ciertas, pero el motivo de este
burilado es otro: se trata, simplemente, de presentar a mis
Queridos Hermanos un boceto de la situación que atravesará la
humanidad cuando esté a punto de abordar el siglo XXI.
El gobierno de los Estados Unidos ha concluido un
minucioso trabajo, divulgado con el nombre de “Informe global
2000”, en el que los especialistas han estudiado las tendencias
mundiales y las han proyectado a un corto plazo de veinte años
hasta llegar al año 2000.
Hay numerosos precedentes de esta clase de estudios.
Entre los más destacados, citaré los siguientes:

• “Los recursos y el hombre”, Academia Nacional de


Ciencias, Estados Unidos (1969)
• “Límites del Crecimiento”, Club de Roma (1972)
• “Modelo mundial integrado”, Club de Roma (1976)

Aparte de éstos, existen los patrocinados por las Naciones


Unidas en la última década:

• “Medio ambiente humano” (1972)


• “Población” (1974)

75
LA FLAMA PARPADEA

• “Alimentación” (1974)
• “Asentamientos humanos” (1976)
• “Desertificación” (1977)
• “Agua” (1979)
• “Ciencia y tecnología para el desarrollo” (1979)
• “Recursos nuevos y renovables de energía” (1981)

Estos respetables esfuerzos tienen, en mi opinión, dos


defectos: que alargan su proyección hasta bien avanzado el siglo
XXI, lo cual es excesivo, y que carecen de la necesaria vinculación
por limitar su acción a un sólo tema.
Haciendo a un lado las visiones futuristas de autores que
no tienen más base que su fantasía, todos hemos leído alguna vez
a autores serios, de gran prestigio, que han recopilado la vasta
información a que tienen acceso y deducen las condiciones
futuras abarcando un panorama más amplio. Pero, aun así, no
deja de ser el esfuerzo aislado, el producto limitado de la mente
de un único individuo que sólo puede abrazar una reducida
porción de la totalidad del problema.
El “Informe global 2000” proporciona una perspectiva
amplia sobre la complejidad del tema y hay que hacer notar que
dicho informe no constituye solamente la opinión personal de un
grupo de expertos, sino que sus conclusiones están avaladas por el
gobierno de los Estados Unidos, siendo ésta la primera vez que el
gobierno de un país reconoce oficialmente la gravedad del
problema. Recordemos también que, aunque Estados Unidos
dista de ser un país perfecto, es indudablemente uno de los
pueblos que más influyen en el destino de la humanidad, puesto
que sus opiniones y sus actos tienen serias repercusiones
mundiales en cualquier actividad que ataña al hombre. Por otra
parte, alguno de los conceptos vertidos en el informe coincide
asombrosamente con el punto de vista de hombres que no
necesitan presentación, como Isaac Asimov y Jacques Bergier,
uno de ellos Hermano nuestro.
No cansaré a mis Queridos Hermanos con cifras
estadísticas que pudieran dispersar su atención, por lo que sólo

76
HACIA UN GOBIERNO UNIVERSAL

haré referencia a las principales conclusiones del informe. Pero


antes debo aclarar que los autores del mismo no dicen lo que va a
ocurrir. Partiendo de las tendencias actuales, se limitan a
presentar las condiciones que probablemente existirán en el año
2000 si no se efectúan cambios drásticos en la política
internacional, en el desarrollo tecnológico, o si no se desatan
guerras u otros cataclismos.
El informe concluye que si la situación actual continúa,
el mundo del año 2000 estará más sobrepoblado, más
contaminado, menos estable desde el punto de vista ecológico y
más vulnerable a trastornos de toda índole que el mundo de hoy.
Se detectan claramente las graves tensiones relativas a la
población, los recursos y el ambiente. Pese al incremento de la
producción material, el mundo será más pobre que ahora.
Cientos de millones de seres humanos, desesperadamente pobres,
no verán mejorar sus perspectivas sobre alimentación y otras
necesidades vitales. En un futuro cercano, serán más caros los
alimentos, el agua y la energía, y se intensificarán las presiones
inflacionarias a causa de la escasez de recursos.
Dice el informe que el índice de crecimiento demográfico
disminuirá marginalmente del 1.8 al 1.7 y que aumentará la
población: de 4,000 millones de personas que éramos en 1975 a
6,350 millones en el año 2000, lo que representa un aumento de
50% en solamente 25 años. Lamentablemente, el 90% de este
aumento ocurrirá en los países más pobres.
Por su parte, Isaac Asimov nos recuerda que en al año
1900 había 1,600 millones de personas en el mundo, y que apenas
en los primeros 70 años del siglo XX aumentó 3,600 millones, a
pesar de la devastación producida por innumerables conflictos
armados, entre los que se encuentran dos guerras mundiales, y
teme que la marca de 6,000 millones de habitantes sea rebasada
antes del año 2000, asegurando que el 80% de la población
mundial vivirá en los países en desarrollo.
Adicionalmente, vale la pena recordar que Jacques
Bergier pensaba que, gracias a los adelantos de la ciencia, en el
año 2000 se prolongaría notablemente el promedio de la vida
humana.

77
LA FLAMA PARPADEA

Aunque la economía de los países en desarrollo tendrá


una tasa de crecimiento mayor que la de las naciones
industrializadas, su PBN por persona se mantendrá en niveles
inferiores a los 10,000 pesos anuales y será más bajo aún en
algunos lugares del sur de Asia, África y América Latina.
Asimov piensa que por cada peso que aumente el PIB en
los países en desarrollo, aumentará 20 pesos en los países
industrializados. La diferencia entre las naciones ricas y las pobres
se amplía dramáticamente; igual que entre los individuos en el
seno de los países.
Se proyecta aumentar la producción de alimentos en un
90% entre los años 1970 y 2000. La cifra puede parecer
impresionante, pero significa un incremento inferior al 15% por
persona en los países desarrollados, mientras que en las naciones
en desarrollo, precisamente donde más se incrementará la
población, la producción de alimentos disminuirá de los ya
inadecuados niveles del presente.
Isaac Asimov apoya la teoría de Thomas Robert Malthus
que decía en 1798 que la población tiende a crecer más aprisa que
la producción de alimentos y proporciona un dato originado en
las Naciones Unidas: debido a la desnutrición de la población,
300 millones de niños menores de 5 años sufren en el mundo una
depauperación continua hasta el grado de contraer dolencias
cerebrales permanentes. Es difícil entender el crudo realismo que
encierra esta cifra cuando vemos regresar a nuestros hijos de la
escuela bien vestidos, bien alimentados y con un techo seguro
sobre sus cabezas. Pero pensemos un momento en las zonas
marginadas de nuestro país y de Latinoamérica, en la miseria de
los países africanos y en el Asia meridional.
La extensión de la tierra de cultivo aumentará en un 4%
para el año 2000. Así que el aumento en la producción de
alimentos deberá ser a base de incrementar los rendimientos
mediante el empleo de la tecnología.
Asimov piensa que escasean nuevas tierras que pudieran
dedicarse al cultivo. Aunque fuera posible imaginar una
producción de alimentos pertenecientes al mundo inorgánico,
ningún progreso concebible podrá igualar el inexorable desarrollo

78
HACIA UN GOBIERNO UNIVERSAL

numérico de la población cada 35 años. Al existir tantas bocas


que alimentar, se requerirán esfuerzos gigantescos sólo para
mantener a la población mundial en el mediocre nivel actual.
La cuarta parte de los habitantes del mundo que vive,
por cierto, en los países desarrollados, continuará absorbiendo
tres cuartas partes de la producción mineral mundial. En la
década de los noventa, la producción de petróleo se acercará a los
cálculos geológicos de máxima capacidad de producción. Esto
significa que en el año 2000 se habrá consumido casi un billón de
barriles, cuando el total de los recursos mundiales es estimado en
dos billones. Con el lógico y anticipado aumento de precios, sólo
las naciones más ricas podrán conseguir el petróleo que
demandan sus crecientes necesidades.
Conviene aclarar que el valor concedido al petróleo no
radica en su importancia como combustible. Su verdadera
importancia reside en los innumerables productos que se
obtienen de él gracias a la industria petroquímica. ¡Vean sus
ropas, vacíen sus bolsillos, miren los objetos que están a su
alrededor y se darán cuenta de lo que representa el petróleo en
nuestra civilización!
Mientras tanto, otra cuarta parte de la humanidad
depende de la madera como combustible. Lamentablemente, la
demanda de madera sobrepasará el suministro disponible en casi
un 25% antes de terminar el siglo.
Hay que recalcar que los recursos combustibles no
renovables, suficientes en teoría para durar siglos, no están
distribuidos uniformemente en el mundo y resultan caros y
difíciles de extraer y de usar.
Respecto al agua potable, dice Jacques Bergier: “Esta
guerra fría en los veinte años por venir tomará también otra
forma: la batalla por el agua.” Es fácil comprenderlo si se piensa
que de las 200 grandes cuencas fluviales que existen en el mundo,
148 sirven de frontera o están compartidas entre dos países y las
52 restantes por tres a diez naciones.
El “Informe global 2000” asegura que se agudizará la
escasez de agua potable. En los últimos treinta años del siglo, el
crecimiento de la población hará que aumente la demanda de

79
LA FLAMA PARPADEA

agua en la mitad del mundo en un 100%. De 1975 al año 2000, la


disponibilidad de agua per cápita disminuirá en un 35%, sólo
como consecuencia del crecimiento demográfico, y la escasez será
aún mayor a causa de la deforestación, la contaminación y otros
factores.
Asimov resalta algo que una vez mencionó aquí uno de
nuestros Queridos Hermanos: “Sólo se embalsa y se emplea el
10% del agua de lluvia. Se abren pozos cada vez más profundos y
en algunas regiones terrestres el nivel de las aguas subterráneas
desciende peligrosamente.”
De forma paralela, la deforestación y la degradación del
suelo irán en aumento debido al creciente número de personas
que tendrán que satisfacer sus necesidades básicas. Las tierras de
cultivo se deteriorarán por erosión, pérdida de material orgánico,
desertificación y anegamiento. Actualmente, se convierte cada
año en tierra yerma una superficie considerable.
Los bosques del mundo seguirán reduciéndose en los
próximos veinte años a medida que aumenta la demanda de
productos forestales. Los montes de madera comercial se
reducirán en un 50% por persona y en el año 2000, el patrimonio
forestal en pie per cápita, será 47% más bajo que en 1978.
Ahora los bosques desaparecen a razón de 18 a 20
millones de hectáreas por año. La mayor parte de las pérdidas
ocurren en los húmedos bosques tropicales de Asia, África y
América del Sur. Para el año 2000 desaparecerá el 40% de los
bosques que quedan en los países en desarrollo. Basta como
ejemplo la deforestación que está ocurriendo en Brasil, Venezuela
y Colombia.
Otro problema a corto plazo lo constituye la
contaminación. Prácticamente, dice Isaac Asimov, cada uno de
los avances tecnológicos concebidos apresurada e irreflexivamente
para superar a los competidores y multiplicar las ganancias suele
crear dificultades. Mencionemos algunas:

80
HACIA UN GOBIERNO UNIVERSAL

• Compuestos de mercurio que, vertidos en las aguas de


todo el mundo, llegaron hasta los animales marinos y
provocaron la muerte de seres humanos.
• Uso de aerosoles.
• Desperdicios químicos gaseosos procedentes de las
plantas industriales.
• Productos resultantes de la desintegración y oxidación de
los residuos de la combustión de la gasolina, como el
monóxido de carbono y compuestos de plomo.
• Óxidos de sulfuro de nitrógeno, formados directamente o
por oxidación bajo la luz ultravioleta del sol, que junto
con otras sustancias pueden corroer los metales y dañar
las cosechas y la salud.
• Uso de pesticidas y fungicidas persistentes y venenosos
que se incorporan a las plantas, luego a los animales y, a
través de ellos, al ser humano.
• Detergentes sintéticos, cuyos fosfatos facilitan el
crecimiento de microorganismos que consumen el
oxígeno del agua y causan la muerte de otros organismos
acuáticos, abreviando en millones de años la vida natural
de lagos y ríos.

El “Informe global 2000” menciona que la contaminación


del agua por las materias fecales y los desperdicios industriales
supone un perjuicio adicional a las menguantes reservas de agua
potable.
Agreguemos que la concentración del dióxido de carbono
en el año 2000 habrá sobrepasado en un tercio el nivel de la era
preindustrial. Para el año 2050, la concentración del dióxido de
carbono y sustancias químicas que reducen la concentración de
ozono en la atmósfera, aumentará a rangos que pueden alterar la
delicada atmósfera superior y el clima del mundo. En un plazo
más cercano, la lluvia ácida resultante de la mayor combustión de

81
LA FLAMA PARPADEA

los combustibles fósiles, especialmente el carbón, causará daños a


los lagos, suelos y cosechas.
Los cohetes que viajan al espacio inyectan gases
residuales por centenares de toneladas en la atmósfera, más allá de
los 155 kilómetros. Estas cantidades pueden alterar las
propiedades de la tenue atmósfera superior y desencadenar
cambios climáticos.
Los desperdicios de materiales radioactivos, entre otros,
ya son un problema de salud y de seguridad en muchos países.
Apenas empezamos a servirnos de la energía atómica y no
sabemos qué hacer con los desperdicios. Y no es esta la clase de
basura que se pueda barrer bajo la alfombra, pues estos residuos
tienen una vida activa tres veces mayor que la historia escrita de la
humanidad.
La extinción de plantas y animales aumentará en forma
espectacular. Centenares de miles de especies, posiblemente el
20% de las que existen sobre la Tierra, se perderán a medida que
desaparezca su hábitat, especialmente los bosques tropicales, lo
que significa la extinción en veinte años de unas 500 mil especies.
La población, igual que la tecnología, los recursos
naturales y el poder, tampoco está repartida uniformemente en el
mundo, y en todos los países se tiende al apiñamiento en las
ciudades. La población urbana no se duplica cada 35 años: lo hace
cada once años, implicando que cuando la población del mundo
se haya duplicado, la población urbana ya habrá aumentado nueve
veces.
Ya estamos viendo síntomas de una dislocación de las
estructuras sociales, agravada en las naciones progresistas donde la
urbanización es más acentuada. En esos países hay una
concentración exorbitante en las ciudades, destacando
especialmente los barrios populares. Es un hecho comprobado
que cuando el hacinamiento de seres vivientes rebasa ciertos
límites, se manifiestan muchas formas de comportamiento
patológico. De continuar así, las estructuras sociales y
tecnológicas se derrumbarán en los próximos cincuenta años con
incalculables consecuencias.

82
HACIA UN GOBIERNO UNIVERSAL

Durante casi toda su historia, el hombre vivió en un


medio hostil donde la vida era breve y la mayor parte de los niños
morían en plena lactancia. Para que no se extinguiera la población
tribal, la pareja debía engendrar cuantos hijos pudiera, pero las
condiciones han cambiado: vivimos en un mundo superpoblado y
creo que ha llegado el momento de volver a examinar alguno de
los dogmas que hemos aceptado desde tiempo inmemorial.
El “Informe global 2000” y todos los estudios que he
leído de ese tipo, comienzan detallando la magnitud de las
dificultades y concluyen invocando los últimos descubrimientos
de la ciencia, para desembocar en conclusiones optimistas. Yo no
soy optimista, no quiero ni puedo serlo, por una sola razón: ¡No
hay tiempo!
Los efectos nocivos de las tendencias expresadas aquí se
manifestarán muy pronto –dentro de veinte años– y las medidas
elementales para modificarlas no pueden retrasarse sin perder
opciones que pueden resultar decisivas. No es fácil determinar las
acciones que deben tomarse y es más difícil aún la aplicación
eficaz de las mismas, ya que los problemas expuestos se hallan
inextricablemente mezclados con los problemas sociales,
económicos y políticos más complejos del mundo. Mientras
tanto, el mal sigue avanzando, inexorable como un cáncer.
Es evidente que los problemas a que debe enfrentarse la
humanidad tienen un carácter global. Los peligros inherentes a la
sobrepoblación, contaminación, desaparición de recursos,
cambios de clima, guerras, plagas, etcétera, afectan a todas las
naciones por igual y no puede haber soluciones reales si no
cooperan todos los países. De ahora en adelante, ninguna nación
puede seguir marchando sola desentendiéndose de las demás,
porque debido a la interdependencia creada en el mundo
moderno, tarde o temprano resultará afectada si algo malo ocurre
a las otras naciones.
Esto me lleva a concluir que se requiere urgentemente un
gobierno mundial que estabilice el nivel de población, que dé
principio a un lento decrecimiento humano y a una
descentralización. Un gobierno eficiente y sensato, tolerante con
la diversidad local, pero no con el crimen: un gobierno que

83
LA FLAMA PARPADEA

atienda la estructura ecológica, preserve sistemáticamente la


tierra, el espacio y los océanos, que distribuya y aplique
uniformemente en todo el mundo la tecnología, los recursos, el
talento y el trabajo humano.
Establecer un gobierno mundial puede parecer una
solución audaz, pero encuentro que armoniza con la magnitud del
problema. Asimov también lo piensa así y Bergier lo da por
hecho en un futuro cercano. Sin embargo, la idea de un gobierno
mundial no es nueva. Dante Alighieri, quien viviera entre 1265 y
1321 y fuera uno de los precursores del Renacimiento, defendía la
idea de un poder centralizado universal encarnado en el
emperador Romano–Germánico. ¿No creen que valdría la pena
reconsiderar el concepto de un gobierno universal a la luz de las
circunstancias actuales? Yo sí lo creo.
Lo que encuentro difícil es la realización de la idea, pese
a su urgente necesidad. Lo ideal sería que pudiera llevarse a la
práctica pacífica y rápidamente, mas no creo que ocurra así. De
los casi 5,000 millones de seres que habitamos la Tierra, habrá
una minoría que posea la información, la cultura y el civismo
suficientes para admitir el principio de la idea. Del resto podría
esperarse una fuerte reacción: unos, porque perderían sus
privilegios mal habidos, y la mayoría, por creer amenazada su
libertad o sus creencias.
No creo que se disponga del tiempo necesario para que
las naciones se persuadan de que luchan por la supervivencia del
hombre y acepten una cooperación ilimitada sin precedente en la
historia. Me temo que, inicialmente, la implantación de una
hegemonía mundial sería puesta por la fuerza en forma de
dictadura, hasta que los pueblos de la Tierra pudieran sentir sus
efectos benéficos y aceptarla de buen grado.
Todas las ideas necesitan hombres que puedan llevarlas a
cabo, pero yo sé que existen hombres capaces de realizar esta
labor en beneficio de sus hermanos. Y sé que siempre han
existido y que siempre existirán, porque cada momento de la
historia produce los hombres que necesita.
Pero mientras llega ese instante, pienso en la
responsabilidad que nos asignaremos nosotros en la edificación de

84
HACIA UN GOBIERNO UNIVERSAL

un mundo nuevo. ¿Qué parte de la obra se reservan los que a sí


mismos se llaman “constructores”, en la erección del templo de
amor y fraternidad más grande que haya erigido el ser humano?
Porque éste no es un problema que podamos legar a las
generaciones futuras. Nos toca resolverlo a nosotros ¡ahora!
Dentro de veinte años será demasiado tarde.
Las manecillas del reloj de la historia están a punto de
dar las 12. Del hombre depende que marquen el mediodía o la
medianoche.

