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El revés del derecho. Reescribiendo la


Historia

En momentos de profundos cambios en


diferentes perspectivas que han signado
nuestra cultura por siglos, la propuesta del
filósofo, historiador y teólogo Enrique Dussel en
su obra Europa, modernidad y eurocentrismo.
En: Lander, E. (2000). La colonialidad del saber:
eurocentrismos y ciencias sociales.
Perspectivas latinoamericanas, abre la puerta
al análisis de la visión de la Modernidad,
Europa y su lugar en el mundo con un recorrido
de los hitos históricos que colocan al lector en
el dilema de seguir pensando la Historia tal y
como nos ha sido enseñada o sumarnos en la
práctica de la alteridad, resignificando a la
Europa de eje del nuevo mundo a usurpadora
de títulos y honores que le valdría el rol de
victimaria de la historia de la humanidad.

Dussel plantea cambiar el concepto de Europa


desvelando la irrealidad de la “ideología”
eurocéntrica. Para ello nos remonta en un
recorrido histórico, desde los orígenes fenicios,
semita de Europa venida de Oriente, ajena a
Grecia, que se instala en el escenario mundial
como secundaria, sin relevancia, siendo una
cultura completamente periférica, incapaz de
enfrentar la universalidad del mundo islámico,
árabe turco, en su caracterización de Europa
latina medieval.

No será hasta la caída de Constantinopla en


poder de los turcos, en 1453 que la ficción
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ideológica del eurocentrismo comenzará a


cuajar al fusionar lo Occidental latino con lo
griego Oriental, y tomará su mayor auge con la
descripción de Hegel y el comentario de
Habermas, entronando a Europa como centro
de la Historia mundial, ensalzando para ello
con una marcada subjetividad modernista a la
Reforma, la Ilustración y la Revolución francesa.

Sin embargo, sostiene Dussel la inconsistencia


de dicha ficción, ya que sólo podría hablarse de
Modernidad a partir de la existencia del “centro”
de la Historia Mundial, lo que no tendría lugar
hasta 1492 con la conquista de Granada por
España. Como consecuencia se confundirá la
“universalidad abstracta” con la “mundialidad
concreta”, siendo su antecedente directo la
conquista de Latinoamérica y la primera
muestra de poder sobre los pueblos originarios.

La Modernidad servirá entonces de excusa


para descargar la violencia irracional como
muestra de “Voluntad de Poder”, disimulada en
una pseudo superioridad que habilitaba al
“héroe colonizador” a sacrificar a todo aquél
que obstaculizara su misión, su hipotética
benevolencia autoimpuesta en pos del
desarrollo de los “primitivos” e “inferiores”,
culpables de obstruir el proceso civilizador,
chivos expiatorios de lo inevitable.

Y frente a tanta ficción, a tanto invento


ideológico, enfrentar la realidad nos lleva,
según Dussel a negar “el mito de la
Modernidad”, a reconocer a las “victimas”, a
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asumir la responsabilidad sobre una violencia


sin razón, a afirmar la Alteridad reconociendo la
Identidad de todos aquellos a quienes se privó
de ella. Impulsar una “Trans-Modernidad” que
se proyecte como liberadora en los diferentes
aspectos de la vida social y cultural.

Si los vientos de cambios persisten, si los


diferentes sistemas de opresión dieran lugar a
miradas más ecuánimes desde el respeto a los
derechos fundamentales de todo pueblo o
nación, de la riqueza propia de sus tierras,
dejando en claro que se necesita una
resignificación de Europa, removida de una
centralidad y superioridad injustificada, tal vez
en un futuro podamos revertir los indignantes
Informes sobre el desarrollo Humano que
describe Naciones Unidas.

Sin lugar a dudas, la obra de Dussel es una


valiosa herramienta para repensar el presente,
reconstruyendo la realidad de nuestro pasado,
para soñar con un futuro digno para “toda” la
humanidad.

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