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CAPÍTULO 2
2. HACIA UNA DEFINICIÓN DE TRABAJO DE MOTIVACIÓN.
Es un ensayo mental preparatorio de una acción para animarse a ejecutarla con interés y
diligencia. Se entiende como un proceso psicológico que determina la planificación y la actuación
del sujeto. Al hablar de motivación, hacemos referencia al comportamiento humano que tiene algún
grado de voluntariedad, el que se dirige hacia un propósito personal más o menos internalizado.
Se incluyen todos aquellos factores cognitivos y afectivos que influyen en la elección, iniciación,
dirección, magnitud y calidad de una acción que persigue alcanzar un fin determinado.
Este dinamismo motivacional dentro del sujeto está regulado y graduado por tres dimensiones o
coordenadas:
Aproximación – evitación: La meta es algo más o menos querido, o más o menos evitado. Por
ejemplo, el miedo al fracaso y la búsqueda del éxito.
Autorregulación (intrínseca) – Regulada externamente (extrínseca): Una acción puede surgir de
intereses o necesidades personales de cada individuo o puede estar más o menos graduada
por los dictados de la situación en la que nos encontramos.
Profundo (implícito) – Superficial (autoatribuido): Puede tratarse de un proceso muy amplio (no
consciente) o puede que se trate de un planeamiento consciente de intereses concretos.
Cuando hablamos de acción motivada hacemos referencia a algo que surge de una cierta decisión
interna. Cualquier acción voluntaria tendrá un determinado octanaje; cuanto mayor sea, más
moverá al individuo, más satisfecho estará. Este concepto se lo ha definido de diversas formas:
causalidad personal, autodeterminación, creencias de control, etc.
Autores como Bandura, Seligman, White, han adjetivado a la motivación con un contenido común:
la tendencia humana a preferir ser agente de sus actos. DeCharms (1968) introdujo una variación
en ello, diciendo que su concento de causalidad personal es el énfasis que marca en la importancia
de la experiencia personal real de sentirse uno mismo agente de la acción que, es algo más que
simplemente creer que se tiene control sobre esa acción. Se entiende por causalidad personal a un
principio general básico para estudiar la motivación, por el cual cada persona prefiere escoger sus
medios para obtener un objetivo, fin o meta.
En la clínica psicológica, uno de los factores que facilitan el ajuste y la estabilidad mental es la
ilusión o creencia de control, por la cual se tiene la sensación de que se controla y se determina
una acción. No es un sesgo de pensamiento más, sino que es una tendencia muy básica y de
carácter adaptativo que permite al sujeto ejecutar de una manera satisfactoria la mayoría de las
acciones humanas. La pérdida de control inclina la balanza a favor del desajuste, la desorganización
y hasta parece que se predispone a la enfermedad y la muerte.
Se debe hablar siempre de una situación interpretada por el sujeto. Cada persona interpreta,
percibe cada contexto en virtud de las características de ese entorno y también del conocimiento,
creencias y estilos del sujeto que interpreta, conforme los ha aprehendido de su mundo social. En
definitiva, el entorno no se reconoce, sino que se construye interpretándolo.
Por ser tan básicos, estos patrones motivacionales pueden tener un funcionamiento poco
consciente, poco predeterminado o automático. Se considera que surgen de dos orígenes distintos,
pero que acaban en el desarrollo individual siendo complementarios: la predisposiciones o
tendencias básicas propias de la especia, o la cultura.
En un nivel más superficial, se encuentran los esquemas de acción, que refieren a metas más
concretas, acciones sociales típicas. Suelen proceder de un planteamiento más consciente de todo
el proceso motivacional. En la mayoría de las ocasiones, los motivos superficiales se activan por
demandas explícitas de situaciones sociales. Están, por lo tanto, más influenciadas por las
demandas externas que intervienen en la acción, por el rango de condiciones de posibilidad que
permite un entorno concreto. Por ejemplo: podemos organizar una tarea concreta en el trabajo,
porque nos lo planteamos como un reto personal (motivo profundo) o porque nos interesa hacer lo
que creemos que es lo que la situación demanda (implica un análisis y determinación de metas más
complejo y concreto).
CAPÍTULO 6
Los motivos sociales son grandes agrupaciones teóricas de metas, de deseos, propios de un rango
amplio de actividades sociales. Leontiev decía que el ser humano tenía que enfrentarse a lo largo de
su vida a pocas actividades sociales distintas: el juego y el trabajo (las más características del niño
y del adulto). Los individuos establecían acciones dentro de esa actividad, cada una de ellas con su
meta consciente apropiada. Bartlett hablaba del papel trascendental para la vida psíquica de las
tendencias de acción: indicadores internos que guían y orientan la actuación y son como
marcadores que determinan el sentido que damos a nuestros actos en el mundo. Estas tendencias
se agrupan en grandes categorías de forma particular en cada grupo cultural; son disposiciones
afectivas de las que surge el sentimiento, fundamental para la búsqueda de significado de todas ls
cosas y fenómenos que nos acontecen.