Aprendiz Masón,
Félix Hompanera Beamonte (1937–1999)

85
Masonería y
religión
Enero de 1985
“Ve, observa y pregunta al labrador. Y aprende de él, que
lo que se siembra se cosecha…”
Antiguo culto a Isis

C
ontrariamente a lo que se supone en el mundo profano,
la masonería es una orden profundamente religiosa,
aunque prohíba terminantemente que se discuta en sus
logias sobre religión. Lejos de constituir una contradicción, esta
1

disposición es en realidad una sabia medida.


El pensamiento masónico tiene alcances universales que
une a hombres de todos los países, de todas las razas y de todas
las ideas. Pero existiendo tantos y tan diferentes conceptos de la
Deidad como hombres hay en el mundo, y conociendo la
masonería lo profundamente que están arraigados en el ser
humano esos conceptos, así como los extremos brutales a que
llega el hombre en su celo religioso, trata de evitar discusiones
inútiles que pudieran separar a los Hermanos. Y si afirmo que
sería una vana discusión en tal sentido, es porque a través del
estudio de las religiones se llega a la conclusión de que, no
importando el nombre o el aspecto que se le otorgue en cualquier
religión monoteísta, la Deidad es sólo una.
La masonería, que es el acopio de la sabiduría de muchos
siglos, de muchas culturas y de muchos hombres, nos da una
muestra del saber que atesora al designar a la Deidad con un
nombre que encaja universalmente con nuestra calidad de
constructores de templos y que no se opone en nada a las
creencias de cada individuo.

1 Se le llama Logia masónica tanto al grupo de personas que forman un cuerpo

masónico independiente, como al lugar de reunión del grupo, el cual recibe


también los nombres de Taller y de Templo masónico.

89
LA FLAMA PARPADEA

En el Landmark 2 19 se establece que la masonería cree


en la existencia de un ser supremo, al que denomina como el
Gran Arquitecto del Universo. Sin esta base, la masonería no
tendría razón de existir, y sin ella nadie puede ser masón. Un ateo
declarado no puede ser iniciado, e incluso aquellos masones que
pregonan ser ateos, son masones irregulares en virtud de este
fundamento inalterable de la Orden.
Si bien la masonería prohíbe la discusión sobre temas
religiosos, estudia en las logias todas las religiones porque sabe
que una vida social sana debe estar basada en un sistema de
valores auténticamente religioso, que refleje la existencia de un
orden moral y espiritual que ayude a la elevación del ser humano
en todos los aspectos de su vida.
Muchos autores, sobre todo masones, hacen derivar
etimológicamente la palabra religión del latín religare. Si esto
fuera cierto, su significado más preciso sería el de volver a unir, el
de volver a ligar, a enlazar al hombre con la causa primera que lo
ha creado. La idea es muy hermosa, pero a mi juicio, la
procedencia etimológica está equivocada.
La religión romana antigua, carente del atractivo de una
salvación personal como la que tanto sobresalía en los misterios
griegos, fomentaba, no obstante, la consolidación de la vida
doméstica en una unidad espiritual ligada a los dioses que
protegían la casa y a sus moradores. Esta relación entre la familia
y los dioses tutelares de su hogar era llamada pietas y constituía la
raíz romana de la virtud. Por consiguiente, el deber más elevado
de la familia era observar cuidadosamente los ritos prescritos para
el mantenimiento de las pietas. En efecto, la religio, de donde
procede nuestra palabra religión, era una obligación mutua entre
la familia y los dioses que afectaba en primer término a la relación
familiar y después, cuando el culto fue estatizado, a la comunidad

2 Los “landmarks” o linderos son reglas particularmente impuestas por la


masonería anglosajona. La palabra landmark habría sido tomada de la Biblia (Job
24:2 y Pr 22:28/23:10) y recuerda los linderos –físicos y conductuales– que no
se deben violar. En masonería se denominan así las limitaciones que
supuestamente ninguna Logia puede derogar, ignorar o modificar, ya que
contienen los principios y la esencia misma de la Fraternidad.

90
MASONERÍA Y RELIGIÓN

general que mediante el ritual establecido mantenía relaciones


amistosas con los dioses: la pax deorum, como se la denominaba.
El estudio de las religiones no es una tarea sencilla,
porque las dificultades para acercarse a sus orígenes son casi
insuperables. Sólo existen tres fuentes de información: la
tradición oral, de la que se sabe muy poco y que no resulta
enteramente confiable; el material arqueológico y epigráfico que
se remonta hasta hace unos veinte mil años, y textos y
documentos, cuya antigüedad data de apenas cinco mil años.
La información disponible indica que las religiones son
tan antiguas como la humanidad, por lo que sus orígenes deben
coincidir forzosamente con el comienzo de la búsqueda espiritual
del hombre. Lamentablemente, los restos de tumbas, templos u
objetos de culto que han llegado hasta nosotros son demasiado
recientes y no bastan para darnos una idea de los comienzos de la
religión, antes de la redacción de los libros sagrados y
documentos que aún se conservan.
Tratar de remontarse al inicio de las religiones es invadir
el mundo de las conjeturas. Muchos se preocupan por dilucidar
quién apareció primero: si el sacerdote o el mago. Más bien, creo
que ambas disciplinas, la magia y la religión, aparecieron
simultáneamente y tan indisolublemente ligadas que no es posible
discernir que una de ellas haya sido fuente de la otra. Magia y
religión aparecen entremezcladas en tan desconcertante
confusión, que un observador imparcial no sabría muchas veces
cómo clasificar un rito, a sus oficiantes o a sus fieles.
Los pueblos primitivos pensaban que las cosas semejantes
entre sí poseen propiedades y poderes similares y que de alguna
manera ambas forman parte del mismo individuo. Por lo tanto,
creían que si se actúa sobre uno, se produciría un resultado
semejante en el otro. Además de su aplicación en la magia, esta
idea generó en su tiempo la iconografía y el uso de amuletos y de
la sangre, que derivaron su eficacia de su poder sacro inherente.
Pero tampoco hay que descartar la encarnación de la sacralidad
que pudieran haberles infundido seres divinos.
Sin embargo, estas cuestiones, a pesar de ser muy
interesantes, no son lo más importante, porque al estudiar las

91
LA FLAMA PARPADEA

religiones uno se interna en las cosas del espíritu, y debe hacerlo


basándose en una actitud histórica y comprensiva, dentro del
marco de un profundo respeto, tratando de valorar principios que
son eternos a la luz de una experiencia propia que permita
entender lo que esos valores y esas realidades significan para
otros.
Yo reconozco en el Antiguo Testamento la grandeza de
un pueblo que eleva su leyenda a la dimensión de un mito
universal. Pero no puedo aceptar la idea de un pueblo elegido.
¿Por qué habría que descender el Creador de las estrellas, hasta
este humilde rincón del universo para hacer tratos con una tribu
de nómadas? No puedo creerlo, ni aun buscando la interpretación
esotérica que permita hacer a un lado el sentido literal, ni es ese
Dios celoso, cruel, de mirada furibunda en el que yo creo. Sin
embargo, para Nuestros Hermanos Judíos, estos pasajes de la
Biblia son una realidad y parte del fundamento de su fe, y los
respeto como tal, aunque no crea en ellos.
Carlos Marx dijo que “la religión es el opio del pueblo” y
yo comparto la misma opinión, por cruda que pueda parecer esa
frase. En el hombre existen dos impulsos naturales: uno que
tiende hacia lo espiritual y otro que le inclina hacia lo material y a
la satisfacción de sus instintos groseros. Y es sabido que resulta
más fácil abandonarse a este último que intentar desarrollar el
primero.
La mayor parte de la humanidad está formada por seres
incultos e ignorantes que necesitan de la religión para frenar sus
ancestrales instintos salvajes, que las leyes de la sociedad por sí
solas no alcanzan a reprimir. Los seres humanos también
necesitan el opio de la religión para soportar las injusticias y las
adversidades que caen sobre ellos en esta vida, con la esperanza de
justicia y de una compensación final a sus infortunios. Si pienso
que las religiones son necesarias, es porque sin el freno y la
esperanza que ellas representan, el planeta sería un lugar poblado
únicamente por bestias.
Cualquier religión, no importa cuál, tiende a desarrollar
la naturaleza espiritual del hombre. El ser humano responde al
impulso interno de acercarse a su creador, ya sea por amor, por

92
MASONERÍA Y RELIGIÓN

temor o por ambas cosas a la vez, y de ir hacia delante, aunque


sea inconscientemente por el camino ascendente de su evolución.
En el individuo y en las civilizaciones, el espíritu clama por lo
divino y más tarde o más temprano, la naturaleza espiritual del
hombre siente su llamado.
Hasta nuestros días, las religiones han tenido con
frecuencia un papel decisivo en la historia de los pueblos y son la
fuerza que ha impulsado la cultura humana, ya que hacen por el
hombre lo que ninguna otra cosa puede hacer por él: darle paz,
felicidad, armonía y sentido a su vida. No obstante, hay que tener
presente que el hombre común siempre ha usado su religión y
manipulado su magia, sin analizar sus actos ni profundizar sobre
sus métodos. Lo que le importa es que le den resultados y,
mientras logre este fin, no le importa mucho de dónde venga ni
cómo venga.
El hombre es un ser complejo, como individuo y como
especie. Y las religiones se enfrentan a la dificultad de transmitir
sus enseñanzas a los individuos más diversos que, como es
natural, se encuentran en diferentes niveles de evolución,
variando su capacidad de entender y de obrar, por lo que no
puede darse a todos la misma enseñanza. Todos deben recibir una
enseñanza según su grado de evolución. El ejemplo más cercano
lo tenemos en nuestra Orden, que va graduando su luz en la
medida que estamos preparados para recibirla. Por lo tanto,
resulta lógico pensar que las religiones tuvieron –y aún poseen–
un aspecto oculto, superior, cuyos secretos se revelan solamente a
los escogidos, por lo que puede afirmarse que el esoterismo
existió y todavía existe en las religiones.
Al estudiar las religiones surge otra pregunta: ¿Por qué
algunas formas de religión desaparecen y otras sobreviven? Las
causas son variadas, pero hay un común denominador. Las
religiones determinan su valor en la medida en que suministran
un poder espiritual capaz de ayudar y de curar por la fe, dentro de
una trama de relaciones sociales, al margen de la verdad o falsedad
de las creencias que sustenten y los ritos que realicen.
Examinando la historia, podemos notar que la
supervivencia de las religiones sólo tiene sentido si se las examina

93
LA FLAMA PARPADEA

y valora en su contexto, dentro de la estructura social en la que se


dan. Lo cierto es que si una religión no alcanza todas las
inteligencias y no domina todas las emociones y las purifica,
pierde su objeto y termina por desaparecer. Aparentemente, este
fue el caso de las religiones minoico-micénicas y la de los Dioses
Olímpicos en Grecia; así como los denominados cultos
mistéricos: Dionisos, Eleusis, Delfos, Isis, orfismo, mitraísmo,
etcétera.
En otros casos, las religiones no desaparecen, pero para
arraigarse y sobrevivir, cambian algunos aspectos fundamentales
de su fe cuando trascienden fronteras y llegan a otros lugares,
como es el caso del budismo cuando se introduce en China y
Japón.
Las religiones fueron entregadas al mundo por hombres
excepcionales, muy superiores a la masa humana, para dirigir su
evolución y cuya autenticidad histórica puede ser comprobada.
Me refiero a hombres como Moisés, Zoroastro, Mahoma, Cristo,
Buda, Confucio, Lao-Tzu, etcétera.
Encontramos que algunas de las religiones han sido
fundadas por hombres que de una u otra forma hablan de la
Deidad. Pero hay otro grupo de religiones cuyos fundadores
nunca hablaron de una Deidad en particular que, sin embargo,
aparece implícita en su doctrina. Este último grupo lo forman
religiones que fueron descubiertas por la sola razón, y que fundan
las relaciones del hombre con la Divinidad en la misma naturaleza
de las cosas.
Es indudable que las culturas y las religiones se
influyeron y aportaron elementos mutuamente y que son
notoriamente similares en sus enseñanzas principales, en la
ostentación de poderes sobrehumanos, en la gran elevación moral
de sus fundadores, en sus principios éticos, en el empleo de
medios para contactar los mundos invisibles e, incluso, en los
símbolos de sus creencias fundamentales.
Las semejanzas de las que hablamos prueban un origen
común en las religiones. Si fueron diferentes fue, tal vez, porque
iban dirigidas a diferentes grupos étnicos.

94
MASONERÍA Y RELIGIÓN

Una vez entregada la fe a los hombres a través de sus


fundadores, profetas, videntes o filósofos, adquirió un valor y una
santidad permanentes que vincularon a las generaciones
siguientes, en virtud del carácter divino atribuido a sus orígenes y
a sus decretos. La “verdad” así revelada posee desde entonces una
autoridad absoluta para quienes la aceptan, y sus dictados
determinan creencias y conductas.
Posteriormente, los sacerdotes escenificaron sus creencias
dando origen a los ritos. Luego vino el culto organizado que
constituyó el centro de la religión y de la estructura social.
Lamentablemente, la casta sacerdotal se transformó con el
tiempo en una verdadera teocracia, palabra que en griego significa
“dominio de Dios” y que olvida su objetivo espiritual y trata de
gobernar a los hombres. Es entonces cuando varias religiones se
apartan del principio divino que sustentan y en su sed de
dominación y de riquezas, toman el camino que conduce a la
intransigencia y el fanatismo.
En su concepción original, todas las religiones poseen
enseñanzas nobles y metas elevadas. Sin embargo, ya en la
práctica, estas normas se eliminan del mundo real de pensar y de
actuar de muchos de sus fieles que no siempre siguen sus
enseñanzas.
Frecuentemente se observa una amplia brecha que se
abre entre las enseñanzas originales del fundador de una religión y
las múltiples transformaciones que va sufriendo después de siglos
de revisión y de interpretación por los seguidores del fundador.
En el seno de cada religión se desarrollan gradualmente muchas
variaciones, algunas de las cuales son declaradas herejías y
perseguidas por el culto ortodoxo organizado, cuando conviene a
sus intereses. Pero en algunas ocasiones la herejía triunfa y se
afirma como una nueva religión, como es el caso del cristianismo,
budismo y protestantismo, entre otras.
A fin de cuentas, la cuestión de “verdad” en las religiones
carece de importancia cuando se estudian históricamente; eso es
asunto de la filosofía y principalmente de la teología. El objetivo
es estudiar el hecho como aparece al creyente y la manera como
éste reacciona ante aquél.

95
LA FLAMA PARPADEA

De acuerdo a su etimología, la teología, de theos, Dios, y


logos, palabra, es la ciencia de Dios en su sentido más amplio,
abarcando no sólo su naturaleza y ser esenciales, sino su relación
con el universo y con la humanidad.
Lo cierto es que no se sabe nada de la Deidad, ya sea
como sujeto o como objeto, debido a su naturaleza incognoscible.
Así que no me importa lo que digan las diferentes teologías:
partiendo de este principio, la teología no es más que una falsa
ciencia que ha empujado al hombre a cometer los peores
crímenes contra sus hermanos invocando el nombre de Dios.
En las religiones, la teología tiene aspectos muy
importantes que no han podido ser demostrados, ni son
fácilmente creíbles. Estos aspectos dudosos son impuestos por el
culto organizado como artículos de fe, lo que da origen a los
dogmas. Y resulta lícito preguntarse por qué un artículo de fe
tenga que basarse en un principio de autoridad.
En última instancia, el que Jesús fuese o no el ungido de
Dios, que Mahoma fuera el profeta de Alá o que Abraham haya
existido o no, son cuestiones de fe y de experiencia interior de
cada creyente que deben ser respetadas. No obstante, al estudiar y
comparar las religiones, los hechos deben ser evaluados por un
examen racional e imparcial de la evidencia disponible.
También es necesario tener presente que la Deidad tiene
un carácter universal y que a pesar de ello, existen religiones
sumamente exclusivistas. Islam, judaísmo y cristianismo, por
ejemplo, afirman estar en posesión de una manifestación especial
en sí misma de la Deidad. En estos casos, el estudio de las
religiones debe ser realizado con la más estricta imparcialidad y el
más absoluto respeto.
Mis convicciones personales me apartan de todo culto
organizado y de sus teologías debido a que son obra humana y,
como tales, transitorias e imperfectas. Creo en la existencia de
una Deidad Suprema porque mi experiencia interior me dice que
la perfección y la armonía maravillosas que observo en todo lo
creado no pueden ser casuales, ni se deben únicamente a una
selección natural y adaptación de las especies. Desde lo más
grande hasta lo más pequeño, todo en la creación refleja las

96
MASONERÍA Y RELIGIÓN

mismas leyes y todo lo creado guarda un perfecto equilibrio que


solamente es alterado por el hombre.
Muchas veces me he preguntado por qué si la creación es
perfecta –y el hombre es parte de ella–, es permitido al ser
humano alterar el equilibrio de la naturaleza. No he podido
encontrar una respuesta categórica, pero se me ocurre pensar que
tal vez las graves consecuencias futuras de la alteración de la
armonía natural, sean una lección que deba aprender el género
humano para continuar su evolución.
En cada Tenida 3, nuestro Querido Hermano Primer
Vigilante 4 nos dice que se entiende por masonería: “El estudio de
la filosofía, y en particular de la moral, para conocer y practicar la
virtud.” Por esta razón, la masonería estudia las religiones como
normas esenciales de moralidad del ser humano, tratando de que
las creencias de cada masón no sean letra muerta y se conviertan
en una fe viva. De esta manera, la masonería que reconoce el
principio trascendente de la Deidad, sin abrazar ninguna religión
en particular, es esencialmente una Orden profundamente
religiosa.
Invariablemente, nuestros trabajos conjuntos y nuestro
esfuerzo personal son dedicados a la Gloria del Gran Arquitecto
del Universo, y el libro de la ley sagrada es una luz que nos
ilumina en todo momento. La falta de esta luz haría inútiles
nuestras ocupaciones, ya que dicho libro representa el orden que
debe regir a la humanidad y ante él se presentan todos los
juramentos. La voluntad del Gran Arquitecto está contenida en
este libro que contiene preceptos morales insustituibles, y que es
un manantial inagotable de sabiduría y de enseñanzas ocultas para
quien sea capaz de descubrirlas.

3 Los masones se reúnen al menos una vez al mes en el Templo o Logia para

realizar los trabajos masónicos. Se denomina Tenidas a las sesiones de trabajo


que se llevan a cabo dentro del marco ritual.
4 En cada Logia suele haber varios cargos o funciones que se deciden por

votación de quienes la integran. Dichos cargos no implican mando alguno ni


jerarquía, sólo funciones específicas que garantizan el adecuado desarrollo de las
reuniones de trabajo.

97
LA FLAMA PARPADEA

Por estas y otras muchas razones, se le coloca en el


centro del universo, simbolizado por el Ara 5. Es muy significativo
que sobre él se coloquen las otras dos luces de la masonería,
indicando la forma en que debe ser leído e interpretado. Y más
significativo aún el que la escuadra y el compás 6 formen
invariablemente la letra alfa, significando que el libro de la ley es
el principio de todas las cosas y que el Gran Arquitecto es como
es y las cosas serán como tienen que ser.
Nosotros mismos, Queridos Hermanos, llevamos en
nuestro interior el Alfa y el Omega, en forma de una piedra que
empezamos a tallar hace algún tiempo con la esperanza de
transformarla en una piedra cúbica, perfecta para mayor Gloria
del Gran Arquitecto del Universo.
Queridos Hermanos, la masonería es justa. En una de
nuestras ceremonias, se explica a un profano que es libre de creer
o no creer. Y en las luchas religiosas a través de los siglos,
muchos hombres han dado su vida por el derecho de creer. Pero
otros hombres igualmente sinceros han muerto por el derecho de
no creer. Yo sólo puedo decirles que después de estudiar muy
someramente la historia de las religiones, una vieja frase empieza
a tener otro sentido para mí: “Paz en la Tierra a los hombres de
buena voluntad.”

Maestro Masón,
Félix Hompanera Beamonte (1937–1999)

5 La palabra viene de los vocablos latinos ara o araus, que se traducen como
altar o piedra de sacrificios. Dentro del sistema masónico, la palabra Ara se
refiere al Altar o Alta-Ara, de Altus o Altura, que constituye el sitio sagrado
que se destina al ejercicio de algunas ceremonias, como la de prestar los
juramentos, depositar ofrendas, ofrecer libaciones, ejecutar sacrificios y quemar
inciensos.
6 La escuadra y el compás con la letra “G” en medio, conforman el símbolo

masónico más reconocido a nivel mundial. El simbolismo de ambas


herramientas puede ser diverso y muy profundo, pero en términos generales la
escuadra es símbolo de virtud y el compás representa los límites con los que
debe mantenerse cualquier masón con respecto a los demás.

98
A los pies de
Nuestra Señora
Noviembre de 1984

También, a mi compañera, que aportó sin saberlo,


buena parte de la luz que hay en mi alma.
Fulcanelli escribió dos libros maravillosos: “El misterio de las
catedrales” y “Las moradas filosofales”. Son libros destinados
únicamente a aquellos que poseen la capacidad para comprender
su sentido oculto. En ellos se revela todo lo que es permitido
decir acerca de los secretos de la Gran Obra 1, que están escritos
desde hace siglos en la piedra de las catedrales góticas consagradas
a Nuestra Señora.
En mi opinión, la obra de Fulcanelli deja un hueco
enorme que despertó mi inquietud, porque la alquimia es tan
sólo uno de los muchos caminos que conducen al Gran
Arquitecto 2. Existen, además, otros senderos, y uno de ellos es el
que me atrevo a señalar en estas páginas, bebiendo en la misma
fuente que Fulcanelli: las catedrales góticas. Ambos caminos no
son sendas diferentes, sino dos aspectos de la misma cosa, tan
necesarios y tan válidos como los dos lados de un rostro.
Como no he estado nunca en una catedral gótica, ofrezco
a mis Hermanos la compilación de una extensa bibliografía y el
resultado del examen de una buena cantidad de material gráfico,
junto con algunas reflexiones personales.
Fraternalmente, vuestro.

1 “Gran Obra” es un término usado por los alquimistas que ha sido utilizado a lo
largo del tiempo para describir la transmutación personal y espiritual. Carl G.
Jung afirmó que la Gran Obra, también conocida como “Opus Magnum”, “tenía
como finalidad tanto la liberación del alma humana como la curación del
cosmos. Lo que los alquimistas llamaban materia era en realidad el sí mismo”.
2 “Gran Arquitecto del Universo” es el nombre simbólico con el que suelen

referirse al Creador en la masonería y otras órdenes secretas.


“Para el mundo sólo existe un problema, uno sólo: dar a
los hombres un significado espiritual, inquietudes
espirituales, hacer que caiga sobre ellos algo que asemeje a
un canto gregoriano…”
Saint-Exupéry

E
xistieron antes de la historia hombres que poseían un
conocimiento supremo en lo que concierne a la
naturaleza, la tierra, el cielo y el hombre. Con el tiempo,
sus herederos poblaron las orillas del río más largo del mundo, al
que los griegos denominaron Neilos, y que va a desembocar en el
mar interior al que los romanos llamaron Mare Nostrum. Se
ignora la procedencia del nombre griego del gran río, pues para el
pueblo que vivía en sus riberas era simplemente “El Río”. Para los
hombres de nuestra época, es el Nilo.
Esa estrecha franja de tierra fértil, circundada por las
candentes arenas del desierto, conoció en el tiempo que llamamos
impropiamente Historia Antigua, el desordenado galope de los
jinetes sirios, vio las apretadas filas erizadas de largas lanzas de las
falanges de Alejandro, fue testigo de la saga del pueblo hebreo y
se estremeció con el paso firme y desdeñoso de las legiones
romanas.
Sin embargo, aunque Egipto fue ocupado varias veces a
lo largo de su historia, nunca fue sometido, al contrario: su
religión y su cultura absorbieron de tal modo a sus presuntos
conquistadores, que las incorporaron a sus propias creencias, y
con otras imágenes y con otros nombres las trasladaron a lugares
lejanos.
En nuestros días, son muchos los que después de haber
convertido el viaje a Egipto en un retorno hacia el origen, le
consideran como la madre de todas las búsquedas de lo sagrado
del mundo occidental.
Si nos remontamos en la historia hacia tiempos
pretéritos, podemos notar que existe una cadena de ideas y de
conocimientos que parte del antiguo Egipto hasta la Edad Media,

101
LA FLAMA PARPADEA

y en ella advertimos cómo se va transformando una tradición


cuyo espíritu es la sabiduría inmortal: lo absoluto, que adquiere a
su paso por los siglos y los diferentes pueblos el rostro y la forma
de las diversas tradiciones. Y aunque la sabiduría no pertenece a
nadie ni a una época determinada, gracias a esa cadena pueden
establecerse las bases que hacen del simbolismo occidental un
todo armonioso y bello.
Los padres de nuestra cultura, griegos y latinos, beben en
la misma fuente. Y antes que ellos, Moisés, profundo conocedor
de los ritos egipcios, huye con sus hebreos y les proporciona,
además de las tablas de la ley, una fisonomía propia como pueblo
y una civilización que no tenían. A través de los siglos, el
judaísmo, que incorporó muchas de las tradiciones egipcias,
sobrevivió a todas sus vicisitudes, hasta el punto de que el
cristianismo pudo formarse a partir de él y propagarse hasta los
confines del imperio romano.
Hacia el final de la Edad de Bronce, Europa disfrutaba de
un largo y raro periodo de paz, hasta que empezaron a moverse
masas de guerreros. Se trataba de los celtas, que avanzaron y
retrocedieron en su cambiante fortuna. Saquearon Roma y
Delfos, y llegaron a regiones tan remotas, dada la época, como
Irlanda, España y el Asia Menor.
No eran sedentarios, siempre estaban en movimiento. Su
gran curiosidad y su capacidad de adaptación, les permitieron
asimilar muchos elementos importantes de las culturas
mediterráneas con las que estuvieron en contacto.
Posteriormente, llevaron consigo estos elementos de culturas
superiores hasta sus lugares de origen escondidos en la
profundidad de los bosques, pantanos y lagos del norte de
Europa. Así fue como llegó a las brumosas aguas del Atlántico
septentrional y a las islas perdidas entre las frías nieblas, la llama
vacilante de la antorcha de las antiguas civilizaciones.
Una rama de los antiguos pueblos celtas eran los galos,
que se establecieron en lo que hoy conocemos como Francia,
Países Bajos y parte de Alemania. Gracias a los romanos, sabemos
que divinizaban los bosques y que conferían carácter sagrado a
manantiales y ríos. El contacto físico con robles y encinas de los

102
A LOS PIES DE NUESTRA SEÑORA

que extraían energía, les infundía valor y fuerza. Entre ellos, el


oficio de herrero era el más destacado por su relación con el
fuego constructivo y con la espada. Al hacha y al mazo les
otorgaban una condición sagrada y mágica.
Resulta difícil encontrar el origen de sus dioses. Algunos
son netamente indoeuropeos, como Lug, pero otros fueron
tomados de otros pueblos. Más tarde, además de sus dioses,
adoraron a los que introdujeron los romanos.
Entre galos y británicos, los sacerdotes celtas eran los
druidas. La palabra druida proviene de voces célticas, sobre cuya
etimología no se han puesto de acuerdo los eruditos. Lo que sí es
un hecho es que su origen es desconocido y sólo vivieron en las
islas británicas y en la Galia Transalpina. En la Galia se
introdujeron en el siglo VII a.C. con los cimros (cimerios).
Los druidas proporcionaron a la religión gala y britana,
un idealismo y un carácter más elevado del que poseían los demás
pueblos celtas. Creían en un dios único y en la Trinidad, así
como en la resurrección y en la inmortalidad del alma. Tenían ya
antes del cristianismo, la idea de una tierra nutricia asociada a la
de una Diosa, virgen y madre al mismo tiempo, que daría a luz un
dios encarnado. Estas diosas-madre eran protectoras tutelares de
sus pueblos y son las mismas que aparecían en la Edad Media
como Vírgenes Negras.
En cuanto a la sacralización de la naturaleza, es probable
que hubieran descubierto la forma que permitiera al hombre
comunicarse y servirse de ella en beneficio propio. Poseían,
además, nociones de astronomía y conocimiento del movimiento
y posición de los astros observables a simple vista. Sabían que el
desplazamiento de la Luna genera el cómputo de una unidad de
tiempo: el mes, y que la rotación terrestre genera una más, que es
el día. En consecuencia, su año tenía un carácter ritual, dividido
en dos estaciones, y contaban el tiempo por noches y no por días.
El muérdago, unido a la encina que era su árbol sagrado
por excelencia, se tenía considerado como sembrado por una
mano divina, y con su verdor perenne simbolizaba la inmortalidad
del alma.

103
LA FLAMA PARPADEA

Los templos en que guardaban y mantenían el fuego


sagrado estaban situados en la cumbre de colinas no muy
elevadas, o en lo más frondoso y oculto de sus bosques de
encinas. Su forma era variada: a veces circular, puesto que el
círculo era para ellos la representación del universo; otras, de
línea quebrada, imitando la forma sinuosa de la serpiente del dios
Hu, semejante a Osiris, y también en forma de cruz, puesto que
entre ellos esta figura representaba generación.
Los aspirantes al sacerdocio sufrían un largo aprendizaje y
les estaba prohibido escribir las lecciones aprendidas de boca a
oído. Las épocas de iniciación eran determinadas por el curso del
sol y su llegada al solsticio y el equinoccio. La iniciación se
celebraba a medianoche. El candidato era acostado en un lecho
mortuorio para simbolizar la muerte del sol. Al cabo de tres días,
se levantaba como representación de que el sol había vuelto a
nacer. Siglos después Jesucristo haría lo mismo.
Aunque los romanos fueron benévolos con galos y
britanos, persiguieron enconadamente a los druidas, que no
obstante sobrevivieron en la clandestinidad hasta, por lo menos,
el siglo VII.
Por todo lo anterior, no resulta extraño que se fusionaran
sin dificultad el cristianismo aportado por Roma y la religión
céltica en la Galia, ya que los galos vieron en él, la confirmación y
la extensión de su propia religión.
Pero sería absurdo suponer que el pueblo galo poseyera el
conocimiento y la elevación de espíritu de sus sacerdotes: ante
todo, eran guerreros y nunca lo olvidaron.
Los celtas destruyeron todo a su paso en el siglo IV,
incluyendo al imperio romano de occidente que estaba en
decadencia. El mundo occidental se hundió bruscamente en el
caos más espantoso y en la noche más densa del espíritu.
Desde el siglo IV, en que fue destruido el imperio
romano, hasta el año 1000, la Edad Media fue realmente una
época bárbara. Incluso cuando Carlomagno introdujo otra vez el
cristianismo, lo impuso con la espada, pero su intento civilizador
desapareció cuando, a su muerte, el imperio fue desmantelado y
se produjo un nuevo y mayor retroceso en la cultura.