Los motivos sociales han sido tratados como rasgos de personalidad. Los rasgos intentan describir
analíticamente la personalidad, es decir que hacen referencia a una variable o faceta de dicha
personalidad. Se enmarcar dentro de dos coordenadas: (i) dar respuesta a la diversidad de
comportamiento de un sujeto, a la variabilidad de un grupo de sujetos, y (ii) busca la constancia,
la regularidad, lo común de un tipo de necesidades, demandas, metas, deseos, etc. Los rasgos
quieren ser uno de los constituyentes de la personalidad y hasta tienen que poseer un determinado
substrato biológico. Hoy en día, el concepto de rasgo ha pedido fuerza y sólo se usa en una versión
más blanda, siendo más común utilizar el término como una etiqueta del lenguaje.
En fin, los motivos sociales serán en el individuo grandes tendencias de acción, guiones
motivacionales profundos que hacen referencia a modos de comportarse y de desear, que se activan
en contextos sociales determinados, como la eficacia personal, afecto interpersonal y la influencia
social. Tres clásicas tendencias son: logro, afiliación y poder.
C) Objeciones
El problema se ha encontrado en que también los individuos motivados por la evitación del fracaso
buscan tareas de dificultad intermedia, que no siempre quieren tareas muy fáciles o muy difíciles.
Se entiende la afiliación como motivo porque es el interés en establecer, mantener o restaurar una
relación afectiva positiva con una o varias personas (Atkinson, Heyns y Veroff, 1954). Hay buena
disposición para experimentar un intercambio cálido, cercano y comunicativo con otra persona. Es
de origen innato, típico de nuestra especie. La vida en grupo favorece la identidad personal, la
definición de los propios intereses, permite obtener cierta reputación personal, favoreciendo el
intercambio de valores, ideas y formas de actuar entre sus individuos. El grupo es el medio en el
que se construyen y forman todos los procesos psíquicos típicamente humanos. ¿Qué nos ocurre
cuando nos movemos por la afiliación? Nos preocupamos más por lo que piensan los demás de
nosotros, buscamos más intensamente la evaluación de los demás.
El miedo, la incertidumbre o la falta de una habilidad conduce a la afiliación como un medio para
saber lo que sienten y piensan personas en la misma situación, que es lo mismo que el modo más
adecuado para conseguir una mejor autoevaluación. No siempre se busca a los iguales; hay datos
contradictorios a esos que acabamos de mencionar; se dice que, en situaciones de estrés o
incertidumbre, la afiliación aparece con sujetos que sufran menos ese estrés o incertidumbre, que
se encuentran en mejor posición. La explicación es sencilla y probablemente compatible con la
búsqueda de iguales; los que se encuentran en situaciones mejores pueden aportar modelos a imitar
o ser un motivo para la distracción o el relajo. En cualquier caso, queda claro que cuando el otro
no cumple el papel de modelo, de fuente de distracción o de autoevaluación, la persona con miedo
o ansiedad prefiere estar sola que mal acompañada.
La afiliación está más relacionada con la calidad de cada una de las relaciones sociales que con
las características específicas a esas relaciones con los demás el motivo al rechazo social.
Se puede considerar que el sexo es reúne todas las características funcionales de un motivo. El
sexo implica unas formas de actuación social que forzosamente se tienen que aprehender, probar
y comprobar, y desde luego, cuesta más que saber beber o comer. El sexo es uno de los
comportamientos motivados más sociales, más dependientes de la cultura, en sus modos y en sus
modas.
El amor no es solo un esquema motivacional; es más, son muchas cosas las que están implicadas
en ese conjunto de relaciones psicosociales que configuran cada uno de los diferentes amores. Se
dice que una persona ama realmente a otra cuando la necesita, cuando la comprende, confía en
ella, la cuida (Kelley, 1983). Dice Lazarus (1991) que en la relación genuina de amor hay al mismo
tiempo esperanza, pasión, furia, indiferencia, aburrimiento, culpabilidad, angustia, incluso hasta
amor.
Son muchos los amores, pero la mayoría de los investigadores realizan una distinción entre amor
de compañeros (amistad, conocimiento, reciprocidad) y amor apasionado (querer, deseo irrefrenable). Lo
fundamental que los diferencia es el grado de estabilidad y de intensidad emocional que conllevan.
El primero es más estable y menos intensos, mientras que la pasión es todo lo contrario.
Sternberg organiza los diferentes tipos de amor en torno a un triángulo en cuyos vértices están
los componentes básicos en el amor:
La intimidad: En donde se agolpan los sentimientos de cercanía, de afecto, de proximidad
emocional, un cierto sentimiento de unión, de apoyo y de comprensión mutua. Su expresión
más corriente es la confidencialidad, la compañía y la ayuda.
La pasión: que significa excitación mental y física, un alto nivel de agitación corporal y
sexual. Su expresión siempre busca de una manera o algún otro contacto carnal.
El compromiso: que implica una decisión, una voluntad de que permanezca la relación
afectiva. Su expresión más típica es el mantenimiento del noviazgo y/o el matrimonio.
Es la tendencia estable para influir, persuadir y controlar a otras personas, y para obtener
reconocimiento y aclamación por sus conductas (Winter, 1973). Muchas veces que confunde con el
concepto de liderazgo, pero no es sinónimo siquiera. Cuando se canaliza de un modo socialmente
aceptado, se consigue la cohesión del grupo y la orientación firme hacia metas exitosas.
Se requiere a cualquier meta que pretende cierto grado de control sobre lo que le rodea. Tiene un
polo de aproximación y otro de evitación. Se distingue entre esperanza de poder y temor de poder.
Parece que a los niños que se les tolera, que se les permite asociar actividades relacionadas con el
sexo y la agresión, desarrollan más el motivo de poder.