104
A LOS PIES DE NUESTRA SEÑORA

Las poblaciones eran miserables y reinaba el hambre. No


existía la cultura y la guerra era permanente y cruel. En este caos
espantoso, algunos hombres empezaron a salvar una tradición y a
preparar la luz del espíritu.
En el siglo V, San Benito creó su orden monástica que
abrió indiscriminadamente sus puertas a todos los que de alguna
manera buscaban a Dios. Además de ser sabios, los benedictinos
trabajaban duramente con las manos. Poco a poco iban
recogiendo entre las ruinas los documentos y manuscritos
antiguos que escaparon a la destrucción y a la ignorancia. Y al
mismo tiempo que preparaban la aristocracia del trabajo,
preservaban los manuscritos en las bibliotecas que empezaban a
formarse. En ellas se estudiaban los escritos bíblicos, los textos
judíos, los filósofos griegos y latinos y los documentos iniciáticos
orientales.
Mientras reinaba el caos en el continente, una nueva
corriente de la historia se preparaba en Bretaña. Hubo en las islas
dos lugares que escaparon al yugo romano y que permanecieron al
margen de su cultura. Sólo Inglaterra y el sur de Escocia fueron
romanas. El norte de Escocia, separado por una muralla, y la isla
de Irlanda, permanecieron aisladas y sumergidas en el más puro
espíritu céltico.
Los celtas llegaron a la isla en el siglo IV a.C. La
civilización celta de Irlanda fue más pobre que la que conocieron
los galos, pero cuando se integraron al cristianismo, los irlandeses
aportaron una tradición celta que había permanecido intacta.
El cristianismo penetró en Irlanda de la mano de San
Patricio, que era hijo de un decurión romano, y fue una figura
extraordinaria de su época que quedó ligada eternamente al
nombre de Irlanda. Le sucedió San Columbano, que fue quien
difundió la iglesia céltica fuera de Irlanda.
En el siglo VI desembarcaron en el continente misioneros
irlandeses, y desde finales del mismo siglo, San Columbano se
relacionó estrechamente con el papa benedictino San Gregorio
Magno. Gracias a su cultura y a su apertura de espíritu, los
benedictinos sacaron provecho de las enseñanzas de los monjes

105
LA FLAMA PARPADEA

irlandeses. Es entonces cuando se crean y difunden el ritual y los


cantos gregorianos.
En el siglo XI, San Benito de Aniano reformó la orden
benedictina y se llevó a cabo la fusión completa con los monjes
irlandeses. Este movimiento permitiría más tarde la creación de
Cluny y el desarrollo prodigioso de esta orden que fundaría en el
año 1128 la orden mística y caballeresca de los Caballeros del
Temple por conducto de San Bernardo.
Nacido en 1090, San Bernardo, místico, teólogo y
hombre de estado, promovió con su inteligencia y su autoridad el
culto mariano. En su época no fue normal u ortodoxa la
instalación de este culto. No fue fácil.
Sin embargo, cuando fue aceptado, las personas no
invocaban con cualquier nombre a la madre de Dios. La llamaban
Nuestra Señora, término poco utilizado antes de San Bernardo.
Este nombre abarca una veneración extensa: es el culto a la virgen
María, a la Tierra-Madre de los celtas y el de Señora, la mujer
sagrada y simbólica. Nuestra Señora, que también lo es de los
iniciados, de los templarios, de los grandes artesanos y de los
alquimistas.
La Orden del Temple apareció en 1128, y en 1130
explotó repentinamente el arte gótico. Entre los años 1150 y
1250, más de 150 edificios fueron puestos en obra; la mayoría de
ellos, dedicados al culto cristiano. Entre todos estos edificios
destaca una serie de catedrales construidas en Francia,
consagradas todas ellas al culto a Nuestra Señora. Son
exactamente trece las Notre Dame, y es exclusivamente a ellas a
las que me refiero en este modesto trabajo.
Se ha dicho que la fe elevó las catedrales, pero hizo falta
mucho más que fe para elevar las piedras con la sola fuerza de los
brazos a alturas increíbles y para equilibrar las bóvedas. Estos
edificios han soportado durante siglos los deterioros del tiempo y
el salvajismo del hombre, lo que implica que, además de la fe, sus
construcciones también poseían tecnología.
Hoy suelen admirarse estas obras por su valor estético,
pero sus autores no pensaron en el arte al construirlas: son ante
todo construcciones útiles, y su utilidad va más allá del culto. Sus

106
A LOS PIES DE NUESTRA SEÑORA

dimensiones y la forma de su ojiva no son solamente estéticas:


eran necesarias así. Todo, hasta el más pequeño detalle, indica
que fueron construidas para tener un efecto sobre el hombre.
¿Quiénes eran, o mejor dicho, qué eran los hombres que
las concibieron y construyeron? Los monjes de San Benito eran
constructores y agricultores por excelencia, y esto se debe a su
misma regla. Una buena parte de sus miembros eran albañiles,
talladores de piedra y carpinteros que fueron encaminándose a la
arquitectura, mientras que los monjes agricultores se orientaban
hacia la erudición y a la alquimia. En la Orden también había
muchos músicos, lo que es una forma de “religión” muy próxima
al arte arquitectónico. Estos hombres animaron los siglos de las
catedrales, donde reinaba y se vivía un sentido de lo sagrado no
igualado en la historia del cristianismo. Ellos recogieron la
sabiduría dispersa por Europa y muy pronto aprovecharían una
nueva fuente que afirmaría y acrecentaría su saber.
Cuando los árabes penetraron en España, llevaron con
ellos todo el arte, la ciencia y la filosofía de Oriente; la astrología,
las matemáticas y la medicina. La civilización y la paz van detrás
de los alfanjes. Los benedictinos predican desde el púlpito la
guerra contra los infieles, pero entre los monasterios y las
universidades árabes se establece una corriente secreta de
comunicación. Es en esos días cuando aparece la Cábala y muchas
comunidades cristianas se adhieren al gnosticismo, una forma de
religión que fue condenada por herética en los primeros concilios.
Recordemos por ejemplo la vida novelesca y los hechos
asombrosos de Gerberto, un monje benedictino que llegó a papa
con el nombre de Silvestre II. Entre otras cosas, este alquimista
francés asimiló en el siglo X los secretos de la ciencia y la
civilización orientales. Él fue quien introdujo en Europa el
álgebra y las cifras arábigas que sustituyeron a las romanas con la
consiguiente facilidad de cálculo y la posibilidad de usar el cero,
con todas las revolucionarias aplicaciones matemáticas que
originó.
Se dice que estos hombres eran iniciados y aquí surge la
pregunta: ¿Iniciados en qué? Vale la pena tratar de responder.

107
LA FLAMA PARPADEA

Para acercarse a la tradición y sus formas de transmisión,


hay que recurrir necesariamente a la predisposición provocada por
una ceremonia de iniciación. Etimológicamente, la palabra
iniciación indica a aquel que se interna en el camino y no como
se cree comúnmente a aquel que sabe. La palabra procede del
latín initium, comienzo. El iniciado no es el que sabe, sino el que
empieza, el que puede llegar a tenerlo, y para ello se esforzaban
aquellos hombres. Así que no debiera extrañarnos que el bastón
de Gran Maestre del Temple 3 fuera el abacus, el cual era entre los
constructores el bastón de Magister.
Uno de los problemas de nuestra época es que el trabajo
se ha convertido en un medio para ganar dinero, privándolo de
todo su valor, y al obrero de su dignidad de hombre y del
provecho íntimo y personal de su esfuerzo. El artesano de la Edad
Media dejaba actuar la fuerza operativa nacida del conjunto de
símbolos cuidadosamente reunidos en la obra por unos hombres
que únicamente buscaban enseñar y transmitir un gran mensaje, y
que cuando alcanzaron la belleza estética, no lo hicieron más que
por añadidura. Estos artesanos estaban reunidos en gremios cuyo
carácter iniciático es indiscutible, así como su relación con los
alquimistas.
Además de trabajar con las manos, los artesanos
aprendían a trabajar con el intelecto y con el espíritu. Aprendían
gramática, que es el arte del verbo; dialéctica, el arte de la
inteligencia; retórica, el arte de la transmisión; aritmética, el arte
de los números, y geometría, el arte de la construcción.
El obrero más simple conocía estas ciencias. ¿Cómo
ignorar que el 1 está en cuanto existe, que el 2 expresa los
aspectos opuestos de todo lo creado, que el 3 corresponde al
espíritu, que el 4 define la materia y que el 5 nos habla de la
perfección del hombre?
¿Qué tiene entonces de sorprendente que se encuentren
proporciones idénticas en las pirámides, en un templo maya, en

3 Representante de Dios en la religión del Temple. Comandante supremo y

abad general de la Orden de los Templarios.

108
A LOS PIES DE NUESTRA SEÑORA

las catedrales o en una Logia masónica 4? La ley de armonía


universal que expresan es la misma, aunque la forma de hacerlo
sea diferente. Igual que ocurre en la naturaleza, la ciencia que va
de las pirámides a las catedrales, es la misma.
Los cristianos medievales pusieron el templo de
iniciación a disposición de todos, cuando siglos anteriores era
reservado para unos cuantos. Indudablemente hay magia en las
catedrales. Son fuentes de vida donde se acude a mitigar la sed
espiritual y que fueron construidas por una fraternidad de
hombres que dejaron de pensar en el YO, para ser el
NOSOTROS.
Las catedrales son el símbolo del hombre íntegro, aquel
que ha sabido captar y recibir la luz de la estrella de cinco puntas.
Fueron edificadas con el corazón y con las manos, por el pueblo y
para el pueblo, y aunque los reyes se coronaban en ellas e iban a
visitarlas con frecuencia, eran recibidos con toda sencillez porque
no eran su pertenencia ni su obra.
Cada Notre Dame está edificada para una región y con un
propósito determinado. En Ile de France se edificaron doce; la
que hace el número trece, Nuestra Señora de la Espina, apareció
más tarde. Y cada una de ellas tiene un ritmo y un secreto
personales. Todas han sido orientadas hacia el mismo punto en el
cielo por donde se levanta el sol el día de la fiesta de un dios
antiguo al que sucedió un dios cristiano.
Al simbolismo de la luz generadora se le añadieron las
características de un lugar y la volición de sacralizarlo. El templo
puede ser comparado con el Grial que contiene las respuestas a
cualquier interrogante. Es un centro que capta y distribuye
energía cósmica. Los constructores no jugaron al aprendiz de
brujo ni disociaron la materia, sino que manejaron con respeto y
lucidez las fuerzas universales que conocían perfectamente.
El maestro de obras no hizo arte, hizo catedral.
Construyó un instrumento de acción directa sobre el hombre que

4 Se le llama Logia masónica tanto al grupo de personas que forman un cuerpo


masónico independiente, como al lugar de reunión del grupo, el cual recibe
también los nombres de Taller y de Templo masónico.

109
LA FLAMA PARPADEA

ejerce sobre él un poder de transformación, de mutación. Se trata


de una generación de energía, de sutil proyección, de una
armonía universal que anima la materia y los sentidos del
hombre.
La catedral es un instrumento musical, por lo que su
parte principal son los espacios vacíos que constituyen su caja de
resonancia. Toda la ciencia del maestro de obras ha sido
armonizar musicalmente ese vacío y la calidad, el volumen y la
tensión de la piedra que lo delimita.
Sin embargo, esto no es nuevo: milenios atrás, otros
hombres hicieron lo mismo en los mismos lugares. Los dólmenes
colocados horizontalmente corresponden a la fuerza telúrica,
mientras que los menhires colocados verticalmente apuntan hacia
la fuerza cósmica. En ocasiones aparecían juntos el transmisor y el
receptor. ¿Cuándo vibraban estas piedras?
Para que adquirieran sensibilidad, era preciso sacarlas.
Esto lo hacían con grandes hogueras desde uno o varios días antes
de las fiestas del equinoccio y del solsticio de verano, cuando la
tierra iba a dar fruto.
La piedra caliente, al estar sensibilizada, podía emitir
resonancias según su masa, su purificación y la precisión de su
ubicación. Un golpe del druida con su hoz de oro, solar por su
metal y lunar por su forma, tal vez provocaba una respuesta más
allá de las estrellas.
Ahora bien: Fulcanelli hace derivar “arte gótico” del
término “argótico”, que tiene dos significados. Uno de ellos es la
palabra argot, que designa el lenguaje especial que utilizan quienes
desean comunicarse abiertamente sin que los demás se enteren
del significado oculto detrás de sus palabras. Otro es el que define
a los que utilizan este lenguaje como descendientes herméticos de
los argonautas que navegaban en la nave Argos. Y la catedral,
como veremos más tarde, es también una nave.
La palabra “construir” poseía para los obreros medievales
un sentido más profundo del que parece tener a primera vista. Un
sinónimo de construir un edificio es el verbo edificar, y edificar se
puede aplicar a algo más que a construir un simple edificio.

110
A LOS PIES DE NUESTRA SEÑORA

“Edificar” es también dar forma al templo, según su etimología.


Pero, ¿a qué templo?
En la primera carta de San Pedro (2:4-9) podemos leer:
“Acercaos al señor Jesús, la piedra viva rechazada por los
hombres, pero escogida y preciosa a los ojos de Dios: porque
vosotros también sois piedras vivas que vais entrando en la
edificación del templo espiritual…”
Tanto el término corazón como la noción de un templo,
parecen referirse al hombre interior, al centro del hombre, a lo
que lo asemeja a su creador, al significado de la palabra griega
pneuma, espíritu, es decir: la quinta esencia del ser humano.
Karl Von Eckartshausen ilustra la idea con asombrosa
claridad: “El hombre antes de la caída era el templo viviente de la
humanidad, y a partir del momento en que ese templo fue
devastado, el plan para reconstruirlo fue proyectado por la
sabiduría de Dios.” El trabajo de reconstrucción de este templo es
el de la reedificación del hombre primordial. Hay que edificar al
hombre como era antes de la caída.
Bajo esta línea de pensamiento se puede decir que la
edificación del templo cristiano es la construcción del templo de
Cristo, del que Él es la piedra fundamental. Los obreros
medievales llevaban a cabo esta doble edificación: en su cámara
oculta y con las manos.
La construcción de cada catedral tomó un buen número
de años y durante ese tiempo se originaron gastos considerables.
Sin embargo, las catedrales se edificaron casi todas ellas en
ciudades pobres, casi miserables, que contrastan notablemente
con la magnificencia de la obra. El hombre de la Edad Media no
hacía nada sin tener un buen motivo. Entonces, ¿por qué se
edificaron precisamente ahí? Intentemos hallar una respuesta.
Existen lugares en el planeta en que la tierra da sin
medida, como una madre generosa, permitiendo desarrollar en el
hombre el sentido de lo divino despertando sus facultades
espirituales. Son sitios donde alguna fuerza física desconocida
opera sobre el cuerpo y una acción bienhechora sobre el alma.
Los antiguos conocían bien estos lugares, y son sus huellas,

111
LA FLAMA PARPADEA

dólmenes, menhires o restos de viejos templos los que buscan los


constructores de las catedrales para erigir sobre ellos sus edificios.
Los lugares a los que me refiero pueden ser designados
de muchas maneras, pero su nombre en gaélico era “Wouivre”,
como las serpientes, y en ellos se manifiesta el efecto de
corrientes subterráneas que nosotros llamamos fuerzas telúricas.
Estas corrientes que serpentean bajo la tierra son la manifestación
misma de la vida, una especie de corriente sanguínea que la anima
y la fertiliza.
Los geólogos explican que el interior del planeta está
formado por un núcleo de materias densas que gravita en sentido
contrario al del movimiento terrestre. Esta gravitación provoca
diferencias de presión contra las desigualdades de la corteza
exterior, que son equilibradas por una resistencia inversa de la
Tierra, cuya revolución es en el mismo sentido de los planetas.
Estas fuerzas en movimiento, cuyos efectos se
manifiestan vertical u horizontalmente, provocan una energía y
una electricidad estática que afloran en algunos puntos de la
corteza terrestre, siendo conducida en ocasiones por las corrientes
de agua subterráneas.
Con este mismo nombre, Wouivres, se designaba a las
corrientes que ahora llamaríamos cósmicas o magnéticas, que los
antiguos representaban con serpientes aladas y a veces con
pájaros.
Hay lugares donde a causa de sus naturalezas, se juntan
los dos tipos de corrientes: las telúricas y las magnéticas, que son
sitios especialmente pródigos y fecundos con las plantas y con los
hombres. Los parajes donde estas corrientes eran particularmente
activas, eran marcados y fijados con piedras: unas enhiestas,
menhires, para recoger las corrientes del cielo, y otras
horizontales, dólmenes, para aprovechar las corrientes de la tierra.
Fue en esta clase de lugares donde se edificaron las catedrales.
En estos sitios, los celtas rendían culto a la Diosa-Tierra
en dólmenes o en grutas, así como a algunas fuentes que existían
ahí, cuyas aguas poseían efectos benéficos en las que
normalmente se perforaba un pozo: un pozo céltico, rectangular,
para aprovechar el agua de la fuente. Los druidas practicaban en

112
A LOS PIES DE NUESTRA SEÑORA

estos lugares una especie de bautismo con agua, como parte de


un ritual de iniciación. Y todo ello en un bosque tan espeso que
no dejaba pasar la luz del sol: senda cubierta, antecesora del
dolmen.
Los druidas conocían la vida secreta, las fuerzas ocultas,
en una palabra: la magia de la Naturaleza. Y los lugares donde
aparecieron siglos más tarde las Vírgenes Negras parecen
confirmar que benedictinos y cistercienses fueron los
continuadores de los druidas, cuya ciencia naturalista fue
encontrada, comprendida y practicada.
En estos parajes frecuentados por los celtas, aparecen
misteriosamente las Vírgenes Negras. Son imágenes de madera
negra, todas de la misma época en que se construyeron las
catedrales: siglos XI, XII y algunas del XIII. Son siempre
mayestáticas. La madre sentada con la espalda recta y con el niño
sentado sobre el regazo que aparece realmente como el fruto de
sus entrañas. Medían 70 centímetros de alto, 30 centímetros de
ancho en la base y 30 centímetros de profundidad; 3 y 7,
números mágicos que pueden conducirnos a la Unidad y a la
Trinidad.
Los celtas tenían a la diosa Dana, Diosa-Tierra, llamada a
veces Ana, que cuando llega al cristianismo se transforma en
santa Ana. A su vez, María es la Diosa-Madre, la Diosa-Tierra.
El mito solar es evidente y hace recordar que Isis, diosa
egipcia de la naturaleza, es al mismo tiempo virgen y madre que
se hará fecundar de un modo sobrenatural para engendrar a un
Dios-Hijo vivo, estableciendo así la relación entre la Diosa-Tierra
de los celtas y la Virgen de los evangelios. Siempre la tierra virgen
maridada con el sol que dará a luz un dios vivo. Todo, junto a un
pozo. Recordemos que en lengua semita María es Myriam, y que
iam es el vocablo con que se designa al agua, el agua primordial,
el caos de los orígenes.
La Virgen Negra con el tiempo será patrona de los
marinos, de los navegantes. Los alquimistas y los iniciados ya
hemos visto que se autonombraban navegantes o viajeros y que
designaban a su obra como travesía o viaje. El propio San
Bernardo llama a la Virgen, Stella Maris: estrella de mar.

113
LA FLAMA PARPADEA

Las catedrales se edificaron sobre un elemento de


religión céltica cristianizada: sobre la cripta donde fue hallada la
Virgen Negra y sobre el pozo sagrado de aguas consideradas
milagrosas.
La Virgen Negra permaneció para su adoración en la
cripta o gruta donde se le halló originalmente: un lugar
subterráneo, un elemento oscuro y oculto en el seno de la tierra.
Cripta, gruta, pero también pozo sagrado, tumba y, ¿por qué no?,
cámara secreta. Esta oscuridad no era símbolo de muerte. Las
Vírgenes Negras eran sinónimo de vida, de fecundidad, de
fertilidad, y las velas que alumbraban la gruta hablan de la
regeneración constante por el fuego, por la luz, por el espíritu
universal.
La senda celta cubierta de árboles que conducía al centro
sagrado fue respetada en las catedrales en forma de galerías que
conducen al pozo, a la antigua estancia dolménica.
Por otra parte, el negro es un color simbólico, y no sólo
en la alquimia. En los viejos textos alquímicos se designa la
materia prima que el alquimista considera como la propia
naturaleza femenina, como la materia fundamental que ha de
buscar en el “sexo de Isis”, en el seno de la tierra. Y la presencia
de la Virgen Negra en una cripta parece expresar la misma idea.
No era sin un buen motivo que las peregrinaciones a
lugares santos se hicieran en aquella época con los pies descalzos.
Era, sí, para captar las acciones benéficas que fluían de la tierra en
aquellos parajes. También los primeros peregrinos subían una
colina arbolada para llegar al templo y en sus profundidades iban
a postrarse a los pies de una Virgen Negra. No sabían que tan
sólo seguían la huella que muchas generaciones habían recorrido
ya a la gruta donde reinaba una Virgen Madre que tal vez había
tenido el nombre de Isis, Deméter, Dana o Belísima…
Las catedrales fueron concebidas como instrumentos
musicales perfectos capaces de transmitir plegarias y ritos. Para
lograrlo, fue necesario colocar todo el conjunto en armonía con
los planetas y las estrellas. Igual que las viejas piedras de los
druidas, los templos se orientaron de acuerdo a necesidades
astronómicas y astrológicas, y fueron situados sobre puntos

114
A LOS PIES DE NUESTRA SEÑORA

energéticos en la superficie de la tierra y bajo la influencia de la


energía que llega al cielo.
Los hombres que planearon la construcción de las
catedrales no se conformaron sólo con eso. Si unimos en el mapa
algunas de las trece Notre Dame, podemos observar cómo se
reproduce en la Tierra el trazo de la constelación de Virgo, tal
como aparece en el cielo. Y cuando la constelación de Virgo se
halla a mediados de agosto sobre las Notre Dame, Santiago de
Compostela, construida dos siglos antes por maestros franceses,
se encuentra al término de la Vía Láctea bajo la constelación del
Gran Can, con su estrella Sothis o Sirio.
En la predicación que la leyenda atribuye a Santiago, éste
es acompañado por un perro: perro que en forma de lobo es hasta
nuestros días el emblema de uno de los gremios de constructores.
En Irlanda, la Vía Láctea era llamada “el arcoíris de Lug”. Y
“Lug” en celta significa también lobo.
La cadena simbólica que habla de las estrellas es muy
antigua. La Biblia nos cuenta cómo tres magos, tres adeptos
caldeos, van en busca del conocimiento. Una noche, sus ojos
preparados para ver, distinguen la pequeña luz de una estrella en
particular, no vacilan en seguirla durante un largo viaje y la
estrella les conduce directamente al conocimiento del verdadero
Dios. Pues bien, esta estrella está claramente marcada en las
catedrales por la presencia del gran rosetón.
En cada catedral hay dos datos básicos en torno a los
cuales se traza el plano: son el centro religioso y el centro
sagrado. El centro sagrado se encuentra en el coro y se orienta
hacia el orto del sol. Más adelante volveremos sobre este tema.
La tradición dice que la luz viene de Oriente y que por
eso los templos están orientados hacia ese punto cardinal. Vale la
pena aclarar esta afirmación que suele aceptarse sin profundizar
en ella.
La Tierra gira de oeste a este, por lo que el sol y las
estrellas, inmóviles respecto a ella, giran al revés: de este a oeste.
En tanto, la Tierra gira acompañada de su capa de aire, pero hay
otra cosa invisible que no gira con ella: es el medio en que están
inmersos los mundos, lo que los griegos llamaban Éter, los

115
LA FLAMA PARPADEA

alquimistas Spiritus Mundi y los galos Wouivre Alada, la gran


serpiente celeste. El éter, supuestamente inmóvil, está animado
por un movimiento contrario al de la Tierra: de este a oeste. Se
trata de una corriente vital, tan necesaria a la vida como
cualquiera de los otros cuatro elementos y que ejerce una fuerte
influencia sobre la evolución de los seres y las cosas.
Las grandes migraciones humanas siempre se han
producido en el hemisferio norte, en su misma dirección: hacia el
oeste. Pero el hombre que ha llegado a cierta fase no sigue la
corriente: da la vuelta y se encara con ella para impregnarse y
recibir mejor ese don maravilloso. El hombre, para recibirla,
separa los brazos con las palmas abiertas. Así lo hace el sacerdote
en el culto cristiano, de cara a Oriente, y en la antigüedad así se
colocaban los fieles, de pie y descalzos, para captar las dos
corrientes: la cósmica y la subterránea. Esta es una de las razones
por las que los templos fueron orientados y dirigidos hacia
Oriente, en el sentido de la Wouivre Alada.
El papa Pío XI decía: “El universo está tan lleno de
poesía, porque una matemática divina y una divina combinación
de números dirige sus movimientos.” En los templos egipcios, en
los griegos, en los mayas y en las catedrales cristianas, en todos
encontramos la proporción del número áureo y la presencia de la
misma proporción divina que hace de cada edificio un templo
viviente. Se trata de la perpetuación de secretos técnicos, pero
ante todo, es una afirmación de la existencia de una línea
ininterrumpida de hombres tan unidos como los dedos de una
mano por un triple lazo: humano, técnico y simbólico que
perdura hasta nuestros días. Humano, porque han vivido en todas
las épocas una cálida fraternidad colectiva; técnico, porque los
secretos del oficio se transmitieron de generación en generación a
través del tiempo y la distancia, y simbólico, porque se
conservaron idénticos el espíritu de su mensaje y el profundo
significado de su trabajo. Cualquiera de ellos habría podido
entablar un diálogo en cualquier época, sin importar las
diferencias de idioma.
Ya hemos visto que se ha decidido situar la catedral en el
lugar que es un don de la tierra y el cielo. Luego vendrán los

116
A LOS PIES DE NUESTRA SEÑORA

hombres que han de darle vida: el inspirado por Dios que


consagra la obra en lengua sagrada, esotérica, como el reflejo del
verbo. Otro, es el sabio que transforma en números las letras de
las palabras de la consagración: da el número del lugar, la medida,
la relación con el mundo. El tercero es el maestro de obras. Para
él los números son curvas de piedra, figuras, proporciones, pesos,
arranques de ojivas, luces y sombras. Cada uno de ellos tiene su
cometido y los tres son necesarios.
Casi todo el simbolismo reposa en números que los
estructuran. Mediante la transposición, la suma de los valores
atribuidos a cada letra se convierte en números que darán a la
catedral un propósito y propiedades definidas. Se trata de una
antiquísima ciencia, hoy perdida, llamada onomancia, que
relaciona las palabras con los números. La cruz templaria podría
ser un ejemplo simplificado de dicha ciencia.
El maestro de obras conocía su número, sus ritmos y
sabía lo que iba a engendrar con ellos. Después de abrir el
corazón, se abría la conciencia. No bastaba el sentimiento, era
necesario unirlo al conocimiento. Así, cuando la piedra habla, la
materia se convierte en espíritu y el hombre se transforma con la
catedral en una sola carne y sobreviene la comunión, la común
unión, con lo que representa la catedral.
La armonía lograda se acerca tanto a la perfección, que el
codo o medida empleado en la construcción del edificio guarda
una estrecha relación con el grado de latitud del lugar elegido,
vinculando de esta manera la armonía del momento a la del lugar
terrestre donde fue erigido.
Esto implica conocimientos profundos de astronomía y
que las claves de un poder oculto, no perdido, llegaron a manos
de los constructores de las catedrales. Dados los conocimientos
oficiales de la época, el maestro de obras no pudo medirlo. Tuvo
que deducirlo de datos y procedimientos que le fueron
transmitidos.
Hemos podido percatarnos de que un templo no se
construye como cualquier edificio. Primero, se designa el lugar
por sus cualidades divinas. Alguien, inspirado por Dios, lo
consagra mediante una fórmula en una lengua sagrada, cuyas

117
LA FLAMA PARPADEA

letras son transformadas en números. Dichos números y la


relación que existe entre ellos determinan, entre otras cosas, el
área que ocupará el recinto sagrado.
De la relación entre los astros y el lugar sacralizado de
una fecha determinada, un hombre sabio deduce la medida que se
utilizará en la construcción. La medida, la orientación y los
números, son entregados al maestro de obras que elige la materia
prima, que es la piedra, y determina la arquitectura del
monumento.
Luego, con la ayuda de un croquis, el maestro de obras
traza el verdadero plano sobre el terreno con la medida que le fue
entregada y con un simple cordel. No necesita más, puesto que
no se llegaba a la maestría sin una iniciación que no era tan sólo
de oficio.
La unidad del monumento y su acción sobre los hombres
dependen de la consagración y la medida que se deriva de ella;
una medida capaz de integrar al hombre con el universo. ¿Qué
clase de medida puede ser esa?
La Biblia nos dice que Salomón era un hombre sabio que
podía interpretar las sagradas escrituras. Y sin duda fue así, puesto
que proporciona a Hiram Abiff las medidas y el plano del templo.
Pero, ¿de dónde procedía su conocimiento?
Las escrituras también dicen que hay una parte de la
revelación divina en el Sinaí que Moisés no debe revelar: IV
Esdras XVI: 3-6. “Y le ordené: Estas palabras decláralas; estas
otras, escóndelas.”
Los diez mandamientos nunca fueron un secreto; al
contrario, desde un principio fueron divulgados. Para esto, no
valía la pena que los hebreos tomaran tantas precauciones para
custodiar el Arca 5. Las tablas eran sagradas, puesto que venían de
Dios y únicamente el gran sacerdote tenía acceso a ellas una vez al
año.

5 Según narra el libro del Éxodo de la Biblia, el Arca era un cofre que contenía
las tablas de la ley: tablas de piedra en las cuales figuraban inscritos los diez
mandamientos que Dios entregó a Moisés en el monte Sinaí.

118
A LOS PIES DE NUESTRA SEÑORA

“He hecho todo con número, medida y con peso”,


exclama Dios en el Génesis. La ley divina es la del número, la
medida y el peso con lo que todo fue hecho. Tal vez estas eran las
tablas que contenía el Arca. Poseer estas tablas sería tanto como
tener acceso al conocimiento de la ley que rige el universo, de
remontar los efectos a las causas y, por lo tanto, de actuar sobre
las mismas causas. El vulgo diría que esto es magia…
Nabucodonosor toma Jerusalén e incendia el templo en
el 587 a.C. Las tablas y el Arca desaparecen desde ese momento.
¿Quién puede decir si no fueron ocultadas antes de la caída de
Jerusalén, recuperadas durante las cruzadas y trasladadas a
Europa? Nunca sabremos si fue así, pero el conocimiento y la
sabiduría de los hombres de la Edad Media no se desarrollaron
poco a poco, sino que brotaron como una erupción incontenible
que bien pudo originarse de esta manera. Más tarde hemos de
volver a esta medida. Mientras tanto, acompañemos al maestro de
obras a trazar su croquis.
En la mayor parte de los templos románicos y en todos
los góticos, el templo adapta la forma de una cruz, estando
cortada la nave por los transeptos. Se trata de la cruz en la que
murió Jesús y sin la cual no hay resurrección: la cruz, cuya
etimología latina es crux, de la que deriva la palabra “crisol”, el
crisol de los alquimistas, el crisol de la transformación del
hombre, el de todas sus desventuras y de todas sus victorias.
La nave donde se inscribe el torso de Jesús, del torso a
los pies, es el Arca sagrada; en ella se reunirá la comunidad en su
viaje hacia la cruz. Con la apariencia de una nave volcada, traza el
conjunto de leyes que rigen lo sagrado. La cruz puede
interpretarse también como el símbolo de los cuatro elementos,
de la materia. Pero es al mismo tiempo la representación de los
cuatro evangelistas rodeando a Jesús: San Lucas, el toro; San
Mateo, el ángel; San Marcos, el león; San Juan, el águila. ¡Los
cuatro hijos de Horus protegiendo al hombre divinizado! La
esfinge de Gizeh da la misma respuesta desde hace milenios. La
cadena no se ha interrumpido.

119
LA FLAMA PARPADEA

Otra consideración importante acerca de la cruz: los


cuatro puntos cardinales sólo existen en función del quinto
elemento de la cruz, del centro inmaterial de las cuatro
direcciones del espacio, lo que origina que cada templo esté
situado en el centro del Universo, gracias a ese quinto término.
La catedral, igual que la Logia, es también el cuerpo de Cristo, y
los fieles reunidos en ella deben reflejar la armonía de la creación
en la que todo ha sido perfectamente ordenado.
El hombre, igual que el templo, está construido de
acuerdo a la proporción que armoniza la naturaleza. La cruz es
también el plano del hombre. ¿Acaso no es su cuerpo la viva
imagen de los cuatro elementos? La cabeza es el fuego que se
eleva a las alturas y da vida a todo lo que toca; el pecho es el aire,
el soplo de la creación; el vientre es el agua, y las piernas le
soportan sobre la tierra.
La catedral no tiene solamente forma de cruz, sino que
gracias al deambulatorio semicircular que rodea el coro,
reproduce la cruz provista de asa; en “Ankh”, la cruz egipcia, la
cruz de la vida. El deambulatorio se recorre a lo largo y a lo ancho
de la nave, realizando un viaje alrededor del centro en el sentido
del sol, de oriente a occidente, igual que en las religiones
antiguas.
Los obreros de la Edad Media escondían mucho de su
conocimiento a la vista de todo el mundo, como en el pasatiempo
infantil de la oca o en adivinanzas que han llegado hasta nuestros
días. Una de estas adivinanzas dice así: “Tres tablas portaron el
Grial: una es redonda, la otra cuadrada y la tercera rectangular:
tienen la misma superficie y su número es 21.”
En la catedral, estas tablas no se ven como tales y sin
embargo existen. La catedral fue construida para actuar sobre el
hombre y es, como decía San Bernardo, un medio. Así que la
mención de Grial por su relación con la piedra, debería hacernos
pensar que el acertijo guarda un secreto.
Aunque el origen del Grial es muy antiguo, el vocablo es
céltico. Según su etimología, el Grial puede ser el vaso donde el
alquimista hace la piedra filosofal, e incluso, la piedra misma. De
acuerdo a los viejos textos, la alquimia concentra la energía vital

120
A LOS PIES DE NUESTRA SEÑORA

del universo que propicia la vida, fijándola sobre un soporte que


es la piedra filosofal. La piedra, así impregnada, gozaría de una
fuerza fabulosa que permitiría realizar rápidamente sobre las cosas
una acción que tomaría siglos a la naturaleza poder consumarla.
Conforme a la leyenda, el Grial habría sido tallado en la
esmeralda que adornaba la frente de Lucifer y que éste habría
perdido sobre la Tierra cuando fue expulsado del cielo. En esta
copa o vaso habría recogido José de Arimatea la sangre de Jesús
durante la crucifixión y sería el mismo que habría sido utilizado
en la última cena. Se trata de un vaso que contuvo dos veces la
sangre divina: una transmutada y otra directamente recogida.
Recordemos la frase sacramental: “Bebed, esta es mi sangre…”
Supongamos por un momento que el hombre pudiera ser
colocado en un estado de transmutación tan elevado que en cierto
modo se convierta él mismo en Grial o en su contenido. De ser
así, se le ofrecerían tres caminos para facilitar su mutación y que
estarían representados por las tres tablas: la cuadrada, la redonda
y la rectangular, que a su vez serían el emblema de tres facultades:
intuición, inteligencia y misticismo.
La búsqueda del Grial, divulgada por la leyenda de los
caballeros del Rey Arturo, es la búsqueda de cada hombre,
siempre que haga de su vida la aventura del espíritu.
Las tres tablas están centradas en el eje de la catedral y
ocupan solamente espacios que pueden ser recorridos
enteramente por el hombre. La tabla redonda está en la nave, la
cuadrada en el crucero y la rectangular en el coro. Las tres están
en áreas huecas de toda construcción y situadas bajo la bóveda
central. Sobre la tabla redonda ha sido trazado un laberinto.
Las danzas en forma de círculo son muy antiguas y
muchas de ellas han prevalecido hasta nuestros días gracias al
folklore. En la Edad Media se danzaba sobre el laberinto de las
catedrales según refieren crónicas antiguas, y dichas danzas eran
conducidas por el propio obispo. No existen detalles, pero tal vez
se busca un estado en el hombre que le permitiera incorporarse a
los ritmos de la naturaleza. La tabla redonda estaba representada
en el Templo de Salomón por el Mar de Bronce, y los templarios

121
LA FLAMA PARPADEA

hicieron de ella el centro de sus iglesias y sobre ellas colocaban el


altar.
La continuidad de la tradición no fue interrumpida: los
obreros medievales llamaban “Dédalo” al laberinto en recuerdo
del maestro de Cnossos que construyó el laberinto donde moraba
el Minotauro.
Por alguna razón, aun las civilizaciones más antiguas han
honrado las cosas sagradas danzando en círculo en torno a una
hoguera, un árbol o un altar. Algunos pueblos fueron más allá:
hindúes, egipcios, griegos, etcétera, formaban un círculo con una
serpiente, significando así la vida espiritual. En la Edad Media
aparece otra vez la serpiente enroscada con el nombre de
“Ouroboros”, como la renovación perpetua de la naturaleza, lo
que equivale a generación, vida. Conviene aclarar que no es el
círculo en sí mismo lo que tiene este significado, sino el círculo
en movimiento: el corro, la rueda.
En las catedrales existe un centro sagrado que
corresponde al altar, a la mesa rectangular, y un centro telúrico,
un centro de energía que corresponde a la mesa redonda, al
laberinto, en el que aflora una corriente relacionada con las
corrientes magnéticas.
El cuerpo humano posee ambas cosas: electricidad y
magnetismo. Posiblemente si se hace girar a un hombre de
manera especial en un campo magnético, podrían provocarse en
él disposiciones especiales.
El hombre se descalzaba en las catedrales durante la Edad
Media. Podría suponerse que esto era un acto de humildad, pero
la verdadera razón podría ser que sus pies descalzos debían estar
en contacto con el piso para recoger la fuerza de la “Wouivre” a
través de las losas.
La tabla cuadrada es cuanto a superficie la cuadratura de
la tabla redonda. Realizar la cuadratura del círculo, haciendo a un
lado la solución geométrica, probablemente consista en
transformar la acción instintiva de la tabla redonda en una acción
consciente y razonada. La tabla cuadrada también está
representada en el Templo de Salomón por el Sancta Sanctorum

122
A LOS PIES DE NUESTRA SEÑORA

donde se guardaba el Arca, e igualmente se halla en las torres de


las construcciones militares templarias.
Por lo que se refiere a la tabla rectangular, recordemos
que todas las iglesias cristianas tienen el altar en forma
rectangular. Por lo tanto, la tabla rectangular es una tabla mística
que cada quien debe tratar de explicarse en el silencio de su
propia cámara secreta. Es la tabla de la Cena, la tabla del supremo
sacrificio de Cristo y su promesa eterna de perdón y de ventura.
El maestro de obras unifica todos los elementos. Sabe
que la escultura, la arquitectura, los colores, los números, el
lenguaje y la música están estrechamente ligados entre sí, y que
son diferentes rostros de la verdad que él trata de expresar.
Los hombres que crearon la magnificencia del canto
gregoriano sabían que la música es algo más que el placer de los
sentidos. Sabían que la vibración está presente en toda clase de
materia, cualquiera que sea su aspecto o densidad, y que esa
vibración es discontinua. En tiempos muy remotos se aplicó este
conocimiento a la música y se creó la escala de siete tonos, que
fue olvidada y encontrada de nuevo.
Si tomamos una vibración y la dividimos en ocho partes,
encontramos que la última es igual a la primera pero con doble
número de vibraciones. A esto se le llama escala ascendente.
Entre el “do” inicial y el “do” final de la octava, las ocho partes
son desiguales porque la vibración no aumenta uniformemente.
La proporción de la frecuencia de las vibraciones se expresa así:

1-do, 9/8-re, 5/4-mi, 4/3-fa, 3/2-sol, 5/3-la, 15/8-si, 2-do.

Las diferencias entre las notas se llaman intervalos, y hay


tres clases de intervalos en la octava: 9/8, 10/9 y 16/15.
El maestro de obras empleará cuidadosamente algunas de
estas proporciones musicales en las dimensiones del plano
horizontal del edificio. En aquellas épocas no existía un sistema
internacional de medidas. ¿Cuál fue entonces la que emplearon
los constructores?
Aunque encontramos las mismas proporciones en
muchos edificios de la antigüedad construidos en distintas épocas

123
LA FLAMA PARPADEA

y en diferentes lugares, la unidad de medida utilizada en su


construcción no es la misma, lo que nos conduce a preguntarnos
si la unidad de medida fue elegida al arbitrio del maestro de obras
o si existió alguna razón para determinarla. Veamos.
Igual que en la idea religiosa, primero es el punto en el
círculo del que todo parte. En este caso, el punto es el lugar
situado sobre la gruta que alberga el pozo céltico y la Virgen
Negra, y sobre este punto será colocado el altar, la tabla
rectangular. El trazado del plano se inicia por el coro respetando
el centro sagrado de antiguas religiones: la catedral se empieza a
construir desde adentro; se construye como el hombre, de dentro
hacia fuera.
En este centro sagrado se planta verticalmente una
columna que será retirada de ahí cuando haya cumplido su
función: es una columna que se encarga de establecer la relación
entre la tierra y el cielo.
Lo más importante de la columna es su altura, que está
determinada por la transposición numérica de las palabras de la
consagración del edificio.
En el curso del año, según la posición del sol en el cenit
y la latitud del lugar donde se encuentre, variará la longitud de su
sombra. Alcanzará el mínimo en verano y el máximo en invierno.
La hipotenusa que une el extremo de la piedra con el de la
sombra, es la tercera dimensión, la unidad de medida que será
empleada en la construcción y que no puede ser igual a la de
ningún otro monumento.
El juego de sombras solares proyectado por la columna
indica dimensiones relacionadas con la proyección de las
existentes entre los astros, lo cual es la ley de los ritmos que rigen
la vida. Las cuatro estaciones desempeñan un papel importante
porque marcan los límites a la sombra proyectada durante los
solsticios y los dos equinoccios, entre la salida y la puesta del sol
en cada uno de ellos.
Además de proporcionar la medida de la vida en el lugar
elegido, la columna es un punto de mira para orientar el templo
hacia las estrellas, una referencia planetaria y zodiacal que lo

124
A LOS PIES DE NUESTRA SEÑORA

sitúan, no sólo en la Tierra, sino en completa armonía con el


universo.
La sombra de la columna causada por el sol naciente del
equinoccio, da la orientación a la tabla rectangular alrededor de la
cual se construyen el coro y el templo. El acertijo de las tres
tablas menciona que su número es 21. Pero quizá no deba leerse
21, sino 2 más 1. Un rectángulo de longitud doble a su ancho,
puede dar origen a un cuadrado de la misma superficie y contener
los elementos para convertir una superficie cuadrada en circular.
Una vez trazada la mesa rectangular y tomando como
punto de partida la columna, el maestro traza una estrella de siete
puntas, y proyectando su línea obtiene la rotonda, el ancho de las
segundas naves laterales del coro, la longitud y el ancho de los
cruceros, así como la longitud de la nave y el ancho de la catedral.
Recordemos que el 7 es el símbolo de la creación, el
descenso de la trinidad divina sobre el cuaternario material,
generalmente simbolizado en la fachada del templo por el
contorno de una piedra cúbica en punta.
Ahora, hay que trazar la rotonda del coro en el extremo
de la tabla rectangular sin que varíe su superficie, porque además
hay que reservar espacio para el deambulatorio. La estrella de
siete puntas permite el trazado de la rotonda y el deambulatorio.
Sin embargo, la estrella de siete puntas queda
ligeramente desfasada sobre el eje de la catedral. Esto significa
que la catedral no estará construida totalmente en línea recta,
sino que el coro está inclinado hacia la izquierda, hacia el norte
con relación a la alineación de la nave.
La torsión a que me refiero está presente en todas las
catedrales y se le han buscado muchas explicaciones. En realidad
se trata de una desviación de 4 grados que corresponden a la
desviación en dirección al polo entre el orto del sol y el ocaso en
el primer día de primavera, con objeto de que la catedral
permanezca en armonía con la posición vernal hacia las
constelaciones en los siglos venideros. Este punto recorre 1 grado
cada 72 años, y el número de latidos del corazón humano
también es 72. Se trata de armonizar al hombre con las estrellas y
de continuar un saber milenario.

125
LA FLAMA PARPADEA

En cuanto a la tabla cuadrada, ésta se construye tomando


como diagonal el eje de la rectangular. La tabla cuadrada marca el
ancho de los primeros laterales del coro y de los dos laterales de
la nave.
Por lo que hace a la tabla redonda, de igual superficie que
las otras dos, su trazo se resuelve sobre el terreno de manera
parecida. Esta tabla permite situar los pilares de la base del coro y
la unión de los cruceros.
El maestro de obras transforma la ciencia en arte y el arte
en una ciencia. Solamente se ha servido de una medida y un
cordel. La medida es la relación entre la tierra y el cielo, y el
cordel se utilizó con ingenio para dar vida a una geometría que es
la armonía del ritmo y la música del universo.
La obra no estaría completa si el hombre no estuviera
presente en ella… y lo está. Casi todas las piedras están marcadas
con signos que constituyen la firma del obrero, que por medio de
un símbolo personal se introduce él mismo, como piedra
perfecta, en el templo universal que construye.
Los cimientos ya están sólidamente hundidos en la tierra
y pronto se empieza a construir hacia arriba. El objetivo es que el
hombre que penetre en la cripta, la cámara secreta de la catedral,
aprenda a salir de ella para entrar en la luminosidad del templo.
Luego vendrán las torres en las que hay que apreciar los pesos, las
separaciones entre los arbotantes y los contrafuertes para soportar
las fuerzas expansivas laterales. Soluciones arquitectónicas más
allá del saber admitido de la época. Alguien tuvo que despertar a
la bella durmiente del bosque, porque no se pudieron construir
las catedrales sin un conocimiento de la materia, del espíritu y del
hombre. Alguien obtuvo ese conocimiento, ese poder. En una de
las catedrales aparecen grabadas estas palabras: Archa Cederis, “Por
el Arca obrarás…”
La parte visible más importante de la catedral es la nave.
El plano de lazada, de elevación, tiene su propia medida y sólo
atañe a la nave central. Las naves laterales y el deambulatorio,
aunque tienen su propio significado, son lugares de paso, no de
iniciación.

126
A LOS PIES DE NUESTRA SEÑORA

En la nave central reina una armonía tan perfecta como


puede serlo la obra del hombre. En ella todo está hecho con
número, medida y peso. ¡Sonidos musicales y colores de luz!
Todo en la nave está en movimiento.
El crucero de ojivas, pese a su aparente estaticidad, es una
bóveda vibrante que se sitúa en el tiempo dentro de un espacio
temporal. La catedral vibra al menor sonido, al menor impulso de
las corrientes telúricas, aunque no podamos percibirlo.
La bóveda, del latín volvere, volver, es la imagen de la
vida celeste. A semejanza de los astros hacia los que está
orientada, tiene un movimiento circular: sus piedras vibran y
registran las resonancias del universo como si fuera un dolmen.
Sus nervaduras conciben luz y sombra, y estos juegos de luz nos
enseñan el juego sagrado de la vida en el que el único adversario
somos nosotros mismos. A nosotros nos toca orientar nuestro
destino hacia los puntos de la bóveda donde convergen las líneas
de la cruz en el crucero de las ojivas.
La bóveda se eleva sobre el nivel del suelo, tanto como se
hunden en la tierra los muros que la sustentan en busca del agua
del pozo de la cripta. Hay correspondencia entre el agua y la
bóveda. La relación es importante si se considera la catedral como
un instrumento musical destinado a amplificar las ondas que
transmite la corriente subterránea de la “Wouivre”.
El hombre también ha sido tomado en cuenta en la
bóveda. En efecto: el plano de la bóveda está construido tomando
como base las proporciones de una estrella de cinco puntas
inscrita en un círculo, cuyo diámetro es la altura de las agujas. Así
la esencia del hombre se halla una vez más en armonía con el
universo, cuya representación material es la catedral.
El plano de elevación de los muros de la nave guarda
proporciones realmente musicales. Si observamos los laterales de
la nave, veremos varias hileras horizontales formadas por cornisas,
ventanas, pilares o capiteles. La proporción matemática musical
de estas líneas horizontales está dada en armonía con el ancho de
la nave. Y el ancho de la nave está a su vez en armonía con todas
las dimensiones del plano horizontal.

127
LA FLAMA PARPADEA

El techo de la bóveda, formado por un conjunto


impresionante de vigas de madera, era llamado “el bosque” por los
obreros medievales en alusión a un secreto que cada hombre debe
descubrir en él: un secreto que tiene mucho que ver con lo
sagrado y con lo perfecto.
Las torres albergan las campanas que son el alma
vibrante, la voz de la catedral. Pero también representan la
existencia de dos mundos: el celeste y el terrestre, puesto que
simbolizan dos columnas con el sol y la luna. Ellas nos indican la
doble acción del arte de la vida: el deseo y la voluntad de elevarse
al cielo y la de utilizar sabiamente los dones que hemos recibido.
Las dos torres existen en función de la puerta que se abre entre
ellas. El hombre puesto de pie en esa puerta en medio de las
torres, es el receptáculo de las corrientes telúricas y del flujo
cósmico; recibe en su mano derecha la luz potente del día y en la
mano izquierda la luz reflexiva de la luna. Iluminado por ambas
luces entra en la catedral, alza los ojos a la cruz de las ojivas de la
bóveda, levanta un altar en su propio corazón y después aborda la
nave del Grial para emprender el viaje inmenso que no tendrá fin.
Siendo la catedral un universo dentro de otro universo,
no podía faltar en ella la fuerza de las constelaciones que está
expresada por los vitrales, cuyas divisiones corresponden
generalmente a los doce signos del zodiaco.
El vitral aparece en los primeros años de siglo XII. Es hijo
de la ciencia y producto de la alquimia. Todo indica que nace en
Persia en el siglo XI, cuando un grupo de alquimistas, entre los
que se encuentra el célebre filósofo, poeta y científico Omar
Khayyam, sobrepasan el modesto escaramujo y obtienen la
primera rosa. Trescientos años más tarde se convertirá en el
rosetón de las catedrales, en el distintivo de los seguidores del
Arte Real y, por extensión, hasta nuestros días, en la flor
representativa de Nuestra Señora, como lo comprueban en
nuestro país las rosas guadalupanas.
En las catedrales consagradas a Nuestra Señora existen
tres rosetones: uno en cada extremo de los transeptos y el más
importante, que adorna la fachada principal. Debido a la
orientación de estos templos, al rosetón septentrional nunca le da

128
A LOS PIES DE NUESTRA SEÑORA

la luz del sol y recibe a cambio la luz tamizada de la luna, al


rosetón meridional le corresponde el sol brillante de mediodía y
el gran rosetón se ilumina con los rayos del sol poniente. El
horario de nuestros trabajos y su duración expresan la misma idea
del recorrido del sol alrededor de la cruz.
En los colores de los cristales predominan el azul oscuro
o el negro, el rojo y el blanco; colores simbólicos entre los
alquimistas y en la iconografía cristiana. El gran rosetón que
cuando se ilumina predomina el color rojo en él, es al que los
alquimistas llamaban Rota. La fase de la obra alquímica que
corresponde a la cocción de la materia, se caracteriza por el fuego
que la hace posible y que no es el fuego ordinario, sino el fuego
secreto, el fuego filosofal que es el que “hace girar la rueda”; el
fuego que los textos denominan fuego de rueda. De ahí el
nombre de “Rota”, rueda. Entre los orientales, la flor de loto en
rotación es el conocimiento supremo. Y a nosotros ya nos es
conocida la serpiente enroscada, el “Ouroboros” medieval. La
cadena continúa…
Ese gran rosetón, cuyo diámetro multiplicado por 3 nos
da la altura de la bóveda, es antes que nada luz. La luz es el vitral,
que permanece tan luminoso a pleno día como en el crepúsculo.
Dueño y servidor de la luz, su efecto proviene no tanto del color
de sus cristales, como de alguna cualidad que no ha sido
descubierta de ese color y de ese vidrio. Según el testimonio de
quienes lo han visto, el vitral parece convertirse en una piedra
preciosa que no deja pasar la luz y que se convierte en luz ella
misma.
De acuerdo a la ciencia de nuestros días, la luz solar es la
combinación de dos cosas: vibraciones luminosas y partículas de
energía. Ahora bien, esa partícula de energía es penetrante y
activa, y aunque es vida, en ciertas ocasiones no deja de ser
peligrosa para la vida. Su acción es tan fuerte que hay
experimentos que no pueden ser realizados a la luz diurna, como
ocurre con ese experimento de alquimia humana que es la
iniciación; es la misma razón que aducen los alquimistas para
buscar la protección de la luz solar en el transcurso de su obra.
Jesucristo mismo nace a medianoche en una cueva, y en las

129
LA FLAMA PARPADEA

religiones que precedieron al cristianismo se evitaba la luz del sol


en las ceremonias más significativas.
Desde el punto de vista científico, uno puede preguntarse
si el vidrio alquímico del vitral es en realidad un filtro que,
dejando pasar la vibración luminosa, retiene la partícula de
energía que podría resultar nociva al hombre dentro del templo.
Por otra parte, los textos de alquimia sostienen que los
colores que aparecen en la materia durante la Gran Obra, se
deben a que la materia se impregna de lo que ellos denominan
“Spiritus Mundi”, la sustancia en la que está inmerso el universo.
Si el ser humano reacciona ante los simples colores comerciales,
¿qué poder tendrá sobre él, el color impregnado con esta materia?
En todas las catedrales se rinde homenaje a la alquimia, ¿y acaso
en las catedrales no se produce también la alquimia humana,
igual que en el crisol?
El muro que rodea la catedral delimita el recinto mágico
en el que sólo penetra el que ha nacido dos veces, y los peldaños
que conducen al pórtico evocan las etapas de perfección que hay
que alcanzar para tener el derecho de entrar merecidamente al
templo.
En el atrio, una especie de Pasos Perdidos, es donde se
establece el primer contacto del peregrino con la fraternidad de
sus hermanos.
Antes de pasar al templo, el peregrino contempla las
torres que nunca son iguales. Si tienen la misma altura, una es
más ancha que la otra; y si tienen el mismo ancho, una de ellas es
más alta. Una es el polo negativo, la luna o sol poniente; la otra
es el polo positivo, el sol naciente o las estrellas. Las flechas se
encargan de atraer el influjo magnético de la “Wouivre” alada.
Las puertas permiten el acceso a otro mundo. El
semicírculo superior es igual al ancho del coro y el rectángulo
inferior al ancho de la nave. Cumplen una doble función: el paso
de afuera hacia dentro y la salida del interior al exterior,
indicando al hombre que no debe abrir puertas que no puede
cerrar. En el nártex el hombre reflexiona…
La pila de agua bendita está situada dentro del templo,
muy cerca de la entrada. Su forma, cuando no es circular, suele

130
A LOS PIES DE NUESTRA SEÑORA

ser octagonal. Es un recipiente de resurrección y sus ocho lados


son la reunión del 4, símbolo del cuerpo; del 3, símbolo del alma,
y del 1, símbolo de Dios. Aquí es donde nace el hombre por
segunda vez después de haber respondido por sí mismo y por su
fe. Si no puede hacerlo, un padrino, un experto, lo hace por él.
El pavimento es la base de la fe y la razón: dos facultades
que deben ser inseparables. Embaldosado en cuadros blancos y
negros, dicen al peregrino que posee dos virtudes opuestas que se
complementan sin enfrentarse, y recuerda al iniciado que debe
ocultar su luz a los ojos del vulgo rodeándola de la oscuridad del
símbolo y del silencio.
Si encontramos a la fe y la razón en la base del templo, su
altura es la esperanza, su ancho la caridad y su longitud la
perseverancia. El hombre se desarrolla en todas las direcciones y
en el crucero todo está dispuesto para que trate de comprender su
propio interior.
Las piedras son los hombres justos que se elevan hacia el
cielo, unidos por el cemento del amor. Desde los capiteles hablan
figuras fantásticas que no existen, como el ave fénix que tampoco
existe, y es el símbolo de nuestra resurrección personal.
En la catedral hay varios altares que evocan las “cosas
altas”, las hogueras en un lugar elevado donde los primeros
sacerdotes celebraban sus sacrificios. Al altar mayor se llega por
tres gradas, tres peldaños, y es en cierto modo la cripta –
etimológicamente, lo oculto– que ascendiendo de la tierra surge
en la iglesia como piedra fundamental, la piedra de sacrificio que
veneraron Abel, Melquisedec, Isaac y Jacob. La cadena sigue
intacta…
El santuario lo forman el coro, el ábside y el presbiterio.
El coro es la cabeza del cuerpo de Cristo inscrita en el plano
horizontal, y la construcción de la catedral se comenzaba siempre
por esta especie de “caja craneal” orientada hacia la fuente de luz.
La piedra llamada clave de bóveda (keystone) muestra a menudo
una corona hueca en el centro representando al ojo de Dios, o la
corona de acacia de los antiguos misterios.
Si la interrogamos, la catedral responde como Ekhart:
¿Qué es lo más bello en el mundo? El alma ¿Qué es lo más feo?

131
LA FLAMA PARPADEA

También el alma. Y si preguntamos: ¿Dónde está el bien y el


mal? Responde: En ti mismo, puesto que el mal no existe, ya que
una cosa es mala cuando hacemos mal uso de ella.
El maestro de obras y los compañeros que erigieron las
catedrales conocían mejor que nosotros las respuestas y tenían
plena conciencia de que eran los herederos de una larga tradición.
En el obrero medieval estaban unidas la mano y el
espíritu. Al tallar la piedra, un poco de su alma pasaba a la
materia dándole vida. Para ello el trabajo era un don que había
que utilizar bien, y ese don transformaba su alma en plegaria y a
su vida en luz.
Lo que el vulgo llama mundo subjetivo, no existe como
tal. Es lo que nosotros sentimos, y su realidad se calibra según lo
que somos. Nos lo dice el dios Jano con sus dos caras, una
barbada y la otra imberbe. Vuelto hacia el pasado, también lo está
hacia el porvenir y conoce lo que acontece, tanto en este mundo
como en el otro. Aunque las leyes que rigen el universo son
siempre las mismas, adquieren el rostro del hombre que las
descubre por primera vez después de tantos otros, y se identifica
con ellas sin perder su identidad.
Para los constructores, el destino humano no era ningún
secreto: venimos de Dios y vamos hacia Dios. No elegimos el día
de nuestro nacimiento, ni elegimos el de nuestra muerte. La
aventura de vivir se desarrolla entre esos dos misteriosos límites y
somos responsables de la actitud que adoptemos: negarnos a
reconocer el misterio, o aceptarlo como tal y avanzar hacia el
conocimiento.
En la catedral se reúne el hombre con su creador y se
integra a su obra. El hombre penetra en ella de pie, con todo el
orgullo de ser hombre, pero es un orgullo que no está exento de
humildad ante lo divino, porque si la humildad del hombre ante
el hombre puede llegar a ser cobardía, la falta de humildad hacia
Dios sería necedad.
Por eso Dios quiere al hombre de pie cuando entra en la
catedral. En ella, todo le habla de los secretos del cielo y la tierra,
de su canto, de su armonía, de su esencia divina. Entra erguido,
sintiendo en lo más íntimo de su ser el don maravilloso de la

132
A LOS PIES DE NUESTRA SEÑORA

Madre-Tierra, de la Virgen Negra, de Isis, de Ana, de María, para


llegar a postrarse conscientemente y lleno de amor a los pies de
Nuestra Señora.

Maestro Masón,
Félix Hompanera Beamonte (1937–1999)

133
La flama parpadea
10 de julio de 1998
La llama de la vela parpadea.
Tiembla su pequeña fuente de luz.
Aumenta la oscuridad.
Los demonios empiezan a agitarse.
Carl Sagan, “El mundo y sus demonios”

Q ueridos Hermanos, si tomé la decisión de escribir este


trabajo es porque me preocupa realmente el estado de la
masonería mexicana en el Valle de México 1. Y por los
informes que tengo, en provincia las cosas son aún más serias.
Esto se debe a que desde hace muchos años la masonería ha
permitido que el materialismo invada sus templos, y con el afán
de fortalecer sus débiles columnas ha tratado de aumentar su
número indiscriminadamente. Y lo único que ha logrado es
aumentar su mediocridad.
He sido testigo en muchas iniciaciones de la poca
capacidad espiritual e intelectual de los profanos que son
admitidos en una logia. He visto las columnas casi desiertas
formadas en su mayoría por personas sin cultura, sin voluntad, ¡y
sin saber lo que buscan!
Se trata de seres que han fracasado en sus quehaceres
profanos; de hombres que antes de llegar a la masonería como
residuos arrojados a la playa por la resaca, ni siquiera habían
pensado que en la vida existen otras cosas distintas de aquellas de
las que se pueden ver, tocar o gastar.
Ciertamente, existen masones valiosos que contribuyen al
crecimiento de sus hermanos y al bienestar de la humanidad.
¡Pero son tan pocos!

1 Los masones están asociados en una Logia que vendría a ser el núcleo básico
de la organización masónica. Las diferentes logias se agrupan en organizaciones
superiores que suelen estar referidas a un país u otro tipo de unidad territorial a
efectos de reconocimiento con otras logias u otras instituciones o asociaciones.
Estas agrupaciones de logias son las llamadas grandes logias. La Gran Logia del
Valle de México agrupa a las logias que operan en territorio nacional.

137
LA FLAMA PARPADEA

Después de haber escuchado innumerables veces el


primer trabajo de un aprendiz: “Impresiones sobre mi iniciación”,
me sigo preguntando por qué la masonería alberga a tanto
mediocre, por qué no acuden a ella los hombres que dominan la
vida pública del país: intelectuales, políticos, artistas,
profesionistas, hombres de negocios, etcétera. Todos ellos con el
común denominador de haberse conducido en la vida con
dignidad y de haber triunfado en su profesión. No porque el éxito
deba ser requisito para aspirar a ser masón, sino para garantizar
una mente adecuada, conocimientos, deseo de progreso y un
caudal de experiencias que transmitir, además de la capacidad de
asimilar lo que la masonería tenga a bien ofrecerles.
Este es el tipo de personas que saben lo que quieren y
cómo conseguirlo. Y cuando se trata de servir a la humanidad,
estos son los hombres que hacen falta. De nada sirven los que no
son capaces de hacerse escuchar, los que no pueden influir ni
guiar a los demás, los que no tienen voz ni voluntad propias, los
pusilánimes con buenas intenciones, ni los tontos con iniciativa.
Es triste decirlo, pero he llegado a pensar que hay
quienes asisten a la Logia sólo porque es el único lugar en el
mundo en el que la gente les deja hablar. Mas, si esto ocurre con
las personas maduras, con los jóvenes es peor. Hemos de estar
conscientes de que la masonería se ha quedado atrás y ha perdido
el contacto con las últimas generaciones juveniles. La brecha
generacional es más ancha cada día.
La juventud que llega actualmente a la mayoría de edad
ha obtenido muchas cosas sin esfuerzo, y ha vivido y está viviendo
la vida demasiado aprisa. Simplemente no tiene tiempo de
escuchar, no ha sido adecuada para eso.
“Lo que sea, dámelo, ¡pero ya…!”. Con esta frase, el joven
pretende recibir en 5 minutos el fruto de tres mil años de
pensamiento humano. Por si fuera poco, lo quiere condensado y
fácil de entender: resumido, como una receta de cocina.

–A ver, a ver… ¿De qué se trata esto de la masonería?

–De amar a Dios sobre todas las cosas…

138
LA FLAMA PARPADEA

Al escuchar nuestra respuesta, el escaso interés que


brillaba en los ojos del joven se convierte en decepción:

–Cuando vivía mi abuelita, ¿no decía algo así cuando regresaba de


misa?

Sin embargo, generosamente decide concedernos una


nueva oportunidad y agrega:

–Está bien, te la valgo. Pero dime, ¿eso cómo se consigue?

–Pues despojándote con el tiempo de la ignorancia, de la


hipocresía y de la ambición… –aparece en el semblante juvenil
una sonrisa de burla y conmiseración por nuestro estado mental.

–¿Y eso es todo?

–Sí, eso es todo: resumido, tal como lo querías.

Nuestra respuesta no deja huella, y el joven se aleja


pensando en el reventón de mañana. Sin embargo –que todo hay
que decirlo–, la culpa no es totalmente suya: no le hemos
enseñado a pensar ni a escuchar, y mucho menos a tener
paciencia.
Por supuesto, ustedes pueden recordarme el movimiento
AJEF 2. Pero yo preguntaré si alguien ha hecho una estadística
seria y documentada sobre cuántos de estos pequeños monstruos
AJEF llegan a iniciarse en la Orden, y cuántos se convierten en
maestros. El resultado podría ser decepcionante.
Lo cierto es que desde hace tiempo me pregunto con la
mejor intención qué atractivo puede ofrecer la masonería
mexicana a un hombre que posea una mente activa, práctica y
razonable, para que considere útil emplear su tiempo y su energía

2 Asociación de Jóvenes Esperanza de la Fraternidad (AJEF). Movimiento


juvenil que surgió en Cuba en 1936 y unos años después llegó a México por
Veracruz. Es una especie de “semillero” donde se reúnen jóvenes de entre 14 y
21 años y reciben una formación masónica.

139
LA FLAMA PARPADEA

en asistir a la Logia, y no una lastimosa manera de perder el


tiempo entre hombres que parecen niños dedicados a teatrales
juegos infantiles. La respuesta es: ¡nada! La Orden no tiene nada
que ofrecer a una persona así, incluso iría más allá para afirmar
que para ser masón no hace falta ceñirse un mandil 3 o pisar una
Logia. Admito que esta afirmación puede parecer atrevida, pero
hay hechos que la apoyan. Recordemos tan sólo cuántos
“masones sin mandil” de envidiable conducta han cruzado nuestra
vida.
Otra cosa que causa mala impresión son ciertas frases en
la masonería que, por lo menos a mí, me hacen sonreír. Un
ejemplo: Cuando alguien trata de provocar una sensación de
tradición, menciona los “viejos usos y costumbres”, frase que es
como una cáscara vacía porque seguramente hubo más
costumbres de las que han llegado hasta nosotros. En cuanto a
viejas, ¿qué tan viejas? A fin de cuentas nadie puede retroceder en
el tiempo para constatar su antigüedad real, y es lógico suponer
que los usos y las costumbres han cambiado muchas veces en el
curso del tiempo, de país a país, de oficio a oficio y de rito a rito.
Otro ejemplo: Muchos masones hablan con toda seriedad
de “hacer masonería”. Esta es otra frase infortunada, puesto que
la masonería ya está hecha, ya está inventada. Probablemente con
esto quieren decir: obrar masónicamente e insinuar que otros no
lo hacen así. Si este es su propósito, por lo menos deberíamos
asegurarnos en términos concretos de qué es obrar
masónicamente. Y puedo asegurar que nos costaría mucho
trabajo llegar a un acuerdo, si es que lo conseguimos. Menciono
esta dificultad porque nunca he estado presente en un grupo de
masones que defina la masonería de la misma manera: unos
piensan en ella como un club social en el que se reúnen con
amigos de ideas y propósitos similares, aunque debemos

3 El mandil es la indumentaria masónica por excelencia. El Venerable Maestro


ciñe el mandil en el Aprendiz que ha sido iniciado diciendo: “Recibid este
mandil, distintivo del masón, más honroso que todas las condecoraciones
humanas, porque simboliza el trabajo, primer deber del hombre y fuente de
todos los bienes, que os dará el derecho de sentaros entre nosotros y sin el cual
nunca debéis estar en la Logia.”

140
LA FLAMA PARPADEA

reconocer que hay otros clubes más divertidos y más baratos.


Otros la toman como una institución de beneficencia, y sabemos
que hay muchas otras tan buenas o mejores. Tampoco es una
religión, y aunque supuestamente deben ser estudiadas todas las
religiones y se dedican a Dios nuestros esfuerzos, hablar de
religión en una Logia equivale a caminar por el filo de la navaja.
Curiosamente, la Iglesia católica es la única que está
abiertamente en contra de la masonería. Lo lamentable es que la
masonería ha demostrado ser tan dogmática y tan fanática como
su rival. El problema se agrava porque tanto a una como a otra se
les olvida practicar los principales fundamentos de la evolución
humana: perdón y amor. Muy pocos en ambos bandos se han
percatado de que masonería y religión bien entendidas y
practicadas persiguen la misma finalidad.
Pero si no es fácil hablar en la Logia de religión,
igualmente resulta difícil hablar de política. Muchos ignoran por
falta de cultura que durante los siglos XVIII, XIX y parte del XX, las
logias de todo el continente americano ayudadas por las logias
europeas, no eran otra cosa más que clubes políticos en los que se
reunían revolucionarios que conspiraban para cambiar el mapa del
continente en nombre de la libertad. Pero aunque es sabido que
la mayoría de los hombres que lograron la independencia de los
países americanos eran masones, lo que no suele mencionarse es
que después de conseguir su propósito, sus ambiciones personales
y sus luchas internas trascendieron de las logias a la denigrante
lucha por el poder en las jóvenes naciones, convirtiéndose en la
causa de mucha sangre derramada inútilmente y de grandes
injusticias. Esto lo entiende muy bien todo aquel que ha vivido la
división de una Logia y la pugna de los diferentes bandos. Son
enfrentamientos tan inútiles como sucios, que por alimentar la
egolatría de una persona llevan al caos y a la ruina a una Logia o a
una nación.
Si hablamos de filosofía, no se puede proclamar a la
masonería como una escuela filosófica, porque la que aparece en
ella es únicamente filosofía griega de la era pre-cristiana que
excluye elementos de épocas posteriores que han sido
determinantes para el desarrollo del pensamiento humano.

141
LA FLAMA PARPADEA

La masonería menciona la moral frecuentemente, y


aunque tiene el buen gusto de no pretender convertirse en árbitro
de la moral, cae en el extremo contrario: no profundiza en ella,
no busca sus indudables valores universales y resulta una moral
fácilmente acomodaticia a las necesidades de cada uno.
En cuanto al contenido esotérico de la Orden, ese hay
que buscarlo fuera de ella porque la masonería es mucho más
exotérica que esotérica. Lo poco que pudiera tener de esoterismo
es tomado de otras fuentes y se halla al alcance de cualquier
público.
Diríase que la masonería carece de personalidad y brillo
propios, que es todo y es nada, y que posiblemente ambas cosas
sean ciertas.
Ahora bien, la verdadera valía, la calidad de cualquier
religión o de cualquier orden semejante a la masonería, se mide
por lo que es capaz de hacer por sus seguidores, de qué les sirve,
de qué manera les fortalece y les orienta, y se convierte para ellos
en una forma de vivir. A este respecto, debo decir que hasta el
momento no he hallado un sólo masón –incluyéndome– que
haya mejorado en algo después de pasar en la Orden el tiempo
que sea: todos seguimos con los mismos defectos y virtudes que
teníamos cuando entramos, si acaso un poco más engreídos: el
que era bueno lo sigue siendo y el que era malo también. Si la
personalidad de los masones no mejora, ¿para qué sirve la
masonería? ¿Dónde reside su calidad como Orden?
Todos hemos escuchado alguna vez esta frase en labios de
masones: “La masonería es buena, lo malo son los masones.” Esta
disculpa me otorga la razón y me recuerda otra frase: “El árbol
bueno no puede dar frutos malos, ni un árbol malo darlos
buenos… Por sus frutos, pues, los podréis conocer.”
Repito: ¿De qué sirve la masonería tal como se practica
en el Valle de México, si en la mayoría de los casos es incapaz de
transformar a un hombre en otro hombre mejor? Aunque bien
mirado, no puede ser de otra manera puesto que desde hace casi
dos siglos la masonería se ocupa de asuntos mundanos: podría
decirse que el campo del espíritu le es ajeno.

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LA FLAMA PARPADEA

Queridos Hermanos, salgamos ahora de aguas profundas


y tratemos de suponer qué imagen se formará de la Orden un
recién iniciado poseedor de una cultura mediana y una pizca de
sentido común, cuando oiga hablar a sus Hermanos Mayores de
manera cándida y por demás apasionada de la antigüedad que
atribuyen a la Orden. Habrá quien diga que su origen “se pierde
en la noche de los tiempos”: bella y poética frase que no aclara
nada.
Otros la harán remontar a Noé, personaje bíblico que no
existió. No faltará quien las haga arrancar de una hermosa
leyenda; pero que no es más que eso, una leyenda basada en el
teatro bíblico de la construcción del Templo de Salomón.
Aunque habrá quien asegure que nace en el antiguo Egipto, que a
su vez lo habría heredado de habitantes de tierras y continentes
desaparecidos de los que no hay pruebas de su existencia.
Ahora Queridos Hermanos me dispongo a abordar el
tema de una inquietud que llevo conmigo desde hace años sin
haberla comentado con nadie, pero que puede ser alineada junto a
las demás herejías que se incluyen en este modesto trabajo.
Hace un momento mencioné que la masonería no parece
tener personalidad propia y es evidente que no es obra de un sólo
hombre ni de una sola época. Aun a los ojos poco
experimentados de un aprendiz, da la impresión de estar
compuesta por muchos elementos de diversa procedencia que han
sido incorporados de la mejor manera posible a una idea central.
Llama la atención que todo en ella sea judío: la forma de agrupar
sus elementos; todas las palabras importantes, empezando por las
sagradas y de pase; todas las leyendas de transmisión obtenidas de
los libros sagrados judíos, etcétera. ¿Por qué el hebreo y no
cualquier otro pueblo, o cualquier otro idioma como el griego o
el árabe?
Veamos. Periódicamente sale a la luz en algún lugar del
mundo un libro miserable y cobarde, falso de principio a fin,
titulado “Los protocolos de los sabios de Sion”, en el que los
enemigos del judaísmo atribuyen a este heroico y sufrido pueblo
un maquiavélico plan para controlar el mundo, sin otro propósito

143
LA FLAMA PARPADEA

que el de alentar en sus lectores el más furioso y despiadado


antisemitismo.
Pues bien, esto me recuerda que cuando la masonería
operativa se hace a un lado para ceder el paso a la masonería
especulativa, que históricamente nace y se organiza en 1717 en la
ciudad de Londres, la mayoría de los organizadores de esta
transformación nada tiene que ver con los gremiales de la
construcción: se trata de hombres prominentes de su tiempo y
cerebros de primera clase, judíos o de origen judío. Nada tiene
entonces de extraño que los rituales, liturgias y leyendas de
transmisión de esta nueva forma de masonería tengan como base
el idioma, la historia y las tradiciones extraídas de los libros
sagrados judíos.
El trascendental cambio se produce en un momento
histórico crucial, en una Europa en la que los judíos seguían
siendo una minoría oprimida y aislada: tolerada en ocasiones por
ser necesaria, mas nunca aceptada.
A partir de este momento, la masonería abre la puerta a
las inteligencias más claras de la época, incluyendo al clero, y muy
pronto nacen en las logias vientos de libertad que barren
privilegios e injusticias con fuerza incontenible, agrietan las viejas
monarquías y crean naciones nuevas. Surgen otras formas de
gobierno más suaves, más justas, con más oportunidades para
todos. En un ambiente de paz y mayor igualdad se asientan los
fundamentos para que crezcan la agricultura, la tecnología y el
comercio. Brotan nuevas ideas a un ritmo febril; el Occidente
despierta de un sueño de siglos y llevado por sus inquietudes y su
ansia de riqueza, el hombre explora y comercia en todos los
rincones del mundo.
En este clima, más favorable para ellos, prosperan los
judíos que empiezan a ocupar posiciones destacadas en la
industria, la ciencia, la economía, el comercio, el arte y en toda
actividad relevante para el dominio de la sociedad. Este dominio,
aunque ha sufrido algún descalabro de vez en cuando, se ha ido
acrecentando y fortaleciendo al paso de los años, y puede decirse
que en la mayor parte de las naciones poderosas del mundo, los

144
LA FLAMA PARPADEA

judíos de hoy, a punto de entrar en el siglo XXI, dominan todo lo


que es importante para el control de un país.
Me atrevo a pensar que quizá fue la masonería y no “Los
protocolos de los sabios de Sion”, el verdadero plan maestro de
los judíos para asegurar su sobrevivencia, pasando de ser
dominados a ser dominadores del mundo en tan sólo tres siglos.
No se trataría de destruir al mundo, sino de crear uno nuevo. De
haber ocurrido así, éste habría sido el golpe de genio más
brillante de la humanidad desde la época de Moisés. ¡Qué engaño
maestro! ¡Imagínense, permanecer ellos a salvo en un seguro
segundo plano, mientras sus enemigos naturales luchan y mueren
sirviendo a sus intereses! Después de todo, cuando se compran
hombres –y los judíos son expertos en hacerlo–, los mejores son
los que menos cuestan: basta con darles una idea y lucharán
gratis. Y la masonería es, ante todo, idealista.
Ahora, Queridos Hermanos, permítanme volver a aguas
tranquilas para recordar a esos masones que tanto abundan, sobre
todo entre aquellos que tienen mucho tiempo en la Orden, que
acostumbran a recitar cuidadosamente la liturgia y toman casi
como una ofensa personal que alguien cambie una palabra o una
coma de su lugar: “Tanto tiempo aquí, y no te sabes la liturgia…”
Desgraciadamente, no se han dado cuenta de que para
ellos ha llegado a ser más importante la cáscara que el huevo,
porque los rituales recitados mecánicamente pierden el indudable
mensaje de su simbolismo.
Es importante comentar, aunque sea de paso, que una
iniciación mal actuada y sin el debido decoro, contribuye
notablemente a que el iniciado empiece a preguntarse en qué se
ha metido realmente. Nuestras lamentables liturgias ahondan la
mala impresión: con el afán de darles una pátina de antigüedad
que no tienen, han sido escritas en tercera persona adoptando un
estilo grandilocuente, anticuado y cursi que en lugar de provocar
una sensación de erudición y elegancia, resulta ridículo; sobre
todo con frases tan desprovistas de sentido como aquella de “el
torcedor eterno que ha de destrozaros el alma…” que aparece en
la liturgia del primer grado.

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LA FLAMA PARPADEA

Nada resulta más cierto que aquella otra frase de la


misma liturgia: “De lo sublime a lo ridículo hay un paso”, y este
paso que se da con tanta frecuencia en las logias es el mejor
método para alejar de la masonería a cualquier hombre valioso y
serio que de otro modo se había quedado por el bien de la Orden.
A pesar de todo, el recién iniciado empieza a acudir al
taller con la ilusión de saciar su alma con la luz de los trabajos
presentados en la Logia. Para su sorpresa, nota que salvo
honrosas excepciones, sólo presentan trabajos otros aprendices
tan inexpertos como él: pocas veces lo hacen compañeros y
maestros en beneficio de sus Hermanos Menores.
¡Ah! Pero hay que ver cómo compañeros y maestros
exigen a los aprendices que presenten trabajos cuando ellos
mismos no lo hacen, cómo les critican sin enseñarles y cómo les
reprenden sin educarles. ¡Y luego nos quejamos de que las
columnas están vacías!
Ciertamente, los masones solemos estudiar y asimilar
muy poco, por eso la calidad de nuestro trabajo especulativo es
tan pobre. Casi siempre se trata de copiar indiscriminadamente
frases de algún libro, frases que no entendemos y que en
ocasiones ni siquiera sabemos leer correctamente. Son pocos los
que se preocupan por pensar e investigar, por ir más allá de la
rutina y buscar auténticamente caminos de comprensión y
superación.
Ante este cuadro, el recién iniciado empieza a pensar que
muchas veces hay más sabiduría en el reverso de las hojas
desprendibles de un calendario que en los trabajos que escucha en
la Logia. Y todavía hay masones que dicen con un dejo de
añoranza: “Es que la masonería es muy bonita.” Estoy de acuerdo,
pero ser bonita no es gran cosa; el mundo está lleno de cosas
bonitas que hacen daño. Si profundizamos a qué llaman bonita,
encontramos que bonitas son las ceremonias, los honores, los
collarines, los aplausos, las felicitaciones, las lisonjas y todo
aquello que contribuye a alimentar nuestra egolatría. ¿Y nuestra
pretendida humildad? ¿Dónde quedó nuestra humildad?
A pesar de todo, estoy seguro de que alguna vez hubo
algo esotérico en la masonería, algo de indudable valor que se ha

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LA FLAMA PARPADEA

perdido. En ciertas ceremonias, especialmente en los grados


superiores, hay vestigios que parecen indicar que la masonería fue
en el pasado algo más que un conjunto de simplezas. Fue
entonces cuando debieron impartirse en Logia conocimientos
verdaderamente importantes y por auténticos e irremplazables
maestros que al partir llevaron consigo sus secretos.
Resulta penoso que en la mayoría de las logias sólo se
permitan trabajos sobre temas esencialmente litúrgicos, y que
todo aquello que pueda servir al hombre para evolucionar con
menos sufrimiento, reciba únicamente sarcasmos o censuras
agrias. Así es como se matan la sana curiosidad, el interés y la
creatividad de cualquier aprendiz.
Hace tiempo que llegué a la conclusión de que en la
masonería mexicana, una de dos: los secretos están muy bien
guardados o es que no hay ningún secreto. Cuando alguien
menciona la sabiduría masónica, invariablemente me pregunto a
qué se refiere, puesto que ese conocimiento que se imparte
pomposamente en Logia, y del que se habla en frases a medias,
susurradas por los viejos con aires de misterio y dándose
importancia, puede encontrarse en cualquier lado. Para eso no es
necesario ser masón.
Piensen en la sorpresa del recién iniciado cuando empiece
a notar que a cambio del tiempo que quita a su familia, a su
empleo o a sus negocios, recibe únicamente un refrito de
conocimientos a nivel bachillerato. Hoy, a casi un año de finalizar
el siglo XX, cuando el hombre nace teniendo computadoras como
esclavas que piensan por él y empieza a explorar el cosmos, esto
resulta ridículo.
Otra sorpresa aguarda al aprendiz cuando empieza a
preguntarse dónde está la discreción masónica, esa misma que a él
le piden que guarde bajo juramento, cuando ve que en muchas
librerías y por lo menos en una cadena de cafeterías, cualquier
persona puede adquirir libremente cuantos libros masónicos
desee, incluyendo liturgias, diccionarios, retejadores, etcétera. Si
llegó a la masonería con la idea de ser una persona especial, parte
de una élite, esa convicción y el orgullo de grupo se pierden en
ese instante.

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LA FLAMA PARPADEA

Permítanme Queridos Hermanos volver al tema


principal. La masonería dice que “ofrece su brazo al que quiera
instruirse”. Sin embargo, como dije antes, la masonería mexicana
no proporciona más que una leyenda basada en un pasaje del
Viejo Testamento y jirones de filosofía griega precristiana.
Insisto: para saber estas cosas no es necesario ser masón.
Posiblemente estos fueron conocimientos extraordinarios para el
hombre medio de hace doscientos años, mas no así para el
hombre instruido de aquella época, ni para el estudiante
contemporáneo de bachillerato.
Revisemos rápidamente unos ejemplos. Empezaré por
Pitágoras, que tanto me hizo sufrir de niño con su famoso
teorema. Era filósofo, matemático y astrónomo, pero
principalmente un místico, un iniciado. Por eso, su filosofía tiene
bases esotéricas.
Pitágoras fundó un culto secreto llamado los misterios
órficos y, a partir de ahí, una escuela en la que los estudiantes
vivían como monjes estudiando los principios esotéricos y
matemáticos. Pitágoras pensaba que la causa primera de todo lo
creado es un número; que todo en el universo –y el hombre es
parte de él– son matemáticas. De aquí proviene su idea de que los
números tienen un carácter sagrado y secreto.
Solamente una mente superior, un principio absoluto: el
número 1, es capaz de crear todo de una manera matemática y
perfecta. La dualidad de la naturaleza: el número 2, masculino y
femenino, los pares opuestos, etcétera. La constante renovación
de la vida contenida en el número 3, la fuerza del 4, la perfección
del 5 y así sucesivamente.
Como verán, la masonería tomó algunas cosas prestadas
de Pitágoras. Lo curioso es que la ciencia moderna le otorga la
razón en cuanto a la creación matemática del universo. Aunque
eso sí, en esta era nunca habría obtenido el voto femenino, pues
la mujer, a quien despreciaba profundamente, no formaba parte
de su mundo.
Pero si la masonería debe a Pitágoras una parte de su
imagen esotérica, lo que tiene que decir acerca de la moral, que es
muy poco, se lo debe a Sócrates, que a diferencia de otros

148
LA FLAMA PARPADEA

filósofos que se preocupaban por la relación entre el hombre y el


Creador del universo, buscaba la verdad: la verdad sencilla del
hombre aquí en la Tierra. Pretendía hallar un concepto claro para
enseñárselo a todo el mundo acerca de lo que son el amor, la
bondad, la justicia, la compasión, la tolerancia, etcétera. No
aceptaba que el hombre fuera malo por naturaleza, sino porque
no sabía. He aquí muchas cosas que la masonería enseña como
propias. Siendo un hombre íntegro, enseñaba a la gente a razonar
y a reflexionar sobre su vida, a fin de que cada quien encontrara
su verdad y tuviera el valor de vivir de acuerdo a esa verdad.
“Conócete a ti mismo”, es la frase que define el trabajo de toda su
vida, demostrando con ello una gran verdad: que el hombre no
necesita a Dios para portarse bien y que la moral no tiene nada
que ver con la religión ni con las leyes del estado. La moral es
asunto de cada quien y su conciencia.
Es notable que Sócrates, igual que Mahoma, Jesús y
Buda, tampoco dejó ninguna enseñanza escrita.
Afortunadamente, un discípulo suyo llamado Aristocles se
encargó de transmitir sus ideas en libros que firmó con el nombre
de Platón. Este otro filósofo, a diferencia de los dos anteriores,
era atleta olímpico, guerrero y niño bien, que a la muerte de su
maestro se trasladó a Egipto para estudiar matemáticas y ciencias
ocultas, convirtiéndose a su vez en otro iniciado. Este es otro
filósofo de quien la masonería tomó algunas ideas; una de ellas es
el concepto de inmortalidad y reencarnación que resulta muy
distinto a los expuestos por Pitágoras.
Platón era, como acabo de mencionar, esotérico, un
místico cuya filosofía es muy difícil de explicar y de entender, y
sobre todo, extremadamente difícil de aceptar por las mentes
comunes y corrientes.
Igual que Pitágoras, Platón tampoco aceptaba a las
mujeres y tenía una pésima opinión de ellas. De todos modos,
hay que consignar que el pensamiento de Platón influyó en dos
de las principales religiones que más han contribuido a la
humanidad.
Queridos Hermanos, insisto una vez más: para tener
acceso en México a la mayoría de los conocimientos que pueden

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LA FLAMA PARPADEA

obtenerse en una Logia, no es necesario ser masón, e insisto


también en que no hay nada en la masonería, por lo menos como
se practica en el Valle de México, para que hombres
normalmente inteligentes y habituados a usar el privilegio de la
razón, abandonen ocupaciones importantes para asistir al taller.
Pese a todo lo que se diga, es bien sabido que la
masonería se ha dedicado más a los asuntos mundanos que a las
cosas del espíritu. Precisamente por eso, si aspira a interpretar un
papel importante en la familia y en el bienestar del país, debe
atraer a quienes tienen la capacidad y el poder de provocar estos
cambios y barrer de las logias la mediocridad, la hipocresía y la
egolatría.
Si deseamos que la masonería sea una forma de actuar en
cada uno de los eventos de nuestra vida y que nuestra vida sea
ejemplo para otros, debe ser revisada en todos sus aspectos y sus
maestros deben tomar lecciones de humildad y preocuparse por
estudiar y trabajar para poder enseñar después. En otras palabras:
uno trabaja para todos y todos trabajan para uno.
Maestro: Si la llama de tu vela parpadea al escuchar mis
modestas palabras, si tiembla la pequeña fuente de luz que hay en
tu alma, si aumenta la oscuridad de la duda y si en ella empiezan
a agitarse los demonios de la ignorancia y del fatal sentimiento de
una vida perdida, entonces mi esfuerzo no habrá sido en vano.
Maestro: ¡Depende de ti que tu palabra llegue por igual
al corazón endurecido de los viejos y al corazón indiferente de los
jóvenes!

Maestro Masón,
Félix Hompanera Beamonte (1937–1999)

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Félix Hompanera Beamonte
(Madrid, 1937 – Ciudad de México, 1999)

Madrileño por nacimiento, mexicano por


adopción, ciudadano del mundo por
convicción. Exiliado en México tras la Guerra
Civil Española. Tuvo una amplia trayectoria en
las industrias editorial y textil, así como en el
comercio exterior. Pertinaz lector desde la
infancia que desarrolló importantes habilidades
artísticas a lo largo de su vida y destacó por sus excepcionales
dotes de orador. En su búsqueda de sí mismo ingresó a la
masonería en 1980 y llegó a obtener el grado 32; también se
involucró en fraternidades como Shriners y Rosacruz. Murió días
antes de cumplir 62 años alejado y desengañado de estas sectas y
de todas aquellas que utilizan el conocimiento para fines distintos
a la libertad y la evolución de la humanidad.

Félix Hompanera Velázquez


(Ciudad de México, 1976)

Publicista y psicólogo, se desempeña en el


ámbito profesional como facilitador de procesos
de toma de conciencia mediante conferencias,
talleres y sesiones de psicoterapia humanista,
energética e hipnosis regresiva. Académico con
casi dos décadas de experiencia. Analista
independiente enfocado en la toma de
conciencia integral y el (re)empoderamiento del ser humano. Ha
sido conductor de programas en la radio convencional y por
internet, y columnista en diversos medios impresos y electrónicos
a nivel nacional e internacional. Autor del libro Publicidad para el
ser.

http://www.hompanera.net
La flama parpadea
Primera edición, julio 2016
Cuidado de la edición: Etérea Editorial
Formación: DMM Studios

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